Una de las directoras de UPA! Una Película Argentina debuta en solitario con una verdadera rareza que le valió el premio de la competencia nacional. Un film con estructura de cine dentro del cine que expone, por un lado, la trastienda (las miserias) del armado de un guión de una película de gángsters a 6 manos entre un director, un guionista y un aprendiz (la tensión reside entre quien quiere darle al asunto un vuelo borgeano y referencias a los griegos y quienes quieren hacer un simple y contundente cine de género); y, por el otro, la puesta en escena de esas ideas, con situaciones de extrema violencia (a-lo-Tarantino, a-lo-John Woo, a-lo-Park Chan-wook) que incluye el enfrentamiento entre pandilleros de la villa y mafiosos rusos y coreanos, con las calles de Pompeya como fondo y con mujeres (incluso con alguna femme-fatale) que complicarán más aún las cosas. El film es desparejo (al igual que las actuaciones), pero el delirio, en líneas generales, resulta muy disfrutable. Garateguy tiene ideas, audacia y talento. No es poco. Además, se arriesga con versiones muy locas de temas de Los Redondos (notable ese violín en Vencedores vencidos) como fondo musical. Otro gran hallazgo.
La dirección de Tamae ha transitado por trabajos grupales como el de Upa!, aquí se vuelca de lleno a un film de acción, de mafias, con orientales y rusos, drogas, caños y un barrio marginal, el de Pompeya. Se hacen presentes influencias de los chicos “T” (Tarantino y To) en el compendio de escenas y diálogos dignos de sus conocidos proyectos. El metraje es extenso, se hace visible una falta de acotar situaciones pero el resultado sin embargo es más que positivo, en gran parte a la reivindicación de un género, a la inclusión de un elemento fantástico y el excelente trabajo actoral que es uno de los pilares del film, tanto así como el destacable trabajo de cámara y fotografía.
“Pompeya” es la segunda película de Tamae Garateguy, aunque podría considerarse su ópera prima ya que su primera realización, “Upa! Una película argentina”, fue una co-dirección con Santiago Giralt y Camila Toker que, por otra parte, ganó el premio a mejor película en la selección oficial argentina del Bafici 2007. En “Pompeya” se narra como Juan Garófalo (Joel Drut), guionista freelance -como se define él-, es contratado por el director Samuel Goldszer (Miguel Forza de Paul) para escribir su próxima película sobre gangsters en la Buenos Aires de hoy, más precisamente en el barrio de Pompeya que, tras varias juntadas, ese barrio se va tornando un tanto imaginario. En esta Pompeya onírica aunque bastante similar a la real surge Dylan (José Luciano González), un protagonista marginal con mucha calle y que lleva bien el rol de héroe en la película. También está Timmy (Federico Lanfranchi), su hermano sordomudo y trastornado que es el punto débil de Dylan; y su amigo Shadow (Hernán Bustos), un mujeriego bastante básico que sale con Gibson (Fran Capra) una chilena inmersa en ese mundo, pero que se mantiene al margen. Por último aparece Lana (Lorena Damonte), la femme fatale que inicia el triángulo amoroso con los hermanos. En esta Pompeya hay una guerra silenciosa entre la mafia rusa y coreana; Dylan queda en el medio y tratará de sobrevivir, siempre a merced de las decisiones de Juan, el guionista que lo creó y que vive fuertemente esta historia. Advertencia: Los siguientes son breves apuntes del nerd que llevo dentro, sí quiere evitar mi ñoñez innata puede pasar directamente a la conclusión. Cine dentro del cine Esta segunda obra tiene dos puntos en común con “Upa! Una película argentina”: El guión en el cual se repite la fórmula de lo que suele llamarse “cine dentro del cine” y cierto aspecto de la estética que desarrollaré más adelante, pero primero quiero centrarme en la parte argumental. Para ampliar brevemente este concepto de “cine dentro del cine”, aunque es bastante obvio, se refiere a toda aquella película ficcional cuya trama es la realización de una película, tal es el caso de “Fellini 8 y1/2” o la última ganadora del Oscar “El Artista”. En “Pompeya” esta línea está más delineada que en las peliculas con las que ejemplifiqué, por ende vamos a ver dos historias paralelas bien marcadas, por un lado la realización y el progreso del guión que escribe Juan junto a Samuel y un personaje satélite a esta dupla que se llama Daniel (Cristian Drut), y por otro lado la historia que se guiona sobre esta Pompeya imaginaria de Dylan. Lo destacable, en este sentido, es que sí bien ambas circulan en paralelo la directora cuenta con cierta facilidad para moverse sin problemas entre ambas ficciones, incluso la historia de Juan sobre la realización del guión está muy bien llevada porque resulta tan interesante como la de Dylan en Pompeya. Esto se debe a que se generan charlas y debates muy interesantes para cualquier interesado en el cine, como por ejemplo, en una parte surge el interrogante sobre “el olor a sexo” y cómo representarlo ante las limitaciones de un arte que sólo es audiovisual. Neocompadrito Ante todo, para los que ignoran el ambiente tanguero de antaño o no leyeron algún cuento de Jorge Luis Borges en que se hable de la figura del compadrito como “Hombre de la esquina rosada” o “El Muerto”, voy a dar una definición escueta para que se sepa a qué me refiero. Partamos de la palabra “Compadrito”, que es un diminutivo despectivo que utilizaban los bacanes ya que a los de su misma clase se los trataban de “compadre”, pero a aquellos que pertenecían a un nivel social más bajo, provenían de los suburbios de la ciudad, se vestían tratando de imitar a los “compadres” y nunca alcanzaban su nivel y respeto en la sociedad, los nombraban “compadritos” para evidenciar el rechazo. Sin embargo ambos bandos tenían dos cosas en común: el tango y el cuchillo. Ésta arma blanca es fundamental para defender el honor seas “compadre” o “compadrito”, los dos se podían trenzar en una pelea que terminaba con la muerte de uno de los dos cuchilleros con tal de sostener con la frente en alto sus principios. En las conversaciones entre Juan, Samuel y David, se menciona un par de veces a Borges en referencia a Dylan, Timmy y Shadow, porque se los relaciona con unos compadritos borgeanos. Es por eso que hago alusión a un “neocompadito”, porque aquel que describía Borges ha mutado. Si bien este nuevo compadrito sigue viviendo en los suburbios de la ciudad, y su arma sigue siendo el cuchillo, ya no pelea y mata por el honor sino por la plata; ya no intenta imitar a aquel de un nivel social superior, sino que tiene su propia vestimenta, sólo busca relacionarse con gente de su status y sus principios son sumamente endebles. A pesar de tener estos tres compadritos postmodernos que son personajes sumamente ricos, en la película hay una transformación rápida dejando de lado este estereotipo, pero no puedo desarrollarla porque sino les echo a perder parte de la misma. Estética Este es el segundo punto en común que tiene “Pompeya” con “Upa! Una película argentina”. Una cámara en mano continua, zoom bien realizados y un montaje que, como decía antes, denota la facilidad con que la directora se mueve entre ambas ficciones. Por momentos tenemos contraluces muy logrados, violentos, y hasta el ambiente de la mafia rusa tiene cierta particularidad cuasi teatral donde por ahí más se remarca aquella Pompeya imaginaria. Digo esto porque el lugar donde se concentran los rusos tiene cierto aire tarantinesco, más específicamente como en la película “Kill Bill” cuando pelea Beatrix Kiddo con los Crazy 88 en ese contraluz azul, pero en este caso tenemos todo tirado al rojo. El resto de los lugares son de la Pompeya real, la que conocemos con el Puente Alsina, la avenida Saenz, los camiones que circulan continuamente, la zona fabril que es desde donde opera la mafia coreana y la villa de donde proviene Dylan, es decir que lo que vemos es un barrio más neorrealista. Pero no podríamos terminar de adjetivizarlo así porque los personajes son los que construyen esta Pompeya onírica, que terminan alejándonos de aquel neorrealismo italiano que nos contaba las penurias de la posguerra en tono documental, aquí las creaciones de Juan son personajes clásicos que provienen del género y no hay ninguna pretensión de “mostrar una realidad”. Conclusión Pompeya demuestra como a pesar de los bajos presupuestos que maneja nuestro cine, se puede realizar una película con escenas violentas bastante logradas, buenas actuaciones y sobre todo entretenida. Con un guión que utiliza fórmulas ya vistas, pero consistente en todo su espectro, con altibajos que oscilan entre la sorpresa y la obviedad.
El cine de gangsters supo —y sabe— darnos alegrías. Sólo en Hollywood podemos encontrar toneladas de clásicos y figuras icónicas delante y detrás de cámara: James Cagney, Martin Scorsese, Robert De Niro, Quentin Tarantino... Francia tuvo a Alain Delon y Jean-Paul Belmondo. Inglaterra también incursiona en el subgénero; basta con mencionar a Guy Ritchie como referente. John Woo hizo lo propio en China y marca tendencia aún hoy. Exponentes hay en distintas partes del mundo. Incluso en la Argentina, donde ya de por sí el Policial tuvo su lugar desde las épocas doradas. Así lo demuestra Pompeya. Ambientada en el barrio de Capital Federal que le da título, cuenta las andanzas de Dylan (José Luciano González), antihéroe del submundo que comienza a trabajar para un mafioso ruso. Cuando los rusos y los coreanos empiezan a tener conflictos, será Dylan quien deba pagar los platos rotos. Junto a sus seres queridos, deberá sortear ataques y sobrevivir en un vecindario al borde de un Apocalipsis de tiros y sangre... Pero desde el principio sabemos que todo eso es la creación de tres guionistas de diferentes edades y status. Se reúnen, tiran ideas y conceptos y personajes y giros... pero la relación entre ellos será tan tensa como la de Dylan y su entorno, y llegará un momento en que realidad y ficción se confundirán peligrosamente. En su debut como directora solista, Tamae Garateguy le pone mucha garra a la hora de filmar una película cruda, roñosa, hiperviolenta, sexual, con un pulso narrativo a la altura de los mejores policiales. Ayuda el uso de cámara en mano y contraluz, lo que genera una sensación de peligro, nerviosismo e inmediatez. Este enfoque de la acción no choca con la imaginería digna de comics, literatura pulp y otros films que barajan los guionistas de la historia (se nota en los nombres y los apodos de los personajes). Además, como ya hizo en UPA: Una Película Argentina —que co-dirigió con Santiago Giralt y Camila Toker—, Garateguy recurre a la sátira del quehacer cinematográfico. En este caso, mostrándonos las miserias y los egos de los guionistas. Al mismo tiempo, plantea un metalenguaje en el que creaciones y creadores se fusionan en un mismo universo de engaños y muerte. La manera en que estos dos tipos de realidades se juntan es algo extraña al principio, pero luego todo cierra y le da una personalidad propia al resultado final. A la manera de los films estadounidenses de los ’70 (otra influencia notoria), el elenco no está compuesto por estrellas sino por actores que le dan autenticidad a las escenas. Dylan es encarnado por José Luciano González, muy metido en el rol. También se destaca Chang Sung Kim —conocido por sus papeles en televisión, como el exitoso programa Graduados—, que interpreta a Ming, el temible jefe de la mafia coreana. En cuanto a la femme fatale de turno, Sharon, le pone el cuerpo Jazmín Rodríguez, otrora notera de TV devenida en bomba sexual. Pompeya es un ejemplo de cine nacional de género con una estructura arriesgada, de la que sale muy bien parado. Un logro importante y poco común el de Tamae Garateguy, debido a que todavía no abundan las cineastas mujeres que se ocupen de esta clase de películas, y menos en este país (el caso paradigmático sigue siendo el de la gran Kathryn Bigelow, responsable de Punto Límite y Vivir al Límite, entre otras). Ahora prepara Mujer Lobo, otro policial con sexo y violencia. Sin dudas, una cineasta a la que le sobran ovarios.
Un violento juego del "cine dentro del cine" El eterno juego del "cine dentro del cine" enciende la mecha de este violento producto que fusiona ficción y realidad a partir de la afiebrada imaginación de un guionista contratado por un director para contar una historia de gángsters. El escritor principiante (y "free-lance" según su definición) discute con el director para ver cuál es la mejor manera de mostrar a Dylan, el héroe de ficción de una Pompeya que se transforma en el epicentro del combate entre bandas rusas y coreanas, Con una cámara que no para de moverse (al igual que los personajes) y un montaje frenético, la directora Tamae Garateguy construye esta historia de climas lúgubres y violencia extrema. El espectador se encontrará con un producto que tiene acción, toques de humor, tortura y hasta una inagotable vuelta de tuerca que sorprende llegando al desenlace. Por la pantalla desfilan referencias a Perros de la calle y despiadados seres del bajo mundo: un hermano sordomudo; un amigo mujeriego y una "femme fatale", todos enredados en una vorágine de sexo, corrupción y muerte. Con algunos minutos de más y reiteraciones, el relato hace gala de una estética propia, desprojija, que crea la atmósfera necesaria para las diferentes situaciones que presenta. Pompeya no es otra cosa que un viaje al infierno y un auspicioso trabajo de la directora de Upa!.
Más que ficción En Pompeya (2010), primera película en soledad de Tamae Garateguy, la realizadora explora el género policial desde una búsqueda personal, jugando continuamente con la ficción dentro de la ficción. Un grupo de guionistas se encuentra en pleno proceso de la escritura de una nueva película. En la historia tres jóvenes marginales se verán envueltos en una guerra fría entre la mafia rusa y la coreana. ¿Cuánto hay de ficción en esa historia que transcurre en el barrio de Pompeya y cuánto de realidad? Estará en el espectador descubrirlo. Tamae Garateguy, una de las codirectoras de aquel fresco que se llamó Upa! Una película argentina (2007), somete al público a un relato plasmado de irracionalidad pero en tono satírico. Pompeya es una película que desde sus primeras imágenes prepara al espectador para recibir una cascada de sangre, pero también desde esos mismos planos se le avisa que lo que verá es una ficción pura dentro de la propia ficción. Aunque en algún momento los límites se rompan y como en una coctelera todo se mezcle y no sepamos bien si se está frente a la ficción que se está concibiendo para una próxima película o ésta se apoderó de la vida real del trío de autores. Visualmente la realizadora no se priva de mostrar nada y en primeros planos, pero no gratuitamente sino caricaturizando o dándole una vuelta de tuerca al género, al menos como éste se trabaja en Argentina. Pompeya encuentra puntos de contactos en aquel cine oriental en donde todo es tan increíble que la propia historia se ríe de si misma, elementos que tan bien supo tomar Quentin Tarantino y que Tamae Garateguy los dota de un estilo propio. Pompeya es una película insolente, distinta a lo poco que se hace dentro del género en estos lados del mundo, que encuentra el tono justo para plasmar en pantalla grande una historia tan increíble como real. Entretenimiento asegurado.
Ya se ha usado en el cine, aunque no por ello deja de ser atractivo, el recurso de contar una historia que a su vez cuenta cómo se crea una trama , lo que abre un amplio espectro en el que el espectador puede buscar identificación en lo “real”, en la “ficción”, o en ambos. Sucede en esta película que la directora al contar la historia en dos planos ficcionales simultáneos y casi contemporáneos mediante un montaje un tanto complicado, obliga al espectador a atar cabos para que nada quede suelto en su propio relato, quizá eso sea lo que buscó, pero le sumó el uso y abuso del ya para nada novedoso recurso de una temblorosa cámara en mano que termina por marear. Ese montaje y esa cámara en mano logran, en conjunto, que el espectador pierda la atención, comience a moverse en su butaca y sólo se tranquiliza cuando la cámara también lo hace, pero ya se ha perdido el contenido de algunas escenas. De todas maneras el mundo mafioso está plasmado con la misma proyección que le dan los diarios y la televisión de la Argentina por lo que la platea puede retomar rápidamente las historias con la ayuda de las escenas en las que el personaje del guionista arma la trama de su ficción porque las situaciones no son complejas. La vestuarista Celestial Brizuela dio el toque exacto para remarcar el perfil de cada personaje, a lo que se le suma el maquillaje FX de Cez Navotka que logra, afortunadamente, incrementar la expresión actoral en algunas escenas. Un elenco teatral El espectador puede identificar rápidamente a los personajes de esta película porque en el guión están bien perfilados cinematográficamente aunque están actuados de manera teatral, quizá porque para componerlos la mayoría de los actores no ha podido dejar de lado su trayectoria en el teatro independiente argentino donde muchas veces el actor se sobrepone al director. Se destaca, por tener una composición netamente cinematográfica, la labor del actor Chang Sun Kim, que incluso logró ganar el Premio al Mejor Actor en el Festival de Mar del Plata 2010 con esta película. Conclusión y programación de proyecciones La película Pompeya de Tamae Garateguy puede encasillarse dentro de lo inusual y el público de ese género quedará satisfecho al encontrar un limitado suspenso y una pequeñísima y justa medida de gore. El público general, que busca entretenerse, lo logrará con las escenas de acción. Este filme se proyecta en el cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635) y los viernes y sábados de julio a las 20, en el Microcine de Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). Tiene una duración de 102 minutos y está calificada para mayores de 16 años.
Gángsters de Puente Alsina Dos historias paralelas. Por un lado, un par de escritores se reúnen con un director de cine para desarrollar el guión de una futura película de acción. Por otro, las ideas que ellos proponen, que se van plasmando en imágenes, y van aproximando lo que hasta entonces sólo tenía vida en las notas de los creadores. Así, mediante un montaje paralelo, la directora va alternando entre las dos historias a narrar. En los primeros minutos no se entiende bien hacia dónde va la película, las charlas del grupo creativo suenan graciosas, aunque no lo son tanto cuando se las ve concretadas. Arman un esquema de personajes pegando fotos y trazando flechas en una pared, y las ideas que sugieren por momentos son hasta irrisorias, como que el protagonista sea un joven llamado Dylan, que vive en pleno barrio de Pompeya, y lo vinculan a las mafias rusa y coreana. Se toman a la ligera las decisiones sobre la vida (y muerte) de sus personajes, y hacen y deshacen a su antojo. Sin embargo de a poco, la ficción dentro de la ficción va tomando entidad y peso propio. Mientras tanto comienzan a surgir las desavenencias, diferencias, y celos intelectuales (y económicos) en el otro grupo. La historia de Dylan y las mafias está muy bien realizada, sus efectos están cuidados (la sangre se ve de color sangre, no ketchup, por ejemplo), y tiene una fuerte reminiscencia al cine violento y sangriento de Tarantino. El clima es sórdido, oscuro. Es interesante que los actores no sean muy conocidos, algo que, al igual que en las primeras obras de Pablo Trapero, le da más credibilidad al relato. La película, tiene algunos altibajos en el ritmo, como parte de las escenas de las mafias que se hacen un poco largas, pero más allá de eso se trata de una propuesta inusual, y muy bien resuelta. Algo distinto en cine nacional. Una estructura narrativa novedosa, sumada a escenas de acción muy bien realizadas técnicamente, finalizadas con una resolución sorprendente y coherente con la historia. Todos estos factores conforman "Pompeya", el film dirigido por Tamae Tarateguy que vale la pena ver.
Una película original, bien hecha y entretenida. La directora Tamae Garateguy, también coguionista, apuesta -y gana- al cine de género. Un policial violento, creado por un grupo de guionistas que ponen ingredientes violentos y amorosos en una trama donde las pasiones y las traiciones pasan de creadores a creados, porque los personajes encuentran a su autor.
Perros perdidos en Pompeya El debut solista de Tamae Garasteguy como directora (ya había coparticipado en la dirección del film UPA con reconocimiento de parte de la critica), no puede ser mas promisorio y sorprendente. Sabido es que incursionar en el cine de género no es tarea fácil y más aun cuando el desafío es adaptar el género de gangsters a la idiosincrasia argentina y en ambos casos Pompeya sale airosa de su fuerte apuesta. Tamae Garasteguy encara el relato desde dos frentes: el primero de ellos la desmitificación del proceso creativo de un film. Mostrándonos los aspectos mas íntimos del mismo, desacralizándolo. Discusiones de producción, cerveza de por medio, en las cuales un guionista free lance Juan Garófalo y un director Samuel Goldszer darán forma a un mundo de hampa y gangster situado en el conurbano de la metrópolis capitalina (Pompeya es la ciudad natal de la directora). El segundo el mundo que paralelamente va naciendo luego de cada trazo del guión en una gris ciudad dividida por la guerra entre mafias: por un lado la rusa y por otro la coreana, disputándose el territorio a conquistar. En ese ámbito Dylan, un matón a sueldo, se pondrá bajo las ordenes del capo mafia ruso y pronto se verá en medio de un fuego cruzado en el que su vida correrá peligro. Pero no estará solo en su vida delictiva sino que estará acompañado por su hermano sordomudo Timmy (objeto de debilidad del héroe), su cómplice Shadow y una femme fatale (un infaltable elemento del género). Por otro lado ambas mafias medirán sus fuerzas en el campo de batalla del conurbano sin escatimar crueldad y sadismo en sus métodos. Y es aquí, tal vez, donde el film logrará las delicias del espectador amante de film del estilo de Quentin Tarantino, John Woo o Takeshi Kitano. Las escenas de violencia provenientes del accionar de la mafia coreana tienen la exacta mezcla de gusto estético y toques de sadismo que sólo un amante de los detalles puede lograr con un manejo del maquillaje y efectos especiales destacable para el cine argentino (en manos del Cez Navotka). El elenco, con una interesante y cuidada dirección de actores (la mayoría de ellos provenientes del teatro under) cumple con los requerimientos que sus roles les imponen. Se destaca la actuación de Chang Sung Kim que le valiera una distinción en el Festival de Cine de Mar del Plata. La osadía cinéfila de Tamae Garasteguy de mixturar el mundo de los gangster con el conurbano bonaerense, con referencias también a la narrativa de compadritos de Borges, logra engendrar un film arriesgado donde ficción y realidad se confrontan de una manera sorprendente brindándonos un film de un nivel pocas veces visto en el cine argentino.
Película de género que maneja con agudeza escenas de gran violencia "El cine es fantasía, es ilusión", dice uno de los personajes centrales de este film que transcurre entre dos planos de realidad que justifica la afirmación. Claro que la fantasía y la ilusión creadas por la directora y guionista Tamae Garateguy son más bien oscuras, intensas, sangrientas. Una mirada sobre el cine de género tan cruda como interesante que no suele aparecer en el cine nacional. Todo comienza con una reunión de trabajo entre un director de cine, un guionista y su asistente. El plan es armar una historia de acción, de una banda de delincuentes liderados por un tal Dylan. De hecho, por capricho de los impostados cineastas, todos los personajes tendrán nombres en inglés a pesar de que sus violentas aventuras transcurran en Pompeya. Así, el film empieza a desarrollarse en esos dos planos, un ejercicio de cine dentro del cine que funciona mucho mejor cuando la acción se traslada a las calles, cuando la cámara sigue a Dylan (José Luciano González), su hermano Timmy (Federico Lanfranchi) y su amigo Shadow (Hernán Bustos). Aun pensados como estereotipos y dotados de artificiosas características para darles cierta profundidad a sus viñetas de violencia a puñetazo limpio y cuchillada sangrienta, los tres consiguen generar bastante más interés que el equipo de cineastas que los está "imaginando". Especialmente cuando dejen de ser delincuentes freelance para involucrarse con la mafia rusa que pelea con la coreana por adueñarse de las calles de Pompeya. Es en ese momento cuando los cadáveres empiezan a acumularse y las imágenes se vuelven cada vez más explícitamente violentas. Un recurso propio del género que la directora y su editora, Catalina Rincón, manejan con notable agudeza e intuición, aunque para algunos espectadores pueda resultar excesivo. Tal vez para alivianar esos momentos de intensos enfrentamientos o para recordarnos que sólo se trata de una ficción, la película intercala las viñetas de Pompeya con las discusiones y pequeñas miserias de los cineastas. Ellos que entre discusiones sobre las referencias borgeanas que su guión puede tener o no, se dedican a herir egos y acuchillar narcisismos como si se tratara de cuestiones de vida o muerte. Como si estuvieran peleando por un lugar en las calles de Pompeya.
Una argentina de gangsters “Pompeya”, se sumerge en un subgénero que no abunda en el cine nacional, ya que se trata de “una película de gangsters” ambientada en Buenos Aires. La ópera prima en soledad de Tamae Garateguy se la juega entero por un relato donde se mezclan marginales y mafiosos. Tiros y trompadas en un relato que sucede en el barrio de Pompeya. Tiros y trompadas en un relato que sucede en el barrio de Pompeya. La directora le propone un juego al espectador que es el de contar una historia dentro de otra. Con claras reminiscencias borgeanas un guionista novato, Juan Garófalo, se pierde en el laberinto de sus propios personajes. A medida que va relatando la historia en su texto -y en su cabeza- sus protagonistas: Dylan, el héroe del film, su hermano sordomudo Timmy, su amigo Shadow y la mujer deseada por todos, Lana, van escribiendo la película que le encargó el director de cine Samuel Goldszer. De a ratos la película es el guionista y sus problemas con el director, con su creatividad y de a ratos están los gangsters copando la pantalla, tirando tiros, pegando patadas y derramando sangre. Todo por quedarse con el control del barrio de Pompeya, todo por poder.
Mafias en mediano conflicto El título puede despistar. No se engañe. No va a encontrar el barrio que pintaba Manzi, nada de perfume de yuyos y de alfalfa, como decía el tango, sí "un poco de barro y pampa". "Pompeya" da nombre a un guión que están escribiendo un director, un guionista y un chico que se inicia como guionista. Quieren hacer una película de gangsters en la Argentina y de las distintas posibilidades que se plantean para su realización surge "la película de la película". Habrá dos conflictos, el de los que escriben y sus problemas personales y el que surge de la imaginación de los guionistas. Cine policial. Cine de gangsters, casi nada nacional, porque muy poco cine de género se ha visto en los últimos tiempos. Por eso las ideas que aparecen en el grupo tienen mucho que ver con Tarantino, John Woo, la mafia rusa, la coreana, pero ambientada en un barrio con olor a tango. DIRECTORA ORIGINAL El filme de esta joven directora de exótico nombre, Tamae Garateguy, tiene altibajos, pero es interesante y revela una creadora de ricos recursos y mano tan fuerte como la de algunos de los karatecas que utiliza en su película. Porque la Garateguy arremete sin piedad y abunda la sangre, el sexo, lo sádico y también el humor (orgía en la mejor tradición "dolce vita"). Cine con elementos experimentales, mucha cámara en mano, excelente despliegue fotográfico y cuidado montaje, "Pompeya" atrae con su fragmentarismo y esa discontinuidad característica. Si es aficionado al género, no se asusta de la sangre y tiene ganas de ver un potable "padrino ruso" (muy bien Vladimir Yurabel), sádicos torturadores orientales, chicos que se dicen de villa, pero hablan y actúan como adolescentes de clase media en sábado a la noche en milongas pompeyanas con guapos y "percantas" (Jazmín Rodríguez se destaca), ésta es una opción. Con muy buen acompañamiento musical.
Erase una vez en Pompeya Por Carolina Soria Tras numerosas reuniones y “tormentas de ideas”, el director Samuel Goldszer y su asistente Juan Garófalo comienzan a edificar un universo de gángsters para ser llevado a la pantalla grande. Ese mundillo que poco a poco comienza a tomar forma está integrado por Dylan (José Luciano González), su hermano sordomudo y un amigo, quienes de pronto se encuentran inmersos en asuntos de mafia rusa y coreana. El film alterna, por un lado, las reuniones entre director y guionista, en las cuales van construyendo y caracterizando a cada uno de los personajes, imaginan la música y las ambientaciones, a la vez que hacen sugerencias tales como “ver orientales en el cine suma”. Por otro, se suceden las escenas “ficcionales” propiamente dichas, que son, muchas veces, introducidas por el relato de los autores. Al igual que ocurría en Upa! Una película argentina (2007, Santiago Giralt, Tamae Garateguy y Camila Toker), Garateguy (aquí solista) retoma la inquietud por el proceso de creación, ahondando en los momentos creativos y en las personas allí involucradas. En este sentido es interesante notar que al tiempo que la directora satiriza a los personajes para “des-idealizar” el proceso de escritura, pareciera reconocer en ellos a sus álter ego. En un principio, el universo gangsteril pareciera construirse con cierta ambigüedad, en tanto parecen fragmentos aislados que no construyen una historia autónoma sino que simplemente aparentan ser funcionales a la estrategia narrativa de mostrar el proceso de construcción de un film. Sin embargo, a medida que avanza la historia, los fragmentos comienzan a adquirir autonomía y a funcionar orgánicamente con todos los elementos propios del género: mafia, venganza, crímenes y escenas de extrema violencia (con un toque tarantinesco). En un ir y venir entre ficción y “realidad”, los dos universos se desarrollan hasta la “confrontación”, como prefiere llamarlo la directora para no develar el final. Si a simple vista la película peca de pretensiosa, su desarrollo y desenlace demuestran que Pompeya cumple con varias de sus promesas. Habrá que seguirle los pasos a Garateguy para ver qué se trae en su próximo film, Mujer lobo, esta vez sobre una asesina serial.
Ideas difusas Tres escritores se reúnen para hacer el guión de una película de gángsters, ambientada en el barrio de Pompeya. Dos de ellos quieren darle un enfoque comercial al proyecto y el otro (de perfil más “intelectual”) prefiere la tragedia griega a lo físico. El primer largo de Garateguy en solitario mantiene algunas de las posturas que manifestaba el grupo en UPA!, una película argentina, como por ejemplo aquello de trabajar sin un guión previo. Lo que da como resultado un conjunto de escenas de acción, unas bien logradas (otras se abusan del recurso de cámara en mano y algunos personajes quedan algo difusos en el fotograma) aunque un tanto inconexas. Los tres bandos del relato se van enfrentando para ganar territorio en la zona de Pompeya, pero no queda del todo claro, ya que la historia está fragmentada entre la ficción y el proceso creativo de los guionistas. Este último plot es el que queda más relegado de la película, y es por eso que la resolución parece traída de los pelos.
Así, no Me gusta el cine argentino. A diferencia de muchos, siempre trato de verlo y ver qué se está haciendo. El problema es que no quiero herir a nadie con el comentario porque entiendo lo difícil que es realizar una película en nuestro país. Lo único que voy a decir es que así no: esta canchereada que quiere gastar al mundo del cine de género y que realmente aburre (es difícil aburrir haciendo género policial o acción) no atrapa nunca y tampoco engancha con la trama más ligada a la comedia, de los tres guionistas que planean la película que vamos viendo mientras ellos la idean. Siempre me gusta dar segundas oportunidades, espero que Tamae vuelva a filmar y levante con su nuevo film. Pero repito, así no.
“Pompeya”: ensalada de gangsters y de historias Un director de cine convoca a un guionista y su asistente para hacer una película de gangsters ambientada en el barrio de Pompeya. Al final, el que tiene todas las ideas es el asistente, que va mezclando aportes como gangsters rusos, un hermano sordomudo del asesino a sueldo protagónico, y finalmente unos temibles mafiosos coreanos. Mientras este «braimstorming» artístico toma forma, se va entrecruzando con las imágenes de los gangsters criollos, rusos y coreanos matándose sin asco unos a otros en Pompeya. Los guionistas y el cineasta también se van peleando, ya que el guionista principal se siente traicionado por los otros dos. Y en un raro giro metafísico, ambas historias se mezclan, permitiendo que uno de los guionistas pruebe un poco de su propia medicina. «Pompeya» es un film lleno de ideas, e incluso de algunas escenas formidables en todo lo que tiene que ver con el uso de las locaciones y la audacia a la hora de filmar escenas violentas, llenas de alegrías para los fans del gore. El formato de ensalada de historias, sin embargo, atenta contra la coherencia narrativa, ya que a medida que va promediando la acción gangsteril el espectador tiene que meterse en una situación que está por la mitad, y que generalmente no tiene mucho que ver con lo anterior, por lo que el interés se disipa bastante. En todo caso, la directora y guionista se divierte con orgías de sexo y sangre, y logra que el espectador también se entretenga mientras no le exija mucha coherencia al asunto. Hay buenas actuaciones, tanto entre el trío que pergeña la historia como entre los gangsters multiétnicos, momentos de fuerte erotismo y muy buena música. Está claro que con este mismo tipo de ideas locas y un poco más de rigor argumental Tamae Garateguy tiene todo para hacer grandes películas.
Todos los colegas habían hablado bien de "Pompeya". Nos pasamos de la función de prensa y fuimos a sala (lo cual nos permitió percibir algunas cosas que después contaremos) a comprobar sus valores "in situ". La verdad, nos sorprendió. Tuvo que pasar mucho tiempo para estar en presencia de una película nacional que nos sacuda, fuerte, con violencia extrema (y toques de "gore"), enmarcada dentro de otro relato, lo cual la hacen particularmente singular. Un director y un guionista discuten sobre la dirección de un libro que están preparando para un film. Tenemos al que intenta reversionar algún clásico, el que piensa que hay que apostar a lo comercial y un tercero que es un aprendiz, tratando de hacer sus primeros pasos. Discuten sobre personajes, tramas y enfoques y eso mismo, comienza a desarrollarse frente a los ojos del espectador. Lo que tenemos, es entonces una propuesta donde partimos de un grupo de marginales, en el medio de una guerra declarada entre coreanos y rusos, en los bajos fondos de Pompeya. La historia alterna secuencias del encuadre, que señalan las discusiones que orientan las acciones que los personajes viven, con la trama policial en sí, en la cual hay una interesante multiplicadad de criminales de diverso rango, cuya principal ocupación es lastimar, disparar, estafar. No es una peli al estilo de Kitano, To ni Guy Ritchie pero... tiene lo suyo. Hay suficiente acción y tensión para que el espectador corriente se sumerja en la propuesta sin mayores dificultades. Si bien al principio, uno no le saca "la ficha" a "Pompeya", con el correr de los minutos, la cuestión se pone interesante y nos subimos a los vericuentos y recorridos de Dylan (José Luciano González) y todos sus amigos y enemigos, quienes se van masacrando por tandas, de manera bastante particular. Pero eso no es todo. Hay vueltas de tuerca en los dos niveles (el encuadre y en la trama mafiosa en sí) y el film se va tiñiendo de un rojo que le queda, bien, sin dudas. Opera prima (en realidad, segundo trabajo- "Upa! Una película nacional" fue la primera), esta vez en solitario de Tamae Garateguy y la verdad, queremos más. Gran trabajo que todos deberíamos ver. Advertencia: en sala, muchas personas mayores se retiraban promediando la función, ir convencidos de que van a presenciar un film fuerte y quizás más subido de tono en cuanto a violencia que lo que nuestro cine habitualmente trae.
Gángsters en Buenos Aires El debut de Tamae Garateguy como realizadora fue colectivo. El filme Upa! Una película argentina , que dirigió con Santiago Giralt y Camila Toker, funcionó como una notable broma al llamado Nuevo Cine Argentino (de hecho, su título aludía al prejuicio de los espectadores ante aquella corriente de filmes nacionales de autor). En Pompeya , la directora -que ya terminó su opus 3, Mujer lobo - mantiene el tono y la esencia de su opera prima y, además, se suma a una tendencia que viene creciendo: podríamos llamarla algo así como nuevo cine argentino de género. La trama de Pompeya apela, como la de Upa! , al cine dentro del cine. Por un lado, vemos a tres muchachos armando el guión de una película de gángsters ambientada en Pompeya (uno quiere darle mayor vuelo intelectual al libro; los otros prefieren ir directamente al género). Por otro lado, vemos secuencias de acción, furia y sangre: el filme que ellos están escribiendo convertido en realidad o, mejor dicho, en ficción. En algún momento ambas historias van a tocarse: después de todo, Garateguy muestra que el universo de los cinéfilos puede llegar a ser tan salvaje como el de los pandilleros. Otra similitud con Upa! ... La directora exhibe talento para las escenas de acción: violentas, intensas, por momentos gore , en las que se enfrentan miembros de la mafia rusa, de la coreana y un grupo de muchachos marginales del sur Buenos Aires. Los interiores, que podrían pertenecer a cualquier película de mafiosos, alternan con exteriores en los que vemos calles de Pompeya, camisetas de Huracán, frentes de clubes como Deportivo Riestra. En resumen: los arquetipos universales cobran otra dimensión al fusionarse con la identidad local. La ferocidad extrema de esta parte “policial” -con más acción que tensión; con toques de humor en medio de la ultraviolencia: a lo Tarantino, o al estilo asiático- queda mitigada, deliberadamente, por las secuencias de las internas de los tres creadores de esa trama. En ambos casos, Garateguy prefiere trabajar con cámara en mano, cambiando frenéticamente los encuadres, optando por una fragmentación a veces desordenada. Tras el auge de un cine de observación, el cine género va ganando mayor espacio entre los jóvenes realizadores argentinos. Ni mejor ni peor: en ambos casos, se harán buenas y malas películas. Todo indica que con Garateguy, premiada por Upa! en el BAFICI 2007, y por Pompeya en Mar del Plata 2010, veremos de las primeras.
En su debut en soledad como realizadora, la actriz y cineasta Tamae Garateguy, como ya sucediera con la brillante UPA: Una Película Argentina, recurre a la trastienda del quehacer cinematográfico para hacerle frente a un feroz policial suburbano, marginal y argento. Una suerte de película de gángsters autóctona que reúne rufianes de distinta procedencia, incluyendo rusos, coreanos y criollos. El artificio con el que aborda el género es a través del muy conocido cine dentro del cine, aquí interpelando a un trío de emprendedores de cine independiente que se reparten entre un displicente director, un rebuscado guionista y un entusiasta asistente que busca complacer a ambos. La trama que va urdiendo el terceto se desarrolla paralelamente en imágenes, práctica que no es novedosa pero sobre la cual Garateguy aporta buenas ideas y sólidos recursos cinematográficos. Escenas crudas y truculentas de violencia con reminiscencias de John Woo y el cine oriental, mujeres pulposas y escenarios desapacibles acordes al estilo forman parte del combo. Pompeya logra darle un cierre creativo al asunto, superando desniveles tanto en la trama como en las actuaciones. Revelando a una cineasta que se interna en un género de acción al que sólo colegas como las estadounidenses Kathryn Bigelow o Mimi Leder se le animan. José Luciano González, Federico Lanfranchi, Lorena Damonte y Chang Sun Kim se destacan en el heterogéneo elenco.
¿PAREDÓN Y DESPUÉS? Garateguy es una realizadora que hay que tener en cuenta para el futuro del cine argentino. (Esta es una de aquellas películas en las que la subjetividad del espectador es fundamental a la hora de disfrutarla y valorarla. Toda sentencia crítica deberá ser entonces entendida como una forma de aproximación a la película. Fanáticos de todo aquello que se parezca a Tarantino o a Johnnie To, por nombrar dos referentes potentes del cine actual, seguramente disfrutarán Pompeya mucho más que quien esto escribe). Tamae Garateguey, es una joven realizadora que ha tenido un debut en el film colectivo Upa, una película argentina y que comienza su carrera en solitario con esta película, que de algún modo también remite al proceso de producción del cine independiente en nuestro país. Un director convoca a un guionista que convoca a un asistente y comienzan a tramar un guión sobre un thriller. El lugar, Pompeya, los protagonistas, Dylan, Shadow, Vladimir, Lana y otros, la mafia china y un conjunto de referencias arquetípicas del relato policial negro. En tanto avanzan en el desarrollo del guión, las escenas referidas en sus encuentros creativos, cobran vida en la pantalla. Así Pompeya (la película, nunca el barrio) se construye inicialmente como un montaje paralelo entre la ficción creativa y la ficción que es creada, entre el relato de las escenas y las escenas relatadas. En algún momento, contradiciendo las leyes de la física, los mundos paralelos se cruzarán. Desde la primera escena, la potencia icónica de la imagen – con referencias concretas a los estilos referidos anteriormente – produce un fuerte impacto. Un interesante trabajo plástico, el uso especial de la naturaleza de la luz, una cámara capaz de capturar un espacio social y un montaje ajustado a las normas del género, producen un llamado de atención. Sin embargo, con el correr de la película, aquella destreza narrativa se vuelve puro regodeo. El guión, he aquí el principal problema de esta película, no logra integrar nunca ni la lógica interna de los sujetos y las situaciones, ni aquel espacio vital que constituye el barrio, el que se manifiesta en aquella secuencia inicial y que da título a la película. La trama de las peripecias del guión y los guionistas se pierde aun más en un espacio de confusión, y si las referencias son accesibles para los iniciados en la trama de la producción de cine independiente, carecen de solidez e interés para otro público. Las escenas, algunas de ellas visualmente muy logradas, son momentos particulares y no parte de un relato integrado, salvo por aquello que cuentan los guionistas. La historia de la supuesta lucha entre las mafias hace agua por todas partes y se sostiene solo por las escenas de enfrentamientos. Como aquellos jugadores que hacen malabares con la pelota para la tribuna, pero que son incapaces de integrar su juego en un equipo. La elección de los elementos con los que construye Garateguy – fuera de ese guión algo deshilachado – son todos destacables. El trabajo plástico, la dirección actoral, la música original (realmente un interesante hallazgo el trabajo de Sami Buccella que pueden escuchar acá http://pompeyafilm.bandcamp.com/) Si la realizadora hubiera trabajado algo más el sustento narrativo (¿de dónde salen los sujetos? ¿Qué los constituye como mafias? ¿Cómo es la integración de cada uno de los sujetos con el territorio?), Pompeya hubiera sido una muy buena película. Sin dudas, a pesar de los reparos, Garateguy es una realizadora que hay que tener en cuenta para el futuro del cine argentino, siga o no apostando al cine de género.
Si bien es loable intentar hacer cine de genero en la Argentina, más siendo una mujer con su particular mirada sobre las realidades que nos rodean, en este caso policial negro, de mafia, de gangster, o como quiera llamarlo, y hacerlo cruzar en algún sentido con un toque de comedia. También hay que decir que la búsqueda debería estar sustentada por cuestiones tan importantes como antiguas en la historia del cine. Pero como se viene realizando desde hace unos años a esta parte, parece que es más importante el “como” y no el “que” La directora, fruto de la herencia estética actual, así de joven, nos propone un filme construido cámara en mano, movimientos bruscos, saltos de todo tipo, eje, plano general a plano entero, giros. Pero lo que a primera vista parece ser una estética y una estructura elegida intencionalmente, una vez terminado el producto da cuenta fehaciente de ausencia total de diseño de montaje, ¿Que quiero decir con esto? Es muy fácil recurrir a corte y pegado de imágenes que, por la velocidad a la que están hechos, pueda ocultar, no sólo los errores que podría tenerlos, lo que a esta altura ya ni importa, sino que asimismo, y por ser escenas de este genero, provocan al espectador, lo zarandean sin justificación narrativa sino por lo abrupto de la construcción. La historia, que si bien utiliza un modelo no demasiado usado, es una formalidad que nada tiene de original, contar aquello mismo que sus creadores van inventando a medida que el espectador va viendo la creación en sí misma. Hay un antecedente maravilloso del cine francés contemporáneo, “Al Ataque” (2000) de Robert Guediguian. En el caso que me ocupa un producto de cine que convoca a dos guionistas a escribir una historia de gangster y/o de mafia, centrados en un sicario desalmado y ninguna razón justificadora, sólo la realidad que lo rodea. El espectador va viendo lo que ellos escriben, al tiempo que el filme que vamos viendo relata lo que va sucediendo en la relación humana, laboral, afectiva, de los responsables de la escritura. Poseedora de muy buenas escenas de acción, nada común en nuestro cine de cada día, con un diseño de arte de lo mejor del filme, el manejo de la luz, el color, conjuntamente con la dirección de fotografía, pero decae mucho las actuaciones, bajas en cuanto a rendimiento y le restan el poco verosímil que habían construido. Luego tiene, o intenta tener, un par de vueltas de tuerca bastante inverosímiles: que los personajes no son de ficción sino de la vida real, que además son popularmente conocidos, y buscados, etc. La realizadora en su opera prima en responsabilidad solitaria, recordemos que fue la co-directora del filme “UPA” (2007), hace estos intentos como para darle fluidez a un relato que no lo tiene por deficiencias en la construcción y desarrollo de los personajes para terminar por confundir aún más al espectador.
De la directora y guionista Tamae Garateguy llega un film de acción. Un policial violento hasta el gore que transcurre en el barrio de Pompeya. Mediante su narración vivimos el cine dentro del cine, aquí se encuentran Juan Garófalo, guionista principiante que es contratado por el director de cine Samuel Goldszer para escribir su nuevo film. Esta película sería una de gangsters y mafia, ambientada en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, más precisamente en Pompeya, uno de los barrios de mayor tradición tanguera (uno de los tangos más populares, "Sur" de Homero Manzi, lo menciona así: "Pompeya y más allá la inundación"). En cada una de esas reuniones de trabajo, estos cineastas van creando su historia.Uno de los personajes es Dylan (José Luciano González), el héroe brutal y atractivo del bajo mundo; Timmy (Federico Lanfranchi), su hermano sordomudo y perturbado; su amigo Shadow (Hernán Bustos), astuto y mujeriego; y Lana, la femme fatale de Pompeya que inicia el triángulo amoroso; una mezcla de personajes, estos ocultan un secreto y existe una lucha entre la mafia rusa y coreana. Dylan queda atrapado en una secuencia de crímenes sanguinarios. Es cuando vemos que Dylan lucha por su supervivencia, mientras Juan el guionista, es quien lo creó y en un momento se encuentra atrapado entre la ficción y la realidad, (este es un recurso algo trillado), donde el espectador se confunde entre lo real y lo imaginario; un poco de abuso de la cámara en mano, parte del relato no queda claro, ni resuelto. La película posee poco suspenso, contiene alguna referencia de “Violent Cop” dirigida por Takeshi Kitano y protagonizada por Beat Takeshia, como asi también del director Tarantino, algunas escenas de acción están bien logradas y además cuenta con una buena fotografía. Una mención especial para la interpretación totalmente diferente que hace el actor Chang Sun Kim (actualmente trabaja en “Graduados” por Telefe; “Simuladores”; entre otras). Cabe destacar que fue elegida como Mejor Película Nacional en la edición de 2010 del Festival de Mar de Plata; en dicho evento Chang Sung King recibió el galardón al Mejor Actor; también fue premiada en Varsovia y participó en otros festivales internacionales. Solo quedamos a la espera del nuevo film de Tamae "mujer lobo" con: Mónica Lairana, Nicolás Goldschmidt, entre otros. Salas donde se proyecta Cine Gaumont; Cine Malba (Viernes y Sábados de Julio – 20 hs).
Tamae Garateguey, una joven realizadora que debutó en el filme colectivo "Upa" redondeó una película distinta en el actual panorama del cine argentino, a partir de reunir un puñado de referencias del prototipo del relato policial negro y del formato de ficción dentro de la ficción. Un cineasta llama a un guionista que convoca a un asistente y comienzan a pensar un guión sobre un thriller. El barrio porteño Pompeya es el lugar imaginado para la acción, y la lista de personajes está encabezada por Dylan, un joven vinculado a las mafias rusa y coreana. El desarrollo de la trama toma forma en la pantalla y poco a poco se va construyendo la película dentro de la película, como mundos paralelos que, en algún momento, se entrecruzarán. Los que disfrutan de los filmes de Tarantino seguramente saldrán satisfechos luego de ver esta película argentina.
Un policial de riesgo artístico Lo llaman "cine dentro del cine" y es cuando en una película se muestra cómo es el proceso de hacer un filme. Deben haberlo hecho en todos los idiomas. Lo llaman "cruce entre ficción y realidad", y es cuando un personaje se cruza con su creador en algún plano de la existencia, generalmente la ficticia. En este filme, un joven guionista se topa cara a cara con los personajes del policial que está escribiendo. No lo llaman de ninguna manera, pero es un policial y es argentino. Esto es Pompeya, la película, el resultado del trabajo de artistas argentinos que han bebido mucho vino europeo de la bota, y que a la hora de expresarse no se parecen a Hollywood aunque tampoco a Francia. En la pantalla, tres socios están construyendo, sentados frente a una computadora, fumando y tomando café y cerveza, la peripecia de tres muchachones del Gran Buenos Aires que, por parar la olla de alguna manera, terminan arriesgando la vida entre dos fuegos: el de la mafia rusa y el de la mafia coreana que también están presentes en este territorio. Y no sólo eso. También, enfrentados entre ellos. Pese a algunas situaciones confusas menores, Pompeya es una película entretenida y tiene una cierta sinergia que atrae para mirarla. En buena parte, la explicación a esta cualidad está en el hecho de que se "huele" la honestidad artística de los autores detrás de la cámara, y de que también se adivina que esos muchachos están buscando, detrás de la innovación, un poco de libertad. Pompeya tiene buena música, actuaciones, y un muy interesante trabajo de producción que hace creíbles escenarios y escenas como los que muestran el mundo de la mafia coreana, por ejemplo. Un verdadero logro en esto. Tal vez le faltó resolver el tema del manejo del suspenso, algo que casi desaparece al ser anticipado permanentemente por quienes van elaborando el relato delante de la cámara. Tamae Garateguy, responsable máximo de este filme, es mujer, y tiene un largometraje previo estrenado, titulado Upa, una película argentina, que es una parodia del fenómeno del nuevo cine argentino de los años 1990.
Publicada en la edición digital de la revista.