El road movie, ese género cinematográfico que tanto le debe a los textos homéricos y se enmarca en la tradición del Bildungsroman, es tan ubicuo en la historia del canon occidental que parece una perogrullada explicarlo. Sin embargo, es interesante comprender el por qué del apogeo de este tipo de trama a partir del triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Son varios los aspectos coyunturales que podrían justificar el éxito de películas pioneras como Bonnie and Clyde (1967) o Busco mi Destino (Easy Rider, 1969) y la solidificación de los elementos formales que definen este género. Por un lado, los periplos hippies avant la lettre de los poetas beat, yendo de costa a costa y tan bien plasmados por Kerouac en su novela En el Camino, en los años sesentas ya habían fermentado y producido un jarabe anticonformista, antiintervencionista y proliberal. Es decir, tremendo cóctel de rebeldía pop a la venta en cualquier grocery store. Por otro, y de manera casi que contradictoria, el fortalecimiento de la industria automovilística estadounidense había colocado al automóvil en la cúspide de la pirámide simbólica, volviéndose éste el ícono del sueño americano y el escudo de armas del capitalismo. Más de medio siglo después, con el tecnocapitalismo global y su retórica bien acomodados dentro de la cotidianidad latinoamericana y sin dar atisbos de que vayan a irse pronto, la directora y guionista brasileña Caroline Leone prueba su mano con este género en su primer film Por la Ventana (2016) y el resultado es más que interesante. La trama es simple pero no por eso sencilla: Rosália es jefa de producción en una metalúrgica, hasta que por políticas de la empresa (algo de un merger con otra compañía, le comenta por encima un jefe indefinido que habla fuera de cámara) la despiden después de 30 años de trabajo para poner en su lugar a un tipo más joven. José, el hermano de Rosália, es chofer y tiene que viajar en auto hasta Buenos Aires por pedido de su acaudalado patrón (tampoco aparece). No queriendo dejarla sola en este momento difícil, José la convence a su hermana de acompañarlo hasta la capital argentina, y ella, a falta de algo mejor, accede. Los episodios que comprenden la película son consecuentes con el género: paisajes, la ruta interminable, el momento de catarsis, los desvíos… pero a la vez, es este apego a las convenciones formales que hacen de Por la Ventana una deconstrucción crítica de la road movie tradicional. Rosália no tiene nada de heroína romántica y se encuentra a las antípodas de las hipersexualizadas poetisas beat o los rebeldes sin causa. De hecho, el film se encarga de mostrar lo común de su existencia, incluso cuando está de viaje, enfatizando siempre el trabajo doméstico y manual. Rosália pela cables de cobre, Rosália cocina y prepara el café, Rosália lava camisas y borda. Y es justo ahí donde sucede el enroque que socava las expectativas de un avezado en road movies: el viaje es un mientras tanto, porque no importa si la protagonista cambia o no, la sociedad y sus injusticias van a seguir exactamente igual. Significativo es decir que el automóvil de esta road movie es prestado y, una vez entregado, los “héroes” se tienen que regresar en ómnibus. Dos interpretaciones magistrales, de pocas palabras y muchas miradas, por parte de Magali Biff y Cacá Amaral como Rosália y José, respectivamente, son fundamentales para transmitir el clima agridulce del film, que se podría resumir en un diálogo que se da antes de que la travesía haya arrancado: José le cuenta a su hermana que la hija del patrón terminó la facultad y espera el auto en Buenos Aires porque desea regresar a su Brasil natal por tierra, que la chica “quiere disfrutar el viaje”. Rosália, con una nostalgia que trasciende el episodio en cuestión y parece referirse a la vida misma, se pregunta: ¿Quién pudiera? La respuesta por la que se inclina la película es: algunos más que otros.
Con 65 años de edad y casi la mitad como supervisora en una fabrica de reactores electricos en San Pablo, Rosalía (Magali Biff) siente que le quitan el suelo cuando la despiden de su trabajo. No tanto quizás por una cuestión económica, sino porque resulta una señal inequívoca de que comienza oficialmente el tramo final de su vida. Los dos caminos posibles parecen ser entregarse a una depresión o transformar este hecho desafortunado en una ocasión para capitalizar una existencia sin rutinas ni labores.
Todos de vez en cuando sentimos tristeza, aflicción, angustia, cómo afrontar ese dolor cuando el desconcierto te invade sobre ¿cuál es tu lugar?, ¿tu propósito? y debes buscar revertir la amargura que llevas en el alma, pararte frente a tu ventana y mirar a través de ella. “Por La Ventana”, escrita y dirigida por la cineasta brasileña Caroline Leone y coproducida por Dezenove Som e Imagens (Brasil) y Rizoma Films (Argentina), cuenta con los protagónicos de Cacá Amaral y Magali Biff. La película tiene una estética que se acerca más a la línea de un documental, debido a su simpleza y a los lugares, además del cómo se desarrolla la historia. Rosalía (Magali Biff) es una operaria de 65 años, que dedicó su vida a trabajar en una fábrica de reactores eléctricos en las afueras de San Pablo y cuidar a su hermano José. Tras 30 años de servicio, es despedida, su mundo se derrumba y la abraza una gran depresión, no sabiendo qué rumbo tomará. Ante esta situación, su hermano José (Cacá Amaral), quien trabajó como chofer, decide llevársela con él en un viaje que tiene designado por la carretera a Buenos Aires. En el viaje, Rosalía ve por primera vez un mundo desconocido y distante de su vida cotidiana, comenzando un recorrido que sutilmente transformará una parte esencial de ella y la forma en que percibe el mundo a su alrededor. Una persona rutinaria, sin más matices en su vida que solo colores grises, sin sueños, ni esperanzas, comienza a vivir, o mejor dicho tomar conciencia de su vida ya como adulto, mediante el quiebre que reluce al ser desplazada de su trabajo, situación que la toma de forma inesperada, generando replanteos sobre el aquí y ahora. Con pocas palabras pero con una gran expresión corporal fascinante, Magali Biff se corona con una excelente actuación logrando conectar con el espectador. Junto a la actuación de Cacá Amaral que le otorga frescura y calidez. A partir del suceso que recorre, comienza a mirar hacia fuera desde su ventana por primera vez, esas pequeñas grandes cosas que ha estado dejando pasar de largo, simples disfrutes de lo cotidiano donde mediante un viaje introspectivo logra ver con claridad. Una gran idea planteada, pero con una historia llevada adelante de forma poco certera. Presenta un desarrollo lento en donde se van denotando cambios paulatinos en el personaje principal, una narrativa nada atrapante con diálogos de nula profundidad, así como con las distintas personas con las que interactúa en dicho viaje. Por otra parte, cabe destacar que los escenarios que presenta la película van de la mano de la protagonista, acompañan el crecimiento interno de Rosalía, cambiando esa paleta de colores apagados por una gama amplia de colores llamativos, que evidencian en el tramo final de la cinta. Pero sin definir hacia dónde se enfocará la nueva perspectiva de vida con este viaje, transformando a Rosalía luego de pasar y superar la depresión. ¿En qué desencadenará toda esa luz y colores adquiridos que le han vuelto la vida y alegría?¿ Hacia dónde será canalizada tras esta nueva mirada ante la vida? Una historia que refleja realismo, la autenticidad de la complejidad de los seres humanos con un gran significado en torno a la vida, pero de poco impacto mediante el desacierto sobre el ángulo de desarrollo en que fue planteada la temática. Puntaje: 3/5
Caminos cruzados El tono intimista y la estructura narrativa de la road movie dicen presente en este debut cinematográfico en el largometraje de la realizadora brasileña Caroline Leone, protagonizado por la actriz Magali Biff, quien en la piel de Rosalie lleva sobre sus hombros no sólo el peso de toda la película, sino la angustia de sentirse obsoleta a los 65 años cuando recibe la triste noticia de que la empresa en la que se ha desempeñado prácticamente la mitad de su vida decidió reemplazarla por una persona más joven y de mucho menos experiencia. Eso es a grandes rasgos el detonante de Por la ventana, film de fugas y búsquedas, que atraviesa una dura etapa de la vida cuando se llega a la vejez. Las posibilidades de cambiar para Rosa no obedecen a nuevas chances en el mercado laboral, pero tal vez un forzado viaje a Buenos Aires desde su lugar en el mundo, Sao Paulo para acompañar a su hermano Zé (Cacá Amaral) en la entrega de un vehículo a la hija de su patrón, signifique darle una vuelta de página a su existencia o al menos nuevos horizontes por descubrir. La mirada de la extraña por los paisajes de la carretera encuentran rápidamente correspondencia con la de la propia directora en su rol de observadora con ojos extraños, síntoma que pone en relieve otros aspectos de la idiosincrasia local, así como un intento paisajista resaltando la belleza de ciertos rincones de Argentina. Sin embargo, en ningún momento el film se estanca en ese vicio del preciosismo para dejarse llevar por las emociones y las reacciones de Rosa para con su entorno, aunque también da lugar a su fuero íntimo al no encontrar los nexos para acomodarse a su nueva realidad. Las diferencias culturales además son un elemento que llega desde lo idiomático y en el dificultoso intento de Rosa por comprender palabras o el léxico tan característico como por ejemplo en el fugaz diálogo con una joven madre interpretada por la argentina Paloma Contreras, donde se aborda desde la charla la idea de desarraigo o de pertenencia vinculada a la decisión personal más que a situaciones externas como la que podría afectar a Rosa desde el instante de enterarse de que es prescindible. Por la ventana es una película de matices y con ciertos altibajos, que permite por su ritmo pausado el lucimiento de su actriz protagónica, sin desmerecer claro está el apartado visual, acorde con los estados anímicos, las incertezas y los caminos cruzados.
Busco mi destino Es un filme con sus propios tiempos, pero no contemplativo, en el que el dolor se percibe. Rosalía nunca imaginó que habría un momento en el que advertiría que su vida útil, laboralmente hablando, comenzaría a mostrarle señales inequívocas de su finalización. A Rosalía, gerenta de producción en una pequeña planta de artículos, de reactores eléctricos en Brasil, la despiden de un día para el otro. Pasó más de 30 años allí (“Ella puede trabajar en todas las etapas del montaje”, pareciera que la elogian, pero no), casi la mitad de su vida, y no sabe qué hacer. Acepta casi como una autómata la invitación de su hermano a acompañarlo hasta Buenos Aires. El debe llevar un automóvil. Ella debe pensar su futuro. Tal vez el filme con más puntos en contacto que tenga esta coproducción con Brasil sea nuestra Las acacias, de Pablo Giorgelli. Los une el viaje, aunque en la película que ganó la Cámara de Oro en el Festival de Cannes los personajes a bordo del camión eran desconocidos. Aquí, no. Pero bien puede decirse que Zé (Cacá Amaral) conoce aspectos nuevos de su hermana (Magalí Biff) en este periplo en el que hay silencios, miradas, introspección y cierto dolor. La realizadora Caroline Leone no tiene una mirada condescendiente sobre Rosalía. Tampoco es que sólo la contempla, porque elige los planos en los que la protagonista deja que los hombros se le caigan, como si el peso de la situación fuera insoportable. E inevitable. Tal vez por los mandatos de la coproducción lo que sí pudo ser evitable fueron los paseos turísticos por las cataratas del Iguazú, aunque Leone lo resuelve de manera imponente, pero con cierta poesía con el agua pegando en el rostro de Rosalía. Película de ambientes, con una protagonista que está presente hasta cuando se encuentra fuera de cámara, Por la ventana habla de una sociedad y de una persona en momentos en los que ni una ni otra saben para dónde deben seguir.
Una inteligente directora, Carolina Leone, en una coproducción entre Brasil y Argentina, que nos permite “espiar” todo un mundo acotado e injusto protagonizado por dos hermanos, que hace mucho tiempo, por dificultades económicas, sociales y emotivas han dejado cualquier ilusión de lado. Son vidas secas. Ella una mujer de 65 años que ha entregado su vida a su trabajo primero y antes al cuidado de su madre. De ese trabajo la despiden y ella, que tenía un cargo de responsabilidad, queda deprimida y vacía. Su hermano es un chofer que la obliga acompañarlo a un viaje de trabajo. Y en ese trayecto, la interacción con paisajes, personas, un diálogo acotado, el inicio de algunas relaciones permite que se abra un espació para la brisa fresca a tanto dolor y precariedad, Con un lirismo infrecuente, con una poesía triste pero reparadora, frente a tanta injusticia y tanto dolor forjado con los años.
Seguir descubriendo el cine de Brasil. La película de Leone hace foco en el drama laboral de Rosalía, pero su atractivo no reside solo en el inevitable paralelismo. Los caminos cinematográficos más recientes de Brasil y la Argentina no abundan en encrucijadas. Aunque se trata de los dos países más grandes de América Latina, no sólo en extensión sino también por el peso de su influencia cultural, hace rato que sus historias parecen desarrollarse en paralelo. O peor, a espaldas la una de la otra, lo cual resulta curioso tratándose de territorios apenas separados por el fantasmal trazado de su frontera. En los últimos años cada uno ha producido cerca de 150 películas anuales, de las cuales casi ninguna se ha estrenado en el país vecino. El cine brasileño es una entelequia para el público argentino (salvo cuando dirigen Walter Salles o Fernando Meirelles, que por otra parte hace rato no filman en Brasil), mientras que las películas argentinas son un misterio para los brasileños (a menos que en ellas actúe Ricardo Darín). Por eso es una bienvenida sorpresa que en los últimos meses se hayan estrenado una serie de coproducciones que por fin parecen haber puesto a ambos cines frente a frente. A fines de 2016 se estrenó la comedia Decime qué se siente, de Fernando Fraiha, y la semana pasada fue el turno del policial La muerte de Marga Maier, debut en solitario como directora de la actriz argentina Camila Toker. Hoy se suma a las carteleras de varias salas del país Por la ventana, ópera prima de la brasileña Caroline Leone, que como ninguna de las dos anteriores consigue fundir sin estridencias esa familiar extrañeza en un relato único. Pero lo hace sin grandes aspavientos, sin subrayados obvios ni intenciones didácticas: simplemente deja que su relato corra, sin detenerse a distinguir entre lo uno y lo otro. Rosalía tiene más de 60 años y hace al menos 30 que trabaja en una fábrica paulista de balastos eléctricos, donde llegó a convertirse en jefa de producción, posición que dentro de una pyme no se parece en nada al que podría tener en una corporación multinacional. El asunto queda claro cuando Rosalía se queda sin trabajo porque el dueño de la empresita está acordando una fusión con otra y el crecimiento implica sacrificios. Una historia conocida: de un día para el otro Rosalía se convierte en obsoleta, una pieza prescindible. Leone no necesita de un gran despliegue para que el drama que ocupa el primer acto de su película quede planteado con dolorosa contundencia. Tanto que el comienzo de la película juega con la apariencia del documental y la confirmación de su carácter ficcional no deja de resultar una sorpresa. Demolida, Rosalía es sostenida por José, su amoroso marido, quien la empuja a acompañarlo en el viaje que debe hacer para entregarle un auto a la hija de su jefe, que vive en Buenos Aires. Por la ventana se convierte así en una road movie que lleva a la pareja por la interminable extensión de ambos países. “Pero es todo igual”, se sorprende ella cuando él le dice que ya han cruzado la frontera, luego de una impactante escena en Iguazú. “Es lo mismo pero diferente”, responde José. Con idéntica fluidez, sin distinguir demasiado cuando un estado se convierte en otro, Rosalía irá dejando atrás su depresión para aferrarse a la calidez de lo cotidiano. Ser testigo del poder de las cataratas será para ella el portal hacia una nueva forma de percibir su vínculo con la realidad, aunque tarde un poco en darse cuenta, porque la realidad sigue siendo la misma. Convertir esa continuidad territorial en una paráfrasis visual del recorrido interno de Rosalía es el gran mérito de la guionista y cineasta. Leone utiliza además al cariñoso José casi como un alter ego, para poner en escena a través de él su voluntad de nunca soltarle la mano a su protagonista, guiándola hasta un final abierto pero iluminado de esperanza.
Después de 35 años en la empresa, y fusión mediante, Rosalía es despedida del trabajo. La mujer no sabe ni cómo reaccionar frente a la noticia, y deambula perdida por su casa con el tiempo libre como condena. Su hermano decide, entonces, llevarla consigo a Buenos Aires. Por la ventana es una road movie, un film de carretera que acompaña a esa pareja por las rutas argentinas -pueblos de Paraná, cataratas que salpican- hasta Buenos Aires. Lo sigue en sus silencios y sus sorpresas, en la gracia que les causa cómo hablamos, sus encuentros con distintos personajes para, finalmente, darle a su protagonista la posibilidad de imaginar que su vida, distinta, continúa.
Una operaria brasileña de 65 años se queda sin trabajo. Deprimida, aparece una oportunidad de viajar por carretera a Buenos Aires. Ese viaje es, como todo viaje, descubrimiento incluso de la libertad nunca disfrutada. La sensibilidad de la película, que se detiene en lo justo donde debe, permite que el tema trascienda la situación de base y veamos mucho más que una “denuncia” sobre injusticias laborales o sociales y sí un viaje trascendente hacia cierta forma de la felicidad. Notable realización
“QUIÉN PUDIERA VER EL MUNDO…” Rosalía es una solitaria mujer de 65 años que ha trabajado toda su vida como obrera en una fábrica metalúrgica, aquellas en las que aún el trabajo es puramente artesanal. Un día como otros, y sin explicaciones, Rosalía es despedida. Esa misma noche, desconsolada, espera en el umbral de la casa a su único vínculo, su hermano Zé, para contarle la abrumadora noticia. Está perdida, como suspendida en un futuro incierto. Su hermano que trabaja como chofer para Don Martín, ha recibido una diligencia muy particular: llevar una 4 x 4 hasta Buenos Aires y entregársela a la hija del patrón que quiere viajar de regreso a Brasil en el auto “para disfrutar la travesía”. Sin poder dejar a su hermana al cuidado de único su hijo, Zé decidirá llevarla con él y hacer juntos el viaje por encargo. Los hermanos emprenderán un largo recorrido, y a los ojos de Rosalía los desconocidos paisajes se convertirán en espejos que le revelarán otro mundo. La contemplativa mirada sobre lo diferente transformará en Rosalía su forma de ver la realidad tan solo por mirar “a través de la ventana”. La historia comienza en la ciudad de San Pablo donde Rosalía vive y trabaja. Desde esa ciudad, el filme inicia el retrato íntimo de ella y su hermano, claros representantes de una clase obrera en crisis. Ambos en su edad madura conviven con las limitaciones, las dificultades y hasta las infinitas renuncias hechas a lo largo de su vida, pero durante el relato iremos descubriendo que más allá de todas las restricciones, ambos anhelan ver el mundo de otra manera. Son historias que solo pueden vivirse así en la madurez, historias de la vida en su segunda etapa, llenas de sueños sin realizar, fracasos, ausencias , pérdidas, y justamente desde ese lugar nos pueden conectar con el deseo inmanente de volver a soñar, de buscar algo que nos permita sentirnos libres más allá de las convenciones. Estos relatos en el cine actual no están de moda. No hay nada para la vidriera, no hay stars, no hay glamour ni seres extraordinarios, aquí reina la simpleza de lo cotidiano , la síntesis que guardan las pequeñas cosas que funcionan como reflejo de la condición humana en estado puro. Como espectadores nos vemos convocados a detenernos en lo mínimo de las acciones, a escuchar solo algunas pocas palabras y ver discurrir el tiempo en su extraña linealidad. La puesta de la directora presenta una estética casi documentalista, de composición y paleta naturalistas, pero en ese aparente despojo usa algunos encuadres muy precisos para transmitir un sentido que supera a la mera apariencia. Esto se percibe claramente en algunos planos cortos ubicados en lugares claves de la trama: el reflejo del rostro de Rosalía sobre el agua, el agua que salpica sus mejillas frente a las Cataratas del Iguazú mientras rugen de fondo y fuera de campo, sus rústicas manos bordando, o su voz tarareando “La flor de Anahí”. Si pensáramos en cuestiones de estructura, el relato se plantea como una anti-road movie, definiendo al subgénero en su sentido más canónico. Ya que si planteamos de forma clásica que las historias de viaje contienen siempre un fuerte condimento heroico, transformaciones radicales en sus protagonistas, grandes desafíos y conflictos épicos, todo enmarcado en una narrativa homérica plagada de paisajes exuberantes y con un plantel de personajes secundarios extrañamente peligrosos, este filme no cumple con los tópicos claves del formato. Por la ventana no es nada de eso, muy sutilmente sugiere que la revelación de mundos nuevos abre una mirada puramente introspectiva sobre nosotros mismos. No hay revoluciones, y ante todo no hay héroes, sino seres comunes y corrientes que se acercarán un poco más a su esencia, casi de manera imperceptible. No hay antagonistas, ni luchas radicales, hay observación y silencios. Lo más genuino del filme y sus personajes es que existe una búsqueda, pero el camino es ir hacia adentro, lentamente y sin ampulosidad. Por Victoria Leven @victorialeven
A cargo de la dirección y guión de la cineasta brasileña Caroline Leone y coproducida por Dezenove Som e Imagens (Brasil) y Rizoma Films (Argentina), cuenta con los protagónicos de Cacá Amaral y Magali Biff. Este relato puede ser el de cualquiera, de una operaria que llevaba una vida rutinaria y se dedicaba a mantener su hogar pero un día todo eso se le derrumba pierde su trabajo y se siente abatida, pero por suerte su hermano la ayuda invitándola a un viaje en el que juntos irán afianzando su relación, descubriendo el interior de ambos, será algo similar a un retiro espiritual que ayudará a mirar un poco por la ventana el exterior. Una sucesión de situaciones emotivas, divertidas y reflexivas, sin apelar al golpe bajo. Cuenta con una bella fotografía y algún momento encantador relacionado con la banda sonora y todo bajo un ritmo pausado. Una historia sencilla que nos lleva a recorrer más de 2000 kilómetros junto a estos dos protagonistas y una serie de personajes en ese trayecto. Esta es una road-movie que contiene alguna similitud con “Las Acacias” (2010), de Pablo Giorgelli. Ganadora del Premio FIPRESCI en el Festival de Rotterdam 2016.
La estrada Dirigida por Caroline Leone, Por la ventana (Pela janela, 2017) es una road movie minimalista donde dos hermanos sexagenarios emprenden un viaje iniciático recorriendo diferentes parajes entre San Pablo y Buenos Aires. Rosalía es una mujer de más de sesenta años que trabajó durante toda su vida en una fábrica de San Pablo. Pero un día la empresa se fusiona con otra y ya no la necesitan más. De la noche a la mañana su vida se derrumba y entra en una depresión de la que parece no haber salida. Su hermano, debe ir hasta Buenos Aires a llevar un auto y la obliga a que lo acompañe. A medida que los kilometros pasan, Rosalía irá sintiéndose otra y descubriendo un mundo más allá de las cuatro paredes donde pasó encerrada toda su vida para cumplir con las obligaciones que la patronal le requería. Por la ventana comienza como un drama laboral, al estilo Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016), sobre como una mujer que es despedida laboralmente debe enfrentar su nueva condición, pero lo fascinante es que luego se convierte en una road movie donde la protagonista puede transformarse a partir de un viaje. Lo notable es la sensibilidad de Leone en el retrato que hace de dos personajes tan simples como queribles, más allá de la distancia que generan con el espectador. Si una virtud tiene Leone es la de saber contar con lirismo una historia mínima, que le escapa a los lugares comunes, donde el detalle está en cada plano y la poesía en cada uno de los momentos que construye el dúo protagónico al descubrir y redescubrirse. Aunque ya hayan vivido toda una vida.
Esta coproducción brasileño-argentina, premiada en el Festival de Rotterdam, se centra en una mujer que es despedida de su trabajo y emprende un viaje junto a su hermano desde San Pablo a Buenos Aires. Un filme pequeño, sensible y honesto. Esta coproducción entre Argentina y Brasil es un filme honesto y minimalista que hace un justo, lógico y sensato uso del concepto “coproducción” al narrar la historia de dos hermanos de más de 60 años que viajan de San Pablo a Buenos Aires a entregar un auto. El filme, que participó en el Festival de Rotterdam de este año donde ganó el Premio FIPRESCI– se centra, especialmente, en Rosalia (Magalí Biff, veterana actriz de teatro y TV), una mujer muy rigurosa y profesional –aunque no demasiado amable ni simpática– que es despedida del traabajo que ha tenido durante más de 30 años en una planta de reactores eléctricos en San Pablo y entra en una suerte de depresión. Su hermano Zé (Cacá Amaral, otro veteraano del cine y la TV), que trabaja como chofer, tiene que viajar a Buenos Aires a entregar una camioneta a la hija de su patrón y le ofrece a ella que lo acompañe en su viaje. Ella duda –nunca ha salido de Brasil– pero finalmente acepta. Y así es que ambos se embarcan en un recorrido que los llevará por el sur de Brasil, las Cataratas de Iguazú y el subsiguiente recorrido más hacia el sur, hasta llegar aquí. La realizadora Caroline Leone mantiene un registro cercano al documental, especialmente en las escenas en las que ambos comparten con otros en lugares públicos. Pero no se trata de un filme lleno de peripecias, sino que uno que utiliza un tono calmo y paciente para ir llevando a los protagonistas y a los espectadores en ese camino que, es de esperar, logre sacar un poco a Rosalia de su estado, aunque la mujer no parece ser del todo abierta a nuevas experiencias, a diferencia de su algo más entusiasta hermano. La película tampoco abusa del recurso turístico, más allá de la obligada parada en Iguazú, que igualmente está utilizada de forma muy específica (hay planos de solo dos lugares del parque nacional) y, en un punto, simbólica. El filme tiene algo de LAS ACACIAS, de Pablo Giorgelli, en su estructura de road movie en tono pausado y sin grandes revelaciones y ni siquiera hace un gran tema respecto a las diferencias entre ambos países, más allá de algunas charlas y confusiones ligadas al lenguaje. Esa nobleza y simplicidad es la que hace que la película sea recomendable y se sienta honesta, real, aunque seguramente la vuelva menos comercial ante espectadores que esperan situaciones más dramáticas o cómicas ligadas a la idea de contar una historia con “turistas brasileños en Argentina”. Aquí no las hay, más allá de la ironía que, para los argentinos, pueda tener la idea de que un brasileño deprimido trate de venir a mejorar su situación aquí en vez de lo opuesto. A cambio de eso lo que se ve es a dos personajes de clase media-baja (paran en pensiones y hoteles baratos, viajan en micro, están lejos de cualquier cliché turístico) en un recorrido que lleva a uno de ellos a reencontrar algún grado de sentido a una nueva etapa de su vida.
Si siempre es difícil perder el trabajo a cualquier edad, es mucho más dramático ser cesanteada a los 65 años, como los que tiene la protagonista de esta película, una coproducción brasilera y argentina. La directora paulista Caroline Leone nos sumerge en la realidad que transita Rosalía (Magalí Biff), una operaria que trabaja en una fábrica de insumos para reactores eléctricos en San Pablo. Es la primera en llegar y la última en irse, le tienen tanta confianza que le confían las llaves de la puerta y se encarga del funcionamiento diario. Pero, en estos tiempos modernos y acelerados, cuando la economía no va por los carriles esperados, las empresas buscan fusionarse con otras, consiguen socios que aporten capital fresco, y eso es lo que ocurre en esta historia, cuando la protagonista es despedida, luego de 30 años de labor en el mismo establecimiento, a causa de los nuevos inversionistas quienes pretenden tener a otro personal. Ante esta situación, donde la vida diaria de Rosalía es trabajar, no sólo en la fábrica sino también, como ama de casa, manteniendo la modesta propiedad que comparte con su hermano José (Cacá Amaral), ordenada y limpia, todo se le desmorona, se siente perdida y vacía, provocándole una depresión que la desmotiva para continuar con su rutina. Su hermano, que es chofer y tiene que llevar hacia la Argentina, una camioneta para la hija de su patrón, decide que su hermana lo acompañe para que despeje la mente y con el largo viaje se olvide de todo y se distraiga un poco. En el tratamiento estético iluminación, movimiento de cámaras, sin música ambiental, etc., la directora muta de una ficción, con un desarrollo tradicional, a una road movie, con un tinte cercano a documental. Durante el viaje las estadías en los hoteles, cenas, escasos diálogos, etc., prácticamente se parece más a una filmación casera, con una clara intención de Caroline Leone de resaltar las imágenes y las acciones por sobre los diálogos, ya que entre ellos las charlar son mñinimas pese a que José sea quien tome las decisiones y trate de sacudirle la modorra y el letargo a Rosalía, con su carácter afable y el buen humor. Con una visión distinta se aborda una vez más la temática del desempleado, inyectándole una mirada optimista por sobre todas las cosas, antes que ejemplificar una lucha sindical como fue vista en varias oportunidades en la historia del cine. Rosalía tiene el desafío a su vuelta, de ver que es lo que hace de su vida, retratado todo con simpleza y austeridad, generando una gran esperanza para su futuro.
ROAD-MOVIE DE MEDIO TONO Rosalía es una operaria de 65 años que trabaja en una fábrica ubicada en las afueras de San Pablo. Es un trabajo al que dedicó su vida, pero nada de eso es tenido en cuenta cuando la despiden, en el típico escenario de fusión de empresas y ajuste de los recursos humanos. Deprimida, termina siendo arrastrada por su hermano José a un viaje por la ruta rumbo a Buenos Aires. Ese recorrido terminará transformando su existencia, o al menos poniéndola en un lugar diferente al que creía establecido. El argumento contado previamente es bastante típico y transitado en numerosas road-movies y la coproducción brasileño-argentina Por la ventana no viene a aportar demasiados elementos nuevos, excepto por el tono y la cadencia narrativa a los que recurre. El film de Caroline Leone hace foco casi exclusivo en su protagonista y la forma en que interactúa con los paisajes, otras personas y contextos con los que relaciona, apelando más que nada a los silencios y miradas, y dejando a los diálogos -excepto algunos muy puntuales- en un lugar secundario. Esta decisión de poner a dialogar al sujeto con el espacio, dejando entrever el viaje interior del personaje a partir del contacto con el mundo que la rodea, con el encuadre como instrumento compositivo, es una decisión ciertamente virtuosa, que sin embargo termina evidenciándose como limitada. En muchos pasajes, Por la ventana parece confiar demasiado en la imagen y en las sensaciones que transmite el rostro de Rosalía (ciertamente la actuación de Magali Biff es muy buena), pero no aporta el complemento necesario desde la narración. De ahí que el conflicto central y esa transformación que va experimentando la protagonista sólo se transmita a medias. La apuesta de Por la ventana es concreta, pensada y deliberada, lo que no significa que sea totalmente fluida. Esas emociones que vemos en Rosalía -especialmente en el plano final- son (por decirlo de algún modo) excesivamente silenciosas. Lo que queda es un film correcto, pero algo despojado, que no llega a conmover en la medida que prometía.
Coproducción con Brasil en buen camino de un cine del Mercosur Coincidente con la llegada del invierno, Buenos Aires se ha convertido por unos pocos días en el sitio apropiado para ver mucho y variado cine de Brasil. Por un lado hemos tenido la visita de Sonia Braga, de quien se estrenó hace pocos meses “Aquarius” y que vino a la inauguración del FICSUR (nombre de un nuevo Festival). Al mismo también asistió Andréia Horta, la actriz central de “Elis” cuya notable interpretación rescata a la célebre cantante de tantos éxitos como “Upa Neguinho”, “Borandá”; Deus lhe pague (de Chico Buarque) y muchas canciones más, todas en la banda sonora de la película. Otro acontecimiento a señalar y recomendar es el Ciclo Cinema Novo que durante todo julio continuará exhibiéndo en el Palais de Glace clásicos de Glauber Rocha (“Dios y el Diablo en la tierra del sol”, “Tierra en trance”), Joaquin Pedro de Andrade (“Macunaíma”, “Os Inconfidentes”) y “El pagador de promesas” de Anselmo Duarte (Palma de Oro de Cannes en 1962), entre otros. Y ahora se ha agregado “Por la ventana” (“Pela janela”), una coproducción entre Brasil y Argentina, que está señalando acertadamente el camino que debería seguir la cinematografía en el Mercosur. En el inicio se la ve a Rosalía (Magali Bliff) como “alma mater” de la producción en una Pyme de accesorios eléctricos en Sao Paulo, donde reviste desde hace más de 30 años. De golpe recibe la noticia de que la fábrica se está fusionando con otra similar, siendo la “exigencia” (así textualmente) de los nuevos socios de eliminar los puestos redundantes. Y de esa manera ella se queda sin trabajo, muy abrumada y con lógica depresión. Quien intenta consolarla, proponiéndole que la acompañe a Buenos Aires en un auto que debe entregar, es su comprensivo hermano Zé logrando finalmente convencerla. Comienza así un viaje iniciático en una especie de “road movie” con momentos de fuerte impacto para Rosalía como la visita a la famosa “garganta del diablo” en Iguazú o a unas termas (seguramente Federación) hasta recalar en un modesto hotel de Buenos Aires. Allí las pasajeras deben formar cola para tomar un baño y entre ellas se cruzará con una joven llegada de Misiones (Paloma Contreras), con quien descubrirá que no todo está perdido. Conviene resaltar en “Por la ventana” la economía del lenguaje, no sólo por la falta de conocimiento del castellano (ni siquiera rudimentario) de la protagonista, sino porque una simple mirada de ella logra expresar mucho más que múltiples palabras. Promisorio debut de la realizadora brasileña Caroline Leone.
Película urgente, necesaria, dolorosa, que habla del momento en el que a una mujer se le cambia el mundo. Despedida sin más que por la necesidad de cambiar de aires en una empresa, la protagonista ve la noche en su vida. En una de las escenas más impactantes y reflexivas, esta mujer se detiene a observar las Cataratas del Iguazú. Su rostro no se inmuta ante la naturaleza, nada la cambia de su estado de muerte en vida, hasta que comienza a relacionarse con otros que le demuestran que nada está perdido cuando al menos el amor y el humor están ganados.
Road movie entre dos países, Por la ventana, ópera prima de Caroline Leone, ganadora del Premio FIPRESCI en el reciente Festival de Rotterdam, plantea un viaje personal que tiene mucho de existencial. Las películas ruteras ya son un subgénero en sí mismo. Un punto de inicio, un destino, y un trayecto en el medio en el que cualquier cosa puede pasar. Se aplica a varios géneros, estilos, y personajes. En el caso de Por la ventana, el tono elegido es el intimista calmo, y el género es el drama o la comedia dramática; lo que resalta acá son los personajes, o el personaje. Rosalía (Magalí Biff) trabaja en una planta de reactores eléctricos en San Pablo, Brasil. De edad ¿avanzada?, 65 años para ser exacto, un buen día la empresa decide despedirla, y su mundo se derrumba. Empieza una nueva etapa en la vida de Rosalía, una etapa con mucho tiempo libre, pero que ella lo vivirá con la pesadumbre de la mirada de lo que ya no está y el poco hilo que queda en el carretel. Rosalía entre en un pozo de angustia complicado, y será su hermano, Zé (Cacá Amaral) quien la invite a un viaje, con la excusa de un trabajo que debe realizar este, hacia Buenos Aires. Este viaje, servirá a modo de reunión, y también cambio de actitud en la vida de Rosalía. Con varias paradas obvias en el medio. Leone se mete en la intimidad de esta mujer que siente que el capítulo principal de su vida se cerró y que entró en un triste epílogo; lo hace en un ritmo lento, pero de tono amable y cálido. Los lazos entre Rosalía y Zé serán los que potencien el relato, con la ayuda de convincentes interpretaciones por parte de Biff y Amaral. Si bien no hay un gran despliegue técnico las imágenes hablan por sí solas, sin grandes adornos, y transmitiendo los cambios en la personalidad de Rosalía. Sin embargo, algo hace que Por la ventana no termine explotando todo el potencial de su sencilla premisa. La historia de Rosalía se presenta con una capa algo superficial. Cada historia debe ubicarse dentro de su contexto. Por momentos, Por la ventana hace recordar a aquellas películas europeas con personajes (casi siempre femeninos) entrando en la tercera edad, con dramas familiares y una incertidumbre sobre el qué hacer con ese tiempo que antes se ocupaba con distintas actividades. Esas historias suelen funcionar muy bien… en el contexto de esos países, de esas sociedades con una idiosincrasia y una realidad diferente a la de esta región. Por la ventana aborda los localismos del idioma portugués y el español, alguna rencilla entre países, y posee ese colorido propio del trayecto – aunque intencionalmente algo opacado para transmitir las sensaciones de su protagonista –. Pero los temas a abordar dentro de una mujer que afronta una etapa ulterior de su vida parecieran quedar algo chicos respecto a otras posibilidades en las que podría haber avanzado. Caroline Leone afronta una ópera prima correcta, sensible en los temas que aborda, y con dos personajes que captan la atención del espectador. Con una mirada algo más aguda los resultados serían realmente superiores.
En su primer largometraje, Por la ventana, la directora brasileña Caroline Leone, emprende un viaje entre Brasil y Argentina, retratando desde un argumento muy simple la emocionalidad de los seres humanos. Rosalía (Magali Biff) tiene 65 años y vive en Sao Paulo junto a su hermano José (Cacá Amaral). Hace más de treinta años que pasa la mayor parte de sus días trabajando como gerente de producción en una fábrica de reactores eléctricos. Es la primera en entrar y la última en salir. A pesar de llevar un trabajo exhaustivo, en su casa continúa con su labor y adopta el rol de ama de casa haciéndose cargo de todas las tareas domésticas. Sus acciones son el reflejo de una vida sumergida en la rutina, siempre en silencio y sin quejas. Como si su existencia fuera sólo eso: trabajar, comer y dormir. Sin previo aviso, toda su realidad cambia. Dentro de la fábrica ocurre una fusión y sus servicios ya no son requeridos. Al enterarse de esto su mundo colapsa y se sumerge en una profunda depresión. Su hermano, preocupado, intenta animarla y la lleva con él a un viaje de trabajo a Buenos Aires. Los 2200 kilómetros de carretera ayudan a Rosalía a separarse de su antigua vida y a cambiar su forma de ver el mundo. Por la ventana, es una historia simple, pero que al mismo tiempo muestra la complejidad de los seres humanos. Principalmente de los que transitan la tercera edad, donde los días son rutinarios y, con el paso del tiempo, es difícil adaptarse a los cambios. Los personajes son el claro ejemplo de cómo la realidad desgasta la forma de percibir la vida y cómo uno se rinde a lo cotidiano, acercándose poco a poco a la muerte. Lo que logra Leone es darle significado a los pequeños detalles y documentar, a través de su cámara, una nueva forma de estructura narrativa poniendo el foco en la mirada de Rosalía, sin diálogos innecesarios. La película nos muestra lo bien que hace abandonar los lugares comunes y disfrutar de las pequeñas cosas.