Inquietante film sobre la crianza La directora Anahí Berneri (la misma de Un año sin amor y Encarnación) refuerza su apuesta en Por tu culpa, un inquietante relato sobre los límites en la crianza de los hijos y la responsabilidad que ello implica. Desde el comienzo, una cámara nerviosa muestra lo que simula ser un juego violento entre una madre, Julieta, y sus pequeños hijos arriba de la cama matrimonial, y prepara el terreno para lo que vendrá a continuación. Este drama transcurre en una sola noche y muestra a una Julieta desbordada por la crisis que ocasiona su divorcio, el cuidado de sus chicos y la postergación de sus obligaciones profesionales. Todo parece ser una pesadilla en su vida, pero las cosas se compicarán más de lo debido cuando Teo, el más pequeño, se lastima y ella es acusada de maltrato familiar. En Por tu culpa los límites aparecen difusos gracias a la correcta narración de Berneri, quien traspasa la pantalla y transmite desesperación en cada una de sus tomas. ¿Es posible que Julieta soporte tanta presión?, ¿Es ella la culpable de lo que ocurrió?, ¿Cómo le explica a su ex marido que su hijo está internado?. Como una verdadera olla a presión, sola y sin demasiada ayuda por parte de su madre (Martha Bianchi), Julieta representa a muchas madres que en forma silenciosa luchan día a día para sacar su hogar adelante. A pesar de sus errores. El relato se sostiene desde el comienzo y tanto las actuaciones de los pequeños como de Erica Rivas le aportan naturalidad y credibilidad a los personajes. El público entrará en una zona de grises, miedos y dudas acordes a la propuesta de esta historia que golpea fuerte. Y deja moretones.
Mujer contra Mujer En Por tu culpa (2010) Anahí Berneri (Encarnación, 2007) nos sumerge en el universo femenino pero través de la mirada subjetiva de los hombres, quienes serán los encargados de juzgar los actos para así ejercer la manipulación y el poder del sexo “fuerte” sobre el “débil”. Julieta es una madre separada que está en casa con sus dos pequeños hijos. Esa noche los niños deberían estar con el padre, pero él, de viaje, perdió el vuelo que lo traería de regreso. Mientras los dos chicos juegan surgirá un hecho inesperado que pondrá a la madre como la culpable del suceso. Desde la secuencia de títulos iniciales que el film pone en estado de tensión al espectador, algo que por razones de construcción dramáticas no conviene develar, para que sea él mismo el que se sumerja en la historia y se deje llevar por la sorpresa. Ese estado de tensión se crea a partir de la utilización de primeros planos permanentes, un montaje vertiginoso y sobre todo manteniendo fuera del campo visual momentos cruciales de la historia, en el que uno no sabrá lo que sucede fuera de lo que se nos está mostrando, yendo desde un plano fijo de uno de los personajes a la sala de espera vacía del hospital. Un tema no menor del film es el del rol femenino, éste se muestra siempre en un segundo plano o en el caso de la protagonista denotando debilidad. En ese universo que la rodeará aparecerán médicos, policías, el (ex) marido, hasta los hijos son de sexo masculino. La mujer siempre está puesta en un rol de invisibilidad o de incapacidad ante la resolución de una situación límite, la única aparición femenina es la de la madre de la protagonista, denotando también debilidad ante lo extremo. Por tu culpa pone en crisis al sexo femenino pero desde la visión de lo masculino, mostrándolo como el reflejo de una sociedad paternalista en dónde el hombre juega a ser fuerte pero desde la ausencia. El médico pide varias veces por la presencia del padre, como si la madre no pudiera con la situación, recién cuando él llega la resolverá poniendo a la mujer en un lugar de inutilidad, pero donde queda bien en claro que él no es un padre presente y que seguramente de haber estado en el mismo espacio y momento en el que sucedieron los hechos la situación no hubiera sido distinta. No es lo mismo estar que actuar, y eso el film lo subraya de manera latente. Para el personaje de Julieta, protagonista absoluta del film, la realizadora eligió de manera acertada a Erica Rivas, sosteniendo toda la carga dramática e incertidumbre por la que atravesará un personaje que estará durante los 90 minutos, que dura el film, en escena y en un primer plano casi constante. Su estado traspasa la pantalla mutando en el espectador que vivirá las situaciones de la misma forma que esa mujer anulada por un mundo machista. Anahí Berneri demuestra con su tercera película la ductilidad a la hora de crear climas en el marco de lo cotidianidad, como su brillante mano para la dirección actoral. Por tu culpa no nos cuenta una historia fácil de digerir, pero sí es una películas que nos va hacer reflexionar sobre los roles que ejercemos en la vida. Una película inteligente que muestra lo que ningún hombre se va atrever a mostrar ya que no sería políticamente correcto.
Julieta está cansada y parece que no da más; sin embargo, sigue y su día se hace elástico. La rutina la sobrepasa con obligaciones de madre, hija, esposa (quizás ex esposa o en ese camino; no sabemos bien) y el trabajo. Es una mujer como muchas; o mejor dicho, con la que fácilmente un gran número de madres puede sentirse identificada. Por tu Culpa es un film de corte intimista que muestra una noche cualquiera en la vida de una adulta joven, madre de dos inquietos niños que parecen tener pocos límites. La hora de ir a dormir se extiende con videos, play station y juegos. Pero el cansancio –de los hijos y la mamá- y la sobre excitación ganan y se produce lo inevitable: Teo, el menor (Zenón Galán) se golpea de manera brusca. Julieta (Erica Rivas) decide entonces dejar todo y salir a una clínica para corroborar que el incidente sea solo eso. Es entonces cuando se desata la pesadilla: Valentín (Nicasio Galán), el mayor de los niños, se descarga contra la madre delante del médico y la culpa del golpe de su hermano. Si antes Julieta estaba agobiada, ahora se sentirá desbordada e incapaz de resolver la situación. Tanta angustia y el peso de una rutina asfixiante parecen traspasar la pantalla a través de las imágenes de un departamento pequeño en el que se amontonan juguetes y se ve, al final del angosto pasillo, el desorden de los dormitorios. Primeros planos de largas tomas con el sonido de los videojuegos como fondo acentúan la opresión. La protagonista no da más, y por momentos tampoco los espectadores, para quienes los minutos parecen ser eternos, y no porque sí. Los gritos de los niños y las escenas perturban. La historia ocurre durante toda una noche. La cámara, que durante casi todo el film está en mano, acompaña en tiempo real los sucesos, logrando como resultado crispar los nervios. Dos méritos tiene este film. Uno es la historia que cuenta, que puede repetirse hasta el infinito en la sociedad de hoy. El otro es la interpretación de Rivas (El Corredor Nocturno, Toda la Gente Sola), que logra compenetrarse extraordinariamente en un papel que requiere verdadero talento. Sin olvidar, por supuesto, la mirada femenina de la directora, cuyas elecciones precisas dan el tono justo a un relato que denota la observación exhaustiva de todos los detalles. Por tu culpa habla de la falta de tiempo, de las rutinas asfixiantes, de los deberes que oprimen, de una madre angustiada que no puede ni con su propia vida.
El Desafío Berneri Antes de escribir sobre Por Tu Culpa, tercera obra de la realizadora argentina de 34 años, decidí ver Un Año sin Amor, la única de sus películas que no había visto todavía. Una de esas películas que no pude ver por circunstancias externas y postergaba y postergaba… Lo que reconozco, evaluando, en este momento toda la filmografía de Berneri, es que me resulta dificil de analizar. Más que nada, porque cada una es completamente diferente de la otra. Se pueden encontrar similitudes a nivel visual, y en el micromundo que rodea a sus protagonistas, ya sean Pablo Pérez, Erni o Julieta, pero aún así, si me dijeran que se tratan de realizadoras diferentes, yo lo creería. Con esto, no quiero decir que Berneri no se trate de una autora nata, sino que con apenas 3 películas ha logrado algo que ningún otro realizador del “Nuevo Cine Argentino” había hecho: poner a la obra encima de la dirección. Berneri, a pesar de su juventud se anima a jugar con opuestos. Por lo menos, a simple vista. Del desgarrador relato de Pablo Pérez enfrentando el SIDA con la búsqueda del verdadero amor, a través de la violencia sexual, o la actriz en decadencia que busca esa juventud perdida, o una madre perfecta siendo juzgada por descuidar a sus hijos. No parece haber encuentros estos personajes. Tampoco en lo visual, las películas se dan la mano. Mientras que Un Año… es oscura, Encarnación tiene un dejo de expresionismo, de realismo, y Por Tu Culpa es muy iluminada, siendo quizás la más oscura de las tres a nivel narrativo. No parece ser casual que una directora decida cambiar de Director de Fotografía de película en película. Y todos logran generar un clima distinto y a la vez apropiados para cada historia. Tanto la fotografía de Lucio Bonelli como la de Willi Benisch son excepcionales. No puedo analizar con demasiada propiedad la de Diego Poleri en Encarnación, ya que la vi hace tiempo y no recuerdo haberme impresionado demasiado. Pero uno puede reconocer una madurez narrativa y cinematográfica en su realizadora por la forma de narrar. Mientras que Un Año… puede comprenderse casi como una película de rutina, un diario oscuro con influencias del cine Martín Rejtman o Esteban Sapir, impulsadores del nuevo cine argentino, Encarnación es una película más femenina, jovial que se puede dar de la mano con el cine de Celina Murga o Ana Katz. Pero Por Tu Culpa tiene el tono de un melodrama clásico de la época dorada de Hollywood. Su antiheroína podría haber sido interpretada por Susan Hayward, una Doris Day o más recientemente por una Sally Field. Y a la vez, tiene esa preocupación, esa sinceridad, y emotividad de las madres italianas del neorrealismo. Por tu Culpa esta realizada por dos mujeres, en realidad: Berneri y la gran Erica Rivas, que si resultaba admirable en sus roles en comedias televisivas, y pudo sobrellevar roles secundarios con mucha naturalidad en producciones de menor suerte artística como El Corredor Nocturno y la aberrante e insultante Tetro del desconocido Francis Ford Coppola (no hablo en forma irónica, realmente es desconocido, la película es paupérrima), en esta película se puede explotar como una de esas actrices dramáticas que con apenas un gesto o una mirada logran cautivar. La inteligencia de Berneri en la puesta de cámara recide en la forma en la que no se despega de ella, de sus ojos perdidos en la vulnerabilidad. La película empieza con una secuencia violenta: juegos, peleas con dos chicos, realmente insoportables. Planos muy cercanos que pretenden demostrar que a veces un juego simple de hermanos con su madre, no siempre tiene una simpleza lúdica y cariñosa. Pero tampoco se trata de una violencia doméstica. Sino de un juego que termina mal, una serie de eventos desafortunados que terminan en una crudísima noche en un hospital privado. Berneri pudo haber sido demagógica y más dura denunciando la situación que viven los hospitales públicos, pero en cambio decide universalizar la situación. Mostrar la hipocresía, los prejuicios, el machismo del sistema médico en sí. Al final no importa si las paredes son más blancas, las camas más cómodas o las luces más brillantes. Si el servicio humano falla, uno está en las manos equivocadas, y sufre las consecuencias (en Un Año sin Amor, Pablo se atiende en hospitales públicos y la atención es mejor que en la clínica privada de Por Tu Culpa). Berneri no juzga en sí, la capacidad de Julieta para ser madre. Al contrario, la protagonista es atenta en un 99% de la películas y juzgada por el entorno, en el 1% que giró la mirada. Una heroína que tiene que enfrentarse con la hipocresía de un sistema creado por hombres y aristócratas, que tiene todas las de perder, que, a diferencia de las heroínas de Hollywood que pueden superar los trances psicológicos y las inseguridades, con tal de luchar y conseguir lo que persiguen, Julieta es muy frágil y tiene actitudes de madre real. El relato es atrapante, de una noche agitada… y real. Aquellos que hemos pasado noches enteras en guardias, comprendemos el suplicio , sufrimiento y expectativas de Julieta. No es fácil ser paciente. Ayudada por un excepcional diseño sonoro de Jéssica Suárez, la fotografía de Bennisch, el arte de Ailí Chen y el montaje de Eliane Katz, la película es un gran logro cinematográfico. Quizás por su sencillez, pocas pretensiones y perfil bajo, porque detrás de un accidente cotidiano, se oculta una preocupación enorme: la destrucción del núcleo familiar. Si bien, es notable la interpretación de Rivas, vale destacar la increibles actuaciones de los hermanos Galán (no son los Pimpinela), especialmente el más chico, Zenón. Es probable que haya pocas actuaciones destacable de un chico de dos años como la de Zenón (debería formar pareja con la actriz de la misma edad de La Pivellina, película italiana de inminente estreno comercial). La relación con Erica Rivas de ambos menos es verosimil en cada plano, versatil, nunca forzada. Parecen ser los hijos naturales de la actriz sin dudas. Mucho ensayo, excelente elecciones de tomas, un gran trabajo previo solo pueden lograr una realción tan natural. No puedo dejar de mencionar que elenco adulto secundario también aporta su grano de arena: Rubén Viani, Osmar Nuñez y Carlos Portaluppi, el amuleto de la filmografía de Berneri. Es probable que cuando llegue el final, uno se sienta un poco desilusionado. El final, coherente con el desarrollo, no tiene la intensidad del comienzo. Esto no es desfavorable, sino que tiene que ver con que la directora decide darle un desenlace natural y creible a los acontecimientos, dejar respirar a los personajes y al espectador… pero a la vez, interiormente se extrañan las primeras sensaciones encontradas. A pesar de esta reflexión la película crece y mejora en mi cabeza, a medida que la recuerdo. Esa sensaciones desconcertantes del universo Berneri, que generan malestar, identificación con los protagonistas, asimiliación, compasión, deseo que triunfen y puedan superar sus miedos e incertidumbres. No es un cine facilista. No se trata de una realizadora, de la cual se pueden sacar conclusiones rápidas, sino que da pie a la reflexión y la discusión. Un cine que inspira. Es un desafío para analizar. Así como Berneri, desafió las normas al llevar a la pantalla, una “polémica” historia como la de Pablo Pérez (vamos a ser honestos, que una joven embarazada de 29 años inspeccione el mundo leather de Buenos Aires en su ópera prima tiene su desafío) y lo transforme en una historia identificable, sin pretensiones de polemizar, que haya confiado que Silvia Pérez, una actriz y vedette poco tomada en cuenta para roles “serios”, pueda cargarse al hombro una película entera junto a una adolescente, y transformar a Erica Rivas, en una madre con todo el mundo encontra; nosotros, los cinéfilos no podemos tomarnos la obra de esta directora tan superficialmente. Espero haberle hecho justicia esta vez. Tendré que llevar conmigo la “culpa” de, en su momento, haber analizado tan superficialmente Encarnación. Pero el cine da revancha, siempre está la oportunidad de ver por segunda vez una obra y cambiar los preconceptos. Mientras tanto, espero haber superado el “reto” de entender el desafío Berneri.
Un thriller doméstico y perturbador Por tu culpa, tercer trabajo de la directora Anahí Berneri, aborda un tema tan complejo como la violencia familiar En su tercer largometraje como directora luego de Un año sin amor y Encarnación, Anahí Berneri consigue con Por tu culpa la película más ambiciosa, arriesgada, sólida y madura de su carrera. Protagonizada por Erica Rivas (en un deslumbrante tour-de-force físico y emotivo que constituye su consagración definitiva en el cine) y acompañada por dos sorprendentes niños-actores (Zenón y Nicasio Galán, de apenas dos y nueve años de edad, respectivamente), Por tu culpa describe las vivencias de Julieta, una mujer profesional de clase media-alta que está en pleno proceso de divorcio, durante una interminable noche de furia. Mientras la protagonista (dueña del punto de vista de la película) trabaja en una entrega para el día siguiente, el menor de sus dos hijos se golpea y, ante la duda, ella decide llevarlo a una clínica privada para un chequeo. Allí, tras revisar al niño, uno de los médicos termina denunciando a la madre ante la policía por supuestos maltratos físicos. Si este planteo puede parecer en primera instancia demasiado extremo, Berneri domina las diferentes aristas del conflicto sin obviedades ni subrayados. Para ello, propone una puesta en escena tan cuidada en su tono como sofisticada en su construcción (hay un gran trabajo con el fuera de campo), ayudada por un magistral trabajo en HD del camarógrafo y director de fotografía Willy Behnisch que logra captar en toda su dimensión y detalle el caos cotidiano del universo infantil y la dinámica familiar. Este thriller doméstico aborda temas complejos como los accidentes caseros, la violencia familiar, la falta de contención de los niños, la crisis de la maternidad, la estigmatización de la mujer y, claro, la culpa a la que alude el título, todos elaborados con gran convicción, nobleza y profundidad. El resultado es un film tenso, duro y provocativo en sus alcances psicológicos, pero también audaz en sus ambigüedades, sus matices y sus contradicciones. Una película capaz de generar empatía e identificación y, al mismo tiempo, cierta incomodidad. Una obra de arte concebida con una inteligencia, una elegancia y una sutileza infrecuentes en el cine argentino.
Una madre desbordada Un pequeño accidente casero desata una noche de pesadilla para su protagonista. Por tu culpa es la mejor película de la realizadora, quien evita entregar un punto de vista indiscutible sobre la situación. ¿Quién tiene la culpa, si es que la hubo? ¿Lo que pasa en el interior de esta familia es responsabilidad de uno solo de sus integrantes o de todos? Si se cometió un descuido, ¿fue algo circunstancial o tiene que ver con cosas más de fondo? ¿Fue tan grave ese descuido o hay quienes lo aprovechan para pasar talonarios enteros de facturas pendientes? Opus 3 de la realizadora porteña Anahí Berneri (luego de Un año sin amor, 2005, y Encarnación, 2007), Por tu culpa es una de las contadas películas que no sólo no pretenden dar un punto de vista definitivo sobre lo que narran, sino que hasta parecerían no tener las respuestas. Presentada con considerable repercusión crítica en la reciente edición de la Berlinale, antes que proponer o suponer, Por tu culpa se limita a exponer una situación que, como suele suceder en la vida corriente, no es de interpretación fácil o unívoca. El sentido de lo que narra la película –de sedimentación prolongada– es, a la larga, responsabilidad de cada uno. Ya la escena inicial –planteada, como toda la película, en el plano de lo estrictamente físico– abre una cadena de interrogantes. Una mamá juega bruto con sus hijos, los hijos le dan poca bola, ella parecería no saber imponerse, de pronto el más chico se cae y se golpea mal. ¿Habrá sido ella la que no les dio suficiente bola a los chicos, enfrascándose en su trabajo y descuidándolos? ¿O tal vez es que no puede dar abasto, dividida como está entre el rol de madre separada y el de mujer independiente? ¿Será que el departamento, demasiado apretado y asfixiante, fomenta el pegoteo, la falta de distancia? ¿O lo que genera la sensación de asfixia son los planos cerrados de Berneri? Una cosa es segura: Julieta (una rubia Erica Rivas) está desbordada. Por la situación, por las exigencias de su rol, por su propia inseguridad, por lo que sea. Desbordada, pero no paralizada, porque atina a agarrar a los chicos y salir corriendo al sanatorio. ¿O está exagerando acaso y no era para tanto? A medida que la situación avanza, los interrogantes crecen. ¿Se trata de un caso de violencia familiar, como aventuran los médicos cuando le descubren unos moretones al hijo menor? ¿O es simplemente que, como dice Julieta, los chicos son chicos, juegan bruto y se lastiman? El espectador tiende a darle la razón: ya los vio jugar bruto. Pero si es así, ¿por qué Julieta no se rebela ante la presunción de los médicos, presos, se diría, de una persecuta de época? ¿Serviría reaccionar con violencia o sólo empeoraría las cosas? El que sí reacciona con violencia es Guillermo, padre de los chicos (Rubén Viani), que en cuanto llega al sanatorio les pone límites a los médicos. Poner límites: algo que, por lo visto, a Julieta le cuesta hacer. Como se demuestra un par de escenas más adelante, cuando Guillermo le echa toda la culpa de lo que pasó. Otra vez, ¿es tan grave lo que pasó? Por la manera en que apunta a lo ético a través de lo físico es inevitable pensar en el cine de los Dardenne como fuerte influencia. Por el modo en que lo cotidiano resbala hacia lo pesadillesco, por la suerte de realismo kafkiano que cultiva, por el carácter nocturnal incluso, podría suponérsele al film de Berneri un parentesco más lejano e impensado: el de El hombre equivocado, de Hitchcock. Pero allí la inocencia del protagonista nunca se ponía en duda, mientras que aquí es un componente más de la incertidumbre general. Organicidad es la primera palabra que viene a la mente cuando se piensa en los méritos de la película de Berneri, sin dudas la mejor de su autora hasta la fecha. Si la actuación de Erica Rivas es magnífica, no se debe a alguna muestra de virtuosismo aislado, sino a la precisión con que la actriz refleja la circunstancia del personaje. Circunstancia: otra palabra clave aquí. El cine tiende a la generalización: todo lo que se muestra es de la manera en que se muestra. Autora del guión junto a Sergio Wolf, Berneri anula de plano esa tendencia a la totalización. Aquí nada es definitivo, todo es contingente. Las homogéneas actuaciones secundarias, la carga de verdad que imprimen los chicos Nicasio y Zenón Galán, la ausencia de música, la acosadora cámara de Willi Behnisch (otro sello Dardenne), la flexible puesta en escena de Berneri (planos cerrados para narrar el interior de la protagonista, planos abiertos para verla en relación con el entorno): lo que luce en Por tu culpa no luce solo, sino en relación con el todo. Un todo tan lleno de interrogantes que la película será seguramente acusada de misógina y ensalzada por lo contrario, producto de la indeclinable voluntad de la autora por desplegar una situación y observarla de cerca y a su altura, antes que clausurar su sentido con un punto de vista tan olímpico como indiscutible.
Juegos violentos En los universos que se juegan en los filmes de la realizadora Anahí Berneri existe un "antes” invisible que funciona como reflejo de lo que sucede en el aquí y ahora. Así, el protagonista de Un año sin amor nos informaba mediante una elipsis de un año sobre su enfermedad del S.I.D.A., sin ahondar en su pasado y con el acuciante presente encima; la actriz encarnada por Silvia Pérez en Encarnación trataba de encontrar en un buscador de internet vestigios de aquellos días de gloria en el cine y la televisión. Ahora en Por tu culpa somos testigos del mismo mecanismo porque asistimos a una situación de desborde protagonizada por Julieta (Erica Rivas, brillante) junto a sus dos hijos Theo y Valentín (Zenón y Nicasio Galán) de dos y nueve años respectivamente. Ellos deberían estar durmiendo porque ya es tarde, pero sin embargo permanecen más que despiertos y sobreexcitados, en un departamento atestado de juguetes y el ruido de un televisor que proyecta dibujos animados. Mientras tanto, con un ojo puesto en ellos y otro en la computadora, Julieta intenta concentrarse en transcribir una entrevista a madres jóvenes -igual que ella- quienes contestan sobre las bondades de un producto light en lo que puede interpretarse como entrevistas banales para lanzar un nuevo yogurt. La presencia del padre no existe, salvo por un llamado de apuro donde le anuncia el atraso del vuelo y, subrepticiamente, le reclama mayor control de una situación que acumula tensión y presagia lo peor. Pasa lo que tiene que pasar y Julieta debe salir sola, cargar el auto con sus hijos para que revisen a Theo en el hospital. El niño, en un confuso episodio de forcejeo con su madre, se golpea la cabeza al caerse .A partir de ahí un cúmulo de miradas cómplices; preguntas inquisidoras sobre Julieta y su hijo mayor acrecentarán una atmósfera asfixiante y pesadillesca. Lo que podría definirse entonces como un drama intimista puertas para adentro traspasa la barrera de lo íntimo; de lo oculto; para volverse público y exteriorizarse sobre un entorno demasiado indiferente y hostil a la vez, que pone en jaque la idea de maternidad y responsabilidad de las parejas jóvenes, así como reflexiona sobre el -románticamente llamado- instinto maternal. Si bien este tercer largometraje de Anahí Berneri –elogiado por la crítica en el último festival de Berlín- no pretende calzarse el sayo de juez y parte, se sumerge con sutileza e inteligencia en un camino reflexivo acerca de los roles masculinos y femeninos en un mundo cada vez más individualista y donde el concepto de familia nuclear prácticamente ha desaparecido. Pero no se trata aquí de la disfuncionalidad, dado que lo que se desprende de la escasa información que va sembrando el guión, coescrito por Berneri junto a Sergio Wolf, no es otra cosa que una cruda exposición de la cotidianidad y el caos habitual que atraviesa cualquier familia de clase media cuando los límites no se tienen en cuenta. La directora consigue mantener la tensión dramática al ordenar el relato en el lapso de una noche en donde la ambigüedad y el interjuego entre víctimas y victimarios ocupan un primer plano, sumado a la distancia que conserva la cámara sobre sus personajes con una notable dirección en la que se lucen Erica Rivas y los dos hermanos (quienes son hermanos en la vida real). Tan universal como su título, la tercera obra de Anahí Berneri habla sin vueltas de las culpas: aquellas de las frustraciones de los adultos depositadas en los chicos; las de las parejas que se achacan los fracasos y en definitiva la más humana cuando está en juego el deseo y la construcción de la identidad.
Criarás con dolor Anahí Berneri cuestiona, en un drama tenso, el rol materno impuesto. La tercera película de Anahí Berneri ( Un año sin amor , Encarnación ) prueba que se puede hacer un cine de autor, de altísimo nivel, que no sea críptico y que mantenga al espectador en tensión e identificación constantes. Ni populismo de mercado -fórmulas previsibles- ni blindajes elitistas -filmes sin nervio ni alma-. Por tu culpa desborda de estos dos últimos elementos, transmitidos con sutileza, talento infrecuente y enorme calidad técnica. Drama con eje en la culpa, funciona, a la vez, como un atrapante thriller familiar con múltiples significantes (jamás subrayados, jamás retóricos), que se experimenta como un documental. Méritos de una realizadora que merece(ría) estar en la primera línea de los directores argentinos actuales. En una secuencia de apertura de cerca de 20 minutos, con estilo dardenniano , hecha de planos cercanos, encuadres fragmentarios, bruscos cortes y excelente edición de sonido, Berneri logra que una escena familiar, trivial, cotidiana, se enrarezca y perturbe hasta el agobio. El mismo que experimenta Julieta (extraordinaria Erica Rivas), quien, en plena noche, intenta trabajar en su casa mientras sus dos hijos chicos, sobreexcitados, se niegan a dormir. Nada raro: sólo que ella no sabe/no puede/no quiere (las dos primeras opciones son más probables) ponerles límites. Julieta acaba de separarse: su ex marido está volviendo de un viaje laboral. El juego violento entre los niños, y entre ella y los niños, incomoda cada vez más. Hasta que Teo, el más pequeño, cae de una cama (fuera de campo), se lastima y Julieta lo lleva a una clínica. Desde entonces, Por tu culpa tendrá algo de La noche del señor Lazarescu : de peregrinación hospitalaria (acá, en una misma clínica, semivacía) durante una noche rara, angustiante e interminable. Julieta se siente desamparada. Los médicos (el principal es Osmar Núñez, actor fetiche de Berneri) encuentran rastros de golpes en los chicos, sospechan que su madre les pega y le exigen que pase la noche ahí. Ella miente, por miedo o por culpa. La tensión crece, lo cotidiano se vuelve extraño: Julieta parece tan confusa y culposa como Onetto en La mujer sin cabeza . Pero Berneri muestra personalidad. Recorre, como lo hizo en Encarnación con Silvia Pérez, el cuerpo de su protagonista con la cámara; minuciosamente, contagiándonos su gradual pérdida de control, su imposibilidad de afrontar la situación. La madre de ella (Martha Bianchi) y el reciente ex marido (Rubén Viani) le reprocharán su “rol incumplido” -una imposición social-, pero se irán acercando ambiguamente a ella. Ninguno de los personajes, ni siquiera los niños, extraordinariamente dirigidos, es maniqueo. Cada uno tiene su razón, su parte de culpa. Los conflictos de la familia, lo sabemos por detalles, no son económicos. Salvo que la falta de tiempo de todos -incluida la abuela- y el vértigo para vivir (o para no vivir) sean por sostener el buen nivel de vida. Entonces, Por tu culpa no sólo indaga en el clásico rol maternal -esa construcción rígida y condenatoria-, en la violencia ejercida sobre los seres queridos -la más involuntaria, la más frecuente, la más traumática- y en las estructuras familiares colapsadas por la alienante vida moderna: también cuestiona a la sociedad de consumo, que fuerza (o induce) a poner las obligaciones por delante de los afectos. En una breve escena en la clínica fría, impecable, aséptica, desierta en la honda noche, Julieta observa a una pareja que se besa en una sala de espera. Esa pareja, que aparece en segundo plano, fuera de foco, parece joven: el abrazo sugiere protección y apoyo mutuo. Julieta mira al piso y, por única vez en todo el filme, abre la boca en un gesto que parece algo así como una sonrisa, una oxigenación, un fugaz alivio. Apenas un instante, casi imperceptible, en el filme. Un instante que sin embargo nos muestra, delicadamente, la añoranza de la protagonista de aquellos momentos en que todavía no era madre. De aquellos momentos en los que no se imaginaba atrapada: ni en exigencias ajenas, ni en imposiciones sociales, ni en una sala de emergencias.
Noche aciaga El cine argentino es uno de los mejores cines del mundo (sí, así de simple, y no me canso de decirlo). Además, es uno de los cines con mayor protagonismo de mujeres. No conozco otro cine con tantas buenas directoras: Lucrecia Martel, Albertina Carri, Ana Katz, Lorena Muñoz, Carmen Guarini, Ana Poliak, Celina Murga, Natalia Smirnoff, Delfina Castagnino. Y hay más. (Nos falta, eso sí, alguna como Kathryn Bigelow, que filme películas de acción.) Otra de esas buenas directoras argentinas es Anahí Berneri, que estrena su tercera película. Luego de Un año sin amor y Encarnación, dos películas que, si no las vieron, deberían buscar en DVD, Berneri estrena Por tu culpa, una película de tremenda tensión (creo que si uno hace un doble programa con Por tu culpa y Carancho puede salir demasiado estremecido, así que mejor véanlas con al menos un día de diferencia). En Un año sin amor (2004), el director de fotografía y camarógrafo fue Lucio Bonelli. En Encarnación, Diego Poleri. En Por tu culpa, Willi Behnisch. En las tres películas, con tres camarógrafos distintos, Berneri decide acercarse a sus personajes con no pocos planos cerrados, a veces asfixiantes, sobre todo en esta nueva película. Berneri trata de ver de cerca, de estar encima de las acciones de sus personajes, de escrutarlos. Por tu culpa es una película en la que se sienten los latidos de los personajes, en la que se respira la desesperación cotidiana que acecha, agazapada, y que nos agarra cuanto más cansados y más indefensos estamos. Por tu culpa es una película concentrada, de esas en las que una unidad de tiempo (una noche) tensa las acciones y tensa nuestra mirada. Por tu culpa transcurre entre una casa, una clínica, una comisaría y los viajes en auto entre esos lugares. Y cuenta el agotador derrotero de una madre separada sobrepasada por sus dos hijos y su trabajo. Por tu culpa es una película sobre la responsabilidad, y sobre la dificultad de cumplir con ella, y sobre la aún mayor dificultad de cumplir con responsabilidades varias. La madre (Erica Rivas) no controla a sus hijos, y trata de anular sus molestias mientras ella intenta trabajar. Hay cariño genuino en la madre, y hay también fastidio, y cansancio, y errores, y accidentes. Uno de esos accidentes, fruto del cansancio, el fastidio, la presión (y varios etcéteras en esta película infernal y excepcionalmente cotidiana, doméstica) lleva a la madre y los dos hijos al hospital. No voy a contar más del argumento, solamente les digo que no se pierdan esta película lacerante y precisa, perturbadora de forma descarnada (no de la forma elegante y pastosa en la que intenta serlo La cinta blanca).
Anahí Berneri confirma con Por tu culpa que se trata de una de las mejores cineastas nacionales, sumándose así a otras mujeres que están demostrando en los últimos tiempos una presencia nutrida y talentosa. Tan sólo este año han presentado films notables Gabriela David con La mosca en la ceniza, Natalia Smirnoff con Rompecabezas, Sabrina Farji con Eva & Lola, y Kris Niklison con Diletante, mientras que en 2009 otras directoras ofrecieron films valiosos como Amorosa Soledad y El último verano de la Boyita, entre otros títulos. Berneri, que tenía en su haber Un año sin amor y Encarnación, dos films atrayentes y a la vez opuestos narrativa y expresivamente, vuelve aquí a dar un giro singular, como si se tratara de una realizadora distinta en cada película. Por tu culpa plantea un drama doméstico que involucra acciones policiales y judiciales dentro de un marco urbano duro y distante, revelando entramados familiares vacíos de sensibilidad y compromiso. Un incidente hogareño aparentemente trivial desencadena sospechas que terminan en denuncia, y también inician incómodos sucesos que confrontarán a todos los personajes. En su tercer largometraje esta directora alcanza una lúcida mirada a una mujer en crisis, sostenida por la intensa tarea interpretativa de Erica Rivas, sin dejar de lado esa incisiva radiografía familiar y social que afronta un elenco homogéneo y ajustado.
De la maternidad y sus mitos Una madre y sus dos hijos juegan a la lucha libre sobre la cama. Su plan para esa noche era estar sola, y así poder trabajar tranquila en una desgrabación para su trabajo. El tiempo transcurre lento mientras ella se debate entre seguir jugando, apagarles la televisión, mandarlos a dormir, o trabajar en la computadora. El padre no ha podido llegar en el horario pactado y hacerse cargo de ellos. La hora de dormir no llega, un poco porque los niños no respetan la palabra de su madre y otro, porque al encontrarse en plena etapa de separación tiene su cabeza en otra sintonía, y la situación la desborda. La cámara recorre un departamento caótico. Dentro de ese caos la tensión crece minuto a minuto. Mientras ella recibe pasiva la llamada telefónica de su marido, y de su madre, para preguntarle por qué esos niños no están ya durmiendo. Mientras la ternura y la desidia se mezclan generando un comportamiento que exaspera. La conclusión de este no saber, no poder o no desear hacer que los niños se duerman, concluye, en que el más pequeño sufre un accidente común y corriente. Ella acude a una clínica y termina siendo acusada de maltrato familiar. Todas las mujeres que han sido madres, en algunos momentos de su vida se preguntan si han estado a la altura de lo esperado. En principio por la proyección, que ellas mismas hicieron de su propia imagen como madres, luego por sus hijos o por sus maridos. Muchas veces, el miedo a defraudar a los seres que amamos se hace presente como un fantasma, en los momentos de crisis. El tan trillado: “…no estar a la altura de las circunstancias”, surge en la percepción del espectador, por el crescendo de la tensión a la espera de algún drama o tragedia. Julieta se encuentra atravesada por el conflicto de la pareja, su estado emocional está cargado de una cierta tristeza, un inevitable repaso del pasado, y un cansancio mezclado de impotencia y resignación, que contribuyen a acentuar ese dejar hacer, por la imposibilidad de no poder poner ningún límite. Anahí Berneri explica que este film: ”nace de una historia escuchada en una mesa, un fin de semana entre amigos. El relato de una mujer acusada de golpear a sus hijos le generó el temor de identificarse con el hecho de ser juzgada como madre, lo que le produjo la angustia y la culpa de no ser la madre que ella quisiera ser, para sus propios hijos”. Desde que obtuvo el premio Teddy Bear al mejor film de temática "gay" con “Un año sin amor” (2005), su cine ha dado un giro para ampliar el espectro del público. La idea con "Por tu culpa" era contar la historia de una familia con la cual cualquier espectador pudiera identificarse. Como directora, al margen de exponer sus propios fantasmas ha decidido filmar una historia, cuyo relato toca múltiples aristas de la sociedad en la que vivimos, y ciertos supuestos, que involucran tanto a hombres como a mujeres. Por una parte está su propia generación y clase social. (Julieta está muy lejos de ser una “outsider”). Representa a un grupo de madres, que intentar cumplir como pueden con ese rol, sin abandonar el deseo de realizarse como persona. Lo que hace muchas veces hace, que acudan a calmar su angustia através del consumismo y el de sus hijos, los que pasan la mayoría del tiempo frente al televisor, con los juegos electrónicos o frente a la Playstation. El amor, como la maternidad, son construcciones simbólicas. La maternidad como hecho perteneciente a la estructura social, no pueden ser explicado desde un solo campo disciplinario; es así como ni la biología, ni la sicología, ni el propio psicoanálisis consiguen dar cuenta, de este fenómeno, que se ha constituido en una problemática teórica donde convergen entrecruzamientos de diversos órdenes: sicológico, social, histórico, político, económico, sexual, etcétera. Así Freud, el padre del sicoanálisis, murió diciendo “was will das weib”, donde expresaba su no saber sobre el deseo femenino. LAMENTABLE. El ideal social del género femenino que comparte nuestra cultura occidental es el maternal, ya que produce una determinada ideología sobre las capacidades y la naturaleza de las mujeres. A su vez las esposas y madres contribuyen maternizando a sus hijas, que a su vez ejercen un rol del cual no se puede salir. Como si la anatomía determinase el destino. El mito de la mujer= madre es un paradigma que de hecho, hizo, hace y hará felices a millones de mujeres. Pero el mandato de proseguirlo contra viento y marea tiene su cuota de malestar, de dolor y de sacrificio. Una cuota mucho mayor de cuando éstas se unen irremediablemente, en las múltiples circunstancias de lo cotidiano. La culpa siempre está al asecho de lo impuesto. Ser padres implica realizar una elección conciente basada en su propio deseo y en el amor. Existen muchas mujeres y hombres, que no están por diferentes circunstancias preparados para serlo, y otros simplemente no quieren, o la vida no les dio esa posibilidad. Y la mayoría hacen lo que puede acá y en la China. El deseo de crecer en lo profesional para acceder a los lugares de poder, en parte ejercidos por el hombre, coloca a la mujer en los primeros años de sus hijos, a un tener que regresar al ámbito de lo privado. A sumergirse dentro de ese mundo lo mejor que pueden, y desde ese lugar levantan la cabeza, con el agua en el cuello, para contemplar su ámbito privado y el que está afuera y reflexionar sobre sus lugares dentro de él. Ese mundo, que no es siempre ni mucho menos, como lo soñaron: es lo que es. Aquellas, que pueden acceder a tener alguien que realice las tareas de la casa por ellas, y hacer de madres sustitutas por unas horas, se les hacen más fácil ese período. No obstante, el deseo de ser madre, con el deseo de realización como personas se contrapone entre sí. El compartir los roles no siempre se da, porque todavía, mal que nos pese, la mujer no ha dejado de ser una ilusión atada a un discurso que ha inventado el hombre para su conveniencia. Y eso sucede HOY, en todas las clases sociales en mayor o en menor grado, dependiendo de los recursos, que la mujer aporta. En las clases bajas la mujer generalmente trabaja afuera, adentro y es golpeada, mientras los maridos miran fútbol, como en Volver (2006), de Almodóvar. En la Argentina, es un hecho diario sólo, que no con la forma de una comedia surrealista. No siempre el hombre contribuye a hacer, que una mujer crezca como debería en esos dos ámbitos, también hace lo que puede, algunas veces peor que otras. Habría que dar vuelta ese presupuesto y pensar que detrás de una mujer feliz y realizada (“éxitosa”), hay un gran hombre que acompaña su crecimiento como persona, en todas sus pasiones, dando todo lo mejor que puede. Es cierto que la desarticulación de esos mecanismos comenzó a tratarse, al menos en las universidades a partir de los 60. Pero la eficacia del universo de significaciones imaginarias de la discriminación de las mujeres, sigue funcionando. Por tu culpa es una muy buena película, con un clima absolutamente logrado, donde muchos espectadores se verán obligados a reflexionar: sobre la familia, sobre los roles de sus integrantes, sobre la identidad, sobre la violencia visible e invisible, sobre la poderosa arma de la palabra, sobre cómo están educando a sus hijos, sobre el papel de los abuelos, sobre el consumismo, sobre el trabajo y su necesidad primaria “de Ser”, sobre la necesidad de autoabastecerse, sobre la fidelidad a otros deseos, y sobre el Poder que todavía ejercen en este siglo XXI, tanto las Instituciones médicas como las policiales. La protagonista, Erica Rivas, quien ha trabajado algunos años en televisión, y en el último año ha estrenado tres Films: "El corredor nocturno", "Toda la gente sola" y "Tetro", regresa esta vez al cine, con una relevante actuación. Con una acertada puesta en escena y una precisión en sus encuadres, a los que Anahí Berneri nos tiene acostumbrados, se suma la excelente actuación de Erica Rivas, donde se destacan además Zenón y Nicasio Galán y Marta Bianchi con su voz en el teléfono y en una corta, pero imperdible aparición. Por tu culpa apuesta a la tensión del espectador y a develar la subjetividad de lo que ocurre en la mente de su protagonista: su angustia, su personal modo de moverse en el mundo, su tristeza, (como cuando mira a la pareja detrás vidrio en el sanatorio o cuando se suelta el pelo pensando en recuperar algo del pasado), la ternura de una mujer- niña, su sumisión y sus limitaciones. Julieta es el resultado de la sociedad en que vivimos, de su educación y sus elecciones, un “modelo para armar”, construido con una enorme sensibilidad, para que los espectadores mediten, sin culpar. De “Modelo para armar”, (1997), que fue su Tesis de Graduación en la ORT, a “Por tu culpa” (2010) Anahí Berneri se sigue interesado tanto por la temática del cuerpo, como del género. Autora del drama femenino "Encarnación" acaba de regresar del Festival Internacional de Cine de Berlín, donde su tercera película fue acogida con mucho interés. Su experiencia con "Un año sin amor" fue realmente muy buena. La Berlinale es sin duda un muy buen lugar para llevar a cabo el lanzamiento de una película. Ya que con ello se asegura, una buena distribución internacional. Anahí Berneri Nació en Martínez, Provincia de Buenos Aires en 1975. Es egresada de la carrera de Productor de Medios Audiovisuales del Instituto ORT y graduada del Institute National de l´audiovisuel de Paris. UN AÑO SIN AMOR (2005) fue su debút como directora y guionista. El film se presentó en el 2005 en la sección Panorama de la Berlinale, donde obtuvo el TEDDY AWARD. También obtuvo más de 15 premios internacionales y fue distribuída en USA, Francia, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, Tailandia, Suiza, España, Irlanda, Colombia, Ecuador y Perú, ENCARNACIÓN (2007) su segunda película participó de la Competencia oficial del Festival de San Sebastián 2007 donde obtuvo el premio FIPRESCI. También fue presentada en el Festival Internacional de Toronto y fue reconocida con el INNOVATION ARTISTIC AWARD. Además fue seleccionada en más de cincuenta Festivales entre los que se destacan: Rotterdam, Dubai, Tesalónica, Miami, Houston, Lima y La Habana entre otros. En el 2008, incursionó en la dirección teatral con la obra NELIDORA, estrenada en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires. POR TU CULPA es su tercer largometraje.
Por tu culpa abre con el primerísimo primer plano de un herpes que irrumpe la tersa y desmaquillada piel circundante a la boca de Julieta, mientras ella se empecina con una exploración tanto visual como táctil de esa zona. El segundo plano de Encarnación retrataba las manos de Ernie, rugosas y con lunares. Ya desde el inicio, Anahí Berneri planta bandera en el farragoso terreno de la mujer no como producto del ideario social de tintes netamente masculinos, sino en su aceptación en tanto ser humano abierto a imperfecciones, físicas y emocionales. Hay en esos planos un grito libertario del rompimiento de los cánones sociales preestablecidos, un claro cuestionamiento al rol perfeccionista casi castrense que impera en gran parte de la sociedad que Berneri implosiona en el arranque. Desde el vamos, las dos películas avisan que los cuerpos no sólo son imperfectos, sino que esas imperfecciones están a flor de piel, proceso evidente sobre todo en Encarnación. Ernie fue una vedette y, como tal, lucró con su cuerpo, vivió de los dotes físicos con que la naturaleza (y el bisturí, por qué no) la dotó. Berneri la muestra googleándose, viendo fotos de lo que fue y ya no es. Es la gloria de antaño, un éxito sepia, plumas que el paso del tiempo se encargó de arrumbar en algún lugar del placard. Y de pronto se ven sus manos, esas delatoras insobornables de edades, apisonando toda la idea que las imágenes previas construyeron en el espectador. De allí que Berneri procure una vinculación metafísica con sus criaturas. Importa poco lo físico, lo evidente, lo que un ojo apenas atento ve. La mente, y sobre todo el alma, de Ernie y Julieta, ameritan una deconstrucción precisa, quitándole gajo tras gajo para llegar a la quintaesencia de las fragilidades y el dolor imperante. El de la primera proviene de la subestimación cotidiana de su persona en pos del aprecio exacerbado de su cuerpo. Fue siempre el patito feo de la familia, la superflua, la preocupada por la cáscara. No fue sino su cuerpo, ahora procura ser a pesar del mismo. La segunda, en cambio, sufre la intrascendencia involuntaria que el dolor del desprecio y la desestimación emocional y física provocaron. De joggins, sin maquillaje, desarreglada, Julieta aspira a la invisibilidad, al desapercibimiento, a ser ignorada. Su existencia estuvo siempre prohijada por un ala protectora. Antes su madre, ahora su ¿ex? marido. Con la primera dormitando en su hogar, y el segundo demorado en un aeropuerto incierto, debe, pero no puede, no quiere o no sabe hacerse cargo. Sus hijos juegan, se golpean. Lágrimas y gritos. “Son chicos”, se excusa. Y tiene razón. Pero defiende esa posición con escaso ahínco, insegura de la veracidad de sus creencias. Siempre sumisa, Berneri la definió como una mujer “que va haciendo propio el discurso de los demás”. Los médicos sospechan, la increpan, y ella vacila, duda, tartamudea, sufre en el sepulcral silencio de la soledad hospitalaria. Llega el marido. Flota la sensación de que siempre estuvo más preocupada por la reacción de éste que por la situación en sí. No se cansa de pedir disculpas, anhela el amparo en la seguridad masculina. Julieta aprehende dolores para adocenarlos en su interior. Los desenlaces las hermanan en el retorno a lo cotidiano. Pero si el viaje es quizá el primer peldaño hacia la valoración más espiritual que sexual de Ernie, para Julieta es el reverso. El regreso al hogar con un sol que empieza a asomar tímido por el balcón reconfirma la irreversibilidad de la situación. Marido y mujer optan por acostarse en silencio, sin siquiera despedirse. Por tu culpa no sólo deja reverberando la escasa certeza de lo circunstancial. Es un eslabón más de una vida cíclica y rutinaria. Es posible que todo empeore. El herpes será apenas un detalle.
AYUDAME A VIVIR El tercer film de Anahí Berneri es también el menos clásico de su filmografía. Sólido en su construcción e intenso en su dramatismo, Por tu culpa construye lentamente un espacio de ambigüedad y angustia que lo emparenta en más de un sentido con el melodrama, aun cuando en la superficie no lo parezca. Por tu culpa es una de esas películas sobre las cuales es mejor no saber nada antes de verla. Invito a quien no lo haya hecho aun, a que lo haga antes de seguir leyendo esta nota. En los primeros minutos del film, el espectador, siguiendo la lógica de la mayoría de las películas que ha visto en su vida, creerá que la escena inicial será breve, que luego se producirá una elipsis que nos llevará “al otro día…” y que así seguirá la historia. Sin embargo, jugando con nosotros, la escena se extiende más de lo esperado y los espectadores no podemos alejarnos, elipsis mediante, hasta el día siguiente. La noche sigue y entramos sin darnos cuenta en la lógica claustrofóbica del film, que hará que el tiempo emocional se imponga como en una pesadilla, como en la exteriorización de todos los temores de la protagonista. El malestar de la mujer en relación con el afuera y con ella misma. Y en eso, sin duda, el film, que a pesar de sus suspenso cercano al policial no parece ser de un género en particular, se emparenta con el melodrama. Este género fue el que se ocupó, como no lo hizo ningún otro, de la mujer y sus conflictos, y fue desde ahí desde donde reflexionó sobre aspectos de la condición humana en general. Sólo en el melodrama se exploraba ese malestar, esa angustia. Sólo en el melodrama las madres, esposas, hijas y mujeres que trabajaban tenían un reflejo de sus conflictos. En Por tu culpa, la protagonista representa al típico personaje del melodrama. Fuerte y débil, independiente y dependiente, se desmorona poco a poco, cae en desgracia, el mundo se le viene encima. Hijos, marido, madre, médicos, policías, todos parecen ir reclamándole algo, pidiéndole una pieza de su ser, entrando en ese hueco gigante, en ese vacío que podría llamarse culpa, pero también angustia en estado puro. Julieta, la protagonista del film es un personaje totalmente cotidiano, real, verdadero, y la estética apuesta a respaldar esto, pero en Julieta asoman ecos de esas mujeres sufridas, esa heroínas fuertes caídas en desgracia, desde Libertad Lamarque –esto es explícito en el film– hasta Joan Crawford. Pero a diferencia de lo que ocurría en los films clásicos que estas actrices protagonizaban, en Por tu culpa el malestar alcanza a la forma y la angustia es justamente angustia porque no hay respuestas, porque Julieta no nos entrega un discurso que la reivindique, porque no se rebela, porque hasta el final de la historia sus palabras son ambiguas, su pasividad no nos permite tomar partido. Si bien la identificación con la protagonista del film debería se inevitable, la realidad es que como espectadores tenemos una barrera, y esa barrera es su propio silencio. Y como los demás personajes del relato, nos ubicamos en el espacio de la desconfianza. O, en realidad, nos hemos convertido en la protagonista y nuestra propia culpa nos lleva a creernos responsables de algo que no es culpa de nadie. Este mecanismo tan complejo es la explotación de un fenómeno cinematográfico, un conocimiento del inconsciente del espectador y su vínculo con el relato. El trabajo de dirección es el que va logrando colocarnos en ese espacio sin certezas, en esa noche que parece no tener fin, aunque sólo se trate de una película.
Apasionadas Por tu culpa: esta vez sí, pasión real. Pasión de tener hijos (pasión, que es padecer, ser objeto de un pathos, de ahí patología) producida en toda la primer secuencia de la película por la cercanía con que la cámara –poco más en la frente de Erica Rivas- sigue a la madre que trata de estudiar y escuchar una cosa con auriculares mientras los chicos descontrolan la casa, recorren las habitaciones, tiran cosas, gritan, y ella se multiplica para abarcar todo y atajarlo todo al mismo tiempo –ni loco tengo hijos, me dijo el que estaba sentado al lado. Pero tampoco es eso, porque después hay besos y abrazos y hay amor bajo la forma de los besos y bajo la forma del cuidado. La noche empieza con un accidente: Julieta (Erica Rivas) y sus dos hijos están en casa mientras el padre vuelve de algún lugar en un avión, todos en pantuflas y en piyama. En el medio de un juego el más chiquito, Teo, se lastima, y todos deben partir hacia una clínica, así vestidos de entrecasa, los chicos en piyama y zapatillas, la madre con el pelo recogido en una pinza de plástico (el tamaño del cuerpo de ella en relación al tamaño del armatoste-carrito de Teo, la camioneta donde van a la clínica y los pasillos vacíos de esa misma clínica dan la medida del esfuerzo que todo esto supone para la protagonista, y también, pero en segundo plano, del desamparo). Entre el pelo atado de Julieta al principio y el pelo semisuelto de Julieta sobre el final se nos cuenta una historia. Porque el médico que revisa a Teo empieza a sospechar que los golpes tal vez hayan sido infligidos por la madre, y el hijo mayor, por resentimiento, capricho o porque sí, dice “Fue ella” cuando Julieta trata de explicarle al doctor cómo se lastimó Teo. Entonces viene la denuncia. Después aparecerá el marido, una especie de fantasma que no pierde su condición fantasmagórica –pero ahora en el sentido de lejano y también de amenazante- cuando llega, gigante como es, y le dice “pendeja”, y la mamá de Julieta, una figura que apenas atina a ponerle su propio tapado sobre los hombros a la hija cuando debe salir para la comisaría –¿pero no se trata justamente de eso? La película, inteligente, no tiene un discurso sobre todo esto. Tal vez, un experimento sobre las relaciones siempre extrañas entre la familia y la sociedad, lo privado y lo público, la necesidad de salir (la familia) de la casa para buscar asistencia y la violencia de meterse en la familia (el Estado) para investigar y ejercer sus funciones. Pero también, sin duda, una película de suspenso llena de preguntas en la que incluso después del final seguimos sin saber si Julieta les pegaba poco o les pegaba mucho, si era una “buena madre” (le haría mejor al mundo que esa frase no exista), si estaba separada o se llevaba mal con el marido, si alguien era bueno o era malo (para decirlo de la forma más tonta posible). Pero también, porque la vemos con el pelo recogido, práctica, al principio, y la vemos ponerse una hebilla después para sostener el flequillo en un pasillo del hospital y estar más presentable públicamente cuando la situación se pone tensa, y la vemos también soltarse el pelo cuando por fin ella, el marido y los chicos suben a la camioneta para volver a casa (una coquetería mínima, un momento de distensión), la historia de una mujer pequeña, joven, inmersa en esa cadena de amor y de maltrato indiscernible que puede ser una familia, que termina acostándose sola aunque el marido esté, y que articula, entre estas tres (al menos) lecturas posibles, los múltiples sentidos de la palabra “culpa”.
Un día cualquiera Una noche común de una típica pareja de clase media en la Argentina. Julieta (Erica Rivas) está con sus hijos en su casa, los chicos gritan, ven tele, juegan con todo lo que tienen a mano, saltan se pelan, se gritan, comen yogurt, lo vuelcan en el piso, y así. El marido de Julieta está de viaje. A partir de esta situación tan común, Anahí Berneri desarrolla un relato que por momentos estremece. No hay acá grandes golpes de música, ni se plantean las grandes cuestiones de la vida, lo que sí hay es una directora con un guión preciso y una actriz que se encarga de que la película no le de respiro al espectador. Uno de los chicos se cae y se rompe un brazo, la madre y los hijos van a la clínica y empieza entonces un relato sobre el poder de las instituciones, el sentido de la maternidad, las relaciones de pareja y la violencia familiar en institucional. Los médicos examinan al chico accidentado, encuentran otras lesiones, le preguntan a la madre cómo se lastimó el hijo y ella dice que fue un accidente, que los chicos se caen. La cámara sigue a Erica Rivas que se queda con los chicos mientras en otros ámbitos empieza a moverse una maquinaria que no entiende, que no le pide explicaciones. Nadie la atiende a Julieta, nadie de la familia está a mano y los médicos sospechan que ha golpeado a los chicos y que lo hace habitualmente, aunque de esto no se hablará hasta la llegada del marido de Julieta. Un relato preciso, seco, angustiante y una actriz enorme le alcanzan a Anahí Berneri para hacer de su tercera película uno de los estrenos más importantes del año.
"Por tu culpa" bosqueja un drama doméstico que incluye acciones policiales y judiciales dentro de un marco urbano cotidiano. Anahí Berneri, su directora, autora de las anteriores “Un año sin amor” y la galardonada “Encarnación”, crea una película algo claustrofóbica, atascada, cerrada en el micromundo de una mujer en una noche cualquiera de su vida. Sólo que ésta será especial por una pequeña odisea que deberá vivir. Mientras sus hijos se preparan para ir a dormir, Julieta (treintañera mamá, como las de hoy, esas profesionales que no dejan de trabajar por ser madres) ordena como puede las cosas que Valentín y Teo, de 8 y 2 años, dejan tiradas por ahí. Y uno quiere jugar con sus autitos mientras el otro quiere ver tele. Es un domingo a la noche y ninguno de los dos quiere que el fin de semana se termine. Al rato, los chicos se divierten jugando a la lucha libre en la cama matrimonial, mientras su madre intenta terminar una entrega laboral. Los tres están solos en la casa; esa noche, su padre, aparentemente separado de Julieta, no cumplió con el trato de encargarse de ellos, pero ella debe cumplir con un trabajo; por lo tanto, debe desatenderlos inevitablemente. La escena, presentada mayormente con planos detalles que recortan todo y no muestran mucho, se extiende más de lo esperado y es entonces cuando, como espectadores, percibimos que el tono del filme será bastante especial, ya que, a más de 15 minutos de su inicio, la escena está agotada en sí misma y no aporta más nada que una realidad de todos los días, sin elipsis que hagan avanzar (o mejor dicho, comenzar) la historia. Pero (y aquí viene el pero) uno de los hijos, el más chiquito, cae al piso en un episodio confuso (que tampoco vemos y está casi fuera de campo) y Julieta decide llevarlo a la clínica para quedarse tranquila. Estando allí, y siempre comunicada por celular con su madre y su ex marido (que parecen no ayudarla demasiado) se da cuenta que, luego de revisar al niño, no la dejan ir, sospechando de maltrato familiar por parte de ella. Lo que sigue será la lucha de Julieta por poder irse de la clínica, ante la desaprobatoria mirada de médicos y personal del centro médico. Julieta no tiene un discurso que la desagravie, no protesta lo suficiente ante la acusación, y sus palabras son imprecisas, confusas, equívocas… Su inercia no permite al espectador poder tomar partido y, si bien la identificación con la protagonista del filme debería ser ineludible, la realidad es que su silencio genera poca identificación. Todo el tono de la película es algo desapacible, algo áspero, sin instancias de aparatosos clímax, con los que muchos directores podrían haberse tentado. El sonido tiene una preponderancia especial en el filme, jugando con los planos sonoros para dar protagonismo a ciertos sonidos que, usualmente, no se percibirían. La respiración profunda de Julieta abre el filme, acompañando al plano detalle de su rostro. También volvemos a escuchar su respiración al momento en que es trasladada en un patrullero, ante la denuncia que la clínica hace sobre ella. La cámara, siempre encima de su protagonista, acompañándola constantemente, describe de forma asfixiante su padecimiento. En su tercer largo, Anahí Berneri sorprende con una historia muy pequeña, casi de cortometraje, pero su dirección y la meritoria e intensa composición de Érica Rivas, mostrando a una Julieta cargada de dualidad y cierto comportamiento misterioso, hace crecer al filme a una gran altura. Con participaciones especiales de Nicasio y Zenon Galan, Marta Bianchi, Carlos Portaluppi, Osmar Núñez, Rubén Viani y Darío Levy, Berneri da muestras de buen cine, eso sí, para un público algo selecto, que disfrute de enfoques poco convencionales, incómodos, pertenecientes a un cine eminentemente de autor.
Pobre mi madre querida Anahí Berneri se adentra en la historia de una mujer que se ve inemersa en un mar de acusaciones, dudas y prejuicios. Por tu culpa narra un drama intimista que transcurre en una sola noche. Julieta (Érica Rivas) es una madre en plena crisis matrimonial, con un marido (Rubén Viani) de viaje y dos hijos que cuidar. Un domingo por la noche, mientras ella intenta terminar una entrega laboral, los niños juegan casi sin límites. La madre no puede contenerlos y Teo, el menor de dos años, se lastima un brazo. Julieta, de inmediato, busca asistencia en una clínica privada, pero allí será acusada de maltrato familiar. En su tercer largometraje, Anahí Berneri (Encarnación) vuelve a meterse en el universo femenino contando la historia de una mujer en constante estado de tensión, que pretende dar a sus hijos una vida ordenada y lujosa, pero cuya realidad demuestra que su familia está rota. Los primeros planos constantes, la utilización de los fuera de campo y un montaje vertiginoso contribuyen a crear este clima, con una muy lucida interpretación de Rivas. Su actuación en cuanto a carga dramática se sostiene durante toda la película, y las miradas perdidas o las situaciones en las que se desborda demuestran claramente el estado de esa mujer anulada por la sociedad machista. Lo femenino aparece en un rol de incapacidad ante lo masculino desde el comienzo del filme. El accidente doméstico es la excusa para que Julieta sea señalada culpable de todo lo vivido en su casa, y casi como consecuencia, la aparición de la figura paterna como el único competente para resolver las situaciones, aún cuando éste vive también en ausencia de su familia y todo lo que la rodea. Por tu culpa es una película fuerte que no deja indiferente al espectador y lo interroga sobre la diferencia en el trato de géneros en la sociedad argentina actual.
El malestar en la familia Los primeros minutos de Por tu culpa son extraordinarios. Una escena doméstica reconocible se convierte en un espacio sonoro entre insoportable y fascinante, secuencia capaz de musicalizar el malestar de una familia de una clase específica: dos niños parecen desconocer todo límite; juegan, ven la televisión, se pelean entre ellos. Mientras tanto, su mamá oscila entre ejercer su función materna y mandarlos a la cama o seguir escribiendo en su computadora. Una conversación telefónica con el padre, los dibujitos en el cable, la respiración de la madre son notas de una pieza de música concreta que condensa un desorden. En este microcosmos sonoro habrá un accidente menor. El niño más chico se dará un golpe en la cabeza y será llevado a una clínica (el viaje hasta allí es un prodigio de suspenso). Es una medida prudente que derivará inesperadamente en un episodio jurídico, pues el médico de guardia no sólo habrá de revisar la cabeza del niño sino que intentará descifrar otras marcas, un “texto” escrito en el cuerpo que excede la categoría de accidente. Luego llegará el padre. Ya en el amanecer, la familia habrá de comenzar un nuevo día. Incómoda Formalmente ambiciosa y conceptualmente incomoda, Por tu culpa explora la violencia familiar de una clase social más que acomodada a la que se la exime de su demostración y expresión física, a pesar de que aquí su ejercicio permanece en un radical fuera de campo. Apenas se ven las consecuencias, pero sí se ven todas las estrategias para negar la existencia de un par de moretones. La obsesión por el registro del cuerpo y la piel en el cine de Berneri no es una novedad, pero aquí tanto los sospechados como las víctimas hablan por sus extremidades y gestos corporales. Si bien el trabajo de Érica Rivas es notable, la interpretación de los dos niños es tan sobresaliente como perturbadora. ¿Están actuando? Lo cierto es que sólo un registro paciente y meticuloso puede ofrecer resultados semejantes. Berneri sostiene el filme en este triángulo genético, tan poderoso que no necesita ni de música, ni de otros subrayados. Por eso, el plano general que cierra el filme es tan preciso como abierto: se visualiza una política familiar. El silencio nunca fue ni será un sinónimo de salud. Es perversión.
Las culpas de una madre Las primeras imágenes se encuentran imaginariamente con las de otra película argentina estrenada este año: como en Rompecabezas (2010, Natalia Smirnoff), vemos a una mujer cumpliendo dificultosamente con su rol de madre y esposa, inmersa en el estrés de las rutinas hogareñas. En este caso, la protagonista es Julieta (Erica Rivas), una joven que parece desbordada, quizás incómoda, con el rol que las circunstancias le han impuesto. Mientras procura inútilmente estar atenta a lo que escucha con sus auriculares y observa en su computadora, para finalizar un trabajo, a su alrededor sus dos pequeños hijos (nada dóciles, por cierto) juegan, gritan, se exaltan. El mayor de ellos parece decidido a no apartar su vista de la playstation o de los dibujos animados sin humor ni ternura que lo seducen desde la televisión. De pronto, un golpe del más chico la inquieta y terminan todos en la guardia de un sanatorio, donde los médicos descubren que los magullones son varios y sospechan, además, que pueden ser responsabilidad de la madre. Los pormenores crean un clima de creciente tensión, desarrollado con sutileza y sin excesos: no hay un grito ni una escena explícita de violencia, y no por ello el espectador deja de sentirse comprometido con la protagonista. La narración es lineal, casi en tiempo real: poco se sabrá de los personajes fuera de lo que se ve y se habla en el transcurso de las pocas horas en que transcurre la acción. Y si bien el tratamiento es realista, bien puede entenderse esa noche como una pesadilla o la materialización de los temores –y las culpas– de una madre. Mediante detalles casi imperceptibles cobra valor la película: los gestos ambiguamente confiables de los médicos, cierta indiferencia de la madre de Julieta (y al mismo tiempo la necesidad de protegerla, como cuando le cede el tapado), o momentos en los que elecciones de encuadre contribuyen a encontrarle sentido connotativo a elementos muy simples (los barrotes de una cuna, la figura de Julieta rodeada de juegos infantiles en el sanatorio, su rápido gesto de arreglarse el cabello después de ver al joven médico). La directora Anahí Berneri (1975, Martínez, Buenos Aires), un poco como en sus anteriores películas –Un año sin amor (2005) y Encarnación (2007)–, logra expresar de manera vívida sensaciones físicas: el cansancio, el sueño, el nerviosismo, se transmiten fuertemente, consecuencia de la cámara muchas veces en movimiento, los primeros planos y el hábil empleo del sonido ambiente. Más por la temática que por el estilo, Por tu culpa recuerda a Go get some Rosemary, la película de Joshua y Benny Safdie que compitió este año en el BAFICI. Hay, también (con la excepción de un Rubén Viani algo dubitativo como el marido), un parejo desempeño actoral, y, como hiciera con Silvia Pérez en Encarnación, la directora le exige a la protagonista una entrega intensa, combinando esfuerzo físico con contención dramática. Es una lástima que, a pesar de sus méritos y de un planteo que induce saludablemente a la polémica, desmitificando mitos muy arraigados (la sensatez de las madres, la inocencia de los niños), el film no encuentre demasiados espectadores que puedan apreciarlo, o aunque sea discutirlo: por razones que quien esto escribe desconoce, en Rosario fue estrenado en sólo dos salas y dos horarios. A esto se suma la resistencia de cierto público a películas que, como ésta, proponen interrogantes antes que soluciones: lo demuestran algunas risas nerviosas al finalizar una de las funciones, mientras una señora mayor le resumía a su marido su opinión sobre la película, que acababan de ver juntos: “Es la vida. La vida de las mujeres.”
Por fin el cine argentino aborda un relato chiquito, adulto y valiente “Por Tu Culpa” narra un drama intimista que transcurre en una sola noche haciendo foco en una madre en plena crisis de divorcio. Por un simple accidente doméstico de uno de los hijos del matrimonio termina siendo acusada de maltrato familiar. Domingo a la noche, Julieta está en casa con sus hijos, Valentín (8 años) y Teo (2 años). Los chicos se divierten jugando a la lucha libre en la cama matrimonial, mientras su madre intenta terminar una entrega laboral. Esa noche su padre no cumplió con el trato de encargarse de ellos, pero Julieta sí debe cumplir con su trabajo. Los límites parecen no existir para los chicos, pero tampoco para los adultos que intentan separarse. La hora del “buenas noches” se dilata y las contiendas en la cama se vuelven peligrosas. Ella no puede, ni sabe contenerlos y lo inevitable ocurre. Teo se ha lastimado. ¿Por una caída? ¿Por un golpe de su madre? Julieta busca asistencia para su hijo en una clínica privada. Pero la noche se transforma en pesadilla en donde todos la señalan culpable. Por fin el cine argentino nos aborda un relato chiquito, adulto y valiente. “Por tu culpa” es la historia de una familia que está en plena crisis de divorcio. El padre, la madre y sus hijitos son seres desprotegidos y muy frágiles que en cualquier momento pueden lastimarse. No en vano en muchos aspectos y en muchos pasajes del filme la chiquita da lecciones a sus padres de cómo comportarse. Un padre y una madre en crisis tienen muchas salidas, muchas veces dependen de un terapeuta o un psicólogo, en esta narración nada es lo que parece. Muy buenas actuaciones, destacándose Erica Rivas por sobre los restantes intérpretes. Es ella la encargada de cargar con la mochila de las culpas como personaje y de la máxima responsabilidad actoral en su mejor trabajo cinematográfico La realizadora Anahí Berneri demuestra una vez más su oficio. La historia de “Por tu culpa” es ficción, pero refleja una realidad que cada vez se proyecta con mayor fuerza y amplitud la vida familiar contemporánea, que a medida que pasa el tiempo más se va distanciando de en las familias de no hace tanto tiempo atrás.
Las caricias en un nido de avispas La presencia de Anahí Berneri en Rosario pasó casi desapercibida. Las proyecciones de su último y notable film, Por tu culpa, la tuvieron como compañía privilegiada para los espectadores de la sala de cine El Cairo, durante el pasado sábado. "Siento que la película tuvo un lindo recibimiento en Buenos Aires, luego en Córdoba, y es la primera vez que el boca a boca me ayuda con la exhibición. La gente sale un poco movilizada y de alguna manera me parece que le llega. Es la primera vez que siento estar cerca de conmover al espectador", comenta la realizadora a Rosario/12. "Es más fácil encontrar identificación con esta madre de treinta años antes que con lo que le sucedía a Pablo Pérez en Un año sin amor o a Silvia Pérez en Encarnación. Lo más lindo que he recibido son comentarios de espectadores del tipo "dónde me pusieron la cámara oculta", "esto es como mi vida", "es la vida misma", que dan cuenta de la idea misma del proyecto. Eso es también gracias a que la película fue filmada con dos chicos muy pequeños, que incorporan mucho de verdad y de caos a un rodaje. ¿Cómo se logra plasmar la violencia que suponen el llanto o el despertar al niño que duerme, una y otra vez? La verdad es que Nicasio y Zenón Galán son hermanos, y había una violencia que ya era inherente, que era de ellos. Vimos muchos chicos, fue un casting muy extenso. Lo que yo proponía como juego durante el casting era romper, derribar, tirar, y era muy rápido de ver qué chicos tenían más normalizada la violencia. A los dos años la violencia es constitutiva, pero lo peligroso es cuando los adultos son quienes la normalizan. Por tu culpa es una película que trata sobre la violencia que genera sobre todo la falta de límites con los chicos. Parece que somos el único animal que pretende que sus crías no molesten, que no lloren, que se duerman solos, con una forma de vida a veces un poco egoísta y adolescente. La violencia familiar, la madre "adolescente", no dejan de ser parte de un marco social que es violento en sí. Buscamos pensar la violencia desde distintos ámbitos como la pareja y la falta de comunicación. También hay, de alguna forma, una violencia de género en la clínica, donde a ella no la consideran y le piden que venga el marido, o el autoritarismo médico, donde no se pide permiso para invadir el cuerpo del paciente. Por otro lado teníamos un riesgo grande al trabajar con chicos, por esto que vos decías, donde cada risa y llanto de los niños son reales. Trabajamos con una persona dedicada a la contención de los chicos durante todo el día en el set, con la madre o el padre siempre presentes. Hubo un trabajo de relación previo que se construyó con la actriz y también conmigo, durante tres meses, que sirvió para que realmente haya un vínculo real y una contención y confianza de los chicos hacia nosotros para el logro de esas escenas.
Evidentemente Anahí Berneri es la mejor amiga de los personajes de sus películas. En Por tu culpa (2010), acompañamos a Julieta, mamá de dos niños, atravesar una crisis de nervios a lo largo de toda una noche. Las largas secuencias de madre e hijos, de discusiones, juegos, sobresaltos, llantos, conversaciones telefónicas que denotan una relación pronta a concluirse, nos hacen parte de la psique del personaje, tan estrechamente, que por momentos sentimos que estamos invadiendo un terreno privado, mostrándonos esos instantes de soledad donde uno simplemente se ve superado y necesitando solamente tomarse unos minutitos para quitarse una mancha de la blusa en el baño de una clínica. Julieta es acusada de maltratar a sus hijos a raíz de un accidente doméstico. Ese hilo temático nos lleva por un departamento atestado de cosas, del consumo (no es casual que Julieta trabaje en una consultora y desgrabe un testeo de marketing de un yogurt presentado superficialmente desde el entrevistador/entrevistado), un niño hipnotizado por la tecnología, dos padres que no tienen autoridad sobre sus hijos, una familia disfuncional que continúa viviendo bajo el mismo techo, el nuevo rol de la mujer que trabaja y a su vez tiene el compromiso social -“es la mamá”- de hacerse cargo de sus niños sola. Una película que en el transcurso de una noche recae sobre muchísimos temas, desde la visión de una mujer qué entiende a su personaje, con intensión en los pequeños detalles ayudando al espectador a compartir parte de su problemática. Si lo tomamos desde la mala crianza que le están dando estos padres modernos a sus niños, el Por tu culpa del título de la película estaría bien escogido, si lo analizamos desde la amistad que entablamos con la protagonista claro que no, ella estaba sobrecargada de responsabilidades. Si lo analizamos desde la mirada machista de la sociedad actual, el por tu culpa de su esposo vendría a ocupar el nombre de la película y sentenciaría a Julieta. Todas estas variantes nos brinda Anahí. Una película honesta.
La guardia eterna El cine de Berneri (que con esta suma cuatro largos en su haber) se torna intimista y realista cuando se trata de acompañar discretamente con la cámara a Julieta (Erica Rivas). La cámara reposa, pasiva, en un costado mientras la protagonista intenta trabajar, y de fondo se escucha a sus hijos pelear, discutir, y portarse mal, secuencia que dura unos ocho minutos más o menos. Con este ejemplo se ilustra casi todo Por tu culpa (2010), drama familiar que retrata la noche de una madre de clase media-alta que intenta no explotar cuando todo se desborda por un descuido con sus hijos. Pero, como decíamos, lo más rescatable de este film es su dirección. Berneri nos convierte en un testigo que, como si fuera de paso, descubre de soslayo la historia de Julieta. El personaje encarnado por Rivas debe lidiar con dos hijos inquietos (en fin, son sólo criaturitas de Dios) que no la respetan y viven el momento de crisis del matrimonio de la familia. Todo eso, potenciado cuando nos trasladamos a la segunda de las cuatro locaciones que tiene la película, un hospital. El tiempo casi real que maneja Berneri, logrado con un muy buen trabajo de montaje, se desmorona con la poca profundidad en el desarrollo de los personajes, así como cierta dejadez en la profundidad de la historia a contar. Todo es muy burocrático. Tanto, que si queremos saber qué siente Julieta nos tenemos que sentar un rato en la sala de espera de una guardia, y no necesitamos ver Por tu culpa. Y ése es el mayor defecto de la técnicamente excelente película de Berneri: es innecesaria. Se queda a mitad de camino como una historia más de tantas que viven las madres de una sociedad con un ritmo vertiginoso (como el que supone y proponen Wolf y Berneri con su guión), obligaciones laborales y complejidades horarias. Es decir, como cine quizás cumple, pero como un todo deja bastante que desear.
Maternidad: ¿apostolado o pesadilla? Julieta (Erica Rivas) se dispone a trabajar un domingo a la noche, desde la intimidad de su confortable casa. Atraviesa una crisis matrimonial después de 9 años de convivencia y acaba de recibir un llamado de su ex marido que no puede hacerse cargo de los chicos. Igualmente, ella intenta realizar su tarea, mientras sus hijos de 2 y 8 años no quieren dormir y juegan a trenzarse en interminables peleas, sin que ella les ponga límites. La casa está provista de todas las comodidades y entretenimientos que, sin embargo, no son suficientes para calmar las crecientes demandas infantiles. El televisor a todo volumen o los juguetes novedosos han perdido seducción para estos pequeños, que prefieren pegarse entre ellos y llamar la atención de la madre, hasta que el más pequeño se cae y ella decide llevarlo a una clínica privada para un mayor control. A partir de este incidente doméstico, se inicia una noche interminable, que registra las distintas aristas de temas tan incómodos como la descontención de los niños, la crisis de la maternidad, la involuntaria pero frecuente violencia familiar y la presencia de la culpa que se acumula sobre las espaldas de la mujer. Nadie es inocente La talentosa actriz Erica Rivas transmite la incertidumbre de su personaje, desbordado por circunstancias de las que no es la única responsable. Ella está siempre sola: su madre tomó la pastilla, su marido se fue, los niños no entienden razones y los médicos la acusan de que sus hijos tienen demasiados golpes. Cada uno aporta su cuota de violencia que redunda en incomunicación y viceversa; cada uno de los personajes tiene su razón y su cuota de culpabilidad. Los conflictos de la familia no son económicos: nada falta en la casa ni en la clínica privada donde atienden a los chicos, pero todos son víctimas de un ritmo vertiginoso que los empuja a sostener un nivel de vida que implica estructuras familiares colapsadas. La película registra ese funcionamiento de obligaciones por delante de los afectos, donde la protagonista no puede disfrutar de la maternidad aunque tampoco de su profesión ni de su feminidad y cae en una alienante despersonalización, atrapada en exigencias ajenas, imposiciones sociales y demandas permanentes, para las que el film no da soluciones pero sí señala una raíz conflictiva mucho más amplia que lo aparente. Estética y mensaje El mantenimiento de la tensión progresiva del relato indica el talento de Berneri como narradora para describir una situación aparentemente trivial, que se va desdibujando hasta devenir en pesadilla. El omnipresente tema de la incomunicación se acentúa con ruidos ambientales de todo tipo, que hacen menos nítidas las palabras. No existe música, más allá de una adecuada nana con la que la madre intenta calmar al niño pequeño y la banda sonora acumula ruidos, pasos, jadeos entrecortados, ruidos de aspiradora, de bocinas, de aparatos electrónicos, teléfonos, gritos, peleas y barullo: generadores de incomunicación que actúan como interferencia permanente. A la protagonista se la muestra en su progresiva crisis, sin poder hacerse cargo de su trabajo, sus hijos, su matrimonio y su feminidad. En este sentido hay muchos puntos de contacto con “La mujer sin cabeza”, de Lucrecia Martel, un tipo de cine del que también hay cuestiones de encuadre y fotografía que acentúan la soledad, el bloqueo y la despersonalización (vidrios mojados, cristales reflectantes). También son relevantes en “Por tu culpa” la impecable puesta en escena y el buen uso del fuera de campo, como en el plano final del dormitorio o el momento del accidente doméstico. Elogios aparte para la cámara que logra captar el caos cotidiano del universo infantil y de una casa a la deriva. El resultado es un film tenso y provocativo en su lectura, además de arriesgado en la no concesión al facilismo ni a la derivación sentimental, a pesar de lo cual genera la identificación, entre incómoda y piadosa, del espectador.
Abandono de persona? Anahi Berneri debutó en cine con "Un año sin amor", una historia de amor en el marco del HIV y prácticas masoquistas. Cambió totalmente de género cuando en "Encarnación" decidió contar la historia de una vedette de los años ´80 que decide volver a su pueblo natal y reencontrarse con su familia y sus raíces. En su tercer filme, "Por tu culpa" vuelve a explorar un terreno y un registro diferente, y quizás sea éste el mayor valor que tenga la filmografía de Berneri: de jugarse en cada una de sus películas, apostar al riesgo y ganarle. "Por tu culpa" es el relato de lo que sucede durante una noche en la vida de una mamá con dos hijos pequeños (2 y 9 años) que tiene que lidiar con el cuidado de ellos, su trabajo profesional, la falta de ayuda del entorno y con su ex-marido del que está recientemente separada. Entonces mientras Julieta (Erica Rivas en un impresionante tour de force actoral) intenta terminar un trabajo que tiene que presentar al día siguiente, la cámara nos va mostrando el desorden generalizado en que se mueve esta familia. Los chicos mirando la tele hasta altas horas de la noche negándose a ir a dormir, se pegan, discuten entre ellos, se lastiman ... y Julieta está completamente desbordada, no sabe / no puede / no le importa (?) poner límites a esa situación. Cuando dentro de ese juego incesante y cada vez más riesgoso, el menor de los hermanos se cae de la cama lástimandose un brazo, comenzará un nuevo calvario para Julieta: una noche en la clínica donde nada será como ella espera. Mientras que ella sólo fue a buscar ayuda, un diagnóstico, una seguridad de que su hijo está fuera de peligro, los médicos, en cambio, tratarán de retenerla a la espera de que a la mañana siguiente reciba ayuda psicológica. Ellos evidencian una familia con graves problemas. La parálisis de Julieta ante las sospechas de los médicos por los golpes que presentan los chicos, su desesperación ante la falta de contención familiar y su asfixiante necesidad de escapar del hospital (y volver a su casa, refugio en donde se siente segura) son narrados por Berneri con un estilo que puede remitir a la última etapa del Dogma (la cámara nerviosa, los primeros planos y los gestos y las miradas por sobre los grandes diálogos) pero más aún al cine de los hermanos Dardenne ("Rosetta", "El hijo", "El silencio de Lorna"). Esto mismo que distingue a la forma que tiene Berneri de contarnos la historia puede ser lo mismo que aleje a cierto espectadores que necesiten una historia con narración más clásica, más tradicional: en "Por tu culpa" la directora sólo expone los hechos, deja fluir las situaciones y las reacciones de que sus personajes tienen durante esas horas. No toma partido por ninguno de ellos, ni los condena ni los apoya. No hay juicios de valor: ni para la madre que no puede poner límites, ni para su ex-marido que reclama un rol maternal que ella supuestamente no cumple -como tampoco su madre cumple el rol tradicional de la abuela-, ni para la violencia doméstica que se ha instalado casi sin quererlo, por las presiones de la vida cotidiana. Todo queda allí expuesto abiertamente, para que cada uno de nosotros, pueda sacar sus propias conclusiones.
Pequeños infiernos domésticos La directora Anahí Berneri presenta su tercera película, Por tu culpa, un “thriller doméstico” sobre la maternidad en el siglo XXI. “Pueden acusarte de algo terrible”, dice el trailer. Y eso es lo que le pasa a la protagonista de Por tu culpa. En su tercer largometraje, la directora de Un año sin amor (2005) y Encarnación (2007), Anahí Berneri, se ocupa de la violencia en los vínculos familiares. Erica Rivas interpreta a Julieta, una madre joven en plena crisis de divorcio, que intenta volver a trabajar desde su casa y no sabe poner límites a sus hijos pequeños. Una noche en que el padre no fue a buscarlos y ella tiene que terminar un trabajo, el más chico se lastima mientras juega a lo bruto con su hermano. Julieta va con los nenes a una clínica privada, pero como las explicaciones que da son confusas, el pediatra sospecha de ella y no la deja llevárselos a casa. “Si bien el tema del maltrato infantil es parte de la trama –señala Berneri en la entrevista con Ñ-, también es una excusa para hablar de otro tipo de violencia, invisible, que tiene más que ver con los límites. Un golpe visible deja ver otro tipo de infierno, más chiquito e íntimo, que a veces por cotidiano nos parece normal”. Definida por la propia directora como un “thriller doméstico”, Por tu culpa es una película tensa, en la que uno espera que en cualquier momento pase lo peor. Berneri se apoya en la estructura genérica de los thrillers con un falso culpable para generar suspense a partir de una situación cotidiana. Presentada y elogiada en el Festival de Berlín, la película confirma el talento de la directora y ofrece un gran trabajo actoral de Erica Rivas. ¿Cómo surgió la idea de la película? La imagen disparadora surge en un asado entre amigos. Una madre contó que uno de sus hijos se había lastimado en un accidente doméstico, y cuando fue a una clínica le empezaron a hacer preguntas, sospechando de ella. Fue un disparador que me sirvió para reflexionar acerca de la culpa, la maternidad, y la mirada social sobre la maternidad hoy en día. Tenemos ideas o preconceptos que no se ajustan a la realidad de muchas mujeres, sobre todo de mujeres profesionales que salen a trabajar. El vínculo con la maternidad ya no es tan instintivo o cercano como era en otros momentos, y eso genera culpa, falta de límites, roles que no están claros. ¿Julieta es un reflejo de las madres de tu generación? Sí, para mí Julieta es muchas madres. Esta película me resulta muy cercana. Yo tengo dos hijos chicos, y uno muchas veces, más que culpable, se siente víctima, haciendo lo mejor que puede con los hijos. Julieta hace lo que cree que está bien para ellos, pero la situación que vive la desborda. ¿Por qué decidiste condensar la acción en una sola noche? Para evitar los subrayados. La película habla de temas muy ideológicos que, al condensarse en una sola noche, dejan ver la punta de un iceberg. El resto lo completa el espectador, porque al ser una película que muestra un personaje cercano, identificable para una generación, no genera ese alejamiento de ‘a mí esto nunca me puede pasar, yo no soy así’. La gente sale con ganas de hablar de su familia, de lo difícil que es, con la sensación de que no hay una respuesta. Estamos haciendo camino al andar, y en muchos aspectos nos equivocamos. La película está narrada desde el punto de vista de Julieta, y a medida que avanza se cierra cada vez más sobre ella. ¿Por qué? Para transmitir identificación. La idea no es juzgarla, sino transitar un camino con ella. La mirada social se transforma en un murmullo, lo que dicen los demás, lo que piensan los demás de ella, pero eso queda fuera de lo que ella realmente es. De hecho, la vara con que la miden no es la de las madres de hoy. Va a la comisaría y le preguntan ‘¿Usted trabaja?, ¿Cuántas horas lo deja solos?, o el médico le pregunta ‘¿Usted los estaba mirando?’ Ese concepto de la madre omnipresente, que está al cuidado de los chicos, poniéndole el cuerpo constantemente, no es el tipo de maternidad que vive Julieta, ni muchas otras mujeres. Pero en nuestras cabezas sigue existiendo esa madre como ideal y como fantasía, tanto para hombres como para mujeres. Y para las instituciones también, es la propaganda del polvo para lavar la ropa. ¿Cómo fue el trabajo con los actores? Trabajamos muchísimo con Erica Rivas y con Rubén Viani (que interpreta al padre de los chicos) para construir el vínculo con los nenes, porque hay uno de nueve años y otro de dos. Ellos son realmente hermanos, así que ahí ya había un vínculo creado, y una violencia inherente a ese vínculo, pero había que construirlo con los padres, sobre todo la cercanía física, porque la película es muy física. Trabajamos con María Laura Berch, que es una coach de niños, pero no fue el trabajo clásico: estudiar la escena o que sepan la letra, sino jugar y crear un vínculo físico y afectivo para que eso se transmitiera en la pantalla. Improvisamos mucho, pero para llegar siempre a la escena que estaba escrita. Por tu culpa es tu tercera película. ¿Cómo la ves en relación a las anteriores? Siento que es una película más cercana, pero a la vez sigo hablando de lo mismo: de la mirada social. Tanto el personaje de Encarnación, que era una ex vedette, como el de Un año sin amor, un HIV positivo, gay, sadomasoquista en los ‘90, eran personajes marginales. Como había una fuerte identificación y personajes excluyentes, al transitar con ellos la película, uno iba rompiendo la cáscara del monstruo, conociéndolos. Acá me parece que pasa lo contrario: uno se identifica rápidamente con el personaje, y cada vez lo ve más extraño, descubre su parte monstruosa dentro de cierta normalidad.