Somos una familia muy normal Ritual Sangriento es un filme con cierto halo festivalero: es osada, es audaz, es distinta. Desde el punto de vista de la narración, se trata de una película que avanza a un ritmo demasiado cansino para el ojo acostumbrado al terror mainstream. Mucho más preocupada por el desarrollo del drama y los personajes, aquí lo terrorífico está abordado desde una perspectiva más realista. Un dato curioso es que este filme americano es una remake de una ópera prima mexicana estrenada en 2010. Sin embargo, el director Jim Mickle no se dedicó a copiar la historia con otros actores, sino que invirtió los roles principales y puso a las hijas de esta familia en una postura distinta a la del filme original. Ritual Sangriento se centra en la familia Parker, cuya madre muere en un accidente al comenzar el filme dejando al resto de la familia (dos hijas adolescentes y un niño pequeño) a merced de su recio padre, un hombre taciturno, violento y por demás conservador....
La mesa está servida El director Jim Mickle toma las riendas de esta remake del film mexicano de 2010, "We are what we are", y logra inquietar al espectador más desprevenido. Ritual sangriento no es la típica película de terror a la que el público está acostumbrado, ya que está alejada de los clichés y alimentada por personajes oscuros que componen un clan nada convencional. El realizador, quien también filmó Stake Land, se focaliza en Los Parker, una familia que continúa y mantiene sus costumbres ancestrales a cualquier precio: comer carne humana. Luego de la pérdida de su esposa, Frank (Bill Sage), lleva adelante el hogar junto a sus dos hijas adolescentes, Rose (Julia Garner), Iris (Ambyr Childers) y el pequeño Rory (Jack Gore). Mezcla de thriller, pólicial y terror gore, el relato deja su tendal de pistas en un arroyo y numerosos asesinatos que un inspector (Laurent Rejto) comenzará a investigar en medio de una atmósfera de lluvia constante que le da un clima aún más sombrío al relato. El canibalismo dice presente en su forma más voraz en esta historia en la que las jóvenes hermanas son victimarias y víctimas de un ritual sangriento que deja un plato de comida caliente sobre la mesa. Chicas desaparecidas, un niño que mira de cerca el horror, una casa cerrada al mundo exterior, una enfermedad que comienza a adueñarse de los cuerpos y un sótano con sorpresas son algunas de las constantes que el film va cocinando a lo largo de los minutos para entregar su plato "al dente". También participa en la película una irreconocible Kelly McGillis, como la vecina de los Parker, la actriz que alguna vez vimos en Top Gun y Testigo en peligro.
Tradiciones de familia Sin dudas el terror es un género bastante particular, prácticamente el único sustentado en un esquema narrativo/ formal de rasgos nihilistas, en el que la sequedad, las truculencias y los semblantes gélidos son los elementos constituyentes por antonomasia. En el Hollywood actual abundan las remakes de clásicos y films periféricos, no obstante lo que diferencia a una propuesta como Ritual sangriento (2013) es su más que saludable “profundización estratégica” en lo que respecta al tono de la obra original mexicana (sin contar la macro sustitución de los comentarios sociales por las duras críticas al fundamentalismo religioso). Para aquellos que no lo sepan, la película en cuestión es una relectura de Somos lo que Hay (2010), una realización eficiente que -sin llegar a ser una maravilla- ofrecía una interesante vuelta de tuerca en un subgénero poco frecuentado, el canibalismo. Exacerbando el piso dramático y modificando la coyuntura en algunos detalles, esta adaptación norteamericana renuncia a toda parafernalia mainstream para abrazar una progresión despojada más en sintonía con el cine independiente y sus sutilezas prototípicas. Aquí el ritmo aletargado y la escasez de diálogos son la regla principal, aportando tantos puntos a favor como en contra. De hecho, la trama está tan acotada que resulta determinante la perspectiva del director Jim Mickle, quien se toma su tiempo para la construcción de los personajes aunque en ocasiones también abusa del recurso y termina fustigando al espectador con una historia a paso de tortuga. Más allá de los desniveles narrativos, estamos ante un gran desempeño del trío protagónico, compuesto por Bill Sage, Ambyr Childers y Julia Garner, como un padre de tradición luterana y sus dos hijas taciturnas. El clan debe enfrentar la muerte de la madre y al mismo tiempo “cuidarse” de la mirada indiscreta de los vecinos del pueblito de turno. Quizás el mayor mérito de Mickle pase precisamente por respetar esa estructura candente de “drama familiar sobre caníbales”, edificado con el fulgor sádico característico del horror. Si sumamos las pequeñas variaciones y la susodicha exaltación trágica concienzuda, el combo cumple con sus objetivos y llega a la altura de la original, toda una proeza en el ámbito cinematográfico contemporáneo. Si obviamos los rituales culinarios involucrados, los cuales se deducen desde los primeros minutos, el telón de fondo lo aportan las disputas generacionales y los mecanismos psicológicos/ hogareños para la superación del dolor…
Somos lo que hay fue una película de Jorge Michel Grau, estrenada apenas en 2010 que pasó desapercibida por salas mexicanas, como la mayoría que no tiene a Eugenio Derbez o Jaime Camil en escena. Aún así, alguien en Hollywood le vió potencial y decidió comprar los derechos para hacer un remake denominado en latinoamérica Ritual Sangriento. No vamos a hacer comparativos porque no he visto la versión original, así que hablaremos sólo de la versión gringa. Cuando la madre de dos niñas y un pequeño muere de causas desconocidas, el viudo se enfrenta a la crisis de seguir adelante con su vida. Entre los 4 familiares se apoyan para seguir adelante con sus costumbres una de las cuáles incluye un ritual sangriento que año con año se lleva a cabo sin importar lo que pase. En medio de todo esto, el sheriff del pueblo con su nuevo ayudante comienzan a investigar una nueva desaparición del pueblo en el que ellos viven. Poco a poco, de forma lenta pero con intriga, la puesta en escena va descubriendo poco a poco de qué va este ritual y cómo es que lo enfrentan los nuevos "líderes" de la familia. Sin embargo, es esa misma lentitud que no la deja crecer. No es lo mismo hablar de Intriga, que con maestría lleva el drama a lo largo de más de dos horas, a comparación de esta, que por poco más de hora y media le cuesta trabajo mantenerse y llegar al clímax que, si bien se resuelve de manera un poco imprevisible, sigue siendo un tanto fácil y ridículo ver que en realidad no hay tanta sangre o gore como uno esperaría o como en la versión mexicana. Ritual sangriento es un filme que, a pesar de ir a participar al festival de Sundance, es una cinta para disfrutar con la novia que le tiene miedo a la sangre como un mero pretexto para abrazarla.
De carne somos ¿Respetar la tradición familiar o rebelarse contra el orden patriarcal establecido? Esta es la dicotomía que plantea Ritual sangriento (We Are What We Are, 2013) alejándose de los lugares comunes del género, en esta remake de la producción mexicana Somos lo que hay (2010) que recae sobre los hombros del joven director norteamericano Jim Mickle. Los Parker son una recluida familia que vive en el área rural de Delaware, uno de esos tantos paisajes agrestes perdidos en el corazón de los Estados Unidos en medio de arroyos, casas viejas, bosques, camionetas pick-up y más de un secreto bien guardado al mejor estilo de La violencia está entre nosotros (Deliverance, 1972) y Camino hacia el terror (Wrong Turn, 2003). Una inundación en su punto máximo castiga al pequeño pueblo y en medio de la catástrofe los Parker sufren la muerte accidental de su madre, quedando las dos hijas adolescentes y un pequeño niño bajo la estricta tutela de su padre, un hombre frío y reservado. Ya sin su madre las adolescentes deberán asumir la responsabilidad de continuar con una oscura tradición familiar sostenida enfáticamente por el padre, sin importar las consecuencias. El ambiente rural, la lluvia y el agua constante sumadas a una historia que crece en densidad conforme se desarrolla (tal vez demasiado denso en algunos pasajes) generan un clima enrarecido que acompaña a los protagonistas en la totalidad del film. A medida que crecen las sospechas en torno a los Parker y las autoridades del pueblo comienzan a unir cabos sueltos, la película llega a una resolución argumental que tal vez tarde un poco más de lo necesario en llegar, pero cuando finalmente lo hace termina reivindicando al film y despachándose con un clímax que proporciona un acto final tan impactante que termina superando con creces al original.
"Somos lo que comemos" “Hay dos cosas que no podemos elegir en nuestras vidas y que nos definen por completo: La familia y el lugar donde nacemos” decía una voz en off que recitaba unas líneas muy interesantes en los minutos iniciales de “Gone Baby Gone”, la ópera prima de Ben Affleck (2007). Basándose en esa frase simple, pero a su vez bastante cierta, se pueden contar miles de historias dentro del séptimo arte, como así también analizar y entender miles de historias más que no pertenecen solamente al plano de la ficción. Paradójicamente “Ritual sangriento” puede considerarse como un relato que tiene un poquito de ambas partes, ya que la película mexicana original en la que se basa esta remake de Jim Mickle está inspirada ligeramente en hechos reales. Jorge Michel Grau, el director de “Somos lo que hay”, declaró en su momento que su inspiración para el guión de esta película fue un caso real de la muerte de un hombre de clase baja en la vía pública que, al ser sometido a una autopsia, arrojó un resultado escabroso: Muerte por intoxicación por la práctica de antropofagia. Partiendo de ese disparador, Grau escribió el guión de su película donde el protagonismo lo tenía una familia desamparada que, por la pérdida de su padre y la pobreza, recurrían al canibalismo para sobrevivir. La remake de Mickle (quien también firma el guión) cambia algunos puntos con respecto a la original, pero la historia es casi idéntica: Una familia con una extraña y violenta tradición ve amenazado su estado de bienestar en un pequeño y gris pueblito de los Estados Unidos al morir la madre, (interpretada por Kassie Wealey DePaiva) quien era la cabeza de la familia. Bajo esas circunstancias son las hijas (interpretadas por Julia Garner y Ambyr Chirlders) las que deberán ocupar ahora su lugar, no solo para continuar con la tradición familiar sino también para que su padre (encarnado por Bill Sage) no termine de perder los estribos frente al inminente riesgo de que su terrible secreto salga a la luz. Con algunas similitudes a “Los Hamitons” (The Butcher Brothers, 2006) y a la versión original de “La Masacre de Texas” (Tobe Hooper, 1974), “Ritual sangriento” al contrario de lo que dice su nombre, apoya todo el peso de su relato en las firmes actuaciones de sus tres protagonistas principales y en el guión que mantiene e incrementa el suspenso a medida que avanza el relato. Para aquellos que solamente buscan sangre y escenas dignas del gore, “Ritual sangriento” les parecerá una película de Akira Kurosawa, ya que el film de Mickle no necesita de esos elementos para contar una historia perversa e interesante. De hecho, gran parte de lo que te pone incomodo en “We are what we are” es aquello que no se ve y que implícitamente todos los personajes dejan entrever: Su verdadera naturaleza salvaje. Desde la búsqueda por parte de la familia de potenciales víctimas para ser sacrificadas, la soledad que inspira deseos de venganza por parte de un padre (el médico interpretado por Michael Parks) que perdió a su hija y un final que a modo de cierre es bastante contundente y salvaje, “Ritual sangriento” es una película que te provoca de forma eficaz, sin necesidad de mucha sangre, un nudo en la garganta y hará que saques los ojos de la pantalla en varias oportunidades. Es para destacar el trabajo de fotografía de Ryan Samul, como así también la musicalización de Phil Mossman ya que le impregnan al film un estilo técnico que remite bastante a “La aldea” de M. Night Shyamalan y que en definitiva se esmera por tratar de mostrar de forma fría, gris y dura una historia de caníbales en la pantalla grande. Con “Ritual sangriento” tenes la posibilidad de cerrar de una excelente manera este gran año para el cine de terror.
Para comerte mejor... Una película sobre el canibalismo es siempre una experiencia límite. Una gran película sobre el canibalismo es una rareza y -por qué no- hasta una proeza. Si bien podríamos incluir en este subgénero a films de inmensa popularidad y reconocimiento crítico como El silencio de los inocentes, pocas veces historias con estos alcances y connotaciones salen bien paradas. Los excesos, la provocación, la explotación y el morbo suelen ganarle por goleada a la inteligencia y el talento. Por suerte, no es este el caso. Basada en el largometraje mexicano Somos lo que hay (2010), de Jorge Michel Grau, esta remake de Jim Mickle tiene otro infrecuente mérito: supera al original. El film arranca con la muerte de la madre (en la película de Grau era el padre) de una familia tradicional de la zona de Catskill. Las dos bellas hijas, Iris (Ambyr Childers) y Rose (Julia Garner), y el pequeño Rory (Jack Gore) quedan al cuidado del patriarca Frank Parker (un contenido y al mismo tiempo temible Bill Sage), que continúa con unos extraños rituales que tienen su orígenes religiosos en el siglo XVIII. Lo que sigue -no conviene adelantar demasiado de la trama- es un exponente de horror gótico construido con rigor y destreza, con climas ominosos (hay un excelente trabajo de fotografía en pantalla ancha que remite al cine de Terrence Malick y Jeff Nichols), tensión y suspenso (se lanza una investigación por la sucesiva desaparición de varios habitantes del pueblo). Lejos del cine de terror contemporáneo alimentado a fuerza de efectos visuales concebidos en la posproducción, Ritual sangriento apuesta a la narración, a la psicología de los personajes, a ricas observaciones sobre el fanatismo y la dinámica de una familia enfermiza, y se sostiene gracias a las impecables actuaciones, a citas literarias y a un logrado dispositivo visual, sonoro y musical. No será, claro, un típico cuento de hadas para esta época navideña (hay varios momentos chocantes y perturbadores), pero sí un verdadero hallazgo dentro de una temática que hacía presumir otra cosa. A veces, por suerte, los prejuicios quedan sepultados por el buen cine.
La sangre con letra entra Suspenso, sordidez y fanatismo en una historia muy subrayada. “Nadie salvo Dios”. La justificación divina encadena las acciones más importantes de Ritual sangriento, filme sobre una familia que parece ajena al tiempo. Ellos son los Parker: viven atados a su fervor religioso en las afueras de un pueblo. Y esconden una perturbadora tradición que se camufla bajo los designios del Señor. La intempestiva muerte de Emma Parker (en esta película el plano detalle del sufrimiento no es ajeno) abre una crisis adentro del clan, literalmente, dominado por Frank (Bill Sage) quien con puño de hierro cría a sus hijas adolescentes: Iris (Ambyr Childers), quien se tiene que hacer cargo del pequeño Rory (Jack Gore) ante el fallecimiento de su madre, y Rose (Julia Garner), con una mirada penetrante, gesto exageradamente adusto y una actitud muy adulta que no condicen con sus 14 años. En este filme todo se remarca, subraya doble, para evitar malos entendidos Si se ve la imagen de un cordero muerto, no será casual, se estará ante eventuales víctimas. Físicas y psicológicas, componentes que van de la mano durante todo un metraje regido bajo la palabra de Dios. Como si desde el más allá el destino familiar está digitado y deba cumplirse a cualquier precio. La película, basada en Somos lo que hay (una producción mexicana del 2010 del director Jorge Michel Grau), tiene una esencia de thriller que se monta al suspenso del comienzo, donde habrá que entender el porqué del temprano final de la señora Parker debido a unos espeluznantes temblores, con sangrado incluido. Ritual sangriento muta hacia lo policial y posee escamas aventureras. Así, este filme pasea por los rincones (y mazmorras) de una tenebrosa vivienda y el raid por descubrir el origen de una serie de desapariciones. Y en esa división de géneros, pierde fuerza el argumento y las imágenes nocturnas -inquietantes en un principio- luego se licuarán dentro de una inapropiada banda de sonido (música country, un tedioso piano), lo que desdibujará la tensión de un filme que busca salvarse con una misteriosa enfermedad que tiene una repugnante causa. Para disfrutar del filme hay que enfocarse en las niñas y las peculiares costumbres alimenticias de los Parker. Ellas son como fantasmas, que acatan y casi nunca se opondrán a su padre. En ese “casi”, está la diferencia. El germen de la violencia. Y raíces de sus hábitos.
El terror está en estado de gracia Detrás de una historia pequeña con un título genérico se esconde una auténtica perlita hecha a puro oficio e inteligencia. Lo que empieza como un melodrama rural sureño se convierte luego en una película tan perturbadora como enigmática. El 2013 ha sido benévolo con el cine de terror. Esto último dicho no sólo por la buena performance en taquilla de sus distintos exponentes, sino también en términos de calidad. Desde los respetuosos y rigurosos trabajos de James Wan en El conjuro y La noche del miedo 2, pasando por la plena autoconciencia de las dos Crónicas del miedo y Cacería macabra, la gallina de los huevos de oro del cine norteamericano actual sigue empollando y amplificando el abanico de exploración. En ese contexto, Ritual sangriento sintomatiza ese estado de gracia a la vez que opera como el punto más alto del año. De éste y también de los últimos, por qué no. La del tal Jim Mickle es una de esas películas pequeñas y de título genérico bajo la cual se esconde una auténtica perlita hecha a puro oficio e inteligencia, que sabe dosificar la información, que no le toma el pelo al espectador con una vuelta de tuerca mágica ni cosas por el estilo y que jamás confunde efectismo con efectividad. Es, entonces, una película que asusta –y perturba– en serio. Remake de la reputada ópera prima del mexicano Jorge Michel Grau Somos los que hay, Ritual sangriento empieza como un híbrido entre thriller y melodrama rural sureño en la línea de Jeff Nichols, con un padre (Bill Sage, extraordinario), dos hijas y un hijo padeciendo la sorpresiva muerte de la madre entre silencios y dolores no manifestados. Sobre todo en el caso del patriarca, que mira de reojo a todo aquel que se arrime a su puerta para contenerlo. Aunque en realidad su laconismo quizá tenga otros motivos, ya que apenas un par de horas después del deceso ataca a una jovencita en una ruta. O al menos eso parece: Mickle opta por no develarlo de entrada. Claro que si se tiene en cuenta que la acción transcurre en un pueblo aquejado por la desaparición de varias chicas, la vinculación entre ambos hechos es inevitable. “Sólo desearía ser como todas las demás”, le cuchichea una de las chicas a la otra. “Bueno, no lo somos”, le responde. Que esto ocurra llegando al primer tercio del film habla de un guión poco apresurado por develar sus cartas, poniendo el tempo narrativo al servicio de la historia y no al revés. “Dios nos eligió para ser así”, justificará el padre en algún momento, embalsando definitivamente el potencial melodrama en ciernes y abriendo el terreno al misticismo del que habrá apenas comentarios casi al pasar, ubicándolo como un factor de implosión latente. Así, en plena época de un cine apegado a lo explícito y lo visible, Ritual sangriento apuesta a lo siniestro como factor subrepticio, intrafamiliar y asentado en el peso de lo arraigado –atención a la preponderancia del legado histórico–, erigiendo un universo constantemente tensionado y cada plano más gris, mimetizándose con el cielo encapotado. Otro poroto a favor, en este caso para la fotografía de Ryan Samul. A medida que avance el relato, siempre traccionado por una seguridad insoslayable en su materia prima, una vecina (Kelly McGillis, casi treinta años después de Top Gun) empezará a sospechar que algo no anda del todo bien puertas adentro. Lo mismo que un joven policía, que por si fuera poco le tiene ganas a la hija mayor, y el médico del pueblo, padre de una de las chicas desaparecidas. Todos ellos, junto a la familia, llegarán al desenlace más desesperante de los últimos años, cabeza a cabeza con el de la desaforada Killer Joe. Pero si allí lo implosivo se liberaba en una fellatio a una pata de pollo, aquí lo hace en un tono aplacado, develando lo oprimido con una lógica respetuosa de todo lo previamente construido. Silenciosa, aterradora y enigmática, hecha con más neuronas que cálculo, Ritual sangriento llega justito después de Navidad. Nunca es tarde para sumarla al arbolito.
Es claro, un filme de horror, de tono independiente, con un cuidado sentido de la estética, pero sobre todo de la construcción narrativa y el desarrollo y perfil de sus personajes. Lejana a las típicas películas del género que llegan a la cartelera nacional, es una cinta con gran peso dramático, un buen manejo del fuera de campo, las miradas y los diálogos con doble sentido, que recién en el climax logra niveles que la acercan al horror cinematográfico mas convencional, secuencias que requieren de espectadores valientes, en un final inolvidable que nunca pierde su impronta original.
Una de terror bien hecha. La tensión, el ambiente, la buena dirección de actores, el clima de suspenso bien llevado y un final desaforado. La historia de una familia muy normal, de apariencia bucólica que, arrastrada por un interpretación muy particular de sus creencias religiosas, esconde un terrible pecado. Mantiene la tensión aún cuando el espectador accede a verdades reveladas.
Un ritual sangriento y demasiado pretencioso Esta remake de un film mexicano ("Somos lo que hay", de Jorge Michel Grau, 2010, que aquí no vimos en los cines y ni siquiera en DVD) está realmente bien filmada, y extremadamente bien actuada. El único problema con "Ritual sangriento" es que se toma demasiado en serio, casi como si el director no fuera conciente de la naturaleza y el género de su película, y en cambio estuviera convencido de estar dedicando una tragedia shakesperiana, pero con detalles más gastronómicos. Además de resultar un poco pesado y fuera de lugar, el tono pretencioso y el montaje más denso que tenso son los principales problemas de este interesante "Ritual sangriento". Más allá de que hay buenas ideas, finalmente esto no es más que una imaginativa derivación de "La masacre de Texas" y todas las variantes de películas sobre familias extremadamente disfuncionales. Y por otro lado, es sólo otra remake estadounidense de una película mexicana. El argumento merecía ser contado con más atención a los resortes propios del género. Así y todo, la verdad es que esta historia sobre una familia que no piensa abandonar las extrañas tradiciones impuestas por sus ancestros es una pesadilla realmente interesante. Lo mejor del guión es hacer que una temporada de lluvias catastróficas amenace con poner en evidencia las aberrantes costumbres del clan. Hay momentos realmente fuertes a todo nivel a veces se hacen esperar demasiado-; la música es notable y, entre las muchas excelentes actuaciones, hay que destacar a Michael Parks el actor de culto encarna a un torturado personaje escrito a su medida-. En el elenco sorprende la resurreción de Kelly McGillis, la beldad ochentista de "Testigo en peligro" y "Top Gun", que obviamente aquí cuesta reconocer, no sólo por el paso del tiempo sino por las características de su personaje. Pero la gran actuación de "Ritual sangriento" es la de Bill Sage como el psicópata dedicado a mantener las tradiciones familiares aunque llueva y truene. "Ritual Sangriento" es la remake estadounidense de un film mexicano del 2010.
Todos a cenar! Los Parker son una familia bastante reservada, viven en un pueblo pequeño donde la humedad y la lluvia parecen ser parte de la vida cotidiana. Al morir la madre, el patriarca de la familia (Bill Sage) hace responsables a sus dos hijas mayores, Iris y Rose, (Ambyr Childers y Julia Garner) de continuar con una oscura tradición familiar que incluye un ritual muy sombrío. El padre es un hombre estricto que simplemente mantuvo las antiguas tradiciones como si de ello dependiera el bienestar de la familia, sin nunca preguntarse por qué. Pero para las hijas la situación es diferente, tienen un poco más de contacto con el mundo exterior y sospechan que se puede vivir de otra manera. Se debaten entre la obediencia al padre y el dolor y la repugnancia de seguir con tan terribles costumbres. Si bien el ritual es bastante macabro, la película no contiene excesivas escenas sangrientas, sino que a través de un relato lento y muy denso nos muestra las perversiones de las personas aparentemente normales, los rituales impuestos por la familia, las tradiciones que impone el más fuerte y que el más débil no sabe como romper, el miedo a lo que sucedería si la tradición se interrumpe. Mientras la policía encuentra pistas extrañas, y las chicas se debaten entre proteger a su hermano menor y romper con la tradición familiar u obedecer al estricto padre, se va generando un clima tenso, que explota en un final imprevisible. Con buenas actuaciones, y una estética oscura, que refleja lo que hay en el interior de los personajes, esta historia, un tanto lenta por momentos, genera un excelente clima de tensión, y suspenso.
Suspenso antropológico Ritual Sangriento (We Are What We Are) de Jim Mickle es una remake de un film mexicano del 2010 llamado Somos lo que Hay (que aclaro no ví, pero que deseo ver pronto). La cinta cuenta con elementos góticos dentro de un ambiente sureño. Si es necesaria una referencia, puedo decir que a pesar de sus diferencias me recordó mucho a Frailty, gran película del 2001. El film narra la decadencia de una familia que practica una tradición ancestral bastante macabra. Es interesante el tratamiento en el ritmo interno de cada cuadro como también el pulso que éste toma en relación a los planos subsiguientes. El trabajo de montaje le da mucha contundencia a la creación de los ambientes y sumándose a una impecable fotografía logran crear una sensación de atemporalidad elogiable. El terror que suele buscarse en las locaciones en las obras que coquetean con referencias góticas (castillos, casas antiguas, etc.) es transferido al núcleo familiar como espacio fílmico. Poco se sabe sobre las distribuciones de la casa en donde se narran los sucesos, tampoco del pueblo o los campos aledaños. La construcción espacial se traslada al espacio formado por las distancias de cada integrante de la familia entre sí y respecto a una ausencia que será la que obligue a reelaborar el “Rito” para no perderlo. Ritual Sangriento usa el suspenso para proponer un interesante acercamiento a la construcción mítica y el desarrollo de la praxis ritual. La película habla sobre el establecimiento de un hecho, tan singular y potente en el linaje familiar, que fue mitificado por posteriores generaciones. Como toda construcción mítica el hecho debe ritualizarse para mantener su carácter dinámico y sobrevivir. Parte de la naturaleza del Rito es mutar alejándose inevitablemente del hecho histórico que le dio origen. Estas transformaciones son las que lo ponen constantemente en crisis y estas crisis a su vez son las que le permiten sobrevivir al paso del tiempo. La película recurre a las acciones de los personajes externos a la familia tanto como sea necesario para la construcción clásica del suspenso; sin embargo, la narración busca resguardo sistemáticamente en ese núcleo hermético que forman los Parker y en esa lluvia que lejos de venir a purificar pone en evidencia la necesidad de renovar una práctica ya agotada. En el final será necesario establecer un nuevo hecho (aún más potente y simbólico) que será a su vez mitificado y nuevamente ritualizado asegurando la conservación de la tradición. Ritual Sangriento no podría haberse estrenado en una fecha más acorde dadas sus características. El film constituye una grata sorpresa por la excelente utilización de los recursos expresivos al servicio de un argumento intenso.
El plato preferido de los Parker Este film de Jim Mickle es de "terror canibalístico", ya que una familia poco convencional se sumerge en el dolor ocasionado por una muerte. Climas, planos extensos y aires a los mejores exponentes de décadas pasadas. La mesa está siempre bien servida en la casa de la familia Parker, el padre, dos hijas y el pequeño hermano que cargan con la reciente muerte de la mamá. Parece que la comida proviene del sótano de una casa gris y sin colores fuertes, dirigida por un padre luterano y ultracreyente, que actúa con mano dura y mirada controladora a sus tres hijos. Una película como Ritual sangriento, dentro del terror canibalístico, resulta interesante no sólo por aquello que muestra sino también porque se aparta de ciertas reglas genéricas de los últimos años. Probablemente la narración retarde los momentos álgidos –que no son tantos, pero que aparecen en la segunda mitad–, dedicándose a describir a una familia poco convencional, buceando en los rituales de un clan sumergido en el dolor ocasionado por una muerte. En ese segmento, Jim Mickle cuenta sin demasiada prisa la extraña convivencia de un grupo que alarma al resto de los habitantes de un pueblo que parece salido de un cuento infantil en versión asordinada y rigurosamente descriptiva, donde los personajes susurran en lugar de enfatizar sus pesares familiares. Son esos momentos en que Ritual sangriento parece un film de los años '70, inclinándose por la descripción de caracteres y de pequeñas situaciones, sustituyendo al trazo grueso y el efecto gratuito. Pero como siempre ocurre, un intruso –el pretendiente de una de las chicas– actuará como detonante de la historia, convirtiéndose en el plato preferido de la familia Parker. Ritual sangriento es una película de climas, de planos extensos que no necesitan del movimiento frenético de la cámara, donde el tiempo parece suspenderse por los hábitos de una familia nada normal. La permanente vigilancia de papá Parker, el llanto interior de las dos hijas y la mirada resignada del pequeño de la familia, junto a una puesta en escena que elige la voz tenue antes que el gritito histérico que identifica al género en su vertiente teen, convierten a la película en una bienvenido ejemplar demodeé, acaso no definitivamente logrado, pero que recuerda a los mejores exponentes de décadas pasadas. Un plus: la presencia secundaria de Kelly McGuillis, aquella musa de los años '80 de Reto al destino.
Jim Mickle es un cineasta independiente nuevo que viene sorprendiendo en estos últimos años con sus producciones de terror. Esta es la primera película de él que se estrena comercialmente en Argentina. Hace poco hizo Stake Land (2010) uno de los mejores filmes de vampiros que se estrenaron el último tiempo y recomendé hace unos meses en mi blog. La película se destacó por la calidad de la realización y las actuaciones del reparto, además de devolverle la dignidad perdida a los vampiros. Con Ritual de sangre volvió a trabajar el terror con un enfoque diferente. En este caso presentó una historia de familia de caníbales donde el horror impacta por el realismo que propone el relato. Es decir, psicópatas como los que aparecen en este film existen en el mundo y cada tanto son noticia cuando se da a conocer algún hecho macabro relacionado con gente desquiciada que secuestra y tortura gente. Con esta película sucede lo mismo que con Stake Land. Nos encontramos con una producción impecablemente filmada que tiene su principal virtud en el trabajo de los actores que es excelente. Los tres protagonistas, Bill Sage (Preciosa), Ambyr Childers (Ther Master) y Julia Garner (Las ventajas de ser invisible) sobresalen en sus roles y son los que hacen que la historia se vuelva atrapante. Es raro destacar en estos días un film de terror por las actuaciones de los protagonistas,pero en este caso fueron un elemento clave dentro de esta propuesta. La avejentada Kelly McGuillis (Top Gun) quien había aparecido en Stake Lan acá volvió a trabajar con el director en este proyecto con un rol secundario. Ritual sangriento tiene sus momentos violentos con alguna dosis de gore, especialmente hacia el final, pero el fuerte de película es la tensión que se genera entre los personajes principales. Dentro de este género creo que califica entre lo mejor que se estrenó este año y me parece que vale la pena su recomendación.
Después de una etapa en donde los falsos documentales con inquieta cámara en mano ya nos estaban cansando con su falta de originalidad y pocos recursos, este 2013 parece haber sido la reivindicación del terror en todos sus aspectos. Ya en la primer semana de Enero se estrenaba, producida nada menos que por Joss Wheldon, esa joyita que fue "The cabin in the woods", sin dudas una de las mayores sorpresas del año. Luego vendrían "Mamá" del Argentino Andy Muschietti, el regreso de James Wan con la muy buena "El conjuro" y la no tan lograda secuela de "Insidious" y hace poco, llegaba una nueva heroína en "You're the next". Sin ser menos y como broche de oro para cerrar este año dentro del género, llega el estreno de "Ritual sangriento" (We are what we are). Si bien es la tercer película que dirige Jim Mickle, al mismo tiempo es la primera de difusión masiva y que llega a nuestro país ya que las anteriores "Mulberry Street" (2006) y "Stake land" (2010) no fueron estrenadas aquí. Remake de la exitosa ópera prima del mexicano Jorge Michel Grau "Somos lo que hay", el mayor acierto de esta adaptación es tomar la idea del film original y cambiar prácticamente por completo el resto de la historia, ya que excepto la escena inicial, lo que sigue se desarrolla de forma totalmente diferente, cambio de roles incluidos. El término "canibalismo" a lo largo de los años ha sido objeto y causante de innumerables producciones clase B que no hicieron más que bastardear el género con típicas historias de adolescentes perdidos en medio de un bosque huyendo de hambrientos y deformes depredadores de carne joven. Era hora de que más allá del doctor Lecter, alguien se lo tomara en serio y nos trajera una trama interesante y con muy buena dosis de suspenso más que de terror, porque más allá de la tremenda escena del final, es el manejo de los climas y la tensión, el punto fuerte de esta adaptación. De la historia, de la cual conviene no adelantar mucho, solo voy a decir que tras la repentina y extraña muerte de su esposa, Frank Parker (Bill Sage) queda al cuidado de sus tres hijos, las adolescentes Iris y Rose (Ambyr Childers y Julia Garner) y el pequeño Rory (Jack Gore), a quien en ocasiones su padre lo deja al cuidado de su vecina Marge, interpretada por una irreconocible y un tanto avejentada Kelly McGillis. Si bien la acción transcurre en un pequeño pueblo donde todos se conocen, llama la atención la desaparición de algunas personas, de las cuales la policía local nunca encontró rastro alguno. Luego de realizar la autopsia a la esposa de Frank, el doctor Barrows (un muy buen Michael Parks) descubre que la difunta sufría de una enfermedad similar al parkinson causada por el consumo de carne humana. Un dato no menor es que la misma hija del doctor es una de las personas desaparecidas. Siguiendo algunas pistas no tardará en darse cuenta de que todas conducen a la casa de los Parker y buscará apoyo en un joven e inexperto oficial, el mismo que siente cierta atracción por una de las hermanas. En comparación con la versión original, el hecho de que en esta ocasión sean menos personajes, vuelve al relato más intimista y ayuda a crear mayor tensión que en su predecesora, en la cual algunas subtramas desdibujaban un tanto el interés. En lo técnico, la fotografía y la música aportan y mucho. Sin dudas, el género se despide de este 2013 de la misma manera en que comenzó, con un muy buen exponente. Queda desear que el 2014 que comienza sea igual de fructífero que este.
(Anexo de crítica) “Somos lo que comemos” dice el cartel de “Ritual Sangriento”(Estados Unidos, 2013) de John Mickle, remake del filme mexicano “Somos lo que hay”(2010), pero ¿qué pasa cuando no queremos ser lo que comemos? O cuando necesitamos cambiar el rumbo de algo que transforma nuestras vidas en un callejón sin salida. Este es el punto de partida de una película pequeña, siniestra y poderosa, que cuenta la vida de los Parker, una familia con un extraño ritual alimenticio que se cumple todos los años para el “día de los corderos”. En ese rito, que comienza con una preparación de varias semanas antes, en las que no pueden ingerir frutas y cereales, por ejemplo, van ajustándose para la cena triunfal en la que comparten un plato de comida cuyo principal ingrediente es carne humana. Sin contar muchos detalles, para que puedan ir y sorprenderse con cada uno de los giros que Mickle tiene preparados para los 105 minutos del filme, en esta sangrienta familia Ingalls, hay un padre (Bill Sage) que tras la muerte de la madre (Kassie Wesley DePaiva) quiere que el ritual anteriormente mencionado se siga cumpliendo. Sus hijas mayores Rose e Iris (Julia Garner y Ambyr Childers, respectivamente) tienen algunas dudas sobre mantener viva la tradición ancestral, que, como se va contando a lo largo del metraje, mucho tiene que ver con una hambruna acontecida circa 1700. Hay otro Parker, Rory (Jack Gore, visto recientemente en The Michael J Fox Show), quien con su corta edad aún no comprende la situación que se vive en su casa puertas adentro. Una fuerte inundación comenzará a dar indicios sobre lo que pasa en la morada Parker y así, uno a uno (comisarios, vecinos) deberán ser eliminados para continuar con el “Ritual Sangriento”. Un inicio con planos detalles de la naturaleza y principalmente del agua (elemento que puede “limpiar” todo) y la creación de un clima opresivo, ominoso e intrigante, hacen que “Ritual…” tenga una intensidad para verla agarrado a la butaca. Las jóvenes protagonistas quieren ser como los demás, pero no conocen otra manera de relacionarse con el mundo, de hecho, la vecina que tanto los ayuda, interpretada por una irreconocible Kelly McGillis (“Top Gun”, “Acusados”), empieza a sospechar algo cuando atendiendo al pequeño Rory, éste le da un mordisco en un dedo. Iris y Rose quieren ser chicas comunes, poder enamorarse, ir a la escuela, pero sus padres con sus extrañas costumbres hacen que ellas no puedan tener una vida tranquila. La brutalidad y rusticidad del patriarca, que intenta evitar el contacto con, por ejemplo, la medicina, “va a sudar la enfermedad y va a estar bien”, contrasta con la exigencia del cumplimiento con un ritual que es puesto en duda por las hijas a medida que la fecha del ritual se acerca. Igualmente no es el único rústico de la película, hay un trabajo que realiza el director sobre la simpleza de los personajes y el pueblo en el que viven destacándose el Doctor Barrow (Michael Perks), otro de los que empieza a sospechar que hay algo raro en la casa Parker, y que en el momento de empezar a investigar la muerte de Emma Parker, en vez de “googlear” una enfermedad, la sigue buscando en sus viejos libros de medicina. Película con muchos silencios, con imágenes oscuras y que tan solo en los espacios abiertos y públicos toman luminosidad (y en muy pocas ocasiones), la compasión que se genera por el trío de hermanos a medida que avanza el metraje es enorme hasta el punto que da ganas de invitarlos a un McDonald’s a comer una hamburguesa. Lograda tensión y suspenso.
De no ser por el explícito titulo Ritual Sangriento que recibió en nuestro país, We Are What We Are podría haber guardado la sorpresa de su trama bajo un manto de sugerencia, en ese lema intrigante y misterioso que significa su título original: Somos lo que somos. Surgido desde los bajofondos del indie internacional, el americano Jim Mickle viene haciéndose de un nombre, sobre todo con su historia mínima de vampiros Stake Land, película que no tuve el agrado de ver pero que cosechó buenas críticas en los festivales donde circuló. Aún sin haber visto sus dos anteriores creaciones, uno puede apreciar el porqué de su fama. Mickle es un detallista, anteponiendo una historia suntuosa y personajes dimensionales por sobre el efectismo barato del género, lo que convierte a cada uno de sus proyectos en algo digno de tener en cuenta a la hora de buscar frescura en la aridez del horror. Por cada momento lento y por cada minuto que la película se toma para construir a los personajes y sumergir al espectador en el desolado y húmedo paraje donde tiene lugar la acción, el resultado final de tal construcción bien lo vale. La implosión de una familia agobiada por el yugo patriarcal al que se ve sujeta desde hace años, sumado a una malsana costumbre que data desde sus ancestros, son condimentos especiales para un desarollo en espiral descendente para los integrantes de la familia Parker. Cada uno de ellos tiene su momento apropiado y su línea argumental que seguir, y todos cumplen su rol con propiedad y peso, en una solidez en conjunto abrumadora. Cabe destacar que las jóvenes hermanas Iris y Rose, interpretadas por una fantástica Ambyr Childers y una ascendente y suave Julia Garner respectivamente, acaparan la atención durante la mayor parte del metraje, en una lucha interna y personal que las empuja hacia diferentes lugares oscuros de su propia psique. Grandes actores las rodean en roles secundarios, como Kelly McGillis como su comprensiva vecina Marge o Michael Parks como el afable doctor del pueblo, pero secundarlas con buenos papeles complementarios ayuda a las jóvenes a pulir aún más sus contradictorios personajes. Horror gótico americano en su más puro estado, We Are What We Are demuestra que no todo el cine de género es una fórmula gastada, y que hasta puede producir más de una sorpresa. Filmada de una manera lacónica y por demás bella, dejará más de una problemática sobre el rol de la familia y la obligación para discutir luego de terminada. Y dejar pensando al espectador nunca es malo.
La ignorancia es una bendición Ritual sangriento (que en inglés se llama We are what we are, algo así como Somos los que somos) es la versión norteamericana de la película mexicana de 2010 Somos lo que hay, dirigida por Jorge Michel Grau. Para terminar el año con la mayor sinceridad posible, este crítico quiere confesar que no vio la película mexicana, por lo cual lo anterior es sólo un dato anecdótico que sirve nada más que para no ningunear el verdadero origen de esta historia, que por otra parte es bastante buena. Este 2013 ha sido un año de aislados aciertos para el cine de terror: tenemos la excelente remake de Posesión infernal de Fede Alvarez, y dos intervenciones de James Wan en el circuito comercial, con la buena El conjuro, y la un tanto más irregular La noche del demonio 2, además de la simpática e intrascendente El último exorcismo 2. Esto en medio de una catarata de cosas fallidas e infladas como Mamá; porquerías como Ausencia; el innecesario estiramiento del uso de la cámara en mano proporcionado por las Crónicas del miedo 1 y 2; esa secuela absurda que es La masacre de Texas 3D, que se encarga de subrayar todo el tiempo las tetas de Alexandra Daddario; y también la absolutamente absurda Cacería macabra. Pero a Ritual sangriento la podemos ubicar entre las primeras. No vamos a encontrar nada nuevo en el argumento pero sí algo bien propio del género: es la historia de una familia de caníbales oculta en un pueblo olvidado de la América “profunda”. Podemos decir que si un 1% de lo que sucede en las películas de terror que transcurren en el sur olvidado de Estados Unidos sucede en la realidad, debe ser más agradable pasar un fin de semana en Termas de Río Hondo con Etchecolatz que pasear por aquellos páramos. Chiste aparte, el primer gran acierto de Jim Mickle es adaptar la historia a Estados Unidos de manera tan orgánica que así como está contada no podría suceder en otro lugar. Luego, el director hace una excelente lectura del registro que tiene que utilizar, por lo cual Ritual sangriento es en principio una tragedia clásica, y también un drama intenso que se apoya en la solidez de las actuaciones de sus protagonistas, sobre todo de Ambyr Childers y Julia Garner, que tiene una mirada cuanto menos perturbadora. Entonces Ritual sangriento se acerca más a la excelentísima Lazos perversos que a La masacre de Texas o a Despertar del Diablo (si no me creen comparen los pósters, son idénticos). También hay que decir que el resto de los personajes no tienen los matices de los protagonistas y sí parecen sacados de los estereotipos del género. La madre, el sheriff, el novio de una de las chicas, la vecina y hasta el médico (personaje importante que es quien pone en movimiento al guión) son más bien esquemáticos y predecibles. Y ya que estamos dentro de las pocas negatividades de este film, mejor mencionamos la absurda insistencia de Mickle en incluir diálogos en referencia al título y el conflicto de la historia. Tenemos a los personajes preguntando demasiadas veces por qué son como son o afirmando que son esto que son, lo cual es innecesario y sorpresivamente grueso para la sutileza que maneja el resto de la película. Pero volvamos con un punto positivo: el final es de una intensidad mayúscula. Habiendo dicho esto vamos ahora a hacer nosotros referencia al título de esta crítica, La ignorancia es una bendición. Uno de los principales temas que se desprenden de la trama es acerca de las creencias y las tradiciones ligadas a ellas. Una verdad que resuena en aquel chiste de hace un par de párrafos acerca de la América “profunda”, es que en el interior olvidado de los países existe, aún muy arraigadas, tradiciones, cultos y creencias, que en gran parte son reservas culturales pero que también contienen algún porcentaje de prácticas despreciables, hijas de la ignorancia y la persistencia absurda sólo por el valor histórico, como en el caso del toreo. Una de las cosas más terroríficas de Ritual sangriento es que nos muestra a Frank (Bill Sage) aferrándose descarnadamente (nunca mejor dicho) a su creencia porque es un hombre demolido, y ese es su único sostén existencial, eso que hace es lo que es, como claramente afirma una y otra vez esta película. A este crítico, que adhiere a un ateísmo de fast food, le asustan mucho ese tipo de personas. La ignorancia es una bendición (con toda la connotación religiosa de esta palabra); la ignorancia es felicidad dice un temazo de los Ramones; “hay cosas que no queremos saber” grita Flanders en un excelente capitulo de Los Simpson; la ignorancia puede ser una horrible tragedia, tal y como lo cuenta Jim Mickle en su buen Ritual sangriento.
Canibalismo soft Hasta hace unas décadas el canibalismo parecía ser un tema destinado a los antropólogos. La famosa invención hollywoodense de un personaje como Hannibal Lecter, caníbal elevado a caballero inglés supuestamente dotado de una inteligencia suprema, popularizó el interés por el tema. De ahí en adelante, cada tanto, se ve algún filme que retoma esta perversión casi universalmente interdicta. Ritual sangriento es una película caníbal no sólo por su tema, sino porque se trata de una ligera canibalización de Somos lo que hay, del mejicano Jorge Michel Grau, que, al igual que el filme de Jim Mickle en 2012, alcanzó su reconocimiento mundial en la Quincena de los Realizadores en Cannes 2010. En esta versión estadounidense hay cambios significativos: la familia de caníbales no vive en una gran ciudad sino en una cabaña en un bosque. No es el padre el que muere al principio del relato sino la madre. Y la gran diferencia es que Ritual sangriento no pretende funcionar, algo que sí pasaba con la mejicana, como una alegoría de la descomposición moral de la sociedad y el fin del contrato social. A Mickle parecen interesarle solamente la dinámica familiar y la metáfora religiosa. Todo empieza con la muerte de la madre en la vía pública. La autopsia traerá sorpresas y una sospecha. Un investigador, cuya hija fue secuestrada y permanece desaparecida, no tardará mucho en asociar datos y formar una hipótesis. Tal vez los tres huérfanos y el reciente viudo no son solamente víctimas. A medida que avanza la investigación, y crece la tensión, la familia debe alimentarse y cumplir con un rito antiguo denominado "El día del cordero". Dios lo exige, el padre lo recuerda y lo ordena, los hijos acatan. Ver a la familia reunida en la mesa a punto de disfrutar un guiso de homo sapiens no es justamente una postal navideña, pero el carácter sagrado de la cena es escalofriante. La fuerza del filme reside en la circunspección de los personajes, el registro de sus vínculos y la contención precisa para desatar la violencia prometida en estadios sucesivos y en parte impredecibles. El clímax seco y sangriento del desenlace justifica la existencia de la película y habilita una lectura tanto psicoanalítica como teológica. Terror minimalista y atípico: basta observar las decisiones de luz y el trabajo de cámara para entender que este filme no pertenece al baño de sangre ortodoxo que exigen los imperativos de la industria. Su virtud es justamente su problema: ¿quién es el espectador de un filme de terror sin excesos?
Esta es una para los amantes del cine de suspenso/terror. Una remake de la película mexicana "Somos lo que hay", que funciona muuuy bien. Algunas remakes han sido totalmente olvidables, pero otras, y es este el caso, son para aplaudir. ¿Te queres asustar? Te vas a asustar (la pase mal por momentos), ¿queres suspenso al límite? Te va a volver loco/a. Una gran peli dónde vas a ver muy poca sangre, pero que te aseguro te va a hacer vivir momentos que no experimentaste con otras pelis. La verdad que vale la pena, siempre y cuando te gusten las pelis de terror.
En 2011 llegó a mis manos un DVD con una película mexicana llamada “Somos lo que hay” (2010). Nunca estrenada en Argentina, y por lo que sé, tampoco en muchos otros países fuera de México, cuyo comienzo era demoledor. Una mezcla de terror con crítica social a lo George Romero. Un hombre sucio, en estado de abandono (se adivina también maloliente) está caminando cual zombi por los pasillos de un shopping. Se pega a una vidriera de maniquíes femeninos, balbucea algo para luego dar unos pasos más y desplomarse en el piso, no sin antes vomitar algo desagradablemente verdusco. El hombre muere. Plano cenital desde el techo del shopping: Dos guardias se acercan, arrastran el cuerpo que deja una estela del líquido vomitado. Viene el personal de limpieza, trapea el piso y se va. Luego vemos un par de chicas con bolsas de ropa cara caminando sobre el mismo lugar donde todo ocurrió. La clase alta pisoteando a la de menores recursos. A semejante comienzo le seguirá una historia que nunca podrá ponerse a la altura de lo visto en ese par de minutos, pero sí resulta interesante cuando roza el absurdo. Quedan la madre, dos hijos adolescentes y una nenita. La familia incompleta que guarda un terrible secreto. “Ritual sangriento” está sólo inspirada en la anterior. Toma los elementos con los que se construyó a aquella familia, cambiando hijos por hijas, además del progenitor que muere al principio, abandona toda pretensión de crítica social, y por último destierra el absurdo, y con él, el humor. Apenas se usa una carcasa del guión de Jorge Michel Grau, al cual Jim Mickle y Nick Damici transforman en un relato lúgubre, melancólico y misterioso. Decíamos. La madre, muerta en circunstancias extrañas en una comarca que se caracteriza por las desapariciones de jóvenes chicas y por estar siempre nublado o lloviendo (la fotografía tiene grandes méritos para lograr ese clima ominoso, frío). El padre, amparado en un mandato divino anda con ánimos hostiles hacia vecinos (¡qué vieja está Kelly McGillis!), e hijos a los cuales somete a comer carne de la que no se compra en la carnicería. Las dos hijas son las que, a partir de conocer el secreto, bifurcan las acciones para un lado bueno o malo según como se mire. De este modo, la narración va creciendo en tensión y suspenso dejando algunas hilachas para que el espectador vaya suponiendo de qué tela esta hecho el manto de incertidumbre latente con el que está cubierto casi todo el film. Además de la fotografía y una buena compaginación, es destacable el trabajo hecho con el casting por parte de Sig De Miguel y Stephen Vincent. Julia Garner (a quien vimos éste año en “El último exorcismo 2” y en “Las ventajas de ser invisible”) compone a una inquietante Rose Parker. Lo mismo sucede con Ambyr, Childers y Jack Gore encarnando a los otros hermanos. Bill Sage logra un convincente señor Parker trabajando una combinación entre “auto acuartelamiento”, cuando se siente expuesto, con explosión al momento de imponerse. La primera vez con los cuatro sentados a la mesa sirve como muestra. Aun cuando se trata de un género en el que ya todo es bastante previsible, “Ritual sangriento” se las arregla para, sin ser la mar de original, aplicar correctamente lo aprendido en la clase de guión y las reglas del juego básicas en este tipo de producciones. Para un año flojísimo en calidad de producciones de terror este cierre resulta aceptable y por qué no, auspicioso.
Esa mirada desangelada sobre una familia roída La satisfacción mayor de Ritual sangriento es la de asistir a un clima enrarecido, de crescendo sostenido, creíble, como si estuviese sucediendo cercanamente. Durante la construcción de esta armonía fúnebre, de familia puertas adentro, es cuando mejor se disfruta de esta película, otra más dentro de la práctica acostumbrada de las remakes; en este caso, a partir de la mexicana Somos lo que hay (2010), de Jorge Michel Grau. El asunto viene dado desde un asedio ancestral, de mandato familiar contenido en un diario oculto, tanto como los "monstruos" que el más pequeño cree entrever en el sótano. La madre -maldita, porque habrá de repetir lo ya sucedido- muere para que la historia sea. Para que el padre delegue la guía dolorosa en la hija mayor. Penar, abstinencia, estallidos de violencia, obediencia a Jesús. Otra hija, la del medio y más perspicaz, completa el grupo de sangre. Y qué es lo que les acongoja, lo que les impele a profundizar un ánimo caído? Lo que ya hubieron de hacer quienes le precedieron: comer para sobrevivir. Sacrificar, para ello y como acto de rigor, otras personas. De tal manera, Ritual sangriento -título engañoso, que oculta al mejor We Are What We Are, traducción literal del original mexicano- es mirada desangelada sobre una familia roída, que se carcome para perpetuarse: así es como debe ser, se dice el padre, porque somos como somos. Adoptar esta misión en quienes siguen supone el desafío mayor, mucho más que los secuestros y muertes y cenas condimentadas. En esta transición de valores, de unidad familiar, es cuando la película oscila entre el clima en el que se hunde -lo mejor- y unos pocos momentos bizarros. Cuando éstos aparecen, hay algo que no termina por funcionar, como si fuesen golpes innecesarios, casi ajenos al alma que recorre el film. De todos modos, ofician como notas de color, que salpimentan con algo de espíritu gore, que grafican lo que está dando vueltas. Una especie de compensación entre lo sonámbulo y la necesidad de vísceras sangrientas. Del grupo familiar, la que mejor expresa lo traumático del asunto es Rose, la hija del medio, interpretada bellamente por Julia Garner: palidez extrema, ojos de noche, miradas de incesto, cuidado maternal incipiente. En ella se cifra el desafío; allí es donde lo que se hace no es lo que parece. Porque en ella surge, como en nadie más, la convicción de seguir y de conservar, como sea, el núcleo bendito familiar. Es ella la guardiana, aún cuando pueda suponerse lo contrario. Julia Garner: actriz precoz, de quien no extraña sea uno de los rostros a disfrutar en la inminente secuela de Sin City, de Robert Rodríguez.
El Mandato familiar A la hora de rotular filmes a esta la podríamos clasificar entre varios subgéneros: "splatter", gore, canibalismo, horror, etc pero si hay uno que le venga de perillas es el de "Drama humano", intensa manera de desarrollar una historia que tuvo el director Jim Mickle, alrededor de una familia cuyo pilar es un padre que ha quedado viudo, con dos hijas adolescentes y uno menor. Titulado originalmente "We Are What We Are" es una remake de un film mexicano del 2010 llamado "Somos lo que Hay", y cuenta como este pequeño clan practica tradiciones históricas referidas a macabro ritual alimenticio en lo que llaman "El día de los corderos", y con el tema "corderos" no podemos olvidar que el filme en su seriedad, en su construcción, se acerca mucho a aquél ícono: "El silencio de los Inocentes (1991, Jonathan Demme) donde Hannibal Lecter hacia su práctica comparativa. Aquí en estructura, se irá descubriendo como esas chicas enfrentan la duda de seguir o no con el mandato heredado, tanto como algunas piezas irán encajando a forma de complejo "puzzle" con la investigación de un doctor lugareño (a cargo de Michael Parks) respecto a numerosas desapariciones de chicas del lugar. Que el espectador disfrutará de varios giros sorpresivos, de un intenso clima de misterio y suspenso, se da por hecho. Los cinéfilos a su vez se hallarán con la muy curiosa vuelta a la pantalla de una casi irreconocible Kelly McGillis (la chica de Tom Cruise en "Top Gun", la cuáquera de "Testigo en peligro o la defensora de Jodie Foster en "Acusados" ), que es aquí una vecina testigo de la tragedia próxima.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Basada en un film mejicano no estrenado aquí en cines ni en DVD, Ritual sangriento es una obra que combina el drama costumbrista psicológico con el terror más declarado, y en esa mixtura basa su indudable eficacia expresiva y cinematográfica. Notablemente filmada, e interpretada con talento por un elenco que integra jóvenes casi debutantes con experimentados actores adultos, el film de Jim Mickle puede atrapar tanto a cinéfilos como a amantes del más puro cine de terror. Los Parker, una familia respetable pero distante de un pequeño pueblo del sur de los Estados Unidos, guarda secretos acerca de perversas costumbres ancestrales, que mantienen a rajatabla aún después de padecer la absurda muerte de un integrante clave del clan. El patriarca, ante la pérdida de su esposa y madre de sus tres hijos, no deja de lado mandatos irrevocables, que esta vez harán sospechar a algunos doloridos e incrédulos pueblerinos. Mickle reinventa el film original, redimensionando el aspecto traumático del drama, con una estética plomiza y gris, y poniendo énfasis en climas visuales y sensoriales antes que en efectismos innecesarios. Apuesta casi todo a la narración y a la caracterización de sus personajes, logrando un suspenso que va llevando a un desenlace sustancioso y casi intolerable. El estupendo criterio en la fotografía, la música y las actuaciones terminan de dar valor a una pieza imperdible.
Este film es de esos que uno no espera. Sí, es “de terror”, pero no es puro susto y se va construyendo poco a poco, paso a paso, casi parsimoniosamente. Una familia que vive en el encierro para conservar costumbres centenarias tiene que enfrentarse con el mundo exterior. O, si usted quiere, al revés: el mundo debe enfrentar algo totalmente fuera de su experiencia, algo, sí, terrorífico. El peso de esta historia no está colocado en el efecto fácil sino en la actuación de los personajes, que poco a poco van develando un grado de locura notable. De hecho, el film, que plantea como núcleo el canibalismo, obliga a preguntarse si la paranoia o el miedo no son una locura mayor que comerse a una persona (por cierto: la respuesta es “no, tenemos miedo o somos paranoicos porque hay gente que se come a la gente”, pero durante el film tal verdad bascula y eso es lo bueno). Una pequeña y bien realizada artesanía cinematográfica sin grandes estrellas pero con grandes ideas.
We are what we eat These last few years saw a string of rather mediocre horror movies, that is leaving aside the works of Rob Zombie, such as the outstanding Lords of Salem (locally unreleased so far); James Wan’s highly inspired Insidious (unfortunately followed by a most awful sequel); or the creative short films anthologies V/H/S and V/H/S/2 — forget Carrie, the inexpressive remake, too. So it should be no surprise how hard it is to find strong shoulders for the horror genre to rest on. One (somewhat) new name that is often overlooked is director Jim Mickle, who first grabbed viewers’ attention with the clever Mulberry Street (2006), which concerns a deadly infection that breaks out in Manhattan, causing humans to devolve into blood-thirsty rat creatures. Then came Stakeland (2010), a compelling take on a vampire epidemic that has swept across the country after years of political and economic disaster. And now Mickle is behind the camera again with We Are What We Are (released locally as Ritual sangriento), a drama, a thriller and a horror film that caused some well deserved stir at this year’s Sundance Film Festival. We Are What We Are tells the story of the Parkers, an apparently wholesome and benevolent family that has always kept to themselves, and for good reason. Behind closed doors, patriarch Frank rules everyday life with a rigorous fervor, determined to preserve his ancestral customs — come what may. As a torrential rainstorm moves into the area, the matriarch of the family has a freak accident and passes away. So daughters Iris and Rose are forced to take up responsibilities that go beyond those of a typical family. Think that the most important task the girls face is putting meat on the table — but not the kind that can be found at the local supermarket. As the unrelenting downpour continues to flood their small town, local authorities begin to uncover clues that bring them closer to the secret that the Parkers have held closely for so many years. We Are What We Are is a remake of the Mexican film of the same name by Jorge Michel Grau, but it comes across as a more realistic and suave version — the original is downright sleazy, and with a pretty outrageous tone. Mickle’s remake noticeably carries along at a slow pace in its first half, so that you adjust to the environment and carefully observe this rural atmosphere and its wildly strange inhabitants. Once you familiarize yourself with the family’s habits as their back-story unravels, the film begins to kick in. This is when you start feeling immersed into an atmosphere where evil lurks waiting to take its toll. Consider this is a film that keeps it leisured pace for its most part, which tends to turn into a tension-building affair. Eventually, the pace picks up in the latter half and you are greeted with a remarkably tense ending, which serves as a pinnacle in conclusions. And here’s one remarkable trait of We Are What We Are: although there’s an element of predictability almost throughout, an edge of unpredictability is highly prevalent during the finale — and many scenes before as well. There are some wicked twists and turns along the way until the conflict hits its marvelous peak. Basically, this is one of those movies that becomes so much better than you’d anticipated thanks to the exceptional manner in which the story wraps up. Expect graphic horror, cannibalism and realistic gore bound to leave you gasping for air. What Mickle films lack in originality in the screenplay (Stakeland and Mulberry Street are also cliché-ridden) is compensated by an overall ominous feeling that conveys true horror. These are the kind of atmospheric horror films that were common in the sixties and seventies, but are now seldom made. Realism is the name of the game here, and so performances are deftly tuned as to make viewers care for the core of drama in the story, not for its ornaments. At the same time, playing the entire scenario deadly straight is some kind of a drawback (just like when Stakeland gets too serious), but the problem is not the realistic approach. It’s the insistence in making it, at times, too solemn. Something else that makes Mickles’ films stand out from the crowd (more so in the case of We Are What We Are) is how atrocious some images are, even if you never get to see all that’s going on (but you do see a lot). Instead of filling the screen with an assortment of crude, gross images left and right, Mickle opts to carefully pick a few ones, say five or six, and places them in ways that catch viewers off guard just when they thought they could relax a bit. An old, noble approach to suspense in horror, but also one that unfortunately doesn’t have as many followers as it should. And though the music isn’t striking and feels fairly bland and generic, which removes potentially greater suspense and eeriness), We Are What We Are will likely stick in your mind because of the unexpected, pulsating intensity that erupts as the it draws to its end. A scenario that’s definitely not for the faint hearted