A los pocos minutos de proyección me hizo acordar a esas típicas películas bastante malitas de ciencia ficción que suceden dentro de una nave espacial o cualquier otro lugar cerrado, donde el alien, monstruo o virus de turno empieza a hacer estragos entre los protagonistas. En este caso cambiaron...
La única razón por la cual una película como "Sanctum" consigue un estreno masivo en la pantalla grande es James Cameron, quien fue productor ejecutivo y ayudó a promocionarla. Luego del éxito de "Avatar", queda claro que cualquier proyecto que tenga asociado su nombre y la sigla 3D atraerá público a las salas. De no ser por esto, seguramente esta penosa producción habría sido editada directo a DVD o estrenada en algún canal de cable. Supuestamente "inspirado en hechos reales", este trabajo del director Alister Grierson presenta una historia de aventuras y supervivencia acerca de un grupo de buzos atrapados en una cueva submarina. Con el principal atractivo de haber sido filmada con la misma tecnología 3D utilizada en "Avatar" (supervisada por el propio Cameron), el film se apoya demasiado en este recurso y descuida todos los otros elementos necesarios para lograr una propuesta entretenida. Un relato carente de suspenso, misterio, emoción o dramatismo, sumado a las desastrosas interpretaciones de un grupo de actores desconocidos (Richard Roxburgh de "Moulin Rouge" y Ioan Gruffudd de "Fantastic Four" son las únicas caras apenas conocidas), convierten a "Sanctum" en una deslucida película que no justifica el valor de su entrada por más 3D que tenga.
El nombre de James Cameron como productor es el gran atractivo de esta película dirigida por el ignoto Alister Grierson. Un grupo de expertos buzos financiado por un excéntrico multimillonario amante de los deportes de aventura se sumerge en una cueva submarina de Papua, Nueva Guinea, que jamás ha sido explorada. La película -más allá de la espectacularidad de algunas de sus imágenes en 3D- apuesta como motor dramático por una relacion padre-hijo decididamente disfuncional, llena de lugares comunes y frases altisonantes. El resto es un forzado tono épico para hablar del heroismo, la fuerza de voluntad y la redención.
Básicamente, y a muy grandes rasgos, tengo la creencia de que hay dos formas de ver una película como esta. La primera responde al rasgo o parámetro más crítico, analizando y teniendo en cuenta los caracteres ideológicos que la componen, buscando lo que hay más allá de la archiconocida historia del grupo de sobrevivientes que ante una situación crítica se las rebusca para sobrevivir, dejando de lado el galopante, empalagoso y publicitado 3D que acompaña el título y aprovechado por la película misma para, además, hacer gala de su principal impulsor, James Cameron, buscando al mismo tiempo tapar, quizás, el hecho de que su propio director es rotundamente desconocido, la pobreza del argumento, del elenco, de los diálogos y de todo lo que forme parte del contenido fílmico. Por otro lado, una segunda lectura posible sería olvidarse por completo de la primera, inmiscuirse totalmente en el goce más absoluto por los efectos visuales, aceptar sin tapujos las delicias del 3D y dejarse llevar por la enorme cuota de sensacionalismo extremo, tropezones, ahogos, cuerdas que se rompen, rocas que se desprenden, sacrificios rapiditos, clisés y gags típicos del género en cuestión. El problema central es que esto realmente implica un esfuerzo muy grande. Sí, realmente... Por mi parte, tengo que reconocer que si bien sabía perfectamente que la mejor manera de verla se encontraba del lado de la segunda, no pude sin embargo desprenderme de una primer lectura que obviaba muchas particularidades innegables. Algo que creo que siempre hay que tener en cuenta es que toda película construye en su discurso un mensaje, con una determinada ideología; y esto, por más que el film en cuestión se enmascare como el más puro y simple artilugio de entretenimiento, jamás debe ser pasado por alto. Ya de por sí arranca con Josh, un rubio modelo, recién salido de la adolescencia, tipo “cool”, sonriente, simpático, musculoso, macanudo, de todo menos actor. El chico en cuestión tiene ciertos problemas con su papá, el jefe de buzos que comanda una expedición quichicientos metros bajo tierra, que entra en problemas cuando un ciclón inunda la excavación. Con lo cual se decide intentar salir “por la puerta de atrás”. Al ser necesario en estas películas que se mueran unos cuantos en el camino para jugar al “a ver quién sobrevive”, a ambos personajes los acompañan el gordito “buena onda”, (por lo visto fanático de Los Ramones), el financista aventurero que no sabe donde se mete, su novia histericona que no se quiere ni poner el traje de buzo y el infaltable negrito nativo del lugar, porque claro, dijeron los productores, somos progre y estamos a favor de la integración racial, pero ojo, que sea buenito, que ni se le ocurra decir una palabra y que se muera cuanto antes ¿eh? Cualquier similitud con Avatar es racismo puro, a secas. En el medio, además, tenemos el también conocido rasgo de la problemática familiar, donde se nos muestra rápida y verbalmente como es la relación de Josh con su padre y como ambos, al estar insertos en una situación extrema, reconcilian sus diferencias y se aceptan el uno al otro; como si el hecho de que peligre la vida de ambos fuese un requisito indispensable para que esto suceda. El viejo modelo de “la supervivencia del más apto” o de “lo nuevo reemplaza a lo viejo”, vuelve a tomar forma en esta película de formas moralmente tradicionales y burdas. A fin de cuentas, por más que el film sea inserto en las más grandes profundidades de la Tierra, su mirada sobre el mundo jamás se desprende de la superficie.
Atrapados y en riesgo total Quizás es la cuenta pendiente de James Cameron luego de haber filmado años atrás El Abismo, aunque en esta ocasión sólo oficia de productor ejecutivo. Sanctum 3D está inspirada en hechos reales y no es otra cosa que una aventura de supervivencia a cargo de un grupo de aventureros que lleva la firma del realizador Alister Grierson. Con moderna tecnología de filmación (supervisada por el creador de AVATAR) y escenas que se ven muy reales gracias al 3D, el film impulsa a los personajes a la conquista de Esa Ala, la madre de todas las cavernas, según indica la ficción. Y como asegura uno de los personajes "poner la luz donde los humanos no lo han hecho". Claro que como en toda película de aventuras, las cosas no salen como estaban planificadas: los protagonistas deben sortear varios obstáculos al quedar atrapados luego de una lluvia tropical y las peleas entre ellos no tardan en aparecer para poder sobrevivir. Mezcla de película catástrofe y atmósfera claustrofóbica, la trama no ofrece demasiados atractivos a no ser por los viajes debajo del agua; y la relación entre el hijo adolescente (Rhys Wakefield) y su padre (Richard Roxburgh) queda desdibujada y resta clima. Sanctum 3D es una película carente de suspenso a pesar de las escenas acuáticas y no transmite ni el dramatismo ni la desesperación que se espera de una realización de estas características. La sensación de peligro que se avecina sobre los personajes nunca aparece. Sólo desfilan bellas imágenes, varias muertes y conflictos que aquejan al grupo.
EL DESCENSO Filmada con la misma tecnología que "Avatar" y producida por James Cameron, "Sanctum" es una película que vale destacar todo su despliegue visual, en especial el trabajo de fotografía y la utilización del 3D como fuente dramático, pero que falla en una simple cuestión: el guión es superficial, está lleno de diálogos atroces y una carencia de creatividad y de suspenso que convierten a esta cinta en una experiencia pasajera, poco profunda y, por sobretodas las cosas, absurda e incoherente. Una expedición por descubrir caminos nunca antes vistos por el ojo humano se convierte, para un grupo de especialistas, en la experiencia más traumática de sus vidas cuando, de repente, una tormenta acecha el lugar y el mismo comienza a inundarse. Están atrapados bajo tierra, con poco aire y con ganas de sobrevivir. La primer característica que se asoma de esta película es la calidad con la que la misma fue filmada. Comenzando con unos planos vistos desde el ángulo de un helicóptero y su respectivo viaje por un frondoso lugar, la fotografía, a partir de ese momento, empieza a tener protagonismo y a ser uno de los pocos atractivos interesantes de esta propuesta. Es así como, mientras los minutos van pasando, el desarrollo de la historia va permitiendo la visión de diferentes tomas que fueron filmadas con belleza y otras que fueron creadas por computadora muy realistas y, al mismo tiempo, que mantienen un estilo monumental y rústico perfecto. Las escenas bajo el agua; los momentos claustrofóbicos entre las rocas; las secuencias de acción, en las que los personajes tienen que tratar de sobrevivir a los diferentes accidentes naturales de las cuevas y la utilización de la tecnología en tres dimensiones como atractivo principal de muchos de esos momentos, están muy bien logrados, y sin duda alguna, son lo mejor de esta película. Vale la pena aclarar que la profundidad que el 3D aquí propone es mucho mejor que la gran mayoría de las cintas estrenadas últimamente y la labor realizada con los diferentes objetos que se acercan a la cara del espectador, aunque son pocos, no están forzados y son muy naturales. Ahora bien, "Sanctum" tiene un problema que aparece ni bien la película comienza. Cuando los personajes comienzan a hablar interrumpen y empeoran el disfrute de la historia, ya que el guión posee diálogos que parecen haber sido escritos con rapidez y sin pensar, se dicen sentimientos obvios, no hay un desarrollo en absoluto del espíritu por la supervivencia que en todo momento los personajes quieren aparentar tener y, en especial, el planteamiento de las identidades de cada uno de los roles es nulo, a tal punto que no se crean emociones ni sentimientos que logren atrapar al espectador y hacerlo tomar partida por uno de ellos. Hay muchas situaciones que no tienen explicación, como la rivalidad entre el padre y el hijo o simplemente justificar con un poco mas de intensidad el objetivo de dicha expedición; son demasiados los momentos que desarrollan estereotipos y lugares comunes, la gran mayoría de los diálogos parecen haber sido sacados de todo tipo de películas y juntados aquí, formando una especie de bola de previsibilidad y clichés cansadora y tonta; no se expresan los sentimientos de cada uno de los personajes con soltura (ese final peleándose es vergonzoso) y, principalmente, no hay una intensión por hacer de esta película un film cuyo guión sea igual de entretenido y original que el desarrollo visual que propone. Las actuaciones son muy regulares, los intérpretes no lograron encontrarle la manera para que el guión pueda tornarse creíble y que sus personajes tengan emoción. La transformación de Ioan Gruffudd, en cierto momento, no solo está mal actuada, sino que es una de esas situaciones en las que el espectador no sabe cómo reaccionar, porque no se entiende; Rhys Wakefield (Josh), carece de sentimiento. Su papel es el más importante y el que más tendría que llegar al público, principalmente por los cambios internos que hace, pero no lo logra y sobreactúa en muchas oportunidades. Richard Roxburgh (Frank), está muy mal al comienzo, la rudeza de su personaje no se entiende, pero mientras los minutos van pasando, va mejorando. Cabe destacar que los principales inconvenientes de las actuaciones se deben al irregular libreto que les tocó interpretar y a los sucesivos e inverosímiles cambios emocionales que estos hacen. "Sanctum" es, junto a "Piraña II", aunque allí fue el director y aquí solo el productor, la peor película que lleva el nombre de James Cameron en su póster. Una cinta con un guión mal escrito, con un atractivo visual muy bien logrado, pero con una carencia de sentimientos y de emociones que molesta y que la convierten en una cinta previsible y poco creíble. UNA ESCENA A DESTACAR: la pelea cerca del final (el momento más ridículo de la cinta).
Abajo del mar James Cameron filmó su mágnum opus Titanic en 1997, pero pasó los siguientes diez años de su carrera en relativa oscuridad, documentando operaciones de buceo y exploraciones submarinas. Luego de su triunfal regreso a las producciones colosales con Avatar (2009), Sanctum (2010) lo ve como productor, y supone una continuación ficticia de esta pasión por las profundidades oceánicas, así como el segundo largometraje del australiano Alister Grierson. La película, “basada en hechos reales”, dramatiza una excursión de buceo del guionista Andrew Wight, durante la cual su grupo quedó atrapado en una caverna submarina, por lo que debieron navegar aguas inexploradas y hallar una salida alternativa. Sobrevivieron intactos. La dramatización, en cambio, los hace morir horriblemente uno por uno, y convierte una experiencia genuina y original en un thriller de clase B, con secuencias predecibles, actores de segunda línea y frases como “¿Qué podría salir mal buceando en una cueva?”. La frase no es ni sarcástica ni retórica, y pretende hacerse pasar por la auténtica parla de un profesional. Otra frase que nunca debería decirse ni en una película de guerra ni de desastre natural: “Algún día me casaré con esa chica”. El cabecilla del grupo es Frank Maguire (Richard Roxburgh), un buceador a quien, en un desesperado intento de caracterización, un personaje respetuosamente describe “como Colón, como Neil Armstrong”. Roxburgh ha hecho carrera interpretando villanos idiosincrásicos; el papel de protagonista llano y plano le queda chico y mal, reducido a expresiones de estoicismo genérico y sin otra carga dramática que una tensa relación con su hijo, el único (posible) gancho emocional de la película. Frank encabeza una expedición al ostensiblemente “último lugar inexplorado del planeta tierra”, una serie de cavernas submarinas de la costa australiana. Una inundación los atrapa a él, su hijo y un grupo políticamente correcto de personajes que incluye un heroico nativo, un cómico, un amoral financista y su escotada novia, cuya inclusión en el viaje trasciende todo sentido común al revelarse que no sabe bucear. ¿Puede el financista de una millonaria expedición de buceo dictaminar que no hace falta saber bucear en una expedición de buceo? ¿Puede su novia, una alpinista que ha escalado el Everest, no saber lo que es la hipotermia? ¿Puede “el Colón del buceo” explorar una kilométrica caverna desconocida sin tanques de repuesto? Inverosimilitud. Sanctum elige promocionarse como una revolucionaria y atrapante experiencia en 3D (el único formato en el que se la distribuye), y en este aspecto no miente. La película se ha rodado en estereoscópico digital, en uno de los tanques de agua más grandes del mundo, con 16 decorados sumergidos bajo 7 millones de litros. El diseño de producción despunta en su escenografía, y es capaz de canalizar todo tipo de angustia en el espectador: claustrofobia, vértigo, asfixia, temor a la oscuridad, efectos acaso pulidos por la inmersión 3D. Menos impresionante es la iluminación del mismo decorado. En una película situada bajo mar y tierra, donde el sol no llega y la luz se origina en las linternas de los personajes, resulta obvio cuando otras fuentes de luz están interviniendo del otro lado de la cámara. Esclarecen la imagen, pero rompen la ilusión delicadamente lograda. En una película con este nivel de producción, tal descuido es lamentable, y en detrimento directo del realismo. Sanctum necesita de toda la magia del 3D para distinguirse de la última o la próxima película de desastres naturales. Pronto dejará los cines. Algún día llegará a la televisión. Entonces le costará volver a despertar interés.
Sanctum es una típica película de esas que suele producir el canal SyFy que tuvo la suerte de llegar a los cines por el simple hecho que James Cameron es uno de los nueve productores responsables de este proyecto. Cuál habrá sido su labor concreta en este film es un misterio, porque no hay un solo momento en esta historia que indique que Cameron estuvo vinculado con esto. Es interesante la movida publicitaria que hicieron con este film porque te la venden como una historia del mismo tipo que hizo Titanic y Avatar pero al ver la película todo indicaría que el director solo prestó su nombre para los posters. El problema de Sanctum es que ya de por si la historia no es demasiado atractiva y fue narrada sin emoción, algo que convierte a esta producción en un bodrio, como propuesta de acción. Lo mejor del film pasa por la fotografía y el uso del 3D que en este caso contribuyó a que esta propuesta sea un poquito más atractiva desde lo visual. De hecho, estoy convencido que todo este film fue un ejercicio del director Alister Grierson para darse el gusto de probar las mismas cámara 3D con la que se hicieron Avatar y Resident Evil 4. En este caso lo positivo es que utilizaron la tecnología de tres dimensiones para crear esa sensación de claustrofobia que viven los personajes en la historia. Eso está muy bien logrado porque Sanctum consigue que el espectador se meta de lleno en esas cavernas tremendas en las que los personajes viven su aventura. Desde lo técnico hicieron las cosas bien pero lamentablemente no ayudó la historia. Con un conflicto que generara interés hubiera resultado un film mucho más entretenido.
Cameron y una historia real, o como mentir en el poster y no cumplir con nada. Sanctum es la ultima película la última producción de James Cameron que en verdad esta dirigida por Alister Grierson, pero como asi no atraería a nadie lo omitieron en sus posters y trailers. Esta basada en una historia real del guionista Andrew Wight, un buzo australiano que colaboro con Cameron en su periodo post-Titanic de documentales oceánicos. Sin embargo, la historia real otra vez dista mucho de lo filmado: en la real todos se salvan y en la película vemos un "destino final" con muertes a rolete. Sanctum cuenta la historia de Josh (Rhys Wakefield) y su padre Frank (Richard Roxburgh) que es un experto buceador de cavernas y están investigando un sistema de cavernas subterráneas sin explorar que en teoría conectan mediante un río submarino con el mar. A nuestros protagonistas lo acompañan el jefe de la expedición Carl (Ioan Gruffudd, solo puedo recordarlo en Fantastic Four lamentablemente), su novia Veronica y otros buzos de acento probablemente australiano y nombres desconocidos. El conflicto comienza cuando el grupo está a punto de hacer un descubrimiento histórico pero tiene que dejar la caverna porque un ciclón amenaza inundarlo. En medio del escape quedan atrapados y antes que morir ahogados esperando por ayuda deciden intentar salir "hacia abajo" buscando el río subterráneo y el mar. La película esta filmada en 3d pero no lo aprovecha ya que en una película de cavernas no tiene mucho para mostrar. Distinto es cuando filman las escenas bajo agua que se ven muy buenas como verán en las fotos de la nota. Las actuaciones son bastante básicas, pero Richard Roxburgh se destaca sobre el resto como el padre/buzo jodido y le pone onda a la película. La historia solo se destaca por la tensión que produce la claustrofobia de la caverna y la sensación de ahogo en las escenas de agua pero mas allá de eso no pasa nada que no se espere. No puedo evitar recordar 127 horas como una película similar pero que sin tener mas que un solo lugar con la piedra (y un par de recuerdos) me genero mas angustia y claustrofobia que Sanctum. En resumen, no recomendable para verla en cine por el precio completo, solamente la veria en 3d con algun descuento.
Un 3D que deslumbra pero no tapa agujeros Voy a empezar por recalcar lo más obvio: Sanctum no es una buena película. Son tantas las fallas y desaciertos que se desprenden de esta segunda experiencia en el largometraje del realizador australiano Alister Grierson que sería mucho más breve resumir sus -en comparación- modestas virtudes. No obstante vale una aclaración fundamental: lo que estamos analizando no es Sanctum sino Sanctum 3D. Y estando involucrado el mismísimo Rey del Mundo en el proyecto (verbigracia, James Cameron) esto sólo puede inclinar la balanza para el lado positivo siempre y cuando tomemos la tecnología tridimensional como un fin más que como un medio. Debería ser a la inversa, seguro, pero la propuesta es aquí tan limitada como esos documentales de escasa duración y alto impacto retiniano con que se le daba difusión en un principio. Como espectáculo audiovisual provoca asombro pero por lo demás lidiamos con un producto casi elemental desde un punto de vista dramático. Y ése es el conflicto con Sanctum 3D: un guión pobre inspirado en las vivencias personales del productor Andrew Wight -amigo cercano de James Cameron y responsable de sumarlo a la causa- y al que John Garvin le diera forma cinematográfica gracias a su pasado de buzo. El tema es que ni siquiera es una adaptación fiel de lo acontecido al grupo de Wight en 1988: quizás por una cuestión legal, o quizás por no tener su historia la fuerza necesaria para ser trasladada a un film, se resolvió tomar solamente la situación desencadenante y modificar el desarrollo y final a piacere. La expedición de Wight pasó dos días luchando contra la adversidad pero en definitiva todos sus integrantes lograron sobrevivir a la experiencia. En Sanctum una de las particularidades más llamativas es la cantidad de bajas que se producen en la trama con el único argumento de que “nadie le hace frente a la naturaleza y sale indemne”. Si esas muertes llegaran de un modo más o menos creíble podríamos tolerar un poco mejor la burda bajada de línea que hasta pareciera contradecir el espíritu de aventura que ha caracterizado toda su vida al intrépido Cameron. Tales planteos morales no lo detuvieron en El Abismo ni en Titanic ni en ninguno de los documentales que ha rodado en las profundidades marinas (Ghosts of the Abyss, Aliens of the Deep). Descartado el elemento fantástico (como en El Abismo) o el contexto histórico (como en Titanic) a Sanctum sólo le han dejado abierta la puertita del tópico Hombre vs. Natura. Es un enfrentamiento interesante y suficiente para sostener un relato de supervivencia… si los personajes estuvieran construidos con propiedad. En la primera desatención digna de mención nos topamos con serios desajustes en la marcación actoral. Más allá de lo unidimensionales que son sus criaturas resulta alarmante observar la discrepancia tonal entre los actores. Mientras Richard Roxburgh (el querido y recordado Duke de Moulin Rouge!, amor en rojo) apuesta por la gravedad y una reciedumbre un tanto altisonante, el resto de sus colegas no se deciden entre el naturalismo y la payasada. Especialmente patético se lo ve al galés Ioan Gruffudd que nunca fue un dechado de talento pero esta vez directamente pasa vergüenza. Claro que no toda la culpa es suya… Roxburgh interpreta a Frank Maguire, un destacado espeleobuzo obsesionado con hallar una ruta al mar en la inmensa cueva del Pacífico Sur Espíritu de Esa’ala (sita en Papúa Nueva Guinea). Gruffudd es el financista de la expedición, un aventurero adepto a los deportes extremos. Tal es así que conoció a su bellísima novia Victoria (la atlética Alice Parkinson) escalando el Monte Everest. La pareja arriba al lugar escoltada por Josh (Rhys Wakefield), el rebelde hijo de 17 años de Frank con quien mantiene agrias disputas por incompatibilidad de caracteres. Los personajes secundarios son realmente episódicos y sólo sobresale Dan Wyllie en el papel de Crazy George, el hombre de confianza de Frank. Este grupo reducido es el que intentará buscar desesperadamente una salida cuando una tormenta tropical descomunal llene de agua las cavidades de la cueva con una violencia salvaje. Las decisiones que surgen en circunstancias de vida o muerte ponen a prueba el liderazgo de Frank quien es capaz de adoptar métodos de supervivencia reñidos con las más básicas leyes humanitarias si lo considera indispensable. La voluble relación con su hijo halla en este forzoso viaje de autoconocimiento y superación un principio de redención cuando el joven por fin vislumbre los motivos para tan áspera conducta. Sanctum pierde muy rápido la verosimilitud narrativa y se termina desluciendo con un último acto lleno de malas jugadas que incluyen la aparición de un villano cuando nadie lo esperaba (ni requería), una crueldad fuera de lo común para con sus personajes y una curva dramática con excesos e incongruencias de todo tipo. En el debe queda el poderío visual del 3D que está usado con el mismo criterio inmersivo que Avatar. No caben dudas de que muchos de los sensacionales pasajes submarinos quedarán en la memoria del espectador. Y está fuera de discusión que Sanctum sabe entregar imágenes plásticas de una belleza sublime. De ahí a saber cómo administrarla dentro de una historia cohesionada y equilibrada hay un largo trecho...
En el centro de la Tierra Un grupo trata de sobrevivir atrapado en cavernas. No hay dudas de que el realizador australiano Alister Grierson tiene talento para crear suspenso. Si supiera dirigir actores, tal vez estaríamos hablando de un nuevo gran talento, pero evidentemente ese asunto se le escapa casi por completo. Sanctum 3D es una película que genera dos clases de nervios: la de saber qué les pasará a los personajes y la de escucharlos recitar (más bien gritar) sus diálogos como si estuvieran en una obrita escolar. Una pena, realmente, porque hay material en Sanctum para una muy buena película. El filme se centra en una expedición que se hace en las cavernas de Esa’ala, en Australia, donde varios grupos de personas se terminan reuniendo en las profundidades cuando un ciclón les impide salir del lugar. La incomodidad y la claustrofobia que genera la situación en la que se encuentran los personajes -la mitad del tiempo bajo el agua y la otra escalando-, va in crescendo, y luego de una primera parte de presentación de personajes de manual (un millonario aventurero, su novia algo despistada, un veterano explorador y su joven hijo con el que no se lleva nada bien), la aventura de encontrar una salida desde las profundidades de la Tierra hace recordar a cierto cine catástrofe de los ‘70 (tipo La aventura del Poseidón ), con el agua al cuello y cada vez menos luz, equipamiento y comida. El problema de Sanctum es que sus personajes no son interesantes, salvo Frank McGuire (Richard Roxburgh), el veterano explorador, de esos duros que piensan que para salir hay que abandonar a los rezagados antes de correr el riesgo de perecer todos por salvarlos. Esa posición lo enfrentará con el resto de los sobrevivientes, pero uno ya sabe para donde irá la situación al segundo de conocerlo. Si uno se pone realista, la película resulta un poco incómoda de ver en función del reciente terremoto y tsunami japonés. Pero si lo toma como entretenimiento, este filme producido por James Cameron (y con muchos elementos en común con películas suyas como Abismo, Titanic , y hasta el uso del 3D inmersivo alla Avatar ) propone unos cuantos momentos de intensidad, de esos que obligan a taparse los ojos o involuntariamente contener la respiración. De haber tenido un guión digno y saber dirigir actores, Grierson podría haberle dado algo de fuerza a los conflictos dramáticos que rodean a esta fuga del centro de la Tierra (los que mueren en el intento, los “sacrificios” que hay que hacer). Pero allí el asunto se le va de las manos. Cameron, aún trabajando con diálogos imposibles, se las arregla para estamparnos sus películas en el cerebro. A su aprendiz todavía le falta mucho.
A pesar de sus escenas subacuáticas de gran belleza, no escapa de los clichés del género Más allá del nombre de James Cameron como productor y del "gancho" comercial que -al menos por el momento- genera el cine en 3D (la película se estrena aquí sólo en versión tridimensional en 66 salas digitales), Sanctum está muy lejos de alcanzar los atractivos que encumbraron a Avatar hasta lo más alto de la taquilla de todos los tiempos. Este film rodado en su mayor parte en exteriores y estudios de Australia (aunque ambientado en una cueva submarina de Papúa Nueva Guinea jamás explorada por el hombre) parece un documental sobre turismo de aventura de esos que se pueden ver a toda hora por distintas señales de cable, cruzado de manera transversal por una mediocre trama sobre una conflictiva y problemática relación padre-hijo y plagado de personajes estereotipados y de diálogos tan obvios como altisonantes. La excusa argumental es la siguiente: un multimillonario arrogante (Ioan Gruffudd) llega al lugar con su bellísima novia Victoria (Alice Parkinson) y con un joven experto en buceo y alpinismo (Rhys Wakefield). Allí se encuentran con el equipo de liderado por el padre de éste, el experimentado y cínico Frank (Richard Roxburgh), que lleva meses explorando la intrincada cueva en busca de la salida al mar. Todos ellos se sumergirán (literalmente) en un universo desconocido y lleno de peligros, que los obligará a enfrentarse con las situaciones más extremas y adversas. Sanctum ofrece algunas escenas subacuáticas de gran belleza, cuya espectacularidad el 3D amplifica, pero el relato -más allá de los golpes de efecto con todo tipo de tragedias- nunca escapa de los lugares comunes de las épicas más transitadas sobre el coraje, el heroísmo, la culpa y la redención.
Infierno bajo el agua Película muy recomendable pero, eso sí, no apta para personas impresionables, por la presencia de numerosas situaciones de claustrofobia y asfixia. Advertencia a tener muy en cuenta antes de ver Sanctum , que da vida a sensaciones tales como el miedo, la angustia, o la ansiedad, y en el que también encuentran un resquicio el asombro y la admiración. En los 101 minutos de duración de este largometraje anidan muchas emociones de elevada autenticidad (subrayadas por el 3D), del tipo de las que el público rastrea en productos de géneros como el terror, la acción, e incluso dramáticos. En este caso, el formato es novedoso, y eso le agrega un atractivo extra a la propuesta. Asombro y admiración es lo que puede suscitar en cualquier común mortal, por ejemplo, el descubrimiento de los sitios que visitan los exploradores de cuevas subacuáticas que protagonizan Sanctum . Son paisajes poco difundidos en imágenes: cavernas sumergidas, grandes como catedrales y más todavía. Hoyos sin medida, con vestigios de luz azul o verde, entre otras maravillas naturales. Algunos de los protagonistas son científicos. Otros, filántropos. Otros, simples aventureros. En el filme, están situados en algún lugar de Nueva Guinea, recorriendo el más grande sistema de cavidades de la Tierra, tratando de diseñar un mapa que abra las puertas para futuras expediciones. Están advertidos acerca de la presencia de una tormenta en la región, que los obligará a abandonar temporariamente las grutas. Pero el fenómeno se adelanta a los pronósticos, y llega convertido en huracán. Bloquea la entrada principal a las cuevas y comienza a inundarlas por completo, y los excursionistas se ven obligados a buscar una salida alternativa avanzando por sitios inexplorados, con una cantidad limitada de oxígeno en sus tubos de supervivencia. Si acompañar a los buzos por el laberinto de roca y agua ya es comprometedor para el público, la tensión se agiganta al verificar los vínculos afectivos que unen a los protagonistas. Esos sujetos vestidos como astronautas submarinos son también padre e hijo, amigos, una pareja dispuesta a casarse… Y las situaciones límite que enfrentan los llevan a experimentar la más variada clase de reacciones, convirtiendo a las grutas en el escenario de una sabia y cruel demostración acerca de los límites del ser humano, y su pobre autoridad frente a los designios de la naturaleza.
Anexo de crítica: Las ventajas de pensar una película en la concepción de la tercera dimensión pueden apreciarse rotundamente en este film claustrofóbico bajo la tutela del padrino de Avatar, James Cameron, dirigido por su aprendiz Alister Grierson. Asimismo, las desventajas de contar con una pobre elaboración de guión, sumándole un reparto mal dirigido y que no se acomoda jamás a los registros dramáticos buscados -aunque debe reconocerse cierta destreza física en escenas donde hay que poner el cuerpo y no la cara- también son más que visibles en Sanctum 3D. Por lo tanto, en función de un análisis de ambos elementos el desequilibrio entre la tecnología aplicada a la progresión de la historia, enfatizando la atmosfera agobiante que envuelve la travesía subacuática, es tan notorio como la desigual lucha del hombre con la naturaleza, idea que prevalece durante todo el metraje. Con un buen guión, personajes menos unidimensionales y alguna que otra idea arriesgada hubiese sido mucho más fructífero el espectáculo visual que proponen Cameron y equipo...
Claustrofobia, tensión y locura en el centro de la tierra. Cuando un grupo de exploradores, liderado por un millonario excéntrico (Ioan Gruffudd) y un veterano de la exploración submarina (Richard Roxburgh) deciden embarcarse en la aventura de su vida, todo sale mal. Su fin, el de “ver lo que ningún hombre ha visto” se cumple con creces, ya que debido a una tormenta inmensa ellos y su grupo quedan atrapados en el mismísimo corazón de la Tierra. Ahora, la única posibilidad de sobrevivir será investigando, escalando, sumergiéndose y tratar de mantener la cordura en un lugar al que ningún hombre, y mucho menos un equipo de rescatistas, puede llegar. Ese es el eje central de Sanctum, la película que dirigió Alister Grierson bajo la bendición de James Cameron. Y el hecho de que el viejo Jim esté involucrado no parece, ni de lejos, casualidad. Es que la película aborda temáticas que ya vimos en otras obras de Cameron: los misterios del fondo del mar (El Secreto del Abismo), el egoismo del hombre ante una catástrofe (Titanic) y una naturaleza feroz (Avatar). Todos esos elementos hacen de Sanctum una película compleja, no en cuanto a lo argumental, que sigue los pasos del cine catástrofe, sino de las relaciones entre los personajes: la complejidad de tener un padre distante, la de tener la necedad suficiente como para atreverse a desafiar cosas que ni siquiera se entienden. La complejidad, en definitiva, de ser humano. Y es que la humanidad y sus ribetes es más central en la historia que esta caverna en el corazón de Papua Nueva Guinea. El argumento es sólido, por momentos logra mantener una tensión claustrofóbica y por otros, por culpa del 3D, nos dan un respiro dentro de la caverna, pero ya llegaremos a eso. La dirección es correcta, pero se nota que Grierson escuchó MUY atentamente cada consejo que James le dió. O sea, si nos dicen que la película es netamente de Cameron, les creemos. Y de hecho, nos sentiríamos aliviados de saber que no hay un copycat suelto. Lo que no es tan gratificante, a decir verdad, es el 3D. No el efecto en si, que viniendo de quién viene sabemos que está manejado con pulso firme, sino porque por momentos las tres dimensiones parecian acrecentar un espacio reducido, y asi, liberaban de la claustrofobia al espectador, y a la vez la tensión argumental. En otras palabras, el 3D convierte a Sanctum en una película para ver, pero no para sufrir. En cuanto a las actuaciones, los roles de Gruffudd, Roxburgh y Rhis Wakefield (que interpreta al hijo de Roxburgh) son los que se destacan, dejando a los demás en un lugar muy secundario. De todas formas, la elección del casting fue correcta y es otro gran punto a favor de Sanctum. En definitiva, la película sale triunfante por sobre sus defectos que, si bien no son chicos, tampoco opacan a una gran película ideal para atragantarse con la gaseosa en el cine. Tomen aire y vayan a su cine más cercano a pasarla bien mientras, en el fondo, la están pasando muy muy mal.
Cuando no alcanza con el deslumbramiento Hay una pregunta, sin existir un relevamiento formal, que se repite a la hora de considerar algunas películas. Qué pasa cuando una idea con potencial cinematográfico cuenta con el apoyo de un productor cuyo nombre es garantía de negocio, que consigue un gran presupuesto para poner a disposición del proyecto y así asegurar un rodaje en escenarios majestuosos (naturales o digitales), un arsenal técnico irreprochable y algunos actores eficientes, y a pesar de todo eso no alcanza. Eh, ¿qué pasa? La respuesta es una sola y sencilla: cuando no alcanza, no alcanza. Eso resume el problema de Sanctum 3D, segunda película del australiano Alister Grierson, producida (auspiciada) por el moderno Midas, James Cameron. No alcanza la historia, no alcanzan ni la notable fotografía ni los asombrosos escenarios, no alcanza el 3D y no hay Cameron que valga cuando lo que se cuenta nunca consigue generar ni empatía ni simpatía, sino apenas un deslumbramiento sin disfrute sensual ni emoción física. Exactamente la misma diferencia que media entre una mujer hermosa y un maniquí perfecto: Sanctum luce bien, pero no respira. Porque es cierto que a priori la historia podría ser interesante, pues reúne a una cantidad de personajes de calaña moral diversa, en una situación extrema que requiere de la capacidad y buena voluntad de todos para ser resuelta favorablemente. Está la ambición, representada por Carl, un millonario norteamericano que invierte su fortuna en financiar la investigación de una cueva tamaño XXXL en Nueva Guinea, por la que corre un río subterráneo, sólo para llegar donde ningún hombre ha llegado. Está la pasión, encarnada en Frank, un reputado espeleólogo para quien esas aventuras en pos del conocimiento son la razón de su vida. Está el conflicto shakespeareano en la figura de Josh, el hijo de Frank, que constantemente desafía y pone en duda los valores y decisiones de su padre. Y está el factor femenino en la piel de Victoria, la nueva novia del millonario, montañista para más datos, que está allí porque Carl intenta deslumbrarla con sus caprichos de ricachón. El problema es que ese grupo –más algunos secundarios, de quienes es imposible ocultar su destino fatal– se encuentra a kilómetros de túneles de distancia de la superficie, cuando arriba se desata una tempestad que comienza a inundar la gran cueva. Impedidos de volver por donde llegaron, deberán encontrar en un par de horas una salida alternativa, objetivo por el que llevan millones de dólares y meses invertidos sin resultados favorables. A las dificultades naturales se sumarán las de la lucha por el poder y para saber más alcanza con chequear La aventura del Poseidón, en cualquiera de sus dos versiones. Como se ve, nada nuevo. Sanctum 3D es un producto típico de los tiempos modernos, convencido de que la próxima guerra del cine se ganará con anteojitos tornasolados y 3D. En el camino olvida que el objetivo del cine (del arte) siempre fue sorprender, atraer la atención del público. La luz proyectada es apenas una herramienta, otro truco de magia para hacer lo que el hombre viene haciendo desde que tiene uso de conciencia: contar historias que le hablen al oído del alma. Con menos nunca alcanza, aunque parezca más.
"Avatar, cuánto daño ha hecho", dice Santiago Segura al final del teaser trailer que corresponde a la cuarta parte de la saga Torrente, a punto de estrenarse en Argentina. Precisamente, a modo de paso de comedia, de ironía no buscada, ese avance es uno de los que puede verse en algunas tandas previas a las proyecciones de Sanctum 3D, opus producido por James Cameron y que jamás habría sido siquiera proyectada de no ser por el éxito de la aventura sci-fi con los seres virtuales azulados. Estamos ante un producto básico, casi prehistórico en términos de concepto cinematográfico, que se apoya en la imagen pero ya no para contar una historia, para estructurar un guión, sino para vender tridimensionalidad, el nuevo chiche de la industria y las majors, que, a su vez, parecen tener en James Cameron al mejor gerente de marketing que podrían haber conseguido. Sanctum nos muestra un grupo de exploradores submarinos que se adentran en unos complejos túneles. En medio del trabajo bajo el agua, surgen numerosos y fatídicos problemas para el dream team marino. Y hasta ahí llegó el amor del guión y, aquí el problema, el interés por entregar algo más que elaboradas secuencias subacuáticas y logrados efectos en 3D. Hablamos de high definition kitsch, de barroco visual para nerds de la tecnología. Si el cine fuera pensado como una sucesión de imágenes despojadas de todo contenido, si el concepto de video clip hubiera copado la parada, esta sería una pequeña joya, pero el tiempo, la acumulación de material en el disco rígido cinéfilo nos tienta a exigir un poco más que masturbación superproducida al servicio del balde de pochoclo. Por otro lado, con este trabajo Alister Gordon se recibe de realizador psychokiller, al haber planteado un relato signado por el odio hacia los personajes, en el que la identificación es imposible (salvo con uno, a la sazón el más insípido del menú). Uno tras otro irán cayendo como fichas los participantes, como en algún macabro juego planteado por Jigsaw, pero en forma de guión. Quizá, en el fondo, se trate de un ejercicio de publicidad subliminal para la proyectada transformación en 3D de Titanic y The Abyss, esas joyitas del señor James, con elementos tecno, pero que supieron dejar su marca con mucho más que un envase vacío.
Anexo de crítica: La correcta Sanctum 3D (2011) cuenta con la producción de James Cameron y este “detalle” se percibe en el ánimo explorador que enmarca el relato, hoy decididamente centrado en otra de esas “expediciones perdidas en un contexto hostil”. Si bien falta desarrollo de personajes y el guión deja mucho que desear, la propuesta funciona como film de aventuras y de seguro agradará a los fans del canadiense...
James Cameron’s Boring Con muchas personas (amigos, compañeros, lectores de Fancinema) he compartido comentarios o pequeñas discusiones acerca de los lugares comunes, códigos, convenciones y clisés en el cine. Generalmente concluyo, con toda facilidad, que a veces son necesarios y validos, pero que una película no puede ser sólo eso, porque sino pasa lo que en Sanctum 3D. Efectivamente, Sanctum es como una fábrica de autos robotizada: rápida, eficiente y sin alma, como si todos los involucrados se hubieran reunido a hacer la película en tiempo, forma y dentro del presupuesto, y ninguno se acordara de llevar el corazón y la garra. No es porque la historia no lo permitiera: hablamos de un relato de supervivencia, en el que un grupo de espeleólogos (exploradores de cuevas) se encuentran en una caverna gigantesca en Papúa-Nueva Guinea. Debido a una fuerte tormenta, esta empieza a inundarse y los protagonistas deberán encontrar la salida por el extremo aun no explorado de la cueva. Entonces tenemos aquí todos los elementos: el experto Frank (un duro Richard Roxburgh), su hijo Josh (Rhys Wakefield), el patrocinador millonario de la expedición Carl (Ioan Gruffudd), su novia (Alice Parkinson) y Crazy George (Dan Wyllie), el amigo de Frank, casi tan experto como él. Hay también un ambiente natural hostil, momentos de decisiones difíciles, cuestionamientos morales que vienen al caso, buenas imágenes de la cueva, 3D. Incluso el director Alister Grierson se encarga de subrayar el tosco desarrollo de la relación padre-hijo entre Frank y Josh; es decir, todo lo esperable y nada mas. Ni la supuesta claustrofobia que se genera en los intricados recovecos de la cueva, ni la aventura prometida que jamás aparece, ni que esté basada en hechos reales, ni el nombre de James Cameron entre los productores que aparece en el afiche, nada es excusa suficiente para la existencia de este bodrio. Grierson no logra en ningún momento los clímax necesarios, su cámara va torpe al lado de unos personajes planos, a veces hay imágenes impresionantes del lugar, y otras veces todo es tan confuso, que no se saben ni por dónde vienen ni hacia dónde van Frank y compañía. Sanctum intenta abrirse camino entre lo dramático y el horror, pero se queda en el medio, no intimida y sus personajes no importan. Sencillamente, las convenciones y clisés son parte del lenguaje cinematográfico. Ayudan a aceptar, en cierto grado, algunas inverosimilitudes, o al reconocimiento y contextualización de tal o cual género. Pero cuando una película está compuesta sólo por esto, sus responsables abandonaron toda posibilidad artística en ella y estamos ante simple mercancía industrial sin valor y olvidable. Por lo tanto, si de cuevas se trata, mejor meterse en la del El Descenso 1 y 2. Chau Sanctum, nos vemos una tarde de sábado en Telefé.
PASION POR LA AVENTURA Sanctum 3D es un film de aventuras que nos sumerge en un universo deslumbrante, pero también, en la vida apasionada de quienes hacen de sus incursiones arriesgadas una forma de vida. Espeleología: ciencia cuyo objeto es la exploración y estudio de las cuevas subterráneas. Aunque también se puede practicar como deporte, no existe una denominación diferente para quienes se abocan a esa práctica. De todas las ramas de la espeleología, la principal es la que aparece inicialmente en el film Sanctum. A esta rama se la llama espeleología kárstica. La exploración a la que se dedica esta variable es a la de las cuevas más profundas y con mayores desniveles del planeta. Dichas cuevas poseen corrientes de agua permanentes en su interior, que suelen tener temperaturas muy bajas y que además corren el riesgo de elevar su nivel rápidamente, dejando atrapados a quienes las están explorando. Más peligroso aun es el espeleobuceo, la variable que incluye buceo en la exploración de las cavernas. Ahí el riesgo es mucho mayor y es común que un error cueste la vida. En Sanctum se suman ambas variables y queda comprobado hasta qué punto el riesgo es real. A pesar de que la trama transcurre en Oceanía, la entrada a las cuevas que exploran los protagonistas se ve inspirada mayormente en los cenotes de la Península de Yucatán, en México. Y los hechos que narran están basados en la experiencia de Andrew Wight, coguionista y coproductor del film, quien, estando en Australia, quedó atrapado en una cueva junto con otras tantas personas y debió seguir explorando para encontrar una salida alternativa. Si una película parte de una actividad tan apasionante como arriesgada, si su coguionista y coproductor es, además, un experto en la materia, esto ya le otorga algunos elementos a favor que, por suerte, han sido plasmados en la pantalla. El excelente uso del 3D aumenta aun más la belleza visual de unas imágenes arrebatadoras. Pero eso no es todo en esta película. Quien desconoce la pasión en cualquiera de sus formas se verá empujado a menospreciar la pasión cuando la vea en las actividades de los protagonistas de un film. El profesionalismo, el conocimiento y el manejo de una ciencia, un arte o un deporte que brindan los años y la forma intensa en la que algunas personas se dedican a ellos, son valores que quizás carezcan de gran valor para un film actual, pero resultan conmovedores cuando se pueden ver. Cada vez que los personajes de Sanctum hablan de su trabajo y de su pasión por explorar se vuelven grandes, complejos, interesantes. La naturaleza humana se ve en las circunstancias difíciles y las personas pueden ser retratada por la forma en que encaran su trabajo. Por eso la primera mitad del film es realmente apasionante, adictiva, llena de interés. Con escenas memorables, en donde reinan la sorpresa, la emoción, la claustrofobia y el dolor. El último tercio del film posee varios momentos memorables, como el del tanque japonés, sin embargo, busca armar algo más melodramático y se pierde en escenas que ya no tienen que ver con el marco elegido para narrar la historia. Aun así, si Sanctum tiene fallas, está muy lejos de ser un producto malo o irrelevante. Tal vez en su clara forma de describir una pasión se haya equivocado de época. Aunque siempre habrá gente hambrienta de conocimiento, apasionada del deporte y enamorada de su oficio o profesión.
Este filme clase B, inspirado en un evento real, y que remite un poco a El abismo, una vieja película de James Cameron (que aquí oficia de productor ejecutivo, y de argumento de marketing), consigue lo imposible: convertir un filme de aventuras en unas cuevas subterráneas de Nueva Guinea (que parecen de la peor utilería), entre buzos y exploradores de otros mundos, en un insignificante drama filial en donde un padre dedicado a expediciones varias y su hijo, enojado con su progenitor por sus ausencias y distancias, intentarán sobrevivir junto a otros miembros del equipo de investigación, después de que un temporal los deje atrapados a miles de metros bajo tierra mientras paulatinamente el río inunda el lugar. “Confía en la cueva, sigue el río” es el mantra paterno, lo que cifra la esperanza de encontrar en ese laberinto acuático una salida al mar. Psicología berreta y poesía utilitaria, pues ni siquiera la repetición de algunos versos de “Kubla Khan” de Coleridge alcanza para remediar la fealdad de las cuevas, el poco ingenio para filmar en espacios reducidos y utilizar a favor los pocos planos abiertos, la grotesca profundidad psicológica de los personajes y los conflictos ilógicos que surgen a medida que el peligro difuso acecha, ya que en este ecosistema los animales, las plantas, e incluso los extraterrestres brillan por su ausencia.
Varias son las formas de pensar este texto fílmico, si es que se puede llamar de esa manera. Digamos que es imagen y sonido. ¿Por qué se estrena? O antes ¿Por qué se filmó? ¿Qué me están vendiendo? ¿El 3D? Entonces ¿Que es el cine? ¿James Cameron? ¿Por qué el título? Esto sí que es intrigante, si nos referimos a su significado de lugar santificado. Y volvemos a los mismos interrogantes. Intentando encontrar algunas respuestas lógicas, digamos que si algo del orden de la producción audiovisual está siendo promocionado, como producido por el responsable de la exageradamente sobrevalorada basura que fue “Avatar” (2009), son los adelantos técnicos del 3D utilizados en aquella película. Asimismo le adicionan la famosa frase, “basado en hechos reales”, como para que el gancho se vaya construyendo y cerrando como pieza única, pero que pasados los primeros minutos comienza por cumplir el primer axioma. Si en este tipo de producciones fílmicas dicen que esta basado en hechos reales, no le creas nada. Cuál es la historia, la verdadera, la que realmente ocurrió allá por los años 80, el rescate de quince exploradores de cuevas subterráneas cuando una tormenta marítima atípica en la zona, y en esa época del año, inunda un sistema de cuevas dejando encerrado a los expedicionarios. Todos, gracias a los esfuerzos en principio de los involucrados y de los rescatistas, son salvados con vida. En este proyecto, y por una cuestión de venta, deben agregarle sangre, enemistades, muertes, hombres jóvenes y seductores, mujeres muy bellas, sexo (implícito y muy poco), como ingredientes sin los cuales no funcionaría comercialmente. Solo queda entonces el hecho “difuso” de las cuevas inundadas, y los “deportistas”. ¿Que es lo que sucedió para no lograr ningún objetivo propuesto? La ausencia total de originalidad desde el guión como construcción de una anécdota, la conformación de los personajes, sus motivaciones, sus antagonismos, es un gran catalogo de lugares comunes, previsibles, ajustados a las reglas del cine de Hollywood, sin importar que el director Alister Grierson sea australiano. Frank (Richard Roxburgh), a quien conocimos como el malvado de “Moulin Rouge” (2001) y en “Misión Imposible 2” (2000), es el mejor espeleólogo del mundo, (persona que se dedica a la exploración de cuevas subterráneas), a quien su pasión fue en desmedro de las relaciones familiares, así nos encontramos con su hijo ya mayorcito, Josh (Ryhs Wakefield), quien si bien no odia a su progenitor está en busca constante de sus errores, para refregárselos por el rostro delante de quien este presente. Shakesperiano por donde se lo mire, ¿no? A ellos se les sumara el mecenas, el que financia la expedición, que no es James Cameron, sino Carl (Ioan Gruffudd), quien a la postre será el verdadero antagonista. Ya no la cueva inundada, ya no las inclemencias espaciales, no, eso solo sirve como cascarón. Es tal la mediocridad que poco pueden hacer las hermosas imágenes registradas en ese mundo subterráneo, ni la muy buena fotografía, ni la banda de sonido ajustándonos al montaje sonoro, ni las correctas actuaciones, ni la tecnología, ni el 3D específicamente, que a esta altura ya nos preguntamos por su importancia. Lo único que quedaría como “santuario”, entonces, serían las boleterías de los cines, sus empleados serían los religiosos a cargo, los espectadores sus fieles feligreses, pero gracias a Dios, soy agnóstico.
Aventuras sin emoción Sanctum cuenta con el mayor atractivo de ser una "producción de", en este caso, James Cameron, el rey de la taquilla y padre adoptivo del 3D. Para muchos, el nuevo Cecille B. DeMille. Para otros un tipo aplastado por su propio ego. No nos desviemos: que esa sea la consigna para ir a ver la película, no está mal si la película es buena. Si un nombre ayuda, mejor. El problema con Sanctum es que no es una buena película. Uno entiende por qué la produjo el director de El abismo, pero preferiría que él mismo la hubiese dirigido. ¿Para tanto? No: un grupo de científicos y aventureros quedan atrapados en uno de los sistemas de cuevas más grandes del mundo, en Nueva Guinea, luego de un desastre natural. Lo que sigue es una carrera contra el tiempo y los elementos. Sí: está el productor malvado (uno entiende cuando los financistas son los malos en los films de Jim, pero en este...), el científico bueno, el nerd de las computadoras... Es como si un James Cameron mucho menor la hubiese dirigido. Avatar no era precisamente buena por su originalidad, pero era un ejemplo de la narración clásica hecha con maestría. Y en su simpleza era mucho más rica que tantas otras películas que se caen a pedazos en sus intentos por ser originales. Aquí están todas las cosas que le interesan al productor: la investigación, la aventura, el amor, etc. Pero dejemos al productor en paz. ¿Qué le interesa al director? En primer lugar, las relaciones humanas de la película son insoportables. Todo el prólogo que precede a la aventura principal es horrible. Con diálogos atroces y situaciones increíbles, que los actores no saben cómo dotar de vida. Frank, el protagonista, es un duro explorador. Quizás demasiado, y por eso su hijo guarda cierto rencor contra él. ¿En algún momento funciona la relación? Nunca. Hay un leit motiv, una suerte de poema, como para poner en palabras que el padre le pasa la "antorcha" (perdón: en palabras y en imágenes) al hijo, que no suman: restan. Podríamos conformarnos con el 3D. No está tan mal, pero el problema es cuando se internan en las cavernas. El 3D hace la imagen más oscura de lo normal. ¿Se imaginan en una cueva de por sí oscura? Bueno. Es eso: la oscuridad.
Un equipo de submarinistas se dirige en una peligrosa expedición a la cueva menos accesible de la Tierra. Cuando una tormenta los obligue a sumergirse en las profundidades deberán sobreponerse al pánico y luchar por sus vidas contra la furia del agua, en la búsqueda de una ruta de escape al mar. Que el productor ejecutivo de Sanctum sea el mago de la taquilla James Cameron no es poca cosa. Con el recuerdo de Avatar todavía fresco y los recientes anuncios de una segunda y tercera parte de la saga, una de las cuales tendría lugar bajo el agua, las expectativas para la segunda película de Alister Grierson eran elevadas. Es difícil no sentirse decepcionado ante lo flojo de la propuesta del australiano, que más allá de un nombre en los créditos y del formato 3D no tiene parámetro de comparación con la otra. A diferencia de lo que ocurría con la primera, en la que por las maravillas de lo que se veía se impedía una consideración crítica de los aspectos tradicionales, en Sanctum el guión y las actuaciones son tan pobres que no hay forma de pasarlos por alto. Como si se tratase de reflejar con fidelidad una cueva inexplorada, durante los primeros 25 minutos la película se muestra completamente vacía. Sin una gota de acción, lo que se hace es rellenar las situaciones con diálogos plagados de guiños poco efectivos que lejos de ser simpáticos sólo fastidian porque demuestran la falta de contenido. El hecho de que cada miembro dentro de la expedición pueda hacer un chiste en el momento justo hace pensar que se está viendo una comedia, cuando en realidad se trata de guión que se pretende ingenioso por darle una línea punzante a cada personaje, logrando sólo evidenciar lo coreografiado del desarrollo. De contar con un elenco adecuado capaz de brindar actuaciones correctas esto podría ser pasado por alto, sin embargo las interpretaciones denotan muy poca capacidad, algo que es más notorio en el papel protagónico de Rhys Wakefield aunque también en gran parte del equipo que lo acompaña. El hecho de que haya algunas secuencias interesantes o buenos planos debajo del agua no logran ocultar las falencias ya mencionadas así como tampoco lo trillado de ciertas escenas. Prácticamente se puede adivinar el destino de cada uno de los personajes y esto se debe a que se lo ha incorporado a fuerza de ver películas similares. Una de estas será Vertical Limit / Límite Vertical, película de Martin Campbell en la que pareciera haberse inspirado, porque más allá del hecho de que se trate de la misma historia en las montañas o en las cuevas, hay situaciones repetidas como la del magnate interpretado por Ioan Gruffudd que enloquece y se vuelve contra los otros como ocurriera con Bill Paxton en la otra. Mención aparte merece este reconocido actor galés, quien interpretó al Hombre Elástico en Fantastic Four y a Lancelot en King Arthur, al cual no se lo ve cómodo en un papel que parece tomarse a broma. En definitiva Sanctum busca ser innovadora como Avatar, pero comete el grave error de demorar demasiado la acción, permitiendo que el mal guión junto a las actuaciones se hagan notorias a lo largo de toda la película, ahogándose tan sólo a la media hora de haber empezado.
Cuando el aburrimiento se asemeja a un abismo sin fin "Sanctum 3D" tiene una particularidad que la hace singular: hereda el uso de la tercera dimensión que James Cameron perfeccionó en "Avatar". El produce esta cinta y aplica todo lo que su equipo técnico sabe y domina y se nota. Hay un cuidado muy particular en el trabajo de las imágenes, los paisajes y las paletas de colores. La atmósfera en la que se desenvuelve la historia está bien lograda (es una cueva inmensa) y los anteojitos nos venden una película que, de no tener esta particularidad, no la alquilaríamos ni en cien años. Encima Cameron trae a la dirección a Alister Grierson (que venía de hacer algo distinto en "Kokoda", bélica, hace algunos años), quien sólo parece haber seguido firmes directivas y su aporte es muy pobre a la hora de llevar la película adelante. Producciones de equipos que hacen tareas riesgosas en ambientes inexplorados o riesgosos ("Vertical limit", "Descent", "The Core", etc) y enfrentados a vencer a la naturaleza hay unos cuantos a lo largo de la historia. No son recordadas como grandes películas, pero han tenido su público y en general, dependiendo de varios factores, se dejan ver. Bueno, algo salió mal cuando escribieron el guión (y no culpemos solo a los novatos Andrew Wight - famoso buzo e investigador marino puesto a escribir un libro cinematográfico, o al menos, a dar ideas- y John Gavin). Como los dos (Wight y Gavin - quien también actúa!-) tienen claro de que escribían (toda la parafernalia de condiciones en las que se debe llevar a cabo la expedición), seguramente James Cameron debe haber apostado a que el relato que generarían fuera muy real y técnicamente impecable. O sea, tuvo dos especialistas (Gavin también es buzo y especialista en el tema) y les confió que escribieran un guión muy parecido a lo que sería una situación como esta si fuera cierta. Y no era una mala idea, a priori. Pero esto es cine. Y el cine es entretenimiento. Lo que lograron con Sanctum es que nos sintiéramos en un capítulo del National Geographic sobre el tema. Y encime en un capítulo aburrido, denso, pausado y insípido (no cualquier capítulo!). Porque eso es Sanctum, una película técnicamente impecable. Gran uso de las 3D, profesionales que dominan el tema escribiendo el guión, las mejores condiciones... Todo estaba dado para hacer un gran film. Claro, salvo que la dirección que le imprimieron al guión terminó dando por tierra con eso. Sanctum termina siendo un producto profundamente soporífero como hace tiempo no veo. A ver, la historia es la de un team especializado en exploración de cuevas que llega a una enorme, donde están realizando una investigación. Allí un grupo de investigadores liderados por un veterano buzo, Frank (Richard Roxburgh), están emocionados ante la idea de ser los primeros en explorar tan inhóspita e inaccesible zona. Ellos están junto a su equipo en las profundidades de un pasaje desconocido que Frank quiere visitar. Finalmente llegará allí, a ese enorme "santuario", en las profundidades de una especie de volcán. Carl (Ioan Gruffudd) es quien financia la tarea, y a poco de iniciada la cinta llegará al lugar junto a su novia, Victoria (Alice Parkinson) y el hijo de Frank, Josh (Rhys Wakefield) para participar del trabajo. Como el lugar donde están es bastante aislado hay varios puestos intermedios para llegar hasta las profundidades del volcán. Una tormenta tropical entonces entra en acción y corta las comunicaciones con el equipo de vanguardia, dejando aislados y a su propia suerte, a seis hombres dentro de la cueva. Cuando un desprendimiento de rocas sella la entrada, no les quedará otra alternativa que internarse más en ese territorio inexplorado, sumergido en gran parte, para buscar una salida antes de que el agua avance y su fin sea la muerte. De ahí en más, sólo quedará ponerse el traje de buzo y sumergirse en la trama evitando quedar dormido. Los peligros que enfrentan son previsibles, la composición actoral es pobre y el ritmo de narración es lento. Miré el reloj ya a los 40 minutos, lo cual en un film de estas características es algo grave (los primeros 20 preparan la acción, y hacia los 30 empieza a desplegarse la acción). No hay mucho más para agregar, creo que sin la característica 3D, Sanctum no debería haberse estrenado. Mientras esperamos Titanic y The Abyss en 3D, (Sí, es un rumor MUY fuerte), Cameron produce para recuperar la inversión en todos los recursos técnicos en los que invirtió tantas horas. De esa factoría, nació "Sanctum 3D", lo cual nos deja preocupado ante la perspectiva de que puedan seguir produciendose más cintas similares en esta dirección. Luz de alarma para el genio de la industria. No ir, bajo ningún concepto.
Perdido en la oscuridad de la caverna Sanctum es en 1er lugar un film dirigido por Alister Grierson y en 2do lugar producido por James Cameron, algo que en las publicidades gráficas, como se puede ver en esta foto y en otros posters, fue manipulado para hacer creer que esta era la nueva película de Cameron. Si el aclamado director apadrinó toda esta estrategia sin haberse drogado antes, se podría decir con seguridad que no fue inteligente y metió la pata, ya que esta cinta lejos se encuentra de ser colocada en el mismo grupo de Avatar o Titanic. La historia está basada en un hecho real, en el cual 15 espeleólogos y buzos quedan atrapados, en un sistema de cuevas todavía no exploradas por la humanidad, debido a un fuerte Huracán que llegó antes de tiempo y que comienza a inundar todo el sistema mientras los protagonistas luchan por escapar con vida. Hasta ahí hay un hecho que podría haberse convertido en una gran película de aventura, pero en vez de eso esta co-producción americana y australiana, nos entregó 108 minutos de entretenimiento mediocre y poco original. Los primeros 50 minutos se puede decir que son buenos, comienza con gran ritmo de aventura, un buen uso de efectos visuales, la fotografía es muy buena y se nota la influencia de Cameron y el uso de su sistema de cámaras de alta definición, pero a medida que sigue avanzando la historia se vuelve cada vez más cliché y menos entretenida. Un padre que es buen tipo, pero como ha pasado tanto tiempo concentrado en su trabajo se volvió torpe en la relación con su hijo, el rico aventurero que la termina jugando de malo (copia total de la película Límite Vertical), muerte escalonada de personajes, es decir, de los menos importantes a los más relevantes, y así toda una seguidilla de elementos que desencantan al espectador que en la primera parte seguramente pensó que a pesar de las advertencias podría terminar saboreando un film de calidad, pero la realidad es que no lo es. Y el problema no es la ejecución, sino el guión, que terminó agregándole interacciones e historias que arruinan lo que podría haber sido la historia real contada de manera espectacular. Como siempre digo, somos todos distintos y tenemos gustos diferentes, por lo que puede haber espectadores a los que les parezca que la aventura si los entretiene, pero estoy seguro que a la mayoría les parecerá que la película se queda muy corta y carece de originalidad. La cinta termina centrándose en un rubio carilindo, con poco carisma, Ioan Gruffudd (El hombre de goma en Los 4 fantásticos) hace un papel triste y el personaje de la novia alpinista que parecía prometer termina siendo una decepción. Para resaltar el rol de Richard Roxburgh que hace del espeleólogo duro con experiencia y mal carácter, lo demás... quedó hundido en las profundidades oscuras de las cavernas.
En Papúa Nueva Guinea un grupo de espeleólogos y submarinistas se encuentra trabajando en una de las últimas cuervas inexploradas del planeta. En estas galerías subterráneas de cientos de kilómetros de extensión, se combina el trabajo con la emoción de ser los primeros hombres en descubrir los secretos que la tierra lleva escondiendo desde hace siglos. Sin embargo, la misión se complicará cuando una tormenta comienza a inundar los túneles, haciendo que el espacio para moverse sea cada vez menor. El equipo deberá colaborar en su conjunto para poder escapar de esta tumba natural, pero no todos están dispuestos a sacrificarse por los otros. Hay dos cuestiones que servirán como advertencia para un espectador desprevenido. 1) La leyenda de “inspirado en hechos reales” no siempre es un gancho efectivo. 2) Que el nombre de James Cameron -en su rol de productor- aparezca en el afiche del filme responde únicamente a la necesidad comercial de estrenar la película en todo el mundo. Ni siquiera relaciones esta propuesta con el suceso azul de Avatar.
El cine que nos imponen Las salas de exhibición alternativa han vuelto a abrir sus puertas en la ciudad, y la diferencia en la oferta cinematográfica es notable: a los patéticos estrenos de las salas comerciales, comenzando por la marketinera Biutiful, de Alejandro González Iñárritu (un filme que pretende pasar por “cine de calidad”, que ostenta una elaborada puesta en escena para seducir a desprevenidos,pero que en el fondo no es más que pura explotación de la miseria), se le contrapuso la proyección de algunos de los mejores filmes de la década, como Morir como un hombre, de Joao Pedro Rodríguez, y Wendy and Lucy, de Kelly Richars, en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, o tambiénel estreno de Santiago, de Joao Moreira Sales, en la Ciudad de las Artes (que se proyectó en un doble programa valiosísimo con Vikingo, de José Celestino Campusano). Córdoba respira cine, y se viene un año para el recuerdo con el estreno en abril de tres filmes realizados enteramente aquí con ayuda del INCAA: El invierno de los raros (4 de abril), Hipólito (18) y De Caravana (2 de mayo). Vivimos un momento auspicioso, por demás estimulante, pero debemos tratar de ver también el bosque: al momento de salir esta columna, por ejemplo, ya no estará ninguna de aquellas películas en cartelera, por lo que nos veremos obligados a hablar de lo que hay en los complejos multisalas (al menos hasta que aquellas joyitas se editen en DVD). Y basta este simple balance para constatar un síntoma funesto, quizás definitivo, pues sugiere que ese otro cine tiene vedado su acceso a los grandes complejos, que prefieren estrenar cualquier bodrio de Estados Unidos (o de algún director consagrado allí, como Iñárritu) a una película de otra cinematografía, o con otras aspiraciones (como Wendy and Lucy, que es estadounidense), por más prestigio previo que tenga. El resultado es que la mayoría de los cordobeses se educan, entrenan y hasta se piensan a sí mismos en los límites estrechos de una cinematografía decadente, la mayoría de las veces estéril, que no suele buscar otra cosa que repetir formatos consagrados para garantizar la satisfacción de cierto tipo de espectador, por supuesto formateado según sus propias necesidades. La inmensa variedad y riqueza del cine contemporáneo les será entonces ajena, o quizás peor: inaccesible. Por lo demás, no hay razón posible para justificar el estreno de cosas como Sólo tres días o El Santuario en lugar de aquellas obras maestras; aunque quizás exista un miedo inconfesable a lo múltiple, a la variedad que pueden ofrecer otras películas, a la simple idea de abrir el juego (y éstos estrenos sí ofrezcan una especie de seguridad tonta, muy parecida a un suicidio inconciente). Esquemáticas, formalmente convencionales, y de una simpleza argumental que las acerca a los novelones televisivos, estas películas no tienen prácticamente nada en común, salvo la pertenencia a un mismo universo ideológico, filosófico y cultural, que las hermana en sus decisiones estéticas. La primera es otro thriller inverosímil donde un hombre común, en este caso un profesor de literatura encarnado (cuando no) por Russell Crowe, se anima a realizar una hazaña extraordinaria, como organizar y llevar a cabo la fuga de su esposa de una cárcel de máxima seguridad de Pittsburgh. Dirigida por Paul Haggis (el inmerecido ganador del Oscar por Vidas cruzadas), Sólo tres días se propone como un drama profundo, que sienta sus bases en una institución crucial para el sistema y su representación hollywoodense, como es la familia. Su idea de fondo es mostrar cómo un hombre es capaz de hacerlo todo por amor, y con ese norte no escatima recursos, por más imposibles que parezcan. Se diría, empero, que lo más patético no son los giros del guión, sino la impericia formal y narrativa de Haggis para plasmarlos, que logra justamente que cada sorpresa nos confirme nuestras sospechas y termine destruyendo el suspenso. Del mismo mito de las grandes hazañas del hombre pretende vivir más aún El Santuario, filme auspiciado por James Cammeron (el mismo de Avatar), que se propone narrar otra “historia real” ocurrida esta vez en las profundidades del mundo: un grupo de espeleólogos (exploradores de cuevas) que quedó atrapado en una caverna gigantesca en Papúa-Nueva Guinea, mientras una tormenta inunda de a poco su refugio. Se trata de un relato convencional de supervivencia, con aspiraciones de filme de aventuras, pero la trivialidad intrínseca de todo el planteo terminará perdiendo a la misma película: episódica y mecánica, El Santuario naufraga en la liviandad de los conflictos familiares (el eje del filme es una disputa edípica entre un padre y su hijo) y de poder que plantea, y que se llevan gran parte del metraje. Sin suspenso, sin protagonistas que puedan generar algún interés o empatía, y con muy poca aventura, El Santuario ni siquiera podría aspirar a ser un filme de clase B, pues sus pretensiones presupuestarias así lo impiden, pero tampoco el 3 D o la construcción digital de sus inmensos escenarios logran salvar a este bodrio mal filmado, mal actuado y terriblemente orquestado, que mejor podría encontrar su lugar en un canal de cable, en un domingo cualquiera a la hora de la siesta. Por Martín Iparraguirre