Turismo en el infierno. Mientras que gran parte de los espectadores de treinta años para arriba aún se manejan con una concepción de la clase B hollywoodense vinculada al desparpajo de propuestas más o menos cómicas o aquella seriedad mal entendida de tantas otras realizaciones de bajo presupuesto, los espectadores más jóvenes directamente desconocen la existencia de un cine marginal -y en “relación de espejo” para con el mainstream- ya que suelen consumir exclusivamente los grandes tanques anuales de los estudios estadounidenses. Así las cosas, en el primer caso encontramos una suerte de desfasaje entre un ideal muy caduco y las características de la clase B contemporánea, y en el segundo caso nos topamos con una situación de lo más paradójica porque Internet causó y a la vez subsanó la desaparición de la venta/ alquiler de films en formato físico, construyendo nuevos canales de distribución. El inefable “video on demand” y su contraparte anárquica, la piratería, pusieron al alcance del público una oferta muy variada de títulos que deberían haber enriquecido la percepción cultural de los consumidores, por un lado conduciendo al abandono de nociones que ya no nos sirven para analizar el cine marginal actual y por el otro facilitando el acceso a obras relativamente alternativas, más allá de la calidad de las mismas. Lo cierto es que en el día a día casi todos siguen conformándose con lo que ofrece la industria más pomposa y obvian al resto de la gama cinematográfica, circunstancia que nos lleva a que el grueso del público no tenga idea de que efectivamente existe una clase B de nuestros días y que responde a las características de opus como el presente, Satanic: El Juego del Demonio (Satanic, 2016), un trabajo realizado con pocos recursos que no llega a ser del todo fallido dentro del rubro. Lejos de la ingenuidad e improvisación de los directores de antaño, esta nueva clase B se vuelca de manera consciente hacia la comedia o el drama más tajantes: en el terror suelen primar la tragedia, el desarrollo de personajes, los actores televisivos, los practical effects, algo de CGI en el desenlace y un “ambiente” homicida que envuelve a los protagonistas (como en el mainstream, los asesinos del pasado desaparecieron). Aquí la historia nos presenta el derrotero de dos primas y sus novios, quienes se dirigen en una camioneta hacia el Festival de Coachella y deciden parar unos días en Los Ángeles para recorrer escenas de crímenes vinculados con rituales satanistas. Por supuesto que una serie de eventualidades los llevará a “rescatar” a una señorita que se asomaba como la próxima víctima de un culto de lunáticos, lo que pronto se convertirá en un descenso al infierno para los involucrados. Dentro del precario subgénero “adolescentes o jóvenes adultos que hacen casi todo mal y terminan pagando las consecuencias”, Satanic: El Juego del Demonio no ofrece ninguna novedad significativa y curiosamente apuesta todas sus fichas a la simpleza de los protagonistas y el desempeño de la scream queen principal, Sarah Hyland de Modern Family. La veinteañera cumple con dignidad como el único personaje agradable -el resto son fanáticos religiosos o bobos góticos de cotillón- y sostiene un relato que respeta a rajatabla el canon anteriormente descripto del bajo presupuesto contemporáneo. El director Jeffrey G. Hunt, hoy trabajando a partir de un guión del ascendente Anthony Jaswinski, logra que el trayecto hacia la maldición de Belcebú resulte ameno pero no consigue darle al final un verdadero ímpetu de furia y shock, capaz de expandir el gore de escenas previas…
Unas vacaciones primaverales satánicas con condimentos atractivos, pero que lamentablemente conduce a un resultado fallido. Nos encontramos ante una película con reminiscencias al género clase B, desde el punto de vista que se nota su corte independiente —y de escaso presupuesto—, a diferencia de la mayoría de los films que vienen del norte, donde los recursos a nivel producción suelen ser más abultados. Este es un detalle a tener en cuenta, ya que las actuaciones, los pocos efectos especiales y hasta la historia tienen un sesgo televisivo. Aquí dos parejas de universitarios deciden ir a sus vaciones de primavera a Los Ángeles. Una de las chicas está obsesionada con hacer turismo satánico, el cual consiste en alojarse en la misma habitación donde murió una especie de líder satánica, dar un paseo por la mansión donde ocurrieron los asesinatos de Charles Manson, hasta visitar una tienda de objetos oscuros y aterradores. En un acto de inconsciencia y aburrimiento los cuatros deciden seguir al dueño de esa tienda, con quien tuvieron asperezas. Por intermedio del mismo conocerán a una joven extraña y algo trastornada que los involucrará en un juego del cual nunca podrán escapar. El film comienza lento, se detiene demasiado en el recorrido turístico que hace el grupo. Aunque todo alude a lo siniestro y satánico, el clima de horror tarda en llegar. Juegos Satánicos tiene aspectos interesantes como la cotidianidad que se respira en la trama. Hay un gran acercamiento, por momentos se asimila al registro de un video casero frente al que estamos esperando que suceda algo. Así como también la idea de que el infierno no es un lugar, sino un estado de caos permanente. Y esto se evidencia, pero en los últimos quince minutos. Durante más de la mitad del metraje vagamos en la hermosa ciudad de Los Ángeles y conocemos a fondo la psicología de los personajes, pero la acción y el terror se dilatan. Hacia el final, tras un suceso casual, el film estalla en un devenir de locura y horror. En un laberinto sin salida, de tintes oníricos, donde se pierde el sentido de la realidad. Y, aunque los efectos son de plástico —y algo remanidos— se logra generar un clima que es coherente con lo que se cuenta. Jeff Hunt, mayormente, es un director de series televisivas y esto queda evidenciado en la construcción del film, por momentos este parece episódico. Estamos ante un híbrido serie/ película y el problema es que cada cual tiene un timing propio, de allí el desfase narrativo. Una receta con condimentos interesantes, pero que en su ejecución final resulta fallida.
Satanic es la última entrada de terror en el género de “estúpidos adolescentes hacen cosas estúpidas y mueren”. La diferencia acá es que la premisa era, en algún punto, prometedora. Los Ángeles tiene una larga historia de crímenes y ocultismo, entre la secta de Charles Manson y las iglesias fundadas por Anton LaVey (el Papa Negro). El guión potencialmente podría haber explorado alguno de los espacios más sórdidos de la ciudad, dentro de una propuesta de slasher sobrenatural. No sólo no lo hace, sino que además falla en vincular temáticamente algunas ideas que, en principio, se esbozan y son hasta interesantes. El comienzo brinda situaciones atractivas, pero pronto se desvanece en la nada. Terrorífica por las razones equivocadas SatanicLo cierto es que Satanic no asusta por el terror, sino por la abundacia de clichés, personajes absolutamente detestables, actuaciones mediocres y un guión lleno de inconsistencias. Todo esto hace que se trate de un relato de terror poco memorable. Dentro del elenco, la única pasable es Sophie Dalah, que tiene un rol creíble al menos. La protagonista es Chloe (Sarah Hyland) quien probablemente esté muy contenta de todavía contar con Modern Family. Su personaje se limita a abrir mucho los ojos y gritar. Dos cosas me molestaron especialmente de la película. La primera fue la enorme cantidad de decisiones estúpidas que toma el grupo. La segunda: la evidente inconsistencia de la trama. Veamos un ejemplo. En un momento dado, uno de los del grupo (David) comenta que su primo les dejó una casa para pasar la noche. Cuando le preguntan donde está ubicada, él responde “no sé, nunca estuve ahí”. Sin embargo, al llegar, Elise consulta dónde está el baño y él contesta, confiado, “el pasillo del fondo a la derecha”. ¿CÓMO? ¿No era que nunca habías estado? Este tipo de cosas abundan en la película y la hacen irritante. La historia en sí no es del todo mala. Se deja ver y en ocasiones tiene momentos logrados de tensión. Una particularidad es que las muertes nunca se ven, sino que los personajes van desapareciendo poco a poco. Eso no me pareció malo, y hasta es una forma efectiva de ahorrar plata. Hay un giro argumental en particular que encontré moderadamente ingenioso, si bien era algo que ya había visto mejor logrado en otras historias. Me refiero a un escena en la que la protagonista mira por la ventana dentro de una fábrica abandonada. Conclusiones: El gran problema con Satanic no es que sea la típica película de adolescentes asesinados por entes sobrenaturales, sino que es tan genérica que no agrega nada nuevo al tema. En un año que, en materia de terror, ya nos dio obras como Hush, Before I Wake y –muy especialmente– The Witch, Satanic es una obra para el olvido y apenas tolerable. Una lástima, porque la premisa tenía cierto potencial. Por lo menos es cortita.
El rito del aburrimiento El cine de terror tiene una gran convocatoria en las salas argentinas, razón por la cual, los distribuidores apuestan a lanzar filmes que quizás de otra manera terminarían en DVD directo o subidas a sistemas streaming sin ningún tipo de restricción. Me intriga saber qué vio el distribuidor local en “Satanic: El juego del demonio” para lanzarla comercialmente, ya que estamos frente a un producto aburrido, viejo, malo, muy malo, que no despierta interés alguno en su visionado. La fórmula estrella de TV, más película de terror pocas veces ha funcionado tan mal como en esta oportunidad, en donde la joven Sarah Hyland es la principal atracción en una historia filmada tan convencionalmente y de manera obvia que termina convirtiéndose en una parodia de aquello que propone. Anunciada como “de los productores de The Walking Dead” y los guionistas de “Kristy”, “Miedo Profundo” y “La oscuridad”, la película de Jeff Hunt se centra en cuatro amigos que llegan a Los Ángeles y tras perderse quedan envueltos en un extraño rito satánico. Una joven llamada Alicia dirá algunas frases, en una habitación de un hotel, en donde aparentemente hace años un rito satánico terminó con la vida de varias personas, como “el infierno no es un lugar, es una gran confusión” ó “la muerte no existe, sólo es una transición”, mal pronunciadas que sólo bordan la ridícula situación que recién a la hora plantea un conflicto en la narración. A partir de ahí la muerte. La muerte que constantemente acecha pero que se confunde si con una banda de pandilleros, Alicia, o ellos mismos. Porque justament eso es “Satanic: El juego del demonio”, una gran confusión, irremontable, de la que fuimos parte y rápidamente olvidaremos.
Cuatro amigos adolescentes deciden tomarse sus vacaciones de primavera para ir al festival de Coachella pero antes deciden hacer un pequeño tour satánico (es decir, por lugares con historias oscuras) en Los Angeles. La premisa se parece a la de casi cualquier película de terror adolescente, pero esto del tour podría haberla convertido en un producto interesante. La verdad es que, lo digo de una, “Satanic” no funciona. No funciona en conjunto ni cuando uno comienza a desmenuzarla intentando encontrar algo interesante. Por un lado, la historia puede ser demasiado simple, pero en una película con más agallas podría haberse convertido al menos en un festín para el fanático de género. Acá no sólo el guión estira su planteamiento aproximadamente media película (para resolverla también de un modo apresurado, todo lo rápido que antes no pasaba la trama), sino que ni siquiera tiene escenas de terror o gore memorables, es que casi no las tiene. De hecho, las muertes nunca se ven, decisión arriesgada que, otra vez, en alguna película bien pensada podría haber funcionado, con un buen manejo de tensión por ejemplo, pero no es este el caso. Por el otro, personajes y actuaciones, que van tan juntos como separados. Los adolescentes, especialmente en las películas de este género, suelen parecernos cortos de luces, pero acá esto es con más razón que nunca. Ejemplifico: en medio de su tour satánico se chocan con un personaje extraño y peligroso, no sólo deciden seguirlo sino que cuando lo hacen no se preocupan de protegerse ni mantenerse a una distancia prudente o apagar la luz del celular para que no los vean. Salvo un personaje (interpretado por Sophie Dalah) que aparece de manera precisa para que funcione el plot twist, el resto tiene diálogos y acciones tan tontos que uno realmente no puede esperar a que se mueran. A nivel artístico, el film comienza con unas imágenes de archivo de películas viejas sobre cosas relacionadas al satanismo… bueno, todo eso parece tener una función más bien decorativa, porque durante el resto de la película ni se vuelve a ellas ni la película en sí parece ser influenciada al menos estéticamente por ellas. Satanic no es original y se la siente trillada, excepto en una resolución que en realidad se puede interpretar como abierta pero también se la siente cobarde. Es aburrida y está protagonizada por un grupo con el que es imposible empatizar con alguno de ellos. Además el guión, que debería sostenerla como todo buen esqueleto, es flojo y lleno de agujeros. Olvidable.
Una acumulación de lugares comunes del género que no le hace honor a este buen año del terror. Este 2016 no venía nada mal en materia de cine de terror, en gran parte gracias a la presencia de algunos estrenos europeos (Cuando despierta la bestia, Goodnight Mommy) y a la consolidación de las voces norteamericanas más importantes del género, principalmente James Wan en su rol de director (El conjuro 2) y productor (Cuando las luces se apagan). En ese contexto, Satanic: El juego del demonio es, sin duda, un puntazo… en contra. Remedo del cine clase B pero sin autoconciencia ni gracia, el film de Jeff Hunt (conocido en el ámbito televisivo gracias a sus trabajos con director en CSI, Fringe y Person of Interest) muestra a cuatro jóvenes (dos primas y sus respectivos novios) en pleno viaje rumbo a un festival. Viaje que incluye una parada en Los Angeles para seguir la pista de un asesinato satánico ocurrido décadas atrás. Una serie de eventos inesperados los llevarán a “rescatar” a una bella señorita al borde de un asesinato con tintes ritualistas, desatando así el preanunciado descenso a los pagos de Satán. Satanic no ofrece nada nuevo, ni tampoco quiero hacerlo. Lo suyo, en cambio, es apilar lugares comunes sin ningún atisbo de relectura o al menos de ensayar una vuelta de tuerca medianamente original. Berreta en el peor sentido del término, ni siquiera construye una mínima empatía con esos personajes sacados de una de esas series estudiantiles para adolescentes de la década de 1990. Así, sólo queda esperar que el Diablo haga su trabajo de la mejor forma posible.
Un Diablo suelto en L.A. Pocas veces vemos a personajes tomar tantas malas decisiones como lo hacen dentro del género de Terror: Bajar a un sótano sin luz, separar al grupo en vez de mantenerse unidos antes una amenaza inminente, preguntar “¿Quién anda ahí?” exponiéndose ante un potencial asesino demente, etc., ustedes saben. En el caso de Satanic: El juego del demonio (Satanic, 2016) todo se pone en marcha luego de que los cuatro protagonistas deciden meterse con fuerzas oscuras que no comprenden, dando inicio a un espiral descente hacia lo más profundo de las entrañas demoníacas. Por qué sí, el hecho de que estemos en el año 2016 no impide que el género siga representando a los adolescentes mayoritariamente como un cúmulo de hormonas y pésimo juicio al momento de tomar decisiones mínimamente lógicas. Es así como Chloe (Sarah Hyland) y sus tres amigos hacen una parada en Los Angeles de camino a un recital, aprovechando para hacer un tour macabro que incluye la casa donde fue asesinada Sharon Tate, un par de locales de oscurantismo y otros clichés. En medio de todo esto conocen a Alice, una chica rara que los convence de formar parte de un ritual que traerá -como podrán imaginarse- consecuencias fatales. Hacer contacto con Satanás, seguramente una mala decisión que formaría parte del primer capítulo de un libro titulado “Cosas que no tenemos que hacer en una película de terror pero las hacemos de todas formas” -si, es un título largo- pero un tropo clásico al cual por algún motivo las producciones menos logradas del género siguen recurriendo. Con un argumento derivativo que a duras penas respeta su propia lógica interna, la cinta obliga al espectador a redoblar el esfuerzo por mantener la suspensión de la incredulidad casi hasta el extremo. Los 85 minutos de duración desperdician más de dos tercios de película con los personajes yendo y viniendo sin mucho que aportar a la historia ni alimentando el conflicto central, cerrando con unos quince minutos finales a los que supuestamente deberíamos llegar llenos de intriga, algo difícil de lograr con un guión que deja demasiadas incógnitas flotando en el aire. Ni siquiera el impacto de la resolución final compensa el divague previo, pero al menos podemos coincidir con la idea central del guión de Anthony Jaswinski: el Infierno se representa de forma distinta según cada uno. En nuestro caso, una representación acertada del Infierno sería ver películas como esta, una tras otra durante toda la eternidad.
En Satanic: El juego del demonio jóvenes universitarios están haciendo turismo en lugares donde se han realizado ritos satánicos. Tras rescatar a una muchacha testigo de un sacrificio humano, los aventureros quedarán en la mira de un culto terrorífico. La premisa de esta cinta de muy bajo presupuesto dirigida por Jeffrey Hunt parecía buena, sobre todo por los datos reales alrededor de los lugares presentados. Pero esto termina siendo un dato mínimo ante un argumento plagado de clichés y lugares comunes. Malas actuaciones, de un elenco de desconocidos en el que apenas se destaca la "Reina del Grito" de turno, Sarah Hyland. El resto es un compendio de escenas que intentan ser aterradoras y terminan resultando risueñas. Apenas algunas cuestiones de efectos y maquillaje se salvan de esta clase B con olor a directo al home video.
BÚSQUEDA SATÁNICA La cuota de terror de la semana, el debut cinematográfico de Jeff Hunt, que igual que los productores vienen de hacer éxito en la tele con algunas series que son de culto. Pero aquí el lugar común aplica. Grupito de adolescentes que llegan a Los Ángeles para hacer un circuito turístico con caso de satanismo, para “abrir sus mentes y entender” (sic). Se alojan en un hotel donde hubo un suicidio famoso, ven la casa de Sharon Tate, siguen al dueño de un tienda “satanista”. Buscan hasta que encuentran el horror…En fin, para los adictos al género un entretenimiento de buena factura técnica, algunos sustos y poco mas.
Un grupo de adolescentes, de camino a Coachella, decide pasar un par de días por Los Ángeles para recorrer el tour del terror, desde la casa donde asesinaron a Sharon Tate y otros sitios donde hubo crímenes rituales, a los más oscuros tugurios de los adoradores del demonio. Entre el escepticismo y la sucesión de hostilidades en una ciudad que les es ajena, terminan involucrándose con um rito que tiene poco de juego. Con Sarah Hayland, la adolescente de Modern Family, una película divertida y menor, que cruza con inteligencia el superado espíritu juvenil con el turismo morboso y algunos sustos.
El género terror no es para amateurs Dos parejitas deciden pasar un par de días haciendo un tour satanista por Los Angeles. El recorrido incluye los negocios de cosas demoníacas de Hollywood Boulevar, una visita a la mansión de Sharon Tate, donde el clan Manson cometió sus horribles crímenes, y un poco más originalmente, alojarse en el cuarto de hotel donde una famosa satanista se suicidó para abrir una puerta al infierno. Con esta combinación ya estarían las bases para una pelicula de terror más o menos standard, pero no necesariamente muy mala. Lamentablemente, el director Jeffrey Hunt combina de manera bastante amateur los distintos elementos logrando eliminar todo atisbo de tensión, y ni hablar de originalidad. Los protagonistas andan a tontas y locas por distintos peligros que superan por completo sus intenciones de satanistas aficionados y los van metiendo en situaciones con las que no hubieran querido tener nada que ver. La trama demora mucho en arrancar realmente, al punto de que pasa más de la mitad de la proyección para que el asunto empiece a ir directo al grano. Igual en ese punto, cuando el terror está claro, el director hace las cosas mal.
Comienza bien Satanic, con imágenes de archivo de viejas filmaciones sobre satanismo (con mayor o menor grado de credibilidad). Sin embargo, nada de lo que sucede en los siguientes 90 minutos es mejor que eso ni tan siquiera más o menos aceptable. El cine de género made in USA debería quizá volver a encender el GPS, tipear algunas palabras en japonés y mirar sus fuentes de inspiración de la última década, que le dieron, al menos, algunos buenos films para hacer remakes. Porque Satanic es todo lo malo de los ciclos de cine de terror que algunas señales de televisión relanzan cada tanto cuando tienen que rellenar agujeros de programación a la medianoche: lugares comunes gastados de tanto usar, guiños idiotas y personajes que no van más allá de un par de chistes sobre las tetas o la masculinidad. Eso. Y satanismo for dummies sin gracia ni nada que no hayamos visto y padecido decenas de veces. El horror, pero de la falta de ideas.
"Satanic", una película de terror que ni siquiera provoca un susto El filme de Jeffrey Hunt cuenta la historia de cuatro amigos que viajan a la ciudad de Los Ángeles con planes de realizar un "tour" satánico. Pero la intención se pierde en el camino. "El infierno no es un lugar. Es una hermosa confusión”. La idea general de Satanic: El juego del demonio podría resumirse con esta frase. El director Jeffrey Hunt intenta en todo momento poner en imágenes esta ambiciosa premisa, pero los recursos que usa están tan mal empleados que hacen que en todo momento se noten las inconsistencias. Las malas actuaciones, las innecesarias transiciones aéreas de Los Ángeles, el torpe uso de la música (que a veces entra y sale a destiempo) y la mezcla de ritual satánico con terror sobrenatural hacen que se parezca más a un menjunje indigerible que a un buen exponente del cine de terror clase B. Satanic: El juego del demonio es una modesta película con aspiraciones al “mainstream” plagada de debilidades en el guion (tiene varios problemas lógicos), en las resoluciones formales y en la decisión de puesta en escena. El clima de toda película de terror es fundamental, sin embargo aquí aparece descuidado en todo momento. El filme cuenta la historia de un grupo de amigos que viaja hacia la ciudad de Los Ángeles para recorrer los lugares donde se llevaron a cabo algunos famosos asesinatos en rituales satánicos. A partir de esa anécdota, Jeffrey Hunt intenta desarrollar una idea ambiciosa aunque no hace más que meterse en un callejón sin salida. Y lo peor es que lo hace sin lograr el más mínimo interés en sus momentos decisivos. El director da tantas vueltas desde que comienza a relatar la historia que recién hacia el final nos damos cuenta de su intención narrativa. Pero los pasos previos que da derrumban el final, al que se podría calificar de tímidamente bueno. Satanic: El juego del demonio es un producto al que le falta espíritu y una construcción de clima mucho más esmerada. Es muy probable que quienes paguen la entrada en busca de emociones se retiren de la sala sin haber sentido nada de miedo. Ni siquiera, un leve sobresalto de susto.
El terror juvenil llega a los cines con Satanic: el juego del demonio de Jeffrey G. Hunt. La historia sigue a una camioneta llena de jóvenes universitarias que visitan lugares viejos y misteriosos en Los Ángeles, donde se reportó entre 1980 y 1990 una ola de casos de rituales sexuales y violación infantil, marcando una era de miedo entre los habitantes de las inmediaciones. Las estudiantes siguen al extraño propietario de una tienda oculta y espeluznante, sólo para encontrarse salvando a una chica sospechosa de lo que aparenta ser un sacrificio humano. Esta “víctima” será mucho más peligrosa que el culto del que escapaba y las amigas tendrán que descubrir de qué se trata. Películas de terror en Estados Unidos hay muchos y de todos los aspectos. La verdad es que no todas llegan a las salas de cine y algunas estan acotadas a un presupuesto que las llevan directo a DVD/Bluray. Satanic el juego del demonio es el caso, aunque aquí llega a los cines de Argentina. Tenemos malas actuaciones (eso no es novedad en el género), a eso se le suman momentos aburridos o previsibles; tengan en cuenta que pasan 30 minutos de película y la historia no avanza. Tantos esteriotipos la convierten en tediosa, la joven inocente, el futbolista “macho alfa”, la “rarita” más interesada en las fuerzas oscuras y el “geek” que hace chistes. Si algo enseño The Cabin in the Woods, es como ser originales, con un buen guión. El año pasado, la temática satánica se interiorizaba y con mucho detalle, en el film Invocando al demonio de David Jung. Sin ningún tipo de criterio, Satanic se apoya en eventos reales como la masacre del clan Manson, pero no aprovecha la curiosidad de los mismos; y se agota en una cinta que no aporta nada nuevo en el género.
EL JUEGO DEL EMBOLE Cómo decepciona un film de terror cuando no tiene nada para ofrecer. Nada de argumento sólido o de algún giro interesante, nada. Este es el caso preciso del primer largometraje de Jeffrey G.Hunt -director de series televisivas como Fringe o Crónicas vampíricas- titulado Satanic: el juego del demonio. La película nos cuenta cómo un grupo de jóvenes estereotipados –compuesto por una pareja de teens darks y otros enamorados más normales, como una chica tradicional y el flaquito ganador de la Fraternidad- deciden vacacionar en camioneta por Los Ángeles para recorrer un circuito turístico “macabro” que, va desde la casa donde fue asesinada la actriz Sharon Tate y sus amigos a mano del clan Mason, hasta comercios de oscurantismo. Son tours que se contraponen con el paseo de las estrellas cinematográficas de Hollywood pero que atrapan por convertirse en un atractivo morboso para el público, algo muy bien reflejado en la primera temporada de American Horror Story con respecto a casas embrujadas u homicidios truculentos. Esta ciudad, que mezcla las luces de la fama y las sombras de crímenes siniestros, sirve como epicentro para que estos amigos no tengan mejor idea que perseguir a un pelado mal llevado dueño de una siniestra santería que visitaron anteriormente, para darse cuenta que el tipo en cuestión anda metido en una secta diabólica. Y que esa secta de encapuchados adoradores de Lucifer planea “matar” a una pibita desnuda en el transcurso de un ritual. El rescate a esta chica por parte del grupete da “puntapié” al leit motiv de la trama. Un leit motivo que se pierde y que nunca toma fuerza para arrancar, ya que se desperdicia mucho tiempo útil. Del mismo modo, los personajes no saben a dónde dirigirse y sus actuaciones son pocos creíbles. En Satanic: el juego del demonio, la historia comienza a enredarse sin sentido y sólo los 15 minutos finales Hunt trata de volcar la mayor intriga y miedo sobrenatural que no generó desde el principio pero no es suficiente. Ni siquiera ese aire a “deja vu” o historia vivida que atraviesa a lo último la protagonista del film, recurso que supo alcanzar una firmeza interesante en la coproducción inglesa/australiana Triangle (2009), de Christhoper Smith. Parece que lo único que nos deja esta película es su moraleja de “quien mal anda, mal termina”, algo que sólo viene a sumar el patetismo que ofrece el producto en general. Y también vuelven a repetirse los lugares comunes, como la utilización del heavy metal en su banda de sonido o dibujos de pentagramas del Mal, errónea y culturalmente vinculados al satanismo cuando no es más que un simbolismo del equilibrio entre la tierra y el cielo según antiguas civilizaciones. Son tópicos que ya nos ofenden a los asiduos en este tipo de cine. Satanic: el juego del demonio es un film de terror tan aburrido y light que resulta un insulto que sea llamado una película de terror. Un insulto tanto para los fanáticos del género como para quienes quieran iniciarse en este vasto y bello mundo cinéfilo que tantos seguidores y detractores ofrece.
Satanic es una película mala de cable que por esos milagros de la vida consiguió distribución en los cines. El simple hecho que la trama no tuviera que ver con exorcismos y fantasmas le otorgaba un mínimo atractivo. Hace mucho años que no se estrena un historia de horror decente relacionada con el satanismo y la magia negra que eran temáticas muy populares en este género durante los años ´70. Habrá que seguir esperando porque esta película es horrenda. La trama presenta al reparto de personajes más detestables y estúpidos que surgieron en el último tiempo, quienes se ven envueltos de manera constante en situaciones que carecen de sentido. Suele ser un clásico en el cine de terror que algunos personajes terminen con un destino trágico por elecciones tontan que toman, sin embargo los protagonistas de Satanic se pasan de idiotas y cuando desaparecen de la trama uno lo celebra. La película fue dirigida por Jeffrey G.Hunt, veterano realizador de la serie CSI, que tiene experiencia a la hora de construir situaciones de suspenso, pero en este caso se vio limitado con un guión desastroso y un reparto desangelado que le dio vida a personajes irritantes. Reitero una película mediocre de televisión con la que no vale la pena perder tiempo en el cine.
Venganza del más allá Cuando una película se anuncia con los créditos de otros éxitos hay que dudar. "Satanic", de Jeff Hunt, llegaba con el agregado "de los productores de «The Walking Dead»" y "del guionista de «Kristy», «Miedo profundo» y «La oscuridad». Demasiados títulos para una historia con muy poco valor específico para destacar. Dos parejas llegan a Los Angeles con la idea de divertirse, pero mientras David y Chloe buscan entretenimientos más convencionales y terrenales, Seth y Elise se apasionan con los ritos demoníacos. No sólo eso, sino que se empecinan en hacer una suerte de turismo satánico, sin imaginar que se meterán en lugares donde será muy difícil encontrar la puerta de salida. Y si la encuentran, es más complicado aún que lo hagan con vida. La primera hora de la película tiene dos problemas: el primero es que nunca mete miedo y el segundo es que, cuando aparecen las situaciones terroríficas, es muy fácil saber cómo termina todo. Lo peor para las dos parejitas, y paradójicamente lo mejor para la película, acontece cuando el espíritu de una persona es convocado y nadie sabe cómo hacer para que regrese al infierno. Con recursos poco originales, las amenazas del más allá serán cada vez más fatales y el demonio jugará con ellos hasta saciar su sed de venganza. Aburre y no asusta.
LOS PARCHÍS DEL HORROR Es habitual que algunos actores de la televisión incursionen en películas de terror olvidables cuando saltan a la fama. En esta ocasión la carilinda aunque visiblemente constipada Sarah Hyland (Modern Family) ha unido fuerzas con debutante Jeff Hunt, de abultado currículum en el mundillo de la TV (ha dirigido varios capítulos de CSI: NY, Fringe y Person of Interest, entre otras), para aburrirnos durante los 85 minutos más largos de nuestras vidas. Cuatro amigos van camino a Coachella y deciden parar en Los Ángeles para hacer algo así como “turismo satánico”. Eso incluye visitar la casa donde fue asesinada Sharon Tate, algunos negocios adeptos a las artes oscuras, un registro civil donde las parejas hacen votos frente a un sacerdote diabólico y hospedarse en hoteles donde hubo asesinatos en los que el diablo metió la cola. Persiguiendo a uno de estos seres del bajo astral (en este caso, un pelado que amenazó al grupo con una navaja pero al que pintó seguir a-ver-qué-pasa-total-estamos-tan-al-pedo-que-fumar-porro-ya-no-divierte), se topan con una tal Alice, a quien salvan de una ceremonia macabra (y, pobrecita, ya que estamos invitémosla a dormir con si total-no-la-conocemos-pero-tiene-cara-de-buena-y-capaz-pinta-partuza) pero quien luego les propone sumarse a otra. Con la maquiavélica incursión de la recién llegada, ahora el grupo es de cinco así como cinco son las puntas de la estrella invertida que representa a los satanistas. La suerte de los Parchís del horror está echada. La perversa Alice habla del infierno como una “hermosa confusión” pero en Satanic no hay ni belleza ni desconcierto. Hay, con suerte, cierto hedor a aburrimiento que se desprende del soso y previsible guión a cargo de Anthony Jaswinski (Miedo profundo, actualmente en cartelera, también ha sido escrita por él, ¡oh, maligno!) Acaso la única sorpresa, involuntaria, llegue al final. No porque haya una vuelta de tuerca rimbombante sino porque, tomen nota, los celulares siguen funcionando aún en el infierno. Cosa ‘e mandinga…//∆z
SATÁN VIVE EN LOS ÁNGELES Cuatro adolescentes rumbo a un recital interrumpen su viaje para hacer una parada en Los Ángeles y visitar diferentes sitios que fueron escenario de crímenes, homicidios y magia negra. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero Chloe (Sarah Hyland), David (Steven Krueger, que nada tiene que ver con el temible Freddy de la calle Elm), Seth (Justin Chon) y Elise (Clara Mamet) no parecen haber oído el refrán. Tal vez pensaban, como algunos, que al menos el gato murió sabiendo. La sucesión de situaciones extrañas y terroríficas comienza cuando, desde la inocencia -o inconciencia-, los jóvenes se dejan seducir con la idea de Alice (Sophie Dalah), una joven dulce a simple vista, que conocieron en su visita rápida y los convence para contactar a los espíritus que residen en los lugares más recónditos del Infierno. Al estilo de la saga Destino final, la misma fuerza abstracta y satánica de siempre -vaya a saber uno de donde proviene- condena a los jóvenes a esperar la muerte que, tarde o temprano, se apoderará de sus almas uno por uno. Es eso, o simplemente un par de adolescentes bajo el efecto de la cerveza y la marihuana que recorren esquizofrénicos la pacífica y conservadora ciudad de Los Ángeles, corrompida por almas en desgracia y el mismísimo Satán. Sin contar que no pagan la cuenta del celular o al Infierno no llega el 4G, porque nunca se pueden comunicar. En su primera oportunidad como director de cine, Jeffrey Hunt no hizo una gran apuesta. A pesar de circular en el mismo universo sobrenatural (Fringe y Crónicas vampíricas) llevó adelante una trama llena de tensión e intentos de alcanzar un buen clímax. Pero se quedó con las ganas de asustar. Lo acompañó Antony Jaswinski (Miedo profundo, La oscuridad) quien, con más trayectoria, parece tener la tenebrosidad al filo de la pluma. Como de costumbre, no cede el paso a la lógica ni al buen augurio pero, esta vez, dejó ver demasiada exposición en el diálogo. Para hacerlo más simple, mucho ruido y pocas nueces. “El Infierno no es un lugar, es una encantadora confusión”. ¿Satanic es una película de terror? Una versión remixada de Ouija al estilo Hunt-Jaswinski se suma a la lista de las representantes del teen horror movie, basada en la agotadora secuencia de adolescentes testarudos que no se cansan de tomar malas decisiones. ¿Qué pasaría si fueran adultos en un viaje de camping los protagonistas de estas tramas de terror? Jamás lo sabremos. Por ahora, veremos como cuatro amigos se aventuran en su camioneta llena de marihuana y alcohol, en unas vacaciones satánicas e inolvidables. SATANIC: EL JUEGO DEL DEMONIO Satanic. Estados Unidos, 2016. Dirección: Jeff G. Hunt. Guión: Anthony Jawinski. Intérpretes: Sarah Hyland, Justin Chon, Clara Mamet y Steven Krueger. Fotografía: Mike Karasick. Música: Jim Dooley y Todd Haberman. Edición: Joanne Yarrow. Duración: 85 minutos.
Algo hace ruido en “Satanic: el juego del demonio”. No tiene que ver con una de las propuestas argumentales más idiotas de los últimos años, ya vamos a ese punto. Eso que “hace ruido” no se develará hasta los créditos finales. Introducción parte 1. Una especie de falso “Sucesos Argentinos” contando el matrimonio de una pareja adorando al diablo, y luego diciendo que también se casaron por iglesia común. El dicho “no se puede quedar bien con Dios y con el Diablo” parece que no aplica. Mechado con esto hay fragmentos del cine mudo, no citados debidamente luego; pero se supone están relacionados con el ser humano y sus demonios. Introducción parte 2. Una piba vistiendo un buzo con capucha anda como por un laberinto oscuro, iluminado con su teléfono celular. Eso se pretende contar con los encuadres, pero cualquiera que mire bien plano y contraplano se dará cuenta que no hay más que un pasillo disfrazado con sábanas pintadas con la estrella satánica de siempre. Un celular modernísimo es este. Porque además de proyectar una luz azul hacia adelante, también lo hace a espaldas de esta nena. O sea, hay luz en todos lados y es azul, pero usted va a tener que creer en un celular prodigioso que logra todo eso. Corte a: un grupo de jóvenes emprendiendo un viaje para conocer lugares en donde ocurrieron crímenes atroces con rituales satánicos. Queda bien clarito el objetivo, dicho por los protagonistas al subirse al auto. Turismo morboso, si se me permite el término, pero sobre gustos no hay nada escrito. Plano general con subjetiva de cuarta pared hacia el mostrador del lobby del hotel donde van a parar. La entrada de los chicos da cuenta de la parsimonia con la cual está manejada la acción dentro del encuadre. Como si se notara que el director dijo: “Cuando diga acción, entren, y vos, el de pantalón corto, movete como si estuvieses interesado en estar en esta película”. Van a la habitación. Allí se producen diálogos intrascendentes, hasta que una de las actrices, luego de todo lo visto como introducción hacia el desarrollo, vomita una frase que dice algo así: “Che,¿están seguros de que quieren quedarse acá? ¿David, estás de acuerdo con esto?” Van siete minutos (en serio son 7. No es una manera de decir. Y uno ya siente que la preguntita de la actriz es hacia el espectador, que bien podría usar los siguientes 77 minutos en algo profundamente más útil, como por ejemplo observar detenidamente la distancia que recorre un caracol en celo en ese tiempo. Créame. A partir de esa pregunta, todo el resto es un recorrido inútil hacia la incoherencia narrativa. Los sentidos de la vista y el oído son ultrajados por la banda de sonido, planos inconsistentes como si las locaciones fuesen una molestia en lugar de ser una solución, y actuaciones espantosas, acotadas a expresiones faciales exacerbadas, por un elenco que ni por un segundo se cree la situación dada, el contexto circundante, ni el conflicto. Caminan en el set como títeres drogados. Hasta verlos en el auto resulta inverosímil. No hace falta más. Compruébelo usted mismo. Algo hace ruido en “Satanic: el juego del demonio”, decíamos al principio y se revela al final, en los créditos. El guionista es Anthony Jaswinski, el mismo que ponderamos la semana pasada por su excelente trabajo en “Miedo profundo”, de Jaume Collet-Serra. Este es el único y verdadero desconcierto que causa esta producción.