Imponiendo la redención Por suerte hoy se prorroga nuevamente la racha de buenos thrillers e interesantes películas de horror que venimos disfrutando desde hace tiempo: Intrusos es otra joyita que recupera el costado más nihilista de los géneros para combinarlo con un suspenso de entorno cerrado muy eficaz… Si bien la configuración contemporánea de los thrillers de invasión de hogar nace en las décadas de los 60 y 70 con las pioneras Espera la Oscuridad (Wait Until Dark, 1967), Perros de Paja (Straw Dogs, 1971) y Cuando Llama un Extraño (When a Stranger Calls, 1979), recién a partir de los 80 se termina de establecer como un subgénero por el volumen de exponentes producidos. Así las cosas, durante los últimos años hemos visto avanzar una vertiente que podemos rastrear hasta La Gente Detrás de las Paredes (The People Under the Stairs, 1991), de Wes Craven: hablamos de esa modalidad centrada en la premisa “anfitrión con sorpresas” que nos remite -por ejemplo- a las recientes Cacería Macabra (You’re Next, 2011) y No Respires (Don’t Breathe, 2016). De esta variante también han bebido, ya por fuera de la dialéctica de la usurpación y de manera más o menos tangencial, films como Nadie Vive (No One Lives, 2012) y Pet (2016). Mención aparte merece la genial trilogía de Marcus Dunstan sobre el tópico, conformada por El Juego del Terror (The Collector, 2009), Juegos de Muerte (The Collection, 2012) y The Neighbor (2016). La película que hoy nos ocupa, Intrusos (Intruders, 2015), es una fiel representante del grupo porque retoma al pie de la letra el esquema “allanamiento e intento de robo que derivan en desastre”, a las claras uno de los preceptos insignia del enclave. Esta maravillosa ópera prima de Adam Schindler nos acerca la historia de Anna (Beth Riesgraf), una pobre mujer que sufre de agorafobia y no ha salido de su casona suburbial por diez años, desde la muerte de su padre. La protagonista cuida de su hermano Conrad (Timothy T. McKinney), un enfermo terminal con cáncer en el páncreas, y por ello cuando el susodicho fallece se le presentan dos opciones: dejar su morada para concurrir al funeral o quedarse encerrada como siempre. Anna elige la segunda alternativa y -en el preciso momento en el que se desarrollan los servicios fúnebres- ve con desconcierto cómo entran a su vivienda tres hombres, el cabecilla J.P. (Jack Kesy) y los cómplices Perry (Martin Starr) y Vance (Joshua Mikel). La banda busca una bolsa con dinero que la mujer le ofreció al “entregador inconsciente” Dan (Rory Culkin), delivery boy culinario de Anna y amigo de los anteriores. Indudablemente los elementos que distinguen a Intrusos de otras realizaciones de rasgos similares son su nihilismo de base y los artilugios del inmueble. En lo que respecta al primer apartado, aquí no nos toparemos con víctimas desvalidas y -en contraposición- sádicos “a todo lo que da”, los dos baluartes en los que suele caer el terror en general, sino con seres oscuros y heterogéneos que no despiertan simpatía automática ni mucho menos, obligándonos como espectadores a presenciar el fascinante choque entre Anna y el trío de usurpadores sin un apego facilista hacia alguno de los dos bandos y sin esa sarta de lugares comunes de corte feminista bobalicón. Esto nos lleva al segundo ítem, con el cual tomamos contacto una vez que la señorita se saca de encima a Vance, el primero en morir: la mujer logra confinar al sótano a Perry, J.P. y a un recién llegado Dan, todos transformados en prisioneros de una protagonista que no puede salir de su residencia, no tiene interés en llamar a la policía y hasta cuenta con un surtido de sorpresas mecanizadas en esa inusitada cárcel, en consonancia con un misterio en torno a una cruzada oculta de ella y su hermano. El guión de T.J. Cimfel y David White acumula tensión mezclando el naturalismo del horror indie (los secretitos sucios de las familias acaudaladas se unifican con la desazón de la white trash norteamericana) y la sinceridad de la clase B (el gore es ponzoñoso y mundano hasta niveles insospechados ya que la verdad es muy lacerante). Dentro de lo que podríamos definir como las dos modalidades principales de los thrillers de invasión de hogar según el objetivo de los homicidas de turno, léase la partidaria de la crueldad por la crueldad en sí y la que busca “imponer” la redención a terceros en pos de justicia o algún tipo de reparación, el opus de Schindler opta por ésta última variante y francamente se abre camino como uno de los mejores ejemplos de la misma, tanto por la coherencia del relato como por su eficacia a la hora de transmitir la incertidumbre, el malestar y la angustia que padecen los personajes a lo largo del derrotero. Los tres títulos en inglés con los que se conoce a esta pequeña joya, Intruders, Shut In y Deadly Home, nos hablan de la misma claustrofobia sustentada en un suspenso admirable que no da respiro en ningún momento…
Intrusos: Hogar, dulce hogar. Una mujer que vive sola debe defender su casa de unos cacos en busca de unos cuantos dólares. Lástima que la señorita esconde algo más que dinero en su casa. Las películas sobre “home invasion” ya son un género en sí mismo con exponentes tan brutales como The Strangers (2008), You´re next (2011) o la reciente Don´t breathe (2016), de la cual Intruders se nutre y bastante. Es raro que las dos se haya estrenado el año pasado, pero a diferencia del opus de Fede Álvarez, el film del que hablaremos fue directo a video en el mundo, estrenándose en salas argentinas recién ahora. Anna Rock está aislada del contacto humano en casi todos los sentidos, ella sufre de agorafobia paralizante y vive encerrada en una antigua mansión victoriana en las afueras de la ciudad, la gente en la vida de Anna se pueden contar con dos dedos: su hermano enfermo terminal, Conrad, y el conductor carismático Dan. Pero la casa de Anna está a punto de ser invadida por un trío de delincuentes de poca monta que buscan una misteriosa bolsa con dinero en la casa. El director muestra, en el sufrimiento de la protagonista por su hermano enfermo y su posterior deceso, que hay algo más que un miedo a salir al exterior por parte de ella. Se nota que algo esconde. Esto lo podemos descubrir recién cuando los ladrones irrumpen en su casa y desatan una situación límite y destapan el trauma que conlleva Anna: el pasado familiar y la casa que insiste en no dejar son parte del mismo problema mental que termina desatando un juego del gato y el ratón invertido cuando ella logra usar ese trauma como arma contra los delincuentes e incluso la casa, con sus laberínticas y sorpresivas habitaciones en forma de arma castigadora. Las actuaciones resultan correctas y el director realiza un buen manejo de la tensión, no muy deslumbrante, sobre todo en el segundo acto donde se devela el misterio y el film decae un poco en tensión y acción, aunque el final no deja de ser impactante aun si le falta un poco más de gore.
No se metan con la traumada Estrenada en plataformas On Demand en Estados Unidos y en DVD en otras regiones del mundo, llega a los cines argentinos Intrusos (Intruders/Shut in, 2015), película inmersa en la categoría clase B del cine de terror, que por momentos pretende ser un thriller psicológico que sólo de a ratos logra. Anna Rook (Beth Riesgraf) sufre de agorafobia, hecho que le impide salir de la casona en la que vive incluso cuando tres ladrones ingresan al inmueble. Buen recurso de guión -escrito por T.J. Cimfel y David White- para justificar que toda la película transcurra dentro del lugar evitando gastos de producción en otras locaciones. Sin embargo, la fobia no es el único trauma de la protagonista y en la segunda mitad del film la víctima se convierte en victimario en una especie de El juego del miedo (Saw, 2004). Esta vuelta de tuerca enriquece una película que venía transitando varios lugares comunes del cine de terror hasta entonces, aunque el airoso viraje hacia el thriller psicológico le demande luego mayor realismo que la historia nunca consigue. Si bien el recurso del cazador cazado es interesante todo parece forzado para justificar las decisiones de Anna, y es ahí cuando la película pierde fuerza. Hay largas conversaciones faltas de recursos visuales para explicar los distintos traumas que no ayudan a darle fluidez y credibilidad a lo narrado. Incluso algunos momentos gore no condicen con el drama realista planteado siendo un claro problema de tono. Porque si la película se hubiera decidido por el exceso y el ridículo nadie buscaría verosimilitud y la historia podría hasta ser divertida, pero en el afán por ser consecuente con los abusos y abusados, termina no estando a la altura de la seriedad buscada. Intrusos no llega a ser una catástrofe cinematográfica, es una película floja de bajo presupuesto que se las ingenia con sus carencias para llegar al final dignamente. Escapa al cliché pero en su ingenio pierde la brújula sobre lo que está contando y ahí es donde hace agua. Pero recordemos también que es una película que no tuvo la intención de llegar a la pantalla grande, con todas sus carencias actorales, de producción y de dirección (un tal Adam Schindler) hace lo que puede. Los resultados están a la vista. El dato de color: actúa Rory Culkin, el hermano de Macaulay Culkin (Mi pobre angelito).
La casita del horror. Intrusos -dirigida por Adam Schindler– sigue la historia de Anna, una joven que sufre de una paralizante agorafobia que le impide poner un pie fuera de su casa. Un día, mientras libra una lucha interna contra su enfermedad para poder asistir al funeral de su hermano, un trió de criminales irrumpe en su casa. Este evento causará que Anna saque a relucir sus más oscuros secretos. La opera prima de Schindler es un thriller que intenta darle una vuelta de tuercas al sub-genero home invasion. Al igual que en la reciente y genial No respires, la victima es una persona en inferioridad de condiciones (en este caso no por una ceguera, sino por una enfermedad psicológica), aparentemente indefensa, que termina invirtiendo los roles y convirtiéndose en una pesadilla para los supuestos victimarios. El film, si bien logra entretener, nos deja con sabor a poco. Con la sensación de que pudo haber entregado mucho más de lo que terminó siendo el resultado final. Tiene a favor, sin dudas, la agilidad y el ritmo que no decae en ningún momento y la prolijidad con la que esta filmada. Por otro lado, creo que el intento del guión por proponer un atractivo giro al sub-genero se quedo en las buenas intenciones. Sin revelar nada, lo que la vuelta de tuercas propone es interesante, pero está presentada y construida de forma un tanto torpe, de manera que cuando se revela, pasa como si nada. Otro aspecto un tanto flojo son los personajes. Los tres matones que irrumpen en la casa son totalmente unidimensionales. En ningún momento se nos ofrece un motivo para que podamos empatizar con ellos, mas allá de las situaciones que se presentan. El único personaje que tiene cierta profundidad es el de Anna, ya que podemos conocer algo de su historia (la vemos cuidar a su hermano que lucha contra un cáncer terminal y vemos las limitaciones que le impone su enfermedad). A pesar de la poca dimensionalidad de los personajes la mayoría de los trabajos actorales son correctos. Sin embargo, la interpretación de Beth Riesgaf (Anna) por momentos me resultó exagerada y poco creíble, aunque no creo que toda la culpa sea de la actriz, sino también de la forma en que su personaje fue escrito. La acompañan en el elenco, Rory Culkin, Jack Kesy, Joshua Mikel y Martin Starr. Conclusión: Intrusos es una propuesta correcta que, si bien entretiene, no logra destacarse ni trascender en ningún aspecto.
Que mal cuando se intenta sorprender con recursos ya vistos, muy recientemente, y el resultado final es lamentable. Así tendría que decir la frase aclaratoria debajo del arte de “Intrusos”, película que Adam Schindler dirige con tan poca pasión que termina por convertirse en un refrito de otras propuestas. Si en “No respires” el uruguayo Fede Álvarez construía un apasionante thriller a partir de la historia de la víctima de un robo que escondía un secreto muy oscuro, en esta oportunidad, y en este film que se estreno en Estados Unidos directamente en streaming, la presa será una mujer a quien recientemente le fallece un hermano y debe afrontar sola, con sus fobias, el enfrentar al mundo. Nada la haría suponer que su luto se vería opacado por el ingreso de una serie de maleantes, alertados por un “amigo” de la mujer, sobre cierto dinero en la casa. Además de calcar a “No respires”, la poca producción, las resoluciones obvias y las malas actuaciones hacen naufragar a una propuesta de género tediosa y rutinaria. Atentos al regreso de Rory Culkin (una de las víctimas) a la pantalla grande.
Con bastante tardanza llega está película de terror, ópera prima de Adam Schindler; y esta vez, el retraso no será un detalle menor. El año pasado una de los films del género más populares y comentados fue No respires de Fede Álvarez. La historia de esos tres jóvenes ladrones que irrumpían en una casa para realizar un “trabajo” simple en el hogar de un ciego que resultaba ser menos indefenso de lo que pesaban, fue celebrada por su gran creación de clima y tensión sin decaer en excesos de sangre. Cierto es que Intrusos se estrenó en su país antes que No respires, pero nosotros podemos disfrutarla varios meses después, más de un año de aquel estreno original; y las similitudes irremediablemente le juegan en contra, veamos. Anna (Beth Riesgraf) es una mujer joven que vive en una de esas casas enormes y antiguas (mucha madera rechinante, vió) sola con su hermano, postrado enfermo terminal que al poco de iniciada la historia fallecerá. Los problemas de Anna no se terminan en la soledad que la invade, sufre de agorafobia, lo cual no le permite salir de las paredes de su casa y no podrá asistir al entierro de su hermano. Pero hay más, con la anuencia del joven delivery al que ella considera algo así como un amigo (Rory Culkin), tres ladrones de poca monta se disponen a “visitar” a Anna y hacerse de una suma importante que acaba de cobrar. Claro, ahí terminan los problemas de Anna y comienzan los de estos cuatro hombres. La mujer tendrá agorafobia, pero está lejos de ser indefensa. Su aspecto y actitud inocente y conservadora, se contradice (en realidad no tanto con lo de conservadora) con la casa llena de trampas y artilugios que posee, sumados a los ataques de violencia que puede tener. Ahora, serán ellos quienes deberán tratar de salir con vida de las garras de esta fémina. Aun salvando las muchas similitudes de premisa con No Respires, repetimos Intrusos salió antes, habrá que ver que esa idea ya se ha visto otras veces, ´por ejemplo, en otra pieza clave del género como lo es Gente detrás de las paredes, con la cual guarda muchas más similitudes que el film de Álvarez. También podríamos mencionar la saga de Saw y en especial The Collector; sin llegar a la porno tortura. Intrusos será una propuesta que se deja ver sino pedimos mucho más que un entretenimiento sin exigencias de ningún tipo. Con su idea se podría haber logrado una mejor atmósfera y creación de clima, jugar con los tonos oscuros, los silencios, y las sorpresas sobre lo que puede llegar a pasar. En definitiva, todo eso que nos mantiene aferrados a la butaca, y que Schindler no llega a lograr, a cambio de una serie de golpes de efecto que cumplen su cometido pro son rápidamente olvidables. Lo mismo sucede con los personajes, se sabe que en estas películas las víctimas suelen ser peones a cazar; podrían haber tenido alguna motivación interesante que nos haga sufrir a la par de ellos, pero en general está bien, están puestos para verlos morir y ver si alguno eventualmente sobrevive. La cuestión es Anna, que tenía todo para ser una gran antagonista, con una gran personalidad, y un sadismo que la haga objeto de culto del terror, que queramos saber más de ella; como el ciego de No respires, o el falso matrimonio de Gente detrás de las paredes. Aquí no sucede, Anna fue creada con un manual bajo el brazo, es agorafóbica, y no le gusta que le roben por eso puso trampas en su casa, nada más. Intrusos llega tarde y no ofrece grandes dosis de originalidad ni una propuesta que quede en el recuerdo, pero para la hora y media que dura, no defrauda en cuanto a producto estándar. Las hay mucho mejores, pero también mucho peores.
De terror, pero como las de antes. Con el espíritu de las clase B de los tiempos del cine de estudios, el film de Schindler se manifiesta como fábula de ambición económica, guerra de exterminio, corrupción de inocentes y disfuncionalidad familiar. El resultado es tan inquietante como perturbador. Intrusos, una película que gira alrededor de un secreto que no puede develarse. Intrusos, una película que gira alrededor de un secreto que no puede develarse. En tiempos del cine de estudios, la clase B, destinada a la producción de género barata y de escasa calidad, solía producir sorpresas fulgurantes, ya que no siempre la calidad resultaba tan escasa como se presuponía. Algunos géneros, sobre todo –el terror, la ciencia ficción, el cine negro– dieron en esa zona de la producción hollywoodense, menos controlada que la de las películas “importantes” y por lo tanto con mayores márgenes de libertad, una importante cosecha de perlas inmortales, desde Cat People (…) hasta El increíble hombre menguante (…), pasando por Gun Fury (…) y Detour (…), para nombrar sólo algunas. Con la caída de los estudios en los años 60 y 70, esas sorpresas dejaron de presentarse, salvo de modo muy ocasional, con equivalentes aislados de aquella vieja clase B. Con un decorado único, sin nombres conocidos (salvo una sola excepción) delante y detrás de cámara y recibida con la mezcla de indiferencia o desprecio que se le suele dedicar a esta clase de films, Intrusos es lo más parecido a una clase B de aquéllas que se haya visto en mucho tiempo. Y, sí, es una gratísima sorpresa. Más que grata inquietante, incómoda, perturbadora. Escrita por T. J. Cimfel y David White, y dirigida por Adam Schindler, Intrusos presenta un serio problema para hablar de ella: es una película que gira alrededor de un secreto que no puede develarse. Se contará lo que se pueda. En una casa ubicada en medio de la pradera, un hombre enfermo de cáncer muere. Su única heredera es su hermana Anna (Beth Riesgraf), que vivía con él y no piensa mudarse, entre otras cosas porque sufre de agorafobia. Tiene un único contacto con el exterior: Dan, el delivery boy que todos los días le trae las raciones de comida (Rory Culin, único nombre conocido del elenco). El mismo día de la muerte Anna escucha un auto y ve bajar de él a tres desconocidos, que se dan indicaciones para hallar el botín, suponiendo que ella está en ese momento en el funeral. Anna se oculta dentro de la casa, aprovechando el laberinto de cuartos, escaleras, sótanos y pasillos, que los intrusos no conocen. Estos, a su vez, son del tipo improvisado, lo cual le dará un buen hándicap. Pero ese hándicap no durará mucho. Esto, sin embargo, es sólo el comienzo, porque la casa comenzará a “comportarse”, si se quiere, de manera extraña. Un “comportamiento” cuyo sentido halla su origen en ciertos traumas familiares del pasado. Desde ese momento hasta el último fotograma la tensión no hará más que crecer y crecer, con el propio Schindler echándole fuego cinematográfico desde el montaje. Intrusos no es “la película de terror de la semana”, esa puntualmente construida en base a una serie de lugares comunes que los espectadores del género reconocen y reclaman. No. Esta se atreve a invertir valores, a desparramar perversiones, a cultivar un nihilismo radical, como pocas películas contemporáneas se animan a ensayar. Habría que pensar en films del austríaco Michael Haneke, del holandés Michael Verhoeven (Black Book, la inminente Elle), del último Tarantino eventualmente, para poder dar con semejante dosis de negrura universal. Universal pero estadounidense. No hay aquí ni media referencia concreta a los Estados Unidos, y sin embargo esta fábula de ambición económica, guerra de exterminio, corrupción de los inocentes y disfuncionalidad familiar es virulentamente estadounidense. Como Los 8 más odiados. ¿Film fundacional de la Era Trump? Es tentador pensarla así, pero no: la película es del 2015. El final, jodidísimo, propone que la mejor manera de curar una enfermedad psíquica muy arraigada es haciendo una catarsis que consiste en asesinar a todos aquellos que pongan la propia vida en peligro. ¿Empoderamiento femenino? Sí, pero pagando el precio de la salud mental. Digno final para una película que de buena no tiene nada. Por eso es buena: porque reconoce que la cosa está mal. Y de eso no hay quien se salve.
Cacería entre cuatro paredes Thriller de espacio delimitado con claridad: una casa aislada y, afortunadamente, grande. Habitantes: dos. Hermano enfermo moribundo y hermana (Anna) con agorafobia, por lo cual hace años que no sale del hogar. Hay un delivery boy (Rory Culkin) que viene todos los días a traer comida y que le cae bien a la chica. El moribundo sigue su camino. Poco después, irrumpen tres ladrones en el momento en que ellos suponen -erróneamente- que Anna tiene que estar en el entierro. Tensión, amenazas, persecuciones. Esta ópera prima avanza con bastante aplomo narrativo, que se percibe mediante una bienvenida fluidez y no poca sequedad para resolver situaciones que en tantos otros thrillers de esta franja de producción suelen estirarse artificial y/o confusamente. Incluso la difícil misión de explicar con imágenes y sonidos el trauma de la protagonista ante el afuera se resuelve con sencillez, brevedad y contundencia. En algún momento del relato, parados en el giro argumental del sentido de la cacería y la persecución, incluso hasta podemos llegar a sentir que estamos disfrutando moderadamente -el uso básico de la música impide mayores ilusiones- de una versión modesta de un thriller setentoso mezclado con La habitación del pánico, de David Fincher. Sin embargo, al llegar al segmento final, el de la resolución, nuestras módicas expectativas se verán aún más limitadas debido a la molesta aparición del modelo explicativo del trauma y el psicodrama.
No hay lugar mejor que casa Hay que empezar diciendo que está película fue directamente a vídeo en casi todo el mundo y por alguna razón llega a las salas argentinas, además no hay que confundir con aquella del mismo nombre protagonizada por Clive Owen y dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo. En algunos países salió con el nombre Deadly Home. Anna Rook (Beth Riesgraf) es una joven que padece de agorafobia, sus días se pasan cuidando a su hermano Conrad (Timothy T. McKinney) víctima de una enfermedad terminal y recibiendo ocasionales visitas. Cuando Conrad muere, ella queda sola en su gran casa pero muy pronto recibe la visita de tres ladrones quienes no la pasaran nada bien ante quien creían era una víctima indefensa. La ópera prima de Adam Schindler se encuadra en el subgénero conocido como “home invasion” y aunque tiene algunos momentos de tensión bien construidos, al ser una película de una hora y media de duración muchos de ellos tardan en llegar ya que la trama no empieza a desarrollarse enseguida y eso le juega en contra. El guion tiene baches, es algo predecible y los personajes son cliché. Intrusos es una película que entretiene, pero no aporta nada más y es olvidable fácilmente, aunque hay que destacar que aunque su presupuesto escaso se nota bastante, hace lo que puede con lo que tiene.
Chica levemente trastornada sabe cómo defenderse Esta película parece una copia de la brillante producción de Sam Raimi "No respires", estrenada hace unos meses, sobre un trío de ladrones que va a robar a la casa de un ciego, sólo para ser liquidados y torturados de maneras horribles por el aparentemente indefenso discapacitado. Pero, en realidad, "Intrusos" es bastante anterior, sólo que tuvo problemas de distribución en todos lados, incluyendo un cambio de título en sus primeras exhibiciones en festivales y su estreno comercial en los Estados Unidos. Aquí la victima que se vuelve victimaria es una chica con algunos problemitas psicológicos, empezando por una fobia a salir fuera de su casa, lo que ha provocado que viva desde hace largos años encerrada en la mansión típicamente sureña, cuidando a su hermano enfermo terminal. Su único contacto con el exterior es el muchacho de un delivery que le lleva comida todos los días, más una abogada a la que solo vio una vez en la vida. Cuando su hermano finalmente muere, tres ladrones bastante violentos y amateurs entran a robar suponiendo que no hay nadie en la casa a la hora del funeral, sin pensar que la hermana podría faltar al entierro. Y ahí se dan cuenta de que el robo era mucho más complicado y peligroso de lo que esperaban. Mas allá de que la premisa de "Intrusos" es poco verosímil, la película es bastante enervante, violenta y vertiginosa. Con muchos giros argumentales, algunos más sorpresivos que otros, la historia guarda bien sus cartas para ir develando la verdadera naturaleza del personaje protagónico, convincentemente interpretado por Beth Riesgraf. El trío de ladrones y el delivery también aportan lo suyo, aunque obviamente todo gira en torno de la chica. La producción de bajo costo está bien pensada para que el uso de un decorado único, y muy pocos actores, luzcan naturales dada la fobia de la dueña de casa; en ese sentido, hay que destacar la dirección de arte que cuida al máximo los más imaginativos detalles de la escenografía. Es una película pequeña, pero se sostiene muy bien, y lo más interesante es que más que un film de terror y gore típico del cine moderno, parece inspirada en los melodramáticos psychothrillers que tan bien hacía Robert Aldrich con actrices como Bette Davis y Joan Crawford.
Es una gran pena que el abuso en la búsqueda del efecto inmediato cause que esta película pierda gran parte de su fuerza. El principio es simple –y hitchcockiano–: una mujer sola en una gran casa padece agorafobia, y tres intrusos invaden el lugar. Daba para una pequeña gran película (como la memorable “No respires”, del año pasado) y se queda en una promesa que se cumple sólo ocasionalmente.
En el género del suspenso y el terror suelen presentarse pocas originalidades. En este caso es la historia de una mujer que sufre de agarofobia y ha pasado años de su vida sin salir de su casa. Ni siquiera puede ir al entierro de su hermano, su último vínculo afectivo. Cuando a su casa llegan tres intrusos, despreocupados porque piensan que ella esta en el cementerio, aun teniendo la oportunidad ella no puede escapar. Cuando llega un cuarto cómplice y se siente una vez más traicionado comienza la inversión de papeles., es que ella oculta secretos inconfesables. Entretiene sin elementos fantásticos y con sucesivas vuelta de tuerca, rebuscadas, pero que entretienen al espectador y transforman al personaje más vulnerable en el más temible. Una película sin más pretensiones que dedicarse a fanáticos del género y mantenerlos en vilo. Una pena con en las arista de la historia quedaron temas sin explorar como el pasado de la protagonista.
Anna vive sola recluida en un enorme caserón, del que no sale hace muchos años ya que padece agorafobia. Con el largo del tiempo establece una especie de amistad con Dan, quién se encarga de suministrarle comida y sabe de su condición. Pero esta amistad se ve traicionada cuando Dan, acompañado de dos secuaces, se presentan en la mansión con intenciones de robar. Lo que ninguno esperaba es que Anna no es tan indefensa como ellos esperaban. Nos llega con un poco de retraso Intrusos (Shut In en su nombre original), un film que por la sinopsis tenía todo para dar un aire fresco al género del suspenso con tintes de terror, y que por desgracia nos deja una sensación más de gracia que de otra cosa. Leyendo la síntesis del film, está más que claro que varios pensaron en No Respires, esa gran cinta de suspenso que vimos el año pasado de la mano de Fede Alvarez; así que vale recordarles lectores, que Intrusos pese a su estreno tardío, es anterior a la producción protagonizada por Stephen Lang. De todas formas había una idea para que tanto el director Adam Schindler (quien debuta con este film) como los guionistas T. J. Cimfel y David White hicieran algo mejor que esta floja película. El mayor fallo que le podemos achacar a Intrusos es que no busca innovar en nada. Desde la dirección y sus planos comunes y corrientes como desde una historia que termina enroscándose en sí misma en búsqueda de un giro que sorprenda al espectador, todo el metraje sentiremos una sensación de que esto ya lo vimos, o de porqué la protagonista o los maleantes hacen determinadas acciones cuando la lógica dicta lo contrario. Quizás lo más rescatable de Intrusos sea el trabajo de los actores, que se nota que se tomaron la película en serio y dieron lo mejor de sí con lo poco que tenían. Quiénes más destacan son la protagonista Beth Riesgraf en el papel Anna. La chica logra dotar de personalidad a un rol planísimo, así como también darle seriedad a situaciones ridículas. Lo mismo podríamos decir de Rory Culkin como uno de los asaltantes, quién se muestra vulnerable y arrepentido de lo que está haciendo. Intrusos es una floja cinta de suspenso. En especial porque parte de una buena idea, pero por querer buscar sorprender al espectador con giros de trama innecesarios, se termina cayendo en lo obvio y ridículo. Para ver y olvidar.
Intrusos presenta una historia de terror con un concepto se viene repitiendo bastante en este género. Me refiero al clásico relato de los delincuentes que entran a robar una casa para descubrir que los dueños del lugar resultan ser psicópatas peligrosos. Los personajes que eran las víctimas de los ladrones entonces se convierten en los principales villanos. Hace poco vimos una propuesta similar en No respires, de Fede Alvarez, Cacería macabra (You ´re Next) y Nadie vive, del director japonés Ryuhei Kitamura (Versus). Salvo que no hayas visto ninguna de esas películas, Intrusos es una producción bastante predecible que repite situaciones y elementos que se incluyeron en los títulos mencionados. La única diferencia es que en este relato la supuesta víctima se desempeña por momentos como una digna descendiente del viejo Jigsaw de la saga de El juego del miedo y el modo en que castiga a los delincuentes es ingenioso. Pese a que la historia es bastante trillada el director Adam Schindler logra que el conflicto sea bastante ameno gracias a las situaciones de suspenso que construye en su narración. A Intrusos le jugó en contra el hecho que se estrenaran producciones muy parecidas en estos últimos años, pero no es una película mala. Al menos logra ser entretenida y se deja ver si a esta altura no te saturó la temática que trabaja.
CUIDADO CON LA VíCTIMA Las Home Invasion Movies son esas películas que tratan de la irrupción de uno o más extraños (por lo general delincuentes) en una casa, planteada esta como la caída del hogar en tanto último bastión de defensa y seguridad. Se puede acudir como ejemplos a films tan disimiles como Panic Room, La noche de la expiación o Funny Games. En ese espectro existen aquellas que subvierten la situación y que podríamos etiquetar de una manera muy coloquial y zumbona como “a los cacos les salió el tiro por la culata”. En esta vertiente, que también podría pensarse como una fantasía compensatoria ante la inseguridad, el peligro no viene de afuera (o no solamente) sino también y básicamente de adentro. Así, lo que sucede es que los invasores se llevan el chasco de encontrarse con alguien que es más peligroso que ellos. La versión risueña podría ser Mi pobre angelito, la que no lo es en absoluto sería la reciente No respires. Si las primeras se planteaban como la invasión del peligro del espacio público en la seguridad del espacio privado, ahora lo que tenemos es que el espacio seguro ya no existe. Intrusos pertenece claramente a este segundo subgrupo. La protagonista es Anna (Beth Riesgraf), una joven que sufre de Agorafobia y que, después de perder a su hermano tras una larga enfermedad, se queda sola en una enorme casa de la que es incapaz de salir. Un trio de malvivientes se entera de que guarda una suma importante de dinero e irrumpe en el lugar. Anna deberá hacer frente a los intrusos con el agravante de que su fobia le impide escapar. Este elemento, que agrega un plus de indefensión, no es sin embargo el único problemita que Anna tiene, ni siquiera el más grave, y pronto los asaltantes se van a enterar de que la casa guarda unos cuantos secretos y que la involuntaria anfitriona esta menos indefensa y es más peligrosa de lo que parece. El relato se sostiene en principio en la situación desesperada de su protagonista y luego pega el volantazo cuando el interés de dicha situación empieza a perderse. Ahí la trama se complejiza y se mantiene el suspenso incluso cuando se vuelve un poco más rebuscada de lo conveniente. Digamos, para hacer una analogía, que arranca como Panic Room y sigue como El juego del miedo. Pero hay que aclarar que por suerte nunca cae en las redes del Torture Porn aunque más de una vez amague con hacerlo. La línea entre víctima y victimario se corre no una sino varias veces a lo largo del film, por lo que Anna puede ser ambas cosas alternativamente o al mismo tiempo. Esto también corre para los intrusos que, como es habitual en este tipo de películas, se dividen entre los malos en serio y los que están del lado equivocado por culpa de las circunstancias. Como para que nos preocupemos un poco más por estos últimos mientras que con respecto a los primeros no nos importe demasiado cuando los pasan a valores. Se trata de una película concentrada, de pocos personajes y una sola locación. Sin embargo esta locación muta, se expande y se va transformando prácticamente en otro protagonista. La progresiva inmersión en los recovecos y secretos de la casa y la imposibilidad de salir hacen que el clima se vuelva asfixiante y claustrofóbico. Jugando todo el tiempo con estas dualidades adentro/afuera, victima/victimario, agorafobia/claustrofobia, Intrusos es una propuesta que intenta ser más rica y compleja de lo que a primera vista sugiere. A veces logra convencernos de ello y a veces se pierde en vueltas de tuerca y explicaciones que estancan la acción y restan eficacia. Aún así, y en parte debido a la performance de Beth Riesgraf, consigue mantener hasta el final el interés y hasta la empatía con su problemática protagonista. INTRUSOS Shut In / Intruders. Estados Unidos. 2015. Dirección: Adam Schindler. Intérpretes: Beth Riesgraf, Rory Culkin, Jack Kesy, Joshua Mikel, Martin Starr, Timothy T. McKinney y Leticia Jimenez. Guión: David White, T.J. Cimfel. Fotografía: Eric Leach. Música: Frederik Wiedmann. Edición: Brian Netto, Adam Schindler. Duración: 90 minutos.
Esta es la ópera prima de Adam Schindler. Su desarrollo va combinando muy bien el thriller con el suspenso. Tiene un corte muy similar a: “Funny Games: Juegos divertidos” (Michael Haneke, 1997), “Los extraños (Bryan Bertino”, 2008), y a “No respires” (se viene la segunda parte) casualmente opera prima de Federico Alvarez (su estreno en nuestro país fue en septiembre de 2016). Una vez más unos ladrones ingresan al hogar en este caso de una solitaria y traumada joven mujer, donde los malhechores terminan siendo presas o víctimas. Quienes irrumpen en la antigua casona para llevarse una importante bolsa de dinero son: J.P. Henson (Jack Kesy), Perry Cuttner (Martin Starr) y Vance (Joshua Mikel) y Dan Cooper (Rory Culkin), conocido de Anna y amigo de los anteriores. Contiene algunos toques dramáticos y un buen giro argumental, buenas actuaciones y resulta entretenida. Solo le faltan algunos elementos.
La ópera prima de Adam Schindler tiene como protagonista a una chica que sufre de agarofobia. Y encerrada en su casa, es asaltada por ladrones que sufren lo inimaginable. Nuestra calificación: Buena. El año pasado se estrenó No respires (Fede Álvarez, 2016), en la que tres jóvenes entran en una casa a robar plata y descubren que su dueño es un veterano de guerra ciego y adiestrado en el manejo de las armas y las artes marciales. En la película del director uruguayo había una cuidada construcción de la atmósfera, los personajes estaban desarrollados con habilidad y el suspenso mantenía en vilo al público hasta el final. Se podría que decir que Intrusos, ópera prima de Adam Schindler, es la versión femenina de aquella No respires, en la que en vez de un veterano de guerra ciego, es una muchacha con agorafobia la que se encarga de cuidar la casa y darles su merecido a los ladrones. Anna se dedica a cuidar a su hermano mayor enfermo. Con las únicas personas que interactúa es con una amiga y con Dan (interpretado por Rory Cuilkin), un chico que le lleva la comida todos los días. Cuando su hermano fallece, Anna opta por quedarse en casa en vez de ir al velorio (debido a su incapacidad para salir). Es así que tres ladrones aprovechan el sepelio para ir a la casa a robar un bolso con mucha plata. Lo que los tres ladrones no se esperan es que Anna esté en casa y que la propiedad, encima, esté diseñada especialmente para trampear intrusos. De a poco, el filme le va dando rienda suelta al suspenso y a las vueltas de tuerca. Adam Schindler va dosificando las sorpresas, con actuaciones que se desenvuelven con timing mientras avanza la trama. Intrusos se convierte, por momentos, en un más que interesante thriller ultraviolento entre cuatro paredes, con giros novedosos y una atmósfera que transmite tensión, aunque no llega a ser tan cuidada como en No respires. Después de la mitad de la película aparecen giros predecibles, recursos trillados y ciertos elementos que debilitan la verosimilitud. Y hacia el final, comete el peor de los pecados: la explicación psicológica que justifica todo. El gran mérito de la película, sin embargo, es que su director logra captar el zeitgeist, el espíritu del tiempo que llamaban los alemanes, el clima cultural del momento. Adam Schindler sabe que este es el tiempo de las mujeres, y que los hombres tienen que cuidarse.
Sangre y sudor Intrusos es una película de terror que más allá de algún momento de morbo no resulta inspirada en su puesta de encierro entre víctimas y victimarios. El año pasado fue el de las películas de terror, con una inusual cantidad estrenos de calidad. Entre ellas están La bruja, Orgullo, prejuicio y zombies, Goodnight Mommy, El conjuro 2 y Cuando se apagan las luces, por poner solo algunos ejemplos. Hubo otras dos, quizás las mejores, que tenían algo en común: en No respires y Avenida Cloverfield 10 las víctimas estaban encerradas en una casa junto a sus victimarios y la tensión provenía justamente de esa relación asfixiante y del previsible cambio de roles porque por momentos las víctimas se transformaban en victimarios y viceversa. La propuesta de Intrusos, ópera prima de Adam Schindler, es similar, aunque la premisa resulta bastante forzada. Mientras que en No respires los personajes no pueden salir de la casa porque no encuentran la llave y en Avenida Cloverfield 10 porque supuestamente afuera hay una invasión extraterrestre, acá la víctima es agorafóbica. Esa debilidad argumental podría ser subsanada por lo que sigue y transformarse en una excusa, pero el edificio que construyen los guionistas T.J. Cimfel y David White es ruinoso aún sobre esos cimientos débiles. Anna (Beth Riesgraf) vive con su hermano Conrad (Timothy T. McKinney), que está muriendo de cáncer. Desde la muerte del padre de ambos, hace diez años, que no sale de su casa. El día del funeral de Conrad, entran tres ladrones para robar un dinero que ella guarda en la casa. Los tipos creen que ella va a estar en el funeral, pero justamente por su problema de agorafobia, se quedó en su casa y no puede salir. Más allá de algunos pocos momentos satisfactorios de gore y de morbo, Schindler es bastante poco inspirado a la hora de mantener la tensión y el suspenso y los guionistas Cimfel y White tienen preparadas unas revelaciones bastante inútiles hacia el final. Si algo enseñaron las buenas películas de encierro, aquellas de gato y ratón en las que víctimas y victimarios se intercambian, es que todo está en el clima y la puesta en escena. Eso que llamamos trama es secundario. Pero la puesta de Intrusos y la fotografía chata son tan convencionales que no se sostienen por sí solas, entonces tienen que pasar cosas, tiene que haber vueltas de tuerca y sorpresas, pero tampoco en ese rubro Intrusos resulta satisfactoria. Apenas unos destellos al estilo de El juego del miedo y nada más. Las películas de terror suelen ser una fija de la cartelera. Algunos dicen que es porque los jóvenes suelen verlas en las citas. Por eso se estrenan muchas de relleno, como esta. La buena calidad del año pasado nos malacostumbró. Habrá que separar la paja del trigo y esperar a la semana que viene, que se estrena La cura siniestra, y pinta ser mejor que el promedio.
Para llenar el vacío del terror en las pantallas de cine llega Intrusos de Adam Schindler, un atrasado estreno del 2015. Intrusos sigue la historia de Anna, una mujer que sufre agorafobia, y no sale de su casa hace veinte años. Cuando tres ladrones irrumpen en su hogar, ella no podrá salir y ellos descubrirán que tampoco están tan a salvo. De vez en cuando las distribuidoras estrenan una cinta de terror que combina dos factores infaltables: actores desconocidos y una trama atada con hilos. El argumento es que hay una gran demanda por parte de espectadores amantes del género en Argentina. Intrusos es una mezcla entre La habitación del pánico y la saga de El Juego del Miedo pero no tiene ni la astucia de la primera, ni la tortura física o psicológica de la segunda. Aunque la idea original del gato y el ratón, con el añadido de la enfermedad que padece, es interesante; el problema radica en el desarrollo. Hay una incoherencia en la evolución de los ladrones que, a pesar de ser marcados estereotipos, realizan acciones ilógicas frente a su objetivo. Incluso el personaje de Anna tiene motivos cuestionables: teniendo en cuenta el trauma de su pasado, no se comprende el maltrato que les hace padecer a los ladrones. En una semana con pocos estrenos, Intrusos ocupa un espacio que podría tener otra producción independiente del mismo género. Una idea que bien desarrollada podría haber construido otro film.
El vínculo entre víctima y victimario se subvierte en este (por momentos) atrapante film de suspenso, debut del director Adam Schindler. Anna (Beth Riesgraf) vive con su moribundo hermano Conrad (Timothy McKinney) en una enorme casona, en los alejados suburbios de algo que parece el Midwest o el sur norteamericano. Cuando fallece Conrad, víctima de cáncer, los miedos agorafóbicos de Anna recrudecen. El pánico le impide asistir al funeral, pero lo peor está por venir cuando oye ruidos en la casona, que de pronto se ve asediada por aprovechadores del barrio. Todo surge gracias a Danny (RoryCulkin), un pelilargo “deliveryboy” que tiene un crush con la blonda Anna y descubre la fortuna que se esconde en la casa. Como sin quererlo, Danny revela el tesoro escondido a los amigos y así ocurren los incidentes. El trío de malhechores, Perry (Martin Starr), JP (Jack Kesy) y su hermano Vance (Joshua Mikel), está más cerca de la torpeza del Quinteto de la muerte que de un grupo de profesionales temerarios, pero no deja de resultar peligroso. Buena parte de la película trata sobre el terror de Anna, ocultándose, viéndose acorralada. Pero Anna presenta cierta inocencia, cierto puritanismo que guarda secretos como un falso fondo de valija. El horror físico demuda en terror psicológico, y el cambio de mando, la revelación de Anna, resulta más interesante que lo que sucede a continuación. Pese a cierta predictibilidad en cada una de estas escenas, hacia el final Schindler muestra algunos trucos como para salir con la frente en alto. Lejos de ser original, Los intrusosentretiene y resulta más que pasable para el fan promedio del cine de suspenso-horror.
No señores, no estamos frente a una secuela de la hedionda Intruder de Travis Z estrenada el pasado diciembre. Acá no van a tener esa suerte, sino que Intruders, o Shut In -tampoco está relacionada con ese esperpento reciente con Naomi Watts– o Deadly Home es un thriller de invasión hogareña que visita lugares comunes del subgénero, pero con unos ligeros retoques que la hacen sobresalir un poco de la media. La película de Adam Schindler, en su debut cinematográfico, no pierde mucho tiempo en presentar el escenario donde pasearán sus desventurados personajes. Anna –Beth Riesgraf, en un papel bastante sobresaliente- acaba de perder a su hermano y ha heredado una fortuna apetecible, lo que hace que tres forajidos invadan su casa el día del entierro para hacerse con esos billetes. Punto uno, ella sufre agorafobia, lo cual le ha impedido salir del hogar para el propio funeral familiar. Punto dos, Anna y el lugar donde reside esconden varios secretos que saldrán a la luz causando estragos a su alrededor. Películas donde la víctima y los victimarios no son lo que parecen han habido varias en el cine, sin ir más lejos la excelente You’re Next jugó muy bien sus cartas y revelaciones para revertir la misma situación de siempre, e Intruders un poco se vale de ese mismo mecanismo para alimentar su trama. La pena es no saber sostener esos datos con personajes jugosos. A todo momento hay en la narrativa un ritmo fluctuante, donde los sucesos se encadenan uno tras otro, pero nunca terminan de hacer mella en el espectador. Anna es un personaje gris, muy bien interpretado, con motivaciones muy claras, pero el grupo al que se enfrenta luce acartonado y nunca termina de ofrecer un punto antagónico en concreto. En cierto momento, la película deviene en una prima lejana de la saga Saw y cuenta con varios escenarios cruentos y violentos, pero no terminan de rescatar un film en donde el espectador no conecta emocionalmente con ninguno de los personajes. Lo cual es una pena, porque el concepto es interesante e intrigante, y el elenco intenta siempre subsanar problemas que surgen desde el guión tosco y sin mucho jugo a cargo de T.J. Cimfel y David White. Intruders por momentos le escapa a lo obvio, pero acaba siendo presa de sus propias limitaciones. Está por sobre la media de lo que se viene estrenando en materia de horror en cines locales, pero su vuelo es muy rasante como para destacar o ser recordada de acá a unas cuantas semanas. Cumple y hasta ahí.
NO RESPIRES SIN DECIRME A DONDE ENTRAS Las fobias son terreno fértil para contar cualquier historia. Todos las tenemos en mayor o menor medida y eso hace que de inmediato empaticemos con el personaje que las sufre. En el caso de la agorafobia, el temor a los espacios abiertos, brinda elementos de mayor interés por cómo puede este trastorno servir a los fines de quien quiera aprovecharse de la víctima que lo padece. Esa constituye la premisa de Intrusos, historia en la cual Anna Rook (Beth Riesgraf) es asaltada en su casa por tres delincuentes luego de la muerte de su hermano. La situación se da gracias a que la fobia de Anna le impidió asistir al funeral, momento que los ladrones tenían la intención de aprovechar para ingresar sin riesgos. La mujer, que se convierte más en rehén de sus propios temores que de sus asaltantes, irá mostrando que tiene otras recursos y fortalezas que le permitirán no solo repeler el ataque sino convertirse en cazadora de sus eventuales atacantes, convirtiéndolos en presas. Toda la primera parte de la película es una sucesión de escenas que de manera prolija y segura nos presentan a los personajes y su probable comportamiento según lo que nos están diciendo que se espera de ellos. Riesgraf no descolla interpretando a la fóbica Anna pero tiene una cara de circunstancia que ayuda a que no queramos ajusticiarla más rápido que a sus captores. La sorpresa es la notable solidez de Rory Culkin, el hermano de mi pobre angelito al que no pudieron cortarle las alas. Luego, a medida que el clima se torna denso y se producen ciertas revelaciones, la pericia del director se licúa al intentar salir del terreno en el que pisa más seguro y adentrarse en una trama que quiere ser más compleja pero termina siendo inverosímil. Que una casa rural en la que viven una chica y su hermano enfermo termine siendo una fortaleza tecnificada con fines ocultos tan precisos como retorcidos, es algo que no pasa por el tamiz de la credibilidad y puede desenganchar. Y más allá de esto que digo que adelanta algo de la historia, recomiendo de manera ferviente no ver el trailer porque cuenta demasiado. Entiendo que para vender la historia se necesita proveer al espectador de detalles escabrosos, pero allí es donde ante la falta de creatividad se lo subestima y termina dándole una guía visual de lo que está por ver hasta minutos antes del final. La crítica puede permitirse el pecado de adelantar algunos detalles del argumento en virtud de ilustrar y fundamentar, pero cuando se hace desde la misma producción del film, es simple falta de pericia. Hay algo de gore pero no estamos ni ante El juego del miedo, ni Hostel. Por otra parte, es tanta la cantidad de producciones que en los últimos años llevan por título -o dentro de él- la palabra “intrusos” y hablan de intrusiones al hogar, que casi se convierte en un sub-género con características propias. Si este fuese el caso, esta Intrusos se posiciona como una de las más relevantes aunque con un potencial que se aprovecha poco, y sino que lo diga Fede Álvarez, que meses atrás nos diera un hermoso ejemplo de cómo manejar este tipo de cine con No respires. Intrusos no es una película bisagra ni mucho menos, y puede que se pierda dentro de la cantidad de producciones similares pero para ser la ópera prima de un director novato como es Adam Schindler, merece un vistazo para ser testigos de la posible evolución de un director del que esperamos arriesgue mucho más para convertirse en alguien con una obra relevante.
Dificilísimo filmar, y más aún cuando no se cuenta con un gran presupuesto y cuando los días de rodaje son menos de la mitad de los que suelen utilizarse en las producciones mainstream. Intrusos (Shut in, 2015), thriller que también podríamos encuadrar dentro del subgénero de casas invadidas, contó con sólo dos semanas de filmación y un presupuesto acotado en relación a los números que maneja la industria norteamericana; y es en estos casos donde se siente más el sudor del rodaje. De todos modos, detenernos en esos menesteres no es compatible con intentar brindar un análisis o, incluso, una mera reseña como en este caso. Y decimos que no es compatible porque si pensamos a las películas desde el sufrimiento que es realizarlas, no podríamos dar una valoración; pensadas desde la realización todas las películas son buenas. Por suerte, en algunas oportunidades, esa locura que implica el rodaje da un buen resultado final que, incluso tomando distancia, podemos apreciar positivamente. Es este el caso; un thriller donde se nota la mano principiante y el bajo presupuesto, pero como características que no afectan las decisiones formales del debutante Adam Schindler. Anna (Beth Riesgraf) es una linda chica sufrida que tiene que cuidar a su postrado hermano en una casona de Louisiana venida a menos. Su casi única interacción con el mundo circundante es con el delivery boy (un hermano Culkin que asoma en ascenso). La ficticia paz de Anna se rompe cuando su hermano muere y pierde su única actividad y motivación; es en ese momento cuando se materializa el subgénero mencionado y tres hampones invaden su hogar. La banda luce improvisada, incluso desde el casting, sobre todo si pensamos que un elemento clave del trío es interpretado por Martin Starr, actor conocido por su participación en producciones de la nueva comedia americana y no en el horror. Es que los muchachos no son unos facinerosos que saben lo que hacen al estilo de la banda lumpen de Perros de Paja (Strawdogs, 1970) o los loquitos de Horas de Terror (Funny Games, 1997), sino que están mucho más cerca del grupito casi virginal de No Respires (Don’t Breathe, 2016), de Fede Alvarez, película especular en varios aspectos. Si en aquélla el golpe parecía fácil por ser la casa de un ciego, acá será por ser la casa de una chica sola, con el reemplazo de la ceguera por la agorafobia como patología/debilidad. A su vez, los espacios del hogar serán, como en No Respires, elementos clave de la trama. Intrusos se construye desde un guión que se toma libertades -por algunos momentos podría ser una continuación ¿feminista? de El Juego del Miedo (Saw, 2004)- y que cae simpático justamente por esa (in)conciencia del ya fue todo sin tener lo bizarro como norte.