Pasión anárquica Soledad (2018), el primer largometraje de ficción de Agustina Macri, directora que ya había realizado dos documentales, SodaCirque (2017) y Carnacalipsis (2016), es la adaptación cinematográfica de la biografía de Soledad Rosas, una joven argentina que, tras ser arrestada en Italia a fines de la década del noventa bajo la infundada acusación de ecoterrorismo, es encontrada muerta en la habitación de la casa donde se encontraba detenida. Vera Spinetta interpreta aquí a una joven de una familia de clase media que en un viaje por Italia se involucra con un grupo anarquista de Turín. Conviviendo con los jóvenes ácratas en casas abandonadas que ocupan ilegalmente se enamora de Edo, el más radical del grupo, que la introduce en la ideología libertaria contra el sistema capitalista y la burocracia estatal. Coescrita entre Paolo Logli y Agustina Macri, la película es la adaptación de la historia novelada de la protagonista escrita por el periodista argentino Martín Caparrós y publicada en el 2003. A diferencia de la obra de Caparrós, el film de Macri falla en la construcción del contexto que rodea la muerte de Soledad y en la caracterización del movimiento okupa anarquista italiano. La obra tampoco consigue retratar demasiado al personaje de Soledad, enmarañándose en un caos que solo logra resolver en parte y resumidamente a través del relato de la hermana y escenas que no cuadran con la narración. Con reminiscencias lejanas en algunas escenas a Los Cien Pasos (I Cento Passi, 2000), el extraordinario film de Marco Tullio Giordana sobre la vida de Peppino Impastato, a Sacco & Vanzetti (1971), la maravillosa y emotiva recreación del juicio y la ejecución a los famosos anarquistas norteamericanos, de Giuliano Montaldo, y Der Baader Meinhof Komplex (2008), de Uli Edel, el opus sobre la historia de la RAF (Red Army Faction), Soledad intenta emular sin éxito la reconstrucción de un hecho que fue un suceso mediático y político muy importante en Italia por la utilización de la policía y la justicia para la persecución ilegal sin ninguna prueba de un grupo político que decantó en dos muertes dudosas. Si el libro de Caparrós lograba narrar una historia que remitía a la tradición antifascista y libertaria italiana con mucha información y una impronta poética y narrativa propias de su estilo periodístico, remitiéndose al nombre de la película titulada en Argentina Amor y Anarquía (Film d’amore e d’anarchia, ovvero: stamattina alle 10, in via dei Fiori, nella nota casa di tolleranza…, 1973), de la directora Lina Wertmüller, Soledad se centra más en el personaje indescifrable de la protagonista, interpretado de forma parsimoniosa por Vera Spinetta. Desgraciadamente Macri pierde la oportunidad de recrear un momento fundacional de la consolidación de la lucha contra el neoliberalismo a través de los grupos antisistema, sin tampoco encontrar las motivaciones de la joven ni las condiciones sociales que la llevaron a abandonar su viaje por Europa para unirse al grupo libertario. El revuelo causado por el caso a nivel local también está completamente ausente, no registrándose ninguna de las manifestaciones políticas al respecto. Tampoco hay una descripción de la falta de oportunidades laborales para los jóvenes argentinos bajo las políticas neoliberales que llevaron a la joven a tomar las decisiones que eligió ni ninguna mención a discusiones políticas, más allá de una retórica juvenil de dudoso carácter rebelde. Soledad no consigue así adaptar el espíritu del libro de Caparrós ni tampoco crear un film coherente, ofreciendo tan solo una especie de resumen caótico de la obra del escritor y de la experiencia desoladora y trágica de Soledad.
Soledad es una película basada en un libro, Amor y anarquía: la vida urgente de Soledad Rosas, escrito por Martín Caparrós. Dicho libro, un exhaustivo trabajo de investigación convertido en novela cuenta la vida de la joven argentina que se convirtió en una figura del anarquismo en Italia en la década del noventa. No existe ninguna necesidad de conocer la historia ni haber leído el libro para poder acercarse a la película. Siempre es así, pero como el libro y la historia tienen cierta relevancia, es bueno aclararlo una vez más. Las historias reales y las adaptaciones se llevan parte de la energía que le dedican los espectadores a entender y disfrutar una película. Hasta que llegan ambas cosas, pasemos a Soledad. La película empieza por el final. Las cenizas de Soledad vuelan en la costa hacia el mar, su familia la despide entre lágrimas. Luego vuelve al pasado y paseará la trama por las diferentes épocas sin aclaraciones ni tampoco duda de a qué etapa corresponde cada escena. Mérito de la directora Agustina Macri pero también de Vera Spinetta, quien interpreta a Soledad con toda su compleja evolución. La protagonista es una joven porteña que tiene una vida común y corriente, vive con su familia y tiene las rebeldías propias de la edad. Trabaja paseando perros, tiene un joven novio que no le gusta a su familia y es un problema más para el vínculo familiar. Los padres deciden pagarle un viaje a Europa para alejarla de los riesgos de la vida que parece destinada a llevar en Buenos Aires. Sin embargo, ese viaje será un descubrimiento que la alejará de sus padres y que la acercará al anarquismo italiano. Soledad se lanzará hacia el peligro y finalmente la muerte al mismo tiempo que encontrará su destino y su identidad. La mencionada gran actuación de Spinetta tiene su equivalente en toda la película. Con una precisión digna de admiración, la historia va creciendo junto con el personaje y cada etapa y cada situación respiran absoluta autenticidad. Un defecto tan del cine argentino como suele ser la imposibilidad de fluir y verse real, acá no existe. Soledad es creíble de punta a punta, Soledad la película lo es también. La puesta en escena es impecable. Clasicismo con estilo. Hay un plano que define la ética de la película Soledad. Cuando Soledad, en la cárcel, recibe la noticia de la muerte de su amado Edo. La guardia que la lleva se detiene en el umbral del salón de visitas y Soledad sigue caminando y sale de cuadro. La cámara se fija en el rostro de la guardia que ya sabe lo que va a pasar. Aunque el deber de ella es vigilar a Soledad, su mirada se desvía hacia otro lado, respetando el momento íntimo de la mala noticia. Nosotros no vemos tampoco eso, porque la cámara que estaba posada en la guardia retrocede y se aleja por la pared detrás de la cual soledad llora de dolor. No es el único momento en el cual Agustina Macri utiliza el fuera de campo, pero sí el más memorable y brillante. Sin duda que Soledad es una película que trata temas como las ideas de los anarquistas, la rebeldía juvenil, el abuso de poder, la libertad y, dentro de ese contexto, también una historia de amor. Todo eso es lo que se ve en cada escena, pero a la vez hay algo desde el título que tiene un elemento extra. La soledad del personaje principal, los muchos momentos de soledad que tiene, los más significativos al final. El misterio, incluso para su hermana, acerca de quién era realmente Soledad. En ese plano general en el que el auto se aleja del lugar donde Soledad vive en la última parte del film, en medio del campo, es emocionante y angustiante. Poco a poco aparece la angustia de la muerte y el olvido. ¿Quién era realmente Soledad Rosas? La libertad más que la anarquía termina apoderándose de la película. La identidad y el sentido de la vida también surgen como interrogantes. Pero Soledad no es solo un guión filmado, sino que a través de la imagen, del trabajo narrativo de la directora, consigue decir muchas cosas sobre un personaje y sobre la condición humana. El aire melancólico que posee, y que es su mayor virtud, surge de las dudas existenciales de su protagonista no solo de su lucha. El cine le gana a la bajada de línea, la historia se expone sin pretender que estemos de acuerdo con el pensamiento políticos de los jóvenes protagonistas. Lo que no puede dejar a nadie ajeno es la inmensidad de ese mar del comienzo y de ese campo al final. Aun formando parte de una familia, de un grupo, de un ideal, las personas finalmente viven en soledad y su máxima aspiración posible es la libertad, a cualquier precio.
“Soledad”, de Agustina Macri Por Jorge Bernárdez Soledad Rosas era joven incorfomista, no se sentía cómoda en el medio burgués en que le tocaba vivir cuando salió de viaje a los 22 años, en un periplo organizado por sus padres que trataban de entender a esa hija que no se amoldaba a nada de lo conocido. En ese viaje Soledad conoció al amor de su vida Edo y junto a él se inició en una forma de vida alternativa, guiada por ideales anarquistas bien concretos lo que la llevó a vivir como “squater” y a comprometerse con el tema del cuidado de la naturaleza y la calidad de vida. Allí abrazó el ideario vegano y la práctica la urinoterapia conformando un tono, una visión particular del mundo acompañada por hechos concretos. En ese camino de compromiso conoció a Edo en el grupo anarquista al que se unió para luego involucrarse en una lucha concreta contra un complejo ferroviario que el estado italiano quería instalar en Turin. A partir de ese compromiso la policía y la Justicia pusieron la atención sobre las actividades de los anarquistas y comenzaron a vigilarlos. Esa vigilancia se hizo efectiva a través de seguimientos telefónicos y de espías en las calles de Turín. A partir de ahí comenzó el armado de una causa que incluyó llamados grabados con otro grupo anarquista violento y la alarma cuando se detectó la compra de material que podía usarse para actos terroristas. Lo que siguió fue una brutal intervención estatal, cárcel y tortura de los militantes y el suicidio de Edo, en largo proceso judicial en el cual Soledad se negó a tomar algunos atajos que los abogados le recomendaban y que estaban a su disposición por ser extranjera. Pero Soledad entendía que usar los artilugios legales de una sociedad a la que ella le había declarado la guerra era una traición a los ideales de su pareja. Soledad obtuvo el beneficio de una cárcel domiciliaria donde después de un tiempo se suicidó. Con el tiempo el estado italiano tuvo que admitir que no existían pruebas de las actividades delictivas del grupo al que habían pertenecido Sole y Edo. Esta historia fue investigada por el periodista Martín Caparrós y le sirvió para editar su libro “Amor y anarquía: la vida urgente de Soledad Rosas, 1974-1998”, que es la base para el guion de Soledad que dirigió Agustina Macri. La elección de Vera Spinetta para darle vida a Soledad no pudo ser más acertada, mientras que el resto del elenco se compone de actores argentinos de reconocida trayectoria como Luis Luque y Silvia Kutica más otros italianos. Soledad es una producción importante que cuenta una historia trágica y trata de entender a una joven argentina, que mientras vivió en la casa de los padres no había demostrado interés político alguno -la propia hermana de Soledad lo dice a cámara- y que al irse a Europa encontró al amor de su vida y una causa que terminó transformándolo en un símbolo de lucha para muchos grupos anarquistas europeos. La extrañeza de la familia se traslada en cierta forma al guión y si Vera Spinetta se mete de lleno en el retrato posible de Soledad Rozas y el guión se ajusta a los hechos, al espectador la historia se le vuelve confusa quizás porque falta algo del fuego que Soledad y Baleno encontraron dentro de ellos para enfrentar a la sociedad. El nervio anarquista desaparece un poco tras la historia de amor Vera Spinetta-Soledad se apodera de la película, pero la razón de Estado que se impuso y condenó a esos dos amantes se vuelve difusa. En la vida real Soledad Rozas escribió una carta (*) después de la muerte de Baleno que aparece en el libro de Caparrós y cuyo espiritu no termina de aparecer en la película, que de todas maneras es el retrato de una vida que encontró en el amor su razón de ser y su final, todo al mismo tiempo. SOLEDAD Soledad. Argentina/Italia, 2017. Dirección: Agustina Macri. Guión: Agustina Macri y Paolo Logli. Intérpretes: Vera Spinetta, Giulio Maria Corso, Marco Leonardi, Luis Luque, Marco Cocci, Silvia Kutika, Fabiana García Lago, Flor Dyszel, Julián Tello, Maurizio Lombardi. Producción: Rodrigo H. Vila y Alfredo Federico. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 100 minutos. (*) “Compañeros y compañeras: La rabia me domina en este momento. Siempre he pensado que cada unx es responsable por sus actos, pero esta vez hay culpables y lxs quiero mencionar en voz alta, son aquellxs que mataron a Edo: el Estado, lxs jueces, lxs abogadxs, la prensa, el T.A.V., la policía, las leyes, las reglas y toda la sociedad de exclavxs que acepta este sistema. Siempre luchamos contra esta dominación y es por ello que hemos terminado en la cárcel. La cárcel es un lugar de tortura física y psíquica, aquí no se dispone de absolutamente nada, no se puede decidir a qué hora levantarse, qué comer, ni con quién hablar, ni con quién encontrarse, ni a qué hora ver el sol. Para todo hace falta hacer una solicitud, hasta para leer un libro. Ruido de llaves y cerraduras que se abren y se cierran, voces que no dicen nada, voces cuyo eco se escuchan en los pasillos fríos, zapatos de goma que no hacen ruido y una linterna que en los momentos menos pensados está ahí para controlar tu sueño, correo controlado, la palabra prohibida. Todo un caos, todo un infierno, toda la muerte. Así es como te matan día a día, despacio pero seguro para hacerte sentir más dolor. Por eso Edo ha decidido terminar abruptamente con este dolor infernal. Al menos él se permitió tener un último gesto de mínima libertad, de decidir él mismo cuando terminar con esta tortura. Entre tanto, me castigan a mí y me ponen en incomunicación. Eso significa no sólo no ver a nadie sino tampoco recibir ningún tipo de información, no tener una frazada para taparse. Ellxs tienen miedo de que yo me suicide. El mío es un aislamiento cautelar, lo hacen para “salvaguardarme”, y así no tener que asumir la responsabilidad si yo decidiera también ponerle fin a esta tortura. No me dejan llorar en paz, no me dejan tener un último encuentro con mi Baleno. Veinticuatro horas al día, un agente me custodia a cinco metros de distancia. Después de lo que pasó, lxs políticxs del partido verde que vinieron para darme su pésame y para tranquilizarme no se les ocurrió nada mejor que decirme que ahora seguramente todo se va a resolver más rápido, ahora todxs van a seguir con más atención el proceso y pronto te darán arresto domiciliario. Después de este discurso me quedé sin palabras, estaba sorprendida, pero pude preguntarles si se necesita de la muerte de una persona para conmover a un pedazo de mierda, en este caso el juez. Insisto, en la cárcel ya mataron a otrxs y hoy mataron a Edo, estxs terroristas con licencia para matar. Voy a buscar la fuerza de alguna parte, no sé de dónde, sinceramente ya no tengo ganas pero tengo que seguir, lo hago por mi dignidad y en nombre de Edo. Lo único que me tranquiliza es saber que Edo ya no sufre más. Protesto, protesto con mucha rabia y mucho dolor. Sole P.D.: Si el hecho de encarcelar a una persona es un castigo, entonces a mi ya me castigaron con el asesinato de Edo. Hoy empecé la huelga de hambre. Quiero mi libertad y la destrucción de toda esta institución carcelaria. La condena la voy a pagar todos los días de mi vida.
“Soledad” es una película dirigida por Agustina Macri y escrita por ella misma junto a Paolo Logli, basándose en la historia de Martín Caparrós. La cinta trata sobre María Soledad Rosas, una joven argentina de 23 años cuyo suicidio la convirtió en un ícono del movimiento anarquista italiano. Perteneciente a una familia de clase media, Soledad Rosas no parecía muy cómoda con las convenciones de su entorno; pero sería el viaje que emprendió a Europa a mediados de 1997 el que la apartaría definitivamente del mandato familiar y signaría su vida para siempre. Agustina Macri debuta en el cine de ficción con esta película, antes había dirigido dos documentales y siendo asistente de dirección en “El último hombre”. También es productora de cuatro episodios de la serie de Netflix “Boca Confidencial”. Todo un nuevo desafío de Agustina con “Soledad”. La trama que nos presentan es bastante simple y entendible desde el inicio, donde se desarrolla la problemática de la protagonista Soledad (Vera Spinetta) para descubrir qué es lo que ella quiere para su futuro. Una historia llena de drama, romance y conflictos políticos que se van desenvolviendo durante la película de forma conjunta y ligera, pero que se vuelve lenta en escenas muy largas con demasiada información innecesaria de los personajes o de la situación del momento. En cuanto a los personajes principales, conocemos determinada información para saber de ellos lo básico y el por qué se relacionan con la protagonista y cómo la ayudan a definir su futuro y el objetivo que ella quiere cumplir en la historia. De alguna que otra forma observamos que la gran mayoría termina siendo bastante olvidable y no logramos sentir empatía con ellos. La ambientación y los escenarios de la cinta están bastante bien logrados, con una fotografía interesante de la mano de Daniel Ortega, presentando el contexto de 1998 para los espectadores. Hay muy poca banda sonora y realmente vemos que no se destaca tanto, en el largometraje se prefiere darle más atención a la historia y cronología de los hechos. En resumen, “Soledad” es una buena apuesta y debut de Agustina Macri aunque no es una película perfecta o que sea necesaria de ver para entender el hecho real de donde está basado.
A quien quiera oír. La historia la escriben los que ganan, pero a veces la escriben los olvidados. María Soledad Rosas, una joven argentina de clase media que se convirtió en un símbolo del anarquismo italiano a finales de los noventa, es la protagonista de una historia basada en el amor, la rebelión y el sacrificio a pagar por los ideales. El filme de Agustina Macri no es una simple inspiración, sino que está basado en un libro de Martín Caparrós, Amor y anarquía: la vida urgente de Soledad Rosas. Si bien toma sus licencias, retrata de manera convincente el espíritu y la lucha por la libertad de una chica que llegó a Italia siendo nadie y terminó convirtiéndose en un icono para los jóvenes anarquistas. Soledad lo tenía todo, o al menos sus padres se ocupaban de que nada le faltase. Pero esa vida de clase media y de constantes apariencias no eran para ella, ya que buscaba a toda costa desprenderse del mandato familiar y vivir a su manera. Paseaba perros, su novio parecía de moral dudosa a ojos de su entorno, y los conflictos hacían la convivencia en su casa cada vez más insostenible. Un dia sus padres deciden regalarle un viaje a Europa por la terminación de sus estudios, con la esperanza de que su hija reflexione y encuentre el camino correcto. Sin embargo, la historia dió su veredicto y Soledad Rosas hoy es esa mártir condenada al olvido, que encontró el rumbo de su vida muy lejos de su patria. La película no pretende ser imparcial ni tampoco santifica la imagen de la protagonista, ya que ilustra a un personaje atravesado por la duda constante, los altibajos diarios, los conflictos y esa rebeldía propia de la edad. Todo está dado para que el espectador empatice en gran medida con una chica que lo tenía todo y lo deja atrás para seguir un camino incierto. A esto le sumamos la actuación sobresaliente de Vera Spinetta, que traspasa la pantalla y pone a flor de piel todas y cada una de las emociones por las que pasa la protagonista, dejando nada más que pura entrega. La narración es un constante ida y vuelta en el tiempo, que no necesita de explicaciones porque se entienden bien, pero a veces pueden cortar el hilo de una situación donde un flashback no ameritaba mucha presencia, por lo que molesta más de lo que ayuda. Esta falla se disimula perfectamente con planos y secuencias cargados de emotividad y adrenalina, donde el personaje principal se enfrenta hasta con su propia esencia llevándola al límite del sufrimiento. Son las decisiones de la directora las que ponen en juego el punto de vista del espectador para lograr que todo ese dolor y amargura, que experimenta la protagonista durante casi todo el metraje, se conviertan en narración y no hagan falta las palabras. La construcción del personaje es otra cuestión determinante, ya que si bien la madurez de Soledad se cuenta a través de sus acciones y las personas que conoce en su camino (Baleno como punto de inflexión en su vida), no quedan muy claras sus motivaciones a la hora de unirse a un movimiento completamente ajeno a todo lo que ella conoce. Quizás Soledad no sea una película con intenciones de convocar a un público masivo, independientemente de que conozcan la historia o no, pero resulta ser un buen ejercicio de interpelación hacia el espectador, donde el límite entre el ideal y la fantasía se desdibuja, dejando una historia potente y emotiva, sin más pretensiones que rescatar a una chica del olvido, alguien que tenía mucho para decir.
Rebelde sin causa Un denominador común de las biopic cinematográficas sobre personajes idealistas es prescindir de la causa que los marcó en vida y obra. Parece difícil separar al personaje del icono pero las versiones cinematográficas de Lady Di (Diana, 2013), Gilda (Gilda: No me arrepiento de este amor, 2016) o María Soledad Rosas (Soledad, 2018), eligen centrarse en la humanidad del personaje y no en los motivos que los llevaron a tomar ciertas decisiones que trascendieron su propia vida. He aquí uno de los casos. María Soledad Rosas (Vera Spinetta) es presentada como una chica conflictiva con su familia, con su novio de Buenos Aires y con su identidad. Es la explicación que el film encuentra para fundamentar que luego de un viaje de placer por Europa, se sume al grupo anarquista okupas (ocupan edificios deshabitados y arman planes de acción), como si ella no estuviera muy convencida de sus acciones y la falta de certezas en otros ámbitos –laborales, familiares, amorosos- la haga “caer” por azar en este grupo radical. En ese ínterin se relaciona con Edoardo (Giulio Corso) y se enamora perdidamente de él. Aparece el amor en medio de la anarquía. El azar y el destino le dan un aire de tragedia a la película de Agustina Macri, basada en el libro Amor y Anarquía de Martín Caparrós de 2003. La clave es la estructura narrativa: el comienzo con el desenlace conocido –los padres arrojando sus cenizas al mar- marcan el destino preanunciado y los hechos sucedidos en Italia hasta llegar a ese momento, buscan explicaciones mediantes flashbacks de porqué ella hace lo que hace y por ende, termina como termina. Pero la causa nunca queda clara, se sintetiza el relato a una rebeldía feroz pero que no tiene un sustento ni en el pensamiento anarquista ni busca patear decididamente el tablero social. El motivo de estas biografías es mostrar y conocer a la persona detrás de la foto (la chica esposada haciendo Fuck You a las cámaras), de la cual sabemos por los medios de comunicación de manera sesgada. Aspecto en el que la película incursiona y busca profundizar. ¿Cómo una chica como cualquiera termina enredada en semejante conflicto ajeno a ella? Es la premisa de la película para bucear en su psiquis de forma individual y alejarse de la causa social que enaltecía. Por fuera de esta cuestión ideológica la película es correcta. Cuenta el cuento que quiere contar con un nivel de producción técnica y artística acorde a una coproducción internacional -entre Italia y Argentina- con una Vera Spinetta que pone todo de sí en pantalla, entregándose al mártir que el film construye. La hija del actual presidente de Argentina elige la historia de una rebelde para abrir su propio camino. Pero esa es otra historia.
Por los años ‘90, Soledad Rosas era una joven como tantas. De clase media burguesa, era una inconformista, pero sin ideales políticos a la vista como para entender la diferencia entre socialismo y comunismo. Hastiada de la vida que llevaba, emprende un viaje a Europa junto con una amiga de su madre. Y es allí donde todo hace eclosión. Es en Italia donde conoce a Edo (Giulio Maria Corso), que será su pareja, y con él, a un grupo de anarquistas. Soledad tiene 22 años y lo que la rodea allí no la tiene desconcertada, pero ante su sencillez las trampas de la política y el engaño la ponen frente a una tesitura radical. Por deseo y por derecho propio. Lo que cuenta la opera prima de Agustina Macri se basa en hechos reales. Soledad se involucró en la lucha contra un complejo ferroviario que iba a instalarse en Turín. Pero había otro grupo anarquista, violento, de acciones terroristas. Soledad caerá en prisión junto a Edo y otro compañero, sin pruebas en contra, y serán sus principios inquebrantables los que definirán su vida y su futuro. Ante la brutalidad estatal, Macri plantea que su protagonista pudo esquivar, vía vericuetos jurídicos, su situación. Pero no. Soledad entendía que vulneraría los ideales en los que creía su amor. Y no claudicó. Macri contó con Vera Spinetta para interpretarla, y ése es uno de los mayores aciertos. El personaje crece, cambia, y no sólo físicamente. La hija de Luis Alberto Spinetta se compromete hasta el alma, y se nota en la pantalla. La directora, hija del Presidente de la Nación, la rodeó de actores argentinos para formar su familia (Luis Luque, Silvia Kutika) en el rodaje en la Argentina, y de intérpretes peninsulares cuando la acción se traslada mayoritariamente a Italia. Le falta, sí, algo de la combustión, la llama que hubo entre los amantes, que no ha llegado a plasmarse del todo en el filme. Por otro lado, el manejo que Macri tiene de los tempos -saltando en el espacio y precisamente el tiempo; no dando nada por sentado, obligando al espectador a elucubrar y terminar las situaciones- y el trabajo de cámara y arte es realmente logrado, acabado. Estamos ante una producción que reluce donde debe, sin centellar porque no lo necesita. No hay en ese sentido excesos, denota una aplicación de recursos correcta, y abre en cuanto a la realizadora un futuro prometedor.
Amor y anarquía en los tiempos del PRO Soledad plantea una circunstancia inédita en la historia del cine, en tanto se trata de la primera película filmada por un pariente directo de un mandatario en ejercicio. Agustina Macri (36) es la hija mayor del presidente de la Nación. Primero se recibió de socióloga y luego estudió cine en Barcelona. Antes de ésta, su ópera prima de ficción, dirigió algún documental para televisión y produjo algún otro (Boca Juniors confidencial, subido recientemente a Netflix). Así como participó de Snowden, el film más reciente de Oliver Stone. Frente a su primer largo de ficción y dadas las circunstancias, es posible que asomen dos sospechas. La primera es que se trate de un capricho de niña rica que después de algunas películas quizá dirigirá teatro o pondrá una asesoría de imagen. La segunda, que el hecho de ser hija del Presidente es lo que le permitió filmar. A menos que haya algún financiamiento oculto (lo cual, tratándose del PRO no es tan descabellado pensar), esta especulación no parece muy pertinente, ya que Soledad cuenta entre sus productores a Fernando Sulichin, el argentino que viene ejerciendo ese rol desde Malcolm X (1992), con una docena de films para Oliver Stone. Incluyendo Snowden, donde trabó relación con Agustina Macri. En cuanto a qué clase de seriedad tiene el proyecto de Soledad, es de esperar que la respuesta se desprenda de las líneas que siguen. Escrita por Agustina Macri y Paolo Logli sobre una crónica de Martín Caparrós, Soledad recrea el caso de María Soledad Rosas, una chica de clase media porteña que tras estudiar hotelería viajó a Italia a los 23 años, bancada por sus padres, y allí trabó contacto con un grupo de squatters (ocupantes de casas deshabitadas), iniciándose en el anarquismo. Tras una introducción breve y difusa (hubiera sido bueno mostrar más claramente la dinámica familiar, para entender de qué quiere tomar distancia la protagonista), la película de Macri –suena raro decirlo– salta a Italia, donde encuentra a Soledad (Vera Spinetta) tomando algo en un bullicioso bar turinés, junto a su amiga Silvia (Fabiana García Lago) y unos muchachos locales. Narrada desde los ojos de la protagonista, Soledad cuenta una iniciación clásica, doble y simultánea: en el amor y la política, encarnadas ambas en Baleno (Marco Lombardo), con quien la chica comienza a convivir, en el marco de la cohabitación con el resto de los integrantes del grupo anarquista, que hacen de esa convivencia, y del squatterismo, uno de los cimientos de su política. Parafraseando la película de Lina Wertmüller que supo ser un icono de los años 70 en Argentina, la crónica de Caparrós se llama Amor y anarquía, y mantiene en sincro esos dos ámbitos de la vida de Soledad. Es significativo que Agustina Macri no haya mantenido el título del libro, en la medida en que ahora el factor político, si bien no ha desaparecido del todo, pasa a un segundo plano. El primero queda para lo más propio del relato de formación de Soledad: la narración en primera persona y las fases de la iniciación, señaladas tanto por el pasaje del idioma castellano a un italiano cocoliche, pero italiano al fin, como por el rapado del cabello, que emblematiza su corte con el origen de clase media y su asunción como militante anarquista. Con un quiebre narrativo marcado por una acusación amañada por parte del Estado italiano, que signa la segunda parte de la película, más trágica y ominosa, el enfoque de Macri tiende a lo rústico y visceral, sin chiches de ninguna índole y siguiendo siempre la inserción de la protagonista en ese mundo en el que nunca parece estar del todo cómoda. En alguna escena de trifulca, la utilización de la cámara en mano, circulando entre los personajes, es apropiadísima, transmitiendo nervio pero no confusión visual. A lo largo de casi dos horas el relato circula con fluidez, sin saltos y dando la sensación de que se está narrando lo esencial, aunque sí se hacen sentir las ausencias señaladas. Seca, concentrada, sin sentimentalismos pero bien metida en un papel que le exige ir entrando de a poco, Vera Spinetta sintoniza a la perfección con la propuesta de la realizadora. No hay tilinguerías ni dispendio, ni lujos obscenos. En otras palabras, Soledad es macrista porque le pertenece a Agustina, no a Mauricio.
Amor y anarquía en un filme sobre el romanticismo heroico Una madre arroja las cenizas de su hija al mar con lágrimas en los ojos. Es la primera secuencia del filme de Agustina Macri. Las cenizas son de una casi adolescente de 23 años, Soledad Rosas, que se convirtió en un emblema "okupa" de la rebelión. Es la historia de una chica rebelde que se fue a buscar lejos de su país un destino, hasta ese momento un tanto caótico que abarcaba un título en Turismo, un trabajo de paseadora de perros, ideal para ella por la libertad que le permitía, y algunos romances frustrados. La invitación de sus padres a Europa la hizo despegar de Buenos Aires con una amiga, aterrizar al tiempo en Turín y, por casualidad, en una pensión barata, que resultó ser una casa ocupada del Asilo de la Vía Alessandria, morada de punks y anarquistas. El tiempo haría que Soledad formara parte de esa suerte de contracultura, que mostraba su oposición al capitalismo con pequeños hechos subversivos. Una ideología que postulaba libertad y el amor por un integrante del grupo, Edoardo Massari, ayudaron a la jovencita a encontrar su lugar. Después vendría la represión policial que los asociaba con los Lobos Grises, grupo que atentaba con explosivos en el Piamonte. De ahí a los cargos de subversión y terrorismo, la cárcel y la muerte. LA ODISEA Basado en una estupenda novela de Martín Caparrós, "Amor y anarquía. La vida urgente de Soledad Rosas", el filme, primera ficción de la directora Macri, toma la figura de la joven de clase media y retoma un itinerario en que la figura de su hermana Gabriela obra de puente hacia el pasado y la odisea de la protagonista. La película tiene una narración con altibajos en la que la extensión de ciertas secuencias ralenta el ritmo del filme. Alcanza su verdadero climax en la segunda parte, cuando el drama se desencadena. A la elaboración de este climax contribuyen no sólo algunas actuaciones sino la fotografía, de logrados claroscuros que ennegrece metafóricamente todo el contexto. Mientras los personajes actúan se siente la necesidad de alguna explicación sobre motivaciones y experiencias, que en el libro original aparecen como disgresiones históricas o actuales de movimientos sociales que apuntan a los "70 en Italia con las Brigadas Rojas. La carencia de este tipo de elementos en el filme dificulta el relieve de los personajes al dejarlos desprotejidos. Sin embargo, destaca la entrega de un filme que evoca un suceso que resulta casi anacrónico en el siglo XXI: morir por la causa y por amor. Algo así como el resurgimiento de un romanticismo heroico protagonizado en 1997-1998 por una argentina y un italiano.
Crítica emitida por radio.
La ópera prima de Agustina Macri, Soledad, adaptación de la novela "Amor y anarquía", es un exponente tan estilizado como frío de un tema que necesitaba la pasión de la que el film carece. El cine argentino tiene larga trayectoria en representar historias de lucha y persecuciones sociales. Fuertemente signado por nuestra historia reciente durante la última dictadura militar; pero no abocado únicamente a ese período. "Soledad", de Agustina Macri, escribe otros renglón dentro de esa tradición, y lo primero que llama la atención es la historia escogida. Basada en la novela "Amor y anarquía" de Martín Caparrós, relata la historia real de María Soledad Rosas, una joven, descendiente de Juan Manuel Rosas, que en 1997 fue arrestada en Italia como miembro del grupo anarquista conocido como Squatters. La figura de Soledad rosas se convirtió en mito de la resistencia de lucha para muchos militantes de ese movimiento en nuestro país e Italia, y la película toma eso para contar su versión. Será importante tener algún conocimiento previo sobre la historia real antes de llegar a la sala. De entrada, un flashforward nos adelanta un destino trágico, para inmediatamente devolvernos a los comienzos. Luego de finalizar sus estudios, Soledad (Vera Spinetta) quiere iniciar una vida nueva. Sus padres (Silvia Kutica y Luis Luque) la convencen de aceptar el viaje turístico por Europa que le regalaron, en compañía de Silvia (Fabiana García Lago), una amiga de la familia. El primer destino del viaje es Italia, de casualidad, terminarán en una pensión en la que ella conocerá a Baleno (Giulio Maria Corso), un joven anarquista que luego descubriremos que en verdad se llama Edoardo, o Edo. Rápidamente, Soledad y Edo se enamoran, y ella pasa a inmiscuirse en la rutina de los Squatters, ocupando los edificios abandonados conocidos como El asilo. Soledad decide terminar ahí su tour, abandona a Silvia, y se integra al grupo y su lucha sin saber lo que le esperaría. El gobierno de Italia los culpa del atentado a la creación de un tren bala, y los arresta sometiéndolos a torturas y un juicio de lo más injusto. Soledad Rosas también es juzgada, y ella ni siquiera se encontraba en Italia cuando fueron los hechos. Centrándonos en el título de la novela, "Soledad" cuenta más una historia de amor que de anarquía; y cuando hablamos de amor, entiéndase romance. A través de sucesivos flashbacks e intermitentes intervenciones de una entrevista a su hermana mayor (Florencia Dyszel), iremos conociendo como Soledad y Edo fueron cimentando su amor contra todas las barreras hasta llegar a las trágicas consecuencias pre anunciadas. A Soledad se la presenta casi unilateralmente como una joven rebelde. Tampoco se explaya demasiado acerca de la razón de esa rebeldía. En palabras de sus personajes (no en acciones), sabremos que proviene de una familia de clase media, que se esforzó por darle una educación de elite a su hija, y que buscan que ella tenga un futuro asegurado. A lo que ella responde contradiciéndolos, maltratándolos, ignorándolos, y abandonándolos. La empatía que el film propone para su protagonista reside en que quiere ser libre, y está enamorada (aunque a razón de determinados elipsis, a veces, pareciera un capricho). Como consecuencia, se nos hace difícil como espectadores seguir el trayecto de Soledad Rosas a la par. El romance es apurado, resumido en escenas fugaces, y con alegorías propias del “Basado en una novela de Nicholas Spark”. Ni hablar de un sentimiento de lucha, cuando la misma protagonista se cansa de repetir una y otra vez que no tiene nada que ver, que si no abandona la lucha es por amor a su compañero. Los personajes secundarios aparecen y desaparecen, y abundan las reacciones que, en los hechos reales, habrán tenido un sentido y significado que en el film no existe. Tanto narrativa como estéticamente, Agustina Macri parece haber asumido como inspiración la miniserie (adaptada luego como película de dos partes) "La mejor juventud". Pero allí donde la epopeya de los hermanos separados por cuestiones ideológicas hacía pie en el devenir social a la vez que personal, en "Soledad" el contexto está dibujado apenas como un marco de situación (remarcado con una banda sonora ganchera que se agota con lo visto en el tráiler), y en lo personal tampoco parece poder penetrar mucho más allá del romance. Cuando el año pasado Ernesto Ardito y Virna Molina estrenaron Sinfonía para Ana, uno de los mejores films de 2017, trazaron todos los lineamientos necesarios para hablar de la juventud atravesada por la militancia social haciendo foco también en las cuestiones personales propias de una edad convulsiva. Toda la carnadura, sensibilidad, carisma, pasión, y garra que desbordaba en "Sinfonía para Ana" es lo que no encontramos en "Soledad", que desaprovecha a una Vera Spinetta que da todo de sí, que conmueve con su rostro – junto con algunos secundarios como los de Kutica y Luque que se sobreponen a fuerza de talento a lo escueto de sus pesonajes en el guion –, pero que no alcanza. "Soledad" es una cáscara elegante, cuidada, pero de contenido gélido, distante, y sobre todo ajeno.
Una joven de clase media insatisfecha con su vida. Sus padres la ven sin rumbo y deciden regalarle un pasaje para que recorra Europa y encuentre algo. Lo que no esperaban es que allí hallara su vida, su amor y su fin. Soledad narra la verdadera historia de María Soledad Rosas, una argentina de 23 años que en la década del ’90 fue apresada en Italia y se basa en el libro “Amor y Anarquía”, de Martín Caparrós.
Convencida de sus ideales “Soledad” es una película dramática que marca el debut como directora de Agustina Macri, la cual también se encargó del guión junto a Paolo Logli. Coproducida entre Argentina e Italia, la cinta está basada en hechos reales, teniendo como inspiración al libro “Amor y Anarquía. La vida urgente de Soledad Rosas 1974-1998”, escrito por Martín Caparrós. El reparto incluye a Vera Spinetta (hija del Flaco Luis Alberto Spinetta), Giulio Maria Corso, Marco Cocci, Fabiana García Lago, Marco Leonardi, Viola Sartoretto, Florencia Dyszel, Luis Luque, Francesco De Vito, entre otros. María Soledad Rosas (Vera Spinetta) es una joven argentina de 23 años que vive con sus padres de clase media-alta. Pasea perros, tiene un novio y no está muy interiorizada en la política como su hermana Gabriela (Florencia Dyszel). Cuando su sofisticada madre la incita a irse de viaje por Europa antes de decidir qué hacer con su vida, Soledad no está muy convencida. Sin embargo, acepta la propuesta y va a Italia junto con su tía Silvia (Fabiana García Lago). En Turín, conocen “El Asilo”, una de las principales casas tomadas por la Federación Anarquista. Desde ese momento Soledad querrá saber más y más sobre los squatters, movimiento de jóvenes que ocupan casas abandonadas como forma de protesta contra el sistema. Aunque Silvia no está de acuerdo con que su sobrina se quede allí, es imposible persuadirla para que se vaya con ella a París. Soledad conocerá al gran amor de su vida Edoardo “Baleno” Massari (Giulio Maria Corso) y será acusada injustamente de un atentado eco-terrorista. A 20 años del suicidio de Soledad en una granja italiana donde cumplía arresto domiciliario, nos llega una cinta basada en su trágica historia de vida. Como el relato es verídico, aquí no importan los spoilers: aunque se sepa muy por arriba lo que va a pasar, o no, la película tiene que conseguir atrapar al espectador de igual manera. Por suerte, la ópera prima de Agustina Macri lo logra. Esto sucede gracias a varias buenas decisiones tomadas. En especial, la elección de Vera Spinetta para el rol principal. Su personaje está casi todo el tiempo en pantalla y nunca dudamos de que ella sea Soledad y no Vera. La actriz aprendió italiano para su papel y suena súper natural al combinar ese idioma con palabras en castellano, lo que resulta verosímil siendo que Soledad nació en Argentina y al estar en Italia tuvo que adaptarse. Por otro lado, la estructura narrativa no es lineal; no obstante está tan bien editada que de esta manera el relato es mucho más dinámico y atractivo, además de que en ningún momento genera confusión. Con una cuidada fotografía apagada, el gran mérito del film está en cómo se desarrolló a la joven que con el tiempo se convirtió en un ícono de la cultura popular anarquista. Tranquilamente podríamos diferenciar a dos Soledades distintas: una adolescente rebelde, que se va y vuelve de su casa cuando quiere, que no se siente parte de su familia ni se comunica mucho con ellos pero que a su manera los ama; y por otra parte la Soledad que sale a la luz en Turín, de carácter fuerte y una firmeza increíble ante sus ideales. Se puede no estar de acuerdo con su forma de pensar y/o accionar, pero no se puede negar que la protagonista despierta empatía como también felicidad al verla hallar su lugar de pertenencia en este mundo. “Soledad” se convierte en un largometraje muy bien realizado para conocer más sobre una mujer a la que el Estado italiano decidió culpar solo por la necesidad de mostrar a un culpable. Rosas podría haberse desvinculado del movimiento para su propio beneficio, sin embargo nunca se le cruzó por la cabeza y eso demuestra, como tantas otras cosas, su enorme coraje.
Un grupo reducido de personas, una urna funeraria, un mar embravecido frente a las rocas, cenizas que se arrojan al viento. Así da comienzo Soledad, la ópera prima de Agustina Macri, un extenso flash back sobre la corta vida de la militante Soledad Rosas, fallecida a los veinticuatro años. Una serie de imágenes dan cuenta de su último año en nuestro país: una posición social acomodada; un padre distante que no la comprende y la regaña; una madre que trata de acercarse y aconsejarla; un amigovio que poco aporta; su rebeldía contra las convenciones de su entorno. Un viaje a Europa regalado por sus padres traslada las acciones a Torino, donde tomará contacto con el movimiento italiano Squatters que marcará su destino hasta el fin de su existencia. Como miembro de aquella agrupación pareció encontrar un rumbo para su conducta indomable, un sentido a esa insurrección interior que llevaba consigo. Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada y su paso por Italia se convirtió en un calvario. Su rápida captura y encarcelamiento, la separación y posterior muerte de su nuevo novio militante, las desgastantes audiencias judiciales, marcaron el camino de su trágico desenlace. Falsamente acusada de una serie de atentados a un tren de alta velocidad (residía en la Argentina cuando sucedieron los hechos) es liberada y trasladada a una granja para cumplir su arresto. Años más tarde, ya fallecida, se le retirarían todos los cargos. La historia de Soledad está marcada por una serie de incertidumbres que el film no trata de disipar. No queda claro cómo la amiga de la madre que la acompaña en su viaje por el viejo continente la aloja en la posada en que se encuentran sus futuros compañeros. Tampoco se explica la transformación de la protagonista que parece surgir de un impulso precipitado. Por último, no se especifica con nitidez los propósitos del grupo ecologista que reniega del Estado y no se identifica como anarquista. Macri acierta con las tonalidades grises y azules que tiñen la pantalla resaltando los lugares sórdidos de las cárceles, las vestimentas austeras y los edificios abandonados que ocupan los integrantes de los Lobos Grises, nombre con la que se conoció a la agrupación. Un gran elenco extranjero rodean a Vera Spinetta, encabezado por Marco Leonardi, el protagonista de Como agua para chocolate (Alfonso Arau – 1992). Al principio la hija del famoso cantante parece no encontrar el tono del personaje, recién cuando se corta el pelo para entrar en la lucha, se suelta y conmueve con una actuación sólida. Otro mérito de la dirección son los reportajes a cámara de la hermana de Soledad (único nexo estrecho familiar), un acento documental que beneficia a la película. Soledad es un recorrido por el dolor, el martirio, los fracasos y las insatisfacciones con personajes que más que generar empatía suscitan piedad y compasión. Un debut promisorio que contó con una gran producción y un elenco que respondió con creces.
Una historia real llevada a la ficción sobre un personaje muy fuerte: María Soledad Rosas fue una joven argentina que hacia fines de los años novena, viajo a Italia y allí se enamora de un líder anarquista en Turín y se convierte en defensora de esa ideología y en una activa okupa. Su transformación, especialmente cuando es detenida y condenada por una causa inventada por la justicia italiana, con trágicas consecuencias, la llevaron a ser considerada una figura de leyenda para muchos jóvenes. La directora Agustina Macri eligió para su opera prima este tema tan intenso y se baso libremente en el libro de Martín Caparrós “Amor y Anarquía” y muestra bien esa evolución de una chica apenas salida de su adolescencia que a través del amor primero y luego rodeada de circunstancias calamitosas se asume de manera penosa, en un punto ingenua, pero de puro fuego, y sin retorno, en una figura impensada y potente. Contó con una protagonista como Vera Spinetta que se entregó cabalmente a su personaje y que crece trágicamente en este film convincente y verdadero, con una intensidad sorprendente. Una reflexión sobre un tiempo pero también como los ideales transforman a quienes los comparten y se hacen carne con ellos frente a un estado que busca culpables y no acepta ningún cambio. Y por sobre todo el destino impensado para una chica argentina de clase media acomodada en un país y en un entono que no son suyos. Un buen debut de la directora con un relato clásico que fluye, es intenso y verdadero.
Agustina Macri debuta en el cine con la adaptación, nada menos, del libro de Martín Caparrós sobre Soledad Ramos, la joven anarquista que revolucionó los medios de comunicación en los noventa. Hay una búsqueda visual y una construcción sólida de los personajes, también una potente actuación de Vera Spinetta como Soledad, tal vez los cabos sueltos que deja sobre su pasado en Argentina, como la no explicación del porqué del viaje a Italia resientan una narración que bucea en la biografía personal para hacer una reflexión más universal.
La hija del presidente de la Nación debuta en el largometraje con una prolija aunque por momentos algo fría transposición del libro Amor y anarquía, de Martín Caparrós, inspirado en un conmovedor caso de la historia policial y judicial de Italia que tuvo a una joven argentina como víctima. La historia de María Soledad Rosas conmovió a la sociedad argentina e italiana de fines de la década de 1990. Cómo una joven de 23 años perteneciente a una familia conservadora de la clase media de Barrio Norte se convirtió en integrante de un grupo de okupas y activistas radicales en la ciudad de Torino y terminó inmersa en uno de los casos policiales y judiciales más controvertidos de esa época fue el eje primero de Amor y anarquía, libro escrito en 2003 por Martín Caparrós, y ahora de la ópera prima de Agustina Macri. La Soledad del título (Vera Spinetta) mantiene una convivencia bastante tensa con sus padres Luis y Marta (Luis Luque y Silvia Kutika), se gana la vida paseando perros, está en una relación no demasiado estimulante con su novio Pablo (Julián Tello) y, tras finalizar sus estudios de hotelería, se embarca en un viaje a Europa en julio de 1997. Allí se suma a unos squatters, se enamora de forma apasionada de Edoardo Massari (Giulio Corso) y termina siendo apresada junto a éste y otros jóvenes acusados de formar parte de los Lobos Grises, uno de los grupos más buscados por su participación en atentados contra trenes de alta velocidad. La película -sumamente cuidada en su narración y su factura- no profundiza demasiado en las cuestiones más polémicas (en un pasaje se ve a la protagonista acompañando a sus compinches en un intento de robo de cobre en terrenos ferroviarios) ni legales (hay algunas escenas de juicio y en cárceles) porque el énfasis está puesto en el cambio interno y externo (como cuando se rapa por completo) de Soledad y su fogosa relación con Edoardo. Más allá de la indudable intensidad de la historia real, Soledad apuesta a una prolijidad que genera cierto distanciamiento. En algunos pasajes, la película remite a un clásico del cine argentino a la hora de retratar la rebeldía juvenil como Tango feroz, de Marcelo Piñeyro; por ejemplo, cuando apuesta a una edición propia del videoclip con la canción Matador, de los Fabulosos Cadillacs, sonando de fondo. Pese a estas y otras decisiones artísticas -todas conscientes- que convierten a una historia excepcional en una película por momentos bastante convencional, se trata de una buena carta de presentación para una directora que -está claro- logra trascender cualquier tipo de prejuicio de quienes pretendan limitar su carrera cinematográfica por el mero hecho de ser “la hija de”.
Este es un drama romántico antes que político. Es el drama de una joven insatisfecha, sin un propósito demasiado firme, que encontró un grupo de pertenencia, se enamoró de uno de sus miembros, y apenas dos meses después vio cómo todo empezaba a derrumbarse a causa de falsas acusaciones. Por fidelidad a las ideas de su enamorado, que ya estaban siendo suyas, la joven no se puso a resguardo, como le aconsejaba su familia de sangre. Entró a desesperarse, y otra vez se habrá sentido sola, como estaba en un principio. En la descripción de ese carácter, en la pasión con que lo encarna Vera Spinetta, y en la eterna confrontación de puros e ingenuos frente a perversos poderosos, reside la fuerza de esta historia. Que evoca un drama real, el de Soledad Rosas, argentina muerta en Italia a los 24 años. Más claro aun, muerta en una colonia de recuperación de adictos donde cumplía prisión domiciliaria, acusada de delitos que no había cometido. Después la Justicia lavó su nombre, y el de su amado, pero ya era tarde. La película es fuerte, intensa, realmente está bien hecha y tiene unas imágenes que lo dicen todo sin necesidad de mayores diálogos ni explicaciones. Quizá pudo ser más romántica, eso es cierto. Le reprocharán también que habla de los anarquistas sin mostrarse demasiado antisistema, pero por algo la película se llama "Soledad" y no "Amor y anarquía", como el libro de Martín Caparrós en que se inspiró inicialmente. Buena película, muy buena actuación. Y un tema candente para aquellos que buscan otra forma de vida. Autora, Directora, Agustina Macri, que viene de una larga carrera en documentales deportivos y asistencia de dirección y producción bajo el ala de Oliver Stone. En la producción, Fernando Sulichin, otro argentino de la escudería Stone. Al frente de la segunda unidad, Francisco Macri, hermano menor de la directora. Coproducción ítalo-argentina sin subsidios del Incaa, otro dato a tener en cuenta.
Soledad es el primer largometraje dirigido por Agustina Macri (si, la hija del presidente) y está basado en el relato de Martín Caparróstitulado “Amor y Anarquía” sobre Soledad Rosas, una militante anarquista argentina que dejó su marca en Italia. El film es una coproducción Argentina con este país y fue filmado a lo largo de tres años casi enteramente allí, a excepción de algunas escenas que se rodaron en argentina, y también está hablada en su mayor parte en italiano. Hacia fines de los ‘90 Soledad (Vera Spinetta) era una joven de clase media que no sabia bien cual era su lugar en el mundo ni que camino tomar, como suele pasarle a muchas personas a esa edad. Mientras trataba de descifrar estas cuestiones existenciales se dedicaba a estudiar, a trabajar de paseadora de perros y a salir con su novio y sus amigos. Tenía 23 años cuando sus padres le regalaron la oportunidad de viajar a Europa por haber terminado la carrera de Administración Hotelera. En Turín, Italia, conoció a un grupo de okupas anarquistas que luchaban contra las injusticias del sistema. Soledad tuvo una conexión casi inmediata con este grupo de personas tan apasionadas y se unió a su causa, pasó a ser una más de ellos. Es aquí donde conoce a Edoardo (Giulio Maria Corso) y se enamora apasionadamente. Desafortunadamente su nueva vida se derrumba por completo cuando es arrestada por la policía junto con su amante y otro colaborador del movimiento, acusados de participar en actos terroristas en contra del estado. Soledad es una película que busca reflejar la impronta de Soledad Rosas, de introducirse en su experiencia y contemplarla de manera reivindicadora. Por este motivo podemos decir que tanto Vera Spinetta, en su sensible y cruda caracterización, como Agustina Macri intentan ponerse en la piel de Sole para contar su historia. El relato está bien construido, intercalando momentos de su vida interior en Buenos Aires con los hechos que se desarrollan luego de conocer a Edoardo. Su relación con el se vuelve el núcleo de toda su fortaleza y su identidad, el cual se desestabiliza a partir del momento en que Edo, alias “Baleno”, es encontrado muerto en su celda. La historia de Soledad es sin duda trágica y desgarradora, pero permite reflexionar acerca de la búsqueda de identidad, la defensa de ideales y el compromiso que implica ser actores del cambio que se quiere generar el mundo y la sociedad.
Impacto 24 Inicio Cinefilos Los estrenos de cine de la semana CINEFILOS Los estrenos de cine de la semana Por Susana Salerno - 23 septiembre, 2018 32 0 “EL DEPREDADOR” (2018). Dirección: Shane Black, Actores: Boyd Holbrook, Trevante Rhodes, Jacob Tremblay, Keegan Michael Key, Olivia Munn, Thomas Jane, Alfie Allen, Augusto Aguilera, Sterling Brown, Género: Acción. Origen: Canadá/ Estados Unidos. Duración: 107 minutos. Versiones: Subtitulada/Doblada. Formato: 2, 3 y 4D. Apta para mayores de 13 años con reservas. Desde los límites del espacio exterior hasta las calles de un poblado de los suburbios, la cacería ha llegado a casa en la explosiva reinvención de Shane Black de la serie de Depredador. Ahora, los cazadores más letales del mundo son más fuertes, inteligentes y mortales que nunca, toda vez que se han perfeccionado genéticamente con ADN de otras especies. Cuando un chico provoca por accidente su regreso a la Tierra, sólo un equipo variopinto de ex soldados y un irritado profesor de ciencias podrán prevenir la extinción de la raza humana. Mi Opinión: Hagamos un pequeño repaso: “Depredador” (Predator, John McTiernan, 1987) fue protagonizada por Arnold Schwarzenegger y tenía un toque bélico; se luchaba por sobrevivir en medio de la jungla frente a un enemigo invisible y casualmente quien hoy es el director, estamos hablando de Shane Black, interpretaba a uno de los personajes era Hawkins; con “Depredador 2” (Predator 2 de Stephen Hopkins, 1990) la violencia llega a las calles de Los Ángeles, en un thriller urbano y violento; Predators (Nimrod Antal, 2010) en la cual uno de los productores fue Robert Rodriguez, está compuesta por un gran elenco, tiene mucha acción y gira sobre la lucha por la supervivencia. En esta nueva entrega de la saga se desata una terrible violencia, cuando una nave extraterrestre se estrella durante una operación militar antidrogas y quien logra salvar su vida es el soldado Quinn McKenna (Boyd Holbrook), quien además puede preservar el casco y un brazalete alienígena y lo deja en su casa, allí viven su ex mujer y su hijo Rory McKenna (Jacob Tremblay, “La habitación”, “Extraordinario”) quien tiene ciertos problemas físicos y accidentalmente provoca el regreso de los depredadores a la Tierra. En esta nueva historia vemos un muy buen manejo de cámara en un principio con un movimiento suave observamos la tecnología instrumental, el lugar, en una camilla del laboratorio se encuentra un Depredador atado y dormido por sedantes que todos allí observan. Como no podría ser de otro modo esta criatura despierta, rompe todas las cadenas que lo sujetaban, lucha contra todos y se desata un verdadero caos. La acción, las luchas, las batallas aparecen rápidamente, contiene un ritmo portentoso y no decae. Al espectador acostumbrado a este tipo de relatos nada le cuesta imaginar lo que vendrá, resulta inquietante, su desarrollo se va bañando de sangre y líquidos; hay una cantidad importante de colores, cuerpos mutilados, decapitados, mucho humor, todo es exagerado, hay perros intergalácticos, grandes efectos especiales, cumple lo que propone, es decir, puro entretenimiento y el director te deja un indicio de que esto continuará. A más de treinta años de su estreno sigue atrapando generaciones. Buena. “LA CASA CON UN RELOJ EN SUS PAREDES” (2018). Dirección: Eli Roth, Actores: Jack Black, Cate Blanchett, Kyle MacLachlan, Colleen Camp, Sunny Suljic, Ricky Muse, Género: Comedia. Origen: Estados Unidos. Duración: 104 minutos. Versiones: Subtitulada/Doblada. Apta para todo público con leyenda. La historia cuenta el mágico y escalofriante relato de un niño de 10 años llamado Lewis (Owen Vaccaro), quien se muda a la vieja y rechinante casa de su tío, la cual cuenta con un misterioso reloj. Pronto, la aburrida y tranquila vida de su pueblo se verá interrumpida cuando accidentalmente, Lewis despierte a magos y brujas de un mundo secreto. Mi opinión: El director de cine, actor, productor y escritor estadounidense Eli Roth es conocido por incursionar en el género del terror y la violencia explícita (“El payaso del mal”, “Hostel 1 y 2”), en esta oportunidad ingresa en el mundo de la fantasía, con un corte para toda la familia, pero aquí algunas escenas son gore, tiene momentos siniestros, espeluznantes y referencias a la guerra mundial, quizás a los más pequeños los puede impresionar y sobresaltar, con ciertos toques de Tim Burton y del film “Escalofríos”. También le podemos encontrar una pequeña similitud a Lewis con los comienzos del joven Harry Potter, porque Lewis intentará aprender la magia que utiliza su tío. Los protagonistas se divierten y son estupendos, con grandes actores como Jack Black (Jumanji: Bienvenidos a la jungla”), Cate Blanchett (Ocean’s 8: Las estafadoras”) son sobresalientes y el joven actor Owen Vaccaro (“Guerra de papás 1 y 2”) quien se encuentra bien resguardado por esta dupla, nos encontramos con buenos trucos visuales, un sillón con movimientos, figuras que se mueven solas, reflejos y objetos especiales, una buena dirección de arte y ambientación. Un humor agradable, tiene fantasía, pura diversión y se puede transformar en una saga. Buena. “1945” (2017). Dirección: Ferenc Török, Actores: Péter Rudolf, Tamás Szabó Kimmel, Dóra Sztarenki, Bence Tasnádi, Ági Szirtes, József Szarvas, Género: Drama. Origen: Hungría. Duración: 91 minutos. Apta para mayores de 13 años. Con la guerra recién terminada, un pueblo se prepara para la boda del hijo de un funcionario de gobierno, en un día sofocante de agosto. Cuando llegan a la estación de tren dos hombres portando unas extrañas cajas, el funcionario teme que sean hijos de los judíos que habían sido deportados durante la guerra que vuelvan a reclamar los terrenos expropiados ilegalmente. Mi Opinión: Las primeras imágenes están relacionadas con el fin de la guerra, vemos un hombre que se afeita nervioso frente al espejo, mientras por la radio detallan las consecuencias de la bomba atómica sobre Nagasaki y como avanzaron las tropas soviéticas sobre los diversos territorios europeos. Dentro de su narración se van mostrando los conflictos que deja la guerra, sociales y políticos, vamos viendo distintos personajes bien delineados (un Alcalde que es un dictador, un cura de pueblo, un borracho, una mujer que sufre, un joven que piensa casarse, entre otros), en el lugar se ve una gran presencia de militar soviética. Cuenta con un ritmo pausado, observamos la búsqueda de la verdad y la justicia, bajo algunos símbolos (cuando llega el tren a la estación va expulsando un humo negro que contamina el aire, lleno de dolor y crueldad; la mujer vestida de blanco). Filmada en blanco y negro, es el sexto largometraje del director húngaro Ferenc Török, se encuentra bien narrada, es emocionante, fuerte, con una excelente ambientación, una buena dirección y la fotografía de Elemér Ragályi. Esta película fue presentada en el Festival de Berlín donde causó buenas impresiones a pesar de no llevarse ningún premio, algo que si ocurrió en festivales como el de San Francisco o Jerusalén entre otros. Muy Buena. “AMOR URGENTE” (2018). Dirección: Diego Lublinsky, Actores: Paula Hertzog, Martin Covini, Paola Barrientos, Miranda de la Serna, Brian Sichel, Fabián Arenillas, Origen: Argentina, Duración: 95 minutos. Apta para mayores de 13 años. Ajenos a la obsesión sexual que invade al resto de los adolescentes de su pueblo, Pedro y Agustina buscan descubrir el verdadero significado del amor. Filmada con retroproyecciones, Amor urgente exacerba la artificialidad de su construcción para dar lugar a un atemporal y amable coming of age. Mi Opinión: Esta es una comedia romántica y delicada que nos habla sobre la adolescencia. Todo transcurre en un pueblo llamado “Resignación” (un lugar lo ficticio), los principales personajes son un grupo de amigos, ellos suelen andar en bicicleta, hacen caminatas, organizan bailes y concurren a la única escuela del lugar. Ellos tienen distintas inquietudes típicas de la edad y hablan del amor, del debut sexual, el primer amor, son ingenuos, sacan a la luz sus miedos, sus temores y su inocencia. Uno de estos jóvenes es Pedro (Martín Covini, actor debutante) tímido, amable, apocado y vive hace un tiempo en ese lugar. Su cuerpo se siente movilizado cuando llega Agustina (Paula Hertzog, “Ciencias naturales”) quien junto a su madre Irene (Paola Barrientos, muy buena interpretación, su presencia siempre rinde), instala un negocio para vender lencería y la conocen como “la Reina de la lencería” quien al poco tiempo mantiene un romance con el intendente (Fabián Arenillas) algo dictador y mujeriego. Pedro y Agustina comienzan a compartir distintos momentos, ambos se sienten atraídos, tienen la necesidad de estar juntos, sus hormonas se movilizan, al igual que el resto de los adolescentes, todos expresan sus inseguridades y van surgiendo una serie de situaciones tiernas que resultan muy graciosas para el espectador. Los chicos no usan ni computadora, ni celulares, son espontáneos, tranquilos, curiosos y buscan nuevas experiencias. Estamos frente a una comedia blanca con una estética y ambientación novedosa, las actuaciones de los jóvenes resultan naturales, con un ritmo ágil, diálogos sencillos, con situaciones absurdas y muy divertida. Muy Buena. “EL ORIGEN DE LA TRISTEZA” (2017), Dirección: Oscar Frenkel. Intérpretes: Joaquín Gorbea, Belén Szulz, Santiago Mehri, Luciana Rojo, Lola Carballo, Género: Drama. Origen: Argentina. Duración: 71 minutos. Apta para mayores de 16 años. Esta es la historia del Gavilán, un chico de apenas 12 años, que vive con su familia en el barrio del Viaducto, una zona portuaria rodeada de oleoductos. Son las vacaciones de verano y junto a Los Pibes, su grupo de amigos, pasan los días en la calle. Una explosión amenaza al Barrio, la muerte inesperada de un amigo y un frustrado plan para debutar sexualmente, acercarán al Gavilán y a sus amigos a algunas de las revelaciones que la vida les tiene preparadas: el dolor, la tristeza y el inevitable fin de la infancia. Mi Opinión: El film tiene la nostalgia del barrio, se sitúa en un verano de la década del 80 en la zona sur, los chicos jugando en la calles, andando en bicicleta, jugando al fútbol, el debut sexual, el primer amor, la inocencia y tiene la melancolía del barrio. Habla de las perdidas y de cómo es dejar atrás la niñez, se utilizan algunas expresiones de la época, tiene un sutil toque poético, una delicada paleta de colores, un homenaje al barrio, a su gente y una música que acompaña apropiadamente a la acción. Buena. “VIAJE INESPERADO” (2018). Dirección: Juan José Jusid. Actores: Pablo Rago, Cecilia Dopazo, Tomás Wicz, Valentina Etchegoyen, Mario Alarcón, Género: Drama, Duración: 85 minutos. Apta para mayores de 16 años. El ingeniero Pablo Marcet, instalado en Brasil, recibe el llamado de Ana, su ex mujer, para comentarle que el hijo de ambos, Andrés, está fuera de control: llevó un machete al colegio. Pero lo que no saben es que Andrés es víctima de bullying y el incidente del machete solo fue una forma de defenderse. Padre e hijo, entonces, viajan a la ciudad de Bolívar, lugar elegido para conectar. ¿Logrará el joven sanar sus heridas con la ayuda de su padre? Mi Opinión: Su narración logra construir los problemas de la adolescencia, mostrando las complicaciones sobre todo cuando estos jóvenes vienen de hogares quebrados, donde los adultos viven discutiendo aunque ya no convivan y cuanto afecta esto a los hijos. A través de un viaje inesperado que realizan padre e hijo intentaran comunicarse, reconstruir el vinculo, conocerse en este reencuentro, se enfrentarán a distintos problemas e intentarán aprender el uno del otro. Se pone al descubierto cuando existe el bullying, las drogas, el alcohol, los engaños, la madurez, los excesos y salen a la luz ciertos secretos. Aquí logran muy buenas actuaciones Pablo Rago y Tomás Wicz, juntos tienen química y logran momentos conmovedores. El film fue rodado en distintas locaciones de Capital Federal, Gran Buenos Aires, Bolívar y Río de Janeiro (Brasil). Buena. “HISTORIAS DE ULTRATUMBA” (2017). Dirección: Jeremy Dyson, Andy Nyman, Actores: Martin Freeman, Alex Lawther, Andy Nyman, Paul Whitehouse, Nicholas Burns, Género: Terror. Origen: Reino Unido. Duración: 98 minutos. Versiones: Subtitulada/Doblada. Apta para mayores de 13 años. El escéptico profesor Phillip Goodman se embarca en una misión terrorífica cuando se topa con un archivo perdido hace tiempo que contiene detalles de tres casos inexplicables de fantasmas. Mi Opinión: Esta película de género de terror, con toques fantásticos y un buen relato, logra buenos momentos y sobresaltos donde los espectadores vibrarán en sus butacas, su trama se relaciona con la religión y lo espiritual. La cámara es un protagonista más le da un relato más inquietante y claustrofóbico. Es perturbadora, se generan interesantes climas, con momentos sobrenaturales, bajo una excelente ambientación gótica y dirección de arte. Un film entretenido, inteligente con un guión bien construido y un buen final. Muy Buena. “SOLEDAD” (2018). Dirección: Agustina Macri, Actores: Vera Spinetta, Giulio Corso, Marco Leonardi, Marco Cocci, Luis Luque, Silvia Kutika, Fabiana García Lago, Flor Dyszel, Julián Tello, Género: Drama. Origen: Italia / Argentina. Duración: 103 minutos. Apta para mayores de 13 años con reservas. Cuenta la historia de María Soledad Rosas, la joven argentina de 23 años cuyo suicidio la convirtió en un ícono del movimiento anarquista italiano. Perteneciente a una familia de clase media, Soledad Rosas no parecía muy cómoda con las convenciones de su entorno; pero sería el viaje que emprendió a Europa a mediados de 1997 el que la apartaría definitivamente del mandato familiar y signaría su vida para siempre. Mi Opinión: Un film basado en hechos reales. La historia gira en torno de una parte de la vida de Soledad Rosas -1974- 1998 (Era descendiente de Juan Manuel de Rosas), interpretada por la actriz y cantante argentina Vera Spinetta (“Mala vida”, “Vóley”) que pertenecía a la clase media alta porteña y que cuando termina sus estudios de hotelería sus padres (Silvia Kutika y Luis Luque) le obsequian un viaje a Italia en el cual la acompaña una amiga de su madre; Silvia (Fabiana García Lago, “Las manos”). Mientras se encuentra en ese país se involucra con un grupo de anarquistas de Turín, se aleja de Silvia y comienza a vivir otras experiencias, al poco tiempo se enamora de Baleno “Edo” (Giulio Corso) y su comportamiento va al ritmo del tema que se escucha en varios momentos en la cinta, “Matador”- Los Fabulosos Cadillacs. Nos habla de la libertad, las pasiones, de la lucha por las convicciones, del sacrificio por amor, entre otros temas. Sin lugar a dudas es una historia fuerte, algunas explicaciones se describen mediante el flashback y parte de la narración está relatada a través del personaje de su hermana (Florencia Dyszel), y podríamos decir que el espectador necesita tener un poco de conocimientos sobre este personaje para poder disfrutar aún más del film. El personaje de Soledad esta logrado por momentos, no llega a ser lo suficientemente explotado, los personajes secundarios no aportan demasiado: aparecen y desaparecen, le falta mayor consistencia al romance, ya que no se siente que fue tan fuerte, hay una deficiencia en la descripción de las tareas laborales, faltan mas discusiones políticas, fervor y se ve un juicio pobre, en cambio por ejemplo en el del film de “Sacco & Vanzetti” esto se encuentra más exaltado y hay pasión. Se encuentra coescrita entre Paolo Logli y Agustina Macri (es su opera prima, en un largometraje), esta es la adaptación cinematográfica de la novela “Amor y anarquía: la vida urgente de Soledad Rosas, 1974-1998” escrita por el periodista argentino Martín Caparrós y publicada en el 2003.
La historia de Soledad Rosas, basada en otro sustancioso libro de Martín Caparrós, es la crónica de una chica rebelde, de clase media, paseandera de perros en Palermo, con novio algo marginal y gestos desafiantes, una joven que en la década del noventa se unió a un grupo anarquista en Italia para luchar contra el sistema y puntualmente contra la instalación de un tendido ferroviario de alta complejidad que alteraría el paisaje y la vida de una ciudad crecida a sombra de la FIAT. Allí Soledad acabará encontrando ideología, amor, destino y final. La Historia salta del ayer al hoy, de Buenos Aires a Italia, y hay que estar atento, aunque la narración fluye con naturalidad. Hay autenticidad –una virtud que suele escasear en el cine de denuncia - en la pintura de sus personajes, en el diálogo y en las acciones. Es intenso y expone sin notas falsas y sin caer en falsas glorificaciones, las dudas y los argumentos de unos y otros, dándole su lugar a lo combativo sin olvidarse de poner la mirada humanizada (como la de la guardia policial) a la altura de las ideas. Acredita además una conmovedora actuación de Victoria Spinetta. Y está realizado por Agustina Macri la hija del presidente, un dato difícil de obviar. Hay una escena por lo menos sugestiva: recién llegada a Turín, uno de los líderes del grupo, le dice: “Esta ciudad tiene un patrón (aludiendo a la familia Agnelli, dueña de la FIAT) y contra ellos, contra el sistema, contra los medios, la justicia y la clase política, luchamos”. Una Macri que no halaga al poder, sino lo desafía. Y que da cuentas con sensibilidad de los fantasmas y las dudas que acompañaron a Soledad hasta un trágico desenlace. ¿Quién era Soledad? Nadie puede explicarlo, aunque Caparrós en su libro se arriesga: “El suicidio es la forma más brutal de la pregunta: quién era yo y por qué. Una pregunta que queda para siempre sin respuesta, porque el suicidio es la pregunta pura, que cierra en ella misma al expectativa de cualquier respuesta. El suicidio nos deja sin palabras: nos habla demasiado”.
Es muy probable que dentro de algunos años, así como hablamos de cine de Martel o Trapero, nos refiramos a una película de Macri, sin la necesidad de anteponer el nombre Agustina. Tras algunas incursiones en el terreno del documental como #SodaCirque y Carnacalipsis, la hija del Presidente debuta en el cine de ficción con una adaptación del icónico libro Amor y anarquía, que Martín Caparrós escribió basándose en la historia de María Soledad Rosas. En sistema de coproducción entre Argentina e Italia, y sin subsidios del INCAA, Agustina Macri se revela como una nueva promesa del cine nacional, en un film que cuenta con una protagonista tan sólida como Vera Spinetta. El resultado final de la propuesta va mucho más allá de ser una creación de "hijas de". Queda clarísimo que cada una de ellas tiene la suficiente carga de entidad y talento, para sobrepasar la prejuiciosa idea de quienes insisten en encerrarlas bajo el obtuso concepto de portación de nombre. En este sentido, la interrupción de una función de la película hace un par de noches en una sala de Recoleta por parte de un puñado de manifestantes, es una clara muestra de un tipo de protesta ejercida desde el autoritarismo. Una acción arbitraria que no comprende que un mismo apellido, en este caso Macri, puede tener connotaciones muy distintas; y que el aprendizaje de esa diversidad podria conducirnos a una mirada menos estanca. Soledad (Vera Spinetta) fue una joven de clase media, educada en un colegio de Barrio Norte, que no sentía empatía con su familia ni su presente. Un viaje a Europa la llevó a entrar en contacto con un grupo anarquista que vivía como okupa en un deshabitado edificio de Turín. A través de múltiples idas y vueltas en el tiempo, Agustina Macri traza el recorrido de una chica que sin inquietudes políticas previas, encontró en Italia una pulsión vital que se vio potenciada por el vínculo sentimental entablado con el líder de la agrupación rebelde (Giulio Corso). Ambientada a fines de los '90, y con canciones como Matador, de Los Fabulosos Cadillacs, y Tu amor, de Pedro Aznar y Charly García; Soledad es un certero retrato de esa mezcla de hastío y disconformidad que impregnó a tantísimos estudiantes de clase media en el mundo, que atravesaron la mencionada década sin un norte ideológico tan claro y combativo como el la generación de los '60; pero con una marcada falta de representación con el arrasador avance del neoliberalismo a nivel global. Las instancias entre Buenos Aires y Turín, se intercalan con una entrevista a la hermana de la protagonista, y ese rompecabezas que en un comienzo parece apenas un capricho formal, va cobrando vuelo a medida que la película nos interna en la historia de esta joven de clase media devenida en anarquista. Visualmente, Macri acierta con el clima pertinente para cada escena. En varios pasajes se impone un distanciamiento, que por momentos atenta contra la urgencia de algunos acontecimientos. Pero evidentemente, la directora prioriza la sobriedad por encima de la explosión catártica, y sale airosa de una encrucijada que tiene un enorme arco narrativo, que incluye instancias nada menores como las de la apatía, la rebelión y el suicidio. Vera Spinetta le aporta a su rol protagónico un poderoso compromiso, y Agustina Macri cumple en no traicionar las decisiones del personaje central. Soledad es una adaptación del libro de Caparrós, pero la realizadora y coguionista aborda al texto y a la figura en que está basado, desde una lúcida apropiación personal. Sin apelar al ostentoso despliegue de toda una batería de recursos, el film encuentra un equilibrado estilo en el que se impone la austeridad, tanto en los crispados planos con cámara al hombro, como en algunos otros diseñados desde una impronta más preciosista. Durante casi dos horas, Macri sostiene el interés sobre una historia cuyo desenlace ya conocemos de antemano, y dota a su relato con las suficientes capas como para que no se desvanezca apenas aparezcan los títulos de cierre. La directora acompaña al personaje central que traza en pantalla, y tiene la espalda necesaria para no victimizarla ni canonizarla a través de conceptos unívocos como el de mártir anarquista. Una sutil e inteligente respuesta para todos aquellos que no entienden que el arte no tiene ninguna relación con el prejuicio. Soledad / Argentina-Italia / 2018 / 103 minutos / Apta para mayores de 13 años, con reservas / Dirección: Agustina Macri / Con: Vera Spinetta, Giulio Corso, Marco Leonardi, Marco Cocci, Luis Luque y Silvia Kutika.
La primera película de la realizadora Agustina Macri -hija del presidente- es un respetuoso e intenso relato de vida real. La de Soledad Rosas, la argentina que viajó a Europa, tomó contacto con el movimiento de okupas anarquistas de Turín, en Italia, y se unió a su movimiento, que el gobierno italiano llamó ecoterrorista. Encarcelada, Rosas se suicidó en 1998, cuando tenía sólo 24 años y cumplía prisión domiciliaria. Su historia trágica inspiró canciones del rock argentino y la crónica de Martín Caparros, Amor y anarquía, que ahora se reedita y en el que está basada la película. Con Vera Spinetta en el rol principal, Soledad se construye como un drama narrado con corrección y sobriedad, desde la vida porteña de esta joven paseadora de perros, y su relación con sus padres, hasta su llegada a Europa y su paulatino enamoramiento del grupo humano del que decide formar parte, en particular de uno, Baleno (Giulio Corso) con el que forma pareja. Quizá por la fuerza de ese idealismo que mueve a sus personajes anti sistema, Macri evita cargar las tintas y recorta la figura humana por sobre el contexto. Acaso demasiado: la causa de la lucha -la oposición al desarrollo de una línea de tren- apenas se menciona, así como tampoco hay demasiada información sobre el origen de estos luchadores, de dónde vienen, quiénes son y cómo llegaron ahí. Pero el cine es síntesis, y semejante historia de vida y muerte difícilmente puede condensarse en cien minutos en toda su complejidad y detalles. Macri, y su equipo, apuestan a un acercamiento con tono de homenaje, en un film impecable en lo técnico y hablado casi todo en italiano, que está decididamente a favor de estos anarcos. Jóvenes dolorosamente capaces de dar la vida por su lucha, ensalzados por la cámara que los sigue en sus conquistas, sacrificios e incomodidades, y por música de la intensidad del Matador de los Cadillacs. Un valioso rescate de una historia que llega para dialogar con el presente.
Hay caminos que son puente hacia un destino y otros que son un destino en sí mismo. María Soledad Rosas (1974-1998) hizo de su recorrido un emblema que quedó en la historia del movimiento anarquista italiano y del argentino. Agustina Macri se enamoró del libro "Amor y anarquía" de Martín Caparrós y convocó a Vera Spinetta para interpretar a esta joven de Barrio Norte porteño que le puso el cuerpo a sus ideales hasta sus últimas consecuencias. Macri, Spinetta, Caparrós y la impronta anarquista de Soledad Rosas parecen a priori demasiada información, con muchas lecturas ideológicas cruzadas, para meterse de lleno en la película. Pero el desafío es entrar en la historia sin prejuicios, como lo amerita cualquier propuesta artística. Ahí sí se podrá disfrutar de una película noble, que tiene como objetivo hacer foco en una joven que resistió los mandatos familiares y se embarcó en una aventura compleja que le resignificó su vida. Hay una historia de amor, de resistencia al poder, de luchar por lo que se quiere y también de búsqueda. "Sigo adelante, es todo un desafío, porque sé que antes o después, seré nuevamente libre" dirá Soledad. La película va llevando al espectador de a poco para meterse en el derrotero de Soledad y jerarquizar ese deseo de ser ella misma, cueste lo que cueste. La escena del final muestra el ensamble perfecto entre la protagonista y la directora. Para no dejarla pasar.
Narrativa en forma de vaivén para columpiar la corta historia de María Soledad Rosas, una joven de clase media que abrazó muy rápidamente los postulados de un movimiento de squaters italianos, autodefinidos como anarquistas en los convulsionados 90 europeos. Vaivén que también se contagia en los estados emocionales de Sole y su nuevo grupo de amigos. El amor como motor de acción más que de las palabras de discursos, mezclados de ideas revolucionarias sin revolución, palabras contradictorias que chocan siempre con una realidad asfixiante, en un relato que hace del instante, de lo fugaz, de lo intenso su arma más noble y la carta de presentación de la directora -debutante en el largometraje- Agustina Macri. La otra carta escondida en esta ópera prima no idealista sino sobre los ideales y la manera de comprenderlos no desde la razón sino desde el cuerpo y las vísceras es sin lugar a dudas Vera Spinetta. Si se permite un juego de palabras lo de Vera es veraz y lo veraz se verá en su verdad. En su entrega con convicción para vestir la piel de una joven rebelde y confundida, con miedo de ser libre aunque demuestre una personalidad avasallante tanto en pantalla como en momentos cruciales en la trama, que conectan con los hitos dramáticos de un viaje iniciático y trunco. La ética de la realizadora estaba en juego sin buscar segundas o terceras lecturas antojadizas por portación de apellido y la mejor forma de responder si es que hay que hacerlo es desde el cine y desde la distancia o no con lo que se muestra y oculta. En ese sentido, la fluidez narrativa de Soledad, el inteligente uso del fuera de campo, la cámara en mano y la amalgama audiovisual detrás de la protagonista resulta más que contundente para saber que detrás de la película hay una directora de cine antes que una hija de… Hija de… también le cabe a Vera Spinetta, quien en ningún momento de su gran performance y despliegue emocional ante cámara apela al indicio o se escucha en la banda sonora -compuesta por algunos hitazos del rock nacional- un tema del entrañable Flaco. ¿Se puede abrazar una causa por más descabellada que resulte, sin amor? La respuesta flota entre cenizas pero lo que no se puede dejar de lado es que un gran amor por una causa conduce inequívocamente a una lucha en soledad.
Basada en el libro Amor y anarquía de Martín Caparrós, la historia -real- de Soledad Rosas, la chica que pasó de privilegiada argentina a squatter y anarquista en Italia y terminó suicidándose, tiene más de un mérito (el uso de los planos, la manera de reflejar el cambio de la protagonista a través de su aspecto), pero también algunos problemas, especialmente la romantización demasiado lineal de la relación entre lo político y lo emocional. Vera Spinetta está muy bien, de paso sea dicho.
Soledad tiene atrás dos apellidos de peso para los argentinos: Agustina Macri es la directora y Vera Spinetta la protagonista. La película sobre la anarquista María Soledad Rosas es una adaptación del libro Amor y anarquía de Martín Caparrós y es la primera ficción de la hija mayor del Presidente. Ambientada en los noventa, el filme recorre la transformación de una joven de clase media en una militante del anarquismo. Soledad realiza un viaje a Europa y en Italia conoce a un grupo de ocupas anarquistas a los que se une. Allí conoce a Edoardo Massari, con el que comienza una relación amorosa que junto a su creciente militancia la llevan a buscar la residencia definitiva en el país. Acusados injustamente de un atentado terrorista a un tren, la pareja termina en prisión. A partir de ese momento comienza el suplicio que terminaría convirtiendo a Soledad en un ícono del anarquismo. La película de Agustina Macri es sobria y por momentos algo distante, quizá demasiado. La sucesión de hechos desafortunados que vive Soledad no terminan de emocionar, incluso los más dramáticos. La transformación del personaje, que pasa de ser una jovencita de clase media sin mayores inquietudes a una férrea anarquista, resulta un tanto sutil si se tiene en cuenta el desenlace de la historia. Soledad hace especial hincapié en la historia de amor de la protagonista y Edoardo Massari (Giulio Maria Corso), y un poco menos en su conversión ideológica. La manera en que se aborda el anarquismo en la película es apenas a modo de contexto, casi para principiantes. No hay grandes discusiones ni diálogos sobre el movimiento salvo por algunas excepciones. Tampoco se refleja con intensidad la apropiación de esa forma de vida en la protagonista, por lo que cuesta imaginar cómo es que llega a tomar ciertas decisiones a lo largo de la historia. La actuación de Vera Spinetta está a la altura de las circunstancias, poniéndole el cuerpo al personaje hasta el punto de raparse la cabeza en cámara. Es justamente esa escena y las de Soledad caminando por una zona rural de Italia, de lo más bello de la película. La música es uno de los principales guiños para señalar la época. Soledad no se separa de su walkman y Matador de Los Fabulosos Cadillacs se convierte en un himno en el contexto del filme. El debut en ficción de Agustina Macri demuestra que es una directora para prestar atención en el futuro, aunque con Soledad luzca algo contenida.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Jóvenes rebeldes y no tanto. El mismo año, tres películas en torno a jóvenes contestatarios realizadas por hijos de conocidos empresarios y/o políticos argentinos: El ángel, dirigida por Luis Ortega (hijo de Ramón Palito Ortega, gobernador de Tucumán durante el menemismo y candidato a vicepresidente de Eduardo Duhalde en 1999), El camino de Santiago, dirigida por Tristán Bauer sobre guión escrito por Omar Quiroga y Florencia Kirchner (hija de los ex presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández, esta última actualmente senadora), y Soledad, dirigida por Agustina Macri (hija del ex Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y actual Presidente de la Nación Mauricio Macri). Estrenadas con pocas semanas de diferencia, generan algunas preguntas. En principio, ¿qué los lleva a hacer cine a estos jóvenes, cuyos ingresos familiares y posibilidades de estudiar seguramente les permitiría emprender otros proyectos de distinto tipo con holgura? Luis Ortega se ha referido varias veces al tema, combinando cierta ansiedad existencialista (“Si fuera feliz no estaría haciendo cine”, “Soy cineasta porque ser humano es terrible”) con la idea del cine como un medio de aprendizaje para quien ha vivido en una suerte de campana de cristal (“De chico, cuando vivía en Miami, estaba mucho tiempo solo y ver largometrajes era mi mundo; eso me acompañó hasta que llegué a Tucumán, en donde no había cines pero estaba la realidad que se convirtió en el cine”). Aunque de perfil bajo igual que Florencia Kirchner, de Agustina Macri se sabe que llegó al cine influenciada por su madre y sus hermanos, interesados en el teatro y la publicidad. Sin dudas, uno puede embarcarse en la producción o la realización de una película para desplegar una vocación o para expresar sentimientos o ideas sobre determinada problemática. Pero muchas veces parece haber algo más, difícil de demarcar, que excede esa propensión por la manifestación artística y tiene que ver con el lustre, la repercusión periodística, el diseño de un poster promocional, el posible glamour que pueden ofrecer un estreno con invitados o exhibiciones en festivales internacionales, la oportunidad de sumar al proyecto figuras reconocidas, e incluso el interés por evitar la fugacidad (al margen del poco o mucho éxito en las salas, una película sigue exhibiéndose, viéndose y comentándose en TV, en plataformas digitales o en youtube), todas ventajas que no ofrecen –no de la misma manera, al menos– la publicación de un libro o la realización de un programa de TV. Otro punto es por qué estos hijos de políticos (o empresarios empujados al terreno de la política) argentinos eligieron estudiar cine en el exterior. No sólo por la calidad de muchas de las producciones cinematográficas y televisivas que se hacen aquí sino también por nuestra tradición cinéfila, la repercusión internacional de festivales como el de Mar del Plata o el BAFICI y la gran cantidad de estudiantes que ingresan anualmente a las diversas instituciones de enseñanza audiovisual que existen en nuestro país, resulta curioso que Agustina Macri haya estudiado cine en Barcelona y Florencia Kirchner en Nueva York; incluso Luis Ortega, aunque fue alumno de la Universidad del Cine (en Buenos Aires), se educó en Miami. El hecho, claro, es menos inesperado en los casos de Luis Ortega y Agustina Macri, si se asocia el apellido de ambos a los proyectos económicos de los que sus padres son o fueron parte. Finalmente, otro rasgo curioso puede advertirse en las temáticas y personajes elegidos. Está claro que no debería esperarse de ellos, necesariamente, obras que parezcan spots promocionales de la gestión de sus padres, así como, por otra parte, parece natural que les atraiga participar de proyectos audiovisuales sobre personas/personajes de su misma edad. Pero aún así es sugestivo el interés de estos cineastas (en buena medida privilegiados) por ponerse en la piel de congéneres de ideas o actitudes libertarias, perseguidos por las fuerzas del orden. En todo caso, en El camino de Santiago (2018) Florencia Kirchner como coguionista se hace eco de broncas legítimamente generadas por la desprolijidad con que se manejó el caso de la desaparición seguida de muerte del militante social Santiago Maldonado, tomado por el kirchnerismo como evidencia de la represión policial ejercida por la gestión del gobierno de Cambiemos, es decir: participa de una producción que revalida lo que la corriente política representada por sus padres y su hermano ha sostenido desde un principio sobre el hecho. En la figura elegida, el formato de documental didáctico y el equipo de trabajo (incluyendo a Tristán Bauer como director) se advierte una coherencia con su posición política. De El ángel ya hemos volcado nuestra opinión aquí. El oficio del joven Ortega para hacer cine y TV de calidad es indiscutible, en tanto ofrece apropiado material para un psicólogo su predilección por personajes jóvenes indóciles como el que modeló a su gusto a partir de la figura real de Carlos Robledo Puch, condenado a cadena perpetua por crímenes varios a los veinte años (y que, según publicó algun diario, recientemente se ha defendido diciendo “Yo vaciaba las joyerías, luego iba y ayudaba a los pobres”). Así como, por ejemplo, en Algo quema (2018) el joven realizador boliviano Mauricio Ovando pone en duda –no sin dolor– la imagen pública de su abuelo (militar influyente y presidente de facto de Bolivia en dos ocasiones), o incluso entre nosotros hay casos como el de Javier Olivera, que en La sombra (2015) exterioriza interrogantes en torno a la trayectoria de su padre (el cineasta Héctor Olivera), Luis Ortega retrata a personajes turbulentos sin dejar de homenajear a su padre Palito Ortega, cantautor-actor-productor-director-empresario harto cuestionado por sus canciones conformistas y sus películas oficialistas realizadas durante la última dictadura cívico-militar. De modo se diría similar, Agustina Macri esboza en Soledad una biopic de María Soledad Rosas (la joven argentina que abrazó ardorosamente la causa anarquista en Italia en los años ’90) sin incomodar demasiado ni tocar zonas que podrían afectar la imagen del gobierno de su padre. Su film, basado en una novela de Martín Caparrós, es desapasionado, hilando momentos de la vida de la chica en cuestión sin imprimirle convicción desde las imágenes. Ni la historia de amor de esta Soledad –que es como la antítesis de su tocaya Pastorutti– con su novio italiano Edo, ni el halo trágico que cerró el periplo de furor militante de ambos, son plasmados con pasión por lo que se cuenta. Puede decirse que se trata de un trabajo honesto, en tanto y en cuanto no luce sensacionalista, recurre a una fotografía nada edulcorada y compensa algunas actuaciones muy flojas con una esforzada caracterización de Vera Spinetta. Pero contar la historia de una joven dispuesta a todo de manera tan tibia (estética e ideológicamente hablando) suena frustrante. Vale recordar que las noticias periodísticas de algunos corresponsales argentinos sobre las detenciones y desplantes de María Soledad Rosas en Italia antes de su suicidio en 1998, hablaban de su parecido con la Marilina Ross rapada de La Raulito (1974/75); claro que detrás de aquel film (sobre una criatura libertaria a su manera) había un director como Lautaro Murúa. Soledad debió enfrentar algunas resistencias, durante su rodaje y después de su estreno: en Turín, Macri hija debió soportar que jóvenes italianos escribieran en paredes de la ciudad leyendas como Sole y Edo viven en la lucha, boicot al film, por lo que debió mudar la producción a Génova. Estrenado el film en Argentina, una de las proyecciones fue interrumpida por anarquistas que (según registraron algunos medios) vociferaban “Soledad, Santiago Maldonado, todos los mártires de la clase media se revuelven en su tumba… La hija de Macri hace una película en la que habla de nuestra compañera como se le canta y encima la pagamos nosotros”. Aunque en 2008 colaboró con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (registrando el deterioro del Teatro Colón en su centenario durante las obras de remodelación), sería injusto cargarle a Agustina Macri el sambenito de las medidas adoptadas por el gobierno de su padre; sin embargo, no suena descabellado desear que una directora sensible a este tipo de personajes hubiera deslizado alguna crítica (aunque sea irónica o sutil), por ejemplo a la aprensión de la alianza gobernante hacia ciertas manifestaciones de militancia juvenil o de rebelión a la espiral capitalista. El hecho de que los incidentes durante el rodaje de Soledad en Turín la llevaran a buscar la protección de la DIGOS (la División de Investigaciones Generales y Operaciones Especiales, cuyos agentes inculparon al personaje real) profundiza la contradicción que significa tomar ciertos íconos de rebeldía y representarlos restándoles beligerancia, sin ponerse claramente en su lugar. Por Fernando G. Varea
Soledad es una producción ítalo-argentina y también el debut tras la cámara de su directora Agustina Macri (la otra hija del presidente argentino). Basada en la novela Amor y anarquía de Martín Caparrós e inspirada en eventos reales, Soledad nos cuenta la historia de una joven argentina de clase media que en la década de los noventa hizo un viaje a Europa, en principio con fines turísticos, pero que luego se terminaría prolongando mucho más tiempo de lo esperado a raíz de un conflicto político que estalla en Italia. Inicialmente siendo una persona con inclinaciones políticas poco claras, Soledad (Vera Spinetta) prontamente se verá atrapada (en el buen sentido) por la ideología anarquista, la cual llega a ella por medio de un grupo de militantes de dicho movimiento, con quienes forjará un fuerte vínculo. Pese a que gran parte de la historia trata sobre lo que la protagonista vive en Italia, esta no está contada completamente de manera cronológica, ya que a menudo se intercalan eventos de su pasado en Argentina, señalando fuertes contrastes entre estos dos momentos tan disímiles de su vida. Este ir y venir temporo-espacial es manejado con gran sutileza, de modo que los flashbacks no se extienden por más de un par de minutos, dejando en claro que son recuerdos cada vez más distantes en la memoria de Soledad. Por otro lado, la película presenta algunas escenas en las que su hermana aparece hablando a cámara sobre ella, como si se tratara de una especie de documental. Este recurso puede parecer novedoso, pero a fin de cuentas termina siendo algo confuso, dado que el resto del tiempo la historia está narrada completamente bajo un código de ficción. Dentro de los aspectos positivos se puede mencionar la actuación de Vera Spinetta, quien sale de su zona de confort actoral e interpreta el papel de manera acertada. A lo largo de la película somos testigos de un cambio drástico en el personaje de Soledad, tanto físico como espiritual. En ciertas escenas muy puntuales puede observarse este viraje ideológico de la protagonista mediante pequeños gestos muy sutiles que Spinetta es capaz de lograr a la perfección. Sin embargo, en cuanto a lo político, la película peca de ser un poco escueta en cuanto a lo que se profundiza al respecto. Si bien somos contextualizados en un tiempo y un lugar en particular, nunca termina de quedar claro contra qué o quién luchan estas personas, más que esa figura tan borrosa que puede ser “el Estado”. Por momentos, los problemas de los anarquistas parecen radicar más en asuntos amorosos y melodramáticos que en políticos. La música también aporta a este sentimiento telenovelesco que la película tiene en ciertos pasajes. Escenas con una carga emotiva ya construida terminan por tener un efecto contrario al buscado cuando se les agregan notas de corte melancólico o dramático. A su vez, la banda sonora otorga uno de los mejores momentos de esta obra, en un montaje musicalizado por el éxito de Los Fabulosos Cadillacs “Matador”, el cual suena en la radio en uno de los momentos más bajos de Soledad y la coloca, aunque sea por un instante, en un trance en el que toda la furia y el dolor se convierten en una euforia revolucionaria. Y aquí ya no hay vuelta atrás: esta es la verdadera versión de Soledad y no hay chances de que se traicione a sí misma. Aunque las películas biográficas y con fuerte contenido político siempre han sido moneda corriente en el cine argentino, es en cierto modo refrescante encontrarnos con una historia no tan arraigada a nuestro suelo como estamos acostumbrados, pero que al mismo tiempo comparte las luchas y la búsqueda de un ideal que a esta altura ya es universal. Soledad es un buen debut directorial de Agustina Macri y genera altas expectativas de cara a los próximos proyectos que pueda encarar.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
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Una película que habla sobre el poder que tiene el estado sobre la libertad de los ciudadanos no debería ser sólo una anécdota. La película “In the Name of the Father” (Irlanda, 1993 – AKA En el nombre del padre) de Jim Sheridan (adaptación de dos novelas y basada en hechos reales también) podría haber dado una dirección a este cuento que se detiene para hablar de lo mismo, como si el espectador no hubiera entendido lo que pasa (en diálogos, en imágenes, en voz en off, en el futuro, en el pasado, la hermana en un psicólogo). En tal caso, lo que pasa, no se sostiene porque no sabemos a ciencia cierta qué hacen los personajes, además de pelar cables. Le hace honor al libro donde se basó esta historia real y donde también reinan las preguntas. La propuesta carece de algo que es la materia prima y que la podría diferenciar de las demás, no es ilusión o falta de amor, es algo que varias películas del cine argentino no quieren entender, la fuerza de una pluma. Lo mínimo que uno espera de una ópera prima es la voz del autor, que tenga el coraje de hacer propio el material, y que le otorgue la suficiente madera al protagonista porque un diálogo sin background es incongruente y no emociona, aunque es redituable cuando tienes un director de fotografía que sabe interpretar la atmósfera de las situaciones y el control de los espacios. (5/10)
La ópera prima de la realizadora se centra en el caso de Soledad Rosas, la joven argentina convertida en mito anarquista en Italia en el que también se basó la novela de Martín Caparrós, “Amor y anarquía”. Una película muy sólida y efectiva con una gran actuación de Vera Spinetta en el rol protagónico. No debe haber en la historia del cine películas dirigidas por un hijo (en este caso, hija) de un presidente en ejercicio. Eso, que quizás tiña para muchos la lectura del filme, haciéndolos lidiar tanto con prejuicios (a favor o en contra) como con curiosas interpretaciones psicologistas debería ser dejado de lado en el caso de SOLEDAD. La opera prima de Agustina Macri –que estudió cine y es una profesional activa en el rubro audiovisual– es un sólido y más que aceptable debut cinematográfico, una lectura del caso que impactó a Italia y a la Argentina en los años ’90 y que luego fue transformado en novela por Martín Caparrós en AMOR Y ANARQUIA. En un tipo de historia que se presta fácilmente para ser mal entendido y burdamente explotado, Macri encuentra no solo un personaje vivo y creíble sino hasta un tono que se acerca más a la tragedia que al efectismo, a la melancolía que al sentimentalismo. La película toma el caso de María Soledad Rosas, una chica argentina de veintipico que se fue de viaje a Italia acompañada por una amiga de la familia, en plan turístico. Estando en Turín se hace amiga de un grupo de anarquistas/squatters, se enamora de uno de sus líderes, Edo (Giulio Maria Corso), y se va de a poco consustanciando con la problemática de este grupo, sus enfrentamientos con la policía y su defensa de la ocupación de viviendas y espacios abandonados o no utilizados. En un momento la amiga decide no acompañarla y se va, pero Soledad se va metiendo más y más en el asunto. Y se convierte en una militante más. En una película hablada en mayor parte en italiano, Vera Spinetta logra crear un personaje más que creíble: reconocible en sus deseos de experimentar mundos y cosas nuevas y, a la vez, en su romance tanto con Edo como con la aventura y el riesgo que su forma de vida le propone. Cuando la relación entre los anarquistas y el poder se vuelva más densa y peligrosa la película entrará en una zona más densa y trágica, pero más melancólica y dolorosa que ese tono a lo TANGO FEROZ que este tipo de películas sobre jóvenes rebeldes enfrentados a la ley solían tener en Argentina. Más que por la épica, Macri apunta por el lado de la identificación, de hacer que la “soledad” del título en un momento sea más un concepto que un nombre. De hecho, de la manera en la que Macri filma a Spinetta parecen haber por momentos más reminiscencias o ideas tomadas de la Juana de Arco de Dreyer, digamos, que de una película a lo Gabriele Muccino, quien antes de pasar a hacer películas bastante impresentables en Hollywood solía hacer dramas politizados sobre jóvenes con conflictos familiares y románticos en Italia con ciertas similitudes a éste. SOLEDAD apuesta por otra cosa. No juzga ni tampoco analiza demasiado lo que lleva a la chica a meterse en esto (justificar que todo lo hace “por amor” bordea el cliché), pero logra que el espectador crea en este personaje y en esta rara y trágica aventura en la que se metió. Y para eso, además de una realización de una llamativa solidez en todos sus rubros, ayuda mucho la actuación de Vera Spinetta que se mete en el cuerpo y se transforma en una Soledad que es más persona que mito.
Inevitablemente, para una parte de la prensa será "la película de la hija de Macri y la hija de Spinetta". Pero más allá de ese mote automático Soledad tiene en oferta otros nombres de fuste. Basada libremente en el libro Amor y anarquía, de Martín Caparrós, el film narra en términos estrictamente ficcionales la historia real de María Soledad Rosas, una joven argentina de clase media que, a fines de los años 90, devino anarquista y okupa profesional durante unas vacaciones europeas con destino final en Turín. Hablada en gran medida, como corresponde, en idioma italiano,Soledad se apoya en una estructura narrativa clásica: descubrimiento, apasionamiento, dubitación, dolor y entrega. Luego del suicidio de la joven durante un arresto domiciliario, el caso real se transformó en escándalo: los fiscales y jueces condenaron a tres jóvenes, entre ellos a Rosas, por atentados terroristas con los cuales nada tenían que ver. El guion de Macri y Paolo Logli utiliza ese dato de la realidad para transfigurar a la protagonista en personaje de película, más grande que la vida. Más allá de algunos derrapes en la cadencia y armonía del relato y de los excesos dramáticos de los últimos tramos, Soledad logra transmitir algo del idealismo/romanticismo propio de ciertas edades y su choque frontal con las estructuras de un mundo que se niega enfáticamente a cambiar. En su primer papel protagónico, Vera Spinetta interpreta a la heroína con apropiada intensidad y su cabeza rapada la enlaza con otros famosos calvarios de la historia del cine.
Critica emitida por radio