Así como existe el voto castigo, también existe la calificación castigo. En el caso de Splice - la última obra de Vincenzo Natali, el creador de El Cubo - decidimos aplicarlo con todo el rigor. No es que el filme sea tan malo, pero la manera como arruina una premisa fabulosa resulta indignante. El tema está en lo rebuscado del libreto, cuyas vueltas de tuerca van de lo fascinante a lo ridículo y terminan por explotar en un climax realmente bizarro. La Idea de Natali es tomar el molde de Frankenstein - científico que crea vida en el laboratorio y cruza barreras morales de todo tipo y color - y aplicarlo sobre la ingeniería genética del siglo XXI, la que viene cuestionada desde la época de la clonación de la oveja Dolly a esta parte. Como para que no queden dudas de su influencia, los personajes principales se llaman Elsa y Clive - como Elsa Lanchester y Colin Clive, los actores que encarnaron respectivamente a la novia y al creador del monstruo en la clásica Bride of Frankenstein (1935) -, y aquí vienen a ser un par de científicos amorales que crean unos engendros mutantes diseñados genéticamente para producir hormonas, proteínas, tejidos, etc. que de otra manera no podrían obtenerse. Los bichos en cuestión son una especie de babosas gigantes agresivas a las que pinchan todo el tiempo para extraerle las mencionadas sustancias, y que fueron creadas a partir de un mix de ADN de diversas especies animales - Splice en inglés significa empalme y es el término usado para referirse a los ensambles genéticos -. Como la corporación para la que trabajan los está apurando con la obtención de resultados a corto plazo, al dúo no se le ocurre mejor idea que añadirle ADN humano a la mezcla, con lo cual obtienen una especie de pollo alienígena mutante que no resulta muy amigable desde el vamos. Como a Elsa y Clive no le importan los tabúes morales y éticos que quiebran - pero sí sus trabajos - deciden sacarlo del edificio y llevárselo a una cabaña aislada en medio de las montañas, en donde ven como el bicho de marras evoluciona hasta convertirse en una especie de demonio alado femenino de extraña belleza. Y como el engendro es salvaje por naturaleza termina por transformarse en una presencia amenazadora, con lo cual el filme entra en los carriles típicos del cine de monstruos y empieza a vomitar un cliché tras otro a medida que se acerca el final. Splice arranca de entrada con un problema importante, y es que los protagonistas principales son despreciables. Es un dúo de amorales ambiciosos y enamorados de su intelecto. Hubiera sido mejor ajustar el libreto como para presentarlos como un par de apasionados científicos que deciden cruzar el límite de lo prohibido porque creen que, mas allá de esa barrera, los beneficios son abrumadores y compensan de sobra los tabúes que han quebrado. Pero acá Elsa y Clive no tienen discurso interno, no están atormentados con lo que han hecho, y son en realidad un par de robots con apariencia humana - la discusión sobre el "desliz sentimental" de uno de ellos es realmente patética y queda abandonada a los 10 segundos de haber comenzado la escena -. Para colmo Dren ha comenzado a evolucionar hasta convertirse en una criatura de bizarra belleza, la cual empieza a encandilarlos. Oh sí, mal día para dejar la zoofilia, más teniendo en cuenta que la mascota cachonda de la familia también tiene los genes de uno, con lo cual se suma incesto a la lista de cargos. ¿No será demasiado? visita los foros de discusion y descarga gratis de peliculas de SSSM - Arlequin Mientras que al principio el relato tiene sus momentos fascinantes (en especial cuando vamos descubriendo las características de la criatura, su agresividad y los alcances de su inteligencia), la historia pierde efectividad cuando Dren llega a adolescente, simplemente porque el pollo mutante deja de ser un CGI y pasa a ser una actriz con maquillaje - y eso la hace menos alienígena -. Pero eso sería un defecto menor sino fuera porque el libreto empieza a despacharse con exageraciones y deux ex machina de todo tipo - Dren se escapa y se devora un par de conejos con piel y todo; la criatura tiene alas y la dejan sola todo el día en una miserable cabaña sin las adecuadas medidas de seguridad como para impedir que se escape; los primeros experimentos mutantes empiezan a tener cambios hormonales de último momento que repercuten en la historia -, como para decir "muchachos, miren que éste también es un filme de terror". Por eso, cuando llega el final, Splice se derrumba como un castillo de naipes, disparando un montón de cosas insólitas en cuestión de segundos y arruinando todos los méritos de algo que había comenzado de manera interesante. En realidad el problema de fondo con Splice es Vincenzo Natali, que tiene un puñado de ideas interesantes pero las ejecuta de una manera muy pobre. Al complejo de Frankenstein y a la crítica sobre la moralidad de la manipulación genética de hoy en día, Natali le agrega una visión retorcida y alegórica sobre la paternidad moderna que me hace acordar a Eraserhead de David Lynch. He aquí dos ineptos morales y emocionales haciéndose cargo de un hijo monstruoso. El tema es que Natali va alternando la demostración de estas tres ideas a lo largo de todo el guión ... pero la historia (como un todo) termina por resentirse en su credibilidad. Ahora tenemos una escena sobre padres que no están preparados para serlo (p.ej. Adrien Brody intentando ahogar a Dren, porque ella les representa demasiada responsabilidad); ahora tenemos otra secuencia para mostrar la amoralidad de los científicos (ellos, que deciden no eliminar a la criatura para seguir analizándola y explotar sus descubrimientos científicos); le sigue otra escena a lo Frankenstein (con Dren matando animalitos y siendo castigada por sus creadores)... y así todo el tiempo. Y los personajes terminan por actuar como unos robots, carentes de cualquier tridimensionalidad. En todo caso, el personaje más humano de todo el film es la criatura. Splice es una obra fallida plena de puntos fascinantes. Esa es la cuestión de por qué resulta indignante que no termine por arribar a buen puerto en ninguna de las teorías que postula. Es un mix de cosas brillantes y ridiculeces monumentales, manejadas con mal tempo dramático. Y al final termina por transformarse en una experiencia frustrante.
Vincenzo Natali se hizo conocido en el cine de ciencia ficción con su primer trabajo estrenado en 1997, "Cube", que se convirtió en un film de culto dentro del género. En su nueva película, "Splice" (que significa empalmar o vincular), se repite el concepto de "proyecto científico que falla" o "científicos que van más allá de lo permitido" utilizado en films como el clásico "Frankenstein", o de otros más recientes como "The Fly" de Cronenberg o "Species" de Roger Donaldson. Esta producción de bajo presupuesto, que fue estrenada con éxito en el Festival de Sundance, presenta a dos científicos que deciden combinar el ADN de distintas especies con el de un ser humano para crear un extraño nuevo ser. El resultado de este experimento es Dren, una mezcla de anfibio y mujer, quien se comunica a través de sonidos (similares a los de un delfín) y sus movimientos se asemejan a los de un pájaro. Esta pareja de científicos cuida de su nueva creación y la mantiene oculta en su laboratorio. La temerosa criatura, la cual se desarrolla rápidamente, pronto comienza a volverse agresiva y deciden trasladarla a una granja donde podrán mantenerla fuera de peligro. La primer parte del film es la más interesante, con la creación de Dren, sus primeros días (sobresale un buen trabajo de efectos) y los conflictos que genera en la pareja protagonista. Una vez que crece y la trasladan a la granja, se comienza a recorrer el camino ya conocido en este tipo de propuestas. En un thriller de ciencia ficción se busca crear tensión, suspenso y algún que otro susto, pero cuando el resultado obtenido es el opuesto (te causa gracia), no da una buena señal. Aquí no existe ningún momento que genere el mínimo suspenso, sino varias escenas ridículas y contradictorias que no hacen más que sacar una sonrisa. La científica se presenta como una mujer independiente que no quiere tener hijos con su pareja, pero cuando "nace" Dren, despiertan sus instintos maternales y se convierte en una exigente "mamá". Dren tiene un comportamiento incoherente, en un momento juega con muñecas como una niña y en otro, mata y come animales. Pero la más delirante es una escena entre el científico y Dren, que prefiero no adelantar. El elenco es chico y casi todo se limita a sus tres protagonistas principales. La actriz canadiense Sarah Polley ("The Secret Life of Words", "My Life without Me") interpreta a la científica Elsa Katz, en la mejor de las tres actuaciones. Adrien Brody, quien continuará enfrentándose a seres raros en el próximo estreno "Predators", interpreta al científico Clive Nicoli. Delphine Chanéac es Dren, una creación que mezcla el cuerpo de la actriz con efectos especiales logrando un buen resultado. Una propuesta olvidable que no aporta nada nuevo al género de ciencia ficción.
UN FATAL EXPERIMENTO Muy bien lograda película que se destaca, no por elevar al máximo y aprovechar el planteamiento argumental tal como se podría esperar, sino porque presenta los suficientes dotes cinematográficos como para brindarle al espectador una experiencia muy original, con momentos de suspenso muy bien logrados y una criatura protagónica intrigante e imprevisible. Una pareja está por realizar el descubrimiento del siglo. Lograron mezclar diferentes especies animales y vegetales y combinarlas con el DNA humano y formar una nueva forma de vida. El problema aparece ya que ellos lo hacen en secreto y el experimento puede llevar a la destrucción del laboratorio física y prestigiosamente. La cinta se introduce con un desarrollo muy bien logrado visual y argumentalmente, en el que se puede apreciar como la pareja protagónica decide llevar adelante el experimento sin darle mayor importancia a las autoridades del laboratorio y como la nueva especie animal comienza a evolucionar rápidamente. Esta primera media hora es perfecta, se crea un suspenso increíble en el proceso científico, se presenta una criatura muy original que va creciendo con velocidad mientras los minutos van pasando y poco a poco, se va desarrollando un cuestionamiento moral que florece en la segunda y final parte de la película. Luego de esta intrigante y atrapante introducción, la cinta tiene sus altibajos y el principal error, que concluyen con algunos momentos estirados, poco llamativos y aburridos, es la poca credibilidad de las reacciones de los personajes principales. Se pueden apreciar muchos cambios emocionales en la pareja que no se entienden: el hombre primero quiere matar a Dren (la criatura), luego se encariña y la defiende sin un cambio claro en sus pensamientos; la mujer la ama, la siente parte de su vida, la protege y, de un momento para el otro, por una reacción violenta, quiere cobrar venganza y se convierte en su principal enemiga. Estos cambios, correctos para crear una diversidad en el relato, no están bien logrados ya que se crea una falsa personalidad en los roles protagónicos. Pese a esto, la cinta desarrolla una originalidad y un deseo de ser diferente que en todo momento logra destacarse y produce muy bellas situaciones en las que se destacan la fotografía, los efectos de sonido y las actuaciones de cada uno de los intérpretes. Hay una cierta escena erótica entre Dren y un hombre, que, pese a que aporta poco al conflicto, está hermosamente mostrada, ya que se juega mucho con los movimientos imprevisibles de la criatura, con sus bellas facciones y con los cambios perfectos de planos y encuadres. A su vez, vale la pena destacar el planteamiento de los últimos 15 minutos, que desarrollan los mejores momentos de tensión de la cinta y, aunque el final es algo común y repetido en el género, son sin duda alguna, las mejores escenas de la película. Al mismo tiempo que se plantea el crecimiento de Dren, el film comienza a entrar en terrenos morales complicados y deja un mensaje final muy bien logrado e intenso. "Splice" es una película que cerca de la mitad de duración no aprovecha al máximo la premisa que toca y no le saca provecho a la figura "extraña" en escena, pero que se destaca por su originalidad; por su increíble y bellísimo uso de la cámara subjetiva al comienzo, de los primeros planos al rostro de Dren y de los convincentes efectos especiales que acompañan todo el relato. Diferente, jugada, técnicamente intensa, algo lenta, repetitiva en cierto momento y muy bien actuada (se lucen Adrien Brody, Sarah Polley y Delphine Chanéac), este film satisfacerá a quienes vayan en busca de una historia distinta y con un mensaje ético bien planteado y rematado. UNA ESCENA A DESTACAR: los últimos 15 minutos y la escena erótica con Dren (muy bien filmada)
La historia atrapa desde el comienzo y es interesante en sí por el tema que trata cuando se empiezan a hacer experimentos con ADN humano sin pensar en las posibles consecuencias. Pero lamentablemente lo que era intrigante en el comienzo...
El lado oscuro de la ciencia Guillermo del Toro y el realizador Vincenzo Natali (El Cubo) presentan una historia que bordea una versión moderna del clásico de todos los tiempos, Frankenstein. En este caso, Clive (interpretado por el siempre correcto Adrien Brody, El Pianista/King Kong) y Elsa (Sarah Polley de El Amanecer de los muertos / La vida secreta de las palabras), una pareja de brillantes científicos especializados en la combinación de ADN se dedicaran a diseñar híbridos de especies animales para un laboratorio farmacéutico.Splice Tras el éxito de su último experimento, deciden en secreto ir un paso más allá y usar ADN humano en la creación de un nuevo híbrido que les ayude a revolucionar la medicina moderna. Pero la especie resultante es mucho más que un nuevo escalón en el árbol evolutivo: Dren (Delphine Chanéac) es una sorprendente y criatura de viva inteligencia y poderosas habilidades físicas que no sólo excede sus sueños, sino que amenaza convertirse en su peor pesadilla. Bajo este argumento los dos actores pasarán por diferentes estadios, el de pensar si la creación es algo un capricho personal o una invención para la humanidad, el de ver la vida más allá de un simple resultado científico y finalmente la posibilidad de verse como futuros padres. La cinta si bien cuenta con buen ritmo, efectos bien logrados y correctas actuaciones, termina jugando entre dos géneros, el de ciencia- ficción y el drama psicológico. Donde cuesta mucho situar la película a la hora de la recomendación. Con Splice es posible que el espectador deba ir preparado y sabiendo eso y no, en busca de un Alíen o La novia de Frankenstein.
Con este estreno se dio algo similar a lo que ocurrió la semana pasada con La revelación. Acá también tenemos en roles protagónicos a dos artistas excelentes como Adrien Brody y Sarah Polley (Mi vida sin mí, el amanecer de lo muertos), más una buena premisa argumental relacionada con la ciencia ficción que auguraba una película interesante. Splice es una historia sobre científicos que violan todas las reglas éticas y morales que existen en la vida para llevar a cabo un peligroso experimento. Hay un montón de historias en el cine que trataron este tema y tal vez La mosca, sea la madre de todas ellas. La película comienza muy bien pero luego derrapa por completo cuando entra en juego la atracción sexual, por llamarlo de alguna manera, de uno de los protagonistas por la criatura que nace del experimento. Es en ese momento en que la historia se va literalmente al carajo y ya sin retorno lo que sigue son escenas que no hacen otra cosa que levantar la apuesta en lo que se refiere al absurdo. Me dio la sensación que el director Vicenzo Natali (Cube) intentó emular los primeros trabajos de David Cronenberg como Cromosoma tres (The Brood) y en su intento por hacer un film retorcido le salió algo totalmente ridículo. Se pasó de rosca con una serie de situaciones y terminó por arruinar la premisa de la trama que no estaba mal. Para ser una producción que se hizo con un presupuesto bajo, Splice presenta muy buenos efectos especiales y Dren, la criatura que nace de la manipulación genética, estuvo muy bien lograda. Sobre todo al final donde se vuelve intimidante. Es lo único bueno que se puede destacar de este film. Después es un milagro que los productores consiguieran filmar esta historia con dos grandes figuras como Brody y Polley que por momentos da pena verlos en una película como esta porque son excelentes artistas que merecen trabajar en producciones mejores.
Si a David Cronenberg se le ocurriera adaptar al cine su visión de la novela de H.G. Wells La Isla del Doctor Moreau, el resultado se aproximaría a Splice: Experimento Mortal. Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley), dos talentosos y jóvenes científicos, se dedican a mezclar ADN de distintas especies animales. El objetivo: crear un híbrido del que sea posible extraer proteínas y otros elementos cruciales para la evolución de la medicina. Envalentonados por los buenos resultados, Clive y Elsa añaden a su experimento genes humanos. Al poco tiempo nace una criatura nueva, inteligente, astuta; un ser con forma humana en su mayor parte, aunque provisto de una mortífera cola que sirve como aguijón. La pareja se encariña con su invención, a la que bautizan como Dren (anagrama de Nerd). Pero a medida que Dren va creciendo, sus apetitos cambian... para mal de sus padres adoptivos. La ilusión de familia se convertirá en una situación incontrolable. El director canadiense Vincenzo Natali se había convertido en una promesa del cine fantástico gracias a El Cubo, su inquietante ópera prima. Si bien sus siguientes films —la interesante Cyper, que le debe mucho a la literatura de Philip K. Dick, y Nothing, además de un corto de vampiros para el largometraje París Je t’aime, protagonizado por Elijah Wood—, no llamaron demasiado la atención, parece haber vuelto con tutti gracias a Splice, que tiene como productor ejecutivo a Guillermo del Toro. Hay puntos en común con las películas del director mexicano: aquí el monstruo termina siendo menos cruel que las personas, que son capaces de lo que sea con tal de satisfacer sus ambiciones más desmedidas. La bestia sólo se vuelve violenta cuando es rechazada o siente que la atacan. También está el tema de los científicos jugando a ser Dios, igual que Víctor Frankenstein en ya se imaginan qué obra de Mary Shelley y que el Doctor Moreau en la mencionada novela. Además, hay puntos en contacto con el cine del también mencionado Cronenberg, sobre todo el de la primera época: experimentos fuera de control, invierno, bichos viscosos... Se asemeja más a La Mosca, por su carácter intimista (escasos personajes y escenarios, relaciones complejas, un monstruo que se convierte en tal muy de a poco). Más allá de estas comparaciones, Splice tiene personalidad propia gracias a un preciso trabajo de dirección, guión y actuación. Adrien Brody y Sarah Polley son los actores perfectos para este material. Son creíbles como gente de ciencia y como una pareja en un momento crucial de sus vidas, donde deben elegir el camino definitivo hacia la madurez. También aparece en el elenco David Hewlett, actos canadiense de culto y fetiche del director, visto hace poco en otra historia de experimentos científicos que perjudican a los humanos: El Planeta de los Simios: (R)Evolución. Tampoco hay que olvidarse de Delphine Chanéac, actriz francesa que interpreta a Dren de manera que podamos sentir por ella ternura y miedo. Splice: Experimento Mortal es una pequeña joyita a la que todavía hay que descubrir... y otra prueba de que es mejor no perturbar a la naturaleza.
Chanchada genética Splice (2009), es un filme de terror sobre los límites morales que traspasaría la genética de experimentar con ADN humano, que hubiese alcanzado los fines surrealistas que se propone, si tuviera en la dirección a un maestro como David Cronenberg. Así y todo, la película se las rebusca para ser un producto entretenido y plantear algún que otro dilema moral. Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son una pareja de científicos especialistas en genética que disfrutan de sus éxitos alcanzados en el área, gracias a la creación de dos engendros mutantes que conservan en peceras para experimentos. Un día deciden, ilegalmente y a hurtadillas, experimentar con ADN humano y crean a una extraña criatura que les traerá más de un problema. Dirigida por Vincenzo Natali (El Cubo) la película apunta al subgénero de terror basado en monstruos deformes y babosos que tienden a hacer daño a las personas que encuentran cerca. Con esta premisa y la cuestión genética de por medio, Splice pasa a ser una suerte de Frankenstein moderno. Los doctores crean un humano deforme, porque no son Dios claro está, del que rápidamente se arrepienten y no saben si conservarlo o eliminarlo. Para colmo el monstruito se convierte en una dulce niña primero y una tremenda mujer después, hecho que pone aún más en crisis cualquier decisión a tomar. Elsa suple su necesidad materna y Clive se siente atraído sexualmente por el bichito. Pavada de dilema existencial trae la criatura que no hace más que complicarle la vida a los doctores. “No juegues a ser Dios” parece plantearnos la película como el texto de Mary Shelly cuya mejor versión en cine protagonizó Boris Karloff. Lo cierto es que en manos de David Cronenberg, con obras como Festín Desnudo (Naked lunch, 1991) o eXistenZ (1999), estaríamos frente a un conflicto existencial donde la carne y la moral adquieran verdaderamente toques surrealistas. Por lo pronto Splice es un filme de terror “pegajoso”, correcto y nada más.
Los Prometeos posmodernos Resulta difícil no manifestar una mínima frustración frente a lo que ha sido la carrera del realizador norteamericano- canadiense Vincenzo Natali luego de El Cubo (Cube, 1997), su excelente opera prima: Cypher (2002) y Nothing (2003) fueron obras atendibles que no llegaron a desarrollar su máximo potencial, quedándose en premisas interesantes aunque un tanto desaprovechadas. Respetando este camino vinculado a la medianía general, en esta oportunidad nos entrega su cuarto opus, Splice (2009), un pantallazo a los dilemas morales que plantean la responsabilidad paterna, la manipulación genética y el hambre de lucro. En términos concretos se puede afirmar que estamos ante una mixtura de horror y ciencia ficción que toma prestada la estructura de Frankenstein o el Moderno Prometeo de Mary Shelley para articularla con referencias plenamente cinematográficas como un pulso narrativo a la David Cronenberg y un diseño de producción similar al ya clásico de H. R. Giger para Especies (Species, 1995). Los científicos Clive Nicoli (Adrien Brody) y Elsa Kast (Sarah Polley) se dedican a la combinación de ADN con el fin de crear animales híbridos para extraer proteínas en función de los intereses de un laboratorio farmacéutico. Sin el consentimiento de sus superiores, la pareja decide llevar la investigación un paso más allá incorporando características humanas a la mezcla en pos de revolucionar la medicina: el producto final es un ser que aglutina elementos de los primates, los anfibios y las aves. El film a partir de este punto presenta en paralelo el veloz crecimiento de la criatura (lo que nace con forma de renacuajo muta en mujer), la imperiosa necesidad de ocultarla (bajo la amenaza de que desaparezcan los fondos) y los problemas de esta “paternidad forzada” (de esta manera salen a la luz los criterios, reparos y motivaciones de cada uno al respecto). A pesar de que la película a nivel conceptual se adentra con sensatez en tópicos candentes que nunca perderán vigencia, es innegable que de a poco se acumulan algunos traspiés en la ejecución propiamente dicha: los chispazos cómicos no cumplen su cometido, los estereotipos entorpecen la trama y la resolución se hace bastante predecible. Aún así el director ofrece una propuesta por demás correcta que se ubica varios escalones por encima de los representantes industriales. Con un buen desempeño del elenco y un gran trabajo en CGI, Splice subraya eso de que los hombres son los únicos monstruos que merecen morir…
¡Engendro mutante! Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son científicos genetistas y también pareja. Llevan juntos casi tantos años como los que tienen invertidos en su experimento más ambicioso: una criatura que combine las características de varias especies animales. Cuando consiguen el objetivo, la ambición los impulsa más allá; a instancia de Elsa, añaden ADN humano a la mezcla y pronto el resultado está a la vista. Al cabo de algunas horas, nace una criatura inestable, de rápido desarrollo físico y cognitivo, a la que llaman Dren y que presenta características femeninas. Pronto, revelará ser algo más que un experimento peligroso. Si bien el objeto argumental es interesante, es el guión lo que hace que la idea vaya perdiendo peso y se convierta en un pastiche difícil de digerir. Lo que aparenta ser una vuelta al mejor subgénero de la ciencia ficción (el experimento que sale mal, y para el caso tenemos "La Mosca" como excelente ejemplo) queda varado a medio camino entre el mensaje moralizante que suele rodear a este tipo de filmes y un homenaje muy tibio al género. Cuesta imaginar qué llevó a dos actores de la talla de Sarah Polley y Adrien Brody a protagonizar este fallido thriller, donde no hay una sola línea de diálogo que los salve. Sus personajes, a fuer de estereotipados, son poco convincentes; lo peor es que ni siquiera se permiten jugar con un registro paródico (por momentos, algunas escenas remiten a "Evolución", pero tomado en serio... o sea, no funciona) para intentar una vuelta de tuerca a una trama que se hunde. Es una pena, porque la media hora inicial es indudablemente promisoria y queda claro que allí es donde el director Vincenzo Natali puso toda la carne al asador... después, se quedó sin nada. Elsa es tan fría y calculadora que es el paradigma de la científica necia, atolondrada, la carne de cañón de una profecía de autocumplimiento. Para equilibrarla, Clive es cauteloso in extremis, de carácter maleable y víctima fácil de cualquier manipulación, sea por parte de su pareja o de la criatura en cuestión. Con el crecimiento de Dren, la acción se torna previsible. Todo es explicable por algún deus-ex-machina; la criatura tiene un potencial inmenso, tan inabarcable que puede hacer prácticamente todo lo que quiera, aún al precio de que el filme se vuelva repetitivo o incoherente. El final es tan obvio que la película bien podría durar una hora menos y nadie extrañaría el remate.
¿Qué sería de los relatos de ciencia ficción si los ambiciosos experimentos que emprenden sus investigadores salieran tal cual han sido planeados? El error acecha y gracias a él -o al accidente o al capricho del azar- la historia provee sorpresas, descubrimientos inesperados y abundante material dramático. De lo beneficiosas y decisivas que pueden resultar las casualidades o los accidentes pueden dar testimonio desde Flemming hasta el Dr. Frankenstein, en quien todavía muchos buscan inspiración. Splice también se nutre de esa fuente inagotable, pero ha abrevado asismismo en el cine, el del primer Cronenberg en especial. Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sara Pollery), marido y mujer, ambos bioquímicos, llevan mucho tiempo en busca de nuevas formas de vida a partir de la mezcla de material genético de diversa procedencia y acaban de lograr un primer éxito con dos ejemplares inéditos, bautizados Ginger y Fred. Su intención declarada y la del laboratorio que los alberga (y cuya sigla es bien sugestiva, NERD) es hallar en ellos elementos para la cura de toda clase de enfermedades. La presentación pública de Ginger y Fred no termina bien. Pero ya se sabe que el ánimo investigador nunca cesa, así que por más que la empresa se oponga el matrimonio quiere hacer, a escondidas, la prueba de incluir en la fórmula algún ingrediente humano. Los accidentes se suceden, claro, lo que pone a prueba la imaginación de Vincenzo Natali ( Cube ), que es profusa pero a veces se desborda y a veces resulta demasiado ingenua. La cuestión es que del experimento brota una extraña criatura de dos patas con algo de pollo y de canguro y tras varias mutaciones se convierte en una cruza de calva señorita sexy de patas de ave y larga cola movediza, pero desarrolla inteligencia, quiere libertad y mientras sostiene una relación bastante tirante con su mamá manifiesta un interés no precisamente filial por Clive. Mezcla de thriller, historia de amor, reflexión sobre la cuestión ética, sobre lo que supone ser investigador a una altura de la tecnología en que todo parece posible, y sobre cuánto hay de interés personal en la investigación que se hace en nombre de la ciencia (el pasado de Elsa es oscuro, pero el film lo desatiende), Splice no ahonda nunca en los temas que toca, y no se luce al elegir el final, pero tiene mucho humor, muchas ideas (y muchos altibajos) y está narrada con buen ritmo. A Brody y Polley les sobra oficio y Delphine Chaneac cumple con la mitad que la corresponde de Dren (nerd al revés), la criatura. De la otra mitad se ocupa la computadora.
El doctor Frankestein también llegó al siglo XXI. Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son dos científicos que dedicaron su vida al estudio del ADN. Sus trabajos más destacados incluyen la creación de animales híbridos. Pero esto no les alcanza. La victoria tuvo un gusto dulce y quieren dar un paso más y quedar en la historia de la ciencia: en secreto, deciden utilizar ADN humano para la creación de una nueva especie, un nuevo paso en la evolución. El resultado es Dren, una criatura de aspecto extraño, pero bello, que resulta ser más inteligente de lo que esperaban. Este híbrido será la obsesión de Clive y Elsa, quienes comenzarán a jugarse la carrera, el trabajo y hasta la vida por ella. Splice es una película que data de 2009 y que recien ahora llega a los cines argentinos. Su director es Vicenzo Natali, conocido por Cube, esa excelente película que logró ganarse el mote “de culto” casi al instante que se estrenó. Aquí Natali, con la producción de Guillermo Del Toro, se propone realizar una película que combine tres elementos: una historia de amor, un cuento de ciencia ficción y, si se quiere, un dilema moral, que se plantea desde el lado de los límites de la ciencia y sus posibles consecuencias. Lamentablemente, y pese a que el planteo de la película es bueno, Splice peca de aburrida, y sus escasos 104 minutos se convierten en una eternidad que da vueltas sobre un mismo eje y que a lo largo de la historia se vuelve más y más predecible. Tal vez las historias de científicos locos hayan agotado, o tal vez Natali no logró comunicar bien susintenciones. De todas formas, el trío protagónico formado por Adrien Brody, Sarah Polley y Delphine Chanéac (que interpreta a Dren) realiza un excelente trabajo que brinda credibilidad a esa situación, hasta el momento, imposible. Y es que el afecto que los dos científicos le dan a su creación, el amor que va mutando (a medida que muta Dren) es el verdadero protagonista de la película. En definitiva, Splice no es exactamente el mejor trabajo de Natali, y mucho menos el mejor estreno de esta semana. Pero ojo, que si son muy fanáticos de la ciencia ficción, tal vez disfruten esas reminicencias Cronembergianas que destila la película.
Vincenzo Natali supo adelantarse a Saw cuando lanzó su película coral rendida a la tierna merced de un puzzle asesino (The Cube), y cabría preguntarse si su film Splice (que llega dos años tarde a los cines de Argentina) no podría generar alguna clase de nuevo subgénero del tipo ciencia loca ó similares. Además, la historia es por demás interesante y los resultados de la misma son, cuando menos, provocativos. Estamos bastante curados de espanto respecto a científicos o médicos locos (Human Centipede) y a experimentos grossos que salen horriblemente mal (Hollow Man) pero no estamos demasiado acostumbrados a ver genetistas en las películas, y aquí contamos con dos a falta de uno. Adrien Brody y Sarah Polley interpretan a dos cocineros genéticos que transcurren sus días elaborando extrañas criaturas unicelulares que generan insulina barata y también agroquímicos poderosos de espectro amplio y caducidad nula. Juguetean con ADN de modo pícaro pero poco peligroso (son empleados de una multinacional del averno onda Monsanto y hacen todo a hurtadillas) hasta que uno de sus cócteles-estrella empieza a crecer velozmente develando una criatura en principio tierna y después sexy. Se trata de Dren, un embrión humano bastante tuneado, con ADN de axolote y águila. Cualquier discurso (machista/moralista) es tumbado ante la fuerza de los acontecimientos: El hecho de que el embrión haya sido diseñado "como una hembra, por su docilidad y buen carácter” se ve sacudido por un par de brillantes cachetazos que la Polley surte por ahí. Y la crisis moral que implicaría sentir cariño por un mero producto de laboratorio se ve reducida al minúsculo tamaño de un crayón como los que utiliza Dren para elaborar dibujitos tiernos onda Liniers en su nueva casa, a la cual llegó luego de que sus tutores se hagan con ella y decidan protegerla y cuidarla. Y, de paso, criarla. Porque educar y contener a una criatura 33% humana, 33% axolote, 33% águila y 1% quién-sabe-qué debe resultar divertidísimo. El problema con Dren es que está muy enojada (vivir encerrada no ayuda, y más si tenés hambre y lo único que te rodea es un gato al que no deberías comerte) y además empieza a desarrollar curvas -sobre todo en su espina dorsal- y termina resultando una Lolita 2.0 a los ojos de Adrien Brody, quien hallándose un poco hastiado de Sarah Polley (quien le mete adecuada presión con su deseo de ser mamá por derecha, con embarazo, escarpines y toda la movida) empieza a observar con otros ojos la -hasta ese momento aborrecible e improbable- idea de encamarse con la criatura e incluso enamorarse de ella. Adelantar el resto de los conflictos y sus resoluciones no resultaría conveniente, basta agregar que Splice nos resulta un thriller guarro con vaivenes, pero nunca aburrido, y con más de un guiño a la etapa gringa de Paul Verhoeven, en tanto bajadas de línea desfachatadas a ciertos sistemas establecidos, matizadas con severas dosis de violencia. Violencia, además, lo suficientemente sexy como para provocar hormigueos hormonales en los momentos más inadecuados. Mención de honor para la femme fatale Delphine Chanèac, bombona frenchy que interpreta a Dren cuando está en edad de merecer (y de brindar merecidos a más de uno).
Jugando a ser Dios A Vicenzo Natali, el director de "Splice", lo conocemos por "Cube". No se si la recuerdan, fue una gran película de ciencia ficción y suspenso a fines de los noventa. Ya en aquellos lejanos años, Natali había pensado el guión de esta historia. En este tiempo, decía él, las condiciones no estaban dadas (desde el punto de vista de la tecnología) para abordar al personaje principal de la trama, como esta se merecía. Así es como en 2009, con libro y presupuesto listo, se dispuso a traernos esta producción donde un par de científicos juegan a ser Dios, dando a luz a un ser mutante de condiciones únicas. Los genetistas de este tiempo (y seguramente del pasado inmediato también), juegan a combinar diferentes secuencias de ADN para lograr nuevas características en seres vivos con diferentes fines. Por ejemplo, en "The rise of the Planet of Apes", aparece como la búsqueda de antídoto para enfrentar el Alzheimer. Digamos que hay una tendencia a fortalecer y mejorar la inmunización de ciertos especímenes. También, porqué no, de lograr vacunas y tratamientos para enfermedades de larga data que no tienen cura entre los humanos. Aquí, se aborda el hecho de procurar crear un individuo partiendo genéticamente de sujetos ya afectados por químicos. No nos vamos a asustar de la idea, pero sí de cómo se la trabaja en esta cinta. Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley), son la pareja de investigadores sobre la cual girará la historia. Llevan varios años juntos y se desempeñan en la misma sección, compartiendo algunas visiones del mundo y otras no. De hecho, Elsa tiene inquietudes de integrarse en una familia y Clive rechaza la idea (esto juega bastante en el film y ya verán porqué). Cierto día, luego de una serie de eventos fallidos serios en el laboratorios, la compañía para la cual trabajan decide cerrar el experimento que venían haciendo para crear híbridos animales. Conmovidos por la noticia, los dos decidirán rescatar a la criatura nacida de la unión de dos especímenes y llevársela a vivir con ellos. Será bautizada Dren (el nombre de la rama en la que se desempeñan los dos sería Nucleic Exchange Research & Development - NERD, pero al revés) e inciará un camino de evolución muy extraño donde madurará hacia formas complejas y desconocidas para la ciencia hoy en día. Los tres vivirán un triángulo de peligrosas aristas en el cual se mezclarán emociones intensas, asombro y traición. La película buceará sobre las motivaciones intrínsecas y creencias de Clive y Elsa, enfrentadas a los cambios que Dren tendrá y que nadie podrá anticipar. Habrá debate filosófico y también suspenso, en el marco de un clima inquietante en el que cualquier cosa, puede pasar. "Splice" parte de una premisa interesante y cuenta con prestigiosos actores para sostenerla. Durante gran parte del metraje, el film se deja disfrutar dado que Natali dosifica bien la progresión de eventos y da tiempo al espectador para que construya sus propias representaciones sobre lo que realmente sucede. El problema es que al llegar al clímax, la resolución del conflicto parece demasiado tosca y rudimentaria, como si se desentendiese de la línea cientificista que venía construyendo pacientemente desde el inicio. Ese esquema hace que el resultado final no sea todo lo satisfactorio que podría haber sido. De hecho, le resta bastante a la película. Entendamos que esta es sólo una impresión (la mía) y que quizás no suceda lo mismo con ustedes. Me inclino a pensar que "Splice" es un producto aceptable pero que no supera la media por su deslucido y descalibrado final. Veremos si su demorado estreno concita la atención de nuestro público entonces...
Al nivel de clásicos de Cronenberg Una pareja de científicos brillantes juntan ADN de varios animales y crean un nuevo tipo de ser vivo, una cosa amorfa con algo de oruga y foca, diseñada especialmente para las necesidades de la industria ganadera. Para la pareja genial, el siguiente paso lógico sería hacer algo parecido pero agregando ADN humano, lo que serviría para solucionar todo tipo de problemas de salud, empezando por los trasplantes de órganos. Cuando la firma para la que trabajan les explica que cualquier idea en esa direccion no sería viable comercialmente, dados los esperables conflictos sociales, el dúo de genios decide que lo van a intentar a espaldas de sus jefes, sólo para saber, aunque sea en teoría, si pueden crear el embrión de un ser artificial levemente humanoide.. Obvio, una vez comprobada su tesis, no pueden detenerse, pasan a la práctica, y de golpe están llevando a cabo delirios que jamás se les hubiera ocurrido a Lord Byron y Mary Shelley. La película empieza con un tono amable, sentido del humor y situaciones y personajes creíbles. ajenos a los lugares comunes del género (en este sentido, las interpretaciones de Adrien Brody, Sarah Polley y la mutante Delphine Chaneac resultan fundamentales). Más allá de las imágenes extrañas y las premisas insensatas, el asunto está planteado de manera aceptable, e incluso divertido, algo así como un romance entre científicos buena onda. Y aun cuando el espectador salte de su butaca con los pelos de punta ante escenas brillantemente pavorosas salidas de la peor pesadilla, la historia de amor nunca pasará a un segundo plano. Todo parece salido de algún libro de ciencia ficción de vanguardia como los de Philip Jose Farmer, experto en relaciones sexuales del tercer tipo, que de todos modos nunca acuñó nociones tremendas como el incesto con clones mutantes. Esta película es una rareza, una de esas que nunca jamás aparecen en algún zapping en el cable. ¿O acaso alguna vez alguien encontró «Rabia» o «Cromosoma 9» del David Cronenberg pre Hollywood haciendo zapping? Mencionar a Cronenberg no está de más: «Splice» se merece la comparación, ya que igual que varios de sus clásicos, está producida con el apoyo de organismos oficiales del gobierno canadiense, entes indispensables si se quiere repensar un género. La participación como productor de Guillermo del Toro también debe haber sido importante para concretar algo tan inusual como este film.
La manipulación génetica Splice es un thriller psicológico de ciencia ficción, con correctas actuaciones de Adrien Brody, Sarah Polley y Delphine Chanéac. Del director Vincenzo Natali, oriundo de Michigan, aunque vive en Toronto, se conoció hace varios años atrás "El cubo", en el que en un marco escenográfico abstracto, se dedicó a mostrar el comportamiento humano, en un entorno de encierro y cierta claustrofobia. En "Splice" Natali, que es coguionista, explora los alcances de la manipulación genética y la ética. Sus protagonistas son una pareja de científicos, un hombre y una mujer, que viven inmersos en un laboratorio, en el que se dedican a crear híbridos monstruosos, para luego experimentar y extraerles ciertos elementos que permitan un avance en la medicina y en el tratamiento del cáncer, el Alzheimer y otras enfermedades terminales. ADN HUMANO De unos primeros híbridos horripilantes, que son expuestos ante un amplio auditorio, la pareja se apasiona en llevar adelante una experiencia, en la que ella compromete su propio adn, lo que da como resultado una criatura, que pareciera tener los dos sexos, alas, cuerpo femenino y una cola similar a las criaturas azuladas de "Avatar" de James Cameron. Con este monstruo con el que comparten sus vidas en secreto, la pareja se dedica a estudiar su evolución, hasta que la criatura se le escapa de las manos, manifiesta comportamientos agresivos y todo parece complicarse. El resultado es un filme con un suspenso inquietante, en el que se muestran los aspectos más sórdidos de la manipulación genética. Desde este punto de observación, resulta una película muy interesante de ver y observar en lo que podría llegar a derivar la genética, puesta en manos de profesionales que pierden los límites entre la ética, sus conflictos personales y el negocio que esconden los laboratorios. "Splice" es un thriller psicológico de ciencia ficción, con correctas actuaciones de Adrien Brody, Sarah Polley y Delphine Chanéac.
Monster Inc Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son una pareja de científicos especializados en la combinación de ADN y trabajan para una empresa farmacéutica, sitio donde parece que los límites están hechos para romperse (recordar la reciente El Planeta de los Simios). Ellos se dedican con mucho entusiasmo a crear híbridos de especies animales pero cuando su último experimento resulta fallido, y como internamente esperamos y deseamos, intentan ir más allá, decidiendo usar ADN humano. Esta nueva creación tendrá nombre: Dren (Delphine Chanéac). El vínculo entre Clive y Elsa es como el hielo, se observa en los besos desapasionados, y se reconoce en esa puesta en escena de tonos fríos. Ante la idea imposible de una familia esta fémina especie nueva cumplirá el rol de hija. Pero su evolución será peligrosa, y como toda adolescente, será difícil de detener. Imposible olvidar que esta joven tiene un plus mas-allá-de-lo-humano que uno sabe será imposible de controlar. El film de Vincenzo Natali (director que pasó a los primeros planos con El Cubo para luego desparecer lentamente) tiene una puesta en escena lúgubre, recorre temas como los limites de las investigaciones científicas, el ansia de jugar a ser dios, la ética. Cuestiones que cruzan el film inicialmente para luego decantar en una de suspenso, con momentos perturbadores como el aislamiento a la que será condenado este "experimento", la relación que se establecerá entre los tres protagonistas y la constante tensión en la espera de saber en qué evolucionara finalmente Dren. No decae el interés por lo impredecible del personaje que además de causarnos simpatía nos produce temor. Son para destacar (de hecho, en ellos se apoya el verosímil de este relato fantástico) las sólidas actuaciones por parte de Brody y Polley, ellos permiten la compenetración con la historia. Aunque estrenada con tanto retraso (el film es del 2009) resulta una más que interesante opción para ver en esta cartelera tan plagada de superhéroes y 3D.
Experimentos genéticos Dos científicos crean un híbrido con ADN de diversos organismos. Pero el resultado no es lo que esperan. Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son una pareja de científicos que trabajan para una compañía dedicada a la investigación genética. En su último experimento lograron ensamblar el ADN de diversos organismos para crear un híbrido. Para ellos esto es un primer paso de algo más importante: incluir ADN humano en las pruebas y así empezar a encontrar la cura de varias enfermedades genéticas. Sus jefes, en cambio, pretenden algo más rápido, más sencillo y que implique menos polémicas morales: aislar una proteína y comercializarla. Clive y Elsa siguen esas órdenes pero, secretamente, también llevan a cabo su experimento. El resultado es el nacimiento de una criatura que al principio parece monstruosa pero pronto empieza a adquirir rasgos humanos. Eso sí: es inusualmente ágil, impredecible, bastante violenta y posee una cola larga con un aguijón mortal en la punta. La criatura creada por Clive y Elsa crece más rápido que lo normal. Al principio es un bicho sin demasiada forma generado por computadora, pero pronto se desarrolla y cuando alcanza la edad adulta ya es interpretada por Delphine Chanéac con una inquietante mezcla de monstruosidad y belleza. Splice es la cuarta película de Vincenzo Natali -director de la peculiar El cubo , su ópera prima-, está producida por Guillermo del Toro y resulta una historia de terror y ciencia ficción bien contada, con un par de grandes escenas -en especial una en la que un auditorio de científicos termina bañado en sangre-, personajes simples pero precisos y no pocos momentos perturbadores. Quizás hacia el final los fundamentalistas de la verosimilitud puedan objetar algunas decisiones, pero son decisiones conscientes, claras y coherentes con el rumbo que toma la historia. Sí hay que señalar la demora en el estreno. Splice se proyectó por primera vez en el Festival de Sitges en octubre de 2009 y llega a las salas argentinas dos años después, luego de varias postergaciones, cuando ya ha sido editada en DVD en todo el mundo.
El viejo truco del traspié genético Splice podrá ser muchas cosas, pero ciertamente no es original. Lo cual, en principio, no representa problema alguno; al fin y al cabo, ¿de cuántas películas puede afirmarse que en la originalidad descansa una de sus más evidentes virtudes? Más difícil aún es encontrar genuina singularidad en el terreno del cine fantástico, afecto desde tiempos inmemoriales a la reutilización de tópicos, climas y situaciones. En la ciencia ficción y el horror, como ocurre con ciertos géneros musicales, el quid no radica tanto en la novedad sino en la pericia y el arte para lograr que las notas terminen componiendo una melodía familiar, pero no por ello menos emocionante. En parte como consecuencia de una deliberada indecisión a la hora de jugarse por una sola estrategia genérica –o por el miedo a abandonarla por completo–, esta historia de experimentos genéticos que se van al diablo lo logra solo a medias. Dirigida por el canadiense Vincenzo Natali, el mismo realizador de aquel pequeño éxito de culto llamado Cube, la película cuenta con la participación en los roles centrales de Adrien Brody y Sarah Polley, tal vez los activos más importantes del film: son ellos quienes aportan profesionalismo y entereza dramática incluso en escenas y diálogos que se hunden en el cliché o el tono hiperbólico. El relato presenta a Clive y Elsa (nombres que refieren indudablemente a Colin Clive y Elsa Lanchester, intérpretes del clásico de James Whale La novia de Frankenstein), una pareja de ingenieros genéticos, en el umbral de un descubrimiento que puede torcer el curso de la humanidad. Pero como le ocurriera al famoso barón creado por Mary Shelley casi dos siglos atrás, la invención de vida artificial sin tener en cuenta ciertos límites éticos –no hay aquí referencias religiosas del tipo “jugar a ser Dios”– le deparará a la dupla más de una inesperada y desagradable sorpresa. Dren, el ser nonato concebido a base de un menjunje de ADN, se parece poco y nada al feo monstruo de cabeza cuadrada creado por los estudios Universal. Más bien se asemeja a lo que de hecho es: una bella modelo rapada y retocada con un maquillaje ligeramente aberrante, alienígeno. Es casi una obviedad fantasear acerca de los resultados de un posible choque de este material y el impulso creativo de un compatriota de Natali, David Cronenberg, idea que se impone luego de advertir ciertas similitudes del film con Cromosoma 5. Splice es más interesante precisamente en aquellos momentos en que abandona sus coqueteos con el “terror científico” tradicional para sumergirse en aguas más inquietantes, con Dren transformada en el hijo putativo que la pareja no quiso o no pudo tener y, más aún, cuando esa relación comienza a tener características incestuosas (si tal cosa es posible con un bicho creado genéticamente). Pero esas arenas movedizas son abandonadas para volver a pisar en terreno más firme. De esa forma, haciendo honor a su título (el verbo “splice” se traduce como “unir”, “empalmar”), la película alterna y mezcla escenas absolutamente ridículas –como la pelea entre gusanos genéticamente adulterados– con otros momentos donde puede respirarse un clima más enrarecido y perturbador.’
Hacía rato que no me pasaba con una película de este género que las situaciones estén en una línea muy fina entre el drama y el ridículo. Esto sucede con “Splice” (que por cierto en inglés significa ensamblar o, mejor dicho, empalmar) Justamente, los jóvenes científicos Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) descubren la forma de empalmar ADN de distinto origen para crear una vida superior física e intelectualmente. O al menos esa es la intención. Claro que sin el punto de vista filosófico es más difícil sostenerlo. Por eso los guionistas Antoniette Terry Bryant, Doug Taylor y Vicenzo Natali decidieron ir por este lado, el de la manipulación del conocimiento cuando el hombre juega a ser Dios. “Splice” está entre esto y Frankenstein. Respecto de tanto engendro de experimento una les sale más o menos bien. Resulta ser algo entre un canguro y un pollo sin plumas hasta que se va convirtiendo en Dren (la hermosa modelo Delphine Chàneac). No llega a ser ella, ¿está claro no?, sino sería una parodia y aquí surge la primera sensación ambigua. Dren es un híbrido para el guión, pero para nosotros humanos espectadores, no. Sabemos que es una modelo, que es flaca y hermosa empero, para que no parezca tanto, le ponen mucho látex, maquillaje; ojos de rata, cola de serpiente cascabel, con aguijón incluido, y manos largas al estilo jugador de la NBA. Todo para afearla lo más posible a los ojos humanos, o a casi todos, porque fíjese que, por alguna razón, a Clive le gusta lo bastante como para terminar con la virginidad de ambos, ya que el científico que compone Brody da la sensación de no haber tenido sexo jamás. Este es un ejemplo de lo que le decía antes. Efectivamente, la realización tiene momentos como ese, pero está también la virtud del director de ir a fondo con la propuesta, encausar la trama y las imágenes hacia eso que quiere lograr, mostrar a dos científicos con 10 en genética y 0 en responsabilidad. Esa mezcla hace que “Splice” funcione mejor de lo que se presupone. Vicenzo Natali no abusa del uso de efectos especiales otorgándole cierta dosis de realismo al verosímil que intenta instalar desde el principio. No es casualidad, porque las mismas características (con un mejor guión) tiene “El Cubo” (1997) de éste mismo realizador. Claramente no va a salir del cine preguntando, o filosofando, sobre la manipulación de la genética luego de haber visto esta producción; pero sí habiendo pasado un rato entretenido.
El matrimonio compuesto por dos genetistas, Elsa y Clive, se encuentra experimentando con ADN de diversos animales para crear un ser totalmente nuevo que genere encimas que permitan encontrar curas a distintas enfermedades, incluso algunas formas de cáncer. La incorporación del genoma humano dentro de la fórmula no es una cuestión aprobada oficialmente por la compañía que financia la investigación y para la cuál ambos trabajan. Por lo tanto, Clive y Elsa pasan de la dependencia absoluta a la autonomía en la toma de decisiones en un solo paso: experimentarán en secreto sin revelar detalles del progreso hasta obtener resultados certeros. Tras varios intentos infructuosos, logran dar con el descubrimiento de nanotecnología más relevante de las últimas décadas: Dren es una criatura semi humana, con cualidades desconocidas, un intelecto asombroso y un desarrollo celular rapidísimo. Cuando Dren comience a sentir emociones y se vuelva parte de un intrincado triángulo amoroso, la pareja de científicos deberá resolver qué hace con su creación mutante. Con producción de Guillermo del Toro y la dirección de Vincenzo Natali (El Cubo), “Splice” es un proyecto fuera de lo común que muchos espectadores celebran que haya llegado a los cines locales (dos años después que en su recorrido internacional) para romper un poco con la homogeneidad de propuestas recientes. La buena química –nunca mejor empleada la metáfora- que se da entre la pareja central conformada por Adrien Brody y Sarah Polley, y la peligrosamente seductora Dren (a cargo de Delphine Chaneac) es parte importante de la atracción que produce la película. El miedo, la desesperación y el temor hacia lo desconocido es representado de modos menos obvios: no es necesario tener siempre a un asesino enmascarado acechándonos o alienígenas sedientos por destrozar nuestro planeta para sentirnos inquietos frente a aquello que desconocemos. Las consecuencias de jugar a ser Dios, las consideraciones morales y el poder de crear y destruir vida a nuestro antojo pueden ser igualmente atemorizantes.
Splice no consigue generar terror, inquietud u horror. La apuesta de Splice pasa antes que por el suspenso o los climas de terror, incluso antes que por las escenas sangrientas, por la incomodidad, en especial desde el costado sexual-familiar-paternal-maternal. Este relato acerca de una pareja de científicos genéticos (Adrien Brody y Sarah Polley) que crean un híbrido compuesto del ADN de diferentes animales para uso médico busca ser provocativo a través de colocar al espectador en la situación de voyeur de situaciones escandalosas para los parámetros sociales. Sin embargo, el error del co-guionista y director Vincenzo Natali (Cubo) es no desarrollar apropiadamente a los protagonistas, para que la necesidad maternal del personaje de Polley o la creciente atracción que va sintiendo Brody por su co-creación tengan sentido dentro de la trama. Splice termina siendo antes que nada una especie de tour de force de dos actores y un realizador buscando traspasar ciertos límites estéticos hollywoodenses, aunque sin saberse para qué. Por eso es que en verdad Splice no sólo no consigue siquiera generar terror, inquietud u horror, sino tampoco incomodidad, pues nunca se crea empatía por lo que se está contando, los motivos de la pareja protagonista o incluso los deseos de la criatura por liberarse. Estamos hablando de una película con ambiciones, que se queda en la nada misma.
Splice, que significa empalmar o montar elementos de distinta procedencia, va bastante más allá de ser un film industrial de ciencia-ficción relacionado con experimentos genéticos, estilo Especies o Resident Evil. Porque el film del estadounidense -pese a su nombre y apellido- Vincenzo Natali, apunta a metáforas mucho más hondas e inquietantes, dentro de una temática que gira alrededor de la creación de un híbrido en el que se combina ADN humano con material molecular de otras especies. Tónica que la encuadraría en el subgénero fantástico al que hemos hecho referencia, pero ya desde los excelentes títulos se percibe que Splice –que cuenta con la especializada bendición de Guillermo del Toro- no será sólo eso. Una pareja de científicos concibe en un laboratorio clandestino una forma de vida que significa un nuevo escalón en el árbol evolutivo; Dren (Nerd al revés), un engendro extrañamente hermoso y lleno de cualidades inusuales que proporcionará tanto maravillas como pesadillas. Natali es autor de una película del género única en su tipo como El cubo y aquí también ofrece una pieza singular, con toques del mito de Frankenstein, algún homenaje a David Cronenberg, excelentes efectos visuales y la consistente participación de dos intérpretes que escapan al cine convencional como Adrien Brody y Sarah Polley.
Ensambles prediseñados Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son dos científicos rebeldes que se especializan en la manipulación de ADN. Juntos trabajan en un laboratorio farmacéutico en el que se crean híbridos de especies animales para ofrecer curas a diferentes enfermedades. Con la esperanza de hacer mayores descubrimientos y estar un paso más adelante que sus colegas se disponen a mezclar ADN humano, experimento del cual nace Dren (Delphine Chanéac), una criatura tan hermosa como inteligente que pronto empieza a convertirse en una gran pesadilla. “Splice”, nombre original de la película, es el equivalente en inglés a las nociones castellanas de unión o ensamble, buen título para una película que lleva un ADN tan complejo e híbrido como el de su particular personaje. Pueden dilucidarse en Splice ciertas marcas que hacen que el hecho de que el experimento se vaya de las manos sea mucho más verídico y a la vez cautivador: la película experimenta con giros inesperados a la vez que los creadores de Dren sufren las consecuencias de no conocer completamente el comportamiento de su creación. A pesar de que uno siempre espera que el peligro se desate a partir de una invasión de la ciudad por parte de la criatura, de su reproducción masiva o que directamente sea robada por un par de hombres poderosos que quieren utilizarla para otros fines, Dren opera sobre cada uno de sus inventores a través de los vicios, traumas y ambiciones, generando una tensión que desata reacciones y decisiones bien diferenciadas de cada uno de los personajes, que los llevan a acercarse o alejarse no solo de la criatura sino también entre sí. Este modo de afectar característico de Dren desata consecuencias impensadas que otorgan a la historia una variedad de hilos de tensión muy interesante. Quizás lo más valorable del film de Vicenzo Natali sea el eclecticismo y la cantidad de elementos con los que trabaja sin por eso dejar de ser coherente con la propuesta inicial: terror, cine clásico, drama y ciencia ficción conviven constantemente en el relato, inmiscuyéndose en espacios que el director parece haber conservado especialmente para ellos. También determinados temas o problemáticas parecen tener un lugar reservado, entre ellos, el machismo o el lugar de inferioridad de la mujer. Ejemplos de esto pueden verse en escenas como en la que Elsa Kast comenta que su madre no la dejaba maquillarse porque pensaba que eso degradaba a la mujer u otra en la que Clive y Elsa discuten luego de que ella encontrase a su marido teniendo sexo con Dren (sí, hasta ese punto llegan las consecuencias de su invento) y que muestra a Clive intentando justificar esa infidelidad echándole la culpa a su mujer. Ni que decir entonces de que más tarde y con una estética totalmente contrastada, Elsa también tiene sexo con Dren, solo que esta vez es porque (y a través de una mutación de género) esta la viola. Sin embargo, y a pesar de las intenciones de Natali de crear una visión por un lado más compleja y por otro lado más personal de esta Frankestein moderna, Splice no deja de resultar indiferente. Bien podría describirse esta indiferencia como preferencia del género que aborda la película, pero también como efecto general de la trama: a pesar de las modificaciones no deja de ser la historia tan conocida de cómo un nuevo invento científico con vida se descontroló, por más que aquí se haya nutrido de componentes diferentes pudiendo abarcar otras temáticas. En este sentido es igualmente útil ver cómo, a pesar de todo, Splice no escapa al (pre)diseño de la mayoría de estas criaturas hijas de la ciencia en el cine, que son o terminan siendo malas y/o feas, seres extraños que antes que mejorar vienen a arruinar y desestabilizar el mundo. El final del cuento es como siempre parabólico: arriesgarse y adelantarse al curso natural de los hechos (y sobre todo a escondidas) trae consecuencias devastadoras.
Desde “El gabinete del Dr. Caligari” en adelante, el tópico del científico que desafía las leyes naturales para crear vida en laboratorio, es una tentación recurrente para el cine. Acá, una pareja de profesionales brillantes, que diseña híbridos de especies para un laboratorio farmacéutico, decide ir un paso más allá. Utilizan ADN humano para obtener una criatura que podría revolucionar la medicina actual. Llevan adelante la prueba a espaldas de sus empleadores. Dren, a medida que crece (y lo hace muy rápido) muestra un aspecto cada vez más humano. Luce como una mujer, pero alberga los dos sexos y puede ser peligrosamente seductora si se lo propone. Cuando disfruta le crecen alas. Sus creadores están en serios problemas. Los ata una relación de amor-odio con Dren: los fascina y, a la vez, le temen. Intentan destruirla pero se les impone. Trama tensa, con suspenso que no decae, y un desenlace inesperado.