La castración y el algodón sintético. La comedia tradicional y el cine de acción atraviesan una profunda crisis en el Hollywood contemporáneo por esa obsesión de la industria orientada a recurrir a fórmulas conservadoras, que curiosamente pretenden pasar por “atrevidas”, estupidez y concepciones trasnochadas mediante. Ya sea que hablemos de la universalización del humor estudiantil/ escatológico o las sonseras biempensantes de los superhéroes, lo que salta a la vista una y otra vez es la pereza de los gurúes del marketing en lo que respecta a revitalizar una de las tareas excluyentes del devenir comercial, el ofrecer un “plus” que defina al producto en cuestión y permita construir un ardid publicitario acorde con esa cualidad extra del artículo. Pero no, como el mainstream más necio considera que cualquier desviación del esquema apto para palurdos sería un suicidio, la cobardía dicta que la repetición es la única respuesta al momento del ensamblado en la línea de montaje (por supuesto que la subestimación del público también juega un rol fundamental en este proceso de homogeneización hacia abajo). Una obra intrascendente como Ted 2 (2015) funciona como un ejemplo perfecto de todo lo anterior: estamos ante una suerte de superación de aquel bodrio intitulado A Million Ways to Die in the West (2014), la propuesta previa de Seth MacFarlane, quien sin embargo no consigue maximizar el planteo del film original del 2012, ya de por sí bastante estándar. Recordemos que la primera película tomaba la forma de un capítulo no muy inspirado de Padre de Familia (Family Guy), con algunos detalles de American Dad!, muchas citas a los blockbusters de la década del 80, un oso de peluche como reemplazo del perro Brian y/ o el alienígena Roger, y una preponderancia del humor sexual más facilista por sobre sus homólogos absurdo, irónico y contracultural. Así como antes todos estos elementos se superponían de manera caótica y daban un resultado relativamente positivo, hoy el mejunje no le sale tan bien al estadounidense, ya que falla en su pretensión de retomar en parte la riqueza de su bagaje creativo de antaño, ese que dejó de lado al pasarse a la pantalla grande. A pesar de que está clarísimo que en esta ocasión MacFarlane se percató que efectivamente no podía alargar mucho más el chiste del muñequito de algodón sintético drogándose y haciendo guarradas (receta que llegó a la saturación en el convite anterior), lo paradójico de Ted 2 se reduce a que toda la trama -ahora de resonancias existencialistas- sabe a rancia, lo que nos vuelve a ubicar en el terreno de un episodio de medio pelo de Padre de Familia, aunque sin aquella imaginación ni la acidez ni la paciencia para el desarrollo de personajes de la serie de TV. A veces hasta resulta lastimosa esta nueva identidad del señor, más volcada a la pomposidad retórica pero sin las herramientas intelectuales que la sostengan. Incluso así, el opus no descarrilla hacia el desastre y se reconforta en su triste mediocridad, con una historia hueca centrada en la lucha de Ted en pos de ser reconocido legalmente como una persona para poder adoptar un niño y salvar su matrimonio. Aquí los latiguillos descerebrados, vinculados al “reviente” y las pavadas más infantiloides, nos reenvían al cine castrado de nuestros días, el cual hace un culto de la estupidez por la estupidez misma, aislada de los conflictos de todo tipo que la circundan y le asignan sentido. Que MacFarlane firme una realización tan descartable como la presente, ratifica un estado de cosas en el que reina el automatismo porque la ceguera reaccionaria sustituyó a la valentía y la novedad…
Sin novedad en el peluche El osito insolente vuelve al ruedo pero sin lo novedoso de la primera parte. El contraste que genera su contextura tierna e infantil con su conducta escatológica ya es conocido desde los primeros minutos de Ted 2 (2015). Por ende las desventuras del peluche y su compañero de ruta giraran de la trama del adulto que debe madurar, a otra menos divertida, basada en la inserción del peluche en sociedad. La cuestión arranca con un Ted teniendo problemas maritales con su flamante esposa. El resultado de la discusión termina en la decisión de tener un hijo pero, por cuestiones biológicas, el peluche no puede concebir. A la hora de adoptar entra en conflicto con el Estado y sus leyes: Ted no es considerado una persona para la ley. A todo esto aparece una trama de abogados llevada adelante por una inexperta joven (Amanda Seyfried) que lo defiende en el magistrado mientras establece fuertes lazos de amistad con el oso y su amigo John Bennett (Mark Wahlberg). Ahora será Ted el protagonista absoluto de la historia y John su acompañante, aunque se sume una nueva “compañera inmadura” (Samantha, el personaje de Amanda Seyfried) a la trama. El relato del adolescente que no quiere madurar se asoma ligeramente con el trío en la “preparación del caso”, con drogas, alcohol y bromas físicas mediante. Pero las situaciones graciosas van en descenso con el correr de los minutos y la estructura de “abogados” (con leve critica a Estados Unidos y su concepción de las diferencias sociales) no es lo suficientemente sólida para sostener una historia que cuenta con una seriedad innecesaria (con reclamo de derechos incluido) para una película sobre un oso de peluche adicto a la marihuana. Dicho esto, Ted 2 se las ingenia para tener un par de buenos momentos (otra vez con el actor de Flash Gordon, Sam J. Jones, las apariciones de Morgan Freeman y Liam Neeson, varios guiños a la cultura de los años ochenta, y la eficacia de Amanda Seyfried para la comedia), que sus extensos 115 minutos igualmente dilapidan con la buena predisposición del espectador. A Seth MacFarlane, creador de la genial serie Padre de Familia parece que se le agotaron las ideas. Si la primera parte estaba muy bien hay que reconocer que A Million Ways to Die in the West (2014) era al menos un poco extraña en su propuesta y sentido del humor (por no decir floja tirando a mala), mientras que Ted 2 termina por confirmar lo que se anunciaba: el humor que pregona el director tiene un techo que ya tocó hace rato.
Vuelve el oso de peluche maleducado con la voz (y los gestos) del creador de Padre de Familia Seth McFarlane, y ese regreso es ambiguo. Por un lado, el film es menos cómico que el original en la medida en que cuenta una historia emotiva con evidente tinte didáctico (el oso se ha casado y quiere ser padre, no se lo permiten a menos que pruebe que es una persona). De todos modos se repite el humor políticamente incorrecto aunque mezclado con la corrección, lo que -si se ve bien- es parte de la sátira. Quizás la cantidad de temas que pretende tocar y la estructura de gags televisivos ya no es tan novedosa como en la primera entrega, y Mark Whalberg ha intensificado las taras de su personaje, pero por suerte está Amanda Seyfried, en algunas secuencias en sano estado de autoparodia, para equilibrar el asunto. El humor de McFarlane, de todos modos, parece tener un techo bajo y previsible, pero tiene eso que es tan difícil de encontrar y que hace de los cómicos seres excepcionales: el tiempo justo para la risa.
Si te reíste con la primera, también lo vas a hacer con Ted 2 aunque quizás no con la misma frecuencia o intensidad, pero no se puede negar que se mantiene fiel a su estilo: guarra, atrevida, divertida, entretenida y pochoclera. Los títulos son muy atractivos de ver, así que tratá de no llegar tarde al cine. Y el osito, por supuesto ...
Entre una seguidilla de chistes escatológicos, mil referencias pop y una historia de fondo que sólo sirve como excusa, Seth MacFarlane trata de repetir el suceso de su debut cinematográfico, pero esta vez la fórmula repetida se queda corta para lograr el mismo efecto. Ok, si son de risa fácil (y sin muchas exigencias) “Ted 2” (2015) es la película para ustedes. Un sinfín de groserías y alusiones a fluidos corporales, mezclados con interminables referencias a la cultura popular, tal vez, demasiado actual como para prevalecer en el tiempo. Obviamente Seth MacFarlane no busca trascender. Así como las bromas de “Ted” (2012) ya pasaron de moda, las de esta oportunidad caducan un segundo después de salir de la sala. La secuela del exitoso osito de peluche nos llega con casi dos meses de retraso y la mayoría de sus chistes son tan arcaicos como el titular de la página de un diario. “Ted 2” está más cerca de “A Million Ways to Die in the West” (2014) que de su predecesora. MacFarlane y sus guionistas –los mismos de “Padre de Familia” (Family Guy)- abusan de una fórmula que les podrá funcionar muy bien para una sitcom animada de treinta minutos, pero para una película de dos horas de duración, tirar un chiste atrás de otro (muchas veces sin conexión absoluta con la trama y sin sentido), puede molestar un poco. La novedad se acabó con los títulos de la primera entrega y, obviamente, los realizadores no encontraron una gran historia para esta secuela. La mayoría de los personajes están de vuelta (sin ningún cambio, ni desarrollo a la vista), pero también muchas de las situaciones y bromas de la película anterior, casi calcadas al pie de la letra. Pasó un tiempito y, finalmente, Ted (voz de MacFarlane) y Tami-Lynn (Jessica Barth) llegaron al altar, lamentablemente, unos meses después del divorcio de John (Mark Wahlberg) que llena sus días de soledad y depresión con una pila de pornografía digital. Un año después, la flamante parejita ya no parece tan feliz y decide salvar su matrimonio sumando una criatura a su vida. Claro está, que Ted no es capaz de tal cosa y la infertilidad de su esposa los obliga a pensar en la adopción. El tramite legal expone la verdadera condición del peluche, que legalmente no puede ser considerado una persona y en seguida es catalogado como un “objeto”, por lo cual, incapaz de formar parte de la sociedad como lo venía haciendo hasta ese momento. Los amigos saldrán en busca de un abogado que los represente y pueda probar la “humanidad” de Ted. Así se cruzan con Samantha (Amanda Seyfried), una joven procuradora sin experiencia que llevará adelante su caso sin cobrarles un solo peso. Básicamente, por ahí, pasa la trama de esta historia que intenta convertirse en una película “procesal”, pero se distrae entre chistes sobre semen y todo tipo de drogas que van perdiendo su efecto a lo largo de los 120 minutos. En algún punto, MacFarlane y compañía pretenden ponerse serios y convertir a Ted en una especie de metáfora sobre la discriminación y los derechos civiles (los de los afroamericanos en el pasado y los de los gays en el presente), pero una vez más todo queda atrapado en una vorágine de masturbaciones, un nuevo complot de secuestro agarrado de los pelos y un paseo por la Comic-Con de Nueva York que solo sirve de excusa para introducir más chistes sobre personajes archi conocidos para los Malditos Nerds. Los cameos siguen siendo lo mejor de la película (Sam J. Jones, Liam Neeson), aunque algunos como Tom Brady pueden perder efecto para el público local. Son los estereotipos los que molestan (Samantha es una chica súper culta y fumona, pero parece no haber visto una sola película o serie de TV en toda su vida), y el primer insulto que sale de una boca masculina hacia una mujer es “prostituta”. Vamos gente, estamos en el siglo XXI, hasta los nerds que aparecen son inverosímiles. Técnicamente la película funciona. Ted sigue siendo uno de los personajes más realistas (en todo sentido) y el único que, al menos, hace algo con su existencia. John sigue siendo el tipo grande, con el mismo insignificante trabajo, sin ninguna intención de madurar o lograr algo con su vida más allá de ver porno y drogarse todo el día. La joda ya no funciona porque es repetitiva y hasta resulta ofensiva cada vez que vemos el papel que le asigna MacFarlane a las mujeres. En conclusión, no todos nos reímos a carcajadas con un chiste de pedos, mucho menos, con una seguidilla interminable de ellos. El humor escatológico y zarpado funciona muchísimo mejor (vean “Buenos Vecinos”) cuando está sustentados con una buena historia y personajes bien delineados, dos cosas importantísimas que le faltan a esta secuela, despreocupada por generar algún interés en los espectadores. Dirección: Seth MacFarlane Guión: Seth MacFarlane, Alec Sulkin y Wellesley Wild Elenco: Mark Wahlberg, Seth MacFarlane, Amanda Seyfried, Jessica Barth, Giovanni Ribisi, Morgan Freeman, Sam J. Jones y Patrick Warburton.
Estoy cansado de decir esto, pero no puedo evitar caer en la tentación de recordar que generalmente las segundas partes nunca son buenas. Y si, TED 2 no llega a sorprender como la primera pero si quieren ver a Mark Wahlberg en un jocoso tono de comedia y el humor irreverente de Seth MacFarlane vale la pena. En este caso, TED se ha casado y quiere ser padre por lo cual tiene que recurrir a la inseminación artificial (esta escena es una de las más divertidas de la película). En medio de todo este proceso legal, se entera que debe demostrar que es una persona real y ahí comienza todo el rollo. Si bien en esta entrega no contamos con la belleza de Mila Kunis, aparece Amanda Seyfried quien le aporta un muy buen toque de cinismo y comedia (ni hablar de su belleza). En fin, el ritmo de la comedia de Seth es innegable así como tampoco se puede negar que el tipo de humor que lo caracteriza está intacto. El único problema es que no hay novedad, y por más simpatía que produzca TED en el cine ya no tiene demasiado sentido. Además, venimos de deleitarnos con su anterior “A million ways to die in the west” y para aquellos que morimos de risa con esa peli, esperábamos más. Detalle infaltable, esos amigos que quieren sumarse a las películas de MacFarlane que le aportan el toque tan característico. TED 2 es para verla en el sillón de casa, con una buena cerveza... y algo de lo que les gusta a esos “Thunder Buddies”.
Nadie tuvo dudas que cuando el box office global de la primera "Ted" alcanzó los 550 millones de dólares (y costó apenas un diez por ciento de esa cifra) la secuela era un hecho consumado. Nacido de la ingeniería de un comediante muy popular en USA (que aquí, por temas de idiosincracia, no prende), Seth MacFarlane, creador de "Family Guy", vuelve a atacar con los mismos guionistas y una idea que, claramente, no sorprende para nada. A ver, Ted ofrece una dualidad que potencialmente atrae: un osito adorable y querible capaz de comportarse como un adicto y parrandero de primera. Es indudable que MacFarlane generó un producto con gran potencial, pero que curiosamente no logra sostener (otra vez) desde la trama. Las dos Ted son una sucesión de gags sin unidad, destinadas a lograr impacto, y nada más. Eso sí, es justo decir que esta entrega, de a ratos divierte. No vamos a decir que su humor corrosivo no funciona. Su incorrección política extrema, cada tanto, logra alguna situación donde el director encuentra una sucesión de bromas cortas muy efectivas . En esos momentos, la naturalidad y velocidad de los gags que craneó MacFarlane generan movimiento en la platea, pero esto, no dura demasiado. La cinta tiene problemas de guión importantes, e intenta disfrazarlos con mucha liviandad sin importar mucho la historia que presenta. Ese es lado flaco de "Ted 2". Esta es una película que genera chispa, parece que va a encender en cualquier momento, pero nunca logra sostener la llama por mucho tiempo. ¿Por qué? Simple: que el personaje sea pintoresco no significa que su historia atraiga y convoque. Ted vuelve al ruedo, con su amigote de siempre, John (Mark Wahlberg). Todo comienza en su boda con Tami-Lynn (Jessica Barth), donde se puede anticipar que los amigos no tendrán tiempos tranquilos por delante. Ted y Tami, a poco tiempo de casarse, comienzan a tener problemas maritales. Y deciden, que la solución es buscar un heredero. Claro, ya lo adivinan, cómo hará el osito para embarazar a su mujer? Fácil, buscando un donante de esperma. Luego de un pasaje donde no todo sale como debería, la pareja despareja intentará un proceso de adopción, en la cual su aplicación le dará bastantes problemas: la ley (el Estado americano) no reconocerá a Ted como "persona" (por no ser humano) y todo el universo que ellos han creado, dejará de existir, a no ser que se enfrente el tema por la vía legal. Allí es donde conocerán a Samantha (Amanda Seyfried, lo mejor de la película, lejos), una novel abogada que pro-bono (es decir, gratis) se ocupará de llevar el caso al estrado local. Bueno, hay un villano, muchos cameos, alguna situación simpática, pero lo cierto es que nada hace despegar la aguja del amperímetro. MacFarlane no es un buen guionista (sino recuerden "A million ways to die in the west") y si bien el absurdo es un punto de partida válido (toda esta cuestión de lo que el oso puede hacer y lo que no, sumado a lo transgresor que es), la historia no reviste interés y lo que podría ser rico en el análisis, (esta cuestión de la lucha por los derechos civiles), se vuelve panfletario y chato, hasta el absurdo final que cierra este capítulo. Pero, si buscan una comedia súper liviana, con mucho humor físico y sexual, probablemente "Ted 2" tenga algo para ofrecerles. En lo personal, esperaba mucho más, conociendo el talento de MacFarlane, pero está visto que hasta ahora, la pantalla grande no le sienta bien.
Seth MacFarlane tiene muy claro qué quiere hacer en Hollywood. Por eso es que “Ted 2” (USA, 2015), secuela del irreverente y corrosivo bromance entre el pequeño oso y su amigo (Mark Whalberg), decide superar la clásica narración sobre algunas de las consecuencias de los personajes en el marco de un contexto en el que viven lleno de drogas, prostitutas y alcohol, y ponerse un poco más serio (dentro de lo que se puede) para terminar generando un relato judicial sobre la búsqueda de identidad del oso. Es que Ted, junto a su reciente mujer, deciden que para poder recomponer el matrimonio lo ideal es poder tener un hijo, y ante la clara imposibilidad de realizarlo por los métodos tradicionales (biológico, científico), deciden adoptar un bebé. Pero cuando esta necesidad de avanza, la justicia cree que Ted no es una “persona”, tan solo una “propiedad”, por lo que avanzarán, luego que una joven abogada inexperta (Amanda Seyfried), decida aceptar el caso para revocar así la justificación de no entidad del oso. Lo que continúa en la película es una serie infinita de gags, chistes, humor negro, bromas, que no dan respiro y que otorgan el campo necesario para que MacFarlane pueda criticar el sistema judicial norteamericano, la clara desatención de las verdaderas necesidades de la sociedad, el consumo, la cultura, etc. Si en “Ted” el chiste sobre la amistad entre un hombre adulto y el oso de la infancia que ha cobrado vida y que decide hacerse adicto a las drogas funcionaba, en esta oportunidad se potencia, con una trama que además suma villanos interesados en descubrir el “secreto” del oso para producir cientos de Ted’s inteligentes que llenen las jugueterías. Una comic con será el epicentro de la segunda etapa del filme, que, con algunos momentos de más, y una narración menos dinámica y mucho más episódica, termina resintiendo la idea de incorrección política, porque justamente lo que termina produciendo es un discurso mucho más convencional. A pesar de esto, la habilidad del director en ir dejando algunas “perlitas” a lo largo de la trama, principalmente aquellas relacionadas a la cultura popular, y en dotar de cierta cohesión temática a la película (búsqueda de identidad, búsqueda de lugar de pertenencia, etc.), permiten que el disfrute del filme avance sin pedirle, claramente, una justificación política a cada una de las escenas que se suceden. “Ted 2” intenta separarse de su primera entrega, y justamente es eso lo que no termina de cerrar de una idea tan revolucionaria como la de mezclar acción real con la animación del oso, porque es en la continuidad en donde tendría que haber puesto su foco y no tanto en el de buscar otro tipo de estructura discursiva para generar algo diferente. Más allá de esto se disfruta, aún sin las sorpresas de la primera parte. En la comparación “Ted 2” pierde, pero aislada de su predecesora puede disfrutarse plenamente, con algunos momentos para la antología, como esa escena inicial homenajeando a los clásicos filmes musicales de la época dorada de Hollywood, una etapa que MacFarlane añora y apela constantemente (principalmente en sus productos televisivos) para construir sentido en el sinsentido del mundo cinematográfico.
La primera media hora de Ted 2 es fantástica, antes que el atractivo del film se desvanezca por completo y descubras que se trata de una secuela hecha sin ganas. La química entre Mark Wahlberg y el oso resulta el principal gancho del argumento, pese a que esta vez la experiencia no llega a ser tan satisfactoria coma la película original. La continuación terminó siendo una producción densa debida a la sádica duración de 115 minutos y el humor de MacFarlane que decayó por completo. Una vez más queda claro que sin sus adorados penes y el semen, que aparentemente es una de las grandes obsesiones de su vida, el comediante no puede escribir una historia decente. En esta ocasión en lugar de construir un argumento que pudiera estar a la altura del film original, su labor se limitó a brindar un collage de situaciones humorísticas que parecen salidas del outlet de la serie Family Guy. Daría la impresión que escribió este guión con material que desechó del dibujo animado. Ted 2 tiene sus momentos divertidos pero la película no termina de funcionar debido a que el oso dejó de ser la principal atracción. El personaje es simplemente un vehículo para que MacFarlane te taladre la cabeza con sus chistes idiotas que apuntan a burlarse de la farándula de Hollywood y otras temáticas relacionadas con la cultura popular. En algunas ocasiones, cuando el director deja por un segundo la escatología y su obsesión por los penes, surgen algunos momentos graciosos. Por ejemplo, las referencias a las películas de Rocky o las escenas en la Comic Con de San Diego, son realmente muy divertidas. Lamentablemente se tratan de momentos efímeros dentro de un film que resulta demasiado largo para la historia que ofrece. El problema con MacFarlane es que hace un esfuerzo descomunal por tratar de destacarse como un comediante políticamente incorrecto y termina siendo previsible y muy poco original. Los fanáticos de este sujeto disentirán por completo con este comentario y probablemente disfutarán más esta película. En mi caso me costó bastante. Hubo un tiempo en que me enganchaban los trabajos de Seth MacFarlane, pero películas como esta demuestran que es un artista mucho más limitado de lo que parecía. Si te gusta el director, Ted 2 de última puede servir para entretenerse un rato pero dificilmente quede en el recuerdo como la original.
El osito se quedó sin pila La segunda película del osito fumón y guarro es una comedia gastada y fatigada más dispuesta a replicar los mecanismos ya probados que a expandirlos. La bajísima calidad de A Million Ways to Die in the West había dejado una pregunta reverberando en aquellos seguidores de Seth MacFarlane: ¿Cuál es el verdadero? ¿El creador de esa versión Los Simpson más mordaz, anárquica y retorcida que es Padre de familia y el de la feliz incorrección de Ted o el onanista dispuesto a construir una película únicamente para su lucimiento personal? Ted 2 ubica al realizador en un punto medio entre la genialidad de las aventuras de la familia Griffin y el tedio, desgano y arbitrio de su film anterior. Como la reciente Más notas perfectas, Ted 2 es un film más dispuesto a replicar los mecanismos ya probados que a expandirlos, relegando así uno de los factores fundamentales de cualquier comedia como es la inventiva. Y al igual que en el regreso del grupo de a capella encabezado por Anna Kendrick, la falta de sorpresa y cierta fatiga narrativa y humorística terminan configurando una propuesta que, aun sin ser mala, se ubica varios escalones por debajo que su predecesora. La excusa narrativa para el regreso del oso (mucho menos) fumón y guarro es una disputa sobre su condición de persona o propiedad, lo que lo obliga a iniciar un proceso legal junto a su amigo John (un Mark Wahlberg con mucho menos protagonismo que en la primera) y la flamante abogada Samantha (Amanda Seyfried), mientras que una empresa del rubro juguetero empieza a mirar de reojo la posibilidad de secuestrar a Ted para intentar copiar su mecanismo. El film de 2012 amalgamaba distintas vertientes de la comedia, principalmente buddy movie y coming of age, dando como resultado un menjurje ultra pop que alcanzaba su punto máximo en la fascinación por Flash Gordon. Aquí, en cambio, MacFarlane baja varias velocidades y apuesta por un humor menos punzante e incluso más conservador, poniendo a sus personajes a luchar por cuadrarse en lo socialmente aceptado. El osito, al menos aquí, está con poca pila.
En búsqueda de la nefasta identidad perdida El tierno y amigable oso de peluche que deviniera en lo más reprochable y políticamente incorrecto del ser humano, regresa en esta secuela sin cambios sustanciales y una extensa duración para una trama que no lo amerita. Tras unos créditos que rinden homenaje a los musicales clásicos, Ted 2 centrará su trama en la lucha de del oso Ted por recuperar sus derechos civiles, que fueron revocados al tratar de adoptar un niño. Seth MacFarlane, guionista, director y la voz de Ted, instala un tema trascendente como la identidad para luego burlarse y dar rienda suelta a la incorrección política con una batería de chistes racistas, homófobos, escatológicos y sexistas, y a pesar de su empeño de resultar repulsivo no termina siendo tan transgresor como en la primera Ted. Ted 2 repite varias cosas de la primera, como los reitarativos gags sobre la marihuana -con cita incluida a Steven Spielberg cuando los protagonistas alucinan contemplando una enorme plantación de marihuana mientras suena la banda sonora de Jurassic World-, la vuelta de Sam Jones -Flash Gordon- riéndose de sí mismo, guiños a la cultura popular y cameos de celebridades como Jay Leno y Liam Neeson.También reaparece el malvado secuestrador, interpretado por Giovanni Ribisi, en el tramo final de la película, siendo lo más prescindible de la película. Seth MacFarlane ha demostrado que su principal reto es provocar continuamente al espectador, pero desaprovecha en parte la fauna y trastienda de un evento como la Comic-Con, extendiendo la trama de una historia que no lo amerita. Ted 2 probablemente no resulte tan taquillera como su anterior, pero posee los suficientes gags como para no defraudar a los seguidores del soez y políticamente incorrecto oso Ted.
Con una gran producción y cameos de muchos famosos, esta segunda parte de Ted, el oso políticamente incorrecto, no tiene la frescura de la primera. Termina ,siendo un alegato por el reconocimiento de la humanidad del peluche, más tierno que gracioso. Siempre con ese humor zafado y llamado “fumón” (hecho por quienes parecen estar drogados), pero ya sin sorpresas.
El humor en los tiempos del cólera Ted 2 se centra en la lucha del oso Ted por recuperar sus derechos y demostrar que es una persona real. Su guionista, director (y propia voz de Ted) Seth MacFarlane, logra instalar la identidad en un plano que seguidamente servirá para la burla e incorrección política. Eran de esperarse los gags sexistas, homofóbicos, racistas y escatológicos con una primera parte taquillera a nivel mundial, pero que repitiendo dichos conceptos pierde su carácter de transgresora. La escena de la inseminación artificial es una de las más graciosas de la película y donde Mark Wahlberg mejor le permite desplegar su tono de comedia jocosa. Y en esta oportunidad ya no tenemos a Mila Kunis mostrando su belleza, pero hace su aparición Amanda Seyfried, quien además de belleza despliega sus dotes para la comedia. El regreso de Sam Jones -Flash Gordon- riéndose de él mismo, cameos de famosos como Jay Leno y Liam Neeson, demuestran que Seth MacFarlane no defrauda a sus seguidores, haciendo de esta secuela una oda al humor desfachatado. Aun así, vemos en Ted 2 algo más de ternura que de irreverencia. Ted 2 es totalmente mirable, pero sí debemos entender que su humor está un poco desgastado y sin ánimos de buscar nuevos mecanismos de entretenimiento. Pero sabido es que segundas partes no son buenas, y si bien la frescura de la primera parte ya no se siente, todo lo incorrecto que resulta Ted, hace que por momentos las bromas de MacFarlane resulten muy efectivas.
Humor guarro y nostálgico con derechos humanos El osito Teddy tiene que probar, en esta nueva entrega del film de Seth MacFarlane, que es un ser humano y no un objeto. Lejos de la provocación de la película anterior, acá el humor casi no funciona y mucho menos el toque emotivo. Tal vez lo más simpático que tiene Ted 2 es que arranca como si nada asumiendo que el planeta entero sabe que uno osito Teddy puede haber cobrado vida y tener una existencia absolutamente normal. De todas las citas cinéfilas tal vez la más espectacular sea el número de baile con coreografía a los Busbey Berkeley que aparece en los títulos. Todo esto es el comienzo, nada más. Lo que sigue es un nuevo conflicto de Ted que, justamente, debe probar que es una persona y no un objeto a lo largo de la película. El humor escatológico, políticamente incorrecto y siempre al límite de Seth MacFarlane, guionista, director, productor y voz del protagonista en la película parece acá algo gastado. Desde la legendaria serie de animación Padre de familia (Family Guy) el camino de MacFarlane parece haber estado siempre al borde de perderse. La originalidad y la virulencia de la primera Ted funcionaba bastante bien, aunque no era raro que algunos la vieran como algo obvia y falsamente provocadora. Acá la provocación ha desaparecido y con ello se ha ido algo del encanto de los personajes. Los chistes están más centrados en homenajear películas de los '80 y principios de los '90 que en provocar al espectador. El cinéfilo popular de cuarenta años se mantendrá entretenido con esos homenajes pero no mucho más. Algunos chistes todavía funcionan pero en comparación con otras obras de MacFarlane es muy poco gracioso lo que se ve acá. La búsqueda de un relato más emotivo la perjudica aún más. Porque no solo le hacer perder fuerza a la comedia, sino que tampoco logra emocionar en ningún momento. No hay duda de que los actores ponen todo de sí y no faltan los cameos y las apariciones especiales. Pero ya ha pasado la época en la cual un invitado o un chiste con referencias culturales puedan ser motivo suficiente para sostener una comedia completa. Ted agotó su fórmula mucho más rápido de lo esperado y solo un exceso de complicidad del espectador puede convertirla en una comedia divertida.
Ted vuelve sin novedades Ted 2 padece del mismo mal que gran número de secuelas en el cine de comedia. Conocido el chiste central -el osito de peluche que respondiendo al deseo del (entonces) chico que lo había recibido de regalo cobró vida hace ya unos cuantos años, se puso a hablar (con el lenguaje más grosero y zafado posible) y a desafiar con sus licenciosas conductas cualquier variante de la corrección política- ha perdido la frescura de la novedad y con ella, mucho de su efecto gracioso. Lo ácido se ha puesto rancio. Es más: de la irreverencia de Seth MacFarlane (Padre de familia) ha quedado poco: apenas un módica dosis, casi siempre perteneciente a ese humor grueso preferentemente escatológico, destinado a adolescentes de todas las edades. Demasiado poco para resultar divertido o por lo menos para entretener durante las casi dos horas de proyección. No basta con una sucesión de chistes gruesos (con el falo o el semen como repetidos protagonistas) ni con el atrevimiento que supone que la marihuana sea el pan de cada día para el peluche viviente y los personajes que lo rodean si no hay una historia que los enhebre y contenga, y en ese sentido esta secuela es bastante poco generosa. Para quienes no consideran a MacFarlane tan gracioso como él cree ser ni son precisamente fans de la llamada nueva comedia americana, el riesgo es mayor: el aburrimiento. Tras una larga secuencia de títulos a lo Busby Berkeley llega el esperado (?) reencuentro con Ted y su amigo de siempre, John (Mark Wahlberg). Éste ha vivido un fracaso matrimonial de tal magnitud que no ha vuelto a tomar contacto con mujer alguna: hoy prefiere la soledad frente a la pantalla de TV y su variada oferta de pornografía. En cambio, el ex juguete sí se arriesga a la experiencia y ahora mismo se está casando con su novia y compañera de trabajo, Tami Lynn (Jessica Barth). Parece un final feliz, sobre todo si se mantienen los hábitos de siempre que ya se les conocen a los protagonistas y si hay suficiente para fumar. Claro que con el tiempo vendrán las desavenencias entre marido y mujer, y palabrotas, objetos voladores e insultos de todo calibre aturdirán al barrio entero. Menos mal que interviene John y da su consejo: el amor renacerá con la llegada de un hijo. Se olvida de un detalle: ella es de carne y hueso; él, todo de peluche. Habrá que recurrir, pues, a la inseminación artificial, lo que le dará a MacFarlane una nueva excusa para seguir poniendo la genitalidad masculina en protagonista de sus presuntas bromas. Y habrá más tarde otros problemas, sobre todo acerca de la condición del osito -¿es una persona o una propiedad?-, cuestión que habrá que dilucidar en el largo tramo judicial que incluye las consabidas referencias a la cultura popular, algunos invitados especiales (el que más se luce es Liam Neeson), una abogada debutante (Amanda Seyfried), la alusión a otras injustas discriminaciones, la reaparición del "malvado" Giovanni Ribisi. También se admitirá el parche de una escena musical para que Seyfried cante y para que al final todo remate en un cierre sin ideas en el desaprovechado ambiente del Comic Con. No es mucho.
Osito sobreexplotado Ted era ácido, guarro y tierno. El problema con esta secuela es que lo sigue siendo, pero no hay tanto gag. Ted 2 es un ejemplo de lo que pasa cuando una buena idea se sobreexplota. Lo genial de la primera Ted no era el osito de peluche parlante, sino que todo el mundo se tomara con naturalidad que existiera semejante criatura, y que fuera cajero de supermercado, y que tuviera novia. Además, ese osito era ácido, guarro, putañero y fumeta, sin dejar de ser tierno. La dupla de grandulones con mentalidad adolescente que formaba con Mark Wahlberg era insuperable: uno quería ser amigo de esos dos tarados queribles. Con esos atributos, Ted -opera prima de Seth MacFarlane, el creador de las series animadas Family Guy y American Dad- resultó una de las comedias más taquilleras de la historia (recaudó unos 550 millones de dólares, diez veces lo que costó). Era inevitable que hubiera una secuela. Pero el efecto sorpresa ya fue, y entonces estamos ante otra más de las comedias que Hollywood nos viene entregando últimamente: con algunos chistes efectivos y muchos demasiado gastados. Esta vez encontramos al osito como protagonista absoluto y a Wahlberg como el segundón (una lástima). Ted está casado, tratando de formar una familia para encarrilar su ardua vida conyugal y metido en una lucha judicial por ser reconocido como persona, porque resulta que el Estado lo considera un objeto, una mera "propiedad", condición que le quita todos sus derechos civiles. Estas premisas del guión parecen lo suficientemente absurdas como para que la dupla vuelva a lucirse. Pero no, porque se machaca en la repetición de una fórmula. El humor de Ted 2 se basa en tres recursos. Por un lado, los chistes de referencia a la cultura pop en general y en particular a los íconos de los '80 -época en que quedaron varados los protagonistas- que funcionaban muy bien en la primera. Ahora vuelve a haber cameos de celebridades y menciones de nombres propios al por mayor, algo ya demasiado visto no sólo en Ted sino también en otras películas posteriores -Pixeles, sin ir más lejos-, con el agravante de que varios de esos nombres no significan demasiado en la Argentina. Otro cimiento es el humor drogón, una veta también explotada en la primera. El tercer pilar es la escatología: pedos, semen, caca... A los menores de 12 puede causarles gracia; al resto probablemente no.
TED 2 nos trae de regreso al oso más salvaje y malhablado del cine. En esta oportunidad y tras casarse con una bomba sexual, el peluche quiere ser padre, y para ello necesitará la ayuda de su mejor amigo. Sin la sorpresa ni originalidad de la primera entrega, esta secuela recurre a todos los tópicos de la original, chistes sexuales, escatología, humor lisérgico y momentos de homenajes retro. Pero, el libreto tiene muchos altibajos, y si bien hay escenas muy bien logradas, en otras el ritmo es lento, y el metraje parece estirarse innecesariamente. El elenco, con Mark Walhberg a la cabeza, cumple, e interactúa con el oso de manera natural, pero esto ya no resulta suficiente, para esta película que parece una secuela innecesaria de un personaje, Ted, que ya ha dado todo lo que tenía por ofrecer.
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Seth MacFarlane es un conspicuo practicante del humor televisivo y previsible. La construcción del gag chabacano “de guión”, políticamente incorrecto pero obvio y efímero, puede funcionar en ciertos programas televisivos pero es mucho más compleja su ejecución en el cine, donde la clave de la comedia se encuentra en la construcción del espesor de los personajes, un aceitado funcionamiento del montaje y ante todo y fundamentalmente, la imprevisibilidad del paso de comedia. En Ted (2012) ninguno de estos elementos funcionaba y la puesta en escena era mucho más cercana al Padre de Familia del propio MacFarlane que al clasicismo de Los Muppets, donde los muñecos también viven en el mundo de los humanos pero desde Jim Henson y Frank Oz hasta Nicholas Stoller y Jason Segel comprenden los pasos de la comedia clásica y los ejecutan con precisión de relojería. En Ted 2 (2015) MacFarlane regresa al humor televisivo, aunque esta vez menos acentuado y engorroso. Si bien la película continúa con la puesta de gags cortos y efímeros de su predecesora, esta vez el director pretende incursionar en un juego un poco más atractivo, una especie de buddy movie de perdedores white trash como corazón central de la historia, donde los anquilosados chistes de derrota logran que el espectador pueda construir empatía con los personajes, algo que no sucedía en la película original de la saga. Aquí Ted, lejos de la fama de aquel muñeco que misteriosamente tomó vida, busca la redención luego de que el gobierno pretende declararlo “propiedad” y despojarlo de los derechos civiles que tiene cualquier persona. Esta salida de la comedia pura y los toques de melodrama (divorcios y problemas matrimoniales tanto de Ted como del John de Mark Wahlberg), drama social (discriminación laboral, búsqueda de la identidad) y hasta drama jurídico (más allá del exceso de hacer dos secuencias completas de juicio), liberan a MacFarlane de descansar solo en la comedia descocada de TV y hacen que Ted 2 funcione mucho mejor que Ted y que A Million Ways to Die in the West, su película anterior donde se metía en un género (el western) sin tener ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo. La frescura (y las bellas piernas largas) de Amanda Seyfried hacen la película más grácil y le dan un poco de amabilidad a la pareja de perdedores y al pilar central de chabacanería sobre el cual construye MacFarlane. La rubia actriz funciona como una especie de comic relief a la inversa, cuando MacFarlane y Wahlberg se pasan de rosca Seyfried baja a los personajes a lo terrenal y los saca de la comedia limpia para llevarlos al barro del mundo burócrata. De la incorrección política pura y dura en Ted a la redención judicial y burocrática en Ted 2, todo parece marcar un camino para MacFarlane, y no es otro que el camino que sufren los personajes, el del paso del tiempo. Ted 2 marca el fin de la adolescencia tardía para los personajes y quizás como a Ted, le consolida a MacFarlane una identidad como cineasta.
Un año después del casamiento de Ted con Tamy-Lyn (Jessica Barth) la pareja empieza a desplomarse y deciden adoptar un bebe porque creen que de esa manera van a dejar de pelear y van a concentrarse en amar a su hijo. La pareja quiere adoptar un bebe pero el gobierno les niega la oportunidad de ser padres ya que no consideran a Ted una persona, sino que es un objeto y entonces no tiene ningún derecho. A partir de la noticia, la vida de él se empieza a caer a pedazos, lo echan del trabajo, le dan de baja las tarjetas de créditos y le anulan el casamiento. En ese momento John y Ted deciden hacerles un juicio al gobierno para que el oso de peluche sea considerado persona y pueda volver a su vida normal. Para poder ganar el juicio necesitan a un abogado y la única posibilidad que tienen es Samantha (Amanda Seyfried), una abogada recién recibida que lo haría todo por la experiencia. En la primer película John era el personaje que tenía que crecer, en esta oportunidad tiene un viaje completamente diferente que lo deja ser a él el “bardo” de la película y lo pone a Ted frente a un objetivo que lo tiene que hacer crecer. Seth MacFarlane es el director y guionista de la película. El guión no es muy bueno, tiene muchas pequeñas historias, que generan minutos de pantalla y situaciones, que aunque sean graciosas podrían no estar. Por un lado tenemos el camino al juicio, por el otro tenemos el luto de John (Mark Wahlberg) que se separó de Lori (Mila Kunis-Ted/2012) y tiene que volver a enamorarse. Pero también hay una tercera historia que tiene que ver Donny, el hombre que se quiere robar a Ted en la primer entrega, que vuelve para tener lo que tanto quiere. El creador de “Padre de Familia” hace una historia que tranquilamente podría ser un capítulo de la serie, porque toma los temas que se tocan en la misma, con un humor extremo, sin miedo a ofender y trata de mostrar detrás de todos los chistes y las risas temas que están en la conversación constante de las personas. La película tiene muchos errores en la estructura del guión, pero eso no hace que no se disfrute, ya que los chistes van de menor a mayor, las actuaciones ayudan, las situaciones absurdas, bizarras y divertidas hacen que la película no decepcione.
Ni el propio Seth MacFarlane debe entender qué pasó, lo rápido que cambió todo en su carrera profesional. El hombre, que durante años lograba éxito tras éxito primero en televisión (con FAMILY GUY y AMERICAN DAD, principalmente) y luego con TED, una de las comedias más celebradas y taquilleras de la historia (recaudó 218 millones en EE.UU. y 550 en todo el mundo), empezó a perder puntos con la audiencia en su país tras una muy criticada conducción de la ceremonia del Oscar, en 2013. El año pasado estrenó la comedia del Oeste titulada, ejem, PUEBLO CHICO, PISTOLA GRANDE y fue un fracaso importante, recaudando sólo 40 millones de dólares. Y para 2015 no le quedó otra que regresar a su “osito de la suerte” y hacer una secuela de TED. Pero la película tampoco funcionó allí y el problema no es necesariamente de números, sino que no es ni la mitad de graciosa ni tiene la chispa ni la sorpresa de la primera parte. Sin ser una gran película, la original TED tenía momentos muy efectivos y el personaje del oso de peluche descontrolado era una creación muy original y divertida. La secuela perdió el efecto sorpresa, el personaje se volvió un tanto reiterativo y los chistes perdieron buena parte de la gracia. De hecho, hasta a los propios actores se los ve como haciendo todo medio “de taquito”. ted2TED 2 tiene, otra vez, algunos momentos hilarantes y algunas salidas verbales realmente muy graciosas, pero son pocas, muy pocas, y no sostienen a la película, que se hace larguísima con sus casi dos horas de duración. Esta vez Ted se casa y los problemas empiezan cuando quiere tener un bebé y la ley lo considera un objeto y no un ser humano por lo que no tiene derechos para hacerlo. De hecho, de un día para otro pierde todos los derechos que tenía, incluyendo su trabajo y su matrimonio. Pero no lo pierde a John (un desganado Mark Wahlberg), que se ha divorciado y que hará lo posible para probar que Ted no es un objeto sino un humano. Para eso necesitan la ayuda de una joven abogada (encarnada por Amanda Seyfried), con la que se presentan a juicio para probar la “humanidad” del pequeño oso, y quien se convertirá en el nuevo interés romántico de John, por más que no sepa diferenciar a STAR WARS de STRAR TREK. ted-2-ted-jessica-barth-01-636-380Los cameos o papeles breves de famosos (como Liam Neeson, el jugador de fútbol americano Tom Brady o el mismo Morgan Freeman) y los chistes con situaciones y personajes de la actualidad le dan al filme un carácter aún más televisivo que el del filme original. Muy pocos de esos chistes son efectivos y a la enésima referencia a objetos de la cultura pop de los ’80 la cuestión se vuelve más que reiterativa. Hay una sola secuencia que me sorprendió por su creatividad y originalidad: es una muy breve en la que Ted y John, ocultos entre el público que va a ver un show de stand up, lo desafían al comediante a hacer bromas con temas tabú. Esa discusión –lo mismo que el tema central de la película ligado, en cierto punto, con los derechos humanos– hablan de una idea de MacFarlane de darle a TED un cierto tono crítico respecto a ciertos temas de la discusión pública y mediática, especialmente ironizando sobre los que se fastidian con su estilo bastante ácido y corrosivo de hacer humor. Pero más allá de que el dedo está puesto sobre la llaga de esa discusión, la película en sí no es lo suficientemente efectiva como para ser defendida por eso. Comediantes como Louis CK también se meten en zonas “políticamente incorrectas” en su humor, recibiendo muchas críticas por hacer bromas con temas un poco densos, pero en su caso la efectividad e ingenio de esos ataques conscientes a lo que “se debe” y lo que “se puede” validan el apoyo crítico. Uno quiere apoyar el punto de vista de MacFarlane –el humor debería poder atacar cualquier tema y de cualquier forma–, pero no solo como concepto. Las bromas en sí deben ser buenas para celebrar los riesgos tomados. Y en TED 2 muy pocas veces lo son…
Seth MacFarlane es un realizador que sabe repetirse y ha hecho una firme carrera a base de ello. Plagio di plagio dirían Los Simpsons para hacer referencia a American Dad! -o, para el caso, The Cleveland Show-, que más allá de mantener una estructura y humor muy parecido al de Family Guy, tiene cierta identidad propia y ni hablar de éxito. En su paso al cine, el humorista buscó hacer las cosas de manera diferente. Con Ted consiguió un debut en pantalla grande soñado, con una comedia de clasificación restringida que tuvo una de las recaudaciones más grandes del 2012, que gustó tanto a la crítica como al público, que obtuvo una nominación a un Premio de la Academia y que daba cuenta de un promisorio salto hacia otro medio, a pesar de mantener algo de humor televisivo. Sin embargo, su siguiente trabajo marcó un cambio de rumbo. El hombre no quiso repetirse y llevó adelante A Million Ways to Die in the West, una producción decididamente fallida que desperdició innumerables recursos a favor concentrándose en el peor tipo de humor que tiene. Y ahora llega Ted 2, una secuela en la que demuestra cierta intención de no reiterarse, aunque su resultado diste de ser el ideal y agote en tiempo récord la gracia de su personaje. Dado que le encanta hacer referencias cinéfilas, "¿Why so serious?" le preguntaría The Joker a MacFarlane. Equipo que gana no se toca es algo que se tiende a decir, sin embargo el cómico elige un rumbo decididamente errado para encarar esta segunda parte. Ted cobró vida por arte de magia y nadie se preocupó en descifrar los misterios por los que lo hizo, así como ninguno se pregunta por qué Stewie habla, Brian anda en dos patas o por qué Roger tiene un humor tan cínico. El oso de la infancia se despertó, fue una celebridad fugaz y se mantuvo siempre al lado de John Bennett, creciendo juntos, divirtiéndose y drogándose en una eterna adolescencia. El realizador decide, en esta oportunidad, dejar el humor un poco de lado para enfocarse en las cuestiones legales y civiles que acarrea tener un peluche con vida. Lo que consigue, por momentos, se asemeja a un drama aleccionador con esporádicos toques de gracia, insuficientes como para hacer una comedia fuerte o siquiera una secuela digna, pero que bastan como para minar el poco peso emotivo que puede tener el planteo. Un gran problema de A Million Ways to Die in the West se daba porque el realizador decidió asumir el rol protagonista, uno que no le calzaba para nada. En ese mismo sentido, Ted tiene un papel que en comparación es mucho más importante que el de Mark Wahlberg, con lo que el vínculo de amistad entre ambos carece del desarrollo de la primera parte, a medida que gana espacio la Tami-Lynn de Jessica Barth. El actor de la última Transformers es el personaje central de la original, mientras que el oso es el secuaz mal hablado y drogadicto que lo acompaña. Ahora hay una inversión de roles que relega a John Bennett a un puesto de acompañante. Las razones de su divorcio de Mila Kunis no se exploran, su actualidad laboral tampoco y menos aún su condición de adulto con un peluche parlante, temas que estaban bien presentes anteriormente. Sí se abunda sobre su nula vida romántica pero como una excusa para que Ted trate de ayudarlo a volver al mundo de las citas o para que conozca a la abogada que encarna Amanda Seyfried, quien se sumará al periplo legal del oso. Guste o no el humor de MacFarlane, Ted tenía el mérito de ser verdaderamente divertida con un chiste tras otro. Al concentrarse en tantas cuestiones de índole dramática -derechos civiles, imposibilidad de tener un hijo por inseminación artificial o adopción, problemas maritales y demás-, Ted 2 se olvida de ser una comedia y la gracia escasea. El director y los guionistas Alec Sulkin y Wellesley Wild se enfocan más en darle entidad jurídica al personaje que en causar risas genuinas, con lo que se apunta en forma principal a recursos ya empleados en la primera -personajes como Sam Jones, Patrick Warburton o Giovanni Ribisi, ni hablar de ciertos gags-, a una gran cantidad de guiños cinéfilos, a un efectismo escatológico, a los cameos de celebridades y al humor televisivo de siempre. Esta continuación por momentos puede ser realmente graciosa y lograda -el musical del principio promete mucho más de lo que se obtiene-, con lo que la experiencia dista de ser un desperdicio. Pero en esta oportunidad la comedia no brilla ni por su ingenio ni por su frecuencia, en pos de una serie de calamidades que quieren llamar a la reflexión sobre los tiempos que corren. Con más fallos que aciertos, queda claro que Ted debió ser dejado en donde estaba.
Lejos del original, pero aún divierte Partiendo de un argumento más absurdo que gracioso, “Ted 2” está por debajo del nivel del original, pero tiene una batería de buenos gags y una imaginativa dirección de Seth Mac Farlane. Un argumento sobre un juicio por los derechos civiles es lo último que se podría esperar de la secuela de "Ted", la comedia negra sobre un osito de peluche que fuma marihuana y es en general una pésima influencia para su amigo del alma interpretado por Mark Wahlberg. Pero de esto se trata "Ted 2", ya que el oso está casado con una chica y, en medio de una crisis matrimonial, la pareja decide que la solución es adoptar un niño, lo que no sólo les es denegado sino que, además, provoca una serie de investigaciones del Estado sobre la vida de Ted que lleva a declarar que él no es una persona sino una propiedad, lo que determina que no pueda adoptar hijos ni tampoco tener trabajo, ni obra social, y ni siquiera estar casado. Así que el resto del film es un juicio para demostrar que el osito puede ser considerado una persona, lo que en realidad es más absurdo que divertido, aunque a lo largo del film hay buenos gags que salvan el conjunto, que además, incluye personajes de lo más extraños a cargo de actores como Giovanni Ribisi o el mucho más serio Morgan Freeman. Pero, básicamente, "Ted 2" está por debajo del nivel del film original -que se convirtió en una de las comedia prohibidas para menores más taquilleras de todos los tiempos- y no es otra cosa que una trama totalmente disparatada intercalada por una batería de gags, algunos de los cuales funcionan bastante bien. La imaginativa dirección de Seth Mac Farlane que además es la voz del oso- ayuda para que la película se deje ver amablemente, si no se espera algo parecido a la primera formidable "Ted".
La amistad genuina, no contaminada por ningún sentimiento negativo, es una de las cosas más hermosas que pueden pasarle a uno en la vida. Encontrar esa alma gemela y disfrutar de la vida juntos, sin las demandas ni el inevitable aburrimiento de la pareja, es una hazaña divina. La amistad genuina nunca deja que sus miembros se cansen uno del otro, o que caigan en la rutina, o que se recriminen cosas (esas miserias, como bien sabemos, están reservadas exclusivamente para el ámbito de la pareja). Mientras la pareja necesita de cambio y crecimiento, de aprendizaje, la amistad puede vivir en el eterno territorio de la meseta, eso que una pareja llamaría “estancamiento”. Ted es una de las películas más lindas que existen sobre la amistad, la incondicionalidad y el paso del tiempo. Una película llena de humor, amor y personajes hermosos. Ted es, una vez más, el peluche que todos quisiéramos tener: el amigo fiel, drogón, guarango, con sentido del humor, sensible e inteligente. Y, en esta nueva entrega, también es humano. Es que Ted necesita ser humano para poder legalizar su matrimonio (sí, Ted se casó, hecho que trae el correspondiente peligro de la irrupción de la lógica progresiva de una pareja), trabajar, alquilar un departamento, pagar los impuestos y adoptar un bebé. Ted estandarizó su vida, sí, pero eso no molesta, porque sigue siendo el mismo, haciendo los mismos chistes, y con las mismas costumbres y los mismos rituales que comparte con John (Mark Wahlberg). Ahí está la amistad genuina, inalterable con el paso de los años y los compromisos, pese a todo y a todos (la escena del semen es una de las mejores cosas que vi en mucho tiempo). En este sentido, es vital la comparación, ya que nada tiene de odiosa: ahí donde Ted aburría con el personaje anodino de Lori (Mila Kunis), Ted 2 nos regala a la hermosa Samantha (Amanda Seyfried). El personaje de Kunis era tan irritante que daban ganas de pegarle una cachetada cada vez que abría la boca. Era el prototipo de la mina insufrible, histérica, castradora, más preocupada por hacer encajar a John en un molde que por construir una pareja. Y el final con la reconciliación y la toma de conciencia de John era, cuanto menos, soporífero y conservador. Aquí MacFarlane parece haber tomado cuenta de esa traición. Por eso cambia. ¿Cómo? Con una mujer que sea la contracara de aquella. Hablamos de Samantha (una bocanada de aire freso, la mina copada, inteligente, buena onda, con sentido del humor, fumona como ellos, relajada, hermosa y talentosa en todo lo que hace, la mujer perfecta), ya que su irrupción profundiza aún más la amistad entre Ted y John, sin cambios, sin crecimientos, sin aprendizajes, porque no hay nada que corregir ahí. Amanda Seyfried es una bocanada de aire fresco para Ted 2. Me gusta Ted 2 porque, contra buena parte del cine coming of age mainstream, todo sigue igual, porque no siempre hay que cambiar, porque permanecer en el mismo estado de estancamiento puede ser hermoso, más cuando se trata de la amistad y de sus códigos. Hay quienes dicen que las amistades se modifican, que uno cambia o madura y, por ende, los vínculos también lo hacen, porque si no, no hay crecimiento y todo se estanca o se termina. No estoy de acuerdo. Nunca lo estuve. Cuando una relación es fuerte y radiante, no hay crecimiento ni maduración ni caminos diferentes ni parejas que puedan atentar contra ella. Ni hijos ni matrimonios. Ted 2 quizá también se permita pensar la posibilidad de que la pareja sea vivida del mismo modo. Y nosotros, felices, nos repetimos esos principios, como un mantra.
TEDioso Ted funcionaba dada la novedad del peluche parlanchín y su burla consciente de todo estereotipo que pulula aún hoy en las comedias blandas, provenientes de la industria y es justo decir que también se adueñó de gran parte del cine independiente, bajo la cansadora disfuncionalidad en estado puro. Por eso, y teniendo presente el fallido film anterior de McFarlane A Million Ways To Die In The West (2014), con esta secuela no había demasiado por esperar. Además, pareciera que esta vez el coctel de sustancias no pegó tanto en McFarlane y equipo, ya que su historia es una oda al exceso de la paciencia del espectador, TEDiosa y larga como pocas veces se recuerda en un producto tan mediocre como este. Así las cosas, agotada la premisa de la primera entrega, el juguete que cobra vida se casa con la despampanante Jessica Barth, de vuelta en el rol de la mal hablada Barbie, Tami-lynn, mientras su amigo John (Mark Whalberg) pena por haber quedado solo, tras su separación matrimonial. Después de un año de convivencia, como toda pareja moderna, el oso y la rubia se llevan a las piñas, violencia de género explícita entre ella y el peluche. La solución se la aporta la empleada afroamericana de turno, y no es otra que tener un hijo y así comenzar la travesía para conseguir esperma y Ted 2 foto 2cumplir el sueño de Teddy. Pero en el medio de ese derrotero se introduce el verdadero conflicto de la historia: el estado norteamericano no considera al peluche como persona y le da el estatus de propiedad, por lo cual todos sus derechos de ciudadano quedan neutralizados y eso implica nada menos que un juicio para abrirle la puerta a una parodia a las películas de abogados, que no tiene ideas más que los apuntes drogones del creador de Family Guy. La abogada, también drogona e inexperta, está a cargo de Amanda Seyfried, a la vez interés amoroso de John que no le agrega ni una pizca de pimienta al relato, que se consume a las primeras pitadas y luego se repite como disco rayado con los mismos chistes una y otra vez. Esperemos que, ya consolidada la familia del peluche más zafado del cine, no transite por ninguna otra crisis existencial que amerite un despropósito cinematográfico como el que lamentablemente se dio a luz.
Los derechos de un osito de peluche La habilidad del actor y director para crear situaciones y disparar chistes a repetición hace divertida esta segunda parte de Ted, que acompaña los intentos del muñeco por ser considerado “individuo”. Lástima cierta moralina, que pretende agregarle “contenido” al film.Como en su primera parte, Ted 2, de Seth MacFarlane, vuelve a ser un festival de chistes y gags a los que es difícil cuestionarles la gracia, pero cuya efectividad depende demasiado del tipo de humor que esté dispuesto a aceptar cada espectador. Mientras más amplio sea ese registro, incluyendo la grosería, la incorrección política extrema, la escatología (también extrema) e incluso muchas veces lo cándido, entendiendo por esto último lo inocente pero también lo lisa y llanamente estúpido, más se disfrutará de la experiencia que propone esta segunda película protagonizada por el descontrolado osito de peluche y su mejor amigo humano. La diferencia con la anterior es que esta vez MacFarlane, actor, escritor y director, queriendo sumar a la historia algo de contenido (en el sentido más chato del término, el más banal), mete la pata en el mismo charco que aquellos que suelen ser los blancos favoritos de sus burlas. De esta manera, la película acaba en un berenjenal moral del que no sale del todo bien parada, y además genera un lastre de unos cuantos minutos extra que podrían haberse ahorrado.Desde lo formal, Ted 2 de algún modo actualiza el modelo de comedia que con tanto éxito hicieron los hermanos Zucker y Jim Abrahams en los años ’80 con Top Secret o ¿Y dónde está el piloto? (que ya en la película original era homenajeada de manera explícita), o yendo hasta el fondo del asunto (y salvando las distancias), lo que hacían otros hermanos, los Marx, en los albores del cine sonoro. Es decir, se desentiende de la lógica narrativa para construir sobre una lógica humorística, haciendo que la historia sea apenas un vehículo para que el humor pueda dispararse en las direcciones más inesperadas, sin tener que responder dentro del relato más que a su propia gracia. En ese sentido, este es un film mucho menos complejo que el anterior, en donde humor e historia se amalgamaban de un modo poderosísimo para crear una alegoría hilarante acerca de la amistad y las dificultades de volverse grande. Pero esta vez MacFarlane le reserva una porción minoritaria, pero fundamental en los términos del propio relato, a intentar esbozar un mensaje demasiado explícito. Con los consabidos riesgos que semejante pretensión acarrea: los de caer por las barrancas de lo innecesariamente didáctico, de la moraleja torpe y la moralina más rancia. Todo lo que para una película como esta, cuya apuesta es lúdica por definición, representa una contradicción literal.El asunto no es complicado: Ted es un osito de peluche que cobró vida gracias a un deseo navideño de John, su dueño, durante la infancia. Tras haber crecido juntos, Ted consigue tener una vida propia, independiente de su vínculo con John: trabaja, se ha casado y ahora con su esposa quieren tener un hijo, algo imposible para un peluche. La solución es adoptar, pero el trámite se complica porque, en tanto muñeco, Ted también carece de entidad civil. A partir de ahí el osito comienza a perder su vida social por no ser considerado legalmente una persona sino un objeto, una mercancía cuya esencia es la de ser propiedad de alguien antes que individuo. Lo que sigue es la cruzada de Ted y John por obtener el reconocimiento de esos derechos. Aunque todo esto suena muy pretencioso (y lo es), MacFarlane logra morigerar la cosa a partir de su gran habilidad para crear situaciones y disparar chistes a repetición, por lo general muy buenos y disfrutables, sobre todo para quienes posean una buena cultura cinéfila de corte pop. Justamente en ese laissez faire humorístico está lo mejor de Ted 2, porque por ese camino se convierte en un parque de diversiones en el que todo el tiempo se está deseando dar una vuelta más. Liberarse a ese impulso puede hacer de la película una experiencia grata.Por el contrario, en lo concerniente a esa lección de vida que la película pretende dejar, el trabajo de MacFarlane es tosco y superficial. E incluso viciado de una mirada de inesperado perfil conservador, según la cual los derechos del subversivamente encantador Ted a ser considerado un individuo, sólo le serán concedidos una vez que él y John hayan dado una prueba de ser útiles a la sociedad, de estar dispuestos a adaptarse a la norma, de encajar en los moldes de los cuales la película se ríe. Nada más alejado del espíritu del personaje y, sobre todo, del humor revulsivo de su creador.
El humor de MacFarlane es un género en sí, y tiene amantes y detractores por igual. En Ted 2, se busca repetir los aciertos del primer film pero sin el mismo éxito. Lo que en Ted (2012) funcionaba de manera orgánica aquí resulta forzado y -peor- predecible. El gran fuerte del humor MacFarlane es su comentario malintencionado dirigido al mundo pop y a todo lo que se asemeje a ser políticamente incorrecto, envuelto -claro- en el absurdo total. Y tal vez al hacerlo cae en su propia trampa: no sorprende porque hoy todos hacen lo que él hacía en 1999 (Family Guy). Quizás esta historia del osito porrero y su amigo no daba para una secuela, pero el dinero manda en Hollywood y el resultado es este film a medio cocer.
El oso desgastado ¿Era necesario? La secuela de Ted no llega a estar a la altura de la primera, la compra ciega de todo lo que lleve la rúbrica de Seth MacFarlane en este caso no lleva a buen puerto. El reparto promete y la seguidilla de chistes genera un buen timing en la comedia, aunque el exceso de golpes bajos la torna una historia con un dramatismo exagerado. El acuerdo tácito con el espectador, por más que no haya visto la película anterior, acerca de la existencia de un peluche que cobró vida -personifica un reventado- permite apostar por una historia que empieza y termina en el oso. Antes la historia se construyó como un relato cronológico desde la infancia hasta la adultez de John (Mark Wahlberg) que ahora queda un tanto relegado y el protagónico femenino se transfiere para Amanda Seyfried, quien arrastra una gran racha de películas regulares a muy malas y aquí no pudo repuntar. El humor es inteligente, a veces básico y siempre cínico. Charlie Hebdo, 9/11, Germanwins, Robin Williams, matrimonio igualitario y racismo son parte del catálogo de incomodidades para el público estadounidense que preparó MacFarlane. Ted quiere ser padre luego de contraer matrimonio y se encuentra con un impedimento legal por su condición de propiedad, el engranaje burocrático termina convirtiéndose en una sátira a otras películas que representan un subgénero en sí mismas: La dama de oro, Una mente brillante, El juez, Mi nombre es Sam, A sangre fría, entre otras. Entre los alegatos se pone en duda la condición de ser humano de Steven Tyler, por citar sólo un ejemplo. El principio muestra una coreografía al estilo Magical Mistery Tour y es prometedor, de todas maneras los personajes (en particular Ted) terminan desdibujándose en el transcurso de una comedia donde el valor fundamental es la amistad por sobre todas las cosas. Por supuesto nunca deja de ser ajeno el lenguaje soez y el consumo de drogas. Salvando las distancias, el suceso que inspiró el nuevo desembarco de Ted en la pantalla grande fue el Caso Dred Scott contra Sandford, durante la Guerra de Secesión, cuando a un esclavo (considerado propiedad) se le negó el derecho a convertirse legalmente en ciudadano libre. Fue un factor importante el desarrollo de la siguiente Guerra Civil. El revisionismo del director y guionista se ocupa también de revivir viejas glorias del cine, cuyo clímax lo alcanza en la visita a la Convención Internacional de Cómics de San Diego (Comic-con) donde hace justicia con muchos personajes olvidados por las nuevas generaciones. No se repite la célebre canción del trueno, tampoco se incorpora alguna original, aunque se mofan con algunas versiones desopilantes que disimulan una trama que se cae a pedazos; el doctor que recibe en un hospital a Ted se presenta como Dr. Danzer e instantáneamente el oso le retruca “Tiny Dancer”, de Elton John. El papel de la esposa, Tami-Lynn (Jessica Barth), es el más flojo de todos. Causa poca empatía y está lejos de competir con la sociedad construida por los amigos. La nueva y enigmática cajera del supermercado resultaba más atractiva en su incursión a la historia, y lo mismo pasa con Mila Kunis, que funcionaba mejor que Seyfried, una joven abogada que será imprescindible en la cruzada legal pero dista de poner orden en la vida de los protagonistas y carece de conocimientos culturales impostergables como la saga Star Wars y El señor de los anillos. Ted 2 es ideal para televisión, aunque si lo que buscan es comedia no tiene competencia en la cartelera. Las risas están aseguradas, pero no esperen algo que se asemeje al primer largometraje de MacFarlane. De yapa: Morgan Freeman, Liam Neeson y Sam J. Jones hacen breves pero anecdóticas apariciones.
Ya no hay sorpresa, pero sigue la diversión, el entretenimiento y los pochoclos. Este film es genial para los fans Seth MacFarlane (una vez más como director, guionista, actor y productor) y quienes lo acompañaron en “Family Guy” y en la primera entrega de “Ted” en el 2012 apoyarán esta dado que mantiene su estilo, es divertida y los protagonistas siguen manteniendo su afecto. Ahora John Bennet (Mark Wahlberg) se encuentra solo, divorciado de Lori Collins (Mila Kunis) y su oso de peluche compañero desde su infancia Ted (voz de Seth MacFarlane) se casa con la bella cajera Tami-Lynn (Jessica Barth, “Superagente 86 de película"). Comienza con algunos puntos a favor desde los créditos con buenas coreografías y un número musical, homenajeando aquellos de los años 50. Después lo que continúa es la convivencia escándalos en el vecindario en el que se destacan los momentos divertidos. Para reafirmar su amor una compañera del supermercado donde trabajan juntos le sugiere que tengan un hijo con su esposa. Abordan varios inconvenientes y deben encontrar un donante, dada su naturaleza, en busca de esto se genera una gran odisea alocada intentando encontrar la persona adecuada, cuando están a punto de la inseminación, Tami tiene problemas de fertilidad, por lo tanto deciden adoptar y ahí surge la gran hazaña: demostrar que Ted es una persona real porque por el estado es considerado un objeto, una propiedad y le quitan todos los derechos civiles. Nadie quiere tomar el caso y para ayudarlos aparece un abogado muy especial: la joven inexperta de 26 años Samantha (Amanda Seyfried) divertidísima que se suma al desequilibrio de los protagonistas con fumatas entre otras cosas, pero quien terminara ayudándolos en la corte suprema es el abogado Patrick Meighan (Morgan Freeman) cuya intervención no es casual. Lo que continúa es una serie de situaciones cómicas, humor absurdo, acido, escatológico, friki y surrealista, otros personajes John Slattery fiscal, el malvado Giovanni Ribisi y cameos brillantes a: Jay Leno, Liam Neeson, Sam J. Jones, Michael Dorn, Tom Brady, Jimmy Kimmel, Dennis Haysbert, entre otros. Llena de referencias a otros films. Increíbles situaciones en el “Comic Con”. Todos los toques son alocados, como así también dramáticos y usa a Ted como metáfora para hacer una crítica de la sociedad en la que vive, entre otras críticas. Quédate a ver hasta el último de los créditos porque hay yapa.
Ted está de regreso en esta muy, pero muy buena segunda entrega de la comedia con la que Seth MacFarlane nos sorprendió en 2012 al presentarnos la historia de John Bennett (Mark Wahlberg), un hombre que de niño deseó que su osito de peluche cobrara vida y fuese su mejor amigo para siempre. Claro que éste se convirtió en un adicto a las drogas, al alcohol, a las fiestas y al sexo. Además de haber escrito el guión (nuevamente junto a junto a Alec Sulkin y Wellesley Wild), el creador de las series animadas “Padre de Familia”, “American Dad” y “The Cleveland Show” retoma la silla de director y vuelve a prestarle su voz a este malhablado e irreverente personaje, que en esta ocasión ha sentado cabeza con su novia Tami-Lynn (Jessica Barth). Cuando los problemas maritales comienzan a afectar a los recién casados, la flamante pareja decide tener un bebé para salvar su matrimonio. Sin embargo, no parece sencillo, ya que deberá conseguir un donante de esperma (¿hace falta aclarar la razón de este recurso y no el biológico natural?), lo cual también se torna desopilantemente complicado. La siguiente opción es la adopción pero sus esperanzas se derrumban cuando la Comunidad del Estado de Massachusetts (el film vuelve a transcurrir en Boston) declara que Ted no es una persona ante la ley sino una propiedad sin derechos civiles; por lo tanto, no es apto para adoptar. Por ello, Ted y su “relampamigo” John contratan a una joven e inexperta abogada para poder demandar al estado y re obtener sus estatus legal. Aquí es donde entra en acción Samantha, el personaje de Amada Seyfried, quien -recordemos- ya trabajó junto a MacFarlane en “Pueblo Chico, Pistola Grande” (2014). Durante el proceso legal y la preparación de este caso sin precedentes, esta muchacha aficionada a la marihuana como la dupla protagónica, rápidamente entabla fuertes lazos de amistad con el oso, y especialmente con John, quien se encuentra soltero tras haberse separado de Lori (interpretada por Mila Kunis en la primera película). Obvio que sigue siendo un total inmaduro pero eso no parece afectar su relación. Patrick Warburton (genial el momento “The Tick”) vuelve a aparecer con su personaje gay como así también el actor de “Flash Gordon”, Sam J. Jones. Giovanni Ribisi y su trastornado Donny, que sigue obsesionado con Ted y hace nuevamente de las suyas. En lo que respecta a Morgan Freeman, el actor tiene una pequeña participación como un prestigioso abogado. En cuanto a los cameos, son muy divertidos: Tom Brady, Liam Neeson, Jay Leno, Jimmy Kimmel, Michael Dorn de “Star Trek” y los integrantes de “Saturday Night Live”, Taran Killam, Bobby Moynihan y Kate McKinnon. “Ted 2” (con infaltables momentos musicales de swing y jazz) funciona muchísimo mejor que la primera. Pero esto, sólo será apreciado y tomado en cuenta por quien conoce, consume y disfruta el especial sentido del humor de MacFarlane: negro, escatológico, físico, sexual e incorrecto al extremo.
A este chiste ya lo contaron A Ted, el oso de peluche que ha cobrado vida, las autoridades no le reconocen su condición de “persona”. Su matrimonio fue anulado, así que no puede adoptar un niño. Acompañado por su amigo John y por una joven abogada, Ted inicia una batalla legal para recuperar sus derechos. Nunca deja de sorprender la facilidad con la que Seth MacFarlane pasa de una broma brillante a otra definitivamente estúpida. Es una marca de fábrica con la que no le ha ido nada mal. Al contrario; “Padre de familia” está a la vista. El problema es que el chiste funciona en función de su originalidad y el de Ted quedó agotado en la primera película. La secuela es más de lo mismo: drogas y sexo, sexo y drogas. Y si vienen juntos en el combo, mucho mejor. MacFarlane en estado puro. Ted es guarro y tierno a la vez. Ama a su esposa (Jessica Barth) pero se llevan a las patadas. La solución parece radicar en la paternidad, con el inconveniente de que Ted es un peluche de punta a punta. La donación de esperma queda descartada después de un par de aventuras escatológicas a más no poder, y la adopción choca con un inconveniente: Ted no es un ser humano. A litigar en Tribunales entonces. Aparece en escena Amanda Seyfried, a la que Ted ve igualita a Gollum. Es la abogada fumona de la que John (Mark Wahlberg) se enamora al toque. Antes y después desfilan por la pantalla Jay Leno, Liam Neeson, Tom Brady (un Messi del fútbol americano), Jimmy Kimmel y Morgan Freeman, que se mueve frente al jurado como si fuera James Stewart, Divertido. Giovanni Ribisi es el villano con peluca y disfrazado de tortuga ninja. En fin. El tono de “Ted 2” se reduce a esa monocorde sucesión de chistes de estudiantina entre el osito y John. Las alusiones a la cultura popular estadounidenses son infinitas y más de una ni siquiera es captada en los subtítulos. Para el espectador poco informado de los avatares del universo TMZ resultan incomprensibles. Además de dirigir y de escribir, MacFarlane pone su voz al servicio de Ted, al que los malos de Hasbro (!) quieren despanzurrar para fabricar muchos más. Que alguien los detenga.
La primera parte de "Ted" fue simpática, nos divertimos y era una propuesta diferente... Un oso que de osito cariñoso no tenía absolutamente nada pero sí que estaba repleto de humor (mucho de ese humor quedó en la uno). Esta segunda parte, tres años después, no decepciona pero tampoco te va a volver loca/o. Mark Wahlberg es genial, pero en esta oportunidad no aporta nada diferente a la primera entrega de la historia. Quien se suma a esta aventura es Amanda Seyfried, quién mas allá de su personaje, que por cierto está muy bien y no roza en nada con lo que hizo Mila Kunis, nos deleita con una canción cantada por ella, que genera un momento muy simpático. Varios son los actores que desfilan mientras sucede la acción, para una peli un poco más abajo que la anterior, pero quizás con un poco más de corazón... ahora yo me pregunto ¿eso es lo que buscan los verdaderos fans del osito... un Ted sentimental? Ya lo veremos en los resultados de taquilla que consiga en nuestro país. Mientras tanto, sabés que Ted está de regreso, con algunos buenos gags y con una advertencia... no te levantes de la butaca después de los títulos porque hay una escena oculta (no es IMPERDIBLE, pero es divertido ver como el actor seleccionado le pone muuucha onda a lo que le pidieron que haga).
En Ted 2 la novedad del osito transgresor ya pasó y la película se deja ganar por la corrección política. Hace 30 años un niño llamado John Bennett pidió un deseo: que su osito Teddy cobre vida. Sí, ya conocen la historia: el deseo del niño se cumplió y nació Ted, el oso de peluche más fumón del cine. Los dos crecieron y se hicieron amigos inseparables consumiendo frente al televisor toda la cultura pop de la época. Esta vez su creador, Seth MacFarlane (Padre de familia), lo vuelve a hacer real pero entrega una segunda parte más suave, de bajo voltaje cannábico, lo que hace que no pegue tanto como su antecesora (la primera fue demasiado copada por la novedad, por lo bien trabajados que estaban los chistes, por sus efectivas referencias a la década de 1980 y sus básicos pero agradables homenajes al amplio universo nerd). Ted 2 arranca con el casamiento de Ted (voz de Seth MacFarlane) y Tami-Lynn (Jessica Barth). Pero los problemas matrimoniales llegan sin hacerse esperar (es muy gracioso cuando discuten como marido y mujer estereotipados) y una de las compañeras de trabajo de Ted (son cajeros en un supermercado) le recomienda tener un hijo para mejorar la situación. Es así que el amigo John (Mark Wahlberg) decide donar su esperma para la inseminación artificial. Pero hay un inconveniente: Tami no es fértil debido a su ajetreado historial de drogas y excesos. Deciden adoptar y es ahí cuando surge el problema: Ted deberá demostrar ante un tribunal de justicia que es una persona. Y con el problema surge la pregunta que atraviesa el filme: ¿Ted es una persona o una propiedad? En la tarea por conseguir un abogado entra en escena Samantha (Amanda Seyfried), la profesional novata que los ayudará en el juicio y con quien compartirán risas y llantos entre aromáticas volutas de humo. No faltan el gag chalón (el homenaje a El club de los cinco en la biblioteca y la escena Jurassic Park son un viaje), los habituales chistes escatológicos (el sello de la casa) y los juegos de palabras (se recomienda verla en su idioma original subtitulada). Tampoco faltan los cameos de actores famosos y el lucimiento de Giovanni Ribisi, quien vuelve en el papel del “enfermito” Donny, el perverso malvado y fanático de la cantante Tiffany. Para MacFarlane, Ted es algo así como la representación de la minoría oprimida, y con esto no hace más que atentar contra su propia comedia, ya que cae en una corrección política inobjetable (incorrección sería si Ted estuviera en contra de la marihuana, si fuera un facho). Hay un momento revelador: Ted y Tami están en la cama y el oso dice, mientras fuma cannabis, que ellos serían buenos padres. Esto no hace más que dejar en evidencia lo que MacFarlane cree que es ejemplar, porque al gag lo usa como diciendo que no serían para nada unos buenos padres. Así queda al descubierto el verdadero punto de vista de la película.
Fue en 2012 cuando el creador de Padre De Familia dio el salto al cine con Ted, la historia de un oso de peluche que cobraba vida. Con un humor irreverente, original y bastante nerd (cómo olvidar las visiones al estilo Flash Gordon), Ted logró una buena crítica generalizada y una mejor taquilla. Obviamente, en el hollywood actual, lo segundo asegura una secuela. Ted 2 no sólo perdió a Mila Kunis en el papel secundario, sino que perdió el humor. Y es que, aunque la trama parecía interesante, Amanda Seyfried no es capaz de actuar con naturaleza, y el guión comienza a abusar (aún más) de los chistes sobre sexo y drogas, convirtiendo algo divertido en vulgar. La presencia de gente como Liam Neeson o Morgan Freeman, en lugar de ser divertido, es insoportable. Incluso, la secuencia que tiene lugar en la comic-con de Nueva York, termina por desaprovechar cualquier potencial geek, reduciéndose a repetir una y otra vez el mismo gag sobre adultos molestando adultos. Y por si eso fuera poco, el villano es ridículo y repetitivo (sí, es el mismo). Toda la primer hora del filme no se cansa de jugar con el sexo y las drogas, y no es hasta después del primer juicio cuando comienza a recordar el encanto de la primer parte. Ted 2 es otro ejemplo en el que las segundas partes no son buenas.
Luego de que Ted contraiga matrimonio con Tamy-Lynn, en medio de una crisis con su esposa, toman la decisión de tener un bebé. Por obvias razones, Ted no puede ser el padre biológico de dicho retoño, por lo que acude a su mejor amigo Johnny para que sea el donante de esperma y así poder practicarle inseminación artificial a su esposa. El problema radica en que para que Ted pueda ser padre, necesita ser reconocido como una persona con todos los derechos civiles estadounidenses. Por lo que decide acudir a Samanta Jackson, una inexperta abogada para así obtener los mismos derechos que sus compatriotas, y poder ser padre. Un osito de peluche de Taiwán Cuando por el ya lejano septiembre de 2012 llegó a las salas de nuestro país la primera película de Ted, la recibimos con los brazos abiertos, en primer lugar porque era la opera prima de Seth McFarlane, y en segundo término porque la idea era tan absurda, tan fuera de lugar, que en medio de una avalancha de comedias bobas y sin gracia podía traernos algo fresco, y así fue, la primera cinta de Seth no falló y fue la película de Universal Pictures que más recaudo en el año 2012 y la comedia para adultos que más vendió en la historia del cine. Con Family Guy, American Dad y Ted, McFarlane tenía el visto bueno para poder dar rienda suelta a sus proyectos cómicos, así fue que el año pasado llegó la bastardeada A Million Ways To Die In The West, o como la titularon en nuestro país: Pueblo Chico, Pistola Grande, la cual fue casi un fracaso tanto en crítica como en recaudación, aunque la idea de Universal (el estudio detrás de McFarlane) era producir la secuela de Ted y ponerle todas las fichas a ese proyecto. Lamentablemente con Ted 2 se pierde algo esencial de la primera parte: el efecto sorpresa. Aunque esto es algo obvio: ya todos conocimos a Ted y Johnny, no nos sorprende ver a ese tierno oso de peluche lanzar insultos, drogarse o tomar alcohol, lo que era gracioso por ser tan novedoso e innovador en la primera parte, aquí ya no lo es. Y menos aún si tenemos en cuenta que gran parte de la cinta se trata sobre el litigio que lleva adelante Ted contra el bien común de Massachusetts intentando ser reconocido como una persona civil. ¿Innovador? No. ¿Gracioso? Algo. ¿Entretenido? Sin lugar a dudas. Muchos podrán cuestionar a McFarlane por su humor chabacano, grosero y explicito, pero que el actor sabe cómo utilizar esos recursos para generar comedia no puede negarlo nadie. Los chistes de mal gusto, las referencias pop, las figuras conocidas en pantalla, las coreografías, la buena música y el humor negro no faltan en la cinta, y eso es McFarlane en estado puro. El reparto se completa con Mark Walhberg y Amanda Seyfried acompañando con muy buena química a Ted, y aunque se extrañe a Mila Kunis, Seyfried no decepciona como reemplazo. Conclusión Ted 2 no sorprende en nada, pero funciona como comedia. Entre tanta basura del género humorístico que nos llega, la secuela del oso de peluche es algo bueno sin lugar a dudas. Con escenas totalmente absurdas, chistes groseros, y humor negro, McFarlane sabe sacar risas a quien le guste este tipo de humor, porque, obviamente este tipo de comedia no es para todos. Si bien no es tan graciosa como la primera, es una digna secuela que no decepciona. Recomendable para olvidarse de todo y reír un rato.
La parte automática La secuencia de títulos inciales de Ted 2 deja entrever, a modo de homenaje a las elaboradas y caleidoscópicas coreografías de Bubsy Berkeley con sus formas geométricas, el amor de Seth MacFarlane por el musical clásico, algo que ya había demostrado cuando fue anfitrión de los Oscars en 2013. Lo que sigue es el intento del creador de Padre de familia por replicar esa fórmula perfecta y porreada que era Ted, pero operando desde la redundancia y obteniendo como resultado todo lo contrario a la primera. Si aquella novedosa incursión del comediante en la dirección era salvajemente divertida e ingeniosa, ahora se aleja de la inteligencia y la acidez que presentaba de su predecesora y se acerca más al humor disperso de A Million Ways to Die in the West, su segunda película como realizador. Pero no todo está perdido. La habilidad del lechoso comediante de la sonrisa Colgate para crear las situaciones más disparatadas sigue intacta y consigue dos o tres momentos que explotan en la pantalla como ruidosos chasquibumes, aunque su efecto se extingua igual de rápido. Sin embargo, estos pequeños y efímeros rastros desperdigados, que dan cuenta de un gran manejo del género, son los menos. A diferencia de su antecesora, una comedia extraordinaria que escupía chistes eficaces de manera desaforada, aquí la mayoría resultan anémicos y perezosos, además de perder la espontaneidad porque se ven venir a kilómetros de distancia. Se sabe: el timing es algo esencial en la comedia y MacFarlane lo entiende a la perfección, solo que a veces tiene más puntería que otras y a veces, como su personaje en A Million…, no le pega a nada. Si bien este no es el caso, ni todos los chistes sobre negros, drogas y semen del mundo le alcanzan al director, que supo forjarse una carrera a base de la repetición, para hacer de ésta una secuela digna. Sus mejores instantes son los que la comedia salvaje y escatológica logra infiltrarse en algún recoveco entre los derechos civiles, la adopción y los problemas maritales. Tampoco aportan demasiado los cameos que son muy poco graciosos ni un Mark Walhberg relegado, un poco en piloto automático y sin tanto protagonismo. La película se va desinflando en medio de una trama que a pesar de tener más carga dramática que la anterior, no genera tensión alguna. El problema no es que sea menos original que la primera, sino el desgano que se evidencia en la búsqueda constante por el chiste fácil que puede funcionar la primera vez, pero que pierde la gracia cuando se reitera una y otra vez. Da la sensación de que MacFarlane no puso demasiado empeño en que la secuela del oso que queremos como nuestro amigo lograra sumir al espectador en una catarata imparable de risas, como sucedía con Ted. Al igual que Minions –otro ejemplar en el que escasean las ideas–Ted 2 es la prueba de lo que pasa cuando una buena idea es sobreexplotada y está evidentemente más apuntada hacia el marketing que a expandir y enriquecer el maravilloso universo presentado anteriormente.
Ante un éxito de muy buen margen económico con uno de los humoristas importantes de nuestro tiempo como Seth McFarlane, era de esperar una secuela de Ted (voz del propio cómico), el osito de peluche más irreverente, sarcástico, políticamente incorrecto, bromita, sexópata, drogón y culturalmente ignorante de la historia del cine. Y el único claro. Ted viene a ser el lado oscuro de Winnie Pooh (incluyendo las canciones y sus letras) y sin embargo es mucho más interesante como personaje que el insoportable personaje de la Disney. Tanto en la anterior como en esta entrega todo pasa por construir, en las acciones de Ted, el alter ego (parodiado) del norteamericano promedio constituido tanto en éste personaje como en Homero Simpson, Pedro Picapiedra, Charles Griswold y cientos de otros bien tipificados. Hay que decirlo: cuando se lo propone, la comunidad artística de Hollywood tiene una mirada genialmente ácida y corrosiva sobre la sociedad, en especial sobre la clase media. El guión original contaba la historia de un chico que deseaba tanto que su osito cobrara vida que una noche mágica ocurrió y los transformó en amigos inseparables, compinches y cómplices en todo. Para instalar el verosímil, (sino era raro que la gente mirara, interactuara y tomara a Ted con total naturalidad), el oso se vuelve archi-famoso y popular por su condición de juguete vivo. Dando todo esto por entendido, la segunda parte ya tiene los personajes recontra instalados. El eje central de la crítica está puesto sobre la justicia, la cual en un fallo (¿tardío?) quita toda consideración sobre Ted como "persona" para pasar a tomarlo como "propiedad". No conviene aclarar ni contar otras viñetas del guión porque este es bastante endeble en su estructura. En realidad hay que tomar a “Ted 2” como una larga seguidilla de gags, algunos realmente muy bien armados, como el de la donación de esperm, o el de la fiesta de casamiento al principio. También es una mirada, guiño, homenaje o como se lo quiera llamar al cine clásico de Hollywood. En distintas escenas veremos pinceladas de “Toro salvaje” (1980), “Heredarás el viento” (1960), “Un horizonte lejano” (1992), etc. Toda la escena de la granja que remite a “Jurassic Park” (1993) y es lo mejor de la película. Obviamente los cameos están a la orden del día (prestar atención a Liam Neeson para lo cual sugerimos quedarse hasta el final de los créditos). Vuelven en papeles laterales Mark Whalberg, que pierde importancia como partenaire en esta oportunidad, y Giovanni Ribisi, quien compone un “malo” (no llega a villano) desopilante. Así como tiene todos estos condimentos para los fanáticos de Seth McFarlane y para los cinéfilos en general; “Ted 2” se alarga demasiado cuando las acciones se trasladan de un escenario a otro con prolongadas tomas aéreas de la ciudad o de la ruta, además de abundar en situaciones con demasiada introducción como para no anticipar el chiste. En realidad hablamos del necesario poder de síntesis para que la narración no opaque, justamente, el timing de comedia. Se podría decir que como secuela es innecesaria, pero también que es muy divertida.
Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más. ¡No te lo pierdas!
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El oso más buena onda de todos regresa para volver a hacer reír hasta llorar y, aunque muchos dicen que las segundas partes no son de lo mejor, Ted 2 cumple y renueva el amor hacía los amigos de trueno. La vida sentimental de John (Mark Wahlberg) no está pasando su mejor momento. Luego de terminar con su pareja (Mila Kunis en Ted – 2012), su vida se encuentra un poco jodida, mientras que su amigo de toda la vida, el oso Ted (Seth MacFarlane) está pasando un gran momento. El protagonista, recién casado con su hermosa novia Tami-Lynn (Jessica Barth) está decidido a dar el siguiente paso: ser padre. Lo que nunca se imaginó Ted es que en el proceso iban a surgir problemas que afectaría a todo su entorno. El gobierno de los Estados Unidos no lo reconoce como una persona, sino como una propiedad. Pero más allá de todos los inconvenientes, su amigo John estará ahí para comprobar al mundo que Ted es un ser con sentimientos, conciencia y todos los rasgos que definen a una persona ante la ley. En el camino por obtener justicia conocerán a su abogada Samantha L. Jackson (Amanda Seyfried), una joven recién recibida y amante de la marihuana. Obviamente tanto el oso como John creen y confían en esta hermosa chica fumadora y la complicada lucha por legalizar a Ted comienza. El humor negro y escatológico vuelve a decir presente en esta secuela con chistes sobre las torres gemelas o Robin Williams, lo imposible resulta posible para estas dos personas que bromean con temas tan sensibles y logran salir bien parados. La película también cuenta con los regresos de Flash Gordon (Sam J. Jones), su héroe de toda la vida, y el antagonista de la primer entrega Giovanni Ribisi volviendo a ser importantes en la historia del oso atrevido. Seth MacFarlane finalmente “se suelta” y explota su lado más políticamente incorrecto, ese que lo llevó a la fama como el principal recurso de ‘Padre de Familia’ (Family Guy). Los flashbacks o los cameos de estrellas como Liam Neeson son un lujo y sin dudas las risas saldrán de sus bocas, donde no se podrán contener por casi dos horas. La gran joya que tiene el film es la participación de Morgan Freeman, en el papel del abogado que intentará ayudar a Ted. Su voz y su presencia al lado de un oso animado encajan perfecto y como siempre, es imposible que Freeman no cumpla en sus minutos en pantalla. Ted 2 es una gran película de comedia, porque si la primera parte les resultó graciosa, con esta van a estallar. Seth MacFarlane recupera su toque especial luego de la regular A Million Ways to Die in the West (2014) y vuelve a lograr que Ted sea uno de los mejores personajes cómicos de los últimos tiempos. El final de la película buscará emocionar al público, donde verán más que nunca la conexión entre estos dos grandes amigos. ¿Legalizarán a Ted? Tendrán que verla para saberlo, lo cierto es que si les gusta el humor heavy, los chistes fuera de lugar y el constante uso de malas palabras, tienen que ver Ted 2, solo apta para adultos.
Tómalo o déjalo... es el mismo Ted Igual de malhablado, machista, racista y bizarro, el oso de peluche enfrenta conflictos con la ley. Ted,el oso de peluche vuelto a la vida (voz de Seth MacFarlane) lleva un año de matrimonio con Tamy-Lynn (Jessica Barth). La rutina está ganando peligrosamente a la pareja, así que el consejo de buscar un bebé no tarda en llegar. El problema es que, para lograr la concepción se precisa un donante. Pero esto no es lo único: para ser padre, Ted debe ser reconocido primero como persona y ciudadano. Así que, acompañado por su dueño y mejor amigo John Bennett (Mark Wahlberg), recurre a la abogada Samantha Jackson (Amanda Seyfried) que deberá defender su demanda en tribunales. Para tomar con ganas o dejar en el absoluto olvido, sin términos medios. Así es el humor de Seth McFarlane, conocido por su incursión televisiva, entre otras, con la serie Padre de familia, y en el cine con Ted (2012) y Un millón de maneras de morir en el Oeste (2014). Con diálogos malhablados en situaciones escatológicas, con machistas y racistas, este creador ha logrado un público adepto que es el convocado a su propuesta. De hecho, actores de talla se suman a sus proyectos y parecen disfrutar de la actuación en esta secuela que, en términos generales, sigue explotando el culto al sarcasmo llevado a niveles de antipatía insoportables. De esto se trata Ted 2, que no quita ni agrega nada a la idea inicial del oso de peluche que ama la cultura pop y comparte sesiones narcóticas con el protagonista de la película Flash Gordon.
Allá por 2012, Seth MacFarlane, el creador de la desopilante Padre de Familia, nos presentaba a Ted, un oso de peluche fumón, alzado y parlanchín que había cobrado vida con el simple deseo de su dueño, un pequeño John que de adulto encarnaba Mark Wahlberg (La Tormenta Perfecta, Los Infiltrados). Juntos emprendieron aventuras adultas llenas de sexo y drogas, ¡y eso sin contar la participación de Sam Jones (Flash Gordon), el ídolo de toda la vida de ambos! Pero este 2015 lo encontró más... desganado. Con una trama que como idea era buena, Ted 2 se propone indagar sobre la identidad del oso: ¿es un ente inanimado, propiedad de John? ¿O es un ser vivo, autónomo, con conciencia propia, que debe ser considerado con los mismos derechos que los seres humanos? La pregunta viene como consecuencia del deseo de Ted y su esposa, Tami-Lynn (Jessica Barth), de tener un hijo, algo imposible por las condiciones biológicas del oso y por el vacío legal que se genera respecto a la pareja como adoptantes. La trama es muy débil y completamente lenta, resumible en la premisa: el sujeto tiene un problema legal, se asesora con un abogado que investiga y arma un buen caso, la justicia falla a su favor, fin. Sin emoción, sin suspenso, sin tensión. Un argumento flojo que avanza en una sola dirección con pocos e insignificantes obstáculos, y emparchada con gags políticamente incorrectos o alusivos a la cultura pop, de esos gags que funcionan tan bien en Padre de Familia, pero de menor calidad acá. Previsibles. Y uno, en la comedia, a veces espera una acción, y es justamente eso lo que te causa gracia (por ejemplo, en El Chavo del Ocho, cuando entra el Señor Barriga, ya sabés que le van a pegar: te lo estás esperando y por eso mismo te hace reír). Pero en el caso de MacFarlane busca sorprender, descolocar, irse a la mierda, y la previsibilidad se vuelve su peor enemigo. Aunque, ojo, contados con los dedos de una mano, hay algunos momentos muy graciosos. Pero, para ver momentos graciosos inconexos, pongo un video de bloopers en Youtube y listo. Las cortas apariciones del eterno Morgan Freeman y de Liam Neeson son, por lejos lo mejor por lejos, pero por supuesto no alcanzan para que el producto levante vuelo. ¿Amanda Seyfried? Bien , gracias. Insulsa y sin intensidad, como lo fue Mila Kunis en la primera película. Definitivamente podemos llegar a la conclusión de que MacFarlane tiene serios problemas para sostener un largometraje. Ted llegó a buen puerto por la novedad y la química entre Ted y John, pero con Mil Maneras de Morir en el Oeste mostró la hilacha. Y con Ted 2 lo confirma. La duración de los episodios de Padre de Familia o The Cleveland Show le vienen como anillo al dedo, y es ahí donde realmente demuestra la fuerza de comediante que tiene. Con una duración mayor, su actitud se diluye y termina aburriendo horrores. VEREDICTO: 3.0 - TEDiosa Ted 2 no llega a enganchar, ni a entretener, ni a contar una historia que justifique su duración. Se trata de querer verla, empezar a quedarte dormido, despertarte con un destello de genialidad y dormirte de nuevo. ¡Despabiláte, MacFarlane! ¡Sabemos que podés darnos más!
El mundo MacFarlane se empieza a cansar Bueno, si bien la primera película del osito moquero alcanzaba como para divertirse un rato, esta secuela demuestra que la fórmula era débil y no daba para más que una entrega. Como dije en la reseña de la primera "Ted", Seth MacFarlane es un artista que ofrece un humor ácido y negro, irreverente, que no se mitiga ante el status quo de lo políticamente correcto. Dentro de esa gama de humor hay aristas que me parecen muy divertidas y otras no tanto. Entre las que no me hacen reír está la que se relaciona con los diálogos de la marihuana, algo en lo que MacFarlane insiste en esta historia. No tengo nada en contra de la marihuana, simplemente me parece que una conversación de dos o más personas fumadas no me hace reír. Me parece muy aburrido, tonto y que sólo puede hacer reír a otras personas que estén fumadas en ese momento. En esta misma línea, está el chiste descerebrado. Por ejemplo, en uno de los trailers promocionales se puede ver una secuencia en la que están en la oficina de una abogada y ésta les hace algunas preguntas de ejercicio para estar preparados para una audiencia judicial. Ambos protagonistas, Ted (MacFarlane) y John (Wahlberg), se ponen a tirar palabras relacionadas a lo judicial al aire sin ningún tipo de sentido más que demostrar su estupidez... No es divertido, es simplemente estúpido. El problema con esta secuela es que en el balance humorístico hay más recursos berretas de este tipo que en la primera película, lo que inclina la balanza hacia un entretenimiento deficiente. La gente ya no se divirtió tanto y eso se vio reflejado en la recaudación, que esta vez fue de menos de la mitad que con la primera entrega. De todas maneras triplicó el presupuesto invertido por lo que creo que seguramente exprimirán una vez más esta naranja. De la trama no hay mucho que decir. Ted decide tener un hijo con su esposa Tami-Lynn, para lo cual necesita un donante de esperma. Al principio decide conseguir el esperma de una figura deportiva famosa o del mismísimo Flash Gordon, pero todo sale mal. Luego se da cuenta de que John, su mejor amigo, podría hacer el trabajo. En medio de esto un dictamen judicial dice que Ted debe demostrar que tiene alma y no es solo una propiedad material para lo cual contrata a una abogada fumanchi como él y John, y así poder salirse con la suya. Rondando toda esta historia está Donny, el villano de la primera entrega que acá vuelve a la carga aunque queda totalmente descolgado y tranquilamente podría no haber sido parte del guión. Por supuesto todo termina a favor de Ted y su amistad con John. En fin, una comedia de trama básica que debía servir como soporte para una camionada de chistes que finalmente funcionaron menos de la mitad de las veces. Sólo para aquellos espectadores que disfrutaron muchísimo la primera películas.