El derecho al placer. Si sopesamos el campo del cine con motivaciones políticas, los franceses suelen enfocarse en las “procesiones internas” de los personajes a expensas de la lucha y/ o militancia en la praxis ya que consideran que cualquier transformación debe ser en primera instancia ideológica (los norteamericanos, por otra parte, prefieren un balance entre ambas esferas con una leve inclinación intermitente hacia las disputas callejeras). Tiempo de Revelaciones (La Belle Saison, 2015), el último opus de la realizadora Catherine Corsini, comparte temática y perspectiva general con De Ahora y para Siempre (Freeheld, 2015), aquella historia de amor lésbico protagonizada por Julianne Moore y Ellen Page, quienes debían batallar contra un entorno sumamente intolerante. Hoy el mismo engranaje narrativo está matizado por las sutilezas de los galos y ese erotismo desprejuiciado “marca registrada”. El catalizador del relato es la llegada a París -durante la primavera de 1971- de Delphine (Izïa Higelin), una joven campesina que ha mantenido oculta su condición de lesbiana a lo largo de los años. Allí un buen día ve a un grupo de mujeres que les tocan el trasero a los hombres en la vía pública a pura carcajada, hasta que uno de ellos agrede a una de las chicas, Carole (Cécile De France), situación que impulsará a Delphine a intervenir en defensa de la mujer. Luego de escapar, de a poco surge una relación entre ambas con el trasfondo de la militancia feminista de Carole en pos de la igualación de los sexos, la utilización de la pastilla anticonceptiva y el derecho al aborto: si bien hasta ese momento Carole había sido heterosexual, el fulgor de Delphine hace que deje a su pareja masculina. Todo se complicará cuando la joven deba volver a la granja por la frágil salud de su padre. Uno de los puntos más interesantes del guión de Laurette Polmanss y la propia directora pasa por el hecho de centrar la acción en una dinámica narrativa de “doble despertar”, regresando a la dicotomía que señalábamos al principio: mientras que la encantadora Delphine ya tiene completamente definida su identidad sexual y comienza a empaparse del ideario de liberación política y social de aquella etapa, Carole constituye su adverso, con toda la teoría emancipadora incorporada y algunas dudas en lo que atañe a su idiosincrasia amatoria. Vale aclarar que esta demarcación corresponde a la primera mitad del metraje, la que transcurre en París y se enrola en una suerte de alegato testimonial acerca de la génesis del feminismo moderno; durante su segunda parte la trama se vuelca hacia un melodrama bucólico en el que pesa más la disyuntiva entre la familia por un lado y el placer por el otro. De hecho, es en el manejo de la satisfacción individual de los personajes donde en verdad se luce Corsini, aportando una mirada sincera que evita los artificios y el trazo grueso en lo que respecta al desarrollo del vínculo de las protagonistas. A pesar de que la historia es extremadamente previsible y sigue a rajatabla el manual de los romances ardientes que parecen estar destinados a durar lo que dura una estación del año, el naturalismo enérgico que impone la cineasta logra mantener siempre el interés, a lo que se suma el estupendo desempeño de Higelin y De France (no sólo la química entre ambas está a la orden del día, sino que además llama la atención lo jugado de sus escenas lésbicas). Lejos de la pedantería hipócrita y profundamente masculina de La Vida de Adèle (La Vie d’Adèle, 2013), Tiempo de Revelaciones es un pequeño análisis sobre la fusión entre la independencia y la pasión…
Tiempo de Revelaciones es la nueva película de la directora francesa Catherine Corsini retrata una historia de amor entre dos feministas en la década del `70. Este es el romance de Delphine y Carole Delphine (Izïa Higelin) es hija única de una familia rural al norte de Francia, que ayuda trabajando sin descanso a sus padres para poder manter el campo en el que viven. Una noche ella sale a encontrarse con otra chica del pueblo con quien tiene un vínculo amoroso, tal como hacía asiduamente, pero esta última le dice a Delphine que se casará y da un corte definitivo a la oculta relación que mantenían. Luego de este revés amoroso, sumado a su desinterés por seguir en el negocio familiar, Delphine decide irse a París a comienzos de la década del ´70, donde los logros obtenidos en el Mayo Francés envalentonaban a muchos militantes franceses de las más diversas causas a tratar de alcanzar los derechos que aún no tenían las “minorías”, entre ellos se encuentran las feministas. Es en un acto de “Las Salvajes” -agrupación que lucha por la igualdad de género- que Delphine conoce a Carole (Cécile De France) y se enamora perdidamente. Luego de algunas barreras Delphine y Carole finalmente pueden estar juntas, pero no será fácil un amor entre mujeres en los ´70. Me nació este amor Tiempo de Revelaciones -o La Belle Saison como es su título original- tiene una historia que oscila entre lo original y lo ya establecido respecto a la temática LGBT. Esto se construye desde un guión sólido y bien estructurado que se limita sólo a contar la historia de un amor lésbico en dos contextos presentados en espacios claramente demarcados: la ciudad y el campo. El primero es más liberal donde la pluralidad permite que no importe mucho lo que haga el de al lado y se pueda vivir el amor con mayor libertad, lo que le da una naturalidad original; mientras que el segundo es un medio patriarcal, arcaico y conservador donde no se permitiría nunca una relación homosexual que es el conflicto que suele presentarse a menudo en las películas de esta temática. Asimismo hay un cambios en cada uno de los personajes en su medio, Delphine era abierta en París y fue la que de alguna forma “ayudó” a Carole a querer estar con mujeres y le abrió todo un panorama sexual que parecía estar reprimido, mientras que en el campo con sus padres era ella la que se reprimía y se ocultaba ya que tenía pavor a ser descubierta. Lo contrario sucedió con Carole que en la ciudad le costó asumir que le gustaba Delphine, mientras que en el campo tenía una visión más relajada del contexto en el que se encontraba con su pareja. Conclusión Tiempo de Revelaciones tiene una estética clásica y buenas actuaciones que se suman a un guión bien construido logrando una película interesante de ver. Además, lo que destaco es que este largometraje, al igual que Carol, se diferencia de la mayoría de las producciones de temática LGBT al no ser trágica.
EL DESCUBRIMIENTO DE LA PASIÓN Paris en los comienzos de los 70, acciones feministas combativas y el deslumbramiento que producen en una joven campesina que busca su independencia y termina enamorada de una profesora que jamás imagino descubrir una pasión desbordada por otra mujer. Una relación que pasa del descubrimiento, la libertad total y luego el corset de las costumbres de provincia que no conocen de tiempos modernos y liberadores. La directora y coguionista Catherine Corsini construye con solidez su films, de climas creíbles, de contraposición entre tradición y ruptura, lo bucólico y el ritmo citadino. Bellas y talentosas actrices Izia Higelin y Cecile de France.
La francesa Catherine Corsini es una de las realizadoras más delicadas del cine francés. Aquí no hemos tenido la suerte de ver demasiado de su filmografía salvo en ciclos y festivales, pero vale la pena conocerla. Es una feminista, por cierto, en el sentido más clásico del término. Pero también tiene la suficiente inteligencia como para no dejarse llevar por dogmas, para saber que en el arte y en la vida los manuales de instrucción no suelen servir de mucho. Aquí narra la delicada relación entre una joven que se sabe homosexual y otra que, sin haber experimentado tales sensaciones, se deja llevar por una atracción que se vuelve amor. Pero lo más interesante -como pasa en los buenos melodramas- es que la Historia se mezcla para transformar la posibilidad de una relación en algo de tintes trágicos. Soleada, narrada desde dentro de los personajes, equilibrada en su pintura de época, la película nos permite descubrir ingresar en la intimidad de sus criaturas sin carecer de pudor. Una hazaña inteligente.
La estación de los amores. La directora francesa Catherine Corsini ambienta esta historia de amor entre dos mujeres a principios de los 70’s en un momento histórico para el movimiento liberador feminista que le da un marco contextual por demás interesante. Algunas reiteraciones argumentales no alcanzan a socavar sus muchas virtudes cinematográficas absolutamente esperables viniendo de la creadora de El ensayo (2001) o Partir (2009).
Curiosidades de la cartelera local. Cuando el año lleva transcurridos apenas cinco meses, se estrenaron en nuestro país tres películas sobre el amor entre mujeres. Primero fue la elogiada Carol (Todd Haynnes), le siguió De ahora y para siempre (Peter Sollett) y ahora es el turno de Tiempo de revelaciones, a cargo de Catherine Corsini. Las tres tienen como común denominador el prejuicio social frente al lesbianismo, aunque en esta última no se da de manera tan incisiva como en las anteriores. Tiene que ver, acaso, con que buena parte de la acción se desarrolla en Paris durante 1971, con el mayo francés aún fresco y el feminismo en pleno auge.
Summertime Con las luchas por la emancipación de los años setenta como telón de fondo, Catherine Corsini retrata de una forma directa, personal y conmovedora el romance entre dos mujeres atravesado por sus diferencias sociales: por el abismo entre París y el interior profundo de Francia, por la diferencia entre la joven que reflexiona sobre su condición y la que vive su instinto. Delphine está tensionada entre su amor por el campo y su deseo de liberación: vive con su padre, trabaja la tierra y mantiene en secreto su evidente atracción por las mujeres. Para emanciparse de las ataduras familiares y ganar independencia económica, Delphine se instala en París y logra seducir a la bella Carole que está insatisfecha en su relación con un amable joven de izquierdas. La escritura de la película es inteligente, pero la puesta en escena no siempre está en el mismo nivel, sobre todo en algunas secuencias de manifestaciones colectivas que carecen de la sustancia necesaria para hacer sentir la materia viva de un periodo. Philiphe Garrel hay uno solo. Corsini intuye esta dificultad y abandona rápidamente el retrato colectivo para centrarse en la historia de amor. Las grandes luchas teóricas se funden en una cotidiana y pragmática: vivir la homosexualidad en las zonas rurales. La película vibra con los vaivenes emocionales de una epopeya melodramática en la que los afectos están enredados con las opciones de vida. La apasionante historia de amor entre Delphine y Carole está iluminada por las dos bellas actrices que la encarnan: Izia Higelin y Cécile de France. La cámara de Corsini acaricia la anatomía e indaga las líneas de unión: la gracia infinita de sus cuerpos simboliza maravillosamente el deseo de liberación.
El amor tiene cara de mujer Como en La vida de Adele, la última película de la realizadora Catherine Corsini aborda un romance lésbico en clave de iniciación, pero con un contexto social, político y geográfico completamente distinto. Si el cine en el siglo pasado ofreció grandes historias de amor entre varones, en los últimos años les tocó el turno a las mujeres. Y, por fortuna, han aparecido obras mayúsculas, más allá de que siempre es bueno que la diversidad sexual se exponga en la pantalla grande. La vida de Adele (2013) y Carol (2015) son dos de los casos más renombrados y cercanos en el tiempo (la última aún resiste en algunas salas). Esas dos películas comparten con Tiempo de revelaciones (Una belle saison, 2015) el encuentro entre dos mujeres, en el cual una de ellas le abre las puertas del amor lésbico a la otra. Pero esa apertura grafica algo más: la diferencia de clases, la búsqueda por el respeto a las sexualidades no heterosexuales, la lucha entre el querer y el poder. Tiempo de revelaciones comienza en el campo, hogar de Delphine (Izia Higelin), la hija de un matrimonio que se ha dedicado a las tareas rurales. Tanto su padre como su madre esperan que se case y continúe con el mandato familiar, pero eso no está entre sus planes. Porque en los momentos libres (en los momentos “de libertad”, se diría), la joven tiene encuentros con otra muchacha, que más temprano que tarde le anuncia que se la que se va a casar es ella. Estamos en los ’70, década en la que aún resuenan las revueltas del Mayo Francés. Esos ecos no llegan al pueblo, aunque sí persisten en París, ciudad en la que Delphine finalmente se muda. Allí conoce de forma casual a Carole (Cecile De France, validando su rol de gran actriz, además de ser una estrella internacional), una profesora de castellano que integra un grupo de feministas. El flechazo es instantáneo (para la primera). Aunque una vez que ocurre un contacto íntimo entre ambas, Carole caerá rendida a sus pies. Corsini, también co-guionista, propone una puesta en escena austera, cercana a sus personajes, que sigue el derrotero amoroso; desde las calles y tumultos parisinos hasta el campo, una vez que por razones familiares Delphine deba volver. Claro que ya no lo hará sola, y entonces la película se vuelve inevitablemente obvia a la hora de mostrar las dicotomías entre la vida libertaria –promovida por la “amiga” que viene desde la ciudad- y el conservadurismo de la sociedad campesina. Allí en donde La vida de Adele se consagraba como el motor de seducción del personaje y de la película en general, aquí queda todo estancado en la decisión de la pareja de romper o no, de quedarse o retornar a la ciudad. Lo que Abdellatif Kechiche conseguía era amalgamar las acciones con la el drama interno de Adele, a tal punto de sostener su agobio y desmesura amorosa sin caer en la redundancia o el tedio. Y por más de dos horas, lo que no es poca cosa. Tiempo de revelaciones tiene un arco dramático más simple, aunque no menos potente. Lo más interesante del film radica más en la mirada de la “instructora” que de la “instruida”, porque lo que está en foco es el límite que la amante se auto-impone, por más que el mundo ya haya dado señales de cambio y las puertas de ese mundo estén cada vez más abiertas.
Sueños de libertad Cécile de France, Izïa Higelin y Noémie Lvovsky se lucen en este film de la directora de La repetición. Evocación de una época de movimientos de liberación femenina, La belle saison (tal el título original, mucho más sugerente que el del estreno local, tan literal) tiene su punto de apoyo en dos temas igualmente importantes: la evolución del pensamiento feminista con la formación de grupos combativos después de la revolución cultural de 1968, que abrieron el camino a las conquistas sociales de la mujer y, por otro lado, la toma de conciencia de una otra forma de sexualidad posible para dos jóvenes mujeres de formación casi opuesta. En ese contexto histórico y social, la historia muestra a un personaje poco abordado por el cine: una hija de agricultores en la Francia rural profunda, quien -al igual que su madre- hace todo tipo de trabajos, incluso aquellos considerados masculinos. Sin embargo, Delphine (Izïa Higelin) y su madre no son consideradas agricultoras sino hija y mujer del agricultor, respectivamente, sin gozar de los derechos laborales en esa sociedad masculina y patriarcal. Lesbiana, frustrada después de un amor imposible en su pequeño pueblo, Delphine va a Paris en la década de 1970 en busca de mayor libertad. Allí se une a un grupo de lucha por los derechos de las mujeres, y se enamora de la líder, Carole. Si Delphine tiene claros sus sentimientos y su deseo, Carole, varios años mayor y con una vida organizada, ha hecho su propia toma de conciencia sobre la lucha feminista, pero los planteos que recibe de Delphine hacen tambalear toda su estructura y su vida hasta entonces heterosexual. Cécile de France despliega una extraordinaria performance debatiéndose entre sus dudas, su ansia de libertad, sus represiones y contradicciones. Catherine Corsini, siempre interesada en desarrollar temas femeninos (La repetición, Partir), sabe abordar ese conflicto, así como logra filmar las escenas de una homosexualidad libre con sensibilidad y sensualidad (inevitable el recuerdo de La vida de Adèle). Párrafo aparte merece la destacada actuación de Noémi Lvovsky como la madre, quien, si bien es una mujer decidida, fuerte y ejecutiva, una verdadera obrera, debe enfrentar una situación familiar y social para la cual no estaba prevenida. Su duelo con De France es uno de los momentos superiores del film, cuya tensión emocional es reveladora de las diferentes capas de significación que están en juego. Sin embargo, Tiempo de revelaciones no termina de comprometerse a fondo por su propia historia y personajes, donde la tensión entre campo y ciudad no es menor a la de restricción-libertad. Extracinematográficamente, cabe destacar que Catherine Corsini encaró este film como una respuesta al movimiento reaccionario que se levantó en Francia frente al matrimonio igualitario, intentando que, por lo menos, el amor entre mujeres adquiriera mayor visibilidad.
De la mano de Catherine Corsini, y luego de su paso por varios festivales tanto como película invitada como en competencias varias, llega a nuestro país Tiempo de revelaciones, una película sobre el feminismo, la familia, las costumbres y también sobre el amor. Delphine es la única hija de un matrimonio de la campiña francesa que trabaja junto a sus padres en la granja de la familia. Allí, a la aparente espera de una proposición matrimonial de su pretendiente, Delphine descubre en realidad que la vida de casada, por lo menos con un hombre no es exactamente lo que tiene en mente. Es así como luego de una desilusión amorosa se traslada a la ciudad para trabajar y estudiar. Y ahí un poco por azar y otro poco por su forma sencilla y frontal de ser, conoce a Carole, una activista del movimiento feminista, que la iniciara en el camino de la rebeldía, el cual Delphine adoptará sin ninguna traba, más que nada porque conocer a Carole y enamorarse fue cuestión de solamente un momento. Y es con ella con quien deberá no solamente reclamar por sus derechos como mujer, sino también como mujer que ama a otra mujer. Lamentablemente, Delphine se ve forzada a regresar a la granja y es ahí donde Carole comprende hasta donde el cambio es real y en donde su amiga sigue siendo la misma campesina prejuiciosa que conoció meses atrás. Tiempo de revelaciones es un film que logra retratar con mucha precisión una época de revolución e inquietud, mostrando una movimiento feminista unificado a pesar de las diferencias de enfoques, la apertura sexual de esas mujeres (para con ellas y para con el resto de la gente) y las políticas que defienden. Por momentos, la directora olvida eso completamente, posicionándose solamente en el punto de interés de Delphine, dándole mucha preponderancia a la relación sentimental, pero rápidamente la presión del entorno, las familias del campo y la propia Delphine hacen que el conflicto real no se pueda ocultar al espectador demasiado tiempo. Sin lugar a dudas, las actuaciones en este film son el principal punto de interés. Tanto Delphine (Cécile de France) como Carole (Izïa Higelin) están compuestas muy bien, con sus personalidades muy definidas, volviendo creíbles situaciones que el espectador no siempre comprende. Y aunque las escenas de sexo son a mi entender lo menos logrado de este film (parecen paradójicamente, hechas bajo la premisa del imaginario de un hombre heterosexual que de lo que la realidad podría implicar) aun así, la química entre ambas protagonistas es admirable y en gran parte lo que vuelve a Tiempo de revelaciones un film tan disfrutable. Con personajes muy atrayentes, una historia más que interesante y la pintura de una época y un lugar tan importante, Tiempo de revelaciones es una muy interesante propuesta para ir a ver, reflexionar y disfrutar.
Libertad a la orden del día. Precisamente, sobre el tópico al que hace referencia el título de esta nota avanza el último largometraje de la directora francesa Catherine Corsini, quien deja entrever aquí -tanto por la construcción del guión como del arte- su inclinación política a favor del Mayo Francés de 1968. En aquel contexto sociocultural los derechos de la mujer eran vulnerados descaradamente hasta que surgió un movimiento feminista que, pese a los prejuicios de la época, proclamó la igualdad de género. Tras una ardua batalla ideológica, las mujeres lograron afianzar su rol social. Y, como si esto fuera poco, también combatieron la homofobia. Esta arista es la que Corsini elije para encarar su guión. La sinopsis correcta sería decir que un 80% del film gira en torno a los pormenores de un amor lésbico protagonizado por Delphine (Izïa Higelin) y Carole (Cécile De France), dos mujeres que pese a pertenecer a clases sociales diferentes descubren que juntas son una buena combinación. Por ello deciden enfrentar las ideologías latentes en la sociedad para que su amor prime ante el mandato social impuesto en esa época: Delphine es una joven campesina que trabaja con sus padres en una granja pero sueña con ir a París para independizarse del entorno conservador (los padres desean que se case con un granjero); Carol es una ferviente militante feminista, parisina y profesora de castellano que lidera un grupo de lucha y vive con su novio, con quien comparte sus ideas revolucionarias hasta que conoce a Delphine y todo cambia. El guión es contundente con su relato pro-homosexualidad y la artística lo sostiene a la perfección pero hasta aquí no encontramos nada nuevo. Películas de género LGBT como Lost and Delirious (2001) y Better Than Chocolate (1999) ya hondaban en estas cuestiones. Sin embargo, la historia encuentra un elemento que la hace única dentro del género: el 20% restante del relato juega con el concepto del tiempo. Apunta al público adulto y hace hincapié en el presente, en el “aquí y ahora”, sin importar qué sucederá cuando la verdad (o las revelaciones) salgan a la luz. Así, pareciera sugerirle al espectador que valore el poder de la toma de decisión individual, haciéndose cargo de la misma sin que el entorno social lo influencie porque, cual metáfora, “el tren no pasa dos veces” y si se elije equívocamente -a veces- puede ser demasiado tarde para revertir el destino. En esta sintonía de espacio/ tiempo, acompañada por una fotografía maravillosa, la directora abre diversos frentes y con ellos múltiples preguntas en función a la dificultar para definir al afecto. ¿El amor se piensa o se siente? ¿Si el mandato social no lo aprueba, hasta dónde uno puede llegar? ¿Pesa más la felicidad personal que la familia? Así Tiempo de Revelaciones logra su cometido gracias a las excelentes actuaciones de las protagonistas y puede verse a las claras, con cierto optimismo, que la sociedad en buena hora avanzó en cuestiones socioculturales. No obstante, faltó jugar un poco más con la construcción del guión y los personajes. Sobre todo porque se trabaja sobre un contexto donde la pasión que movilizó a las mujeres a luchar hasta el cansancio por sus derechos en los años 60 y 70 fue mucho más que un simple acto de rebeldía. La directora trabaja esa militancia mediante excesivas escenas eróticas lésbicas, pero hay mucha más tela por cortar para no caer en el trillado amorío entre mundos paralelos al estilo Diario de una Pasión (The Notebook, 2004).
El planteo interesa hasta que el relato se estanca Años atrás, en "Partir", Catherine Corsini contó el drama poco dramático de una señora joven sin nada que hacer, que un día se fue a plantar melones con un pobretón que la alegraba, abandonando al marido médico, un tipo comprensivo que de golpe pasó a convertirse en un energúmeno de manual. La historia era esquemática, sin mucho nervio, ni siquiera escenas de cama medianamente gancheras. Ahora, en "Tiempo de revelaciones" (título local del más sutil "La belle saison") Corsini cuenta la aflicción de una joven profesora en largas vacaciones, que un día se va a levantar fardos de heno vestida tipo country con una chica del campo, abandonando al tipo que la banca, otro que parece siempre de vacaciones. La historia también es esquemática, sin mucho nervio, y las escenas de cama, o de regocijo en el pasto, esta vez son medianamente gancheras. Hay otras novedades. La protagonista principal es la campesina, una "tomboy", única ayuda de sus cansados padres en la granja familiar. Hasta que un día se manda mudar a la ciudad, donde también parece estar de vacaciones. Surge ahí un grupo feminista muy particular, que la autora pinta de un modo naif bastante cariñoso. Según se las mire, sus integrantes son una avanzada de la sociedad, o unas grandulonas vagas y divertidas, resabios del 68 (la acción transcurre en 1971, con un colofón en 1976). Así las cosas, las demostraciones y los amores, otras circunstancias terminan enfrentando placer de pareja y deber filial, lo que provoca una crisis de crecimiento en la chica de campo, y un berrinche de tozudez en la otra. Ese planteo es interesante, y lo sería aún más si el trabajo rural fuera más creíble y el ritmo de la historia no se hubiera estancado sin fuerzas para el final, como dice el tango. Intérpretes, la gordita Izia Higelin, Cécile de France y Noémie Lvovsky, muy precisa como la sufrida madre de la gordita. Fotografía, seca y "naturalista", Jeanne Lapoirie. Música (prometedora al comienzo), Grégoire Hetzel.
El amor y el mundo que nos toca Hay varias capas de sentido en esta película de Catherine Corsini, directora francesa que en estos días preside el jurado de la sección Cámara de oro del Festival de Cannes. La historia de amor entre dos mujeres de diferente origen social y personalidades también divergentes le sirve a la experimentada cineasta para abordar una cantidad de tópicos que vincula con inteligencia y precisión: el feminismo, las luchas sociales de los 70, las diferencias profundas entre la vida en el campo y en las grandes ciudades, los prejuicios morales e ideológicos... Delphine, hija de un matrimonio de campesinos, trabaja palmo a palmo con los varones de su entorno rural, sobre todo después del problema de salud que alejó a su padre de sus tareas habituales. Carole es una militante feminista, vive en el efervescente París de los 70, con los ecos del Mayo Francés todavía resonando. La casualidad propicia un encuentro entre ellas, y a partir de ahí se desarrolla una historia de amor tórrida y tormentosa que deberá sortear más de un ataque externo y pondrá a prueba el temple de cada una. Los personajes protagónicos, cuyos nombres homenajean a dos fallecidas feministas francesas, la cineasta Carole Roussopoulos y la actriz Delphine Seyrig (figura de Hace un año en Marienbad, de Alain Resnais), tienen sus propias batallas individuales: cómo vivir una sexualidad libre en un entorno hostil y con la oposición férrea de una madre extremadamente conservadora, en el caso de Delphine; cómo adaptarse a los poco amables contactos con ese mundo que, para una parisina politizada, parece de otra época, en el de Carole. Cuando la historia se desarrolla en ese ambiente cargado de las tensiones propias de la vida privada y se decide resueltamente por el melodrama (la "parte rural", digamos), la película funciona mejor que en sus secuencias citadinas, demasiado subordinadas a los clichés de la mujer combativa. Corsini maneja con mucho más solvencia la intimidad que la descripción del zeitgeist de la época, excesivamente simplificado, carente de matices. Pero encuentra un sostén importantísimo en la solidez de tres actrices muy ajustadas. Noémie Lvovsky compone con mucha autoridad a esa mujer desalmada y reaccionaria que Delphine descubrirá en su madre a partir de su relación con Carole, interpretada con gracia, ligereza, emotividad y erotismo por Cecile de France. Pero es Izïa Higelin, también conocida por su trabajo como cantante, quien más se luce, jugando con mucha pericia el rol de esa chica que debe sufrir la presión de los apolillados mandatos familiares. Por carisma e intensidad, el trabajo de Higelin recuerda al de Adèle Exarchopoulos en La vida de Adele, otra historia de amor entre mujeres plagada de dolor e incertidumbres.
Cuenta con buenas actuaciones y se encuentra bien construida. La directora va realizando un buen contraste entre la vida de la ciudad y la del campo, relacionando también a los personajes entre las estaciones del año, con colores que armonizan y buenos climas que van generando: momentos dramáticos, emotivos y seductores. La estupenda fotografía pertenece a Jeanne Lapoirie (“8 mujeres”). Se encuentra ambientada en la Francia de los años ’70 década en la cual las mujeres luchaban activamente por sus derechos. Se encuentran presentes las influencias de la sociedad y la familia, y las dificultades del amor entre seres del mismo sexo, además nos encontramos frente a: los sueños, los deseos y el amor.
Nuevo trabajo de la prolífica directora francesa Catherine Corsini (para concerla a fondo, basta ver "Leaving" -2009-) protagonizado por la ascendente actriz belga Cécile De France llega a salas porteñas. Buena noticia, por supuesto. El cine galo tiene tradición contando poderosas historias de amor con sello propio y lo que tenemos en el menú, va en esa propuesta con los habituales cánones de calidad a los que esa geografía nos tiene acostumbrados. Verano del 71, época de mucha efervescencia social y aquí tenemos la lucha de dos mujeres que se cruzan en un momento crucial de sus vidas. Una vive en un medio rural, Delphine (Izia Higelin) y su existencia es bastante mundana, matizada con intensas escaramuzas con cierta muchacha del lugar. Una vez que esta chica le cuenta que va a contraer matrimonio, nuestra protagonista decide mudarse a la gran ciudad (París) a cambiar el rumbo de su destino. De forma fortuita se topará con una bella Carole (De France), una docente de castellano, activa militante por los derechos de la mujer, que la impactará. Ella sí está en pareja con un hombre de ideas socialistas, aunque viviendo crisis de falta de emoción. Carole se sorprende de la recién llegada y su singularidad, y rápidamente conectan desde lo físico y lo romántico. Lo que vendrá, es una clásica historia de amor, contra toda adversidad. Las dos enamoradas deberán batallar para defender lo que tienen, dentro de duros contextos (el rural es un claro ejemplo de esta perspectiva), apelando a su conexión pura e íntima, a lo largo de una historia sinuosa que puede deparar cierta sorpresa en su recorrido. Corsini se luce cuando rueda a sus amantes en distintos contextos. Logra captar con su lente toda esa energía y pasión en sus personajes y eso tracciona el motor del film. Al mejor estilo de "La vida de Adele", el sexo moviliza y derriba estructuras. Sin embargo, hay en esta historia un trasfondo social complejo, que se despliega, y juega, en la vida de los participantes de la trama. Es ahí donde aparecen las debilidades de la directora para dar correlato a las luchas, la militancia, la evasión y la discusión filosófica sobre que camino tomar. Cierta atención no logra sostenerse ahí y hasta funciona como elemento distractor de lo que realmente nos importa: cómo estas mujeres resuelven su coyuntura para vivir el amor que tienen y las atraviesa. En el correlato de la pareja, las ideas fluyen y están bien llevadas. Gran tarea de la pareja protagónica. La fotografía y la banda de sonido están acordes y todo cuadra de manera de disfrutar de un cinta romántica, auténticamente francesa. Si ya viste "Carol" y te gustó, además, es cita obligada.
La edad de la inocencia Podría haber sido una novela rosa sobre dos chicas que se enamoran y no pasar de ahí. Pero misteriosamente "Tiempo de revelaciones" llegó a los cines de Argentina. Muy bien filmada, con buenos trabajos de Cécile de France e Izïa Higelin encabezando un elenco parejo y eficiente, la película articula con astucia varios temas. La historia entre Carole y Delphine empieza en París en 1971 y tiene dos partes. Todo lo que en esa época hacía hervir a la izquierda y a la sociedad -los reclamos por derechos civiles, reivindicaciones sociales, el feminismo, la libertad sexual- son expuestas a través de personajes y situaciones idealizadas, y en ese clima en ebullición ellas se conocen y enamoran. En la segunda parte esa cualidad se acentúa cuando las dos protagonistas llevan al campo sus conflictos de pareja, aunque ese contexto bucólico también puede resultar violento. Según la directora, a principios de los 70, la sociedad rural francesa habría tenido unos códigos rigurosos y machistas, como que una chica está a punto de casarse con un casi desconocido, como si vivieran en la Edad Media. Justamente allí Carole y Delphine encontrarán la verdadera dimensión y los límites de ese amor, en un filme muy bien resuelto en todos sus aspectos, pero endeble en la profundización de los conflictos.
Una mujer joven manejando un tractor, luego realizando otras faenas rurales, postura corporal muy masculina, trabajo arduo, termina su tarea a la par de su padre, quien la increpa en el sentido de que si sigue tratando a los jóvenes de esa manera no se va a casar nunca, ella responde en voz baja, para que el espectador escuche, más no su padre: “Nunca me voy a casar” Esta es la apertura del filme “La belle saison”, algo así como “la buena temporada”, de la directora Catherine Corsini, cuyos antecedentes más conocidos por estas tierras son “El ensayo” (2001) y “Partir” (2009). Nos encontramos en Francia, transcurre el año 1971, nuestra heroína, Delphine (Izïa Higelin), viaja a Paris y se encuentra con un estado de situación totalmente opuesto a su vida cotidiana, en plena revuelta, la lucha por la igualdad de derechos, los albores de un movimiento feminista encubriendo en sus entrañas, la lucha por la igualdad de derechos de la comunidad homosexual. A su juego la llamaron. En un encuentro casual, y no tanto, conoce a Carole (Cecile de France), una activista por los derechos de la mujer que convive en pareja con Manuel (Benjamin Bellecour), un artista de vanguardia y comprometido. Pero si algo debía pasar, lo fortuito se hace presente y Carole se descubre en un sinfín de sensaciones de placer y goce cuando Delphine avanza sobre ella. El resultado de esta experiencia es que la necesidad de estar juntas hará que todo se modifique en sus vidas, más aún cuando Delphine debe regresar a la casa de sus orígenes porque su padre ha sufrido un accidente cerebro vascular quedando casi en estado vegetativo. En este punto es que, más allá de la discriminación de que son objeto, estas dos mujeres en esos años, y en un ámbito rural, la narración se cierra sobre si misma como una historia de amor ardiente con escenas de alto contenido erótico. Si se pudiera pensar en algún punto de contacto con “Azul en otros colores” (2013), más conocido como “La vida de Adele”, sólo está puesto en juego por las escenas de amor, pues mientras que Adele es un canto a la búsqueda del amor como concepto, en éste es una afirmación por parte de Delphine sobre su elección sexual, y es a Carole a quien se le precipita un cambio cuando comienza a descubrir el verdadero lugar de su goce. Es por algunos detalles que se presentan en la cinta que permite entrever en este texto fílmico un cierto homenaje, sobre todo por los nombres de sus personajes, a Carole Russopolos y Delphine Seyring, a quienes se le supone una historia de amor oculto, la primera, una directora suiza de documentales, pionera en la lucha por el feminismo, la segunda, actriz libanesa reconocida por su actuaciones en “El año pasado en Marienbad” (1961), de Alain Resnais, y “El discreto encanto de la burguesía” (1972), de Luis Buñuel, entre otras. Realización de estructura clásica, con un muy buen diseño de arte, la ambientación es prodigiosa, y las actuaciones del dúo protagónico es magistral, muy bien acompañado por los secundarios. Un detalle importante es el casting, el parecido entre Delphine y Monique (Noémie Lvovsky), su madre, es prodigioso. Una banda sonora acorde y un montaje tan clásico como su estructura narrativa, sin demasiadas búsquedas estéticas y recursos en tanto manejo de la luz, la elección de los planos o la posiciones de cámara, si el filme venia diluyendo su potencia dramática a medida que transcurrían los minutos, el final termina de hundirlo en la medianía general.
Bajo al dirección de Catherine Corsini, Tiempo de revelaciones (La Belle saison, 2015) es una película que contrapone el “deber ser” con lo que realmente se quiere, a través de una relación entre dos mujeres en la década del ´70. Delphine (Izïa Higelin) vive en una zona rural donde ayuda con las tareas de la granja familiar. Sus padres están ilusionados con la idea de que se case con un joven que la pretende, pero desconocen que ella siente atracción por las mujeres. Buscando un cambio en su vida se muda a la ciudad de París, allí conoce a Carole (Cécile de France), una joven que integra un grupo de activistas que luchan por los derechos femeninos. Carole está en pareja con Alexandre desde hace años, sin embargo, la cercanía con Delphine comienza a hacerla dudar sobre los sentimientos. Hasta el punto de separarse de su novio y comenzar una relación amorosa. Corsini elige una historia puntual enmarcada en un contexto en el que las mujeres intentaban tener los mismos derechos que los hombres. En esa dirección, las protagonistas se animan a vivir lo que sienten, pero tomando el resguardo de no hacerlo visible. No tanto Carol, quien se lo comunica a su pareja, sino Delphine, ya que no se atreve a contárselo a sus padres. Más si se tiene en cuenta que el ámbito rural está dirigido casi absolutamente por hombres. Los sentimientos encontrados son uno de los principales ejes de Tiempo de revelaciones. Porque el público percibe tanto lo que sienten los personajes principales como aquello que el entorno espera de ellas. La película muestra escenas de la intimidad de Delphine y Carole que no suma demasiado al argumento, salvo que le aportan realidad. Están, pero podrían no estarlo y el film no cambiaría. Vale aclarar que se nota la mirada de la dirección de una mujer en cada una de esas imágenes. Animarse a vivir lo que se siente o hacer lo socialmente correcto. Ese es el enigma que expone Corsini en Tiempos de revelaciones. Una incógnita que atraviesa a gran parte de la sociedad.
LUCHA ENTRE TEORIA Y PRAXIS “En mi casa no es así. La tierra siempre parece inundada. Aquí cuando paseas el terreno es firme. Los pies te rebotan y eso te da impulso. En mi pueblo, incluso en verano, se te hunden los pies. La tierra te traga. Tienes que luchar por andar”. Estas palabras las pronuncia Delphine después de haber estado un tiempo en Francia, en 1971. Aquí encontramos dos aspectos importantes de la película. Uno de ellos es la metáfora de la tierra, que muestra cómo se siente Delphine emocionalmente para tomar decisiones, como elegir su género, en la ciudad y en el campo. Otro de los aspectos es la lucha en sí por el derecho de hacer que las decisiones de su cuerpo sean libremente tomadas por cada uno. Aunque uno los delimite, ambos ejes están entrelazados y se dan uno con el otro. Hacer de la teoría una praxis no debe resultar nada fácil, cuando eso que parece tan común y natural para algunos para otros aparece como inmoral y provocador. Menos sencillo parece si pensamos que el hecho elegido para narrar se sitúa en 1971, cuando recién se empiezan a tomar en cuenta algunas concepciones. Ya habiendo pasado el Mayo Francés y con una gran cantidad de proliferación intelectual a fines de los 60´, el panorama político de Francia daba indicios de cambios, pero en las zonas rurales los cambios casi siempre llegan más tarde. La lucha de los y las estudiantes de 1968 había dado impulso al movimiento feminista, en el cual la protagonista, Delphine, encontrará respuesta a sus interrogantes ya antes planteados. La oposición campo-ciudad sirve de sustento para apoyar la idea de confrontación entre lo nuevo y lo tradicional y, aunque sea cierto esto, Tiempo de revelaciones parece estar regida por las ideas que Delphine tiene de uno u otro lugar. Mientras que la protagonista tiene las mismas convicciones en todos lados, las formas de llevar a cabo su vida son una en la ciudad y otra en el campo. Este tipo de comportamientos de la protagonista se explotan y se entienden mediante los recursos que se utilizan para narrar. Los tiempos narrativos en la ciudad parecen ser más veloces. Los eventos pasan uno tras otro. Las escenas cambian en pocos minutos. Frente a esto, en el campo todo parece suceder más lento, no por eso con menos fuerza argumental y expositiva. Lo mismo en cuestión de los hábitos: mientras que en París todo parece informal y despreocupado, en la zona rural, su pueblo natal, la tradición parece imperar (la formalidad, las costumbres y la rutina aparecen como sagradas). La música y los sonidos son otros de los aspectos que aparecen como diferenciador de los lugares. Confrontamos, de esta manera, a una música alborotada con una tranquila y al bullicio de la ciudad el silencio del campo. Y no parece ser nada casual la cuestión del silencio y el bullicio. Mientras que en un lugar se calla, se acata y no se discute, en el otro aparecen miles de dicciones sobre lo que está bien o lo que no, aflorando las confrontaciones sobre el orden dado. Y siendo que hasta ahora sólo hemos hablado de la polaridad de enfoques, hay algo que se repite en ambos y esto es la estética del cuerpo. La exposición de los cuerpos desnudos toma una entidad artística, muchas de las imágenes parecen simular los cuadros de Renoir. Esta estética del desnudo muestra libertad, rompe con los prejuicios del ocultamiento. El amor en Tiempo de revelaciones se ve al desnudo, sin límites, se muestra como lo que es, no mediante la teoría sino desde la praxis.
Catherine Corsini’s La belle saison’s triumph is due to the actresses’ performances POINTS: 7 It’s 1971, in France. Delphine (Izia Higelin) is a young farm girl living in the south of the country with her parents. She helps her father (Jean-Henri Compère) in the many chores of the farm. In secrecy, Delphine has been seeing a girl her age, but the relationship won’t last long since her girlfriend is about to marry a man she barely knows — needless to say, because of parental and social mandates. Tired of putting up with a double life, Delphine decides to leave her town and move to Paris. She gets a job and a place to live, and eventually meets Carole (Cécile de France), an older girl and an active feminist militant whom she soon falls for. But she won’t reveal her feelings to her yet, first she has to find the right moment. In the meantime, she starts attending feminist meetings and a whole new world opens up to her. In due time — when and how won’t be disclosed here — a love story between Delphine and Carole begins to blossom. Bliss wasn’t that hard to find, after all. That is until a most unfortunate emergency takes place at Delphine’s farm. Now things are about to change, and not for the better. Winner of the Variety Piazza Grande Award at the Locarno Film Festival, La belle saison, the new film by Catherine Corsini has the social and political feminist movements of the early 1970’s as a backdrop to focus on the tender and passionate love affair with an appropriate melodramatic edge — the filmmaker had already successfully tackled melodrama in Partir (2009), which unlike many of her films, was commercially released locally. This time, she goes for a more linear story than the ones this genre usually features, but with its intensity. And it’s a wise decision to depict the fundamental issues of those times by following the girls’ story instead of by making what you could call a militant, strictly political film — which would’ve been easier and prosaic. Hence Corsini explores a lesbian romance with a lively, unrepentant spirit that goes hand in hand with love scenes where French kisses acquire a whole new meaning. While watching La belle saison, I was reminded of Milos Forman’s Hair (1979), mostly because both films have a free-spirited air of impertinence, as well as a few common issues in their ideological agenda. Certainly, Corsini’s film is never a musical, yet it boasts a handful of scenes where music plays a narrative role in expressing the couple’s emotions in a very contagious manner. Much of the film’s triumph is due to the actresses’ performances, which render complex, nuanced characters out of otherwise simple girls with no particular distinctive traits. Credit is also due to Noémie Lvovsky, who plays Delphine’s mother with an admirable emotional range, as she is both a victim of moral and social prejudice and a mother who loves her daughter dearly. In fact, if I had to single out the biggest achievement in La belle saison, I’d say that’s its feeling of complete genuineness. production notes Tiempo de revelaciones / Summertime/ La belle saison (France, 2015) Directed by Catherine Corsini. Written by Catherine Corsini, Laurette Polmanss. With Cécile de France, Izïa Higelin, Noémie Lvovsky, Kévin Azaïs, Laetitia Dosch, Benjamin Bellecour, Eloïse Genet, Patrice Tepasso. Music: Grégoire Hetzel. Cinematography: Jeanne Lapoirie. Produced by haz Producciones / France 3 Cinéma / Artémis Productions / Canal + / Naranja Cine Series / France Télévisions. Running time: 105 minutes. @pablsuarez
Reivindicación nostálgica del feminismo setentista La directora francesa Catherine Corsini (1956) aseguró en una entrevista que filmó La belle saison porque “tenía un profundo deseo de homenajear a las feministas que eran frecuentemente menospreciadas”. La película, titulada aquí “Tiempo de revelaciones”, narra la historia de una relación amorosa entre dos jóvenes mujeres en Francia, en los primeros años de la década de los ‘70, época de plena efervescencia de los movimientos de liberación en general, los que incluyeron las luchas por la liberación de las mujeres. La belle saison tiene como protagonistas a Delphine, una joven nacida y criada en una chacra, hija única de un matrimonio de campesinos que trabaja de sol a sol junto a su padres en todas las tareas rurales, hasta que un día decide ir a París, con la intención de hacer su propia vida. En la capital francesa, se cruza con un grupo de jóvenes mujeres activistas, cuya actitud desenfadada y provocadora la seduce instantáneamente. Delphine tiene una clara tendencia homosexual, uno de los principales motivos por los que quiso alejarse de su casa paterna, porque en el pueblo los prejuicios en ese sentido son muy asfixiantes. En París, en cambio, se vive un clima de lucha y emancipación. En ese grupo milita Carole, una joven activista de una personalidad arrolladora, simpática, con rasgos de líder natural, efusiva y apasionada. Carole vive con su novio, un militante de causas sociales, y reparte su tiempo entre las actividades feministas y su trabajo como profesora de español. Delphine es más tímida y reservada, aunque tiene un carácter fuerte y dominante. Poco a poco se va interiorizando de las luchas de estas jóvenes que se interesan por defender la libertad sexual y por emancipar a las mujeres de los clichés a los que la sociedad machista somete, lo que incluye reclamos por igualdad de derechos tanto en el ámbito personal como el familiar y el laboral. La chispa de la atracción surge entre Delphine y Carole. Delphine sabe lo que le pasa pero Carole se ve sorprendida por emociones y sentimientos que nunca había sentido antes. El caso es que ambas se entregan apasionadamente a esta atracción y viven un intenso romance, el cual pone en crisis la pareja de Carole con su novio. El problema vendrá cuando Delphine se vea obligada a volver a la granja ya que su padre sufre un problema de salud que le impide seguir trabajando. Delphine se pone al frente del campo junto a su madre y renuncia a sus planes de vivir en París. Pero Carole va detrás de ella y se instala en su casa. Pronto su presencia causará más de un conflicto para Delphine, que se debate entre sus deseos profundos y los temores a la reacción de sus padres y de todos los vecinos, que son implacables al momento de juzgar ese tipo de inclinaciones. La belle saison es un drama romántico, pleno de sensualidad, con todos los ingredientes de una historia de amor imposible entre dos personas, con la particularidad de que esas dos personas no son una pareja heterosexual sino homosexual, en un contexto histórico en el que todavía no se hablaba libremente de esas cosas. Si bien el tema central de la película es la lucha por la autodeterminación y la búsqueda de la realización personal de las protagonistas, Corsini quiso resaltar que el feminismo, según ella, “colocaba lo humano en el centro”. Su película es correcta desde el punto de vista formal y como principal atracción tiene el gran trabajo actoral de las protagonistas, Cécile de France como la explosiva Carole, Izïa Higelin como la misteriosa Delphine, y Noémi Lvovsky, en el papel de la madre, rígida y autoritaria, quien ejerce un fuerte control sobre su hija y puede llegar a torcer su voluntad. Sin embargo, el final ofrece una salida esperanzadora para las jóvenes, cuyos nombres hacen alusión a dos figuras a las que Corsini también quiso homenajear: Carole Roussopoulos (1945-2009) directora de cine suiza y feminista que se conoce por sus películas documentales sobre los primeros movimientos de liberación de las mujeres en Francia, y Delphine Seyrig (1932-1990), actriz francesa conocida por sus roles en “Hace un año en Marienbad”, de Alain Resnais, y “El discreto encanto de la burguesía”, de Luis Buñuel.
Con tres buenos trabajos de Cécile de France, Izïa Higelin y Noémie Lvovsky, la última película de Catherine Corsini cuenta una historia de amor entre mujeres Azarosa coincidencia: la semana pasada se estrenaba Yo antes de ti, un cuento de hadas aristocrático llegado del país separatista europeo del momento en el que se defendía con una disimulada opulencia el derecho a quitarse la vida. Siete días después llega otra apología de la eutanasia, ya no como cuento s A juzgar por una reciente encuesta vernácula, no son tantos los convencidos en materia jurídica cuando se trata de legitimar el deseo de dos personas del mismo sexo en refrendar su compromiso bajo las leyes del Estado. Por razones insólitas y vetustas, hay gente que aún se molesta ante las elecciones eróticas de los otros; la vida secreta de los genitales ajenos les resulta un tópico. Tiempo de revelaciones puede ser un buen antídoto. Es un filme sencillo y didáctico que gira en torno a una historia de amor entre dos mujeres; una nacida en el campo y educada para ser parte del engranaje de una granja; la otra parisina, profesora de español y comprometida a luchar por los derechos de la mujer. En cierto momento, Delphine y Carole se conocerán en París y se enamorarán. Provienen de dos mundos casi opuestos, pero se desean intensamente. En 1971, incluso en un presunto país liberal como Francia, el lesbianismo frente a la mirada social era una anomalía. Estas son las coordenadas simbólicas que elige la delicada realizadora Catherine Corsini para explorar los límites del deseo y el deseo de cuestionar esos límites. Inmediatamente, los espectadores del filme de Corsini asociarán el relato a La vida de Adèle; hay similitudes en cuanto a la diferencia de clases, culturas y edades entre los personajes, aunque la atención que les dispensa Corsini a los protagonistas es democrática. Todavía más lejana es la aproximación a los placeres sexuales; desdeña la exacerbación voyeur del filme de Abdellatif Kechiche, y eso no significa que se soslaye el erotismo: su ejercicio se restringe a ser fiel al placer de los personajes sin tener en cuenta la potencial excitación de los observadores sentados en sus butacas. Que Corsini sea una directora es posiblemente lo que marca la diferencia entre ambas películas. El afán narrativo del film no fagocita otros requerimientos estéticos. Corsini pone atención a cómo filmar París, a recrear cromáticamente la época y a retratar la monótona bonhomía de los campesinos. El pasaje cinematográfico más vistoso es aquel en el que una tormenta se avecina en la granja. Si bien es un preámbulo metafórico de otra tormenta y cumple entonces una función narrativa, la panorámica en contrapicado sobre el cielo encapotado ostenta una voluntad estética que merece reconocimiento. El cine nunca debe agotarse en la eficacia narrativa. La sensualidad de una película se trasluce en los detalles.
Un poco de amor francés Por Delfina Moreno Della Cecca Dos mujeres representan pasado y futuro. Otra mujer oscila entre ellas. ¿Podrá encontrar su propio camino? La belle saison significa verano en francés, esa estación que para muchos actúa como una bisagra entre un año y otro, aunque no tan literalmente para quienes viven en el hemisferio norte; de alguna manera u otra, el verano implica darle pausa a la vida, ya sea para vacacionar o para reflexionar. El verano suele ser tiempo de revelaciones, curioso título para esta película de Catherine Corsini, que ya adelanta un poco sobre las vicisitudes de la trama y de sus dos protagonistas.