Está correcta, pero no mucho más que eso. ¿Qué es verdad y qué es mentira?: Prácticamente todo es real, incluido el momento en que tiran los terrones de azúcar, si bien en la vida real no....
En momentos donde la fantasía y el medievalismo estás en ápice dada la inminente culminación de la histórica serie “Game of Thrones”, es inevitable recordar la serie de películas que marcaron un quiebre en lo que respecta a esta temática: “El Señor de los Anillos”. Es un mundo escrito por J.R.R. Tolkien, que salió a la luz en el año 1937, siendo “El Hobbit” el primer libro de muchos más. En esta oportunidad, Nicholas Hoult se pone en la piel de este extravagante e inteligente personaje en su film homónimo y biográfico, escrito por David Gleeson y Stephen Beresford. El largometraje inicia con un Tolkien joven, interpretado por Harry Gilby, quien ingresa a un colegio de alto nivel gracias a su tutor legal, el sacerdote Francis (Colm Meaney). Allí conoce a un grupo de chicos con quienes, a pesar de haber iniciado la relación con peleas, entablaron una profunda amistad basada en el arte y las ganas de cambiar el mundo a través de ella. Por otro lado, Tolkien conoce a Edith Bratt (Lily Collins), mujer de la cual se enamora profundamente y, debido a cuestiones académicas y la participación inglesa en la Primera Guerra Mundial, sus caminos se separan, aunque con la promesa de volver a encontrarse. Tironeado por estos aspectos variados, Tolkien crece con el único objetivo de dedicarse a lo que realmente le apasiona: las lenguas clásicas. La actuación de Hoult resulta sorprendente, pudiendo transmitir las emociones de su personaje hacia el público, consecuencia de una gran formación de su personaje y una sólida interpretación de este. Gilby, un chico que está iniciándose en el mundo cinematográfico, se mantiene a la altura de su compañero, brindando dos etapas biológicas del mismo hombre, generando credibilidad en su personaje. Por su parte, Lily Collins crea a una Edith Bratt de la cual no se sabe mucho, pero le alcanzan pocos minutos en pantalla para interpretar de una forma más que aprobada a la pareja de Tolkien. Ella, junto con el grupo de amigos del cual el escritor formaba parte, generan un gran soporte del largometraje y su trama. El director, Dome Karukoski, logra fundir de una excelente manera la historia de Tolkien y su fascinación por la filología clásica, además de cómo concibió el mundo donde se desarrollan sus historias. Sin dudas, éste es un punto más que a favor, además de la reconstrucción de la época de la Primera Guerra Mundial, contexto en el cual la película se lleva a cabo. “Tolkien” es un producto fiel al origen del mundo fantástico del autor, en el cual se puede conocer el entorno donde él vivió y cómo influyó eso en sus novelas. Sin dudas éste es un gran trabajo donde puede verse la importancia de cada arista que compone a la cinta y que no sólo generará satisfacción en cada amante de sus historias, sino que será una caricia para su corazón.
Potente relato que bucea en la vida de un creador que supo conjugar literatura y ecología para trascender los libros y plantarse como uno de los creadores más importantes de relatos fantásticos.
Tolkien: Deconstruyendo la Tierra Media. Era inevitable y ya llegó: la biopic del autor del Hobbit y El Señor de los Anillos nos lleva a una vida más que literaria interrumpida por la Primera Guerra mundial. Tolkien es uno de los estrenos más lógicos y esperables de los últimos años. Después de todo, Hollywood ama las biopics tanto como supo amar la trilogía del Señor de los Anillos. Historia del cine y la literatura fantástica por igual, J.R.R. Tolkien es un mito cuya vida verdaderamente resulta merecedora de un tratamiento biográfico. Huérfano desde una corta edad, creció con la nariz en los libros y con una pasión por lo académico. Su esfuerzo lo llevó hasta la universidad de Oxford, su espíritu artístico a conocer el amor y el destino hacia el evento que marcaría su vida como la de todo el planeta: la Primera Guerra Mundial. Como una biopic común y corriente, realmente no hay demasiado que decir sobre ella. Hace las cosas bien, particularmente con un excelente despliegue de producción tanto en la escala del film como todo el trabajo necesario para que una película de época se transforme exitosamente en un pequeño viaje en el tiempo. Puntualmente vale la pena destacar además la labor de casting: desde el protagonismo de Nicholas Hoult hasta llegar a los roles más secundarios, el elenco realmente esta moldeado de la manera justa. Y es que aún los personajes pequeños son importantes en crear la ambientación que hace bastante especial a esta biografía, ya que difícilmente hay escenas que no están rellenas de todo tipo de referencias a los trabajos de Tolkien. Desde detalles en la escenografía hasta elecciones por parte de los actores, esta es una película particularmente condimentada con un hermoso bingo en el que todo fanático de la Tierra Media puede ir susurrándose todas las referencias que encuentran en la pantalla. Y es que además de aquellas inspiraciones reales que llevaron a la vida del autor a culminar con sus trabajos de ficción, están complementados varios detalles por parte de una dirección y guion dispuestos a jugar con la imaginación de la audiencia. En cuanto al guion, afortunadamente acompañando al espíritu imaginativo de Tolkien y a su amistad de toda una vida con su círculo más íntimo de amigos, no hay un romance que se adueñe por completo de la trama. Por supuesto que tiene su debida presencia, ya que la relación con su futura esposa fue parte importante de sus experiencias. Pero es un alivio que no haya sentido la presión tan hollywoodense de transformarse en una cinta romántica que vender. A pesar de eso, la fuerte presencia de Lilly Collins en su papel al igual que la química con Hoult y sobre todo como el director finlandés Karukoski elige capturarla en cámara claramente hace que su estampa en la película se extienda mucho más allá de sus meros minutos en pantalla. Quizás no tenga un impacto demasiado grande en la historia del cine o incluso en la taquilla. Pero Tolkien es una pequeña, humilde y ambiciosa biopic que logra hacer justicia a una figura más que interesante al mismo tiempo que la condimenta con suficientes detalles artísticos y referencias para los fanáticos. A decir verdad, la experiencia más recomendable para aquellos interesados en la película es sin dudas verla con un grupo de amistades fanáticas de la Tierra Media (aún si es solo de las películas) y apreciarla en una sobremesa en la que vayan repasando las varias referencias tanto al Hobbit como al Señor de los Anillos. Así, difícilmente pueda fallar.
La comunidad del bostezo Si bien nadie puede negar que John Ronald Reuel Tolkien -mejor conocido como -J. R. R. Tolkien- es uno de los autores del género Fantástico más laureados del mundo de la literatura, habría que hacer una encuesta para saber a cuántos de sus más acérrimos seguidores les urgía ver una biopic del escritor, y por sobre todo una biopic como la que nos entrega el finlandés Dome Karukoski, quien por cierto hace su debut en un film de habla inglesa. Como anticipamos, Tolkien (2019) cuenta la vida del escritor, poeta, filólogo, académico y veterano de la primera Guerra Mundial cuyo nombre decora el título del film. El relato hace énfasis en los años formativos del autor de -entre otras- la saga literaria de El Señor de los Anillos, planteando un paralelismo entre este recorte temporal y su experiencia supuestamente traumática en el frente de batalla. Nicholas Hoult (saga X-Men) le pone el cuerpo al escritor y Lily Collins (Okja, Hasta los Huesos) hace las veces de interés romántico. Bien vale aclarar que la familia de Tolkien dejó en claro que no participaron ni avalan esta biopic, un dato que por sí solo levanta polvareda y no augura sensaciones demasiado optimistas. Lo más curioso de una película que busca reflejar la vida de uno de los autores más imaginativos de su generación es lo chata y bajada a tierra que termina siendo su ejecución narrativa. Todo parece resumirse en una suerte de mix entre drama clasista de época y ciertos ecos a La sociedad de los poetas muertos (Dead Poets Society, 1989). Probablemente la performance del ensamble de jóvenes actores sea de lo más destacado de un film que también se luce gracias a su diseño de arte y ambientación de época. Cuestiones que merecen su reconocimiento pero lógicamente incapaces de sostener por sí solas un relato cuya inclinación por el drama nos priva de momentos más "luminosos" de la vida del autor, y definitivamente más cercanos a sus trabajos más popularmente fantásticos. Las pequeñas referencias y alusiones simbólicas que se incluyen en alguna que otra secuencia no terminan satisfaciendo a nadie, mucho menos a los propios fans de Tolkien. Las dos líneas temporales sobre las que se establece la narración no parecen tener otro objetivo más allá de generar intriga sobre cuestiones que terminan siendo más accesorias de lo que inicialmente parecen en el mapa general del film, cuyos momentos más inspirados terminan siendo hechos convenientemente copy pasteados de Wikipedia.
Tolkien ofrece una biografía parcial sobre los años de formación del creador de la Tierra Media y El señor de los anillos que tiene las características clásicas del género en el cine hollywoodense. Este era un proyecto complicado porque resulta muy difícil comprimir en un tiempo limitado los aspectos más interesantes de la vida del autor que el espectador espera encontrar en el film. Probablemente el formato de serie de televisión le hubiera sentado mejor, ya que esta producción presenta un resumen compacto de muchas cuestiones que merecían un tratamiento más dedicado. Muy especialmente en lo referido al proceso creativo del universo de ficción que el artista concibió y no tiene otros antecedentes en la literatura fantástica moderna. La película del director Dome Karukoski se enmarca en el campo de la biografía de manual clásica del cine norteamericano que detalla algunas cuestiones interesantes, si bien deja un sabor agridulce por la oportunidad desperdiciada. Tampoco es una mala película y tiene algunos méritos, pero la realidad es que la historia daba para más. El relato del director transmite la idea equivocada que el suceso de Tolkien fue un golpe de suerte. Un día caminando por un bosque se le ocurrió la idea de El Hobbit, la escribió enseguida y se hizo famoso de la nada. Suena muy idílico pero no sucedió de ese modo. La creación de la Tierra Media fue el trabajo de una vida y toda la gesta del Silmarillion y el universo detallado que creó en esta producción encuentra un espacio irrelevante. Hay guiños y referencias que los fans de Tolkien reconocerán pero nunca se indaga en la gestación de su obra que hubiera sido tan interesante de ver, en lugar del típico melodrama hollywoodense. En casi dos horas de película ni siquiera se menciona que la esposa del autor Editt Bratt, interpretada por Lily Collins, fue la inspiración de personajes emblemáticos como Lúthien Tinúviel y Arwen. Su rol queda limitado al papel de la mujer detrás del artista. A lo largo de la trama conocemos el interés de Tolkien por el lenguaje y la mitología a través de un argumento que parece un resumen escolar del perfil de Wikipedia del autor. No obstante, es justo destacar que hay otros temas de esta biografía que tuvieron un desarrollo superior. Una particularidad que predomina en las obras del escritor, muy especialmente en el Hobbit y El señor de los anillos es que se tratan de relatos centrados en la camaradería masculina. Tanto la relación de Bilbo con los enanos o la de Frodo con Sam se desarrollan en el marco del concepto de la hermandad. Un tema al que el film hace referencia en el vínculo del protagonista con sus compañeros más íntimos del ambiente universitario en el que se educó. Si bien cada uno de esos personajes tienen un desarrollo mínimo al menos el argumento hace el esfuerzo de abordar un tema trascendente en la vida del artista. Nicholas Hault y Lily Collins presentan un gran trabajo si se tiene en cuenta el guión que tenían disponible y las escenas que comparten juntos brindan algunos de los momentos más simpáticos de la película. Toda la reconstrucción de época está muy bien elaborada pero más allá de los aspecto técnicos no hay muchas más virtudes para resaltar. Si en algún momento a los alumnos de una escuela les encargan una monografía sobre Tolkien está película los puede ayudar a preparar el resumen pero como obra cinematográfica difícilmente quede en el recuerdo.
Esta es una película que esperaba bastante. Leí la obra de Tolkien, incluso su correspondencia publicada. Lo descubrí en los 90s, en mi adolescencia, antes de que se estrenaran las películas. Y por lo tanto tenía una imagen de él muy formada. Esta biopic no era lo que esperaba, pero porque nunca me imaginé que se iban a centrar únicamente en su juventud antes de ser un escritor reconocido. No va a suceder, pero me encantaría una secuela que explore esos años... Ahora bien, en definitiva, Tolkien es una película acerca de la amistad, de la camaradería, de una unión muy fuerte entre cuatro individuos que forman un lazo que los atraviesa. De esa manera conocemos como espectadores un costado de JRR con el cual no estábamos familiarizados, pero que los realizadores se encargan de linkear y anclar con sus conceptos más populares. Cada tanto aparece una pequeña pincelada o referencia a El Señor de los Anillos, y garpa mucho ver eso. Pero lo que también hay que señalar es que por momentos el ritmo es muy lento y puede llegar a aburrir. El director finlandés Dome Karukoski logra crear un buen clima de tensión en las escenas bélicas de la Primera Guerra Mundial, para luego narrar a modo de flashbacks el origen del protagonista. A nivel fotografía está muy bien, lo mismo sucede con la recreación histórica, pero no tanto con el score. Nicholas Hoult hace un buen trabajo, pero tampoco brinda una performance memorable, gana la historia del personaje por sobre la actuación. Tolkien es un buen drama de época con el agregado mitológico de ser la historia formativa de uno de los grandes maestros literarios del mundo fantástico. Si leíste su obra, si sos fan de las películas, la vas a disfrutar más.
Si no te alcanza con las dos trilogías fantásticas de Peter Jackson, ahora podés conocer a la mente maestra detrás de la creación de la Tierra Media, en una biopic un tanto genérica. Dramas biográficos siempre los hubo y no dejará de haber. Algunos son contundentes y analíticos como “Toro Salvaje” (Raging Bull, 1980) o “Malcom X” (1992), otros se toman demasiadas licencias narrativas -te estamos mirando a vos “Bohemian Rhapsody” (2018)-, y están lo que juegan con la misma mitología de su “objeto de estudio” y entregan una estética, desde el vamos, más interesante, como la lisérgica “Pánico y Locura en Las Vegas” (Fear and Loathing in Las Vegas, 1998). La mayoría son historias intrascendentes que no aportan mucho más a lo que podemos encontrar en cualquier biblioteca, y es ahí donde cae “Tolkien” (2019), una biopic tan insulsa como aburrida. El ignoto director Dome Karukoski se mete de lleno (o no tanto) en los años formativos de John Ronald Reuel Tolkien (Nicholas Hoult), creador de la Tierra Media y uno de los autores fantásticos más renombrados de todos los tiempos. El realizador chipriote nos pasea por su infancia tras el establecimiento de su familia en Inglaterra (el pibe nación en Sudáfrica), la impronta de la muerte de su mamá, su paso por la casa de acogida de la señora Faulkner (Pam Ferris) donde conoció a su futura esposa, Edith Bratt (Lily Collins), y sobre todo, la influencia de sus compañeros de la King Edward's School, una escuela carísima donde encajaba poco y nada, pero donde comenzó su verdadero recorrido artístico después de frecuentar a Rob Gilson (Patrick Gibson), Geoffrey Bache Smith (Anthony Boyle) y Christopher Wiseman (Tom Glynn-Carney), con quienes fundó la T.C.B.S., cofradía secreta conocida como el Club de Té y Sociedad Barroviana (Tea Club and Barrovian Society). Estos son los ejes de “Tolkien”: el constante intercambio literario (todo muy rococó e intelectualoide) con sus amigos de juventud, y el accidentado romance con Edith, dama de compañía a la que no tenía mucho para ofrecer, pero quien se convirtió en inspiración de personajes como Lúthien Tinúviel y Arwen Evenstar, gracias a su espíritu libre y un tanto aguerrido. Todo dentro de una atmósfera bastante inocua y sin matices, que pinta al autor como un verdadero héroe trágico, perseguido por los fantasmas de su pasado y su niñez, sumados a las traumáticas experiencias de la Primera Guerra Mundial, un punto de quiebre para su trabajo a futuro y esa “comunidad” que excedió el colegio y llegó hasta la universidad. Tanto Karukoski, como el guión de David Gleeson y Stephen Beresford, desaprovechan la oportunidad de jugar un poco más con el imaginario creado por J. R. R. e introducirlo dentro de una narrativa que, desde el vamos, no tiene mucho para ofrecer. Sí, hay algunos indicios de sus terroríficas criaturas, y de aquellas que no lo son tanto, pero todo enmascarado en el drama romántico más genérico que se pueda encontrar en la pantalla grande. El director le presta la debida atención a cada uno de los detalles “escenográficos” de las primeras décadas del siglo pasado con sumo cuidado y recrea una época donde las mujeres, al parecer, no cortan ni pinchan. También se da el lujo de llevarnos a las trincheras y esa cruenta Batalla del Somme, imágenes eclipsadas (incluso) por la Tierra de Nadie de “Mujer Maravilla” (Wonder Woman, 2017). Culpamos a Patty Jenkins, que nos arruinó esa visión para siempre. Chistecitos aparte, la realidad es que ninguna de estas experiencias se ve reflejada con dramatismo (o cualquier otra emoción) en la pantalla y el personaje de Tolkien. No vamos a culpar a Hoult, que hace lo que puede con lo que tiene y la viene remando desde “Un Gran Chico” (About a Boy, 2002), y cuyo resultado es un protagonista absolutamente chato que exuda todos los convencionalismos de manual de los que los realizadores pudieron echar mano. Tampoco podemos achacarle muchos errores a Collins y su Edith, una mera excusa para meter un poco de romance en una película que nunca encuentra el tono ni las aristas desde donde quiere encarar esta historia condescendiente. La sociedad de los poetas muertos A “Tolkien” se le nota el presupuesto acotado y ese freno que se pone el director a la hora de dejar volar su inventiva narrativa. Igual, no es un pretexto valedero, ya que por la misma cantidad de dólares, Marc Foster pudo sumergirse con muchísimo más éxito en el imaginario de Sir J.M. Barrie en “Descubriendo el País de Nunca Jamás” (Finding Neverland, 2004). Las comparaciones son odiosas, y acá no hay tantos puntos de conexión que digamos, pero sirve como ejemplo para demostrar que se pueden contar estás aburridas historias de época con un poco de imaginación y alguna vuelta de tuerca, mucho más cuando el protagonista en cuestión hizo tanto por la literatura y los universos fantásticos. Podemos suponer que tampoco es la idea de Karukoski, quien se apega a un relato más ‘realista’ que va y viene en el tiempo, y que omite siempre que puede muchas de las posturas más controvertidas de J. R. R. Como ya dijimos, “Tolkien” es un film inofensivo que no aporta mucho sobre el autor de “El Hobbit” y “El Señor de los Anillos” (The Lord Of The Rings). Hace mucho hincapié en todas sus influencias (guarda que la originalidad se nos pierde por el camino) y adorna todo con los encuentros amorosos de la parejita que, seamos sinceros, nunca logra representar ese peligro constante del distanciamiento.
Detrás de Tierra Media El multipremiado director finlandés Dome Karukoski sale de su país para enfocarse en recrear la vida de John Ronald Reuel Tolkien, más conocido como J.R.R. Tolkien, quien fue el creador de novelas fantásticas como El Señor de los Anillos y El Hobbit. Esta biopic recalca los principios del escritor, desde su infancia, pasando por la adolescencia y la adultez. Nicholas Hoult (X-Men, La Favorita) es el encargado de ponerse en la piel del protagonista y lo hace de una manera fenomenal. Desde hace unos años viene demostrando su capacidad actoral y en esta película lo remarca en cada aparición. Lo acompaña de igual manera Lily Collins (Okja) que interpreta a la potencial esposa. La época está recreada de manera completamente verosímil, lo cual hace que el espectador se meta de lleno en la historia a contar y no en detalles que hagan ruido dentro de cuadro. Con lo que respecta al guion, Stephen Beresford y David Gleeson, hacen un buen trabajo con diferentes líneas temporales que nos llevan desde la adultez a la adolescencia -o viceversa-. De esta forma genera un dinamismo narrativo y de montaje aportándole un valor agregado a este tipo de largometrajes, que suelen ser más bien lineales. Por momentos una buddy film, demostrando su lado más aventurero con los amigos del colegio, y por otros una comedia romántica con prohibiciones religiosas de ese entonces. Pero lo más interesante es este desentrañamiento para conocer más sobre Tolkien, cómo llegó a crear un idioma, qué estudió, cómo profundizó sus pensamientos y qué vida tuvo. Cualquier fanático de sus libros o de las sagas de películas que se crearon con ellos, van a disfrutar esta biografía sobremanera, queriendo volver a leer y ver todo lo que salió de la cabeza de J. R. R. Tolkien.
Era cuestión de tiempo para que alguien se interesa por un escritor que supo construir todo un universo, con lenguaje propio incluido, que supo desarrollar a través de varios libros y cuentos, no sólo la popular trilogía, El señor de los Anillos. Después de que Peter Jackson trasladara el mundo de la Tierra Media al cine (primero con esa trilogía, luego con El hobbit, que también la convirtió en trilogía), no sorprende que entre las biopics que cada tanto llegan a la cartelera, haya una con el nombre de él: J. R. R. Tolkien. No quedan dudas de que para haber creado toda esa obra se necesita de una mente muy inspirada. ¿Sería posible transmitir esas cualidades a una biopic, que no pretende más que contar cómo fue que se crearon esos universos, que nacieron desde lo más profundo de la mente de un muchacho pobre al que le gustaban las historias? Bueno, la película que dirige Dome Karukoski no consigue mucho de esa fascinación que la obra de Tolkien ha logrado. El film narra la historia del joven Ronald, interpretado por Nicholas Hoult, desde que se ven forzado a mudarse con su familia para poco después fallecer su madre y quedar a cargo de una señora adinerada que decide acogerlos. Allí conoce a otra muchacha de procedencia similar, Lily Collins interpretando a una especie de mujer elfa, de quien se enamora. Al mismo tiempo, la escuela le permite conocer a los hermanos que él elige, con quienes forman un grupo que intentará continuar unido aun cuando la guerra asole y tengan que enlistarse. El film introduce esta línea narrativa desde el principio, como flashazos en los que Tolkien parece ver monstruos pero resultan reales, el propio ser humano sumido en guerra. Así se van desarrollando las diferentes capas del personaje. El amor, la amistad, la literatura, los tres pilares de su vida. Pronto se podrá ser testigo de cómo comienza a introducir las ideas para un lenguaje nuevo cuyo desarrollo va avanzando. En el medio, claro, habrá algunos dramas por desencuentros o cuestiones económicos. Y entonces “Tolkien” no termina nunca de salir de las sendas más genéricas de la biopic. Alguna escena un poco más divertida, alguna un poco más inspirada (como el recital al que asiste la joven pareja y no sucede del modo en que lo tenían previsto) y otras tantas más dramáticas. El profesor y escritor que lo descubrirá e instará a seguir estudiando y escribiendo. Todo se siente narrado de un modo ligero, más interesado en el qué contar que en el cómo contarlo. Las escenas entre Hoult y Collins son las que mayor naturalidad desprenden. Esa historia de amor contenido es de lo mejor que tiene el film a nivel narrativo. Entretenido, a veces simpático, a veces más sensible, “Tolkien” servirá para conocer los orígenes de un escritor que todavía resulta fascinante. Lamentablemente poca de la magia que supo narrar se encuentra en cómo está contada su vida acá; aunque haya algunos atisbos con ciertas imágenes que lo prometían nunca parece terminar de adentrarse en la cabeza del escritor. El resultado es apenas correcto y funciona como homenaje.
Dome Karukoski nos invita a conocer a la mente detrás de "El señor de los anillos" en "Tolkien" , el biopic sobre el célebre escritor John Ronald Reuel Tolkien, cuya vida comenzó lejos de los incomparables personajes que creó en sus famosas novelas. El film se centra solo en un momento de la vida del autor y sobre cómo nació su inspiración para escribir "El Señor de los anillos". Un joven que se transformó de un huérfano solitario en uno de los narradores más grandes de todos los tiempos. Muestra a Tolkien (Nicholas Hoult) en sus años de maduración, de formación y su búsqueda por la amistad y el amor, planteando un paralelismo con su experiencia traumática en el frente de batalla. Entre charcos de sangre y resistiendo con su último aliento el protagonista se refugia en su imaginación, que lo salva y lo ilumina con el germen del mundo fantástico de la mítica saga literaria que hoy conocemos. Nicolas Hoult se pone al hombro un papel nada fácil y lo sostiene emocionalmente a lo largo de toda la película. Lily Collins también cumple muy bien como Edith Mary Bratt y cabe destacar la química entre los fundadores de la T.C.B.S quienes llenan de vida al relato. "Tolkien" es una historia de superación y perseverancia. Cuenta con una maravillosa ambientación, gran banda sonora y una hermosa fotografía. El film se esfuerza por conmover pero en cambio por instantes genera cierta distancia con el espectador. Sin bien tiene varios momentos muy cliché, frases armadas y ninguna escena memorable, se nota que hubo un leve intento por innovar y no caer en el biopic convencional. La misma familia de Tolkien dejó en claro que no participaron ni avalan el biopic, un dato que probablemente aleje a algún fan del autor. Quizás personalmente esperaba un relato más profundo y me hundí en mis expectativas. Lo cierto es que la obra de Tolkien sigue intacta. Por Matías Villanueva
La vida de John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973) está a primera vista asociada directamente a la fantasía, a la leyenda y a las lenguas desconocidas con resonancias medievales sencillamente porque lo primero que hacemos es conectar ese nombre a su magna obra como autor: El Hobbit, El Silmarilion y, sobre todo, la trilogía de El señor de los anillos. Este primer acercamiento cinematográfico a su vida nos aporta otros detalles: su condición de huérfano, un esforzado ingreso a los estudios superiores, el bullying que sufrió de chico y las amistades que surgieron después, más allá de esa condición. Todos estos aspectos aparecen construidos a partir de los recuerdos que el propio Tolkien pone en juego mientras recorre las trincheras de la Primera Guerra Mundial poniendo en riesgo su vida. De la descripción se desprendería una existencia marcada por el sacrificio, la superación y cierto aliento épico, pero el resultado es otro: la vida de J. R. R. Tolkien expuesta en esta película resulta tan anodina que podría aludir a cualquier otra persona. La acción transcurre pesadamente entre las cavilaciones del protagonista y un constante ejercicio declamatorio por parte de sus amigos y dos protectores, un religioso (Meaney) y un catedrático (Jacobi), ambos desaprovechados. Al final, los episodios de la vida de Tolkien empiezan a conectarse con su extraordinario legado literario, pero ya es demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido.
Por más emocionante que sea la vida de un escritor, la de un inventor de mundos como fue J. R. R Tolkien nunca podrá equipararse a la de sus libros, empezando por “El Señor de los Anillos”. Tal vez por eso los herederos de Tolkien le negaron toda colaboración a este film biográfico que intenta exponer cómo los sinsabores que la vida le deparó al joven autor influyeron en la frondosa imaginación de sus libros. Para empezar, Tolkien era huérfano y tuvo un incipiente amor con una pianista huérfana. La pareja que forman Nicholas Hault (de los “X-Men”) y Lily Collins es casi perfecta, pero la felicidad no dura mucho, ya que primero les prohíben verse, y luego viene la Primera Guerra Mundial. Justamente este es el momento del film donde la terrible guerra de trincheras en Francia pone a prueba el sentido de la camaradería que el joven Tolkien formó con sus compañeros, logrando una especie de prototipo de la “Comunidad del Anillo” que, años después, seria parte esencial de su literatura. Muy bien filmado por el finlandes Karukoski, en buena parte este “Tolkien” es una típica película de época al estilo inglés, tal vez demasiado conservadora en lo formal, pero con una excelente ambientación, sólidas actuaciones y momentos intensos.
El joven Ronald (Harry Gilby) recibe la noticia de que debe mudarse de su casa en el campo, a la ciudad. La escena no puede ser más clara, mientras su madre le dice que atesore en su memoria ese paisaje con el que creció, vemos un prado verde, puro y apacible. El corte es drástico en la primera imagen de Birmingham, ciudad fabril del Reino Unido, de chimeneas humeantes, oscuridad, fuego y ruido. Sin dudas la referencia a la Tierra Media de “El señor de los anillos” la entienden hasta quienes no sean fanáticos de la saga literaria y cinematográfica. La comparación de la Comarca (campestre) y Mordor (citadino) ya predispone a encontrarse con una historia en la que la vida de Tolkien (Nicholas Hoult en su adultez) estará ligada todo el tiempo, entre lo real y lo imaginario. Sus tiempos de infancia y adolescencia serán flashbacks de lo que ocurre con el escritor mientras trata de sobrevivir en las trincheras de las batallas en la Primera Guerra Mundial, tiempos en los que luchó para el Reino Unido. Conoceremos a su “comunidad”, su grupo de amigos, que serán fiel reflejo de la fraternidad por sobre todo, y también al amor de su vida, Edith (Lily Collins), con la que tuvo un romance eterno. Esa mezcla entre lo real en su apasionante vida, y lo que después contó en sus obras cumbres “El Hobbit” y “El señor de los anillos”, es el punto fuerte del filme. Pero también la narrativa hará pie en su pasión por los idiomas y su significado, lo que primeramente lo llevó a crear el universo de la Tierra Media. Este viaje introspectivo a la genialidad del gran escritor de literatura fantástica es más un homenaje que un drama o filme de aventuras, pero de todas formas funciona y emociona.
Este biopic sobre el escritor, filólogo y profesor en la Universidad de Oxford J.R.R. Tolkien, que creó todo un mundo fantástico con su propia mitología y lenguajes transformándose en uno de los autores más leídos en todo el mundo con la trilogía de El Señor de los Anillos y El Hobbit -adaptadas a la gran pantalla por Peter Jackson-, se basa fundamentalmente en una reciente biografía llamada "Tolkien y la Gran Guerra: El Origen de la Tierra Media" -Tolkien and the Great War, 2003-, de John Garth. El film explora los años de formación del escritor -cuando empezaba a desarrollar su visión creativa-, el profundo peso que tuvo en él la sociedad TCBS -Tea Club and Barrovian Society- creada junto a sus tres amigos Rob Gilson, Geoffrey Smith y Cristopher Wiseman, su gran amor con Edith Mary Bratt y fundamentalmente el estallido de la Primera Guerra Mundial, determinante para el autor y principal inspiración para su épica El Señor de los Anillos. El relato evoluciona dando cuenta de su vida tanto desde la perspectiva profesional -que culminaría en el momento en el que escribe las primeras letras de El hobbit- como desde la personal -que nos lleva a conocer su faceta como padre y marido-, con flashback que alternan su paso por los terroríficos espacios que significaron las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, donde aprovecha para introducir algunas de las ensoñaciones del escritor mostrando el fuego enemigo del frente como inmensos dragones o a las tropas como oscuros caballeros empuñando sus espadas en medio de la bruma y el barro. En ese sentido, es el conflicto bélico quien marcó su existencia tanto para sobrevivir en aquel calvario y como fuente de inspiración para sus posteriores obras. Tolkien permite a los aficionados rastrear en cada una de las escenas a personajes, lugares o sucesos que inspiraron la imaginación del autor y que serían más tarde introducidos en su obra. También narra el encuentro del joven con el filólogo Joseph Wright mientras estudiaba en Oxford, quien lo influenció en la lingüística histórica y la filología, dos de los campos en los que se especializó el autor y destaca la influencia del compositor Richard Wagner -el músico venerado por su amada Edith- a través de la buena banda sonora de Thomas Newman, Tolkien suma un elenco parejo y corrección técnica y formal, pero no sobresale en ningún aspecto, no tiene escenas de batalla deslumbrantes ni situaciones emocionantes pero tampoco decepciona, ya que su relato tiene por objetivo exponer aspectos de la vida del autor que influenciaron y marcaron sus obras literarias.
El joven Ronald Tolkien, acaba de perder a su madre. Es por esto que termina junto a su hermano, viviendo bajo la tutela de una señera perteneciente a la alta sociedad inglesa. Allí es donde Ronald conocerá a su grupo de amigos y la mujer de su vida; mientras de a poco va formándose más y más en su gran pasión, la literatura. Pero la sombra de la Gran Guerra se asoma en el futuro. En una época donde los biopics empiezan a copar de a poco las salas, que le llegara el turno a uno de los escritores más reconocidos a nivel mundial, no asombra a nadie. Pero es una lástima que la película que debía contarnos la turbulenta vida de J. R. R. Tolkien, tenga tal nivel de mediocridad; que, si no se hacía, no pasaba nada. Esto se traduce en una historia, donde al protagonista no se le muestra una falencia como persona. Y esto conlleva a uno de los mayores errores que se podían cometer; y es que el Tolkien real, era alguien clasista y racista (algo que hasta en su propia literatura se hace presente). Estas malas cualidades, brillan por su ausencia en la cinta; así como también sus marcadas creencias católicas son apenas mostradas. Tampoco vemos muchas fuerzas opositoras reales y creíbles en la película. Alguien me va a correr diciéndome sobre La Gran Guerra, pero no es algo particular de este personaje, sino que afectó a millones de personas. Y tampoco es que veamos mucho de la guerra en sí; apenas unos planos de una masacre y ya. Demasiado poco para que sea el mayor conflicto de Tolkien en la trama. Pero a favor, tenemos que decir que la película, pese a que resulta genérica en casi todos los aspectos, Tolkien no se vuelve aburrida. En parte porque pese a que el protagonista consigue todo lo que se propone, el ritmo es el adecuado para entretenernos. Lo mismo que las actuaciones; incluso la siempre insípida Lilly Collins, aunque quien de verdad se roba la función, es Nicholas Hoult, quien vuelve a mostrar que es uno de los mejores actores del momento. Tolkien termina siendo otra biopic mas del montón, que solo ofrece un correcto trabajo actoral, y una buena ambientación de época, y poco más. Sin un conflicto claro; santificando a su protagonista, quien además tenía unos demonios bastante evidentes y conocidos. Solo recomendable si son demasiado fanáticos del escritor en cuestión; sino, hay propuestas más interesantes en el cine.
Tolkien es una película que relata años de juventud del lingüista inglés John Ronald Reuel Tolkien (interpretado por Nicholas Hoult), quien escribió “El señor de los anillos”, la novela más importante del siglo XX. Completan el elenco Lilly Collins, Colm Meaney, Patrick Gibson, Anthony Boyle, Tom Glyn Carney y Derek Jacobi. Todos ellos dirigidos por Dome Karukoski, de larga trayectoria en el cine finlandés, aunque desconocido en nuestro país. La historia alterna entre un presente en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial y una serie de flashbacks, en los que vemos diferentes pasajes de la infancia, adolescencia y juventud de este talentoso escritor. Con un relato que recuerda a la obra de Charles Dickens, porque trata temas como la pobreza y la orfandad, aunque en la Inglaterra de comienzos del siglo XX. Pero del que conocemos de antemano su final feliz, porque su obra literaria es mundialmente conocida. Uno de los problemas que hace que esta película no funcione del todo es por esta estructura narrativa conocida como in medias res, que sí lo hace en otro tipo de películas biográficas, como Forrest Gump, porque éste es un personaje ficticio y se busca sorprender al espectador al vincularlo con los acontecimientos históricos. Pero en este caso, al no respetar la linealidad del relato no se genera un in crescendo dramático restándole fuerza a los giros en la trama motivados por los acontecimientos de su vida. Y esto trae como consecuencia. Yel segundo gran problema es la dispersión de los temas, pasando arbitrariamente de su historia de amor con su futura esposa, la camaradería de este grupo de estudiantes con talento para el arte que recuerda a La sociedad de los poetas muertos, su enorme talento para la lingüística o las fuentes de inspiración de donde salió este universo fantástico al que llamó la Tierra Media. Pero tiene también algo positivo, como es la fotografía de Lasse Frank Johanessen, que en esos paisajes como la colorida campiña inglesa o en la monocromática trinchera de la guerra dan a entender al espectador cual fue la fuente de inspiración para su obra. Algo que también queda claro en las imágenes surrealistas en las que la cámara adopta el punto de vista de su protagonista. Y todo esto viene acompañado de la belleza de la música de Thomas Newman, del mismo estilo que las compuestas por Howard Shore para las adaptaciones cinematográficas de la obra de dicho escritor. En conclusión, Tolkien es una película que desaprovecha el enorme potencial con el que cuenta, porque busca abarcar demasiados temas sin profundizar ninguno. Por eso será recordada por la belleza de algunas de sus imágenes, pero sueltas, y no formando parte de un todo, lo que la hubiera convertido en una obra maestra.
Inglés por pasión aunque sudafricano por nacimiento, católico furioso por despecho, lleno de desprecio por cualquier invención producto de la Era Industrial. La vida de J.R.R. Tolkien es bastante interesante. Inglés por pasión aunque sudafricano por nacimiento, católico furioso por despecho, lleno de desprecio por cualquier invención producto de la Era Industrial y, por último, creador de una obra literaria de fantasía que cambió el género aunque comenzó como un hobby que lo siguió hasta el final. Pues bien: todo eso está en la película, que intenta que cada episodio de “El Señor de los Anillos” se refleje en algún episodio de su vida. “Tolkien” mismo habría quemado el guión de este film, que de todos modos no está del todo mal, muestra lo que fue la Primera Guerra Mundial (contienda que justificaría la locura del autor y su pretensión de crear un mito de origen para Inglaterra) y tiene bellos elementos, notablemente el trabajo de Nicholas Hoult y Lilly Collins. Eso sí, lo que se extraña un Gollum en todo esto.
El film se centra en los primeros años de vida de JRR (John Ronald Rouel) Tolkien, el famoso y talentoso creador de “The Hobbit y la trilogía de “El señor de los anillos”. Es una mirada a su niñez, su juventud y llegada al mundo adulto. Una niñez marcada por la muerte del padre y la indigencia. La prematura muerte de su madre que lo lleva junto a su hermano a un orfanato. Pero recibirá una educación de privilegio tutelado por el padre Francis en el King Edwards School. El trabajo del director Cúpula Karukoski y los guionistas David Gleeson y Stephen Beresford, se centra tanto en la niñez del autor, sus primeros pasos en el colegio, sus amigos con los que arma una fraternidad, y el descubrimiento del amor. Una suerte de vida idílica donde comienza el interés de Tolkien por el finlandés y otras lenguas difíciles y olvidadas, más las historias y dibujos de lo que después serían sus obras maestras. Y como ese mundo cuasi perfecto es tajeado por la primera guerra mundial, en una de las batallas más cruentas de trincheras, la pérdida de sus amigos, el amor como promesa lejana. No deja de ser una correcta película biográfica con muy buenos actores, una perfecta reconstrucción de época, pero que logra vuelo desde la mitad hacia el final, con la inclusión de algunas fantasías de horribles figuras y animales fantásticos que poblaran su obra en el futuro, dentro del campo de batalla. Se lucen especialmente Nicholas Hoult, que demuestra que ya es hora de estas responsabilidades, la bella y dúctil Lily Collins exacta en su personaje y grandes actores como Colm Meaney y el mítico Derek Jacoby, en un elenco donde todos cumplen su papel a la perfección. Son los primeros y más difíciles años de un hombre que mucho después deslumbraría con su talento.
El poder del arte Tolkien (2019) es una biopic dramática dirigida por Dome Karukoski y co-escrita por David Gleeson y Stephen Beresford. Protagonizada por Nicholas Hoult (Mi Novio Es Un Zombie, Jack El Cazagigantes), el reparto se completa con Lily Collins (Cazadores de Sombras, Stuck In Love), Anthony Boyle, Patrick Gibson (The OA, Mentes Poderosas), Tom Glynn-Carney (Dunkerque), Derek Jacobi, Laura Donnelly (Jenny Fraser en Outlander), Pam Ferris (tía Marge en Harry Potter y el Prisionero de Azkabán), Craig Roberts, entre otros. Basada en la infancia, adolescencia y posterior madurez del inglés John Ronald Reuel Tolkien (Nicholas Hoult), uno de los escritores más queridos y aclamados que llegó a ser considerado el padre de la literatura fantástica moderna, el filme ahondará en su paso por la casa de la señora Faulkner (Pam Ferris) a partir de quedar huérfano junto con su hermano. Allí conocerá a Edith Bratt (Lily Collins), joven pianista también huérfana. Los dos pasarán de ser grandes amigos a desarrollar una historia de amor, siendo Edith una de las grandes inspiraciones de los libros de Tolkien. Además, la película nos mostrará la consistente amistad del escritor con el pintor Robert Gilson (Patrick Gibson), el poeta Geoffrey Bache Smith (Anthony Boyle) y el músico Christopher Wiseman (Tom Glynn-Carney), aparte de exponer cómo el haber participado en la Batalla del Somme durante la Primera Guerra Mundial expandió la imaginación de Ronald en el plano de la fantasía. Casi todos conocemos los libros y películas de El Hobbit o El Señor de los Anillos, pero muy pocos sabemos qué fue de la mente maestra que estuvo detrás, por lo que ya de por sí la vida de Tolkien, que tuvo varios momentos difíciles, resulta más que atrapante. Con esta cinta, Dome Karukoski fue capaz de armar una bellísima carta de amor al que fue creador de más de una lengua élfica ficticia así como también de un sistema de escritura que incluso puede ser utilizado en el ámbito realista. La esencia de Tolkien está presente durante todo el filme, y esto se da gracias tanto a la labor de Nicholas Hoult como a un guión genuino que emociona a la vez que hace sonreír. Lily Collins no se queda atrás y, como nos tiene acostumbrados, otra vez da una gran interpretación. La química con Hoult traspasa la pantalla y cada escena que comparten resulta una delicia llena de magia y amor. Edith es la encargada de recordarle a Ronald que las palabras son importantes por su significado y el sentimiento que nos producen, ella sueña con ser libre y desde los ojos de la actriz el espectador puede sentir todas las ganas que la joven tiene de salir al exterior y vivir. Por otro lado, la importancia de la amistad está presente durante toda la película. Aquí no hablamos de una amistad cualquiera sino de una hermandad, representada en el grupo T. C. B. S. (Tea Club Barrovian Society). Cada uno de los cuatro adolescentes que se conocieron en la escuela de Birmingham se especializaba en una rama artística diferente y, aunque tenían sus diversas peleas, ellos se entendían, respetaban y apoyaban el uno al otro. Por otro lado, las escenas de guerra están súper bien retratadas ya que no solo se quedan en la destrucción, el frío y la pérdida, sino que también nos muestran desde los ojos de Tolkien qué es lo que él vislumbró en Somme. Además seremos testigos del paso de Ronald por Oxford: su insistencia hacia el profesor Wright (Derek Jacobi) para convertirse en estudiante de filología nos otorga charlas muy interesantes donde se puede ver la magnífica inteligencia que tenía John en sus primeros años de vida así como sus verdaderas ganas de aprender. Con un desenlace completamente emocionante, Tolkien llega al corazón del espectador y se convierte en una de las mejores películas biográficas del año gracias a la forma en la que toca tópicos universales tales como el amor, la amistad y la pérdida. Un precioso homenaje para no dejar pasar en la pantalla grande.
Boceto de un hombre La biopic del autor de El señor de los anillos, dirigida por Dome Karukoski, resulta tan esquemática como adocenada. Nuevo peldaño en la sobrepoblada escalinata del film biográfico, Tolkien refleja varias de las falencias del cine entendido como ilustración de toda una vida sin ofrecer casi ninguna de sus posibles virtudes. De producción estadounidense, realizador finlandés y locaciones británicas de pura cepa, esta aproximación a los años fundacionales en la vida personal y creativa de J.R.R. Tolkien –mucho antes de la publicación de El hobbit y la trilogía de El señor de los anillos– resulta tan esquemática como adocenada, a pesar de los esfuerzos de Nicholas Hoult por componer un personaje a escala humana. Desde los primeros minutos de proyección, la estructura central del guion alterna una instancia determinante en la vida del futuro filólogo y escritor –la participación como soldado en la Primera Guerra Mundial– con diversos momentos de su vida, antes de la conformación de una familia propia y el comienzo de su carrera como literato. La biopic al uso suele pergeñar momentos de revelación e instalarlos como bisagras de la historia, elemento narrativo que no es obligatorio aunque sí útil. Su uso y abuso ha generado decenas y decenas de relatos cinematográficos en los que un recuerdo de infancia o juventud marca a fuego el desarrollo del adulto, su universo y su creación. En Tolkien esa idea es llevada a los últimas consecuencias, como si cada una de las experiencias del personaje fueran simples anticipos del mundo literario aún en gestación. En el campo de batalla, el muchacho sufre de una momentánea locura de las trincheras e imagina dragones que echan fuego por sus fauces, mientras los soldados con máscaras antigás adoptan la forma de espectrales nazgûl; en el Reino Unido, en tiempos de estudio y paz, la profunda amistad con sus compañeros da origen a una cofradía con nombre propio, una “hermandad”. Hay un Sam que acompaña al protagonista en los horrores de la guerra e incluso una función teatral del ciclo del Anillo de los Nibelungos que, previsiblemente, señala la forma circular de un objeto unívoco. Casi, casi un fan service por vía indirecta. Todo relato de ficción basado en personas y hechos reales no es otra cosa que una creación independiente de ese origen. En Tolkien, el realizador Dome Karukoski y los guionistas David Gleeson y Stephen Beresford construyen un mundo unidimensional, ilustrativo en el peor sentido de la palabra, el boceto de un hombre y sus circunstancias. No se trata de pedirle a una típica producción “de prestigio” de Hollywood que se aplique a la investigación de las aristas más polémicas del homenajeado (en el caso de Tolkien, por caso, el conservadurismo religioso o su anticomunismo radical, manifestado tempranamente en su apoyo a Franco), sino de crear una silueta un poquitín más compleja, alejada de la figurita de colección audiovisual.
La escritura como sanación La acción nos sitúa en la Battalla del Somme en 1916, durante la 1ra Guerra Mundial, que fue una de las más cruentas para las fuerzas británicas y francesas, aliadas contra el ejército alemán. Allí el joven Tolkien (Nicholas Hoult) se levanta apresuradamente de su litera para ir hasta el frente a buscar a un amigo. Un compañero de batallón trata de persuadirlo de que permanezca descansando pues padece fiebre de las trincheras, pero Tolkien está decidido a continuar y a su compañero Sam (Craig Roberts) no le queda otro remedio que guiarlo y protegerlo en la misión. Así comienza Tolkien (2019), largometraje del director finés Dome Karukoski, que apunta a dar cuenta de los años de formación del escritor que vio la fama con su novela fantástica El Hobbit (1932) y posteriormente con su secuela, la trilogía El señor de los anillos (1954). La película avanza en una temporalidad alternada, poniendo en paralelo las secuencias bélicas del rescate de su amigo con la gestación de dicha amistad durante la adolescencia, para luego, finalizada la guerra, avanzar dando cuenta del surgimiento de El Hobbit como una historia que en principio fue concebida para sus hijos. En su adolescencia, huérfano y bajo la tutoría legal del padre Francis, es recibido en el orfanato de la Sra Faulkner. En esta etapa conoce a quienes son sus mayores influencias, Edith Bratt (Lily Collins), quien le transmitie sentirse prisionera al servicio de la señora Faulkner y anhela la libertad de poder debatir y desarrollar su gusto por la música de Wagner a la par de un hombre. Edith será el gran amor de Tolkien, a quien no accede sin renuncias ni dolor (clara influencia de la princesa élfica de sus libros) y también quien lo interesa por la ópera de Wagner “El anillo de los Nibelungos”, de inspiración en la mitología gérmanica y en las sagas medievales (clara referencia de El señor de los anillos). Por otro lado, ingresa en el prestigioso colegio King Edward, donde conoce a sus tres amigos (Rob Gilson, Geoffrey Smith y Cristopher Wiseman) con los cuales formará el Club del Té y la Sociedad Barroviana (que toma el nombre de la casa de té Barrow en la cual se reunían luego de la escuela). De aquí surge el espíritu de cofradía y fraternidad donde los amigos, que se alientan unos a otros a desarrollar sus artes y se comprometen en la misión de transformar el mundo, encarnan la típica épica de los ideales de la adolescencia. La idea de una comunidad, que lucha con coraje por un mundo mejor, es evidente en este primer círculo de amigos. La joven adultez lo encuentra entre las piedras grises y góticas de los claustros de la universidad de Oxford. Habiendo perdido la beca para continuar estudiando y al amor de su vida, a quien debió renunciar por insistencia del padre Francis para poder estudiar en la academia; la noche encuentra a Tolkien desesperanzado; gritando y balbuceando una de sus lenguas inventadas en uno de los patios de la universidad, en plena borrachera. El incidente tiene dos consecuencias. Por un lado; el encuentro con el eminente profesor de Filología Wright (Derek Jacobi), su mentor para desarrollar su pasión por las lenguas antiguas y por la sonoridad de la palabras, lo cual le será vital a la hora de crear nuevos nombres significativos en su imaginería de ficción. Por otro lado, las palabras de consuelo de su mejor amigo Geoffrey (Anthony Boyle), quien como poeta le enseñará a ver en lo doloroso de un amor no correspondido la belleza de ese sentimiento tan puro e intenso. Viniendo de tantas pérdidas tempranas y de la pérdida de Edith, la guerra encuentra a Tolkien ante la inminencia de una nueva pérdida, de ahí que se entienda su desesperación por rescatar a su gran amigo Geoffrey. La fiebre lo hace caer en un cráter rodeado de cadáveres en medio de un paisaje desolado y destruido, muy distante de la belleza de las verdes y fértiles praderas de la campiña de su niñez, fuente de inspiración de La Comarca. Aquí la paleta de colores vira hacia el negro y el rojo, tiñéndose de oscuridad y maldad. Las visiones escalofriantes y tenebrosas del horror, que se dibujan en el fuego y en el humo de las metrallas, resultan, en medio del estado febril de Tolkien, clara referencia a las sombrías tierras de Mordor donde habita el Señor oscuro y al destino apocalíptico, si éste llegara a dominar el mundo. Luego de la convalecencia y la guerra, Tolkien se encuentra con la madre de su amigo Geofrrey (que habrá muerto en el frente, al igual que Robert Gilson) y le pedirá permiso para publicar un libro con sus poemas prologado por él. La Sra Smith (Genevieve O’Reilly) al comienzo se muestra renuente a esta idea y se pregunta: ¿Cuál sería el sentido de publicar sus poemas? Esta es una pregunta que podemos pensar que también se hizo el mismo Tolkien, cuando luego de la guerra se hallaba extraviado y había perdido la pasión por la escritura. En esta pregunta se anuncia el debate posterior a la Segunda Guerra Mundial en torno de la posición del filósofo alemán Adorno, que consideraba que “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Tolkien toma la posición de aquellos que, por el contrario, consideran que justamente porque se vivió el horror innombrable, se vuelve un acto ético el intentar encontrar en el mundo algo de magia y belleza. Tolkien, desde el punto de vista del género, es una biopic que puede interesar tanto a los fanáticos del escritor como a aquellos que se interesen en las biografías de intelectuales. La película incursiona de manera bastante fiel en el background de formación y en contexto histórico a partir del cual vieron la luz sus novelas más emblemáticas, lo cual permite que ellas adquieran un nuevo sentido para sus lectores en tanto se advierte que eventos de su vida real se amalgamaron con su capacidad de invención, dando lugar a un mundo de ficción cautivante y altamente significativo en su potencia simbólica. El film encuentra sus puntos más altos e interesantes cuando Karukoski abandona el terreno realista y asume un tono más fantástico y poético en sus formas, acercándose al tono y a la imaginería que concibió esa mente tan prolífica y brillante que fue John Ronald Tolkien.
“Tolkien”, de Dome Karukoski Por Jorge Bernárdez Biopic algo engolada sobre la vida de JRR Tolkien (se pronuncia Tolkïn) por si tenían dudas la película las disipa, que trata de desentrañar cómo llegó el creador de “El señor de los anillos” a crear ese mundo fantástico, que mezcla algo de las leyendas del Rey Arturo, el imaginario germánico y algo medieval más idiomas nórdicos. Cuando arranca todo la historia, la familia Tolkien parece sacada de una novela de Charle Dickens. En los primeros veinte minutos JRR y su hermano pierden al padre, lo que los lanza a la pobreza y enseguida muere la madre no sin antes mostrarnos que fue ella la que le plantó a los niños el amor por los relatos fantásticos y las leyendas con magos, hadas y dragones. Lo que sigue es el derrotero de los huerfanitos por distintos hogares adoptivos hasta que llegan al de una señora muy pitusa que ya tiene otra chica sin padres. Pero de ahí nos vamos enseguida a la creación de una hermandad con tres amigos dentro del aristocrático ambiente de la sociedad inglesa de la primera década del siglo XX. Todo el tiempo el sufrido JRR sufre el desprecio de la clasista sociedad británica, aunque su grupo pertenece a la alta sociedad pero también son medio nerds, el asunto es que queda claro que ese grupo es el germen de la hermandad del anillo. Hay una chica, la huérfana, que se transforma en el amor de la vida del protagonista. Pero la verdad es que al pobre JRR pasa las mil y unas porque no le sale una bien hasta que encuentra un mentor que le da una beca justo cuando la vida académica de Tolkien estaba por terminar. El profesor lo hace entrara al mundo de la filología que Tolkien ya conocía, pero que necesitaba un mentor para que saliera a flote. Y justo ahí estalla la Primera Guerra Mundial y la juventud inglesa cree que la guerra va a ser un paseo y se unen al ejército en masa con la ilusión de viajar por Europa, matar alemanes y alcanzar la gloria, pero la guerra fue mucho más difícil algo que el grupo de amigos de Tolkien sufrió en carne propia. La película es sentimental pero hueca y bastante superficial, pero teniendo en cuenta que muchos de los que saben sobre el tema dicen que todo lo de El señor de los anillos está muy marcado por cuestiones germánicas un poquitín nazis, pero ya que la película pasa eso de largo podemos hacer lo mismo y asumir que los responsable dieron por zanjado el tema con la mención a Wagner y su opera “El anillo de los nibelungos”. Técnicamente impecable, algo ñoña pero indispensable para los que necesitan una precuela de todas las películas que ya hemos conocido sobre los libros de Tolkien. TOLKIEN Tolkien. Estados Unidos, 2019. Dirección: Dome Karukoski. Guión: David Gleeson y Stephen Beresford. Fotografía: Lasse Frank Johannessen. Edición: Harry Ylónen. Música: Thomas Newman. Elenco: Nicholas Hoult, Lily Collins, Anthony Boyle, Patrick Gibson, Colm Meaney, Derek Jacobi. Distribuidora: Fox. Duración: 112 minutos.
El significado de las palabras. Basado en la vida del prestigioso autor literario de El Hobbit y El señor de los anillos, y más allá ser una biopic, el film recurre a la juventud del escritor para encontrar en sus vivencias la inspiración de su futura obra, incluyendo el placer y la importancia hallada en las palabras. La vida de Tolkien (interpretado en su juventud por Harry Gilby y luego por Nicholas Hoult) es narrada con una fuerza poética que refleja, a veces más sutilmente que otras, la pasión y la importancia tanto del arte literario como de los vínculos de amistad y amor. Así, las ideas que terminarían forjando un anillo para gobernarlos a todos, se establecen en las importantes relaciones forjadas por el autor a temprana edad. La amistad con sus tres compañeros de Birmingham que crearían un selecto grupo intelectual para debatir acerca del arte en todas sus formas —ficción, pintura y poesía— y la relación amorosa con la talentosa pianista Edith Bratt (Mimi Keene y Lily Collins) son la pulsión artística que incita a la mente del protagonista a conformar el universo de fantasía más importante de la literatura. Si bien, como demuestra el film, la génesis de su imaginación se encuentra desde un principio en la pasión por la lectura inculcada por su madre, es a través de las relaciones y la atracción intelectual que nacen de ellas donde la inspiración alimenta aún más la pasión de su creador. El relato alterna los tiempos narrativos sin respetar mucho la cronología al pasar por la infancia del autor, su experiencia como combatiente en la Primera Guerra Mundial y los maravillosos años previos junto a sus amigos, todos sucesos igual de importantes que dan forma a la poderosa imaginación. Sabido es que el autor creó su propio y complejo lenguaje que luego sería parte del dialecto élfico de sus relatos. De esta manera, la importancia de la lengua funciona como núcleo del film, ya que al igual que los diferentes sucesos que forman a persona y artista, la relevancia del mismo reside en el significado detrás de los hechos, y por ende, de las palabras. Por ese motivo, el relato no se limita meramente a recolectar sucesos y guiños de lo que luego llevaría Tolkien al papel, sino que resignifica esos elementos denotando el sentimiento y la implicancia que termina por definir las vivencias del escritor inglés en su viaje creativo que más tarde se transformaría en tinta, papel e imaginación. Cual diccionario audiovisual, el film no solo repasa biográficamente al autor sino que encuentra las definiciones que conformaron su mente creativa. Paradójicamente, si los horrores de la guerra dieron lugar a la creación del mal que representa el anillo único, el peso del bello mundo de la Tierra Media creada por Tolkien está en la fuerte presencia de la vida y la belleza de la misma, la cual se encuentra representada en su comunidad de cuatro amigos (o hobbits) y en el amor de un simple mortal por una mujer dotada de un aura que la asemeja a un ser fantástico —el autor y su amada siendo los verdaderos Aragorn y Arwen. Más allá de los simples guiños referenciales, lo que hace el film es construir significado en los hechos y vivencias, dotarlos de trasfondo. La vida que el autor volcó en palabras de ficción, aquí son convertidas en imágenes. En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. En el corazón del amor y la amistad, vivió y creció un autor. Sus palabras y el significado de las mismas continúan viviendo, haciéndolo inmortal y por ende, un ser fantástico más.
El cine biográfico es un género tan antiguo como el cine, pero en el siglo XXI se ha convertido en uno de los más populares y recurrentes. Los premios les sonríen a los actores que protagonizan estos títulos y el arrastre del personaje elegido hace el resto. Bueno, en teoría hace el resto, porque la inmensa mayoría de las películas pasan al olvido en el momento en el que se realizan. Es triste ver los biopics que no tienen éxito, pero más triste es ver los que reciben todos los premios aun siendo un bodrio. Tolkien es una biografía de la adolescencia y juventud de J.R.R. Tolkien, el autor de El señor de los anillos. Vemos esos años claves en la vida del escritor, su pequeña comunidad de amigos y compañeros de estudio. El comienzo del amor y la Primera Guerra Mundial. Con eficacia pero sin particular encanto, la película es interesante y tiene buenas escenas, pero como todo género, el biopic ya empieza a mostrar señales de agotamiento. Tal vez sea hora de que el género deje de tomarse en serio así mismo y busque ir un poco más allá. Tolkien no parece tener destino de clásico, a diferencia de los libros del personaje elegido.
COSAS QUE NO QUEREMOS SABER “Solo fueron un montón de cosas que pasaron”, sentencia Homero en ese capítulo maravilloso de la segunda temporada de Los Simpsons en el que Burns le regalaba a Bart la icónica y gigantesca cabeza olmeca. El comentario de Homero se refiere a que la aventura parecía terminar sin ningún tipo de moraleja, los personajes no aprendían nada, todo lo que había sucedido no tenía ningún tipo de consecuencia moral ni de ninguna otra clase. Es un chiste que me encanta y admito que su presencia en este párrafo es un tanto arbitraria aunque no del todo, porque sirve para mencionar aquella obvia diferencia entre la vida de una persona y su representación cinematográfica en forma de película o serie biográfica: la realidad no tiene sentido narrativo (y probablemente ningún otro), es inconexa, repetitiva, aburrida e irrelevante la mayor parte del tiempo, solo son un montón de cosas que pasan. No puedo dejar de pensar en Tolkien (la película) como en un esfuerzo sobrehumano por dotar de sentido trascendental la vida del escritor que no fue necesariamente extraordinaria en ninguna aspecto, y la ansiedad por querer que cada cosa que le pasó dejara huella en su obra literaria. Desde el punto de vista formal, la película de Dome Karukoski es apenas correcta, abrumadoramente genérica, lista para anexar a cualquier lista de reproducción de las versiones modernas de Hallmark. Tiene un buen casting; Nicholas Hoult convence, y digamos que Lily Collins también y está razonablemente filmada, por decir algo. Karukoski estructura la película con un largo montaje paralelo en el que se nos cuenta, por un lado, el largo peregrinaje de Tolkien en el frente en la Primera Guerra Mundial en busca de uno de sus mejores amigos, junto a un fiel soldado que no lo deja claudicar (sí, referencia de trazo grueso al viaje de Frodo junto a Sam en El Señor de los Anillos), y por otro su infancia y juventud. El conjunto de todo nos dará luego como resultado al Tolkien que todos conocimos (?). Así de esquemático es el guión. Por otro lado, como decíamos antes, la vida de Tolkien no fue algo extraordinario, es más o menos la vida de cualquier muchacho de su clase en aquella época y lugar. Tenía amigos, se enamoró, consiguió una beca, fue a la guerra, sobrevivió y escribió muchos libros. Tenía un talento particular para los idiomas y cierta fascinación por la fantasía épica, pero siguen siendo datos triviales que cobran significado solo porque sabemos en quién se convirtió. Es cierto que su intensa formación en lingüística y filología, algo que se menciona una cantidad alarmante de veces durante el film, explica alguno de los rasgos de su obra, pero no todo hecho en la vida de Tolkien tiene un reflejo directo en El Hobbit o en El Señor de los Anillos. Yo creo que esto es algo evidente, pero la película se empeña en explicarnos que no, que la vida de Tolkien solo tenía un destino: la de escribir una obra literaria famosa, popular y quizás un poco sobrevalorada. Ese nivel de linealidad y cierta pereza al contarnos todas estas trivialidades, vuelven a Tolkien una experiencia cuanto menos tediosa, que olvidaremos muy rápido ante la embestida de información innecesaria sobre Game of thrones que nos invadirá el lunes.
John Ronald Reuel Tolkien es, sin lugar a dudas, uno de los escritores más prolíficos e importantes del siglo XX y su vida está casi a la altura de las aventuras que narró. Tolkien cuenta la vida del autor, desde su infancia hasta su paso por la guerra y la creación de los diferentes idiomas que le regaló al mundo. Una historia estereotipada que intenta darle más importancia a eventos que no definieron su escritura y que por momentos se hace muy extensa y agobiante.
Una biopic muy bien lograda pero diluida, que sirve de manera perfecta para entender de dónde provinieron las inspiraciones del autor literario fantástico más influyente de todos los tiempos. Las siglas J.R.R.T son sinónimo de calidad, aventura, amistad y compañerismo entre otras cosas. John Ronald Reuel Tolkien es el creador de una de las sagas de libros más influyentes en la historia de la literatura fantástica a partir de sus elaborados lenguajes, complejos mundos ficticios y un desarrollo de criaturas y personajes que lograron ser la envidia de más de un escritor. Esa famosa saga es la de El Señor de Los Anillos, la misma historia que catapultó al estrellato a Peter Jackson con sus tres adaptaciones entre el 2001 y 2003 pero cuyo primer paso fue El Hobbit, el primer gran trabajo de J.R.R. que también llegaría al cine de la mano de Jackson entre el 2012 y 2014. Pero detrás de creatividad de este genio literario hay una historia y eso es lo que viene a contar Tolkien (2019), la biopic centrada en su vida y en sus inspiraciones, en sus relaciones y como influyó en él la primera guerra mundial y el valor de la sabiduría y el conocimiento por el idioma. Toda esta recreación dramática de su vida está dirigida por Dome Karukoski y cuenta con un guion de David Gleeson y Stephen Beresford. En ella obviamente se mostrará a un John R.R. Tolkien en todas las facetas y etapas de su vida donde es interpretado por Harry Gilby, en su época de niñez y juventud, y por Nicholas Hoult haciendo de un Tolkien más treintañero, avanzado en sus estudios y previo a la primera guerra mundial. Claro que una gran parte de su inspiración y desarrollo como lingüista profesional tuvo a Edith Bratt (Lily Collins) como gran protagonista, la hija de la mujer que lo adoptó a el y a su hermano, que luego fue su amiga y más tarde su esposa y madre de sus hijos. De todo esto y un poco más es de lo que va Tolkien, la historia de un genio literario. Hay una falla que este tipo de películas suelen tener, esa es que muy pocas veces se tiene en cuenta al espectador que no conoce la obra del sujeto que esta siendo representado. Por suerte para Tolkien, esto aquí no sucede y tanto el que haya leído sus libros (o visto las películas) puede sentirse inmerso de forma total en la historia. Claro que para los que sean fanáticos de raza del autor se pueden encontrar referencias todo el tiempo ya sean más sutiles o más explícitas. Estas referencias y metáforas están impresas en el relato pero no hacen que la historia pase exclusivamente por ellas, de hecho termina sucediendo todo lo contrario. Claro que no todo es color de rosas, porque como en cada dramatización de una historia real hay detalles que no están reflejados de la vida personal de quién se esta homenajeando. En ese sentido la historia esta bastante diluida y no se mete dentro de las partes más oscuras de la personalidad de Tolkien. Todo el aspecto estético está logrado de una manera maravillosa, desde los vestuarios hasta las locaciones. La fotografía es un elemento que también ayuda a lograr ese viaje mental hacía el pasado, pero que no parece forzado y produciendo que la inmersión del espectador sea total dentro del relato. Sobre todo en los pasajes donde se representa la guerra, la puesta en escena se asemeja tanto a las películas bélicas de Kubrick (Full Metal Jacket, 1987) o de Coppola (Apocalypse Now, 1979) se produce un shock en quien esta viendo porque es algo que uno no se espera. Las actuaciones están a la altura de lo que se esperaba y tienen a un Nicholas Hoult y Lilly Collins como máximos exponentes en ese rubro. Ambos brindan una performance excelente y juntos conforman una pareja de ensueño. Ambos logran demostrar y transmitir sus sentimientos con simples miradas y en una película donde el uso y el significado de la palabra es uno de los elementos claves, esas interacciones son fundamentales para no recurrir excesivamente del recurso explícito. Tolkien no es ni por asomo uno de esos tanques que hace que la industria gane montañas de billetes, pero sin dudas es de las películas que sirven para bajar un poco los decibeles con las producciones pochocleras e intentar ponerse en la piel de quienes han sido los grandes creadores de las historias que hoy el cine se encarga de adaptar. Las películas de El Señor de los Anillos han marcado un antes y un después en la industria y que mejor recomendación que intentar meterse dentro de la cabeza de quien ideó todo ese maravilloso mundo medieval de fantasía.
La oportunidad fue desechada. El biopic del autor John Ronald Reuel Tolkien (Nicholas Hoult), creador de la ficticia TIERRA MEDIA, resulto ser un cursi homenaje al universo literario del autor más que al autor en sí. La historia del escritor se ve pasada por trescientos filtros que convierten al personaje en un ser de luz, un hombre buenazo más movido por sucesos que por su creatividad en sí. Los paralelismos con su obra son mostrados de dos formas: mediante trucos visuales interesantes pero carentes de toda creatividad y con lineas de diálogo que exceden la exposición argumental. La historia sigue Tolkien (pronunciado correctamente se dice Tol-Keen, dato de color aprendido en el film) durante su infancia, adolescencia y adultez, mostrando como sus amistades, vivencias bélicas y experencia de vida lo llevaron a crear uno de los universos literarios mas fructíferos y amados de toda la historia. La historia evade todo rastro del racismo que Tolkien tenía para con la comunidad negra de Sudáfrica, llegando a borrar el interesante dato de que el autor habría usado a los negros para crear a los famosos orcos, seres que en los libros cuentan con una descripción bastante alejada de lo que Peter Jackson termino haciendo en las películas. Recordemos que el escritor en pleno apartheid, por lo que presentar ésto en el film no hubiese sido algo para golpear a Tolkien, sino para presentar su persona desde un punto de vista más humano, mas cercano a un hombre real transitando una epoca oscura. Ésto ya retrata un poco la necesidad de Fox Searchlight por vender el producto de una forma pulcra y sin riesgos. Nicholas Hoult es uno de los mejores actores que nos dio la industria, pero en éste film no brilla. Su personaje es un sujetito encantador y nada más. Lo mismo con Lily Collins como su interes amoroso Edith Bratt. Los personajes en sí intentan tener un estilo muy Spielberg que los deja en un area vacía. Lo visual tengo que admitir que fue de lo mejor del biopic. El director Dome Karukoski nos brinda un mundo muy verosímil y bien adaptado, zona en la que las películas de época suelen tener mucho cuidado. La fotografía brinda detalles visuales que son lindos de ver para todo conocedor de la obra, pero abusan tanto de ésto que se torna un recurso inmersivo un poco chanta. ‘TOLKIEN’ no se siente como un biopic, sino como un homenaje de nenes de segundo grado con un gran presupuesto. La falta de conflicto interno nos deja una película más del monton, pero a pesar de ésto, como fan, me alegro haberla visto. Calificación 5/10
Dirigida por Dome Karukoski y escrita por David Gleeson y Stephen Beresford, llega a las salas de cine Tolkien, una película biográfica sobre la vida del famoso autor de El Señor de los Anillos y El hobbit. En los años 2001, 2002 y 2003, la trilogía de El Señor de los Anillos tuvo su adaptación cinematográfica. Años más tarde, El hobbit también pasó a formar parte de la industria hollywoodense. Las seis entregas estuvieron a cargo del neozelandés Peter Jackson, quien supo recrear de una manera eficaz (e inolvidable), al menos en la primera trilogía, este mundo ficticio. Ahora, la vida de quien fue el genio detrás de estas historias pasa a tener su propia adaptación a través de Dome Karukoski. Nicholas Hoult es quien se pone en la piel del famoso escritor. La trama, lejos de abordar su costado más artístico, se basa pura y exclusivamente en la parte más mundana del autor. A través de saltos temporales, se realiza un recorrido por la infancia, la adolescencia y parte de la adultez del protagonista. El foco estará puesto en la relación de éste con su grupo de amigos y su relación con Edith Mary Bratt, papel interpretado por Lily Collins. Uno de los principales problemas de Tolkien es la falta de química entre sus protagonistas. Si bien no cuentan con un guion que los respalde (la relación por momentos se asemeja a la de unos adolescentes caprichosos), ni Nicholas Hoult ni Lily Collins logran convencernos de la existencia de un amor incondicional entre ellos, como todo el tiempo se quiere recalcar en la trama. La película tampoco consigue ser entretenida o atrapante. Sus 120 minutos de duración se tornan pesados y dejan con la sensación de que todo se podría haber resuelto en varios minutos menos. La trama intenta ahondar en varios aspectos del protagonista (amistades, relación romántica, estudios universitarios, paso por la guerra, etc.), pero lo termina haciendo de una forma superficial y banal. El foco principal, puesto en la relación entre Tolkien y Edith, también se siente forzado y, sobre todo, estereotipado. J. R. R. Tolkien supo construir un mundo épico que cautivó tanto a grandes como a pequeños. Sin embargo, Tolkien parece una película sobre alguien común y corriente antes que sobre uno de los escritores más famosos de la historia. Casi en ningún momento se siente que estemos viendo una película sobre el creador de El señor de los anillos. El director y sus guionistas ignoraron por completo la parte más épica del escritor y realizaron una película que se podría reducir simplemente a “otra película dramática de amor hollywoodense”.
Antes de crear el famoso universo literario que rodea «la tierra media» John Ronald Reuel Tolkien – J.R.R. Tolkien – era un joven huérfano apasionado por los diferentes lenguajes y con una historia propia para contar el basis de la creación de sus obras literarias. Esta película, dirigida por Dome Karukoski hace lo que puede con el poco material que tiene – por inconvenientes con los derechos – y trata de interesar sin llegar a ser groundbreaking. Nicholas Hoult pone la piel para caracterizar al famoso escritor de una forma correcta con sutiles toques de reserva, esto es porque en parte la película titubea demasiado a la hora de mostrar los hechos fundamentales en la vida de Tolkien. Escenas largas que rozan una monotonía abismal se adueñan de gran parte de la duración de la película y no consiguen dejar mella en el espectador; así mismo la química entre Hoult y Lilly Collins (interpretando a la futura esposa de Tolkien) se siente sintética y ese romance, que supuestamente tiene que sentirse eterno, comienza y termina como una simple llama. Las obras de Tolkien tratan sobre la amistad, el amor, la religión, el sufrimiento y el triunfo del bien sobre el mal y aquí se presenta, en la otra cara de la moneda, un prontuario fugaz de todas estas cosas que no coinciden por el pésimo manejo de tiempos y el interés de mostrar imágenes más poderosas que las palabras. Sí, Karukoski consigue mostrar los lazos de amistad entre jóvenes que grandes esperanzas de ser maestros de las artes pero fracasa completamente en mostrar el catalizador de hechos que llevan a Tolkien, mediante sufrimiento y terror, a ser el legendario escritor que terminó siendo; se preguntan ¿cuál es ese catalizador? muy fácil: es la primera guerra mundial, el principal escenario de todo este relato en pantalla grande. Tolkien es otra obra sintética que ofrece el séptimo arte; no deja huellas, no se siente como triunfo y no consigue un enfoque apropiado para interesar al público. Es una película que posee actores y actrices con un porte excelente pero dejan un suspiro por una incompetencia invisible tras la cámara, se ve bien, explora sentimientos, pero no llega a cumplir con su misión. Valoración: Regular.
Esta es la biopic de la vida del escritor, poeta, servidor militar, filólogo, lingüista y profesor universitario británico John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), más conocido como J. R. R. Tolkien, creador de la novelas fantásticas «El señor de los anillos» y «El hobbit», entre otras, llega de la mano del director finlandés Dome Karukoski. Se encuentra interpretada por Nicholas Hoult («La favorita») y lo acompaña la encantadora Lily Collins (“Espejito, espejito”) se pone en la piel de su esposa. La trama va y viene en el tiempo pasando por las distintas etapas de su vida (infancia, adolescencia y adultez) de forma dinámica, con un buen montaje, todo se recrea a través de una buena fotografía con los colores adecuados a la época que transcurre y mucho de lo que se muestra está reflejado en su literatura. Lo que le falta es mayor emoción y sorpresas, no resulta impactante y tiene algunos de los actores desaprovechados, por caso: Derek Jacobi y Colm Meaney, entre otros.
Bucear en la infancia y la juventud de John Ronald Reuel Tolkien, el lingüista, profesor de Oxford y autor de El Hobbit y El señor de los anillos, es introducirse en un laberinto dominado por penurias, carencias y un conflicto bélico que marcó su existencia. En ese sentido, los días del escritor están plasmados enTolkien, esta “biopic” que se desarrolla entre el tono romántico y el marco bélico, mientras espía al personaje central desde las alturas, como un desamparado afectivo que atravesó situaciones límites: la muerte de su madre cuando apenas tenía doce años; su posterior etapa como estudiante de Oxford en la que prevaleció el valor de la amistad y el compañerismo, y en donde formó parte de una Sociedad Secreta; y la más determinante, su eterna chispa del amor con la pianista Edith Ann Bratt (Lily Collins). Como todo relato biográfico, el acercamiento a su personalidad puede resultar ambicioso y cuestionado, y la película se acerca con lentitud al disparador de ese universo fantástico del que surgen criaturas monstruosas, magos, caballos y hechiceros, que se materializan y se esfuman con la misma rapidez en medio de los nubarrones y los sangrientos enfrentamientos desatados en la Primera Guerra Mundial. Refugiado en una trinchera llena de cadáveres y en medio de charcos de sangre, Tolkien espera y evita la muerte. Allí surge su creatividad e imaginación como escudo salvador para forjar lo que vino después: la escritura de las famosas novelas de la Tierra Media. El relato del realizador Dome Karukoski coloca en primer plano a Nicholas Hoult (visto en Mad Max: Furia en la carretera y X-Men: Apocalipsis) como el Tolkien en su faceta romántica y en su período de juventud, mucho antes de la publicación de El Hobbit, en 1937. El filme presenta flashbacks que describen diferentes momentos, el distanciamiento y el reencuentro con Edith, también su fuente de inspiración. Si algunos momentos y conflictos resultan distantes y hasta reiterativos, otras escenas transmiten su fragilidad. Y ahí secundan con acierto Colm Meaney, en el rol del sacerdote tutor que tuvo después de la tragedia, y Derek Jacobi, como el brillante profesor de Oxford. Tolkien, con toda su brillantez creativa, entrelazó el amor, la amistad y la guerra para cabalgar a través de sus mundos de fantasía.
La biopic sobre el autor de El señor de los Anillos es una experiencia frustrante. En buena parte, quizá, porque se concentra en los años formativos del autor, profesor, militar, poeta británico, interpretado por Nicholas Hoult. Sus años de estudiante, sus amistades, el nacimiento del amor. Claro que sí son asuntos de interés, y que la atmósfera de esa Inglaterra de los primeros años del siglo XX, que lo rodea, ejerce un enorme atractivo y se ve con placer. El director finlandés Dome Karukoski provee varios buenos momentos, pero sin correrse de los estándares de una biopic prolija y reverente. Un film romántico, con el acento fuerte, en un universo masculino, en su relación con Edith Bratt (la bonita Lilly Collins) quien fue su esposa. Pero así como hay una leve emoción, romántica, en el retrato de ese vínculo, Tolkien no llega nunca a transmitir todo eso de sanguíneo, vital y cautivante que se supone asociado a la creación artística. De la que, por cierto, se habla bastante.