Una sirena de Nueva York En Tully (2018) la dupla de Jason Reitman en la dirección y Brook Busey-Maurio en guión, conocida por su seudónimo Diablo Cody, responsables del film Juno (2007), regresan nuevamente con una película sobre la femineidad en todas sus dimensiones a través de la semblanza de una mujer agotada física y psicológicamente por las tareas que debe emprender cada día para mantener la rueda de la rutina cotidiana girando. Embarazada, casi a punto a parir, con un marido un tanto apático y agobiado por su trabajo, y dos hijos, uno de ellos hiperactivo y con leves trastornos obsesivos, Marlo (Charlize Theron) es una típica mujer de clase media abrumada por el rumbo que su vida ha tomado, nostálgica de su juventud y los sueños de libertad neoyorkinos. Al borde de un colapso nervioso y de un ataque de furia, la mujer enfrenta la noticia de que su esposo, Drew (Ron Livingston), debe viajar algunas semanas por trabajo alrededor de Estados Unidos, intenta no explotar ante la sugerencia de las autoridades escolares de que su hijo Jonah (Asher Miles Fallica) se cambie a otro instituto educativo que pueda hacerse cargo de sus necesidades especiales, y como corolario, soporta con una ironía la llegada de su nuevo bebé, Mia. Ante esta situación su hermano, de gran pasar económico, le regala el servicio de una niñera nocturna, asistencia de moda entre las parejas con hijos de alto poder adquisitivo en Estados Unidos. Aunque al principio descarta la idea de la niñera nocturna como una ridiculez de la clase alta, la fatiga y el estrés terminan de convencerla y una noche Tully (Mackenzie Davis) se presenta en la puerta de la casa y comienza a ayudar a Marlo no solo con Mia sino con la casa, su apariencia y su autoestima, principalmente ofreciéndole una buena amiga con quien hablar y desahogarse de sus problemas y sus decisiones. Así comienza una relación en la que ambas abren sus corazones a la llegada de una situación inesperada que mejora toda la vida de la familia. Al igual que en Juno, en Tully hay una combinación de tres factores que la convierten en un film extraordinario sobre la construcción femenina. Por un lado el guión de Diablo Cody aporta una gran historia y excelentes diálogos sencillos que sorprenden y engañan al espectador en un relato verdaderamente prodigioso por su sensible mirada. La dirección permite que las escenas fluyan con gran naturalidad, permitiéndole a Charlize Theron desarrollar una actuación maravillosa, en un punto justo entre voluptuosidad emocional y sensibilidad femenina. El resto del elenco no desentona, por el contrario, todos los actores ofrecen interpretaciones en perfecta armonía con el personaje interpretado por Theron, permitiendo que ella se luzca en un gran contexto narrativo. En una época que exalta las máscaras, donde industrias se nutren del modelamiento del cuerpo y los psicofármacos se han impuesto como tratamiento de cualquier depresión y problema social, Tully impone la franqueza y la belleza de la realidad sin maquillaje como un verdadero manifiesto, que funciona también como sinceramiento sobre las vicisitudes de la maternidad en la actualidad, el rol de la escuela en el desarrollo de los niños y la necesidad de tener a alguien en quien apoyarse. Reitman y Cody logran aquí nuevamente desnudar cuestiones psicológicas de difícil abordaje desde un lenguaje espontáneo que nos remite a un cine donde las apariencias y los velos le dejan lugar a los cuerpos reales que desafían las imposiciones del mercado y las modas absurdas.
Lo que entablamos bajo el título de “vida moderna” se podría traducir en una vida acelerada donde se vive para el trabajo sumido en un mundo de negocios. Sumado a esto, se cree que el hombre es aquel que debe trabajar para sostener a las personas que integran un grupo familiar, quienes deben ser criadas por la mujer de la casa. En la formación de una familia, en la velocidad de lo cotidiano y su inmediatez es donde se sitúa “Tully”, producto dirigido por Jason Reitman y escrito por Diablo Cody, quienes ya trabajaron juntos en “Juno” (2007), película con características similares a ésta, ya que ambas tratan de embarazos. Charlize Theron encarna a Marlo, quien está casada con Drew (Ron Livingston). El inicio de la película encuentra a la pareja con un hijo pequeño y una hija de edad similar. Marlo está embarazada y tuvo que pedirse licencia, mientras que Drew continuaba trabajando arduamente. Jonah (Asher Miles Fallica), su hijo, demostraba signos de un desarrollo tardío de sus capacidades mentales y esto le causa, específicamente a Marlo, múltiples problemas y dolores de cabeza. Mientras tanto, al llegar de trabajar, Drew se dedicaba a jugar videojuegos y restarle atención a su mujer. Es en este punto cuando Marlo decide contratar a una niñera nocturna y poder descansar. La dirección de Reitman es sobria y con tomas sumamente adecuadas y significativas en ciertos momentos. La música se utiliza de manera muy sutil: suele estar ubicada suavemente en el fondo de la escena, hasta que toma el protagonismo en otros instantes. Es una interesante maniobra que permite mayor compenetración en la trama en situaciones clave. El guion, por su lado, se estanca al principio, pero después se desarrolla fluidamente y es rescatado por un tono humorístico crudo y sin tapujos que genera la risa del espectador. La actuación de Charlize Theron es extremadamente intensa e ideal para un rol tan complejo en cuanto a lo psicológico. Lo lleva a cabo increíblemente y hace que “Tully” sea una película para ver porque, al final, no tiene desperdicio: un reflejo del ritmo de vida moderno y de los roles familiares que deben dejar de ser desigualitarios y transformarse en equitativos.
El trío creativo conformado por el director Jason Reitman, la guionista Diablo Cody y la actriz Charlize Theron vuelven a unir fuerzas –lo habían hecho en Adultos jóvenes (2011)- para este film que aborda la maternidad en todas sus dimensiones, desde una mirada descarnada y vaciada de idealizaciones. Tully debe ser una de las pocas películas tituladas con el apellido de un personaje que no es protagonista central. Quien lleva adelante el relato es Marlo –Charlize Theron, con 25 kilos extra adquiridos, según ha dicho, a base de comida chatarra y gaseosas-, una mujer bella y emprendedora con licencia por maternidad debido a la llegada de su tercer hijo. Más allá de la ayuda de su marido (Ron Livingston), con quien la pasión quedó en el olvido, la situación la empuja al borde del colapso emocional. El film de Reitman (Gracias por fumar, La joven vida de Juno, Amor sin escalas) muestra el día a día de Marlo con crudeza y naturalidad, como si fuera el resultado de un guión hecho de recortes de una vida diaria que tranquilamente podría ser la de Cody, quien escribió la película basándose en sus experiencias personales. Todos los problemas del mundo parecen concentrarse dentro de las cuatro paredes de la casa que el matrimonio sostiene con sacrificio e intentando equilibrar las piezas de una rutina que cuesta demasiado. La solución llega de la mano del hermano de Marlo, un hombre exitoso, con dinero y una familia modelo –o al menos así la ve ella- que se ofrece a pagarle los servicios de una niñera nocturna. Se trata, afirma él, de una nueva moda en los círculos más pudientes destinado a priorizar el descanso de los padres durante la noche. “Ella te despierta cuando haya que amamantar”, promete. Y ahí entonces llega Tully (Mackenzie Davis), una joven bella, enérgica y optimista, con todo el futuro por delante: el espejo perfecto para Marlo. A partir de ahí la película deja atrás el retrato descarnado de lo diario para abrazar la progresiva amistad entre ambas mujeres, que entre charla y charla se descubren muy parecidas, algo que terminará de cerrar cuando el film apele a una vuelta de tuerca cuanto menos discutible. Así y todo, Reitman es uno de los directores norteamericanos que más y mejor comprende el universo femenino. Para esto ayuda, claro, la presencia de Cody como guionista, que aquí apuesta nuevamente a un tono que va de lo agridulce a lo melancólico, de la comedia ácida a la reflexión intimista. Un tono muy parecido a la vida misma.
El cuerpo de Charlize El conflicto, como se lo entiende en una historia dramática, nunca llega. Tully presenta un estudio del personaje de Marlo (Charlize Theron), una mujer frustrada por la mundanidad de su vida doméstica y atrapada en un ciclo vicioso de depresión y dejadez. Añora la libertad de su juventud y una época en la que no estaba casada con un insulso Ron Livingston. No es difícil comprender ni identificar el malestar de Marlo, pero el guion requiere que ella se desconozca a sí misma y en el acto de reconocerse de a poco y replantearse su vida la película encuentra su componente dramático. El conflicto, como se lo entiende en una historia dramática, nunca llega. Tully presenta un estudio del personaje de Marlo (Charlize Theron), una mujer frustrada por la mundanidad de su vida doméstica y atrapada en un ciclo vicioso de depresión y dejadez. Añora la libertad de su juventud y una época en la que no estaba casada con un insulso Ron Livingston. No es difícil comprender ni identificar el malestar de Marlo, pero el guion requiere que ella se desconozca a sí misma y en el acto de reconocerse de a poco y replantearse su vida la película encuentra su componente dramático. “Las chicas no sanan,” dice la protagonista no menos de dos veces. La frase no sólo se convierte en el lema de la película sino que también podría ser el de Adultos jóvenes (Young Adult, 2011), la anterior colaboración entre el director Jason Reitman, la guionista Diablo Cody y Theron en el rol dual de productora y protagonista. Ambos personajes son parecidos desde su inmadurez y obsesión por un pasado fantástico e irrecuperable. Un pasado que en el caso de Marlo viene a tocarle la puerta en forma de Tully (Mackenzie Davis), el espíritu libre joven y excitante que contrata como niñera. Las charlas con Tully se convierten en un ritual sanador para Marlo. El fuerte de la película son las escenas entre Charlize Theron y Mackenzie Davis, que forman un vínculo mucho más fuerte de lo explícito, y el realismo con el que el guion enfrenta la etapa menos glamorosa de la maternidad y la adultez. Theron es de por sí una gran actriz pero nunca más llamativa como cuando se carga, literalmente, la película en el cuerpo. Dior es su sílfide figura, Mad Max: Furia en el camino (2015) es ella pasada por barro y arena sin cabello y con un brazo de menos, Atómica (Atomic Blonde, 2017) son sus músculos contracturados, y Tully es la fofa figura de una tres veces madre que tiene, sus palabras, “venas en las venas”. Se ve convincente en cualquier cosa. Dado que las dos actrices son excelentes y la temática tiene un enfoque fresco e interesante resulta tentador recomendar Tully como una (amarga) comedia dramática, pero por donde se lo analice el guión es mediocre (sobre todo cuanto más se desplaza hacia el terreno de lo fantástico) y está repleto de falacias que no resisten lógica. De entrada el rol de “niñera nocturna” no tiene sentido: Tully llega a casa por la noche y se queda velando al recién nacido. Dado que ella aún decide despertar a la madre para que lo amamante (en vez de alimentarlo con la leche que Marlo ordeña de sí misma y guarda al por mayor) el arreglo parece un despropósito absurdo. La historia en su totalidad depende de un despropósito absurdo y es difícil explicarlo sin arruinarla, pero tiene que ver con una decisión que Marlo toma al principio y en retrospectiva no tiene sentido. Claro que la intención de Reitman y Cody es que el espectador desestime la (falta de) lógica interna de la película y se deje seducir por la atracción principal que es el dúo actoral. Tully está contada con una honestidad tan brutal que parece dar con varias verdades, y por momentos es graciosa y simpática, pero el guion está escrito de manera tan torpe y primitiva - un patrón que va empeorando con cada escena - que la película cae en el peligro de sabotear su propio mensaje con excursos poéticos burdos y un giro particularmente zonzo.
El oficio de ser mamá La maternidad y su ejercicio no es un don innato que le es concedido a las mujeres desde el principio de los tiempos. Sin embargo el cine y las series se han ocupado en mostrarlo de esta forma como un eslabón más de un adoctrinamiento cultural tendiente a fortalecer la presunta obligación que poseen las mujeres de sentirse aptas y capacitadas para criar a su prole. El cambio de paradigma y una mujer inserta en la vida económica y social han dificultado mas aún la proliferación del mito de un “vínculo mágico” que une a la madre con su hijo. Miles de mujeres no logran empatizar con esa imagen de mujer y madre perfecta que por años las ha llevado a sentirse fuera de una supuesta normalidad que debería incluirlas. Esas mujeres torpes, voluntariosas y superadas por las circunstancias finalmente son oídas en Tully, film que ingresa a nuestra cartelera de la mano del tridente cinematográfico de Charlize Theron (quien debió aumentar 25 kilos para este papel), el director Jason Reitman y la la guionista Diablo Cody. Equipo que se vuelve reunir siete años después luego de la muy lograda Young Adult. Tully narra la historia de Marlo, una mujer que atraviesa su tercer embarazo y ya muestra inequívocas señales de cansancio tanto físico como emocional. La primera escena que tenemos con nuestra protagonista nos la muestra aplicando terapias alternativas para su hijo con autismo, es claro que su situación económica es por demás endeble lo que dificulta el tratamiento de una condición tan particular como demandante para su entorno. La llegada del próximo hijo se aproxima y frente a la inminencia del caos su hermano (en una posición económica mas cómoda) le ofrece una alternativa: una niñera nocturna. Una joven que por las noches se haga cargo de los cuidados del bebe para que ella pueda dormir plácidamente. Lo que parece un lujo de rico o una ofensiva tercerización del instinto maternal termina siendo la única posibilidad para Marlo de recobrar de alguna forma la calma perdida. De esta forma Tully (Mackenzie Davis) para brindar el alivio y el reposo a Marlo. Joven, sexy, enérgica y plagada de una actitud zen (tal vez demasiado sospechosa) la nueva niñera parece ser todo lo que Marlo ya no es. Todos los terrenos cedidos en miras a la constitución de un hogar. El inteligente guion de Diablo Cody da una mirada tan amorosa como certera sobre el universo femenino y sus continuas batallas internas que se intensifica con cada intercambio que surge entre estas dos mujeres que crean un ámbito de comunidad sorora maravillosa. El vínculo entre ellas comienza a hacerse cada vez mas intenso, a la vez que brinda aportes importantísimos a la dinámica familiar, que de a poco comienza a retomar el esplendor perdido por la rutina y el desasosiego. Con actuaciones sólidas y convincentes Tully es un film que asume el gran desafío de los tiempos que corren: la deconstrucción. El terminar con aquellos paradigmas tan frustantes como falsos: nadie nace madre, no existen las capacidades innatas y el ejercicio de la paternidad debe ser una responsabilidad conjunta de ambos progenitores. Si para lograr esta deconstrucción se vale de armas tan nobles como un guion certero, una dirección cuidada y actuaciones convincentes el resultado no puede ser otro que un gran ejercicio de reflexión sobre el rol femenino en la actualidad en un mundo tan cambiante como desafiante. El futuro comienza cuando las bases de la sociedad misma son cuestionadas y el film aporta en este sentido a la lucha.
Tully: Como Charlize, digo… como mamá no hay ninguna. La dupla Diablo Cody y Jason Reitman (Juno) vuelve a entregarnos una película auténtica, con humor y profundidad con respecto a una madre desesperada (Charlize Theron) y las mentiras que nos decimos a nosotros mismos. La revelación del porqué del título de la película no llega hasta que estemos bien adentrados en el film. Pero, hasta que lleguemos a ese momento, apreciamos el rol de una madre que intenta controlar a su hijo Jonah con problemas mentales y a su hija Sarah. Todo esto mientras la mamá, llamada Marlo, lleva en su panza a su tercer hijo. Entonces su equilibrio mental se va desintegrando mediante los gritos y responsabilidades que resisten, mientras que su esposo Drew trabaja todo el día. Quizá les parezca una situación que ya hemos visto en el cine, pero en este caso la película se enfoca en la madre con un humor negro excepcional, divirtiéndonos hasta en sus momentos más sufridos. Además, la música alineada con las secuencias de montaje de ella llevando a los niños, o teniendo al bebé, o yendo de un lado al otro, es emocionante. Al comienzo también conocemos a otros personajes como el hermano, Craig, que es mucho más exitoso que ella y que le recomienda que consiga una niñera para cuidar al hijo recién nacido. Primero, ella se niega, pero al sufrir más momentos agobiantes -que a veces hasta te sacan una sonrisa-, decide llamarla ya que el pasado empieza a tocar la puerta: una ex compañera de cuarto de su juventud, problemas en el colegio de sus hijos y el excesivo trabajo que tiene la hacen sucumbir. La niñera es joven, rara y tendrá una relación especial con Margo. Vale destacar como es transmitida en la pantalla la desesperación que soporta la protagonista, desde la cámara, el guion y la actuación principal. Este trío lleno de talento trabaja muy bien. Como prueba, está Tully. El director y la guionista componen una dupla que ya hemos visto en películas como Juno y Young Adult, donde también vimos a Charlize Theron, la tercera pieza clave de este grupo. La guionista Diablo Cody sigue encontrando el humor en lo absurdo de manera excelente, habiendo una madurez desde aquel film mencionado, Juno del 2007, agregándole un giro narrativo lógico y notable. La actuación de Charlize Theron, con su sarcasmo y sutiles gestos, encaja perfecto en el estilo de escritura que tiene Cody, además de mostrarnos un cambio rotundo en su físico, lejos de aquella rubia que golpea a todos en Atómica (2017). Cabe remarcar que ya hemos apreciado su capacidad en la actuación y cambios físicos como en Monster (2003) de Patty Jenkins que le hizo ganar un Oscar. En Tully, ella tiene una relación especial con la niñera, interpretada por la espléndida Mackenzie Davis (Yorkie en San Junipero de Black Mirror), que desparrama buena energía, simpatía y belleza, existe una química impresionante entre ellas. El director Jason Reitman es la otra parte de este tridente, y no perdió su aptitud para dirigir estos conflictos personales. Junto a Cody, ambos crecieron en sus trabajos desde Juno. Aunque en la historia de Tully apreciamos algo de la anterior película de Reitman, Up In The Air (2009) que además de dirigirla la escribió. Lo relacionado es el tema de la adultez, los problemas del paso del tiempo y la edad que uno posee. Del desperdicio de momentos o de aprovechar lo que uno tiene. La simpleza y a la vez complejidad del tema que toca, es presentado a nosotros de una manera atractiva y enternecedora, creando un film extraordinario. Probablemente, falte desarrollo con respecto a los personajes secundarios, para entregarnos un film mucho más conmovedor y envolvente en ciertas escenas. Más allá de la vuelta de tuerca que puede ser algo sorprendente, esta comedia dramática presenta momentos entretenidos por doquier, representando lo que algunas madres tuvieron o tienen que sufrir. Al finalizar la película nos deja con ganas de llamar a nuestras mamás y decirles cuanto las queremos.
Cody y Reitman ya nos habían traído Juno y Young adults, esta última también protagonizada por Charlize Theron. En Tully, la actriz sudafricana hará además las veces de productora, sin descuidar su gran trabajo interpretativo. La película presenta a Marlo, una cansada y embarazada madre de dos (que pronto serán tres), quien lucha con la difícil realidad de la maternidad, entregando una mirada aguda, entretenida y diferente del embarazo y algunos de los desafíos que lo rodean. Tully es un film nítido sobre las pruebas a las que te enfrenta la maternidad y la posibilidad de perderte una vez que comienzas a vivir para alguien más. Marlo está cerca de los 40, tiene una hija de ocho, Sarah, que acaba de llegar a esa edad en la que los niños comienzan a dudar de sí mismos; un hijo de cinco, Jonah, que se cree que tiene algún tipo de problema (no paran de decirle Corky, en el sentido de poco convencional), y puede ser expulsado del jardín de infantes. Marlo transita el noveno mes de un embarazo aparentemente no buscado. Su marido (Ron Livingston) vive ocupado con viajes laborales y juegos de Playstation, así que al llegar la nueva bebé, Mia, pareciera que la situación finalmente la rebasará. Su hermano rico (Mark Duplass) le ofrece un regalo/solución: los servicios de una niñera nocturna. Marlo es reacia a aceptarla, pero solo le tomará un encadenado de escenas diarias de la vida junto a un recién nacido (teta, pañal, sacaleche, sueño, y volver a empezar), para darse cuenta de cuán desesperadamente necesitaba la ayuda. Ella es Tully Y allí es donde hará su aparición Tully (Mackenzie Davis), la Mary Poppins no mágica de los millenials. Tully es la salvación. Tully es la niñera adorable, joven, delgada y a la moda. Tully está allí para cuidar de todos, y también para recordarle a Marlo la mujer que solía ser. Tully es un libro de datos curiosos para niños impopulares, según la califica Marlo. Te cae bien desde su primera escena, la querés de amiga. Es como un ángel guardián que además de cuidar a la beba de noche limpia la casa, hace cupcakes. La llegada de la niñera hace que Marlo se convierta en un ama de casa perfecta. De repente hay sonrisas, comidas caseras, y niños desconcertados de ver a mamá con maquillaje (unas escenas antes Sarah había preguntado a su madre sorprendida qué le pasó a su cuerpo). Tully es la salvación, queda claro. Pero es allí en donde uno como espectador comienza a preguntarse dónde está el conflicto. Más allá de los conflictos reales de la vida misma. ¿Residirá en ese crecimiento en la relación entre Marlo y Tully? ¿Acaso ellas decidirán que están enamoradas y volarán de esa casa llena de niños dependientes? ¿Será que Tully oculta algo? ¿O será que Tully en realidad vino a robarle la familia a Marlo? No pues, nada de esto. Al final descubriremos que el conflicto es otro. La película dará un giro completamente inesperado modificando el sentido de lo que venimos viendo. ¿Era necesario ese giro? Puede que sí, en definitiva se trata de un golpe de efecto que funciona. Tully no es una película feliz, es una película real y expone los miedos naturales ante la llegada de los hijos y su inminente crecimiento. Y los personajes excepcionales y auténticos se apoyan en un inteligente y llevadero guión. Las actuaciones aquí son para destacar. Charlize Theron completamente entregada a su papel de madre exhausta, con sus correspondientes ojeras, papada y agotamiento expresado en el cuerpo. Mackenzie Davis, esta actriz canadiense que tal vez recuerden de uno de los considerados mejores episodios de Black Mirror (San Junipero), congenia a la perfección con Theron, convirtiendo a ambas en el alma y sostén de la película. Conclusión Tully es una comedia dramática a las que ya nos tiene acostumbrados Diablo Cody, pero en este caso se centrará en externalizar un conflicto interno que surge en las madres: amo a mis hijos pero también me amo a mi misma. Este honesto retrato de la maternidad se estrenó en el Festival de Cine de Sundance de 2018 y ahora llega a nuestras salas para disfrute de todos porque, es nuestro deber aclarar, no es una película solo para mujeres: en muchas ocasiones nos encontraremos preguntándonos qué significa cuidarse a uno mismo.
Dirigida por Jason Reitman, Tully relata la vida de Marlo (Charlize Theron) embarazada de su tercer hijo, a punto de tenerlo y con dos niños (una mujer y un varón) más por cuidar. Su hijo Jonah (Asher Miles Fallica) tiene algunos problemas madurativos y eso le ocasiona problemas en el colegio, lo que le genera a Marlo un stress extra y un cansancio extremo. Su marido Drew (Ron Livingston) vive para su trabajo y cuando llega es escasa su colaboración para con su familia. Para sorpresa de todos, el hermano de Marlo les regala algo diferente, una niñera nocturna, algo muy de moda en la elite norteamericana para que las madres puedan descansar en las primeras semanas y sólo sean despertadas a la hora de amamantar. Al principio suena raro, pero al verse desbordada por una serie de acontecimientos, Marlo decide llamar a Tully (Mackenzie Davis), quien aparece en su vida y cambia todo. Al principio, no es fácil, pero luego se deja llevar por el espíritu libre de Tully y se contagia, se hacen compinches y siente que vuelve a vivir, a descansar y a ponerse en eje. Aunque las vueltas del guión nos dejen con un sabor amargo al no encontrar un conflicto real más que el cansancio de una madre de tres pequeños, es una película con buenas actuaciones, una nueva mirada a la maternidad como ya lo hiciera su guionista Diablo Cody en “Juno” y por demás entretenida. Ya sabemos que Charlize Theron puede hacer cualquier cosa y lo va a hacer bien. https://www.youtube.com/watch?v=e5D3O4yCmCg ---> “Tully”: Charlize Theron, Mackenzie Davis. Mark Duplass, Ron Livingston, Emily Haine. GENERO: Comedia DIRECCION: Jason Reitman. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 96 Minutos. CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 17 de Mayo de 2018 FORMATOS: 2D.
“Tully” (2018) es una comedia dramática dirigida por Jason Reitman y escrita por Diablo Cody. Esta dupla ya es reconocida por la aclamada “Juno” (2007) y “Young Adult” (2011), siendo la última protagonizada por Charlize Theron como también sucede en esta ocasión, en donde la actriz además ocupa el rol de productora. Completan el reparto Mackenzie Davis (Yorkie en el episodio San Junipero de “Black Mirror”), Ron Livingston, Mark Duplass, Elaine Tan, Gameela Wright, Asher Miles Fallica y Lia Frankland. La película se presentó por primera vez en el Festival de Sundance; la inspiración de Diablo llegó cuando estaba embarazada de su tercer hijo y se dio cuenta que en ninguna cinta se representaba de forma honesta lo que atraviesa una mujer al ser madre. Marlo (Charlize Theron) está exhausta: con dos niños pequeños y un tercero en camino, se siente tan abrumada que pareciera que perdió su razón de ser. Drew (Ron Livingston), su marido, no resulta de ayuda ya que trabaja todo el día y el poco tiempo que está en casa lo dedica a los videojuegos. Como si fuera poco, la directora del colegio de sus hijos cita a Marlo para comunicarle que Jonah (Asher Miles Fallica) es un chico “poco convencional” por lo que debería contratarle una maestra auxiliar (la escuela no se ocupa de esos asuntos). Una noche en la casa de su adinerado hermano Craig (Mark Duplass), éste, al verla tan baja de ánimo, le propone que llame a una niñera nocturna así Marlo podrá dormir las horas necesarias. Al principio la idea de tener a un extraño en el hogar por las noches no le gusta para nada, pero luego Marlo termina aceptando. Así entra en escena Tully (Mackenzie Davis), una joven de espíritu libre que empezará una amistad con Marlo y alivianará sus quehaceres cotidianos. Luego de lucirse el año pasado en la cinta de acción “Atómica” (Atomic Blonde), Charlize Theron decidió dejar atrás su esbelta figura y aumentar 22 kilos para ponerse en la piel de este nuevo personaje. Un gran mérito de la actriz que aporta aún más credibilidad de la que ya tenía por sí sola. La cinta atrapa desde el comienzo al mostrarnos el día a día de Marlo, cómo la rutina la está consumiendo a tal punto que ya no sabe quién es. Su personalidad cambió rotundamente y, por limpiar, cambiar pañales, dar la leche, cocinar, llevar a los nenes a la escuela, etc., los días pasan volando sin que ella tenga tiempo para sí misma. Con la llegada de Tully, que vendría a ser como una Mary Poppins moderna, se produce un gran contraste de personalidades muy atractivo de ver: Tully no sólo viene a velar por la seguridad de la recién nacida, sino que otra de sus prioridades es cuidar de Marlo, hecho que parece inexistente en la vida de esta madre. Como ya nos tiene acostumbrados, Jason Reitman se anima a mostrar la faceta más realista, en este caso, de la maternidad. Aunque las situaciones graciosas están, el drama es el que abunda. Sin embargo está tratado de tan buena forma, tocando temas como la identidad, los sueños y la depresión post parto, que la película logra ser inteligente, bella y emocionante. Todos los del reparto dan buenísimas interpretaciones, incluidos los niños; en especial Asher Miles Fallica, que tiene que interpretar a un chico que le cuesta relacionarse. El vínculo que tiene con su madre, donde se nota que ella lo ama pero también se le hace difícil tranquilizarlo, está muy bien trabajado y sus escenas pueden llegar a sacar más de una lágrima. “Tully” explora el ser madre desde un ángulo diferente, donde no todo es color de rosas ya que la monotonía afecta en gran parte a los sentimientos de la mujer. Diablo Cody expone lo que atraviesan miles de madres, dejando en claro algo muy importante: no tiene por qué dar vergüenza el pedir ayuda. P.D: durante la segunda mitad del filme algunas escenas resultan rarísimas, no obstante el desenlace aclara esas dudas, generando que uno quiera volver a verla una y otra vez teniendo en cuenta ese detalle.
La nueva película de Jason Reitman actualiza las historias de mujeres y su relación con el mundo, sus vínculos y sus cuerpos tras traer un hijo al mundo. La camaleónica Charlize Theron se transforma y ofrece una de las más potentes actuaciones de su carrera como una madre a punto de perder la cordura hasta que llega una pequeña ayuda que la hará ver todo de otra manera. Sólida, contundente, uno de los estrenos del año.
Del director de La joven vida de Juno y Amor sin escalas”, Tully es la tercera comedia que Jason Reitman dirige sobre un guión de Diablo Cody (las anteriores son Juno yAdultos jóvenes, en la que ya estaba Charlize Theron). Y como en casi todas sus realizaciones, lo que parece estar bien, no lo está tanto. No es que Marlo (Theron) viva un mundo de apariencias, pero su marido Drew (Ron Livingston) se la pasa con videojuegos, su hijo con necesidades especiales Jonah (Asher Miles Fallica) está por ser expulsado del jardín de infantes. Craig, su hermano pudiente (Mark Duplass) cree que ella está en camino a otra crisis. Porque, ah, Marlo está embarazada. Theron, que en la película tiene mucho peso, tanto literalmente por cómo está, como lo que vale su rol en la trama, siente como que se ahoga. Y sueña con una sirena que nada. De verdad necesita ayuda. Y el socorro llega en forma de baby sitter nocturna, una suerte de Mary Poppins que cuidará de su bebé mientras ella puede dormir, descansar…. O hacer lo que quiera. Cuando llega Tully (una maravillosa Mackenzie Davis), la vida de Marlo cambia como nunca. Tully es confidente, casi una amiga. Y parece conocerla mucho a Marlo. Tully hace de todo y más, porque en ese mundo de apariencias, Tully parece ser sincera. Los diálogos son la base que sustenta a Tully, la película. El guión ofrece un giro inquietante llegando al desenlace. Conviene estar atentos a la presentación de cada personaje, para así poder disfrutar y nutrirse mejor de lo que cada uno tiene para aportar. Además de una película de muy buenos diálogos, Tully es de grandes interpretaciones. Theron es de nuevo un camaleón, como en Monster, asesina en serie, y la canadiense Davis tiene un rol para observar desde su primera toma. Tully es comedia, es drama y es una historia de mujer(es), que disfrutarán todos los géneros.
Jason Reitman y Diablo Cody completan con Tully el intenso y agridulce recorrido que habían iniciado en sus dos películas anteriores, Juno (2007) y Adultos jóvenes (2011), a través de los miedos y las desilusiones que anidan en esa inquieta y prolongada transición entre la adolescencia y la adultez femenina. Ahora, como en la más compleja curva de ese camino, la maternidad ocupa el epicentro sin ser la que agota el tono, enriquecido a partir de notables contrapuntos entre lo posible y lo anhelado, y concentrado en la perfecta dinámica entre Charlize Theron y Mackenzie Davis. La película despega con inteligencia y humor a partir de la entrada de la fascinante niñera que interpreta Davis, cuya presencia abre una puerta secreta en el abrumado universo de Marlo (Theron), inmerso en los ambiguos sentidos del hogar en tanto refugio y prisión. Pese a su creciente introspección, Tully nunca resigna la mirada sobre el contexto social y económico que envuelve a la vida de familia. Para Marlo criar a sus dos hijos y al bebé recién llegado sin dormir, cubierta de vómito y frustraciones no es lo mismo que para su cuñada cool, con sus niñeras perfectas y su casa de ensueño. Para Cody y Reitman, la batalla de su personaje con permanentes renuncias y postergaciones es tan concreta como existencial, porque aún en el oleaje de un mundo interior convulso el horizonte al que aspira nunca deja de ser verdadero.
La unión creativa de Jason Reitman como director, Diablo Cody como guionista y Charlize Theron como protagonista da como resultado una comedia dramática de giros desconcertantes, pero con un objetivo claro: Mostrar la maternidad, en este caso del tercer hijo para esa joven madre, en sus lados más oscuros. Para esta mujer la deformidad de su cuerpo, criticada hasta por su niña mayor, la incomprensión y falta total de solidaridad y compromiso de su marido, y la desolación de noches sin sueño, cambios de pañales, llanto, cansancio sin fin. Lo que le ocurre a la protagonista es algo mas que la depresión posparto, es la parte que nunca se cuenta, de la que no se habla, la políticamente incorrecta de la realidad sobre la maternidad. Para eso están los colores cálidos que eligió el director, la música folk suave, la indiferencia del resto del mundo. El hermano de la protagonista, el acaudalado empresario que hace buenas donaciones en el colegio donde su sobrinito es poco aceptado, le propone a su hermana una “niñera nocturna” para que ella pueda descansar. Esa es la “Tully” del titulo interpretada por Mackenzie Davis una joven que tiene energía de sobra, comprensión sobre lo que le ocurre a esa madre, disposición para escuchar, limpiar, atender y hasta ofrecerse de ayuda erótica para despertar en deseo en esa pareja sin sexo. Quizás, entre la inteligencia para tratar el tema, mostrarlo sin tapujos, lo que desentona es el giro argumental para resolver una situación bien planteada. Como siempre Charlize Theron no duda en mostrase deformada, afeada, su trabajo es además sensible y empático.
Tully, de Jason Reitman Por Jorge Bernárdez Marlo (Charlize Theron) está embarazada y espera a su nuevo bebé tratando de manejar de manera equilibrada a su familia, que incluye a dos hijos -uno con capacidades especiales-, y un marido que no gana lo suficiente y que además está embarcado en un proyecto que le toma buena parte del día y lo obliga a viajar una par de veces a la semana. Marlo tiene 25 kilos de más, hace lo que puede con la familia mientras que en el colegio le empiezan a avisar que su hijo es difícil de tratar y sería mejor que siga sus estudios en otro colegio. La mujer está bajo presión y una noche cenando con su hermano, millonario y algo excéntrico, escucha que hay una manera de frenar la vorágine de sus días bajo el nombre de “niñera nocturna”. El hermano sabe que a Marlo y a su marido su forma de vida y sus ideas le parecen “cosas de rico”, pero está dispuesto a correr con ese gasto. Efectivamente Marlo desdeña un poco la idea y su marido que no se lleva demasiado bien con su cuñado la deja hacer. Tras una serie de incidentes de los que sale ilesa de milagro, Marlo recibe a la niñera nocturna, Tully (Mackenzie Davis), joven, etérea, parece cargar con una especie de sabiduría ancestral a pesar de tener tan pocos años. La niñera se transforma en una compañía necesaria para la familia de Marlo, su presencia es casi mágica y gracias a ella Marlo comienza a disfrutar no solamente del embarazo, sino que parece encauzar la relación con los hijos, impulsar a su nene a una nueva dimensión de conocimiento y hasta logra revivir la vida de su pareja que se iba convirtiendo en una vida gris y repetida. Tully es una película salida de la colaboración de Jason Reitman y la guionista Diablo Cody, equipo creativo de La joven vida de Juno, pero sin Charlize Theron poniéndose en la piel de esa madre pasada de peso y angustiada por una situación que parece imposible de sobrellevar, junto a Mackenzie Davis que encarna a la mágica niñera que se transformará en la fuerza que acompañará a la protagonista, la película no existiría. Un guión que aborda el mundo femenino y una encrucijada muy especial es el sostén de las actuaciones de dos actrices que realmente son muy buenas. TULLY Tully. Estados Unidos, 2018. Dirección: Jason Reitman. Guión: Diablo Cody. Elenco: Charlize Theron, Mackenzie Davis, Mark Duplass, Ron Livingston, Kitty Crystal, Emily Haine, Elaine Tan, Katie Hayashida, Marceline Hugot, Michael Patrick Lane. Producción: Jason Reitman, Diablo Cody, Charlize Theron, Mason Novick, Beth Kono, Aaron L. Gilbert, A.J. Dix y Helen Estabrook. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 96 minutos.
El trío Jason Reitman, Diablo Cody, y Charlize Theron se unen nuevamente en "Tully", una mirada sobre la maternidad que profundiza sobre el ser mujer pasado los 40; por supuesto, con la acidez esperada. ¿Qué rol debe cumplir la mujer en la sociedad? ¿Debe cumplir un rol (pre)determinado? La cultura moderna se encarga de derribar los preceptos instalados históricamente, de ubicar al femenino como un receptáculo de bebés, criadora de niños, y encargada de las tareas del hogar. Es una lucha larga, incansable, y e la que aún queda un largo tramo. No hace falta mirar muy lejos para observar la actualidad de nuestro país atravesada por gloriosas conquistas del colectivo feminista, el movimiento Ni una menos, y el proceso por la legalización del aborto. El cine también hace su aporte, y películas como Tully adquieren un matiz necesario desde esa subjetividad. Hace siete años, el director Jason Reitman, recurría nuevamente a la guionista de "La joven vida de Juno", Diablo Cody, en "Jóvenes adultos". Ácida comedia dramática en la que Charlize Theron desplegaba todo su talento interpretativo para interpretar a Mavis Gary, una escritora de una saga de libros juveniles, estancada creativamente, y en su vida llena de aspectos sin resolver. Lamentablemente, "Jóvenes adultos" no gozó del éxito de taquilla, ni siquiera llegó a estrenarse en nuestro país, pero de inmediato se convirtió en un film de culto y admiración. Ese mismo trío, repite en "Tully", una película que, como era de esperarse, mantiene varios puntos en común con aquella. Charlize ahora es Marlo, madre de un niño y una niña, más un tercero que carga en el vientre. Sí, a esta altura, es una carga. Definitívamente Marlo está sobrepasada. Entre encargarse de la casa y de los hijos, más un trabajo (actualmente en licencia por maternidad) que no la satisface y no sabe si podrá retomar luego del tercer hijo; tiene como para mantenerse muy ocupada. Su marido Drew (Ron Livingston) colabora como padre “en los labores del hombre como padre”, los cuales no implican ni levantarse de medianoche. Ni hablemos de ser esposo – amante. El cuadro lo completa el hecho de que Jonah (Asher Miles Fallica) presenta un cuadro de ansiedad, con el que el colegio parece no querer lidiar. Marlo se olvidó de ser mujer. Cuando el bebé finalmente nazca, su hermano Craig (Mark Duplass), de mejor posición económica, le ofrece pagar una niñera nocturna. Una mujer que se hará cargo de todas las labores de cuidado durante la noche, permitiendo que los padres puedan descasar. Que sí, que no, un buen día, como una Mary Poppins sin magia, llega "Tully" (Mackenzie Davis). Pero esta mujer joven, lo opuesto a vitalidad a Marlo, terminará no sólo ocupándose del bebé, sino siendo una amiga y apoyo, para Marlo. Probablemente la Mavis de "Jóvenes adultos" observaría con cierto desprecio a Marlo, vería en ella todo lo que no quiere ser. Es que la propia Marlo se mira con desprecio, no es feliz, pero tampoco encuentra el modo de expresarlo, más allá de una apatía cada vez mayor. Anahí Berneri ya lo había expuesto en "Por tu culpa". La maternidad, per se, no tiene por qué ser un estado de felicidad plena y absoluta que complete a la mujer. Más si por parte del hombre hay aceptación de que determinadas tareas (más allá de las lógicas físicas) corresponden sólo a la madre, y no están dispuestos a alterar su vida como sí lo hace la mujer. Pero Reitman y Cody van más allá. La maternidad es transversal, pero también son los años de matrimonio, la rutina, el umbral de los 40, y el paso indefectible de la vida sin cumplir todas las metas que nos propusimos cuando éramos más jóvenes. "Jóvenes adultos" y "Tully" se abrazan y forman una perfecta simbiosis. Con menos simpatía impuesta que la "Bienvenido a los 40" de Judd Apatow, y mucho más realista, "Tully" oscila entre el humor negro, la acidez, el drama (que puede ser muy profundo sin ser trágico), y la comedia existencial, generacional. Entre todos esos “tópicos”, encuentra un tono justo, adecuado, nada edulcorado, que nunca traiciona. Tully ofrece sonrisas, carcajadas, reflexiones, y diálogos muy punzantes. El ritmo, por supuesto es el de la marca registrada del director de "Gracias por fumar". Charlize Theron es la otra pata de este trípode. Marlo no sólo es guion de diálogos mordaces y respuesta rápida, es cuerpo y actitud, y eso es pura obra de esta actriz que puede ser la bomba de "Atómica" o la criatura opaca de "Monster". Es en ella dónde más de diferencia Jóvenes adultos de Tully. Theron e encarga de interpretarlas distinto, pero sobre todo de ponerles el cuerpo de modo diferente. No es sólo que Mavis mantenía su figura, y Marlo se ve gorda y descuidada, es un andar, una postura, y una expresión hacia el mundo exterior. Quizás el camino que ambas recorran tenga el mismo destino, pero parten de lugares distanciados. Ron Livingston, Mackenzie Vega, y Mark Duplass también encuentran su lugar de modo convincente en una historia con personajes bien delineados. De mirada actual, generacional, con momentos graciosos, dramáticos, y un sabor amargo, realista, pero no pesimista. "Tully" es otra bocanada de aire fresco para la cartelera por parte de un trío que sin lugar a dudas, debería mantenerse unido.
Charlize Theron interpreta a una madre agotada que forja una entrañable relación con su niñera en una comedia dramática simple y hermosa.
Madre hay más de una. Jason Reitman, director de Gracias por Fumar, Juno y Amor sin Escalas, vuelve a formar dupla con la ganadora del Oscar Charlize Theron como ocurriera en la comedia Jóvenes Adultos. En una línea similar a la de aquella producción de 2011, Tully explora los problemas de una típica mujer adulta de estos tiempos, en este caso, una madre completamente sobrepasada por los desafíos que sus tres hijos le plantean. Si en Jóvenes Adultos Charlize Theron se puso en la piel de una divorciada de mediana edad que busca desesperadamente combatir la soledad que la aqueja, los problemas que se le presentan en Tully son diametralmente opuestos. Qué no daría la pobre Marlo por tener alguna hora libre en su día que por lo general está cargado de las responsabilidades que vienen de la mano de sus dos hijos en edad de escuela primaria (el más chico con problemas psicológicos de aprendizaje) y un tercero en camino que le produce un embarazo que la tiene a punto de explotar. Cuando el tercero finalmente llega, los problemas de Marlo se solucionarán mágicamente a partir de la llegada de Tully (Mackenzie Davis), una niñera nocturna que se encarga del bebé durante toda la noche con el objetivo de que los padres puedan dormir la cantidad de horas médicamente recomendadas. Lógicamente se infiere que esa solución mágica traerá otro tipo de escollos a la vida de Marlo, pero es muy difícil empezar un análisis de esta historia sin detenerse en Charlize Theron. Porque su calidad como actriz está absolutamente probada (y premiada) a partir de distintos papeles que le permitieron mostrar en pantalla todo el abanico de recursos dramáticos con el que cuenta, tal vez encontrando el punto más alto en Monster, trabajo que la llevó a hacerse con el premio de la Academia. Pero a pesar de los antecedentes, a veces los grandes actores y actrices encuentran los desafíos más grandes en producciones como Tully, una película que no llega a los cines con el rótulo de gran tanque hollywoodense porque lleva a su protagonista a interpretar a “la persona normal”, a esa madre que se lleva bien con su marido, que ama a sus hijos a pesar de que se la pasa renegando, que hace malabares con las cuentas para llegar a fin de mes y que al momento de tener a su tercer hijo se da cuenta de que además de las miles de necesidades que tiene su familia y que ella se encarga de suplir, hay otra persona que también la necesita y tiene sus propias preocupaciones: la propia Marlo. Todas esas sutiles facetas que hacen a su personaje, ninguna marcada por algo fuera de lo común sino por el aburrido y plano contrario de la persona común, son las que enfrenta Charlize Theron en esta película con notable capacidad, empatía, emoción, compromiso y gracia. Tully vale la pena solo por ella. Ahora bien, cuando se tiene una protagonista de esas características y un director probado como Jason Reitman ya parece que alcanza. Pero no. A partir del personaje que le da nombre a la película y que Mackenzie Davis interpreta con enorme sensibilidad, la historia pasará de ser una comedia adulta bien actuada con buenas dosis de humor cínico para convertirse en un drama que, sin perder su cuota de comedia, se permite ahondar en las preocupaciones existenciales de una mujer que se siente acabada y sin objetivos a los cuarentaypocos años de edad. Allí es donde aparece el personaje de Tully para llevar a Marlo por un viaje que la empuja a ver desde afuera cada etapa de su vida, incluyendo un giro final sumamente inesperado que termina de cerrar una historia redonda por donde se la mire.
El director Jason Reitman vuelve a demostrar con Tully que se mueve con soltura en el difícil terreno de la comedia seria. Con una Charlize Theron estupenda, Tully es una película que entretiene con contenido, hablando de la maternidad y la vida misma. De qué se trata Tully Marlo (Charlize Theron) está casada y tiene dos hijos, uno de ellos con problemas para adaptarse a la escuela. Además, está embarazada. Su vida es correr detrás de los niños y la llegada de un bebé no calmará las cosas. Para lidiar con el caos, el hermano de Marlo le contrata una niñera nocturna: Tully. La joven nana parece experta en bebés y devuelve la calma al hogar. Pero, ¿cuánto puede durar la felicidad? Por qué tenés que ver Tully Incluso si estás a punto de tener un hijo, Tully queda 100% recomendada. Es una comedia seria, adulta, si se quiere, de Jason Reitman, el director de “Up in the air” y “Juno”. Nada de maternidad idealizada, familias felices y cupcakes de ensueño. La película ofrece una mirada que destila realismo pero sin caer en el drama, sino todo lo contrario. Tully está llena de humor y tiene la astucia para no ser predecible: esto no es La mano que mece la cuna. No, es una película que decide tomarse la problemática de la maternidad con humor y plantearnos un escenario idílico como posible. ¿Y si tener un bebé no implicara dejar de dormir? ¿Y si se pudiera ser una madre feliz, descansada y plena, con tres niños, aunque no tengas mucho dinero? ¿Si alguien tan solo lograra que el bebe duerma? Charlize Theron está maravillosa como esta madre con abdomen flácido que se tira despatarrada a ver un reality show mediocre en el living de su casa mientras los niños duermen. Una madre que vive una realidad que su marido no entiende, porque no la vive. Tully toma la realidad y le agrega dosis de humor, obteniendo un film entretenido, con buen ritmo, sin fallas y con un final excepcional. ¡Queda recomendada! Puntaje: 8/10 Duración: 95 minutos País: Estados Unidos Año: 2018
Jason Reitman, hijo de Ivan Reitman ("Los cazafantasmas"), logra una comedia sobre la maternidad diferente de lo conocido. Esta película podría ser vista como una respuesta moderna a "Mary Poppins", empezando por el detalle de que Tully, el personaje interpretado por Mackenzie Davis, es algo así como la niñera perfecta. Pero, a pesar de lo que señala el título, la protagonista no es Tully sino Marlo (Charlize Theron), quien a pesar de tener ya varios chicos está nuevamente embarazada y aun así se niega a contratar una niñera. Los gags sobre la vida imposible de esta madre abnegada conforman algunas de las mejores partes de esta película que, poco a poco, va cambiando el tono cuando ante el desastre inminente la madraza no tiene más opción que apelar a esta niñera soñada, que le cambia la vida radicalmente y le da una nueva perspectiva de la vida. Reitman y su antiguo colaborador, el guionista Diablo Cody, arman una comedia original que se sostiene en las dos sólidas actuaciones de actrices tan diferentes como Charlize Theroon y Mackenzie Davis, que trabajan en dos registros distintos y sin que cada una de ellas deje de lucirse a su manera.
El círculo vicioso de lo cotidiano Por tercera vez en sus carreras el director Jason Reitman y la guionista Diablo Cody vuelven a unir fuerzas en Tully. Una sociedad que ya había mostrado un buen funcionamiento en Adultos jóvenes (2011) y, sobre todo, en La joven vida de Juno (2007), por la cual la guionista recibió el Oscar al Mejor Guión en el que representó su debut cinematográfico. Tully es además el segundo de esos trabajos en el que la protagonista es la también oscarizada y talentosa actriz sudafricana Charlize Theron, quien ya había estelarizado la película anterior de ambos. En todo los casos, se trata de historias que retratan universos femeninos que si bien por un lado abordan historias muy dispares, también cuentan con muchísimos puntos de contacto que las acercan entre sí. Por empezar, las tres tienen su centro en situaciones de crisis en las cuales las protagonistas llegan a un punto de inflexión, en el que deben lidiar con la forma en que encararán sus propios futuros. Así, La joven vida de Juno trataba sobre el embarazo de una adolescente y Adultos jóvenes de una mujer que al filo de la crisis de la mediana edad, sola e insatisfecha con el lugar en el cuál se encuentra, fuerza una vuelta a una felicidad pasada. Por su parte, Tully retrata a una mujer abrumada por la vida doméstica que, tras el parto de su tercer hijo, se encuentra encerrada en el círculo vicioso de lo cotidiano. Esta mujer llamada Marlo halla un repentino e inesperado apoyo en Tully, una jovencita contratada por su hermano para ayudarla con la nueva bebé durante las noches, quien también la reconecta con aspectos más gratos de su propia feminidad. Pero no solo eso: la chica sirve además para que Marlo reviva a través de ese vínculo algunos goces que ella misma había dejado en el camino en su recorrido hacia la adultez. Entre Reitman y Cody, con el invaluable trabajo de una actriz de los quilates de Theron, consiguen transitar de un modo ameno ese recorrido que va llevando a Marlo de un presente desesperanzado a la posibilidad de conectarse de un modo más grato con ese lugar en el que ha quedado empantanada. No se trata de buscar grandes cambios, sino de amigarse y reconectar con los motivos que la llevaron a tomar determinadas decisiones vitales. Si estos elementos hacen de Tullyuna película que mira con un humor ácido al universo de la clase media, también es cierto que su final aparta narrativamente de ese eje. Porque si el guión de Cody hasta su tercer acto se movía dentro del terreno de un verosímil tan ingenioso como realista (incluso en sus momentos de mayor extrañeza), para el final se reserva una de esas vueltas de tuerca dignas del peor M. Night Shyamalan, que son muy útiles para obtener un buen puntaje en imdb.com, pero que atentan contra la salud del relato. Un deus ex machina con un pie en lo fantástico que revela pereza o comodidad para resolver la historia de un personaje que merecía más de respeto. El espectador menos condescendiente, también.
En Tully, la nueva película de Jason Reitman, Charlize Theroninterpreta a Marlo, una madre de dos pequeños que está esperando su tercer hijo. Todo el cuidado y la atención que demandan tanto sus hijos como la casa generan un gran desgaste físico y emocional en esta mujer. Si bien es capaz de lidiar con estas responsabilidades se la nota al borde un un colapso. Una vez que nace el bebé, la presión se intensifica y apenas consigue dormir por las noches debido a llantos de la recién nacida. Su hermano se ofrece a pagar por una niñera nocturna, un persona que se ocupa del bebé a la noche de manera que ella pueda dormir. Al principio Marlo rechaza su propuesta, pero luego cambia de opinión y decide aceptarla. Entonces entra en escena Tully, una joven cálida y carismática interpretada por Mackenzie Davis, quien se introduce en la rutina de Marlo con total naturalidad para ayudarla. Sin duda alguna, lo que más llama la atención en Tully es el modo en que retrata la maternidad. Se despega de los lugares comunes que asocian el ser madre únicamente con un momento hermoso, un acto de amor y el milagro de dar vida. En cambio, muestra de manera cruda y sin filtro lo que vendría a ser el lado B de la experiencia: el agotamiento, la exigencia y el descuido de la mujer. La película transmite de manera tan efectiva los altibajos de la maternidad que incluso, por momentos, se hace difícil ver al personaje en esa situación. Charlize Theron, quien aumento de peso para interpretar este rol, brinda una interpretación sumamente realista de esta mujer y es su actuación lo que hace que el espectador empatice tanto con Marlo. De todos modos, el tono de la película descomprime bastante el peso del tema generando un contrapunto cómico en una situación dramática. Esto se debe en gran parte a un guión que se destaca por su ingenio y corresponde al el estilo que caracteriza a su creadora, Diablo Cody, que tanto éxito le trajo en sus trabajos anteriores (Juno, Adultos jóvenes). Pero, si bien la película es excelente en estos aspectos, decepciona gravemente hacia el final. Si la intención principal del film era hablar sobre la maternidad de una manera no antes vista e introducir un discurso que examine ciertos aspectos del rol materno y cómo éste es percibido, el twist del final (además de ser poco original) desvaloriza un poco todo esto y confunde al espectador. Sin embargo, a pesar de un final flojo, es una peli que merece ser vista y discutida.
Tully es una película especial que tendrá una recepción determinada en el espectador, según el momento que atraviese en su vida. Para quienes ya vivieron la experiencia de la paternidad seguramente contarán con el bagaje emocional para considerarla una comedia y reírse con las situaciones que atraviesa el personaje de Charlize Theron. Ahora quienes no fueron padres todavía y se encuentran en la vereda de enfrente de la vida creo que puede ser uno de los grandes estrenos de terror del año. La lección que deja Tully es contundente. Si no estás en una posición económica acomodada no te embarques con tres pibes porque condenás tu destino a vivir una pesadilla de Freddy Krueger de la que no vas a poder salir fácilmente. Bueno, salvo que contrates a Tully, la versión Mary Poppins, de la guionista Diablo Cody que lamentablemente no está disponible en el mundo real. La guionista de Juno en su tercera colaboración con el director Jason Reitman en este caso presenta un retrato crudo y brutal de la depresión post parto en la mujer que no contaba con antecedentes notables en el cine. Tully aniquila de un modo brutal el idealismo de la maternidad, estilo cine Hallmark, que muchas veces vemos representado en la ficción o en las publicidades donde todo es color de rosa. Con el humor irónico que suele destacarse en los guiones de Cody, la película explora las tribulaciones de Marlo (Charlize Theron), una mujer que se encuentra sobrepasada por el caos que predomina su vida cotidiana. Tiene un bebé recién nacido, otros dos hijos, uno de los cuales atraviesa inconvenientes psicológicos, y un marido apático que no la respalda. Cuando aparece Tully, una niñera de espíritu hippy, que la ayuda con el cuidado del bebé, Marlo intenta buscar el equilibrio para llevar adelante la maternidad sin perder su individualidad. La capacidad histriónica de Theron para pasar de interpretar a una asesina a sueldo lesbiana en Atomic Blonde a la madre estresada que compone en este film es realmente impresionante. En Tully es la figura sobresaliente y está muy bien acompañada también por Mckenzie Davis, la niñera con quien establece una gran dupla en este relato. El director Reitman presenta obra madura donde prima un retrato bastante oscuro sobre los desafíos complejos que representa la crianza de los hijos para la mujer. Si bien el argumento cuenta con diálogos graciosos, la crisis de la protagonista es tan intensa que en ocasiones cuesta bastante encontrar el sentido del humor en este relato. Mi única objeción con este film es que presenta una conclusión extraña con una situación que sale de la nada y se contrapone al realismo que tenía la historia hasta ese momento. Si bien hay una explicación para el giro sorpresivo, que no puedo detallar por una cuestión de spoilers, su ejecución no resulta muy convincente. Al margen de este detalle, que tendrá una recepción distinta en cada espectador, Tully es una buena película de Jason Reitman que merece su recomendación.
MUJER AL BORDE UN ATAQUE DE NERVIOS Tully es la nueva colaboración entre el director Jason Reitman y la guionista Diablo Cody, dupla que se hizo conocida hace unos años con la querible La joven vida de Juno, película de bajo presupuesto que logró un impensado éxito unos años atrás. Tully comparte algo con este film: una protagonista con un humor ácido, que en algún punto exterioriza sus problemas en una cantidad importante de frases irónicas y un espíritu sarcástico del que pareciera hacer gala, no como maldad sino como sistema de defensa. También en ambos casos se aborda el tema de la maternidad y el embarazo en torno a dos mujeres protagonistas que no se sienten en condiciones de criar un bebé, de brindarle cobijo y calma. Sin embargo, las razones por las cuales ambas transitan sendos embarazos con pesar y displacer son diametralmente opuestas. Si el problema de Juno era ser una chica demasiado joven como para sentirse en condiciones de ejercer una verdadera función materna, en Tully la mujer es una persona de unos 40 años cuyo problema es que se siente desbordada por la crianza de sus otros dos hijos, y que ahora afronta un tercer embarazo no deseado en un contexto económico que dista de ser óptimo. A partir de allí, es que la protagonista decidirá aceptar un regalo de su pudiente hermano: la contratación de los servicios de una niñera nocturna (la Tully del título) que velará por el cuidado del bebé mientras su madre descansa. Desde este lugar, Tully plantea algo distinto a lo que suele verse en el cine de Hollywood (o incluso en el cine en general): una imagen de la maternidad completamente agotada y carente de ternura, donde los hijos pequeños pueden ser también causantes (involuntarios, por supuesto) de una sensación de vacío en sus madres. No es que la película intente proponer una suerte de manifiesto en contra de la maternidad, sino que más bien retrata la maternidad sin la luminosidad con la que suele tratarse. Muchas veces la película logra reflejar con habilidad esa maternidad más oscura desprovista de felicidad. De hecho, Tully quizás cuente con el parto más desangelado que se haya filmado nunca. Y es en ese tipo de quiebres hábiles del lugar común donde radica una de las virtudes más grandes del film. Otras variaciones pueden observarse en diálogos filosos, y sobre todo en la actuación de Charlize Theron, cuya capacidad expresiva denota su preocupante desmejora psicofísica, así como su progresiva recuperación a partir de la relación afectiva que entabla con la niñera. Así y todo, hay dos factores que resienten esta película. Uno es cierta necesidad del subrayado a través de los diálogos. El segundo es una vuelta de tuerca final que no conviene revelar. Lo de los diálogos es un defecto menor que no terminan opacando la calidad del film. Su desenlace, en cambio, es un recurso de guión efectista que privilegia provocar impacto en detrimento de profundizar el desarrollo de una relación entre personajes que se perfilaba como enriquecedora para ambas partes (Theron y la joven Mackenzie Davis, ama de casa y niñera respectivamente). De no haberse apelado a dicho recurso, el resultado posiblemente hubiera sido un film más rico e interesante. Otro caso de tantos en los cuales, tristemente, el afán por ser ingenioso termina atentando contra la propia verdad de una película.
EL BUFÓN DEL REY Uno de los riesgos mayores que corre el universo cinematográfico que está construyendo Marvel se expresa perfectamente con las películas de Deadpool. Esto es, un universo tan autoindulgente y autorreferencial, que la mirada que estas películas sostienen no va mucho más allá de sus propios límites. Son películas que viven tanto de las conexiones y los links entre ellas, que se termina dando -salvo honrosas excepciones- algo asfixiante e incomprensible para quien no termina formando parte de la tribu. Y el problema se agiganta cuando observamos que el Hollywood que apunta al entretenimiento no parece estar capacitado para darnos nada más allá de las películas de superhéroes. En ese contexto, Deadpool es un malentendido que goza de una recepción demasiado positiva, aunque es entendible: para el espectador que desconoce que allí, por fuera de los superhéroes, hay un mundo, la acumulación de referencias y chistes groseros y autoconscientes que hace el personaje interpretado por Ryan Reynolds es asimilado como algo osado o provocador. Y en verdad estamos ante algo no sólo inofensivo, sino además bastante conservador. Esa es una característica que, si bien aminorada, esta segunda parte no logra superar. Si los superhéroes de Marvel son ya un universo que no recibe mayor influencia del mundo externo, pensemos entonces a las películas de Deadpool como la ceremonia de entrega del Oscar, con Wade Wilson (Reynolds) haciendo las veces de maestro de ceremonia: los primeros minutos de Deadpool 2, de hecho, acumulan tal cantidad de chistes autoconscientes y canchereadas sobre el mundo de los superhéroes que no hace falta demasiada imaginación para pensar ese prólogo como el monólogo de arranque de Jimmy Kimmel, con la consabidas ironías sobre las estrellas de Hollywood. Cambiemos a Wolverine por Jack Nicholson sentado en la primera fila del Kodak Theatre y la analogía no resultará tan antojadiza. Al igual que el discurso de bienvenida de los Oscar, es un mínimo espacio de burla permitido por la industria. Lo mismo que este Deadpool riéndose de Batman o de Superman o de Linterna Verde: humoradas aparentemente provocadoras que no hacen más que sostener un status quo. Nos burlamos de los superhéroes pero, a la vez, no dejamos de reconocer que los superhéroes son lo más importante -y lo único- del planeta: los chistes nunca son generales sino puntuales y, por eso, mínimos y perdurables por pocas horas. De hecho, la cantidad de chistes para la platea es tan amplia que es casi imposible que la película fracase en el público indicado; público que gracias a distribuidoras y exhibidores de cine es cada vez más amplio, en detrimento de otro tipo de propuestas. Deadpool, entonces, el bufón del rey. Por eso que en Deadpool 2 los mejores momentos son aquellos en los que se anima a construir humor por fuera de las referencias, como en esa larga persecución donde el espíritu de la película se acerca bastante al del dibujo animado y el protagonista intenta construir un equipo un tanto precario. Posiblemente la presencia de David Leitch en la dirección haya potenciado las secuencias de acción y, por consiguiente, el humor físico por sobre la verborragia algo insoportable del personaje, y también la participación como Cable de Josh Brolin, actor capacitado como pocos para poner cara de póker mientras a su alrededor el mundo estalla en mil pedazos. De todos modos, la mayor trampa a la que se someten las películas de Deadpool es a querer construir un lazo emotivo entre los personajes, y hacia el espectador. Si en la primera el personaje descubría sus poderes a la vez que las posibilidades del amor, aquí se enfrenta al deseo de construir una familia. Y pasa que el nivel de canchereada es tan alto, que cuando la película nos exige comprometernos con el conflicto del protagonista nos resulta imposible. Esa es la gran deuda de la generación cínica, aunque en verdad no parezca importarles mucho, y por eso que la secuencia final, aunque algo estirada y repetitiva, sea bastante honesta con las posibilidades de la película y llegue para ajusticiar un poco las cosas. Aunque seguramente lo peor de Deadpool es que no sólo se crea el más vivo de la clase, sino también el inventor de la autorreferencia. Se nota que los creadores de esta cosa nunca vieron la serie de Batman con Adam West, esa sí una verdadera osadía capaz de releer un género y construir un universo audiovisual tan distintivo, que es incapaz de morir con el paso del tiempo.
La historia gira en torno a Marlo (Charlize Theron, “Rápidos y furiosos 8, “Atómica”), madre de dos hijos: Sarah (Lia Frankland) y Jonah (Asher Miles Fallica), en la actualidad se encuentra con licencia por maternidad y pronto llegará su tercer hijo. Por su lado, Drew (Ron Livingston, “La quinta ola”), su marido, trabaja y la ayuda un poco, por las noches se recuesta y juega a los videojuegos. Ellos perdieron la magia, la pasión quedó en el olvido y están al borde del colapso emocional, tal vez mas ella, las hormonas femeninas se revolucionan un poco más. Cuando nace la bebe Mia, ella termina aceptando el regalo ofrecido por su hermano, una niñera nocturna para que pueda dormir mejor, es aquí cuando aparece Tully (Mackenzie Davis, “Marte”) una joven encantadora, libre, dulce, alegre, de tan solo 26 años que le va a cambiar la vida al grupo familiar. Su desarrollo tiene cierto toque psicológico, el criar a los hijos, cuidar a un bebé que es el centro de atención y ser esposa. Nos habla de la maternidad, de las relaciones conyugales y maternales. Resultan muy interesantes las charlas que mantienen Tully y Marlo, bien intimista, donde desnudan ciertas situaciones, como lo que tuvo que dejar para ser madre, entre otros temas, pero Tully la va llevando a que se sienta más libre y varios pasajes te va llevando a la reflexión. Este film cuenta con la tremenda actuación de la gran actriz Charlize Theron, quien para esta interpretación aumento más de 20 kilos y no se ve para nada atractiva. Anteriormente se la pudo ver en Monster: Asesina en serie” (2003), otra actuación en la que no lució tan bella y que le permitió ganar su primer Oscar. El elenco secundario acompaña muy bien, tiene buenos climas, una buena paleta de colores, tonos melancólicos, un humor sutil y con una vuelta de tuerca al final. Se encuentra dirigido por Reitman el mismo de: “Gracias por fumar”, “La joven vida de Juno”, “Amor sin escalas”, entre otras.
Las películas de Jason Reitman y la guionista Diablo Cody (La joven vida de Juno) tienen temas y elementos constantes: la maternidad, las relaciones de pareja, la clase media en crisis, la dificultad de la rutina y la cotidianidad. Y en el centro de sus historias aparece casi siempre la mujer embarazada. En Tully, el tándem Reitman-Cody y la actriz Charlize Theron (con quien ya trabajaron en Adultos jóvenes, 2011) vuelven a entregar una historia de tono intimista con una madre abnegada que tiene que lidiar con su rutina. La protagonista es Marlo (Charlize Theron), una mujer que, a punto de tener su tercer hijo, renuncia a todo para criar a sus dos niños en edad escolar, uno de ellos con necesidades especiales, y dedicarse a la casa mientras el marido trabaja, un marido un tanto despreocupado y poco colaborador, aunque buen tipo. La película retrata al detalle la dura situación de esta mujer, cómo tiene que arreglárselas con las dificultades que se le presentan día a día, desde llevar a la escuela a los niños hasta darles de comer. Marlo se siente vacía, está devastada y triste, el ser madre la supera. El director muestra lo difícil que es la maternidad, pero lo que parece una crítica de la triste situación de Marlo es sólo un artilugio narrativo para defenderla, para elogiar secretamente un sistema de creencias reaccionario, propio de la clase media estadounidense. La solución de Marlo llega cuando su hermano pudiente y cool le ofrece pagarle una niñera nocturna. Y cuando la niñera se presenta, la vida de Marlo cambia completamente. El nombre de la joven que se encargará de cuidar a la beba es Tully (Mackenzie Davis), una muchacha con energía, buena onda, trabajadora, amable, comprensiva. La química inmediata que se crea entre las dos mujeres, sus diálogos, cómo se van conociendo y haciéndose amigas, es un punto a favor del filme. Al comienzo parece un gran acierto que el nombre de la película no sea el de su personaje principal sino el del personaje encarnado por Mackenzie Davies. Sin embargo, por un giro cobarde del guion en el tramo final, que más vale no revelar, Tully termina siendo una película convencional, extremadamente conservadora, que reproduce el ideal de una clase social determinada y que cree que lo que le pasa al personaje de Theron es lo mejor que le pudo haber pasado. Jason Reitman y Diablo Cody no toman el mínimo riesgo, no se animan a patear el tablero y prefieren la comodidad de una película bien actuada, con el objetivo de levantar el ánimo de madres deprimidas que quieren volver a ser libres y felices como lo fueron en la juventud.
¿Se acuerdan de Jason Reitman? De él se conocieron más o menos al hilo, hace unos diez, quince años, tres películas que lo mostraban como un descendiente potencial -más cool, algo más canchero, bastante más descreído- de su padre, el checoeslovaco asimilado Ivan Reitman, realizador de comedias tan buenas como Los cazafantasmas, Presidente por un día, Junior y sobre todo la escandalosamente subvalorada Amigos con derechos, la más perfecta comedia (anti)romántica de la última década y un poco más. De Reitman (Jason) se estrenaron en un lapso breve, en la segunda mitad de la década pasada, Gracias por fumar, La joven vida de Juno (un título horrible: si la protagonista hubiera sido una anciana, ¿le habrían puesto La vieja vida de Juno?) y Amor sin escalas. Desde ese momento, de Reitman Jr. no se supo más nada, aunque antes de la que nos ocupa realizó tres películas más. Es verdad que ninguna de ellas volvió locos al público y la crítica, pero con las cosas que se estrenan bien podrían haber traído algunas de esas también. Después de ese largo hiato se estrena Tully, donde Reitman se reúne por tercera vez con la escritora y guionista Diablo Cody, y por segunda con la descomunal Charlize Theron, a la que en sus películas ha logrado bajar -con su consentimiento, se sobreentiende- del pedestal de hiperdiosa al llano cotidiano. En Tully ese descenso es casi gracioso, ya que la dorada modelo de Dior aparece desarreglada, despeinada y mal vestida, además de gorda y panzona. Daría la impresión de que a Reitman le interesan las mujeres. Algunas de sus películas (Juno, Young Adult [2011], Tully ahora) las tienen por protagonistas. Otras, o las mismas, por autoras o coautoras (Juno, Young Adult, Labor Day [2013], Men, Women & Childen [2014], Tully). Diablo Cody, que en poco tiempo más cumple 40 y cuyo nombre de nacimiento es Brooke Michelle Busey, es, como también se sabe, una guionista “con firma”. Algo que pudo advertirse en una serie conocida por aquí, como Estados Unidos de Tara (2009/2011), u otra no conocida, como One Mississippi (2016/2017), series de las que Cody fue creadora. Por guionista con firma debe entenderse aquél o aquélla que no se resigna a lo que los guionistas profesionales sí. Estos últimos, sabiendo de la aversión de la industria por todo lo que huela a original o personal (dos de los peores insultos en Hollywood y alrededores) buscan borrar todo signo de autoría de sus trabajos, mientras que el guionista con firma hace justamente lo contrario. Tiene agenda propia. La agenda de Cody tiene como motivos predominantes los Estados Unidos contemporáneos (con predominio de la clase media blanca de ciudades del interior), la lucha de las mujeres tanto contra el conservadurismo como contra las propias contradicciones, la oposición entre conservadores y rebeldes en la sociedad estadounidense en general, la pregunta de si se puede ser un rarito integrado. Sus guiones muestran una voluntad de tomarse algunas libertades con las estructuras convencionales, así como unos diálogos en los que brilla el ingenio de la autora. Un ingenio muy de sitcom, hecho de digresiones, comentarios al margen y efectivos epigramas cómicos.En cuanto a la agenda de Reitman, es algo más difícil de detectar. Pueden enumerarse una desencantada visión del mundo, propia de los nacidos en los ilusionados y finalmente derrotados años 70 y 80; protagonistas que encarnan algunos de los vicios más repulsivos de la contemporaneidad -la obediencia corporativa, la ambición económica, la falta de escrúpulos, el “desprecia a tu prójimo como a ti mismo”-; un cinismo que se expresa a veces en la concesión final a la moral hollywoodense, que convierte la despiadada radiografía del homo capitalis en una moraleja soft para niños grandes. En Tully, Theron es Marlo, madre de clase media provincial, con dos hijos y una tercera que va a nacer en menos de un mes. Su marido Drew, un buen tipo, es en términos económicos un loser (viven en una casita bastante venida abajo, con un microondas histórico, lo cual en un país donde la compulsión a renovar la tecnología es la más apremiante del planeta, los convierte poco menos que en desechos dela sociedad del capital). La situación económica y familiar queda expuesta al contraponérsela con la del hermano de Marlo, Craig (el muy buen cineasta indie Mark Duplass, que de a ratos se gana la vida como actor), representante cabal del homo yanqui. La clase de tipo que siempre tiene el producto recién salido antes que nadie. Marlo es escritora, pero eso solo se sabe por algún comentario ya que, con dos hijos y medio, ella no puede hacer más que atender a ellos y al marido. Que, por buen tipo que sea, llega de trabajar, come algo y a la cama… a jugar con la play. De jugar con Marlo, nada. Y Marlo es Charlize Theron… Justo cuando uno empieza a sentir que esto ya lo vi en Casados con hijos y era más divertido, lo que era un garrón para Marlo se convierte en dos garrones y medio. Raro tratándose del tercer hijo, para Marlo y Drew criar a la pequeña Barbara resulta todo un infierno. La visión de ella durante una secuencia de montaje, semidesmayada mientras el sacaleche extrae líquido de sus tetas como a una vaca en una granja tecnificada, remite casi a una distopía de ciencia ficción. Pasó una media hora y la película se paseó un poco de acá para allá, pero el nudo del asunto todavía está por llegar. Ratificando su carácter central en la trama, ese nudo lleva el nombre de la película misma y es una baby-sitter nocturna que Craig le recomienda a Marlo. Esta duda un montón antes de llamarla, y uno se pregunta por qué tanto remilgo. Yo me pregunté, al menos. Sos mamá, tenés dos hijos más grandes, una beba que no te deja dormir. ¿Tanto problema para contratar a una chica recomendadísima, que te la va a cuidar a la noche, para que puedas dormir, e incluso te va a avisar cuando la nena quiera tomar la teta? No sé, tal vez no lo entiendo porque soy papá, no mamá. La cuestión es que al final Marlo afloja, iniciándose entre ella y la recién llegada, a una velocidad tal vez mayor de presumible, una relación de complicidad, simpatía y mutua comprensión, ayudada por la eficacia a toda prueba de Tully (Mackenzie Davis, una de esas chicas que sonríen y te matan). Además de ocuparse brillantemente de la nena y saber todo lo que se puede saber sobre niños, Tully te limpia, te ordena la casa y hasta te calienta al marido. What? Sí. Te lo calienta para dejarlo listo. Y vos de paso podés mirar. La gran virtud de Tully (la gran virtully) es la libertad con que se mueve en varios niveles. En términos narrativos, en tanto la película deriva de un tema a otro, de modo que no queda muy claro si la Sra. Cody no sabe muy bien qué quiere contar, o si lo hace a propósito, como forma de romper con el relato clásico. El efecto que produce en el espectador esta deriva es de desconcierto, y eso siempre es bueno. Tully empieza haciendo foco en la relación entre Marlo y su hijo Jonah, así como en la condición de madre guerrera de ella, que se muestra dispuesta a enfrentar al sistema educativo entero para defender a su hijo. Jonah sufre de un problema de conducta que hace que lo quieran echar de todas partes, y eso también produce extrañeza: nunca está muy claro en qué reside ese trastorno. ¿Descuido narrativo o elección? Who knows. Lo cierto es que esa cuestión va a ser remplazada por el triángulo Marlo-beba-Tully, y del problema Jonah no se vuelve a hablar. Tully va dejando atrás lo que antes trató a medida que avanza, como si la película se fuera reinventando o rearmando en el camino. Esto podría ser una falla importante o una gran audacia. Otra vez, cómo saberlo. Algo semejante sucede con la relación Marlo-Tully, una de esas que de tanto compinchismo podría derivar, como lo hace, en amistad o en algo más: uno siente todo el tiempo que en cualquier momento las chicas pasan a mayores. Posibilidad agudizada por la falta de atención de Drew a su esposa y por los problemas que atraviesa Tully con un novio. Sin embargo, antes que la relación entre ellas se encarrile de ese modo, la excesiva confianza con que se mueve la babysitter, su tendencia a manejarse en casa ajena como si fuera el ama de casa, así como de compartir momentos de intimidad que uno diría que no le corresponden (quedarse en la habitación matrimonial para contemplar cómo Marlo da la teta), generan en la dueña de casa–y por lo tanto en el espectador, en tanto toda la película está narrada desde su punto de vista– incomodidad, cierto sentimiento de invasión y desubicación, la inminencia de una rivalidad y posible remplazo de una por la otra (modelo El sirviente, digamos) o si no una derivación a terrenos Mujer soltera busca o, más aún, La mano que mece la cuna. Cuando estamos en eso, de pronto la película termina. Así. Pum. Agarra y termina. Como si a Reitman y Cody se les hubiera terminado la pila o les diera paja seguir. Previamente ocurrió algo extrañísimo, relacionado con el título de la película, que quien escribe no llegó a entender. ¿Puede ser que eso que sucede abra la puerta a la posibilidad de que la existencia de Tully sea más imaginaria que real? ¿Algo así como una proyección? ¿O estoy delirando? No me juzguen mal, solo trato de explicarme algo que no entiendo, y que podría llevar a resignificar toda la película. O tal vez no, ese detalle no tiene la menor importancia y con lo único que tiene que ver es con esta película de deambular desconcertante, con un final que -a juicio de quien escribe, al menos- da la sensación, por la forma en que están repartidos los tiempos del relato, de que tiene lugar por lo menos veinte minutos antes de lo que correspondería. Y si no es así pido a quien la haya entendido que me la explique.
En el nuevo film del director Jason Reitman, Charlize Theron consolida un protagónico verosímil que conmueve. Marlo (Charlize Theron) está casada y es madre de dos hijos en edad escolar. Con el nacimiento de su tercera hija su vida se ve sobrepasada, y frente a esa situación, su hermano (Mark Duplass) le hace un regalo inesperado: una niñera para que la ayude por las noches. Aunque al comienzo le resulta extraño, con el tiempo Marlo entabla una relación con Tully (Mackenzie Davis), una joven niñera tan desafiante como amable. Tully (2018) logra una empatía inmediata con el publico gracias a un argumento realista que genera identificación. Además de ser un guión entretenido que va en aumento con cada una de las escenas. Y que no tiene mayores pretensiones que contar sin mediaciones una historia cotidiana. Las problemáticas de una madre son expuestas con naturalidad y, junto a ellas, se hace referencia a las metas que quedaron relegadas. En ese sentido, la gran interpretación de Theron le aporta sensibilidad, cercanía y realismo a la película. Este personaje le permite mostrar su versatilidad de forma formidable. Aunque pueda parecer un film “para mujeres”, y que posiblemente la mayoría de ellas se sienta reflejada con alguno de los aspectos, los hombres también tienen un lugar importante en el relato. Tully está bien planteada, genera un espacio de reflexión y sorprende hacia el final. Por Jimena Díaz Pérez
Mother’s Little Helper Tully es el tercer encuentro creativo entre Jason Reitman y Diablo Cody, y el segundo de ambos con Charlize Theron. Estos tres nombres prometían mucho. El resultado termina siendo una película de nobles aspiraciones, pero decepcionante. Por su mirada cruda, honesta y renuente a cualquier romantización sobre la maternidad, Tully es muy valorable como gesto; como película es anodina y, gracias a un lamentable giro de la trama, termina depositando más confianza en artilugios de guion con fecha de vencimiento que en su capacidad para la empatía, traicionando su simplicidad con sorpresas más devotas del shock que de la emoción. La protagonista es Marlo (Theron), una madre de dos hijos que está esperando un tercero, esta vez no buscado, con Drew (Ron Livingston). Marlo está cansada, desmotivada, agobiada por ese universo de mandatos y responsabilidades de madre que, una vez más, la atrapan en un loop interminable de noches sin dormir y problemas que solucionar. Tully nos muestra a una Theron gorda, sudorosa, desvaída y desarreglada. Es de esta manera que Reitman aprovecha, además de la inmensa capacidad interpretativa de Charlize, su estatus de estrella: poniendo a un ícono de belleza en el lugar de una mujer común. Una decisión que podría suscitar ese viejo desdén hacia los cuerpos que Hollywood elige mostrar como ordinarios, pero que cobra vuelo cuando vemos a ese cuerpo maltratado por la rutina interpretado con tanta verdad. Sabemos que Charlize Theron es una gran actriz, pero su facilidad para transformar su apariencia sin ningún aspaviento nunca deja de sorprender. Más allá de la presencia de Mark Duplass y Ron Livingston en acotados y cumplidores papeles, Tully es una película diseñada para el lucimiento de su actriz principal y para Mackenzie Davis (la Tully del título). Cuando Marlo le cuenta a su adinerado hermano (Duplass) de su agotamiento e incertidumbre a la hora de enfrentar sus mandatos de madre, él decide contratarle una niñera nocturna que le permita dormir por las noches. La niñera es extraña, un poco nerd, pero en última instancia encantadora. De a poco, Marlo dejará de sentirse una madre insuficiente por haber recurrido a la ayuda de la joven, construyendo un vínculo de confianza y confesiones con esa chica mucho más joven, en un momento de su vida completamente diferente al suyo. A medida que avanza la película, resulta evidente que Tully adolece de una falta de desarrollo como personaje: su función parece ser solamente la de hacer encontrar a Marlo su lugar como madre, motivarla. Su rol se acerca, contra todo pronóstico, al de una manic pixie dream girl: ese personaje femenino que viene a “iluminar” el camino del protagonista masculino en una película romántica sin tener ningún tipo de desarrollo u aspiraciones propias. Esto se hace cada vez más acentuado hasta que un desafortunadísimo giro de la trama, para no entrar en más detalles, nos revela que, en efecto, la cosa es así: Tully solo está para hacerle encontrar a Marlo su lugar. Esta vuelta de tuerca, que se siente dolorosamente amateur, echa por tierra el evidente paralelismo que se construye entre la juventud de Marlo y la de la niñera para convertirlo en una alegoría que colisiona con el tono que se venía transitando. Sobreponerse a este artilugio efectista resulta muy difícil, y el epílogo, un poco “explicado” pero potencialmente emotivo, sufre muchísimo. La sensación conjurada por el final, de cualquier manera, resulta muy estimulante: una aceptación voluntaria de la edad, del paso del tiempo y de la necesidad de asumir las responsabilidades que nos tocan, no exenta de cierta resignación. Es un final agridulce, sincero, que confirma que no era necesario caer en recursos burdos cuando lo que se venía construyendo partía de una naturalidad que otro realizador y otra guionista envidiarían.
Algo del orden de la mentira me predispone mal, no es cuestión de haber sido engañados por un muy buen guión y mejor película, como lo fue “Sexto sentido” (1999), sino la mentira instalada creyendo que el espectador no se va a dar cuenta de un “pequeño” desliz. Dicho de otro modo, si se elige utilizar cámara subjetiva, desde el punto de vista de uno de los personajes, no se puede luego con artilugios del relato dar por tierra con la escritura cinematográfica, desde su lenguaje. Eso sucede en éste filme, que si no fuese por ese “detalle” se podría decir que estamos frente a una muy buena comedia negra, negrísima. La historia de Marlo (Charlize Theron), una mujer casada con Drew (Ron Livingston) madre de dos hijos, y demasiado embarazada. Así nos presentan al personaje. Si hace falta agregar algo, su hijo menor padece de Trastorno Limite de Personalidad, por momentos se vuelve incontenible. Su marido ayuda poco y nada, siempre inmerso en su trabajo, o en jugar en la play, sin demasiados logros económicos, a contraposición del hermano de Marlo. Éste ante la inminencia de un tercer vástago, y vislumbrando un futuro imposible para su hermana, le ofrece los servicios de una niñera nocturna, situación negada en primera instancia. Ante la inviabilidad de la vida, ya nació su tercer hijo, ella decide aceptar la propuesta de su hermano, se hace presente Tully (Mackenzie Davis), quien pasara de simple niñera a ser la mejor amiga, confidente, y apoyo incondicional de Marlo. Mientras para Drew y sus hijos los cambios en la casa y el clima de la misma no les llama la atención. Tampoco es importante que nunca vean a la famosa Tully, pues a partir de esa ayuda recibida lo toman de la manera más natural. Si algo sobresale del filme es la actuación de Charlize Theron, quien ya había demostrado sus dotes de actriz con mayúsculas, aquí no le temió a tener que haber engordado entre 15 y 20 kilos, le puso el cuerpo al personaje, y se nota. De estructura clásica, se nota el pulso del director para la comedia, sin embargo abunda en excesivo esquematismo narrativo. Poseedora de un muy buen guión en tanto diálogos se refiera, a la película no le sucede lo mismo con la construcción de los personajes y sus conflictos. Parecería ser que la guionista Diablo Cody, sobrevalorada desde el “Juno” (2007), al igual que en aquella película, insiste en escribir sobre temas que desconoce, ni investiga, creyendo que diálogos, chispeantes claro, algunos pueden ocultar lo yerros de la verosimilitud. Hay infinidad de recortes e interpretaciones sobre los temas que aborda, el lugar de la mujer, maternidad, matrimonio, clase alta vs clase media-baja, el envejecimiento, los proyectos truncos. Demasiado temas enunciados, ninguno desarrollado, y claro la mentira desde la forma.
MAMMA MIA! La maternidad no tiene nada de glamoroso en la nueva dramedia de Charlize Theron. Si en “La Joven Vida de Juno” (Juno, 2007), el director Jason Reitman y la oscarizada guionista Diablo Cody exploran las “responsabilidades” de la maternidad/paternidad desde un punto de vista adolescente y la madurez que ello implica, ya sin importar la edad de los padres; con “Tully” (2008), la dupla se para desde otra ángulo y nos muestra a una protagonista más madura que trata de encontrar el equilibrio entre la mujer que fue y la que (supuestamente) debe ser a los ojos de todos, tras convertirse en madre y esposa. Cuando hablamos de “todos” nos referimos a la sociedad y sus condicionamientos, porque a pesar de que estamos en pleno siglo XXI y los movimientos feministas se hacen oír cada vez más fuerte, todavía tenemos un largo camino por recorrer cuando se trata de sacudirnos ciertos roles marcados a fuego que no deberían ser tan así, al menos, en 2018. Marlo (Charlize Theron) está felizmente casada con Drew (Ron Livingston), ya tiene dos hijos en edad escolar, y un tercero en camino que llegó sin mucho planeamiento. A pesar de estar de licencia, no puede evitar sentirse agobiada entre las tareas del hogar, una economía ajustada, un nene con problemas de conducta que los médicos no logran diagnosticar correctamente, y un bebé que le va a quitar sus pocas horas de sueño. Antes del nacimiento de Mia, la tercera hija, el adinerado hermano de Marlo, Caig (Mark Duplass), le ofrece el más extravagante de los regalos: una niñera nocturna que se encarga del bebé mientras la mamá se concentra en el descanso. Claro que Marlo lo rechaza ya que no puede concebir la idea de que alguien más se ocupe de su beba, pero tras los primeros días después del nacimiento, y algunas crisis domésticas, la señora llega a su límite y decide contactar a la nodriza. Tully (Mackenzie Davis) es un sueño hecho realidad: dulce, amable, comprensiva, y antes de que empiecen a hacer conjeturas, no, no trata de seducir al marido y matar a la esposa en plan “La Mano que Mece la Cuna” (The Hand That Rocks the Cradle, 1992). Esta no es ese tipo de películas, más bien, un relato bastante fiel sobre la maternidad/paternidad en general y el peso que recae sobre las mujeres a la hora de ocuparse de la casa y los hijos, mucho más que sobre los hombres, que salen a trabajar y hacen su pequeño aporte, muchas veces, sin entender que es lo que pasa por las cabezas abrumadas de sus esposas. Tully llega para liberar un poco esa carga en la mente de Marlo, pero también para recordarle que dentro de ese cuerpo de cuarenta años, que ya pasó por tres embarazos, todavía hay tiempo para la seducción, para los sueños individuales y esa libertad de la que gozaba en su juventud. ¿O no? Por ahí pasa el planteo de Reitman y Cody: cómo hace la protagonista (y en ella reflejadas un montón de mujeres) para balancear estas dos personalidades, la que supuestamente se fue desvaneciendo con el matrimonio y los hijos, y la que tiene que asumir ante el resto de la sociedad para cumplir con ese rol “ejemplar” que parece estar tallado en piedra. “Tully” no intenta ser un manifiesto feminista que pone a los hombres en una estaca, sino todo lo contrario. Su “fidelidad” y “naturalismo” es tan abrumador como risueño, porque en la vida cotidiana hay lugar para la risa y el llanto. Marlo ama su vida, pero no encuentra esa válvula de escape necesaria que, al final, llega de la mano de esta niñera nocturna (más joven, despreocupada e independiente) que le va a mostrar un par de verdades. En cierto punto, “Juno” se sentía forzada, aunque nos enamoráramos de sus personajes. Acá, los realizadores logran despojar a su historia de todo “artificio”, y seducirnos con un relato agridulce que nos toca a todos por igual, seamos padres, hijos, hombres o mujeres. La moraleja: para poder amar y cuidar a los demás, tenemos que empezar por amarnos y cuidarnos a nosotros mismos. Puede sonar un tanto cursi para los estándares de hoy, pero entre Reitman, Cody y Theron saben cómo hacerlo sin caer en los lugares comunes del melodrama más telenovelesco. Hace rato que Charlize viene demostrando que le calza bien cualquier papel. La señora (así, con todas las letras) puede patear traseros, atravesar el apocalipsis o hundirse en la miseria de los pañales sucios con el mismo encanto, emoción y dramatismo, sin miedo a hacer el ridículo o perder su “sensualidad”, ante los ojos de algunos (¿?). Acá, se calza la historia al hombro y se la apropia, dejándonos acompañarla a través de sus días buenos y sus días malos. Hay una autenticidad casi intrínseca en su Marlo que, obviamente, contrasta con la efervescencia de Tully, dos mujeres muy diferentes con problemas muy distintos que, al final, van a descubrir ese punto de encuentro. Por los demás, “Tully” tiene todos los elementos del sello de su director: personajes queribles, las relaciones como centro de la historia, temas serios y coyunturales que pueden ser puestos bajo la lupa del humor sin desentonar y, por supuesto, una gran banda sonora. Una de esas películas chiquitas llenas de mensajes sinceros, que nos acercan a la realidad sin tantos mambos, pero no evitan la contundencia… a su modo. LO MEJOR: - ¡Charlize Theron! - El retrato sincero que hace sobre la maternidad/paternidad. - Que sea contundente, pero que nos podamos relacionar. LO PEOR: - Que estas historias no logran salir del nicho independiente. - Confundirse a Reitman con Edgar Wright (¿?).
La gran Charlize Theron se luce como la desbordada madre de dos hijos que afronta un tercer embarazo (no deseado) y varios otros problemas cotidianos que transforman la vida en una especie de Infierno. Pero aparece una niñera, Tully, para quizás resolverlos. Lo que lleva a una descripción cruel y sincera de la maternidad de hoy, de enorme acidez y sinceridad. En última instancia, una vuelta de tuerca (casi una respuesta contemporánea) al mito de Mary Poppins.
A punto de dar a luz a su tercer hijo, Marlo tiene todo menos tiempo para ella. Soporta los berrinches de su hijo menor, acaso algo retardado, cumple como puede con el mandato de poner comida en la mesa, aunque sea pizza congelada, y llevarlos a la escuela, mientras su marido trabaja y se entrega cada noche a la play antes de dormir. En los primeros minutos de Tully, nueva colaboración entre el director Jason Reitman y la guionista Diablo Cody (Juno, Young Adult, también con Charlize Theron), queda claro que estamos frente a un retrato de maternidad, aún con ternura y afecto, abnegada. Cody lo escribió basándose en su experiencia, y no habrá madre que no empatice con lo que está en la pantalla. Pero los realizadores, una de las duplas creativas más felices del cine estadounidense actual, le escapan a cualquier generalismo y ponen el foco en esa mujer, con el cuerpo rebosante y ocupado por el bebé por nacer, que se viste con lo primero que encuentra y, desde que nace la beba, apenas duerme. Una increíble Theron, que engordó más de veinte kilos para el papel y es capaz de poner en escena con cada suspiro, cada palabra no dicha, el peso de todo eso que invertimos para seguir adelante cada día. Para ayudarla, su hermano, al que le ha ido mejor en la vida, la contacta con una niñera -"te cambiará la vida"-, a la que Marlo finalmente se decide a llamar. La tal Tully es una chica muy joven, dulce, tan eficaz que parece un ángel enviado. Y pronto se convierte en amiga, confidente, imprescindible, mientras Marlo recupera horas de sueño y va dejando atrás el colapso. ully es un film sobre las pequeñas y grandes mentiras sobre las que se construyen vidas y familias, convencidos de que así estará todo bien, aunque cada tanto soñemos con volar a otra parte. Emocionante, narrado con inteligencia, plagado de sutilezas, delicadeza y diálogos inspirados. Hasta su giro final: ¿tramposo?, ¿poético?, ¿efectista?, ¿revelador? Sacá tus conclusiones.
Luego de aquel hit sobre embarazo adolescente que fue Juno (2007), la sociedad entre el director Jason Reitman y la escritora Diablo Cody recién volvió a reactivarse en 2011 con Young Adult, filme que tenía como protagonista a una Charlize Theron soltera e independiente que habiendo llegado a sus 38 años todavía vivía bajo un estado de inmadurez que la llevaba a comportamientos infantiles como volver a su pueblo natal para recuperar a su novio de la juventud. Así es como llegamos a Tully, otra comedia dramática que vuelve a convocar al trío, en este caso, para explorar las vicisitudes que provoca la maternidad como rara vez se vio en la pantalla. Si bien, un juicio precoz podría decir que estamos ante la antítesis de Young Adult (y nuevamente, ante la muestra de las diferentes anatomías que puede adoptar el físico mutante de Theron) aquí también hay vacío, aunque éste ocurra por acumulación. Con Drew (Ron Livingston), un marido laborioso y apático, dos hijos -de los cuales el mayor vale doble por sobrecarga de energía y severos trastornos obsesivos-, y un tercero en camino no deseado, Marlo está a punto de explotar en el doble sentido de la palabra. De modo que para cotejar la situación deciden contratar a Tully (Mackenzie Davis), una niñera nocturna de 26 años, al parecer más humanizada que Mary Poppins, que rápidamente servirá de distensión para rescatar a Marlo de su depresión post-parto. Si hay algo que define al cruce entre el director y la guionista es la fluidez casi televisiva que consiguen, -reforzado aquí por la soltura explosiva de Theron y la irreverencia inimputable que le confiere su papel de madre terceriza. Los diálogos a madrugada entre madre y niñera tienen el timming, la inteligencia y el escenario propio de una sitcom, dado que el vínculo nace y crece en el interior del hogar mientras el resto -padre e hijos- duermen. Es más, Tully y Drew se ven solo una vez y desnudos, en un irracional episodio apoyado por Marlo para reavivar la actividad sexual de su esposo porque claro, dentro de la crisis emocional que la acecha también se encuentra la imposibilidad de que el cuerpo maternal sea sexualizado. Por más vivos que sean los colores de la puesta en escena, por más cartuchos de humor negro que gasten para despistar la atención del espectador, por más cómica que se quiera vestir la tragedia, el final invierte la película en 180° y eso ya es mucho para un género que tiene la fama de ser predecible y pasatista. No hay dudas de que la dupla Reitman-Cody ha agudizado su mirada sobre el embarazo hasta llegar al nivel más traumático y desolador de la maternidad lo que coloca a Tully en las filas patológicas de El bebé de Rosemary y no como continuación de la simpatía indie de Juno. Por Felix De Cunto @felix_decunto
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Jason Reitman siempre la mete en el ángulo de la sensibilidad femenina, la tiene clara, y es uno de los únicos directores de comedia que le da un poderío y un lugar a la mujer libre de estigmas. Además Reitman, mira a la mujer sin prejuicio y las empodera, incluso en su manera de filmar, repasemos, que esto es lo que más nos gusta. Reitman dirigió Amor sin escala, La joven vida de Juno, Aires de Esperanza, Adultos Jóvenes. Todas grandes películas, en estos metrajes las mujeres son las que enfundan la mandolina convirtiendose en decisoras de el devenir del relato, donde otros realizadores ven hombres, Reitman ve mujeres. Empecemos a pasear entonces por la filmografía del director. Ryan (Clooney) un solterón mujeriego es finiquitado con su propia medicina por una mujer casada, pero justamente este detalle, acerca del estado civil de ella, es definido al final cuando Clooney mediante un acto de amor heroico viaja a la casa de la señora en cuestión. Ryan le toca el timbre, respira hondo, ella le abre la puerta, se escuchan niños, se miran, la mujer lo observa con compasión, el con tristeza y en ese momento, cuando uno espera el “happy ending” se escucha una voz masculina que pregunta ¿Quién es?, a lo que ella responde: “Alguien que se ha perdido”. Esa mirada que logra captar Reitman entre los amantes es realmente electrizante. La idea de mostrar a Alex (Farming) como una mujer que decide tener una aventura, e incluso resuelve quedarse con su marido antes que con el “macho alfa” Ryan/Clooney, es interesante para desdoblar el relato sexista. En Aires de Esperanza, una madre soltera (Kate Winslet) se permite desear y esconder en su casa a un ladrón buscado por la policía. Sin culpa, retiene a ese hombre y entra en un juego de seducción. En Adultos Jóvenes, una Charlize Theron aturdida, es una kidult cuarentona que le teme a crecer, sí también las mujeres pueden batallar contra el imperio de las “mujeres maduras” y comportarse como adolescente y eso Reitman lo sabe. Y para el final, aunque sólo es un preludio de las películas que nos compete esta La Joven Vida de Juno, las más indie de las películas de Reitman. ¿Quién no recuerda la historia de amor entre Juno y Paulie?. Juno es una quinceañera que queda embarazada y decide dar al bebe en adopción, con total naturalidad, esta joven entabla una relación de amistad con la pareja de adoptantes. “Vanessa si sigues adelante, yo también, Juno” le escribe a la mamá que va a adoptar al bebe y es ese momento nostálgico y emotivo. Yo lloré y celebro cada tanto esta película, primero porque tiene un profundo sentido del humor, segundo porque Ellen Page es una de los mejores hallazgos para el género y tercero, pero por esto no menos importante, toca el tema de la maternidad, sin asociarlo a algo biológico, sino a una decisión personal más allá de la gestación, ¿No es eso maravilloso?. En Tullly, la última, también con Charlize Theron, Reitman sigue asociándose con la grosa de “Diablo Cody”, su escritora fetiche y ganadora del Oscar por el guión original de La joven vida de Juno. Cody merece una nota aparte, es junto con Greta Gerwig, una de las mejores guionistas del dramadie. En Tully, el matrimonio que tiene con Reitman vuelve a lucirse y se mete con una madre topadora, todo terreno, Marlo (Charlize Theron) quien está a punto de parir a su tercer hijo, trabaja, es ama de casa, tiene dos pibes más y un marido que si bien es un encanto (es uno de los hermanos Duplaas) no colabora demasiado. Marlo NO DA MAS. Charlize Theron comienza la película con su mejor cara de upite, se la nota cansada, podrida. Pero su hermano, un joven adinerado, le ofrece pagarle una niñera de noche, una “ninja warrior” para que ella descanse de la presión del postparto. Y es allí donde aparece Tully, una joven (grosa Mackenzie Davis), espontánea, extremadamente tierna, que no sólo cuidará de su bebe sino que contendrá la depresión de Marlo. La dupla entre Theron/Mackenzie resulta una fórmula resultona desde el comienzo, la joven entabla una relación de admiración con la mamá cuarentona, y ella añora esa energía de juventud. Marlo comienza a recuperar su individualidad. Reitman y Cody hace un acertado panorama de la vida en familia, en donde las fémina de la casa es una heroína superpoderosa. “Mi mujer se fue y dejo solo a los niños” le dice el marido a una enfermera “pero usted estaba en su casa” a lo que el marido responde “Si”, esa conversación, escueta y maravillosa, describe Tully de Reitman. No voy adelantarme demasiado en la trama, pero lo que hace Theron es de una bestialidad actoral imponente: la tipa engordó más de veinte kilos para personificar a Marlo, se muestra harta de la maternidad “termita” (los llantos desesperados de sus hijos, las corridas para llevarlos al colegio). Tully describe con una certeza impecable ese momento, sí, ese mismísimo momento, en donde la vida arrasa y se lleva por un instante, la improvisación y la felicidad de los veintipico.
El concepto de las “nanas mágicas” viene de la literatura inglesa, en donde los ejemplos abundan: desde Mary Poppins hasta Nanny McPhee, personajes fantásticos que visitan a familias en estado problemático, ejecutan su cuota de milagros, armonizan el clima y se van cuando su misión se han cumplido. Son como ángeles guardianes y sanadores que preservan a las familias de buen corazón cuando éstas se encuentran en su momento mas caótico. Tully viene a ser una versión post moderna de Mary Poppins. Como esto no es Disney, el drama está presentado de manera cruda en primerísimo plano: en este caso una madre de dos chicos (Charlize Theron, magnífica como siempre y arruinando su fantástico cuerpo con un enorme sobrepeso para cumplir con las exigencias del papel) que acaba de tener el tercero… y termina por quedar en una situación que la excede en todo sentido. Para colmo uno de sus hijos es autista, pero ellos no terminan de caer – sólo atinan a calificarlo de “extravagante” – con lo cual la situación es aún mas caótica: berrinches de día, el verse al espejo gorda y arruinada, noches sin dormir para alimentar el bebé, dolores de todo tipo en un cuerpo hinchado y vapuleado, un marido bonachón que no colabora demasiado… Entra en escena el hermano de ella (Mark Duplass), ricachón, casado con una asiática, amante de los placeres, el lujo y el exotismo, y se propone hacerle un regalo: contratarle una niñera nocturna que cuide al bebé mientras duerme, y que sólo la despierte al momento de amamantarlo. La chica en cuestión es la Tully del título (Mackenzie Davis), fresca, jovial, flaquísima y con toda la vida por delante. La muchacha parece demasiado confianzuda y chismosa, pero pronto demuestra su valía. Y en toda la crisis del post parto se convierte primero en la compañera – y luego en la confidente – de la sufrida Theron. Desde ya, esto es un gran duelo actoral de Davis y Theron. Irradian naturalidad, sacrificio, emoción a flor de piel. Cada una tiene su propia crisis – la muchacha, enredada con un novio aburrido; la madre, con su drama familiar que la sobrepasa -, pero se vuelven amigas y arreglan sus cuitas. Sí, es una vida de porquería para la Theron pero la gente que la rodea la ama; no hay emoción, solo problemas pero, a su vez, es la vida de ama de casa que siempre quiso. Es una rutina sin sobresaltos, aburrida como el demonio y con sus complicaciones, pero acá hay amor. No hay infidelidades, no hay enfermedades mortales, no hay dramas graves; todo lo que hay se puede manejar, aunque sea agotador. AutosDeCulto, el portal sobre la historia de los autos Esa es la enseñanza de Tully luego de que ambas mujeres pasen juntas mil peripecias, incluyendo una salida de borrachera para intentar recuperar algo de la juventud perdida… que no va a regresar y se extraña mucho. Ahora ésta es la vida que te tocó vivir y, en realidad, no elegiste demasiado mal de joven. Quizás los problemas de Tully pasen por dos lados: uno, que termina predicando el conformismo. Uno debe poder encontrar la manera de vivir mejor a pesar de todos los problemas que te da la vida – encontrar la alegría en medio de una rutina devastadora -. El otro drama es la vuelta de tuerca final, que suena artificial y parece armada para poder darle un cierre a la historia. Si, es muy a lo M. Night Shyamalan, pero ¿era necesario?. Aún con todo ello, Tully es recomendable porque es inteligente la mayor parte del tiempo y está bien actuada. Quizás la primera mitad sea mucho mejor que la segunda – ilustrando con gracia y lujo de detalles los dramas de la maternidad -, pero sin ser una película redonda le vendrá bien a los que tienen treinta y tantos y tienen familia e hijos, sintiéndose identificados en muchos aspectos que trazan – con pinceladas de calidad – Jason Reitman y Diablo Cody… aunque fallen sobre la recta final.
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Crítica emitida por radio.