Sutil y reflexivo drama. Una inspiradora historia de una mujer aparentemente débil, pero con una sólida convicción con respecto a sus sentimientos y a la vida, ante el abuso de un hombre, representando un análisis crítico sobre las relaciones de dominación en la pareja y sus consecuencias que destruyen personalidades, en este caso, la de esta mujer y el fruto de su amor. Un amour impossible (2018) es un drama de Catherine Corsini, basado en la exitosa novela “Un Amour Impossible” de Christine Angot. A finales de la década de 1950 en Châteauroux, Francia, Rachel (Virginie Efira), una oficinista, conoce al seductor parisino Philippe (Jean Paul Schneider, el de Los amores imaginarios), un joven de familia burguesa. Viven un fugaz y pasional amor, que da como resultado el nacimiento de Chantal (Jehnny Beth). Philippe se niega a casarse con alguien que no pertenece a su misma clase social, por lo que Rachel cría sola a su hija. A pesar de las dificultades que enfrenta, la valiente Rachel logra construir un hogar decente para ella y su hija. De todas maneras, desea que Philippe la reconozca legalmente, es entonces cuando comienza una lucha interminable con consecuencias desastrosas. La adaptación de Catherine Corsini se involucra con uno de los principales y recurrentes problemas de la mujer en la actualidad a través de una voz en off de la autora. Es un relato honesto y simple sobre las relaciones, experiencias sexuales y estados psicológicos, dejando entrever sucesos perturbadores del pasado que forman una actitud subyugada y postergada de la mujer hacia la vida. Se destaca la interpretación de la actriz belga Virginie Efira y la ambigua personalidad que construye Jean Paul Schneider, actor a quien le quedan muy bien los personajes problemáticos. El film está dirigido de una manera fluida, resaltando la belleza simple del campo, utilizando una paleta de colores cálidos y manteniendo la decoración modesta pero acogedora, mayormente en interiores, en contraste con los de Philippe, que son fríos y poco atractivos. Sin lugar a dudas, una historia común y cotidiana: un hombre abusador, una mujer enamorada, una madre soltera, una hija con un padre ausente y una ilusión de formar una familia. Importantes tópicos de actualidad para reflexionar sobre la evolución de la mujer en una sociedad aún machista.
La fuerza del engaño No todo en la vida es color de rosa. Un amor imposible (Un amour imposible, 2018) es una película francesa que se encarga de exponer el lado amargo de la vida. No se dejen engañar. Un amor imposible no es un film romántico como quizás su cartel o título nos quiere mostrar. Allí pareciera que una pareja pretende estar junta, pero algo se lo impide. Hasta uno se la podría imaginar como una especie de feel good movie de época en tierras francesas. Pero no. Un amor imposible es una historia que transcurre durante 33 años sobre una joven que conoce a un chico pero que, luego de comenzar su relación y estar a la espera de un hijo, todo se vuelve tormentoso. No se dejen engañar. Uno se podría imaginar que los dos protagonistas del film, tal y como dice el póster, son Virginie Efira y Niels Schneider. Pero esto no es así. La historia está narrada en off por la hija en común de ambos (Chantal). Ella es la víctima de todo esto y de la puja del desamor. Es quien, en sus distintas etapas, carga de emoción a la obra. Chantal, a lo largo de los años, magnifica lo que transcurre al estar lejos de su padre. Sus escenas están en el punto ideal: no exterioriza toda su personalidad y te invita a la reflexión. No se dejen engañar. Un amor imposible no solo es una sorpresa por lo mencionado anteriormente. El film francés dirigido por Catherine Corsini encuentra en sus más de 130 minutos una entretenida mirada sobre la vida, el amor, el romanticismo, el abuso, el machismo y la psiquis de una hija con padres separados. Contundente en escenas donde el llanto se hace eco de la trama, y orgullosa a la hora de mostrar la resignación de cada protagonista, la película funciona como la cuota dramática necesaria para dejarte pensativo sobre las relaciones humanas. Déjense engañar. Un amor imposible es una propuesta que se potencia aún más gracias a la tensión dramática que fluye, te envuelve y te sorprende.
Un melodrama duro, un drama familiar y la manipulación de un hombre hacia una mujer son el telón de fondo de este sentido relato dirigido por Catherine Corsini (“Tiempo de revelaciones”). Pocos directores/as tienen la sensibilidad necesaria para retratar la vida de sus personajes a través del tiempo mostrando las diferentes vicisitudes que van atravesando a lo largo de sus existencias. Algo que es clásico de realizadores orientales como Xiaoshuai Wang, que lo mostró en su último largometraje “So Long My Son” (2019) o Jia o Zhangke en varios de sus films y teniendo como último antecedente el de “Ash Is The Purest White” (2018). En el cine occidental es más raro ver este grado de compasión al presentar las vivencias de los personajes pero la realizadora francesa no tiene nada que envidiarle a aquellas obras con la propuesta que aquí nos convoca. El largometraje se sitúa al final de los años 50, en Châteauroux, donde Rachel (Virginie Efira), modesta oficinista, conoce a Philippe (Niels Schneider), brillante joven proveniente de una familia burguesa. De esta relación breve pero pasional nacerá una niña, Chantal. Philippe se niega a casarse fuera de su clase social por lo que decide abandonar a la mujer y a su propia hija. Rachel deberá criar a la pequeña ella sola. Poco importa, porque Chantal es su mayor alegría, y es por ella que lucha por conseguir que, a pesar de ser un padre ausente, Philippe le dé, al menos, su apellido a su hija. Una batalla que durará más de diez años y que acabará por quebrar las vidas de Rachel y de Chantal. El guion escrito por la directora junto a Laurette Polmanss, que adapta la novela de Christine Angot, propone un viaje sensible que se toma su tiempo para desarrollar las psicologías de sus personajes haciendo que por momentos el film se sienta un tanto extenso pero intrigante y motivador. El realismo con el que se describe a Philippe como un perverso manipulador no hace más que acrecentar el sentimiento de angustia y desolación que transita la protagonista como madre soltera. No solo la cinta denuncia el machismo imperante de los hombres de la época sino también un montón de transgresiones impunes como el abandono de la familia y hasta ciertos tipos de abuso tanto físicos como psicológicos. Lo que fue clave para que la cinta se sostenga es la soberbia interpretación de Efira que le pone el cuerpo a esta mujer fuerte que intenta salir adelante más allá de cualquier adversidad. Un tour de forcé para la actriz que se vio reflejado en ese período ficcional de 10 años donde tiene que lidiar tanto con su ex pareja como con una hija que va creciendo e independizándose. Schneider tampoco se queda atrás con su parco y arisco personaje que se contrapone con la protagonista. Una historia bella y triste con varios altibajos como la vida misma. Un sentido melodrama que sirve como buen reflejo de la década de los ’50 y que se ve motivado de una forma más realista que tantos otros productos norteamericanos del estilo. Un relato que pone en evidencia las relaciones familiares toxicas y sus repercusiones. El film se beneficia de una sobria puesta en escena, de un diseño de producción bastante atractivo y de una fotografía destacada como producto del ojo sensible de Jeanne Lapoirie (“120 Battements par minute”). “Un Amor Imposible” es una película atractiva y sensible, más allá de resultar un poco repetitiva y pesada en ciertos pasajes, además de resultar ser un gran vehículo para Virginie Efira (a quien próximamente veremos en la nueva película de Paul Verhoeven) como actriz. Un film sincero y desgarradoramente bello que no dejará indiferente al espectador.
Una relación estragante: En un salón de baile a finales de los años 50, una mujer joven espera de pie, al costado de la pista, al muchacho que conoció esa tarde en el café que frecuenta con su compañera de trabajo. Él aparece avanzada la noche y bailan juntos un lento. Así comienza Un amor imposible (Un amour impossible, 2018), de la realizadora francesa Catherine Corsini y basada en la novela homónima (2017) de Christine Angot. Como si se tratara de una película romántica. El nombre de Angot ya es índice de una historia turbia y oscura, pues desde su novela de autoficción con la que saltó a la fama generando controversia (Incesto, 1999), a lo largo de sus novelas no ha dejado de abordar esta temática, generalmente de manera bastante cruda, y esta no es la excepción. El punto de vista de la historia, que avanza en temporalidad cronológica y con un estilo cinematográfico clásico, es el de la hija Chantal (Jehnny Beth, muy parecida físicamente a la propia Angot), quien narra con sus apariciones mediante la voz en off el encuentro de su madre Rachel (Virginie Efira) con Phillipe (Niels Schneider) y el devenir de esta relación, intentando encontrar respuestas al singular enganche de su madre con este hombre. Rachel Steiner es una joven de provincia de origen judío que vive en Châteaurou. Tiene 25 años, aún no se ha casado y es secretaria en la oficina de Seguridad Social. Phillipe es un joven apuesto, traductor en la base americana, que se presenta a sus ojos como un príncipe azul, seduciéndola con sus conocimientos sobre filosofía, literatura, su manejo de varios idiomas y su espíritu de hombre viajado que conoce distintas culturas. Que un joven así se fije en ella la hace sentir halagada y sumamente especial. Fatídico encuentro entre una joven vulnerable, cuyo padre la abandonó a los 4 años por negocios en el Medio Oriente (y vio luego en dos ocasiones) y que anhelaba ser amada; y un hombre con características claramente perversas. En rigor, Phillipe siempre se muestra galante y cariñoso con ella y franco en cuanto a sus intenciones, ya que le deja claro de entrada que no le interesa casarse. Cuando Phillipe retorna a París al concluir su trabajo en la base americana, la relación se vuelve menos frecuente, lo cual coincide con el embarazo de Rachel y el nacimiento de una hija, a la cual Phillipe no reconocerá. El tiempo pasa y el vínculo entre Rachel y Phillipe se sostiene a lo largo de los años con idas y venidas, a pesar de que Phillipe se haya casado con otra mujer con la cual tiene hijos. Bajo la convicción de que Phillipe en algún momento pueda cambiar, Rachel peleará infructuosamente por el reconocimiento paterno de su hija. Cuando Chantal entre en la adolescencia, repentinamente surgirá el interés del padre por su hija. Los conocimientos culturales de Phillipe y las ansias de saber de Chantal acercan a padre e hija, bajo pretexto de interés educativo. Phillippe la reconoce, le pasa una mensualidad y comienza a frecuentarla los fines de semana, donde ella lo visita en su casa en Estrasburgo. La ceguera de Rachel, sumida en el encantamiento hipnótico de un hombre que se presenta como Ideal y la poca lectura de su posición subjetiva (repite inconscientemente su historia edípica), no le permite ver los claros signos, que sí percibe el espectador, de que está ante un lobo con piel de cordero. Philippe encarna una típica personalidad perversa disociada, que muestra una apariencia amable y pacífica, que la trata de manera única y le permite alcanzar una voluptuosidad especial, pero que al mismo tiempo la manipula psicológicamente, culpabilizándola por su condición de poco pudiente económicamente y por sus persistentes demandas amorosas. La intensidad del amor que le demuestra es en verdad el reverso del odio y la denigración que siente hacia ella. Son complicadas las concesiones a las que puede llegar a estar dispuesta una mujer en su aspiración a un amor absoluto, al punto de que los otros objetos pierdan su brillo fálico (como lo es un hijo) y esté dispuesta a entregarlos en sacrificio. Para Chantal el encuentro con su padre en la adolescencia adquiere el carácter de lo siniestro, en tanto fenómeno donde lo familiar deviene extraño. El padre como aquel que debe cuidar y proteger se transforma en un monstruo que reniega de la ley constitutiva de la prohibición del incesto, situándose por fuera del orden social. El incesto es aludido por la enunciación de la voz en off de Chantal, pero se mantiene a lo largo de la película en un cuidadoso fuera de campo. El amor imposible al que hace referencia el título es aquel que vincula a los tres protagonistas. Es el amor imposible entre Rachel y Philippe, porque donde hay sometimiento se imposibilita el amor, pero también el amor entre padre e hija cuando se la toma en tanto objeto de goce y no como sujeto de cuidado, y por último, es el amor entre la madre y la hija: ¿Cómo amar a una madre que sabiendo, no ve y calla, y que además no actúa a la altura de la aberración acontecida? Un amor imposible se sostiene principalmente por el buen trabajo de Virginie Efira y Niels Schneider, quienes encarnan con convicción a la pareja protagónica. El trabajo de Corsini es valioso porque logra capturar de manera verosímil las complejidades psicológicas de los vínculos humanos. La película da cuenta acertadamente de los efectos nocivos de la cultura patriarcal no solo sobre ciertos hombres (empujándolos en el pavoneo viril a tomar a las mujeres como una presa, un trofeo o un objeto desechable, e impidiéndoles reflexionar sobre sus propios conflictos con la virilidad); sino también sobre ciertas mujeres que, posicionándose desde la minusvalía y en la aspiración de un amor idealizado, terminan configurando vínculos afectivos sumamente estragantes. Porque si el empoderamiento femenino tiene un sentido, acaso sea el de no condescender a ocupar el lugar de víctima sometida y el de sostener la función del límite ante aquellos que osen transgredirlo.
Adaptada de la novela de Christine Angot y dirigida por Catherine Corsini, la historia nos lleva a finales de la década de 1950 en Châteauroux, Francia, donde una modesta oficinista, Rachel (la lindísima actriz belga Virginie Efira) conoce al brillante burgués Philippe (Niels Schneider). De esa conexión pasional y desenfrenada nace Chantal (Jehnny Beth) quien relata en off la relación de sus padres. Philippe no quiere casarse pero a la vez no deja de ver a Rachel, por lo que la relación dura 33 años. El es manipulador y autoritario, no en el sentido estricto de la palabra, sino como el hombre que no la quiere pero tampoco la deja completamente libre. Rachel está tan enamorada que no ve más allá, y se somete a los caprichos de un hombre que prácticamente no ve a su hija cuando es pequeña, y comienza a hacerlo a medida que crece. La intención de Rachel es que su hija lleve el apellido de su padre y eso conllevará una larga lucha hasta lograr su objetivo. Lo que parece una historia de amor termina siendo un triángulo de amor dramático que pasa por todas las etapas del crecimiento de Chantal, quien también sufre distintos procesos en relación a cada uno de sus progenitores a lo largo de su vida. Temas como ser madre soltera, el amor de pareja, el vínculo entre madre e hija, el sexo, el abuso, el machismo, el padre ausente y el sometimiento son tratados en ésta película, altamente recomendable. Fotografía y vestuario dignos de destacar. ---> https://www.youtube.com/watch?v=5xSkE4TXGVs TITULO ORIGINAL: Un amour impossible DIRECCIÓN: Catherine Corsini. ACTORES: Virginie Efira, Niels Schneider, Jehnny Beth. GUION: Catherine Corsini. FOTOGRAFIA: Jeanne Lapoirie. MÚSICA: Grégoire Hetzel. GENERO: Drama . ORIGEN: Francia. DURACION: 135 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años DISTRIBUIDORA: Mirada FORMATOS: 2D. ESTRENO: 13 de Junio de 2019
Bellísimamente rodada, esta historia de amor trunco comienza a perder vuelo cuando evidencia el desenlace, con obviedades y un subrayado sobre temática de agenda que sólo, creemos, que ese fue el motivo de su estreno en el país.
Así no hay corazón que aguante Las complejas relaciones amorosas de una pareja, y cada uno con su hija, atraen, aunque la falta de síntesis no ayude. De una película que entre sus diálogos contenga frases o sentencias como “Me había cambiado la vida, no podía vivir sin él” y “Quién sabe por qué amamos a alguien” no puede decirse que no haya ha sido pensada, elaborada y hasta sufrida por su director y/o guionista. Más si el título reza Un amor imposible. NEWSLETTERS CLARÍN En primera fila del rock | Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. En primera fila del rock | Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. TODOS LOS JUEVES. Recibir newsletter En verdad, son varios los amores de los que hala esta nueva película de Catherine Corsini (Tiempo de revelaciones). Está el de Rachel (Virginie Efira), el personaje que dice lo que escribíamos más arriba, que disfruta y padece su relación con Philippe (Niels Schneider). El, de familia adinerada, es traductor; ella, oficinista. Y como también dice alguien apenas arranca la proyección, “El había entrado en su vida y ella no imaginaba que pudiera salir”. Es importante ese alguien, porque es quien relata en off todo el filme, y es Chantal (Jehnny Beth), la hija que tendrán Rachel y Philippe. Mirá también Crítica de “Hombres de negro: Internacional”: La chica de negro Así que también mediarán las relaciones de amor entre la madre y la hija, primero, porque el padre le dice a Rachel que para él no es el matrimonio, aunque termine casándose con una alemana -no se ve nada de esa familia- y no queriendo darle su apellido a Chantal. Y la relación entre el padre y la hija. Philippe, cuando su hija tiene 14 años, se relaciona con Chantal por carta. Muchas cosas importantes en Un amor imposible suceden, se dicen en las cartas. Está bien, es en el pasado, no había mail ni redes sociales, pero los tiempos entre lo que uno dice y le contestan… Mirá también Crítica de “El Ártico”: Sobreviviendo La duración del filme (135 minutos), o el tiempo que Corsini se toma para desarrollar ideas y exponerlas es quizá demasiado -más aún cuando algunas de ellas, como que Philippe tenga un secreto: ha pasado meses preso por atropellar a alguien, que luego no conduce a nada- habla de cómo la realizadora abrazó el libro original de Christine Angot y no quiso medirse. Las vueltas que va teniendo la trama, con sorpresas mucho más fuertes que la de la cárcel, se sostienen más en las expresiones de los protagonistas que en sus diálogos. Virginie Efira, a quien vimos la semana pasada en Nadando por un sueño, se angustia y acongoja, pero más que nada se resigna al abandono una y otra vez. Y el papel que le tocó a Niels Schneider (ha crecido mucho desde Los amores imaginarios -2010- de Xavier Dolan) no sólo es arduo y difícil de entender: desde la dirección lo han dejado se diría que desperdiciado ante tanto destrato que ocasiona Philippe.
Catherine Corsini siempre abordó la identidad y la sexualidad femeninas con miradas cuestionadoras y provocadoras. Aquí, a partir de la novela publicada en 2015 por Christine Angot (la misma autora en la que Claire Denis se basó para Un bello sol interior), describe las experiencias de Rachel (la belga Virginie Efira, actriz de moda en el cine francés), una bella oficinista de origen judío y escasos recursos económicos en el pueblo de Châteauroux a finales de la década de 1950. Con 26 años, ya muchos la consideran (y ella misma se considera) una solterona, pero la aparición de Philippe (Niels Schneider), un joven seductor, impulsivo, arrogante, culto y decididamente manipulador, cambiará para siempre su vida. Tras una relación en principio pasional (las escenas de sexo son múltiples e intensas), él decide regresar a París y al poco tiempo ella se da cuenta de que ha quedado embarazada. Tarda bastante en decírselo, pero -cuando Philippe finalmente conoce a su hija Chantal- la termina rechazando para luego incluso formar otra familia. Esta épica feminista expone los fuertes condicionamientos sociales, pero también la dignidad y la fuerza de una madre por conseguir que el padre reconozca y le dé su apellido a la niña (luego adolescente y finalmente adulta, interpretada por Estelle Lescure primero y por Jehnny Beth después). El padre la verá de forma intermitente, pero tras cada encuentro Chantal queda destruida emocionalmente. Los secretos y mentiras se descubrirán en una segunda mitad por demás inquietante y con ciertos momentos conmovedores. La película tiene algunos problemas en el verosímil sobre todo al principio (Efira tiene 42 años y su personaje, quedó dicho, 26), pero luego sí -maquillaje mediante- interpretará a la torturada Rachel hasta la madurez y su primera vejez. Lo mejor del film -que se extiende un poco más de lo deseado en sus 135 minutos- tiene que ver con las actuaciones, el uso de la voz en off (que no es de la protagonista sino que maneja el punto de vista de su hija) y, sobre todo, con la profundidad psicológica que consigue en esta incursión en los sueños, deseos, contradicciones, humillaciones, miserias, culpas, frustraciones, resentimientos y reivindicaciones a la hora de diseccionar lo más profundo e intrincado de la intimidad femenina.
Las imágenes de Ascensor para el cadalso (Louis Malle – 1958) nos sitúan en el tiempo, mientras una voz en off femenina cuenta la historia de sus padres desde que se conocieron. El romance transcurre a lo largo de cuarenta años con momentos de pasión, otros de desilusión, saltos temporales, reencuentros y desavenencias. La directora lleva de la mano al espectador a través de una atrapante trama (guión adaptado de la novela de Christine Angot nominado al Cesar), en el que el melodrama se desenvuelve sin excesos de almíbares, algo característico de la cinematografía de Catherine Corsini. En la primera mitad, la pareja conformada por Virginie Efira y Niels Schneider es el hilo conductor de las acciones. En la segunda mitad, al cobrar la hija un gran protagonismo, surgirá uno de los temas recurrentes en la temática de la escritora Angot, que no conviene revelar ya que constituye uno de los giros interesantes del argumento y a su vez revelador de la conducta de los personajes. Las diferencias sociales, religiosas y sobre todo intelectuales, toman un papel preponderante en el rol que juegan Rachel y Philippe, los protagonistas, en cuanto al dominio de uno sobre el otro, la predisposición, el sometimiento, la aceptación de las reglas del juego y las distintas posturas frente al romance. Lo que un principio parecía ser un camino por un lecho de rosas, resulta ser un recorrido con obstáculos que se sortean a veces con resignación, para terminar en un clima obscuro y sórdido. Un amor imposible es otro ejemplo de aquellas mujeres que deben luchar solas frente a los contratiempos que les impone el destino, donde las relaciones madre-hija adquieren gran trascendencia. Otro de los aciertos de la autora de Partir (2009) es el tratamiento del mundo femenino a través de los gestos, las miradas, los secretos y sentimientos tan bien expresados a través de los diálogos. Tanto Efira como la novel Jehnny Beth, nominada al Cesar como actriz emergente, expresan con un gran realismo sus penurias y necesidades. La escena final que las reúne en un restorán de París, con un cara a cara tan elocuente, donde por fin consiguen ambas expresar todo aquello que tenían en su anterior, es de un placer sublime. Una película de vínculos enfermizos, de pasiones ciegas, de soledades y amores complicados digna de los mejores elogios. Valoración: Muy buena.
Que no los engañe su título. Un amor imposible comienza, sí, con un idílico amor pasional entre Rachel (Virginie Egira) y Phillipe (Niels Scheider) pero a lo largo de sus 135 minutos se trastoca en una saga intergeneracional que arroja a un torbellino dramático a los protagonistas. No es una película azucarada sino que está plantada en un realismo absoluto, que a veces resulta difícil de tragar por las revelaciones dolorosas que les espera en el camino a los personajes, pero no por ello deja de ser menos interesante con la carga social de los temas que aborda.
La historia de amor a la que Catherine Corsini le dedica el alma de su película no es la que uno imagina de entrada. O, por lo menos, no es solo a esa pasión entre un parisino arrogante, cruel y narcisista, y una joven judía de provincia, presa de inseguridades y mandatos sociales. Corsini teje, en un relato que recorre toda la historia adulta de sus personajes, los amores imposibles que atraviesan las vidas de una madre y una hija, surcadas por el dolor y el abuso, por la desigualdad social y el ancestral deber femenino del sacrificio. Corsini se apropia de la novela de Christine Angot con una sutileza envidiable, siguiendo de cerca a sus personajes en las travesías más espinosas. Su interés por explorar la sexualidad femenina y las diversas aristas de su identidad, presente desde La repetición (2001) hasta Tiempo de revelaciones (2015), encuentra en Un amor imposible una madurez notable, un estilo firme en el tratamiento de las elipsis y en la construcción del frágil pero resistente interior de sus mujeres. La belga Virginie Efira le brinda a Rachel una materialidad desgarradora, demostrando que es una de las mejores actrices del cine francés del momento. Corsini no solo filma su mejor película, sino la más arriesgada, la que se despega de la anécdota, del doloroso recuerdo, para ofrecer una mirada política sobre el pasado y el presente, y los complejos lazos que definen a esa unión.
La unión de una directora comprometida con una temática femenina con perspectiva de género, Catherine Corsini ,con una escritora muy popular en Francia, Christine Argot que ha contado en sus novelas rastros personales como el abuso que sufrió y como sobrevivió a ese trauma. El guión es de la directora y Laurette Polmanss. El largo film muestra a un hombre manipulador como disparador de la historia desde el punto de vista de una de sus víctimas, su hija. La directora elige contar la primera parte de la historia como una relación de amor loco, unida a bellos paisajes, para mostrar la total entrega de una mujer de pueblo chico, deslumbrada por un traductor de clase adinerada que la seduce y, escudado en su lecturas, logra que ella acepte esa relación que la arrasa en su pasión y goce a una situación que no es fácil; renunciar a sus ideales de un casamiento próximo, y luego criar a su hija sola, anotada como con padre desconocido. Hablamos de la década del 50 y de una mujer que se adapta, soporta, una situación donde ese hombre aparecerá para encenderla y luego desaparecer ostentando una condición de machista, un egoísmo despreciable, un hombre sin culpas ni compromisos que la maneja a su antojo. Pero en la segunda parte de la película todo se torna oscuro con el abuso naturalizado por el hombre, anestesiada la capacidad de reacción de la madre y por fin esa comunicación con su hija tan temida y en un punto reveladora. Una que provoca la repulsión de cualquier mujer contemporánea. Pero mostrada la historia con una sinceridad dolorosa que apela a la compresión. Con grandes actuaciones.
La directora y guionista francesa Catherine Corsini adapta la novela homónima de Christine Angot –quien saltara a la popularidad por su primer trabajo dentro de la narrativa de ficción autobiográfica con “Incesto” en 1999- y capta completamente su universo, permitiendo que a medida que avanza la historia, pueda ir profundizando en la complejidad que habita en sus personajes. Corsini, de quien vimos oportunamente dos notables trabajos, pasionales y viscerales como “Partir” y “Tiempo de revelaciones” tiene un notable pulso para contar este tipo de historias intimistas en donde los personajes se sienten prisioneros de sus pasiones. En este caso, el centro de la escena –al menos en apariencia y en la primera parte del filme-, es la historia de amor entre Rachel, una chica de provincia, judía, tradicional y atrapada en los mandatos familiares y Phillipe un bon vivant parisino, arrogante y ombligocéntrico que se esfumará apenas se entere que Rachel ha quedado embarazada. El relato, narrado casi en forma cronológica –hay un par de pequeños saltos temporales en los recuerdos de la protagonista- se sostiene a través de la voz en off de la hija de esta pareja, Chantal, que rápidamente podremos identificar como el alter ego de la propia autora de la novela, quien juega siempre con los límites de su historia personal y de la ficción. Chantal (Jehnny Beth) será quien lleve adelante el pulso de la historia y mediante este recurso narrativo irá intercalando algunos pasajes de raíz claramente literaria, que facilitan, en cierto modo, la adaptación cinematográfica de la historia. Corsini maneja perfectamente el ritmo para ir desarrollando cada uno de los diferentes tramos por los que avanza la historia y de esta forma ir develando una a una, sus diferentes capas. En un principio, lo que parece ser el encuentro del príncipe azul para Rachel desemboca en una historia de abandono y de amor imposible con el que ella se sentirá particularmente atraída, aún a través de los años. Bajo la pátina de poder encontrar un padre que reconozca a su hija, ella seguirá intentando vincularse con ese hombre que volverá a aparecer en su vida en forma intermitente, e iremos recorriendo la historia de este vínculo que se va enfermando poco a poco, a medida que pase el tiempo. Chantal será un bebé, una niña, adolescente y ahora toda una mujer, y no solamente su madre sentirá la necesidad de ser reconocida, sino que será ella misma quien sienta esa necesidad de reconocimiento por parte de su padre. Intentará por todos los medios entablar un vínculo, sentir esa completud de saberse perteneciente a una familia a diferencia de sentir que están su madre y ella, solas en el mundo, sin ningún tipo de ayuda. La manipulación de Philippe por un lado y a vulnerabilidad de Rachel, por otro, pareciera ser el encastre perfecto para que no puedan separarse sino después de muchos años, para que Rachel siga insistiendo en un relación que reconoce destructiva, pero que no puede soltar. Las cartas que cruzan los protagonistas serán las que también nos ayuden a rearmar los vínculos entre ellos, el paso del tiempo y la comunicación entre los personajes (la historia de “UN AMOR IMPOSIBLE” se narra por lo menos a través de 30 años) y poco a poco, veremos como el título no solamente refiere a la central sino también al conflictivo vínculo que cada uno de los protagonistas tiene con su hija. Secretos familiares y ocultamientos, se van entramando en base al dolor y a la humillación que aparece, reciclándose reiterativamente en los vínculos enfermos que sostienen los personajes. Corsini sabe manejar el ritmo de la historia, aunque podemos convenir en que los 135 minutos se tornan algo excesivos y existen algunas reiteraciones que podrían haberse evitado. Toma profundamente cada uno de los personajes y los va construyendo de modo tal que el espectador pueda llegar a la esencia de cada uno de ellos y no se queda en la mera narración superficial. La pareja central tiene la química que la historia necesita para que se sostenga su credibilidad y le da la oportunidad a Niels Schneider a demostrar el crecimiento que ha logrado desde que lo viésemos en “Los Amantes Imaginarios” de Xavier Dolan. Como Rachel, protagonista absoluta de la historia, Corsini pone en el centro de la escena y en forma casi excluyente a Virginie Efira. Efira es una de las actrices francesas con más pantalla, una estrella de la comedia romántica como la hemos visto en “Victoria y el sexo” “20 ans d’écart” o en la reciente “Nadando por un sueño” que ha intentado incursionar en otros terrenos pero que justamente con este rol, se prueba como actriz netamente dramática, en un registro completamente diferente a todo lo que hemos visto anteriormente. Si bien Efira sale airosa de este nuevo desafío, su figura no logra tener el impacto que el personaje de Rachel necesita sobre el tercer acto del filme. Su composición luce sensible, conectada y creíble pero aun así parece demasiado trabajada por sobre la superficie. El efecto del paso del tiempo a través de los treinta años en los que aproximadamente se narra la historia, tampoco parece hacer justicia en su personaje y por lo tanto, el último tramo, en donde está el mayor peso dramático de la historia, no tiene la profundidad que el Rachel requería. De todos modos Corsini logra una historia bien contada, con ribetes clásicos y que en donde pone un especial desempeño en no derrumbarse y caer fácilmente en el melodrama.
Algo más que romanticismo Un romance de juventud que continúa durante décadas es el eje de una trama que, sin embargo, ofrece numerosos desvíos. Quien siga atentamente la actualidad de la literatura francesa conocerá el nombre de Christine Angot, cuya novela Incesto causó un revuelo hace dos décadas. Su penúltimo libro, Un amor imposible, continuó en la veta semiautobiográfica que le dio a la autora fama y polémica. El texto fue transformado de inmediato en obra teatral, seguida por la versión cinematográfica de la experimentada realizadora Catherine Corsini (Tiempo de revelaciones, La repetición). Resulta interesante que tanto el título como la campaña publicitaria, al menos la local, refuercen la idea de un romance torcido por fuerzas que impiden su desarrollo. En el primer caso, una vez terminada la proyección (o la lectura del libro), es evidente que tanto Angot como Corsini han jugado con las palabras: no existe un solo amor imposible sino al menos dos, y los vectores más poderosos que empujan a los amantes a distanciarse no son externos, aunque la diferencia de clases sociales juegue un rol más o menos determinante. En cuanto a la apariencia general del afiche comercial, el concepto es claro: un amor de juventud que comienza a finales de los años 50 y continúa durante décadas. La trama, sin embargo, ofrece desvíos que se transforman finalmente en núcleo. Narrada en apariencia desde el punto de vista de Rachel, Un amor imposible describe el encuentro con Philippe, un parisino de familia adinerada, pintón, culto e inteligente, entrador y políglota. Rachel –que ya anda por los veinticinco años y, según las convenciones de la pequeña ciudad de Châteauroux, ha entrado en la categoría de solterona– queda inmediatamente prendida del joven, quien la inicia en la lectura de Nietzsche y la pone sobre aviso de su fuerte reticencia al casamiento. A la plenitud del enamoramiento y los placeres del amor físico (Corsini incorpora un par de escenas de sexo típicamente jugadas, como para que no queden dudas de su relevancia) le siguen la primera separación y un par de anticipos del verdadero rostro de Philippe. Apoyada en la luminosa fotografía de Jeanne Lapoirie, la realizadora apuesta al clasicismo en ese primer y extenso tramo, coronado por una despedida en la estación de tren que remeda a otros adioses en la historia del cine, la cámara alejándose de la heroína al tiempo que la formación se aleja del andén. Algo similar puede decirse de la construcción de los personajes centrales. Philippe (Niels Schneider) comienza a dejar en claro, con sus modos y expresiones, que su existencia es un arma de doble filo para la protagonista, interpretada por la talentosa y versátil actriz belga Virginie Efira, en uno de los roles más complejos de su carrera (en breve será la Benedetta de Paul Verhoeven). El embarazo de Rachel y el nacimiento de una niña, Chantal, marcan una mutación en la relación crecientemente tóxica con el hombre de su vida, quien a partir de ese momento sólo reaparecerá de forma irregular. Una voz en off diáfanamente literaria define quién es en realidad la narradora: la hija de Rachel, ya adulta. No encarna en spoiler la principal consecuencia del retorno de Philippe durante la adolescencia de Chantal: el abuso psicológico y físico continúa y se traslada de la madre a la hija. La relación entre ambas mujeres termina transformándose en el centro de atracción, aunque los conflictos subyacentes son resueltos en una coda sobre explicativa, último escalón de un film que atraviesa tantas etapas como la vida de un ser humano. Aunque, a diferencia de lo habitual, va perdiendo algo de sabiduría y agudeza. La versión cinematográfica de Un amor imposible termina encerrándose en un elegante academicismo, su peor enemigo.
Dirigida por Catherine Corsini y protagonizada por Virginie Efira, Un amor imposible es un drama que desentraña una relación de abuso entre una mujer humilde y confiada y un hombre egoísta que la usa a su antojo. A diferencia de lo que uno podría suponer desde el título o desde el póster, Un amor imposible no retrata una historia de amor. Pero no está mal que así se llame, porque es algo que muchas veces se ha confundido con amor. Y de hecho, el film empieza de manera tierna hasta que se va convirtiendo en el drama que efectivamente es. Un amor imposible comienza como si fuese una historia de amor. Con el protagónico de Virginie Efira, la historia relatada por su hija sigue a esta mujer desde fines de la década del ’50, cuando se encuentra siendo soltera, a una edad en la que ya se esperaba que la mujer estuviese casada, trabajando como secretaria. Cuando Rachel conoce a Philippe se enamora de manera inmediata y perdidamente. Aunque ella se ilusiona al instante, él no tarda en decirle las cosas como son: no piensa casarse, menos con alguien de su clase social. Sin embargo desde el principio, desde esa primera decepción, comienzan a vislumbrarse detalles de una relación abusiva que se irá incrementando a lo largo de los años hasta llegar a los peores niveles. La película que dirige Catherine Corsini con mucho clasicismo y sofisticación muestra a esta mujer que, enceguecida por un amor no correspondido -no al menos del modo en que se lo merece, porque el hombre desaparece durante largos trechos pero cada tanto reaparece y siempre termina en una peor actitud para con ella-, soporta y soporta todas las que le hace pasar hasta que entra en juego su hija y de a poco se le van abriendo los ojos. Basada en un libro de Christine Angot (quien coescribió Cuando brilla el sol de Claire Denis y escribió este libro inspirada en hechos cercanos), el film está, a lo largo de poco más de dos horas, dividido en tres partes, tres etapas en la vida de esta mujer pero la trama termina pareciendo más bien la de un culebrón. Ella es una mujer que se enfrenta sola a una vida que a veces le resulta muy difícil. Su hija es un personaje que también va transitando diferentes etapas y de una manera muy creíble, en especial durante su época adolescente. El problema radica más que nada en Philippe, que se termina convirtiendo en un villano unidimensional, a quien, especialmente hoy en día, es fácil verlo con malos ojos desde la primera actitud, aunque bien podría pasar por arrogante regalándole dos libros de su autor favorito, Nietzsche, pero desapareciendo después cuando ella queda embarazada. Es su personaje lo que torna el relato bastante predecible, aprendemos a esperar siempre lo peor de él. Ella, en cambio, siempre acepta las migajas que él le ofrece. Un film duro y al mismo tiempo narrado de manera delicada con muy buenas interpretaciones femeninas, en especial de Efira (una actriz que no para de crecer a nivel profesional y actualmente se encuentra en cartelera con Nadando por un sueño), Un amor imposible es un drama que desentraña una relación abusiva disfrazada del amor que la protagonista siempre cree sentir, para terminar revelando que el amor que necesita no proviene de ningún hombre y sí es posible.
Al final de los años 50, en Châteauroux, Rachel, modesta oficinista, conoce a Philippe, un joven proveniente de una familia burguesa. Las diferencias sociales y religiosas producen que él se mantenga a distancia y el amor no se convierta en pareja. De ese vínculo nacerá Chantal, una niña que Philippe no reconoce legalmente aunque la ve alguna vez a lo largo de los años. El film está narrado en la voz en off de Chantal, quien describe todos y cada uno de los pasos que dio su madre, en una licencia poética que la película se toma para ver el camino de esa mujer madre soltera desde la perspectiva de los años siguientes. Intenso drama, minucioso en la descripción de las relaciones madre e hija, la película tiene giros no muy sorpresivos pero sin de profundo dramatismo. A pesar de que no todas las escenas y no toda la narración se mantiene en el mismo nivel, la emoción aflora poco a poco. La bajada política socio política que la hija explica con palabras al final no se sabe si es la tesis que sostiene el film o si simplemente es como hoy las jóvenes ven el mundo de sus madres. Como sea, vale la pena recorrer el camino de silencioso coraje e indudable fuerza de esta mujer que se abrió paso en una época menos generosa que esta para una mujer sola.
Un tradicional planteo parece encaminar al espectador hacia un aparentemente convencional romance entre una empleada pública provinciana y el traductor de una base americana en París. Esa primera parte, lineal, imprevistamente rechina ante la desconfianza por parte de Philippe ante el descubrimiento de la existencia del padre judío de Rachel con dinero en tres países (poco, según la hija). Si el traductor revela especial interés en el capital del padre de Rachel, también muestra un tono racista en el que la chica no parece reparar. La segunda parte exhibe la ambigua personalidad de Philippe y el lugar de la mentira y la hipocresía en la relación. Se dice enemigo del matrimonio y regala un hipocampo (símbolo de la fidelidad) a la amada, para luego casarse con otra y traicionar a la joven sin remordimientos. Una ideología más a tono con la de los libros que le regala a Rachel ("Así hablaba Zarathustra" y "Más allá del bien y del mal", de Nietzsche). En contraposición se expone la ingenuidad de la chica, esperanzada con su embarazo y la desaprensión del tal Philippe al negarse a reconocer el futuro hijo (la pequeña Chantal). La tercera parte (que no adelantamos respetando al futuro espectador) confirma lo esperado y abarca la lucha por vivir de la mujer sola, su hija Chantal y cómo el desarrollo de la relación va a ir virando hacia situaciones inesperadas que exponen la realidad con toda crudeza. AUTOFICCION La directora Catherine Corsini, habituada a manejar el imaginario femenino, decidió llevar al cine el libro del mismo nombre que Christine Argot publicó hace dos años. Argot conmovió el mundillo literario hace dos décadas cuando apareció "El incesto", una autoficción que escandalizó a los lectores y cuyas reiteración temática en libros posteriores reveló que cierta continuidad de contenido no chocaba con la búsqueda de la originalidad y que la autora confirmaba un talento puesto en duda en su primer libro. Temas como la desigualdad social, los prejuicios del entorno, el autoritarismo machista, la sumisión femenina, el antisemitismo, la hipocresía y la posible redención sobre actitudes enfermas en la juventud son temas que los 135 minutos del filme exponen. Hay que destacar los trabajos de la belga Virginie Efira en una rica indagación interior, la adolescente Estelle Lescure, efervescente y espontánea, y Jehnny Beth, del grupo Savages, como Chantal adolescente y adulta. Imperdible el diálogo final, que con buen soporte musical y ciertos elementos redundantes permite valorar las actuaciones de Virginie Efira y Jehnny Beth. El pase de cuentas y pedido de reflexión de la hija sobre la madre, subrayando una suerte de venganza de clase y una ignorancia sobre el hecho de ser humillada, marca la diferencia de actitudes generacionales ante el abuso patriarcal. Un filme inteligente y una directora a seguir.
Catherine Corsini hace muchas cosas: homenajear el género, analizar sus costuras, mostrar la oscuridad detrás incluso de las pasiones más altruistas Con los elementos del más típico melodrama (amor fugaz, embarazo, madre amorosa, padre renuente a reconocerlo, incluso abusivo) Catherine Corsini hace muchas cosas: homenajear el género, analizar sus costuras, mostrar la oscuridad detrás incluso de las pasiones más altruistas, narrar la segunda mitad del siglo XX y mostrar el cambio en la noción de familia. Y todo sin dejar de sostener un gran cuento con sutilezas y delicadeza.
La historia está contada a través de la voz en off de la joven Chantal creció en un hogar poco convencional, su madre paso toda una vida de sacrificios, enamorada, fiel, deslumbrada por un hombre que siempre quiso ser su amante, egoísta, altanero y despreciable. Un manipulador que nunca quiso casarse y tampoco la dejaba que hiciera su vida. Rachel, frágil, sumisa, de gran corazón, siempre se mantuvo a la sombra, ella conservo una relación por varios años con la esperanza a que Philippe y juntos tener un hogar. Esta es una historia de amor dolorosa a través de la cual vamos pasando por distintas etapas de la vida desde el comienzo de esa relación hasta que Chantal tiene 33 años. Se tocan temas muy fuertes e interesantes para analizar y debatir, el guión tiene un giro que devela un secreto duro: como se sobrelleva el ser madre soltera, vivir desprotegida, los vínculos de padres e hijos, el sexo, el deseo, el abuso, el padre ausente, la familia, el machismo, la rendición y el rechazo social. Cuenta con una muy buena ambientación, diseño de arte, buenas actuaciones, un film logrado y recomendable.
Manipulación y pasión en un melodrama a escala de la realidad La escritora francesa Christine Angot cuyo verdadero nombre es Pierrette Marie -Clotilde Schwartz (nació en Châteauroux una localidad y comuna francesa, situada en el departamento de Indre y en la región de Centro-Valle de Loira. Sus habitantes se llaman, a sí mismos, Castelroussins. Schwartz es el apellido de su madre), es conocida en Francia por una serie de libros autobiográficos (incluyendo “L'Inceste”, “Pourquoi le Bresil?”, “Rendez-vous”) que relatan los abusos que sufrió cuando era niña y la vida que construyó a pesar de la raíz de su trauma. Su obra se caracteriza por relatos que poseen dolorosos datos autobiográficos sobre sus experiencias sexuales y estados psicológicos pasados y presentes. Las confesiones en primera persona de Angot regresan una y otra vez a los eventos perturbadores de su juventud, reflexionando sobre sí misma, pero especialmente bucea en el universo de la mujer maltratada y abusada. En “Un amor imposible” se unen dos figuras reconocidas en su país de origen: Christine Angot, y Catherine Corsini comprometidas con causas relacionadas a la violencia de género, y en especial la directora con la violencia doméstica y el racismo. En “Un amor imposible” (“An impossible love”), adaptada de la novela homónima escrita, en 2015, por Christine Angot, la directora Catherine Corsini (“La nueva Eva”,1999, “La repetición” ,2001, “Tres mundos”, 2015) se centra en la tumultuosa infancia y adolescencia de la escritora desde el punto de vista de su madre, Rachel, excelentemente interpretada por la actriz belga Virginie Efira (“Victoria”, Justine Triet, 2016, “Elle” , Paul Verhoeven, 2016 ). La historia comienza a finales de los ‘50 y finaliza en el 2000. A través del relato el espectador sigue la vida de Rachel, que promedia los veinte años, alegre, trabajadora y despreocupada, y habita en un pequeño pueblo, cercano al sur de Francia. Catherine Corsini, quien co-adaptó el guion con Laurette Polmanss, sigue cronológicamente la historia de la joven, y expresa las observaciones de Angot sobre lo que está sucediendo en la pantalla, a través de una voz off como un narrador testigo, pero que la vez es protagonista omnisciente de los hechos que relata. El método, aunque conmovedor, por momentos, también se torna literario en su modo sistemático de adherirse al texto. La estructura de “Un amor imposible” es clásica, mantiene rígidamente los tres actos que sostiene el patrón hollywoodense, con cortes de saltos en el tiempo muy bien equilibrados, mientras desarrolla en su trama una de las adicciones afectivas más frecuentes en una pareja, la relación sado-masoquista, de la que es muy difícil escapar sino se tiene una voluntad férrea. Gran parte de la primera mitad de la película, sigue a Rachel cuando cae bajo el hechizo especulativo y sexual de Philippe (Niels Schneider, “Primavera en Normandía”, Anne Fontaine, 2014, “Polina” , Valérie Müller, 2016). La segunda se relaciona con las consecuencias que debe afrontar de su breve y apasionada unión, de la cual nace su hija Chantal. Ella la cría sola y logra construir una vida estable en el proceso, sin dejar de reclamar una y otra vez a su padre que le dé el apellido. En esos pasajes se introduce a Estelle Lescure, en su primera presentación en la pantalla grande. Mientras que la Chantal adulta es interpretada por la actriz y cantante Jehnny Beth (líder del grupo de pospunk Savages). Tal vez el personaje de Philippe sorprenda al espectador, porque a la manera de Dorian Grey no envejece y parece que el tiempo no lo alcanzara. O tal vez sea una metáfora de que los seres como él al igual que Drácula sobreviven a los siglos. La dirección apasionada de Catherine Corsini, desde una perspectiva comprometida de género y política, ofrece una visión trágica a este melodrama de amor y sexismo, en donde el desamor desarticula, entre relaciones familiares profundamente disfuncionales, toda posibilidad de construir un mundo futuro En la propuesta se señala, de manera pedagógica, como la adicción de la protagonista le imposibilita escapar del laberinto de rupturas y reconciliaciones. El tema del amor ha generado miles de palabras que se incorporaron a poemas, novelas, guiones cinematográficos, y pintura. El amor nunca abandona al ser humano, es parte de su naturaleza. Francisco de Quevedo escribió: “Es hielo abrasador, / es fuego helado, / es herida que duele y no se siente, / es un soñado bien, /un mal presente, /es un breve descanso muy cansado.” Y Lope de Vega nos recuerda: “beber veneno por licor suave, / olvidar el provecho, amar el daño, /creer que un cielo en un infierno cabe, / dar la vida y el alma a un desengaño: / esto es amor, quien lo probó lo sabe.”
La realizadora francesa Catherine Corsini que mantengo presente por su anterior filme, Tiempo de revelaciones (La belle saison – 2015) vuelve a la pantalla en este nuevo relato con una nueva apuesta al melodrama adaptando la premiada novela homónima de Christine Angot. Aunque en ambas el correlato argumental es el mismo, o casi, las diferencias son tantas, y nada favorables al abordaje del filme que sería más pertinente dejarlas ahora a un lado para no centrar el breve análisis en una comparación entre el texto germinal y su fruto cinematográfico. La trama expone la vida una hermosa joven judía, Rachel, de clase trabajadora que se enamora de un galán parisino que trabaja temporalmente en el lugar y que pertenece a una clase social por lejos más alta que la mencionada jovencita. Pero este enamoramiento erótico y veloz termina cuando él debe regresar a París y ella decide quedarse allí, en su pueblo. Al descubrir que lleva un hijo de ese joven en sus entrañas busca contactarlo y pedirle le de su nombre al niño por venir, a sabiendas de que él jamás aceptaría casarse. El hombre rechaza su pedido y esa hija, llamada Chantal, es registrada como de “padre desconocido”. Años después, ya entrada la juventud de Chantal su padre reaparece y entabla una relación paterno filial, pero aún cuando finalmente accede a reconocerla legalmente el vínculo con esa hija de clase proletaria nunca será el mismo que con la familia de clase alta que ha consolidado en esos años de distancia. Poco a poco el padre incluye a su hija en el mundo de la cultura y la vida cosmopolita. Pero, ese vínculo que Rachel cree un logro afectivo encierra un siniestro secreto que marcará la vida de esas dos mujeres para siempre. El relato puede ser sintetizado muy económicamente en estas líneas, juega en dos terrenos que son nichos del melodrama: el amor romántico fallido y la relación parental, más focalizada en el filme entre madre e hija a la hora de exponer las escenas de conflicto, violencia o desencuentro que en las del padre, que aparecen fragmentarias y el espectador debe completar a partir de esas intencionadas omisiones. La figura de la mujer-madre, ocupa un espacio central en el relato articulando una idea de madre-épica a la hora de sostener a su hija en este mundo, lograr darle una identidad, crearle un entorno de pertenencia y todo lo que al universo de la protección maternal míticamente concierne. Pero esta meta épica termina siendo una venda que ciega a la “gran madre” frente a una realidad oscura y perversa que se le impone frente a los ojos y que ella reniega de ver una y otra vez. Esta mujer – madre en la piel de Virginie Efira tiene la sensualidad ideal para proponer la figura de una mujer bella y deseante, pero no es territorio fértil para presentar la complejidad que materializa a esa madre, obstinada por darle un padre a su hija a la vez que vive a ciegas hundida en la nebulosa de ese amor, más bien de ese deseo maldito, el cual que le impide ver en manos de quién está entregando a su preciada hija. El relato lleva como voz narradora la de Chantal, hoy mujer, que hace este gran racconto de la vida de sus padres y de su vida, por lo cual aquello que ella omite no se nos narra, no lo vivimos solo lo podemos inferir, hete aquí la fatal diferencia con la novela que no usa a la joven de narradora por lo que nos permite entrar en los oscuros intersticios de la relación patológica con su padre sin vergüenza ni temores. Filmes de este modelo, o sea, con mucha carga argumental o como algunos dicen con “mucha narración” pecan de dejar afuera toda la fuerza del hecho estético del lenguaje cinematográfico, y a veces hasta se reduce al solo esfuerzo de ilustrar mejor o peor los pasajes planteados en el guion. Un poco esto sucede en el filme de Corsini que cuenta con muy pocos momentos de expresión genuinamente cinematográfica. El final en el que Chantal, ya toda una mujer, habla con su madre para exponer su reveladora reflexión sobre la relación siniestra con su padre es uno de los momentos de mayor actualidad de todo el filme. Una puesta en palabras de lo que puede significar vivir atrapada en un esclavizante incesto. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Rachel es una atractiva y soltera oficinista de 25 años. Phillipe es un atractivo joven parisino, que trabaja temporalmente de traductor en una base norteamericana allí, en Chatearoux. Son los años ’50. Rachel queda encandilada con la personalidad carismática y sofisticada del joven políglota, descendiente de una familia de médicos. Se conocen, se atraen, se gustan y tienen un amorío donde Rachel deposita más expectativas de lo que Phillipe aspira. El parisino le resulta un hombre atractivo físicamente y un desafío intelectual, más allá de su mundillo de chica simple y un tanto pueblerina de Chatearoux. Salen, se divierten, se exploran, hablan. Mucho, sobre todo Phillipe. Le dice que volverá a París. Le dice “… siempre fuí franco contigo, nada te prometí…”, “… si hubieras sido rica sería diferente..”. Un encanto de muchacho. Deja a Rachel, se va a París, la deja triste, sola y …. embarazada. Touché. La atractiva y embarazada oficinista parirá y criará sola a su hija Chantal. Aceptará las esporádicas visitas de amante de Phillipe. Con el paso de los años el parisino entablará una distante pero cada vez más fuerte relación con su hija. Rachel le pide a Phillipe que reconozca a su hija formalmente, que le de su apellido pero sólo recibe irresponsables negativas. Madre e hija se mudan a Reims. Un nuevo trabajo, nuevas relaciones, fluctuaciones en la relación con Chantal ya en su adolescencia. Phillipe afirma la relación con su hija, la lleva de paseo, termina reconociéndola y dándole su apellido, apoya económicamente su crianza y… El paso del tiempo alejará a los tres protagonistas y una cruel verdad, un secreto, un tabú forzado, se develará como una tormenta con sus reclamos, su confusión, su angustia y desazón. Pero la vida continúa, inexorable, y con ella intentar comprenderse y restañar heridas con un poco de tierna compasión. El film tiene una cuidada realización, un guión afiatado y buenas actuaciones. La narración está organizada por la voz en off de Chantal, que es la que cuenta la historia. Tal vez la utilización en menor medida de ese recurso hubiera redundado en beneficio de la película. Catherine Corsini dirige con recursos narrativos clásicos y con una dirección de actores tan efectiva como sutil. El trabajo de Virginie Efira (como Rachel) es delicado y logra empatizar con el espectador.
Basada en una elogiada novela, Un amor imposible es un dramón de los que se desarrollan a lo largo de una vida, a través del tiempo. La vida de Rachel (Virginie Efira), una mujer guapa y simple, de pueblo, trabajadora, que conoce y se enamora de un chico sofisticado, burgués e intelectual. La relación es intensa, apasionada, hasta que ella se queda embarazada y nace su hija, Chantal, y él desaparece. Por cuestiones de clase, por desconfianza, y acaso también por misteriosos motivos que ni la protagonista ni nosotros alcanzamos a saber, el hombre se niega, a la distancia, a reconocerla. Pero Rachel es una mujer empeñada en ser feliz, y la cría como madre soltera, aunque no renuncia, casi obsesivamente, a lograr que algún día la reconozca. Son los años cincuenta, en la Francia interna, y quiere evitarle el bochorno de que su documento diga padre desconocido. La directora relata el devenir de estos tres personajes a través de las décadas. Con encuentros esporádicos de lo que por momentos esboza una imagen parecida a la de una familia. A medida que el tiempo pasa y la hija de convierte en una mujer. Con una puesta sobria, Corsini usa el fuera de campo con sutileza y elegancia. Y la dureza de ciertas situaciones, si bien cargan aún más peso y densidad al largo drama, puede digerirse como parte del todo. La crónica de una mujer enamorada de un hombre malo, afecta a la humillación. Intensa, atrapante, y con una estupenda interpretación de su protagonista.
“Un amor imposible” está tan lejos del título de una película romántica pochoclera como tan cerca de la cruda realidad de los personajes del filme de la francesa Catherine Corsini. Dos personas de mundos antagónicos pueden vivir un momento pasional entre sábanas, quizá inigualable, pero a la hora de cotejar proyectos de vida y sueños, todo se desvanece. La realizadora de “Tiempo de revelaciones” y “Partir” narra una historia de amor aparentemente convencional, en la que se opone Philippe, el muchacho intelectual y aventurero, con Rachel, la joven bella y trabajadora, cuya máxima ambición en la década de los 50 era formar una familia. Nada más, o nada menos. Esa confrontación de sueños es un punto alto del filme, pero más lo es cuando empiezan a aparecer a modo de señuelos frases como “no siempre podemos tener lo que queremos” o “en el fondo todos estamos solos”. Luego, Rachel quedará embarazada y Philippe no tiene ni la menor intención de darle el apellido a su hija Chantal. Una voz en off cuenta la historia mientras todo se torna más oscuro de lo imaginable, y se va exponiendo el desgaste de las relaciones con el paso del tiempo. El final incluye una frase para anotar en un mural. Para mirarla, tomar nota y verla otra vez.
No te creas tan importante Dos personajes de mundos distintos se cruzan en un pueblo de Francia en los años cincuenta. La ciudad y el pueblo, son los ejes de este drama romántico. “Un amour impossible” (2018) es un largometraje francés dirigido por Catherine Corsini; adapta la novela homónima de Christine Angot. Rachel (Virginie Efra) es una mecanógrafa, tiene veintidós años y vive con su madre (Catherine Morlot) y su hermana (Iliana Zabeth) en el pueblo de Châteauroux. Philippe (Niels Schneider) es su compañero nuevo y trabaja como traductor. Viene de una familia acomodada y es pedante. Gracias a su amiga Nicole (Coralie Russier), Philippe y Rachel se enamoran y tienen una hija llamada Chantal (Jehnny Beth). Como Rachel es de pueblo, él inventa las mil y una excusas para evitar casarse con ella y no reconocer su hija. Rachel inicia una disputa con él y se aleja. Años más tarde Philippe desea verlas, justo cuando ellas empezaron a estar mejor. El problema es lo que se destapa entre ellas durante dos décadas. A nivel de dirección se optó por elegir el punto de vista de la hija para narrar su vida y la de sus padres. El argumento es sencillo y aborda temas sensibles con tacto. Las elecciones de casting son acertadas, los actores son muy buenos y construyen al detalle las trayectorias de las emociones y las acciones. Los recursos estéticos recurrentes son la voz en off, los flashbacks, las elipsis temporales, los primeros planos, los grandes planos generales y los planos medios. Lo malo es que en los interiores no hay variedad de los planos; esto vuelve difícil saber cuál es un momento importante y cuál no lo es. Las locaciones son variadas y encajan bien en la trama; hay un gran trabajo de la realizadora por marcar las relaciones entre personajes y naturaleza. En cuanto al guión, los diálogos están impostados, podían ser más concretos y sencillos. La banda de sonido y la iluminación son buenas y nos adentran en cada situación; aún así, en estos aspectos técnicos no se animaron a ir a más. "El relato de Corsini es una adaptación cinematográfica que trata un argumento denso con tacto."