La vida y todo lo demás No se podrá acusar a Mike Leigh de falta de honestidad con Un año más, porque precisamente eso es lo que hace en este film: contar un año más, otro, uno que pasa y deja lo que dejan todos. Cosas buenas y malas. Entiéndase ese “un año más” en el sentido que le da su título original: Another year. Allí no se hace énfasis en la cantidad -como lo habilita el más ambiguo que le pusieron por aquí- sino en su cotidianeidad, en su trivialidad, en su rutina de ciclos que comienzan y terminan, para volver a comenzar y terminar. No habrá grandes eventos en esta película más que los que aporte la vida misma, más aún si tenemos en cuenta que es la vida de un matrimonio (Ruth Sheen y Jim Broadbent) algo hippie tardío, algo burgués, algo de izquierdas, y muy encantador y sin problemas. Entonces los conflictos los traerá el entorno, especialmente Mary, una amiga de la mujer interpretada por Lesley Manville. Un año más está construida en capítulos que hacen referencia a las estaciones del año. En estos 365 días el matrimonio protagonista recibirá a familia y amigos en su casa, compartirán cenas y almuerzos, bromas y momentos de dolor. Todo, con la intensidad que es marca registrada del director británico: como siempre, los diálogos son el resultado de un proceso muy particular que se genera entre el director y los actores, ya que lo único que está pautado de antemano son los temas que se abordan. Desde ahí, es todo trabajo del actor. Si tomamos en cuenta que el arranque se da con la primavera, entonces no será sorpresa para el espectador que el final encuentre a los personajes sumidos en la precariedad emocional que genera el invierno. Esa circularidad, sin embargo, será sintomática para el film: irá de mayor a menor, de la calidez a una resolución algo enturbiada. Es curioso lo que ocurre con Un año más, porque en buena parte de los 129 minutos que dura y que son los que pasan de la primavera al otoño, el director de Secretos y mentiras filma la comedia intelectual y neurótica británica que hasta acá Woody Allen no pudo. Durante ese trayecto, el director acierta en el tono de comedia ligera que insufla y se vale de un grupo de actores que están notables, especialmente Broadbent que a esta altura es uno de los mejores actores ingleses. El tipo compone con sutileza, sin trazos gruesos, un padre de familia que en otro registro podría ser irritante en su bonhomía. Sin embargo, su Tom es un tipo afable, buen amigo, sensible, mejor hermano y gran esposo que, además, es un notable cocinero. Y no sé qué tiene la gastronomía que, cuando está bien mostrada, mejora las películas. Cosa que también ocurre aquí. Esa bonhomía es clave no sólo en esta, sino también lo era en la anterior película de Leigh: La felicidad trae suerte. Como aquella, Un año más se centra en personajes felices, completos, positivos, sin problemas aparentes. Y el atractivo pasa por ver cómo impacta ese mundo con un entorno que no sabe de felicidad. Es ahí donde el director deja en claro que en las actitudes existe, también, una responsabilidad social. Para ser más claros: que por más bien que uno esté, no puede andar impunemente por la vida demostrando lo afortunado que se es, que la felicidad también reside en proteger al otro, incluso, de nuestras propias e involuntarias agresiones. Por esos caminos transita Un año más, película que durante una hora y media es feliz y radiante. Pero que sobre el final, en su último acto, la presencia de la muerte enturbia, especialmente a partir de cierta tendencia de Leigh a regodearse un poco en el patetismo de algunos de sus personajes. Cuando esa felicidad desmesurada se corresponde con la puesta en escena, es que el film funciona, pero cuando se la construye como un sentido es que se nota la elaboración de personajes, que se convierten casi en caricaturas. Es entonces que las actuaciones intensas profundizan esa tendencia excesiva del director a castigarlos y reducirlos a personitas insignificantes. Esto por ejemplo pasa con Mary, la amiga, o con el sobrino de Tom. Es en esos momentos en los que uno duda sobre si Leigh sólo cuenta o también le interesa bajar línea. Aunque esa ambigüedad, que permite tantos momentos notables como de los otros, ya sea una marca autoral imposible de abandonar.
A lo largo de cuatro episodios (marcados por las estaciones del año), este drama con toques de comedia del director Mike Leigh ("Secrets & Lies", "All or Nothing") describe un año en la vida de un grupo de personas de los suburbios de Inglaterra. Una pareja mayor casada hace muchos años, su hijo soltero y una amiga carente de afecto son los principales protagonistas de esta historia cotidiana y realista que ofrece, a través de una serie de encuentros y reuniones, una mirada a estos personajes, sus conflictos personales y otros temas como el nacimiento, la muerte, la soledad, la depresión y el amor. Nominado al Oscar a Mejor Guión Original por este trabajo, Mike Leigh continúa fiel a su estilo, pero lejos de su mejor cine.
Un año más es una película que va a gustar mucho al público adulto que disfrute de las historias que traten sobre las relaciones humanas. El elenco está muy bien elegido, ya que son todos actores muy verosímiles, destacándose en sobremanera Lesley Manville, en cuya actuación y personaje está prácticamente apoyada...
Viendo la vida pasar Estamos ante un film difícil de juzgar. Un Año Más es mucho más de lo que aparenta ser. Al verla, algún distraído pensará que es una película de esas en las que poco ocurre cuando, en realidad, escarbando dentro del film nos damos cuenta de que en el cine, muchas veces, la frase que reza “menos es más” se puede aplicar perfectamente. En las dos horas diez de metraje, vemos un año en la vida de Tom y Gerry –no es broma, se llaman así-, una pareja mayor de clase media alta, que lleva una vida cómoda y acomodada, y cómo van ingresando y saliendo de su rutina diferentes personas, amigos, familiares, compañeros de trabajo, casi siempre en busca de algún consejo o palabra de aliento. El guión de Mike Leigh es de esos que demuestran simpleza en relación a la construcción para terminar convenciéndonos de la real complejidad del asunto. Un claro ejemplo es el de Lesley Manville, que interpreta a un personaje que adopta distintos lugares en la trama hasta convertirse prácticamente en un protagonista tácito del film. Sus entradas y salidas en plano marcan los momentos de mayor tono dramático implícito y explicito. Otro gran acierto del guión es delinear a los personajes concisamente y en escasos minutos, con ejemplos de solidez envidiables; un ejemplo de esto es Ken, interpretado por Peter Wight, que sólo en un par de planos demuestra una marcada tendencia a los excesos y dejadez hacia su persona. Quizás el único personaje que se desdibuja, más por sobreactuación de la actriz que por problemas de guión, sea el de Karina Fernandez. Las actuaciones, en su mayoría, son bastante correctas. Se destaca por sobre el resto Lesley Manville, en un trabajo muy cuidado y medido; su personaje se presta a ser sobrevalorada pero la actriz sabe caminar sobre esa delgada línea con mucho oficio. Un peldaño más abajo hay que destacar a la pareja de actores compuesta por Jim Broadbent y Ruth Sheen, que funcionan como la voz de la conciencia del resto de los personajes. También hay que hacer mención especial a la dirección. El estilo clásico que utiliza Leigh a la hora de encuadrar acompaña correctamente el desarrollo del film, y así logra que su dirección no le robe protagonismo a la historia. Es notable la decisión de mostrar miradas mediante primeros planos; principalmente cuando tres personas comparten un diálogo, siempre los escuchas son enfocados contrariamente a la obviedad de mostrar a quien está hablando. Las miradas de esta forma cobran una importancia primordial, donde el viejo dicho de “una imagen vale más que mil palabras” resulta ser la definición más acertada. Junto a la lograda dirección, también cabe resaltar el trabajo de fotografía a cargo de Dick Pope, que funciona y se fusiona con el estilo parco que maneja el film en su realización. También es notable cómo logra transmitir las cuatro estaciones del año en las que vemos la vida de los personajes. En conclusión, muchos juzgarán al film por su ritmo lento que roza lo cansino, cuando en realidad claramente esto esta trabajado desde el guión. Por mi parte, debo reconocer que este estilo de películas no es el que más disfruto, pero sería necio no reconocer todos los méritos que tiene para mostrar de forma realista la vida de un grupo de personas y cómo el tiempo las afecta, por más que no lo parezca.
Primavera, verano, otoño e invierno de una feliz familia y sus no tan felices amistades. Al ver esta película, y luego tener que escribir sureview, tuve sentimientos encontrados. No supe qué contar, ni siquiera sabía como explicar de qué se trataba esta película, hasta que me dí cuenta que mi problema era el complicar demasiado las cosas. Porque “Another year” cuenta una historia muy simple. Tom (Jim Broadbent) y Gerry (Ruth Sheen) son una pareja que ya debe estar en sus 60 y que vive su vida como siempre, cuidándose y amándose entre ellos, a su hijo Joe, a su huerta y a sus tristes y hasta patéticos amigos y familiares. Y lo que vemos no es un problema en específico que haya que resolver, ni nada similar, sino simplemente un año en la vida de esta pareja y la gente que los rodea. Nada más y nada menos.Pero esto se convierte en un “más” cuando nos enteramos que el escritor y director es el inglés Mike Leigh, que también nos dio el placer de ofrecernos películas como “Vera Drake” y “Happy Go Lucky”, entre otras. Así pasan unos 130 min. de este drama/comedia ultra británico en cada aspecto, que me recuerda a alguna que otra película costumbrista argentina, donde parece que vemos poco pero en realidad vemos muchísimo. Y por esto Mike Leigh se merece mis respetos, porque hay que animarse a hacer una película que no tiene un nudo muy importante y que se limita a mostrarnos una vida normal que podría tener cualquier de nosotros, con tanto realismo y crudeza que puede llegar a doler. Vemos felicidad y tristeza, muerte y nacimiento, juventud y adultez, amor y soledad, y esas dicotomías que son parte de la vida de todos y que Leigh muestra con tanta facilidad y simpleza, gracias a los increíbles diálogos y la soberbia actuación de absolutamente todos y cada uno de los actores, especialmente de Mary, personificada por Lesley Manville, una mujer que merece llevarse todos los aplausos en esta película, con su papel de divorciada que se muestra feliz, pero se siente deprimida, sola y demasiado atada a su compañera de trabajo y amiga Gerry y su esposo Tom. La dirección de arte y fotografía, planos y sonido también se mantienen simples y sin nada que nos recuerda que es una película, ya que con el correr de los minutos, que son muchos pero no se notan tanto, vamos metiéndonos al punto de creer que nosotros también estamos sentados en esa mesa, escuchando los problemas de Mary y Ken, o conociendo a la nueva novia Joe. Con tiempos lentos y bastante uso de los silencios, este filme sobre gente que ya vivió gran parte de su vida, sea como sea, nos muestra tanto un porvenir esperanzador, como uno más triste, pero con iguales esperanzas de un futuro mejor para personas que vivieron cientos de cosas, pero que tal vez puedan vivir muchísimas más a pesar de todo. Una película sencilla, por momentos demasiado, pero profunda, atrevida y con ganas de contarnos una historia distinta a las que normalmente vemos en los cines. Por momentos demasiado lenta y hasta repetitiva, pero creo yo, una de las mejores y más logradas obras de Mike Leigh. Una tragicomedia muy británica que dudo que tenga un punto medio. Vas a sentir que te aburrís y odiarla o vas a meterte demasiado en la historia y amarla. Pero algo vas a sentir, y eso es lo más importante.
El hogar de los lamentos El cine del inglés Mike Leigh se caracteriza por poner en primer plano las emociones de los personajes Sólo basta recordar Secretos y mentiras. Un año más no es la excepción y se trata de una verdadera película de actores. Estructurada en torno a las cuatro estaciones, el film es un relato coral que muestra el "hogar de los lamentos". El matrimonio integrado por Gerri (Ruth Sheen), una consultora médica, y Tom (Jim Broadbent), un geólogo, trabaja en su huerta familiar y se convierte en el sostén afectivo de amigos, familiares y compañeros de trabajo que llegan a la casa en diferentes circunstancias. "Todo el mundo necesita a alguien con quien hablar" es una de las frases que sintetiza la idea central y entre las invitadas permanentes está Mary (Leslie Manville, actriz de gran desempeño), una mujer desbordada que lleva a cuestas los fracasos de su vida amorosa y comienza a sentir los golpes de la soledad. También arriba un amigo que viaja muchos kilómetros en tren para pasar un fin de semana con el matrimonio en cuestión. A estas reuniones que se desarrollan en torno a la comida y el alcohol (con vinos de Buenos Aires incluídos en el menú), se suma el hijo de Gerri y Tom, Joe (Oliver Maltman), un abogado que a sus treinta años no ewncuentra su media naranja. Entre crisis personales, una muerte que acerca a Tom con su hermano, cuentas pendientes, y un sobrino que reaparece en el momento menos pensado, la película expone las situaciones sin golpes bajos, dejando en claro que todos los que desfilan por la pantalla tienen problermas afectivos. La trama focaliza en una Mary que comienza a mirar con "buenos ojos" al hijo de la familia. El film, que fue nominado al Oscar en el rubro "mejor guión original", es una interesante aproximación al mundo de seres desesperanzados y lo hace con un tono que acompaña los diferentes climas que crean las estaciones del año.
Un film más (con el sello Leigh) El vaso medio lleno o medio vacío. Más de lo mismo o "una nueva incursión en el universo personal de un autor". Esas contradicciones, dilemas e interrogantes se plantean ante este trabajo de Mike Leigh. Tragicomedia dividida en cuatro episodios (las diferentes estaciones del año al que alude el título) que tienen como protagonistas a diversos personajes, varios de ellos dominados por la soledad, la angustia, la incomunicación y el deseo de encontrar el tan anhelado amor. De eso se trata el más reciente film del aclamado director de La vida es formidable, Naked, Simplemente amigas, Todo o nada, Secretos y mentiras, El secreto de Vera Drake y La felicidad trae suerte. Con una apuesta casi teatral (prácticamente todas las escenas se desarrollan en interiores) y con el aporte de un elenco siempre convincente encabezado por Jim Broadbent, Imelda Staunton, Lesley Manville y Ruth Sheen, el director británico construye una película "trascendente" (que recibió críticas laudatorias en todo el mundo y hasta fue nominada al premio Oscar al mejor guión original), pero que para mi gusto se repite un poco (hay algo del síndrome de fatiga de Woody Allen) y queda bastante lejos de las cimas de una filmografía que le ha permitido ganar tanto el León de Oro en Venecia como la Palma de Oro en Cannes. Más allá de los reparos, queda claro que el cine humanista y querible de Leigh siempre ofrece elementos nobles y sensibles que el público argentino viene reconociendo desde hace más de dos décadas. Un "romance" que no debería cortarse con Un año más.
Ensayo sobre la Soledad ¡Y el cine ha vuelto! Algunos piensan que lo que diferencia al arte cinematográfico de las demás artes es la capacidad de impresionar con grandes paisajes, efectos especiales, en fin… ¡espectacularidad! Nos han acostumbrado a pensar, de hecho, que una película de cámara (en el sentido minimalista de la palabra) es en realidad… televisión. Si una puesta de cámara es sencilla y simple, vemos espacios urbanos “comunes” y la fuerza de la obra la llevan los actores, entonces estamos en una cruza de una novela televisiva y un melodrama teatral. De acuerdo, el western se debe disfrutar en pantalla gigante… pero hay que saber fotografiar un western. No es lo mismo Cowboys & Aliens que Erase una Vez en el Oeste o La Diligencia, por nombrar acaso los dos mejores ejemplos, de dos estéticas diferentes a la hora de encuadrar el género más antiguo del cine. Pero sucede lo mismo con las películas de “actores, historias y personajes”. No es lo mismo una película de James L. Brooks que una de Mike Nicholls o Mike Leigh, por decir nombres de directores, que trabajan temáticas y estéticas similares. ¿En que se diferencian uno de otro? Los primeros planos. Una vez, asistí a una ”Clase Maestra” que dio el GRAN director húngaro Itzvan Szavó en Mar del Plata, y dijo una verdad irrebatible: observar un rostro en pantalla gigante, sostener el plano, prestar atención a cada detalle, a cada gesto mínimo, el cambio paulatino de expresión… ¡eso es cine! Y sino, fíjense en como Nicholls, hombre de teatro, construye películas solo con primeros planos: ¿Quién le Teme a Virginia Woolf? o Closer. Dos ejemplos excelsos sobre el poder de sugestión de los primeros planos, el impacto que puede llegar a tener, el efecto de un primer plano sobre el rostro de actores verdaderamente expresivos. Claro, que una cosa era un primer plano sobre Richard Burton que uno sobre Jude Law, pero aún así, Nicholls es un maestro de esta estética. Mike Leigh es mucho más íntimo, personal, autoral y sobre todo menos discursivo. Es capaz de convertir a una persona netamente “felíz” en alguien de amargura interna, que brinda felicidad para que el drama exterior no le afecte psicológicamente (La Felicidad trae Suerte). Lo que logró en aquella oportunidad con Sally Hawkins, traspasó lo admirable, para llamarse un milagro cinematográfico y algo similar sucede en el caso de Lesley Manville en Un Año Más. La última película del director de Secretos y Mentiras, se centra en una matrimonio exitoso de clase media inglesa, Tom y Gerry (espectaculares Jim Broadbent y Ruth Green). Ambos representan un modelo a seguir en todo sentido. Tom es un ingeniero hidráulico respetado, Gerry, una psiquiatra sumisa. Los dos tienen una huerta y apuestan por un proyecto de vida ecológica. El tercer personaje que intercede entre ambos es Mary, una compañera de trabajo de Gerry, solterona cuarentona, charlatana y chismosa, que atraviesa un periodo de depresión debido a la ausencia de pareja. Trata de tapar dicha ausencia, comprando un coche que le traerá más problemas que alegrías. Tom y Gerry, a su vez, tienen un hijo de 30 años también soltero. A lo largo del transcurso de este año que Leigh decide mostrarnos en la vida de Tom y Gerry vemos, los personajes que los rodean: un amigo borracho de Tom, su hermano austero, un sobrino rebelde. Acaso lo más interesante de Un Año Más es justamente esto, como los secundarios, los que rodean a los supuestos protagonistas, van ganando participación y terminan siendo más ricos que la pareja, no por un descuido narrativo, sino por una elección del director de centrarse en lo que más le interesa hablar en esta obra: la soledad, y como la ausencia de “esa” persona o la rutina con “esa” persona pueden llevar a la depresión. El film empieza de hecho, con un primer plano de la enorme Imelda Staunton en otro personaje introvertido. Una mujer que busca somníferos para salir de una profunda crisis depresiva. La vemos sola, durante 5 minutos frente a la cámara. Leigh da una clase maestra de dirección de intérpretes. La evolución que cada actor secundario, los cambios mínimos que efectúan en un plano secuencia fijo, que solo muestra el rostro es increíble. Un Año Más es bellísima. No solamente la naturalidad de los actores, su delicadeza que desnuda cada capa íntima. La fotografía que se va modificando estación a estación, pero manteniendo un tono gris deprimente a lo largo de toda la historia es fascinante. Detalles de vestuario, escenografía y diálogos… que dicen tanto, pero a la vez, esconden comportamientos hipocráticos. Leigh empatiza con esas almas en pena solitarias que vagabundean en busca de su pareja perfecta, pero que no logran encontrar, mientras tanto termina por defenestrar la fanfarronería de la clase media inglesa, y el sueño de familia tipo. Películas tan delicadas, sutiles, meticulosas estéticamente, complejas en su sencillez como Un Año Más es difícil encontrar hoy en día en la cartelera. Riqueza cinematográfica en todo sentido.
Las cuatro estaciones Mike Leigh reúne a actores amigos en esta comedia, una observación perspicaz del ser humano. Las películas de Mike Leigh suelen ser observaciones –refinadas, humorísticas, perspicaces- sobre el comportamiento humano. Las tramas podrán variar, pero lo que prevalece es esa mirada que curiosea sobre los personajes, sin juzgarlos como en El secreto de Vera Drake , hagan lo que hagan. Para Un año más el director de Secretos y mentiras reunió a buena parte de los actores con los que acostumbra filmar –y elaborar el guión, ya que es sabido que como tal es una construcción que va naciendo de charlas y ensayos antes del rodaje, como le gusta trabajar a Leigh-. Por una cuestión lógica, todos rondan los 60 años, y sus personajes afrontan los miedos que natural y sensatamente deben batallar: el futuro, la soledad, la rutina matrimonial, más el amor, la amistad. En el centro están Tom y Gerri. Sí, ellos ya están habituados al gastado chiste (por aquello de que sus nombres suenan a Tom y Jerry), reciben en su hogar a varias almas desveladas, y a su hijo Joe. La película se divide en las cuatro estaciones del año, comenzando con la primavera, y en cada una de ellas se irán asentando las relaciones a los ojos del espectador. Tom es ingeniero geólogo y Gerri, asistente social. Típico hogar de clase media como le gusta a Leigh, son sus amigos quienes llevan sus problemas. Mary está desesperadamente sola; Ken, también. Y si en las películas de Chabrol siempre había un cafecito a mano, aquí no hay quien no tenga una copa (de más) a su alcance. Edificada a partir de una puesta bastante teatral, ya que las acciones transcurren prácticamente en la casa y el jardín de la pareja británica que componen Jim Broadbent y Ruth Sheen, abunda la charla. Leigh pone la cámara y refleja los diálogos. Casi no hay cortes, ni abruptos ni de los otros, en cada escena. El público debe sentirse partícipe de lo que ocurre. “La vida no siempre es amable”, resume Gerri ante Mary. Es llamativo que lo diga ella, ya que su vida parece marchar sobre ruedas, pero es así, una suerte de consejera solidaria ante su compañera de trabajo, quien, interpretada por Lesley Manville, es el personaje que se roba la atención. Vean cómo se muestra más desamparada cuanto más trata de ocultar su soledad, en una actuación notable. “Si no me doy un gusto, ¿quién me lo va a dar?”, se afirma en su pregunta Mary, que coquetea con Joe, el hijo de 30 años de su amiga. De algo de eso trata Un año más . De las pesadillas de unos, de los temores de otros, los rechazos y la terrible necesidad de afecto que llevan cada uno de ellos bordada en la piel. Como curiosidad: hay varias referencias a la Argentina: Mary lleva un vino a Tom, quien lee en la etiqueta “Buenos Aires”, seguramente más fácil de identificar como región argentina que Mendoza...
Cerca del final de Un año más , en otra muestra más de su dominio de la dinámica dramática, Mike Leigh propone una escena de franca violencia que irrumpe en medio de una gris tarde de funeral y con ella pone al descubierto, al mismo tiempo que las libera, todas las tensiones y ansiedades experimentadas por los personajes que hasta ese momento habían permanecido amortiguadas pero latentes bajo la superficie. El espectador lo vive con similar intensidad, resultado seguramente de la singular metodología de Leigh. Como se sabe, el gran cineasta de Secretos y mentiras y Topsy Turvy construye sus guiones sobre la demorada exploración que hace con sus actores a partir de ciertas pautas generales, una búsqueda de la que resulta no sólo el espesor que gana cada uno de los personajes y su verdad interior sino una interacción que determina la propia estructura dramática del film y le confiere su incontrastable humanidad. Tras la risueña y optimista La felicidad trae suerte, la mirada ha cambiado bruscamente a esta Un año más , cuyo tono queda claramente establecido desde la primera escena: la admirable Imelda Staunton, con la infelicidad y el desaliento pintados en el rostro, está en consulta con una asistente del servicio de salud: padece de insomnio y busca remedio en algún fármaco aunque probablemente sabe que su estado depresivo -o más que eso, su malestar existencial- no se cura con drogas. Ese momento, maravilllosamente interpretado como el film todo, basta también para conocer a Gerri, la mujer felizmente casada con un geólogo; son gente madura y serena a cuyo alrededor gira una ronda de amigos o familiares víctimas de la misma amarga desazón. Con su esfuerzo, Gerri y Tom han escalado posiciones desde un origen modesto; ahora viven en paz y armonía, sin apremios económicos ni opulencias, tienen trabajos que los satisfacen y encuentran placer en el cultivo de su pedacito de terreno. Una vida relajada que les da margen para escuchar al prójimo, sea éste un viejo compañero de Tom, que encuentra en el alcohol un paliativo para su soledad, o Mary, una compañera de trabajo de Gerri que también aplica la misma receta para combatir su constante crisis después de varias relaciones fracasadas. Si Un año más es la respuesta a La felicidad trae suerte , Mary, personaje complejo que Lesley Manville mantiene siempre próximo al desborde sin caer nunca en él, es la contracara de Poppy, la maestra jardinera que en el film anterior resultaba casi exasperante con sus lecciones de optimismo. Crisis de la mediana edad De a poco, Mary va ocupando un lugar destacado en el relato, que Leigh ha dividido en cuatro partes según las estaciones del año. Es el personaje que pide atención en medio de un devenir de acontecimientos aparentemente banales; sus cruces con Ken, el viejo amigo reaparecido; con Joe, el hijo de la pareja, o con Ronnie, el abatido hermano de Tom, ponen en marcha situaciones que enriquecen el juego dramático y el retrato colectivo de esta crisis de la mediana edad, de la que quizá no escapan tampoco los protagonistas. Observador agudísimo de los comportamientos, Leigh percibe como al pasar algunas miradas cómplices entre ellos en las que acaso pueda verse que su humana y cálida comprensión de los males ajenos anida incluye cierto sentimiento de autosatisfacción. Como en todos los films del gran realizador inglés, donde nada está puesto al azar, los actores-coautores consiguen el prodigio de hacer de personajes de ficción seres vivos cuya humanidad nos compromete tanto como para que sus sombras perduren en nuestro ánimo mucho más allá de las ilusorias dos horas que hemos convivido con ellos en una sala a oscuras..
Sobre el implacable paso del tiempo El director de Secretos y mentiras, permanente cronista de la clase media británica, vuelve sobre dos de sus temas preferidos: la institución familiar y las cicatrices que deja, no tanto en el cuerpo como en el alma, el paso inclemente de las estaciones. Permanente cronista de la clase media británica, el director inglés Mike Leigh ha hecho de la institución familiar el centro de su obra, desde sus comienzos, en la BBC de Londres, donde se pueden encontrar algunos de sus mejores trabajos, hasta La vida es formidable (1991) y Secretos y mentiras (1995), que le permitió acceder a un público más amplio, a partir de la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Secretos y mentiras era un film sobre las raíces y la identidad, sobre la imagen cambiante que los personajes tenían de sí mismos y de los demás, sobre la compulsiva necesidad de reafirmar constantemente quiénes eran y de dónde venían. Pero sobre todo era, esencialmente, una película sobre el implacable paso del tiempo. Tal como lo indica su título, esta preocupación de Leigh vuelve a aflorar ahora en Un año más, pero con un tono más oscuro, más grave, como si el director hubiera sentido la necesidad de dejar atrás su último, colorido divertimento –La felicidad trae suerte (2008)– para volver a trabajar en sus ácidos retratos corales. Lo más singular del cine de Leigh sigue siendo la espontaneidad con que pinta a sus personajes, la facilidad con que crea un pequeño mundo con apenas unos pocos elementos, como si para él bastara con colocar la cámara para empezar a contar una historia, que puede ser la de cualquiera. Nada extraordinario hay en el veterano matrimonio integrado por Tom y Gerri (“Hemos aprendido a convivir con eso”, señala él cuando alguien se ríe de la asociación con los clásicos personajes del dibujo animado). El (Jim Broadbent) es ingeniero geólogo e investiga los suelos de Londres para grandes obras hidráulicas que estarán terminadas “cuando yo ya esté muerto”. Ella (Ruth Sheen) es terapeuta en un hospital público y sabe escuchar muy bien, no sólo a sus pacientes. Gerri y Tom se entienden, se quieren, se acompañan, en sus horas libres trabajan juntos en una huerta y no dudan en abrir las puertas de su casa cuando tienen amigos en problemas. Una es Mary (Lesley Manville), compañera de trabajo de Gerri desde hace más tiempo del que ambas quisieran acordarse. A diferencia de su amiga, Mary nunca tuvo una vida feliz: su marido la dejó siendo muy joven; se arrepiente (aunque no lo reconoce) de no haber tenido hijos; y siempre, según ella misma dice, se enamora del hombre equivocado. Las copas de vino de más tampoco la ayudan, y menos cuando decide comprarse un auto usado: “Algo chiquito y rojo” quiere, como si se refiriera a un ají. Otro que frecuenta la casa de Tom y Gerri como si fuera la suya es Ken (Peter Wright). Según dicen los anfitriones, alguna vez tuvo su pinta, pero ahora está muy caído de chapa y pintura: más que gordo, hinchado, Ken come y fuma ansiosamente al mismo tiempo y parece siempre a punto de caer víctima de un ataque al corazón. Como a Mary, también a él le gusta un poco demasiado el alcohol y está angustiado por las cicatrices que deja el tiempo, no tanto en el cuerpo como en el alma. Se diría que Mary y Ken están hechos el uno para el otro, pero Mike Leigh no es esa clase de directores a quienes les gusta abrochar un paquete con un moño. Su cine, por el contrario, es siempre una herida abierta. Se sabe que una de las particularidades de Leigh es su método de trabajo: cuando comienza el rodaje de un film, parte de una historia de la que no se conoce el final y cada actor va armando su personaje paso a paso, con un amplio margen para la improvisación, por lo cual hay escenas en que los intérpretes van experimentado las mismas sorpresas y sensaciones por las que después atravesará el espectador. Un año más parece haber sido concebida de la misma manera, pero la diferencia con trabajos anteriores está en todo caso en que aquí se hace más evidente una estructura teatral: las escenas divididas según las cuatro estaciones del año; la casa como escenario casi excluyente; algunas escenas construidas como momentos de bravura para cada uno de sus intérpretes (con lucimiento especial para Lesley Manville, una veterana de la troupe del director, como la mayoría del elenco). De esta estructura un tanto rígida se escapa la escena del velorio de la cuñada de Tom: aparecen nuevos ambientes y personajes –el viudo taciturno, el hijo irascible– y todo ese extraño interludio, felizmente ajeno a cualquier desarrollo dramático lineal, adquiere de pronto una iracundia que parece provenir de algunas de las primeras películas de Leigh, como si el director, ahora más apaciguado, hubiera querido también él, cerveza en mano, recuperar el espíritu de sus viejos tiempos.
Las estaciones de la vida No por casualidad el director británico Mike Leigh elige representar de la forma más realista posible los estadios de la vejez a través del paso de las estaciones del año y hacer una condensación en el lapso de las vidas de un racimo de personajes variopintos en el transcurso de su opus más reciente Un año más. Como su nombre lo indica, la idea básica es tomar una foto instantánea de un tiempo y espacio bien acotado y definido para reflexionar sobre la búsqueda de la felicidad; la inminente llegada de la soledad; las frustraciones, los fracasos, las depresiones y las posibilidades de una segunda oportunidad para aquellos con voluntad de cambio. Tampoco es casual que el film arranque con la primavera, estación que en teoría remite a un renacimiento o cambio pero que en determinados personajes no hace otra cosa que reflejar momentos críticos como es el caso de Imelda Staunton (aparece prácticamente muy poco) que con esos ojos cansados transmite en la consulta médica los estragos de una silenciosa depresión, que se hace extensiva con palabras en su posterior charla con la psicóloga Gerri (Ruth Sheen), quien vive con su esposo geólogo Tom (Jim Broadbent) en lo que en apariencia pareciera un matrimonio feliz. Lo contrario ocurre con Mary (Lesley Manville, gran actuación), colega de trabajo de Gerri, separada y con propensión a la bebida y a la comparecencia de su dolor por no establecer vínculos sólidos, que busca desesperadamente alguien que la quiera pero que no puede dejar de ser el centro de atención en cuanta reunión social aparezca. Sobre estos tres personajes centrales del relato, dividido en viñetas marcadas por cierto costumbrismo y situaciones cotidianas -que se resuelven o bien dramáticamente o a veces con una pequeña dosis del sutil humor- donde la destreza narrativa del director de Secretos y mentiras es descollante a la hora de recrear diálogos y su habilidad para dirigir actores sigue sorprendiendo, se desarrolla este film de neto corte realista sin apelar a un juicio valorativo sobre los actos de sus personajes. No obstante, la mirada concentrada en las responsabilidades individuales en la toma de decisiones o sencillamente en depositar esa responsabilidad en terceros (como es el caso de Mary), constituye el principal eje temático al que el realizador le aporta su propio punto de vista sobre algunas debilidades y conformismos de la clase burguesa de los suburbios londinenses, en sintonía claro está con los cambios que cada sociedad atraviesa en la coyuntura de una crisis de paradigmas para definir lo que otrora se denominaban clases sociales medias y bajas. Sin embargo, ese recorte de lo social no es el principal eje narrativo excluyente sino más bien que funciona como un contexto para ir asimilando diferentes estados de ánimo que terminan por afectar la psicología de los personajes en el transcurso de un año donde nada parece haber cambiado desde su aspecto externo, no así en lo que se refiere a los afectos y a las pérdidas que igual que las hojas del otoño al caer dejan los árboles secos.
Con el sello de autor Hay muchos films que intentan ser sumamente sofisticados, con tramas rebuscadas y guiones excesivamente confusos, pero en el caso del cine de Mike Leigh estas pretensiones no tienen lugar, con películas de un aspecto mucho más simple, pero que imanan una intensa complejidad que hacen de sus obras dignas piezas de un trabajo de autor. Un Año Más, el nuevo film de realizador inglés, narra las diferentes circunstancias entorno a la vida de Tom (Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen), una matrimonio feliz que entabla diversas relaciones con personas de distintos estados de ánimo, ya sean su hijo, hermanos o amigos, los cuales se sostienen en ellos y en su buen pasaje sentimental. A simple vista esta historia podría resultar un tanto convencional, pero Leigh resalta los hilos narrativos con una estructura muy bien alineada a través de personajes complejos y escenas intachablemente construidas con diálogos sublimes que forjan a que este drama congenie perfectamente con sus toques de humor y redondear un guión destacado. Un Año Más se divide en cuatro actos, los cuales serán las estaciones del año, desde la cálida primavera hasta el estrepitoso invierno, que mucho de esto tendrá que ver con la psiquis de determinados personajes como Mary (Lesley Manville), la amiga de Gerri. Leigh maneja tan bien los climas y el tiempo narrativo que hace de las diversas situaciones un deleite cinematográfico. Pero si hay algo que se destaca en el film son las actuaciones, desde los interpretes principales como Broadbent, Sheen y Manville que están impecables, hasta los que tienen pequeñas participaciones como Imelda Staunton, quién ya había trabajado con el realizador en El Secreto de Vera Drake. En todos estos resultados tiene mucho que ver el trabajo de Leigh que es un gran director de actores y un maestro de la puesta en escena, quién desarrolla un film muy teatral, con pocos escenarios, largas escenas de extensos y ricos diálogos donde predomina la explotación interpretativa, que sumado a la virtuosidad de la realización cinematográfica en cada plano, la obra mantiene un ritmo constante y llevadero. Para concluir, Un Año Más es una obra muy destacada que demuestra que Leigh es uno de los mejores directores del cine inglés y que sabe como pocos retratar las distintas relaciones humanas como ya lo había hecho en La Vida Trae Suerte y Secretos Mentiras; y por sobre todas las cosas, con esta nueva película sigue manteniendo una autoría propia que es la que hace que su trabajo posea la trascendencia que tiene.
La vida misma, nada más que eso Es más que probable que el cine de Mike Leigh no recupere el carácter corrosivo de sus primeros títulos (La vida es formidable; Naked), ni la amplitud temática, narrada con elegancia y sin bajadas de línea que transmitía Secretos y mentiras, acaso su película más reconocida. Los últimos ejemplos de la obra del cineasta británico (Topsy Turvy; Happy Go Lucky) mostraban su peor veta a través de un optimismo forzado y simplón, pero Vera Drake, oscura historia de una abortista recordaba al director de antaño.Y así es: Leigh habrá perdido la ferocidad sin contemplaciones de tiempo atrás, pero también es más que probable que jamás haga una película despreciable. Un año más es una película menor, académica, intensa y de perfil bajo donde nada importante ocurre entre diez personajes de diferentes características, algunos viviendo el otoño de sus vidas y otros sin haber alcanzado ni una primavera feliz. Leigh divide el año a través de las estaciones, pero en este caso se agradece la obviedad, ya que los personajes se irán modificando, aun el perfecto matrimonio central de Tom y Gerry (geniales nombres), que jamás se pelean y conforman la pareja ideal para escuchar a los otros (hijos, amigos, amigas) en su coqueta casa.Efectivamente, Un año más es una película muy conversada y hasta se imagina un guión literario de cientos de páginas, pero los diálogos suenan prolijos e impecables. La cámara, por su parte, se somete al primer plano o a planos en conjunto sin excesivos virtuosismos, acaso porque la historia no lo necesita. Y están los actores, notables todos, algunos de ellos del clan habitual del director, componiendo personajes que viven momentos felices, brindis varios y reuniones grupales donde se transmite una amarga alegría, pero también, ocasiones donde la muerte y la ausencia se hacen presentes y el dolor por la pérdida desconcierta, apabulla, construye la futura soledad que no podrá detenerse. Dentro de ese sobresaliente casting, Lesley Manville (María) sobresale con sus confesiones al borde de la catarsis lacrimógena. Al fin y al cabo, se trata de la vida misma.
Sobre gente común que busca felicidad No tendrá la intensa emoción de «Secretos y mentiras», ni el regocijo nada ingenuo de «La felicidad trae suerte», pero esta nueva película de Mike Leigh nos ofrece también una parte de su cordial sabiduría. Otra vez con un elenco de rostros muy bien elegidos y actuaciones exactas, interpretando personajes creíbles, fuertemente humanos, en situaciones casi cotidianas descriptas con mano experta y ojo clínico, desarrollando unas relaciones típicas en las que más de uno ha de reconocerse. Para el caso, las relaciones de un matrimonio maduro con sus amistades y algunos parientes, cada cual en busca de la felicidad, o soportando la amargura. Los esposos se llevan bien, cada uno tiene su trabajo y entre ambos cultivan una huerta y agasajan a los demás sin ostentaciones, más bien con amable condescendencia. En algún momento la condescendencia se vuelve conmiseración. ¿Pero qué culpa tienen ellos si otra gente no supo madurar, no quiere mejorar, o no pudo pelear a la vida con igual suerte? Ahí está el viejo compañero de buen humor pero echado a perder, ahí la vieja amiga y compañera de trabajo, siempre desubicada, invasiva (encima alcohólica), reclamando un príncipe azul y un lugar permanente en la familia. Ahí, detrás de una puerta descuidada, un hermano mayor caído en desgracia, con un hijo resentido y desagradable. Al comienzo también hay otros dos personajes más circunstanciales, pero claves, porque plantean el tema. Y por suerte después está el hijo, un gordito que no será gran cosa pero es buen tipo, trayendo a su novia, que tampoco es gran cosa pero tiene un carácter muy lindo. Deliberadamente, el autor deja varios huecos que cada cual puede rellenar a su gusto, como pasa también en la vida real. Y es un año entero el que pasa en esta historia. Un año más, de soledad y frustración para algunos, de apacible aceptación para otros. La obra duele un poco, pero también consuela. Se recomienda verla en pareja.
El amor puede ser solidario La nueva película de Mike Leigh, el gran realizador de "Secretos y mentiras", "Topsy Turvy" y tantos filmes que revalorizan la condición de individuo, habla de la amistad y cómo pueden formarse pequeños focos de solidaridad que ayuden a vivir. El comienzo plantea en pocas imágenes y palabras la confesión de una vida poco feliz ante una terapeuta que la escucha con atención. La "escuchante" es Gerry, una mujer de, calculamos, más de cincuenta que luego identificaremos haciendo atención, en la huerta con su marido, el bueno de Tom, geólogo de profesión. A pesar de los nombres que recuerdan eufónicamente al célebre gato y su enemigo, el pícaro ratón, la pareja se lleva muy bien y conviven hace muchos años en las afueras de Londres. Son gente tranquila, de buena posición dentro de una clase media trabajadora y tienen pocos pero buenos amigos. CUATRO ESTACIONES A lo largo de cuatro estaciones, en los que está dividida la película, conoceremos a su gente. Ahí está Mary, secretaria en el trabajo de Gerri, todavía joven, resentida por una pareja que la abandonó y con la necesidad de apoyarse en alguien que tolere sus contradicciones y su afición al alcohol. Después vendrán Ken, amigo de Tom, tan gordo, tan fumador, tan adicto a cualquier bebida espirituosa, el joven abogado Joe, hijo de la pareja, muy tranquilo pasado los treinta y aparentemente sin apuro para forma familia y al final Ronnie, el solitario hermano de Tom, tan distinto a él, tan incapaz de manejar una vida como Tom de organizarla. POCAS PALABRAS Especialista en relaciones humanas, Mike Leigh pinta una radiografía casi ideal de lo que puede hacer el hombre por el hombre. Con pocas palabras, sólo las justas y profundos primeros planos, muestra esta pareja convertida en algo así como una constelación benéfica alrededor de la cual giran satélites en problemas. No son gente rica, ni llamativa, ni que particularmente se caractericen por virtudes mágicas. Tan solo son capaces de escuchar y de sentir, no de juzgar ni criticar demasiado y tienen el don de la tolerancia y la mediación. Los imaginamos antiguos hippies y los vemos criticar un mundo tan material y poco ecologista, mientras pican y cavan la pequeña parcela que les tocó en la vida. Con austeridad, casi una ópera de cámara en escena, esta pareja es tan capaz de poner los puntos sobre las íes cuando ve la familia amenazada por alguno de sus "pupilos", como de ofrecer asilo al amigo descarriado y sufriente. Pocos planos, contados toques musicales, una discreción y un respeto que puede molestar a los inquietos. Es muy valioso el mensaje siempre humanista de este gran director, que se rodea de sus actores de siempre sin rostros destacables ni figuras estilizadas, pero impecables en sus interpretaciones. Entre tan buenos actores, inolvidable la Maria de Lesley Manville y su patético rostro, sola en el final, en medio de los demás, los incomparables y la imagen del hermano, Ronnie (David Bradley), luego del funeral. Pocas veces el desamparo tiene caras tan expresivas como la de estos intérpretes. Un filme para reflexionar.
Año nuevo, ¿vida nueva? Para ver Un año más (Another year, 2010) se debe elegir uno de esos días en los cuales la fortaleza de espíritu esté a flor de piel, pues con este film el director Mike Leigh penetra zonas bastante frágiles y dolorosas de los seres humanos. Como si esto fuera poco, el tiempo que se toma para desarrollar la temática es aletargado. Si bien con mucho diálogo y escenas extensas, la película no se torna aburrida pues tiene un buen argumento y excelentes actuaciones. Tom (Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen) conforman uno de esos matrimonios cuasi perfectos y armónicos. Los años vividos y la experiencia solidificaron su lazo amoroso, el respeto y la confianza. En su confortable hogar reciben cada tanto a Mary (Lesley Manville), compañera de trabajo de Gerri y amiga de la pareja, quien está a punto de tocar fondo: neurótica, depresiva y alcohólica, ahoga sus penas en la casa de Gerri y Tom, al parecer, su único sostén afectivo. Mary está enamorada del joven Joe (Oliver Maltman), hijo de la pareja, si bien él solo la ve como una tía aunque ella no lo admita. Un amigo de Tom, otro alcohólico depresivo, y su hermano recién enviudado son los otros personajes que completan el drama. La mirada del director a sus personajes es clave en este film porque hay una intención por exponerlos en su vulnerabilidad, sobre todo a Mary. Mike Leigh logra las mejores escenas cuando busca representar la tensión entre sus personajes. En este sentido, el alcohol se presenta en la película como un elemento clave, pues aquellos que están tristes y deprimidos sólo se dedican a beber y se tornan patéticos a la mirada ajena. Pero por otro lado, el film está lleno de momentos de este estilo, y se abusa también de la presencia de la bebida como vía de evasión. Así, su intento por representar temas como la soledad, la depresión, el alcoholismo, y la incomodidad social que producen, se transforma por momentos en un cliché efectista para generar pena y condescendencia. Un año más tiene excelentes actuaciones, diálogos efectivos con los que el director consigue un clima espontáneo y familiar, pero parece caer en la trampa del drama, donde los personajes sólo funcionan con un rasgo que los define en todo el film y donde para humanizarlo el dolor no debe faltar nunca. Esta cualidad vuelve un poco denso a un film que tiene una búsqueda noble e interesante.
Leigh y la representación de lo cotidiano Mike Leigh recrea en Another year (Un año más, 2010) su visión de las relaciones y la lucha por hacer significativa la vida en su expresión más cotidiana. El Jueves 01 de Septiembre se realizará la presentación en Argentina de “Another Year” (2010), una realización de Mike Leigh, quien define su estilo dentro del género realista sin decepcionar, de una forma intensa y abrumadora. El film cuenta además con actuaciones admirables, donde la naturalidad es la principal herramienta argumentativa; elemento constitutivo del cine de este “director de actores” que invita a la reflexión crítica. Exponiendo una historia simple Es un drama de costumbre con giros de ironía, un retrato social de la vida en una Inglaterra de clase media-baja que se traduce al espectador de cualquier contexto, ya que sobresale la metáfora situacional del tiempo y su carácter cíclico en la vida de todos los sujetos, complejos y frágiles. La historia está construida a partir sucesos cotidianos en la vida del matrimonio formado por Gerry y Tom que son encuadrados a partir de las estaciones de la naturaleza a lo largo de un año. El tiempo transcurre y mientras el matrimonio recoge los frutos de cada estación, son frecuentados por amigos que representan la compleja debilidad del ser humano frente a la frustración, las luchas internas y el vacío. Los giros argumentativos aparecen en esos conflictos que viven los personajes que visitan la casa. De esta manera, el orden natural de la familia es alterado a partir de las luchas que sus amigos libran consigo mismos, quienes son observados, con algo de condescendencia por la pareja protagonista. La película y sus des-gajes La representación de este escenario invita a la reflexión por parte del espectador. El director a partir de su visión, parece reforzar los lazos primarios de socialización de los sujetos (la familia, la amistad) como elementos que hacen sostenible la vida y enriquecen un mundo que sigue su ciclo natural más allá del animal social y sus emociones. El mundo de Leigh es abrumador, crudo y gris. Se muestra la rutina, el ritmo de productividad impuesto por una vida de trabajo que no deja lugar a la realización personal de los sueños. La construcción de los personajes responde a ciertos estereotipos y valores atribuidos al polo felices-infelices. Mientras los amigos de la pareja padecen depresión, vicios y frustración, los protagonistas capitalizan los atributos del amor, los afectos y la paciencia. Las actuaciones están en el límite de la perfección. Esto se debe en parte, a la técnica que el director impone, brindando las líneas argumentativas para que sus actores puedan improvisar con libertad. Rasgo que contribuye al clima de cotidianeidad creado en el film. El personaje de Mary, interpretado por Lesley Manvielle, supo acaparar las mejores críticas en los festivales internacionales y ciertamente vale la pena ver cada gesticulación expresiva en la actriz a medida que la complejidad de su personaje crece con la historia. Una película para ver “Another year” merece una oportunidad, porque su realización es buena y está sostenida por un guión acertado que es acompañado por actuaciones que cumplen de forma coordinada la estrategia de representar la vida cotidiana en un largometraje. Recomendada para amigos del género y para aquellos interesados en la forma de construcción de buenas historias simples y en las características del estilo de autor.
El tiempo... pasa (incluso en el cine de Leigh) Debo confesar que a mi me encanta este cineasta británico. Es uno de los pocos en el Reino Unido, que se ocupa de centrar el lente en lo que pasa en la clase media. En general, de esa geografía tenemos siempre, una versión casi artistocrática (historias de la realeza, o de espías con mucho glamour, etc) y otra marginal (onda Trainspotting, sin ir más lejos). Pocos atienden a lo que le pasa a la mayor parte de la población de ese lugar, que está compuesta por gente culta que vive su vida de una manera que pocas veces vemos cinematográficamente. Mike Leigh acentúa su dirección en gente amena, rica en matices, pero que transita por la vida con la típica flema inglesa: organizada y pausadamente. Su último trabajo ha sido muy discutido por sus detractores ("Happy Go Luck") aunque a mi me encantó. No hay vez que no me enganche a volver a verla cuando la repiten en el cable. Tenemos la suerte de haber entrado en contacto con la cultura británica en profundidad (por esas cosas de la vida y la docencia), y este cine es referencia obligada para describir que pasa en gran parte de esa tierra. Llega a nuestras salas, lo último de Leigh, "Another year", trabajo nominado al Oscar 2010. No es de lo más accesible, directo y colorido de este director, pero tampoco es un film mediocre, como mucha de la prensa piensa. Se encuentra en la franja del medio, en cuanto a calidad, si lo comparamos con sus trabajos más fuertes ("Secretos y mentiras") aunque su ritmo es demasiado pausado para los estándares comerciales que se viven hoy en día. A este director no le interesan los efectos especiales, los encuadres veloces, no. Para nada. El se preocupa por ubicar a sus personajes en un contexto y... dejarlos fluir. Su técnica es particular y se dice de él que muchas veces no hay resolución de los guiones hasta bien entrado el rodaje, ya que su manera de trabajar es ir tomando los emergentes que sus actores le dan en relación con lo que experimentan. Si, el hombre es un outsider. En esta oportunidad y como dice el nombre de su obra, veremos lo que sucede, a lo largo de un año en la historia de un matrimonio y su grupo de amigos. No es, cualquier matrimonio. Son abiertos, cálidos, se preocupan por el semejante y están en la etapa de la vida donde tienen una visión de las cosas que los hace lucir serenos, no importa la circunstancia que atraviesen. La pareja central está conformada por Tom (Jim Broadbent) y Jerry (ah, no, cómo era...? Sí, perdón!), no, digo Gerri (Ruth Sheen). Llevan muchos años de casados, uno hace estudios sobre terrenos (es geólogo) y su mujer, asistente social en un hospital. Viven su madurez (tendrán unos 60 años) y la pasan bien, tienen una huerta... Disfrutan sus trabajos. Y les encanta recibir y agasajar a su familia y amigos. Cada tanto algún amigo (y su hijo también, por supuesto), tiene algún problema, simple, accesible y cae por su casa para ver cómo Tom y Gerri lo orientan (o simplemente lo contienen) en su búsqueda de solución. El film está estructurado en 4 estaciones y cuando vamos abriendo su portada, uno de los secundarios se va convirtiendo en el protagonista "acotado" de ese segmento, ya que ese período gira sobre su problema. En ese sentido, Leigh deja lucirse a quienes son los verdaderos baluartes de la película (la pareja central pareciera como que... ¿modera?), entre ellos a los enormes Imelda Staunton, Peter Wigh y Lesley Manville. Todos tienen un episodio donde se lucen (siempre dentro del registro casi naturalista y cotidiano del director) y enriquecen el desarrollo de este año que pasa. No muy rápido para el público que no conoce el cine de Mike Leigh. Son 129 minutos lindos, para los que les gusta este tipo de cine, pero que pueden cansar al espectador ocasional. Si me preguntan, creo que es una buena película dentro de lo que siempre propone este cineasta. No para cualquiera, eso sí. Se deja ver, aunque su metraje desde algún lugar me parece un poco excesivo... Aprobada, aunque con reservas.
Tom y Gerri (los magníficos Jim Broadbent y Ruth Sheen) son un matrimonio feliz y estable que se encuentra en medio del desamor que rige la vida de muchos de sus amigos y familiares. Geólogo y consultora médica, respectivamente, ambos mantienen vivo su amor y lo nutren de pequeños momentos de disfrute, como el cuidado de su huerta. Escrita y dirigida por Mike Leigh, la historia se divide de acuerdo a las estaciones del año, épocas en las cuales Tom y Gerri reciben en su hogar a distintos compañeros de trabajo, parientes y conocidos. Para la mayoría del ellos el futuro es desalentador, las relaciones duraderas son esquivas y no encuentran demasiados motivos para enriquecer su futuro. Incluso el hijo de la pareja tiene dificultades para hallar a LA mujer de sus sueños. Después del optimismo que desbordaba en su anterior filme “La felicidad trae suerte”, Leigh cambió el tono pero no sus intenciones: encuentra el humor en cosas diarias –como la descripción del hombre ideal para Mary, colega de Gerri-, es un excelente director actoral (la participación de Imelda Staunton es conmovedora) y logra plantear dilemas que trascienden la película. Cómo no preguntarse acerca de nuestra reacción frente a planear vacaciones en solitario, arrepentirnos por concluir relaciones prósperas en la juventud o sentir envidia frente a los logros obtenidos por quienes se supone son nuestros amigos…
Sensatez y sentimiento El galardonado director del filme “Secretos y Mentiras” (1996) Mike Leigh vuelve a la palestra para retomar los temas que más le interesan. Tales como la familia, la soledad, la amistad, el amor, el deseo, la muerte, el duelo, los hijos, los padres... la vida. Si bien los temas son de importancia, la forma elegida no le va en retaguardia. El titulo original “Another Year” hace referencia a la circulación inexorable del tiempo, no transmite extrañeza, entonces que todo el filme este dividido en cuatro capítulos nominados por el nombre de las cuatro estaciones de año, le da un plus de coherencia, que a la postre vemos que no necesitaba. El filme abre con una pequeña secuencia que luego no tendrá incidencia en el relato, pero que si nos instala como espectadores sobre que versa el mismo, vemos a Janet (Imelda Staunton) en consulta con una doctora solicitándole algún medicamento para dormir, triste casi melancólica, no tiene donde depositar los afectos, no sabe si es amada, si alguna vez amó, ni si su vida valió la pena. La historia se centra en una pareja sesentona (no es casual el termino, luego explicaré) de clase media, ambos profesionales, Tom (Jim Broadbent) es geólogo, Gerry (Ruth Shenn) es psicoterapeuta, trabaja en un hospital público. Ambos tienen a Joe (Oliver Maltman) su hijo de 30 años, abogado, soltero, también ocupan su tiempo libre en la huerta que poseen (otra posible lectura a la definición de pareja sesentona, en la cual todavía Tom y Gerry continúan enarbolando las premisas de amor y libertad tan en boga en aquellos años sesenta, en la que hacía su aparición el movimiento hippie) y en rodearse de sus amigos y familiares. Entre ellos encontramos a Mary (Lesley Manville) compañera de trabajo de Gerry y Ken (Peter Wigth) amigo de toda la vida de Tom, ambos Mary y Ken tuvieron una vida para nada envidiable, no son pareja, los une su relación con Tom y Gerry. Cada espacio de tiempo marca alguna escena de la vida cotidiana de los personajes, primavera, verano, otoño, e invierno, así se construye la historia. El verano nos presenta a la novia de Joe, Katie (Karina Fernández), la situación parecería ser inocua, pero es utilizada por el director para que podamos presenciar, a mi entender, una de las más importantes, y la mejor escena de la película, en la que termina de instalarse el tema principal: el recorrido de los afectos.Hasta tiene tiempo de incursionar en el dolor real de la perdida de seres amados. Abre el invierno con la muerte de la cuñada de Tom, y nos enfrenta a otra realidad, la de su hermano mayor, Ronnie (David Bradley) y su violento hijo Carl (Martin Savage). Un film de cámara, si bien los espacio en los que se desarrolla no son muchos, mayormente todo transcurre en la casa de la pareja protagónica, pero no confundir con teatro filmado, es de cámara porque la misma esta al servicio de los actores, porque la elección de los planos cerrados sobre los rostros y los cuerpos no es aleatoria, ni gratuita. Nos muestra detalles, pequeños pero significativos, de cada uno de los personajes, no solo en las miradas, algunas de sorpresa, otras de búsqueda de complicidad, otras haciendo vacío, también en la postura corporal, como encienden un cigarrillo, la mueca en la sonrisa, la inclinación de la cabeza, el cuerpo que habla. Sin necesidad de recurrir a extensos diálogos explicativos, donde se hace fuerte esa famosa frase en que una imagen vale mil palabras. Todo esta construcción meticulosa desde el guión se encuentra además, sustentada en la excelente fotografía de Dick Pope, que modifica el color predominante para cada episodio, pero sin varias los tonos, lo que le entrega otro punto mas de encadenamiento al producto como tal. Todo el filme es un bastión de sensatez en lo narrado y de sentimiento en la forma de presentación. Tampoco es fortuito que haya señalado el nombre de cada personaje con el actor que lo representa, empezando por los protagonistas y terminando por el último de los personajes secundarios, son indivisos de una excelencia mayúscula, de todos, y si me apura, creo que, y no sólo por la evolución y matices del personaje, Lesley Manville, Mary, la amiga de Gerry, se lleva los mejores lauros, pero si estamos hablando de un seleccionado, no le quepa duda que todos los nombrados estarían convocados, no se si serían todos titulares, pero que la capitanía estaría peleada, eso se lo aseguro. (*) Realizada en 1995 por Ang Lee.
Inglaterra año cero. La nueva película de Mike Leigh tiene un formato coral, diálogos virtuosos y una dramaturgia muy precisa. La escritura, la puesta en escena, la fotografía y las actuaciones son impecables. Cada detalle está calculado al milímetro: los pequeños gestos, las breves réplicas y las miradas más sutiles conforman un universo regulado por códigos estrictos. El humor se administra con la dosis justa entre la burla juguetona y la crueldad. El conjunto forma una representación clásica de las relaciones entre parientes y amigos, que alternan compromiso y odio, hipocresía y celos, reconciliaciones y abandono. Durante las dos primeras horas, la historia seguía su cauce sin sobresaltos, aunque la vida que Leigh pretendía capturar nunca lograba plasmarse verdaderamente en la pantalla. Todo parecía encaminarse hacia un callejón sin salida hasta que, en los últimos minutos, un golpe maestro de puesta en escena libera a la película de sí misma y vuelve a colocar al director a la altura de los grandes nombres del cine contemporáneo. Un año más avanza al ritmo de las cuatro estaciones, mediante elipsis que separan bloques formados por pequeños acontecimientos cotidianos, en torno a una pareja feliz y estable de sexagenarios, su encantador hijo y una adorable nuera. El hobby principal de la familia consiste en cultivar su huerta, metáfora tangible del paso del tiempo, de la muerte y de la regeneración. El resorte cómico lo origina un grupo de personajes satélites, almas abandonadas y excluidas del amor, que zumban alrededor de este atractivo frasco de miel. Mary es una cincuentona sexy que permanece soltera a pesar suyo y está interesada en Joe, el hijo de la pareja. Ken también es soltero y vive frustrado debido al amor por Mary no correspondido. Ambos ahogan sus penas en el alcohol y, a pesar de sus buenas intenciones, pasan a ser una carga para este ambiente tan benévolo. Un viudo exageradamente silencioso y su furioso hijo completan el panorama de los desamparados. La tercera vía. Si bien las circunstancias y actuaciones son consistentes y creíbles, a medida que la película avanza resulta evidente que algo no funciona. No sabemos si es el academicismo excesivo de los encuadres, la utilización sabiamente estereotipada de la luz para diferenciar la primavera del invierno o el permanente tono irónico que se traduce de una escritura demasiado virtuosa. El eterno comienzo de las estaciones puntuado por la misma música de violines plena de buenos sentimientos acredita la tesis del título: es sólo un año más. La sólida estructura de las dos primeras horas hacía prever solamente dos resoluciones posibles: la crueldad o la sensiblería, ningún desplazamiento en la línea divisoria de la felicidad o un pequeño milagro del guión que una solitarios. Mike Leigh inventa una tercera alternativa, un cambio brutal de punto de vista. Un gran viento helado sopla en los extraordinarios diez minutos finales. La familia perfecta se descubre repentinamente como un conjunto de seres desalmados, cuya amable felicidad encubre de mala manera una indiferencia robótica. El director pone toda su atención en el desasosiego del personaje de Mary, la amiga burlada se hunde y la película no la rescata. La cámara se mantiene lo más cerca posible de su rostro, ahora desnudo de las muecas consustanciales a la sátira. La película le ofrece algo mejor que un happy end, le brinda una ocasión para dejar de ser un títere, una toma de conciencia, un poco de amor.
Nuevamente el británico Mike Leigh bucea con profundidad en la clase media inglesa y lo hace casi exclusivamente dentro del hogar de una pareja madura en la que reina la armonía. Tom (Jim Broadbent) y Gerri (Ruth Sheen) bordean la condición de sexagenarios y se han acostumbrado a que amigos y colegas de trabajo les hagan chistes por sus nombres, que recuerdan a una famosa pareja de gato y ratón. “Un año más” (“Another Year”) está dividida en cuatro partes que coinciden con las estaciones del año, comenzando por la primavera en el huerto de la pareja. En esa primera parte, hace irrupción en el relato Mary, la compañera cincuentona de trabajo de Gerri, que arrastra un corto matrimonio sin hijos y mucha soledad. La interpreta Lesley Manville, quien al igual que Ruth Sheen ya coincidiera en algunas películas anteriores de Leigh como la célebre “Secretos y mentiras”, “A todo y nada” y “El secreto de Vera Drake”. Justamente esta última tenía como protagonista central a Imelda Staunton, quien tiene aquí una corta aparición al principio en el consultorio donde revisten ambas mujeres. Otro solitario que visita con cierta frecuencia la casa de Tom y Gerri es Ken (Peter Wright), cuya voracidad por la comida y el alcohol y su aspecto descuidado son reflejo de la tristeza en que se debate su vida. Pero no todas son “pálidas” en este relato ya que Joe, el hijo del matrimonio, los visita acompañado de la optimista Katie, su nueva pareja. La interpreta Karina Fernandez, quien había debutado en “La felicidad trae suerte”, el film anterior de Leigh, haciendo de profesora de flamenco de Sally Hawkins. Katie recuerda a la Poppy de ese film por su carácter positivo y por la forma en que maneja los celos de Mary, quien pese a su mayor edad tenía alguna expectativa con el hijo de su colega. Hacia el final se incorporará Ronnie (David Bradley), el hermano mayor de Tom, cuya esposa acaba de morir. La escena del funeral será patética sobre todo cuando irrumpa el hijo violento de la difunta. Lo notable de “Un año más” es como su director logra armar, con historias y personajes en su mayoría grises, un relato lleno de humanidad y que se sigue con gran interés a lo largo de más de dos horas de duración.
“Un año más” es una historia de soledades en el siglo XXI. El director, Mike Leigh, el mismo de la legendaria “Todo o nada”, recorrió las historias con sutil lentitud pero gran profundidad. Esos tiempos son manejados de acuerdo a las cuatro estaciones del año y como la vida, se presenta como ciclos que dependen de las decisiones tomadas en el momento anterior. La película cuenta la historia de Gerri (Ruth Sheen) y Tom (Jim Broadbent), un feliz matrimonio, que hace de “soporte afectivo” a amigos, familiares que están solos en la adultez. En el filme van apareciendo las distintas tramas que se tejen en el medio de un grupo de amigos, en una Londres presentada en un clima intimista donde no se presenta ningún conflicto radical.
Un cine confidencial para ser escuchado Gerry está casada con Tom, quien sigue trabajando como geólogo ya en el umbral de su jubilación. Ambos llevan una vida serena, sin sobresaltos, abocados al cuidado de su huerta. Aquí el que el paso del tiempo es algo inexorable, imposible de revertir. Perteneciente a la llamada corriente del realismo inglés, de los 80?90, en la que encontramos igualmente a realizadores de la talla de Ken Loach y Stephen Frears, que movilizaron todo un pensamiento crítico en el campo de la cultura, Mike Leigh, hoy, a sus sesenta y cuatro años, nos ofrece otro de sus films en los que la vida cotidiana es la gran protagonista; retratada con cierto aire de improvisación, en el espacio de un grupo familiar. Uno de los comentarios desafortunados que pude escuchar ante este film, a la salida del cine, es el que en el mismo "no pasaba nada"; sí? le decía uno a otro dos horas para que no pase nada". Claro está, pensaba, ya acostumbrados de pronto a un concepto de cine de acción, de hechos que se van multiplicando de manera progresiva, que en algún caso no otorgan respiro alguno; de pronto, un film como "Un año más", puede despertar ese tipo de respuesta. Y sin embargo, es la vida que pasa. Y aquí Mike Leigh, en tanto guionista y realizador, se apoya en un recurso del cine clásico, el transcurrir de las cuatro estaciones, pautadas en su interior por toda una gama de matices, de comportamientos humanos que se van abriendo desde el prólogo del film, que se escenifica en un tiempo invernal, cuando el personaje de Gerry, rol que cubre la actriz Ruth Sheen, está dialogando con una paciente, una mujer entrada en años que le describe su malestar. El espacio es el de una clínica y allí se localiza el primer grupo de relaciones que se irá abriendo pausadamente a lo largo del film. Gerry está casada con Tom, quien por otra parte sigue trabajando como geólogo ya en el umbral de su jubilación. Ambos llevan una vida serena, sin sobresaltos, abocados al cuidado de su huerta, a ciertos encuentros con ese hijo que en parte los preocupa porque está solo y a algunas reuniones con sus amigos. La vida de ellos transcurre de manera armónica, desde ese entendimiento que se fue logrando con el mismo transcurrir del tiempo, en el que ya han quedado atrás los sobresaltos y los sorpresivos enojos. Si bien la filmografía de Mike Leigh ya alcanza un período de 3 décadas, fue con "Secretos y mentiras" (aquí, en nuestra ciudad se estrenó en el ex cine Heraldo) cuando su nombre pasó a ser más reconocido y valorado por el gran público; algo que lamentablemente no ha ocurrido con sus últimos films, "Todo o nada", "El secreto de Vera Drake" y particularmente este que hoy, por lo menos hasta esta fecha, comentamos. Y es que su modalidad de trabajo, que es la de un cine confidencial, está lejos de ser moda o reclamo de ese aparato de gran demanda que instala la industria. Y es que sus films nos piden que escuchemos, que nos acerquemos, que nos detengamos ante quienes necesitan un lugar junto a nosotros; como lo reclama el personaje de Mary en el film, compañera de trabajo de Gerry en la clínica, como lo solicita en cada una de sus visitas, desde sus solitarios y desesperados llamados. Film de actores, de primeros planos, de esos gestos que nos cuentan, que nos acercan toda una historia personal, "Un año más" nos traslada al Londres de la clase media suburbana, a ese espacio en el que no hay una posibilidad de distraer la mirada con los reconocibles íconos de una escena costumbrista, ni despertar una atracción exterior. La mirada de Mike Leigh nos lleva a reconocer personajes anónimos, que caminan junto a nosotros, que son como nosotros, que no tienen entidad heroica, que enfrentan diariamente sus limitaciones; como lo planteaba ya, en sus orígenes, desde una ética de la imagen, el neorrealismo italiano. Aún más intimista, el cine de Mike Leigh nos va llevando a otros personajes, como el amigo de la familia, Ken, que sólo ve pasar las horas, para volver no saber dónde, en el alcohol...Y que por igual, no enfrenta al nacimiento y a la muerte de los seres cercanos, en situaciones que pendulan entre sentimientos que abren nuevos capítulos; como la que se juega con el hermano de Tom, ante la perdida de su esposa, sorprendida ahora en una mirada que ha quedado suspendida en el vacío, en un discurso de entrecortadas palabras, en vacilaciones, y frente a la prepotencia del regreso de un hijo que intenta adueñarse, del dolor. Sobre la fragilidad, pero también la franqueza y firmeza de los vínculos humanos, el film de Mike Leigh nos ofrece un retrato de la comedia humana en notas que se destacan por sui tono pudoroso, como los que logra en sus breves minutos, y en sus contadas participaciones, en escenas breves, la actriz de "El secreto de Vera Drake", Imelda Staunton, a quien encontramos en el primer momento, a quien escuchamos al intentar responder aquella pregunta sobre algún momento feliz; a quien reencontramos ya cuando está promediando el relato. Como al personaje de Mary, que sólo puede sonreír cuando puede ser escuchada por Tom y Gerry, cuando puede depositar alguna esperanza en alguna ilusión cercana, a quien Mike Leigh le otorga el último momento del film, sobre su rostro, en esa mesa de esa familia que siempre la recibe y la escucha; sobre su rostro, remarcando ahora su desolador estado interior, en un plano que enmudece.
Triste y alegre, como la vida misma Mike Leigh es un especialista en relatar historias de gente común; en esta oportunidad, es precisamente eso lo que hace a lo largo de poco más de dos horas de proyección. El resultado de su tarea es un relato sólido y conmovedor a través de la pintura de personajes de gran carnadura humana. El realizador partió desde una inmejorable base al elegir un elenco extremadamente solvente; Jim Broadbent y Ruth Sheen conforman una pareja que es la encarnación del sentido común y de la sensatez. Ken, viejo amigo de él, y Mary, compañera de trabajo y confidente de ella, traen hasta la apacible casa en los suburbios londinenses todos los problemas, las frustraciones y los desengaños que germinaron durante décadas de existencias chatas y monótonas; una compañera de trabajo de ella acaba de iniciar una nueva etapa en su vida con el nacimiento de su primer hijo y el hermano mayor de él tendrá que atravesar un duro trance familiar. Y Joe, el hijo treintañero de la pareja, aparece con la chica que aparentemente acabará con su soltería. Leigh hace coincidir estas historias mínimas con el transcurso de las cuatro estaciones para marcar el paso del año al que hace referencia el título. Pero el mayor mérito del filme está en cada una de sus escenas: hay un enorme cuidado formal en el encuadre, una puesta en escena casi teatral por la admirable edificación de la tensión dramática, y un trabajo actoral sobresaliente, que le da la sensación al espectador de que no está presenciando actuaciones sino un pedazo de la vida misma de los personajes. Los diálogos, aparentemente cotidianos e intrascendentes, tienen una enorme carga emotiva, que se hace evidente en las miradas y en los gestos mínimos que cruzan los protagonistas. El final de la película es todo un hallazgo: cierra el relato que ha propuesto el director mientras abre, simultáneamente, una nueva etapa en las vidas de los personajes, del mismo modo en el que las estaciones repiten su ciclo, año tras año.
Una película de la vida real El director británico Mike Leigh es conocido por su estilo de rescatar historias oscuras y volverlas luminosas a partir de su narración cinematográfica. Algunos de sus títulos más conocidos son “Secretos y mentiras”, “El secreto de Vera Drake” y “La felicidad trae suerte”. Experto en la construcción de personajes y en la dirección de actores, en “Un año más” vuelve a dar muestras de su talento para mostrar aspectos de la vida cotidiana, donde no sucede nada extraordinario, donde todo transcurre de manera más bien mediocre, previsible y sin mayores horizontes. Y sin embargo, en esos pequeños detalles, en esos mínimos dramas que se cuecen entre gente casi anónima, está, podría decirse, el secreto de la vida, para Leigh, un director que trabaja a años luz de la maquinaria de Hollywood y que hace un cine diferente, sin estridencias, ni efectos especiales, ni cuerpos esculturales, ni extravagancias tecnológicas. Sus actores son profesionales excelentes encarnando personajes que parecen extraídos de cualquier calle londinense y no de escaparates de la farándula. Esa característica se corresponde con una forma de narrar de manera clásica. “Un año más” está estructurada en cuatro capítulos referidos a cada una de las estaciones. Comienza en Primavera y termina en Invierno. El centro de atención está puesto en el matrimonio de Tom y Gerri (un guiño a sus vecinos de Disney), una pareja de personas maduras y establecidas en la vida con cierta armonía y paz. Ambos trabajan todavía y tienen un hijo de 30 años, ya casi independizado, mientras en sus ratos libres, cultivan una huerta. El hogar de Tom y Gerri es el punto de referencia de sus amigos, con quienes la vida no ha sido tan amable como con ellos. Mary los visita frecuentemente porque allí encuentra contención a su inestabilidad afectiva y sus problemas con el alcohol. Ken, otro solitario, también suele encontrar refugio en casa de sus amigos, siempre aferrado a un cigarrillo, a su desorden alimentario y a la bebida. El centro del relato Para Mary y para Ken, Tom y Gerri representan todo lo que ellos no pudieron lograr en la vida: una pareja estable, un hogar armonioso, un buen pasar económico, una vida ordenada. Si bien la pareja funciona como punto de referencia, como centro del relato, en realidad, se comporta más bien como receptora de las historias de los otros, que encuentran allí un oído atento a sus confidencias. Así, las manifestaciones de la angustia de Mary ocuparán buena parte del film y se podría decir que es el personaje en el que la cámara de Leigh se detiene con mayor atención. Escruta y registra cada uno de sus gestos, de sus mohínes, de sus altibajos anímicos (el filme abunda en primeros planos). Es también el personaje más evidentemente desestructurado y vulnerable, incapaz de elaborar sus duelos ni de recomponer su intimidad, no consigue construirse una vida propia y se aferra a la familia de sus amigos, como una mendiga afectiva siempre famélica. Leigh no ahonda mucho en explicaciones, ni análisis, tampoco juzga, pero es bastante impiadoso al mostrar cómo, pese al gran cariño que todos le tienen a la “rara” de Mary, de algún modo también, casi imperceptiblemente, todos se abusan un poco de ella y hasta pueden llegar a comportarse con un dejo de perversión, como es el caso del hijo treintañero con quien Mary tiene fantasías inapropiadas. “Un año más” es de esas películas que hablan de esas cosas que les ocurren a casi todos, el paso del tiempo, los sueños frustrados, los logros de unos que despiertan las envidias de otros, el amor, la muerte, la soledad, el vacío espiritual y los excesos adictivos. Es una película que no llega a ser amarga, pero está atravesada por una melancolía abrumadora, aunque termina con un esbozo de esperanza.
Veteranos para disfrutar Another Year es una película dirigida por Mike Leigh, talentoso artista nacido en Salford - Inglaterra, quien ha tenido a cargo también la dirección de grandes films como "El Secreto de Vera Drake" (peliculón), y "Happy go Lucky". En esta ocasión pone en pantalla un relato que habla de cuestiones tan humanas como la soledad, la familia, la pareja, los errores que cometemos en la vida, la amistad y la dificultad de envejecer, todos temas totalmente universales y que se han tocado en otras películas, aunque ésta en particular, está hecha con una mirada muy perspicaz, impregnada de cultura británica (que resulta muy interesante de ver) y con mucho corazón puesto en los personajes. La historia se centra en Gerri (Ruth Sheen) y Tom (Jim Broadbent), una pareja ingresando en la 3ra edad que por su bondad y sabiduría, deben lidiar con los problemas personales que les traen sus amigos cercanos y familiares. Entre estos personajes problemáticos se encuentra Mary, una cincuentona obsesiva interpretada de manera INCREÍBLE por Lesley Manville, que también aparece en "El Secreto de Vera Drake". Sinceramente, no estaba tan al tanto del laburo de esta actriz, pero después de ver esta cinta, voy a prestar mucha más atención a sus roles, porque la verdad es que se roba todas las escenas en las que aparece. Completan el cast Oliver Maltman (Joe - hijo de Gerri y Tom), Peter Wight (Ken - amigo de la familia), David Bradley (Ronnie - hermano de Tom) e Imelda Stauton (paciente de Gerri), ofreciendo unas actuaciones realmente buenas y profesionales. Los 1ros 40 minutos de "Un Año Más" debo decir que se me hicieron un poco largos... quizás porque no estaba cachando la onda de la historia todavía o porque el ritmo es realmente más lento en este tramo, pero la cuestión es que a partir de la aparición del personaje de Ken, la película toma una forma más clara y un ritmo mucho más llevadero, convirtiéndola en una de esas historias que todos deberíamos ver, aunque sea una vez en la vida, para entender un poco desde afuera como funcionan las relaciones interpersonales. Another Year es esperanzadora y por momentos muy cómica, pero con un humor inteligentísimo, con escenas de esas que se supone que no son para reírse, pero están filmadas de una manera que es inevitable que al espectador se le escape una sonrisita nerviosa o una carcajada. Tiene un poco de cine arte, exhibiendo planos maravillosos de los personajes en los que se puede captar hasta los gestos más mínimos, que son en definitiva, los que le agregan alma a la historia. También está estructurada en 4 escenas divididas por las estaciones del año, que se pueden evidenciar en el estado de la huerta que trabajan juntos Gerri y Tom, pero sobre todo en el estado de ánimo de la excéntrica Mary, que pasa de una jovial primavera a un "caluroso" verano, pasando por un otoño de transición para finalizar en un invierno de fría realidad que le pega en la cara como un balde de nieve. La super recomiendo, sobre todo al público sensible que gusta de ver en el cine historias donde la protagonista es la condición del Ser Humano. Un dato curioso, Imelda Stauton, Jim Broadbent y David Bradley son Dolores Umbridge (profesora malvada del Ministerio de Magia), Profesor Slughorn y Argus Filch (Cuidador de Hogwarts) en las películas de Harry Potter.
El título describe tal cual lo que uno se encuentra cuando ve esta película. Es un extracto de un año en la vida de una pareja felizmente casada y la relación con sus más allegados. El film está dividido en cuatro estaciones y durante ellas iremos conociendo a Tom y Gerri, a su hijo Joe y a su mas cercana amiga Mary. La historia es completamente lineal y sin complicaciones. En cierta forma podriamos decir que es un reality show ya que la película refleja el vivir diario de estas personas. Con sus buenos y malos momentos veremos a esta pareja a lo largo del año donde muchas cosas van a suceder. Respecto al film en si se puede decir que empieza de una manera bastante atrapante. Pese a esto poco a poco el nivel comienza a bajar y se vuelve un poco monótona. A medida que profundizamos en la historia de cada personaje notamos como el ritmo del film se hace mas lento y quizás, para algunos, pueda volverse un poco agobiante. Aún así, si son de esas personas que disfrutan este tipo de dramas definitivamente van a apreciar la manera en que se cuenta esta historia. De todas formas la historia tiene un final que quizás deje desconforme a mas de uno. Las actuaciones son buenas y creo que el mejor rol es el de Lesley Manville, quien interpreta a Mary, que hace el personaje mas sufrido y con mas problemas. Realmente lo hace sentir. Es una buena opción para aquellos que sepan apreciar los dramas. Se podría decir que la distfrutarán más aquellos entendidos del género.