El geriátrico en casa El actor, guionista y director Gianni Di Gregorio realiza esta comedia italiana a la vieja usanza proyectada en el BAFICI años atrás. Un feriado particular (Pranzo di ferragosto, 2008) nos recuerda porqué el cine italiano de antaño nos toca tan de cerca a los latinoamericanos a partir de la construcción de las relaciones humanas y el ritual de la comida. Gianni vive al cuidado de su anciana madre. Endeudado hasta la médula, deberá aceptar cuidar a la madre y tía del propietario del edificio y hasta a la de su amigo y médico de confianza. Con cuatro ancianas en su pequeño y precario departamento deberá pasar un feriado muy particular. Un feriado particular tiene el distintivo sello de la comedia italiana. Un cine siempre diferente al norteamericano por su cultura ligada a la nuestra. Mientras el cine norteamericano o inglés expone relaciones más frías e individualistas, el cine italiano contiene relaciones más cálidas ligadas a la familia y, por supuesto, la comida, ritual que representa esa unión por antonomasia. La película de Gianni Di Gregorio trasmite a la perfección estas cuestiones. No hace falta explicar porqué este hombre cincuentón, cansado y sin trabajo no interna a su madre en un geriátrico. Tampoco hace falta explicar porqué siente el compromiso de atender como reinas –mal que le pese- a sus particulares huéspedes. Las señoras merecen su atención y respeto por más mal humoradas y quisquillosas que sean. Este hecho envuelve a su personaje en el más gracioso de los enredos. El otro de los puntos a favor del film, es el carisma y la frescura que trasmite cada una de las ancianas, unos personajes en si mismos. Son queribles e irritables a la vez con la misma intensidad. Algo que pone más aún en jaque a Gianni y al conflicto de la película. Un feriado particular se recuesta en un conflicto sólido, sus geniales personajes y la calidez con que su director construye las relaciones entre los mismos, siempre a partir de alguna comida o su preparación. Con estos elementos le alcanza y sobra a la película para ser un alegre entretenimiento que nos invita a rememorar el mejor cine italiano.
Nunca es tarde... Gianni Di Gregorio debutó en la dirección (y prácticamente también en la actuación) a los 58 años con una encantadora comedia que recupera la mejor tradición y el espíritu de ese género fundamental del cine italiano, pero que le agrega una frescura y una pintura social (en medio del imperio del dinero y del individualismo que caracterizan a la era berlusconiana) que resultan bien contemporáneas. Así, este reconocido guionista de directores como Matteo Garrone (el realizador de El embalsamador y Gomorra ofició de productor de esta opera prima), se consagró en el Festival de Venecia 2008 al ganar allí varios premios por un film sencillo que, en apenas 75 minutos, ofrece un querible, entrañable relato sobre los "desclasados", los prescindibles, pero sin caer en bajadas de línea discursivas ni en subrayados que hubiesen arruinado el profundo humanismo de la propuesta. Gianni (el propio Di Gregorio) es un hombre maduro que vive con su madre despótica en una casa del Trastevere acuciado por las deudas. Estamos en pleno ferragosto, cuando "todos" se van de vacaciones y Roma se convierte en una ciudad casi fantasma. El administrador del consorcio al que Gianni le debe una fortuna llega con una propuesta que el protagonista no está en condiciones de rechazar: condonar parte de las expensas adeudadas a cambio de que se quede un par de días al cuidado de su madre y de su tía. Algo similar le pedirá un amigo médico. Así, nuestro antihéroe tendrá que lidiar con cuatro veteranísimas mujeres, todas con sus manías, sus achaques, pero también con sus ganas de vivir (al menos alguna experiencia regocijante). Gianni, entonces, se ocupará de ellas y las agasajará con ricas comidas. El resto... habrá que verlo. Si Di Gregorio no tenía casi experiencia delante y detrás de cámara, tampoco las tenían las viejitas (actrices no profesionales) que lo acompañaron en este pequeño y noble proyecto. Estamos ante un crowd-pleaser hecho y derecho, que no apuesta a la manipulación y que -más allá de algunos acordes musicales un poco estridentes y algún que otro momento un poco over the top- es irresistible. Si les gustan el (buen) cine italiano, vayan a ver Un feriado particular. La van a pasar muy bien.
Grupo de familia Encantadora comedia sobre un hombre que debe pasar un feriado con cuatro ancianas. En Bolonia me hacían tortellini, o a veces lasagna”, le cuenta a Gianni una de las ancianas que ha quedado a su cargo en el feriado italiano de mediados de agosto que da al filme su título original. La mujer no se puede, o no se quiere, dormir, y repasa su vida en voz alta mientras Gianni, que tiene que ocuparse de ella y de otras tres señoras mayores más (incluyendo a su madre) ya no puede más. “Duerma aunque sea un cuarto de hora”, le suplica, mientras ya sale el sol. En esta humana y realista comedia de Gianni di Gregorio, guionista de Mateo Garrone ( Gomorra ), que debutó aquí como realizador y actor protagónico (el filme es de 2008 y Di Gregorio ya hizo otro filme, Gianni e le donne , una suerte de secuela de éste), nuestro protagonista cincuentón, acosado por las deudas y al cuidado de su excéntrica madre, decide aceptar un pedido de Alfonso, el administrador del edificio: que cuide a su propia madre así él se puede tomar el feriado. ¿A cambio? Le perdonará las deudas de expensas. Gianni acepta y Alfonso se aparece con su madre, y también con su tía, ante la mirada fastidiada de la señora de la casa. Como si un trío de ancianas fuera poco, el médico de Gianni le pide lo mismo con su madre y así se suma una cuarta viejita a la casa. Cada una tiene sus peculiaridades y Gianni, al principio, sólo quiere tratar de seguir su vida tranquila y que no lo molesten demasiado. Pero será imposible. A su madre no le caen bien las visitas y las mira de lejos, la madre del médico no quiere cumplir el régimen impuesto por su hijo y mucho menos cuando la tía de Alfonso le enrostra en la cara las riquísimas pastas al horno que va a cenar mientras ella debe comer vegetalini . “Eso no es comida”, le dice. Y ni hablar de la madre de Alfonso, que -rebosante de juventud- a la noche desaparece, y quién sabe adonde se fue. Todo esto podría dar pie para una comedia de enredos y gags de lo más convencional. Pero nada es así en Un feriado particular . Di Gregorio no es actor y las señoras tampoco. Las situaciones no parecen surgir de un guión estricto, sino de ponerse a filmar conversaciones con un grupo de señoras que rondan los 80 años y cuya comicidad sale naturalmente, casi de manera documental. Si bien hay momentos donde el realizador subraya el tono cómico con cierta música y algún clip innecesario (aunque bello) por las calles de Roma, la película se aprecia como una comedia de personajes, casi un biodrama, más cerca de películas como La pivellina , digamos, que de la comedia alla’italiana más clásica. “No estás cansado, fingís que estás cansado, pero tenés ojitos pícaros”, le dice la madre de Alfonso a Gianni mientras bebe y fuma, convertida en una inesperada femme fatale de la tercera edad, ante un dueño de casa que no sabe qué hacer para manejar un grupo cada vez más rebelde y conspirativo. Y Gianni hará lo que recomiendan desde siempre: “si no puedes vencerlas, únete a ellas”. Y así, la pesadilla de “ferragosto” se transformará en una celebración muy tierna y humana de la amistad, del valor de las relaciones y, más que nada, del compartir una buena mesa de comida. Y si es “pasta al forno”, mucho mejor.
Una historia ligera y sencilla que seduce por su verdad y generosidad Difícil resistirse al encanto de esta pequeña historia ligera y sencilla que seduce por su verdad, su humor y su generosidad. Es una comedia italiana, italianísima, pero nada tiene de la ironía amarga, el grotesco o la intención satírica de Monicelli, Risi o Scola. Conserva, sí, el apego a la realidad que cultivó desde el principio el neorrealismo, la naturalidad sin artificios que aportan intérpretes no profesionales, la aproximación entrañable a sus criaturas, la mirada solidaria. Y claro, el humor. Un humor que se manifiesta no tanto en chistes o gags visuales como en situaciones. Está ya en la que pone en marcha la historia. Gianni, un soltero cincuentón que vive con su madre de noventa y tantos en un departamento romano y la cuida como a una nena ve convertirse su hogar, de un día para otro, en una minirresidencia para señoras mayores. No puede evitarlo. Tiene demasiadas deudas con el consorcio como para negarse a albergar a la madre del administrador cuando éste se lo pide. Son apenas un par de días, suficientes para que el hombre pueda aprovechar el feriado del 15 de agosto. Tampoco puede negárselo a su médico, amigo de siempre, que debe cubrir una guardia y no tiene con quién dejar a la mamá. Total, que la faena habitual se le multiplica por cuatro (también hay una tía inesperada) y la rutina de la casa se trastorna. Por fortuna es cariñoso y bien dispuesto y sabe cómo arreglárselas para mantener la armonía entre las ancianas, escucharlas, entretenerlas, dejarlas manifestarse, vigilar que tomen sus remedios y que no coman lo que no deben, sin perder nunca la paciencia. Cuando ésta tambalea, siempre hay una copa de Chablis para reponer energías. En su debut como director, Gianni Di Gregorio no hace sino sumar aciertos. El primero, la puesta, con una cámara que jamás se hace notar y sólo sale al exterior para registrar una Roma cotidiana, lejos de cualquier cliché. Otro, fundamental, la elección de las cuatro intérpretes no profesionales, cuyas edades van de los 85 de Marina (la que no renuncia a sentirse joven) a los 93 de Valeria, la dueña de la casa, que conserva modales y caprichitos de tiempos más prósperos). Mucho de sí mismas aportaron al guión estas damas entrañables con sus diálogos improvisados y al film con su fresca naturalidad. Di Gregorio, irreemplazable como Gianni, establece con ellas la complicidad afectuosa que se adueña del film entero sin ceder al sentimentalismo. Su lúcido retrato está hecho a pura sensibilidad, pero también con tanta delicadeza como para que cierta crítica al modo en que se trata a los ancianos -si se la quiere percibir- quede implícita.
Unos días de verano a orillas del Tíber Simple, llana, lineal, Pranzo di ferragosto es esa clase de películas –cada vez más infrecuentes en el cine italiano de hoy– que buscan comunicarse de manera directa con su público, pero sin resignar por ello nobleza y dignidad. El “ferragosto” en Italia es cosa seria. La palabra tiene su origen, por supuesto, en el latín, y se deriva de “Feriae Augusti”, que significa el “reposo de agosto”. En la antigua Roma, después de haber recogido la cosecha de los cereales se celebraban grandes fiestas populares y se les concedía a los animales de tiro (caballos, asnos y mulos) un merecido descanso, adornándolos incluso con abundantes flores. Fueron también fiestas en honor del emperador Octaviano Augusto. El día central era –y sigue siendo– el 15 de agosto, pero el ferragosto es hoy sinónimo de vacaciones, de verano, de playa. Y en Roma los únicos que quedan son los turistas extranjeros. Y los ancianos, como señala cáusticamente Un feriado particular (Pranzo di ferragosto, en el original), la cálida comedia que marca, a los 58 años, el postergado debut como actor y director de Gianni Di Gregorio. Por casi tres lustros asistente de dirección e incluso guionista de Matteo Garrone (el realizador de Gomorra), que puso aquí su respaldo y su nombre como productor, Di Gregorio asume el protagónico absoluto de su primera película como director. El es Gianni, un veterano soltero sin remedio, no muy afecto al trabajo y cuya única ocupación es atender a su madre anciana, a la que cuida con cariño, además de leerle en voz alta viejas novelas de aventuras, en un soleado piso del Trastevere romano. Claro, la fortuna familiar –si es que alguna vez la hubo– hace tiempo que se desvaneció y madre e hijo viven de deudas acumuladas, desde la cuenta del almacén hasta el alquiler y la luz. Por eso Gianni no tiene muchas alternativas cuando el administrador del edificio le pide, como un favor, que le cuide –por el feriado de ferragosto nada más– a su madre, así él también puede, como todos, tomarse un par de días en la playa. Lo que Gianni no sospecha es que con la señora Marina llega también otra anciana, la tía María. “No te preocupes, son dóciles –le dice el administrador a Gianni–. Donde las ponés, se quedan.” Para colmo de males, en esos agobiantes días de verano Gianni se siente agitado, hipertenso, y llama a su amigo, el doctor Marcello, que también tiene problemas con su madre. Hasta la enfermera rumana que la cuida se ha tomado el ferragosto y entonces, junto a una serie de recomendaciones y pastillas, le deja en depósito a Mamma Grazia. De más está decir que esas cuatro señoras son un amor, pero cada una tiene sus exigencias, demandas y caprichos, a los que Gianni tendrá que atender (la necesidad tiene cara de hereje) con la ayuda de un amigo, Vikingo, con quien comparte no sólo su afición al vino blanco fresquito sino también su aversión al trabajo. Simple, llana, lineal, Pranzo di ferragosto es esa clase de películas –cada vez más infrecuentes en el cine italiano de hoy– que buscan comunicarse de manera directa con su público pero sin resignar por ello nobleza y dignidad. En el film de Di Gregorio no hay estereotipos sino personajes, empezando por su singular protagonista (que se permite prescindir de los histrionismos a la manera de la clásica commedia all’italiana) y siguiendo por las cuatro octogenarias, que parecen trabajar a partir de sus propias personalidades y recuerdos, como si no fueran actrices. De hecho, no lo parecen, lo que le da a Un feriado particular –el título local pretende usufructuar la resonancia con Un día muy particular, el clásico de Ettore Scola– una rara dosis de verdad, como si de pronto el espectador hubiera sido invitado, también él, a pasar un inesperado ferragosto a orillas del Tíber.
Viejos son los trapos El calor pega fuerte en Roma a mediados de agosto. Es cuando se celebran las fiestas de verano y todos salen de viaje. Menos Gianni que se queda con su madre. Él es un cincuentón soltero y desocupado dedicado a las tareas del hogar y al cuidado de su anciana progenitora. La relación entre ellos es amorosa, se acompañan mutuamente. Sin embargo los problemas económicos les agobian y el consorcio del edificio donde viven reclama pagos atrasados. En una de las visitas que el administrador le hace a Gianni para ver el estado de las cuentas aquel le pide un favor muy especial a cambio de rebajar en algo la deuda. dado que va salir con motivo de las fiestas necesita de alguien que cuide a su madre. Gianni acepta y al otro día recibe a la madre del administrador que viene con yapa, la tía. De un día para el otro Gianni tiene a tres mujeres mayores de setenta viviendo con él y por quienes debe velar. Pero no quedará ahí la cosa. El médico amigo de la familia también debe viajar y sí, también le pide a Gianni que cuide de su madre. Una mujer que toma varias pastillas por día y debe seguir unaestricta dieta. Gianni tiene ahora a cuatro mujeres mayores a su cargo, en principio por un par de días. Se enfrenta al problema de los gastos y la ruptura de su rutina, todo en medio de una ciudad desierta y calurosa. El protagonista es además guionista y director de esta película en la que actúa con su propio nombre, como el resto de los personajes. Elige un tono medido, afable, sin estridencias. Se toma su tiempo para cada escena, en la construcción de cada plano parece poner la misma dedicación que su personaje pone en la atención de las mujeres. Se trata de un relato breve, simple, en el que podemos reconocernos y a través del cual se muestra que tan necesaria es la interacción entre esos viejos que acaban abandonados, destinados a una reclusión involuntaria por parte de sus hijos. Es una comedia ligera, de esas que reconfortan sin segundas intenciones. Para pasarla bien; si es en familia, mejor.
Una visita inesperada Escrita, dirigida y protagonizada por Gianni Di Gregorio, Un feriado particular es una de esas pocas comedias deliciosas que hacen de la cotidianidad un verdadero tesoro. Por su honestidad a la hora de abordar el tema de la vejez desde un punto de vista positivo, pero sobre todas las cosas volcado a la naturalidad de sus personajes: cuatro ancianas no profesionales que se entregan plenamente al juego de la actuación con una cámara que las observa en un registro cuasi documental. La ópera prima de Di Gregorio acusa su rabiosa cinefilia donde el fantasma del neorrealismo italiano dice presente. Por otra parte, en su carácter de guionista y colaborador de Matteo Garrone (Gomorra) es notable el trabajo sobre los diálogos y la sutil elección de las pequeñas situaciones que van contando la historia. Prácticamente una anécdota desde el punto de vista narrativo sobra para construir este relato pequeño donde quedan establecidas -sin subrayados- las relaciones humanas y, en un segundo plano, el vinculo entre las madres y los hijos, que llegada la etapa de la vejez supone naturalmente un intercambio de roles en el cuidado del otro. Gianni vive con su madre en unos departamentos en Roma y debe varios meses de expensas por lo que el encargado le propone un trato: hospedar por unos días a su propia madre a cambio de ir saldando las deudas. A Gianni no le queda otra alternativa que agachar la cabeza y aceptarlo pero recibe la sorpresa de otra intrusa que acompaña a la madre del encargado: una tía de edad parecida a la que luego se sumará la visita inesperada de la madre de un médico amigo, a quien también el protagonista le debe favores. De inmediato, la tranquilidad del hogar se ve interrumpida dado que las demandantes huéspedes entablan amistad y se sienten como en vacaciones. La particularidad de este film ganador del festival de Venecia en 2008 la constituye la capacidad de observación y poder de síntesis para abordar el proceso de la vejez tanto desde lo físico con una fuerte presencia de primeros planos que acusan el paso del tiempo en cada personaje como desde lo espiritual y mental a partir de la vitalidad y lucidez de las ancianas llamadas al convite, aspecto que hace prácticamente invisible a la cámara.
Cuatro viejas golosas y su cocinero La comedia a la italiana murió hace tiempo y aquello que sobrevive son retazos, fragmentos dispersos de una tradición que tuvo sus años de esplendor en los ’50, hasta dos décadas más tarde. Un feriado particular es una película sobreviviente de aquella forma de mirar al mundo: una historia que transcurre en la periferia de la gran ciudad, interpretada por actores no profesionales junto a la extraña mezcla (en este caso, lograda) de candidez y comicidad que manifiesta el argumento. Un hombre y su madre, la mamá y tía de su administrador y la mamma de su médico son los personajes de esta trama de una simpleza apabullante, que transcurrirá casi en su totalidad en un departamento del barrio de Trastevere. Las deudas acosan a Gianni y por ese motivo alberga a tres viejas, quienes junto a su inquieta madre expresarán sus mañas, temores, humores, celos y un ferviente deseo por vivir 100 años más. Los tonos que maneja Di Gregorio (también el actor principal) omiten los textos miserables y los golpes bajos; más aun, la superficial simpatía que transmite Un feriado particular (un fin de semana largo en el cual muy poca gente se queda en Roma) actúa de manera beneficiosa para que la narración encuentre sus mayores virtudes a través de pequeñas viñetas que describen las características del quinteto protagonista. El batallón de octogenarias está observado con la mayor calidez, pero también Di Gregorio le da a cada una de las cuatro viejas sus propios gestos, acciones, decisiones. Hasta sus clásicos achaques de salud, pero nunca sometiendo a sus criaturas a un humor que provoque compasión; todo lo contrario, el tono es bajo, casi susurrante, leve, pudoroso. Lo mismo ocurre con el pobre Gianni, de acá para allá con el delantal, conformando a las golosas señoras, encarnado a un excelente cocinero al servicio del batallón senil. Ocurre que Un feriado particular es una buena película por aquello que exhibe, pero también por esquivar todos los clichés y gestos fáciles en esta clase de films. <
Esta ópera prima de Gianni di Gregorio tiene la virtud de remitir a la tradición de la comedia italiana, popular, artificiosa y al mismo tiempo a la mejor comedia de la actualidad de ese país, algo vertiginosa, con muchos personajes. Roma es parte de la Europa unida, pujante, exultante de éxito, de trabajo, de felicidad, de dinero. Gianni, sin embargo, parece pertenecer a otra Italia, una Italia tradicional, popular, a mitad de camino entre la modernidad y la costumbre. Es parte de aquello que no dejan ver los fuegos de artificio de la modernidad financiera. Gianni es un hombre algo mayor que vive con su madre recluida en su habitación. Ella está al cuidado de este hijo dedicado, deudor eterno de cuanta cuenta pueda dejarse impaga. En Ferragosto, una fiesta en la que el feriado invita al turismo, sorpresivamente y de modo ciertamente extorsivo, tres mujeres de edad similar a su madre, son dejadas a su cuidado en el pequeño departamento. Imposibilitado a negarse, Gianni las recibe con más resignación que interés. Y lo que ocurrirá en esas 48 horas, revelará que el deseo es motor de lo vital. Esta ópera prima de Gianni di Gregorio (realizador, guionista y protagonista) tiene la virtud de remitir a la tradición de la comedia italiana, popular, artificiosa, ampulosa por momentos y al mismo tiempo a la mejor comedia de la actualidad de ese país, algo vertiginosa, con muchos personajes, sin demasiadas explicaciones. Con esa combinación de presente y tradición, que remite al cine y a la trama de la película, Di Gregorio, hace un film inteligente. Con mucha sencillez reflexiona sobre la edad y el deseo, sobre los valores del consumo, sobre el afecto, sobre el gesto sobrio del agradecimiento y el respeto sentido por las personas. Excelentes cada una de las actuaciones, los actores dotan a los personajes de un color y un brillo que, siendo varios y girando el relato entre todos ellos sin posarse en ninguno, no se opacan unos con otros. Cada personaje con sus particularidades, sus obsesiones, sus gestos personales, crean un mundo interno sumamente rico. Pranzo di ferragosto es una película bella. Disfrutable. Sencilla ¿Se puede decir mucho más? Sí, además tiene la humildad de no proponerse más larga que lo necesario. Dura apenas 75 minutos. Este es otro mérito de su realizador.
Una historia pequeña, sencilla, fresca y profundamente emotiva Ferragosto es una festividad popular italiana celebrada cada 15 de agosto. De raíces antiquísimas, tiene lugar con motivo de festejar el fin de las labores agrícolas del año en ese país. Sus antecedentes se remontan al Imperio Romano, en el período anterior a la existencia de la Iglesia Católica, y se realizaba en honor de la diosa Diana y el ciclo de la fertilidad y madurez. Según la tradición católica es el día de la Asunción de la Virgen María al cielo. El nombre de la fiesta actual deviene del original romano de Feriae Augusti El realizador Gianni di Gregorio dirigió en 2008 una exitosa comedia sobre el tema, con el título “Pranzo di ferragosto”, la que se ha estrenado en Buenos como “Un feriado particular”. Quizás lo que le falte a esta producción para lograr su excelencia es una mayor información, para los que la vean fuera del país de origen, respecto al ferragosto y su celebración. La historia es pequeña, sencilla, lineal pero fresca y profundamente emotiva narrada en 75 minutos bien servidos, ricos en calidad fílmica, tratados con inteligencia y sensibilidad por Gianni Di Gregorio para ganar al espectador, objetivo que logra por la atmósfera que consigue y la muy buena dirección de intérpretes. La historia gira centralmente sobre Gianni, quien vive con su anciana madre y acosado por algunas deudas, entre ellas con la administración del consorcio respecto de la vivienda que habitan En vísperas del ferragosto el administrador le propone que si cuida a su madre, también anciana, mientras él se toma vacaciones durante los días festivos, jornadas que, dicho sea de paso, suelen ser las más caluroso en Italia, quedará saldada la deuda que mantiene con la administración. Gianni con su simpleza y bonhomía terminará cuidando a las dos ancianas, a las que se sumará una tercera, madre del médico amigo (quien también le condonara lo que le adeuda a él), la que al llegar lo hace acompañada de sus amigas octogenarias. Con ritmo ágil transcurre este relato localista que termina siendo una historia global. Lo que se ve aquí puede transcurrir tranquilamente en cualquier parte del mundo. Gianni Di Gregorio logra un trabajo compacto dirigiendo a un grupo de señoras mayores, sin experiencia actoral, moviéndose cómodamente también como actor personificando al paciente y comprensivo Gianni Si bien es una historia filmada prácticamente en el interior de una casa, con algunos exteriores, atrapa por la simpleza. En cada personaje uno ve reflejado la vida misma. “Un feriado particular” no cambiará la historia del cine, pero nos hará pensar respecto a que alguna vez, cuando seamos muy mayores, podemos llegar a ser considerado objeto o un estorbo para quien nos tenga a su cargo. Para reflexionar, más allá de alguna sonrisa cómplice que podamos esbozar a medida que vemos el desarrollo de la narración.
El Ataque de las Abuelas Vi esta película en el BAFICI 2009. Parte de esta crítica fue escrita en ese momento. Recuerdo que la elegí por tres razones: 1º Debía hacer tiempo para ver otras películas (ese sábado me vi 8 o 9). 2º Duraba tan solo 75 (eternos) minutos, 3º Estaba vendida como una Comedia alla Italiana. Honestamente, vi muchas comedias italianas de enredos de los años ´60s y principios de los ´70s. Inolvidables son aquellas comedias costumbristas con personajes humildes, miserables pero honrados a los que les salía todo mal, dirigidas por Mario Monicelli o Dino Risi. Pero esta comedia apenas provoca una sonrisa. Es la historia de un hombre de 50 y pico de años que vive solo con su madre. Está jubilado. Como no puede pagar el alquiler acepta un trato con el propietario para que mientras este se va al campo con su amante, nuestro protagonista le cuida a la madre. Acepta, pero el propietario cae con la madre y otra tía anciana. Cuando a su propia madre le agarra una pequeña gripe, llama al médico, quien a cambio de la consulta, también le pide que cuide a su propia madre. Por lo que el pobre protagonista debe cuidar a un grupo de ancianitas, solo en apariencia simpaticas, que si al principio no se aguantan, mas tarde se haran inseparables y le haran la vida imposible, el fin de semana que se conmemora la fiesta de mediados de agosto. Si bien, por momentos divierte, el bajo presupuesto y el costumbrismo, sumado al amateurismo de todas las ancianas, la convierten en apenas un anécdota, un chiste de estudiantes de cine. Que habra visto Garrone en un guion tan poco original, tan superficial es un interrogante. Las situaciones no llegan al absurdo, cansan se reiteran, es monotona. La estética elegida por Di Gregorio (actor, guionista y director) se acerca más al neorrealismo que a la Comedia Monicelliana. ¿Vieron que a veces hay películas que se hacen entre amigos para divertirse y nada más? Bueno, muchas veces esto funciona. Otras, no. Acá Di Gregorio llamó a su madre y sus amigas. Visualmente se asemeja a un documental. Recuerdo mucho cámara en mano, largos e unjustificados planos secuencia. Quizás esto fue lo que le atrajo a Matteo Garrone, el director de Gomorra para producir esta película. Hay que admitir que Di Gregorio no tenía demasiadas pretenciones ni demasiada fe en la película y eso, en parte le juega a favor. Es como un capricho que le salió y punto. ¿Por qué ha encontrado distribución? No entiendo. Di Gregorio se muestra natural en su rol, pero el veterano elenco femenino demuestra una gran inexperiencia frente a cámara. Y si divierte, es mas que nada porque la mayoria del publico pasó alguna vez por algna situacion parecida con un grupo de ancianas y se siente identificado. No hay drama, no hay demasiada profundidad narrativa. Los personajes son así, y punto. Casi podríamos hablar de una película improvisada… ¿Efecto cassavetiano? Solo en lo superficial. Acá no hay un crítica social, ni una búsqueda de expresar sentimientos reprimidos. No. Es la IDEA. Y una sola idea no construye una película. Los 75 minutos se hacen demasiado largos. Recuerdo haber visto muchas veces el reloj en el Atlas Santa Fe 1, al tiempo que veía Un Feriado en Particular. Un cortometraje habría resultado simpático, pero un largo, se hace denso. Para ver en un centro de jubilados esta bien, pero en un Festival de Cine Independiente o un estreno comercial…
La nueva comedia italiana. Comencemos diciendo que Gianni Di Gregorio es el director y guionista de una comedia cuyo personaje principal se llama Gianni y está interpretado por el mismísimo Di Gregorio. Agreguemos que se trata de una película ligera, inteligente y divertida, que está filmada en su propio departamento del Trastevere y cuenta con un ingrediente autobiográfico que funciona como eje del relato. A esta altura, la comparación con el cine de Nanni Moretti de los años noventa se cae de madura. Sin embargo, Un feriado particular posee una filiación aún más fuerte con la mejor comedia a la italiana de los años sesenta, porque reflexiona sobre una cuestión social vigente, evitando los discursos y con una mirada lúcida y benévola. Para completar la doble descendencia sólo falta mencionar que la acción transcurre durante Ferragosto, con las calles de Roma desiertas, al igual que en Il sorpasso y Caro Diario. Pero la película de Gianni Di Gregorio no se limita a la copia estéril de aquellas obras maestras. Un feriado particular toma el tradicional humor corrosivo de la comedia a la italiana y lo sumerge en un baño documental decisivo y congruente con la modernidad de su puesta en escena. La anécdota es simple y original. Gianni es un hombre maduro que vive agobiado por sus deudas y por una madre posesiva. Gianni cocina, limpia, hace las compras y cada noche le lee un pasaje de Los tres mosqueteros para que se duerma. Como ambos viven en un departamento que tiene una abultada deuda de expensas, un buen día el administrador le propone a Gianni una importante reducción a cambio de que se ocupe de su madre y de su tía por un par de días, durante el feriado del 15 de agosto. Gianni no tiene más remedio, acepta a las dos ancianas, a las que luego se les sumará la madre de un médico amigo para completar el elenco. Ninguna de las cuatro señoras es actriz profesional, pero todas ellas se muestran extraordinariamente dotadas para hacer este tipo de cine. Su contribución es determinante en términos de espontaneidad, sencillez y verdad. Una verdad profunda que desborda la puesta en escena y evidencia la activa participación que tuvieron las actrices en la gestación de la película. El director organiza las tensiones y los desenredos. Las viejitas se encierran cada una en su cuarto para hacerse rogar, se disputan la tele y aprovechan la ocasión para ignorar su régimen alimenticio. El espacio se divide en rigurosos compartimientos y Gianni despliega toda su energía para que los distintos feudos se comuniquen. Las cuatro abuelas discuten como niñas, se escapan de casa como adolescentes y seducen como jóvenes mujeres. En torno a la mesa, alrededor de un fabuloso plato de pastas cuya receta es objeto de acaloradas polémicas, se tejen vínculos indefectibles. Las comidas, que suelen ser momentos ideales para la convivencia, son en cambio la ocasión para las bajezas más inocentes y las maldades más tiernas. Una se niega a comer con las demás, otra aprovecha para abandonar la dieta con un enorme plato de macarrones con queso. En medio de caprichos, chillidos y otras chocheras, Gianni pondrá sus nervios a prueba e intentará realizar dignamente su labor de anfitrión. La puesta en escena reposa en un juego sutil con la distancia y la proximidad. Las charlas entre las veteranas que evocan su pasado se escuchan muchas veces fuera de campo, desde la habitación de Gianni. La realidad de su desamparo es observada con cierta distancia y de manera fragmentada, o a través de pequeñas mentiras que dicen mucho más que largos discursos. Pero la cámara también explora en primer plano las pieles viejas y sus miradas falsamente ingenuas. Un plano ejemplar nos muestra a la madre de Gianni maquillándose antes de salir al encuentro de sus huéspedes indeseables. Es un largo primer plano sobre la piel que se transforma de a poco y nos invita a ir más allá de esa superficie arrugada. La madre de Gianni se maquilla para entrar en escena, se prepara para actuar. No sólo porque es una vieja preocupada por disimular su edad, sino porque además tiene que representar un papel, seducir y atraer todas las miradas. Un feriado particular es también un documental sobre estas cuatro actrices deseosas de reconocimiento. Una película profundamente italiana, reflejo de una sociedad matriarcal en cuya base se encuentra el amor filial. Gianni, el doctor, el administrador, todos trajeron a sus madres a vivir de vuelta con ellos y por eso nadie cuestiona que las abandonen un par de días. Pero la película tampoco se limita a sus resonancias locales y contemporáneas. Podemos apostar a que mantendrá su frescura y actualidad dentro de muchos años porque, como las grandes comedias a la italiana, Un feriado particular trasluce su esencia humana, universal y fuera de tiempo.
Recién a los 58 años el guionista, director y actor Gianni Di Gregorio arriba finalmente a su ópera prima, a través de esta breve pero verdadera joya llamada Un feriado particular. El título original, Pranzo di Ferragosto, se refiere a una festividad itálica que se realiza en el mes de agosto, y gira alrededor de Gianni, un romano desocupado casi sesentón acuciado por deudas, que vive con su madre viuda. El persecutorio administrador lo sorprende con la propuesta de cobijar a su madre en su casa durante los días festivos, a cambio de reducir sus deudas. Pero esta señora vendrá acompañada por una tía, a la que se suma la madre de su médico de cabecera, que le pide también que la cuide durante esas fechas. El hombre ve de pronto invadida su casa y deberá doblegar su esfuerzo ante cuatro mujeres de avanzada edad que precisan atención. Con toques inimitables que sólo pertenecen a la mejor comedia italiana, y un certero costumbrismo, Di Gregorio diseña una obra entrañable que quizás demandaba algunos apuntes extra sobre los personajes, dando una sensación de film en proceso que a la vez, dentro de sus códigos, es redondo. Pleno de matices resulta asimismo su propio trabajo como protagonista, mientras los espléndidos toques musicales de Ratchev & Carratello enmarcan esta pequeña pero deliciosa pieza cinematográfica.
Convivencia leal Un hombre ya entrado en la madurez vive con su madre en un departamento de la ciudad de Roma. El dinero no les alcanza y él dice no tener tiempo para trabajar porque está todo el día cuidando a la anciana. En la víspera de un feriado, recibe la visita del administrador del consorcio donde vive, quien, en lugar de apremiarlo, le ofrece un intercambio de favores. Le dejará a su propia madre en custodia durante dos días, para poder reunirse con su esposa e hijos en un paraje vacacional. En recompensa, le dispensará algunos privilegios, como perdonarle viejas deudas o facilitarle las llaves del ascensor, que sólo está habilitado para quienes pagan un extra por el servicio. Pese a su paciencia de oro, el sobresalto de tener que albergar a dos viejecillas y no a una, abuso edulcorado con una contribución dineraria suplementaria por el administrador, obliga al soltero a convocar a un amigo médico, quien a cambio de la consulta le deja también a su progenitora a pasar la noche, puesto que la enfermera que la cuidaba renunció, y él tiene que cubrir una guardia en el hospital. Hasta aquí, muchas de las cartas de la película Un feriado particular ya están sobre la mesa. Filme para armar Hay que contemplar y “armar” la película desde el propio punto de vista, buscando descifrar a cada uno de los personajes y la situación que los reúne, en la cual varios de ellos pondrán en juego su capacidad resiliente, y harán de esa convivencia casi forzada una oportunidad para superar dificultades individuales circunstanciales o tal vez más trascendentes... Sin embargo, uno de los mensajes implícitos en el cuento puede ser el del valor de la conducta gregaria, y acerca de algunos beneficios que se desprenden de la figura social de “comunidad”, para acceder a la cual se conceden algunas libertades y derechos a cambio de otros, imprescindibles para la evolución de cada ser humano en particular. Película de corta duración (75 minutos), de carácter apacible y amable, con algunas pinceladas de humor, donde los personajes y los acontecimientos son “mostrados” sin explicarlos demasiado.
El discreto encanto de ser anciano En Roma, Gianni vive en la casa familiar con su madre viuda. El primer plano de la película ya nos muestra su total dependencia, pero no desde el sufrimiento, sino desde la gratitud que la escena connota: le está narrando las aventuras de D’Artagnan, el clásico de Dumas. Es el primer signo de consagración del personaje hacia la simpática octogenaria. Luego vendrán otros porque la misma situación se multiplica. El día previo a la celebración de ferragosto, el administrador le propone reducirle las deudas a cambio del cuidado de su madre. Claro está, le agrega un adicional, la tía. Por si fuera poco, el médico particular le delega también a su progenitora. A partir de ahí, el relato parece volverse kafkiano por la misma imposibilidad del protagonista de cumplir con los requerimientos de las cuatro mujeres, sin embargo, Di Gregorio opta por la vitalidad antes que por la angustia, sin caer en la tentación de explotar la vejez como tema con fines melodramáticos baratos y lacrimógenos, con golpes bajos, tal como nos han acostumbrado varios oportunistas por estos lares. Todo lo contrario. Los personajes están perfectamente integrados al espacio casero y urbano de una Roma que, en pleno verano, queda vacía de italianos. Allí están los exteriores de un viejo almacén sin gente y los recorridos de la moto en busca de pescado por calles transitadas sin inconvenientes. Un feriado particular no es la gran comedia a la italiana que algunos quisieron ver y esto, lejos de convertirse en una crítica, es en todo caso el reconocimiento a su sencillez y a su austeridad. Lejos del eco gritón de los personajes clásicos de un Monicelli, la melancólica gracia de Gianni y de sus jóvenes ancianas remite más bien a ciertas zonas del neorrealismo. Hay aquí miradas y silencios que evidencian también una faceta política, sutilmente mostrada a través de la precaria condición económica del protagonista, su lucha cotidiana, pintada con breves pincelazos (cuando va a la despensa y le fían, cuando no puede resistirse a servir a cambio de los euros, entre otros hechos) y la escasez de lujo en una Italia sacudida mediáticamente por los desbandes de su primer ministro, afecto al ruido y al desborde. Es en este sentido en que la película es política, en lo que decide sugerir, lo cual se agradece (no olvidar que Di Gregorio es el guionista de Gomorra, otra sugerente película política). La cámara cerca, casi respirando por momentos con Gianni, ofrece un registro documental, trasunta realidad y le otorga credibilidad a la situación. Participamos de los placeres de un buen plato de macarrones y de los incesantes vasos de vino blanco, rituales que son contagiados por la forma en que el director nos acerca a sus criaturas, a su comprobable humanidad. La elección de actrices no profesionales, que incluso miran a cámara en determinados pasajes, es una acertada elección que refuerza lo cotidiano como un espacio privilegiado. Entonces, la clave de Un feriado particular pasa por combinar el placer que esto último implica sin descuidar por ello un matiz político presente. A esto remite la sonrisa prolongada del protagonista cuando decide tomarse un descanso luego de tanto trajín y se percata de la presencia del amigo durmiendo en su cama. Es el sabor agridulce de una clase que no accede a la comodidad económica deseada pero que subsiste con la energía de los afectos y de las buenas acciones, un conformismo bien saludable.
Gianni vive en la casa familiar con su madre viuda. El día antes de la celebración de Ferragosto, el administrador del consorcio lo sorprende con una propuesta muy poco habitual: que acoja a su madre en su casa durante los dos días festivos. Gianni es un hombre maduro de alrededor de 60 años que nunca se casó ni tiene familia, y por lo que se puede ver también está desocupado. Su día se define por atender a su demandante anciana madre y por darse algún gusto barato, fumando tranquilo en su balcón o tomando su copa de vino blanco en cada oportunidad que tiene. El fiado no deja de crecer y las deudas con el consorcio tampoco, por lo que cuando el administrador le pide que cuide a su mamá sólo por el feriado de Ferragosto, no tendrá más alternativa que aceptar. Él sabe las dificultades que supone cuidar a un mayor, despertarse de noche si es que lo requiere, cocinar, atender su salud, por ese motivo no quiere que su tarea se duplique. El verdadero problema se producirá cuando el supervisor del edificio lleve de sorpresa también a su tía, y Marcelo, su médico de cabecera, le pida el favor de cuidar a su madre mientras él hace su guardia nocturna. Cuatro mujeres de avanzada edad en la casa de Gianni abren el juego para una película sumamente entretenida con situaciones muy cómicas. Es un humor costumbrista basado más en diálogos a partir del conocimiento de los mayores que en situaciones a las que se considera de comedia en el cine actual, principalmente el norteamericano. Se trata también de una historia sobre una linda amistad que nace, no para el protagonista quien básicamente tiene intereses económicos en el acuerdo, sino entre ellas. El estar alejadas de sus hijos va a potenciarlas y va a permitir que se produzca una suerte de retroceso, dado que van a hacer reclamos, comer lo que no deban y hasta se escaparán de la casa, convirtiendo rápidamente al lugar en una suerte de guardería pero para mayores. Los caprichos iniciales pronto irán decantando en un acercamiento honesto por el almuerzo del feriado, creando un vínculo por el resto de sus vidas. Gianni Di Gregorio, quien hasta el momento se había desempeñado como guionista en diferentes realizaciones como Gomorrah, de Matteo Garrone, no sólo es el escritor, sino también el director y protagonista de esta divertida comedia italiana. Es en él en quien se sostiene en gran parte la película, transmitiendo su aire cansino y picaresco al espectador. Prácticamente en todos los cuadros brinda una actuación espléndida, la cual se ve favorecida con las intervenciones de las cuatro ancianas debutantes. Sólo basta ver las caras del final, mezcla de inocencia y esperanza, para entender que Grazia, Valeria, Marina y la tía María lograron complementarse a la perfección. Otro toque de distinción lo aportará el acompañamiento musical a cargo de Stefano Ractchev y Carratello Mattia, una suerte de Bajofondo mezclando música tradicional de Italia con electrónica. Sus escasos 75 minutos impiden que el humor decaiga y la convierten en una película digna de ver, ojalá sea así con la nueva realización de Di Gregorio, Gianni e le donne (Gianni y las mujeres), la cual tuvo su reciente estreno en su país de origen, aunque cabría la posibilidad de que, como en el caso de Pranzo di Ferragosto, haya que esperar tres años para que se estrene en Argentina.
En los últimos tiempos no es lo común descubrir una película que refresque a la audiencia, que destaque entre el calor y la densidad del verano porteño; que tome lo mejor del cine que ya no está y augure un futuro donde el cine todavía no murió. Sin embargo, los 75 minutos que dura Un feriado particular se sienten como una bocanada de aire fresco, como un oasis en el centro del desierto europeo. La historia se centra en Gianni, un hombre de clase media italiana que desde hace ya varios años se encuentra desempleado y se dedica a cuidar a su madre, una jubilada muy especial. Un día previo al concurrido feriado del 15 de agosto, el administrador del consorcio decide hacer un trato con él a cambio de que este le cuide a su madre el fin de semana largo. Como si esto fuera poco, al momento del administrador llevar a la madre, ya que esta le lleva también a la tía, y con el correr del film al pobre protagonista se le adhiere otra pobre jubilada. Esa es la base con la que el film parte rumbo a la locura, Gianni entrega sus días a las cuatro señoras mayores que se dedica no solo a cuidar, sino también a alimentar y dormir. Con varios enredos en el medio y más de una aventura en pleno centro de la bella Roma. La película nos muestra personalidades sencillas, de gran corazón, gente simple y sincera, gente humilde en situaciones cotidianas; algo no muy habitual en el cine actual, donde en general tiene que haber un personaje exagerado y poco creíble para sacarle una risa al espectador. Gianni Di Gregorio es el autor de esta película, su opera prima en la que cumple el rol de director, guionista y actor protagónico. Si bien es su primera obra como director, Di Gregorio se ha desarrollado desde la década del ’70 en el ambiente cinematográfico y eso se ve reflejado en el film. Si bien es una producción de hace ya 3 años, en su momento fue la ganadora a mejor película en el festival de Venecia, y la recaudación que tuvo en su país de origen fue más que llamativa. Un feriado particular hace honor al neorrealismo italiano, actores no profesionales tematizando las condiciones económicas de la Italia posmoderna. Haciendo honor a sus raíces cinematográficas, deleitando al espectador con una comedia sencilla, aunque no por eso menos contundente.
Divas A mediados de agosto hay un fin de semana largo en que todos los italianos aprovechan para tomarse unas vacaciones. Dicen que durante esos días en Roma solamente quedan el calor, calles vacías y casas de ventanas abiertas en las que se refugian los que no pudieron irse, principalmente pobres y viejos. Ese es el tiempo en que transcurre y esos son los protagonistas de una película cortita y sencilla que se llama Pranzo di Ferragosto y que acá tradujeron como Un feriado muy particular. Un cincuentón tirando a vago vive con su mamá. Cuidarla, ir a hacer las compras y tomarse unos vinitos es toda su actividad. Pero las deudas aprietan y recibe la oferta de cuidar a otras tres viejas durante el fin de semana mientras sus hijos se van por ahí de paseo. Esta podría ser una historia de denuncia sobre el abandono por parte de la sociedad a sus mayores, o bien una comedia despiadada sobre lo incómoda que puede resultar la presencia masiva de la tercera edad en la vida de este tipo, lo que aumentaría las probabilidades de que resulte una película terrible al mejor estilo de la tradición italiana. Pero por suerte Pranzo di ferragosto no cae en ninguna de esas taras gracias al cariño con que el director se dedica a retratar- y a tratar- a estas señoras. Todas posibles abuelas nuestras, las damas en cuestión se muestran con el esplendor y los caprichos de verdaderas divas, cotidianas pero divas al fin. Se pelean por la exclusividad de una tele, el talento para preparar una comida, o deslizan comentarios maliciosos (crueles y precisos) unas de otras. Son divertidas y elegantes a su forma. Los planos no les ahorran ninguna arruga, pero las muestran atractivas luciendo rouge, perlas y camisas con puntillas. Las viejitas, se nota, no son actrices, pero hacen tan de ellas mismas (y de tantas otras) que superan a cualquier profesional de método aceitado. Por su parte, el cincuentón de la ficción (que en los créditos resulta ser en la vida real actor y director de la película) las cuida amorosamente con pequeños detalles. Por ejemplo, busca la descripción de D´Artagnan para que su mamá pueda imaginar al héroe del libro que le está leyendo en voz alta, le sirve a otra señora un vinito con soda para que se tome mientras cocina o escucha pacientemente las historias viejas repetidas una y mil veces. Pranzo di ferragosto transcurre durante una fiesta y, como en toda celebración, es importante la comida, aquí fuertemente vinculada visual y argumentalmente con la trasgresión y el placer. Mortadela, pasta al horno, pescados frescos, vino y hasta unas verduritas son también protagonistas de esta historia porque en la mesa y sus alrededores es donde se encuentran y desencuentran los personajes. Por todo esto vale la pena esta película chica sobre gente grande, parecida seguramente a divas que alguna vez conocimos y quisimos, acá cerca, en nuestra casa.
La tercera edad también quiere divertirse En una semana que fue raro haber visto dos estrenos europeos (el otro fue "Le concert", de la que ya hablamos), nos llega desde Italia un film muy interesante (no por nada ganador del Festival de Venecia en 2008) que no pasa desapercibido en cartelera, ya que fue la sorpresa de la semana, llevando mucho público a sus salas, teniendo en cuenta la cantidad de pantallas que tuvo. Gianni Di Gregorio, el director, ha sido reconocido siempre por su trabajo como guionista (hemos visto aquí "Gomorra", que él escribió). Y a los 58 años le llegó la oportunidad de ser el responsable final de su propio proyecto, por primera vez. Junto a Simone Riccardini, escribieron y soñaron esta película y pudieron plasmarla en una interesante obra sobre la tercera edad en vacaciones (época donde todos les escapamos a los viejos). Saben ustedes que la película se llama "Pranzo di ferragosto", alusión clara a la época donde todo el mundo se manda a mudar de sus trabajos y casas y se dispersan por la península y el resto de Europa a pasarla bien, aunque sean sólo 2 días. Un período de receso laboral donde las ciudades más importantes quedan desiertas y aquellos que pueden (que son muchos), salen a disfrutar del verano a pleno (agosto 15, les suena?). Un tema que se da en esta época entonces, es, ¿Qué pasa con los adultos mayores a los que su familia deja en la ciudad mientras ellos salen de vacaciones?. Si bien puede parecer un tema revestido de simpatía y que abre el juego a pensar situaciones divertidas, lo cierto es que encierra una pregunta fuerte, subliminal quizás para algunos (pero muy presente), que está relacionada con el destino de nuestros ancianos. Vivimos en una sociedad donde lo único que sirve es ser joven y los valores que nuestra sociedad de consumo trae atentan contra la protección de las personas de edad. Antropológicamente, sabemos, que las culturas primitivas veneraban el conocimiento de quienes más habían vivido y revestían a esos hombres y mujeres de cuidados especiales. Esto, aquí y ahora, ha cambiado. Los adultos mayores requieren atención, compañía y acompañamiento para seguir viviendo una vida feliz. El tema es si estamos dispuestos a hacernos ese espacio para ofercérselos. Este es el punto basal del relato. Gianni (también protagonista!) es un hombre maduro con problemas económicos. Le gusta la vida cómoda,lo vemos levantando un vasito de vino siempre, tranquilo y tratando de escabullirse de sus acreedores...Vive con una madre despótica y su endeble panorama de ingresos lo lleva a recibir una oferta que no puede rechazar. Como su presente financiero es casi escandaloso, y la situación con el administrador de su consorcio es terminal, éste le ofrece condonar parte de la deuda si cuida a su madre y a su tía durante el "ferragosto" (dos días). Claro, que la cosa no queda ahí. Su amigo y médico de cabecera tiene que estar de guardia en el hospital, entonces le sumará al grupo a su madre, como pedido personal. Resultado, Gianni tendrá que lidiar con cuatro mujeres de personalidad fuerte y particular, tenerlas contentas y felices y deshacerse en estrategias para que la convivencia sea apacible hasta que el feriado termine. Cine italiano, costumbrismo puro, familia, pasta, afecto, bromas, encuadres en espacios reducidos, sonrisas, emoción. Eso es "Pranzo di ferragosto". Una crítica social (quizás), bien presentada y contada en forma de relato luminoso, donde no podemos sino amar a las cuatro viejitas que vemos en pantalla, con especial énfasis en la madre, jugada por Valeria Franciscis y la de Alfonso, Marina Cacciotti. Las mujeres en cuestión, junto a las protagonistas, no tenían experiencia como actrices profesionales. Todo un descubrimiento. La atmósfera donde se desenvuelven está plagada de emoción y nosotros, descendientes de italianos, adoptamos la mirada sin titubear: forma parte de nuestra herencia. Por lo demás, el relato es corto (75 minutos), muy divertido y con diálogos imperdibles, la música suena un tono más del soportable (me recordaba a los ruidos de cantinas, en cierto momento) y todo esto redondea un film muy rico y gustoso para quienes les gusta lo italiano puro, innegablemente intenso, colorido y familiero. Muy buena elección para todo tipo de público.
Día de las madres Esta pequeña gran película goza de un gran humanismo y ternura. Todos sus personajes mantienen un tratamiento simpáctico, honesto y agradable, que nos recuerda las sutilezas de la vida. El director no nos pinta a brocha gorda una pelicula compleja y pretenciosa, sino que con un pincel chiquitito nos dibuja magistralmente, con paciencia y esfuerzo, un departamento lleno de centenares de detalles, matices y colores. A travéz de un duro trasfondo político que sirve tanto como disparador de la historia o como una faceta trágica y triste de nuestro protagonista, se dearrolla esta reunión de ancianas a las que Gianni tendra que agasajar con paciencia y comprensión. Gianni es un personaje tan complejo como simple, sus acciones y gestos son de una gran naturaleza que pueden aparentar cierta facilidad a la hora de ser interpretado. Pero detrás de esas caras se encuentra un hombre cansado y perdido, que bebe continuas copas de vino y que nunca baja los brazos, siempre permanece activo. Su amor hacia su madre es claramente su mayor problema ya que no sólo lo hunde económicamente, sino que lo priva de tener una vida propia. Las ancianas son la escencia que le da sabor a esta película. Sus ocurrencias, peticiones y trevesuras son tratados por el director con gran ternura y emoción. Nunca cae en un posible patetismo hacia sus actrices. Siempre las trata con respeto y admiración, de ahí es que grandes escenas como el escape de marina a la ciudad o el descubrimiento de Grazia comiendo la pasta, generan semejante simpatía con el espectador. El desarrollo de la historia es espectacular. Ya planteado el conflicto, Gianni no tendrá escapatoria. Su departamento estará invadido de ancianas y si no está en medio de la disputa de su madre con Marina por el televisor, está en la cocina escuchando, mientras cocina, a la incistente tía María. Por lo que Gianni no tendrá descanso y para colmo, luego, su médico le dejará para que cuide también a su madre, Grazia. De ahí en más, se observará como las mujeres se irán relacionando y amistando, donde al final nos recordarán como no hay nada mejor en la vida que estar acompañado. Pero ojo, todo tiene su precio.