Cuando el miedo nos hace valientes. Mucho tiempo atrás pensar en la posible conjunción de Disney y Pixar hubiera sido una utopía certera, sin embargo la primera compró a la segunda y gracias a esa inesperada “amistad”, nos regalaron fabulosas historias animadas como Toy Story, Buscando a Nemo, Monster Inc., Intensamente y tantas otras, aclamadas por público infantil y adulto. De eso justamente trata su tan esperada Un Gran Dinosaurio, de la impensada amistad entre un Apatosaurio llamado Arlo y un humano llamado Spot. La hipótesis en que se basa la película está centrada en qué hubiese pasado si el asteroide que impactó sobre la Tierra hubiera seguido otro rumbo, y los dinosaurios no se hubiesen extinguido. Es así como encontramos a estos personajes desarrollando sus vidas en esta aventura prehistórica que tiene un poco de comedia dramática (Disney nunca se va a privar de algún que otro golpecito bajo, de esos que te generan una angustia leve, pero angustia al fin), y otro tanto de aventuras protagonizadas por este entrañable dúo (más una variedad de personajes muy bien compuestos y desarrollados, de esos a los que ya nos tienen acostumbrados). Arlo, el pequeño gran dinosaurio, desde que nace vive con miedo, a todo y todos, mientras que sus hermanos son todo lo opuesto. Sin embargo, él siempre insiste en superarse, en intentar vencer ese temor con el que ha nacido, tanto por él mismo como para demostrarle a su padre que él también es digno de dejar marcada “su huella” en la historia. Henry, su progenitor, confía más en su hijo de lo que Arlo piensa, razón por la cual le encarga la tarea de atrapar a “la criatura” que roba el alimento que ellos tan laboriosamente cosechan. Sin embargo, Arlo sentirá empatía por la famosa criatura, el pequeño humano Spot, con quien -gracias a un giro en la historia- se volverán cómplices inseparabales en el árido desierto, donde lucharán contra las más variadas criaturas y donde hallarán una pintoresca familia de Tiranosaurios Rex, aliados incondicionales que le mostrarán a Arlo la importancia de tener miedo y de poder vencerlo. El debut del director Peter Sohn, presente en el reciente Festival de Cine de Mar del Plata, y quien trabaja para Pixar desde hace muchísimo tiempo, no pudo ser mejor, ya que este film es impecable por donde se lo mire: los efectos especiales son de una calidad sublime (esta es la película que más tiene en la historia de Disney) y los paisajes desarrollados tecnológicamente se convierten en un personaje más (a veces olvidamos que estamos ante una película de animación, lográndose una sensación de realidad pocas veces vista). La historia de roles invertidos, donde el humano funciona como una especie de mascota adorable, hace pensar, quizás, en alguna similitud con aquel Principito que quería domesticar al zorro. Algo de ese espíritu de amistad está presente también aquí, en este viaje para volver a casa, que termina convirtiéndose en un viaje para encontrarse con uno mismo. Eso le pasa al gran Arlo, y también es posible que le pase a todo aquel decidido a enfrentarse con sus propios miedos.
Pixar estrena película por segunda vez en el año, una historia completamente opuesta a “Intensa-Mente” (Inside Out, 2015), pero con todos los elementos característicos del estudio de la lamparita. Un viaje iniciático donde la naturaleza es el verdadero villano y los protagonistas dos seres muy diferentes con un montón de vivencias en común. “Un Gran Dinosaurio” (The Good Dinosaur, 2015) sufrió varios traspiés antes de llegar a la pantalla grande. Su historia cambió de manos, pero nunca perdió esa esencia pixariana. El debutante Peter Sohn –un viejo conocido del estudio, responsable del simpático cortometraje “Parcialmente Nublado” (Partly Cloudy, 2009)-, tomó el toro por las astas cuando Bob Peterson -guionista y co-director de “Up- Una Aventura de Altura” (Up, 2009) entre otras cosas-, se desligó del proyecto en 2013. Esta nueva maravilla de Pixar (sí, disculpen la falta de objetividad) parte de la base de que el asteroide esquivó la Tierra, los dinosaurios nunca se extinguieron y ahora conviven, de alguna manera, con los humanos en su forma más salvaje. Alro es un joven y asustadizo apatosaurus que proviene de una curtida familia de “granjeros”. Si, los dinos cosechan y le hacen frente a las alimañas en su pequeño paraíso en la Tierra que no deja de estar rodeado de peligros. Peligros que llegan de la mano de la Madre Naturaleza a la que el cuadrúpedo le tiene un miedo atroz. Algo marca para siempre la vida de Arlo, que no sabe como ganarse ese lugar que le corresponde entre sus hermanos, mucho más fuertes y capaces que él. Pero el destino le tiene preparado otros planes cuando un desafortunado accidente lo aleja del hogar y se pierde en la inmensidad de un mundo bastante violento. Así cruza caminos con Spot, un pequeñín humano y salvaje al que, demasiado desconfiado, termina adoptando como mascota. Claro, “Un Gran Dinosaurio” invierte los roles y los animales –muy diferentes en actitud a lo que conocemos gracias a “Jurassic Park”, por ejemplo- son los verdaderos protagonistas. Una fauna plagada de extrañas criaturas, muchas veces, poco amigables. La película está llena de contrastes. A unos simpáticos dinos, casi caricaturescos, se le oponen unos escenarios imponentes y con un nivel de detalle que nos hace olvidar que estamos viendo una película animada realizada por computadora. Cada imagen es increíble y, junto con la genial banda sonora a cargo de Jeff y Mychael Danna), nos retrotrae al más clásico relato del Lejano Oeste, lleno de rancheros y ladrones de ganado, entre otras cosas. Arlo y Spot exudan esa ternura que no se puede dejar pasar, pero que choca con algunos momentos escatológicos, hilarantes y sobre todo ultraviolentos (podríamos decir casi tarantinescos), eso si tenemos en cuenta que no deja de ser una película para “todo público”. Y a no olvidar esas sutiles referencias que nunca sobran. La mayoría de los films de Pixar hablan de un viaje (intrínseco o real), así como los grandes relatos de la humanidad. Acá, a la travesía en sí, se le suma el autodescubrimiento, la definición de amistad y de familia, cosas simples que ya sabemos y entendemos, pero en las manos de la gente del estudio se convierte en risas y lágrimas por partes iguales. Mención aparte merece “Sanjay - El Súper Equipo” (Sanjay´s Super Team, 2015), el cortometraje “inspirado en hechos reales” creado por Sanjay Patel, que se exhibe antes de la película. Un enfrentamiento de generaciones, prioridades y un redescubrimiento de las culturas que brilla tanto desde lo visual como de la tiernísima historia que nos cuenta. “Un Gran Dinosaurio” no es lo más brillante de Pixar, pero es una gran aventura con una historia original, cargada de humor, homenajes, mucha acción y esos momentos que nos fruncen la garganta. No se dejan llevar por la primera impresión, detrás de esos animalitos de caricatura hay una historia tan humana como emotiva. Dirección: Peter Sohn Guión: Meg LeFauve Elenco: Con las voces de Jeffrey Wright, Frances McDormand, Maleah Nipay-Padilla, Ryan Teeple, Jack McGraw, Marcus Scribner, Raymond Ochoa, Jack Bright, Peter Sohn, Steve Zahn, Mandy Freund, Anna Paquin.
Para tratarse del primer proyecto maldito de Pixar, que les costó a los realizadores y directivos del estudio sangre, sudor y lágrimas , Un gran dinosaurio terminó siendo un film decente. Está muy lejos del nivel artístico al que nos tiene acostumbrado esta compañía, pero también hay que destacarlo, nunca cae en la mediocridad de Cars 2. Por supuesto, si lo comparamos con Pie Pequeño en busca del valle encantado, de Don Bluth, o Dinosaurios (subestimado film de Disney) este estreno es un especial de televisión clase B. No obstante, para tratarse de un proyecto que estuvo plagado de problemas desde su origen, el resultado final es una producción que se deja ver y le brinda un entretenimiento ameno a los más chicos. Un gran dinosaurio nació como un proyecto personal de Bob Peterson (el director de Up) y originalmente su estreno se había anunciado para junio del 2011. Sin embargo, los problemas con el guión y la falta de un enfoque definido en el argumento generaron que el estreno se postergara en varias ocasiones. Primero se anunció para noviembre del 2013 y luego para mayo del 2014, algo muy inusual en Pixar. Las postergaciones tenían que ver con el hecho que no le encontraban la vuelta al conflicto de la historia. Los directivos de la compañía luego removieron a Bob Peterson y los productores originales para reconstruir literalmente la película de cero con el material que tenían. Inclusive los actores que interpretaron con sus voces a los personajes tuvieron que volver a grabar sus diálogos, ya que la trama había cambiado por completo. Nunca podremos saber cómo hubiera sido el film original de Bob Peterson, pero Un gran dinosaurio no está tan mal. Su mayores méritos se encuentran en los aspectos técnicos. La película curiosamente retoma una estética similar a la que había tenido Dinosaurios, donde los personajes animados se desenvolvían en escenarios live action. La diferencia en este caso es que las ambientaciones naturales fueron reconstruidas con animación CGI donde los realizadores consiguieron un realismo escalofriante. Desde los aspectos visuales la películas es fabulosa y tiene algunas escenas hermosas que se vieron favorecidas también por la música de Mychael y Jeff Danna. La gran desventaja de Un gran dinosaurio pasa por el guión que es un collage de elementos trillados que ya vimos centenares de veces en otras propuestas. Una vez más Pixar acudió a la fórmula explotada de dos personajes con temperamentos diferentes que se unen en una aventura para llegar a un destino determinado. Lo vimos en Toy Story (que ni siquiera fue una idea original porque robaron de manera burda el concepto de La tostadora valiente), Buscando a Nemo, Up y hace unos meses en Intensamente. En ese caso la emociones Alegría y Tristeza tenía que unir fuerzas para llegar a tiempo al centro del cerebro de Riley y equilibrar sus emociones. En esta nueva película el dinosaurio forma un equipo con un niño humano para volver a las tierras donde habita su familia. Un concepto similar que también trabajó con más precisión Spirit, el corcel indomable, de Dreamworks. Gran parte del conflicto gira en torno al dinosaurio y su baja autoestima que le impide enfrentarse a sus miedos personales, otra idea que ya vimos en numerosas películas de animación. Esta vez el despliegue de creatividad que tanto se asocia con Pixar, el estudio más sobrevaluado en la industria de la animación, brilló por su ausencia. Comparada con algunas producciones que brindó la animación europea recientemente como Ernest y Celestine, esa joya maravillosa que fue La canción del mar o Un gato en París, Un gran dinosaurio es un film que carece de elementos originales y creativos. Más allá de los aspectos técnicos y los momentos sentimentales, no hay grandes cualidades para destacar en esta producción. Ahora bien, estos aspectos débiles no significa necesariamente que sea una mala película. Reitero, funciona como una buena opción para que los más chicos se entretengan, pero como propuesta de animación es un estreno más que difícilmente será recordado entre los grandes títulos de Pixar.
Me pareció ver un lindo dino Un gran dinosaurio (The Good Dinosaur) le llevó a Disney Pixar seis años de desarrollo y en el medio perdió a su director original (Bob Peterson), quien fue reemplazado por su compañero Peter Sohn. Al ponerse al frente del proyecto, decidió que la edad de Arlo, el dinosaurio, fuera de 11 años, en vez de los 20 que había imaginado Peterson. Claramente eso llevó a rearmar la historia y mucho de lo que se había pensado al momento. "Arlo, de alguna manera, está reflejando mi propia vida, yo represento una minoría en Nueva York, cuando yo era un niño no había allí muchos coreanos y cuando estaba en esa edad de Arlo había muchas cosas que me atemorizaban en el camino de encontrarme a mí mismo", comentaba Sohn El film reimagina la era prehistórica mostrando cómo habría sido la Tierra si el meteorito que chocó con el planeta jamás lo hubiese hecho y los dinosaurios no se hubieran extinguido. La historia se centra en Arlo, un dinosaurio que desde su nacimiento es diferente a sus hermanos Libby y Buck: es pequeño y débil. En el viaje hacia su descubrimiento y enfrentamiento a sus miedos, conoce a un niño humano perdido. En Un gran dinosaurio estamos frente a una clásica road movie, pero en esta ocasión es animada. El guion es sencillo, y posiblemente sea el único problema del film. Se diferencia poco y nada de otras películas animadas que hayamos visto, e incluso se repiten algunas escenas calcadas (recordarán al momento de ver la película, una secuencia de El Rey León). Pero sí tenemos buenos personajes secundarios que sobresalen por diversión y ternura, el humor y el toque infaltable de tristeza que este tipo de películas acostumbran llevar como marca insignia y nos pega en los sentimientos. Un párrafo aparte y merecido para la explotación visual de los paisajes naturales: son la estrella sin dudas de Un gran dinosaurio, sin dejar de lado las diversas secuencias de acción. Posiblemente la crítica rigurosa no sea para Un gran dinosaurio, sino más bien para Pixar, por todos los años en carrera que lleva y por acostumbrarnos a superarse cada vez más. Estamos frente a un film decente y prolijo. Se trata de una película recomendada para llevar a los más pequeño, porque haciendo uso del entretenimiento no deja de contar una lección de vida.
Se estrena Un gran dinosaurio, de Peter Sohn, la segunda gran apuesta de Pixar para este 2015. El cine de Pixar es un viaje de ida y vuelta. Los viajes transforman a los personajes, los ayudan a madurar, aportan aventuras y enseñanzas, pero sobretodo los enfrentan a peligros y prejuicios que deben aprender a superar. En estos viajes, la compañía se vuelve esencial, y así como Alegría y Tristeza debían complementarse para regresar a la mente de la protagonista de Intensamente, en Un gran dinosaurio, la relación entre Arlo y Spot es la esencia del crecimiento –seudo coming of age- del “gran dinosaurio”. Todo comienza con una suposición. ¿Qué habría sucedido si el meteorito que acabara con la vida de los dinosaurios se hubiese desviado de su ruta y pasado de largo? A partir de ahí, Sohn transporta al público millones de años atras y presenta a una familia de Apatosaurios que viven en las montañas como campesinos, formando huertas de maíz, recolectando alimento para el invierno. Como todo cuento clásico, Arlo, el menor de la familia, es un dinosaurio miedoso, que no puede estar a la altura de sus hermanos. El padre le enseña que debe ganarse su posición trabajando. Diversas circunstancias derivan en que se encuentre con un niño humano, que se comporta mezcla chimpancé y mezcla perro. En su persecución, Arlo cae al río y para encontrar el camino a su casa, deberá atravesar diferentes paisajes acompañado de este niño que se convertirá en su mascota, guardián y mejor amigo. Como sucede en toda la factoría Pixar, la amistad entre seres opuestos es un eje central de la narración. Arlo y Spot vivirán diversas aventuras y conocerán amigos y enemigos, entre los que se destacan, una familia de T-Rex que cumplen un rol de ganaderos, y que se alejan del estereotipo malvado que se le da en la mayoría de las películas de animación. Sohn construye una narración clásica con algunos pasajes ya transitados por el cine Disney. Se pueden ver varias escenas, e incluso personajes, que inevitablemente, remiten a El rey león, acaso una de las obras cumbres de los últimos 25 años. Sin embargo, lo que acá resulta más novedoso es que el verdadero enemigo no son las diversas especies que se oponen o intentan poner en peligro la vida de los amigos, sino la fuerza de la naturaleza en sí: los ríos y tormentas son la verdadera fuerza opositora del relato y adquieren una espectacularidad visual admirable. Nuevamente, Pixar y Disney se superan en lo que respecta a diseño de paisajes –mención aparte, los fondos salieron de la cabeza de un argentino- y efectos audiovisuales, imponiendo una verosimilitud poca veces vista en el género de animación. Humor, drama, aventura y suspenso conviven en Un gran dinosaurio, donde los valores familiares resaltan con sutileza. Un gran dinosaurio carece de la originalidad que siempre se le exige a Pixar, pero en cambio construye un cuento sin fisuras y emotivo, visualmente estimulante y disfrutable para todas las edades. Imperdible el corto que precede al film.
Película familiar noble y disfrutable Un gran dinosaurio -película con una problemática producción que incluyó la salida de su director original, Bob Peterson; un cambio de rumbo artístico; el reemplazo de los intérpretes que aportaron sus voces, y una demora de 18 meses en su lanzamiento- parecía destinada a convertirse en una catástrofe para Pixar. Nada de eso. Si bien está lejos de alcanzar las cimas de gemas como WALL-E o la saga de Toy Story, se trata de una más que digna propuesta. Podrá argumentarse con razón que la historia es más convencional y sentimental que en otros films previos del estudio liderado por John Lasseter, que se parece más a una película clásica de Disney que a los proyectos arriesgados de Pixar, que no tiene tantos atractivos para el público adulto, pero así y todo el cuento funciona muy bien y -aquí reside su principal mérito- es un prodigio técnico-artístico. Se sabe que animar el agua es uno de los mayores desafíos para cualquier producción, y aquí un río correntoso (y en cierto momento hasta unas cataratas) está casi siempre presente. Otra reto era lograr que los paisajes hiperrealistas no entraran en contradicción con los personajes caricaturescos (sobre todo los dinosaurios). Los resultados, en ambos casos, son notables. La película narra la historia de Arlo, un dinosaurio de 11 años que sufre la muerte de su padre (otra constante del mundo Disney) y, tras caer en un río caudaloso, se pierde en medio de la naturaleza salvaje. Inseguro y torpe con su cuerpo voluminoso, el típico antihéroe deberá enfrentar diversos peligros en su largo y tortuoso regreso al hogar. En el camino se topará con un niño salvaje llamado Spot, que se convertirá en su inseparable mascota (en un simpático juego de inversiones el animal aquí habla y es el verdadero protagonista, mientras que el humano no dice ni una palabra y hace las veces de risible ladero). Con un look muy bello de paisajes a la National Geographic mostrados con inmensas panorámicas y tomas cenitales, mucho humor físico (puro slapstick) y un buen segmento que apuesta a la estética de western (allí aparecen los T-Rex, pero ya no en plan sanguinario, sino como viejos sabios de las praderas), Un gran dinosaurio puede no resultar un paso trascendente en la riquísima historia de Pixar, pero tampoco es uno en falso. Se trata de una película familiar noble y disfrutable. A esta altura, no es poca cosa.
Animalitos de Dios Pixar vuelve a crear un universo propio en el filme en el que el dinosaurio es el amo, y el humano, la mascota. Las películas de Pixar no sólo tienen la vara muy alta -porque previamente la pusieron allí- sino que suelen ser originales desde su temática. Aquí, en Un gran dinosaurio, no importa tanto el arco narrativo, porque la historia es de las más sencillas surgidas de la gente que nos dio Buscando a Nemo, Toy Story y WALL-E. No es cómo se narra, sino lo que cuenta. No la anécdota, ni el hilo narrativo, sino los elementos, las emociones que bordea o integra. Para comenzar, por si no vieron el trailer, el inicio del filme de Peter Sohn ya plantea un giro novedoso. Un meteorito ingresa a la atmósfera, y va a impactar en la Tierra, hace millones de años. Sabemos que los dinosaurios desaparecieron por ello. Los dinos están pastando lo más tranquilos, y el meteorito sigue de largo. Los dinos lo observan y continúan con lo suyo. A partir de allí, la revolución, ya que los dinosaurios gobernarán la Tierra y los humanos serán como los animales, las mascotas. Al menos Spot, el niño que Arlo, un dinosaurio algo temeroso, terminará aceptando como perrito faldero. Un gran dinosaurio (que en el original no es grande sino bueno) es una road movie, ya que Arlo se pierde y debe regresar a Los Tres picos. Allí lo esperan, en la granja, sus hermanos y su madre. Y si a alguna película le debe inspiración es a El Rey león. El público, como dice cierta señora, se renueva, claro, pero muchos chicos de hoy la tienen igualmente como favorita. No a la señora, sino a la película con Simba y el “recuerda quién eres”. Tal vez si obviamos cierta muerte, y la aparición de personajes que cumplen casi el rol de las hienas, podríamos pasar por alto el, ejem, homenaje. Lo que atrapa en Un gran dinosaurio es lo visual. El agua parece agua, el horizonte no termina, y lo único que le falta a Pixar es lograr que los humanos sean humanos. Hablábamos de emociones. En esta viaje, que por momentos parece un western, no sólo porque los paisajes que inspiraron son del Oeste estadounidense, hay solidaridad, y mucho temor ante lo desconocido, sea la Naturaleza, o el mundo interior, como los sentimientos que afloran tanto en el amo dinosaurio como en la mascota humana. Y en esa interrelación al revés abundan gags, claro, pero también una mirada sobre la pérdida. Y la tolerancia. La animación es tan hiperrealista -aconsejamos verla en 3D, aquí sí se justifica- que cuesta discernir si lo que se ve es o no animación, porque parece tan natural... Tal vez no integre ese grupete de filmes imborrables, pero Un gran dinosaurio tiene suficientes elementos para que chicos y grandes la disfruten juntos. Que de eso también se trata.
Un ejercicio simple, efímero y feliz El proceso de producción más caótico de Pixar –eyección del director original, cambios radicales en el rumbo artístico y el elenco vocal, postergación del estreno de mediados de 2014 a fines de 2015– se tradujo en una de las películas más flojas de su historia. Lo que no implica que sea mala: incluso una “floja” de la compañía detrás de Toy Story, Buscando a Nemo y WallE es mejor que el ochenta por ciento del cine de animación. Los antecedentes generan una situación cuanto menos curiosa, por la cual el principal problema de Un gran dinosaurio no hay que buscarlo dentro de ella sino afuera, más precisamente en los altísimos parámetros de calidad a los que el estudio del velador saltarín acostumbró a sus seguidores de todas las edades. Seguramente ellos acudirán en masa a las salas esperando una historia de carácter humanista que incurra una vez más en temas como la familia, el crecimiento y la amistad. A ellos, tranquilidad absoluta: todo eso está. Lo que podrán extrañar es la sedimentación. Sin nostalgia ni duelos activos, ni múltiples claves de lectura, Un gran dinosaurio es apenas un ejercicio simple, efímero y feliz.Situado en una prehistoria habitada por dinosaurios y humanos después de que el meteorito evadiera la Tierra, el debut de Peter Sohn, reemplazante de Bob Peterson como director, es el film más infantil de Pixar desde Cars 2. Esto, por un núcleo argumental, estético y ético apuntado a los más chicos, una inocencia a prueba de todo, el vaciamiento de referencias y guiños para los adultos y, sobre todo, la caída en ese vicio habitual de este tipo de producciones que es machacar una enseñanza –“hay que superar los miedos”– mediante su repetición crónica. El film, que también es lo más Disney de Pixar, levanta vuelo después de la muerte del personaje que nada casualmente cargaba con la responsabilidad moral del relato, dando pie al paso de la verbalización del concepto a su puesta en imágenes.Sohn narra con simpleza y tersura el proceso madurativo de Arlo, un apatosaurio de 11 años, débil y miedoso, que, empujado por la idea de salvaguardar la cosecha familiar, termina perdido bien lejos de los suyos, acompañado únicamente por el niño salvaje al que inicialmente enfrentaba. Suerte de road movie en cuatro patas y a campo traviesa con el regreso a casa como objetivo, el relato campea entre la dinámica interna de esa pareja dispareja, que va del odio a la desconfianza y de allí a la amistad, siempre en tono low-fi y naïf, y la de la dupla con el entorno. Entorno que es de una belleza apabullante, no sólo por la amplitud y funcionalidad de los diseños y la gama de colores, sino porque los escenarios rocosos y boscosos –y sobre todo el agua, durante años el tendón de Aquiles de la animación digital– tienen un grado de realismo sorprendente, sostenido a lo largo y ancho del campo visual.El recorrido se estructura sobre la base de la aparición de distintos personajes destinados a motorizar la narración, que encuentra los mejores momentos durante su última parte. Ya definitivamente despegado de la faceta más doctrinaria y pueril, Sohn raspa las piedras valiéndose de una metáfora obvia de la familia como círculo para construir un desenlace de indudable emoción. Que esta resolución dramática se dé casi sin diálogos y por la pura potencia de las imágenes muestra que Un gran dinosaurio podía haber sido bastante más que lo que finalmente es.
Publicada en edición impresa.
Simba verde Arlo es un pequeño dinosaurio que vive con sus papás y sus dos hermanos en una granja, donde todos deben trabajar duramente cosechando suficiente comida para pasar el invierno. Si bien salió del cascarón al mismo tiempo que sus hermanos, Arlo es más pequeño y más débil, es miedoso y su desempeño en la granja no es como el de sus hermanos. Cuando una extraña criatura entra a robar la comida que la familia almacenaba en el silo, Arlo trata de atraparlo junto con su padre para demostrarle que puede llevar a cabo importantes tareas, pero tratando de probar su valentía desencadena un hecho trágico, muy típico de los clásicos de Disney. Arlo culpa al pequeño ladrón por la tragedia, y se propone hacer lo que sea necesario para atraparlo, pero durante la misión se pierde y el pequeño homo sapiens termina convirtiéndose en su única guía y ayuda. Ambos están solos, y Spot - así bautiza al pequeño salvaje - le enseñará todo lo que sabe. A diferencia de Spot, Arlo puede hablar, es un dinosaurio educado, en tanto Spot es salvaje pero sabe arreglárselas solo, conseguir comida y rebuscárselas para sacarse de encima a toda bestia que se le acerque aunque sea muchísimo más grande que él. Durante la travesía para volver a la granja atravesarán toda clase de aventuras y penurias, por donde desfilarán montones de personajes graciosos (aquí el tono de la historia se vuelve más Pixar que Disney) y finalmente luego de vencer muchos obstáculos se harán grandes amigos. La historia es simple, otro animalito más del repertorio Disney que debe recorrer el camino del héroe, atravesando hermosos bosques llenos de animalitos - algunos malos y otros buenos - junto a un fiel compañero a su lado. La formula es repetida, pero siempre funciona para los más pequeños. Como sucede últimamente con estas producciones, no se destaca por su argumento sino por su encanto visual, especialmente por el diseño y la animación de los paisajes, que poseen una extraordinaria belleza y realismo, en cada uno de sus detalles. Los personajes si bien son todos muy lindos, no se diferencian en calidad a los de otras producciones de Pixar. Con una tragedia al estilo "Bambi" o "El Rey León", muchas aventuras, animalitos, ternura y algo de humor, "Un Gran Dinosaurio" es un agradable filme para niños que no será de lo mejor ni de los mas recordado de Disney ni de Pixar.
Crítica emitida por radio.
Un gran Dinosaurio presenta una tesis poco probable: ¿Qué hubiera pasado si el asteroide que cambió para siempre la vida en la Tierra no hubiera impactado en el planeta y los gigantescos dinosaurios no se hubieran extinguido? DISNEY/PIXAR toma esta idea y nos lleva en un viaje plagado de aventuras por una tierra hostil, acompañando a Arlo, un apatosaurio y su amigo, un niño salvaje llamado Spot. Un guión clásico de viaje iniciatico, y la original variación de poner al personaje humano como mascota y al animal como el ser pensante, son los puntos fuertes de esta cinta animada visualmente impactante. La película está llena de momentos de acción sin renegar nunca del costado sentimental, casi melancólico, que es una marca registrada en el estudio creador de Toy Story. La banda de sonido, que remite al western, termina de redondear esta apasionante aventura fílmica destinada a la familia.
La película parte del supuesto de la no extinción de los dinosaurios y plantea la relación de un pequeño y miedoso apatosaurio y un niño pequeño. Una historia que habla de la necesidad de sobreponerse a los miedos, la amistad imposible, la importancia de la familia y la pertenencia. Perfección técnica, emotividad, momentos angustiantes, poco humor.
Clementesaurio Pixar tiene un nivel de calidad en sus films tan elevado, que cuando algo no sale realmente muy bien, la sensación de decepción es mucho mayor que con cualquier otro estudio. Tal es el caso de Un gran dinosaurio, la nueva película de Pixar y Disney. La película posee elementos visuales increíbles, de una calidad asombrosa. Tan buena es por momentos la animación que hasta uno se olvida que se trata de un film creado con tecnología digital. No en los personajes, que son de caricatura, sino en los paisajes, que son verdaderamente impresionantes. Los árboles, las tormentas, los ríos, todo está logrado de una manera nunca vista. Con ese nivel, uno imaginaría que una película no debería fallar, pero aun así, la película tiene varias debilidades. Pero primero vayamos a la historia. El protagonista de la película es un joven dinosaurio (muy parecido en su cara a Clemente, el personaje de historieta creado por Caloi) que desde su nacimiento es más pequeño y menos valiente que sus hermanos mayores. Su hermana y su hermano, han crecido más y logran tareas complejas que él no consiguió. En una familia de dinosaurios totalmente personalizada, el pequeño intenta abrirse paso pero fracasa cuando le encargar terminar con un animal que se roba la cosecha. Ese animal es un niño humano. Así como los dinosaurios parecen personas en esta historia, los humanos parecen animales. Por una vuelta de guión previsible pero que igualmente no contaremos acá, el niño humano y el joven dinosaurio vivirán una aventura espectacular mientras este último busca el regreso a su hogar. Muchas veces estarán en riesgo ambos y no faltan escenas entretenidas en la historia. El problema es que lo visual funciona y las escenas son divertidas, pero lo que falta es lo que hace de Pixar el mejor estudio de animación del cine actual. Le falta la sofisticada inteligencia de films como Toy Story, Up o la más reciente Intensamente. Debido a esa ausencia de sofisticación, la película tampoco consigue el objetivo de emocionar, aunque lo intente. La sucesión de momentos divertidos nunca alcanza para que la película tenga esa personalidad que suelen tener las grandes películas. Una última rareza es como la película, mayormente enfocada al público más pequeño, tiene varias escenas para espectadores más adultos. Son estas incongruencias las que hacen de Un gran dinosaurio una película muy menor, demasiado estándar para un estudio que ha cambiado la historia del cine de animación. Un gran dinosaurio no se sabe si es cabeza de ratón o cola de león. Eso no suele pasar con Pixar y no es una buena noticia.
Lo que llevamos dentro Es difícil que Un gran dinosaurio vaya a ser recordada como una de las mejores películas de Pixar. También era difícil que lograra serlo, teniendo en cuenta el problemático proceso de producción que tuvo, que incluyó cambio de director y de elenco de voces, modificaciones al guión original -acreditado finalmente a seis personas- y retraso del estreno. Y aún así, es un Pixar sólido, una nueva demostración de cómo el estudio es dentro de la animación el que mira de manera más profunda y compleja no sólo al cine, sino también al público que asiste al cine. El arranque es probablemente lo que más le cuesta a Un gran dinosaurio, cuando debe plantear la historia de Arlo, ese joven apatosaurio frágil en compostura y avasallado por sus miedos, que no termina de encontrar su lugar dentro de su familia y por ende, en el mundo. En esos primeros minutos el film se queda un poco a mitad de camino entre el relato puramente infantil y el relato familiar, como si no terminara de decidirse por un tono determinado para ir trazando el conflicto. Pero a partir del desencadenamiento de una serie de tragedias que llevarán a Arlo lejos de su familia, es que queda definitivamente instalado el desafío para el protagonista y su viaje de crecimiento, donde será fundamental la compañía de Spot, el pequeño humano que al principio será la fuente de sus desgracias y luego el principal apoyo para recorrer el que será un largo camino. Y a partir de allí, el director Peter Sohn -en su primer largometraje, luego de haber dirigido el excelente corto Parcialmente nublado- irá demostrando una mano muy firme y segura para ir transitando las numerosas instancias del relato con una notable fluidez. Esto no es sorprendente en la trayectoria de Pixar, ya todos sabemos de las cualidades que han exhibido los diversos directores del estudio. Lo que tampoco sorprende es precisamente la sorpresa, y esa sorpresa que nace del riesgo, y que es la marca registrada de Pixar. Y en Un gran dinosaurio esas sorpresas aparecen, pero de manera muy sutil en una narración que podría tildarse de previsible. ¿Qué decir del uso de la profundidad de campo para darle mayor espesor al paisaje, que es en cierta forma un personaje más, uno que le dice a Arlo y Spot que hay un mundo mucho más profundo y hasta inabarcable dispuesto a ser descubierto? ¿Y de la forma en que se entabla un diálogo productivo y original con diversas tradiciones del western, con Howard Hawks y John Ford como referencias mayores? ¿O de personajes que aparecen en el camino de Arlo y Spot, como Forrest Woodbush o Butch, que son básicamente irrepetibles? ¿Alguna vez las luciérnagas tuvieron tanto valor y significado como en Un gran dinosaurio? En este sitio nos hemos referido numerosas veces a cómo Pixar siempre aborda, de diferentes formas, la amistad como una expresión del amor, de cómo ese tópico ha atravesado toda la trayectoria del estudio. Si nos pusiéramos a recordar diversas secuencias clave en films como la trilogía de Toy story, WALL-E o Up!, nos daríamos cuenta que las expresiones mayores de amistad y amor son puro gesto, pura fisicidad, que después quizás habilita la oralidad. Un gran dinosaurio es fiel a esta tradición: Arlo y Spot irán fundando su amistad -basada en una relación de amo/mascota, pero dada vuelta, repensada, alterada para pensar de nuevas formas los lazos entre lo humano y lo animal- a través de lo gestual, de demostraciones simbólicas, donde cada uno pondrá en evidencia lo que ha perdido a lo largo de su vida para ir dándose cuenta de que todavía tienen mucho por ganar, y que una vía es esa amistad sustentada en las vivencias compartidas. ¿Otra sorpresa de Un gran dinosaurio? Cómo hace parecer fácil lo difícil, cómo nos transporta a un universo especulativo donde los dinosaurios no se extinguieron y conviven con los humanos, configurando un entorno oscuro y hasta terrible, donde la violencia es la norma, donde los personajes se van haciendo a los golpes, llevando en sus cuerpos las cicatrices que los definen. Hay un verosímil en el film que se nos hace cercano, nos interpela desde su apelación al dolor, y que sin embargo se sustenta paradójicamente en lo superficial, en diseños de los personajes que pueden parecer esquemáticos pero que funcionan como trampolín para indagar en las almas de esos personajes, en sus pasados, presentes y futuros. El envase en que viene Un gran dinosaurio puede parecer pequeño, trivial, pero hay una grandeza oculta en él, precisamente porque es un film que nos dice que muchas veces nos podemos sentir pequeños frente al mundo que nos rodea y que amenaza atropellarnos, pero que dentro nuestro está la nobleza necesaria para dar pelea. Lo hace alimentándose de los mitos del Lejano Oeste para reescribirlos a su manera, recurriendo a la comedia disparatada en momentos puntuales y precisos, construyendo una naturaleza realista y fantástica a la vez, deconstruyendo el modelo familiar para luego reconstruirlo, apelando a la mirada como vertiente narrativa. Es una película que nos pide que abramos los ojos, que corrijamos nuestra postura, que miremos de otra manera. Y que, justo en el 20º aniversario de Pixar, deja su huella, nos marca, porque nos habla de nosotros, de nuestros temores, de lo que somos y queremos ser, y de lo que podemos ser, que está dentro nuestro, aguardando por salir.
Otra bella creación con el sello Pixar Según dicen, hace como 65 millones de años un gigantesco meteorito cayó sobre la Tierra y causó la muerte de los dinosaurios. Los científicos no se ponen de acuerdo si fue uno solo, o una lluvia de meteoritos, ni a qué hora exacta ocurrió el fenómeno, pero sí que fue hace como 65 millones de años. Los autores de este dibujo tienen otra teoría: ¿y si el meteorito hubiera pasado de largo sin caer en la Tierra? Unos milloncitos de años más acá, algunos de esos animales habrían evolucionado. En algún momento hasta habrían sido más inteligentes que los humanos, que aparecieron más tarde. En ese hipotético período se ambienta esta historia. Vemos una familia de apatosaurus dedicados al cultivo del maiz, con un silo de piedras para pasar el invierno, una familia de tiranosaurus arreando una manada de protobisontes, y de paso un triceraptops bizco, medio new age, rodeado de animalitos. Los pterodáctilos y otros pajarracos, en cambio, son siempre los mismos bichos dañinos. Renglón aparte, el "humanito" que por ahí aparece, con ancestros perrunos. La historia habla de la amistad entre ese raro especimen y el menor de los apatosaurus (con sospechosa carita de clementesaurio), pero también habla del enorme ejemplo de un padre comprensivo, del esfuerzo de crecer enfrentando los miedos, la gran aventura de recorrer lugares enormes, desconocidos, llenos de peligros, y sobrevivir a ellos, y la alegría del regreso al hogar. Cosas universales que el cine ha contado ya otras veces, en algunos westerns de niños atravesando las Rocallosas o la Gran Pradera con la sola compañía de un perro bravo, encontrándose con alguna persona paternal o con varias demoníacas, y, sobre todo, encontrándose con la Naturaleza, hermosa, aterradora, cambiante y más o menos eterna. Y, sí, esto es un western. Con sus arquetipos, sus paisajes inmensos, su emoción y su música, aquí enriquecida con algún aire celta. Linda historia, simpáticos los personajes, admirable la pintura de montañas, campos, árboles y ríos turbulentos, emocionantes las peleas, hermosa una escena en un campo de luciérnagas. Y antológica, casi única, otra escena donde dos criaturas perdidas evocan de modo original a sus respectivas familias. Ahí, la gente de Pixar alcanza la poesía. Dignos de atención, tres dibujantes: Peter Sohn, que acá debuta como director, Gastón Ugarte, jefe de modelado de los fondos, y Jay Patel, autor del corto de comienzo, "Sanjay's Super Team", que da qué pensar y también emociona un poquito. Un coreano, un tucumano y un hindú, para tenerlos en cuenta.
"Un gran dinosaurio", amigos de otra era "Un gran dinosaurio" (The Good Dinosaur, 2015) es el film número 16 de la factoría Pixar, y fue el más complicado de hacer. La película estuvo en producción durante seis años y en todo ese tiempo sufrió problemas con la historia, diferencias creativas, cambio de director, recomposición de los personajes, el despido de personal que trabajaba en ella, la superposición de otros largometrajes de la compañía, entre otras cosas. Es por esto que, por primera vez, tenemos el estreno de dos films de Pixar en el mismo año -no olviden que "Intensa-Mente" (Inside Out, 2015) se estrenó en junio-. La propuesta de la película es la siguiente: ¿Qué hubiera ocurrido si el asteroide que chocó con la Tierra hace más de 65 millones de años no lo hubiera hecho y los dinosaurios no se hubieran extinguido? El hipotético resultado es que estas criaturas reinarían el planeta, cultivarían sus propios alimentos y criarían el ganado, además de tener la facultad de hablar, por supuesto. La historia se centra en Arlo (Raymond Ochoa), un joven apatosaurio de 11 años que vive en una granja junto a sus padres (Jeffrey Wright y Frances McDormand) y sus hermanos Buck (Marcus Scribner) y Libby (Maleah Nipay-Padilla). Arlo siempre está dispuesto a ayudar con las tareas, pero le cuesta mucho superar sus miedos y temores, y por eso su papá le encarga la tarea de acabar con una criatura salvaje que les roba su comida. Por supuesto que se trata de un niño humano llamado Spot (Jack Bright), que demuestra su coraje, valentía y confianza a través de gruñidos. El joven dinosaurio no puede cumplir la tarea y, por un accidente, ambos son arrastrados por un río a cientos de kilómetros. Ahora Arlo se ve obligado a afrontar sí o sí sus miedos si quiere volver a casa, y con la ayuda de Spot iniciarán un intrépido viaje a través de la naturaleza en donde se encontrarán paisajes increíbles, personajes inolvidables, así como también varios peligros que deberán afrontar. Si hay algo que tiene Pixar es que siempre le da oportunidades a su gente. Hasta acá Peter Sohn había escrito y dirigido el corto "Partly Cloudy" (2009), que precedía a la película "Up - Una aventura de altura" (2009), había trabajado en el departamento de animación de varios filmes y había prestados su voz a muchos personajes de otros largometrajes de la compañía. Sí, Pixar les saca el jugo a todos sus empleados. A Sohn le tocó la difícil tarea de reemplazar a Bob Peterson, que ya estaba bastante avanzado con "Un gran dinosaurio", y no defraudó con su trabajo. La película debe ser la más "infantil" de todas las hechas por la empresa, en cuanto a historia y personajes. Y eso contrasta bastante con la parte técnica y visual, que es EXCELENTE (sí, con mayúsculas). Por momentos se le hace difícil al espectador darse cuenta que está viendo una película animada por el nivel de detalle y claridad de las imágenes. Hay un cierto "choque" entre estos dos aspectos, por así decirlo. Como toda obra de Pixar está el viaje de autodescubrimiento, personajes hermosos (el Coleccionista de Mascotas es el mejor), homenajes a algunos filmes, el mensaje de superación, los gags y chistes efectivos -no tan para adultos esta vez- y las escenas lacrimógenas de siempre. Ah, el cortometraje, muy emotivo por cierto, que podrán ver antes de la película se titula "Sanjay - El súper equipo" (Sanjay's Super Team), escrito y dirigido por Sanjay Patel. "Un gran dinosaurio" no tendrá la excelencia, originalidad y profundidad de "Intensa-Mente", pero es un largometraje que los más chicos disfrutarán muchísimo. Y es lo que importa.
A este film lo acompaña el corto “Sanjay’s Super Team” de Sanjay Patel que relata las vivencias de un niño indio. Esta es una gran aventura, con muy buenos efectos especiales donde cada fotograma muestra la madre naturaleza con sus bosques, los cultivos, llanuras, volcanes, ríos, truenos y lluvias, entre otros. Paisajes bellísimos, impresionante todas las condiciones climáticas y en él se desarrollan escenas inolvidables, con momentos muy emocionantes. Habla del amor a la familia, venciendo todos los obstáculos para mantenerla unida, de la amistad en este caso algo improbable entre un niño humano y un dinosaurio, con ciertas diferencias. Llena de mensajes entre los cuales se deja ver que: la ayuda se puede encontrar en personajes desconocidos, algunos pueden ser buenos y otros no. Algunas similitudes con el film “Dumbo”, “El rey león”, entre otras. Preparen los pañuelos aunque también tiene momentos de humor.
No está mal sentir miedo Un Gran Dinosaurio no es una obra maestra de los estudios Pixar, pero supera a cualquiera de las películas de otras franquicias, básicamente por su calidad a nivel técnico. La historia es simple y sin muchas aristas para encontrarle, pero eso no significa en lo más mínimo el abandono de lo esencial: entretener a los más pequeños y seducir al público adulto, sumada la cuota de expresividad de cada una de las criaturas antropomorfizadas y un relato clásico que apela a la estructura del Camino Del Héroe y lo mezcla con un western y con la relectura del “Mito del buen salvaje”. Hace tiempo se decía que el día que la animación digital (CGI) consiguiera emular la realidad al nivel, por ejemplo, del movimiento del agua, debía ser Pixar y no otro el estudio capaz de concretarlo. Pasaron los años y las películas y la brecha digital aplicada al cine se acortó en cada uno de los intentos. Las texturas que fueron probándose en cada uno de los títulos hacían previsible al ojo del espectador atento que el objetivo estaba cerca y con Un Gran Dinosaurio más que cumplido. En ese sentido, lo primero que impacta de este nuevo opus Disney/Pixar es precisamente el nivel de detalle en lo que a texturas se refiere. Ya no se puede aspirar a una mejoría sin caer en la problemática del hiperrealismo, que esperemos no sea la próxima meta. Aquí un río torrentoso, una cascada y el movimiento de las hojas en los árboles se engarzan con tomas panorámicas de montañas o planos cenitales impactantes. Si a esto le agregamos una historia parecida a la que podría entregar cualquier clásico Disney, léase: Camino iniciático, gran pérdida de la figura paterna, auto superación y redención al final del camino, la síntesis de la curva de transformación de Arlo, el dino protagonista, queda completa. A su aventura y en una idea de intercambio de roles se suma Spot, un niño en estado salvaje que tiene por conducta la animalidad en cada uno de sus movimientos y su carencia de lenguaje con palabras, algo que Pixar reservó a todos los animales prehistóricos de este nuevo universo, salvado de la aniquilación total por la lluvia de meteoritos y donde los dinosaurios aprenden a sobrevivir cosechando sus propios alimentos. Si en Intensamente (2015) la novedad consistía en darle un lugar preponderante o equiparable a la Alegría y la Tristeza, despojarla a esta última de la carga negativa y el estigma, en el caso de Un Gran Dinosaurio la apuesta pasa por la no estigmatización del miedo. Enseñanza que a lo largo del recorrido de Arlo quedará más que aprendida y expuesta en las secuencias donde el miedo es una meta a superar para pasar al otro nivel de crecimiento. Así como es recurrente, además y siempre con la mirada puesta en los adultos, la inserción de elementos genéricos a la historia infantil, el vuelo hacia el western cobra un sentido lúdico al reemplazar caballos por tiranosaurios rex, en la misión clásica de los westerns de trasladar una manada de búfalos de un territorio a otro evitando que el enemigo se apodere del botín. En síntesis, Pixar nuevamente lo hizo, sorprende, entretiene y deja dibujada una sonrisa tanto en la platea infantil como en los acompañantes que solamente esperan una nueva del estudio de la lamparita, que sigue dando que hablar.
Crecer de golpe En "Un gran dinosaurio" (USA, 2015) la última creación de Disney/Pixar la historia de Arlo, un apatosaurio, le sirve a su director Peter Sohn para narrar, en realidad, el crecimiento de golpe de un ser que hasta el momento luchaba por ser igual a los demás. Luego del fallecimiento intempestivo de su padre, Arlo, debe compartir las tareas de la huerta de la familia para substir, y cargando la culpa de la muerte un día decide enfrentar al mundo y a un misterioso ser, su enemigo, con el que luego terminará entablando un lazo fuerte para poder, entre ambos, recuperar parte de lo perdido. "Un gran dinosario" explora nuevamente uno de los tópicos preferidos de los estudios Disney, la orfandad, pero en esta oportunidad lo hace con una vuelta de tuerca en la que la idea de "que pasaría si los dinosaurios no se hubiesen extinguido" dispara la premisa para que Arlo, el dinosaurio, sea el ser "pensante y racional" de la historia, mientras que el salvaje Spot, un niño cavernícola, cumpla el rol de "mascota" del dinosaurio. Este cambio de perspectiva es aquello que genera más empatía con la historia, de un filme que abusa de golpes bajos para lograr sentimentalismo, y que suma como tercer personaje protagónico a la naturaleza. Visualmente "Un gran dinosaurio" impacta, no así desde la simpleza y la linealidad de la narración, con un climax in crescendo que va sumando expectativa hacia al final para ver si finalmente el dinosaurio logra reencontrarse con sus seres queridos. La transformación física, temperamental y mental que Arlo sufre a lo largo del filme, luego de haberse perdido de su aldea y de tratar a toda costa de volver allí, pese a los obstáculos que en la trama se le pongan (aves carroñeras, temibles dinosaurios, etc.) y a sus propios temores. "Un gran dinosaurio" no quedará como la mejor película del tándem PIXAR/DISNEY, mucho menos luego del gran exito que este año lograron en todos los niveles con "Intensa-Mente", pero les permitirá seguir apostando a valores como la amistad, la familia, el amor, algo a lo que siempre apuestan. Al filme lo precede el corto "Sanjay Superteam" una pequeña maravilla en la que Sanjay, un niño indio, intenta superar sus obligaciones religiosas a fuerza de la imaginación. PUNTAJE: 7/10
Sin miedo a la vida El 22 de noviembre de 1995 se estrenaba en Estados Unidos Toy Story, la primera película firmada por Pixar, la compañía que venía a cambiar para siempre la manera de hacer dibujos animados. Después de 20 años llega a las salas su filme número 16, dedicado a los animales extinguidos que más aman los niños: los dinosaurios. Si bien la animación vino precedida por una serie de inconvenientes (cambio de director, de intérpretes de las voces, demora en el estreno, entre otros), el resultado es más que digno. Pero en esta oportunidad los dinosaurios de extintos no tienen nada, porque si la historia oficial dice que hace 65 millones de años un asteroide impactó sobre la Tierra provocando la desaparición total de esta especie de reptiles gigantescos, Un gran dinosaurio (dirigida por Peter Sohn y acompañada con el corto Sanjay, el súper equipo) viene a proponer una ucronía, es decir una historia alternativa: el asteroide en cuestión pasa de largo y los dinosaurios quedan vivitos y coleando. La trama se desarrolla millones de años después de que la piedra del espacio exterior pasara rozando el plantea, cuando los Apatosaurus Poppa y Momma presencian el nacimiento de sus tres hijos: Buck, Libby y Arlo. Es Arlo el que más se destaca de los tres hermanos de color verde, pero no por sus virtudes sino por sus defectos: es patoso y súper miedoso. Y es justamente el miedo el que le va a complicar la vida. La familia vive en una granja al lado de las colinas Colmillos. Tienen que sembrar su propia comida y Poppa construye un silo de piedras para que los animales intrusos no les roben. Es en el silo donde también dejan su marca (estampan la huella de su mano con barro en la pared) como un símbolo de distinción, de superación, esfuerzo y valentía. Pero a la marca hay que ganársela con algún trabajo destacado. Todos logran imprimir su mano en la pared, menos el inútil de Arlo. El padre lo ayuda, sabe que en el fondo es un dinosaurio como él. Es así que le encarga la tarea de custodiar el silo con una trampa para el intruso, para que cuando éste se asome a robar la comida, Arlo lo mate con un palo y así pueda ganarse el derecho a dejar su marca en el silo. El problema es que cuando el joven dinosaurio descubre al intruso, se da con que es un niño salvaje, muy agresivo y hábil para escaparse. Un buen día, Arlo se cae en el río que rodea su casa y la corriente lo arrastra hasta un lugar lejano, en el que encuentra al pequeño cavernícola llamado Spot, a quien ve como el culpable de todas sus desgracias y con quien, después de vivir fuertes experiencias extremas, se hace amigo inseparable. Spot pasa a ser la mascota de Arlo. Más que los otros dinosaurios que los quieren cazar, el gran enemigo al que se tiene que enfrentar Arlo es el miedo, el gran tema del filme. Pero también al mal clima que azota a la región cada dos por tres. Un gran dinosaurio es una aventura de aprendizaje, una película de iniciación, en la que la música y el preponderante paisaje realista (se filmó en paisajes reales, insertando los dibujos en él) son tan importantes como sus personajes. La sensación de realismo es un efecto que hace todo más vívido, y convierte al filme en una verdadera experiencia sensorial. La nueva película de Pixar es entretenida, sencilla y emotiva, en la que no faltan guiños para los adultos y ese humor entre inocente e inteligente que caracteriza a la marca.
Un gran dinosaurio es un film ideal para ver en pantalla grande por su fabulosa técnica con un hiperrealismo realmente impresionante. El arranque es muy bueno y con personajes visualmente muy simpáticos, pero cuando empiezan a aparecer otros "bichos" prehistóricos todo comienza a tornarse un tanto desagradable para el público más pequeño pues...
Años atrás a cada estreno de Pixar Studios adultos y niños se precipitaban a las boleterías para hacerse de una entrada a veces inclusive sin saber qué historia estaban por ver. Realmente no importaba, la impronta de los creadores de Toy Story se encontraba presente en todas sus producciones y uno daba por sentado que lo que proyectarían en la sala sería un producto de calidad y posiblemente un hito memorable en la historia de la animación (y el cine). Con el tiempo Pixar dejó de ser la única alternativa en cine de animación 3D ya que otros estudios intentaron imitar la fórmula de su éxito. Y pese a que en muchas oportunidades también lograron ser aclamadas por la crítica y la taquilla por igual, Pixar logró mantenerse siempre un peldaño por arriba. Y luego vino Disney... Sería injusto reclamar que con el traspaso de manos de la compañía los estándares de calidad bajaron, pero curiosamente las películas que se estrenaban bajo el sello de Pixar-Disney ya no parecían estar a la altura de las anteriores. Fue este mismo año 2015 cuando la compañía estrenó quizás una de las mejores películas de su filmografía, Intensamente, y volvió a recuperar su buen nombre y reposicionamiento. Con este antecedente, Un gran dinosaurio llega a las carteleras de todo el mundo como una incógnita a la que vale la pena atender. La historia del dinosaurio Arlo se cuenta sobre las bases de una road movie en la que los protagonistas atraviesan vastos espacios naturales topándose con distintos personajes que aparecen y desaparecen conforme avanza el relato. De a ratos los guionistas parecen regalarnos algunos guiños a los westerns de John Ford y Howard Hawks. Pero en esencia es una historia simple al mejor estilo Pie pequeño en busca del valle encantado, con los condimentos extras que aporta Disney del protagonista huérfano y los amigos neuróticos/dementes pero tiernos al fin. El grado de perfeccionamiento en el trabajo digital alcanza cotas sorprendentemente hiperrealistas y superiores a todo lo que hemos visto antes. Los escenarios en donde los personajes se desenvuelven son increíblemente reales al punto de que parecen filmados más que generados en 3D. Pero lo curioso es que Arlo, el protagonista, por algún motivo parece de una calidad inferior. Por empezar el diseño del personaje no es de lo más interesante a nivel visual. Y para peor su caracterización tampoco lo convierte en uno de los héroes más tiernos y amigables de Pixar. La empatía que genera es por pura lastima, al mejor estilo Disney. Por momentos el choque entre escenarios perfectamente pulidos y personajes más bien caricaturescos puede resultar incómodo denotando el desafío que tuvieron los realizadores a la hora de empatarlos. Considerando que Pixar sigue siendo el rey en lo que se refiere a la construcción digital de sus obras, quizás sería más interesante que volvieran a desempolvar su manual de guiones redondos y lo aplicaran a las próximas películas para volver a conseguir ese equilibrio perfecto que los hizo llegar a los más prestigiosos pedestales del cine. No nos olvidemos que con Intensamente lo lograron. Y con creces.
El proceso de producción de “Un gran dinosaurio” fue tortuoso: el director original (Bob Peterson, el de “Up”) fue reemplazado por el debutante Peter Sohn, el guión sufrió retoques de todo tipo, el elenco vocal también cambió y la fecha de estreno se postergó varias veces. Así y todo, había expectativas con la película, porque en definitiva se trataba del nuevo filme de Pixar, el estudio que revolucionó la animación y que regaló joyas como “Toy Story”, “Buscando a Nemo”, “WallE” o la más reciente “Intensamente”. Pero por desgracia, cada “accidente” de ese proceso de filmación se termina reflejando en “Un gran dinosaurio”. Y no es tanto que la película falle porque se la compare con sus antecesoras o porque se le exija más por provenir de la factoría de excelencia de Pixar. “Un gran dinosaurio” no se sostiene en sí misma, más allá de las comparaciones. La historia del dinosaurio Arlo —un típico antihéroe torpe y querible, que se hace amigo de un niño salvaje— nunca encuentra el rumbo. El guión carece básicamente de ideas: es previsible, reiterativo y moroso. El humor físico nunca llega a ser gracioso, y la emoción se pierde cuando se machaca tanto sobre la moraleja. Visualmente la película es deslumbrante, y ese es su único punto a favor. La naturaleza (el movimiento del agua, las tormentas, los árboles, los campos sembrados) se reproducen aquí con un realismo que impacta. La tecnología digital está llevando al cine de animación a niveles de perfección y sutileza impensados años atrás. Sin embargo, el universo de Pixar —aún en ese nivel— se derrumba sin una buena historia.
Un dinosaurio, un niño, y toda la magia de Pixar La clave de la historia está en el comienzo, cuando el asteroide destinado a extinguir a los dinosaurios pasa de largo en lugar de estrellarse en la península de Yucatán. Se explica así ese escenario tantas veces explorado por el cine: la convivencia entre humanos y dinos. La diferencia la hace Pixar desde su capacidad para crear personajes tan simples como entrañables y, en especial, para regalar una belleza visual subyugante. El guiño de la trama es tan sencillo como la estructura del guión: Arlo, el más pequeño de tres hermanos dinosaurios, adopta a un niño humano como mascota. Entre Arlo y el salvaje Spot fluye la amistad, puro amor en medio de un azaroso viaje a casa, porque Arlo ha perdido a su padre y vivirá infinidad de peripecias mientras busca el camino el hogar. Hay momentos muy graciosos, como el encuentro de Arlo con el más bizarro de los triceratops, y otro casi lisérgico, por obra y gracia de la ingesta de un fruto muy particular. De paso, “Un gran dinosaurio” se permite también homenajear al western. ¿Quién hubiera imaginado a un tiranosaurio convertido en cowboy? Las proezas técnicas de Pixar nunca dejan de asombrar. El tratamiento del agua, por ejemplo, es increíble. Los colores, las texturas y los escenarios invitan a sumergirse en la pantalla. Es un feliz debut en la dirección de Peter Sohn (de quien habíamos visto el corto “Parcialmente nublado”, estrenado junto a “Up”). Exenta de toda complejidad, sin bromas cinéfilas ni códigos reservados para adultos, “Un gran dinosaurio” se disfruta con placidez y ojos de niño. Para los chicos es una fiesta; para los grandes, también.
Desde su irrupción, hace veinte años, Pixar Animation Studios nos acostumbró a relacionar su marca con calidad e innovación. En estos días se estrenó Un gran dinosaurio, el filme de la compañía cuyo proceso de producción fue más arduo y caótico. Incluyó un cambio de director y varios virajes de timón. Más allá de ciertos aspectos técnicos (por ejemplo se desarrolló tecnología específica para encontrar naturalidad a la hora de animar el flujo del rio) se podría decir que el clasicismo de Un gran dinosaurio lo lleva a estar más emparentado con viejos filmes de la factoría Disney que con la propia Pixar. Al comienzo del filme vemos como un meteorito desvía su trayectoria y, por ello, los dinosaurios nunca se extinguieron. A partir de allí la acción se traslada a una granja, propiedad de una pareja de dinosaurios que espera a su primera camada de hijos. Entre ellos se encuentra Arlo, el más pequeño y temeroso de la familia. Una serie de sucesos desafortunados vinculados a la “personalidad” de Arlo provocan la muerte de su padre y llevan al joven reptil al agua. Arrastrado por la corriente solo podrá regresar a su hogar gracias a una indicación que le dio su padre a manera de mandato. Durante el largo camino a casa Arlo se vinculará con un cachorro de humano primitivo que responde al nombre de Spot. Lo que comienza como una relación conflictiva deviene en conveniencia mutua, y finalmente afecto. Los problemas que tiene Un gran dinosaurio son múltiples. Para empezar el diseño del personaje de Arlo es desastroso, en la búsqueda de dotar su rostro con rasgos humanos terminan construyendo una caricatura. Por otra parte el largo camino a casa de Arlo y Spot termina siendo tedioso. Peter Sohn privilegia la aventura por sobre el humor, y esta es bastante previsible. Si no fuera por la calidad de la animación, por esa técnica prodigiosa que siempre ofrece Pixar, la verdadera odisea sería llegar al final de la película. Por Fausto Nicolás Balbi @FaustoNB
Orfandad, divino tesoro (para Disney) La película animada de Peter Sohn es un retorno al territorio de los miedos infantiles y los relatos de superación en un contexto de orfandad. Pero pese a que aborda tópicos ya muy transitados, Un gran dinosaurio (The good dinosaur, 2015) demuestra por qué Pixar sigue siendo el Rey Midas de la animación. Arlo es un pequeño dinosaurio, de esos que parecen (y efectivamente, lo son) “inofensivos”. Fruto de la primera camada de hijos de un joven matrimonio, Arlo sobresale por ser el temeroso y el más pequeño de todos. Su comportamiento le produce no sólo un conflicto con el mundo circundante, sino que además lo lleva a soportar el bullying que le hace su hermano, además de la presión que ejerce su padre, quien intenta ayudarlo a superar los miedos. Es sabido; en el universo salvaje se puede devenir presa de un momento a otro. Pixar, en asociación con Disney, es a esta altura el “gigante”, el “mainstream”, el “dinosaurio” del cine de animación digital. Eso no significa que haya tenido sus desniveles (Cars 2, sin ir demasiado lejos), pero qué son al lado de gemas como las tres de Toy Story, Monsters, Inc o Wall-E. Bajo esta perspectiva, Un gran dinosaurio es un logro más, porque la balanza se inclina hacia los “pro” (dicho sea esto sin ningún ápice de parangón político) de su factoría: historias de superación, valoración de la contención familiar, formación de comunidades alternativas y, obviamente, excelencia técnica. Presentada la pérdida de uno de los familiares de Arlo, lo que sigue es la búsqueda por la reconstitución del equilibrio, enmascarado aquí bajo la forma de la unión entre los pares y la producción de bienes. Antes de la llegada del invierno invierno, impera la necesidad de juntar la mayor cantidad de víveres posibles y estar atentos para que las “criaturas” (una de las fuentes de miedo del pequeño dino) no aparezcan para roer todo lo que encuentren. Pero sucede que Arlo, en su periplo, se hace amigo de una de ellas, que no es otra cosa que un cavernícola bebé. La película aclara que todo parte de la premisa de que ningún meteorito impactó en la Tierra; apenas la rozó. De allí la convivencia entre dinosaurios y seres humanos. Lo que sigue es más o menos conocido, pero si –como dijimos- la balanza se inclina hacia los “pro”, es por el riesgo que asume el relato. Riesgo que se hace concreto en dos variables; la primera es de curva dramática y consiste en hilvanar la prosecución dramática de los dos personajes centrales dando un punto de giro casi al final, sin golpes bajos y de forma consecuente con los valores que el film entero predica. La segunda refiere más a leves destellos de subversión en términos de entretenimiento familiar, un poco por la ferocidad con la que gráfica la lucha por sobrevivir (decapitación incluida), y otro poco por una breve y festiva escena en la que el pobre inocentón prueba una suerte de alucinógeno natural que lo lleva al delirio puro. Ah, sí, claro, la animación es potente. Pero eso ya es casi sabido de antemano.
Sin el ingenio de la fascinante "Inside Out", pero con todos los clichés de los clásicos de Disney y la potencia visual de Pixar, "Un gran dinosaurio" le da una vuelta de tuerca a algo que ya se vio y entretiene y emociona a grandes y chicos por igual. Tras la genial y fascinante Inside Out, Disney Pixar trae esta nueva propuesta que no es tan ingeniosa ni emotiva como su predecesora, pecando incluso de falta de novedad, con cierta influencia de la película Dinosaurio -en la forma que los protagonistas interactúan con lo que les rodea, con animales y demás-, varios elementos que nos recuerdan a El Rey León y la tradición Disney en que el protagonista sufre la trágica pérdida de un familiar cercano. Pero a pesar de ello, Un gran dinosaurio le da una vuelta de tuerca a lo conocido y plantea un escenario donde el asteroide que cambió para siempre la vida en la Tierra no impacto contra el planeta y los dinosaurios nunca se extinguieron, y por ende se organizaron y evolucionaron socialmente. En ese contexto conocemos a Arlo -Raymond Ochoa-, un dinosaurio joven y miedoso que un día se pierde y no le quedará otra cosa que aprender a ser autosuficiente, confrontar sus temores y convivir con especies que no sabía que existían, como un bebé humano Spot -Jack Bright- tremendamente salvaje. Si bien Un gran dinosaurio no sorprende y recurre demasiado a las lecciones infantiles, incluso en varios pasajes al golpe bajo buscando la lagrima fácil del espectador, la potencia visual -con su imagen naturalista y fotorrealista que alcanza un nuevo nivel- y el carisma de sus personajes hacen que Un gran dinosaurio emocione y entretenga. La supervivencia del más apto, las relaciones familiares y la fábula de amistad entre especies envuelven este relato que no defrauda y recrea a toda la familia. El corto que acompaña a Un gran dinosaurio está a la altura de la película y suma un bonus al espectador.
Después de la decepción de Intensa Mente (un film sobreexplicado, con una narración trabada), Un gran dinosaurio, segunda “película Pixar” del año -parece que tal cantidad será la norma de aquí en más-, recupera el viejo “contar un cuento”, un cuento sencillo pero no simple. Sencillo porque narra una sola cosa: la historia de un dinosaurio joven que se pierde y que, gracias a la amistad con un niño humano (se explica en el principio por qué este mundo es como es, con dinosaurios y humanos juntos), vence sus temores y madura. Pero no simple porque, con algunas grandes invenciones visuales, logra transmitir emociones complejas (la pérdida, el temor ante la muerte, la melancolía, la alegría del descubrimiento) y todas esas emociones surgen específicamente de las imágenes y de las acciones. No es, por cierto, la “mejor” película de Pixar: en algunos casos hay cierta morosidad o redundancia, pero se nota muy poco porque es, además, un film de enorme belleza plástica. El mayor hallazgo -el espectador no lo notará porque está hecho para que no lo note- es cómo combina un registro caricaturesco en los personajes con uno hiperrealista en el paisaje y la diferencia no chirria. En el fondo (y no tanto, se escucha en la banda sonora) un western clásico y emotivo, de esas cosas nobles que constituyen el gran legado de Hollywood.
Amigos son los amigos Ante todo y más allá de florituras y alardes visuales, “Un gran dinosaurio” es una película sobre la amistad y la superación personal. En este sentido, podría decirse que tiene mucho más de Disney que de Pixar, ya que sigue de manual los tópicos de, por caso, “Dumbo”, “Bambi” o las más recientes “El rey león”, “Hércules” y “Mulan”. La vida impone desafíos que hay que aprender a confrontar para madurar, es necesario vencer los miedos para salir adelante, se debe valorar a los amigos y a la familia. Y un largo número de etcéteras. El propio director, Peter Sohn, lo sintetizó en una entrevista concedida al diario La Nación: “Es una película de supervivencia y no lo sería si todo fuera fácil para Arlo”. “Un gran dinosaurio” parte de una premisa que tiene mucho potencial, no del todo aprovechado: el meteorito que —supuestamente— hace 65 millones de años destruyó la vida en la Tierra y acabó abruptamente con la era de los grandes saurios, se desvió. De modo que las criaturas antediluvianas evolucionaron y se convirtieron (al menos en el minúsculo fragmento del mundo que nos muestra la película) en una especie agrícolo-ganadera que se divide en clanes. Arlo es un Apatosaurus débil que vive en una granja con su familia. Las labores son duras y le cuesta mucho cumplirlas, lo cual le genera riñas con su padre, un curtido patriarca. Hasta que le imponen la tarea de atrapar a un niño humano (aquí, por la subversión de la escala evolutiva, convertido en una criatura rapaz) que les arrebata las provisiones. Inesperadamente, Arlo y este pequeño salvaje se harán amigos y esta relación basada en la lealtad los llevará a un viaje inesperado y lleno de aventuras. Argumento manido, pero no por eso menos efectivo. Guiños y personajes Hay en varios momentos de “Un gran dinosaurio” guiños a otras películas, pero están algo forzados. El más evidente es el que se hace a “El rey león”: no sólo en la secuencia del accidente fatal del padre de Arlo, sino más bien en el tono general de la historia, centrada en un joven “desterrado” que regresa para recomponer el orden en sus dominios, influido por el mandato ancestral. Pero también aparecen referencias a los western de John Ford o de Howard Hawks, que se expresa en la aparición de un grupo de Tyrannosaurus rex ganaderos, que al mejor estilo de John Wayne y Montgomery Clift en “Río rojo”, conduce a una manada de mamíferos similares a bisontes por la pradera para evitar a los cuatreros. Todo eso en un entorno natural recreado a la perfección que remite a Monument Valley, donde Ford filmó sus grandes obras. No obstante, queda la sensación de que esa nueva apuesta de Pixar es mucho más disfrutable para los niños más pequeños que para el público familiar más amplio. Tiene muchos gags divertidos, pero resultan algo prosaicos. Carece a la vez del humor y creatividad de otras producciones de Pixar. Si bien los personajes están bien delineados -en especial, los protagonistas-, no es probable que permanezcan tan vigentes en el imaginario popular como los de “Toy Story”, “Monster Inc.” ó “Wall-E”. La travesía de Arlo es un trabajo visualmente minucioso, de una belleza estética que permite avizorar logros más espectaculares. Sin embargo, en la sustancia, es una historia algo irregular aunque conmovedora en la relación que se forja entre Arlo y Spot. Puede sonar contradictorio, pero “Un gran dinosaurio” es una película pequeña.
De todas las producciones de Pixar que ya ha puesto la vara a una altura difícil de igualar en términos de creatividad, inventiva, utilización de los elementos clásicos para confeccionar las historias, poderío visual, mensaje, metamensaje, profundidad temática y otros etcéteras, “Un gran dinosaurio” resulta algo desconcertante al comienzo, e incluso algunos minutos entrados en la trama. Claro, luego todo cobra sentido, o mejor dicho adquiere una orientación hacia las razones por la cual será parte del catálogo del Estudio Pixar. Es posible que todos los cambios que sufrió esta producción para ver la luz hayan influenciado. Cambió de director por razones artísticas, además de sufrir modificaciones en el guión que obligaron a posponer el estreno varias veces. Debería ser la decimotercera, pero es la decimosexta. Pero vayamos al buen desconcierto. Ya de por sí el corto que precede a la proyección, “El súper equipo de Sanjay”, aborda una temática nunca tocada en forma directa y deja, pese a su buena factura y efectividad, algunas preguntas sobre el origen de la idea. El living de una casa en India de cultura y religión hinduista. De un lado el hijo fanatizado por los superhéroes en la televisión, por el otro el padre que está frente a otra caja (altar) dispuesto al ritual del rezo al cual el hijo es forzado a realizar. Es un choque cultural externo y ajeno que se resuelve a partir de la imaginación del niño que pone su imaginación a pleno para combatir el aburrimiento. ¿Se puede hablar de incorrección religiosa en lugar de política? Luego el plato fuerte. “Un gran dinosaurio” tiene una primera escena que sino fuese por lo que sucede después estaríamos hablando de la subestimación de la inteligencia. Asteroides en órbita. Uno de ellos sale de ella y se dirige directo a la Tierra y a rubricar la teoría del Big Bang. 65 millones de años atrás dirá un cartel. El problema es que mientras establece su trayectoria vemos que se dirige hacia el Continente Americano que por supuesto no existía como tal en esa era. Viniendo de artistas que no filman ese nivel de subestimación, es raro. Y se vuelve aún más cuando vemos una familia de Apatosaurios cultivar la tierra, alimentando gallinas, arando la tierra y construyendo un silo de piedra para proteger la cosecha de maíz de una criatura que se la roba sistemáticamente. No sólo no parece de Pixar; además se percibe cierto facilismo televisivo en la instalación de códigos. Sin embargo, la aparición de la criatura resignifica esos primeros 10 minutos. La criatura es humana. El contraste ya es mucho más claro. La película de Peter Sohn juega a tomar los elementos comunes que el público conoce de los dinosaurios para transformarlos, por oposición, en la primera declaración de principios: La naturaleza es sabia, más organizada, más armónica y mejor preparada que el hombre porque Spot (Jack Bright), tal el nombre del niño cavernícola que aparece, no hace otra cosa que robar, o intentar matar a cuanta criatura se le cruce. Mientras se emplaza este contexto también salen a la luz los temas a tratar en “Un gran dinosaurio”: La superación de los miedos a través de la búsqueda de coraje y el sentido de la pertenencia ya sea a un lugar o a una especie. Antes de la aparición de Spot, presenciamos en nacimiento de Arlo (Raymond Ochoa), el protagonista de esta aventura. Arlo le teme a todo, pero nunca deja de intentar. Sobre todo con la ayuda de su padre por quien siente amor, respeto y devoción. Pero como cada obra de Disney tiene su Bambi, Poppa (Jeffrey Wright) morirá inevitablemente. A partir de allí comienza otra película porque Arlo, perdido en la tormenta junto a Spot, deberá encontrar el camino a casa, y en este sentido presenciamos un “Temple de acero” (1969) y otros clásicos insoslayables, aunque también haya alguna autoreferencia a “Bichos” (1998), y un palmadita de hombro al cine de Don Bluth cuando hizo aquella entrañable “Pie Pequeño en busca del valle encantado” (1988). Todo esto se viene husmeando con algunas pinceladas ofrecidas por la excelente banda de sonido de Mychael Danna, el acento deliberadamente texano en la versión subtitulada, y por supuesto en la impronta de los paisajes que son sencillamente prodigiosos sin dejar de mencionar lo real y deslumbrante del movimiento del agua, la lluvia, el césped, etc. Una película cuyo guión fue tocado, removido y reescrito por tanta gente (cinco escritores en total) estaría condenada al olvido; pero este es un caso en el que Pixar logra, por inventiva y oficio, rescatarla, salir airosa pese a lo lineal de la historia y de paso regalar un par de escenas verdaderamente memorables como el “diálogo” sobre la familia entre Arlo y Spot o la del descubrimiento de más humanos. Intenso año para los estudios que por primera vez estrenan dos películas en un mismo año. Claro, la anterior, “Intensa-Mente” es una obra maestra que va a ganar el Oscar, y se sabe que de esas hay pocas.
Divertida y sencilla historia que nos traen Disney y Pixar en esta ocasión, con ritmo lento pero entretenida, emociona en lo visual y vincular de los personajes, aunque la trama no llegue a lo memorable. Lo Que Burns Nunca podrá comprar… Hay una fascinación en niños y niñas de entre 3 y 7 años con los dinosaurios. Pueblan libros infantiles, las decoraciones de jardín de infantes y aunque se hallan narrado diversas historias con ellos como protagonistas, Disney y Pixar estudios le han dado una vuelta nueva a estas criaturas. En Un Gran Dinosaurio lo más innovador (y prácticamente lo único) es la premisa de la que parte: Hace 65 millones de años, cuando la tierra era poblada por Dinosaurios, un meteorito entró en la atmósfera de la tierra, pero no llegó a impactar en ella. En ésta historia alternativa, millones de años después, aparece la vida humana, “conviviendo” con Dinosaurios que se han organizado y planteado particulares estilos de vida. Esto implica que las familias Dinos siembren la tierra, cosechen, y demás actividades para asegurarse la subsistencia. Así comenzamos a seguir la vida de Arlo, el menor de una familia de Dinosaurios que poseen su propia tierra y cosechan maíz, pero el pequeño Arlo a diferencia de sus hermanos mayores, no tiene el valor y la curiosidad que sus padres esperan de él y esto implica que la mayoría de las tareas que le encomienden acaben en desastres. Poco a poco Disney y sus infantiles golpes bajos, innecesarios en esta trama, llevarán a Arlo a conocer a Spot: Un pequeño humano salvaje e inquieto que ayudará al gran Dino con sus adversidades hasta encontrar el camino a casa. La principal diferencia que se plantea en ésta historia es que los dinosaurios son los que hablan, mientras que los humanos se comunican con sonidos y muecas. Sin embargo, los diálogos en Un Gran Dinosaurio son muy escasos, y a diferencia de Wall-e donde prácticamente eran innecesarios, aquí pareciera que si se contara esta historia de otra forma funcionaría mucho mejor con la mordacidad propia de Pixar. Existen ciertos guiños (queremos creer) a El Rey León, en la forma en la que Arlo debe enfrentarse con la vida o los “enemigos” siempre grotescos de dientes grandes y risas histéricas. Aunque, a diferencia de otros films de la misma índole como Buscando a Nemo o Monsters Inc, aquí no nos vamos con esa sensación que atañe a las películas de Dinsey Pixar y las hace para la prosperidad. La magia inolvidable de Nemo o Toy Story, el humor, los guiños al adulto y demás. Parece un film que honestamente vaya a quedar ahí sin ser algo para recordar. Quizás la falla existe en la poca explotación de algunos personajes, como el Triceratops cuya aparición fugaz enmarca algo de la historia aunque sin nutrirla. Si bien no posee escenas que entretengan al adulto acompañante, las partes cómicas son varias y agradables. Posee momentos memorables como cuando Arlo y Spot se comunican el significado de la familia, que la levantan y permiten llegar a un final. Quizás porque al menos en éstos dos protagonistas, donde su vínculo asimétrico se da a la inversa, existe algo lindo que los hace funcionar. Son expresivos entre si, divierten y emocionan. Por supuesto que otro de sus puntos fuertes es la animación. Aquí es impecable, con el agua de la corriente super realista, y los detalles brillantes que han caracterizado al estudio y hacen al 3D valer la pena. Conclusión Un Gran Dinosaurio es una película para chicos, que el adulto acompañante disfrutará pero no al nivel de sus compañeras de estudio. Cuenta una historia sencilla, transmite enseñanzas de tolerancia y enternece en sus protagonistas. No es de las inolvidables a las que Disney Pixar nos tienen acostumbrados, pero se aprovecha.
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La evolución de la animación nunca va a parar de sorprendernos, en 1929 Disney presentó “The Skeleton Dance” con música de fondo, en blanco y negro, con una animación súper básica que consistía en dibujar, proyectar y dar sensación de movimiento. Hoy, unos 86 años después, sale una película animada con una calidad de imagen extremadamente realista. En la que el agua parece agua y la textura de todo lo que se ve es impresionante. “Un Gran Dinosaurio” se venía planeando hace años pero luego de que Bob Peterson, guionista y co-director de “Up”, se baja del proyecto en 2013, alguien debía hacerse cargo. Entonces, Peter Sohn, que sólo había dirigido un corto en 2009 y además estaba en “Disney” ya que hizo las voces de muchos de su personajes en los últimos años, se puso la película al hombro y la sacó adelante.
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Pixar con pocas pretensiones La nueva película del consagrado estudio se estrena con un año de atraso y al verla se descubre porqué necesitó ese tiempo extra para llegar a la gran pantalla Hubo un tiempo en el Disney se guardaba los estrenos del estudio de animación Pixar para el verano boreal y dejaba los filmes del estudio, de calidad sensiblemente menor o spin-off de sus éxitos como Aviones, para fin de año. Pero a fines de 2013 se estrenó Frozen y en 2014 hubo que mover varias fichas debido a que por primera vez en ocho años no había un estreno de Pixar para competir en esa fecha. Ocurrió que, tras dos fechas de estreno canceladas, que Un Gran Dinosaurio (The Good Dinosaur) seguía sin estar terminada. De hecho, el film lleva seis años en desarrollo y en el medio perdió a su director original (Bob Peterson) que fue reemplazado por su coequiper Peter Sohn que modificó toda la película apra darle otro tono. El realizador contó que Peterson había imaginado un Arlo con 20 años pero que cuando él se puso al frente del proyecto decidió que la edad del dinosaurio sería de 11 años. "Arlo, del alguna manera -señaló Sohn-, está reflejando mi propia vida, yo represento una minoría en Nueva York, cuando yo era un niño no había allí muchos coreanos y cuando estaba en esa edad de Arlo había muchas cosas que me atemorizaban en el camino de encontrarme a mí mismo". En este contexto, llega finalmente Un Gran Dinosaurio a las pantallas locales con una mínima promoción y en simultáneo con los Estados Unidos (en Argentina, los filmes animados de Disney se estrenan a mediados de diciembre) y el allí se puede ver el porqué de estas demoras. El film es una distopía sobre qué podría haber ocurrido si los dinosaurios no desaparecían de la Tierra tras el choque del asteroide que pudo haber ayudado a su extinción. La historia se centra en el pequeño y débil Arlo, un el más joven de su familia y su viaje de autodescubrimiento junto a un niño humano que se perdió con él luego de ser arrastrados por la corriente de un río. Sohn condstruyó una clásica road movie prehistórica muy bien realizada, con un guión sencillo, personajes enternecedores y divertidos; y todo muy disfrutable. ¿Cuál es el problema entonces con Un Gran Dinosaurio? Que no se diferencia en nada de cualquiera de los cientos de filmes animados que circulan en la actualidad, con pocas ideas narrativas, secuencias ya vistas en otras producciones similares (una de ellas una copia de la muerte de Mufasa en El Rey León, la otra una típica escena de cowboys muy bien adaptada) y una sensación constante de que estamos viendo un refrito de los 20 años de la compañía. En pocas palabras, el sello Pixar le queda grande. Ni siquiera el corto del inicio, que suele acompañar a todos los filmes del estudio, llega a un nivel óptimo y se queda en buenas intenciones, además de repetir temática con la película. Pero a pesar de estas críticas de rigor, es una película recomendable para llevar a ver a los chicos este verano y cumple no sólo en entretener sino en contar una lección de vida que alienta a todos a superar sus miedos.
La habilidad de Pixar para crear relatos entretenidos, hermosos visualmente y con algunos golpes emocionales nunca deja de sorprender. "The Good Dinosaur" no forma parte de las mejores películas de la productora, pero sin duda alguna es lo suficientemente satisfactoria como para seguir arriba de la mayoría de las cintas de animación que el mundo nos regala.
Hay que decir esto en primer lugar: el único problema de Un gran dinosaurio es ser una película de Pixar. El estudio responsable de elevar la excelencia del cine de animación está celebrando 20 años de la primera entrega de Toy Story, el film inaugural de este tipo de relatos en la era digital. Además de la brillante saga de los juguetes comandados por el vaquero Woody, Pixar ha creado joyas como Wall-E, Up y la muy inspirada Intensa-Mente. En este contexto, el estreno de su nueva apuesta viene a potenciar los logros visuales ya alcanzados, pero desde lo narrativo acusa un retroceso hacia un clasicismo exento de vuelo creativo e ironía. El regreso a las fórmulas más tradicionales de Disney luce algo anacrónico para una factoría que nos acostumbró a historias de nobleza perdurable, teñidas de cierto aire de ruptura. Tras más de un año de demora en su estreno, producido en gran parte por la baja de su director y posterior reemplazo por Peter Sohn, sumado al recambio de los actores encargados de las voces de los principales personajes; Un gran dinosaurio llega a los cines de todo el mundo con una anécdota sencilla y eficaz. Después de sufrir una pérdida familiar, un temeroso y simpático dinosaurio de 11 años (Arlo), se pierde al ser arrastrado por la turbulenta corriente de un río que atraviesa una zona cercana a su hogar. El reencuentro con un niño salvaje (Spot), a quien supuestamente Arlo debía eliminar, supone el choque de especies muy opuestas, con un llamativo juego de inversión de roles: aquí el animal es el ser racional y parlante, mientras que el pequeño se limita a balbucear sonidos, y a sostener su supervivencia a partir de un puñado de acciones tan primitivas como aguerridas. Visualmente, el resultado es alucinante. El grado de realismo de los paisajes, con unas logradas texturas y luces que parecen atravesar la pantalla, se ensambla perfectamente con los personajes diseñados con trazos simples. Esa amalgama entre lo sofisticado y lo naif, sólo navega en la superficie de la imagen, ya que desde lo narrativo el relato queda sofocado bajo un omnipresente tono aleccionador. Conceptos como el de la disciplina, el imperativo de cumplir con la tarea, la necesidad de sobreponerse a los miedos, y la valoración de la familia sobre todas las cosas; se repiten de un modo estructurado y previsible. No es que Pixar antes haya evitado orquestar sus historias desde este tipo de valores y premisas fundacionales. El problema aquí es el discurso unidimensional, sin otros matices ni capas de lectura que los expuestos gráficamente en la pantalla. Es cierto que este es un producto dirigido plenamente a los más pequeños, pero se extrañan esos guiños al público adolescente y adulto, que tan bien venían funcionado en películas anteriores. De hecho, los pocos momentos en que Un gran dinosaurio se atreve a cruzar la línea de la fábula edificante, lucen un tanto desencajados. Un buen ejemplo está en la escena en la que Arlo y Spot comen unos frutos alucinógenos que los llevan a un breve pasaje lisérgico, bocanada de desenfado que hubiera logrado una mejor integración si el film sorteara con mayor vuelo su armazón moralizante. Finalmente, como toda estructura concebida en clave de road movie, este cuento ambientado en tiempos prehistóricos tiene pintorescos personajes secundarios. Una y otra vez irrumpen múltiples bicharracos, que hacen su gracia lo mejor que pueden y salen de escena. El efecto es más acumulativo que progresivo, ya que la aparición de estos especímenes poco aporta a los conflictos centrales de Arlo y Spot. La trama se estira y al metraje final le sobran unos veinte minutos. Hay demasiada bajada discursiva en este exponente de Pixar, que retrocede un par de casilleros hacia los esquemas más conservadores de Disney. Por eso, los instantes más sustanciosos se filtran cuando los personajes comparten su silencio, logrando con su solitaria mirada dar rienda suelta a una alianza tan cómplice como sentida. The good dinosaur / Estados Unidos / 2015 / 92 minutos / Apta todo público / Dirección: Peter Sohn.
El Buen Dinosaurio es otra entrega de los productos Pixar. La gente de Pixar hace rato que viene intentando recuperar el rumbo - como con Intensamente y el filme que nos ocupa -, especialmente después de una racha de secuelitis con filmes de calidad cuestionable o poco brillante. Por contra, pareciera que la Disney hubiera absorbido el mojo de Pixar, ya que sus últimos filmes digitales - como Zootopia o Big Hero Six - gozan de una frescura y originalidad tal que parece habérsele escapado a los padres de la animación digital. El Buen Dinosaurio, a decir verdad, es una bolsa de gatos. Visualmente es un orgasmo - es increíble darse cuenta que esos ríos, ese cielo, esas tormentas, esas montañas y, sobre todo, esa vegetación, están producidos en una Commodore 64 en vez de ser reales -, pero el diseño de los personajes principales bordea lo abominable. Digo: en semejante desborde de fotorealismo los tipos han decidido trazar a los dinosaurios como si fueran figuras de arcilla salidas de alguna animación de Wallace & Gromit, lo cual causa un contraste chocante. Lo mismo ocurre con los villanos - terodáctilos, raptores - que parecen versiones bizarras de Willie E. Coyote, con ojos disparatados y dientes deformes. Pero si bien esto es debatible - no es mas que una cuestión del estilo elegido -, lo que termina partiéndome al medio es el escenario de historia alternativa que han decidido utilizar. Ahora resulta que el meteorito que provocó el cataclismo que mató a todos los dinosaurios en la Tierra pasó raspando cerca del planeta, y ello terminó provocando que - con el paso de millones de años - los dinosaurios se volvieran inteligentes, civilizados y erigidos en la raza dominante sobre el planeta. Chicos: los dinosaurios hablan, construyen silos, aran y plantan su comida y, en el caso de los carnívoros, los tipos se han vuelto cowboys y crian búfalos como fuente de comida. Este último detalle da lugar a una versión alternativa - y super bizarra - de los típicos campamentos de los filmes western, en donde los dinosaurios prenden una fogata (¿cómo?¿con qué manos?), tararean canciones usando grillos como si fueran armónicas, y cuentan anécdotas como si fuera una noche de boy scouts. oferta software de facturacion electronica Las preguntas se acumulan en mi cabeza. ¿Por qué los dinosaurios evolucionaron y no lo hicieron, por ejemplo, los bisontes que ahora crian en rebaño?. Ahora los hombres son bestias y se comportan como perros salvajes. De hecho el dinosaurio protagonista tiene a un niño humano como mascota, y lo llama como si fuera un perro. Todo esto es tan bizarro que atenta contra la historia que El Buen Dinosaurio intenta contar - una road movie en donde el joven protagonista termina perdiendo el miedo y se vuelve en un experto aventurero capaz de lidiar con los dramas de la supervivencia en un mundo tan hostil como es el prehistórico -. Por cada momento en que Arlo conecta con el chico Cromagnon - compartiendo la pérdida de sus propios padres, viviendo aventuras juntos, descubriendo el camino a casa -, hay un momento excéntrico con Arlo peleando con una banda de raptores devenidos cuatreros, o dialogando con un triceratops pasado de rosca que usa sus cuernos como una especie de pajarera ambulante. Honestamente, El Buen Dinosaurio es un filme tremendamente dispar. Lo visual es fabuloso - las tormentas son una delicia para quienes tengan un home theater y un buen televisor HD - , los personajes tienen su corazón, pero la historia en que los meten tiene cosas muy extrañas. Para mí es un 3 y medio pero aquí damos cifras redondas; y como el espectáculo prima sobre los problemas de credibilidad del argumento, prefiero ser benévolo. Desde ya, ni se acerca a los títulos formidables del panteón de oro de Pixar; el problema es que intenta ser original y lo logra, pero a costa de seguir un recorrido tan extraño como poco creíble.