Prisioneros del juego. Por suerte Nerve: Un Juego sin Reglas (Nerve, 2016) finamente corta la racha negativa de Henry Joost y Ariel Schulman, tanto a nivel cualitativo -porque estamos ante el mejor opus de los directores desde Catfish (2010)- como en lo que respecta a “despegarse” de los problemas que venían experimentando con el terror; recordemos para el caso el tercer y cuarto eslabón de la franquicia de Actividad Paranormal (Paranormal Activity) y la reciente Viral (2016), el otro film de este año de los señores, una mezcla fallida entre la danesa Sorgenfri (2015) y otros tantos exploitations contemporáneos de The Walking Dead. Aquí la propuesta sorprende gracias a que está bastante bien construida a nivel narrativo, el mensaje de fondo es poderoso y explícito y el combo en general llega en el momento justo, un período en el que los pasatiempos vacuos virtuales dominan el mercado de los celulares. El film es un thriller tecnológico adolescente que retoma aquel concepto de un voyeurismo comunal y macabro de The Truman Show (1998) y 13 Game Sayawng (2006) y esa sumisión para con las herramientas de comunicación de nuestros días de las temáticamente similares Open Windows (2014) y Eliminar Amigo (Unfriended, 2014). A contrapelo de lo que nos indica el título en castellano, el juego social en el que participa la protagonista Vee (Emma Roberts) sí cuenta con preceptos muy claros: Nerve está dividido en dos bandos, los jugadores y los observadores, éstos últimos pagan un canon y deciden los retos que realizan los primeros (el player con más observadores será acreedor de una bella suma de dinero). Los desafíos deben ser grabados por el jugador, fallar o huir son sinónimos de eliminación y está prohibido revelar la existencia de Nerve a cualquier individuo fuera de la comunidad. Como no podía ser de otra manera, el guión de Jessica Sharzer respeta a rajatabla el marco afectivo clásico de toda historia de iniciación (Vee es un tanto conservadora, así que intervenir en el juego sería un equivalente a envalentonarse y hacer cosas nuevas): por un lado tenemos una relación amorosa con Ian (Dave Franco), un “coequiper oficial” asignado por Nerve, y por el otro está el infaltable binomio de secundarios compuesto por un amigo sobreprotector, Tommy (Miles Heizer), y una compinche más linda y canchera, Sydney (Emily Meade), con toda la retórica de la competencia femenina a cuestas. Los dos primeros actos retratan el incremento en popularidad de la protagonista a lo largo de una noche de retos en cadena junto a Ian; recién en el tercer y último capítulo el tono se oscurece y la película les muestra los colmillos a la virtualidad y la cobardía del anonimato. Un gran punto a favor pasa por la sensatez con la que Joost y Schulman utilizan a Vee como outsider para reflexionar sutilmente acerca de las redes sociales, los juegos globales para celulares, los reality shows y la construcción de la identidad en una era en donde lo colectivo -ya sea real o virtual- aparece vinculado a los extremos reduccionistas del agradar al cien por ciento de los mortales o al confrontar todo el tiempo a puro sadismo hueco e inconducente. Entre una estética publicitaria/ videoclipera bien llevada y un núcleo dramático humilde que no pretende ser más de lo que es, léase un relato adolescente de denuncia contra el dispendio lúdico bobalicón, Nerve: Un Juego sin Reglas funciona como un cartel de neón que nos llama la atención sobre la posibilidad de caer prisioneros de un esquema comunal mezquino que celebra el consumo, la rivalidad y la incomunicación…
Atrapados en la Red Hace unos años, y aprovechando la excelente carta de presentación y plataforma que suponen los Festivales de Sundance y de Sitges, se dio a conocer el primer trabajo de una pareja de jóvenes realizadores norteamericanos que muy pronto llamaron la atención de los entendidos por su desparpajo y frescura a la hora de abordar una historia terrorífica desde un punto de vista radicalmente distinto de lo que se solía hacer hasta entonces. Tanto Henry Joost como Ariel Schulman consiguieron con el falso documental Catfish, mentiras en la red (2012) que su película se convirtiera en viral, basándose exclusivamente en un alarde de tecnología filmada para explicarnos la historia de un joven fotógrafo de New York que contacta por Facebook con una chica de Michigan y viaja a conocerla, todo rodado por dos de sus mejores amigos. El film obtuvo una muy aceptable acogida por parte de público (3 millones de dólares en taquilla para tratarse de un documental casero) y crítica, quienes no tardaron en encumbrar a ambos cineastas al umbral de los realizadores a los que había que seguirles la pista.
El riesgo de la fama 2.0 Vee Delminico (Emma Roberts), una joven estudiante tímida abocada a la rutina y las reglas, decide adentrarse a Nerve (2016), un juego interactivo en el cual cada persona deberá elegir si ser jugador u observador: cada reto que supere el primero -propuesto por los observadores- tendrá como premio una suma de dinero que se irá acrecentando en la superación de distintos niveles. En la vorágine de estas pruebas online conoce a Ian (Dave Franco) y juntos seguirán un camino peligroso, siniestro y sin vuelta a atrás. Nerve, adaptación de la novela homónima de Jeanne Ryan, es una película que se nutre de la adrenalina de sus protagonistas como también del clamor anónimo de miles de usuarios en la red. Se entiende de donde proviene la estética de Nerve si reconocemos a la dupla de dirección compuesta por Henry Joost y Ariel Schulman, quienes estuvieron detrás del fenómeno CatFish para MTV, un programa que tenía como objetivo develar las falsas identidades o doble vidas de parejas en internet. Bajo una deslumbrante ciudad de Nueva York como el gran plató, una música pegadiza estimulada por beats y ritmos tecnos y una fotografía contundente relacionado a los colores, marcos y luces, Nerve contempla el ecosistema ideal para el desarrollo de esta nueva generación 2.0 que siente la necesidad de exponerse y ser popular, como también aquella que se oculta bajo seudónimos sacando su lado más perverso y obsceno. Nerve_dareyou_Trailer Vertiginosa, estimulante y decidida, Nerve no pide permiso para sumar al espectador como otro cómplice a la red de usuarios que aclaman las audacias y proezas de sus jugadores, a pesar de que cada vez sean más peligrosas y hasta mortales. Nerve juega y expone los peligros de la nueva era digital, en la cual todos nuestros datos están en línea a la vista y alcance de todos. También plantea un debate moral sobre hasta qué punto los internautas están dispuestos a llegar para alcanzar una fama instantánea. La química entre Emma Roberts (American Horror Story/2011) y Dave Franco (Now you see me 2 /2016) trasciende la pantalla formando un buen equipo bajo una buena actuación pero sin demasiados sobresaltos. Un buen montaje además de una manera certera y fidedigna de llevar al plano más real la interacción constante y permanente que gran parte de las personas y más aún los adolescentes-adultos conllevan con las redes sociales. Un guión sin demasiadas preguntas y por pocas respuestas por responder, que sigue los carriles directos y de forma certera que marca cada etapa por superar. En su final -que realmente no alcanzó a ser de mayor clima en el film- bajo un escenario ideal, no fue del todo eficaz el desenlace, tornándolo muy simple o fácil para lo que se venía viendo. Nerve cuenta con grandes ideas que, en gran parte, se quedan en el camino y no se desarrollan de la mejor forma, de igual forma en que se realizan planteos entre los protagonistas sin sentido y carentes de empatía. Uno de ellos, tal vez de los más importante que ocurre en el momento culmine del film, no conmueve ni entusiasma ni tampoco se entiende la necesidad de hacerlo, ya que deja en ridículo al protagonista. A pesar de estos fallos, Nerve es una película que entretiene con grandes ideas, además de que no deja respirar al espectador casi en ningún momento del film. Por Alan Schenone
Elogio a lo efímero Las sagas distópicas adolescentes han ganado un lugar preponderante en la producción cinematográfica de los últimos años, y Nerve: Un juego sin reglas (Nerve, 2016) de Henry Joost y Ariel Schulman, adaptando la novela original de Jeanne Ryan, se posiciona en un escalón más elevado a este tipo de películas por su potente aspecto visual. Si en Los juegos del hambre (The Hunger Games, 2012) o en Maze Runner: Correr o Morir (Maze Runner, 2014) la acción se ubica en la supervivencia de los protagonistas, aquí eso se fortalece con la aceptación de participar de un juego virtual en donde uno puede perder la vida si realiza mal alguna de las indicaciones. La historia se enfoca en Venus Delmonico (Emma Roberts), una joven que se mantiene en su “zona de confort”, sacando fotos y dependiendo de su madre (Juliette Lewis). Ella duda todo el tiempo de las decisiones que debe tomar, cuando su amiga Sidney (Emily Meade) la impulsa a entrar a “Nerve”, un juego en el que se aceptan o no pruebas a cumplir. Dentro de “Nerve” uno puede observar o jugar, y si se elige la segunda opción, se deben correr riesgos en los que se premia la acción con dinero, o, en el caso de no terminarlas, con la eliminación instantánea. Lo que sí hay que respetar todo el tiempo es el anonimato del juego, ya que cualquier denuncia o acercamiento de información a las autoridades puede repercutir en una persecución mortal para el participante. Cuando Venus ingresa al juego, sin saberlo, queda asociada a Ian (Dave Franco) otro de los jugadores favoritos, con quien siente no sólo una afinidad instantánea, sino principalmente, una atracción que los lleva en conjunto a participar de pruebas cada vez más complicadas y que le permiten rápidamente un ascenso en la competencia. Y mientras Venus avanza en el juego, su amiga Sidney, aquella que la impulsó a sumarse, no hará otra cosa que envidiar la capacidad, hasta el momento desconocida, con la que acepta los desafíos y suma dinero al pasar cada reto propuesto. Nerve: Un juego sin reglas mantiene las reglas del género bien claras, y además potencia su propuesta con una cuidada estética, que además la posiciona como la película que más ha logrado -hasta el momento- su lógica inmersiva: introducirnos en el mundo de las redes sociales e internet (con el plus de la bella composición de cuadros y representaciones con las que “envuelve” la narración). Neón, fluo, imágenes de transición armónicas, una puesta visual que impacta, y que preceden las pruebas marcando un tempo diferente en el relato, aquel que se precipita ante cada reto que aceptan Venus (a.k.a. @vee_99) e Ian (a.k.a. @_ian_), los que van siendo resueltos sin inconveniente aparente. Luego todo se vuelve una reflexión sobre la fama instantánea, lo efímero de los títulos y etiquetas con los que se tilda a los jugadores, con una escena final en una suerte de circo romano en el que los contrincantes son expuestos a un último y mortal juego. Si Nerve: Un juego sin reglas no termina por cerrar su propuesta es porque innecesariamente se pone a cuestionar y justificar todo en el relato, y lo políticamente correcto supera el pedido de “anarquía” de uno de los jugadores, evitando así que la naturalidad con la que se asiste a cada interacción con las redes sociales, por ejemplo, sea algo más que un artificio visual bien logrado para que la historia fluya y genere empatía a pesar de su impronta de entretenimiento con la que se la presenta.
Mezcla de comedia romántica, thriller y película de acción, llega Nerve, una revisión del género para las nuevas generaciones, donde lo tecnológico es protagonista. Apenas abrir los ojos lo primero que hace Vee (Emma Roberts) es prender su computadora, conectarse a su celular y hablar con su mejor amiga quien le cuenta de la nueva sensación de internet, un juego llamado Nerve en el cual los protagonistas tienen retos pagos por realizar diferentes actos, a medida que van ganando más y más popularidad. Vee está acostumbrada a vivir bajo la sombra de Sydney hasta que finalmente decide que es suficiente, ¿y que mejor forma de dejar de mirar la vida pasar y comenzar a vivirla que transformarse en un jugador más de Nerve? . Y es en su primer reto donde va a conocer a Ian (Dave Franco) con quien armara un equipo que parece imparable. El problema es que a medida que la noche avanza, los retos se van complejizando, desenmascarando una trama más compleja de la que Vee esperaba encontrar. Nerve es un film que revive la idea de películas anteriores como The game (David Fincher, 1997) o Criaturas salvajes (Wild Things, John McNaughton, 1998), un cine en el cual la trama se va reformulando a medida que la intriga avanza, dejando entrever nueva información mientras los protagonistas van develando el misterio, aunque en este caso la realidad es que la trama no es tan grande ni compleja y funcionan más los momentos de romance o pelea entre amigas que el misterio en sí. En este aspecto también es una lástima que los actores no estén preparados para poder darle un poco más de credibilidad a la historia. Hay toda una generación de chicos hoy día que están entrando a una adolescencia en la cual la tecnología abarca todo su espectro social, y para ellos está dirigida esta película. Juzgarla desde la óptica cinéfila carece de toda importancia porque la realidad es que pocas películas logran captar como Nerve el universo absolutamente críptico de la vida social en las redes, y la realidad es que estos nuevos espectadores no están tan acostumbrados a este tipo de films, con lo cual el producto final es más que valido para ellos. Sin buenas actuaciones, sin buenos climas y sin demasiado cuidado por lo estético, Nerve sirve como lo que es, una película para adolescentes que centran su vida alrededor de la tecnología y sus amistades y que seguramente encontraran el film atrapante más allá de lo que generaciones anteriores pueden llegar a opinar.
Hay juegos que mejor no jugarlos, desafíos que mejor no aceptarlos. Esto es lo que deberían saber los protagonistas del nuevo film de la dupla Henry Joost y Ariel Schulman (Actividad Paranormal 3 y 4). Juegos los hay de todo tipo, desde los deportes físicos, juegos de mesa o videojuegos; y también los que exponen al jugador a situaciones fuera de la rutina, a modo de prueba de carácter. Desde verdad/consecuencia a el juego de la botella, todos exigen una prueba a superar. Claro que no todas las pruebas son tan inocentes como contar una intimidad o dar un beso a otro participante; algunos van más allá, como el que propone Nerve: Un juego sin reglas. Basándose en las últimas tecnologías populares, el guion de Jessica Sharzer sobre la novela homónima de Jeanne Ryan, nos habla de una aplicación de celular, también adaptable online, que lleva por título el mismo del film. Emma Roberts es Vee, una adolescente, recién entrando en la universidad, que lleva una vida bastante controlada y tranquila. Todo lo contrario, a su amiga Sidney (Emily Meade), extrovertida y casi adicta a Nerve; un juego online mediante el cual los registrados van siguiendo a los usuarios y les proponen distintos desafíos que deben cumplir a cambio de dinero que será depositado en una cuenta bancaria; si no cumplen con el desafío pautado, pierden lo recaudado. Vee en un principio no está interesada en Nerve, pero ante la insistencia de sus amigos y ese temor a no ser menos, entrará en el mismo. Los desafíos irán en aumento, de besar a un desconocido, probarse el vestido lujoso de una tienda, a cosas cada vez más peligrosas; hasta que todo se salga de control. Vee no estará sola en este descontrol, contará con la colaboración de otro participante (el desconocido a que debe besar en primer lugar), Ian (Dave Franco) con quien formará una pareja forzada por los usuarios que desean verlos juntos superando las pruebas; aunque puede ser que Ian sepa más de lo que muestra. Nerve posee un privilegio, tiene el target de público bien definido. Claramente se trata de una película para adolescentes, casi menores a la edad de Vee e Ian. La premisa, que pese a tener muchos puntos en común con películas como 13 Pecados (más el remake norteamericano), pudo tener algún indicio de originalidad. Sin embargo, durante el desarrollo, tanto la dupla de directores como desde la historia, parecen empeñarse en caer en cuanto cliché tenían a su alcance. Los lineamientos son los típicos del manual de relato “teen”. Chica retraída, se tienta ante la aventura que la expone al peligro, se abre al mundo y por eso pagará las consecuencias y saldrá no sin aprender una moraleja antes. También está el romance con el desconocido del que no se sabe si se puede confiar; y hasta los personajes secundarios están ahí como muestrario de estereotipo. La amiga extrovertida con la que puede enfrentarse, el amigo compiche y geek, los curiosos que alimentan el morbo; y la madre, personaje que retomaré más adelante en el texto. Nerve se impone como una suerte de film de suspenso pre dieciocho, pero naufraga principalmente porque en él no hay suspenso. No hablamos del gore de la 13 Pecados coreana, o el mal gusto del remake hollywoodense, ni siquiera hablamos de terror (género al que decididamente no quiere pertenecer); hablamos de que no genera ni siquiera gran intriga sobre el devenir de los personajes. En los desafíos propuestos, no solo no hay sangre, no hay tensión (salvo algo módico y mal ejecutado). Esta falta de presión sobre lo que debió ser el elemento principal de la propuesta, hace que el morbo que expresan los usuarios de Nerve no sea transmitido al espectador, dejándolo virtualmente fuera de juego. Roberts y Franco no crean química, no solo sus personajes son esquemáticos, entre ellos no se nota unión; y las vueltas de tuerca de uno y otro pecan de demasiado previsibles. Hay algún atisbo en la historia de querer encarar un estudio sobre la generación joven actual y la necesidad de fama mediática online; algo que quizás en la novela se explaye e mejor (desconozco), pero en la película es abandonado demasiado pronto. Sidney entre en celos paranoicos al ver que su amiga a la que creía timorata le gana en popularidad de seguidores, y parece dispuesta a realizar cualquier desafío de Nerve con tal de recuperar su trono. Lo mismo la incitación de los extraños a continuar mirando el devenir de un desconocido al que le proponen cosas cada vez más humillantes. Esas líneas, con una mayor profundización, podrían haber resultado realmente interesantes; no es el caso. Joost y Schulman se inclinan también por impregnar la pantalla de imágenes con espíritu adolescente. Una noche de neón, cámaras subjetivas con lentes de celulares o webcams, movimiento, y diálogos ligeros de jerga actual. Todo muy tecnológico popular, todo muy “joven”. Inclusive la banda sonora, plagada de canciones de un tracklist pre veinteañero que no progresa junto a las acciones del film. Ese espíritu joven parece llegar también hasta el personaje de la madre, compuesto por Juliette Lewis (actriz de la que se recuerda ser una chica descarriada); una madre como la que esta película necesitaba. Totalmente despreocupada e irresponsable. Las decisiones que toma son básicamente inverosímiles hasta resultar irritante, y es el único adulto del film. Nerve se introduce en el mundo adolescente con la idea de mostrarnos los peligros a los que estos pueden estar expuestos. Pero lo hace con tanta ligereza y desprendimiento que no genera más que una atención pasatista, y hasta algún mensaje contradictorio. Quizás sea que quien escribe ya abandonó esa edad, quizás el público al que definitivamente está apuntada encuentre una mejor identificación; mientras tanto, yo decido desconectarme.
Un juego para poner los pelos de punta. Exponente logrado de un cine que consigue incorporar con éxito a su relato las interfaces gráficas de las diferentes plataformas digitales que hoy se encuentran integradas a la vida social, Nerve, un juego sin reglas, es también un ejercicio narrativo que le propone al espectador un tour de force por una amplia paleta de géneros. Un paseo que comienza como una típica historia de coming of age en la que Vee (Emma Roberts), una adolescente tímida que en su último año de secundaria no termina de encontrar su lugar en el mundo, debe empezar a afrontar las decisiones que implican la inminente integración al universo adulto. Mediante un montaje gráfico ágil, el inicio muestra desde la subjetiva de Vee el escritorio de su PC, en el que abre múltiples redes sociales, su casilla de correo para escribir un mensaje dirigido a la universidad a la que su madre pretende que vaya, y atiende una llamada de Skype de su mejor amiga Sydney. A través de ella descubrirá la existencia de Nerve, un juego online al que se describe como un Verdad-Consecuencia pero sin la parte de Verdad. Un juego en el que quienes deciden participar deben cumplir con los desafíos que los que simplemente eligen ser espectadores anónimos les van proponiendo. Por supuesto que Vee, que siempre ha hecho del bajo perfil su religión, acabará participando para demostrarle a la desinhibida Syd que ella también puede tomar riesgos. Nerve es el nuevo opus de la pareja de directores integrada por Henry Joost y Ariel Schulman –que este año no estrenarán una sino dos películas en Buenos Aires (la próxima es Viral)–, quienes manejan con acierto los tonos de los diferentes segmentos del film. Si cuando Vee conoce a Ian (Dave Franco) en su primer desafío, la mención de la novela Al faro de Virginia Woolf genera un link literario que parece extenderse en la recorrida que la pareja comienza por la noche neoyorquina, al estilo del recorrido de Holden Caulfield en El guardián entre el centeno de J. D. Salinger, pronto la cosa volverá a tomar un rumbo inesperado. Esta vez cercano al clima paranoico diseñado por David Fincher sobre múltiples capas de engaño en Al filo de la muerte (The Game, 1997). Porque Nerve le va proponiendo a y Vee desafíos cada vez más riesgosos, rodeándolos de una red en la que los propios participantes son parte de un complot de escala global. Schulman y Joos consiguen generar impacto, tensión y suspenso con cada nueva prueba y se guardan para el final un nuevo giro, que a pesar de tener una obvia intención moral (en eso se parece a la saga 12 horas para sobrevivir), no deja de resolver la cosa de un modo atractivo (y feliz). Es cierto que a esa altura no todo se mantiene verosímil, pero tampoco importa demasiado.
Nerve: Un juego sin reglas presenta a Vee una adolescente que se apunta a un juego en línea en el que existen jugadores y espectadores, y en el que salir significa la muerte. Un interesante thriller psicológico sobre los peligros de las nuevas tecnologías y redes sociales, el voyeurismo, los reality shows y las consecuencias de transmitir la vida privada en vivo. Los directores Henry Joost y Ariel Schulman manejan muy bien los momentos de tensión, logrando que el suspenso crezca a medida que avanza el metraje. Visualmente la película luce atractiva, aprovechando las luces de neón que generan una atmosfera retro muy interesante. Buena banda sonora y actuaciones muy sólidas para esta entretenida cinta de género.
ATRAPADOS SIN SALIDA En esta época en que hace furor Pokemon Go, esta película se mete con un juego en línea con transmisión en vivo, donde los que aceptan pagan por ser observadores o son jugadores que ganan dinero pero arriesgan sus vidas en pruebas cada vez mas difíciles, con desafíos que trabajan con los miedos personales, con datos sacados de las cuentas de los participantes. Para los memoriosos están los juegos de rol que implicaron suicidios y asesinatos en EEUU y España por ejemplo. Pero en este caso, se toma como base a un público adolescente (aunque los protagonistas Emma Roberts y Dave Franco ya están un poco creciditos para esos papeles) que se pliega sin reservas al juego en una Manhattan muy bien fotografiada y con ritmo vertiginoso. Hacia el final una moralina con la privacidad en un mundo poco preocupado por el anonimato y que comparte casi todo en las redes sociales. Entretiene.
Atractivo thriller en torno de un juego online en apariencia inofensivo al que se suma Vee Demonico, sin imaginar que se meterá en una competencia con un extraño y la verdad o consecuencia, más que lúdica se pondrá bastante siniestra. Entretenida y menor.
Entretenida de principio a fin. El público de 10 a 25 años se moverá como pez en el agua. Para aquellos que no mantengan una frecuente relación con la nueva tecnología se le dificultará entender algunas cositas. Si alguien nota que una persona besa desconocidos en la vía pública, canta canciones arriba de las mesas de los restaurantes o intenta saltar de un andén subterráneo a otro, tiene que sospechar, porque esos individuos pueden estar jugando Nerve. En la primera secuencia de Mr. Robot, Elliot, el protagonista, demuestra que es posible destruir la vida de una persona en diez minutos. Los límites de internet son insospechables: los que no van “más allá” la utilizan en un mínimo porcentaje. Al igual que el personaje de la serie, la principal amenaza del jugador de Nerve es perder su privacidad, que su vida sea arruinada a causa de un hackeo. La película de Ariel Schulman y Henry Joost resulta un logro cuando la paranoia del espectador se cuela entre las reflexiones posteriores del visionado. Observador o Jugador, esas son las dos opciones que tienen los usuarios a la hora de dar por comenzada su partida en el juego online Nerve. Vee (Emma Roberts) e Ian (Dave Franco) son jugadores, lo que quiere decir que aceptan “retos” de los observadores con el fin de obtener dinero y puntos, que sirven para ganar. Es tortuoso imaginar el morbo que generaría la existencia de una aplicación así. Los observadores – o sea, los voyeurs-, que crean los retos en base al éxito de los jugadores, se convierten en el “gran hermano” de estas personas. En las redes sociales o en los reality shows, el usuario, aquel que “está fuera”, manipula a gusto y piacere sus posibilidades de entretenerse, entrenando su propia capacidad de morbo. Elige lo que quiere ver y cómo. Este efecto se representa en los retos, que son más difíciles a medida que el jugador logra superarlos. Schulman y Joost demostraron saber como plasmar en la pantalla su conocimiento y las posibilidades que ofrecen los ordenadores. En el documental Catfish, su ópera prima, el dúo investiga una relación a distancia entre Nev Schulman y una desconocida, quienes comenzaron a hablarse por Facebook y mantuvieron contacto mediante fotografías, mensajes de chat y llamadas telefónicas. Picados por la curiosidad de conocer con quién habló el protagonista durante su larga relación online, los dos directores y el muchacho viajan a la casa de la mujer. Cuando llegan, la sorpresa es abismal. En el documental el espectador primero se ríe a carcajadas, luego se enoja y por último se asusta o compadece, y en Nerve sucede algo similar. Lo que comienza como un thriller adolescente inocentón termina oscureciéndose hasta límites insospechables, momento premeditado y deseado a causa de la tibieza que el relato había demostrado hasta ese entonces. Los directores manejan los contenidos web en el cine como pocos, a tal punto que, en algunas escenas, la pantalla se asemeja a un monitor gigante. Nerve es una película tan actual como el día de hoy, que combina la acentuación de la fácil posibilidad de morbosearse de estos tiempos con un dominio preciso de los sitios webs y elementos informáticos del presente, no más ni menos que de 2016. De todas maneras, este tratamiento puede dificultar el visionado de un público que no está acostumbrado a maniobrar estos elementos cibernéticos. Schulman y Joost dan por sentado que el espectador conoce en absoluto el código que manejan, lo cual encierra al film en el círculo del público a quien está destinado. Es curioso imaginarse el choque que producirá Nerve dentro de decenas de años. El film se alimenta del mismo planteo estructural de The hunger games, Battle royale, The game o Cheap Thrills, películas de desafíos y de “supervivencia en arenas“. Si bien los retos impulsan a la trama de forma vertiginosa y efectiva hasta el final, más de la mitad de las pruebas que atraviesan los protagonistas resultan sosas y poco amenazantes. La carilinda pareja Franco-Roberts representa a aquellos participantes de realities o “estrellas de las redes sociales” -ya sean youtubers, instagramers o twitteros, etc.- que muchos jóvenes se fascinan con solo observarlos. Juliette Lewis y un reparto de caras no tan conocidas, así como la neonizada propuesta estética y el excelente soundtrack -la combinación causa un efecto muy similar al de Drive, de Nicolas Winding Refn– contribuyen a esa sensación de frescura y suma actualidad. Muy pocos espectadores se darán cuenta que Schulman y Joost meterán dos películas en un año en la cartelera argentina, ya que Viral, su anteúltimo trabajo, se estrenará en diciembre. Disfrazada de entretenimiento, besos, fiestas, y juegos online, se esconde una oscura moraleja en Nerve. Es admirable y monstruoso imaginarse que esta especie de cyberpunk sea totalmente probable en estos tiempos en los que una bandada de nuevos “thrillers gamers” pueda surgir. Los directores dejaron una marca de agua cinematográfica.
Nerve sirve como una liviana aunque entretenida y bien lograda reflexión sobre el mundo de las redes sociales y cómo las nuevas tecnologías afectan el relacionamiento entre nosotros, con sus consecuentes conflictos. [Escuchá la crítica completa]
El control del juego Hay muchas, buenas e inquietantes ideas en Nerve: un juego sin reglas y eso es más que lo que puede decirse de la mayoría de las películas contemporáneas. No todas son absolutamente innovadoras (se perciben referencias a Al filo de la muerte o 13: Game of Death) y, lamentablemente, varias se resuelven de manera un poco torpe o con moralejas tranquilizadoras, pero la película de Henry Joost y Ariel Schulman sintoniza bastante bien con las adicciones, angustias y la falta de contención de los adolescentes de hoy. Los creadores del documental Catfish (que ya marcaba un interés por las relaciones a distancia, la virtualidad y las redes sociales) y del reality homónimo de MTV filmaron el guión de Jessica Sharzer, que parece haber anticipado el fenómeno de Pokémon Go, aunque -claro- en esta ficción con resultados bastante más perversos, violentos y peligrosos. Vee (Emma Roberts, sobrina de Julia) es una tímida muchacha de Staten Island que está a punto de terminar la secundaria. Sin embargo, a partir de una serie de provocaciones, coincidencias, manipulaciones y de una necesidad íntima de afirmarse y mejorar su autoestima se convertirá en la protagonista de Nerve, un juego (clandestino y de creciente popularidad) que se maneja desde una aplicación para celulares. Las recompensas en dinero van aumentando; los riesgos, también. Esta chica común en circunstancias extraordinarias tendrá como compañero de aventuras (y romances) a Ian (Dave Franco), mientras crecen los celos y las diferencias con su mejor amiga Syd (Emily Meade). El trabajo del elenco juvenil es en líneas generales convincente, pero quien está totalmente desaprovechada es Juliette Lewis, otrora actriz rebelde que aparece ahora como una madre desesperada por los deslices y excesos de su hija. Con una excelente banda de sonido que incluye temas de Roy Orbison y Wu-Tang Clan (incluidos como parte de la trama), Nerve hace también un buen uso de las redes sociales (Snapchat, Facebook e Instagram) y analiza el control (las omnipresentes cámaras de seguridad) y el voyeurismo generalizado. El film tiene algunas escenas ridículas (como la pareja cruzando Manhattan en motocicleta a 100 kilómetros por hora con él con los ojos vendados) y se pierde un poco con las citas a otros productos populares (hay hackers a-la-Mr. Robot y malvados dignos de Los juegos del hambre), pero la dupla Joost-Schulman logra sostener siempre el suspenso, la tensión y el vértigo de estos jóvenes adictos a la adrenalina que resultan un espejo fascinante y perturbador del estado de las cosas.
Esta esla adaptación cinematográfica de la novela juvenil Nerve de Jeanne Ryan. Los protagonistas tienen buena química Emma Roberts y Dave Franco, componen bien sus personajes aunque sea algo ya visto. Un buen thriller psicológico, con toques para la platea juvenil. Con momentos de mucha tensión, suspenso, un montaje dinámico, con algunas solidas actuaciones, entretenida, divertida, conuna gran fotografía, efectos visuales y banda sonora
Un juego sin reglas La película de Henry Joost y Ariel Schulman es pura adrenalina, un viaje en montaña rusa de 90 minutos. Desde los actores hasta el uso de las redes sociales imitando la pantalla de una computadora combinan en un film que te deja pegado al asiento todo el tiempo. Párrafo aparte para el director de fotografía, Michael Simmonds, que con imágenes de Nueva York y el uso de luces flúor, nos traslada a una ciudad que además de nunca dormir, es totalmente psicodélica. Actores y Actrices: Emma Roberts: a partir de Scream Queens a Roberts la vemos como una joven femme fatale. En Nerve comienza como una joven tímida e introvertida para después sacar todo su poder y lograr una performance creíble y atractiva. Dave Franco: el joven hermano de James Franco sorprende con esta papel dando una grata impresión.
"Nerve": con pulso de videoclip El filme Nerve: un juego sin reglas presenta un atrayente mundo de adolescentes, que entretiene gracias a su ritmo y sus colores hipnóticos. La pantalla lumínica con sus múltiples ventanas abiertas, el sonido del tecleo rápido, la vida mediatizada por internet. Hoy todo transcurre en la pantalla chica de un celular inteligente, y los jóvenes están inmersos en una especie de Pokémon GO real. ¿Cómo representar esa simbiosis entre vida y tecnología? En Nerve: un juego sin reglas, los directores Henry Joost y Ariel Schulman creen que la mejor manera de hacerlo es con una puesta en escena cargada de colores atractivos y planos de videoclip (no tanto por su duración como por su estética). El diseño de la película es como el de una fantasía de neón copada por adolescentes que no se despegan de sus iPhones, un juego de seducción magnético que entra tanto por los ojos como por los oídos. Nerve es un juego de 24 horas en el que sólo existen dos categorías: observadores y jugadores. Los observadores pagan para ver. Los jugadores juegan para ganar. El mundo de Nerve es altamente competitivo. Tiene tres reglas. La primera es que todos los desafíos deben ser filmados con el celular del jugador. La segunda es que hay sólo dos formas de ser eliminado: fallar o huir. Y la tercera es que los soplones son eliminados. El reduccionismo del filme es asombrosamente certero. La joven Vee Delmonico (Emma Roberts) decide entrar al juego para poder ligar con el chico que le gusta. Elige ser Jugadora y su primer desafío consiste en darle un beso a un extraño en un restaurante. El muchacho al que besa es Ian (Dave Franco), un experto en Nerve. Pegan onda de inmediato y forman una pareja infalible, que no sólo empieza sumar dinero sino fama y seguidores. La película da cuenta de un mundo en el que no hay espectadores inocentes ni pasivos. Tiene escenas que son un verdadero goce visual, debido principalmente a su belleza cromática. Y el ritmo del montaje no permite la distracción ni el aburrimiento. Nerve es una pequeña perla fluorescente que se desprende de toda tradición para anclarse en el más puro presente, en esos jóvenes que lo único que hacen todo el día es interactuar con una pantalla de celular.
En un futuro cercano donde el WiFi y el 4G funcionan a la perfección, Emma “la sobrina de Julia” Roberts y Dave “el hermano de James” Franco se ven involucrados en un peligroso juego on-line de “realidad aumentada” llamado Nerve. Una especie de red social donde los jugadores deben aceptar y completar desafíos establecidos por el resto los usuarios para poder ganar fama y dinero. Obviamente a medida que los jugadores van superando las retos de los demás, el nivel de dificultad aumenta y por consiguiente también el riesgo que conllevan las apuestas. Al contrario de lo que nos indica el título, el juego SI tiene reglas y romperlas puede significar una ominosa consecuencia para quien haya efectuado dicha violación, que en este caso como podrán adivinar, serán nuestros protagonistas. Hay ciertas películas que son recordadas como un producto característico de su tiempo y cada década tiene su ejemplo particular. No podemos ver Tron o Ciencia Loca sin pensar en los ochentas como no podemos ver Hackers o Generacion X sin pensar en los noventas. Bueno, en mi opinión, a Nerve le depara el mismo destino. Si alguien en veinte años le agarra la nostalgia y desempolva su Blu-ray (?) de este film no podrá evitar exclamar “pero que peli más millenial, pordió!”. El film es un compendió de modas y tecnologías actuales: smartphones, redes sociales, realidad aumentada, dark web, luces de neón, música pseudo rock/pop, vestimenta hipster (si es que no pasaron de moda todavía) y lo más paradójico: nostalgia noventera (!). Sí, la gente de marketing hizo muy bien su trabajo y al menos tienen en claro cual es la franja etarea a la que tienen que vender este producto. Emociones baratas. A ver, la idea de un juego de apuestas que se va de las manos ya se había visto anteriormente y de manera mucho más lograda y divertida en la genial Cheap Thrills. En aquella oportunidad los guionistas tuvieron la creatividad (y la mala leche) suficiente para generar desafíos que rebasan cualquier tipo de limite moral. Aquí, al tener la restricción de un estudio hollywoodense y su lógico rating para mayores de 13, las consignas del juego nunca llegan a ser un verdadero peligro para los participantes, sobre todo porque tienen la opción clara de no hacerlo. Es decir, ellos deciden si llevar acabo los retos predispuestos, no están en un callejón sin salida donde inevitablemente deben poner en riesgo sus vidas (o la de los demás). Básicamente, los participantes son unos estúpidos. Por otro lado, el film quiere subrayar todo el tiempo una moraleja sobre el voyeurismo y la irresponsabilidad actual en las redes sociales pero se queda en una superficie tan obvia y simplista que hubiera sido mejor que directamente dejarán afuera esa intención. El resultado es un versión vacía y más berreta de Black Mirror, un capítulo largo de la serie con personajes idiotas y un final feliz. Pero bueno, al igual que el Candy Crush o el Harlem Shake, el film pasa lo suficientemente rápido para que no tengamos que volverlo a recordarla hasta por lo menos veinte años cuando nos pongamos románticos con esta década. Conclusión. Nerve: un juego sin reglas es un conglomerado de ideas desperdiciadas y de dudosa ejecución para el deleite del youtuber contemporáneo. Only for millenials.
Luces de neón, adrenalina y corazones digitales que se disipan ante una resolución floja y conformista. En la vida nos encontramos ante dos posiciones: somos observadores o jugadores, y esta es la premisa de Nerve, un juego que es una especie de reality show, vía web, en el que las reglas son pocas, pero las demandas muchas. En esta coming age tecnológica, el reconocimiento y la fama es lo más deseado por los adolescentes. Esa cuestión de pertenecer y encajar con algo o alguien prima, y por supuesto estas emociones también las experimenta Vee (Emma Roberts), la protagonista. Vee es algo conservadora en sus sentimientos y acciones debido a que viene de una situación familiar algo complicada, como la muerte de su hermano adolescente. Pero un día su furia contenida irrumpe y se decide a ser jugadora activa de este reality informático. El tema es ir cumpliendo desafíos y a medida que estos se efectúan se va engrosando la cuenta personal del participante. Cabe destacar que es una plataforma sin dueños ni legalidad alguna, todo se rige por la lógica y el anonimato de la virtualidad. Pero lo que comienza con un simple beso en público se hace cada vez más peligroso, hasta llegar a situaciones extremas. Un juego del que será difícil escapar. La película comienza muy acertada, ritmo ágil, bien presentados los personajes y el entorno —la típica trama de adolescentes—, muy buena música, y toda la estética aplicada a la tecnología. Aplicada ya sea desde el punto de vista, que va cambiando constantemente, puede ser desde un ordenador, una cámara de seguridad, un celular, una TV…aquí la tecnología es una protagonista más. O desde una fotografía con profusos colores fluorescentes, donde resaltan las luces de neón, lo cual remite al croma de una pantalla de una computadora o celular. El problema es que la narración se perturba hacia el final de la película. En el momento que comienza el desenlace, esa adrenalina que veníamos experimentado in crescendo se desploma. No solo porque la resolución es demasiado perezosa (y un tanto inverosímil), sino también porque recae en un discurso moral sobre el abuso de la red y sus fatídicas consecuencias, demasiado flojo y conformista.
EN EL JUEGO DEL MEDIO Es imposible ver Nerve sin rememorar aquella Al filo de la muerte (The game, 2002) de David Fincher, en la que un depresivo millonario interpretado por Michael Douglas se deja tentar por su hermano -un contenido Sean Penn- para entrar en un juego cuyas reglas y premisas parecían ser cada vez más peligrosas y controvertidas. Nerve no es muy distinta, con la excepción del entorno juvenil que propicia este juego que se propone y la difusión del mismo que se apoya en la inmediatez de las redes. Y del final, claro, que quizás sea mucho menos enredado y sorpresivo pero responde a la lógica de estos tiempos. Vee (Emma Roberts) es una universitaria que vive a la sombra de su amiga Sydney, quien no sólo es estrella del juego Nerve (que propone desafíos desde la clandestinidad) sino que es la imagen de la osadía y el desenfado con el plus de tener una belleza también envidiable. Pero la suerte de Vee cambia cuando decide aceptar un desafío de Nerve por el cual conocerá a Ian (el ascendente Dave Franco) a quien el juego, avalado por millones de espectadores, propone como compañero inseparable de la chica hasta las últimas consecuencias, en las que parece superar y por mucho al desempeño de su amiga. Y cuanto más hablo de Nerve más referencias al cine de Fincher encuentro, como por ejemplo, aquella regla de El club de la pelea en la que no se podía hablar del club de la pelea, o el personaje central al que no sólo le pasan cosas por decisiones desacertadas y tiene que sortearlas hasta el final sino que también las promueve a conciencia por polémicas que sean como el Ben Affleck de Perdida. Así y todo y homenajes aparte, Nerve no pasa del entretenimiento medio y de hacer foco en la parejita teen y cool del momento (o que pretende instalarse como tal). Puede criticársele y con algo de razón, la liviandad de la consecuencia de los riesgos asumidos. Si bien la tensión es constante y no decae, el peligro siempre es latente; hace más foco en el anonimato de quienes gerencian ese juego, trasladando el peso de las decisiones a los espectadores que deciden con su voto. Probablemente el mensaje sea ese, no hace falta que un villano esté bien definido y caracterizado cuando todos en conjunto y desde las sombras, podemos hacer de esa sociedad un lugar infinitamente peor. Emma Roberts resulta ideal para el personaje de Vee, con una belleza discreta pero que cautiva cuando se descubre y esa apariencia de chica común que la convierte en alguien mucho más atractiva cuando se trata de animarse a la aventura y logrando la empatía total y admiración de sus seguidores, que hasta ese momento la ignoraban o más bien, la creían invisible. Dave Franco no hace mucho esfuerzo por diferenciar sus personajes porque gana con la sonrisa que la genética le dio al igual que a su hermano y vaya sí a veces no se necesita sólo eso. Aquí por lo menos, alcanza. El resto del elenco acompaña sin decepcionar, los directores -hermanados en casi todos sus trabajos-, Henry Joost y Ariel Schulman saben recrear esa atmósfera juvenil y pseudo futurista que en principio parece ubicada en un futuro lejano y en realidad es un riesgo del presente que, de darse, no tendrá para nada el glamour de lo que presenciamos en pantalla. Nerve tampoco es, ni pretende ser, parte de una saga distópica al estilo Los juegos del hambre. Espero que no lo sea al menos porque perdería el sentido de su mensaje final, que no es la gran cosa pero tiene coherencia. Porque el real villano sos vos cuando con el dedito y desde tu smartphone decidís quien “está nominado”.
Nerve presenta una propuesta diferente de la dupla de directores Henry Joost y Ariel Schulman, quienes en los últimos años fueron responsables de las última entregas de Actividad paranormal. En esta oportunidad dejaron el género de terror para desarrollar este thriller que tiene como temática principal el uso de las redes sociales y los juegos de realidad aumentada. Un film que está destinado exclusivamente al público adolescente y que trabaja un conflicto que es un tema de actualidad en estos días. Especialmente a partir del surgimiento de Pokemon Go. El guión de Jessica Sharzer (responsable de la serie American Horror Story) retrata con una intriga interesante las consecuencias peligrosas que pueden acarrear la el mal uso de la tecnología y la obsesión por la fama instantánea. Emma Roberts y Dave Franco (hermano de James Franco) forman una buena dupla en esta película que logran hacer interesantes los personajes que interpretan y la odisea que enfrentan cuando se involucran en una versión online del clásico juego Verdad o Consecuencia. Joost y Schulman hicieron un buen trabajo con la construcción de este thriller, que más allá de los momentos de suspenso, desarrolla una temática interesante. Para disfrutar este film es inevitable permitir cierta concesiones a la historia en materia de veracidad. Por ejemplo, no tiene sentido en la trama que el juego online genere consecuencias trágicas para quienes lo consumen y ninguna autoridad prohíba o investiguen esos hechos. El problema de este film pasa por el decepcionante final sobre el que obviamente no me puedo expandir esta reseña. La película construye una intriga atractiva durante 96 minutos y en la conclusión un montón de incógnitas quedan en la nada. De repente la historia se termina y deja sin resolver cuestiones importantes del conflicto central. Nerve no es para nada una mala película pero tiene una conclusión pobre que no consigue explotar el potencial de la historia.
¿OBSERVADOR O JUGADOR? Ser observador permite, por unos cuantos dólares, mirar a los jugadores y proponerles retos. Ser jugador implica cumplir los retos impuestos por anónimos para ganar dinero fácil y escalar en popularidad: el primero, el más atrevido, se lleva todo. Un reality transmitido a través de celulares donde los espectadores deciden cómo evoluciona. Vee Delmonico (Emma Roberts) es una adolescente tímida en el último año del secundario, con todo lo que conlleva. Sus amigas la presionan para participar en Nerve y cumplir al menos un reto, para demostrarse a sí misma que puede tomar algún riesgo. La chica acepta, pero tras cumplir su primera misión la audiencia la invita a emparejarse con Ian (Dave Franco). Y si, las pruebas empiezan a volverse más peligrosas. Los primeros minutos llevan a pensar que se trata de otra típica teen movie, llena de estereotipos y lugares comunes y predecibles. Sin embargo, el relato avanza y la trama se espesa y se vuelve más y más oscura. Para colmo, la premisa es realista, un juego como Nerve es posible en un futuro cercano. Y eso asusta. Los nativos digitales, ciudadanos de Internet, son los que probablemente estén más cerca de sufrir un nudo en la garganta porque intuyen que hay un submundo virtual donde las posibilidades son infinitas. Nerve sabe reflejar lo siniestra que puede ser una sociedad escondida bajo el anonimato que puede dar un medio como la web. El relato es muy dinámico y por momentos se vuelve muy tenso a medida que muestra su lado más oscuro. Decae un poco hacia el final, cuando repite fórmulas viejas y supuestamente probadas, aunque hay que decir que va contestando los interrogantes sin didactismos, con justificando la información que que se dosifica en toda la extensión de la historia, con una puesta que hace un buen uso de las subjetivas para desde las pantallas de los dispositivos para ver la interacción y de las cámaras para ver la filmación, como si la aplicación estuviera a disposición del espectador. Si bien los protagonistas responden al principio a estereotipos, los minutos hacen que ganen profundidad, sobre todo Vee a cargo de Roberts que se destaca, dándole a su personaje una carnadura que incluye contradicciones, timidez y la energía de una adolescente en una situación límite, mientras que Franco hace lo suyo, limitado por un guión que lo relega. Por último, hay que agradecer que el relato crezca sin satirizar a sus participantes ni a sus interacciones con la tecnología. En un mundo donde las personas se someten cada vez más a la exposición, los juegos perversos pueden aceptarse con tal de ganar algo de popularidad. Muchos usuarios de YouTube y las millones de visitas que recibe son la prueba más contundente. NERVE: UN JUEGO SIN REGLAS Nerve. Estados Unidos. 2016. Dirección: Henry Joost y Ariel Schulman. Guión: Jeanne Ryan y Jessica Sharzer. Intérpretes: Emma Roberts, Dave Franco, Emily Meade, Juliette Lewis, Marc John Jefferies, Miles Heizer y Machine Gun Kelly. Fotografía: Michael Simmonds. Música: Rob Simonsen. Duración: 96 minutos.
Nerve da una mirada crítica sobre el uso de redes sociales y sus consecuencias, la película protagonizada por Emma Roberts y Dave Franco, advierte sobre la adicción de la tecnología, pero lamentablemente lo hace de un modo soso, artificial y aburrido. Henry Joost y Ariel Schulman, directores del film y fanáticos de proyectos sobre interacción social (catfish serie y película) muestran un panorama interesante en el mundo de apuestas en red, no obstante, lo que podría haber sido una película con un clima de tensión total y manejo del publico de principio a fin, se convierte en una demostración sobre decisiones estúpidas con personajes que no valen siquiera el precio de la entrada en el cine. Entre las luces de neón y el trabajo fotográfico realizado por Michael Simmonds se puede ver una claridad absoluta entre los planos y las acciones de los protagonistas, la utilización del metodo POV (punto de vista) lleva la perspectiva directamente hacia el celular de los usuarios del sitio de apuestas. Un gran momento en Nerve emplea la vista selfie de un celular en una hazaña a 10 pisos de altura, esta escena juega con el vértigo del espectador y demuestra lo que la gente venía a ver desde un principio, pero esto no dura mucho. La música acompaña este viaje de una sola noche y refleja, con ritmos electrónicos, la actitud que tienen los protagonistas. Las melodías comerciales fusionadas con el manierismo absurdo de los personajes dan la sensación de estar viendo una campaña de marketing de alguna empresa, en vez de una película. Todo se siente automatizado, con una cierta similitud a la película Proyecto X. Joost y Schulman prefieren apostar al entretenimiento barato sin contenido con estilo visual y canciones cool, a una historia con un peso argumental importante. El dúo de directores tendría que quedarse donde corresponde, pasando su programa Catwish en un canal esclavo de la moda y no torturarnos con este tipo de largometrajes sin sentido. Nerve es una más en la lista de películas que empezaron con una buena idea y su ejecución dio un resultado que está a la sombra de que realmente se pensó. Con una gran fotografía, consigue encantar visualmente al público, pero no logra más que eso y el mensaje que quiere trasmitir desde un principio, queda en el olvido por culpa de las decisiones que toman sus protagonistas.
Al parecer los realizadores del film basado en la novela de Jeanne Ryan se han confundido un poco porque como se trata de un juego que supuestamente no tiene reglas para jugarlo pensaron que podían hacer cualquier cosa a la hora de filmar la película, sin tomar en cuenta que al menos debían haber tratado de respetar lo más importante del libro: la historia que se está contando y los personajes que forman parte de la misma. Pero en lugar de hacer eso, tomaron el título de la novela, la idea del juego, los nombres de los protagonistas principales, algunos detalles y situaciones aisladas, para colocarlos en una licuadora, dando como resultado un cocktail de acción, efectos especiales, algo de suspenso y un toque de romance, que no se parece en absoluto al producto original literario, ya que difiere en el comienzo y en el desenlace del relato, en muchos puntos claves del conflicto, en las historias personales de los personajes que en la película apenas son esbozos de aquellos creados por Ryan, y por consiguiente pierde la tensión extrema y la adrenalina que experimenta el lector, al igual que el misterio ya desde su inicio, concluyendo en un final ridículo y a la vez más rosa que el de cualquier cuento de hadas, resultando por ende inverosímil. Uno de los pocos puntos en común entre libro y película es que “Nerve” es un juego on line que se transmite en vivo a todo el país en el cual hay “Jugadores” y “Seguidores / Observadores”, en que los participantes de “Nerve” deben cumplir ciertos retos para poder llegar al final del juego, y en que los retos deben grabarse en video para ser válidos; aclaro que el film agrega una tercera categoría inexistente en el libro llamada “Prisioneros”. Además de los dos protagonistas principales Vee e Ian, quienes quedan inmersos en el juego y deberán cumplir juntos varios retos a lo largo del libro y de la película, aparecen otros personajes: Sydney, Tommy, Liv, y Ty, algunos de los cuales están realmente desastrosos en el film, mientras que otros se han quitado por completo; se nota que quien hizo el casting no tuvo en cuenta la descripción de ellos en la novela. En cuanto a la ciudad donde se desarrolla la historia, en el film cambiaron Seattle por New York. Los retos son diferentes en su mayoría aunque algunos poseen algún detalle de similitud con el libro, pero esto junto con la locación serían problemas menores frente a otras fallas más graves que presenta esta adaptación cinematográfica, ya que la misma se queda en el nivel elemental del relato, y no tiene el vuelo ni el clima de la obra literaria. Por todo esto, creo que la película no solo resulta innecesaria sino que probablemente decepcionará a quienes hayan leído el libro. Con mucho esfuerzo por mi parte solo puedo rescatar que a pesar de todo resulta entretenida ya que posee un ritmo ágil y no llega a aburrir al espectador porque dura solamente 96 minutos, e incluye algunos temas conocidos como “You Got it” de Roy Orbison dentro de su banda sonora.
¿Jugador u observador? En esta nueva era tecnológica, los seguidores que se obtienen en las redes sociales dan una cierta sensación de reconocimiento o “fama” a cualquier persona. Quien suba videos, se saque muchas fotos y sea medianamente estético o provoque algún tipo de reacción en el público, tendrá la posibilidad de cosechar una buena cantidad de fans. Pero ¿Qué pasa cuando las fotos comunes ya no son suficientes?, ¿Qué pasa cuando los seguidores comienzan a disminuir?, ¿Y cuando otra persona acapara la escena? Esto y mucho más se explica en la trama de Nerve: un juego sin reglas (2016). Así como la trama de la saga The purge se basa en una crítica social muy fuerte al pueblo norteamericano, Nerve se para frente a los adictos a la tecnología, toca la problemática de la locura por los “me gusta” y traslada el campo hasta las últimas consecuencias. Todo comienza cuando Vee, interpretada por Emma Roberts, una chica tímida y poco popular, que vive a la sombra de su amiga Sidney (Emily Meade), es incitada a tomar la iniciativa de su vida y decide hacerlo uniéndose a un juego, que propone ser observador o jugador. El observador paga una membresía y puede ver todos los retos, mientras que el jugador recibe dinero por las “misiones” superadas. Obviamente, la protagonista se inscribe como jugadora, y como es de esperarse el juego se vuelve cada vez más perverso y da por resultado conflictos cruciales y morales. Desde el guión hay dos puntos firmemente marcados como una crítica social. Lo que se está dispuesto a hacer para ganar dinero y seguidores por un lado, y por otro, el goce del observador que se convierte en cómplice e instigador. La hipótesis planteada es que en este tipo de relaciones, el espectador se vuelve cada vez más exigente, y el exhibicionismo, el trasgredir la ley y la violencia son las respuestas para lograr entretenerlos. Para establecer un paralelismo, es muy parecido al periodismo de espectáculos o lo que ocurre con el reality Gran Hermano, un juego aparentemente inocente, donde la desnudez, el sexo y la violencia son los tópicos que aumentan el rating y derivan en la fama de sus participantes. La dirección por parte de Henry Joost y Ariel Schulman y el guión de Jeanne Ryan y Jessica Sharzer son interesantes. Los escenarios planteados para los retos y la dinámica del texto dan por resultado un film que compenetra y por momentos genera el suspenso y la desesperación propia en este tipo de películas. Emma Roberts y Dave Franco transmiten las preocupaciones de sus personajes y provocan cierta empatía con el público (más él que ella). Sus papeles no distan mucho de roles realizados en anteriores obras. Pero en definitiva, no es algo que interceda con el film. A pesar del detalle, la propuesta se puede disfrutar de todas maneras. Nerve: un juego sin reglas es un film que deja un mensaje, es una historia orientada a un público joven, aquel que consume y se apropia de las redes sociales y participa como observador o como jugador. El objetivo es mostrarle a esos jóvenes las consecuencias de la locura por los “me gusta”, lo que la gente está dispuesta a hacer y lo que la sociedad busca ver. Cabe preguntarse entonces ¿Ustedes son jugadores u observadores?
La conexión con la era digital y su análisis filosófico sublimado en “Matriz” (Larry y Dana Wachowski, 1999), seguramente disparó miles de historias relacionadas con esa “desconexión” que crea dependencia de un sistema. Por ejemplo, el gran cortometraje “Uncanny valley” (Francisco Heller, 2016), ya metido en el universo de un video juego, es uno de los ejemplos recientes (búsquelo en You Tube que vale la pena). A diferencia de las desventuras de Neo, en éste hay un deseo voluntario de conectarse a un videojuego para no vivir esta realidad adversa. En este talante, sale a la luz “Nerve”, un juego sin reglas, cuyo anclaje en el mundo de internet tiene que ver con la exposición a como dé lugar. La idea es la siguiente: hay “observadores” y “jugadores”, los primeros pagan guita y les proponen a los segundos, realizar las acciones más estrambóticas posibles. Esas que uno podría ver en Jackass, por ejemplo, sólo que en éste caso lo que empieza como bromas o chascarrillos de mediano tono, va subiendo en peligrosidad (y en cantidad de visitas en la plataforma on line donde se desarrolla el juego), al punto de arriesgar partes del cuerpo, e incluso la vida. Está claro. Alguien que se somete al juego tiene mucho tiempo libre, pero sobre todo nada que perder. En ese contexto nos encontramos con Vee (Emma Roberts), una chica a punto de terminar el secundario con más preguntas que respuestas en cuanto a su futuro. Realmente es poco sólida la justificación del motivo por el cual decide concursar, pero ahí va el guión. En el juego conoce a Ian (Dave Franco), con quien forma pareja para seguir adelante. Si la autora del guión, Jessica Sharzer, no se molesta en construir esto demasiado, por qué habrían de hacerlo los directores Henry Joost y Ariel Schulman, responsables de las dos últimas entregas de “Actividad Paranormal”. (2012 y 2015) La compensación frente a la falta de sustento del guión es la forma en la cual “Nerve, un juego sin reglas” está filmada, mechando cámaras tradicionales con cámaras GoPro, símil a un video hecho con un celular. Es decir, hay que acostumbrarse a un ritmo violento de montaje algo confuso; pero coherente con lo que éste producto apuntado al público adolescente pretende: Entretener a los adolescentes, facturar rápido, y
Vee (Emma Roberts), al igual que sus amigos, es una nativa digital. Su tiempo se reparte entre decidir qué va a hacer a futuro, stalkear al chico que le gusta y hablar con su amiga por Skype. Cuando Sydney (Emily Meade) le muestra lo tibia que es su vida -sin grandes decisiones- la joven decide unirse a Nerve, para demostrar-se lo osada que puede llegar a ser. ¿Qué es Nerve? Un juego secreto de prendas donde uno puede ser observador o participante, y el cual se rige por tres reglas: todos los desafíos deben ser filmados desde el celular del jugador; las formas de ser eliminado es fallar o huir; los soplones son expulsados. Al aceptar ser parte de estos retos, toda la información personal guardada en los dispositivos, queda cedida al juego, a cambio de una contraprestación económica cada vez que se supera una nueva prenda.
Nerve da una mirada crítica sobre el uso de redes sociales y sus consecuencias, la película protagonizada por Emma Roberts y Dave Franco, advierte sobre la adicción de la tecnología, pero lamentablemente lo hace de un modo soso, artificial y aburrido. Henry Joost y Ariel Schulman, directores del film y fanáticos de proyectos sobre interacción social (catfish serie y película) muestran un panorama interesante en el mundo de apuestas en red, no obstante, lo que podría haber sido una película con un clima de tensión total y manejo del publico de principio a fin, se convierte en una demostración sobre decisiones estúpidas con personajes que no valen siquiera el precio de la entrada en el cine. ntre las luces de neón y el trabajo fotográfico realizado por Michael Simmonds se puede ver una claridad absoluta entre los planos y las acciones de los protagonistas, la utilización del metodo POV (punto de vista) lleva la perspectiva directamente hacia el celular de los usuarios del sitio de apuestas. Un gran momento en Nerve emplea la vista selfie de un celular en una hazaña a 10 pisos de altura, esta escena juega con el vértigo del espectador y demuestra lo que la gente venía a ver desde un principio, pero esto no dura mucho. La música acompaña este viaje de una sola noche y refleja, con ritmos electrónicos, la actitud que tienen los protagonistas. Las melodías comerciales fusionadas con el manierismo absurdo de los personajes dan la sensación de estar viendo una campaña de marketing de alguna empresa, en vez de una película. Todo se siente automatizado, con una cierta similitud a la película Proyecto X. Joost y Schulman prefieren apostar al entretenimiento barato sin contenido con estilo visual y canciones cool, a una historia con un peso argumental importante. El dúo de directores tendría que quedarse donde corresponde, pasando su programa Catwish en un canal esclavo de la moda y no torturarnos con este tipo de largometrajes sin sentido. Nerve es una más en la lista de películas que empezaron con una buena idea y su ejecución dio un resultado que está a la sombra de que realmente se pensó. Con una gran fotografía, consigue encantar visualmente al público, pero no logra más que eso y el mensaje que quiere trasmitir desde un principio, queda en el olvido por culpa de las decisiones que toman sus protagonistas.
Emma Roberts y Dave Franco se internan en un juego peligroso y mortal que los lleva alrededor de la ciudad con sus teléfonos celulares. No, No es PokemonGo.