Serkis se saca los trajes para meterse en la dirección con su ópera prima, pero el resultado es netamente cursi y trillado. Recordemos que los biopics en los últimos años han sido catalogados como el perfecto producto para las nominaciones a mejor actor y mejor actriz en la nómina de los Oscars, generando un boom de estrellas que intentan acercarse más a los premios que a una actuación digna. Este es el caso de Andrew Garfield, quien viene de un papel maravilloso en “Hasta el último hombre”, se mete en la piel del aventurero Robin Cavendish, quien se enamora de una joven llamada Diana (Claire Foy) y se casan en un pueblo de Inglaterra en aquellos años de los 50. Todo maravilloso hasta que de un momento a otro se queda paralítico por la polio. Le dan solo tres meses de vida y queda a disposición de los médicos hasta que llegue su fin. Entonces comenzarán los problemas, que si la esposa debería seguir sin él; que no soporta estar encerrado en el hospital; que no puede estar al lado de su hijo; que quiere ayudar a sus amigos con sus dificultades; que quiere conocer lugares a los que nunca fue; etc. Y emprenderá una avalancha de clichés reconocidos en el mundo de lo cursi: “-Tú no puedes hacer esto. -Ah, ¿no?”, “Mi razón es estar contigo sin importar nada”, “Te apuesto a que…”, “Quiero verte crecer hijo”, “Prefiero morir a vivir así”. Y paso a paso, la magia se abrirá y el joven discapacitado logrará obtener los derechos que le fueron negados en su nueva condición. Garfield construye su personaje a base de diálogos, a diferencia de Eddie Redmayne, quien demostró un moldeado Stephen Hawking desde los cimientos, con sus incubaciones y posibilidades en la producción de “La teoría del todo”. El ex actor de “The Amazing Spiderman” y “The Social Network” quedó atrapado en un rol de novela, un insípido (pero motivador) relato dramático y romántico. La caracterización principal es que se transforme en un muñeco inmóvil con chistes sostificados y gran esperanza en su haber. A tener en cuenta que el largometraje está basado en la superadora e inspiradora historia de los padres de Jonathan Cavendish, productor del film. Pero si vamos a hablar de homenajes en los últimos tiempos, deberíamos enfocarnos en obras como “Ethel & Ernest”, que, con una arriesgada narración y técnica, nos cuenta la vida de dos padres ingleses que a simple vista parece que no tiene nada de sorprendente, pero sí obtiene la honestidad que no logra alcanzar esta otra película empalagosa. El director Serkis debuta de forma elegante, prolija y modesta. Sin embargo, su proyección no termina siendo una revelación, su tímida mirada termina asfixiando al espectador de tanto drama amoroso, un protagonista limitado y bromas simplonas.
Lo más atractivo de Breathe, título mucho más acertado que el que le dieron para el mercado latino porque la traducción es respirar, es que está producida por el hijo de los protagonistas de esta historia. Es un hecho real. También es la ópera prima de Andy Serkis, el genial actor que le dio vida a los personajes motion capture más famosos tales como Gollum de El Señor de los Anillos, King Kong, Cesar de El Planeta de los Simios y ahora Snoke en Star Wars. Aquí nos presenta una triste historia real, pero de esas que a los norteamericanos les encanta: la auto superación. Andrew Garfield, genial como siempre, interpreta a Robin Cavendish, cuya lucha por una mejora de vida e inventos para los que padecen parálisis fue fundamental. Conmueve y compromete al espectador sin golpes bajos, pero al mismo tiempo tampoco logra generar una empatía muy grande como para que el film perdure en el tiempo. La puesta es buena, Serkis hace una gran labor con los actores. En definitiva, es una película correcta y no mucho más que eso. Emocionará a los que son de lágrimas más fáciles pero no angustiará.
“Libérenlos” es la palabra clave en esta bellísima historia de amor. Dicha en un contexto y en determinado momento de la cinta por el protagonista, ese término te llega al corazón y te hace llorar de la emoción. Robin Cavendish (sublime trabajo de Andrew Garfield que consagra su carrera con este papel) es un muchacho que tiene afortunadamente el mejor pasar, que reparte su tiempo entre el trabajo, practicando diferentes deportes con amigos, en autos importantes de la época, siempre con vestimenta impecable, los mejores modales, viajes en avión, etc. Y encuentra a la mujer de su vida: Diana (Claire Foy en un bellísimo rol que desborda sensibilidad y también fortaleza). Dos jóvenes que se cruzan, se enamoran y se casan. En un viaje de trabajo y placer por África (ella estando embarazada) él contrae la Polio y su vida corre peligro de muerte. Logrando superar ese terrible momento, pero quedando postrado en una cama de hospital conectado a un respirador artificial. Detrás de todo gran hombre sin dudas que hay una gran mujer, pero hay mucho más. El trabajo realizado con la ambientación de época y el vestuario es maravilloso. Acompaña la prolijidad de la cámara, la fotografía y el color logrado. Brillante la dirección de Andy Serkis que hace su debut con esta película. Es producida por Jonathan Cavendish el hijo del verdadero protagonista que le brinda un homenaje a sus padres con este proyecto. Vivir, disfrutar de cada momento, agradecer por todo día tras día, por la salud, por la libertad. Una razón para vivir nos ayuda a replantearnos, ante todas las adversidades, la eterna búsqueda de la felicidad.
Una historia de vida sobre la fuerza para seguir adelante a pesar de las dificultades. El protagonista es Robin Cavendish (Andrew Garfield) un comerciante inglés de té que luego de enamorarse de Diana (Claire Foy), una chica inglesa típica de clase alta, contrae polio y su cuerpo queda paralizado del cuello para abajo. A partir de ese momento la pareja y el entorno se verán frente a una situación compleja e intensa que despertará tristeza, enojo, angustia y depresión. Pero ante esta nueva etapa el matrimonio logra encontrar una esperanza y otra forma de vida posible saliendo de la internación del hospital hacia el mundo exterior. Desde ese momento lo que podría ser un drama, tanto a nivel del film como de la situación en sí, pasa a ser una aventura alegre y esperanzadora. Un entusiasmo que se va contagiando cada vez a más personas para luchar contra lo establecido, derribar prejuicios sobre cómo tratar a pacientes de este tipo, y sobre todo motivar a que se puede seguir viviendo con alegría y humor a pesar de todo. El debut de Andy Serkis como director, conocido por sus papeles “virtuales” de Gollum en “El Señor de los Anillos” y Cesar en “El Planeta de los Simios”, entre otros, propone una película con clima de novela británica que muestra con detalle la vida de los años ‘60 a los ‘80. Donde incluso interviene Hugh Bonneville que muchos recordarán por su papel de Conde de Graham en la serie “Downton Abbey” para contribuir al estilo sumamente “british”. Basada en una historia real, no dejará de emocionar desde el aspecto humano, romántico y social para dejar en claro que nosotros decidimos qué hacer con la vida que nos toca vivir (A.S.)
El poder del amor Una razón para vivir (Breathe, 2017) es una historia real, tan romántica como dramática, que a pesar de su dureza deja esperanza. Andrew Garfield se luce con una interpretación que traspasa la pantalla. Década del ´50. Robin Cavendish (Andrew Garfield) y Diana (Claire Foy) se enamoran perdidamente. Todo parece marchar a la perfección y están esperando su primer hijo, cuando Robin contrae Poliomielitis. La enfermedad lo deja inmovilizado, pero su esposa decide cuidarlo en su casa e intentar todo lo que está a su alcance para que disfrute la vida a pesar de la situación. El director Andy Serkis consigue una excelente reconstrucción de la época; desde los automóviles hasta la silla de ruedas y el respirador artificial, completan la ambientación de manera perfecta. Además, la banda sonora es estratégica y genera el clima necesario en cada momento. Si bien por la temática podría asemejarse a films como Yo antes de ti (Me Before You, 2016) o Bajo la misma estrella (The Fault in Ours Stars, 2014), Una razón para vivir tiene el plus de que el productor es Jonathan Cavendish, único hijo de los protagonistas, quien vivió junto a sus padres el proceso de la enfermedad. Con actuaciones destacables, Garfield y Foy conforman una pareja que se comunica mucho con la mirada. Y el amor que existe entre sus personajes se evidencia durante toda la película. Serkis se detiene en una historia de lucha y valentía que marcó un antes y un después en la sociedad. Retratada en forma lineal por momentos, probablemente para ser fiel al género, Una razón para vivir emociona desde lo más profundo.
El amor, por sobre la adversidad El joven Robin lleva una vida feliz. Practica deportes y parece tener toda su vida por delante. Pero el destino le hace una mala jugada: su cuerpo queda paralizado al contraer polio durante un viaje a África. Desde ese momento, Diana, su flamante esposa, comenzará una ardua lucha para que el ánimo de su esposo no decaiga, y decide llevarlo del hospital en el que está internado a su casa, dispuesta a ayudar a que su esposo supere las limitaciones de esa discapacidad con amorosa devoción. Ambos, junto a su pequeño hijo, se niegan a recluirse en el sufrimiento y deslumbran a todos con su humor y sus ansias de vivir. La historia, basada en los propios padres de Jonathan Cavendish, productor del film, recorre con ternura la existencia de esa pareja unida por el amor y el dolor. Robin (excelente trabajo de Andrew Garfield) va poco a poco intentando superar la quietud de su cuerpo, amparándose en su esposa, que deja a un lado su vida por momentos mundana para dedicarse a hacer feliz a su marido. En su debut como director Andy Serkis (reconocido por sus interpretaciones de Gollum en la saga de El señor de los anillos y de César en la de El planeta de los simios) supo manejar con toques poéticos la historia, sin ceder al melodrama y subrayando la posibilidad que tenemos todos de enfrentar la adversidad. Por su parte, Claire Foy (la reina Elizabeth II de la serie de Netflix The Crown) aporta ternura a su personaje de la incansable esposa.
Robin es un joven que disfruta de los viajes y el conocer otras culturas a nivel global, en definitiva, es un aventurero que disfruta de la vida, logra casarse con Diana, el amor de su vida, pero en un viaje a África Robin contrae la Polio y es ahí en donde su vida corre peligro y los médicos solo le dan pocos meses de vida, eso no será motivo para que los brazos de Robin y Diana cedan, es ahí en donde el amor que ambos se tienen mutuamente se hace más fuerte. Estamos ante la opera prima de Andy Serkis, uno se pensaba que este reconocido actor (ahora director) iba a hacer su debut con una película de gran presupuesto rodeado de muchos efectos especiales y por supuesto, el traje de captura movimiento, pero no, el director decidió jugársela por un drama basado en hechos reales y la verdad que el resultado es más que satisfactorio. Andrew Garfield sigue consolidándose como un actor que lo deja todo y acá lo vuelve a demostrar en cada toma, Claire Foy acompaña también magistralmente como l mujer del protagonista que también la lucha por marido y su pequeño hijo contra todas las adversidades que se le presenta. Andy Serkis compone este drama muy bien, logramos simpatizar con sus protagonistas y ponernos en el lugar de ellos en todo momento de la película, en ciertos momentos podemos encontrar alguno que otro momento con dosis de leve humor que no afectan para nada en la trama, el trabajo de Serkis (reconocido por interpretar a Gollum en “El Señor de los Anillos” y a Cesar en la trilogía de “El Planeta de los Simios”) es para aplaudir, logra transmitir todo lo que debe en una película de estas características, la ambientación de época y el vestuario también son acertados, seguramente sea una de las películas que tenga alguna que otra nominación en la temporada de premios del próximo año. En definitiva, Una razón para vivir es de esas películas en donde es imposible no derramar alguna que otra lagrima, una película en donde el trabajo es realizado muy correctamente en todos los aspectos.
Andy Serkis es el prodigioso actor británico detrás del simio Caesar en la saga El Planeta de los Simios y el Gollum de El Señor de los Anillos. Aquí, en su primera película detrás de cámaras, se basa en una historia real, la de Robin Cavendish, el joven empresario del té que, en la Inglaterra de los años cincuenta y a sus muy jóvenes 28 años, cae víctima de polio. Robin, intepretado con el brillo de siempre por Andrew Garfield, pasa en cuestión de horas de disfrutar de una vida feliz (espera un bebé con la mujer que ama, los negocios y los amigos le sonríen, juega al tenis, viaja y se divierte) a quedar postrado del cuello para abajo, incapaz de respirar sin ayuda de un fuelle mecánico. Del deseo de muerte, con la fuerza del amor de su esposa Diana (Claire Foy) y de ver crecer a su pequeño hijo, Robin pasa a decidir que quiere vivir. Salir del hospital, inventar una silla de ruedas y un sistema que le permita, contra el consejo médico, instalar el respirador en su casa. Hay que ver a Garfield expresando emociones profundas con la mirada, con el luminoso brote de una risotada o una reacción sutil a una caricia. Cavendish fue un defensor de los derechos de los discapacitados y desarrolló elementos de ayuda médica que mejorarían la vida de muchos enfermos como él. Una razón para vivir es, sí, otra de esas historias inspiracionales de cómo vencer la adversidad que dan ganas de esquivar. Pero también es bastante más que eso: una historia de amor, contada con la habilidad y la gracia que le aportan sus dos principales intérpretes. Una mirada llena de verdad sobre esas pequeñas cosas -alegrías, tristezas-, que nos hacen personas.
Romance exótico y lacrimógeno Andy Serkis, conocido como el actor de monstruos computarizdos como el Gollum de "El señor de los Anillos", o el King Kong de Peter Jackson, debuta como director con una historia demasiado edulcorada aun si no tuviera nada que ver con este intérprete de personajes macabros. Pero tal vez Serkis haya intentado diferenciarse en su carrera como cineasta de sus trabajos como actor. "Una razón para vivir" es una de esas películas que hay que ver con el pañuelo en la mano. Andrew Garfield y Claire Roy son una pareja británica perfecta, que se conoce en una Inglaterra casi idílica de los años 50, llena de gente amable y civilizada, juegos de cricket e invitaciones para tomar el té. Lamentablemente, durante su luna de miel en Kenya, el flamante marido cae víctima de un fuerte ataque de polio, y los médicos le dan apenas unos meses de vida. Pero el amor es más fuerte, y la esposa hará lo imposible para que su esposo siga vivo y feliz. El tratamiento de este argumento es un poco elemental, pero no carente de situaciones dramáticas intensas, de buenas actuaciones y hermosos paisajes bien fotografiados. Como debut en la silla del director, quizá no sea lo más arriesgado del mundo por parte de Serkis.
El debut en la dirección del actor Andy Serkis, famoso por poner su cuerpo para personajes motion capture, Una razón para vivir, antepone lo humano por sobre lo romántico. ¿Ironía? Andy Serkis es un famoso actor que participó en roles importantes y hasta protagónicos en varios de los tanques más taquilleros de Hollywood de los últimos quince años. Sin embargo, es probable que no todos le conozcan la cara. Como Gollum en El Señor de los Anillos, Snoke en las nuevas Star Wars, o César de la última trilogía de El Planeta de los Simios, Serkis es probablemente el actor con más trayectoria y sin dudas el más conocido en prestarle su cuerpo a los personajes realizados a través de captura de movimiento. Podríamos decir que el actor tienen en su haber una larga trayectoria en personajes no humanos o deshumanizados. Sin embargo, a la hora de su debut detrás de cámara, Una razón para vivir, dirige con el foco puesto en el triunfo espiritual de lo humano. asada en la historia real de Robin Cavendish, un ex militar y joven empresario que en 1958 es diagnosticado con poliomielitis, iniciando una dura batalla que lo llevaría a dar su ejemplo alrededor del mundo. Robin (Andrew Garfield, que se luce cada vez que se aleja de las grandes producciones como en este caso), se enamora perdidamente de Diana (Claire Foy); viven una hermosa historia de amor, se casan y esperan a su primer hijo, Jonathan. Pero a Robin, un joven muy vital y enérgico, le diagnostican poliomielitis, lo cual irá provocándole parálisis. Diana renuncia a todo y se encarga de cuidarlo y poder brindarle todo lo que esté a su alcance para que Robin se sienta lo menos atado posible. Sin embargo, Robin irá por más e intentará transmitir al mundo un mensaje de esperanza. El guion, a cargo de William Nicholson, un legendario de Hollywood con títulos como Sarafina, Tierra de Sombras, Una mujer llamada Nell, Lancelot, Gladiador, y Los Miserables; profundiza como era de esperarse en sus manos, la veta dramática. Una razón para vivir no escatima lugares comunes, ni sorprende con una gran originalidad. Que habrá golpes bajos, los habrá, sin embargo el tono es bastante más cálido de lo que podría haber sido en otras manos más manipuladoras. Probablemente sea el escrito de un experto como Nicholson el que haga la diferencia. Una razón para vivir bien pudo recaer en el típico film dramático para adolescentes (y un poquito más) tan de moda. Los ingredientes están todos. La parejita joven y carismática, el romance con muchísima miel, y el impedimento de una enfermedad que pondrá todo tipo de trabas. Todo huele a caldo de cultivo para esas películas del exponente “basadas en el Best Seller de – Nicholas Spark, por nombrar al autor más conocido –“ Una razón para vivir opta por; si bien dejar al romance en el centro de los hechos, nunca deja de ser una película profundamente romántica; prestarle mayor atención a la experiencia de vida, en mostrar cómo ambos se interpondrán a las durísimas adversidades que les toca. Logrando así una lección humana ¿De manual? Puede ser, pero encantadoramente presentada. Serkis debuta como director mostrándose como alguien atento a los detalles. Las películas de época suelen tener estas características, la reconstrucción es un pilar fundamental. Una razón para vivir muestra los años ’50 de un modo para nada sobrecargado, lo hace con sutileza, pero atento a los detalles, a los objetos que se usa, los modismos y las formas. La narración es fluida, atrapa y conmueve. Otro aspecto importante estará en las interpretaciones, Serkis logra que ambos protagonistas se vean aceitados, que los diálogos sean rápidos y que realmente haya un acercamiento entre ellos desde la piedad y el profundo amor. Andrew Garfield se compenetra en su personaje y trasmite no solo el padecimiento de la enfermedad, sino esa fortaleza de espíritu. Claire Foy también se luce correctamente aunque sabe que las miradas estarán puestas en Garfield. Una razón para vivir es un drama íntegro, con lugares comunes y una narrativa tradicional. Las buenas intenciones y la capacidad para asumirse como una historia humana de superación, esta vez alcanzaron
Lejos de su rol de actor, Andy Serkis presenta su opera prima Una razón para vivir, una biopic sobre Robin Cavendish, un hombre paralizado por la polio y que, pese a su diagnóstico, dedicó su vida por los derechos y la inclusión de las personas discapacitadas. En 1958, Robin Cavendish (Andrew Garfield), con tan solo 28 años de edad, recién casado y con un hijo en camino, contrae polio en un viaje a África. Queda paralizado desde el cuello y sólo puede respirar con la ayuda de una máquina. Su destino es pasar el resto de sus días confinado en una cama de hospital. El diagnóstico de los médicos tampoco es muy prometedor: sólo le dan tres meses de vida. Como es de esperar, el contexto en el que se encuentra no le ayuda a encontrar una razón por la cual vivir. El apoyo de su mujer Diana (Claire Foy) y sus ganas de ver crecer a su pequeño hijo Jonathan lo incentivan a superar los pronósticos y encontrarle otra alternativa a su enfermedad. Su primer paso es salir del hospital. Una vez fuera, utiliza su inmovilidad junto a la creatividad de su amigo ingeniero Teddy Hall (Hugh Bonneville) para inventar otro tipo de artefactos que le permiten vivir una vida dentro de todo plena. Pese a su diagnóstico, Cavendish no pierde su propia identidad y se aferra a sus afectos, principalmente su mujer, para no compadecerse más y buscar dentro de su inhabilidad una fortaleza. Eso es fundamental para sobrellevar los días y lo que le permite viajar por el mundo para transformar las vidas de otros enfermos. “No quiero solamente sobrevivir, quiero realmente vivir”, pronuncia Cavendish en medio de una conferencia sobre discapacidad donde, a pesar de la temática, no hay ni una sola persona discapacitada presente. A través de su experiencia y su lucha constante plantea otro análisis y se convierte en un portavoz de los derechos de esas personas. La gran ventaja que tiene la película es la emotiva e inspiradora vida de Cavendish, lo real del relato genera el interés necesario para terminar de verla. Lo que tiene en su contra es la visión de Serkis que cae en los lugares comunes del género y se deja llevar, por momentos, por el lado más dramático y manipulador de este tipo de historias. Sobre todo en el último tramo. Por otra parte, la interpretación de Garfield no es tan llamativa sino más bien insípida. Al igual que su personaje, sus gestos fáciles y la modulación de su voz son las únicas herramientas con las que cuenta. A pesar de su gran esfuerzo, no alcanza para cautivar y mucho menos alabar. Su labor recae en la intensidad de sus diálogos y en los discursos que pronuncia en ciertas escenas. La que si logra un papel memorable es Claire Foy, quien carga con la mayor parte del peso dramático de una manera excelente sin dejar nunca de lado la humanidad.
Robin (Andrew Garfield) se encuentra con Diana (Claire Foy) en una fiesta. El amor resulta a primera vista. Pese a que su amigo, con una sinceridad brutal, le advierte que no tiene chances, refiriéndose a ella como una rompecorazones, el joven está empecinado en conquistarla y vaya que lo logra. En la escena siguiente, los vemos comenzar su relación, desde el primer paseo en descapotable alrededor de un imponente paisaje hasta las aventuras por exóticos puntos del planisferio. Allí donde Robin se ve obligado a llegar a causa de su trabajo como importador de te, Diana lo acompaña aprovechando cada instante juntos para ir a la aventura.
Celebración de la voluntad La opera prima de Andy Serkis está inspirada en la vida de un aventurero que contrajo polio pero no bajó los brazos. ¿Se puede hacer una película divertida sobre una persona con una parálisis? Esa parece ser la intención de este debut como director de Andy Serkis, justo un especialista en la captura de movimiento, que se volvió una estrella al interpretar a Gollum en la trilogía de El Señor de los Anillos y al mono César en la última saga de El Planeta de los Simios. Una razón para vivir está inspirada en la vida de Robin Cavendish, que a los 28 se enfermó de polio en África, cuando estaba de viaje junto a su joven esposa embarazada. Paralizado del cuello hacia abajo, Robin estuvo obligado a usar un respirador artificial el resto de su vida, que no podía no prolongarse más allá de un par de meses según los médicos que lo atendieron. La película nunca cae en la pileta vacía de la solemnidad y Serkis consigue darle un tono emocionante a su historia, algo que parecía peligrar con la decisión de estilizar al máximo imagen y sonido del relato. El cineasta satura al máximo los colores de cada cielo abierto en la vida de su protagonista y potencia el ruido del respirador que acompañó a Robin el resto de su vida al punto de conseguir, en un momento clave, uno de los silencios más escalofriantes de los últimos tiempos. La fascinación de Serkis por la tecnología es constante en Una razón para vivir, al punto que hasta el respirador artificial tiene una evolución y consigue un desarrollo dramático más interesante que buena parte de, por ejemplo, el cine de superhéroes contemporáneo. El tono amable de la película, que en muchos momentos parece más cerca de la comedia que del drama, tiene mucho que ver con el trabajo de los protagonistas Andrew Garfield y Claire Foy. El actor decide ubicar a su personaje en las antípodas del tetrapléjico interpretado por Javier Bardem en Mar adentro. Garfield afecta la voz al máximo y llena de morisquetas y carcajadas el rostro de Cavendish, y el actor por momentos pareciera sentirse más cómodo acercándose al universo gestual de Jim Carrey que sumergiéndose en el mundo de los dramones sobre encontrar la voluntad para seguir viviendo después de una catástrofe. El tono de celebración de la lucha de Robin en Una razón para vivir puede ser responsabilidad del productor Jonathan Cavendish, hijo en la vida real del personaje principal. Y, más allá de las risas y el optimismo constante de la película, hay que estar preparado (¡y no olvidarse los pañuelos!) para ver sobre los créditos finales un conmovedor material de archivo de las personas reales detrás de los personajes.
Su desarrollo se centra en una historia de amor, un melodrama romántico con un plus basada en hechos reales sobre la vida de Robin y Diana Cavendish. Son buenas las actuaciones de Andrew Garfield y Claire Foy, ellos tienen muy buena química. El director para resaltar algunos momentos importantes hace un buen montaje a través de la cámara lenta resaltando diferentes situaciones, mostrando sus rostros, miradas, sonrisas y el movimiento del viento que acompaña alguna cabellera. La música acompaña muy bien en algunos tramos al igual que la fotografía de Robert Richardson (“Bastardos sin gloria”, “Django sin cadenas”), locaciones y ambientación de época. Este film conmueve, pero también hubiese funcionado muy bien como un documental. Ya hemos visto películas con temáticas similares como: “La teoría del todo” y “Amigos intocables”, entre otras.
Haciendo equilibrio entre el almíbar y el limón. El comienzo de Una razón para vivir, debut como director del actor inglés Andy Serkis, puede no ser apto para diabéticos. Así de altas son las dosis de almíbar que contienen las primeras secuencias de esta historia de amor, cuyos protagonistas son dos jovencitos pertenecientes a distintas castas de la aristocracia (o quizá la burguesía) inglesa de posguerra. Uno de esos inicios en los que todo es tan perfecto que generan por igual satisfacción y desconfianza. Sensaciones contradictorias que sin embargo se encuentran plenamente justificadas, porque es cinematográficamente imposible que en una película romántica de estilo clásico, como parece ser el caso, todo sea tan color de rosa. Nada puede estar tan bien y tan rápido en una historia de amor que cumpla con los requisitos usuales para ser considerada como tal. Y es cierto: Robin y Diana se conocen una de esas tardes so english en la que las damas disfrutan del té a las cinco en punto, mientras ellos juegan al cricket. Ella tiene fama de inconquistable y si bien el pedigree de Robin no está mal, tampoco es que tiene sangre azul. Apenas un negocio de importación de té de Kenia que garantizan una vida holgada, pero no tanto como para ser considerado por Diana el mejor de los partidos. Aun así la chica imposible se enamora del candidato menos pensado y juntos se convierten en la pareja ideal. Ella lo acompaña a todas partes. Incluso a África, la salvaje, donde vuelan en biplano, acampan en la sabana, cazan con amigos, ven el atardecer, juegan al tenis en la embajada británica y quedan embarazados. Así de feliz viene la mano y ni siquiera pasaron 10 minutos de proyección. Pero la película produce su propia insulina y una dosis súbita cambia la sensación de empalago por la de amargura en solo tres escenas: Robin se contagia poliomielitis y en cuestión de días su cuerpo queda paralizado por completo. A partir de ahí Una razón para vivir se convertirá en una historia de superación que atravesará distintas fases, oscilando entre lo amargo y lo dulce, aproximándose a los extremos más indeseados de dichos hemisferios, pero sin caer nunca en lo abyecto. De hecho en el guión de William Nicholson (conocido sobre todo como autor de Gladiador, 2001, de Ridley Scott) y en la versión que Serkis pone en escena, ambas mitades conviven en un balance más o menos armónico. Los buenos trabajos de Andrew Garfield y Claire Foy (conocida por su papel de Reina Isabel en la serie de Netflix The Crown) ayudan a que ese recorrido en zig-zag entre las luces y las sombras no se vuelva grotesco (aunque algunos personajes lleguen a rozar esa condición). Aunque Garfield carga con el desafío de actuar inmóvil, es sobre todo Foy quien sostiene dramáticamente al relato, ajustando la expresividad de Diana de acuerdo a los diferentes registros por los que la película atraviesa. Por lo demás Una razón para vivir está basada en hechos reales y el resultado final no se aleja demasiado de cualquier biopic de intenciones tan emotivas como didácticas.
Una historia de superación sobre un joven parapléjico es el debut como director del actor Andy Serkis Una razón para vivir, primera película del actor Andy Serkis (Gollum de El Señor de los Anillos y El Hobbit), cuenta la historia de Robin Cavendish que en los años 50 y debido a la poliomielitis queda parapléjico y dependiente de un ventilador mecánico para respirar. Y aunque una placa inicial nos advierte que la historia está basada en hechos reales, desde el primer momento, incluido el despliegue de la placa, todo parece ficción, fantasía, artificio. Al finalizar la película nos enteramos de que el productor es el hijo de Robin Cavendish (Jonathan Cavedish, involucrado en proyectos como las sagas Britget Jones) y que el filme busca homenajear a su madre y a su padre porque “cambiaron la vida de muchas personas”. Pues esta película no cambiará la vida de nadie ya que es tan conservadora que parece un cuento de hadas sin purpurina. Una historia protagonizada por personajes de clase media alta inglesa que viven en el limbo de sus circunstancias, sin una conciencia política, comunitaria o emocional que exceda sus propios malestares. No sabemos de qué viven pero sí nos queda claro por qué viven: gracias al amor desinteresado de familiares y amigos, incluso de la niñera que aunque Diana Cavendish, esposa y salvadora del protagonista, le aclara que no tienen dinero para pagarle, ella la tranquiliza: No te preocupes. Tu familia es mi familia. Sin embargo, su siguiente y última aparición en la pantalla nos deja en claro que no es recíproco y que para la burguesía trabajar para ellos sin recibir un salario no es mérito suficiente para ser considerado como miembro de la familia. Extraña sensación permanece después de ver Una razón para vivir (Respira, título original), un filme que no conmueve, ni indigna, ni problematiza con nada. La película hace uso de las formas clásicas para contar una historia mil veces contada pero pasa la mayor parte del tiempo llegando tarde a los tiempos cinematográficos. Por esta razón la primera mitad de la película resulta una extensa introducción donde la adversidad se sortea sonriendo.
ESA ÚLTIMA MEDIA HORA Lo que me sucedió con Una razón para vivir fue cuando menos extraño. Durante prácticamente hora y media, el debut en la dirección de Andy Serkis cumplió con buena parte de mis prejuicios, cumpliendo buena parte de los lugares comunes esperados en su abordaje de la historia real de Robin Cavendish (Andrew Garfield), que quedó paralizado tras contraer polio en África pero, con la ayuda de su esposa Diana (Claire Foy), amigos y familiares, terminó yendo contra todos los pronósticos, saliendo del encierro y proponiendo nuevas formas de afrontar las distintas discapacidades. Sin embargo, su última media termina revirtiendo las expectativas y posicionándola en un lugar totalmente diferente. El arranque de Una razón para vivir es cuando menos acelerado: Serkis quiere dejar en claro casi de manera rotunda que Robin es un personaje carismático y alegre, mientras que Diana parece ser la típica chica rígida y difícil, que sin embargo se rinde rápido ante los encantos de Robin. Ambos se conocen, se enamoran, se casan, ella le anuncia su embarazo y son recontra felices hasta que Robin queda postrado por la polio en menos de quince minutos. Es como si Serkis quisiera llegar rápido a esa aparente situación sin salida y hasta condenatoria en que queda Robin, en pos de delinear el conflicto central. El problema es que, cuando queda claro que Robin y toda la gente que lo acompaña son capaces de enfrentarse a una circunstancia de salud que es permanente pero aún así asimilable, ese conflicto se va agotando. No es que Robin y Diana no sigan afrontando numerosos impedimentos, pero siempre encuentran alguna forma de lidiar con ellos, superándolos y superándose, con lo que la película ingresa en una notoria meseta narrativa, con el discurso vital (o vitalista) como único recurso. Serkis parece ser un poco consciente de que faltan ciertos giros dramáticos, y por eso quizás recurre un poco más al humor, particularmente con un pasaje que transcurre en España, donde la mirada exótica sobre la tierra ibérica y sus habitantes, de tan banal, solo puede tomarse desde el lugar del disparate. Pero eso no impide que Una razón para vivir entre en un terreno de aburrimiento y monotonía, con algunas secuencias (como la de un congreso de discapacidad en Alemania) atravesadas por el trazo grueso en la bajada de línea. Pero cuando el film parecía destinado al fracaso, Serkis da la impresión de encontrar el tono perfectamente apropiado en los últimos treinta minutos, como si hubiera ido aprendiendo qué contar y cómo contar, y completado su aprendizaje justo a tiempo. Ahí, cuando Una razón para vivir tiene que empezar a armar las despedidas y cerrar la historia de su protagonista, surgen algunas decisiones sutiles y sabias, que conducen a que la película conmueva sin golpes bajos. Hay miradas, gestos y diálogos precisos donde el realizador revela que con pocos elementos se pueden decir un montón de cosas, generando una emoción inesperada. Por ejemplo, en la última aparición de los gemelos que interpreta Tom Hollander o en un cruce de miradas que tiene Diana con otra persona mientras está en una cafetería con su hijo (quien luego participó como productor de la película). Ahora bien, queda flotando, al menos para mí, una serie de dudas fuertes: ¿esa última media hora se estuvo insinuando en los minutos anteriores o es que Serkis acomodó los elementos narrativos y de puesta en escena recién sobre el final? ¿Hubo algo en los noventa minutos previos que me perdí o no registré con precisión? ¿Al director solo le interesaba verdaderamente contar lo que pasa en el final? Difícil saberlo. En todo caso, la última media hora de Una razón para vivir es la que se impone y queda en la memoria, con lo que incluso funciona como un sentido y honesto homenaje de un hijo hacia sus padres.
Como ya nos tiene acostumbrados el mercado cinematográfico de los últimos años, el género biopic -que ya parece conformar un universo cinematográfico propio a lo Marvel o DC– presenta una nueva película que permite conocer a Robin Cavendish, quien se propuso superar la cruel enfermedad de la polio para que el mundo tome conciencia de ella y, como se plantea, no solo sobrevivir a esta enfermedad sino vivir a pesar de ella. Con Breathe, el querido y talentoso Andy Serkis abandona los trajes de captura de movimiento y se lanza a su debut como director.
Uno ya conoce los bueyes con que ara. Es simple. Entramos en temporada de premios Oscar y obviamente de acá a dos meses nos iremos enterando de algunas candidaturas posibles. Como todo pronóstico puede fallar, pero es difícil que Andrew Garfield no obtenga una nominación para el año que viene por su trabajo en éste estreno, o al menos sea mencionado como uno de los que quedó afuera de los muy posibles. “Una razón para vivir” tiene tantas razones para convertirse en un fuerte alegato sobre la fuerza interior del hombre por superar una circunstancia adversa (enterarse de la inminencia de la muerte merced a una enfermedad), así como también una buena pregunta lógica frente al argumento de la historia de la medicina. Por ejemplo el hecho que un diagnóstico de Polio se desarrolle de esta manera en 1958, momento en el que arranca el giro dramático del guión, cuando ya existía la vacuna y se estaba poniendo en práctica. Obras de este tipo (también aquí) suelen estar acompañadas de imágenes reales durante los créditos lo cual tira por la borda la contraparte científica. El tema es aprovechar (o no) este otro hecho real. Más allá de esto, es una obra sobre cómo enfrentar una circunstancia que no sólo signa para siempre la vida de una persona, sino también el de su entorno. En este aspecto la película transita un saludable (sin eufemismos) equilibrio entre el drama y el humor, llevado a cabo por un notable trabajo de Andrew Garfield en el papel de un hombre literalmente petrificado e impedido de movimiento alguno más que no sea un juego gestual y apenas vocal. Resulta una irónica e irrefutable causalidad que el director sea Andy Serkis. Ya hemos ponderado su tremenda capacidad como actor. Es el hombre que nos ha regalado actuaciones digitales y gestuales inolvidables como las de Gollum en la saga de “El señor de los anillos” (Peter Jackson 2001-2003), o la del simio César en la de “El origen del planeta de los simios (2011), no parece casual que como director haya elegido la historia de un personaje que no puede expresarse con el cuerpo. El debutante detrás de las cámaras se decidió por una forma narrativa tradicional para contar esta historia, e incluso se aferra a una impronta cuasi infantil, como si estuviese construyendo una suerte de Cenicienta de tintes tragicómicos, a los cuales sale al cruce con momentos emotivos que lideran el camino al mensaje esperanzador que intenta transmitir sin tanto abuso de edulcorante. A secuencias como el viaje a España, gestada con una poética bien tejida en el contexto, se contraponen momentos de intimidad familiar, de pareja, y de amistad que ayudan a sobrellevar todo con una leve sonrisa por parte del espectador gracias a un elenco que cumple con creces el desafío de construir un entorno amable para un protagonista desencantado con estar vivo. “Una razón para vivir” es ante todo una historia bien contada, con clara intención de moraleja sana y constructiva, de esas que el espectador agradece entre lágrimas genuinas.
¿Qué es vivir dignamente? Creo que todos, como seres distintos e individuales, tenemos distintas repuestas para esa misma pregunta. Entre controversias y polémicas, el significado de la vida, y la posibilidad de transitarla desde diferentes perspectivas, nos permite opinar y contradecir, sobre todo al argentino promedio. Sentite aludido que yo te acompaño en el sentimiento. Una razón para vivir (Breathe) no te pasará bajo ningún punto de vista indiferente. Si tu excusa para no verla se basa en el criterio elegido para la gráfica promocional, es decir, Andrew Garfield (El Sorprendente hombre araña) y Claire Foy (The Crown) a punto de besarse, quiero que sepas que es mucho más que una historia de amor. La humanidad está atravesada guste o no por el amor. Puede ser el de una pareja, los amigos, los hijos… También la atraviesan la diversión, los prejuicios, el egoísmo y, sí, la muerte. Todo eso se puede visualizar en el primer film del actor y ahora director Andy Serkis (El Señor de los Anillos) y es que si era imposible no amarlo con sólo ver su trabajo frente a cámaras, la sensibilidad y la inteligencia con la que llevó a cabo esta nueva película detrás de ellas te va a hacer amarlo todavía más. En el comienzo podemos ver a Robin (Garfield) y Diana (Foy) como dos chicos divinos conociéndose, enamorándose y comenzando a formar una familia. La química entre los protagonistas es indudable y te llevan a sonreírte y retorcerte un poquito en la butaca, no importa que te creas un freezer insensible. Pero todo cambia rotundamente cuando Robin contrae la polio y queda completamente paralizado del cuello hacia abajo. Con ese punto de partida la historia de este matrimonio se transforma completamente y la actuación de Andrew Garfield nos vuelve a mostrar los muchos motivos por los cuáles fue nominado por la Academia el año pasado, un rol que por momentos puede traer reminiscencias del trabajo hecho por Eddie Redmayne en La Teoría del Todo (The Theory of Everything). Claire Foy lleva adelante un papel que hace toda una evolución en las casi dos horas de duración del film, desde una mujer con tintes superficiales a toda una guerrera digna de admiración. Es inevitable la asociación a la recordada Diario de una Pasión, pero lejos queda cuando la historia de Robin Cavendish toma protagonismo y nos muestra que vivir y cómo vivir depende de las ganas de ser feliz. Y si todo esto te parece muy cliché o edulcorado es un buen momento para que sepas que Robin y Diana existieron y fueron los padres de Jonathan Cavendish, productor de la película.
Andy Serkis se pone un traje y es capaz de cualquier cosa. Puede convertirse en un monstruo obsesionado con una mágica sortija, de espalda encorvada y piel extremadamente pálida. Puede convertirse en un simio que lidera una insurrección de primates. Puede convertirse en otro simio, más grande y menos elocuente, que escala edificios y se levanta rubias. Ahora, Serkis enfrenta su mayor desafío: convertirse en un director de cine. "No es tan difícil", dirán ustedes. "Si Ben Affleck puede hacerlo, cualquiera puede". Pero les recuerdo esto: no hay traje de captura de movimiento que pueda convertirte en un gran cineasta. Todo parece indicar, sin embargo, que Serkis era la persona indicada para dirigir Una Razón Para Vivir (título original: Breathe) porque, después de todo, habría que preguntarse: ¿quién más podía enseñarle a Andrew Garfield a hablar como Gollum mejor que el mismísimo Gollum? Garfield interpreta a Robin Cavendish, un joven inglés quien, poco después de casarse y de enterarse que iba a tener un hijo, contrae polio y queda paralizado del cuello para abajo. Incapaz de respirar sin la ayuda de una máquina, Cavendish le pide a su esposa Diana, interpretada por Claire Foy, que lo deje morir y rehaga su vida. Ella le dice de manera muy británica que se deje de joder, y la pareja se dedica a crear mejores condiciones de vida para la gente discapacitada. Al principio parece que va a ser Diana quien lleve la batuta en el filme, pero inevitablemente es el personaje de Garfield el que domina el drama. Y no podía ser de otro modo. Una Razón Para Vivir se salva de caer en los pozos de cursilería hacia los que parecía estar cayendo en picada desde el minuto cero, no tanto por el esfuerzo respetable de sus creadores, sino más bien por el esfuerzo sobrehumano de Cavendish. Su historia realmente es de no creer. Y Serkis, Garfield y Foy le sacan todo el jugo que pueden para crear un melodrama que golpea, pero que no ofrece mucho más que eso. El año pasado, Garfield fue nominado al Oscar por Hacksaw Ridge mientras que Foy recibió un Globo de Oro por la excelente serie de Netflix, The Crown. Seguramente esto no vaya a repetirse con sus actuaciones aquí; si bien son respetables, tampoco logran destacarse de cualquier otra actuación de "Inválido con Historia Inspiradora" y "Esposa de Inválido con Historia Inspiradora". Ni el guión va más allá de lo que se espera en una biopic para llorar. Un dato interesante: el productor de esta película es Jonathan Cavendish, hijo de Robin y Diana Cavendish. Según un título antes de los créditos, él hizo esta película para celebrar la vida, los logros y el amor de sus padres. No hay ninguna vergüenza en ser honesto sobre eso: Una Razón Para Vivir no es una gran película ni de cerca, pero la dedicación de sus creadores hace que su mensaje llegue a nuestros ojos y a nuestros corazones ❤ ❤ ❤ VEREDICTO: 6 - TRAJE DE CAPTURA DE SENTIMIENTO Mi mamá se duerme en el sillón mirando mejores películas que esta, pero eso no quiere decir que Una Razón para Vivir no se disfrutable y, por momentos, sumamente emotiva. Para quienes busquen una para moquear mucho sin pensar demasiado, ésta sin duda alguna será su mejor opción.
Video Review
Si bien prácticamente la totalidad de la película trata sobre el problema de la parálisis producida por la polio en el personaje principal de Robin, magníficamente interpretado por Andrew Garfield, lo hace de tal modo que no...