El mundo de Calculín Una exploración a Marte debe ser repentinamente abortada cuando los astronautas que exploraban suelo marciano son sorprendidos por una tormenta. Todos logran escapar, excepto uno -Mark Watney (Matt Damon)-, al que dan por muerto. Abandonado en Marte, Watney despierta, justo antes de que su traje agotara el óxigeno necesario para mantenerlo vivo. Herido, pero para nada muerto, el astronauta inicia la aventura de sobrevivir en tierra hostil. Mientras tanto, en nuestro planeta anuncian que Watney ha muerto y le hacen un funeral con honores, pero no pasa mucho tiempo hasta que en la NASA reciben señales de que algo sucede en el planeta rojo. Ridley Scott vuelve al espacio y nos ofrece un tedioso relato maravillosamente montado sobre un escenario desolador, amenazante y al mismo tiempo bello. Los momentos de tensión que el director es ducho en manejar, son superados por un guión cientificista sin nervio alguno. En lo actoral, es sobresaliente la labor de Damon como también la de Jeff Daniels-como el director de la NASA-, en tanto Jessica Chastain luce algo sobreactuada en su rol de comandante de la misión. Lo angustiante que debe ser hallarse solo en un planeta lejano, con víveres limitados, nunca logra trasladarse a la pantalla; por el contrario, el tono elegido hace previsible el descenlace de esta historia tan sosa y optimista como políticamente correcta.
Pasada de moda Un jubilado viudo que no tiene en qué usar su tiempo, y luego de haber gastado sus millas, practicar disciplinas varias y hasta aprendido a hablar chino, decide a sus setenta años anotarse como pasante en una empresa. La empresa es una nueva y pujante punto com dedicada a vender ropa a mujeres que ya no salen a mirar vidrieras y quieren recibir directamente en sus casas aquello que ven en el monitor. En ese mundo de internet se encuentra ahora el veterano Ben (Robert de Niro), asignado como asistente de Jules (Anne Hathaway), la perfeccionista creadora del emprendimiento. Muy pronto se le ven los hilos a esta historia, donde un hombre de empresa forjado en los setentas, de traje y corbata como parte de su humanidad, maletín y calculadora, debe integrarse a un universo de desaliñados jóvenes llenos de gadgets interconectados entre sí. Pero todo es buena onda, aquí los personajes son buenos, educados, políticamente correctos. Si bien el tono meloso de la trama hace temer un golpe bajo al acecho, nada de eso sucede. Es apenas un relato edulcorado, parte de ese subsubsubgénero llamado "edificante". El viejo Ben acompaña, aconseja, a sus nuevos compañeros, y especialmente a Jules, que necesita resolver cómo llevar adelante una empresa que se le empieza a ir de las manos. Un relato que empieza con buen ritmo, acaba siendo redundante, previsible, farragoso e interminable. Con todos los ingredientes para hacer un filme atractivo, Nancy Neyers logra arruinarlo. Como con un postre que puede ser delicioso y acaba siendo empalagoso e indigesto.
Ningún hit A menos de diez años de estrenada la primera adaptación cinematográfica del videojuego "Hitman", llega ahora esta nueva versión que sirve como relanzamiento de una franquicia que en aquel momento pudo ser y no fue. Si el filme anterior presentaba al menos cierto respeto por el guión y las formas, en este caso ese respeto desaparece por completo. Todo lo que se le explica al espectador en el inicio mismo de la película, luego será repetido hasta el hartazgo por varios personajes, como si el guionista no confiara en la capacidad de retención del público, que si bien es cierto no es lo que solía ser, tampoco hay que tratarlo como infradotado. Cuestión que el programa dedicado a crear "agentes" sin sentimientos y altamente preparados físicamente para ejecutar asesinatos podría ponerse nuevamente en marcha. Pero, obviamente, hay quienes pretenden impedirlo. Acción inverosímil por demás, situaciones que ni siquiera un guión tan fantasioso puede justificar y balas, explosiones y muertos por doquier, es lo que ofrece este filme innecesario que hace parecer que su predecesor sea una obra maestra (que no lo era).
No son buenas Estamos ante un filme con actores españoles, mexicanos, brasileños y franceses que hacen de chilenos, pero que hablan en inglés. Es decir, todo muy latino pero a la hora de hablar se usa el lenguaje del patrón. Esto es un inconveniente enorme al momento de adentrarse en el relato, se dificulta aceptar el verosímil planteado desde la geografía del desierto de Atacama, con personajes bien chilenos, y también un boliviano, todos hablando en inglés. Sencillamente se rompe algo fundamental, lo que tiene que ver con la cultura propia, algo claramente despreciado por la producción de esta película, tal como históricamente ha hecho Hollywood. La escena en la que se presenta a la francesa Juliette Binoche es tan ridícula que se nos hizo imposible no reir a coro en la privada de prensa. Binoche, tan francesa ella, disfrazada de vendedora de empanadas caminando por las calles de Copiapó al grito de "empanadas, empanadas!", en un acento más que dudoso, dice todo respecto a lo expuesto en el párrafo anterior. Bien, como sabrá toda persona que no haya vivido en un subte durante los últimos años, en el año 2010 un grupo de mineros chilenos quedó atrapado a 700 metros bajo tierra. Sin víveres suficientes, y a fuerza de fé y unidad, los trabajadores lograron sobrevivir 69 días, el tiempo que los equipos de rescate tardaron en llegar con enormes máquinas perforadoras haste el refugio donde estaban los 33 hombres. La directora mexicana Patricia Riggen procura marcar el contraste entre la profundidad donde sobreviven los hombres, y la superficie donde sus mujeres, madres y hermanas acampan a la espera de alguna novedad. Con la esperanza como un hilo invisible que une un extremo con el otro, Riggen logra algunos buenos y emotivos momentos a pesar de la mamarrachesca decisión idiomática. Apenas una líneas antes de comenzar la película hacen saber al espectador que son muchos los mineros que mueren por año alrededor del mundo, debido a la pésimas condiciones de seguridad en las que trabajan, algo que en el caso puntual de esta película apenas de muestra, al pasar. No hay subrayado alguno sobre la corrupción ni sobre la impiedad que las compañías mineras tienen sobre estos hombres a los que consideran descartables. La directora eligió otro rumbo. Vale destacar las labores del español Mario Casas ("Las Brujas de Zugarramurdi"), el filipino Lou Diamond Phillips ("La Bamba") y la mexicana Cote de Pablo. Antonio Banderas, por su parte, ejerce su conocido y eficaz repertorio, válido para un filme en el que debe ser un líder en condiciones difíciles. Es el veterano Don Francisco el que completa la paradoja;. un veterano conductor chileno que migró a Miami donde hizo su mayor éxito televisivo. En el filme, Don Francisco es el único que no habla en inglés. Impuso su chileno nativo y debieron subtitularlo.
Un séquito para esquivar Esta película bien podría haber sido el capítulo doble de despedida de la serie en televisión, pero en cambio sus productores decidieron que esa despedida debía llevarse al cine. Y aquí está, para que la padezca quien se lo merece. Porque nosotros la vemos por un tema de laburo, pero ustedes no tienen por qué someterse al tedio que proponen Wahlberg y Doug Ellin. La historia es que Vince, actor exitoso que para no perder su "esencia" se llevó con él a Hollywood a sus amigotes de toda la vida, ahora además de actuar quiere dirigir una película. Su representante, el insoportable y gritón Ari -que salva algunos momentos del filme-, debe lidiar con uno de los financistas de la película que intenta modificar algunos de sus aspectos. No hay mucho más. No esperen de esta propuesta algo paródico respecto al sistema; por el contrario, es absolutamente complaciente y promocional de lo peor que Hollywood puede ofrecer, que es su onanismo y vacuidad en lo social. Los conflictos que pretende instalar carecen de importancia ya que no es posible empatizar con tanto snob suelto. Los puntos más ridículos del filme y donde exhibe su mayor cuota de autocomplacencia suceden cuando hay algún cameo. Algunos de esos personajes son tan irrelevantes que otro tiene que gritar el nombre del invitado para que se sepa quién es. Ari pretende que todos crean que el filme que Vince dirige y protagoniza es una maravilla, pero nunca lo vemos demasiado, solo hay una pequeña escena que alcanza para sentir vergüenza ajena. De manera que todo está alineado, la ficción dentro de la ficción es tan horrenda una como la otra.
La subversión del deseo Es grato que Polanski esté de nuevo en nuestras pantallas, y que esta vez nos lleve al teatro, literalmente. Al cruzar las puertas de la sala encontramos a Thomas (Mathieu Amalric), preocupado, ansioso, nervioso. No es para menos, como director no ha encontrado a la protagonista para la obra que está montando. Le escuchamos hablar por teléfono y criticar a las nuevas actrices, incapaces de modular y que se les entienda siquiera lo que dicen. Cuando está a punto de retirarse resignado a esperar a que el día siguiente le dé lo que necesita, aparece Vanda (Emmanuelle Seigner), una mujer impetuosa, atrevida, que evidentemente llega muy tarde para audicionar, pero que no está dispuesta a irse sin probarse para el papel. Desde que los dos personajes se encuentran la tensión sexual se presenta como un tercer personaje. No solo en términos físicos, también en lo filosófico. El clima es inquietante; a través de Vanda, que logra mostrar su interpretación, Polanski teje su red cuidadosamente y nos conduce a ella con su reconocida maestría. Para mayor impresión, es de destacar el parecido que Amalric tiene con el director, más cuando debe interactuar con quien es la mujer de Polanski en la vida real. El perverso combo es perturbador y excitante. Vanda cautiva a Thomas, su actuación es sorpresiva y apabullante, pero parece tener otro plan, como si en su actuación le fuera algo más que la obtención de un trabajo. Conforme pasa el tiempo -el mismo para artistas y espectadores- los roles se subvierten, pervierten, resignifican. De puesta impecable y excelentes actuaciones, el director vuelve con una adaptación de una obra de teatro -como lo hizo con menos éxito en "Un Dios Salvaje"-, enriqueciendo el texto y dotándolo de su audaz mirada, la que comparte con nosotros. Afortunadamente.
La dimension aburrida Al momento de anunciarse a los que encarnarían a los nuevos cuatro fantásticos, algo ya indicaba que nada bueno saldría de esta producción. De movida, hacer un reinicio ya sonaba innecesario, especialmente si no iba a estar a cargo de los que hoy manejan el universo Marvel. Cabe señalar que ni los X-Men ni Los 4 Fantásticos están bajo la órbita de Disney, que sí posee ya todo el resto del catálogo Marvel. Pues bien, para encarar esta nueva presentación del cuarteto los guionistas apelaron al viejo recurso de contar la niñez de los personajes hasta su post adolescencia. Y ahí se quedan, abúlicos, todavía inmaduros, listos para ser parte de un video de Pearl Jam. Tan poca gracia por parte del cuarteto protagónico es apoyada por un guión tedioso y redundante que recién a los cuarenta minutos de proyección ofrece algo parecido a la acción, para luego volver al tedio hasta llegar al clímax, resuelto con torpeza y apuro. Los efectos especiales son mediocres para estar a tono con toda la producción, al igual que la música incidental, obvia por demás. Un aparte para la estúpida correccción política que actualmente infecta a hollywood y que en esta oportunidad llevó a modificar el origen de uno de los personajes, todo para poner a un actor negro como protagonista. Discriminación inversa que le dicen, y de la que todavía no acusan recibo. Apenas podría destacarse la secuencia en la que los protagonistas sufren la mutación de sus cuerpos luego de visitar una extraña dimensión, y así Johnny es devorado por las llamas, Ben está cubierto de rocas y Reed ve como su cuerpo se estira, mientras Sue se invisibiliza. Sin gracia, aburrida, olvidable, así es esta película que se aleja de los cánones de calidad que Marvel impone últimamente a sus productos. Algo que Fox, en esta oportunidad, no está a la altura de ofrecer.
Quedarse en casa De la primera camada del mítico "Saturday Night Live", sin dudas Chevy Chase era el menos talentoso, un larguirucho que supo sacar provecho del personaje de pelotudo llevado hasta el extremo y con el que pudo filmar un puñado de películas olvidables, pero que la moda retro nos trae de vuelta aunque las creíamos enterradas en un buen lugar del pasado. "Vacaciones" es una comedia basada en el desastre, ese que sobreviene a partir de la pelotudez del protagonista o por la mala suerte que le acompaña. Así se presentan situaciones más o menos desopilantes, mientras la familia protagónica viaja de un lado al otro del país para mejorar la relación entre sus miembros, y disfrutar de unas vacaciones familiares que ahuyenten la rutina. De alguna manera estamos ante un remake, aunque se trate de una continuidad en la saga iniciada en 1983, ya que el protagonista es el hijo del personaje de Chase, quien tiene una breve participación en el filme. Si uno de los factores que contribuyen al hecho cómico es la sorpresa, acá esta faltó sin aviso. Gags previsibles, la siempre presente escatología que tanto disfruta el yanki promedio y un mal gusto general que no le hace honor a la historia de la comedia estadounidense. Sin dudas, Hollywood ha decidido ceder ante lo más bajo en materia de audiencia, ha renunciado a toda sofisticación y dirige su energía productiva a un público al que presume con claro retraso madurativo.
Misión cumplida Como sucede con las marcas reconocidas, que ofrecen una calidad garantizada y son confiables para el consumidor, la saga "Missión Imposible" impulsada por Tom Cruise posee hace tiempo ese certificado intangible que la coloca junto a otras, como las de James Bond por ejemplo. Gran producción, despliegue, buenas actuaciones, cuidados efectos y una trama atractiva que no busca insultar al espectador, sino otorgarle entretenimiento de calidad. Esta vez la fuerza conocida como "Misión Imposible" es puesta en jaque no por enemigos en la clandestinidad sino por la CIA, que tiene en su director (a cargo del versátil Alec Baldwin) a un fuerte crítico a los métodos utilizados por los agentes liderados por Ethan Hunt (Tom Cruise). Con la fuerza desmantelada, Hunt decide investigar por su cuenta y sin apoyo oficial a una organización conocida como el "sindicato", nombre que siempre sonó en el mundillo del espionaje pero que todos, excepto Hunt, consideraban una leyenda. Traiciones, espías sin bandera, psicópatas y peligrosas aventuras en Londres, Marruecos y Viena tendrán que superar los miembros del equipo de Misión Imposible. Es para destacar una, la que transcurre en la Ópera de Viena, con la representación de Turandot como fondo mientras Hunt trata de impedir que varios "killers" cumplan con su objetivo. Todo lo escrito viene luego de la impactante presentación donde vemos a Cruise agarrado de la puerta de un avión en pleno despegue, escena previa a la secuencia de títulos que por supuesto incluye la genial pieza compuesta por Lalo Schifrin y que no predispone a pasar un rato de grata distracción.
Para que no se repita A diez años de la mayor tragedia evitable de nuestra historia, llega este documental que muestra con responsabilidad y rigor lo que sucedió aquella funesta noche del 30 de diciembre de 2004 en el local República de Cromañón, y sus consecuencias. Por un lado, la directora recurre a material periodístico y judicial para explicar de forma didáctica e imparcial lo que sucedió en el lugar. Las condiciones del boliche, la forma en que fue organizado el recital de Callejeros, con datos que constan en la causa y que dejan en claro el nivel de irresponsabilidad que tuvo la banda y quienes junto a esta organizaron el show. Se presentan testimonios de abogados que participaron en el juicio como querellantes y también de familiares de las víctimas. Bottero apuesta a la sensibilidad natural que se desprende de testimonios de por sí desgarradores, sin subrayar en busca de golpes bajos. Tiene la capacidad de equilibrar los relatos, dejando lugar para quienes consideran que la banda no es culpable -porque hay quienes así piensan-, pero afortunadamente la directora elije apoyarse en lo que se probó en la causa y no en fanatismos adolescentes. El documental nos da la oportunidad no solo de repasar un hecho trístemente histórico, también de ver y escuchar a Aníbal Ibarra, responsable político y operativo del desastre, en una entrevista televisiva que lo deja en evidencia. Informativa, dura y emotiva, así es esta película de visión indispensable, especialmente en esta época de elecciones. Para tener en cuenta que hay que ver un poco más allá de lo que muestran los candidatos, escarbar en el fondo de las cosas. Para que la historia no se repita, ni más ni menos. Nunca más.