Las turbulencias del hombre actual Aunque muy nominada para los premios Globo de Oro, finalmente logró un solo galardón en el rubro de guión. Y justificado porque es lo mejor de la película: su guión. El director Jason Reitman (La joven vida de Juno) construye un relato minucioso y preciso en sus diálogos y en las situaciones que enfrenta el personaje central interpretado por George Clooney. Ryan, un experto en despedir al personal de diferentes empresas, vive arriba de los aviones y está a punto de llegar a las diez millones de millas de viajero. Reitman atrapa al espectador desde el comienzo con este relato que sobrevuela por las relaciones afectivas de manera original, sin turbulencias narrativas y, a través de una mirada inteligente, examina al hombre actual. La manera en la que el personaje de Clooney saca la foto de su ex esposa en diferentes escenarios del mundo, la acumulación de entrevistas donde los trabajadores son sorprendidos con su inmediato despido y el romance en puerta cuando aparece la mujer de sus sueños, son algunos de los tripulantes del film. Clooney no juega al galán maduro y es buen intérprete con un papel detestable. Conoce a la perfección el rol que le tocó en suerte y no se desborda, se ajuste el cinturón antes del despegue. En su actividad, se topa con tanta gente, pero nunca llega a conocer a nadie en profundidad y, mucho menos, sentir empatía. Alguien lo tiene que hacer. Y quién mejor que él que no tiene los pies en la tierra. Claro que todo cambia cuando se involucra con Alex (Vera Farmiga), su compañera de viajes, y aconseja a Natalie (Anna Kendrick)...
Más personajes y menos ingenio El trio de ardillas cantantes regresa en una nueva aventura y tiene que aprender a lidiar con las presiones típicas de un concurso de colegio, la fama y un grupo rival femenino conocido como The Chipettes, que amenazan con quitarles el reinado de la música pop. Con una divertida escena al comienzo, desarrollada en el hospital y una buena técnica que fusiona la acción en vivo y la animación digital de los personajes centrales, esta secuela no entrega nada nuevo. Lo que sí tiene es ritmo, golpes y puede ser recomendable para público de corta edad. El conflicto se apoya principalmente en algunos enredos, adolescentes revoltosos, managers sin escrúpulos, partidos de rugby y en las nuevas contrincantes... ¿o nuevas compañeras?. Ardillitas femeninas y revoltosas que son el centro de números musicales coreografiados como si se tratara de tres Britney Spears en versión diminuta. Los rivales sean unidos....todo sea para juntar fondos para la escuela...y para las arcas del incansable Hollywood.
Criaturas sedientas en un futuro cercano Una verdadera sorpresa resulta esta pelìcula de género que conserva algunos elementos clásicos de las historias de vampiros: las criaturas que no se reflejan en los espejos, las estacas y la muerte segura ante la exposición frente al sol. Hasta aquí, nada nuevo, pero el film acierta en la creación de climas y en la inversión de la fórmula conocida: el planeta está ahora dominado por vampiros, totalmente humanizados (celulares y piercings mediante), y los hombres se convierte en sus presas por la sangre, el líquido vital de superviviencia. Ethan Hawke, un hematólogo con colmillos que trabaja para una gran corporación liderada por Sam Neill, encuentra la cura para detener el dominio vampiro, con la ayuda de dos humanos (Claudia Karvan y Willem Dafoe). La historia también aprovecha muy bien los resortes de la acción y del suspenso, algún sobresalto, y propone una mirada interesante sobre las luchas de clases entre las criaturas de la noche y de los seres deformes que viven en el subsuelo de la ciudad, explorando además las relaciones conflictivas entre hermanos y entre padres e hijos. Todo contado con la agilidad visual que le imprimen los hermanos alemanes Michael y Peter Spierig en un film que no para. Por el contrario, se sumerge en las sombras sin defraudar a los seguidores del género.
Una dupla exitosa y muy poca gracia Dan (Robin Williams) es un hombre divorciado y con mala suerte en el amor, y Charlie (John Travolta), es un soltero empedernido. Ambos son amigos y sus vidas se salen de los carriles habituales cuando sorpresivamente tienen que hacerse cargo de una revoltosa pareja de gemelos de siete años (la niña es Beau Travolta, hija del actor). Los nuevos húespedes llegan en el peor momento: ellos están por cerrar un interesante negocio con empresarios orientales. Niños, perro, golpes, caídas, relaciones a distancia y un campamento de fin de semana, son algunas de las constantes que desfilan por la pantalla y dejan un final aleccionador destinado a la familia. Pocos elementos en juego y menos gracia para una receta explotada al máximo. Robin Williams está más preparado para la comedia que Travolta. Y se nota. Su gracia pasa por los gags físicos y las morisquetas (como su bronceado exagerado de cama solar), mientras que Travolta lo acompaña con oficio y varios kilos de más. El toque lacrimógerno viene del lado animal y, no es de extrañar viniendo de Disney, aunque la escena final en el zoológico (en la jaula del gorila), quizás sea lo más divertido de la película. Los roles secundarios de Kelly Preston y Matt Dillon, como un boy scout, son poco felices, aunque se destaca Seth Green como el amigo de la pareja protagónica. En síntesis, una más de padres a la fuerza, hombres comunes que hacen lo que pueden y que nunca serán superhéroes... El director Walt Becker ya había trabajado con Travolta en Cerdos Salvajes...
Una aventura que no da respiro. No llamen a Scotland Yard...llamen a Holmes” sintetiza el espíritu de esta aventura que Guy Ritchie volcó en la pantalla grande con ingenio visual, humor y un tono oscuro que le brinda la magia negra y los poderes milenarios. Si la película funciona es por la buena dirección y por un ritmo que nunca decae a lo largo de dos horas, con buenas escenas de acción y con una Londres reconstruída hasta en los más mínimos detalles, como el Puente de la ciudad, aún en pañales, que será el escenario para un desenlace en las alturas. Robert Downey Jr. es un buen actor, y su personaje le exige estar desprolijo, pero rápido en las deducciones y en las conclusiones. Mucho más que el espectador. Por momentos copia en exceso a Johnny Depp en La leyenda del jinete sin cabeza, mientras que Jude Law aparece como el doctor Watson, en un rol más parco. Pero juntos son explosivos y logran su cometido. La trama acumula muertes, apariencias engañosas y ata cabos de manera rápida. Además incluye a un villano de temer (Mark Strong) que vuelve del más allá; rinde homenaje a James Bond (el gigantesco rufián es como Richard “Mandíbula” Kiel en La espía que me amó) y recuerda incluso a Jack, el Destripador. Una superproducción que inmortaliza una vez más la figura del genial detective que tantos rostros tuvo en sus diferentes versiones: desde Basil Rathbone, pasando por Peter Cushing, Christopher Lee, Roger Moore y Christopher Plummer. Ahora es el turno del actor de Iron Man y la reciente El Solista.
Donde los buenos modales importan. Con un comienzo que guarda una estética de postales de carreras en blanco y negro, esta comedia romántica del director australiano Stephan Elliot (Las aventuras de Priscila, la reina del desierto) retrata un mundo aristocrático con buenas pinceladas de humor. La llegada del hijo poderoso de la familia inglesa (Ben Barnes, el de Las crónicas de Narnia) con una norteamericana corredora de autos (Jessica Biel) no es una buena señal. Y ahí el cineasta aprovecha para narrar una historia tan refinada como la familia que muestra. El mayordomo Furber (más parecido al Largo de Los locos Addams); un padre de aspecto desprolijo (un siempre correcto Colin Firth) y dos hermanas que se pliegan a las decisiones de una madre estricta (una excelente Kristin Scott Thomas) conforman el universo de este clan que no es precisamente La familia Ingalls. Una comedia romántica del mejor cuño, atrapante, emocionante y que pone en juego las piezas de las relaciones familiares, entre tangos, representaciones teatrales, enredos y un pasado que se oculta y saldrá a la luz.
Entre el amor y el deber. Año 1837. ¿Quién no sueña con ser una princesa?. Esa es la pregunta que desliza la historia y la respuesta es si está realmente preparada para ocupar ese rol en Inglaterra. Joven y también inocente, Victoria (Emily Blunt, nominada al Globo de Oro por este papel) está en el medio de una feroz lucha por obtener el poder de la corona. Su tío, el Rey WILLIAM (Jim Broadbent), está muriendo y es ella quien sigue en la línea de mando. Victoria es controlada de cerca por su madre, La Duquesa de Kent (una estupenda Miranda Richardson), y por su ambicioso consejero, CONROY (Mark Strong, el actor de Sherlock Holmes). Victoria los odia a ambos, pero también los necesita. Y las cosas se complican con la llegada de un invitado (Ruper Friend, en muy buena interpetación) que intenta robar su corazón.. Una cosa es lo que dice el corazón y, otra, las imposiciones e intereses políticos.
Secuela del film de 2007 dirigido por Rob Zombie, que a su vez se basa en la película original de John Carpenter. Todo funcionaba mejor en la anterior. Vamos por partes, como los cuerpos que deja desparramados el temible (aunque aquí no tanto) asesino de máscara blanca llamado Michael Myers (Tyler Mane). Esta continuación es más brutal y violenta que la anterior, pero débil en su atmósfera de terror. Las escenas más logradas se ven durante los primeros veinte minutos y tienen lugar en el hospital (que en la saga original jugaba la atormentada Jamie Lee Curtis). El personaje de Malcolm McDowell como el Dr. Loomis (antes Donald Pleasence) ya no es lo que era, pasó de ser el profesional que atendía a la Bestia a un autor exitoso que relata los hechos vistos en la primera parte. Y en esta secuela aparecen Danielle Harris, actriz que ya sufrió el acoso del asesino en la cuarta y quinta parte de la saga original; y un cameo de una irreconocible Margot Kidder, otrora la novia de Superman. Y también cobra más peso la figura del sheriff (Brad Dourif, el que le puso la voz a Chucky). Con todo esto, Rob Zombie intenta crear tensión, pero no siempre lo consigue. El toque onírico perjudica el clima pesadillesco de la trama: Sheri Moon Zombie como el fantasma de la madre; y el cineasta cambia al actor que hacia de Myers niño en el film anterior (Daeg Faerch) por otro menos expresivo. El tema identificatorio de Halloween aparece aggiornado en los créditos finales y acá se apuesta a sonidos ensordecedores, temas de Motorhead y Rod Stewart, para generar miedo. En tanto, al villano (verdadera estrella del film), ícono del cine de terror de los años ochenta, se lo ve demasiado y quizás algo cansado para este regreso. Una pena.
Mucha patada...poca emoción Raizo fue entrenado para soportar el dolor y ahora es una máquina asesina surgida de una red milenaria de Caballeros Ninja, el Clan Ozunu. El debe escapar de la organización que lo vio crecer y, en su peligrosa venganza, se unirá a una detective negra. Un producto de acción que combina artes marciales, luchas cuerpo a cuerpo y mucha sangre. El agregado no siempre convincente es el toque fantástico: cuerpos mutilados y demonios del infierno que resultan escurridizos. Eso sí, golpes por doquier, cadenas que funcionan como látigos y el uso de la cámara lenta para potenciar la acción. La emoción y la adrenalina faltaron a la cita.
Con deseo y sin ganas “No son pecas, son granos” asegura Rafael Bregman, el adolescente de 13 años que lleva adelante esta historia rodada en Montevideo. Lo que más llama la atención de este film es la ausencia de hormonas, narrativas y de las otras, en una época de cambios extremos. Parado frente al espejo, lleno de granitos y con muchas ganas, empieza un periplo que lo lleva a debutar sexualmente con una prostituta. Y a visitarla asiduamente, aunque el beso del amor todavía no le llega... El director Federico Veiroj centra la trama en un ámbito estudiantil y familiar de padres separados, pero lo transmite con tan poco entusiasmo en cada una de las escenas, que es capaz de bajar la libido del espectador más desprevenido. Acné supone una sucesión de experiencias íntimas e intransferibles como la masturbación, la primera vez y el primer enamoramiento. Pero nada de eso sucede a lo largo de una hora y media. Entre Percután, diálogos vacíos (propios de los adolescentes, pero poco funcionales en este relato) y lecciones de piano, la película muestra personajes apáticos, inmersos en un híbrido que no convence. Y que tampoco estimula las hormonas del público. ¿Dónde quedaron títulos conmovedores como El año del arco iris o la reciente película nacional El último verano de la boyita?...