Inteligente mirada sobre la condición femenina La última película del aclamado director rumano Radu Mihaileanu ofrece, una vez más, una mirada personal y de denuncia a través de un cine profundo que nunca deja de lado su costado visceral y entretenido. Así lo demostró en Ser digno de ser y en La ceremonia, sus trabajos anteriores, cuyas historias giraban en torno a personajes relegados u olvidados. En La fuente de las mujeres se repiten sus tópicos en una trama ambientada en un pequeño pueblo del Norte de Africa, cuyas mujeres siguen la tradición de ir a buscar agua a las montañas. Sin embargo, ellas sufren en carne propia esa dura travesía y, Leila, una joven casada, propone una huelga a sus compañeras: se niegan a mantener relaciones sexuales con sus maridos hasta que ellos hagan ese duro trabajo. Otro destacado film en la carrera del realizador que muestra la situación de la mujer en circunstancias sociales y familiares poco favorables, el aislamiento y la búsqueda de un progreso que nunca llega por diversas cuestiones (no tienen agua potable, ni electricidad pero hablan por celular). Esta co-producción entre Bélgica, Francia e Italia no deja de ser una fábula que contrasta la cultura autóctona con los avances del mundo occidental (Coca Cola dice presente) en una historia impulsada por mujeres humilladas que colocan los cánticos como señal de denuncia contra las injusticias que las aquejan. Por la pantalla también desfilan relatos de amor y desamor, cartas que van y vienen, y un periodista que está en el ojo de la tormenta. Sometimiento y sumisión versus rebeldía e imposición son los pilares en los que se apoya esta realización que se mueve entre Alá, tules, apariencias engañosas (sobre el desenlace) y cantos de salvación. Y el sólido elenco hace que el agua llegue a buen puerto.
Una fiesta empañada por el horror No hay dos sin tres. La película REC 3: Génesis no se trata de una precuela y se despega de las dos realizaciones anteriores: cambia el escenario (el edificio) y su estilo narrativo. Durante los primeros quince minutos, el espectador asiste al casamiento y a la fiesta de Koldo (Diego Martín) y Clara (Leticia Dolera), una pareja encantadora que disfruta del enlace junto a sus familiares y amigos. El primer tramo del film está contado a través de las cámaras de un invitado y de un profesional contratado para registrar el evento (y que aprovecha para demostrrar los alances de su "steady cam"). No pasarán demasiados minutos para que la fiesta se tiña de rojo y el terror se apodere de los protagonistas.Rec 3 A partir de ahí, REC 3: Génesis hace gala de un estilo más depurado del realizador español Paco Plaza (responsable de la primera y segunda parte junto a Jaume Balagueró). El film mezcla el terror gore con referencias bíblicas y citas explícitas al cine de Lucio Fulci o Darío Argento e incorpora humor y elementos del cine de aventuras. Los personajes están atrapados en el gigantesco salón de la fiestas y cualquier semejanza con La noche de los muertos vivientes no es casualidad. La novia frágil (devenida en una suerte de Uma Thurman en Kill Bill) junto a su flamante marido dejan de ser tiernos anfitriones para convertirse en verdaderos guerreros (medievales) que luchan contra una plaga de monstruosas criaturas. La oportuna utilización de la banda sonora, los escapes que emprenden los personajes (divididos en grupos) y el gran despilfarro de vísceras y sangre, hacen que el espectador sea partícipe de la "fiesta".
Un mundo de silencios Basada en hechos reales, la película aborda un tema delicado como el Autismo y lo hace a través del cambio que sufren las relaciones y los vínculos familiares cuando una persona del hogar padece este síndrome. Con una mirada realista, el director Rodolfo Carnevale narra los avatares que enfrenta un matrimonio (Eduardo Blanco y Patricia Palmer) que vive junto a su pequeño (Túpac Larriera) y Pilar (Ana Fontán), su hija de 26 años que sufre esta discapacidad. La trama se mueve entre el ámbito cotidiano alterado por estas circunstancias y el mundo interno de Pilar, plasmado con tono fantástico e idílico al que sólo ella tiene acceso. Los personajes atraviesan crisis de toda índole: la pareja entra en un paréntesis afectivo y las conductas de Pilar también repercuten en su hermano menor. El complicado panorama los lleva a plantearse un dilema: cuidar a Pilar en la casa o internarla, una solución viable pero no compartida por su madre. El Pozo radiografía con sumo cuidado las múltiples facetas que presentan los personajes centrales y agrega otros, pertenecientes a otros ámbitos: el compañero (Ezequiel Rodríguez) de Pilar que también sufre otra discapacidad; su madre (Adriana Aizemberg); la psicóloga (Dora Baret) y la directora del Instituto (Norma Pons). Bajo una dirección adecuada, la creación de climas dramáticos impactantes y una correcta dirección de actores (Ana Fontán y Ezequiel Rodríguez muestran un gran lucimiento y se llevan los aplausos), El Pozo explora este rompecabezas familiar cuyas piezas irán tomando forma a partir de un mundo de silencios y de búsqueda de respuestas que no siempre aparecen. El mismo mundo cuya realidad muchos desconocemos. El amor en todas sus formas dice presente en esta película que también se permite una fuga y algún toque de humor para descomprimir la tensión de la trama.
Más años y las mismas mañas Y sí. El equipo está de vuelta. Esta es la cuarta entrega (hay dos más pero con otro elenco) de la comedia que despertó el fervor adolescente en los noventa. Después de doce años, el elenco original regresa y los conflictos, las bromas pesadas y los enredos continúan para animar esta película que no es otra cosa que una estudiantina que mantiene sus mañas. En ese sentido, American Pie: El reencuentro, que firman los directores Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg (Harold & Kumar 2: Dos Tontos en Fuga) tiene un inicio efectivo que encuentra a Jim (Jason Biggs) y Michelle (Alyson Hannigan) casados, con un bebé y sin actividad sexual debido a las obligaciones cotidianas. Todos los personajes tomaron caminos distintos e irán reapareciendo en East Great Falls para participar en la reunión del Instituto: Oz (Chris Klein) ahora es el conductor de un programa deportivo; Kevin (Thomas Ian Nicholas) se convirtió en arquitecto; Finch (Eddie Kay Thomas), es el más misterioso de todos, y Stifler (Sean William Scott), que sigue siendo un niño con ganas de divertirse. Todos (y todo) está puesto en la trama para lograr la carcajada fácil, el gag certero (la nena de al lado creció y se transformó en una vecina explosiva) y el costado escatológico que nunca se deja de lado (no entraremos en detalles). Al elenco juvenil también se lo reúne con las chicas sexies de antaño (Mena Suvari, Tara Reid) y padres en conflicto: Eugene Levy, el papá de Jim, ha enviudado y tiene diálogos más que divertidos o Jennifer Coolidge, la madre de Stifler, que tiene su "peso" en la trama. Relaciones de pareja, sexo, amigos y conflictos actuales son los que marcan la tendencia de esta comedia light y entretenida que también se alimenta argumentalmente del film original. La estudiantina siempre da buenos réditos en boleterías (Porky´s en los años ochenta tuvo lo suyo) y, en la ficción, los personajes prometen volver. Los años pasan, pero las mañas quedan.
Un policial uruguayo con buenas intenciones El cine realizado en Uruguay (que también entregó La casa muda) apuesta ahora al género policial con esta película que cosechó cincuenta mil personas en su país. Reus es el nombre de un barrio de Montevideo, en el que conviven trabajadores y comerciantes judíos que deben soportar el acoso y los robos continuos por parte de la familia del Tano (Camilo Parodi), una pandilla que se mueve entre la pasta base y la impunidad. Un gran golpe se está gestando para derrotar a Don Elías, un viejo y poderoso empresario de la zona que envió al tano tras las rejas. Los directores Eduardo Piñero, Pablo Fernández y Alejandro Pi heredan la estética de Pizza, birra, faso para contar esta historia que habla sobre los códigos, la "familia" (en el término amplio de la palabra) y el negocio. No siempre dan en el blanco con las situaciones que se presentan (extensos diálogos y escenas que se extienden más de lo debido entre los antagonistas) y dejan lo mejor para los cinco minutos finales.´ Esta es una película de contrastes que concentra demasiados personajes secundarios a cargo de actores que, en su mayoría, no son profesionales. El ataque al negocio o la visita de Don Elías al comisario corrupto no tienen ni la intriga ni la adrenalina que requiere este tipo de relatos. Un film con buenas intenciones que radiografía con violencia una porción de la realidad pero al que le faltan varios cartuchos para lograr un sólido policial.
Un cuento congelado Basada en el popular cuento de hadas Blancanieves, de los hermanos Grimm, la nueva película del realizador hindú Tarsem Singh (La Celda y la reciente Inmortales) juega con los personajes clásicos aunque le falta la inspiración visual que evidencian sus anteriores trabajos. Con el foco puesto en la dirección de arte, en los escenarios recreados digitalmente (el castillo y el lugar donde se encuentra el espejito del título) y en el vestuario multicolor, esta versión cambia algunos aspectos de la historia original: la heroína no prueba la manzana envenenada y los enanitos en cuestión no son tan bondadosos. La Princesa (Lily Collins), cuyo padre ha desaparecido misteriosamente en el bosque, enfrentará a la malvada Bruja del Reino (Julia Roberts) que intenta eliminarla. Con la ayuda de los siete enanos, Blancanieves deberá devolver la paz al pueblo, entre hechizos, zancos y fiestas aristocráticas. La película entretiene al público menudo, pero con el material que el director tenía entre manos se podría haber filmado una versión más inspirada y con personajes que quedaran en el recuerdo. A Lilly Collins le falta carisma para su personaje, mientras que Julia Roberts está lejos de ser la villnana del cuento. En tanto, sí tiene lucimiento Nathan Lane en el papel del subordinado de la Reina. Las escenas desarrolladas en el bosque con la presencia de una extraña criatura a la que todos le temen o los momentos de humor (que sí los tiene), son algunas de las pocas sorpresas que entrega este relato mágico que se va enfriando como la nieve que cubre el Reinado.
Músicos y detectives Película nacional que marca el salto del director Alejandro Montiel del cine independiente a una producción pensada para el gran público luego de sus anteriores trabajos: Chapadmalal y Las hermanas L. El escenario de un consorcio donde ocurren situaciones extrañas fue llevado al cine en varias oportunidades y con diferentes tratamientos: desde Horizontal/Vertical y la reciente Penumbra, en el ámbito local hasta La comunidad y REC. En Extraños en la noche, el cineasta escoge el camino de la comedia salpicada con momentos de intriga y de sospechas que recaen sobre los personajes. La trama gira en torno a Martín (Diego Torres en su regreso al cine luego de El juego de Arcibel) y Sol (Julieta Zylberberg, la actriz de La mirada invisible), una pareja de músicos que atraviesa una crisis económica. Ambos ocupan un gran departamento pero se ven obligados a tocar y cantar en fiestas de hotel para subsistir. A este panorama de cambios se suman extraños ruidos y la sospecha de que alguien fue asesinado en el piso de arriba. Con este marco que se mueve entre la humorada, el policial y el suspenso, el relato va acumulando personajes como el portero, el político (Ludovico Di Santo), la tierna anciana de la puerta de al lado y una seductora vecina. Todos están en la mira, y otros, fuera de peligro: los padres de ella (Daniel Ravinovich y Betiana Blum) y un extravagante productor musical (Fabián Vena) que los puede sacar del pozo. La película se apoya en la química generada entre los protagonistas (que no siempre funciona) devenidos en torpes detectives y en la confirmación de sus miedos más profundos. El film es ameno, tiene una sólida factura técnica y aunque el desenlace (resuelto a través de flashbacks) es quizás previsible, el resultado es favorable. Con la mira puesta en tacones (acá cercanos), cabarets y apariencias engañosas para el espectador, Extraños en la noche acierta en la elección de su atmósfera entre ingenua y tenebrosa. Y hasta se permite un tema de Diego Torres.
Un clásico film de aventuras Este relato de aventuras y acción, atravesado por una historia de amor, fue concebido con una estructura clásica por el director Jean-Jacques Annaud, el mismo que dio títulos como La guerra del fuego, El amante y El nombre de la rosa, entre otros. Cineasta refinado si los hay, Annaud apuesta más a la tradición familiar que conduce el relato que a la acción gratuita. La historia está ambientada en los años 30, en los Emiratos Árabes, durante el boom del petróleo. En medio del desierto se libra una feroz batalla y el ganador, Nesib (Antonio Banderas), emir de Hobeika, llega a un acuerdo de paz con Amar (Mark Strong), sultán de Salmaah, por el que ninguno podrá reclamar el territorio denominado la "Franja Amarilla". Como garantía del mismo, Nesib adopta a los dos hijos pequeños de Amar, Saleeh (Akin Gazi) y Auda (Tahar Rahim). La trama sigue a Auda y Saleeh, convertidos en jóvenes: el primero sueña con escapar de las manos de Nesib y regresar con su padre; mientras que Auda siente atracción por los libros y por la Princesa Leyla (Freida Pinto), hija de Nesid. La llegada del petróleo, las ambiciones y su decisión cambiarán los acontecimientos. Rodada en Qatar y Túnez, El príncipe del desierto es una producción de gran despliegue artesanal, en su concepción visual, en sus escenarios, en la dirección artística y en la cantidad de extras que participan. En ese sentido, el film prescinde de todo artificio digital para aportar realismo. Este cuento, desarrollado entre arenas y camellos, presenta conflictos familiares (hijos adoptados que quieren cambiar su destino y el de su gente); misterio (la princesa que espía desde su reclusión y sigue los mandatos de su padre); contraste cultural (la riqueza y el poder versus la postergación de los pueblos) y obstáculos que se les presentan a los protagonistas (la falta de agua y la ansiada llegada al mar). El reparto se muestra sólido con Tahar Rahim a la cabeza, quien encarna al joven que desatiende los mandatos, se lanza a la aventura, se reencuentra con su hermano y hasta se enamora. Por su parte, Antonio Banderas entrega un Nesib medido, casi en un segundo plano, pero con una presencia que convence.
El infierno de los Dioses Superando a la película original estrenada hace dos años, esta secuela de aventuras continúa con su caos en el Olimpo e introduce a los personajes en una lucha constante por evitar El fin del Universo. Perseo (Sam Worthington, el actor de Avatar) pasa sus días en una aldea de pescadores junto a su pequeño hijo de diez años, pero la llegada de su padre, Zeus (Liam Neeson), le vaticina que la tranquilidad no durará mucho tiempo. Con este comienzo, Furia de Titanes 2 (Wrath of the Titans 2) inicia una vertiginosa travesía que lleva al protagonista hasta las puertas del mismo infierno cuando su padre es traicionado por su otro hijo, en complicidad con Hades (Ralph Fiennes), el Dios del Inframundo. Como salida de una trama de Shakespeare, con odios, traiciones y ambiciones familiares, la película incluye en esta continuación luchas con cíclopes, criaturas peligrosas con dos cabezas y un diablo de temer. También despliega sus alas Pegasus, el caballo alado que le permite a Perseo surcar los cielos y resurge el temor de los habitantes de Argos al Kraken, la gigantesca criatura que los amenaza. Todos son condimentos de una película que bien podría haber animado las tardes de Sábados de Super acción, con su adecuado tono fantástico. La tecnología 3D es utilizada para potenciar la caída de piedras y cabezas de serpientes en primer plano en este relato que juega con la mitología griega y acierta en ritmo y despliegue visual. Si se la compara con su antecesora (remake del film de los años ochenta), Furia de Titanes 2 sube un escalón y coloca a tres generaciones en medio del peligro. El film cuenta con dirección de Jonathan Liebesman (Invasión del mundo: Batalla: Los Ángeles) y el guión lleva la firma del debutante Dan Mazeau, junto a David Johnson (La Huérfana) y Steven Knight (Promesas del Este). Un trío preparado, al igual que sus protagonistas, para sortear y abrir el portón que los conduce a la aventura.
Una chica en llamas En una época plagada de realities en los que los participantes se someten a las exigencias más duras y en los que los límites parecen desdibujados (o simplemente no existen), llega esta película basada en el best-seller de Suzanne Collins. Si en La muerte en vivo, los jugadores se sometían a la "ruleta rusa" y estaban montados en una escenografía giratoria que emulaba el tambor de un revólver, en Los juegos del hambre, la supervivencia va más allá y funciona como móvil de la historia. La trama nos traslada a un futuro en el que la población ha quedado presa como en un campo de concentración y bajo el poder tiránico del Capitolio. El juego al que se refiere el título coloca en el ojo de la tormenta a Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence, la joven actriz nominada al Oscar por Lazos de sangre), una adolescente de 16 años. La Nación obliga a cada uno de sus doce distritos a enviar a adolescentes para competir en un violento juego televisivo que culmina sólo con un ganador vivo. La protagonista, armada con arco y flecha, se ve envuelta en una ola de violencia que la enfrenta con otros jóvenes de su misma condición y utiliza su fuerza y su instinto junto a Peeta (Josh Hutcherson, el actor de Viaje 2; La isla misteriosa), el chico que alguna vez le dio un trozo de pan en épocas de hambruna. El film de Gary Ross (al que le sobran varios minutos) construye un futuro apocalíptico con atmósfera de desesperanza y sigue -casi- al sigue al pie de la letra el libro original. Su trabajo acierta más en la primera parte: seres sometidos por personajes que parecen salidos de un comic, como el conductor del programa (encarnado por Stanley Tucci); un payesesco y cínico personaje que mueve los hilos del show (Wes Bentley) y un villano en la cima del poder (Donald Sutherland). Se destaca Woody Harrelson y el relato se muestra atrapante en la selección y los preparativos para el gran show. Después vendrá la acción (aunque no tanta) ambientada en los bosques, con corridas, escapes de los aerodeslizadores y peleas cuerpo a cuerpo. El director Gary Ross (Amor a colores y Seabiscuit) narra con cámara nerviosa y muchos cortes que alimentan el clima de confusión y locura que viven sus jóvenes protagonistas. El film es una crítica política con formato de juego futurista (pantallas gigantes en las que el pueblo sigue todas las instancias), pero básicamente es un producto del marketing pensado y armado para el público adolescente. El mismo que este año vseguirá la finalización de la saga Crepúsculo. Este es el primer eslabón de una saga que continuará con En llamas y Sinsajo. En tanto, la chica en llamas se pone la película al hombro, tensa la cuerda del arco y dispara con un seguro centro en las boleterías de todo el mundo.