¿Un film no político? Es aceptable argumentar que alguien quiera contar una historia con diversos enfoques, priorizando detalles secundarios a la acción principal, atando cabos sueltos, imaginando situaciones que puedan o no haber sucedido ante la real falta de información, plantear un tema central a partir de su entorno, pero, si hay algo que en Secuestro y Muerte escasea y es la falta de compromiso con un tema tan delicado y controversial. De dudosa intención, confunde la idea de querer realizar un film sobre el secuestro y muerte de Aramburu (Enrique Piñeyro) mientras su nombre no es mencionado, ni siquiera el de sus secuestradores o del movimiento guerrillero involucrado. El film admite como veraz los dos acontecimientos que bien conocidos son, el secuestro y el eventual asesinato, tal como el título del film infiere. Comienzo y fin. El film inicia con el secuestro del general, gobernante de facto de la dictadura militar que tuvo lugar en nuestro país tras el derrocamiento al general Perón, y su traslado a una casa quinta a cargo de cuatro integrantes del movimiento guerrillero Montoneros, quienes encapsulan al film entre las conversaciones imaginarias mantenidas durante la estadía e interrogatorio a modo de “juicio popular” como sería definido por la entidad, confirmando acusaciones puntuales que, una vez brindadas culminarían con el castigo propuesto. Filippelli intenta mostrar un pantallazo de las tensiones del panorama político de la Republica Argentina en la decada del 70, sin entrar en debates de ideologías, sino en simples diálogos mantenidos entre los captores durante su estadía en el lugar, cual si fuera una reunión de amigos, conversaciones supérfluas, no hay debate político, ninguno quiere explayar su posición, esa tarea queda abastecida por el escaso y seco interrogatorio. ¿Cómo plantear un film no político sobre un tema indefectiblemente político?
El tren ha sido un medio de locomoción altamente utilizado en la industria cinematográfica para contar historias, uno de los objetos del cine en muchos casos es el “trasladarnos”, a aventuras, a lugares ignotos o inclusive a recorrer, transitar y alcanzar a una realidad. Un tren muy particular, hace 30 años que realiza un recorrido ininterrumpidamente. Tres de sus vagones albergan un centro médico ambulante por lo cual se le brinda el nombre de “Tren Hospital de Niños”, donde médicos profesionales de varias especialidades sostienen una experiencia de vida conmovedora. Un viaje al norte argentino, específicamente a Pampa Blanca, Jujuy, cuyos índices de pobreza son elevados y se carece de asistencia médica. El género documental, sabio captador de reflejos de una sociedad, una vez más se pone en manifiesto para mostrarnos acontecimientos alejados, naturales, cotidianos, de personas que no son habitualmente contempladas por la sociedad, olvidadas. Carecen de las mínimas herramientas de mejora de vida, en un mundo actualmente inmerso en la “alta tecnología”. A partir de singulares consultas médicas (algo reminiscente a la ficcionada y excelente Los Labios, de estreno en cartelera la semana entrante), podemos conocer las mayores causas que afectan a esta población, como la desnutrición infantil, el mal de chagas, la desinformación y falta de educación sanitaria. La ausencia del Estado en estas regiones se hace visible también, el afán de los médicos por saciar las dificultades no alcanzan cuando una ayuda de quien debería tomar cartas en el asunto no lo hace. Pochat, capta con su cámara cual invisible la tarea de asimilarse a distintas situaciones, algo poco frecuente y que muchos realizadores de documental carecen, no se pregunta con intención ni sensacionalismo. El film brinda como resultado un valioso aporte de observación, que desemboca en un acto de reflexión para con el espectador. Con una partitura musical de Sergio de la Puente digna de mencionar, que acompaña enérgicamente al relato, poniendo énfasis en el paisaje sin intentar agudizar en los momentos más difíciles de digerir.
Besos en la frente. ¿Puede un hombre enamorarse de una mujer digamos, 50 años mayor?. ¿Aunque ese amor quizás sea platónico, u admiración, o se trate sólo de cariño?. Germain (Gérard Depardieu) es un cincuentón un tanto analfabeto, tiene sobrepeso, trabaja de changas, con novia que lo ama y quiere formar una familia a su lado, una madre soltera que lo crió digamos que no de la mejor manera y actualmente debe hacerse cargo de esta, frecuenta un bar donde se encuentra con amigos diariamente como para pasar el rato y dar el parte diario de lo que ocurre en su pueblo. Un día, en su afán de pasar una tarde tranquilo – como suele hacer – Germain conoce a Marqueritte (con doble “t”) en un banco de plaza dándole de comer a unas palomas que el señor ya tiene bien identificadas con nombres propios. ¡Qué mejor imagen, estar dándole de comer a unas palomas en una plaza como para demostrar la etapa de la vida en que está Margueritte!. Ella es una mujer instruída, con una alta devoción por la lectura, casi una pasión; reside en un hogar para ancianos costoso y para pesar está quedándose ciega. El encariñamiento surgido por la dupla es recíproco, el intercambia flores de su jardín, un bastón para el andar a cambio de un regalo más que interesante de la señora: un diccionario. Germain encuentra en ella esa alma materna que en su madre biológica no encontró, ni hablar del cariño y atención que la anciana le presta tarde tras tarde. Jean Becker, es un director de 78 años, con este film demuestra agilidad y ternura constante en un relato del que al menos logró desestereotipar a quien venía autointerpretandose a sí mismo en diversos filmes: Gérard Depardieu. Inclusive es meritorio que el actor, de quien instantáneamente percibimos que está fuera de peso -esto no es un efecto especial-, mismo se jacte de ello y lo vuelque como parte de su actuación. Gìsele Casadesus es una actriz con 97 años solamente, por demás lúcida y muy fresca en su rol. El film que funcionó muy bien en el ciclo de Les Avant-Premières, exhibido por la tarde, hora del té en un shopping particular, las Galerías Pacífico y con un promedio de edad de espectadores apenas menor al de la actriz protagónica, podría resumirse como una mezcla de otros dos filmes: Forrest Gump + Conduciendo a Miss Daisy. Nostálgico, sin golpes bajos y un derroche de ternura.
Apitchatpong en su mejor momento. No sorprendería que sea quien se alce con el galardón al mejor film, luego de ejemplares films como Tropical Malady y Syndromes of the Century. El tío Boonmee es una persona que padece una enfermedad renal, decide pasar sus últimos días alejado de la ciudad a un lugar más campestre, fantásticamente aparecen a cenar a su mesa varios invitados inesperados, entre ellos el fantasma de su mujer y una combinación de animal de bosque con ojos encendidos, reencarnación de su hijo, todos ellos con algo que decir, crear un ambiente fraternal y dialogar. Este le indica que hay muchos de ellos esperando, visitando, observando a los vivos, escuchan los diálogos, las plegarias y cada vez que un vivo los menciona. El film es de lectura compleja, tono espiritual al que ya nos tiene acostumbrados Apichatpong, una fascinación para los sentidos.
Film y sello autoral que, autoproclamándose haber sido descubierto por los programadores del BAFICI 2010, integró la Sección Oficial Internacional. El largo filmado con una rica textura en blanco y negro, constituye uno de esos films notoriamente “independientes” a los que nos solía presentar el festival a realizarse su nueva edición en escasas próximas semanas. Desde sus inicios, la programación estaba vinculada a proyectos como éste, desconocidos, desapercibidos, que no integraban secciones de otros festivales internacionales y era aquí, en este único festival que con los años fue consagrándose y convirtiéndose en uno, si no es el más, importante de nuestro país, en gran parte por la diversidad de autores, géneros y propuestas, diferenciados de otros festivales mucho más farandulescos y/o comerciales. Films como Bummer Summer revitalizan la esencia de lo que alguna vez significó el BAFICI. La ópera prima del joven realizador Zach Weintraub, quien estuvo presente en la proyección del festival y también lo estará para las próximas exhibiciones comerciales en el cine Cosmos-Uba, construye aquí un film que retrata las andanzas de tres adolescentes, Isaac (Robinson), su hermano Ben, interpretado por el mismo Weintraub y Lila (McAlee), la ex novia de Ben, presentada aquí como el disparador del conflicto dentro del triángulo. El film funciona con elementos marcados como una road movie, donde los tres partícipes de la travesía emprenden un viaje sin destino marcado, deambulando por lugares imprecisos por los que transitan, confunden, regresan y vuelven entrar en la desorientación y encontrarse perdidos. El relato no es lineal y se enfoca en la liviandad de matices con que cargan los personajes, podría aseverarse que se trata de un film definitivamente abocado a ellos, un film “de personajes”. Esa liviandad a la que refiero se vé claramente en el guión, donde uno de los pocos atractivos presentes radica en la intromisión de Ben en la ex pareja. Es muy visible la necesidad de pertenencia a un lugar prevista por los personajes, ligada a sus edades y vínculo. La ópera prima de Weintraub es lejana al cine autoral de otros jóvenes directores.
Erase una vez un Spaguetti Western animado. La cuota anual del género por excelencia de este año ya se encuentra completa con tan solo dos films, uno, la remake del western de Hathaway Temple de Acero, un homenaje directo al cine de John Ford dirigida por los hermanos Coen, dos, la animación de la cual aquí desarrollaremos, Rango, un spaguetti western donde la dirección realizó foco sobre el trabajo de Sergio Leone. El pequeño camaleón de profesión actoral accidentalmente termina siendo parte de una comunidad, un pueblo que se está muriendo por la falta de agua, llamado Tierra, donde una gran cantidad de personajes secundarios estereotipados se lucen por su cohesión al personaje principal. El apodado Rango es presentado como la única opción a la necesidad del pueblo, un nuevo sheriff, alguien que busque la manera de encontrar agua para el moribundo territorio próximamente a convertirse en un pueblo fantasma, con una emigración acechante. No falta la presencia de un alcalde de turno, el banquero, las licorerías (en éste caso expenden jugo de cáctus), la pobrecita a ser despojada de sus tierras e interés sentimental del “a convertirse” en héroe. Lo apabullante del film fuera de las excelente tomas logradas luego de haber visto mucho Leone por parte del equipo de producción y animación, añadiendo el asesoramiento de fotografía de Roger Deakins (casualmente DF de Temple de Acero), el hermoso y revitalizado score de Hanz Zimmer, sumado a las autoreferencias y homenajes a Erase una Vez en el Oeste, El Bueno, el Malo y el Feo, Por un Puñado de Dolares y A la Hora Señalada, hacen de Rango, un film que funciona como una enciclopedia cinematográfica del género, inclusive con un timing y edición moderna, funcionales a la vitalidad del guión. La animación está explotada al máximo sobre posibilidades y recursos, si bien no cuenta con ese condimento extra que suelen tener las producciones de Pixar, me atrevo a decir que Rango logra ser el ejemplo de animación más cercano a la convertida empresa de excelencia en animación. Rango es lo que Cars no pudo lograr ser. Mismas temáticas, el personaje perdido en un pueblo, una misión, ser el partícipe de la experiencia surgida a partir de un cambio. Lamentablemente no contamos con las voces originales, ya que la copia presentada en cartelera es la doblada al castellano. Extrañamente el film no fue concebido en 3D, detalle que espero no aleje a espectadores fascinados por la renovada tecnología. Gore Verbinski, versátil director que nos trajo la sorpresiva comedia Un Ratoncito Difícil de Cazar, contratado para realizar la remake hollywoodense del film de terror La Llamada y consagrado con la mayor Disney al lograr trasladar la atracción mecánica del Parque Temático en fílmico con Piratas del Caribe junto a sus dos olvidables pero bien redituables secuelas, logra aquí llevarnos de lleno al oeste, al género que las nuevas generaciones desconocen y podrán descubrir e indagar al respecto, para aquellos que somos fanáticos del género, nada más que deleitarnos. Llegando a las comparaciones habituales, si Toy Story 3 fue descripta como “cine puro”, Rango lo es aún mas, representa al mejor de los géneros concebidos por el cine, en una audaz puesta, divertida e interminablemente sorpresiva.
Soy de cuarta. El mercado de films adolescentes se ve nuevamente expuesto con esta nueva propuesta, es el caso de Soy el Número Cuatro, una producción de Disney, al igual que los últimos productos que vinieron llegando del país del norte como la saga Crepúsculo, encontramos acá otro relato sobreexplicado, a prueba de no permitir en el espectador tener la posibilidad de individualmente ligar las conexiones argumentales que se presentan. Es así como, el numero cuatro, representa al cuarto ser de otra galaxia que vino a la Tierra a vaya uno a saber que… Hay dos bandos, que por lo visto no tuvieron mejor idea que hacer lo mismo, llegar aquí, pelearse eternamente, unos buscar el dominio del mundo y otros esconderse por años, hasta que, al ser descubiertos, pelear y seguir haciéndolo. En fin, una vida de constantes mudanzas, cambio de identidades, donde llegado un punto nace un amor. Alex Pettyfer interpreta a John, el jóven número cuatro, quien al perecer su antecesor, su pierna comienza a adquirir temperatura en uno de sus tatuajes o marcas. Este episodio indica que él sería el próximo en correr con la misma suerte. Es allí donde el personaje toma conocimiento en tiempo record de quien verdaderamente es, realiza una especie de entrenamiento y luego se dedica a huir durante el resto de trayecto y enfrentarse a quienes venían buscándolo por todo el planeta. Tampoco se escapa de una subtrama colegial, donde tiene lugar la clásica historia del fuerte y el débil, y la chica que empieza a prestar atención hacia el que defiende al estudioso. De D.J.Caruso, director de aquella burla a Ventana Indiscreta de Hitchcock denominada Paranoia y la excecrable Control Total (Eagle Eye), no había mucho mejor resultado que esperar. No me atrevería a indagar sobre la verosimilitud del relato, no es necesario, luego del plomazo que resultaron al menos para mí estas casi dos horas de duración. Dentro de los rubros técnicos, los efectos especiales tampoco tienen mucho de especial, tenemos inclusive a un monstruo referencial a un velociraptor, trasladado en una jaula que parece alquilada del parque jurásico. La música es la típica de bandas ignotas a integrar una compilación para adquirir algún tipo de notoriedad si es el caso que el film sea un éxito. Misteriosamente tambien será exhibida en cine Imax, oportunidad para la cual pueden preparase para ver este despropósito y formato por iguales, de gran magnitud.
Un film poderoso. ¿Qué ocurre cuando a los cines llega uno de esos films con mucha repercusión favorable de la crítica extranjera, tanto murmullo, nominaciones y premios varios? En cinéfilos y espectadores atentos a la cartelera, genera una movilización aún mayor hacia la expectativa que se pueda tener de la obra, en algunos casos, indagar sobre de qué va el film, ver cada trailer que las distribuidoras van lanzando a medida de saciar esta hambruna, en la actualidad, leer foros, noticias, críticas, notas, comparaciones. El Cisne Negro no escapó a ninguna de estas premisas, a mi parecer constituye uno de esos films “poderosos” en los que la primera visión marca un quiebre en el espectador, las herramientas cinematográficas utilizadas por el director han funcionado de manera tal que repercutieron, generaron cambios, clickearon mentes. Inclusive a nuestra redacción nos ha brindado un incentivo extra para escribir y abarcar distintas ópticas del film. Ahora, toda esa movilización previa que destaco, ¿sirvió para algo?. Indefectiblemente si. Darren Aronofsky, director con trabajos si bien dispares en su haber, de violencia exacerbada, gráfica y oscuros relatos, hace dos años atrás logró la maravillosa El Luchador, film que hizo resurgir la emblemática carrera y performance actoral de Mickey Rourke. El Luchador tenía alma. Luego de ese proyecto, Darren se involucró en otro del cual se desligó de la dirección y hoy, curiosamente, por esas cosas del destino se encuentra entre los mejores films del año 2010, tambien concursando por la famosa estatuilla dorada, El Ganador, otra historia de boxeo, real, dentro de la cual, culminó tomando el puesto de productor. El Cisne…ha de ser infinitamente comparable con Las Zapatillas Rojas de Hans Christian Andersen, aquella obra maestra en Technicolor dirigida por Powell y Pressburger, film preferido de Martin Scorsese, restaurado y exhibido en Cannes hace dos años atrás, donde se imponía la premisa del “danzar por la vida”. Una bailarina de por medio, una compañía de ballet, un jefe, la puja entre la carrera y el amor, la perfección. Tambien contaba con el desempeño de un genio en materia de dirección de fotografía: Jack Cardiff, reconocido por ligar la luz pictórica al traspaso cinematográfico, según sus palabras “la misma cosa”, una pincelada o una filmación, la impresión sobre una tela o sobre un fotograma. Las Zapatillas…se excedía en colores, traspasaba ese umbral, El Cisne…por contrario, sólo se abstiene al blanco y negro, en vestuario, iluminación, decoración, en el mismo personaje, cisne blanco y cisne negro. El Cisne…puede considerarse como una revisión macabra del otro título, ambas navegan por el género dramático, comparten un tono siniestro, pero El Cisne…va un poco más allá, indaga en otras cuestiones inherentes al estado de la bailarina, sus obsesiones, un entorno maternal digno y reminiscente a otro film, en éste caso de horror (Carrie), paranoia, y subsiguiente búsqueda de la perfección. Todo este agregado, no hace más que desbalancear el foco sobre el tema principal, los mejores momentos del metraje, su inicio y fin. En mi opinión, El Cisne…posee un gran problema en su guión y está relacionado a cada uno de los personajes secundarios, no hablo de Natalie Portman, quien logra su mejor rol hasta el momento, virginal, cínica, desprotegida, perfecta, sino hacia el resto, su madre interpretada por Barbara Hershey, sobre quien con menores recursos empleados su rol quedaba implicitamente identificable al personaje de una madre sobreprotectora. Lily (Mila Kunis), como la bailarina que provee la desesructuración de Nina (Portman) y Thomas (Vincent Cassell), el jefe del ensemble del ballet, roles que por el contrario al interpretado por Hershey, jamás llegan a una profundidad tal, a ser “realmente” malos, extremos como podrían haber sido, producto que sólo es entendible gracias al giro argumental que trancurre en la transformación de la bailarina. Y sin olvidarnos del pequeño papel de Winona Ryder, completamente innecesario respecto a cada una de sus limitadas apariciones que la involucran a este film. Nina es la integrante del ballet elegida para encabezar una nueva versión de “El Lago de los Cisnes”, ballet cuya linea argumental atraviesa el acto de la transformación de una mujer convertida en un cisne blanco quien ante la pérdida de su amor a manos de otra mujer se convierte en un cisne negro, su opuesto. Muy pocas veces me ocurre, tuve que ver nuevamente El Cisne Negro, inmediatamente, a razón que el impacto de su primera visión me dejó fuera de muchos elementos cinematográficos que en la segunda visión termino por considerar han estado muy mal utilizados en este film. Es allí donde hago hincapié en toda la parafernaria acción que generó el film previo al ser visto. A veces los resultados finales de nuestra visión difieren de nuestras previsiones, favorable o desfavorablemente el juego de la expectativa y la inducción, terminan cegándonos.
Un homenaje al género por excelencia y a Ford, el mejor exponente en materia de dirección de westerns hasta la fecha. Extrañamente el más recordado western de John Ford, Más Corazón que Odio, comienza con las palabras “Hola Ethan”. Me encantaría poder interpretarlo como un guiño hacia el nombre de uno de los amados/odiados hermanos Coen, quienes con esta remake del clásico Temple de Acero, original al igual que Más Corazón…tambien fue protagonizado por el vaquero más conocido de todos los tiempos e institución norteamericana: John Wayne. Si bien los Coen ya habían incursionado en materia de realizar remakes, lo hicieron con la bochornosa El Quinteto de la Muerte (The Ladykillers), queriendo renovar el clásico de Alexander Mackendrick protagonizado por gemas británicas como fueron los multifacéticos maestro y alumno en materia actoral, Alec Guinness y Peter Sellers respectivamente, con Temple de Acero, el resultado distó extremadamente de la anterior experiencia. Nos encontramos con algo que no sucede con frecuencia, uno de esos casos donde la remake “es” mejor que el original. Es más, si nos tornamos puntillosos, el original en gran parte poseía un gran potencial en materia de guión y elenco (John Wayne, Robert Duvall, Dennis Hopper), dos aspectos que siguen vigentes (Jeff Bridges, Matt Damon, Josh Brolin, Barry Pepper), pero en contraste, la actual, cuyas tomas, fotografía, score y edición, resultan infinitamente cercanas a un cine de mayor calidad. Temple de Acero nos acerca a ese cine en estado puro, casi extinto, aquel que sólo puedo vincular “recientemente” con el estreno de Petroleo Sangriento (gran homenaje a El Tesoro de Sierra Madre) de Paul Thomas Anderson, donde el terreno, la inmensidad de la tierra, el color en los cielos, sumados a la cuidada fotografía en relación al dramatismo involucrado en el guión eran tan funcionales como el relato mismo, un personaje más dentro del film. Las discusiones sobre que todo tiempo anterior ha sido mejor, llegaron a un momento de mi vida que me cansaron, es una frase que se puede vincular a un sinfín de situaciones cotidianas, cinematográficamente hablando, la frase viene repicando en mi mente hace rato, no encuentro cine, pasión, satisfacción al entrar a una sala. Son muy pocos los ejemplos, muy pocos los momentos cinematográficos de una película entera que me movilicen. Es por ello que revisionar clásicos ha sido una de las tareas más placenteras a las que vengo abocándome en los últimos tiempos, y es allí donde encuentro mi refugio cinematográfico, entre obras un tanto olvidadas, actuaciones memorables y los mejores géneros jamás tan vigentes, entre ellos: el western. Para hablar de westerns indudablemente debemos remitirnos a Ford, Hawks, Peckinpah, Hathaway, Mamoulian, Leone, Sturgess, Mann, Walsh, MacLaglen y Zinnemann. Temple de Acero, en mi humilde opinión, constituye el film menos personal de los hermanos Coen y a su vez, uno de sus mejores. Bien podríamos barajar sobre la mesa cuantiosas hipótesis y ejemplos al respecto, el uso de la música, los paisajes, diálogos, pero en todas ellas, llegaríamos al punto de inflexión de la reconstrucción, ver a un jinete cabalgando hasta el cansancio, contemplando solamente su figura, la de su caballo, la del terreno, todas sombrías y oscuras, frente a un cielo anaranjado, corriendo de extremo izquierdo a derecho de la pantalla de formato wide 2:35:1, no es más que un ejemplo de puro cine, puro género, puro western. Al igual que en la original, el personaje aquí interpretado por Hailee Steinfeld, es el de una niña cuyo padre ha sido asesinado, obstinada e insistente –teniendo en cuenta su temprana edad-, logra imponerse ante hombres mayores y buscar así a un mariscal, viejo, ciego de un ojo, alcohólico, duro y de antaño apodado Rooster (gallo) Cogburn (Jeff Bridges). La misión encomendada no será otra que la de vengar la muerte, encontrar al conocido asesino a cambio de una recompensa. Dentro del cast de secundarios, hay una participación que se destaca frente al resto y es la de Barry Pepper, quien en escasos minutos, personifica a un despiadado ladrón, jefe de banda y con palabra. La voz en off sirve como recuento de la historia, que en este caso no debe aceptar secuelas como lo fuera con la original, un duelo actoral entre Wayne y Hepburn, La Dama y el Vaquero, algo así como La Reina Africana en el oeste.
Un aguijón que inyecta diversión... Para serles sincero, jamás leí acerca de El Avispón Verde, aquel personaje surgido en un formato radial para dar vida a un comic y serial cinematográfico, menos aún tengo recuerdo de haber visto capítulo alguno de la serie televisiva, medio por el cual es aún recordado. Mi memoria en este caso es precisamente auditiva, sólo asocio al enmascarado por el legendario leitmotiv musical, “El Vuelo del Moscardón”, aquel interludio de Korsakov utilizado en films como Claroscuro, sobre la vida de David Helfgott e inclusive Kill Bill, a modo de sus reiterados homenajes y visualmente sólo por los títulos iniciales donde el dibujo de un moscardón y siluetas psicodélicas cual el espiral de Vértigo se trasladaban y rotaban estáticas sobre la pantalla del televisor. Por lo tanto en ésta nota, no puedo más que darles mi parecer sobre la experiencia cinematográfica vivida al ver la obra dirigida por el francés Michel Gondry. La historia se centra en Britt Reid, un ricachón, vago, hijo del dueño de un diario denominado “El Centinela”, quien debe hacerse cargo de los negocios familiares, específicamente de la jefatura en redacción de la compañia. Las reminiscencias entre Bruno Diaz y Britt Reid son notables, dos seres despreocupados, huérfanos, uno jóven y otro de adolescencia tardía, a quienes trágicos acontecimientos los empujan a tomar las riendas de sus antecesores. Ambos deciden combatir la violencia reinante en la ciudad adoptando una vestimenta y nombre de superhéroe, seguidos de un partenaire, con vehículos fascinantes a prueba de inimaginables obstáculos y repletos de ingeniosas armas incorporables. La gran diferencia que radica entre ambas propuestas es el enfoque, el producto cinematográfico de Batman ya ha sido encarado con diversas tonalidades, géneros fuera de la acción reinante (comicidad o solemnidad), historias aleccionadoras y con discursos que se acercaron al ridículo. El Avispón…como personaje, no está claramente a la altura de uno tan complejo como Batman, por su psicología, los entramados sociales y diversas interpretaciones que podemos darle tanto a él como a sus villanos. La propuesta aquí radica en plantear que dentro de un personaje que nace como un antihéroe puede tambien existir un héroe, el enfoque apunta claramente a la comicidad, no podría ser de otra manera mientras que esté involucrado en el guión Seth Rogen (el nuevo capo cómico surgido del mundo Apatow), quien colaboró en la escritura de Supercool, Drillbit Taylor y Pineapple Express, sus gags rozan lo grotesco, algo inusual en un film apto para audiencias de menores, gran cantidad de chistes con referencia a la homosexualidad planteada implícitamente entre amigos, una pelea memorable entre El Avispón y su acompañante Kato (Jay Chou) a las trompadas limpias, apenas por debajo de la recordada en Sobreviven de John Carpenter (al menos la mejor que recuerde encima por su extensa duración). El Avispón…brinda un amplio despliegue de secundarios, a Christoph Waltz (el multipremiado Hans Landa de Bastardos sin Gloria) como Chudnofsky, un matón de antaño a quien los nuevos tiempos lo tienen preocupado por su imagen, planteado en uno de los mejores diálogos del film que tiene cabida en los minutos iniciales con un cameo de James Franco. Cameron Diaz, como la generadora de interferencias sentimentales entre el duo de heroes, con un rol pequeño, a medida, y del cual sale más que bien parada. Edward Furlong, alias John Connor en T2, a quien es siempre grato poder volver a ver en pantalla grande. Edward James Olmos, muy desaprovechado y Tom Wilkinson, con correctos escasos minutos de aparición. Ahora, qué es lo que atrae de esta propuesta, si es burlona, para no ser tomada en serio, según lo que he leído una masacre del original…a mi parecer, no es más que el funcionamiento como un “gran divertimento cinematográfico”. Gondry, un director versátil, de quien podría decirse siempre tuvo proyectos bien cuidados estética y visualmente, pero de los cuales a veces sus contenidos son pobres, habiendose convertido en un director reconocido gracias a Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos. En el mundo de Gondry, la estética era un pilar fundamental, llevó a extremos situaciones hipotéticas de la psiquis humana en Human Nature, La Ciencia del Sueño y Eterno.., homenajeó al extinto formato de video hogareño en Rebobinados, y aquí se metió de lleno en algo inusual para su carrera, un nuevo desafío, llegar a grandes audiencias, con un enorme presupuesto y una edición que funciona como un relojito. Algo indiferente que nos trae como extra el film, es la utilización de ahora hiper explotado 3D, nunca más innesario, desaprovechado, tecnología que sinceramente ya escapa de mi agrado, personalmente me genera molestia la acción de tener que utilizar anteojos, tener que movilizar mi rostro en distintas direcciones o el enfocar contínuamente.