Rendido ante las mujeres Gianni e le donne no es nada más ni nada menos que lo que su propio título indica, cuya traducción literal sería “Gianni y sus mujeres”. Veremos, en dicha película, la historia de Gianni, un jubilado que supera los 60 años, en plena crisis por el paso de los años, que vive rodeado de mujeres con quienes no logra comunicarse y ya casi ni siquiera vincularse: la anciana madre absorbente que está derrochando cada centavo que le queda, la joven y moderna hija que vive de fiesta en fiesta y siempre discutiendo con su novio, la esposa ausente que sostiene económicamente la familia, las mujeres de su pasado y las potenciales jóvenes amantes que ve cada día en las calles de Roma. Gianni es un espectador del mundo femenino que existe fuera de su vida, un mundo al que, desde ya hace mucho tiempo, no logra acceder. Es un personaje por momentos extremadamente pasivo, sin carácter, que obedece a toda orden femenina reprimiendo en su interior no tanto el deseo de rebelarse, sino poder recuperar el tiempo perdido, hacer uso de la poca “hombría” que el paso de los años le dejó, conseguir una amante y sentirse nuevamente joven. Gianni di Gregorio se ha popularizado por sus trabajos como guionista, particularmente por el film Gomorra, célebre a nivel internacional por denunciar la corrupción de la mafia italiana. Pero las dos películas dirigidas escritas y protagonizadas por él tienen temáticas muy diferentes a sus trabajos anteriores: ambas son autobiográficas y hablan de sus conflictos familiares y personales. En esta última producción del director italiano, el guión no posee gran vuelo y el desarrollo mismo de la historia está caracterizado por una inercia símil a la actitud que tiene el protagonista frente al mundo circunstante. De hecho, en ningún momento llegará a tener conflictos directos con las mujeres de su vida, sino con el lugar que el transcurso del tiempo lo llevó a ocupar frente a ellas: de protagonista de una vida propia pasó a ser espectador de las existencias ajenas. Se trataría, en fin de cuentas, de una comedia dramática sobre la crisis del hombre de una cierta edad. Pero esta problemática aparece abordada desde un punto de vista demasiado simplista, sin profundizar demasiado la reflexión sobre el tema. Esta liviandad en el abordaje de la crisis tampoco es suficiente como para convertirla en una buena comedia. Si, según lo qué indicaría el nombre latinoamericano del film (La sal de la vida), las mujeres serían dicha sal, uno podría preguntarse cuál es la sal de esta película, porque llegado el final terminamos con sabor a nada en la boca.
El pueblito de los fantasmas Nuestro archiconocido Daniel Radcliffe, quien llegó a la fama gracias a la saga Harry Potter, vuelve a la pantalla grande para interpretar un papel protagónico más adulto dentro de un film de suspenso y terror de producción inglesa e íntegramente rodado en dicho país. Se trata de la segunda película dirigida por James Watkins, remake de una película de 1989, basada en el éxito homónimo de la escritora inglesa de best sellers Susan Hills. La dama de negro es una historia ambientada en la Inglaterra rural de principios de 1900, en un pequeño pueblito donde ocurren muertes misteriosas rodeadas de eventos sobrenaturales. Se destaca justamente la ambientación en estilo victoriano, además de la presencia de vestuario y juguetes a cuerda de la época que colaboran en crear atmósferas tétricas ideales para un mayor suspenso en la audiencia. La actuación del joven Radcliffe está bastante bien, aunque a lo largo del guión no lo vemos envuelto en momentos de gran dramatismo que requieran mucho despliegue actoral. De hecho, por momentos su personaje hace un poquito de ruido, al aceptar las muertes y los fenómenos que lo rodean de una manera bastante natural. En pocos momentos podemos verlo consternado o asustado y, durante la mayor parte del film, lo vemos casi corriendo detrás del peligro y de las apariciones fantasmales. Las demás actuaciones, en particular las de los pueblerinos, por momentos se ven un poco forzadas y sobreactuadas. Efectivamente, el desarrollo de todo el guión es bastante obvio, sin grandes sorpresas a lo largo de la historia y, por momentos, nos van quedando cabos sueltos e incongruencias, como que un cuerpo de alguien fallecido en un pantano hace años haya permanecido prácticamente intacto. Habría que ver si en la novela original había tantos elementos fuera de lugar. En este caso el guión fue adaptado por la pelirroja Jane Goldman, popular en nuestro continente por una serie de documentales sobre fenómenos ocultos y misteriosos, que fue emitida hace unos años por el canal Infinito. Sin embargo, parece que lo que no invirtieron en guión y actuaciones secundarias sí lo invirtieron en arte, efectos visuales (muy del estilo de La llamada) y la banda sonora, que estuvo a cargo del famoso compositor Marco Beltrami, quien cuenta en su haber con las músicas originales de 77 películas, todas de acción, suspenso y terror, entre las que se destacan la secuela de Scream, Terminator 3, Blade, Resident Evil y muchas otras. En pocas palabras, se trata de una película más que no pasará a la historia del séptimo arte ni por éxito comercial ni por mérito cinematográfico, pero que logrará mantener alerta, y por momentos alterados a los espectadores.
¡Una de piratas! Basada en la verdadera historia de Alexander Selkirk, un marinero escocés que fue abandonado por más de 4 años en una isla desierta y logró sobrevivir e inspirar a Daniel Defoe para su Robinson Crusoe, llega esta hermosa película para pequeños y grandes, de la mano del experto en stop-motion Walter Tournier. Utilizando la misma técnica de animación que ya hemos visto en el clásico Wallace y Gromit o en las populares El extraño mundo de Jack y El cadáver de la novia, y con la inclusión de fondos y efectos especiales en 3D, realizados en Santiago de Chile por la productora Cineanimadores. En cambio, toda la construcción y el rodaje con los “muñecos” fue llevada a cabo en los estudios Tournier Animation de Montevideo, mientras que las voces y la música original fueron realizadas en la Argentina por Maíz Producciones. El resultado es una maravillosa coproducción sudamericana muy bien lograda tanto visual como argumentalmente. A su vez, los personajes poseen también gran atractivo y, con sus constantes torpezas y chistes inocentes, logran mantener atentos los espectadores de todas las edades. Lo interesante de la historia es que no tiene la típica resolución esperada, donde el protagonista es también un héroe intachable. Por el contrario, Selkirk es alguien cuyos defectos lo llevarán por el mal camino y a quedar aislado del mundo y su evolución como personaje se dará en un cambio de percepción frente a la vida y a la importancia de la amistad frente a los bienes materiales. Además, su abandono en la isla lo obligará a tratar de sobrevivir con los pocos medios que tiene a disposición, dando una idea bastante realista de lo difícil que es estar en un lugar inhóspito, alejado de las comodidades de la civilización: un panorama bastante distante de los bienestares contemporáneas e interesante de ver. Como toda película de animación, es el resultado de un gran esfuerzo, aunque en este caso quizás mayor, tanto por la técnica usada (que llevó dos años de rodaje) como por la dificultad para conseguir fondos para realizarla, fue necesaria una fina red de financiadores y de colaboración entre países para poder llevarla a cabo y esto fue posible gracias al trabajo de producción ejecutiva de Esteban Schroeder, quien trabaja desde hace años con Tournier. Es realmente emocionante poder ver un trabajo tan bueno en animación realizado en estos pagos del sur y en conjunto entre varios países. Y no hay mejor forma de evaluar los resultados de dicha película que presenciando la salida del cine luego de la función: ¡los niños cantaban las canciones de los piratas y hablaban con sus padres de escenas preferidas!
La vengadora tatuada Con un título que deja mucho que desear, llega, de la mano de David Fincher, una nueva adaptación del primer tomo de la trilogía Millenium del escritor y periodista sueco Stieg Larsson. Dicho autor, fallecido en 2004, no tuvo la suerte de ver publicadas sus obras y mucho menos de imaginar que llegarían a la pantalla grande, primero en su versión sueca y ahora en la remake norteamericana. En esta primera parte de este policial negro, se nos presentan de manera paralela las historias de los dos protagonistas de toda la saga: el periodista e investigador Mikael Blomkvist (interpretado por Daniel Craig), y la andrógina, gótica y dark investigadora y hacker Lisbeth Salander (Rooney Mara). Dichos personajes se mueven en una Suecia perturbada, donde la corrupción y la violencia están a la orden del día. En sus 158 minutos de duración, La chica del dragón tatuado no le dará un respiro al espectador, tanto por la complejidad del caso policial a resolver y por la cantidad de detalles y nombres, como por situaciones inesperadas que irrumpen en la historia, por momentos de gran violencia, en varios casos de tipo sexual, no aptos para personas impresionables. Dichos efectos en el espectador son directa consecuencia del gran realismo con el cual Fincher envuelve toda la película. A esto se le suma la presencia constante de escenarios lúgubres, espacios oscuros, paisajes gélidos de Suecia, casas abandonadas: fórmula perfecta para ambientar un policial, como ya había hecho en sus anteriores obras maestras El club de la pelea y Pecados capitales. Las actuaciones también merecen una mención especial, particularmente la de Rooney Mara, quien nos tenía acostumbrados a personajes de poca complejidad y con características no tan fuertes como el de Lisbeth. El trabajo de esta muchacha es realmente excelente. A eso se le suma la dificultad del papel, al tener que interpretar escenas de violencia tan explícita, inclusive una violación. Es también muy buena la actuación de Daniel Craig aunque, inevitablemente, el foco de atención recae sobre esta heroína postmoderna, víctima directa de la sociedad enferma en la cual le tocó nacer: un mundo lleno de “hombres que odian a las mujeres” (título original de la novela sueca), asesinos seriales, violadores, estafadores. En fin, se trata de una buena película que despierta el interés del público tanto para salir corriendo a la librería a comprar el libro, como para esperar con ansiedad un siguiente capítulo de dicha historia.
Muñecos para todos, chistes para entendidos Han transcurrido ya 33 años desde que el mundo conoció en el cine por primera vez a los maravillosos personajes del titiritero Jim Henson, enamorando generaciones de niños y adultos. Por lo cual, son grandes tanto las expectativas como el temor de no ver nada nuevo bajo el sol en la última película de los queridos Muppets, cuyos derechos fueron adquiridos por Disney en el 2004. Una vez más, solitaria en mi butaca, rodeada de niños, adolescentes, algún padre y abuelos, me preparo para el show preguntándome si lo que estoy a punto de presenciar será fiel al nivel de comicidad de las pelis anteriores, si estos nuevos chistes irán dirigidos a la generación que me rodea o a un público ahora adulto y si ellos lograrán “enamorarse” de estos muñecos como tantos otros niños en el pasado. Pero antes de comenzar a contestar a estas preguntas, llegarán para deleitarnos los personajes de Toy Story en un pequeño cortometraje ambientado en un local de comida rápida que, por sí solo, vale el precio de la entrada al cine. Prefiero no adelantar nada más para que lo disfruten en plenitud. Ahora sí, con la estética del súper 8, comienza una introducción a los nuevos personajes de este nuevo episodio de la secuela. Se trata de la síntesis de vida de dos hermanos Gary (Jason Segel) y Walter, humano y muñeco respectivamente, ambos fanáticos de los Muppets y que viven en un pueblito casi perfecto a lo Truman show. La historia en sí será muy simple, estos personajes junto a Mary (Amy Adams), la novia de Gary, decidirán reunir una vez más al elenco de muñecos para salvar el viejo teatro, que está a punto de caer en las manos de un villano multimillonario. Pero, en esta trama sencilla, se irán intercalando anécdotas de los antiguos personajes, actores famosos cubriendo los roles más inverosímiles, reinterpretaciones de canciones o situaciones de películas anteriores y demás chistes que sólo pueden ser entendidos por los antiguos espectadores de los Muppets, todo esto acompañado por una banda sonora que incluye varios clásicos memorables del rock y pop de los 80’. Este combo vendrá acompañado también de los clásicos chistes inocentes, de las canciones y coreografías de los musicales de Disney, así como también a constantes alusiones al cine dentro del cine mismo en tono irónico. En resumidas cuentas, se trata de un divertido nuevo film de nuestros queridos muñecos, que logra ciertamente superar la mediocre película anterior The Muppets’ Wizard of Oz, pero que ciertamente le debe muchos de sus chistes a las múltiples referencias a los éxitos anteriores. De todos modos vale la pena verla, porque les sacará más de una sonrisa.
Cantando las emociones Canciones de amor, como su nombre nos anticipa, es una película musical del director y guionista francés Christophe Honoré que llega a nuestro país cuatro años después de su estreno mundial. Pero, contra toda expectativa, no se trata del típico musical con cantantes y bailarines profesionales, sino de una película en la cual los actores en determinados momentos se ponen a cantar sus emociones, obviamente con un fondo instrumental acompañando, y lo hacen de una manera casi natural: con voces simples y sin demasiada técnica vocal, sumándoles coreografías que casi cualquier mortal sin estudios de danza podría hacer. Para darle aún mayor cotidianeidad a dichas secuencias, las canciones se entremezclan con los ruidos de los autos y de la ciudad circunstante. Este último será un elemento significativo a lo largo de la historia, ya que se sitúa en una París que difiere de la visión del turista a la que nos tienen acostumbrados muchas películas, con recorridos por lugares famosos y monumentos. En este caso, llega a nuestros ojos su vida urbana en uno de sus barrios, las personas que lo habitan y trabajan allí. Como hemos anticipado, la historia que se cuenta contiene una cierta cotidianeidad, dada por el modo en que es narrada, a pesar de centrarse en una relación poco habitual entre dos mujeres y un hombre, que comparten techo y cama. Los vínculos son mostrados con una gran apertura, sin emitir demasiados juicios sobre estos, evitando estereotipar tanto personajes como situaciones. Hasta el día a día contiene elementos insólitos que irrumpen en las rutinas, como las imitaciones de estados de ánimo que hace Ismaël (Louis Garrel) durante un almuerzo con la familia de su novia Julie (Ludivine Sagnier). Cabe mencionar además que el film rinde homenaje al movimiento cinematográfico francés Nouvelle Vague mediante la utilización de carteles que interactúan con los pensamientos de los personajes y, además, con la inclusión de imágenes de algunas de estas películas, como los famosos Champs Elysee de París en la cual la actriz Jean Seberg vendía el diario New York Herald Tribune en la película de Jean Luc Godard Sin aliento. En fin, con Canciones de amor estamos ante una película romántica pero que se sale de lo habitual, a partir de más de una vuelta de tuerca inesperada en el desarrollo de la historia. Las actuaciones son también muy buenas y no debe dejarse de lado la presencia de la cantante y actriz Chiara Mastroianni, hija de los grandes Marcello Mastroianni y Catherine Deneuve. Realmente valió la pena esperar unos años para poder verla estrenada en los cines argentinos, aunque esperamos que las próximas películas de Honoré tarden menos.
La danza de la vida Desde hace años se ha vuelto algo habitual la rutina de ir al cine para simplemente pasar el rato y, en tiempos donde cada día la tecnología hogareña está barriendo el público de las grandes salas, uno ya no espera salir del cine sorprendido por haber visto algo nuevo o innovador. Lejos quedaron aquellos años en los que la gente se alejaba de la pantalla por películas como la Llegada del tren a la ciudad de los hermanos Lumière. En poco más de un siglo la percepción visual humana se ha visto modificada a pasos agigantados a medida que evolucionaba la industria cinematográfica, y hoy prácticamente nos hallamos en una sociedad netamente visual y mediatizada. En un contexto donde ya nadie se sorprende por nada, parece casi imposible poder afirmar, contrariamente a lo que dice el proverbio, que sí hay algo nuevo bajo el sol y este es el caso de la última película del reconocido director alemán Win Wenders. El primer elemento innovador en Pina, al que también nos estamos acostumbrando en los últimos tiempos, es la utilización del cine 3D. Pero en este caso lo sorprendente es su aplicación al documental, un género en el cual, hasta dónde tengo entendido, nadie había incursionado en esta técnica. Gracias a esta elección estética nos hallamos con la segunda gran sorpresa: que una obra de tal belleza estética, simbólica y artística llegue a las salas comerciales. Pareciera que la premisa hubiera sido “si quierés llevarle el arte a las masas, hazlo en 3D”. Y realmente funcionó. A pesar de todas estas novedades, realmente el mayor atractivo de esta película de casi dos horas es brindarle al espectador la posibilidad única de sumergirse totalmente en múltiples estímulos visuales y musicales: las texturas, los cuerpos, sus respiraciones, cada mínimo gesto se siente vivo. Además de un trabajo de fotografía increíble y unas locaciones que parecen casi surreales y que, con los contrastes en el ritmo del montaje, logran mantener alta la atención del público. De hecho, al final del documental, cuando ya estaban pasando los títulos y el personal de la sala a la que concurrí había prendido la luz, la gente seguía petrificada en sus asientos, leyendo los títulos y tratando de asimilar la magnitud de lo que acababan de ver. Es que son tantos los estímulos que brinda: por un lado la belleza de la composición artística del propio Wenders y, por otro, el maravilloso legado de la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, seguramente una de las personas que en este mundo fue capaz de expresar más con el cuerpo que cualquier otra. No hay palabras que alcancen para expresar lo que el lenguaje del cuerpo y el de la imagen logran en esta película. La mezcla de emociones y sensaciones es realmente grande y uno puede quizás salir del cine sintiendo que acaba de ver un nuevo comienzo dentro de la expresión artística, y quizás hasta un film que marcará un hito en la historia del cine.
El cuco aparece cuando todo está oscuro Nos encontramos nuevamente frente a una readaptación de un clásico del cine de terror esta vez de la mano del mexicano Guillermo del Toro, quien se encargó de su producción y de su guión junto a Matthew Robbins y a Nigel McKeand, guionista de la película original. Efectivamente, se trata de una historia basada en el film televisivo homónimo del año 1973 que, en su momento, fue un éxito que impresionó a tantos espectadores. En esta oportunidad, la historia es narrada desde la perspectiva de la pequeña Sally (Bailee Madison) quien es enviada por su madre a vivir con el padre de la pequeña (Guy Pearce) a otra ciudad. Este es un arquitecto y decorador de interiores que junto a su joven novia (interpretada por Katie Holmes) está llevando a cabo las tareas de reciclado de una enorme mansión que habría pertenecido a un artista muy famoso en el 1800 desaparecido junto a su hijo de manera misteriosa. Será en este escenario lúgubre y gótico, con un jardín intrincado, esculturas talladas en madera y lugares oscuros, que se desarrollará la historia de Sally, quien comenzará a oír voces y recibir visitas nocturnas de extraños seres que habitan en el sótano de la casa. Se hará evidente, tanto en la historia narrada desde lo que le acontece a la niña como en los escenarios misteriosos muy bien ambientados, la mano de Guillermo del Toro que, a pesar de no haberse encargado de la dirección de la misma (ya que estuvo a cargo del casi desconocido Troy Nixey) dejó su fuerte huella en el filme. Antes de dar comienzo a la historia de Sally, la película se abre con una escena ambientada en el 1800 en la cual ya se nos presenta un hombre asesinando y entregando cuerpos por la chimenea del sótano a unos seres que aún no logramos ver. Por culpa de dicha escena el resto de la película será totalmente predecible, ya podremos presuponer el resto de los acontecimientos que llevarán a la pequeña a acercarse a esos seres del sótano. No obstante, la música y la ambientación lograrán sumergir el espectador en una constante atmósfera de tensión y suspenso que se mantendrá a lo largo de la cinta. Es que el elemento terrorífico que se pone en juego en No le temas a la oscuridad está relacionado con miedos universales, propios de la infancia de cada individuo: el peligro no viene desde afuera, sino desde el interior de la casa, de lo familiar, de ese lugar que debería ser un refugio y no un potencial peligro. Efectivamente, son varios los elementos que hasta podrían recordarnos los cuentos de hadas: la presencia de un lugar dentro de la casa (en este caso el sótano) en el cual es mejor no entrar como la habitación prohibida en el cuento de Barba azul, o la popular historia de los dientes debajo de la almohada que al día siguiente serán reemplazados por monedas. Probablemente sean los dientes y la pérdida forzada lo que colabora en impresionar al espectador desde el comienzo de la película. Gracias a los mencionados elementos el filme logrará mantener atento el espectador, pero la historia no poseerá ningún giro inesperado y hasta los monstruos serán mostrados cerca de la mitad de la película, eliminando toda posible sorpresa en el resto de la cinta, que se mantendrá en pie sólo gracias a situaciones de suspenso creadas casi de manera forzada, ya que el accionar de los personajes será totalmente predecible y estos cometerán errores esperables como si buscaran los problemas en vez de huir de estos. Me llama la atención que del Toro en una entrevista manifestó haber tardado 16 años en readaptar este guión, probablemente se deba a sus tantos proyectos durante estos años y no ciertamente a la complejidad del mismo.
Elefante de pantalla chica La última película de Francis Lawrence es uno de esos filmes de los que no hay demasiado para decir, por los cuales uno debe exprimir sus propias ideas para evitar reiterar una y otra vez esa serie de frases ya casi esquemáticas que se esgrimen frente a guiones tan predecibles como éste. La historia se abre con un comienzo muy parecido al de Titanic de James Cameron: su anciano protagonista, al mirar una foto antigua, comienza a relatar su pasado en un larguísimo flashback. Nos presentará así lo que le sucedió en su juventud, cuando, instantes antes de rendir su último examen de la carrera de veterinario, le avisaron que sus padres habían muerto y que lo había perdido todo. Sin casa, trabajo, familia ni título, no encontrará mejor opción que subirse como polizón a un tren que resultará ser de un circo. En pocos días terminará trabajando al cuidado de los animales de dicho circo, a la vez que se despertará su amor por Marlena (Reese Whitherspoon), la esposa del cruel director (Christoph Waltz). El romance se verá acrecentado con la llegada de la elefante Rosie, nexo entre estos dos personajes, y por los ataques de ira de August hacia los animales. Sin embargo, la puesta en pantalla de este amor no alcanzará demasiado vuelo, y daría la impresión de que entre la pareja protagónica no existe una química digna de fuegos artificiales. La historia está situada en los Estados Unidos de la época de la Gran Depresión, bajo las consecuencias de las prohibiciones de la Ley Seca. Pero el brillo y los lujos de August, el director del circo, contrastarán de manera significativa con la real pobreza que existía en esos años y que su circo estaba sufriendo, sobre todo considerando que casi todos los días tiraba empleados del tren en movimiento por problemas económicos. Es evidente que se priorizó una estética excesivamente minuciosa y sobrecargada que impacte en el espectador, en lugar de buscar mayor verosimilitud. Pero esto no es suficiente porque, a pesar de tanto desfile de atracciones, brillos y colores, la historia no llegará a causar demasiado impacto. Probablemente no hayan sido trabajados de la mejor manera los momentos emotivos de la película: el romance o la muerte de personajes de cierta relevancia pasan casi desapercibidos, sin mucha emoción. Por otra parte, uno de los elementos más significativos a lo largo del film es el amor hacia los animales por parte de los protagonistas y la crítica al maltrato que sufrían en los circos tradicionales. Cabe destacar que la película es la fiel adaptación de la exitosa novela homónima de la escritora canadiense Sara Gruen, una amante de los animales a los que da, en todas sus obras, roles muy significativos en sus relaciones con los personajes. De hecho, participa con frecuencia de campañas de apoyo a asociaciones de defensa y ayuda a los animales maltratados. A pesar del mensaje animalista, de contar con un destacado elenco y una buena producción, la película de Lawrence, director de Constantine y Soy leyenda, resulta algo decepcionante considerando el gran éxito de la novela de Gruen. De hecho, es un film digno de ser estrenado en televisión pero no en la pantalla grande, para ser vista una aburrida tarde de domingo y no ser recordada por mucho tiempo.
Chau caperucita! ¿Qué tipo de expectativas podemos tener al ir al cine a ver una película dirigida por Catherine Hardwicke, ya casi una experta en cine adolescente fantástico? Ahí vamos: sala llena de niños (a pesar de ser una versión subtitulada) con sus respectivos baldes de pochochos y gaseosas, acompañados por sus padres, todos atacando el maíz inflado como si no comieran desde hace días. La mitad de la sala obviamente no supera los 16 años. Comienza la peli con unos paisajes maravillosos, bosques dignos de cualquier caperucita roja europea, a pesar de haber sido rodados en Canadá. Y luego la historia, tan antigua y familiar para todos: una joven y hermosa muchacha tentada por los encantos de un joven apuesto y todos los peligros que él encarna, la presencia de un hombre lobo que acecha el pueblo y la sospecha de que el joven apuesto sea en realidad el lobo a quien temer. Entramos al cine y ya sabemos qué es lo que vamos a ver, que no nos vamos a asustar (de lo contrario no habría sido protagonizada por la inocente Amanda Seyfried y no hubiera sido publicitada hasta en los juegos más infantiles del facebook) y que la historia podrá tener un final relativamente feliz y esperado. El guión, por supuesto, es bastante monótono y lineal, las actuaciones no son demasiado brillantes y el elenco fue evidentemente elegido para el deleite adolescente femenino que amará sentirse identificado con la protagonista y su amor en pugna entre dos muchachos apuestos: el pobre, a quien ama, y el rico, que es tan lindo y caballero que daría lástima que se quede solo. Quienes recuerden y hayan amado versiones más crudas y de suspenso de esta fábula saldrán bastante indignados y algo empalagados. Lo que ciertamente queda claro en esta película es la habilidad de su directora para convertir seres temibles y oscuros de la tradición popular europea en versiones deseables y edulcoradas sin siquiera una gota de suspenso, y con unos efectos que ni siquiera se ven demasiado creíbles. Lo peor es que sus hijas saldrán del cine buscando lobos urbanos dispuestos a conquistarlas y que sean tan perfectos como Max Irons o Shiloh Fernandez. ¡Nuestras abuelas y tantos años de esfuerzo, para prevenir a las muchachas, tirados a la basura por una película! Dejando de lado los chistes, veamos si logramos ser un poquitos generosos con La chica de la capa roja y señalemos algunas buenas cualidades que pueda poseer: buenos paisajes, obviamente un buen trabajo de arte (salvo por los efectos y hombres lobos que se veían un poquito artificiales), un par de caras bonitas y no mucho más. Algo que realmente me indigna es que porque se trate de una película dirigida a un público juvenil, sea tan insulsa y poco innovadora. Parece que Hardwicke se está dedicando a destruir monstruos tradicionales ¿qué sigue ahora? ¿La versión naif de Frankenstein? ¿O un grupo de zombies apuestos intentando conquistar a otra Amanda Seyfried?