Cuando la imaginación se queda sin combustible Sabido es que las películas para niños son una industria en sí misma (con la carga negativa que esa palabra conlleva) y como tal en muchos casos cae en la tentación de repetir fórmulas que funcionaron a la espera de obtener resultados similares. Esta parece ser la premisa inicial de Aviones, un film que retoma la impronta de Cars sólo que situando la acción en el cielo en lugar de las carreteras. El resultado es un film donde se nota claramente la falta de ideas y la necesidad de repetir patrones: un personaje principal con problemas de adaptación, con ganas de superarse y de demostrarle al mundo que es capaz de mucho más que lo que su triste destino le tiene preparado. Así es como estaremos en este caso en presencia de Dusty, un avión fumigador que no se resigna a su derrotero ordinario y común enrolándose en una carrera que lo llevará por los cielos del mundo para lograr vencer su destino vulgar. El film repite todos los clichés del género infantil en cuando a la superación de las adversidades, la confianza en uno mismo, la solidaridad y el juego limpio. Al igual que en Cars, Dusty contará con el padrinazgo de un añejo y discapacitado avión que le enseñará cómo superar sus fobias y las limitaciones que le son impuestas por lo que la sociedad espera de él. La falta de ritmo y la ausencia de guiños para el público adulto hacen de esta propuesta un producto tibio sin grandes momentos y con demasiadas referencias a otros films del género que sí lograron encantar a la audiencia infantil (hay unos camioncitos peligrosamente parecidos a los adorables Mininos de Mí villano favorito). Un film originalmente ideado para el paso directo a DVD que decidió hacer una escala previa en los cines, errores que a veces ocurren en la aeronavegación cinéfila.
Una invasión a destiempo Si existía una dupla inseparable en el periodo que va de los sesenta hasta principio de los noventa era la palabra Roja acompañada de términos tales como Infierno, Amenaza, Invasión. La industria del cine en el sentido mas literal del vocablo nos enseñaba a través de sus inofensivas películas de acción que la amenaza estaba ahi, latente el comunismo como forma de vida. El fin de la propiedad privada, el avasallamiento de los derechos civiles, el fin mismo de la civilización tal cual la conocíamos. Para dar pelea a esa realidad se encontraba el héroe norteamericano, musculoso, aguerrido, dispuesto a todo por defender su bandera... incluso la muerte física (que no es nada para aquellos que se saben vivirán en la memoria de su patria). Dentro del marco histórico de la Guerra Fría y hasta la caída del muro de Berlín historias como la de Red Dawn original del director John Millius era una pieza más de ese engranaje de adiestramiento ideológico: en medio de una potencial Tercera Guerra Mundial la resistencia estaba en manos de un grupo de jovencitos que se convertirían en la reserva moral de la nación y por ende del mundo capitalista. Basta sólo con ver las imágenes del tráiler de la obra de Millius para entenderlo todo: jóvenes norteamericanos enfundados en camperas universitarias se dirigen hacia la cadena de comida rápida mas cercana, mientras que la amenaza empieza a desplegarse desde el cielo. Pronto las calles de los apacibles suburbios se ven pobladas de soviéticos que proceden a destruir el American Way of life. La resistencia estaba en manos de unos jóvenes que se oponían al régimen imperante (por aquel entonces Patrick Swayze, Charlie Sheen y compañía); pues bien, si esa propuesta hoy por hoy resulta totalmente ridícula e impensable sólo es posible de explicar enmarcándola en un marco fáctico histórico que hoy nos resulta ajeno. La remake que este año nos entrega Dan Bradley toma esa misma estructura situándola en nuestros días y les confía los roles protagónicos a Chris Hemsworth (Thor), Isabel Lucas (Inmortales), Josh Hutcherson (Los Juegos del Hambre) y Jeffrey Dean Morgan, que hacen lo que pueden con un guión que sólo adapta los hechos modificando la amenaza externa: antes eran soviéticos, cubanos y nicaragüenses y ahora norcoreanos, pero con una insensatez lindante con la inocencia más primaria. En la actualidad una antojadiza invasión norcoreana a Estados Unidos suena tan inverosímil como que la resistencia esté a cargo de un grupo de jóvenes, y más aún cuando los personajes son mostrados sin ningún tipo de desarrollo dramático que los haga medianamente creíbles. El resultado es un film que provoca risa y ternura en iguales proporciones por su planteo nacionalista lindante con el imaginario mas básico de la infancia. De la infancia norteamericana, claro está
El síndrome del nicho vacío El costado comercial del cine es tan innegable como evidente, pero en algunos casos esta necesidad de taquilla se morigera con la entrega de ciertos productos cuando menos respetuosos del público al cual se dirigen. En este caso, la orfandad de espectadores y el síndrome del nicho vacío adolescente ha llevado a la realización de un engendro como Cazadores de sombras. Ya desde la presentación del libro que da origen al film, tememos lo peor: el nombre de Stephanie Meyer aparece en la tapa, con diversos comentarios sobre la aceptación que le genera a la autora de la saga Crepúsculo esta obra. Comenzamos a temblar sabiendo que quizás estemos en presencia de una continuación del nefasto engendro de Vampiros teen y muchachos lobos con exceso de anabólicos y lo que nos depara el destino es aún peor. Cazadores de sombras genera el extraño efecto de terminar añorando los tiempos de Crespúsculo, si es que esto fuera posible. Como si el público adolescente fuera la encarnación misma del consumo descerebrado, el film construye un pastiche con elementos de la serie True blood e intérpretes del calibre de Jared Harris o Lena Headey que no logra entretener y mucho menos ser un producto de calidad. Lily Collins, al mando de este barco sin ningún tipo de rumbo, encarna a una joven que poco a poco empieza a vislumbrar un mundo sobrenatural que le es ajeno pero que a la vez responde a su esencia mas escondida: el de los Cazadores de Sombras, estirpe a la que pertenece aún sin saberlo. Así surgirá el triángulo amoroso de manual con su mejor amigo (que obviamente la ama en secreto desde siempre) y el nuevo galán, en este caso interpretado por Jamie Campbell Bower, quien casi nos hace extrañar a Robert Pattison o por lo menos desearle la misma suerte proctológica a la que Cronenberg lo sometiera en Cosmopolis. La química entre los protagonistas está totalmente ausente y a diferencia de la pareja de Bella Y Edward Cullen ese aire a coitus interruptus constante ni siquiera se percibe, el deseo no aparece aunque las músicas edulcoradas, la lluvia en interiores o las flores lisérgicas de colores asi lo anuncien. El artificio es tan burdo y evidente que nos hace creer que estamos en presencia de una nueva entrega de la saga Scary movie. ¿Quién iría a un circo donde se viera el doble fondo de la caja con el conejo o los hilos que penden en un truco de levitación? Cazadores de sombras, Cuidad del Hueso es eso: un circo montado de forma tan burda que se ven los hilos, la peor ofensa para el espectador es la subestimación de su amor por el artificio en su máxima potencia.
El nido vacío de Hollywood Que se estrenen films de animación que transcurren en coloridas selvas con animales exóticos que luchan por la supervivencia no es ninguna novedad. Ahora bien, cuando el producto no proviene de las humeantes factorías de Norteamérica, estamos en presencia de todo un evento cinematográfico. Tal es el caso de Zambezia, film que por lo tanto posee un carácter doblemente exótico: por las tierras que nos muestra en sus bellas imágenes y por sus orígenes sudafricanos. La historia nos remite inexorablemente al conflicto que otrora enmarcara Nemo, un joven que desea expandir sus horizontes más allá de lo conocido y un padre sobreprotector que pugna por cuidar tal vez demasiado a su hijo frente a la inescrutable imagen de una madre muerta antes de tiempo. Así las cosas, el halcón Kai vive en paz y armonía con Tendai, su padre, en medio de un marco seguro y tranquilo. Pero la pulsión que habita en todo joven -y que va más allá de las distinciones de raza- lleva al niño a abandonar el nido para lanzarse a la aventura de conocer un lugar mágico donde todas las aves cohabitan libres y en armonía. Su padre entonces deberá atravesar el síndrome del nido vacío en el sentido más literal del término y permitir que el pichón se largue a experimentar la vida por sí mismo. Pero como en toda historia que se precie, una amenaza se cierne sobre la pacifica aldea y el papel de Tendai será entonces tratar de advertir a su hijo y sus nuevas amistades plumíferas sobre el peligro inminente. Básicamente, la historia responde a los cánones del género y si bien tal vez le falte la picaresca complicidad del adulto en algunos chistes o giros a la platea paterna se defiende con holgura de esta ausencia a través de un majestuoso despliegue visual. La aldea de Zambezia se convierte en un bálsamo para los ojos que la observan y en uno de los parajes más hermosos que nos haya ofrecido el cine de animación infantil. Otro de los atractivos del film son los actores que prestaron sus voces a los personajes tales como Samuel Jackson, Jeff Goldblum y hasta incluso el mismísimo Leonard Nimoy. En definitiva, el film sudafricano entretiene sin demasiadas pretensiones y se muestra como un primer paso en la industria del cine de animación en ese país. Válido como tal pero que deberá mejorarse si es que desean dar batalla a los gigantes de la industria del mainstream de dibujos animados.
¿Qué tendrá el petiso? De la mano del reconocido guionista de TV y cine Marcos Carnevale llega a la pantalla grande el film Corazón de León, que retrata las desventuras de un hombre de apenas 1.36 m. que intenta por todos los medios enamorar a una abogada de estatura promedio en base a su indubitable carisma. En principio las reservas eran muchas: la temática elegida y las posibilidad de caer en lugares comunes eran una amenaza latente. En tiempos de inclusión social y de reivindicación de lo diferente es difícil encontrar el equilibrio entre la comedia que se ríe de las limitaciones sin llegar a ser ofensiva o caer en un exceso de moralina de manual. Para lograr esa alquimia que logre dejar satisfecho al público era necesario un sólido guión junto con actuaciones convincentes y una gran química en la pareja protagonista. Pues bien, ésta ha sido la ecuación que se ve reflejada en la interesante Corazón de León. El atractivo romántico está en manos de Guillermo Francella, quien interpreta a un reconocido arquitecto adinerado y carismático de baja estatura. Ha logrado formar una familia, estando ahora divorciado pero con una buena relación con su ex mujer. Entonces, por un hecho fortuito, conoce a Ivana (Julieta Díaz) y surge la inevitable atracción que lo lleva a presentarse en una cita a ciegas sólo resguardado por su -no poca- autoestima. Tal vez, en honor a la verdad, debamos mencionar un dato insoslayable: León es un multimillonario. Por eso en este primer encuentro le propone a su objeto de deseo una salida tan extraordinaria como fuera de lo común. Este tal vez sea el lado más “discutible” de la trama: ¿León la enamora por su avasallante carisma o por el mero hecho de ser millonario? ¿El flechazo hubiera sido tan intenso si el protagonista fuera un humilde obrero de la construcción del conurbano bonaerense? ¿Estamos en presencia de un film que nos habla del amor por sobre las diferencias o que las disimula compensándolas? La respuesta que adoptemos frente a este planteo será la que definirá nuestro disfrute o no de la propuesta, porque a fuerza de ser honestos la posición económica de León no es un dato menor dentro de la trama. Convengamos que en líneas generales las comedias románticas no suelen ser panfletos proletarios y este elemento es común en distintas obras a través de las cuales el director Carnevale abordó diversas cuestiones, como lo fue con Anita y su visión edulcorada del síndrome de down, o Elsa y Fred y ese amor de jubilados sin apremios económicos que atenten a la concreción amorosa en la tercera edad. Lo cierto es que más allá de este elemento (que sin lugar a dudas dividirá aguas entre defensores y detractores de este film) la química que se genera en pantalla entre los protagonistas es la clave para que los pases de comedia sean efectivos y cimentados en la personalidad avasallante de Francella en la pantalla. El principal conflicto pasa por la mirada del otro encarnada en primer lugar por Ivana (Julieta Diaz) y luego por su madre (Nora Cárpena) y su compañera de trabajo (Jorgelina Aruzzi). Todas nos irán poniendo de cara a los diversos lugares comunes que se generan ante la presencia del ser diferente. Esto será el gran tema a resolver en el film que se desarrolla con soltura en la primera mitad gracias a un fluido guión y excelentes interpretaciones, y que se empantana al ingresar al terreno más solemne y moralizador con una bajada de línea previsible dentro de los cánones de este tipo de historias. Pero este elemento no opaca de forma alguna el excelente arranque de esta comedia muy bien lograda desde lo visual, que enamora al espectador y entretiene de manera efectiva a fuerza de un gran elenco, en el cual nadie desentona. El resto dependerá de la postura que el espectador tome frente a las comedias sobre diferencias (de estatura, sociales o de cualquier otro tipo), si prefiere aquellas que enmascaran las mismas para hacerlas más accesibles a la media social o aquellas otras que las muestran de forma más descarnada y real. El debate como siempre estará a la salida de las salas, que sin lugar a dudas se colmarán con esta atractiva propuesta de la mano del convocante Francella.
Échale la culpa al Kremlin. La propuesta inicial de esta secuela es tan simple como contundente : acción a rabiar, escenas de pelea correctamente coreografiadas, autos de alta gama en persecuciones en grandes metrópolis, mujeres bellas y galanes inolvidables e inoxidables del cine de acción. Al que le guste pase vea y consuma, al que no a buscar tragedias shakespiereanas a otra sala del complejo de cines. RED 2 es honesta, por sobre todas las cosas, y se reconoce como un producto de entretenimiento que responde a todos los clichés del género y los honra con oficio. La historia se sitúa temporalmente unos años después de la última misión de Frank Moses (Bruce Willis), que, ya retirado. trata de deleitarse con la vida conyugal mas proletaria que podamos conocer. De hecho la escena inicial transcurre en un mega mall. Pero pronto el desafío tocará a su puerta de la mano del inefable Marvin (John Malkovich) quien le propondrá embarcarse en una nueva misión que desempolvará nada mas y nada menos que el fantasma mas ochentoso EVER: la Guerra Fría. A partir de una vieja amenaza de la mano de un arma de destrucción el grupo volverá a reunirse en un viaje que los llevará por Europa y una aventura que traerá a viejos y nuevos enemigos que tratarán de arruinar los planes de Frank Moses. Aparecerán entonces en escena Catherine Zeta-Jones, Helen Mirren (una autentica actriz todo terreno), Lee Byung-hun y el magistral Anthony Hopkins, demostrando que no existe divisiones entre el cine pochoclero y el cine “ serio ” sino simplemente productos efectivos y los que no lo son. Manteniendo la estética comic (recordemos que el basamento de este film es justamente un comic de DC) el ritmo es incesante en las escenas de acción sobre todo las interpretadas por Bruce Willis y Lee Byung-hun. Sin lugar a dudas RED 2 es un film que sin pretensiones logra entretener desde lo visual y mas aun para aquellos que han sido testigos presenciales de los añorados films de acción de los ochenta a los que no tiene nada que envidiarle. RED 2 es un film que no esta perdido en acción que muestra héroes duros de matar con la destreza física de Rambo y la frialdad de Terminator, un homenaje al cine que todos recordamos y muchas veces extrañamos.
Los enredos de Baco Ariel Winograd logra recuperar con su tercera obra el espíritu de aquellas comedias de género en las cuales se equilibraba con maestría las aventuras, la tensión sexual y un leve aire de romanticismo en el marco de misiones imposibles, al mejor estilo Brigada A. Con dos más que dignos antecedentes en su haber -la inolvidable Cara de Queso y MI primera Boda- este director se mueve más cómodamente en las aguas del cine de género argentino, que día a día va creciendo afortunadamente. El realizador manifestó que al momento de leer el guión, obra de Adrián Garelik, entendió que éste era un proyecto perfecto para ser dirigido por Damián Szifrón dado la ineludible remisión a esas historias de trabajo en equipo, tan bien desarrolladas por el director argentino en tiempos de la serie televisiva Los Simuladores. Sin embargo, tomó el desafío en sus manos y encargó la fuerza motora actoral de esta entrega a una dupla interesante y por demás efectiva: Daniel Hendler (uno de sus actores fetiche) y Valeria Bertuccelli, quienes interpretan a dos ladrones profesionales que cruzan sus caminos a través de un engaño -propiciado por ella- viéndose luego compelidos a trabajar en una operación conjunta. La misión encargada a ambos consiste en robar un añejo vino, que ya es una reliquia histórica, cuidadosamente guardado en las bóveda de un prestigioso banco de la ciudad mendocina. Pero bien se sabe que un profesional que se precie en casi todos los ámbitos necesita un grupo de soporte que le brinde la contención y aquí será el momento de la aparición de Martin Piroyansky como el brazo informático, quien cimenta el desarrollo de la operación encomendada. Será el encargado de la lectura de los mapas, del trabajo de campo en las bóvedas, e incluso también el confesor del personaje de Hendler. La acción se desarrolla en los maravillosos paisajes de Mendoza, geografía apta para esta aventura de engaños, trampas y espionaje al mejor estilo de Los cinco magníficos. Todas las locaciones del film fueron cuidadosamente elegidas, tanto las urbanas de Mendoza que incluyen el histórico y emblemático Banco Hipotecario o los fastuosos hoteles. Respecto a la producción se pueden destacar detalles como el de la camioneta utilizada para el golpe maestro, e incluso el vestuario utilizado por el personaje de Valeria Bertucceli confeccionado por la diseñadora Mónica Toschi -con quien ya trabajara en el film Viudas del año 2011- forman parte de la cuidada composición de esta astuta estafadora dispuesta a todo por lograr su cometido. Así, el film de Winograd se convierte en un entretenido relato de aventuras, intrigas y leves toques de romance, donde todos los engranajes actorales funcionan a la perfección, sumados los personajes secundarios interpretados por Juan Leyrado, Pablo Rago, Mario Alarcón, Luis Sagasti y Alan Sabbagh. La fotografía, a cargo de Ricardo De Angelis, logra captar la belleza de las locaciones mendocinas sabiendo dosificarlas, sin caer en el panfleto turístico tan común en otros casos en el cine argentino de los últimos tiempos. En definitiva, Vino para robar se erige como otra muestra que en nuestro mercado pueden realizarse productos cuidados, entretenidos e inteligentes, que nos devuelvan la esperanza de recuperar espacios perdidos dentro del malogrado cine de género. Brindemos por eso y si es con un Malbec mendocino, mejor aún.
Reflexión coral sobre la escencia femenina. El universo femenino que interpreta este film es tan disfrutable como icónico, todas estas mujeres que encarnan a las heroínas de Viola delimitan un tipo de mujer diferente en la que todos los espectadores pueden reconocerse. María Villar interpretara a Viola, una joven tranquila y apacible que posee con su pareja un emprendimiento de venta de películas y cds de audio en el cual ella es la encargada del delivery por la ciudad. Paralelamente a esto un grupo de actrices ensayan sin cesar una obra que compila diversos pasajes de las obras de Shakespeare. Ellas son Agustina Muñoz, Elisa Carricajo, Romina Paula y Gabi Saidón. Sus ensayos se ven sazonados por las distintos conflictos amorosos que atraviesan y es entonces donde los textos del dramaturgo parecen tener la fórmula para subsanarlos. La constante repetición de los parlamentos con cambios en su ritmo y en su orden pareciera ser el conjuro utilizado para que la literatura sane y reinvente a la realidad de estas mujeres. Como un mantra que logrará revertir el destino aparentemente ineludible de sus vidas. Viola funciona como una excelente composición sobre el universo de las mujeres y sus dubitaciones, una historia mínima puesta al servicio de la reflexión sobre el tópico que mas nos divide o nos hermana: el amor como fuerza motora.
Cancelando el Apocalipsis La dedicatoria final del último film de Guillermo del Toro parece en si misma reflejar todo el espíritu que atraviesa su obra. Al final de los títulos aparecen los nombres de dos fuentes de inspiración indudable del cine de ciencia ficción: Ray Harryhausen (artista recientemente fallecido quien es considerado como el padre del stop motion) e Ishiro Honda, la mente y el espíritu detrás de la emblemática figura de Godzilla. Titanes del Pacifico es exactamente eso: la conjunción entre dos mundos que siempre hubiéramos querido cruzar aquellos que amamos los escenarios apocalípticos y la destrucción masiva. Un enfrentamiento en centros urbanos de enormes seres extraterrestres nacidos de las entrañas mismas de nuestro planeta y maxi robots de dimensiones estrambóticas dispuestos a destrozar todo a su paso para defender a la Tierra en sus últimos minutos. Por eso cuando de pequeños armábamos ciudades de juguete las que eran destruidas de un codazo al atacar un dinosaurio nuestra imaginaria aldea, no nos preocupábamos mucho por el verosímil o por la actitud de los ciudadanos: queríamos ver pelea, destrucción y sentir la adrenalina de la aventura correr por nuestras venas. Este espíritu lúdico infantil de pura fascinación por el artificio visual y su contundencia es el que habita a cada momento del relato de Titanes del Pacifico. La mirada experta en la creación de seres extraordinarios como pocos directores poseen se pone aquí de manifiesto en los temibles aliens llamados Kaiju que al contrario de lo que siempre esperamos no vinieron desde el cielo sino que nacieron directamente desde las entrañas de nuestro planeta. El primero apareció en San Francisco y el segundo en Manila, extendiéndose luego al resto de la tierra. Para contrarrestar este terrible ataque se creó el programa Jaeger en el cual los hombres creamos nuestros propios monstruos. Comandados por experimentados militares con tácticas de combate extremadamente pulidas estos robots de dimensiones siderales parecen ser la única arma frente al inminente fin del mundo. La conexión que realizan con los militares que los comandan es neuronal de modo tal que los recuerdos, sentimientos y conocimientos de sus operadores son transmitidos al inmenso robot dotándolo de una “humanidad ” que les es ajena. Así una espada de Damocles pende sobre las cabezas de los encargados de dirigir la estrategia de los Jaeger, un último ataque de los Kaiju se acerca y promete ser el que nos barra definitivamente de la tierra . Las esperanzas de los grandes líderes políticos del mundo (inteligentemente Del Toro borra el patrioterismo norteamericano de la escena) no están puestas en los Jaeger por lo que el encargado de comandar la misión Staker Pentecost (encarnado por el talentoso Idris Elba) no tendrá mas que una oportunidad para demostrar la valia de sus Jaeger. Y para ello requerirá de los servicios de uno de los pilotos más experimentados, Raleigh Becket (Charlie Hunnam), quien se ha recluido tras una traumática experiencia en combate. El guion no demuestra mayores complejidades ni profundidad en sus protagonistas, visiblemente influenciado por los historias de artes marciales, los films de stop motion, animés como Mazinger Z o Evangelion. Guillermo del Toro logra con maestría mixturar todas sus influencias en un producto entretenido y grandilocuente con escenas de lucha que difícilmente sean olvidadas por el espectador, donde se demuestra que cuando al artificio se le suma la inteligencia es mucho más que una explosión verborrágica de CGI al mejor estilo Michael Bay. Titanes del Pacifico es entretenimiento puro, sin grandes pretensiones argumentales pero con oficio y arte en la factura de sus imágenes, un plato gourmet para los amantes del cine pochoclero que debe ser disfrutado en una sala de cine.
Una que sepamos todos Como ya el titulo mismo nos adelanta estamos en presencia de un film netamente musical, donde los cuadros cantados se nos aparecen uno detrás de otro con la misma locuacidad cinematográfica utilizada por Michael Bay para las explosiones. Dicho esto los detractores de este tipo de film podrán enunciar que se trata apenas de otro producto cinematográfico más, orientado al público adolescente que reproduce la estética de Glee. Nada más cierto. Nuevamente la preparatoria es el ámbito donde se desarrolla el conflicto y no es un dato menor el hecho que el director de este film Jason Moore haya sido participe de la serie noventosa adolescente por antonomasia: Dawson''s Creek, de cuya cantera surgieron Kathie Holmes, Michelle Williams y Joshua Jackson. Aquí tenemos una joven Beca (interpretada por Anna Kendrick) que ingresa en una nueva escuela, que totalmente desconectada de todo y sin demasiado interés en ser parte de ningún grupo deambula por los pasillos hasta que es cooptada por un grupo de jóvenes que necesitan presentarse en la competencia interescolar de canto a capella. Simultáneamente también aparece en escena su contrafigura romántica Jesse (Skylar Astin en un digno papel) y pronto nace entre ellos una incipiente relación marcada por su amor en común a la música y a la actividad radial del campus. Con guiños a la cultura pop de los ochenta (referencias al cine de John Hughes a través de The Breakfast Club) el film logra entretener al público que consume el tipo de producto que ofrece donde todo es calculado hasta el mínimo detalle. No existe profundidad alguna en los adolescentes ni vocaciones defendidas hasta la muerte, sólo chicos talentosos en medio de un duelo de melodías coreografiadas. No estamos aquí en presencia de la Lydia Grant golpeando el piso diciendo "la fama cuesta y aquí es donde empiezan a pagarla", nada mas lejos de aquel conservatorio donde la vocación y el ansia de trascender eran moneda corriente. Pitch perfect entretiene y lo hace muy bien, sin falsas pretensiones ni delirios de grandeza. Un producto netamente comercial que llego a las salas cinematográficas y se irá de ellas con la fugacidad de un tema pop, pegadizo pero descartable.