La biopic actual más que intentar abarcar toda la vida de un personaje relevante, toma un capitulo especifico de la misma y la usa como oportunidad para ilustrar (dramáticamente hablando) su carácter. Si bien Jackie se inscribe por meras cuestiones estructurales dentro de este grupo, el debut de Pablo Larraín en el cine anglo-parlante se muestra determinado desde su primer encuadre en retratar la importancia de dejar un legado. Que se trate de los Kennedys, es una excusa, una puerta de entrada a algo mucho más complejo y universal. ¿Usted sabe quién fue…? Con las repercusiones del asesinato de JFK como telón de fondo, un periodista visita la residencia Kennedy en Hyannis Port, Massachusetts para conducir una entrevista a Jackie Kennedy. En la misma, la ex-primera dama hace el racconto de la enorme odisea que significó organizar el funeral de su esposo; un evento que prueba ser menos una despedida y más la piedra fundacional de un legado, que de no haber intervenido ella hubiera pasado al olvido. La película tiene un guion adecuadamente estructurado, pero que tiene el tema de la memoria y el legado delante de todo. Te recuerda el hecho de que Kennedy estuvo sólo dos años como presidente, y su legado corría riesgo de caer en el olvido; no tanto por una conspiración de sus sucesores, sino por una actitud en clave política de “el show debe continuar”. La película ilustra, aunque sea dramáticamente, como al preservar el legado de su marido, Jackie, sin saberlo, creó el suyo propio. Aunque, claro está, el guion tampoco la pinta como una santa; no son pocas las escenas donde le pide al periodista que omita detalles. Estamos también ante la primera película que muestra en sangriento detalle cómo fue la muerte de JFK. En la reproducción de dicho asesinato es donde se ve que Pablo Larraín fue la mejor opción para dirigir; si bien estaba en el guion desde el vamos, un director norteamericano hubiera sido más pacato y se hubiera inclinado por un “intento de sutileza”, sin embargo aquí, dicha escena, y el modo en el que es retratada, adquiere una resonancia necesaria para el conflicto de la película. Es necesario aclarar lo que esta película es y lo que no es. El que espere ver una película de tinte conspirativo se va a desilusionar; tanto el marco narrativo como el racconto de los hechos transcurren en 1963, cuando el asesinato todavía estaba fresco en la memoria, y faltarían 6 años más para el juicio público que pondría en evidencia esa conspiración. Así que la pregunta de ¿Oswald actuó solo? esta película no se las va a contestar, porque ni siquiera plantea la pregunta. También es necesario aclarar que esta película no es un racconto de la vida de Jacqueline Kennedy, sino de un capitulo especifico y crucial de su vida, asi el que espere una escena por mínima que sea, que muestre su vida con el magnate Aristóteles Onassis también se va a desilusionar. Natalie Portman hace gala de una expresividad enorme a la hora de dar vida a esta ex-primera dama; los momentos privados los borda con una enorme sensibilidad. No obstante, esta lograda composición se da contra un muro cuando empieza a hablar; el intento de la actriz de hablar como Jackie Kennedy, reproduciendo el acento de Boston, es tan forzado que responde más a una imitación que a una interpretación. Por otro lado, Peter Sarsgaard, sin hacer ningún intento de reproducir ese acento, es un Bobby Kennedy creíble, pero por sus acciones y por la emoción que entrega con las líneas que el guion pone en su boca. Una hábil fotografía se concentra en los rostros de los personajes, apoyada por un montaje que solo corta cuando es necesario, pero que no por ello afecta al ritmo general de la película. El diseño de producción es uno prolijo, modesto y grandilocuente sólo cuando la escena lo exige; el único decorado que parece gritar “acá pusimos mucha plata” es el de la Casa Blanca. Un grito justificado; si bien no me sumergió del todo, me hizo creer en lo justo y necesario que estaba en la residencia del presidente norteamericano. Siento la necesidad de dedicar un párrafo aparte a la partitura musical de Mica Levi, mayoritariamente de instrumentos de cuerda, que subraya las emociones de la protagonista sin llegar a la exageración o el cliché en el que puede caer dicha instrumentación si no se la vigila. Un trabajo tan sutil como lo es intenso. Conclusión: Jackie es un biopic correcto desde lo dramático, pero que tiene a su temática como principal prioridad. A pesar de una labor por momentos forzada de su protagonista, la película consigue los objetivos que se propone, y nos permite apreciar (incluso siendo una dramatización) lo cerca que estuvo este importante capítulo de la historia de ser una nota al pie de la misma.
Un eficiente thriller sobre gente común. El Cine Iraní habitualmente se distingue por un constante uso de simbolismos y un ritmo bastante cansino. Estas distinciones la han hecho por un lado, el objeto de afecto de una selecta comunidad de cinéfilos, y por el otro, el blanco de las burlas para definir lo que es un cine “aburrido”. Entonces llegan cineastas como Ashgar Farhadi para patear el tablero, contando historias autóctonas pero con ribetes universales, valiéndose de un minucioso clasicismo y un uso fluido del ritmo. El Viajante es otro de sus aportes. La impotencia más allá del escenario: Emad y Ranaa son una pareja que interpreta la obra Muerte de un Viajante de Arthur Miller, pero una noche se ven obligados a evacuar su edificio por estar cayéndose a pedazos. Ante esto, un compañero del reparto les ofrece un departamento de su propiedad. Lo que no les revela es que la inquilina que habitaba previamente el departamento era una prostituta que desempeñaba su labor en dicho inmueble. Esto sería un dato al pasar si no fuera porque un hombre irrumpe en la vivienda y golpea brutalmente a Ranaa, creyendo que se trata de la prostituta en cuestión. A partir de acá, Emad comenzará una búsqueda frenética del perpetrador que podría costarle todo, incluso su matrimonio. Si hay algo que hay que destacar del guion de El Viajante es que mantiene un balance equitativo entre la pesquisa investigadora del protagonista, y la historia más intimista, que tiene como motor el descenso del mismo al lado mas oscuro de su psiquis, sumado a las repercusiones psicológico-emocionales padecidas por su esposa. Se vale de la intriga cuasi policial para mantenernos curiosos por si se descubrirá la identidad del golpeador, pero una vez que nos tiene enganchados, el guion nos adentra en la alienación de esta pareja, que es la historia, el tema, que el realizador verdaderamente está interesado en contar. Si bien hay escenas que denotan una clara idiosincrasia ética de su país de origen, estas no son abusivas, durando lo justo y necesario sin arriesgar a alejar al espectador de los aspectos más universales que posee la historia. En un cine que se desataca por su excesivo uso de simbolismos, es aplaudible que el director y guionista, Ashgar Farhadi, se haya valido de uno solo, constante y potente a lo largo de la película; es decir, elegir a Muerte de un Viajante, como la obra que actúan los protagonistas, dado a que la impotencia que padece Emad a lo largo de la película no está muy alejada de la que siente Willy Loman en aquella obra. En el aspecto actoral la pareja protagonista entrega un muy sentido trabajo, haciendo muy creíble a la pareja que conforman. No obstante, a quien destaco es a Shahab Hosseini, que entrega un amplio abanico de emociones desde la primer hasta la última escena. Es dueño de una gran sensibilidad y sutileza, haciendo natural la transición de la emoción más inocua a la más iracunda. Por el costado técnico tenemos una lúcida fotografía basada en la cámara en mano y el uso de los contrastes, apoyada por un montaje que le lleva el apunte al lucimiento actoral. Conclusión: El Viajante consigue escapar a los estereotipos del cine iraní de la mejor manera: con una narración clara, directa, y fundada en las emociones de un afilado reparto.
Un rejunte promocional disfrazado de película. Que la televisión se encuentra en una época de oro no se puede negar. Tampoco se puede negar que una gran parte de ese oro se debe a que la gran mayoría de las producciones cuentan con una calidad cinematográfica que se puede proyectar en cualquier sala. Ahora, falta reconocer que una cosa es una serie con calidad cinematográfica y otra muy diferente una telenovela, que por más calidad cinematográfica que tenga, es y será lo que su nombre la define: una novela para la televisión. Moisés y los Diez Mandamientos no consigue despegarse de este estigma y su proyección cinematográfica no consigue más que agrandar y hacer inconfundibles las exageraciones que podrían haber pasado desapercibidas en la pantalla chica. Previamente en….: La historia de Moisés y los Diez Mandamientos es la que ya todos conocen de múltiples versiones cinematográficas o de la misma biblia, así que es medio en vano repetirla. El hecho concreto es que estamos ante un resumen de dos horas de los cientos de capítulos televisivos de una novela que es un éxito. Lamentablemente este resumen, entre sus cortes abruptos y su carencia de lógica, ponen en evidencia sus claros orígenes telenovelescos, donde las exageraciones, las reiteraciones, los diálogos sobreexplicados, y los golpes bajos están a la orden del día. Este intento de dar una coherencia universal, no hace más que mostar el principal error de la mayoría de las telenovelas que es su cortoplacismo narrativo; resuelven las cosas del momento sin pensar en el futuro, y el resultado es que cuando se hacen estos resúmenes se pone en evidencia su falencia narrativa como un todo. Esto hace que salte a la vista que sea un producto para los seguidores de la serie, pero con una función de prensa repleta y una salida comercial en salas descomunal, demuestra que tienen la esperanza de que los que no siguen la serie lo hagan. Esto cuece la pregunta de ¿Para que se molestarían en pagar una entrada para ver un rejunte de una serie que durante un año pudieron ver gratis en la comodidad de su hogar? ¿Por qué pensarían que a los espectadores que no convencieron televisivamente, van a tener mejor suerte de convencerlos presentando el mismo producto en una pantalla de cine? En realidad, lectores, lo que parece ser un gran despropósito, en realidad tiene un motivo muy lógico: calentar los motores para una secuela (que cuenta la historia de Josué), recién llegada a las pantallas argentinas. En materia técnica, decir que su fotografía es muy televisiva sería incurrir en una redundancia, pero hay una cuidada dirección de arte y vestuario atenta al detalle. No obstante, el único momento donde consiguieron que me callara la boca fue en la secuencia de la partición del Mar Rojo. Por el costado actoral, no me voy a meter con los intérpretes. Ellos construyeron una performance para la televisión y sería injusto analizarla con estándares cinematográficos, puesto que son sólo víctimas de este rejunte. Conclusión: Moisés y los Diez Mandamientos es un “previamente en…” de dos horas para tener al día a sus seguidores y ver si pueden sumar más adeptos para su secuela. Que una telenovela tenga calidad cinematográfica no siempre significa que el cine sea el mejor lugar donde mostrarla.
Un denso melodrama, pero muy sentido y completo. No hay narración más compleja que la de contar una historia de gente de a pie, gente que nos rodea, gente que bien podríamos ser nosotros mismos. Buscar el interés y el gancho narrativo que pueda atraer a un espectador pura y exclusivamente con los elementos de nuestra cotidianeidad, es el desafío más grande que puede tener un guionista, un director o un actor. Manchester junto al mar consigue mucho de este objetivo a pesar de tener un tropiezo en particular. Virginia Lago presenta: Lee trabaja como conserje de un consorcio de edificios y tiene una vida monótona que abarca del trabajo a su casa, y de su casa al trabajo. Dicha monotonía llega a un alto cuando le notifican que su hermano acaba de fallecer y este le dejó la tenencia de su hijo de 16 años, lo que implicaría tener que mudarse junto a él. A Lee esta idea no le cae demasiado en gracia, y en la búsqueda de determinar que será del futuro del chico, surgirán las fricciones con él y el resurgimiento de una oscura parte de su pasado que creyó haber superado. Manchester junto al mar tiene todos los ingredientes de un guion sólido: conflictos claros y resueltos adecuadamente (¿Qué va a pasar con los restos del hermano? ¿Quién se queda con la tenencia del chico? ¿Se va a mudar a Boston? ¿Qué va a pasar con el bote del hermano?), un desarrollo e interrelación de personajes tan detallados como multidimensionales (la relación entre el protagonista y su sobrino; y la relación del protagonista con su ex-mujer, aunque sea en instancias breves pero intensas) y un tema tan claro como psicológicamente complejo: el reconocer nuestras limitaciones y problemas, que estos no tendrán una solución rápida, pero no por ello debemos aislarnos de los que nos quieren. No obstante, a pesar de estas virtudes, le encuentro un solo defecto que le impide alcanzar total grandeza: el ritmo. La carencia del mismo contribuye a una densidad que en más de una oportunidad hará mirar el reloj. No hay la menor duda que estamos ante los personajes más reales e identificablemente humanos puestos en una película en mucho tiempo, pero siento que esa detallada, lograda e intensa humanidad tuvo un precio y fue la fluidez del relato; una carencia que no echa a perder la película, pero impide que sus partes se consigan lucir como un todo. Casey Affleck brilla con un rol increíblemente complejo que sabe bordar con sensibilidad, calma y sutileza. Este es un papel por el que no pasará desapercibido y hará que se lo tenga más en cuenta. Lucas Hedges, como su sobrino, prueba ser más que un digno acompañamiento, en un rol claramente adolescente pero que sabe bordar aquellos momentos donde el personaje evidencia una madurez más allá de sus años. Michelle Williams, si bien aparece poco, lo aprovecha enormemente. Manchester junto al mar cuenta con una correcta fotografía y un prolijo montaje (más en cuanto a la yuxtaposición de los planos que al ritmo en si), y la dirección de Kenneth Lonergan es más que lograda; hace uso de una economía de planos dignos de estudio. No obstante la desventaja que veo en este apartado es la música, que en mi opinión es sobrecargadamente melodramática (si están pensando en los clichados violines, sus instintos les sirven bien). Es como si la música te dijera no tanto “Acá tenés que estar triste” sino “Necesito que estés triste”. Y no lo necesita; las escenas en las que incurre este abuso ya están lo suficientemente bien escritas y bien actuadas como para subrayarlas de esa manera. Es este exceso el que muchas veces expone a la película al riesgo de parecer un telefilm presentado por Virginia Lago. Conclusión: Manchester Junto al Mar es una película de una intensísima humanidad, sostenida por sólidas actuaciones, una dirección clara en sus ideas y un guion que tiene todos sus elementos en su lugar. No obstante el tiempo que toma desarrollarla es la única piedra en su zapato, y su mayor desafío. Pero estoy en la obligación de decirles que si la tienen paciencia y ven más allá de este problema, se encontraran con una película única, de aquellas en las que Hollywood últimamente ya no apuesta. Esta es, como se dijo una vez de una gran película estrenada en 1980, una extraordinaria historia sobre gente corriente.
Un ejercicio de misterio que, a pesar de su resultado, explota todas sus posibilidades. El Cine Policial tiene dentro de sus muchas variantes una muy específica llamada el “Whodunnit” (¿Quién lo hizo?), donde se trata de develar, en un espacio pequeño y a contrarreloj, quién es el responsable de un crimen, habitualmente un asesinato. Aunque la tradición determine a la postre que hay solo una verdad y un solo culpable, el film español Contratiempo nos plantea, tan confusa como plausiblemente, las miles de variables que pueden devenir en un hecho criminal. ¿Dónde estaba usted cuando asesinaron a…? Adrían Doría es un joven y exitoso empresario que corre el riesgo de perderlo todo (su negocio y su familia) por un crimen que no cometió. El mismo no es nada más ni nada menos que el asesinato de su amante, que lo tiene a él como único sospechoso. Su abogado contrata los servicios de una preparadora profesional de testigos, que solo tendrá tres horas para dar vuelta el caso. Pero para esclarecer ese misterio es necesario esclarecer otro sobre un hecho de sangre en el que estuvieron involucrados Adrián y su amante. El guion tiene todos los elementos para que un misterio funcione. Durante gran parte de la película, la trama sortea bastante bien el concepto de “crimen dentro de crimen” que pretenden desarrollar, apelando incluso a preceptos clásicos. No obstante, pasada la mitad del metraje la historia abusa de su propia inteligencia y cuando empieza a apelar al concepto de “pensamiento lateral”, presentando las repetidas variables en las que pudieron haber ocurrido ambos crímenes. Más que hacer pensar al espectador, lo confundan, cosa que es una verdadera lástima porque tienen un final que verdaderamente no se lo ve venir. A pesar de esta contra, hay que reconocer que los guionistas hicieron su tarea y estuvieron en todos los detalles; no omitieron nada. En materia actoral Mario Casas y Bárbara Lennie entregan labores interpretativas prolijas y a la altura del desafío, pero los que verdaderamente se lucen son José Coronado, compenetrado y conmovedor; y Ana Wagener, que entrega más de una sorpresa desde el primer momento que aparece en pantalla. Los rubros técnicos están bastante bien cuidados y detallados. Tanto la fotografía como la dirección de arte cuentan con unos tonos verdosos y amarillentos que nos saben sumergir en el ambiente de inestabilidad psicológica en donde están sumergidos los personajes. No obstante el rubro que verdaderamente destaca es la partitura musical de Fernando Velázquez (El Laberinto del Fauno). El montaje está bastante organizado, pero al ir de la mano con el guión, termina sucumbiendo no pocas veces ante las mismas falencias. Conclusión: Contratiempo es un producto muy bien actuado y muy bien filmado, que sabe llevar de la nariz al espectador con sus charadas y vueltas de tuerca, pero cuando estas llegan al punto del abuso, el interés por saber quién es el verdadero perpetrador del crimen termina siendo no tanto producto de la curiosidad sino de la impaciencia y de la jaqueca.
John Wick 2: Me Cag* en la Logica. Tras recuperar su auto en un intenso tiroteo, John Wick, otrora asesino a sueldo, se dedica a vivir una pacífica existencia junto a su perro. Pero la paz le durará poco, dado a que Santino D’Antonio, el hijo de un mafioso, viene a cobrarle un favor que John le debe, y que este deberá pagar. El favor en cuestión es asesinar a su hermana, quien es la sucesora al liderazgo de la mafia italiana, para que Santino pueda ocupar su lugar. Esto dara inicio a una persecución que él sabe tendrá fin únicamente si elimina a D’Ántonio El guión no tiene una motivación fuerte. El villano no es fuerte; es un pelele hijito de papá con unas líneas de dialogo que más que infundir temor dan risa. Aparte, si la hermana es una capomafia tan grosa, y John Wick era tan amigo, ¿por qué no unen fuerzas para sacarlo del medio al energúmeno este que se sabe se va a pasar las reglas de la organización por donde el sol no brilla?, en vez de desarrollar las cosas como lo terminaron haciendo. La película desprecia la más mínima idea de lógica; de haberlo hecho se terminaba a los 30 minutos, máximo 45. No hay manera de sostener una película de 2 horas con todas estas incoherencias. Ah, cierto, me olvidaba: escenas de acción, tiros y cosha golda, eso creen los realizadores que quiere la gente Bang, Bang, Bangity, Bang; Guns, Guns, Guns (decir esto último con voz de Clarence Boddicker en RoboCop). El público, incluso el común denominador masivo al que apunta la mayoría de los productos hollywoodenses, es mas inteligente que eso. Estoy dispuesto a aceptar que una persona gatille 30 disparos de un arma que sólo permite 7 o 15 en el cargador. Estoy dispuesto a tolerar que con un sólo disparo se pueda hacer explotar un auto. Pero no estoy dispuesto a aceptar que haya un intercambio de disparos en pleno público y nadie se inmute, aunque esas armas tengan silenciador y sea un público de asesinos más que habituados a las armas de fuego. La sola presencia de una tendría que: o cagarte de miedo y hacer que te cubras, o sacar la tuya y estar en guardia. No puedo dejar pasar en una película donde hay decenas de tiros en la cabeza, a alguien que después de recibir uno en la misma, se levante como si nada para que el protagonista le meta otro tiro en la cabeza que finalmente lo mate. Si la idea era hacer un chiste, no tiene una onza de gracia. Es como si esta película quisiera repetir las buenísimas coreografías de la primera película, y si eso les sale bien, piensan que les van a perdonar todo lo demás. Las comparaciones son odiosas pero en este caso son inevitables; los propios creadores se olvidaron que lo que hizo grande a John Wick no fueron SOLO las escenas de acción. Fueron escenas de acción que partían de una motivación emocional clara que nos hacía identificar y hasta querer al personaje de Keanu Reeves. Reeves entrega una muy eficiente interpretación; el entrenamiento de armas y artes marciales que tuvo previo al rodaje salta a la vista. Su compromiso es notorio en cada escena. Respecto de Riccardo Scamarcio, quien da vida al villano, estoy dispuesto a extenderle un manto de piedad, porque ni un intérprete shakespereano hubiera sacado adelante al paupérrimo villano que le tocó interpretar. Dios mío, como descuidaron a Laurence Fishburne; el actor entrega unas exageraciones tan grandes, que un mínimo de dirección de actores como la gente se podrían haber evitado. La asociación con Matrix hace que el espectador pague por ver. Pero no podes esperar que esa asociación te sostenga una escena. La película mantiene la estética de su original; es decir que evita la agitada cámara en mano y el montaje picado de la mayoría de las películas de acción actuales, en favor de un trabajo fluido de cámara con los cortes justos y necesarios para que se pueda apreciar la acción. Aunque debe decirse que en esta ocasión hubo un trabajo de diseño de producción más elaborado. Conclusión: Aunque posee eficientes escenas de acción, el aspecto narrativo de John Wick 2 deja muchísimo que desear. Los realizadores se durmieron en sus laureles y entregaron el polo opuesto, a nivel calidad, de lo que supieron conseguir con la primera.
Tras el éxito de la trilogía Batman de Christopher Nolan, el tándem Warner/DC Comics se ha propuesto el encarar las películas de sus personajes con un tono oscuro, pero accesible para todos los públicos (ergo, para los niños). Infortunadamente, el tiro les ha salido por la culata, exponiendo en más de una oportunidad la incompatibilidad de ambos conceptos. No obstante, tras severos desaciertos, el desembarco en las salas de Lego Batman: La Película prueba ser el primer proyecto del dúo donde este plan funciona, y lo consigue con la herramienta menos pensada: la comedia. Fobia a las “ciones”: El Guasón, como es habitual, se trata de apoderar de Ciudad Gótica, y Batman es el único que puede detenerlo. No obstante, en su cruzada por sacar de circulación al príncipe payaso del crimen (y a su descomunal séquito de malosos), tendrá que lidiar con la crianza de un joven que adoptó por accidente y con la flamante nueva comisionada de policía que no apañará ni por un segundo la justicia vigilante a la que Batman está adscripto. El encapotado tendrá que aprender a trabajar en equipo no sólo para conseguir su meta, sino para superar el peor de sus miedos. Lego Batman: La Película se ríe de sí misma y de todo el legado que construyó este personaje. No se salva nadie; las versiones del comic, cine y TV cayeron todas en esta picadora. Es una comedia que trata temas adultos como el temor al compromiso, mientras que sostiene un contenido apto para todo público. En una época donde el termino suele denotar “contenido para niños, que la verán con sus padres porque los tienen que acompañar”, el guión desafía estas expectativas y se preocupa en entregar chistes para, literalmente, todos los públicos posibles; esto sin tener que abarcar inocencias exageradas para el público infantil o un humor subido de tono más exclusivo del público adulto. El tono humorístico busca un balance justo, y una vez encontrado, consigue todas y cada una de las carcajadas que se propone; con referencias o sin ellas. Sobra decir que más allá de la temática y el uso del humor, la narración de la película, como un todo, es bastante fluida. Visualmente hablando, la película es la aventura de Batman que todos hubiéramos jugado con nuestros Legos, sólo que con una cuidada atención al detalle en el diseño de producción, una eficiente fotografía y un prolijo montaje. Todos apartados que destacan específicamente en las más que dinámicas escenas de acción. Conclusión: Si bien como película de acción y aventura Lego Batman: La Película llega a buen puerto con lo justo, consigue ser una experiencia cinematográfica superlativa por su inteligente uso de la comedia. Recomendable para ver con los chicos y sin los chicos, seas fan de Batman o no lo seas. Esta es una de esas escasas experiencias donde Apta para Todo Público realmente significa lo que el termino define, porque nadie que vea esta película se quedará afuera.
Un modo tan innovador como clásico para contar un capítulo en la vida de una figura relevante. En lo que a biopics se refiere, una tendencia que se está repitiendo cada vez más (gracias a Dios), es la de no intentar contar historias de personajes desde la cuna a la tumba, sino tomar una parte especifica de su vida y aprovechar todo el potencial dramático que ese capítulo tiene para ofrecer. Neruda se suma en este plan y duplica la apuesta inscribiéndola en la tradición de un film noir, pero uno tan poético e intenso como el personaje que están narrando. Puedo escribir los versos más tristes… Corre el año 1948 en Chile y el famoso poeta Pablo Neruda (Luis Gnecco) enfrenta una persecución a manos del gobierno de turno por su condición de miembro del Partido Comunista. Debe huir de su hogar, junto a su mujer, tratando de mantenerse un paso adelante del Inspector Oscar Peluchonneau (Gael García Bernal) que quiere darle captura. Debo decir que Neruda es uno de los biopics más originales que he visto. No tanto por evadir el marco narrativo habitual del género, sino por elegir en todo momento contar un juego del gato y el ratón entre Neruda y el policía que le persigue, aunque esté insuflado por la poesía. Sin embargo, cabe aclarar que el guión no sólo destaca por esta innovación, ya que la película, a medida que progresa el metraje, quita el foco sobre Neruda y lo deposita cada vez más en Peluchonneau. Un cambio de dinámica sutil, progresivo y casi imperceptible, que deriva en un desenlace si bien satisfactorio, te deja con más preguntas que respuestas, pero de un modo que beneficia a la película como un todo. La labor actoral es solida, encabezada por Luis Gnecco, que da vida con enorme pericia y sensibilidad al afamado poeta. Mercedes Morán prueba ser un digno acompañamiento como la mujer del escritor, y Gael García Bernal se muestra sobrio y a la altura de las circunstancias. El nivel técnico de la película es uno de gran dinamismo, con una cámara que se mueve alrededor de los personajes constantemente como si fuera un participante mas. La fluidez que consigue hace al espectador testigo privilegiado de toda la pesquisa. No obstante, debe destacarse la riqueza a la hora de componer los encuadres, que tienen sus momentos más logrados durante el tercer acto cuando la persecución llega al sur del país, totalmente nevado. Conclusión: Con un guión tan original como fluido, sumado a una puesta en escena dinámica, Neruda consigue ser un experimento tan logrado como lo es atrapante. Un título que homenajea lo abstracto de la poesía, pero nunca deja de lado la necesidad de tener claridad a la hora de narrar.
Un titulo flojo por la carencia de un objetivo claro. Ben Affleck como director siempre siguió una línea clásica a la hora de narrar, y la misma requiere de tener un conflicto claro. Fue así con la chica desaparecida de Gone Baby Gone, fue así con los robos y la historia de amor de The Town, y fue así con los diplomáticos a los que tenía que rescatar en Argo. Las comparaciones son odiosas, pero me veo obligado a traerlas a colación porque es precisamente este el error del que padece Vivir de Noche. El que las hace las paga ¿pero cómo? : Son los años de la Ley Seca en Estados Unidos, y Joe Coughlin es el hijo de un capitán de la policía que se abocó a los asaltos bancarios. Al cometer el error de acostarse con la novia del capo de la mafia irlandesa, este lo muele a palos y mata a la chica en cuestión. En respuesta a esto, Joe buscará vengar la muerte de su amada uniéndose a los rangos de su competidor en la Mafia Italiana. Joe progresivamente se convierte en un valioso aliado de dicho capo mafioso en el tráfico de alcohol y el manejo de las apuestas ilegales, negocios que le traerán no pocos obstáculos para prosperar. Aunque tiene personajes bien trabajados y un tema muy claro a desarrollar (“el crimen no paga” o “el que las hace las paga”), el problema del guión de Vivir de Noche es que no cuenta con un conflicto claro, y por ende, tampoco cuenta con una línea de acción clara. Inicialmente todo está armado para que sea una historia de venganza dentro del mundo del crimen organizado, pero luego pasa a ser una historia de cómo se hacen negocios dentro del mismo. Esto contribuye a que las escenas funcionen bien autónomamente, pero impide que se luzca como un todo. Por ejemplo, cuando el objetivo parece ser la venganza del personaje, todas las escenas fluyen con continuidad, ritmo y coherencia acorde a ese objetivo; mas cuando vira a la historia de sus negocios, lo hace aplicando las mismas virtudes, pero deja el primer objetivo inconcluso y en el aire por demasiado tiempo para que el espectador lo pueda interpretar como una subtrama. Hay un trabajo actoral muy lúcido de Ben Affleck, también de una cada vez más creciente Elle Fanning, y un Chris Cooper con mucha solidez. El costado técnico, por otro lado, es impecable; una sensación constante de estar observando una foto en tono sepia, cortesía de la afilada dirección de fotografía y diseño de producción. También debe decirse que las escenas de acción las desempeña con la misma eficacia que la exhibida en The Town, todo gracias a un montaje inteligente que sabe cuándo debe sostener un plano y cuando intercalarlo con otro. Conclusión : Si bien floja, sería una exageración calificar a Vivir de Noche como mala; la película es más un tropiezo que una falla. Aunque tiene grandes aciertos actorales y visuales, y goza de agraciadamente ejecutadas escenas de acción, su falta de claridad en sus objetivos narrativos termina quitándole lustre a dichas virtudes.
A lo largo de cinco películas, la saga Resident Evil fue mostrando un paulatino desinterés por la coherencia narrativa de sus historias, yendo en paralelo con una mayor grandilocuencia en sus escenas de acción. Inicialmente, hacían un esfuerzo para que esto no se note, pero, promediando la saga, sus realizadores hicieron a un lado cualquier pretensión de vender lo que no eran y se entregaron a su crapulencia. Resident Evil: Capítulo Final sigue fielmente esta filosofía en la que es, en apariencia, su despedida por la puerta grande, con la sobredimensión que eso conlleva. Alicia salió por el parabrisas: Alice sobrevive, de alguna manera, los eventos al final de la última película, y deambula por una Tierra desierta en busca de provisiones al mismo tiempo que huye de los zombies. En dicha travesía se cruza con un mensaje de la “Reina Roja”, el sistema de seguridad que protege a La Colmena, el bunker de la malvada Umbrella Corporation. Esta le revela a Alice que la compañía diseñó una cura, que de esparcirse en la atmósfera, erradicará el Virus T (creador de los zombies) de una vez por todas. Para esto Alice deberá volver a la temida Colmena, sorteando los obstáculos que su némesis, el Dr. Alexander Isaacs, le ponga en el camino. En materia guion, todas las escenas de esta película que no son de acción son paupérrimas. El libreto está tan lleno de agujeros, narrativamente hablando, que no sería descabellado asumir que se pensaron las escenas de acción primero y rellenaron los espacios entre una y otra con escenas que padecen de: diálogos inverosímiles, personajes poco o nada desarrollados, giros que más que causar sorpresa causan indiferencia, una noción pobre del tiempo cinematográfico y, como guinda del postre, una contradicción galopante no sólo a su lógica interna, sino a la lógica de las otras cinco películas que la precedieron. Lo dicho sobre el guión podría aplicarse también a la actuación de Milla Jovovich, mientras que Iain Glen, por otro lado, entrega un villano tan exagerado y unidimensional, que es producto puro de la manipulación del guión y la dirección; cualquiera que haya visto un episodio de Game of Thrones sabe lo que verdaderamente es capaz de hacer este actor y dista mucho de este pastiche. Por el costado técnico tenemos un muy buen diseño de producción, sazonado con modestos efectos visuales y fotografía, unidos por un montaje predeciblemente picado y efectista. Las escenas de acción son modestas, pero hasta ahí; no establecen ni rompen el molde de nada. Conclusión: Una cosa es clara: Resident Evil: Capítulo Final es un título pasatista al cual no hay que pedirle mucho. Se le podrían justificar o perdonar sus falencias si no fuera porque estas se despliegan de una forma tan desvergonzada. Había una época donde podían estrenar películas así y salirse con la suya, pero los tiempos cambiaron y, por cómo están las cosas actualmente en materia cine, está en el mejor interés de la saga cumplir con la promesa de su título.