21 la gran fiesta es una película un tanto mediocre que seguramente te va entretener un poco más si la ves con un grupo de amigos. La primer escena predispone bien al espectador, pero al final no cumple para nada con lo que promete. Las situaciones "divertidas" ya se han visto hasta ..
El paroxismo del mal gusto A pesar de las estrategias de marketing que intentan vincular a este deplorable film con la saga de la exitosa ¿Qué pasó ayer?, es imposible reírse o divertirse con 21 la gran fiesta básicamente porque sus protagonistas adolescentes son tan malos actores que causan vergüenza. Tampoco se salva un guión a cargo de los directores del film Jon Lucas y Scott Moore que acumula situaciones sin ninguna cohesión interna y en función de la escatología o el mal gusto con la sencilla idea de provocar al espectador o al menos robarle una sonrisa con las desagradables escenas que involucran vómitos en cámara lenta o la ingestión de un tampón en estado de absoluta ebriedad. Para los norteamericanos eso es gracioso y a esta altura incluso lo consideran transgresor en épocas donde internet ha superado cualquier limite en lo que a mal gusto se refiere y el cine parecería estar en este caso al servicio de ese mal gusto más que de la comedia revulsiva en sí. La historia prácticamente es una copia de la fórmula ensayada en ¿Qué pasó ayer? pero con la diferencia de hacer hincapié en el cumpleaños número 21 del joven Jeff Chang (Justin Chon), estudiante aplicado con un padre extremadamente rígido que ve con muy malos ojos los ejemplos de estudiantes desperdiciados a causa de la diversión y el exceso en las fiestas. Por eso, la llegada de dos amigos como Miller y Casey (Miles Teller y Skylar Astin) precipita los acontecimientos a niveles paroxísticos que incluyen drogas, alcohol, mujeres desnudas y un sinfín de humillaciones al protagonista que resuelve todo con una risa enfermiza. Fiesta alocada, una fraternidad de mujeres que se vengan del machismo, concursos sobre quién resiste mayor ingesta de alcohol forman parte de este producto maloliente que por esas cuestiones comerciales se estrena en nuestros cines a caballo del éxito de una comedia con similares características pero con buenos actores en su reparto que garantizaban la efectividad de chistes mal escritos pero bien actuados.
La fiesta olvidable Jon Lucas y Scott Moore, guionistas de las dos primeras partes de ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009), escribieron y dirigieron 21, la gran fiesta (21 & over, 2013) y demuestran que algunas fórmulas no deben ser exprimidas hasta el hartazgo. Jeff Chang cumple 21 años y sus dos amigos de la infancia deciden ir a visitarlo a su casa y llevarlo de gira toda la noche. El problema es que al otro día Chang debe presentarse en una entrevista para ingresar a la escuela de medicina y debe estar listo a primer ahora de la mañana para que su padre, un controlador insoportable, lo acompañe y se cerciore de que cumpla con el mandato familiar. Además, Chang resultó ser un fiestero terrible y lo que empezó como una salida exprés terminará con un tour que se extenderá toda la madrugada. Luego de ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009), cuya tercera parte arribará a los cines el próximo 30 de mayo, los productores decidieron exprimir una fórmula que parecía inalterable. Primero fue Proyecto X (Project X, 2012) que con producción de Todd Phillips, el director de la trilogía ¿Qué pasó ayer?, contaba las desventuras de un grupo de amigotes que salían de parranda y por poco inician una revolución. Ahora llega el turno de 21, la gran fiesta y el resultado es el mismo: una comedia repleta de gags sin gracia que terminan en lo burdo y asqueroso. Y esa es la gran diferencia con ¿Qué pasó ayer?. Aquí no hay reparos a la hora de mostrar los acontecimientos de una noche descontrolada pero sin ningún filtro. Una secuencia que incluye a un toro mecánico y fluidos corporales, la ingesta de un producto femenino pensando que se trata de una golosina y otros secuencias de este estilo que no causan una sola carcajada y demuestran poca inteligencia por parte de los guionistas que supieron hacer reír con sus dos películas anteriores. Esto deja al descubierto una metodología por parte de Hollywood que se repite a lo largo de los años en Hollywood: no sólo hacer secuelas hasta el cansancio sino también realizar otras películas que abordan el mismo tema pero que en el camino se degeneran hasta terminar siendo malas copias de la original. En tan sólo cinco años, cinco producciones de este tipo que incluyen alcohol, mujeres y reviente llegaron a las salas. Y si bien ¿Qué pasó ayer? y su secuela eran buenas y graciosas, esto no sólo demuestra una falta de ideas preocupante sino una continua repetición que deja fuera de juego a muchos talentos nuevos que no tienen lugar en una industria que tiende a la reiteración.
Graduación alcohólica Los guionistas de la genial ¿Qué pasó ayer? pudieron construir, sobre todo en la primera parte de aquella película, una idea desopilante ambientada en Las Vegas luego de una salvaje despedida de solteros. Pero parece que nuestros amigos Jon Lucas y Scott Moore, que debutan en la dirección, quisieron hacer la versión veinteañera de la exitosa comedia. Pifiaron. Como si la “verdadera vida” tuviese punto de partida a los 21 años y la única misión es ahogarse en alcohol, Milles (Milles Teller) y Casey (Skylar Austin) tienen la brillante idea de “rescatar” a Jeff Chang (Justin Chon) para festejar su mayoría de edad para la bebida. Mostrando su documento como si fuese un trofeo -y creyéndose impune a todo- el oriental vivirá una gira interminable por bares, calles y demás ámbitos con sus secuaces. ¿La condición para emprender tal aventura?: volver sobrio a las 7 AM para asistir con su padre a una entrevista de admisión estudiantil. Pero algo sale mal -como en todas estas películas- y Jeff tendrá mucho alcohol en la sangre como para mantenerse lúcido. Milles y Casey, que no están mucho mejor, olvidan un pequeño detalle: dónde devolver a su amigo. Y allí comienza la otra película, el ensamblaje de una red de contactos que ayude a develar el domicilio de Jeff. El egoísmo, la falta de sinceridad y también la hipocresía de “creer” conocer a su compañero de aventuras, por más que hayan pasado un par de años sin verlo, es lo que refleja 21, la gran fiesta, donde se sabe que todos guardamos oscuros secretos, por más compinches que seamos en las buenas. El filme abunda en cerveza, bromas escatológicas, genitales siempre presentes (un osito de peluche agarrado “ahí”) y una fiesta en una torre en la que hay que superar pruebas... alcohólicas, obvio ¿o qué otra cosa esperaban?
Jeff Chang cumple 21 años y sus dos amigos de la infancia deciden llevarlo de festejos durante toda la noche. El problema es que al otro día Jeff, quien en principio se niega a la invitación, tiene que presentarse a una entrevista para ingresar a la escuela de medicina que definirá su futuro junto a su padre, un obsesivo insoportable. Pero la tentación de recorrer bares y de conquistar bonitas chicas puede más, y así el trío comenzará una noche de locura: Jeff pronto cae en una semiinconsciencia que obligará a sus dos compinches a tratar de llevarlo de vuelta a su hogar, pero una serie de alocadas circunstancias impedirán que se concrete esta posibilidad. De aquí en más, el relato reitera situaciones, cae en burdas gracias y se aproxima a lo escatológico, elementos que los directores y guionistas Jon Lucas y Scott Moore, los mismos de ¿Qué pasó ayer? , trataron de imprimir con muy escasa fortuna a esta anécdota a la que le sobran gags que no arrancan la más mínima sonrisa y a la que le falta esa pintura que merecía una comedia tan alocada. El elenco trató de hacer que todo lo que ocurre en el relato sea mínimamente creíble, pero fracasa en su intento y deja en descubierto una metodología que se repite a lo largo de los años en la filmografía de Hollywood en lo que a este rubro se refiere: abordar el mismo tema en múltiples versiones, que por el camino se degeneran hasta terminar siendo malas copias de la original.
El alcohol como combustible Comedia de enredos, hace de la celebración un motivo amargo y melancólico, bisagra entre una adolescencia que no terminó de irse y los temores de una adultez inminente. Una idea interesante que no termina de plasmarse en una gran película. Los descontroles generados por el –o la búsqueda de– exceso etílico reverdecen en los últimos años de la comedia americana, convirtiéndose, en la mayor parte de los casos, en disparadores de las acciones posteriores. La recurrencia no impide, sin embargo, que muchas de esas películas lo utilicen como característica constitutiva de sus criaturas, además de síntoma directo de un estadio emocional: el imperioso deseo de emborracharse de los chicos de Supercool o el rompan todo de Proyecto X no eran sino la forma en que los protagonistas intentaban paliar los suplicios de la impopularidad, mientras que en las dos ¿Qué pasó ayer? operaba como válvula de escape ante una insatisfacción generalizada. Algo más o menos similar ocurre con 21 La gran fiesta. Comedia de enredos con el alcohol como principal elemento de combustión, la ópera prima de Jon Lucas y Scott Moore, nada casualmente guionistas de The hangover, hace de la fiesta un motivo amargo y melancólico, bisagra entre una adolescencia que no terminó de irse y los temores de una adultez inminente. Lástima que aquí, a diferencia de los otros casos, la inteligencia se limite a la tematización antes que a la constitución de su forma. El punto de partida está en el vínculo entre tres amigos dispuestos a celebrar el flamante ingreso de uno de ellos en la edad del título. Nada nuevo, podría decirse, en un grupete compuesto por un nerd algo hosco y obturado por la figura paterna (Justin Chon), otro locuaz, siempre al palo y que no sabe muy bien qué hacer de su vida (Miles Teller, revelación absoluta en El laberinto), y el último aparentemente maduro, recto y con miras a establecerse laboral, emocional y económicamente pronto (Skylar Astin). Pero que Lucas-Moore establezcan desde los primeros minutos las coordenadas de una amistad roída por la dispersión de intereses y la imposibilidad de reconocer al otro, además de las dudas y vacilaciones propias del fin de la adolescencia, y encima lo hagan casi como al pasar, es una plusvalía poco frecuente. Y ni hablar de que se mencione la posibilidad de un suicidio, detalle que la dupla escamotea hasta bien entrada la película, complejizando aún más la premisa nodal. El problema de 21 La gran fiesta está en la superficie. La idea inicial es, claro, beber algunas copas. Copas que devendrán rápidamente en baldes, y luego en la borrachera monumental del agasajado, quien al otro día tiene que estar impecable para una entrevista de trabajo, hecho que obligará a sus amigos a depositarlo en su casa cuanto antes. Claro que él ya no vive con los padres, y los otros dos no tienen ni idea de dónde dejarlo, por lo que deberán recorrer la ciudad tratando de dar con alguien que lo conozca. El derrotero se convertirá rápidamente en una concatenación de situaciones trilladas. Lo que no es necesariamente malo, siempre y cuando se asimile todo el acervo previo para retorcerlo hasta inocularle una comicidad por acumulación. Como los hermanos Farrelly con su fascinación por la escatología, por ejemplo. Aquí, en cambio, el asunto no va más allá de la intromisión en una fraternidad femenina, algún que otro fiestón y el inevitable interés amoroso de uno de ellos, todo atravesado por gags que, nobleza obliga, en general funcionan. El resultado es, entonces, una premisa a priori interesante que no logra redondearse en una película aún mejor. Como si Lucas y Moore no hubieran sabido cómo maximizar en la pantalla grande ese núcleo tristón inherente al fin de la adolescencia.
Interminable fiesta olvidable Cuál es el valor cómico de un adolescente comiéndose un tampón que confunde con una golosina? Depende del contexto y de qué se quiere contar. En el cine de los últimos años, la escatología es un elemento cada vez más presente en la comedia, sobre todo la estadounidense, y sin descartar el recurso de plano, la mayoría de las veces termina siendo apenas un gag. Este es el caso de 21 La gran fiesta, una sucesión de "chistes" desperdigados en algo más que una hora y media que explotan de manera desvergonzada el suceso que significó ¿Qué pasó ayer? y su secuela dos años más tarde. Los responsables son Jon Lucas y Scott Moore, que como guionistas de las películas dirigidas por Todd Phillips habían logrado un producto efectivo y que –claro– decidieron exprimir el formato hasta la última gota. El planteo es prácticamente el mismo. El día que Jeff (Justin Chon) cumple 21 años, el timbre de su casa suena y ahí están Miller y Casey (Miles Teller y Skylar Astin), sus dos amigos de la secundaria que lo vienen a buscar para festejar en grande su mayoría de edad, aún cuando a la mañana del otro día tenga pautada una entrevista con el rector de una prestigiosa universidad, que por supuesto gestionó su exigente y controlador padre. Lo cierto y como no puede ser de otra manera en el esquema exploitation-saga de ¿Qué pasó ayer?, el apocado Jeff en plan Stu –el dentista que se arrancaba un diente, el que en la segunda parte se tatuaba la cara–, resulta ser el lobo con piel de cordero y en la larga noche de fiesta se revela como el más fiestero de todos, mientras pasan las horas y se descuenta que el muchacho no va a estar en condiciones de presentarse a la entrevista que va a determinar el rumbo del resto de su vida. Entonces, fiesta, fiesta, algún toro mecánico desenfrenado y las consecuencias de montarlo con el estómago lleno de alcohol, una fraternidad femenina que ve la oportunidad de vengarse de los hombres, más alcohol, chistes tontos y más alcohol. El principal problema de la película es que muestra en tiempo real lo que pasa en la fiesta interminable, a diferencia de lo que pasaba con las películas que trata de imitar, que se veían las consecuencias de una noche desaforada y había que reconstruir los eventos desafortunados. En remplazo de eso, en 21 La gran fiesta pauta una sucesión de asquerosidades sin una pizca de gracia.
Los adolescentes se divierten "21 La gran fiesta", reitera la fórmula de -"¿Qué pasó ayer?", pero con menos recursos neuronales, mayor cantidad de trazos gruesos y gente mucho más joven. Las interpretaciones son correctas, el ritmo es bueno, pero la idea es que no hay nada detrás. Esta comedia es de los creadores de "¿Qué pasó ayer?". Oportunamente hicimos el comentario de "¿Qué pasó ayer 2", una comedia sobre lo que puede pasar después de una despedida de soltero. Estaba interpretada por gente joven, tenía muy buen ritmo, era bastante vacía e incluía un desnudo y punto. "21 La gran fiesta", reitera aquella fórmula, pero con menos recursos neuronales, mayor cantidad de trazos gruesos y gente mucho más joven. Dos egresados secundarios, luego se sabrá que no lo son: Casey (Skylar Astin) y Miller (Miles Teller), deciden visitar a su gran amigo Jeff Chang (Justin Chon), su compañero de locuras en el colegio, que está a punto de cumplir veintiún años. LOS AMIGOS Casey y Miller decidieron celebrar con él. Hace un tiempo que no lo ven y cuando le cuentan sobre la celebración, Jeff les dice que no, que al día siguiente tiene una entrevista para entrar a la escuela de medicina. Aparece el doctor Chang (Franois Chau), padre de Jeff, un padre oriental al que todos temen y los chicos desaparecen, pero con la promesa de Chang de acompañarlos. Lo que sigue es el disparate total, muchos chicos y chicas desenfrenados, bebida de todo tipo, vómitos surtidos, bromas pesadas, exageraciones varias, un búfalo en medio de la nada, obstaculizando el paso y la decisión de divertirse ya sea en la calle, o en alguna hermandad universitaria, siempre que abunde el alcohol. El resultado es medianamente divertido, las interpretaciones son correctas, el ritmo es bueno, pero la idea es que no hay nada detrás. Los efectos son conocidos, los "nerds" son los mismos de siempre como sus chistes, las bromas poco originales, pesadas, de mal gusto en general y los gritos parecen copiados de otras películas con personajes adolescentes.
Otra comedia con un grupo de amigos dispuestos a romper la noche. Debut en la dirección de los guionistas de la saga ¿Qué pasó ayer?, Jon Lucas y Scott Moore, 21: La gran fiesta apela a una forma bastante popular en los últimos años (Supercool, Proyecto X y, un poco más atrás, Old School) para narrar la noche de descontrol y excesos de un grupo de amigos dispuesto a celebrar el ingreso a la edad del título de uno de ellos. Claro que las cosas no saldrán como ellos esperan, y lo que inicialmente era alguna que otra copa pronto se convertirá en un auténtico caos. Más aún si el cumpleañero tiene al otro día una entrevista laboral y los otros dos deben llevarlo a su casa sin tener idea de dónde vive. Lucas y Moore construyen una película con bastantes situaciones humorísticas tan efectivas como trilladas (entuertos policiales, ingreso en una fraternidad de mujeres, persecución de los “chicos malos”, entre otras). Es interesante, además, señalar el melancólico que atraviesa todo el film, con los protagonistas enfrentándose no sólo a las distintas situaciones, sino también a los efectos del paso del tiempo en el vínculo amistoso. Así, sin aportar nada demasiado novedoso al género, 21; La gran fiesta es una película que cumple con lo que promete. Cada lector-espectador decidirá si eso es suficiente.
21 La gran fiesta es una de esas películas en las cuales la buena onda que haya (o no) en la sala de cine es indispensable para que las risas afloren. Es un film que no innova absolutamente en nada y que a las 24 horas de haberlo visto quedará como un vago recuerdo, pero su función no es perdurar sino más bien un producto para divertir y eso lo logra. Son muy pocas las películas cuya temática adolescente zafada resaltan, las que lo hicieron en el pasado fue por aportar elementos nuevos tales como Animal house (1978) o Porky’s (1982), o recientemente por nuevos talentos introducidos en el marco de un buen cine que logró ir un poco más allá de los escatológico. Claros ejemplos son American Pie (1999) y sus secuelas y la genial Superbad (2007) de Greg Mottola. En este estreno, los ignotos guionistas y directores Jon Lucas y Scott Moore apostaron a lo que ya saben que funciona pero que está a punto de cansar: la fórmula de The Hangover (¿Qué pasó ayer?) entrelazándola con el descontrol adolescente. Tranquilamente se puede trazar un paralelo entre esta cinta y Proyecto X, estrenada el año pasado. Con la diferencia que 21 La gran fiesta está presentada de manera “tradicional” y no en falso documental (otra moda que ya está hartando). El elenco deja bastante que desear y las escenas que intentan ser dramáticas se quedan en el camino. La única cara algo conocida es la de Justin Chon, por su participación en la Saga Crepúsculo. A él, el homenajeado que cumple 21 años, lo acompañan Miles Teller, Skylar Astin y Sarah Wright. Pese su carencia actoral hay que admitir que tienen química entre ellos y que logran producir situaciones bastante graciosas. Es en esas secuencias, en esos gags, donde recae lo bueno del film y donde hay que centrarse. Porque si se hace en un análisis demasiado sesudo sobre la película habría que destrozarla por repetitiva y carente de sentido. Pero la realidad es que causa gracias y para eso está. Para que un grupo de amigos vayan a reírse y pasar un buen rato en el cine. No más que eso.
Queriendo emular el demoledor éxito que tuvieron tras el guión de The Hangover, sus escritores Jon Lucas y Scott Moore se lanzaron a dirigir su primer largometraje, el cual tiene como foco nuevamente un festejo que se les va de las manos a sus jóvenes protagonistas para terminar en varias situaciones hilarantes. Para más o menos darle forma al film en cuestión, imaginen una historia de corte hangoveriano a la que se suma un poco de frescura juvenil como en Project X, pero con menos gracia y sorpresa que las dos aquí mencionadas. La escena inicial, en la cual dos de los protagonistas aparecen casi como Dios los trajo al mundo, plantea que la mayor parte de la trama es un flashback a lo que debe haber sido una noche memorable. Esta comienza cuando los compañeros de secundaria se reúnen para el cumpleaños de Jeff Chang, el destacado amigo asiático que finalmente cumple la mayoría de edad en la víspera de una entrevista laboral que le puede abrir las puertas de un gran futuro. Con tal de darle una jornada única, ellos se proponen tomarse una cerveza, situación inocente que se torna en una debacle llena de problemas a solucionar y con la carga extra de un compañero de juerga pasado de vueltas que les funciona como lastre. La idea del guión de 21 & Over, a claras una situación divertida, se ve desmejorada por un agujero imposible en la trama que debe ser evitado a toda costa para entregarse al disfrute pleno por lo que esta verdaderamente es: un festín de descontrol adolescente en el cual se entremezclan una hermandad de chicas latinas imparable, ceremonias religiosas secretas, fogatas con búfalo suelto incluidas y hasta la divertidísima secuencia de la fraternidad por niveles, en la cual la dupla protagonista deberá sortear juegos varios para alcanzar la cima y encontrar una clave más para que la noche termine en los mejores términos posibles. El libreto de Lucas y Moore tropieza cuando entre medio de tanta locura nocturna intenta humanizar a los personajes y hasta sugerir temas más profundos y lacerantes para uno de ellos, cuando en realidad la pintada de tridimensionalidad se olvida con el pasar de los minutos y el intento de generar un interés serio se siente desperdiciado. Hay un buen manejo de cámaras para ser una primera vez detrás de ellas, la banda de sonido se olvida enseguida pero durante el momento funciona y el elenco, si bien no se destaca ferozmente, hace un buen trabajo. La química entre Skylar Astin y Sarah Wright es de buen ver y no se siente forzada, el demoledor Miller de Miles Teller resulta muy jocoso y el Jeff Chang de Justin Chon cumple aunque no sorprende. 21 & Over está básicamente varios escalones por debajo de Project X, ya que su sola existencia significa un intento inconsistente de lucrar con una noche de fiesta inolvidable para cualquier joven, pero al mismo tiempo tiene un espíritu jovial que compra y, lejos de ser una joyita, al menos para seguir al súbgenero es un ejemplo pasable, que no bueno.
Sin gags innovadores Del productor de las películas Todo un parto, Projecto X y la trilogía ¿Qué pasó ayer?, cuya tercera parte arribará a los cines en mayo, llega este nuevo film que demuestra una vez más la obsesión de Hollywood y los productores que allí desembocan en exprimir al máximo una formula conocida para obtener iguales resultados. Pero a pesar de las estrategias de marketing que intentan vincular a este fallido film con la exitosa saga de similares características ¿Qué pasó ayer?, donde las buenas actuaciones supieron efectivizar los gags, este nuevo film de los mismos guionistas y productor de aquella no devino en idéntico resultado. Con un guión prácticamente copiado de los films mencionados, pero haciendo hincapié en el cumpleaños número 21 del joven Jeff Chang (Justin Chon), un estudiante aplicado con un padre extremadamente rígido que ve con muy malos ojos los ejemplos de estudiantes desperdiciados a causa de la diversión y el exceso en las fiestas, el relato va presentando una serie de gags que surgirán a partir de la llegada de sus dos amigos de la secundaria Miller y Casey (Miles Teller y Skylar Astin) para festejarle su mayoría de edad. Situaciones (supuestamente) divertidas y vistas hasta el hartazgo en otras comedias del estilo, pero representadas sin gracia y con una recurrencia a lo escatológico que provocan el efecto contrario, son la marca de agua de este relato donde no faltan los detalles de manual como las drogas, mujeres desnudas y un sinfín de humillaciones al protagonista. Actores sin feeling con el espectador y chistes nada innovadores y sin gracia, hacen que la fiesta de los 21 pase al olvido antes de cumplirlos.
Divertida comedia en la moda de juergas salvajes La fórmula de "'¿Qué pasó ayer?" se repite un poco en esta comedia de otra juerga imprevisible que, de todos modos, resulta bastante divertida. Jeff Chang cumple 21 años y quiere celebrarlo con sus dos mejores amigos de la secundaria, a quienes no ve hace tiempo. Tiene que ser un festejo moderado, dado que a la mañana temprano del dia siguiente el cumpleañero tiene una cita en la universidad arreglada por su severo padre, que pretende que su hijo siga la tradición familiar de recibirse de médico. Pero teniendo 21 años se puede consumir alcohol en cualquier lado y Jeff no piensa perder la oportunidad de emborracharse en todos esos lugares que durante los últimos años no lo dejaron entrar. Sorpresas Por eso sus amigos, mientras se ponen al día, aceptan ir a un par de boliches a tomar unos tragos y dejarlo luego tranquilamente en su casa para que pueda dormir un poco y estar listo cuando lo vaya a buscar su papá a las 7 de la mañana. Corte, y Jeff está totalmente borracho, sus amigos no recuerdan la dirección de su casa, ya que nunca habían ido antes, y para colmo, encuentran una pistola en su bolsillo, lo que implica que su amigo anda en cosas raras de las que no sabían nada. Arrastrando al protagonista como un peso muerto, los otros dos amigos descubren que sus vidas tampoco son lo que parecía. Todo esto mientras entran y salen de distintas juergas universitarias. Hay algunos gags memorables, especialmente los que involucran a Chang cuando despierta de su coma alcohólico, pero tambien hay muchos lugares comunes en la descripción de la locura de la vida universitaria. La incorrección política no supera a la saga de "¿Qué pasó ayer?", y tambien falta un elenco que pueda actuar gags que no sean del todo físicos, aunque los chicos se esfuerzan en una escena donde ponen en juego su sexualidad. Con todo , la película divierte, y tiene un mensaje: pase lo que pase, no dejes la universidad.
La libertad de hacer lo que hacen todos Es difícil encontrar un poster publicitario de una película que mienta tanto como uno de los de 21 La Gran Fiesta que encontré colgado en el cine. Por empezar, esta comedia juvenil no se trata de ninguna gran fiesta, aunque aparecen varios festejos durante la alocada noche que se retrata en la historia. En segundo lugar, aparecen en la foto dos personajes que no son exactamente los protagonistas (en especial la chica, que sería un personaje secundario que se suma a los tres amigos que llevan adelante la historia). Por último, el cartel reza extrañamente “de los directores de ¿Qué Pasó Ayer?”...
Películas para adolescentes de fiestas con problemas, descontrol en campus, fraternidades raras y ganas de diversión hay muchas. Esta es una más, tres amigos, una noche especial con desnudos, chistes vistos, pase de facturas, errores a montones y cierta rebeldía. Más de lo mismo.
Con amigo como éstos… Para qué quiero enemigos. A juzgar por la escena con la que comienza el film, debo decir que ya me imaginaba todo lo que iba a pasar. Eso sin contar que los creadores son los mismos que hicieron ¿Qué Pasó Ayer? y que la película se basa prácticamente en la misma premisa. En la ya conocida y exitosa The Hangover, tres amigos llevan a otro de despedida de soltero a Las Vegas y se emborrachan tanto que al día siguiente no sólo perdieron al anfitrión y protagonista de la velada sino que además deberán lidiar con un montón de situaciones hilarantes y bizarras para poder encontrarlo y regresarlo en condiciones al día de su boda. En la nueva apuesta, y ahora sí hablando de la película en cuestión, dos jóvenes universitarios llevan de bar en bar a su mejor amigo que está cumpliendo la mayoría de edad y debe presentarse al día siguiente a una importante entrevista para la escuela de medicina. Como se imaginarán, el joven pierde la conciencia de tanto alcohol y sus dos amigos deberán regresarlo a casa antes del importante momento; pero esperen… ¡Ellos ni siquiera recuerdan dónde cuernos vive el pobre chino! Creo que 21, La Gran Fiesta’ (21 & Over, 2013), está dirigida a un target mucho menos amplio que su prima hermana. Se trata de jóvenes en edad aún ‘escolar’ que tendrán una noche de descontrol; cosa bastante normal si no tenemos en cuenta las consecuencias del hecho. No me gustaron los actores, ninguna de las actuaciones me parece que se destaque, aunque sí puedo decir que están medianamente correctas. Los chistes, o mejor dicho, las situaciones alocadas, no tienen prácticamente ningún elemento que no hayamos visto antes. Confieso que no soy ninguna fan del género, pero me parece que el film hará reír más a los hombres de entre 15 y 30 años. Sí, así de exacto el rango etario, como buena publicitaria que soy. Dejemos a un lado por un ratito el hecho de que el padre del inconsciente protagonista sea el jefe de la iniciativa Dharma en Lost y sentémonos a analizar el guión mientras bebemos un par de tequilas… Okay, no hay mucho para decir. Bueno en realidad nada… Cientos de veces hemos visto a personajes de la ficción embriagarse y hacer locuras en juergas que involucren a algún chino que se apellide ‘Chang’. Así que el que no haya aprendido de una vez por todas la valiosa lección de lo que te puede pasar si el alcohol invade descontroladamente tu noche, es porque todavía no vio la suficiente cantidad de películas con moralejas cerveceras. Conclusiones tan profundas como el guión: el final es de lo mejorcito que pude rescatar, gracias a que nuestro amigo asiático toma una decisión adulta, haciéndole honor a la mayoría de edad recién adquirida, que ahora figura en ese pase libre llamado identificación; pura kriptonita para todo aquél patovica que se cruce en su camino. Por otro lado, puede resultarles entretenido que el tipo sea cargado por su par de amigotes cual bolsa de papa durante toda la película. Y no faltarán por supuesto las situaciones desagradables e incómodas que van de la mano de una resaca. Escenas que podrían haber resultado mucho más jugosas se quedan a mitad de camino, mientras debemos soportar cientos de tomas apretadas entre la gente que salta con sus vasos de bebida apuntando al cielo. En fin, yo que vos, hago mi propia fiesta de bienvenida antes que ver este pastiche borrachero. Namasté. @CinemaFlor
El fin de las comedias Los guionistas de The Hangover le ponen su sello a esta nueva película acerca de fiestas adolescentes al mejor estilo yanqui y alcohol por doquier, pero en esta ocasión el material que nos presentan termina resultando de mucho menor calibre que el de aquella taquillera comedia protagonizada por Bradley Cooper y Zach Galifianakis. En 21, la gran fiesta, un asiático estudiante se encuentra en la noche previa a una importante entrevista con una universidad de medicina que marcaría el rumbo de su vida. Sus dos amigos, irrumpen en su casa prácticamente obligándolo a salir a festejar sus 21 años, realizando un tour por bares y “juergas” que hallen por la movida nocturna. Obviamente, la tensión se manifiesta a raíz de un estado de ebriedad supremo que dificultaría la cita en la facultad del jovencito cumpleañero. Lamentablemente, a la industria cinematográfica le está costando encontrarle la vuelta al género. Es que aquellas obras que solían generar escenas tan embarazosas como causantes de extensas risotadas ya han quedado en el tiempo. Y aquí, en 21, la gran fiesta lo percibimos a cada momento. La película no es cómica; no solo no genera carcajadas sino que tampoco risas; y lo que es peor aún, es que no atrae al espectador de forma tal en que pueda entretener. Todos los gags que se van dando a lo largo de los minutos están tan quemados que no son motivo siquiera de sorpresa. A cada instante se respira un aire conocido, la sensación de “esto ya lo hemos visto”. Las secuencias son extremadamente parecidas a las de Project X, incluso hasta en el tipo de personalidades que poseen los personajes de la historia, por lo que es probable que el público se sienta estafado mientras lo va comprobando con el orden cronológico de los sucesos que acontecen. LO MEJOR: puede funcionar como entretenimiento soso para aquellos que no busquen más que eso. LO PEOR: es prácticamente igual a Project X. No ofrece variantes. No causa risa. PUNTAJE: 3
Las cosas que se terminan La honestidad no es una cualidad excluyente para ser crítico de cine, más bien uno se ubica casi sin quererlo en un lugar de soberbia y cinismo bastante cómodo e insoportable para los demás. Hoy como para romper con la costumbre voy a ser un poquito honesto, 21: la gran fiesta me gustó mucho más inmediatamente después de verla, que ahora que ya tuve la oportunidad de pensarla un poco. Creo que me interesaron algunas cuestiones que se plantean en el film, que hacia al final van quedando mal resueltas. El film de Jon Lucas y Scott Moore (principalmente conocidos por ser los guionistas de la saga The hangover, entre otras cosas), cuenta las historia de tres amigos mayores de 20 que están en su etapa universitaria, y se reúnen después de mucho tiempo de no verse para festejar el cumpleaños número 21 de uno de ellos. Para Miller (Miles Teller, que trabaja también en la aparentemente similar Proyecto X), Jeff Chang (Justin Chon) y Casey (Skylar Astin) parece que el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que estuvieron juntos, pero a medida que transcurre el día nos vamos dando cuenta que las cosas han cambiado y difícilmente vuelvan a ser como antes. En el film aparece una chica llamada Nicole (la extrañamente bella Sarah Wright) que tiene cierta química con Casey y le dice una frase que es una de las ideas básicas de la historia. No la recuerdo exactamente, pero casi le dice algo como: “¿no se supone que este es el momento de que hagamos locuras? Luego vendrán la casa, los niños e ir todos los días a cumplir con un trabajo deprimente”. Una idea bastante manoseada por todas las American pie, pero que por suerte en 21: la gran fiesta la encontramos, al menos parcialmente, sin ese manto naif y un poco absurdamente optimista de aquellas películas. Hay un poco de ese dejo amargo y melancólico que tan bien conocemos los que miramos la maravillosa serie How I met your mother. Entonces, en tono de comedia descontrolada, con buenos gags y chistes con graciosas referencias de por medio, se habla aquí de algo angustiante para cualquier persona: el irrevocable paso del tiempo con sus consecuencias, y entre ellas, cómo poco a poco se desgastan incluso las relaciones que creíamos imprescindibles en nuestra vida. El problema principal en el desarrollo de 21: la gran fiesta es la irregularidad y tratamiento de los conflictos que plantea. Más allá de algunas lagunas menores, el guión hace agua hacia el final cuando se apura en explicar un montón de cosas, y los personajes literalmente corren en busca del final feliz y chistoso que algún productor preocupado debe haber mandado a modificar. Aparecen como por arte de magia desenlaces un tanto arbitrarios tanto para Miller, Jeff Chang, Casey y Nicole. Todo esto le hace daño a una película que podría haber sido bastante más. Por último digamos que Lucas y Moore logran un producto irregular pero fiel a su estilo. Deudora de The hangover y también un poco de Proyecto X, 21: la gran fiesta tiene la capacidad de por momentos hacernos reír de nuestras angustias aunque al final nos confunda un poco alejándose de su propia lógica y quizás de la verdad.
Siga el baile Los guionistas de esa genialidad llamada ¿Qué Pasó Ayer? utilizan el mismo recurso de noche descontrolada pero trasladado a la post adolescencia para hacer 21 La Gran Fiesta, otra película de golpes, fluidos corporales y partes privadas expuestas. Listo. Tres amigos, Miller, Casey y Jeff Chang, se reúnen para celebrar el cumpleaños de este último (los famosos 21 del título) y se pasan de rosca. Ok. Un joven arriba de un auto con un osito de peluche pegado a sus genitales. Bueno. ¿Resulta una maravilla? Imposible alcanzar el nivel de aquella película que los hizo reconocidos. Pero si algo hay que reconocerle es que no se siente en ningún momento que traicione lo que puede ofrecer este tipo de películas. Una de esas intrascendentes y sin pretensiones que a través de una serie de eventos desafortunados nos intenta sorprender y hacer reír. Por momentos lo logra. ¿Que un hombre en culo con una media en los genitales pueda resultar gracioso? No sé si tanto. Pero algunos momentos físicos funcionan durante todo ese derrotero en el que arrastran a Jeff Chang para poder regresarlo a su casa (de la cual desconocen su paradero) para que esté listo para una entrevista programada por su opresivo padre. Quizá porque en medio de esas risas y descontrol hay una melancolía de lo que fue y no sigue siendo. Esa adolescencia sin responsabilidades que se perdió al igual que una amistad que se transforma en discurso más que en una realidad. Es verdad que hay mucho trazo grueso (y quizás se excedan en un dramatismo superfluo) pero no se alejan de una liviandad necesaria para pasar el rato sin tomárselo en serio. Ahí están las fraternidades y sus rituales, sus frat boys cebados y descerebrados, y el alcohol como sinónimo inequívoco de fiesta. Pero plena de límites. Solo algunos actos de violencia indoloros y sin demasiadas drogas (ahí están los stoners/fumones como únicos consumidores y vistos como una entidad aparte). Entonces se ve una película bastante pacata porque no jode, se ríe de las fraternidades pero no las desdeña, se van a descontrolar para reacomodar sus realidades y volver a la buena senda. En ese punto el film decepciona por conservador. Pero después de todo no es más que una tonta comedia americana de tres mejores amigos que se separaron y que afrontan una etapa de decisiones de diferentes maneras. Un futuro que se les viene y no saben cómo afrontar. Alguno la encarará con angustia, otro con seriedad, otro con abandono. Y todos con estupidez desde su inexperiencia. Una de esas noches de derrape del que todos pueden hacerse cargo, y como la película, no darle mayor importancia.
Después del enorme éxito global de ambas entregas de ¿Qué pasó anoche? (que además va a por una tercera), ese sub sub género de la fiesta alcohólica que se desmadra comenzó a difundirse con toda clase de variantes. En este caso, se trata del cumpleaños en el que un estudiante de raíces chinas en los Estados Unidos alcanza la mayoría de edad. Por cierto, aparecen los compañeros torpes que quieren que festeje a lo grande, las cosas que salen mal porque el alcohol se desmadra, las imágenes absurdas y ridículas, la escatología (en el sentido más amplio del término) y el sexo como un campo al mismo tiempo de atracción y de repulsión. El film cumple con su objetivo de hacer reír porque, en general, tiene el timing justo (el secreto de la comedia es siempre la oportunidad; nada es gracioso en sí mismo. Pero hay que considferar que, en cierta medida, todas estas películas son transgresoras solo en cuanto a las imágenes y hasta cierto punto: bien mirado, lo más revolucionario o molesto es que las fiestas post adolescentes no son más que excentricidades ocasionales e ingenuas. En esa modesta verdad radica el auténtico valor del film.
Otra fiesta inolvidable Cuando un éxito parece imparable no habría motivos para detenerlo. Ese parece ser el razonamiento de los responsables de la extensa lista de franquicias numeradas o con un escueto subtítulo (“recargado”, “el regreso”) con las que se aclara que no es lo mismo, aunque se le parece. Esta vez fue el turno de los dos guionistas de la saga “¿Qué pasó ayer?”, Jon Lucas y Scott Moore, transformados ahora en directores de “21. La gran fiesta”. Como en aquel caso las historias se tocan en lo esencial, esto es: un grupo de amigos, pueden ser adultos, como en el primer caso, o adolescentes, como ocurre ahora, que deciden celebrar como corresponde a las relaciones fraternas, con alcohol y descontrol. En el filme se trata del cumpleaños número 21 del protagonista. Como en aquellos casos, todo puede conducir a lo contrario de lo planeado y rozar el delirio. Pero lo que en “¿Qué pasó ayer?” era ironía, en este caso es una sucesión de gags, algo light al estilo del viejo humor físico y algunas réplicas y situaciones disparatadas. Los personajes no pretenden tener la densidad de los que Lucas y Moore crearon hace cuatro años, aunque el resultado, si bien probablemente no hará historia, podrá entretener a los fans de las comedias adolescentes.
Agarrá la noche Todo el mensaje de 21, la gran fiesta se reduce a la consigna "sos joven, viví a fondo". Muchos siglos antes, un poeta no menos jovial que los guionistas y directores de esta película había recomendando a la juventud de su época: "carpe diem", lo que significa "agarrá el día", aunque adaptado a las circunstancias podría traducirse por "agarrá la noche". Sin embargo, si bien gran parte de la trama se desarrolla en una sola noche de locos y los guionistas son los mismos de ¿Qué pasó ayer?, sería injusto compararlas, porque hay enormes diferencias conceptuales y formales entre ambas historias. En este caso, todo es mucho más veloz, grosero y lineal. Por eso, la energía que se desprende de los personajes y de sus peripecias tiene una potencia de impacto mayor. Va directo al blanco. Los protagonistas son tres amigos, dotados de rasgos los suficientemente convencionales como para no entorpecer el argumento. Casey (Skylar Astin), un universitario buen mozo, gentil y aplicado; Miller (Miles Teller), un chico de barrio, pícaro, grandote y confianzudo, y Jeff Chang (Justin Chon), un descendiente de japoneses con cara de adolescente que cumple 21 años. El cumpleaños es el motivo de que los tres vuelvan a juntarse. Sólo hay un problema: al día siguiente, Chang debe presentarse temprano junto con su padre para una entrevista de ingreso a Medicina. También Casey es reacio a enfiestarse. Pero Miller convence a los dos y en unos pocos minutos los tres están lanzados en una caravana infernal que incluye bares, discotecas y fiestas universitarias. 21, la gran fiesta transmite esa experiencia nocturna de una manera casi física. Contagia su entusiasmo por vivir al borde de la inconsciencia con una convicción que pocas comedias se permiten sin ponerse a sí mismas la traba de algún contenido moralizante más o menos previsible. En cambio, aquí rige la ética de la amistad y de la embriaguez. Mucha de esa capacidad de contagio viene de la tremenda actuación de Justin Chon que es una especie de Bruce Lee de la comedia, tan expresivo para bailar como para desmayarse. Además, en el personaje hay algo cercano a la pulsión de muerte que vuelve desesperadamente ambigua su comicidad. La irresponsable ligereza con la que se maneja esa oscura posibilidad tal vez sea el punto más fuerte de esta sátira contra la madurez. De todas maneras, no hace falta llegar tan lejos, con lo que ofrece en la superficie –la gracia grosera, el ritmo loco, la simpatía inmediata– alcanza para ejercitar durante más de una hora y media los músculos de la mandíbula.
Jeff (Justin Chon), un adolescente cumple 21 años. A las 8 de la mañana del día siguiente tiene una entrevista para ingresar a la universidad en la carrera de medicina. Su padre, el Dr. Chang (Francois Chau), individuo violento y despótico, le deja muy en claro lo que sucederá si no está en condiciones de presentarse. Los amigos de Jeff le quieren festejar el cumpleaños sí o sí. Insisten un rato (no mucho), y todo comienza con una cerveza para luego desproporcionarse hasta el ridículo. El juego que proponen Jon Lucas y Scott Moore, guionistas y directores de “21, la gran fiesta”, es el de llevar al espectador por el camino del humor negro y escatológico que para ellos es graciosísimo, y a juzgar por el éxito que tiene ésta la película y sus predecesoras (“¿Qué pasó ayer?” I y II -2009/2011- a la cabeza), es lo que el público está buscando a la hora de elegir una comedia. Ya no importa el verosímil, ni las actuaciones, ni la coherencia. Todo está elaborado con la premisa de llegar a las situaciones más extremas a las que pueda someterse el cerebro, la boca, el culo, el estómago y el hígado humano. O sea todo lo que alguna vez tuvo sutileza y luego fue extrapolado por la serie Jackass de MTV. Así, es más lógico poner estas comedias como parte de la cultura contemporánea que analizar los valores cinematográficos que (no) tiene. La banda sonora es otro compilado de la música de moda. La puesta en escena es una fiesta de constante ponderación por el reviente. El montaje es funcional a la culminación de algunos gags, o a la anticipación de los mismos. No hay una sola escena impredecible o sorpresiva, porque justamente se busca lo contrario. Los diálogos que mantienen los personajes no sólo no sirven para construirlos sino que además parecen sacados de los miles de videos de you tube registrados con celulares en los cuales vemos que la realidad no está muy lejos de la ficción. Claro, esto será así hasta que ésta generación de jóvenes crezca y haya que inventar otra cosa para la que viene. Parece salomónico sectorizar al público entre los que gustan de este tipo de productos y a los que no. Es práctico incluso. Sucede que de cine dejamos de hablar luego del primer minuto. Disculpe.
Combinación entre Proyecto X y la saga de ¿Qué pasó ayer? , 21 la gran fiesta es básicamente –en todo el sentido de la palabra- un film concebido para la diversión de adolescentes que gustan de caer en excesos como sinónimo de diversión. No por nada Jon Lucas y Scott Moore fueron los guionistas de ¿Qué pasó ayer?, razón de su arribo a este debut en el que dedican sus mejores energías al humor guarro, desquiciado y absurdo, condimentos semejantes a los empleados en aquella comedia con Zach Galifianakis, Ed Helms y Bradley Cooper. El problema es que aquí, en lugar de ese eficaz trío, alma de esa película y su secuela, está el terceto de jóvenes Miles Teller, Justin Chon y Skylar Astin, dueños de una simpatía elemental y de escasas dotes como comediantes. Además el ingenio otrora puesto en juego en aquel guión aparece muy poco en esta trama sobre ese aplicado estudiante asiático arrastrado por dos amigos a celebrar a lo grande su cumpleaños número 21, sin considerar que a la mañana siguiente debe asistir a su entrevista de admisión a la universidad de medicina. El caos y el alcohol harán que el descontrol sea irremediable y allí estará la gracia de todo, dentro de un producto de aspiraciones mínimas. A pesar de lo antedicho se pueden experimentar un par de momentos de franca risotada y sin dudas que alguna parte del público para el que esta dirigido lo podrá disfrutar.
Si esto es la gran fiesta... Bueno, parece que los muchachos se coparon con "Proyecto X" y "¿Qué pasó ayer?" y decidieron armar un mejunje de ambas para adolescentes con ansias de vivir la joda loca, aunque sea a través de 3 descerebrados con poco carisma. He aquí la primera gran diferencia con los 2 títulos a partir de los cuales nace "21 & Over". El Wolf Pack tiene a 3 grosos de la comedia, con experiencia y carisma al por mayor; el fresco trío de la fiesta adolescente (Proyecto X) que termina en desastre contó con 3 pibes nuevos en escena, pero que sabían como involucrar al público y hacerlo sentir identificado con lo que se vivía en pantalla. Por el contrario, los protagonistas de "21 & Over" son 3 salames nada simpáticos que llevan el cliché de pendejo gringo sin cerebro a la enésima potencia. Chistes escatológicos, físicos, fijación sexual, juegos para emborracharse, desnudos y un poco de violencia, todos los ingredientes de la nueva comedia norteamericana estuvieron presentes en esta propuesta, pero el problema principal pasó por otro lado, el problema fue la falta de actuación de los protagonistas y la historia de fondo que por momentos era ridícula. Quizás estos actores con una dirección más cuidada habrían sido menos lastimosos, pero la verdad es que no convencieron en absoluto y producían rechazo, sobre todo el asiático cuyo idea de ebriedad era poner cara de idiota y correr por toda la pantalla. Quizás se pueda resaltar algún que otro momento de amistad y camaradería entre el trío protagonista y uno o dos gags divertidos, lo demás se queda en el camino y da la sensación de que los productores y el director pasaron más tiempo pensando en donde iban a poner la cámara para obtener la mejor toma de un vómito en vez de darle un poco más de atractivo a la trama. Si sos de los que disfruta de situaciones ridículas más allá de algún tipo de trama interesante puede que disfrutes un poco este producto, ahora si lo que estás buscando es una experiencia a lo "Proyecto X" o "¿Qué pasó ayer?", seguramente te decepciones a lo grande.
Otra celebración que no deja nada Adolescentes y jóvenes --de preferencia, varones--, en el tránsito entre el colegio secundario y la universidad. El público objetivo está más o menos claro y la ocasión de ver 21, la gran fiesta puede ser una juntada, una previa; la propia salida al cine en grupo... Un momento para reírse con todo y de nada. Quizás por esto es que permanece aún en pantalla, aunque en lo medular median cuestiones vinculadas con decisiones de las productoras y distribuidores. No obstante, poco se pierde desde el punto de vista espectador si se espera la salida en video. En concreto, es una película que viene con los avales de las dos ¿Qué pasó ayer? y que pretende trasladar su esquema a un contexto similar al de la saga American Pie . El resultado es un híbrido-mala copia de ambos. Jeff Chang --quien como todo mortal nació desnudo y gritando-- cumple 21 años. Aparenta haber cambiado y mucho, pero un par de tragos bastarán para revelar que, en lo básico, sigue siendo el mismo. Sorprendido por sus dos amigos de la infancia en el campus del colegio, es advertido por su padre de la importancia que, para su futuro profesional, tendrá la reunión de la mañana siguiente con el decano de la Universidad de Medicina. Por eso, Jeff se rehúsa a los festejos que sus amigos le tienen organizados. Pero la aceptación de una cerveza es suficiente para descarrilarse hasta lo imposible. Perdidos entre los bares, las habitaciones de las chicas y su propia inconsciencia, tendrán que ver el modo de regresar a tiempo y frescos para que Jeff cumpla con el mandato paterno. Si la gracia del guión de ¿Qué pasó ayer? radicó en el misterio de lo sucedido en horas previas al caos remanente de una despedida de soltero, sus guionistas y directores Lucas y Moore se encargaron de quitársela en su traslado a 21... al realizar un relato prácticamente lineal de las locuras juveniles, a excepción de la primera --brevísima-- escena donde los amigos regresan al campus desnudos y usando medias a modo de taparrabos. A partir de esos primeros minutos, una trama que pretendía originalidad, decanta en una serie de eventos, de tan vistos, agotados. Incluso --y literalmente-- algunos son de difícil digestión, mientras que otros parecen trasladados sin cortes de misoginia de las típicas películas de adolescentes de los 80. El trío de actores no es de lo mejor, pero transitan con holgura un título que basa todo su atractivo en los desmanes de los que pueden llegar a ser capaz un grupo con poco cerebro y la "licencia para matar" que creen encontrar en una ID de mayoría de edad.
La última caravana ¿Cómo podríamos definir a “21, la gran fiesta” (“21 & Over”)? Un cóctel tan variado como los que se beben los protagonistas: una mezcla de las más clásicas estudiantinas (de “Porky’s” y “La venganza de los nerds” a “American Pie”) con el salvajismo de filmes como “¿Qué pasó ayer?” (de los mismos guionistas, ahora también directores), el humor escatológico de la reciente “Proyecto 43” y unas cámaras movedizas al estilo de “El lado luminoso de la vida”. Todo eso con tópicos conocidos: los loosers de fiesta hasta morir, la chica inalcanzable de novia con algún bruto popular, y el mito de la universidad como el espacio de descontrol en la vida de alguien entre que es un joven impúber lleno de ilusiones y un adulto amargado. A los 21 años se tiene la edad legal para enfiestarse en cualquier lado, pero ha comenzado a terminar la fiesta: se empieza a envejecer (prematuramente), empiezan las responsabilidades y la vida comienza a ser miserable. “Dentro de diez años todos los que están en este bar estarán casados, con hijos y un trabajo aburrido; ¿y tú quieres pasar tu último springbreak trabajando?”, dice la bella Nicole. “Hay que hacer todas las locuras posibles mientras podamos”. También se recurre a jugar todo el tiempo con los prejuicios etnosociales: el asiático borracho que John Hughes ponía en “16 velas” ahora pasa al frente, porque es divertido. Y además (aunque se aclara que su familia tiene varias generaciones en Estados Unidos) tiene la determinación familiar sobre su futuro, como buen chino. “Ustedes son tan blancos”, les dice “JeffChang” (así le llaman, todo junto) a sus amigos cuando no lo entienden. Amigos que son Miller, un anglosajón white trash, mal instruido y sin futuro; y Casey, un atildado judío que ya se ve en un mundo de finanzas. Aventura forzada El simpático asiático cumple 21 años un día antes de una entrevista que su estricto padre le consiguió para una gran escuela de medicina (en el Norte se estudian tres años de pregrado y luego se entra a la carrera de grado). Los dos amigotes que tiene deciden obviamente llevarlo de caravana, la cual por supuesto se sale rápidamente de madre. En algún momento, habrá que rescatar al inconsciente Jeff y llevarlo a su departamento antes de que su padre lo venga a buscar, pero ¿dónde queda el departamento? Ahí empieza una saga que incluirá más fiestas (se supone que porque está por empezar el springbreak, pero en realidad parece un mundo de fiesta eterna), latinas enojadas y violentísimas, serbios con puntería de los que se burlarán con chiste de “Rocky”, chinas guarangas y mucho más. La clave es que la solución a un problema nunca es la más racional, sino la más disparatada, que trae otras complicaciones. A esto se suma una cierta pretensión de “mensaje”: el rescate de los valores de la amistad, el amor, la elección del propio destino y todo eso, que nunca viene mal. Atrevidos Los chistes craneados por Jon Lucas y Scott Moore funcionan, en general, especialmente con los espectadores que gustan del humor fuerte. En buena medida funcionan por el oficio de los tres zarpados mosqueteros: Miles Teller (Miller), Skylar Astin (Casey) y Justin Chon (JeffChang), que hacen verosímil lo imposible (y se exponen a cualquier cosa). Del resto del elenco, cabe destacar la intimidante presencia de François Chau como el Dr. Chang, y la frutilla de la torta: Sarah Wright como la damisela Nicole, delicada pero sorprendentemente bonita y fresca como una lechuga romana recién cortada: ella sola es uno de los puntos fuertes del filme. En definitiva: una hora y media para la carcajada gruesa, y la esperanza de que la vida pueda estar buena más allá de los 21 (y de que una Nicole se fije en nosotros).