Abraham Lincoln, cazador de vampiros es ideal para los que no pueden resistirse a los films "vampirescos", sean excelentes, pasables o de lo peor. Si bien brinda muchas secuencias de acción que no entregan nada que ya no se haya visto en una de vampiros, tiene momentos muy logrados como los de la fiesta y los del tren donde los efectos especiales...
Vampiros a caballo Aprovechando el nombre de Tim Burton desde la producción y con la dirección del ruso Timur Bekmambetov, la película aborda la figura del Presidente Abraham Lincoln en este combo de terror vampírico, fantasía y aventura. Como una suerte de Van Helsing, Abraham Lincoln (Benjamin Walker) arrastra desde niño el asesinato de su madre y, movilizado por la venganza, se lanza contra un ejército de vampiros que intenta adueñarse del país en tiempos de esclavitud. De joven inexperto se transforma, entrenamiento mediante con su compañero Henry Sturges (Dominic Cooper), en un ágil cazador con hacha en mano dispuesto a todo. Y forma un equipo con su amigo de la infancia Will Johnson (Anthony Mackie) para terminar con el villano de turno (Rufus Sewell). Entre combates en campos de batalla y un cargamento de "plata" que amenaza con terminar con las "criaturas de la noche", el director de Se Busca y Guardianes de la noche construye una película que no siempre convence por el recurso repetitivo de las luchas ralentadas al estilo Matrix y por el escaso suspenso que generan los malvados de la historia. Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros sabe aprovechar el recurso del 3D en algunas escenas, pero peca de exagerada en la secuencia de la cabalgata y en el final, desarrollado a bordo de un tren, donde todo está llevado al límite y los efectos quitan realismo al desenlace. El resultado es un film que se aleja del espíritu lúgubre que le hubiese impreso Burton y todo se ve como un ingenuo desfile de colmillos, balas de plata, vampiros a caballo y piruetas que dejan abierta la puerta para una continuación.
Una película que no muestra los colmillos El título de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros parte de una operación hermosa, creativa, desprejuiciada y potencialmente arriesgada: la de mezclar, cruzar órdenes tan disímiles como son la Historia, usualmente solemne y hasta sagrada, con las historias de terror, esas que hace tiempo pasaron de la literatura al cine y que se mueven con libertad en el terreno de la pura invención, sabiéndose ficciones. El guionista Seth Grahame-Smith (que también escribió Sombras tenebrosas) de hecho contó que el proyecto surgió cuando vio en la vidriera de una librería, juntas pero cuidadosamente separadas, estas dos cosas que marcan tendencia en el presente: por un lado, las biografías de personajes históricos; por el otro, la saga Crepúsculo (aunque ojo, los vampiros de Grahame-Smith no tienen nada de esa raza vegana; estos muerden, chupan sangre y más bien se parecen a un ejército de zombies). Pensándolo un poco, no es raro que a alguien se le haya ocurrido esta película sino que a nadie se le haya ocurrido antes (hay que decir que, si es por caricaturizar a los padres de la patria, el crédito local Washington Cucurto tiene su 1810: La revolución de mayo vivida por los negros, que publicó Emecé). Y así, puesta a mezclar géneros y subgéneros, la película también construye al presidente “histórico” desde los relatos míticos de superhéroes, cuando comienza por mostrar la muerte de los padres del pequeño Lincoln, y luego la conversión del adolescente en una máquina de matar vampiros (si es que se puede llamar así a un ñoño con chalequito que maneja un hacha), como si se tratara del Batman de Nolan. Pero Benjamin Walker -el actor que interpreta a Lincoln, exactamente igual a un jovencísimo Liam Neeson, si alguien puede imaginarse lo insulso que debe ser eso- se toma su tiempo para ingresar a la existencia, y lo logra apenas en algunas secuencias de seducción y juego con su futura esposa, una muy puritana Mary Todd (Mary Elizabeth Winstead, y les aseguro que ninguno va a reconocer a la rubia porrista de Death Proof / A prueba de muerte o a la irónica Ramona Flowers de Scott Pilgrim vs. The World en esta santa). La mayor parte del tiempo la película parece protagonizada por un signo de interrogación -y no estoy hablando precisamente de misterio-, que apenas mejora cuando la barbita y algunas arrugas sugieren que vamos a ver algo por fin bizarro en un viejito que mata vampiros, y ni siquiera llega a hacer un dúo interesante con su compañero y vampiro Dominic Cooper, parecido de lejos a Robert Downey Jr. (pero menos). Parece que todo es así con Abraham Lincoln: Cazador de vampiros; el protagonista se plantea como superhéroe pero después replica la imagen de presidente aburrido que enseñan en la escuela, la historia con Mary Todd amaga con ser romántica pero rápidamente deriva en cenas de dos personas super serias con mesa larguísima de por medio, el mundo poblado por vampiros asusta bastante poco aunque algunos planos parecían prometer los suspensos en bosques sombríos de La leyenda del jinete sin cabeza (y francamente no se ve acá la mano del productor Tim Burton) y, lo que es totalmente imperdonable, la película que prometía ser una fiesta de la invención -pero toda esa sangre burbujeante fue chupada por el demonio de la solemnidad- se vuelve tremendamente seria, al punto de desperdiciar el potencial delirio de contar otra historia de los Estados Unidos y su Guerra Civil, una que muestre los colmillos.
Esos malditos vampiros Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros (Abraham Lincoln: vampire hunter, 2012) funciona la primera hora de película, cuando plantea una historia clásica de venganza. Luego el relato se volverá pretensioso e insostenible. Con el acento puesto en la espectacularidad de las escenas de acción, los escenarios digitales y los asombrosos efectos especiales, el film queda vacío de contenido, aún cuando intenta remarcarlo con su histórico personaje. Al ser niño, Abraham Lincoln sufre el asesinato de su madre a manos del capataz que explota a todo el pueblo. Resulta que el tipo es un vampiro y Abraham (Benjamin Walker), para vengarse, deberá aprender las técnicas del “mata vampiros”. Su arma preferida es un hacha y así alterna su doble vida de político con la de asesino de criaturas de la noche. Mientras se trata de una historia de venganza la película es hasta entretenida, pero luego con Lincoln ya presidente, el paralelo entre los vampiros y la Guerra de Secesión es más que evidente y la idea de “limpiar el país del mal” se torna confusa, reaccionaria y ridícula. El best seller de Seth Grahame-Smith en el que se basa la película recurre a una descripción exhaustiva de protagonistas y vampiros. O al menos así queda evidente en el film que toca de refilón la dicotomía “vampiros-chupa sangre” en referencia a los señores burgueses que explotan/esclavizan a sus empleados, y sobre todo a los negros, aquellos por los cuales el protagonista estará dispuesto a dar la vida. Una película con semejante título debería tomarse el trabajo de explicar tal conexión entre el dieciseisavo presidente de los Estados Unidos y los vampiros a los que mata sin pudor. El film dirigido por Timur Bekmambetov, responsable de la insoportable Se Busca (Wanted, 2008), y producido por Tim Burton –que desde El planeta de los simios quedó condenado a realizar bodrios para la Fox- parece importarle muy poco el desarrollo narrativo de los personajes: sabemos más de Lincoln por historia que por construcción cinematográfica. Mientras que las alegorías vampíricas son obnubiladas por el despliegue visual de la película. Y es en esa parafernalia de efectos y acrobacias que Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros levanta vuelo y hasta entretiene un poco. No deja de ser divertido ver al presidente de EE.UU. que abolió la esclavitud desplazarse a los hachazos limpios frente a una multitud de vampiros, cual Neo en la Matrix. Ahora, si ése era el propósito, la película debería haber conservado el tono irrisorio de la historia y no tornarse demasiado seria sobre la segunda mitad. Toda la explicación sobre “el mal que enfrenta Lincoln presidente” es ridícula, innecesaria y superflua, dejando al film al borde de la parodia. Las frases “La historia recuerda más a las leyendas que a los hombres” o “La historia recuerda las batallas y no la sangre” pronunciadas en el comienzo de la película, se retoman con Lincoln presidente para reponer valores y objetivos patrióticos allí donde no eran necesarios. Tal vez -y esto es más un anhelo que una realidad- Tim Burton esté produciendo hoy las películas Clase B (que tanto adora) del futuro. Ésas películas imposibles que sólo el tiempo enseña a quererlas.
La historia no contada sobre uno de los héroes norteamericanos no resultó ser tan interesante. Historia: Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros es una adaptación bastante libre del libro que lleva el mismo nombre, escrito por Seth Grahame-Smith. Lincoln se convierte en cazador de vampiros al descubrir que a su madre la mataron los no muertos, así al tratar de buscar venganza se cruza en su camino al extraño Henry Sturges quien le enseñará todo en el arte de la caza de los chupa sangre. Inconsistencias: Timur Bekmambetov (director del film) es un hombre de gustos sencillos, le gusta la pólvora, el slow motion y los superpoderes en personas que no los tienen. Si seguimos por la linea de Wanted (Se Busca, 2008) vamos a ver que los elementos en la filmografía del ruso persisten pero no tienen ningún tipo de licencia para esta película, sino que hacen ruido y se ven absolutamente ridículos en figuras tan públicas como la del sexto presidente norteamericano. A pesar de que su guionista es el mismo escritor de la novela en la que se basa la película, el film se aleja bastante, creo que es una de las cosas que lastima bastante a la narración y muchas cosas se notan que están explicadas superficialmente. Motivaciones: El film deja de ser entretenido cuando nos deja de llamar la atención y su ridiculez se convierte en un carga mucho más pesada. Cosas que me cuestan aceptar (presten atención a la escena de la estampida de los caballos) y cosas que me hacen reír cuando indefectiblemente el realizador no esperaba esa reacción. Quizás el mejor acierto de la narración está en la relación entre Abraham Lincoln y su amigo de la infancia Will Johnson pero no mucho más, los diálogos se sienten fríos y acartonados sin una motivación real que lleve a los personajes a realizar ciertas acciones. La historia de la abolición de la esclavitud (principal punto que lo hizo grande a Lincoln) se transforma para que los vampiros puedan tener un papel más antagónico aparte de su monstruosidad ya que están a favor de tener esclavos para saciar su sed de sangre. Sin embargo esta faceta de Lincoln está tan mal desaprovechada que no sirve de nada tocar la historia si no se le agrega un trasfondo más importante para su ascensión política. Conclusión: Lo mejor que vamos a encontrar en Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros es su factura técnica, la fotografía es impecable y los efectos totalmente abrumadores, pero digamos que la tecnología no siempre hacen que la narración mejore. Una película que se olvidará pronto cuando Spielberg estrene su versión realista de Lincoln o quizás antes.
Vampiros del Sur A ver como empezar con esto, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. Como punto de partida la idea de tomar un personaje histórico y combinarlo con el fantástico podía resultar interesante. Esa posibilidad esta completamente desperdiciada en este espectáculo torpe carente de diversión. La película no funciona por varias razones. Para empezar, por el actor principal. La cara de nada de este muchacho Benjamin Walker (Lincoln) es abrumadora, por momentos (con los anteojos 3D puestos) llegué a pensar que era un muñeco hecho con digital pero no, era ser vivo nomás. Sin un personaje que nos meta en esa locura que estamos viendo es imposible. Aunque para ser justo debería cargarle esa responsabilidad al director, lo que hace Timur Bekmambetov es lamentable. Su única idea de acción es poner cámara lenta y mover la esa cámara alrededor de la imagen estática, al horno. Pasaron 20 años desde Matrix y algunos siguen insistiendo en esa como la acción cool. Otro tema es el porque Abraham Lincoln puede enfrentarse de igual a igual con los vampiros. O sea, ¿cual es la razón para poder ir saltando en medio de una estampida de caballos? Bueno, no voy a spoilear, pero voy a decir que esa justificación es tan patética que creo era mejor dejarlo sin explicación. Porque si acaso hay una falla tremenda en la película es el tono que maneja, ese de tomarse en serio. Existe una solemnidad abrumadora, con discursos ampulosos y una ausencia de humor injustificable para un film que trata sobre ¡Lincoln cazando vampiros! No se que estaba pensando este señor Bekmambetov pero lo que debería haber sido una fiesta se perdió en el camino de la gravedad. ¿Y que pensara la gente del sur de Estados unidos ahora que no solo tienen esclavos sino que también se asocian con vampiros para ganar la guerra? Al menos están los buenos del norte (que ganaron) y que en palabra del justo Abraham "expulsaron a los vampiros hacia América del Sur, Europa y Oriente". Unos genios. Que la idea de vejez sea empolvarle la cara de blanco a alguien es irrisorio. También ver a Lincoln avejentado (y ya presidente) tomando el hacha de nuevo para ir a matar vampiros. Pero ahí es donde uno puede vislumbrar el film que pudo ser, una idea absurda y divertida, y no esta película carente de desfachatez, presa de la rígida mecánica de Bekmambetov.
El director Timur Bekmanbetov (Se busca) evidentemente debe estar bancado por la Mafia rusa, ya que de otro modo no se explica que un realizador tan mediocre como él siga trabajando en Hollywood donde maneja presupuestos millonarios. Últimamente me di cuenta que existen los filmes malos y los que hace Bekmanbetov que están en otro nivel de ineptitud aparte. En realidad el problema ni siquiera es que sus producciones sean malas. Soy fan de Hard Rock Zombies, Night Train to Terror y Payasos asesinos del espacio exterior, que son malísimas pero por lo menos te morís de risa. El inconveniente con los trabajos de este sujeto es que hace filmes aburridos y descerebrados que encima están horriblemente filmados. Las secuencias de acción espantosas que realiza este tipo son indefendibles. Evidentemente el 2012 no es el año de Tim Burton, quien no sólo se dedicó a aniquilar a un ícono de los vampiros como Barnabas Collins en la impresentable Sombras tenebrosas, sino que además fue responsable como productor de este bodrio. Como historia de vampiros la verdad que es horrenda y la gran falla que tiene es que se trata de una producción que se toma extremadamente en serio a si misma con una propuesta que no resiste mucha seriedad que digamos. Timur Bekmanbetov realmente espera que el público se conmueva con los sufrimientos familiares que viven Lincoln en su lucha con los vampiros y sus discursos políticos. La narración en off de la trama es soporífera y hay momentos que ya no sabés si estás frente a una película o un audiolibro. Si por lo menos tuviera un poco de humor uno la podría disfrutar por el lado de lo bizarro, pero ni siquiera eso. El trabajo que hicieron con el maquillaje es penoso. No queda claro por qué al protagonista lo caracterizaron como Liam Neeson en lugar de Lincoln y por qué Dominic Cooper, el amigo vampiro del héroe, se peina como Ricardo Fort en pleno siglo 19. Lo mismo ocurre con la escena final que transcurre en un bar en la actualidad. ¿Para qué?¿Qué sentido tiene? Voy a dejar pasar que Lincoln se convierte en cazador de vampiros luego de pegarle a un árbol con un hacha. Ese es su gran entrenamiento. Esta es una película extremadamente tediosa por su duración sádica de 105 minutos que se hacen eternos con una historia que carece de tensión, emoción y suspenso. Las escenas de acción presentan un trabajo berreta de CGI, con sangre extremadamente artificial y un abuso descarado de la cámara lenta, que ni siquiera encontrás en las producciones de Roger Corman para el canal SyFy. Hasta Dinocroc Vs. Supergator tuvo efectos visuales más decentes. Que en pleno 2012 haya directores que en el trabajo con la acción todavía copien la primera entrega de Matrix, estrenada en 1999, es absolutamente patético. El concepto de Lincoln como cazador de vampiros daba para hacer algo bizarro y divertido y este film no es ninguna de las dos cosas. Simplemente un estreno olvidable que presenta la cara más mediocre de Hollywood.
El título informa y deja en claro que uno está entrando a ver algo súper bizarro y con poca coherencia. Así tiene que ser observada Abraham Lincoln. No pretende ser otra cosa que una película que nació seguramente de una charla entre dos guionistas borrachos en un bar... "te imaginás si fulano era en realidad tal cosa..." Las dos películas anteriores de este director realmente no me gustaron. Se busca con Angelina Jolie y la rusa Guardianes de la noche. Mucha computadora, mucho efecto especial sobre muñequitos animados simulando ser personas. Acá lo frenaron un poco, pero también era necesarios usarlos. La película cumple en la función de entretenimiento aunque tiene algunos baches en el ritmo en si. Si la hubieran estrenado hace 2 años esta película explotaba en los cines, ya que en ese entonces la gente quería ver cualquier cosa por ser 3D. Esta está filmada en 3D y si la comparás con la primera Furia de titanes es muy bueno el cambio y se nota el "verdadero 3D". En cuanto al uso que hacen de la historia, me parece bien que alguien juegue a reescribirla bizarramente. Está bien donde la insertaron y se aprovecharon de hechos ciertos para arrancar a contar todo. Es para verla con un vaso de gaseosa y pochoclos grandes. Seguramente la vas a olvidar pronto... pero en ese momento la vas a pasar bien.
La osadía que no fue Acción, con el ex presidente de los EE.UU. combatiendo contra seres de filme clase B. La propuesta tienta por lo osada. Imaginen algo así como Sarmiento: cazador de vampiros , con los vampiros en las filas federales. Analogía que, obvio, no es histórica sino cinematográfica. Un prócer -es decir: un hombre fuera de norma, condenado, con el tiempo, al estereotipo de bronce y la solemnidad- triturando a los hachazos a personajes de filmes de terror clase B. Tal desprejuicio atrae, ¿no? Y sin embargo, Abraham Lincoln...adolece de gravedad, de tomarse en serio, casi en contradicción con su propuesta. Otro problema es su desarrollo narrativo. Corrijamos: su falta de desarrollo narrativo. La trama y los personajes, siempre planos, funcionan como los de un videogame que, desde luego, no maneja uno. Las largas secuencias de acción -impactantes, aunque con efectos digitales demasiado ostensibles- se articulan a través de escenas que no le otorgan espíritu a la historia: están ahí, mecánicas, sólo para explicarnos las reglas del juego. Una pena. Algunos nombres también prometían. Nada menos que Tim Burton en la producción y Seth Grahame-Smith, que escribió Sombras tenebrosas , como guionista. El comienzo de Abraham Lincoln... muestra al que será el decimosexto presidente de los Estados Unidos durante su infancia: tras una pelea en la que defiende a un chico negro, su familia es agredida. Peor: a la noche, su madre es atacada por un terrateniente esclavista y además vampiro. Alegoría, algo obvia, sobre la condición chupasangre de los poderosos. O de algunos... Luego, la historia salta unos años, hasta detenerse en un Lincoln ya adulto, inflamado de deseo de venganza. Lo interpreta Benjamin Walker, clon de Liam Neeson joven, cara pánfila incluida. Acompañado e impulsado por un misterioso cazavampiros (Dominic Cooper), seguirá un derrotero mitad superhéroe (oscuro), mitad político en ascenso. Su arma es un hacha de plata, que él revolea canchero alrededor de su cuerpo, como si fuera un nunchaku, o usa para matar, con más espectacularidad que si gatillara pistolas. La épica de la Guerra de Secesión marca el cenit de la película. Lincoln, presidente; los vampiros, combatiendo para los confederados, feroces, con bayonetas y colmillos afilados. Escenas que, sobre todo en las salas 3D, deberían subyugarnos, pero que, apenas, nos asombran visualmente, sin arrancarnos la frialdad. En algún momento, se habla del futuro de los vampiros: en Europa, América del Sur y Oriente. La hipótesis del enemigo externo: el modo en que los Estados Unidos verían al mundo en los siglos XX y XXI.
Una propuesta irreverente que imagina a los Estados Unidos como un territorio invadido por hambrientos vampiros La premisa de este film prometía. Si es que a uno le interesan los films que combinan aventuras, acción y fantasías vampíricas. Es que la posibilidad de imaginar que uno de los próceres de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, era, además de presidente, cazador de chupasangres le agrega -en los papeles- un condimento cuando menos novedoso al resurgimiento de las películas de vampiros, que no parece cerca de agotarse. Aunque viendo este ejemplo del subgénero ya sería tiempo de que fuera menguando el entusiasmo de sus productores. Después de los vampiros románticos y "vegetarianos" de Crepúsculo ahora llegó el turno de los chupasangres esclavistas. Sí, porque según el guión de Seth Grahame-Smith -adaptado de su novela-, la guerra civil norteamericana tuvo como objetivo liberar a los esclavos de sus dueños, vampiros que los utilizaban como alimento. Una propuesta tan absurda e irreverente necesitaba de una dirección y un tono acorde. Algo que el realizador Timur Bekmambetov ( Se busca ) no pudo conseguir. En lugar de intensificar la locura y el absurdo de mezclar la historia de los Estados Unidos con la más pura fantasía en la que Lincoln aprende a usar un hacha enchapada en plata para cortar cabezas, Bekmambetov se pone serio. Y en lugar de la diversión -básica, pero diversión al fin- que la premisa inicial anticipaba todo es un poco tedioso. Especialmente cuando el relato insiste en meter sucesos reales de la vida y obra de Lincoln para equilibrar los fantaseados. Frente a la locura de imaginar que la madre del protagonista murió asesinada por un temible vampiro y que en busca de venganza el hombre se transformará en un cazador implacable de monstruos hay largos pasajes sobre su experiencia como estadista que detienen la acción y la vuelven bastante menos entretenida cuando se reanuda. Especialmente por el abuso de los efectos especiales, que cubre todo con un efecto de museo de cera digital del que resulta difícil abstraerse. Las cosas mejoran bastante cuando aparece el villano central de la historia, un vampiro llamado Adam, que el británico Rufus Sewell interpreta con el necesario desenfado. Algo similar hace Dominic Cooper, que con su personaje -guía y entrenador de Lincoln en sus tareas como cazador-, se parece mucho al mejor Robert Downey Jr. Tal vez, haber interpretado a su padre en Capitán América le haya contagiado algo de ese carisma y energía que Downey Jr. suele transmitir en pantalla. Que es exactamente lo que le falta a Benjamin Walker, el actor encargado de la difícil tarea de darle nueva y aventurera vida al bronce de Lincoln.
Un festín de sangre digital El director kazajo imagina la Guerra de Secesión como una batalla entre humanos y chupasangres por el control de la parte norte del continente americano. La deformación histórica y el chauvinismo explícito están a tono con la falta de sutileza para transmitirlo. Explicitada en trailers y sinopsis, la idea de imaginar a Abraham Lincoln cazando vampiros y a la Guerra de Secesión como una batalla entre humanos y chupasangres por el control de la parte norte del continente configura un muestrario más que fiel sobre adónde van –o pretenden ir– el director kazajo Timur Bekmambetov (Se busca) y el guionista Seth Grahame-Smith. Esto es, a una suerte de ucronía de la Gran Historia americana. Una Historia edificada a partir de apropiaciones de elementos ya concebidos, para luego simplificarlos y/o deformarlos a imagen y semejanza del target adolescente al que el bombardeo de marketing tras bambalinas apunta. Allí estarán, entonces, las piruetas en ralenti alla John Woo –eso sí, digitales– salpicadas con hectolitros de esa sangre artificial –eso sí, digital– tan típica del fenómeno post-300. Lástima que por allí también estén los machacones ideológicos trazados con el mismo fibrón grueso de Michael Bay. Basada en la segunda novela del propio Grahame-Smith (de lectura “divertida y escapista”, según el crítico de la Rolling Stone Peter Travers), Abraham Lincoln: cazador de vampiros comienza con el joven futuro presidente observando cómo Jack Barts (Marton Csokas) mordisquea las muñecas de su madre, situación más que suficiente para que el primogénito jure vengar su muerte. Ya adulto, se asociará con un coach hemoglobínico en vías de recuperación (Dominic Cooper, o el padre de Iron Man en Capitán América), quien lo envía a Nueva Orleans a la espera de órdenes para empezar la cacería. Ordenes que llegan mientras trabaja en una botica, estudia abogacía, flirtea con la pareja de un político y su posición pro-abolicionista de la esclavitud –el mejor amigo y mano derecha del protagonista es, claro, un negro– lo van empujando progresivamente a la política. ¿Establecer prioridades? No, qué va, mejor alternar la diplomacia con los hachazos limpios que es más divertido. La escalada de violencia aumenta al ritmo de las arrugas del Abe ficcional (Benjamin Walker). Violencia que se retrata a través de la ya mencionada estilización audiovisual, utilizando al 3D como mero chiche habilitante para el arrojo de sangre o demás elementos a la pantalla. Pero lo que generalmente denota pereza en el trabajo visual, a Bekmambetov le sirve para plantar bandera en medio de la poco favorable coyuntura vampírica. Aquí se deja bien lejos la pesadumbre eterna de los buenudos estilo Cris Morena de la saga Crepúsculo: si allí se sufre por la irreversibilidad de los costos humanos de la alimentación y, ay, la idea de placer es indisociable de la culpa, acá se chupan cuellos y muñecas por hambre, pero también como forma de defensa, de autogeneración de placer (ver la cara de Barts en la acción inicial) e incluso de dañar a un tercero, tal como le ocurre al socio converso de Abe, en una de las tantos quiebres argumentales predecibles. Lo que no es tan predecible es la llegada de un invitado indeseable al festín de sangre. La deformación histórica llega al punto máximo cuando se revisita la Guerra Civil, dando pie a la fantasmagórica presencia del director de Transformers. Y con él llega, claro, el final de fiesta. Al igual que en las películas robóticas, el problema no está en su mensaje patriotero y chauvinista o el posicionamiento de la cultura anglosajona y blanca tradicionalista como la salvación del universo. La cuestión es la obviedad y la falta de sutileza al momento de transmitirlo, que genera una cerrazón ideológica cuya consecuencia principal es la imposibilidad de contraponer la mirada del espectador con la preconcebida en la pantalla. Esos factores convierten a Abraham Lincoln: cazador de vampiros en una película de mirada obtusa que se vanagloria en la sangre de los norteamericanos. Literalmente.
Ni siquiera sangre o colmillos En un nuevo cruce de personajes históricos con elementos propios de la galaxia Hollywood actual, el film no encuentra ni busca el rumbo. No tiene ni un villano digno. Se veía venir y se produjo al poco tiempo. Si Sherlock Holmes, según la óptica del cine para adolescentes, es un aventurero que resuelve los dilemas en luchas cuerpo a cuerpo, y Edgar Allan Poe, en la más cercana El cuervo, se convertía en un personaje lejos de la literatura, no debe sorprender que Abraham Lincoln encarne a una especie de Van Helsing en estado catatónico. Nada impide que en el mundo cinematográfico mainstream, en la galaxia preconcebida y precocinada del Hollywood de estos días, se sucedan tales historias “originales” donde se cruzan nombres canónicos de la literatura y la política de los Estados Unidos con una estética proveniente de un videojuego. Menos aun que un discreto realizador (o “cocinero”) de origen ruso como Timur Bekmambetov exponga una historia donde sólo interesen las escenas de acción al estilo Matrix y una trama que parece escrita por algún iniciado en la cátedra de guión. Las dudas surgen cuando se descubre a Tim Burton en la producción, ya acomodado en el cine industrial con sus últimos títulos, menos originales que aquellos que hiciera en el siglo pasado. Sorprende su nueva faceta pero tampoco es para alarmarse: acaso el destino de Burton de ahora en más sea el de invertir dinero para formar replicantes de aquella original puesta en escena que representaban sus mejores films. El problema es que Bekmambetov sólo es un reflejo de aquel gran Burton, peor aun, aggiornado al modelo de cine de entretenimiento de estos días. Sorprende, y de sobremanera, que en Abraham Lincoln: cazador de vampiros no pueda construirse un personaje medianamente interesante ni tampoco un momento de tensión que vaya más allá de las reiteradas peleas entre dos bandos opuestos que, acuerdo a la débil concepción, parecen unos reflejos de otros. La excusa argumental es débil y sólo actúa como disparador: un joven Lincoln se convierte en un exterminador de chupasangres debido a su afán de venganza y justicia por la muerte de su madre. De allí en más, junto a un par de colaboradores (uno negro, por aquello que vendrá más adelante) saldrá a la caza de vampiros. Y acá está otro de los problemas de la película: la ausencia de un villano seductor, un sujeto siniestro que seduzca al espectador, un personaje que debido a su maldad transmita cierta complicidad de manera sutil. Como también era de esperar, la última parte se refugia en la actividad política de Lincoln y en sus prédicas pacifistas y democráticas previas al viaje final camino al teatro y a la función donde será asesinado. Es el único momento emotivo donde no se observa a ningún ridículo vampiro cerca del personaje. Tal como viene la mano no deberían sorprender otros futuros y extraños cruces en esta clase de cintas. Van un par de posibles títulos: Thomas Jefferson y las noches de luna llena y James Monroe y la maldición de Frankenstein. No parece imposible.
Vampiros, sureños y racistas Basada en la existencia de Abraham Lincoln, esta historia lo presenta con una doble vida. Un hombre de leyes y futuro presidente de los Estados Unidos, a quien el destino lo llevó a convertirse también en un hábil cazador de vampiros. Desde pequeño el protagonista tiene dos objetivos: la lucha contra la esclavitud, y vengar la muerte de sus padres. Lo que luego descubre nuestro héroe, es que los malvados a quienes debe enfrentarse para vengar a sus padres no solo son malvados esclavistas, también son vampiros, literalmente chupasangres. Con la ayuda de un extraño y oscuro personaje, el joven Lincoln aprende todo lo necesario para convertirse en un cazador de vampiros. Así su doble vida se pone en marcha, estudia leyes y profundiza sus convicciones, al tiempo que se va convirtiendo en un hábil y experto cazador. Lincoln sigue con su carrera, se casa, se convierte en presidente, y no abandona sus hábitos nocturnos. Es un hombre de fuertes convicciones, con un secreto que por momentos le pesa demasiado. Como es de esperar con la dirección de Timur Bekmambetov ("Wanted") y la produccion de Tim Burton, la película es dinámica, veloz, hace uso del humor y visualmente es tan extraordinaria como excesiva. No ahorra detalles sangrientos, monumentales peleas que van más allá de lo ridículamente imposible, y hecha mano a cuanto efecto en 3D puede haber, para mostrar a estos vampiros poseedores de una fuerza monumental, y más habilidades de las que generalmente tienen en otras películas, como resisitir la luz del sol o hacerse invisibles. Los humanos no se quedan atrás y despliegan hablidades de lucha tan extraordinarias, como coreográficas. Con la maldad encarnada en vampiros, que además explotan a las minorías, y la bondad representada por padres de la patria con habilidades de ninjas, la película no podría ser más simplista. Si bien la historia juega con esta doble faz, de prolibertad por un lado, y vampirismo por el otro. Visualmente es tan fuerte, y el guión tan flojo, que la ironía, o la metáfora, no tiene demasiado lugar, y con tanto peso puesto en lo sobrenatural, resulta ridículo escuchar un discurso de Lincoln, mientras un vampiro en 3D desangra a un soldado del norte. Entonces la película cae, por momentos, en una trivializacion de temas delicados, como la igualdad o la esclavitud, que no han sido culpa de seres sobrenaturales, sino de humanos comunes y corrientes.
VideoComentario (ver link).
El Nacimiento de una Nación ¿Cuántas formas existen de esconder el racismo? En 1915, D.W. Griffith inventaba el cine épico en Estados Unidos. Realizaba la primer obra maestra de la historia del cine. Ejemplo básico acerca de la técnica cinematográfica, de las posibilidades narrativas que brindaba la cámara como testigo de múltiples puntos de vista de una misma historia, de cómo trasladar la literatura de Dickens al relato estrictamente visual. Sí, Griffith fue un precursor e innovador. Pero también era racista. Eligió como excusa de su revolución cinematográfica contar la guerra de secesión desde un punto de vista sureño, el lado derrotado, exhibiendo al “negro” como culpable de la guerra, como si fuera un animal salvaje, primitivo, malicioso. Pintaba a blancos con betún y exhibía a los miembros del Ku Klux Klan como grandes héroes, mártires y salvadores. El Nacimiento de una Nación hoy en día es considerada una obra netamente racista que no merece ser recordada...
Revisionismo histórico al estilo siglo XXI Una vez entendido el título del film, no se aceptan quejas. Aquí el asunto tiene que ver con que el presidente de los Estados Unidos que murió asesinado por emancipar a los esclavos negros, en realidad estaba más atento a cazar a los vampiros que dominaban su país de Norte a Sur que por cualquier otra cosa. Solo Tim Burton podría entender la necesidad de contratar a un talento extranjero -el ruso Timur Bekmambatov, autor de la franquicia «Guardianes de la noche»- para filmar tamaño ejercicio de revisionismo histórico, ideado por Seth Grahame-Smith, al que le permitieron adaptar su novela original, tal vez por el excelente trabajo que hizo con el guión de la última película de Burton, «Sombras tenebrosas»). La trama adapta las regla del vampirismo a su conveniencia para que los no muertos puedan interactuar con sucesos históricos propios de la escuela elemental estadounidense. Además, sin importarle mucho las clases de historia, la película empieza a toda superacción, para mejor, aprovechando a tope el 3D digital como sólo lo haría un director ruso que nunca tuvo tantos juguetes tecnológicos a su alcance. Nada mejor en este sentido, ya que hay escenas nunca vistas en un film fantástico, empezando por una antológica estampida de caballos salvajes que sirve de marco a un duelo a muerte con un vampiro (todo en el más contundente 3D). Sin mencionar las distintas variaciones de matanzas de vampiros, o incluso los momentos épicos relativos a la guerra civil, condimentados con los exabruptos fantásticos que surgen del concepto general. Lo mejor es que, a pesar del delirio que supone la premisa argumental que convierte a una figura histórica en cazador de vampiros, el director logra aportar imágenes y climas lo suficientemente fuertes como para que el espectador tema por la suerte del personaje protagónico mucho antes de que ocupe su fatídico lugar en el teatro donde lo asesinaron. Tanto el actor Benjamin Walker como el film en general se sostienen mejor cuando el cazavampiros es un Lincoln joven aún no metido en política que cuando ya es Presidente en medio de la Guerra de Secesión. Pero aun en estos momentos, el delirio mantiene su insensata coherencia, logrando una gran ironía final sujeta a todo tipo de teorías conspirativas contemporáneas.
Uno de los presidentes más famosos de los Estados Unidos dedica sus noches a masacrar chupasangres. Desde chico, Abraham Lincoln (Lux Haney-Jardine en su versión niño, Benjamin Walker como el adulto) odiaba la injusticia. Con tan solo ver a los "amos" de sus amigos esclavos ya se le ponía la sangre a hervir, y sin importarle las conseciencias, iba a defender a los más débiles. Pero, en su más tierna juventud, presenció el asesinato de su madre, atacada por un vampíro, y eso lo cambiaría. Ya no le importarían los demás, sino solo su propia venganza, que intentaría cobrarse ya de adulto. Pero claro, no cualquiera puede matar a un vampiro. Al menos no sin entrenamiento. Ahí es donde aparece Henry Sturges (Dominic Cooper), un vampiro rebelde que le enseña las artes de matar. Con el tiempo, Abe comienza a hacerse un experto del manejo de las hachas, y comienza a cazar los vampiros que Henry le va ordenando, pero el nombre del asesino de su madre, Jack Barts (Marton Csokas) jamás llega. Asi va pasando el tiempo, Abraham se va impacientando y comienza a romper una de las reglas más importantes de los cazadores: no enamorarse. La bella Mary Todd (Mary Elizabeth Winstead) se mete en su vida y, automáticamente, comienza a estar en peligro. Pero los vampiros no buscan solo vengarse de Abraham, sino que pretenden algo más: la nación, y lo harán a través del pretendiente de Mary Todd, con ganas de vencer políticamente a Lincoln, que armará batallones de no-muertos en el ejército del sur, durante la Guerra Civil. Abraham Lincoln: Cazador de vampiros (Abraham Lincoln: Vampire Hunter, 2012) es una nueva película de Timur Bekamambetov, el responsable de Se Busca, y de la saga Guardianes de la noche y Guardianes del día, una excelente opción para los fanáticos del cine vampírico. En este caso, y con la producción de Tim Burton, la cosa no salió tan bien, y no por la falta de intenciones: la película está muy bien realizada, e incluso el 3D se ve atractivo. Pero, lamentablemente, se tomaron muy en serio la tarea de convertir a Abraham Lincoln, el 16to presidente democrático de los Estados Unidos, en un cazador de vampiros. Y no es que esto esté mal, sino que esta historia podría haber sido explotada con muchos más recursos de género, con comedia, absurdo y mucha sangre. Es verdad que la tercera aparece, y con creces, pero toda la película nos da la sensación de estar contando una historia real, y no una parodia. Tal vez esa haya sido la idea, pero con la temática, la solemnidad no funciona. Más allá de eso, la película tiene buenas escenas de acción, muy buenas actuaciones y, en general, entretiene, pero le falta algo que le de un guiño más fuerte al género del terror, en donde se ubica, ya que así, la obra queda a mitad de camino, tanto del terror como de la falsa biopic.
En muy poco tiempo los nuevos enfoques sobre clásicos infantiles, con la exitosa Snow White and the Huntsman y la pobre Red Riding Hood o las próximas Jack the Giant Killer y Hansel and Gretel: Witch Hunters, se han revelado como una fuente no del todo explorada de la cual extraer preciados recursos. Consciente de que el pozo eventualmente se acabaría, aunque la magia del reboot pueda relanzar franquicias ad infinitum, Seth Grahame-Smith (creador de Orgullo, Prejuicio y Zombies) trabajó sobre un concepto potencialmente inagotable: las nuevas perspectivas sobre figuras históricas. El segundo de sus libros, el primero en ser llevado a la pantalla grande, es Abraham Lincoln: Vampire Hunter, best-seller que ve en los motivos de su éxito como novela las razones de sus fallas como adaptación cinematográfica. De la mano del kazajo Timur Bekmambetov, director de Wanted, el futuro 16º presidente norteamericano avanza en su formación como soldado en la lucha contra las fuerzas de la oscuridad. Combate hacha en mano a sus representantes sobrenaturales, una legión de vampiros con base en el Sur, y posteriormente a los humanos, a los sureños esclavistas, armado de los conocimientos e ideales que le darán un lugar en la Casa Blanca. Su revisionismo histórico plantea un vínculo entre ambos enemigos, con una siniestra trama oculta que aborda temas "serios" como la esclavitud y la Guerra Civil, y signa la suerte de la Nación con un intenso derramamiento de sangre de vivos y muertos. Lo cierto es que Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros sigue siendo un rótulo fuerte que difícilmente encuentre a algún desprevenido. Dos puntos separan ambas partes de una película que se balancea entre la autobiografía y la burla, con un dudoso equilibrio que perjudica el resultado final. En sus libros, Grahame-Smith se dedicó no solo a incluir aspectos sobrehumanos en historias ya conocidas, sino que se puso a la tarea de sumarlos cuidadosamente previa copia de los estilos originales. Este detalle, que lo ha convertido en el abanderado de la literatura clásica paródica, tal como muestra el profundo conocimiento sobre la figura del Honesto Abe, es la razón fundamental por lo que la película falla. Probablemente alentado por los millones de copias que ha vendido, el autor siente un profundo respeto por su propio trabajo e incurre en el error de tomarlo con demasiada seriedad. Alejado de la conclusión que cualquiera puede obtener con la sola mención al título, procede a ignorar el motivo de su escrito y la razón de ser de su obra. Abunda en diálogos ampulosos y solemnes, vive la historia como la cuentan los libros, como si cada línea fuese una cita textual. La clave se encuentra en que trata de darle a su guión, al igual que a su novela, una pátina de credibilidad que en más de un momento lo lleva a perder el rumbo. En secuencias como el combate en el tren o la pelea a caballo, se ven las posibilidades que estaban al alcance, con un Lincoln de los excesos en un festín ridículo que, de haber continuado, habría entregado un mejor resultado. También allí se encuentra lo buscado por Bekmambetov, más preocupado por el funcionamiento del digital (el efectismo del 3D con los ojos brillantes de los vampiros, por ejemplo) que por el desarrollo de un argumento. El temor a aquello que plantea es lo que marca el destino de la película, inmersa en un compromiso a medias. El miedo a meterse en forma completa con una figura histórica lleva a acabar con una propuesta que no es autobiográfica ni del todo paródica, ni respetuosa con su personaje ni libre en su tratamiento, sino una mezcla pobre de todo.
Si les puedo ser sincera, con ese nombre no esperaba grandes cosas de este film. De todas maneras, a veces vale la pena limpiar un poco la cabeza de prejuicios y ver qué presentan. La película empieza con un narrador reflexionando sobre la historia, de cómo se recuerda la gloria de las batallas por sobre la sangre que se derrama y de cómo la gente convierte a un hombre en un mito. Así es como nos presentan a un Lincoln entrado en años y que reflexiona sobre su diario íntimo en donde está escrito lo bueno y lo malo…y su lucha contra las sombras. Para aquellos que conocen algo de la vida de este gran y polémico hombre, van a disfrutar los guiños que se ven. Su relación igualitaria con todos los hombres, su hambre por aprender (él siempre fue un autodidacta), lo cerrado de su círculo social. OK, de ahí a verlo con hachas de plata decapitando vampiros hay un abismo. Ni qué decirles cuando ven que los soldados sureños en la Guerra de Secesión eran casi todos vampiros. De todas formas, claro está, no busca parecer realista. Tiene una serie de efectos sonoros excelentes y rara vez usa el silencio o los ruidos incidentales. Todo parece subrayado. La imagen, muy al estilo de Wanted (la más famosa por estos lados del director Timur Bekmambetov. Mismo a cargo de esta producción) es cercana al videoclip, congelando acciones por momentos que luego terminan en una velocidad diferente (generalmente ralentizadas). Honestamente, no puede no parecer entretenida desde lo visual. hora bien, Abraham es interpretado por Benjamin Walker que toda la película me recordó muchísimo a Liam Neeson hasta que descubrí por qué: interpreta a Kinsey (en la que también actúa Neeson) en la adolescencia. El chico no parece un genial actor, pero tampoco la historia pedía más que destreza de él. Creo que Lincoln era un hombre solemne y, como tal, es difícil darle una “forma humana”. Dominic Cooper (Mamma Mia, La duquesa) interpreta a Henry, su maestro que tiene una buena encrucijada pero, otra vez, es más llamativa la historia y la tratativa visual que lo que interpretan los actores. No creo que nadie pueda decir que se aburre en esta película. Claro, puede no gustarte, podés pensar que es realmente de una irrealidad que no te permite “entrar” en la fantasía, pero aburrirte, es difícil. Al menos es la excusa para terminarse el balde de pochoclos.
Con la produccion de Tim Burton, buenos actores y una buena reconstrucción de época, esta película toma la idea arriesgada y bizarra de explicar la guerra del norte y el sur en los EEUU con presencia de vampiros, Estos están afincados en el sur, se alimentan de los esclavos, por ellos nadie reclama y cuando llega el enfrentamiento, transforman a todos los soldados en vampiros. El gran cazador de estos seres es Abraham Lincoln, que primero los elimina de a uno y en la batalla final los elimina de su país. El relato con un cierto tufillo a discriminación del norte y sur, funciona como un entretenimiento raro pero efectivo.
Una nación de monstruos Sin lugar a dudas pocos cineastas contemporáneos reúnen el conjunto de requisitos necesarios para encarar un proyecto tan enajenado como Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros (Abraham Lincoln: Vampire Hunter, 2012), algo así como una relectura histórica en clave de terror a cargo de Seth Grahame-Smith, un verdadero especialista en novelas sustentadas en conceptos ridículos que terminan convirtiéndose en best sellers. Así las cosas, fue el realizador ruso Timur Bekmambetov quien encabezó la inefable adaptación cinematográfica y definitivamente decidió reincidir en muchos de sus rasgos estilísticos. Combinando una vez más la violencia extrema en cámara lenta y un tono narrativo relativamente desquiciado, la película continúa el camino trazado por las también bizarras Guardianes de la Noche (Nochnoy Dozor, 2004) y Guardianes del Día (Dnevnoy Dozor, 2006), aunque sin el éxito de aquellas: quizás el principal problema de esta suerte de “propuesta clase B con presupuesto” lo encontramos en la morosidad autista del guión, responsabilidad del propio Grahame-Smith. Mientras que la idea matriz pide a gritos un pulso satírico, el convite en cambio entrega una seriedad hueca que le juega muy en contra. La trama gira alrededor de la vida del decimosexto presidente norteamericano, siempre trastocando determinados “puntos de quiebre” de su devenir personal y trayectoria política en función de introducir -aquí o allá- a los temibles chupasangres. La primera mitad está centrada en su juventud, la muerte de su madre a manos de un señor con colmillos prominentes, su posterior deseo de venganza y el entrenamiento en el particular menester al que hace referencia el título; la segunda parte salta directamente a su gobierno y la Guerra de Secesión, ofreciendo la hilarante alternativa de un sur esclavista de neto corte vampírico. Si bien las dos “vocaciones” de Lincoln cuentan con un desarrollo en paralelo bastante convincente para lo que se podría esperar, el opus cae en las mismas torpezas de Se Busca (Wanted, 2008), la anterior aventura hollywoodense de Bekmambetov: así lamentamos la ausencia de salidas cómicas, la insipidez del derrotero dramático, un elenco que no consigue destacarse y ese cúmulo de escenas de acción que no son lo suficientemente gore ni alcanzan los estándares técnicos actuales. Uno termina deduciendo que -ganase quien ganase la Guerra Civil- siempre acabaríamos padeciendo la misma nación de monstruos…
Presidente a prueba de colmillos "Abraham Lincoln: cazador de vampiros" no pasa de ser una película más del género, sin gracia y con muy pocas emociones. Una dudosa virtud de Abraham Lincoln: cazador de vampiros es que no consigue ser voluntaria ni involuntariamente graciosa, pese a su título que promete una ensalada histórica condimentada con sangre. Ya no hay película del género que no se permita una sonrisa para mostrar los colmillos. Por eso descoloca esta evidente falta de sentido del humor en un producto cuya supuesta garantía de calidad es la firma de Tim Burton en el rubro producción. Pero lo único que se puede esperar de la presencia del director de El jinete sin cabeza en una película no dirigida por él es la calidad de las brumas y los pantanos en la ambientación. Nada más. Ese aire viciado se ha convertido en la atmósfera oficial del siglo XIX y aquí vuelve a repetirse con la puntualidad y la perfección que sólo exhiben los lugares comunes. Todo el esfuerzo argumental de Abraham Lincoln: cazador de vampiros consiste en hacer coincidir algunos episodios de la vida real del prócer norteamericano con una historia fantástica. El argumento plantea que la madre de Lincoln fue asesinada por un vampiro y es la sed de venganza el primer impulso que conduce a su hijo a convertirse en un gran hombre. Por supuesto, antes debe aprender a enfrentarse a sus temibles enemigos y para eso recibe lecciones de un vampiro hereje que lo recluta para combatir a su estirpe maldita. Como en una película que trata en estos términos la historia de los Estados Unidos no podía faltar la exageración megalomaníaca, la lucha entre Lincoln y los vampiros hace cambiar de escala incluso a la terrible Guerra de la Secesión. Ya no es sólo una serie de batallas de los Estados del Norte contra los del Sur por la supremacía política y económica del país, sino una conflicto del bien contra el mal. El mamarracho ideológico es tan obvio que parece concebido por una brigada antiamericana. Mejor es quedarse con la única gran escena de acción que contiene la película: un pelea entre Lincoln y el vampiro que mató a su madre en medio de una estampida de caballos por una larga pradera que termina en un precipicio. Algo es algo: dicen que Abraham Lincoln vs los zombis es mucho peor.
¿A quién se le ocurriría mezclar personajes históricos reales con monstruos de la cultura popular? Al escritor Seth Grahame-Smith. Primero lo hizo en Orgullo y Prejuicio y Zombies, extravagante reinterpretación de la obra de Jane Austen, que espera su adaptación al cine. Sí llegó a la pantalla grande la versión de su siguiente libro, y producida por Tim Burton: Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. Mucho antes de dedicarse a la política, Abraham Lincoln (Benjamin Walker) presenció el asesinato de su madre. Consumido por la culpa y la rabia, busca al homicida, que resulta ser un chupasangre. Y uno de miles: tienen su base de operaciones en el Sur del país, donde esclavizan a gente de raza negra y se alimentan de ellos. Entrenado por Henry Sturges (Dominic Cooper), un misterioso y algo libertino caballero, y armado con su fiel hacha bañada en plata, comienza a masacrar no-muertos a diestra y siniestra. Pronto descubrirá que la palabra es tan o más fuerte que la violencia, y ascenderá hasta convertirse en el primer presidente de los Estados Unidos por el partido Republicano. Pero los seres de las tinieblas están dispuestos a dar batalla, y Lincoln no tendrá más remedio que retomar la cacería en persona. El título hace pensar en un delirio, y lo es, pero de una manera atípica. El director ruso Timur Bekmambetov le imprime su estilo, que puede disfrutarse en sus films Guardianes de la Noche, Guardianes del Día y Se Busca: secuencias de acción tan inverosímiles como sorprendentes (incluye persecución a través de una estampida de caballos), cámaras lentas, personajes con una cualidad inusual de la que deben hacerse cargo... Detalles que hacen pensar, si no en una comedia, al menos en un producto decididamente trash. Pero no: tiene un tono melancólico, trágico, con un rigor histórico bastante cuidado. Los más terribles episodios de Norteamérica en aquellos tiempos (la esclavitud, los enfrentamientos entre el Norte y el Sur) están justificados por la nefasta influencia de los bebehemoglobina. Por extraño que parezca, esta combinación de chifle sobrenatural y seriedad funciona milagrosamente bien y nunca deja de ser entretenida. Los vampiros de esta historia son un poco diferentes. Se mueven a la luz del día y no pueden matarse entre ellos, así que deben acudir a mortales para lograrlo. A la hora de combatirlos, se usan armas hechas de plata. Benjamin Walker sale bien parado en su primer papel importante. El parecido con Liam Neeson no es casual: su debut cinematográfico fue interpretándolo en una versión joven en Kinsey, el Científico del Sexo, dirigida por Bill Condon, director de La Saga Crepúsculo: Amanecer 1 y 2, que incluyen vampiros. A su vez, el actor irlandés estuvo por encarnar a Lincoln en el inminente biopic de Steven Spielberg, pero fue reemplazado por Daniel Day-Lewis, otrora candidato a hacer de Drácula en el film de Francis Ford Coppola. ¿Vieron cómo todo tiene que ver con todo? El resto del elenco, cumplidor. Siempre hay que destacar a Mary Elizabeth Winstead, nueva joven musa del cine fantástico y amor imposible de todo nerd contemporáneo. Aquí es Mary Todd Lincoln, la fiel y sufrida esposa del presidente. Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros es un inusual mash up que, sin alcanzar nunca niveles de genialidad, sirve para distraerse un rato... y fantasear con otras mezclas extravagantes. ¿Sarmiento contra los licántropos? Ahora les toca a ustedes.
A veces tanta acción y adrenalina no son la mejor medicina. Aquí se toma la figura de quien fue el decimo sexto Presidente de los Estados Unidos: Abraham Lincoln (1809 –1865), el primero por el Partido Republicano. Este fue un fuerte oponente de la expansión de la esclavitud en los Estados Unidos. Lincoln ganó la nominación del Partido Republicano en 1860 y fue elegido presidente a finales de ese año. Esto es solo para hacer una referencia, se toma solo el personaje para realizar una historia de ciencia ficción, mezclando algunos hechos de la realidad. La película está dirigida por el ruso Timur Bekmambetov (“Se busca”; “Guardianes de la noche”) y es escrita por Seth Grahame-Smith (Sombras tenebrosas), quien también escribió la novela y en la producción Tim Burton y Jim Lemley. Se puede ver en 3D, en 2D, subtitulada y doblada. Todo comienza con la primera víctima, la madre de Abraham Lincoln, que es asesinada por una criatura supernatural. Lincoln (interpretado por Benjamin Walker) se enfrente a lo largo de los años a un riguroso entrenamiento para vengarse de quienes lo dejaron sin familia. Él pasa sus días con un hacha en una de sus manos, el filo de esta arma contiene plata, con ella va matando a todos los vampiros pero como es de esperar desea matar al líder de los vampiros Adam (Rufus Sewell - lo vimos en: "El ilusionista"; "Corazón de caballero"), todo su desarrollo se va mezclando entre los temas políticos y la Guerra de Secesión. Contiene alguna referencia sobre los ricos que explotan a los pobres y sobre todo a los negros, en parte estos son unos vampiros porque les chupan la sangre de alguna manera. El reparto principal se completa con: Mary Elizabeth Winstead ("Destino final 3") que interpreta a la esposa de Lincoln, Anthony Mackie interpreta a Will Johnson un amigo negro de su infancia, Dominic Cooper ("Capitán América: El primer vengador"), en su personaje como Henry Sturges quien lo ayuda al protagonista en esta caza de vampiros, pero tiene un secreto. La película es entretenida, tiene suspenso y en un principio resulta interesante, como algunas frases: “El tiempo no espera a ningún hombre”, pero tantos efectos especiales, mucha fantasía, acrobacias, explosiones, acción, cámara lenta, tiene mucho de la película “Matrix “, exceso de imágenes suspendidas, hay escenas largas: en un tren interminable y otra en medio de una manada de caballos, y hasta resulta absurda, una pena dado que se podría haber aprovechado mas y su guión no resulta ni sólido ni convincente.
Signado por largos colmillos “Abraham Lincoln, cazador de vampiros” muestra la expresión de un nuevo género que trata de recrear personajes y clásicos de la historia transformándolos en material de ciencia ficción. Adaptada de un best-seller, el filme tiene como protagonista al presidente de los Estados Unidos, reconocido por su lucha contra la esclavitud, una faceta que aquí se liga a una historia personal signada por sus contactos con los seres de colmillos largos y de la noche. Los eventos de la vida de Lincoln están recreados de modo que siempre aparecen ligados a los vampiros y esa premisa representa una restricción al relato. Lo mejor pasa por el entrenamiento del futuro mandatario para vengar la muerte de su madre, manejando un hacha y sobreviviendo a una estampida de caballos. Pero la mezcla de esos hechos fantásticos con la vida real del prócer norteamericano hace que el filme pierda parte de su magia, aunque tal vez logre interesar a los más jóvenes que de la mano de los efectos especiales quizás quieran asomarse a la vida de ésta y otras personalidades de la historia. El director Timar Bekmambetov logra dar forma a una película entretenida aunque con algunas limitaciones.
La realidad convertida en una excelente ficción Cuando Abraham Lincoln es un niño ya se veían sus ideales defendiendo la abolición de la esclavitud ya que su mejor amigo era un niño de color. Todo cambiará en la vida del joven Abraham cuando su madre muere víctima de una rara enfermedad, pero él sabe que fue mordida por un vampiro. Toda su vida se convertirá en encontrar y matar a la bestia que mató a su madre. Pero en un encuentro fortuito con Henry, un hombre misterioso y conocedor de los vampiros, lo convierten en un cazador de estos monstruos. Allí comenzara está historia de ficción, que tomando hechos reales, va llevando a tratar de ver a Lincoln como un hombre común que de pronto se convertirá en un superhéroe. Incluso juega con algunos hechos históricos y hasta con el porqué del querer llegar a ser presidente de los EE.UU. Obviamente que es una ficción donde se toma un personaje real como protagonista, pero esta escrita y también muy bien realizada. El film hace creíble lo increíble y maneja muy bien los ritmos y durante el film el público no tendrá respiro, ya sea por la acción o por la información que otorga. Obviamente se disfrutara mejor si se tiene un pequeño conocimiento de la vida de Lincoln, pero esto no es un obstáculo. Tim Burton no se equivoco al elegir este libro para llevarlo a la pantalla grande ni en poner como director a Timur Berkmabetov. Berkmabetov ya había deslumbrado por la acción del film “Se busca”, y ahora vuelve a encontrar en este libro un medio para desplegar todo su conocimiento en películas de acción. La actuación de Benjamin Walker se luce en el papel de Lincoln otorgándolo de una mezcla de timidez con valentía y con coraje. Rufus Sewell vuelve a convertirse en el malo de la película, papel que le sienta muy bien. “Abraham Lincoln - cazador de vampiros” es, para quienes les guste tanto el género de vampiros como la acción, un muy buen film para ver y disfrutar.
Cosa curiosa, con esta película pasa exactamente lo contrario que con la nueva El vengador...: una historia disparatada que requería un tratamiento igualmente disparatado se ve perjudicado por lecciones de historia de los Estados Unidos dignas del peor Billiken. El título promete irreverencia, descalabro, absurdo y diversión. El “honesto Abe” es testigo de cómo un vampiro mata a su mamá, se vuelve con el tiempo asesino de chupasangres y, al mismo tiempo, un gran político, hasta que tiene que pelear de nuevo contra los íncubos porque apoyan al Sur esclavista. Y resulta que lo que mata al film es el enorme, demasiado pesado respeto que se tiene por Lincoln, que termina siendo una figurita de cera en unas secuencias y un aventurero ridículo en otras. El realizador Timur Bekmambetov (Se busca, Guardianes de la noche) es un especialista en acción alocada, pero no en contar una historia o crear personajes que nos causen empatía. Y es justamente en esto último en lo que el film termina fallando: hacía falta ser mucho más incorrecto.
Empecemos por los finales del filme que, a esta altura, es por demás conocido, o bien podría intuirse. En el primero, aclarando que éste Abraham Lincolns, el presidente de los Estados Unidos de América, es ubicado allá por los años 1860/1865, cuando muere. El Segundo final esta dado por el propio filme, en el que nuestro héroe de bronce no era un luchador de ideas claras contra la esclavitud, sino que su lucha estaba orientada a hacer desaparecer del territorio de los EEUU cualquier vestigio de vampiros chupasangre. También lo logra, pero a medias. La leyenda al final de la narración dice que los vampiros emigraron hacia América del Sur, Europa y Asia. Tal desacierto de pavadas parece estar en consonancia con lo que el deterioro de la cultura en general, y de la educación en particular, en el denominado material para adolescentes. Equilibrar hacia abajo, no vaya a ser que se engendren adolescentes pensantes. Todo esto produce engendros como versiones idiotas de grandes textos, como, por ejemplo, llevar a la orbita vampirezca la historia de “Romeo y Julieta” en eso que se llama “Crepúsculo” (2008). Igualmente, dentro de esta variable, podemos encontrar la tergiversación del personaje lógico deductivo de Sherlock Holmes en un patotero de armas llevar, y mucho más cercano en el tiempo, pero con la misma excusa de cine para “adolescentes, sintetizando la vida real de un genial escritor en un sinfín de acciones que nada tenia que ver con Edgar Allan Poe. El director Timur Bekmambetov le pone más énfasis a todos aquellos elementos que llevan a la acción de los personajes, pero sin justificarlos demasiado. Al joven Abraham Lincoln sólo lo mueve la sed de venganza. Él fue testigo del asesinato de su madre en manos de un vampiro humano, o en los colmillos, para ser más exactos. Un argumento demasiado débil para sostener un relato centrado en una figura mítica de la historia de la humanidad, no sólo por lo que lucho contra la esclavitud en su país, sino también por sus conceptos de democracia y de libertad. Nada de esto ni siquera se insinúa en esta realización. Pero el joven Lincoln, en su ansia desesperada de justicia por mano propia, se topa con Henry (Dominic Cooper), un experto en como matar vampiros, quien terminará siendo su maestro y mentor en la materia. Todo esta muy poco desarrollado, mal estructurado, puesto sin otro objetivo que la funcionalidad estética, y ese oficio del manejo masturbatorio de la cámara, con los ralenti y la violencia excitante. Para colmo realizado con una solemnidad que, a priori, desde el tiíulo no se podía preveer pues daba la sensación, también a priori, de intentar ser un texto irreverente. A punto tal que las subtramas, como al historia de amor entre Lincoln y su esposa, o la de su ascenso político, quedan fagocitadas por la solemnidad con que trabaja la idea de una invasión de vampiros en el gran país del norte. Hace unos años los chicos identificaban a Beethoven con un perro San Bernardo, culpa del filme “Beethoven” (1992). Espero que los adolescentes de hoy no crean que Lincoln fue un Van Helsing americano la versión para este continente de la obra “Drácula” de Bram Stocker, y eso que ambos tienen el mismo nombre de pila. Si en cambio hubiese trabajado desde el absurdo otro hubiese sido el resultado. Todo aquello que transita hacia el tedio podía haberse transformado en risueño. La mala configuración, construcción y desarrollo de los personajes, la casi nula situación de conflicto común con un antagonista, Adam (Rufus Sewell), interesante desde la presentación, algo así como el vampiro jefe, quien parece ser el único en darse cuenta que esto no va en tono de seriedad. Demasiado poco, sólo algo de falso virtuosismo en la constitución de algunas imágenes, algo de la vedete actual el 3D, y mucha sangre injustificada.
¿Dónde están esos vampiros, ahora? Quien crea que va a ver algo en la línea de Van Helsing, con esa carga de cine de acción vertiginoso y vampiros, sepa que eso está en Abraham Lincoln: cazador de vampiros, la nueva propuesta del director de Se busca. Por eso la película nunca decae por completo, porque a pesar de sus defectos, Timur Bekmambetov es un buen director de acción. Pero si es una propuesta apenas mediocre, es porque al igual que en Se busca surgen algunos problemas de guión que afectan la totalidad de la película. El film presenta un relato donde la figura histórica caza vampiros, perseguido por una convicción que tenía desde su niñez. Lo que pasa luego es el momento en que vemos cómo nuestro personaje va de su infantil venganza a un enfrentamiento con las fuerzas oscuras en su totalidad. Hasta aquí, todo parece ordinario, pero hay una vuelta de tuerca interesante: aparece en primer plano el paralelismo político, con el vampirismo asociado a la esclavitud y Lincoln a, como no, la libertad. La evolución del personaje está asociada a su vida, convirtiéndose en un largo trayecto a su ascenso político. El paralelismo es grosero y maniqueo (Sur = malo / Norte = bueno), pero si se piensa en las contradicciones que atraviesa el personaje, uno entiende que es una película que toma fuerza en su protagonista. Sin embargo hay una evolución muy marcada del tono de la película, moviéndose bruscamente de la acción al drama, y acá es donde comienza a descompaginarse todo. Benjamin Walker (Abraham Lincoln) parece moverse cómodo, al igual que el cineasta, dentro de la acción pero no en el drama. Hay una serie de elipsis torpes y elementos que aparecen sin contexto alguno, además de secuencias con un intenso y grave tono dramático para las cuales no se genera ni la más minima empatía. Esta distancia obedece a un registro que ya no tiene continuidad alguna con el tono que venía teniendo la película ni desde lo técnico, ni desde lo actoral, generando un film desprolijo al que no lo salva siquiera su electrizante clímax en la secuencia del tren. En todo caso, más allá del entretenimiento eventual que ofrece, cabe preguntarse dónde, bajo qué forma, viven esos vampiros esclavistas ahora.
Colmillos y hachazos Sí, es una película que muestra al prócer norteamericano hachando vampiros a diestra y siniestra, pero es mucho más entretenida de lo que parece si uno se deja llevar. El director Timur Bekmambetov ("Guardianes de la noche", "Se Busca") se une con la productora de Tim Burton para dar vida a una historia bizarra, que mezcla el cine clase B con el mainstream, que debe ser vista como lo que representa, un entretenimiento experimental que combina el mundo fantástico y oscuro de Burton con la excentricidad de Bekmambetov. Por supuesto no estamos ante una obra maestra del cine fantástico de acción, pero si es mucho más pasable y atractiva que otras propuestas vampíricas varias como la saga Twilight o el Van Helsing de Stephen Sommers que realmente fue una basura. La trama tiene cierto grado de elaboración, por momentos seduce, interesa al espectador sin subestimarlo y siempre le deja en claro que está viendo al luchador más fervoroso de la abolición de la esclavitud manejar un hacha cual maestro kung fu para cortar vampiros en pedacitos. No intenta engañar, y eso es muy valorable. No es un entretenimiento para toda clase de público, estarán aquellos que sólo por el nombre de la propuesta decidan pasarla por alto, están los que aceptarán ir a verla y saldrán indignados y también están aquellos que sin mucha expectativa y con ganas de entretenerse un rato se llevarán un sorpresa agradable que los transportará a la dimensión bizarra de un pasado paralelo. Repito, no es una peli trascendente en lo absoluto, pero entretiene con buenos efectos, secuencias de peleas dinámicas, la estética burtoniana y una historia que safa decorosamente del ridículo al que muchos la condenaban. Lo estúpido no es ver la película, sino verla tratando de filosofar acerca de si es fidedigna a ciertas cuestiones históricas, el tratamiento que hace sobre la esclavitud, la guerra de secesión y demás yerbas... muchachos, el título lo dice todo, es para pasar un momento de cine clase B con el toque de dos locos talentosos del séptimo arte. Y sí, el protagonista es una mezcla perfecta entre los genes de Liam Neeson y Eric Bana.
¿Quién dijo que 2 horas del ex presidente quizás más famoso de Estados Unidos matando vampiros podía ser una buena idea? Por lo menos el infinitamente mediocre Timur Bekmambetov (director de Wanted y Day Watch) así lo creyó cuando se puso al hombro este proyecto. ¿Y quién mejor que Tim Burton para apadrinar semejante barrabasada?. Lo que desde su premisa parece un chiste, pese a que el cine nunca ha tenido inconvenientes en presentar versiones apócrifas de la vida de distintos personajes históricos y/o ficticios, aquí se lleva a cabo con absoluta torpeza tanto desde lo narrativo como de lo visual. Penosamente Hollywood nos tiene mal acostumbrados a padecer este tipo de guiones en donde todo lo que se muestra ya se ha contado previamente con igual o peor vulgaridad. La historia comienza con un joven Abraham Lincoln que ya asomaba a sus casi 10 años su pasión por la integración racial, lo cual parece verosímil comparándolo a la realidad, pero luego nos enteramos que su verdadera motivación para entrar en la política fue vengar a su madre quien fue asesinada por un vampiro cuando el bueno de Abe era menos que un púber. Y es ahí donde se supone que nos tenemos que olvidar de cuanto sepamos sobre la guerra civil norteamericana y sobre el decimosexto presidente de Estados Unidos porque la historia aquí presente divergirá más que ligeramente de lo que conocemos como real. Pero por todos estos motivos, ya viendo el trailer se sabía más o menos por donde iría la historia, por lo cual aquel que se permita el atrevimiento de acercarse al cine para ver esta cinta, quizás lo haría esperando al menos entretenerse con eso que los americanos llaman "Eye-candy", es decir, una película en la cual se busca como distracción los efectos especiales, la fotografía o quizás los aspectos más bien técnicos o visuales que Hollywood tanto se encargó de estandarizar en su cine. Ahora bien... más allá de la controversia generada por el 3D y el respectivo uso de sus anteojitos para poder visualizar dicho gimmick, el problema que presenta la película del director ruso es que se ve pesimamente mal. Más de la mitad de las escenas se encuentran mal iluminadas y el ruido digital se encuentra presente en prácticamente todas las tomas, cuando es evidente que no fue una decisión estética, sino un error. Sin mencionar además que en la mayoría de las tomas en las cuales vemos a Lincoln vociferando frente a multitudes alcanzamos a distinguir que donde debería haber extras hay en cambio modelos 3D de humanos mal texturizados. Como si fuera poco, el abusivo maquillaje digital de los vampiros carece de detalle y nos hacen extrañar las viejas prótesis que supieron llevar famosos vampiros como Tom Cruise y Gary Oldman en otras producciones del género. Entre tanto corte de estilo videoclipero innecesario y distracciones visuales varias, Abraham Lincoln: Cazador de vampiros se vuelve un verdadero fastidio audiovisual símil y pareja a una de las últimas producciones de Bekmambetov, Wanted.
ALGO ABRAHAM HECHO Estuve en varias funciones en la que los espectadores de la sala alrededor mío veían interesados un avance. Había sangre, monstruos y atrapantes momentos de acción. Pero ni bien concluía y aparecía el nombre del film al que pertenecía dicho avance, estallaban las risas. No se podía culparlos ya que esas carcajadas incrédulas tenían una razón de ser. Después de todo, ¿quién puede tomar en serio algo llamado ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS (ABRAHAM LINCOLN: VAMPIRE HUNTER, 2012)? Curiosa y lamentablemente, en la respuesta a esa pregunta yace el principal problema de lo nuevo del director Timur Bekmambetov (SE BUSCA). Su risible (aunque cool) nombre era el perfecto punto de partida de lo que debería haber sido un producto completamente bizarro, al mejor estilo Robert Rodríguez o Sam Raimi. Pero sus responsables desaprovecharon la idea y no lograron explotar al máximo la ola de locura, violencia y diversión que podrían haber generado. En lugar de eso, cometieron el error de tomarse la mayor parte de la película demasiado en serio, creando un pseudo-biopic del decimosexto presidente norteamericano - con su historia de amor y ascenso a la política incluidos -, pero agregándole una poco explorada trama de vampiros, momentos muy ridículos, patriotismo yankee al palo y un abuso descontrolado de efectos digitales flojísimos. ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS entretiene pero decepciona bastante, es seria pero a veces estúpida y sus 105 minutos de duración son una constante y cansina lucha por ver que clase de film quiere ser. El problema es que, cuando por fin se decide, decide mal ¡Ah, y hay una escena con unos caballos que da vergüenza! Cuando era niño, Abe Lincoln (Benjamin Walker) vio a su madre morir en manos de un vampiro. Al crecer, decide dedicar su vida a vengarla, convirtiéndose en un letal cazador de chupasangres con la ayuda de un mentor: Henry (Dominic Cooper). Su lucha lo llevará hasta la Casa Blanca y, una vez convertido en presidente, Lincoln continuará peleando para deshacerse de los vampiros y salvar a su país de la oscuridad, durante la Guerra Civil. De eso trata ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS y es interesante ver como lograron entrelazar la historia oficial del presidente con su verdadera naturaleza de cazador. Pero en ese entrelazamiento se perdieron cosas y se agregaron otras que no deberían estar. La película arranca muy bien, con mucha violencia, acción, frescura y algo humor. Es cuando más se acerca a un film biográfico cuando empieza a decaer. Los aspectos románticos y políticos del guión ayudan darle veracidad a los hechos y a enriquecer el personaje de Lincoln, pero escenas como las que comparte con su prometida, por ejemplo, desmoronan todo lo que se venía construyendo. Esos momentos cursis o serios no logran encontrar cabida en una película con algunas secuencias sumamente violentas, delirantes o flasheras (la pésima persecución sobre los caballos o la escena final, por decir algunas), y viceversa. Pero no hay suficiente oscuridad, no hay suficiente locura. El resultado es un pastiche que en más de una ocasión no funciona al preferir mantenerse lo más fiel posible a la historia real, en gran parte de su metraje (pero no en todo). Esta constante indecisión (¿es seria o es bizarra?) hace que se quede a medio camino entre lo que seguramente será LINCOLN (2012) de Spielberg, y BUBBA HO-TEP (2002) - esa extravagante delicia cinematográfica en la que Bruce Campbell interpretaba a un Elvis Preasley retirado que luchaba contra una momia -. Su libreto también presenta incontables fallas y clichés - giros dramáticos demasiado obvios, momentos estúpidos y sub-tramas o personajes poco trabajados (el villano, etc.) -, al igual que sus efectos especiales, de los que abusan a pesar de no estar a la altura de lo que quieren mostrar (¿Ya mencioné la escena de los caballos?). Pero obviando algunos de esos FX, el film funciona bien visualmente. Hay un correcto uso del 3D y de cámara lenta, y grandes momentos de violencia, sustos, combate y acción (¡A excepción de la escena de los caballos! ¡Ahhhh, qué horror!). Y a pesar de todos sus errores - y con la ayuda de la muy buena interpretación del ignoto Benjamin Walker y su hacha bad-ass -, debo decir que ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS logra su cometido de entretener des-cerebralmente y de no desmoronarse por completo ante el propio peso de su risible (aunque cool) nombre.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
Hay cosas que sólo pueden ocurrir en Norteamérica y Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es una de ellas. Imaginen tomar a un venerado padre de la patria y lanzarlo contra una horda de zombies en una de las ideas mas sacrílegas que uno haya escuchado en la vida. Todo esto salió del coco de Seth Grahame-Smith, un tipo al que se le ocurrió mezclar literatura clásica con el género de terror, y terminó por descubrir una auténtica mina de oro. En una próxima horneada tendremos la oportunidad de apreciar otro hit de este auteur, Orgullo y Prejuicio y Zombies, la cual se encuentra a la espera de su inminente rodaje en los estudios de Hollywood. Ciertamente mezclar ficción clásica (o personajes históricos, como es este caso) con una trama de terror suele devenir en un licuado que resulta tan fascinante como bizarro. La idea de Grahame-Smith no difiere demasiado de la esencia del género de historia alternativa - p.ej. los dichosos escenarios en donde Hitler gana la Segunda Guerra Mundial -, en donde se toma algo conocido por todo el mundo y se genera una versión radicalmente diferente. Mientras que la historia alternativa fantasea con escenarios posibles (qué pasaría si...?), la ficción alternativa de Grahame-Smith no cambia en lo más mínimo la base de una trama o una historia archiconocida, pero le encuentra otro significado a los sucesos más trascendentes de la misma. Por ejemplo, decir que el personaje X no murió de difteria sino a causa de una mordedura de vampiro, o que la Guerra de Secesión fue en realidad un conflicto entre humanos y vampiros, los cuales no querían desprenderse de los esclavos ya que eran una fuente fresca e inagotable de sangre. En sí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros no deja de ser una humorada nerd. Es necesario conocer la versión seria del tema - la historia real de Lincoln - para apreciar en su justa dimensión el chiste que nos quiere hacer Grahame-Smith. Como los yanquis son muy devotos de sus próceres - conocen hasta lo que desayunó el día que fulano se fue a la batalla de mengano, o cuándo le metieron una bala en el coco a zutano -, seguramente se deleitarán con los pormenores tergiversados que inventó el autor. Para el resto, esto no es mas que la historia de un superhéroe del siglo XIX, dedicado en su tiempo libre a exterminar chupasangres. Cuando el filme encarrila por ahí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es divertida. Cuando se pone seria y estoica - recreando los grandes momentos históricos de los cuales Lincoln fuera realmente el protagonista - el filme se achancha terriblemente. Incluso diría que lo histórico atenta contra lo narrativo, forzando a que el relato de saltos para cumplir con las fechas, batallas, citas y discursos memorables del barbudo protagonista. La película camina mucho mejor durante la adolescencia de Abe, ya que es un periodo más informal y en donde la trama tiene mayores libertades narrativas. La primera hora es buena. Como al mando está Timur Bekmambetov (Wanted, Nightwatch), la acción está filmada como los dioses. Hay una disparatada persecución en medio de una estampida de caballos, y algunas sangrientas peleas a hachazo limpio que parecen salidas de Matrix - otra que hacha time -. El problema es la segunda hora, en donde entra a jugar fuerte la historia real del personaje y que termina siendo un parche encajado con fórceps. Mientras que en los primeros 60 minutos el protagonista era un cruzado enemigo de los vampiros, de pronto descubrimos que el tipo largó todo, pasaron como quince años, y se convirtió en presidente norteamericano. Ok, la excusa es que el tipo sigue peleando pero esta vez desde la política - como detalle original, resulta que los vampiros utilizan a los esclavos como fuente fresca de sangre y por eso Abe decide abolir la esclavitud - y, como los vampiros son racistas y sureños, se levantan en armas provocando el estallido de la Guerra de Secesión. Pero el relato va a los saltos y la credibilidad se fuerza de una manera terrible. En especial en el climax, en donde la acción pasa de espectacular a absurda, y en donde ocurren tantas cosas ilógicas que a uno le provocan ganas de abuchear a la pantalla. En sí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es como ver dos películas juntas. La primera hora está buena, la segunda es más estoica y traída de los pelos. Es entretenida sin ser emocionante, y me da la impresión de que toda la premisa daba pie para generar algo con más gracia (o al menos, que se tomara a sí misma mucho menos en serio). Según entiendo, el libro era mucho más enciclopédico y entretenido, y acá transformaron la historia en un espectáculo de acción para satisfacer a Bekmambetov. Como sea, es una pelicula ok que no amarga a nadie pero que tampoco hará historia... por lo menos hasta que nosotros nos despachemos con algún simil criollo del estilo de José de San Martin, exterminador de chupacabras, o Manuel Belgrano, matador de pomberos.