Pecado de omisión Beda Docampo Feijóo es un director formado en la década del 80 y eso se nota en Francisco. El Padre Jorge (2015), una película narrada, filmada y actuada como hace tres décadas atrás, donde es más lo que se omite que las verdades que intenta revelar. Se destaca la medida interpretación de Dario Grandinetti como Jorge Mario Bergoglio. La primera biopic sobre Jorge Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires que se convirtió en el Papa Francisco, está contada por Beda Docampo Feijóo a partir de algunos retazos de su vida. Basada en el libro de la italiana Elisabetta Piqué, la historia lleva el punto de vista que esta periodista italiana pudo reconstruir después de entablar una amistad con Bergoglio durante el cónclave de 2005. La película comienza en Buenos Aires con Ana (Silvia Abascal como el alter ego de Piqué) y su pequeña hija realizando un “tour papal” por los lugares típicos donde Bergoglio ejercía su tarea sacerdotal. Esto servirá para desde una serie de flashbacks trasladar la trama a la infancia, adolescencia y juventud, ofreciendo un leve pantallazo de su acercamiento a la religión y sus primeros pasos como sacerdote. Después la trama transitará por el periodo entre el cónclave que eligió a Ratzinger, la renuncia, y su posterior elección, con algunos momentos claves imposibles de evitar como su rol en la dictadura militar, aunque por supuesto dejándolo muy bien parado. Con una estructura narrativa cercana a una revista Billiken y un desfile innecesario de estrellas nacionales en roles pequeños para poder hacerla aún más atractiva, Francisco. El Padre Jorge peca de omisión. Es más lo que se oculta que lo que se muestra. Algo que va en concordancia con la finalidad de la película y cuál es la imagen que se quiere instalar. No hay referencia a nada que lo perjudique y se lo pone en un lugar más cercano al bronce que a lo real. De sus dichos homofóbicos por supuesto no hay referencia alguna. Se entiende que la intencionalidad de la película es realzar la figura de Bergoglio, limpiarla de cuestionamientos y aprovechar esta “moda” sobre el argentino más famoso del mundo para explotar el producto a nivel internacional. Lástima que el resultado artístico hubiera podido ser un poco mejor que al de una vieja telenovela mexicana y el narrativo un poco más cercano a la historia de un hombre con virtudes y defectos que a la de un dios terrenal inexistente. Aunque duela siempre es mejor la verdad que la mentira.
No hubo milagro Docampo Feijóo (Los amores de Kafka, El mundo contra mí) construye un panegírico sobre la figura de Bergoglio/Francisco sin riesgo ni demasiado rigor. Segundo exponente cinematográfico del año centrado en la historia del Papa después del documental Francisco de Buenos Aires, de Miguel Rodríguez Arias, Francisco. El Padre Jorge es una mera aglomeración de retazos de la vida de Jorge Bergoglio que nunca levanta vuelo ni intenta ser algo más que una oda al Sumo Pontífice. Basado en el libro Francisco. Vida y Revolución, de la periodista argentina radicada en Roma Elisabetta Piqué, el film comienza con una joven periodista española (Silvia Abascal) haciendo un recorrido papal por Buenos Aires junto a su hija. A partir de ahí, la película irá del presente al pasado y de ahí nuevamente a la actualidad para mostrar distintos momentos trascendentales de la vida de Bergoglio, siempre con la amistad entre la europea y el sudamericano como eje. Por la pantalla pasarán la elección de su vocación, el surgimiento de su faceta social y, claro está, su rol en la dictadura, etapa limitada a una serie de referencias a sus acciones en defensa de los curas jesuitas desaparecidos. Torpe, previsible y pulcra, Francisco. El Padre Jorge omite cualquier detalle histórico que vaya en contra de la idea de mostrar a un hombre entregado en cuerpo y alma a una convicción inexpugnable. Sin riesgo ni rigor alguno, la de Feijóo es apenas una hagiografía papal.
Sin fe en el cine Desde un comienzo resultaba poco probable que una biografía cinematográfica de Jorge Bergoglio fuera hoy un film complejo y plagado de matices. Pero siempre existe la posibilidad de que aparezca algo distinto e inesperado. Pierdan ya las esperanzas, por supuesto, porque lo más esperable fue finalmente lo que pasó. Las biografías cinematográficas pueden ser muy distintas, eso se sabe. Desde las más tibias a las más arriesgadas, desde la completas, como La vie en rose, a las que solo eligen un fragmento pequeño de una vida, como Capote. A veces la película se vuelve más famosa que la vida del personaje elegido, como puede ser el caso de La lista de Schindler, a veces puede dejar una imagen más poderosa que la que el propio personaje ha legado, como ocurrió con Lawrence de Arabia. Incluso las puede haber sutiles y con el personaje solo como excusa para contar otra cosas, como Cazador blanco, corazón negro . Puede parecer un género fácil, pero no lo es. El peor de los pecados que suelen cometer esas películas es hacer una versión acartonada, indulgente, no solo con el personaje sino también con todo lo que ha rodeado su vida. Si Francisco El padre Jorge fuera una película sofisticada, se la podría leer incluso desde un lado político, pero tal vez sea un esfuerzo excesivo para una película con objetivos y herramientas tan pobres. Elegir como personaje principal de un biopic al Papa Francisco limita las posibilidades de complejidad o polémica, aunque tampoco las impide, claro. No hay excusa para hacer una mala película. Basado en el libro de Elibabetta Piqué, la película cuenta el trabajo de Bergoglio adulto, repasa diferentes momentos de su infancia y juventud y finalmente los días previos al comienzo de su papado. Esteticamente, la película parece filmada hace treinta años y algo parecido a eso se ven en un elenco no demasiado motivado por la historia. Dario Grandinetti tarda casi todo el film tan solo en hacernos creer que es Bergoglio, cosa que no logra en ningún momento. Nos puede hacer creer que es un religioso, pero no Francisco. Parece una mala película filmada hace treinta años, algo resulta insólito desde todo punto de vista. Las actuaciones, las situaciones, todo es antiguo, fuera del cine actual. No era obligatorio hacer un film tan básico para retratar al Papá. Cuánto mejor es una película, más fácil es sumarse con ganas al proyecto, más allá de su ideología. Acá hay un número alto de actores/personajes secundarios que son también una sombra de los clichés del cine argentino de los ochenta. Los actores y personajes secundarios merecerían un capítulo aparte. Hayan existido o no, sean reales o no, igualmente sin patéticos para el mundo del cine. La historia parecía estar servida. Pero cuando no hay vocación o herramientas para hacer una película, lo más probable que se termine en un raro híbrido como este. En su afán indulgente, la película pierde su alma. En su terror a ofender a alguien, simplifica todo hasta límites insospechados. Solo deja un puñado de villanos tan mal retratados que son un puntapié en el buen gusto y la sutileza cinematográfica. Por querer reverenciar a un personaje lo termina transformando en algo que no es. Lo convierte en un cartón pintado, le quita gracia, le escatima las mejores cualidades de un personaje cinematográfico. Algunas escenas van a provocar risas no buscadas y en más de un momento el espectador se preguntará seriamente acerca de las razones por las cuales se hicieron ciertas escenas.
La vida de película de Jorge Bergoglio La trayectoria de Jorge Bergoglio estuvo signada desde su adolescencia por su enorme voluntad de servicio, por su humildad y por una inclaudicable vocación. Ya convertido en sacerdote, se dedicó a recorrer lugares donde los desamparados necesitaban una mano amiga y una sonrisa bienhechora. El director Beda Docampo Feijóo tomó como referencia el libro Francisco, vida y revolución, de Elisabetta Piqué, para internarse en los primeros años de la existencia de Bergoglio, el momento en que decidió tomar los hábitos hasta llegar al cónclave que lo consagró Papa. Esta parte de la historia es relatada por Ana, una periodista española que siguió sus pasos y estuvo presente en todos los actos. Se ve su adolescencia y a su familia, dispuesta a apoyarlo en su vocación sacerdotal, y prosigue con los actos de servicio que lo llevaron a convertirse en arzobispo de Buenos Aires. "Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos" decía en cada una de sus oraciones. Su estada en su ciudad natal y sus viajes hacia Roma van puntuando la historia hasta llegar al papado, mientras que la periodista que siguió hasta ese momento su existencia comprende que no se equivocó al ungirlo como un ejemplo de humildad. Darío Grandinetti le aportó calor y simpatía a su interpretación de Bergoglio, mientras que la actriz española Silvia Abascal compuso con ternura el papel de la periodista. Un elenco de relevantes figuras sirvió de adecuado marco a este film que revive esos años de pasión y de humildad que convirtieron a Jorge Bergoglio en el papa Francisco.
Retrato de un hombre con fe y convicciones El realizador Beda Docampo Feijoo cuenta la vida del jesuita, desde su infancia hasta su designación como Papa en el Vaticano. El film va alternando diferentes épocas y pone el acento en el hombre que lucha contra la explotación laboral, la droga y la corrupción. El director Beda Docampo Feijoo -quien acredita títulos como Debajo del mundo, Buenos Aires me mata y Amores locos, entre otros- asume la compleja tarea de llevar al cine la vida del Padre Jorge -Darío Grandinetti- en un relato que va alternando diferentes momentos en la vida del jesuita que logró no sólo el apoyo popular sino una perseverante lucha contra la explotación laboral, la corrupción y la droga. Muchos podrán criticar el tono blanco y, por momentos ingenuo de la historia, pero el realizador logra una pintura emocionante del hombre, más allá de su posterior designación como el Papa Francisco. Como en toda coproducción, en este caso argentino española, también aparece en el elenco una periodiasta española -Silvia Abascal-, quien luego de conocer a Jorge Bergoglio en el cónclave de 2005, está dispuesta a escribir su historia. manteniendo un estrecho vículo con él. Desde una infancia y adolescencia en el seno de una familia que no veía con buenos ojos la inclinación del joven ante el "llamado de Dios", pasando por el muchacho que prefería la lectura, el primer amor y la presencia de sus amigos, hasta el hombre que se convirtió en Arzobispo de Buenos Aires, y luchó contra instituciones, trabajó en las villas y combatió un pasado militar lleno de peligros y "sugerencias" molestas, a las que nunca escuchó. En el numeroso elenco desfilan Leticia Brédice, como una guía de turismo; Eugenia Alonso, como la secretaria y monja que está firme a su lado; Alejandro Awada, Jorge Marrale y Leonor Manso, entre otros. Darío Grandinetti escogeel tono pausado, los gestos mínimos y un andar lento para encarnar al personaje central en esta película que abre el abanico narrativo hacia varias direcciones que anclan en una historia de amor, fe y convicciones. Sobre el final del film se puede ver al verdadero Papa Francisco en imágenes documentales en esta producción ambientada, y con cuidada recreación de época, que elige varios escenarios para contar su verdad.
No será ni la primera ni la última película en la que retratan su historia. Varios son los proyectos que están en puerta contando la vida de Jorge Mario Bergoglio, -que fuera Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Primado de la Argentina-, y que en el momento en que pensaba jubilarse, retirarse hasta esperar su reencuentro con Dios, llega esa designación como Sumo Pontífice, que es una revolución no sólo hacia el interior de la Iglesia Católica sino para muchos que, por diversas cuestiones estaban alejados de la fe o eran indiferentes a la religión. “Francisco, El Padre Jorge”, tiene la virtud de recalar en el libro de la vaticanista, que antes fuera cronista de guerra, Elisabetta Piqué: "Francisco. Vida y Revolución". Ella fue la que posó sus ojos en ese Cardenal compatriota, que algunos pensaban era la piedra que utilizarían los conservadores para sacar de carrera a Carlo María Martini en el cónclave en el que fuera elegido Benedicto XVI. Luego de la renuncia de Benedicto, en el nuevo cónclave, Elisabetta, vuelve a tener ese presentimiento, lo comunica a sus editores. Recuerdo haberlo leído en el portal de noticias de La Nación, donde ella colabora y al día siguiente, esa profecía se cumplió, Jorge Mario Bergoglio se convertía en el primer Papa latinoamericano con el nombre de Francisco. El libro de Elisabetta, que cuenta 10 años en la historia del Padre Jorge, es recogido por Beda Docampo Feijóo (coescritor con María Luisa Bemberg de Camila y de Miss Mary), otro puntal que completa con un elenco de grandes actores como Darío Grandinetti que encarnará al personaje principal en su edad adulta; un fresco Gabriel Gallicchio que será Jorge en sus años de juventud; Silvia Abascal, española ella, será la periodista que sigue los pasos de ese Cardenal al que un día conoció en el Vaticano y luego reencontró en Buenos Aires para devolverle un pañuelo (historia ficcionada en parte para incluir el rol de Elisabetta Piqué pero con un ingrediente que también la compromete con la figura de Francisco de una manera más cercana y personal), Jorge Marrale, como un amigo de la vida, más joven, cuyo paso por la Compañía de Jesús marcó su vida aunque no llegara a ser cura; Leonor Manso como esa abuela italiana que acompaña a su nieto en una decisión inquietante para la madre interpretada magistralmente por Laura Novoa, que quiere que Jorge sea médico, pues ser sacerdote, según ella, no le reportará nada bueno. Imperdible la escena dramática, exagerada con la pasión italiana, como si fuera una ópera donde repudia esa elección vocacional de Jorge. También se destacará Pablo Brichta, en la piel del almirante Massera, al que Bergoglio tiene que enfrentar para salvar la vida de dos seminaristas palotinos y a Alejandro Awada, un periodista oscuro, que critica y acciona en contra de la figura de Bergoglio quien no se amedrenta ante las amenazas porque escucha, como pastor, la angustia de su pueblo ante la injusticia, ante la corrupción, ante todo disvalor. Grandinetti, unos meses antes de comenzar el rodaje estuvo en la audiencia que concede el Papa a los fieles en la Plaza de San Pedro y dijo al respecto en un reportaje para el suplemento Valores Religiosos del matutino Clarín: "Estoy muy atraído por su personalidad, es un jesuita, sabe mediar y aprecia la ironía", afirmó sobre Francisco. "No le pedí nada. Habría sido una estupidez. Preferí observarlo, forma parte del trabajo físico que deberé desarrollar. Entendí una cosa que me conmovió. Logra entrar en contacto en serio con la gente". Si bien fue buena la elección de Grandinetti, por su trayectoria habiendo interpretado a otras personalidades argentinas, en este caso, aparece mucho más alto y un poco más apresurado que Bergoglio al hablar. De todas maneras, los episodios y frases elegidas, hacen que uno se olvide de los detalles físicos y termine viendo al Padre Jorge. Más acertado fue ubicar a Gabriel Gallicchio como Bergoglio joven: una cara no tan conocida, con esos gestos, con esa pasión que uno imagina corría y corre por las venas del Sumo Pontífice. La historia va a comenzar en el año 2013 cuando Ana, una periodista española junto a su hija viajan a Buenos Aires. Realizan el tour papal visitando los lugares en los que creció Bergoglio mientras se van mostrando vistas de la ciudad y suena “Balada Para Un Loco” en versión instrumental. La guía es Leticia Bredice. A partir de de ese momento, revisaremos el álbum de fotos de todos aquellos con los que se cruzó Bergoglio en su camino al Vaticano: sus homilías, sus consejos, su lucha contra la corrupción, los niños, los enfermos, la cultura del descarte tan anidada en las grandes ciudades donde la indiferencia hace aún más doloroso el día a día. También, podremos enterarnos de sus gustos musicales y literarios y algún deslumbramiento por un alma gemela antes de darse cuenta de que su vida era enteramente para Dios al servicio de todo el que lo necesitara. El filme va a dedicarse sobre todo a quién es Jorge Bergoglio, cuáles son sus preocupaciones y sus principios. No se va a detener tanto en lo político, como muchos hubieran esperado, sobre todo sabiendo la tensa relación de los últimos tiempos con el poder de turno aunque sus denuncias venían de bastante más atrás, como la de terminar con la trata de personas, la explotación de trabajadores en talleres clandestinos y la esclavitud del narcotráfico (junto al Padre Pepe pide a las familias no tener miedo y no caer en la tentación de la droga). Muy bien ambientada, con buen ritmo y con emoción para los que lo conocimos de alguna manera y nos acordamos de las ocasiones en que, como hoy en día pide, “recen por mí”. Es la historia de cómo Dios eligió a un hombre y de manera bíblica lo fue guiando para que llegara a madurar en la vocación, siempre escuchando más que hablando y al hablar, con la palabra justa y en acción. No puedo dejar de pensar en “Habemus Papam” de Nanni Moretti, una ficción con una mirada muy crítica sobre el Magisterio de la Iglesia y de la Iglesia toda, pero que ayuda a pensar en la revolución de la que habla Elisabetta Piqué en el título de su libro. Será un lindo regalo que no solo nos emocionemos con esas imágenes, las del final en donde veremos al verdadero Bergoglio, sino que se nos mueva el corazón a construir puentes en la cultura del diálogo.
¿Cómo se puede, en la urgencia de apurarse para ganarle de mano a la decena de producciones que se están realizando sobre la figura del Papa Francisco, crear una película honesta, narrativamente clara y con buenas actuaciones? La respuesta está en “Francisco: El padre Jorge” (Argentina/España, 2015) que el otrora prolífico Beda Docampo Feijóo dirigió en varias ciudades del mundo y que toma la figura del Basandose en el libro “Francisco: Vida y Revolución” sobre el Papa de la periodista argentina, corresponsal del diario La Nación, Elisabetta Piqué, el director decide tomar algunos puntos de ese relato, que se centra en un Jorge Bergoglio “revolucionario”, que tomó de San Francisco de Asís algunas máximas, principalmente las relacionadas a la humildad, pobreza y el entender el lugar de la religión en el mundo como movilizadora de esperanza y posibilidad de transformación. A través del flashback Docampo Feijóo nos lleva a la casa de su juventud, con una madre (Laura Novoa) que desea profundamente que su hijo sea médico y al enterarse de la decisión de entrar al seminario de éste, se desespera “Te estás escapando de la vida, no vas a conocer el amor, no voy a tener nietos, te vas a quedar solo”, le dice entre lágrimas y el consuelo de un joven Bergoglio que ante la pregunta en tono de inquisición de “vos me dijiste que ibas a estudiar medicina” responde serenamente “medicina del alma”. El reparo y la fuerza para seguir adelante en su decisión lo encontrará en su abuela (Leonor Manso) quien alienta fervientemente las ganas de ayudar al otro de su nieto, y a quien cree capaz de superar la tentación de la carne y las miradas desafiantes de los que no pueden comprender su sorpresiva muestra de cambio de rumbo en su vida. Es que hasta ese momento de revelación Jorge Bergoglio era un joven común, con gustos y costumbres similares a la de muchos jóvenes de su edad, y mientras deja a su novia (Justina Bustos) siempre la mujer (lo mejor de la creación, según sentencia en algún pasaje) será el objeto a relegar por sobre la fe. El director destella algunos pasajes de la juventud para luego avanzar en el relato con los conclaves en los que se decidió el destino del sumo pontífice, uno en el que casi es nombrado y el final en el que, muy a su pesar, el resto de las eminencias deciden que es el adecuado para aggiornar a la institución y dirigir los destinos de una institución cuestionada. Darío Grandinetti compone a Jorge Bergoglio con una economía de recursos actorales que sorprenden, y pese a no lograr emular completamente al Papa, hay alguna evocación que permite ver el filme y acercarlo a la máxima figura eclesiástica, aún cuando se lo contrasta con imágenes de archivo del propio Bergoglio. Ana (Silvia Abascal) el alter ego de Piqué, será quien guíe el relato, que a su vez es introducido por una imperceptible y medida Leticia Brédice, como la guía turística de un recorrido hacia algunos espacios que el anteriormente padre recorrió. En esos momentos, el filme se transforma en una enorme publicidad de la ciudad, alejando a Francisco de la pantalla, y trayendo a la periodista que debe asumir su rol como especialista en el Vaticano y se acerca, antes que sea Papa, a Jorge Bergoglio por temas personales. Justamente cuando “Francisco: El padre Jorge” profundiza en la periodista, el filme habla más de una mujer que debe tomar decisiones personales difíciles para poder continuar con su vida que de continuar con el relato fragmentado del Papa y aún así, cuando “Francisco, el Padre Jorge” supera su tono televisivo y su plan de “evangelizar” sobre el Papa, a aquellos que no conocen (raro) la figura y la manera de accionar de él, y se acerca e intenta mostrar el costado más “humano” del hombre, el filme puede cumplir con su cometido, más allá que muchos de los cuestionamientos sobre algunos dichos y temas del pasado se traten someramente y terminen erigiendo una figura de bronce impoluta sin un ápice de fisura y se empareje con el biopic televisivo que sólo busca realzar figuras intachables.
Un pontífice hecho de cartón BoettiUna película es un espejo de su tiempo, y Francisco. El Padre Jorge no es la excepción. Segundo exponente cinematográfico de la Papamanía después del documental Francisco de Buenos Aires, de Miguel Rodríguez Arias, y antes de Call me Francesco, del italiano Daniele Luchetti y con Rodrigo de la Serna y el chileno Sergio Hernández (Gloria) como intérpretes del Sumo Pontífice, el film del español Beda Docampo Feijóo arranca con un “tour papal” guiado por el personaje de Leticia Brédice, inaugurando una larga nómina de actores y actrices de renombre en plan bolo. Claro que ese recorrido eclesiástico prescinde de imágenes de los ámbitos marginales donde Bergoglio (Darío Grandinetti) supuestamente se desenvolvió durante su trayectoria para, en cambio, optar por otras de lugares porteños turísticos (del Obelisco a Caminito, del Puente Avellaneda a la Catedral), siempre musicalizadas al ritmo de “Balada para un loco”, de Astor Piazzolla. La vida del cura oriundo del barrio de Flores, entonces, como entidad falsa, lavadita, aséptica, estanca, museística y predeterminada. Lo mismo que la película toda.Basada en el libro Francisco. Vida y Revolución, de la periodista Elisabetta Piqué, y filmada con todos los vicios del barroquismo de los ’80, incluido el de los inexplicables fundidos a negro, Francisco. El Padre Jorge apela a esa norma tácita de las biopics que pregona el uso de saltos temporales (el relato va y viene entre la actualidad y los ’50, ’70 y ’00) con el fin de mostrar los momentos trascendentales de la vida del protagonista de turno. El problema de esto es, como en nueve de cada diez casos, una narración que avanza por acumulación de escenas antes que por progresión dramatúrgica. Sin embargo, aquí hay algo aún peor, y es el esmero de Feijóo por desechar cualquier elección que se asemeje a una sutileza. El carácter obvio, machacón y subrayado es tanto narrativo como ideológico. Así, por ejemplo, el tour se detiene en la iglesia de San José de Flores, en cuyo confesionario Francisco “descubrió su vocación”, tal como dice la guía, justo antes de que el film muestre a un Bergoglio adolescente confesándose con el párroco y, claro, “descubriendo su vocación”.Para lo segundo basta ver el fragmento donde, en plena dictadura, clama por la aparición de un par de camaradas jesuitas ante un militar que, como no podía ser de otra forma en un film donde todo es funcional a la construcción hagiográfica, es más malo que un villano de James Bond. El realizador español está menos preocupado por la comprensión de las aristas de su personaje que por reflejar un posicionamiento ideológico ante cada uno de los conflictos sociales, políticos y eclesiásticos de interés masivo del último medio siglo. Posicionamientos que no van más allá de la preocupación estoica por los pobres, la violencia, la corrupción, las drogas y, last but not least, el aborto. O, mejor dicho, por la concesión del perdón a las mujeres que se lo practicaron. De 2015, entonces, apenas el año de producción.
Publicada en edición impresa.
Crítica emitida por radio.
Siendo argentinos, vivimos día a día el orgullo de tener un papa nacido en nuestro país. Habiendo visto varios documentales, tenía que llegar la película, y "Francisco, el Padre Jorge" se estrena hoy en todos los cines del país y seguramente en todo el mundo. Darío Grandinetti interpreta al Padre Jorge de una forma exquisita, cuidando cada detalle y entregando otra actuación super interesante en su carrera. La película es un viaje, tal como le sucedió a Bergoglio en su vida real... y uno como espectador va a ir sumando información y más información, para llegar al momento del humo blanco en donde todo el mundo se emocionó con la noticia del nuevo papa. Beda Docampo Feijóo, su director, logra ir preparándonos para ese momento y la música, las imágenes, y todo lo que sucedió ese día hacen que uno lo vuelva a vivir casi como si estuviera pasando. Una película en donde vas a conocer aún más a nuestro papa, pero sobre todo, disfrutando de una puesta espectacular, con locaciones bellísimas (perfectamente seleccionadas), un elenco más que atractivo con apariciones de Leticia Bredice, Alejandro Awada, Leonor Manso, Laura Novoa, Carola Reyna y un gran elenco. Peli argentina con un personaje principal argentino que hoy es nada menos que el sumo pontífice de la iglesia católica... ¿Hace falta que te recomiende que la veas? Vale la pena.
Un porteño en el Vaticano La película del Papa Francisco es una hagiografía deshonesta, torpe y delirante de Jorge Bergoglio. Era inevitable: llegó la película del Papa. No es la primera. Este año se estreno el documental de Miguel Rodríguez Arias Francisco de Buenos Aires y seguramente hay unos cuantos dando vuelta por el mundo. Pero esta es la primera película de ficción que además tiene un nivel de producción importante. La dirige Beda Docampo Feijóo, que a fines de los ‘80 tuvo un par de aciertos que brillaron en el panorama gris del cine argentino de aquel momento y luego en los '90 emigró a España. Tengo el reflejo de abordar la película desde su temática porque es lo más sencillo y lo primero que salta a la vista. La metamorfosis que sufrió en el imaginario colectivo Jorge Bergoglio cuando se transformó en Papa Francisco fue asombrosa para una persona tan ajena a la religión (en particular a la católica) como yo. Por supuesto que el Gobierno Nacional fue responsable de transformar a Bergoglio de un retrógrado cómplice de la dictadura en un progresista luchador por los derechos humanos, pero percibo que este movimiento no se dio sólo en las altas esferas gubernamentales. Olvidemos por un rato que Francisco. El padre Jorge es una biopic del Papa Francisco, y olvidemos todo el contexto político de Jorge Bergoglio, el Gobierno y demás. Pensemos a la película simplemente como una película que cuenta una historia. Abstrayéndonos, entonces, del contexto, podemos decir que la película es inusualmente mala. Casi no es una película sino una sucesión de escenas que no conforman un todo orgánico y vital. Está la escena de juventud en la que Jorge descubre su vocación, después viene la escena en que está en el seminario y conoce a una chica, después cuando tiene una reunión con un militar en donde se ve que intentó salvar a unos jesuitas de la dictadura, después viene la escena de la vieja paqueta que quiere que echen a los bolivianos del país y él le discute, etc. Una después de otra como para ir cumpliendo a desgano con la información que se quiere transmitir: Bergoglio es bueno, Bergoglio es valiente, Bergoglio está en contra de la xenofobia (ponele una señora xenófoba en el aeropuerto), Bergoglio es humilde (ponelo en una escena tomando mate). Y como la película tiene un cast de figuras, se da la gracia de que cada escena tiene una: están Laura Novoa y Leonor Manso como la madre y la abuela, que pronto desaparecen y dan paso a Jorge Marrale, “El amigo”. Pronto Marrale desaparece por el costado del escenario y llega el numerito de Leticia Brédice. Alejandro Awada, Carola Reyna, Gabo Correa, Pablo Brichta y un puñado de actores españoles se suceden, uno tras otro, interpretando distintos papeles que iluminan distintos aspectos de la personalidad de Bergoglio. Una personalidad totalmente chata, sin ambigüedades ni claroscuros. Y acá llegamos al contexto. Si la película por sí misma es mala, contextualizada es peor. Que Bergoglio no tenga ambigüedades y sea un santo, perfecto e invencible, poseedor de todas las virtudes existentes y por existir, no sólo hiere de muerte las posibilidades dramáticas de la película, sino que además resulta risible cuando pensamos en el personaje de la vida real. Además, el guión esquiva todas las oportunidades que tiene para aludir al Gobierno argentino. El periodista que lo acusa de ser cómplice de la dictadura no es, como ocurrió en la realidad con Horacio Verbitsky, parte de un Gobierno que lo tenía como enemigo, sino un lobo solitario, loco y paranoico, anticlerical hasta la parodia. Los “intereses” que constantemente se dice que afecta Bergoglio con su prédica nunca son individualizados, son siempre “grandes intereses”, abstracciones que cada uno puede rellenar con el villano que prefiera (empresarios, militares, obispos de derecha o una vieja de Recoleta que putea a los bolivianos). Para cualquiera que tenga cierta sensibilidad cinematográfica, la película es torpe. Para un argentino que vivió la metamorfosis de Bergoglio en Francisco, es directamente delirante.
Sí, la historia del primer papa latinoamericano y argentino, ese Jorge Bergoglio que es Francisco, es más que interesante y digna de una película. Pero esta recreación, bastante inofensiva (Bergoglio es una figura política de mucho peso en la Argentina de hoy, y no lo parece tanto), es apenas una colección billikenista de lo que más o menos sabemos del personaje. Su mayor pecado es ser nada más que una ilustración, apenas una estampita.
Más hagiografía que biografía Tras varios documentales bien informados, como "Francis: The Pope From the New Word" (producción de Knights of Columbus, histórica organización católica norteamericana que en cierta época llegó a ser perseguida por el Ku Klux Klan) y el nacional "Francisco de Buenos Aires", de Miguel Rodríguez Arias, se estrena ahora la primera película de ficción sobre monseñor Bergoglio, que además es la segunda sobre un Papa en ejercicio (la primera fue "De un país lejano", Krzysztof Zanussi, Polonia, 1981, sobre Karol Wojtyla antes de convertirse en Juan Pablo II). Esta iba a llamarse "Historia de un cura", o "Bergoglio, el Papa Francisco", pero al final quedó un título más familiar: "Francisco, el padre Jorge". Buena idea, porque la película quiere mostrar al mundo quién era el Papa antes de ser consagrado, y porque él, en el fondo, y para quienes lo conocieron acá, sigue siendo simplemente "el padre Jorge", un pastor sencillo y cercano, ajeno a los oropeles del poder. De ficción, la obra tiene bastante poco, ya que mayormente se dedica a escenificar varias anécdotas debidamente confirmadas de su vida, desde la adolescencia y sus varias luchas en diversos frentes sociales, hasta el dia posterior a su proclamación en el Vaticano. Por lo común se trata de anécdotas ya conocidas, mezcladas con otras de inesperada actualidad, como su bondadoso consuelo a una mujer arrepentida de haber abortado. Sin dudas, escenas como esa resultarán muy agradables entre los fieles, a los cuales va dirigida la obra en primer término. Se muestra también su habilidad para la defensa y el ataque, y su entereza frente a enemigos temibles, como el almirante en quien se sintetizan varios militares de la época más brava, y la señorona que viene con amenazas, representando algunos poderes económicos y seguramente también políticos. Una lástima que este último personaje tenga más bien carácter abstracto. Precavido, el guión no quiso avanzar en este asunto. De todos modos, ese no es el mayor problema. Tampoco el comienzo con tomas aéreas de Buenos Aires donde falta justamente la Villa 31, ni la forzada excusa de una periodista española haciendo un "tour papal" con su nena, ni el descuido de lenguaje en una escena de los '50 donde un joven trata de "¡Chicos!" a sus compañeros de billar (en los 50 lo hubieran echado a patadas, y después también). El mayor problema es que, más que una biografia, ésta es una hagiografía, la vida de un santo, y como tal puede irritar a los escépticos y los progres, y hasta cansa un poquito a los mismos fieles. Por suerte nuestro sacerdote también tiene sus picardías y humoradas, dignas de recuerdo. Otra suerte mayor: la última media hora va creciendo en emoción, y tiene muy buenos méritos de escenografía y casting (algunos cardenales parecen elegidos por Lombroso). Elogios para Darío Grandinetti, Emilio Gutiérrez Caba en el papel de prelado amigo, Carola Reyna, Mariano Bertolini, Jorge Marrale, Abel Ayala y largo elenco, amén de Graciela Fraguglia, directora de arte, José Quetglas, maquillador, Marcela Vilariño, vestuarista, Federico Jusid, músico, etc. A señalar, el libro de Elisabetta Piqué "Francisco. Vida y Revolución", en el cual se inspira libremente esta película creada por Beda Docampo Feijóo. Y a recordar, "El cura gaucho", "El cura Lorenzo", y aquel cura que se las agarraba a alpargatazos con un criollo pendenciero en "Alto Paraná. Ninguno llegó a obispo, pero merecerían estar en el santoral.
Con pocos aportes nuevos La vida de Bergoglio antes de ser Papa está vista desde una óptica simplista. Grandinetti hace un buen trabajo. Francisco, el padre Jorge, la película del español Beda Docampo Feijóo, recorre el camino de Jorge Bergoglio hacia el Vaticano. Adaptación del libro de Elisabetta Piqué, ésta, la primera ficción sobre su vida antes de convertirse en el Sumo Pontífice, tiene ese gran pecado, es canonizante, le faltan matices, aún cuando el director ha dicho que el papa reconoce errores. Igual, la película mantiene el atractivo del hombre que retrata, con un peso político específico y manifestaciones infrecuentes para su investidura. Con un buen trabajo de Grandinetti, suenan simpáticos sus bergoglismos, su simpleza varias veces ejemplificada en su afición al transporte público, su lucha real por los pobres, su apoyo a las Madres del dolor, su denuncia de la esclavitud en Buenos Aires, su voz diciendo que el Vaticano es un nido de serpientes. Pero faltan las tribulaciones del hombre, el conflicto interno y el histórico. Para contar, el director elige un viejo y gastado recurso, el punto de vista de una periodista (Silvia Abascal) que investiga y cuenta la historia a la vez. Aporta poco esa trama paralela que sirve de excusa para visitar la biografía de Francisco. Y contrasta por banal ese recorrido inaugural por la arquitectura porteña con Balada para un loco sonando de fondo, un circuito turístico papal, que es casi una metáfora de una película que irá a los saltos entre Buenos Aires, Roma y Madrid. ¿A qué público le apunta? ¿Qué nos revela acerca del protagonista que no se haya dicho? En cuanto a los hechos polémicos, la película toma partido. No es malo que lo haga, pero sí lo es su argumentación simplista. Awada, ¿interpreta a Verbitsky? ¿Fue Francisco quien contó su encuentro con Massera tal cuál está mostrado acá? ¿Y quién es esa señora estirada que le pide a Bergoglio callar la corrupción? ¿Por qué nadie se acuerda ya de su entredicho con León Ferrari? Es compleja la historia de este país. Y fue demasiado oscuro el vínculo de la Iglesia Católica con la dictadura para cancelar dudas en un solo encuentro. Si Francisco... logra interpelar, es por las ideas del hombre, su pensamiento, su teoría del volquete, su enfrentamiento con la peor Iglesia. La ficción aporta poco, ¿porque ya era un hombre de película?
Francisco, el Padre Jorge podría ser una biopic más pero no lo será para el espectador argentino. Nos encontramos ante un importantísimo despliegue de producción que retrata la vida de Jorge Mario Bergoglio desde su adolescencia hasta el Cónclave que lo eligió como actual Papa. El film es muy solemne y correcto pero por sobretodo muy humano. Está clara que la intención es enaltecer aún más la figura del Sumo Pontífice haciendo hincapié en sus vivencias y actitudes que lo llevaron a donde está hoy en día. Asimismo, toca las controversias que se tejieron en los últimos tiempos sobre la participación del ex Arzobispo de Buenos Aires en la última dictadura militar pero sin grises y de manera muy clara y contundente. Sin dar nombre propio, el personaje interpretado por Alejandro Awada personifica a un famoso periodista/escritor detractor y presunto artífice de ciertos rumores. También sin dar nombre, el personaje de Carola Reyna toma gestos y modos de la máxima mandataria del país en una escena de clara confrontación. Sin embargo no se ahonda demasiado en esas cuestiones ya que el gran grueso de la historia pasa por la visión y construcción de la periodista interpretada por la carismática Silvia Abascal. Es en los diferentes cruces que tiene su personaje con Bergoglio a lo largo de ocho años de donde la cinta se alimenta para mostrarlo como lo que pregonó: austeridad y cercanía a los más pobres. ¿Darío Grandinetti? Está muy bien y en un registro muy parecido a quien tal vez hoy en día es la persona más famosa del mundo, hecho que al actor le juega un poco en contra sin dudas, pero que si logramos apartar de nuestra mente la imagen real para reemplazarla con lo que nos muestra la pantalla nos encontramos con una muy buena y comprometida interpretación. El director y guionista español Beda Docampo Feijóo llevó adelante está súper producción con buenos resultados desde lo técnico y escenográfico. Ayuda mucho el dinero que hay invertido, algo que se nota. También crea buenos climas desde lo dramático aunque algunas secuencias se encuentran bastante orquestadas. Francisco, el Padre Jorge es un homenaje en vida hacia el Papa y todo lo que representa para sus fieles desde un punto de vista claro, sin matices (y católico). A lo mejor le faltó mover un poco el avispero en las situaciones políticas tanto locales como de la iglesia pero está claro desde el principio que no era la intención. Es una buena película que sin dudas no pasará desapercibida.
Las buenas acciones e intenciones no siempre conducen a la beatitud cinematográfica. Al cristianismo el cine le sienta bien. Una buena película sobre la fe hasta convierte, mientras dura, al ateo envenado. Diario de un cura rural, El evangelio según San Mateo, Bajo el Sol de Satán, Giordano Bruno, el monje rebelde, algunos títulos indispensables. Nada más apasionante que ver a un hombre entregar su vida a alguien que sus ojos desmienten. La épica vertical en el fuero íntimo ha dado películas grandiosas. Pero el milagro sólo es posible bajo una condición (estética): la fe debe ser sierva del cine. He aquí el problema esencial de esta hagiografía sobre Jorge Bergoglio. El cine es un mero instrumento para ilustrar durante dos horas la canonización anticipada de un hombre que nació en Argentina y que en la actualidad es la cara visible de una institución que representa al Altísimo en la Tierra. El tour turístico con el que se inicia la película, precedido de unas panorámicas de los lugares emblemáticos (y ostentosos) de la ciudad de Buenos Aires, es ya toda una confesión. La propuesta es un viaje directo a los gloriosos eventos en la vida del personaje, encarnación de una benevolencia impoluta y casi absoluta. Jorge-Francisco es aquí más papista que el Papa. La película arranca en el 2013, con la transmutación ya consumada de Jorge en Francisco, una transformación que desde el día del anuncio y por unas semanas provocó en los feligreses vernáculos una alegría sublime y desbordada, un delirio colectivo, como si el país católico hubiera ganado un mundial celestial, efecto de consenso que duró un tiempo, hasta que el Sumo Pontífice emitió signos demasiados políticos. Por las dudas, una aclaración del personaje: “La política debería ser una forma elevada de la caridad”. Sobre esa disputa simbólica acerca del Papa nada se dirá, y lo único medianamente político del film pasará por las elecciones papales en el interior del Vaticano. Como suele suceder desde el 2004, el kirchnerismo en el cine de ficción argentino es un radical fuera de campo, un tabú casi estructural. Por otro lado, en la Capilla Sixtina los intereses no son tan celestiales. Ratzinger versus Bergoglio en pleno cónclave deja entrever una rivalidad que desborda un mero problema de estilo. La puja entre conservadores contra progresistas en la mansión de Dios al menos se enuncia. Más tarde, para atemperar el disenso y la contienda de intereses, Francisco adjetivará la renuncia de su antecesor como revolucionaria. El amor vence. La introducción del Papa en su presente se relega un poco, pero lo primero que se elige mostrar de su pasado es la adolescencia. Nada traumático. Una biografía sobre Francisco de Asís será el preámbulo para el llamado vocacional, lo que eclipsará su potencial deseo por las mujeres. Ni su noviecita con pechos de campeonato, ni su último llamado al amor profano cuando conoce a una lectora no menos obsesiva que él. Su biografía, desde ese momento, se contará en episodios breves y no lineales que vienen a componer el retrato de un hombre virtuoso: su lucha contra la pobreza y la corrupción, una constante, su compasión por los que sufren, una evidencia. Y este santo no vacila nunca: frente a una encarnación maléfica de un remedo de Massera, al jesuita no le tiembla el pulso, tampoco frente a un soldado cualquiera cuando ayuda a escapar a un militante judío en Ezeiza. Dudar de él es una presunción de iconoclastas fanáticos, como se enfatiza en una escena en la que un símil sin nombre de Horacio Verbitsky se encoleriza frente a la periodista española que será la gran amiga de Jorge en el relato. La única manera de no ceder a la tentación de filmar una estampita en movimiento estribaba en hallar una forma que se alejara del estereotipo. Pero ya desde el plano acelerado inicial en el que se ve la salida del sol en Buenos Aires, todas las elecciones formales refuerzan la univocidad de esta imitación de Cristo para todos. La puesta en escena es un pesebre: los lentos movimientos de cámara, los filtros para que todo tenga el look que corresponde, los acordes musicales que codifican cada emoción para que el estímulo se redoble, intensifican la adoración acrítica. Non habemus cine. En un momento, el admirador eclesiástico de Borges dirá que se arrepiente de sus pecados; uno de ellos, el personalismo. Al desoír al propio personaje, la película desconoce la medida de su amor y peca inflando la personalidad del retratado hasta el infinito. El exceso no es virtuoso. En efecto, se trata de una operación estilística en la que se explota el estereotipo del santo, como si no existiese ni una pizca de suciedad siquiera debajo de las uñas.
Cómo no contar nada Siendo uno ateo y no precisamente simpatizante de la figura de Jorge Bergoglio, lo mínimo que le podía pedir a un biopic como Francisco, el Padre Jorge es que me generara instancias de discusión con lo que se estaba contando, un posicionamiento que me obligara a reflexionar sobre lo que yo pienso o creo. Material había, porque Bergoglio ha sido una persona que ha jugado papeles decisivos en el ámbito político, religioso y cultural en nuestro país -y ahora el mundo- en las últimas décadas, y que para llegar a donde llegó seguramente recorrió un largo camino, plagado de obstáculos, de avances y retrocesos, de aciertos y errores, de luces y sombras. Pero el film de Beda Docampo Feijóo no está ni cerca de lograr estos propósitos, porque al fin de cuentas no termina de contar absolutamente nada. Ya desde el comienzo la película deja en claro que no sabe siquiera qué narrar, con una secuencia inicial donde la periodista española que busca armar la biografía de Bergoglio -ya consagrado como el Papa Francisco- realiza un recorrido turístico que carece de absoluta verosimilitud dentro del relato -por su didactismo pomposo, por lo improbable de que una periodista se ponga a hacer un recorrido turístico que no le va a brindar ningún dato que pueda averiguar por otras fuentes- y que encima tiene una ridícula aparición de Leticia Brédice como una improbable guía. Esos primeros cinco minutos, que dan vergüenza ajena, dan después lugar a un intento por incluir todos los aspectos de la vida de Bergoglio -un Grandinetti apenas correcto, que no termina de darle textura y espesor a su personaje-, pero de una forma totalmente inconexa, como si Docampo Feijóo quisiera meter en 100 minutos todos los highlights del Papa Francisco, sin preocuparse demasiado estructurar una historia que una las diferentes partes. De ahí que la película avanza y retroceda en el tiempo no porque sea compleja en su estructura, sino porque quiere hacer quedar bien a su personaje central en todos los semblantes posibles, con lo que le sucede lo contrario a su propósito: hay una cantidad inmensa de agujeros en el guión que evitan que se complete al personaje o que se tracen enigmas respecto a su persona que motiven una reflexión en el espectador. Por ejemplo, todo el pasaje por la juventud de Bergoglio carece de significancia y complejidad, está sólo para decir -y dejar muy en claro, varias veces, por si un espectador salió unos minutos para ir al baño- que el joven Jorge un día, muy de repente, decidió que su camino era el de la fe, que quería ser cura, que su madre se opuso fervientemente, que cuando estaba en el seminario conoció a una joven que le sacudió las estanterías, tentándolo a seguir otros rumbos y que… bueno, no sabemos qué pasó después, cómo Jorge lidió con ese amor naciente, por qué no se concretó, cómo siguió adelante, pero eso sí, sabemos que llegó a Papa. Ajá. Gracias, pero eso ya lo sabíamos. En verdad, Francisco, el Padre Jorge es una película miedosa: tiene miedo de saber, o de que el espectador sepa, y por eso los puntos problemáticos, dignos de polémica, son “aclarados” de manera torpe, apresurada y esquemática, para pasar a terrenos más cómodos y fáciles de contar. Por eso tenemos varios personajes reales que el público puede llegar a intuir quiénes son, pero de los cuales no se dice el nombre o se los cambia, como ese Horacio Verbitsky que no es Verbitsky interpretado de manera totalmente vacua e irreal por Alejandro Awada -quien, hay que decirlo, lidia con un guión que le otorga un conjunto de frases que rozan lo abyecto-. Si uno se quedara sólo con lo que dice el film, pareciera que Bergoglio atravesó toda su vida en una sociedad, en un país, en un mundo de cartón pintado, plagado de personas insustanciales que sólo lo interpelaron para que él dijera muchas frases sabias y piolas. El universo cinematográfico que construye Docampo Feijóo no tiene conflictos para el Padre Jorge, no tiene dilemas, no tiene barreras ni opositores, ni en el exterior que lo rodea ni en su interior personal. A tal punto no hay materialidad conflictiva en las imágenes, que es el mismo Bergoglio el que debe decir en voz alta que se ha equivocado, que ha pecado en algún momento, por ejemplo, de personalista, aunque nunca lo veamos pecar. Y es una pena enorme, porque del Papa Francisco, de Bergoglio, del Padre Jorge se puede pensar mejor o peor, pero es innegable que es un figura de enorme riqueza; que se lo pueda nombrar de por lo menos tres formas ya le otorga un interés trascendente, una identidad múltiple que vale la pena analizar. Tampoco se puede negar su vocación de lucha: equivocado o no, con sus virtudes y miserias, es alguien que ha confrontado, que ha salido a dar pelea, que se ganó enemigos y aliados, que ha jugado a fondo por lo que cree y quiere. Pero Francisco, el Padre Jorge es una película que no se atreve a batallar, a dejar bien clara su posición, a decir las cosas por su nombre. El temor que la invade la convierte en torpe e intrascendente, en negadora de la propia historia que se proponía relatar.
“La Iglesia debe ser como un hospital de campaña”. Para quien siguió la llegada de Jorge Bergoglio al Vaticano, esa frase puede sonar conocida. Y es una de las más impactantes entre las muchas que expresó el cura porteño ya como Papa Francisco. Algunos otras expresiones que pasaron a llamarse bergoglismos son signos de un estilo directo que le dio popularidad instantánea. Tanta como su primera -y visionaria- actividad oficial: la visita a la isla de Lampedusa, destino de miles de inmigrantes, muchos muertos en el intento de llegar a Italia por el mar. El papado de Bergoglio está lleno de hechos contundentes -su encíclica sobre ecología, sus decretos para agilizar los trámites de disolución del matrimonio, su iniciativa sobre el aborto, su carta apostólica contra el blanqueo, la financiación del terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva, el impulso a la investigación de las finanzas del Vaticano y los casos de abuso dentro del clero, sus visitas a cárceles italianas, entre muchísimos más. ???Estas decisiones tienen una potencia comunicadora revolucionaria para un jefe de Estado como es Bergoglio, para el líder religioso de 1.200 millones de católicos, y para otros millones que no lo son, pero que lo respetan: la un Papa que, diría él, no “balconea” la vida y demuestra su compromiso con los problemas urgentes y con los más rezagados en la pirámide social con hechos. Y así también fue Bergoglio antes de ser Francisco. El director Beda Docampo Feijóo, a partir de un libro de la periodista Elisabetta Piqué, construyó un relato como una sucesión de imágenes que evocan su vida antes del ser Papa, sus gestiones ante el gobierno militar para reclamar por el paradero de sus compañeros jesuitas, su ayuda a perseguidos por la dictadura, y el acceso final del “padre Jorge” al papado. La magnitud del biografiado y su posterior obra como Papa y sus muchas aristas (“Hay algo que Dios no sabe, y es qué hay en la cabeza de un jesuita”, dice uno de los personajes de la película) por momentos eclipsa el costado íntimo del hombre. ???No obstante, eso no invalida las buenas intenciones del director ni el resultado de este acercamiento a una figura interpretada sólidamente por Darío Grandinetti. Con material de archivo, partes ficcionales y con el punto de partida de la investigación de Piqué, la película cuenta con un cuidado diseño de producción y un elenco que acompaña a Grandinetti con convicción, aún en los personajes secundarios.
LA MIRADA SUPERFICIAL DE UN GRAN TEMA Las experiencias de una periodista asignada a la cobertura del Cónclave 2005 sirven de disparador para recorrer la vida de Jorge Berboglio. Hay apuntes de su juventud, de sus experiencias pastorales al frente del arzobispado portgeño y de la trama que lo condujo al papado. A “Francisco-El Padre Jorge” le sobran trazos gruesos y le falta emoción. De factura correctísima, la película recorre a vuelo de pájaro la biografía de Jorge Bergoglio, decidida a mostrarlo como un hombre excepcional y a la vez de extrema simpleza, tal como lo describe la periodista Elisabetta Piqué en el libro que se convirtió en guión. Pero hay capas del personaje que no salen a la luz. Las contradicciones y claroscuros de cualquier mortal están apenas insinuados, En la pantalla, Bergoglio dispara máximas, metáforas y porteñismos con sumo cuidado, como si supiera que lo están registrando para la posteridad. De esa artificialidad, que conduce a lo superficial, está demasiado nutrida la obra de Beda Docampo Feijóo. Lo mejor de la película es el corazón que le puso Darío Grandinetti, sumergido en un papel dificilísimo y consciente de que su labor sería escrutada al milímetro. Grandinetti lo resolvió con economía de movimientos y de gestos, y con la compasión dibujada en la mirada. Mucho menos lucida resulta la madrileña Silvia Abascal, tal vez porque la historia paralela que protagoniza -la de la periodista que traba amistad con el futuro Francisco- no está en sintonía con el foco del filme. Hay muchos actores reconocidos en pequeños papeles. En algunos casos, la carencia de matices planteada por Docampo Feijóo les juega en contra. Esas aristas maniqueístas están marcadas sobre los poderosos a los que enfrenta Bergoglio. No se los nombra, pero queda clarísimo que se trata de Cristina Fernández (Carola Reyna), Emilio Massera (Pablo Brichta) y Horacio Verbitsky (Alejandro Awada). Son los malos de esta ficción. El crossover filmográfico entre España y Argentina caracteriza buena parte de la extensa carrera de Docampo Feijóo y queda subrayado en este proyecto. No es sencillo plasmar la vida de un Papa en menos de dos horas, pero siempre vale la pena intentarlo. Origen: Argentina/España, 2015. Dirección: Beda Docampo Feijóo. Con: Darío Grandinetti, Silvia Abascal. violencia: sin escenas. sexo: sin escenas. lo mejor: el diseño de producción, con rodajes en Buenos Aires, España e Italia. ¿aparece el verdadero Francisco?: Sí, en las imágenes del cierre.
Francisco, El Padre Jorge es un filme irregular, está lejos de ser la película definitiva sobre este Papa. Según la óptica con la que se mire el filme, puede ser grandioso, o un total fiasco. Desde el punto de vista cinematográfico tiene varios problemas destacables, entre ellos una falta de unidad en el relato que hace que la película se sienta más como una colección de escenas sueltas que como una historia que transite un arco dramático claro. Además esas escenas son parciales hacia una mirada piadosa del personaje, con pocos conflictos, y sin escenas donde el personaje quede mal por equivocación o por algún defecto de carácter. Esa mirada piadosa del personaje es quizás la misma que tienen muchos feligreses católicos, y eso alimentará el amor por ese personaje, haciendo del filme una experiencia que llegue al corazón dichos feligreses. Las preguntas más que válida que surge entonces son, si vale como producto cinematográfico, si el filme es válido como arte, y si en caso de que el espectador no sea católico vale la pena verlo. La respuesta es compleja. Por una parte desde el punto de vista cinematográfico nos encontramos con una película dividida y fragmentaria, que no tiene una coherencia narrativa en los recursos bien distribuida y armónica. Es dividida porque abarca muchos años y muchas partes de la vida del personaje, saltando de una secuencia a otra, sin una transición dramática prolija que cuide el arco dramático del filme. Por momentos parece una serie de episodios de 10 o 15 minutos con viñetas de su vida que se están reproduciendo juntos, pero con algunos episodios que no están en la lista se reproducción, sino salteados. Eso le quita fuerza al relato y si la vida del padre Jorge fuera en ves de una biografía, una discografía, la película suena más como un ecléctico greatest hits que como una evolución coherente del sonido de un artista a través de cada tema en orden. Por otra parte hay recursos que se usan y se abandonan, por ejemplo enmarcar el relato de la vida del padre dentro de la investigación de una periodista, hacer un city tour (literalmente) donde expliquen sobre la vida del personaje, y mostrar una serie de entrevistas donde en el principio del filme, el padre jorge habla a cámara, recurso del que se abusa un poco y se lo usa como muletilla, hasta que sale el personaje de Grandinetti de adulto. Además la introducción de la vocación del sacerdote cuando era adolescente queda como una serie de secuencias cortadas y colgadas, al abandonar el relato de joven y pasar a la vida adulta sin haber cerrado los conflictos de la primera parte. Si esos conflictos hubieran tenido un correlato fuerte en la segunda y tercera parte del filme no habría habido problema; no es el caso. Desde un punto de vista artístico es una película bastante fallida. La narración circula muy peligrosamente por el borde de la propaganda, y la propaganda es la antípoda del arte. Si algo es propaganda tiene una sola interpretación, y además intenta convencernos de algo. El arte en cambio está abierto a distintas interpretaciones, a distintas lecturas. Si una obra es propaganda jamás podrá ser arte. Esta biografía, parece más la lectura que nos hacen estudiar de la vida de los santos en la catequesis que un relato dramático que genere un genuino interés en todo tipo de público; como pasó por ejemplo en Ghandi con el líder indio, en Selma con Martin Luther King o en Invictus con la figura de Nelson Mandela. Todas figuras extraordinarias con grandes obras y una entrega y nobleza destacadas. Quizás el Padre Jorge esté en pleno derecho de ser admirado y de ser comparado con esas figuras; quizás su obra termine siendo mayor inclusive. Pero esos 3 filmes son de gran valor artístico y son para cualquiera, no solo para negros , hindúes u oprimidos. Pero este filme ¿sirve para un público más allá del católico? Para el católico practicante este filme es un diez, una experiencia que llega al corazón donde es imposible no emocionarse, y donde casi seguro el pañuelo quedará húmedo. El retrato del personaje muestra una personalidad fuerte, justa, muy humana, y muy correcta, un verdadero ejemplo a imitar. Y saber que ese es líder del credo da fe y esperanza. Es un filme apto para dar catequesis. Curiosamente las escenas referidas a ritos y prácticas religiosas son más bien escasas, y la película termina mostrando un Jorge Bergoglio que perece que era muy humano por mérito propio, que siempre fue así, que nació buena persona y nunca perdió esa característica. No muestra una evolución al respecto devenida de un proceso religioso como una conversión por ejemplo. Y los momentos de oración dentro delo filme son muy pocos, inclusive verlo orando es una imagen ya casi sobre el final del filme, cuando está por ser el cónclave. Si la película en su admiración al personaje muchas veces puede rozar el límite de la propaganda, curiosamente esa propaganda no sería sobre la iglesia o sobre la religión, sino sobre la figura en sí. Y gran parte de lo que funciona en el filme a pesar de sus problemas es que el personaje es tan grandioso, tan humilde y tan bueno, que en determinados momentos su interacción con los demás emociona, aun cuando no hay música, ni que sea una escena clave. Para eso colabora con una correcta interpretación Darío Grandinetti. El espectador podría terminar llorando frente a alguna escena que no fuera muy trascendente simplemente al escuchar algunas sabias palabras o ver un gesto de humildad del sacerdote. Ahí gana potencia el filme, en su emotividad, que nace no de la religiosidad, sino de la humanidad del personaje. Y en el cine la audiencia llora, y no solo lo hacen los católicos, también lo pueden hacer los de otros credos, y hasta firmes ateos inclusive han llorado con esta película. El personaje es más grande que el filme, y este le queda chico para semejante personaje, sin embargo es tanta su humanidad, que termina redimiendo en muchos aspectos a la película. No es lo mismo un filme con problemas que nos hace rechazar el producto, que un filme que a pesar de sus problemas nos termina haciendo llorar de la emoción. Queda para los historiadores, los expertos y los curiosos la comparación entre la persona de la vida real y el personaje de la pantalla. El director no ha pretendido hacer un documental, y lo ha declarada, su Padre Jorge estará basado en una persona real, pero es un personaje de un relato ficcionalizado. Y sobre el final el director toma una decisión más que cuestionable, hace un epílogo con música de la misa criolla que contiene imágenes de archivo del Papa Francisco. Para un católico o un admirador de Francisco puede sumar a el amor que se tiene con él y emocionar. Pero es una jugada muy cercana a la propaganda religiosa, los anti-iglesia ciertamente lo verán así, y artísticamente dinamita la construcción del filme, poniendo en comparación a la archiconocida y ultra carismática persona real versus el personaje interpretado por Grandinetti, casi como des canonizando al personaje del filme, disminuyéndolo luego de que había pasado todo el metraje construyéndolo y admirándolo. Como si el mensaje fuera: "eso que vieron era un personaje, pero el verdadero Papa es realmente grandioso, y gloria a Dios por eso". Esa es la sensación que deja. Para el fan del Papa, más emoción todavía; para el que no lo es, levantará una ceja y se preguntará que fue lo que pasó ahí. ¿Vale la pena ver el filme? Si uno es uno de esos que odia la iglesia, definitivamente no, si uno es católico practicante es casi imperdible, si uno busca arte no vale la pena, si uno busca buen cine no está frente a un producto mal hecho, pero tampoco frente a un filme trascendente, y menos aún la biografía definitiva del personaje. Para católicos practicantes un 10, para cinéfilos un 6, para gente que busca arte un 4. Vale la pena pensar en que rubro se define cada uno antes de comprar la entrada. Y el que tenga fe, que rece para que el próximo filme del Papa nos emocione igual o más, pero que además sea arte y buen cine. Cristian Olcina
Esta película se define en todo sentido como oportunista, desde casi todas las variables, en principio como proyecto, hagamos algo con la vida de Jorge Bergoglio mientras nos pone, a los argentinos, en las primeras planas de todo el mundo. Deberíamos agradecer tal situación y no depender de los Maradona, los Messi y/o la mayor parte de los autodenominados (la prensa refrendó el término) clase política vernácula. A las corridas, pues convengamos no es ningún pibe nuestro Francisco I. Así es todo el filme, todas y cada una de las escenas están puestas de manera oportuna para mostrar algo que pueda delimitar la personalidad del personaje, en tanto desde la realidad coloca a esa intencionalidad humanitaria en el orden del reduccionismo. La producción considera, a priori, querer basarse en el libro escrito sobre la vida de Bergoglio, y el punto de vista elegido parece ser ese, pero por momentos da la sensación que se olvidaron la intención y brotan los zafarranchos narrativos. Una joven corresponsal española comienza a investigar el apasionante, por la pasión que le imprime a su deseo, determinado por el amor por los otros, el recorrido del cura jesuita Jorge Mario Bergoglio, tras conocerlo en el cónclave de 2005. A través de la mirada de la periodista nos aproximamos más al compromiso y a la labor humanitaria que hace el padre Jorge. Su lucha en contra de la injusticia, enfrentándose al poder, de facto o no, contra la prostitución, el trabajo esclavo, el flagelo de la droga y otras muchas actividades que terminaran resultando en su elección como Papa. Como no podía ser de otra manera el nombre elegido devenía de su aprendizaje a partir de las enseñanzas del fundador de la Orden de los Frailes Menores, más conocida como Franciscana. ¿De lo cómo alcanza un adolescente que reveló su vocación religiosa, de manera supuestamente tardía y en contra del mandato familiar? Es lo que intenta relatar el filme. El Papa Francisco es Darío Gandinetti, quien le da los tonos justos a su personaje, contando con otras buenas actuaciones como las de Jorge Marrale y Alejandro Awada. El director y guionista Beda Docampo Feijóo tomó todos los riesgos, desde el tiempo ya manifestado, la producción acelerada, el guión oportuno en el momento justo, para emprender con el biopic de un ilimitado temperamento, lo logra de manera parcial, y sólo gracias a los aciertos en el casting.. De los avatares de ese extenso, riguroso, y conmovedor camino de un jesuita que llega a ser arzobispo de Buenos Aires durante muchos años, es lo que investiga una joven periodista española (Silvia Abascal), La reportera está escribiendo un libro sobre el Papa Francisco, que recorre la vida del padre Jorge. El punto es que la película, (todavía no leí el libro), no puede contener esa vida, el personaje supera demasiado a la construcción de si mismo, se presenta mucho más interesante e importante que la película misma. Es sabido que ninguna biografía fílmica alcanza para delimitar una vida real, pero aquí queda demasiado lejos.
Un Papa para todos los públicos El film del cineasta español Beda Docampo Feijóo arranca con una breve intervención de Leticia Brédice quien guía un “tour papal”, con un traje de azafata, similar a su personaje de Nueve Reinas, donde sin duda cumplió un rol mucho más relevante, porque aquí, salvo el protagónico de Grandinetti, el resto son buenos actores en papeles esporádicos. Desde el mismo comienzo, queda claro que la película apunta a un público tan universal como los mensajes del sumo pontífice y se inicia con panorámicas de la ciudad porteña y música de Piazzolla, imágenes y sonidos que sin duda bien podrían formar parte de alguna refinada promoción turística del país que quiera trascender fronteras. Y ése es el objetivo de “Francisco, el padre Jorge”, coproducción argentino-española que perfila una biografía rápida, simpática y sin demasiado riesgo. Exponente cinematográfico de la “papamanía” desatada desde el mismo momento que se supo de un Papa argentino, cuando florecieron estampitas, estatuitas y libros que se vendieron como pan caliente, porque el mundo demandaba saber más acerca del hasta entonces obispo Bergoglio, inesperadamente elegido luego de la impensada renuncia de su antecesor Benedicto XVI. Retazos elegidos “El Padre Jorge...” es una recopilación de retazos de la vida de Jorge Bergoglio, basada en el libro “Francisco. Vida y Revolución”, de la periodista Elisabetta Piqué. El film toma el punto de vista de una joven corresponsal (Silvia Abascal), alter ego de Piqué, quien conoció y entabló amistad con Bergoglio cuando la editorial para la cual trabajaba la mandó cubrir el cónclave de 2005, donde J.B. fue el obispo más votado luego de Ratzinger. La película salta del presente al pasado y de ahí nuevamente a la actualidad para mostrar distintos momentos trascendentales de la vida del ex obispo, siempre con la amistad entre periodista y religioso como eje. El relato va y viene entre la actualidad y los años cincuenta, los violentos setenta y de 2005 en adelante, con el fin de mostrar momentos como el descubrimiento de la vocación de un Bergoglio adolescente que dudaba entre seguir medicina y ponerse de novio o tomar los hábitos. No se preocupa tanto por la comprensión de las aristas de su personaje pero le alcanza para reflejar un posicionamiento ideológico ante cada uno de los conflictos sociales, políticos y eclesiásticos. Destaca su humildad coherente, la preocupación estoica por los pobres, la violencia, la corrupción o el flagelo de las drogas. Por la pantalla, pasarán la elección de su vocación, aspectos de su tarea social y lo más osado, una serie de referencias durante la dictadura: sus acciones en defensa de unos curas jesuitas desaparecidos y un testimonio (recogido por la periodista) que relata la entrevista a la familiar de un perseguido político que describe cómo el sacerdote ayudó a su padre a salir del país. Amable y ejemplar Narrada, filmada y actuada en forma clásica con una estética ochentista, la película actúa como espejo de lo que en su mayoría ya se ha dicho y revelado. Le faltan matices pero mantiene el atractivo del hombre que retrata, con un peso político específico y manifestaciones poco frecuentes para su investidura. Con un buen trabajo de Grandinetti, que encarna los simpáticos “bergoglismos”, sus recomendaciones de no balconear la vida, sus chistes y observaciones desde las grandes ideas que no descartan centrarse en lo pequeño. Lo más entretenido es ese perfil simpático de Papa callejero como se autodefine y que reflejan los primeros planos de sus zapatos viejos contrastando con la magnificencia de la investidura. Si comparamos con las fuertes imágenes de “Elefante blanco” de Trapero, el contraste entre aquel realismo aggiornado y los anodinos jóvenes de pelo corto y camisa formal de este biopic parecen casi ejemplares de museo que distan años luz de los marginales de la villa recorrida por Darín en la película de Trapero. Es que Docampo Feijóo (“Los amores de Kafka”, guionista de “Camila” con María Luisa Bemberg) construye un retrato que persigue una biografía no profunda aunque tampoco superficial, pero sin nada irritante o polémico; es decir, para todo público, local e internacional.