A contramano de la mayoría estruendosa del cine que vemos, Capitán Fantástico es acerca de algo. Un drama humanista brillantemente actuado y narrado -al menos en sus dos primeros actos- sobre los lazos que unen y separan a las familias y el conflicto entre dos filosofías muy diferentes sobre la crianza. El guión del también director Matt Ross ocasionalmente tropieza (especialmente en el tercer acto) y hacia el final opta por una resolución demasiado fácil y blanda que no alcanza a opacar los momentos de genuina profundidad que construye con naturalidad. Ben (Viggo Mortensen) ha tomado el estilo de vida “regreso a la naturaleza” al extremo. Él y su esposa, se han trasladado a una granja aislada del noroeste del Pacífico para criar a sus seis hijos: Bo (George MacKay), Keilyr (Samantha Isler), Vespyr (Annalise Basso), Reillian (Shree Crooks), y Nai (Charlie Shotwell). Cuando Leslie es ingresada en un hospital para recibir un tratamiento psiquiátrico, la tarea de criar a los niños cae sobre los hombros de Ben. El régimen diario que Ben le impone a sus hijos incluye no sólo el estudio intensivo de la literatura, las matemáticas, la ciencia y la historia, sino una dieta completa de actividades y tareas físicas. Cuando Leslie se quita la vida, Ben se enfrenta a la dificultad de regresar a la sociedad (aunque sea temporalmente) con sus hijos para asistir al funeral. Allí, se encuentra con sus suegros que ven con escepticismo las elecciones en la educación de sus nietos. En Capitán Fantástico las técnicas de crianza de Ben se cuentan desde una perspectiva emocional, pero el guión de Ross muestra los pros y los contras de su enfoque en contraste con la filosofía más convencional. El planteo de la película prefiere dejar la pregunta abierta ¿estos niños brillantes, independientes, articulados, y socialmente incómodos están mejor separados de la sociedad o se beneficiarían al ser integrados? Capitán Fantástico se erige como un testimonio de la dificultad de la crianza de una manera poco convencional -aunque la idea de venerar a Noam Chomsky sea muy atractiva- especialmente cuando el tejido de la familia está desgarrado por el dolor y la inevitable necesidad de independencia. A pesar de que la película contiene suficiente comedia para evitar que se vuelva un dramón, las emociones fluyen en el film y el choque cultural de los mundos logra el efecto deseado. Pese a esto, la resolución del conflicto toma un par de atajos, que amenazan con comprometer lo que la película construyó con ferocidad, inteligencia e integridad. Una película que hace preguntas grandes, sobre la educación, la familia, y la EE.UU actual y presenta respuestas que quedan a medio camino, un camino que, sin embargo vale la pena recorrer.
Hippies sin Osde. Ben Cash (Viggo Mortensen) vive junto a sus hijos e hijas en una paradisíaca pero hostil locación completamente alejada de la sociedad. Allí intenta criar y educar a sus vástagos con valores y parámetros completamente opuestos a la doctrina capitalista moderna. Los niños cazan, cosechan, analizan novelas clásicas y celebran el nacimiento de Noam Chomsky como si fuera Navidad. El estilo de vida de la familia Cash fue inicialmente acordado por Ben y su pareja Leslie, pero cuando esta última abandona el hogar por una enfermedad mental, los cimientos ideológicos que parecían tan sólidos paulatinamente empiezan a resquebrajarse. Capitán Fantástico posee elementos que podrían convertirla en una película terriblemente dramática pero Matt Ross, director y guionista del film, se las ingenia para inyectar la dosis justa de humor para alivianar el relato. Ross establece un ritmo muy fluido y dinámico con un tono luminoso de road movie, lo cual crea una cinta muy amena y entretenida para ver. El pibe Mortensen: Con una historia sobre el choque de mundos e ideologías, la película tranquilamente pudo haberse tornado en una crítica unilateral y adolescente sobre el capitalismo, sin embargo este no fue el caso y Ross se encargó de construir personajes ambiguos y tridimensionales. No hay héroes, ni villanos, cada uno de ellos posee un argumento perfectamente comprensible y lógico desde su lugar de acción. En este sentido también hay que destacar las muy buenas actuaciones de Viggo Mortensen (con termo de San Lorenzo incluido) y Frank Langella representando los dos polos antagónicos en términos políticos. Junto a la relación del protagonistas con sus hijos e hijas, el tandem Mortensen-Langella es uno de los puntos más altos de la película. Ya hacia el final, en un intento innecesario de edulcoración, Ross inserta sin demasiada coherencia un momento “musical” que a más de uno puede provocarle algo de vergüenza ajena Conclusión: Capitán Fantástico no es un film perfecto, pero que cuenta con un argumento fluido e interesante sustentado mayormente por el talento de sus interpretes.
Una muy buena producción que no podés dejar de ver si te encantan las películas que tienen algo completamente nuevo que contar. El desenlace puede gustarte mucho poco o nada, pero el desarrollo te mantiene atento y expectante por...
Un padre y sus seis hijos viven en el bosque y a espaldas de la civilización hasta que un hecho los obliga a volver al mundo moderno. Un film "antisistema" que funciona por su conmovedora historia y por la sólida performance de Viggo Mortensen. Un bosque. Un rito de iniciación. Un joven cazador que se convierte en hombre. Este es el comienzo de Capitán Fantástico, la película protagonizada por Viggo Mortensen, que acierta con su tono "antisistema" y con una historia que cuestiona y conmueve. Ben Cash -apropiado apellido para el papel de Mortensen- vive desde hace diez años con sus seis hijos en el bosque, aislado de la civilización y siguiendo sus propias reglas para "construír" un mundo mejor. Entre severos entrenamientos físicos, cacería y lecturas obligadas de títulos clásicos de acuerdo a las diferentes edades de los chicos y un modo de vida que a más de uno le parecería una locura, la historia coloca sobre el tapete a una padre de familia distinto que arriesga su cordura al servicio de una crianza cuestionada. Sin embargo, un hecho inesperado hará que familia peculiar deba bandonar su modo de vida en la naturaleza y volver a la civilización. El destino: una larga travesía hacia la casa de los suegros de Cash. Y adaptarse será todo un desafío. La película del director Matt Ross se mueve entre la road-movie con espíritu de cine independiente y recuerda por momentos a La costa mosquito, que protagonizara Harrison Ford. En ese contraste entre la vida en medio de la naturaleza y el mundo moderno del consumismo es donde se apoya permanentemente el relato. El encuentro de Cash con su familia y sobrinos, o el posterior choque con su suegro, encarnado por Frank Langella, encuentra los momentos más logrados del film. El respeto por las búsquedas y decisiones personales, la muerte, el budismo y las enseñanzas hacen de la película una bienvenida experiencia en la que Mortensen encuentra el punto justo a su personaje tildado de "loco" que no encaja en el sistema. El tono edulcorado y cuestionable plasmado en los minutos finales no empaña el resultado. Y en el elenco joven aparece también Annalise Basso -vista recientemente en Ouija: El origen del mal-, como la hija adolescente que, al igual que sus hermanos, siguen la difícil consigna de crecer en estado salvaje.
LA CONTRACARA DEL CAPITALISMO Ben Cash (Viggo Mortensen) es padre de seis hijos. Durante diez años los ha criado en un campamento autosuficiente en unos remotos bosques al noroeste del Pacífico, lejos de la civilización y, por sobre todo, rechazando cualquier contacto con el capitalismo. No celebran festividades “religiosas-comerciales”, como la Pascua y la Navidad, veneran el nacimiento de pensadores ateos, a Noam Chomsky en su lugar. Tras la muerte de su esposa, la familia se ve obligada a abandonar su paraíso y volver a la tierra individualista. De nombres creativos y una alta exigencia intelectual, todos son únicos en el mundo en la familia Cash. Así, debido a esa misma arrogancia, comenzarán a aparecer los problemas, cuando intenten adaptarse a la sociedad moderna. Camino al funeral de su madre, los chicos descubren el mundo real para el que claramente no estaban preparados. Quienes estamos sobrecargados de imágenes e información que nos envuelven en un pensamiento que no es más ni menos que consumista, les gritaríamos locos -“frikis” sería más acertado-. ¿Por qué? Si ellos no se burlan de nadie -salvo de los cristianos-, no hacen más que mirarnos con ojos descontaminados de todo lo que nos rodea. capitanEl también actor Matt Ross (Silicon Valley, American Horror Story, Big Love) escribe y dirige esta película hilarante pero también reflexiva. ¿Debemos ir a la escuela formal? Si podemos formarnos intelectualmente por nuestra cuenta. ¿Por qué proteger a los chicos de algunos conceptos? Si los descubrirán en algún momento. En pocas palabras, nadie está preparado para el mundo real. De cuando en cuando, no viene mal preguntarnos “¿Qué vine yo a hacer acá?”. De seguro, a seguir las órdenes de ningún capitán. Los humanos somos seres pasionales. Nos dejamos llevar por nuestras emociones, creencias o ideologías, en mayor o menor medida. Que aburrida sería la existencia si todos fuésemos iguales. Chomsky decía: “Si asumes que no existe esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas”. Es útil recordar que las cosas son sólo cosas, que nosotros somos dueños de ellas y no ellas de nosotros. Que el mundo no es para los cobardes, muy pocos pasaron a la historia por arrogantes. “Hay pobres porque hay ricos, hay ricos porque hay pobres”. Si aún existen oportunidades de cambiar, cualquiera está a un solo paso. En definitiva, todos estamos hechos del mismo palo. CAPITÁN FANTÁSTICO Captain Fantastic. EE.UU., 2016. Dirección: Matt Ross. Guión: Matt Ross. Música: Alex Somers. Fotografía: Stéphane Fontaine. Intérpretes: Viggo Mortensen, George Mackay, Annalise Basso, Erin Moriarty y Frank Langella. Duración: 118 minutos.
Teoría y práctica Capitán Fantástico (Captain Fantastic, 2016), el segundo largometraje como director del actor Matt Ross (28 Hotel Rooms, 2012) es un film que retoma la estética, las características argumentales, el tono y el espíritu de aventura de películas como Little Miss Sunshine (2006) de Jonathan Dayton y Valerie Faris; Into the Wild (2007), de Sean Penn, y Moonrise Kingdom (2012) de Wes Anderson, para construir con calidez y visión crítica la idiosincrasia de una familia que desarrolla su vida alejada de los condicionamientos sociales en un bosque de Estados Unidos. La familia Cash vive en medio de un bosque en el noroeste de Estados Unidos, cazan animales, plantan frutas y verduras, se entrenan para sobrevivir en condiciones extremas, aprenden sobre política, filosofía, física cuántica, retórica, matemática, literatura y viven una vida extraordinaria, austera y severa bajo el liderazgo de su estricto padre, Ben (Viggo Mortensen). Cuando la madre de los seis niños se suicida a causa de una severa enfermedad neurológica tras mes de internación y años de tratamiento la familia emprende un viaje para impedir que el padre de Leslie (Trin Miller) la entierre en un funeral católico, ya que según su testamento y última voluntad ella solicita que su cuerpo sea cremado y su despedida sea una fiesta alegre y no una ceremonia solemne. En el viaje los niños interactúan por primera vez con el mundo y con personas que creen que su forma de vida es extravagante e incluso nociva para su salud física y mental. La actitud confrontativa de Ben con su hermana (Kathryn Hahn) y un encono de toda la vida con Jack (Frank Langella) el padre de su esposa, llevan la situación al límite y los discursos de ambos bandos se convierten en acciones que buscan diferentes caminos para lidiar con la muerte. El film de Matt Ross realiza una crítica desde el marxismo y sus ideales al pobre sistema educativo norteamericano, al sueño americano devenido imperio del consumo de basura descartable, a la apatía de una juventud sumida en el tedio y el aburrimiento y a la posibilidad de llevar a cabo propuestas de de resistencia al modelo capitalista de explotación y destrucción del planeta y sus habitantes. El opus contrapone la realidad social con el experimento de la familia Cash poniendo énfasis en la posibilidad de construir alternativas sociales a la decadencia de la cultura norteamericana. Aunque utiliza demasiados estereotipos la película plantea exitosamente la necesidad de prepararse y formarse para realizar acciones concretas. El film también plantea un análisis sobre las diferencias culturales que subyacen en la sociedad norteamericana y las bifurcaciones del sueño hippie. La extraordinaria fotografía de la francesa Stéphane Fontaine (Elle, 2016) se destaca por sus claroscuros y la contraposición entre la belleza y la inclemencia de la naturaleza con la monotonía de la ciudad. Las actuaciones de Viggo Mortensen y los niños que componen una gran e inusual familia sostienen esta propuesta que busca combinar momentos de reflexión con decisiones que llevan hacia la realización de acciones concretas que implican valores morales y éticos enterrados bajo la cultura del hedonismo. De esta manera Ross logra plantear ideas políticas y cuestiones sociales que desde la crisis financiera del 2008 son cada vez más frecuentes en la opinión pública estadounidense y que antes estaban completamente ausentes del debate público y el espectáculo. Capitán Fantástico se presenta así más que como un producto del entretenimiento como una toma de posición moral ante un sistema decadente y perverso que bajo el mando de las corporaciones envenena el espíritu y el cuerpo humano para controlarlo, humillarlo y finalmente destruirlo.
La transfiguración familiar En esta pequeña joya de retiro bucólico y encontronazos con una sociedad poco interesada en comprender a los que habitan sus márgenes, el realizador Matt Ross encauza una de las mejores actuaciones de Viggo Mortensen, el alma de una propuesta bellísima. En un bosque distante un joven, con su cara y cuerpo ennegrecidos, acecha y luego mata a un ciervo sin recurrir a nada más que sus manos y un cuchillo. Mientras el cadáver del animal todavía está caliente, vemos que a través de la vegetación surgen cinco chicos más, todos portando asimismo camuflaje de ocasión, y un único adulto, Ben (Viggo Mortensen), padre de la prole y responsable de este rito de iniciación: de inmediato el susodicho le informa al muchacho que “hoy el niño murió… y en su lugar yace un hombre”. Durante los próximos minutos descubriremos que la familia vive aislada en un enclave rústico desde hace años, que la madre tuvo que ser internada en un hospital y que el clan en su conjunto comulga con una filosofía política anticapitalista vinculada a la izquierda, el budismo y la autosuficiencia, lo que incluye además un entrenamiento físico e intelectual muy estricto. Cuesta imaginarlo pero la verdad es que Capitán Fantástico (Captain Fantastic, 2016) viene a ratificar que aún quedan cosas por decir en el campo del conflicto entre barbarie y civilización, una incompatibilidad que reproduce la vieja incógnita que plantea la existencia del otro, ese ser heterogéneo que no comprendemos del todo. El segundo film del actor reconvertido en director Matt Ross evita los clichés del “buen salvaje” porque nos presenta a unos protagonistas cultos, atléticos y rigurosos en su ideología libertaria; por un lado esquivando las alusiones a las sectas protestantes, tan típicas de Estados Unidos, y por el otro enalteciendo la pedagogía autodidacta y socialista, en la que -por ejemplo- se festeja anualmente el natalicio del gran Noam Chomsky. De hecho, la familia de Ben se define a sí misma como una alternativa sensata al consumismo automatizado de los norteamericanos. Por supuesto que el catalizador para que la burbuja de la “comunidad perfecta” estalle es la muerte de Leslie (Trin Miller), la figura materna, circunstancia que obligará a todos a abandonar su hogar para asistir al funeral cristiano que Jack (Frank Langella), el padre burgués y acaudalado de la fallecida, organizará de manera unilateral a pesar de conocer de sobra que la mujer deseaba ser cremada, no enterrada en un cementerio. Adoptando la estructura de las road movies, el guión del propio Ross se concentra en el viaje de Ben y compañía en pos de defender la voluntad de Leslie, un trayecto de impronta antropológica en el que conviven el inconformismo y el melodrama, los dos extremos de un mismo andamiaje narrativo que el realizador sabe administrar con sutileza. La historia hace del minimalismo indie su principal bandera y utiliza al humor para subrayar los puntos ásperos. Hay en toda la propuesta un interés muy marcado por retomar el costado más etnográfico del cine de autores como Werner Herzog, Peter Weir y Terrence Malick, señores que han examinado los intersticios de la confluencia entre modelos opuestos en lo que respecta al arte de habitar el mundo y relacionarse con la flora, la fauna y el resto de la humanidad. La película juega con el fantasma de una paternidad amputada (la posibilidad de que Jack haga arrestar a su yerno si éste se presenta en el velatorio), no prejuzga en ningún momento al entramado afectivo (Leslie fue la única hija de Jack, quien a su vez responsabiliza a Ben por años de alejamiento) y hasta se decide a explorar mucho más los problemas previos a la odisea que los que surgen de ella (más allá del descubrimiento del proceder citadino y banal por parte de los pequeños, aquí priman un duelo vitalizante y la discordia de lo antagónico). No sólo el trabajo de Ross es digno de elogio, ya que la fotografía de Stéphane Fontaine y la actuación de Mortensen también son exquisitas: el primero se destaca mediante una paleta de colores furiosos que se ubican cómodos entre el naturalismo y la belleza etérea, y el segundo ofrece otra interpretación apabullante, capaz de abarcar toda una gama de emociones con una solvencia y un profesionalismo en verdad encomiables. Mientras que muchas otras epopeyas de transfiguración familiar caen en los facilismos de la comedia atolondrada o los instantes de reflexión de segunda mano, basados en un registro bombástico consagrado a los latiguillos, Capitán Fantástico -en cambio- analiza desde la astucia y la mesura los abusos e injusticias de una cosmovisión occidental contemporánea de resonancia sádica para con los diferentes y profundamente hipócrita, adepta al sexo y la violencia pero siempre tendiente a escandalizarse ante la introspección seca, la denuncia de la inoperancia institucional/ estatal o frente a cualquier esquema anarquista que niegue los pormenores del ocio transformado en mercancía y mecanismo de fuga de la praxis diaria.
Ecología familiar Mitad homenaje a Noam Chomsky –lingüista y escritor político radical que en diciembre cumplirá 87 años y pertenece por derecho al selecto club de los “abuelos indignados” (Stéphane Hessel, José Luis San Pedro…) que tanto han enseñado a varias generaciones de jóvenes rebeldes-, al que los niños de la película recitan de memoria, y mitad funeral por la utopía, Captain Fantastic -que me ha parecido una película muy mediocre- nos lleva a los bosques del noroeste estadounidense donde, aislado de la sociedad, vive un tipo (Viggo Mortensen), quien dedica toda la vida a intentar que sus seis hijos, de entre 5 y 20 años, lleguen a ser adultos fuera de la norma, solidarios, imbuidos de los derechos humanos, anticapitalistas y también extraordinariamente inteligentes.
La película comienza con un ejercicio de destreza: con un cuchillo como única ayuda, un joven se lanza sobre un ciervo y lo degüella en el acto, ante la mirada seria de su padre y de sus hermanos. Es un bautismo de sangre: “Hoy el niño ha muerto. Ahora hay un hombre”. Todos están camuflados para mimetizarse con la vegetación, con sus cuerpos y rostros embadurnados de barro. Y claro, allí uno piensa en las máscaras feroces de Apocalypse Now (justo una película vecina en la programación del festival), así como también recuerda los peligrosos verdores de Deliverance y la musculatura de El señor de las moscas. La diferencia es que en Captain Fantastic ese estado “salvaje” (“precapitalista” sería un término más preciso) representa una condición elegida y no un callejón al que se llega por desesperación o locura. En esta ficción Viggo Mortensen interpreta a Ben, un hombre que decidió criar a sus seis hijos en medio de un bosque, lejos de la modernidad, del consumo, de las tecnologías (tema que a la vez nos lleva a otro film estrenado este año: Le meraviglie). Los chicos son cazadores, agricultores, artesanos, briosos atletas e intensos lectores, cualidades moldeadas bajo una estricta disciplina. Para ellos, celebrar el cumpleaños de Noam Chomsky resulta ser el acontecimiento más importante del año, aunque a uno de los varones también le encantaría poder festejar la Navidad, “como lo hacen todos los demás”. Todo forma parte de un proyecto político que Ben encaró junto a su esposa y madre de los chicos. Sucede que un día la mujer muere. Y la familia debe salir a la ruta para enfrentarse con el mundo, o aquello que el protagonista define como “el sistema”. Allí el padre deberá hacerse cargo de muchas contradicciones y asumir que, quizás, su acerada arrogancia podría estar cercenando la individualidad de sus hijos. La trama aborda una cuestión que no sólo tiene alcance universal, sino que además debería ser siempre prioritaria: si realmente creemos que la emancipación sólo llegará a través de la educación, ¿qué clase de crianza debemos darle a nuestros hijos? No tengo dudas de que Matt Ross realizó el film con las mejores intenciones, y encima cuenta con Mortensen, que aquí vuelve a lucirse con esa sencillez tan magistral que lo caracteriza (yo intuyo que a Viggo le compramos lo que sea porque es un actor que nunca parece estar actuando). Captain Fantastic una película amable, visualmente hermosa por momentos, pero débil en su construcción dramática, afectada por el carácter excesivamente programático del guión, rasgo que en muchas escenas se torna muy evidente y anula cualquier atisbo de frescura. Pienso en el dibujo que hace el film de Bo (George MacKay), el hijo mayor del clan, quien debido al aislamiento no ha tenido roce con las mujeres y no sabe bien cómo vincularse con ellas. Cuando conoce a una chica que le gusta, para declararle su amor el joven no encuentra mejor opción que arrodillarse cual improvisado Romeo mientras recita un inverosímil parlamento científico-literario. Se supone que uno debería pasar de la sensación de ridículo a la ternura al escuchar al personaje, pero nada de eso no ocurre, porque la escena se nos hace directamente fría. Artificial. Está colocada para probar uno de los veredictos del film (luego subrayado por los diálogos): la experiencia vivida en el mundo concreto aporta una clase de sabiduría que los libros no contienen. Hay que reconocer que, a pesar de su tibieza, Captain Fantastic no es una película ingenua. Al mostrar la mansión perteneciente a los suegros de Mortensen, por ejemplo, el realizador postula que el sueño hippie sigue siendo producto de jóvenes burgueses que se lanzan a practicarlo casi como si fuera un ensayo existencial, sabiendo que pueden volver al confort familiar si la aventura fracasa (que el dato sea un lugar común no lo hace menos cierto). Pero creo que lo más interesante del relato reside en un puñado de indicios que sugieren que el protagonista no puede controlarlo todo, ni siquiera en el campamento del bosque. La hija más pequeña de Ben, Zaja (interpretada por la maravillosa Shree Crooks), pronto se nos revelará como una enciclopedia andante, con muchos contenidos acumulados sobre historia y actualidad acumulados en su cabeza. A la niña también le fascina cazar nutrias y desollarlas con un cuchillo que ella no debería usar. Al comienzo del film vemos cómo el padre sube a buscar a Zaja a una casita montada sobre un árbol, donde descubre que la niña tiene un retrato del bestial Pol-Pot situado en un altar, rodeado de pieles, plumas y pequeñas calaveras de animales (y algo más). Y allí uno se pregunta cómo estará procesando esta nena toda la información inculcada por su padre. Mortensen, azorado, no sabe qué decir. La escena es breve pero inquietante, porque insinúa algo siniestro a través de una discreta ambigüedad. Allí podría haberse incubado, decidamente, otra película, claro que en ese caso estaríamos sacudiendo el cerco de la feel-good movie, convención que Captain Fantastic jamás pretendió traspasar.
Familia fuera del sistema. Ben (Viggo Mortensen) es el padre de seis hijos a los que ha criado en remotos bosques, viviendo de la naturaleza y sin ir al colegio. Pero reciben de su padre una educación tan particular que son que son física e intelectualmente superiores a cualquier otro niño de su edad: entrenan todos los días, son capaces de sobrevivir en el medio de la naturaleza con solo un cuchillo, jamás usaron una computadora, han leído mucho más que cualquier otro chico, y en vez de festejar navidad festejan el cumpleaños de Noam Chomsky. Estos niños tan evolucionados casi no han tenido contacto con una sociedad que conocen en teoría, a la que analizan y critican en reuniones familiares, hablando de los males del consumo, la violencia policial, y la ineficacia de los políticos. Un evento desafortunado hace que la familia deba dejar el bosque y concurrir a un funeral en la ciudad, así el padre y los seis hijos suben al micro familiar y se dirigen a enfrentarse con ese mundo que han abandonado y al que consideran tan triste e injusto. El padre se enfrenta con un mundo al que eligió renunciar, pero los chicos ven todo por primera vez y las reacciones de los seis serán diferentes; no a todos ellos el mundo les parece tan horrible, es entonces cuando este padre-líder de la manada, tan seguro de sí mismo y arrogante, debe considerar si lo que ha hecho es correcto. Sin duda los chicos son brillantes, reflexivos e inteligentes, pero lo que el filme plantea es si la decisión del padre de alejarlos de todo ha sido la correcta, y si es posible criar niños así de particulares aún dentro de un sistema escolar mediocre y una sociedad donde el consumo les quema la cabeza. Es un filme prolijamente dirigido, con una buena estética pero donde las imágenes son menos importantes que los diálogos, brillantes e irónicos, que surgen al mostrar la realidad a través de los ojos de estos niños, pasando del drama al humor sin desentonar. Viggo Mortenssen se destaca en un personaje que parece hecho para él, y los seis niños realizan grandes interpretaciones, especialmente el mayor encarnado por George MacKay, el más callado y reflexivo de los hijos y el que más ganas tiene de salir del microclima familiar. El final es amable, tal vez demasiado suave para un filme que muestra realidades tan extremas, pero está bien narrado y plantea muchas cosas interesantes en torno a qué es realmente estar fuera del sistema, si hay otras alternativas a vivir en sociedad, y hasta qué punto este padre que le ofrece a sus hijos una vida tan interesante no los está privando de otras cosas y de la posibilidad de elegir.
Tomá mate y, si el sistema te lo permite, aviváte. Con una particular versión de la canción “Sweet Child O’ Mine” del grupo los Guns N’ Roses, la familia de Ben Cash (impecable trabajo Viggo Mortensen) cantan y dan cierre a esta sensacional, original y provocativa cinta anti-sistema. “Capitán Fantástico” propone una mirada diferente del mundo, de los valores, de las costumbres. La famila Cash (Ben y sus seis hijos) vive en el bosque alejada de las grandes ciudades. Literalmente de la caza y de la pesca. Son sumamente estudiosos de todos los temas, cultos e informados. Pequeños y grandes, intelectuales que se entrenan para sobrevivir bajo la atenta mirada de su padre Ben, y rechazan prácticamente todo contacto con el mundo capitalista. Un hecho desafortunado desencadenante sobre la salud de su esposa hará que todos en grupo regresen a la ciudad. Encuentro algunos problema con el verosímil y cuánto de todo eso que sucede en pantalla lo aceptamos tan sencillamente. Pero no por eso deja de ser un gran largometraje con un claro y contradictorio mensaje. Entretiene y emociona. Llena de momentos desopilantes cargados de humor. Donde la derecha y la izquierda del pensamiento entran en conflicto. Matt Ross es quien escribió el guión y la dirigió. Tal vez el gran mérito, al ser actor también, es permitir que fluya y brille tan bien todo el elenco -todos muy bien elegidos- logrando que “Capitán fantástico” sea una película muy singular por su historia y fundamentalmente por sus protagonistas.
Ambigüedades en los márgenes. Como si se tratara de un experimento social, el cineasta se juega a llevar una idea al extremo –la de un idealista antisistema y globalifóbico– para ver qué es lo que pasa. Pero no se queda en eso y ahonda también en los vínculos familiares. No es sencillo encarar un texto sobre Capitán Fantástico, segundo trabajo como director del actor Matt Ross. Sobre todo porque, aunque no es una película política, el cineasta (que también es el guionista) pone en acción dos miradas contrapuestas del mundo y, como si se tratara de un experimento social, se juega a llevar una de ellas al extremo para ver qué es lo que pasa. Justamente ese juego de exageración hace que sea muy cómodo atacar a la película, tanto sea por izquierda como por derecha. Porque es cierto que este procedimiento de magnificación puede hacer que sus personajes sean vistos como criaturas un poco grotescas, de las que sería muy fácil burlarse. La tentación del camino más corto. Lo más arduo a la hora de aceptar el viaje cinematográfico que propone Capitán Fantástico, es intentar superar esa primera capa superficial de literalidad para desmenuzar la carne que está debajo, siempre protegida por la piel del relato. “¡Es la utopía, estúpido!” Así podría resumirse el plot de Capitán Fantástico, parafraseando aquella famosa frase de campaña de Bill Clinton. Ben es un idealista antisistema, un fruto de la cultura hippie globalifóbica, cuya gran obra es haber construido junto a su mujer un mundo privado para sus seis hijos. Un mundo al margen de la civilización occidental, pero del lado de adentro del margen. Porque si bien viven aislados en una granja autosustentable en medio del bosque, minimizando el contacto cotidiano con el exterior y produciendo el alimento y la energía básica que consumen, también se nutren de las obras de grandes escritores, pensadores y científicos para sostener la crianza de los seis chicos. Que, por supuesto, no van a la escuela, sino que reciben una educación libre de manos de sus padres. El punto débil de esa quimera naturalista es que no puede prescindir de cierta tecnología del exterior y el colapso llega cuando esta se hace indispensable. La internación de la madre de los chicos en un hospital por un problema de salud deja expuesto ese flanco vulnerable. Dicha situación obliga a la familia a un inédito contacto social que genera escenarios de tensión con la hermana y los suegros de Ben, quienes no entienden la obstinación de su marginalidad. Pero también da pie a situaciones graciosas surgidas del choque cultural entre esa familia que en lugar de la Navidad celebra el cumpleaños de Noam Chomsky, y el mundo del consumo y el capital. Una fotografía prístina y cargada de colores saturados, gentileza de Stéphane Fontaine, le proporciona a la historia un marco cálido y siempre luminoso, cuya principal virtud es la de adaptarse camaleónicamente a esos múltiples paisajes emotivos, que la película hace desfilar por la pantalla. Su paleta tecnicolor y la luz abundante con que riega cada cuadro parecen replicar desde la imagen el universo ambiguo, a la vez abierto y cerrado, en el que viven Ben y sus hijos, encapsulando las escenas dentro de una bola cristalina en la que hasta el elemento más mínimo puede ser apreciado en detalle, permitiendo la ilusión de una mirada omnisciente. Se pueden apostar algunas fichas a nombre de Fontaine y su posible candidatura a los Oscars, que si no le llega por este trabajo tal vez sí por su participación en Elle, del holandés Paul Veerhoven, o por Jackie, del chileno Pablo Larraín, tres películas que dieron mucho que hablar durante este 2016 que llega a su fin. Capitán Fantástico puede ser vista como una alegoría que en tono de fábula ilustra algunos aspectos básicos de viejas disputas políticas, reactualizadas por la muerte de Fidel Castro. Pero si fuera solo eso se trataría de un film burdo. Por suerte el ingenioso marco del relato es aprovechado para hablar sobre todo de los vínculos familiares y de las tramas invisibles que debajo de ellos va tejiendo lo que no es dicho. Una película sobre el valor de la palabra, en la que el silencio no siempre es salud. Hay dolor acumulado en los años de silencio que separan a Ben de su familia y de la de su esposa. Hay dolor en esos chicos educados en una confusa libertad, pero a quienes su padre no les dice ni un “te amo” ni un “te quiero” a lo largo de toda la película. Ross se hace cargo del desafío que su propio guión propone y aunque no siempre sale del todo airoso, consigue compartir de manera genuina sus dudas y sentimientos al respecto.
Capitán Fantástico, segundo film de Matt Ross, que pudo verse a manera de preestreno en la Semana de Cine del Festival de Cannes, nos introduce en la cotideaneidad de los Cash, una familia que habita un bosque de Estados Unidos, y cuya austera vida se basa en cultivar sus propias frutas y verduras, cazar o ejercitarse y entrenarse para sobrevivir ante cualquier situación extrema. Además de esto, pasan sus días educándose; leer y aprenden sobre literatura, filosofía, política y cuestiones más exactas como física y matemática. Sin embargo, la rutina de la familia se ve altamente modificada cuando Leslie, la madre de dicha familia, se suicida tras largo tiempo de padecer una enfermedad. A partir de esta situación trágica, los Cash liderados por Ben (Viggo Mortensen) viajan a encontrarse con el padre de Leslie (interpretado por el gran Frank Langella), para así impedir que el funeral de la mujer no sea realizado de forma católica, y se respete su última voluntad. En dicho viaje se suceden diversos cruces culturales, a partir de las distinas cosmovisiones que las familias tienen en relación al mundo, al futuro y a la muerte misma. Ya desde el poster del film, la éstetica del mismo nos remite inmediatamente a películas como Little Miss Sunshine (2006) o la más reciente Moonrise Kingdom (2012), y es verdad que comparte parte del espíritu aventurero y osado que éstas tuvieron. Todo esto se evidencia aún más, a través de los juegos de colores que se contraponen al exhibir las dos “realidades” por las que pasan los Cash, y las emociones que cada una de estas situaciones genera. Aplausos aparte para Viggo Mortensen, quien está presente en la gran mayoría de las escenas, y que brinda una de las mejores performances de su vida. Si bien Capitán Fantástico se presenta inicialmente como una crítica a distintas ideas del capitalismo, del mantenimiento del planeta y del sistema educativo americano tradicional, pero a medida que el relato transcurre, nos damos cuenta que el film de Matt Ross no busca generar una bajada de línea o plantear un mensaje político – aunque hay muchas referencias sobre la izquierda-, sino que intenta generar reflexión y cuestionar muchas situaciones o formas de afrontar nuestra actualidad.
Progresismo se escribe con sangre Viggo Mortensen, como el padre que cría seis hijos en el bosque, tiene algo así como el papel de su vida. Variados son los temas que afronta Capitán Fantástico, desde cómo criar a los hijos a la falta de comunicación y entendimiento cuando todo parece transformarse en un diálogo de sordos. El núcleo donde transcurre todo es una familia. ¿Como cualquiera? Ben (Viggo Mortensen, que parece haber nacido para encarnar este personaje) cría a sus seis hijos en el bosque. Los chicos, de distintas edades, no sabe lo que es Internet, pero conocen más de la Constitución de su país que sus primos que viven en la ciudad. ¿Qué es Cola? pregunta la más chica. “Agua envenenada”, recibe por respuesta en boca de su padre. Ben quiere que sus hijos crezcan lo más libres posibles, defiendan sus ideas -las que les inculca- y abre la discusión cuando no se le escapa algún aire dictatorial. Todo parece marchar en el patriarcado progresista. Cazan con cuchillo, hacen fogatas, no festejan Navidad, pero sí el cumpleaños de Noam Chomsky, y escuchan a Bach, hasta que llega la noticia –algún día tienen que conectarse con el mundo exterior, vía línea de teléfono- de que su esposa, la madre de los chicos, se suicidó mientras estaba internada. A partir de entonces, y para defender el deseo de su mujer, budista, de no ser enterrada según otros ritos, lo siete (¿magníficos?) parten en el ómnibus cual casa rodante para llegar hasta la casa de los abuelos, y evitar ese sacrilegio. En la confrontación suelen verse los caracteres, no sólo de los personajes. La comunidad parece resquebrajarse entre las contradicciones del anarquista y algún deseo juvenil entre estos nacidos para sobrevivir, que hablan de darle el poder a la gente, pero que no miran con malos ojos las comodidades de la mansión del abuelo (Frank Langella). ¿O sí? Segunda realización como director del actor Matt Ross (la serie Silicon Valley), Capitán Fantástico se enriquece por las situaciones que, algunas, parecen traídas de los pelos (el padre regala armas a sus hijos), pero que por lo general abren el panorama sobre cómo llegar al otro sin imponerle sus ideas. Es cierto que los chicos viven en un contexto atípico, fuera de lo social y sin llegar a ser una secta, con autonomía, pero Ben los trata a todos como si fueran jóvenes adultos, tengan 7 o 17 años. Mortensen, dijimos, con barba crecida y sus modales se muestra muy cómodo, hasta mate en mano, y los actores que personifican a sus hijos tienen, cada uno, su momento para lucirse en esta película que comienza planteándose como revolucionaria, aunque para arribar al final pase por contradicciones.
En estos días donde la comedia estadounidense agoniza a través de un humor idiota y sin ideas, que apela a la escatología y los chistes sobre drogas y sexo como únicas herramientas para hacer reír, Capitán Fantástico le devuelve la dignidad perdida al género. Una gran película que fusiona a la perfección el humor con el drama en un relato que tiene momentos desopilantes pero también logra emocionarte con los vínculos que se establecen entre los personajes principales. Viggo Mortensen, en uno de los mejores papeles de su carrera, interpreta a Ben Cash, el último hippy real del planeta tierra, quien decidió criar a sus hijos aislados del la civilización moderna. A través del contacto con la naturaleza, la meditación, un exigente programa de entrenamiento físico y la filosofía socialista, los hijos de Cash se crían sin ningún contacto con las herramientas y hábitos del mundo moderno. Cuando la familia se ve obligada a asistir al funeral de la esposa de Ben y madre de los chicos, los personajes emprenden una travesía donde se topan con un mundo que los ve como bichos raros y para el cual no están preparados. Capitán Fantástico es extraordinaria por la manera en que el director Matt Ross maneja el tono emocional del conflicto. El film tiene diálogos y situaciones desopilantes, como la escena en que Ben Cash reemplaza el festejo de la Navidad por el día de Noam Chomsky, y al mismo tiempo te conmueve con drama que se desata entre este excéntrico padre y sus hijos. La historia es muy divertida pero también trabaja ideas interesantes. Viggo Mortensen se luce con una gran interpretación a través de un personaje complejo y ambiguo que genera distintas reacciones en el espectador. Hay momentos donde le tenés simpatía por la nobleza de su ideología y otras escenas donde lo querés matar por su actitudes intolerantes y el modo en que eso repercute en el destino de sus hijos. Dentro del reparto también se destaca un genial Frank Langella como el abuelo de los niños que intenta poner un poco de cordura en la excéntrica familia. Capitán Fantástico es una agradable sorpresa del cine independiente que se destaca entre las mejores películas que vi este año y recomiendo no dejar pasar en los cines.
CRECER AISLADO Y SUS CONSECUENCIAS Es una de esas películas que seducen pero cuando uno las piensa se le notan los defectos. Sin embargo esta comedia dramática tiene honestidad. Como la que guía a los padres de esta familia a criar a sus hijos aislados en medio de la naturaleza, con entrenamiento de supervivencia y estudios rigurosos que los convierte en pequeños genios. Una manera ingenua de crear lo que sienten como un paraíso personal. El problema inevitable es cuando sucede el conflicto, enfrentar a la sociedad, al sistema, cuando muere la madre, largamente internada. Allí “vuelven” a la civilización y se dan las situaciones cómicas y dramáticas. El cuestionamiento a la comida chatarra, la obesidad, a la educación carísima, la alienación, si bien son ingenuas y de manual, causan impacto. No están profundizadas y hacia el final se apresuran las soluciones fáciles. Viggo Mortensen con talento y emotividad se pone a la cabeza de un elenco de jóvenes actores y niños de excepción. Una historia provocativa, con un momento de crueldad innecesaria al comienzo y un epilogo cuestionable, pero vale por el planteo y las actuaciones.
Viggo Mortensen es "Capitán Fantástico" El actor de “El Señor de los anillos” es el protagonista de esta cinta artística que sueña fuerte para los próximos premios Oscar Un padre dedicado a criar y educar a sus seis hijos en el bosque, alejados de la civilización convencional, se ve obligado a abandonar su paraíso y enfrentarse al mundo, compartiendo con ellos una experiencia vital que ninguno olvidará. Capitán Fantástico es una hermosa película independiente de Matt Ross, una road movie que desde la estética, y hasta la concepción de algunos personajes, parece surgida de la mente de Wes Anderson, un realizador que claramente debe haberlo influido. Construida como una comedia dramática, la película reflexiona sobre la figura paterna y la crianza de los hijos en un contexto alejado del rumbo globalizado que han tomado las sociedades modernas. A Viggo Mortensen este papel le sienta como anillo (cuak!) al dedo, parece un personaje construido a su medida (incluida la afición al mate que presenta Ben, su padre riguroso y protector con el que es fácil empatizar). Párrafo aparte para los niños del filme, que acompañan cada escena con solvencia, haciendo creíble la trama. Un filme festivalero, de autor, que de todas maneras puede ser disfrutado por los habitués del cine comercial que busquen un cine más comprometido e interesante que los típicos productos pochocleros.
Ben Cash (Viggo Mortensen) y su mujer Leslie (Trin Miller) crearon para sus hijos un paraíso donde vivir apartado de la civilización. En un campamento autosuficiente hecho a mano por ellos, Ben enseña a sus hijos las habilidades que necesitan para sobrevivir en pleno bosque, además de proporcionarles severos entrenamientos físicos, cacería y lecturas obligadas de títulos clásicos de acuerdo a las diferentes edades de los chicos. Sin dejar de lado un modo de vida que hoy nos parecería una locura. Cuando Leslie es internada en un hospital para recibir un tratamiento psiquiátrico, la crianza de los seis hijos cae sobre los hombros de Ben. Ellos son Bo (George MacKay), Keilyr (Samantha Isler), Vespyr (Annalise Basso), Reillian (Shree Crooks), y Nai (Charlie Shotwell). La historia da el vuelco necesario como para que el contraste entre la vida en medio de la naturaleza y el mundo moderno del consumismo tome fuerza en el relato y el padre de familia que se arriesga para seguir sus propios principios, deba replantearse la crianza de los niños. Viggo Mortensen está realmente magnífico. Todos sabemos que es un actor polivalente, pero en Capitán fantástico se introduce en la piel de ese padre que debe lidiar con el riesgo de que su espíritu libre pueda dañar a sus hijos. Encara un personaje sumamente entero y que llega a transmitir con claridad el mensaje del film. Matt Ross escribe y dirige esta película donde su trama nos lleva por secuencias de comicidad y entretenimiento sin olvidarse del complejo drama que nos llama continuamente. Puede ser nos recuerde a Little Miss Sunshine (2006) o Into the Wild (2007), pero va un paso más allá, buscando que reflexionemos acerca dela educación, el consumismo, los paradigmas. Es a las claras una crítica a la sociedad norteamericana, pero no estamos muy distantes de ello. No podemos no hablar de la maravillosa fotografía de la francesa Stéphane Fontaine, quien se encarga de remarcar esa oposición entre la divinidad de la naturaleza y lo monocromático de la ciudad. Alex Somers, quien produjo los soundtracks de otras películas, en esta oportunidad nos ofrece una música única como el film, mezcla de sonidos country (donde encontramos pistas originales) y canciones populares en versiones acústicas por el propio elenco, además de un poco de música clásica (pueden escuchar ACÁ el soundtrack y seguir la playlist). Capitán fantástico logra esa luminosidad y virtud en su narrativa que pocas películas logran de forma equitativa. Invita a seguir un viaje emocional que nos lleva de la risa al llanto en esa rebelión al sistema y la exploración de la crianza.
¿Cómo le enseñaremos a nuestros hijos sobre la sociedad? ¿Cómo nos enseñaron a nosotros lo que aprendimos? Capitán Fantástico (Captain Fantastic, 2016) cuestiona los pilares educativos sin dejar de cuestionarse a sí misma. ¿Quiénes somos en medio de esta sociedad consumista y quiénes hemos dejado de ser? Hace un tiempo, la familia de Ben (Viggo Mortensen) se mudó con él al bosque buscando nuevos métodos de enseñanza para sus hijos y para aliviar la condición de la madre que padecía un trastorno bipolar. A medida que transcurre la película, nos damos cuenta de que el método de enseñanza es impositivo pero como tiene en sus bases programas de lectura fundacionales para la formación del alma y tiene algunos resultados favorables, nos cuestiona sobre cómo aprendemos en la escuela, en la universidad y, en general, en el transcurso de los días. Todo esto se desarrolla con una gracia a ratos punzante. En un momento celebran el Día de Noam Chomsky, a pesar de que Rellian (Nicholas Hamilton), uno de sus hijos menores, preferiría celebrar la Navidad como las demás personas. Escenas como ésta dan cuenta de que el guión cae en giros previsibles al mismo tiempo que los desarrolla con inteligencia. Ben le permite a Rellian rebatir sus puntos sobre por qué celebrar a una figura creada por la fe antes que celebrar los logros de un ser humano. No olvidemos tampoco el momento donde la familia visita la ciudad por una causa mayor y se encuentran con tanto consumismo personificado en la gordura extrema de quienes los rodean. Ciertamente en Norteamérica los problemas de sobrepeso son serios, pero la sociedad consumista no está delimitada por países. Varía según las latitudes. Al final, los resultados en la mejoría de la enseñanza de sus hijos son tan evidentes como el empeoramiento de otros factores lo que conlleva a una transformación de toda la familia. Así lo demuestran las actuaciones comprometidas de los involucrados. Mortensen lidera con firmeza al grupo, pero ni siquiera los menores se ven opacados por él. Podría decirse lo mismo de los aspectos técnicos del filme. La banda sonora celebra una y otra vez la vitalidad de estos personajes y de lo que buscan en su viaje, así como el vestuario de tonos brillantes (verde oliva, rojo, celeste) destaca, más que sus personalidades, lo que cumplen ellos dentro de la historia. Recientemente, Mortensen fue nominado al Independent Spirit en la temporada de premios que comienza en Estados Unidos. Esta nominación se suma al premio por dirección de Matt Ross en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes de este año y su recorrido por otros como el de Seattle.
Relatos del Postsocialismo Ben (un convincente Viggo Mortensen) y su esposa Leslie viven en los bosques, lejos de la civilización asumiendo la educación de sus hijos ya que los mismos no han sido escolarizados. Desde geografía, lenguas, política física y arte, hasta defensa personal y un curso diario (muy Rambo) de supervivencia han sido diseñados por estos especiales padres para sus hijos. Sin embargo ese mundo bucólico e idílico se rompe cuando Leslie es hospitalizada y luego muere al suicidarse. capitan f2 Allí empieza la película y allí empieza el cuestionamiento de Ben si han decidido bien la vida que han llevad,o sabiendo que además Leslie padecía una enfermedad mental que debería haber tratado en la ciudad. Los padres de ella, Jake y Abigail (encarnada por esos tremendos actores de Frank Langella y Ann Dowd) lo culpabilizan por el suicidio de su hija y primero le impiden ir al funeral y luego lo amenazan con quitarle la custodia de todos sus hijos por negligencia. Ben recorrerá un camino de dudas existenciales al pensar que puede perder todo lo que ha construido durante su vida. Capitán Fantastico es como la segunda parte, cuarenta años después, de aquél clásico de Peter Weir The Mosquito Coast basada en la novela de Paul Theroux, sobre el protagonista Allie Fox, que piensa su vida en las antípodas del American Way way of life llevando a su familia a vivir a las selvas hondureñas para construir su propio paraíso, su propia salvación.. costa mosCapitán Fantastico es la vuelta de la utopía hippie, mostrando que el único lugar en el mundo habitable ha quedado reducido a la propia familia, que quizás aquellos sueños de cambio social y movimientos pro derechos es parte del pasado. A pesar de la convincente actuación de “nuestro” Viggo , el padre de esta familia de Fantástico no tiene nada, con un auto orgullo desmedido y con un nivel de exigencia “antisistema” para con sus hijos bastante patológico. Si ser progresista significa que los chicos conozcan de memoria las frases de Noam Chomsky estamos en el nivel más superficial de conciencia para el cambio y ni que hablar con su entrenamiento tipo marine para que sus hijos puedan matar ciervos con cuchillos y hacer fogatas con piedras para “entrenarse” (entrenamiento que nunca sabemos para qué: ¿Holocausto nuclear? ¿Capitalista? ¿Zombi? ¿Trump?). capitan f3Este Capitán es solo un eslogan vacío anti-establishment, puro marketing de una izquierda impotente y nunca queda claro si el film lo critica o lo pondera porque el director nunca da mensajes claros al respecto. El director y actor Matt Ross ganó el premio por Mejor Dirección en la sección “Un Certain Regard” en el último Festival de Cannes por este film. Ya no sé qué pensar sobre el tema premios….
Probablemente sea el año 2016, siglo XXI, capitalismo, urbanismo, anonimato. Y los primeros planos que inundan la pantalla parecen documentales de un pasado remoto en el cual el hombre abrazaba la naturaleza para fundirse con ella, no para dominarla. El idealismo que siempre va a entrar en conflicto con la práctica. Un relato que se sitúa fuera del sistema pero que aún así sabe que jamás podrá librarse de su sombra, aunque mostrando siempre que hay una vida por fuera del tiempo contemporáneo.
Los hijos del capitán hippie En este film, Viggo Mortensen es una especie de hippie que vive con su media docena de hijos, de todas las edades, en un bosque alejado de la civilización. Los chicos reciben lecciones de su padre sin ir a la escuela; hacen alpinismo, cazan para obtener alimentos, hablan a la perfeccion varios idiomas y, en vez de celebrar, la Navidad, festejan el Día de Noam Chomsky. Pero cuando la madre de ellos y esposa del protagonista muere, esta extraña familia tiene que retomar contacto con el mundo normal, algo de si de por sí no es fácil, se vuelve más complicado para ellos en el mismo funeral. Matt Ross es un actor que tuvo papeles secundarios en películas tan conocidas como "El aviador" de Scorsese y "Contracara" de John Woo, pero aquí cumple la doble función de director y guionista, y más allá de que la historia sea original e interesante lo cierto es que su desarrollo argumental va a un poco a los saltos, estirando las situaciones y cambiando los climas de manera brusca y un poco vacilante. "Capitán Fantástico", sin embargo, tiene a su favor un buen tratamiento de las imágenes, gentileza del director de fotografía Stephane Fontaine, y excelentes actuaciones de todo el elenco, empezando por Viggo Mortensen, las actores infantiles y juveniles que interpretan a sus hijos, y del siempre eficaz Frank Langella en el papel de un antipático abuelo, aunque igual que esta película, su personaje daba para mucho más.
Este es el segundo largometraje que tiene como guionista y director a Matt Ross. Narra la vida de un hombre que vive con sus seis hijos como en una selva en medio de la nada sin ningún tipo de comunicación con nadie y todo se complica cuando todos tengan que enfrentarse con la sociedad ante el fallecimiento de su esposa. Los chicos de diferentes edades irán descubriendo cosas nuevas y él como padre también pero ellos también les dejarán ciertas enseñanzas a aquellos que los juzgan. Todos los actores tienen su momento para lucirse. Con una fotografía estupenda y la banda sonora acompaña muy bien a la historia. Tiene algún punto en común a Pequeña Miss Sunshine (2006) o las películas de Wes Anderson.
Los salieris de Noam Chomsky No por ingenua, sino por honesta, aunque incómoda, la premisa de Capitán Fantástico (2016) se agota en sí misma cuando se la expone a un andamiaje teórico práctico que arrastra una pregunta sumamente perturbadora: ¿se puede ser antisistema en los Estados Unidos?
Ben optó por criar a todos sus hijos de una manera muy poco usual; ellos viven en medio del bosque rodeados de toda esa flora y fauna y alejados de toda la tecnología del mundo actual. Cultivan sus propios alimentos, cazan los animales que ellos luego comen, tienen una educación muy diferente, leen libros muy avanzados para sus edades y hasta se entrenan duramente para evitar algún peligro . Las cosas cambian cuando Leslie, la mujer de Ben, es internada en un hospital en la cuidad y el recibe la noticia de que su mujer se ha suicidado dentro del establecimiento. Ben debe ir a la cuidad junto a sus hijos para cumplir el último deseo de su mujer y madre de sus chicos. Todo se complica cundo los abuelos maternos quieren tener la adopción de los menores porque creen que el padre no está en condiciones de tener el cuidado necesario para los menores. El papel protagónico lo tiene Viggo Mortensen, personaje interpretado de la manera más acertada por el actor, el elenco juvenil también está bien llevado, cada uno de ellos tiene sus buenos momentos dentro del film (algunos con humor), sobre todo el mayor, al que se le ofrece la posibilidad de ingresar a cualquiera de las más prestigiosas universidades y debe tomar una decisión: continuar con su vida rústica o buscar nuevos horizontes. El director y guionista Matt Ross también presenta una crítica de la sociedad actual muy marcada durante todo el metraje, sobre todo en cuestiones de índole política. Para ser la ópera prima del director, este film lo deja muy bien parado. “Capitán Fantástico” es una comedia dramática sin caer en lo absurdo y eso es bueno, tampoco es un film ambicioso y que se puede entender con mucha claridad. Lo bueno: La actuación de todo el elenco es creíble y lleno de humanidad, como también la película enfrenta en tema de las creencias políticas y por qué no, también de las religiosas. Lo malo: Para algunos quizá es necesario un segundo visionado para comprender mejor algunas cosas que pasan desapercibidas.
Viggo Mortensen se convierte en el capitán fantástico, uno de los grandes estrenos de esta semana. Ben (Viggo Mortensen) es padre de seis hijos. Durante diez años han vivido en los remotos bosques situados al noroeste del Pacífico, alejados de la civilización. Ben ha criado a sus hijos en un ambiente de alta exigencia intelectual, rechazando todo contacto con el capitalismo. De hecho, la familia no celebra la Navidad, celebran el día de Noam Chomsky. Pero tras un dramático suceso, la familia se ve obligada a salir de su refugio. Al abandonar su paraíso y volver a la civilización, esta peculiar familia deberá adaptarse a la sociedad moderna, cosa que no va a resultar nada sencillo. No hay lugar a dudas de que Viggo Mortensen es de lo más eclépticos en sus personajes, desde un gangster de la mafia rusa, un héroe en la tierra media, un padre en el apocalipsis y un hombre que esconde un pasado violento, esta última quizás una de sus mejores interpretaciones . Pero Capitán Fantastico no se queda muy lejos Claro que la historia juega un factor importante a medida que avanza, y el tono es un exquisito drama que brinda comicidad por lo inusual de la situación. Pero es Viggo Mortensen quien profundiza el rol de padre protector, preocupado por el futuro de sus hijos. Pero sin olvidar sus principios anarquistas o socialistas, anti-capitalistas . En ningún momento la película se aleja de su mensaje final, de las convicciones de su director; o de su protagonista. La iglesia, la cristiandad, la ley, el consumo y el poder, son todos los enemigos de los personajes; hay un pequeño desvio, pero es tan corto, que pasa desapercibido en la trama.
Crítica emitida por radio.
Crítica emitida por radio.
Un padre hippie pero severo, contradictorio y tierno, cría seis hijos por fuera del sistema. En la naturaleza, crecen según su programa: él es educador, entrenador y guía espiritual. Con un gran trabajo de Viggo Mortensen, muy bien acompañado por el elenco más joven, la película asoma a una utopía fascinante que abre preguntas mientras mira crecer personajes y conflictos. ¿Se puede llevar a cabo un plan familiar tan alternativo?¿Está el mundo preparado para incluir formas tan distintas de vivir? Hacia la segunda mitad, sin embargo, la película presta más atención a dramas familiares menos originales y adopta un tono más sentimental, dejando algunas de sus cuestiones más interesantes en segundo plano, como si cediera ante pautas de receta. De todas formas, Capitán Fantástico mantiene el interés y la intriga acerca de ese personaje central, por momentos fanático y por otros racional, que el bello Viggo pone en escena con enorme encanto.
El nuevo film de Matt Ross no solo cuestiona el modelo de educación capitalista, también es un gran drama con hondos tintes humanistas. Al comienzo de Capitán Fantástico vemos a un ciervo pastando en un bosque verde de ensueño, parece una escena sacada de un cuento de hadas, pero de repente entre la vegetación sale un hombre camuflado y ferozmente le clava un puñal. El animal agoniza y con su mirada noble, y sus últimas bocanadas de respiración, clava sus ojos en el joven que lo atacó. Esta escena tan significativa, en que el hijo mayor de Ben (Viggo Mortensen) en una especie de ritual salvaje se convierte en un “hombre”, sentará las bases de la lógica de la película, ya que esta funcionará como un proceso, sea desde la puesta en escena (el film alterna entre espacios físicos fijos y la road movie) o desde una dinámica familiar que se asienta en un claro movimiento dialéctico: un modo de vida que se cree utópico, de pronto advienen los efectos secundarios del mundo real, hasta que —a manera de síntesis— ambos aspectos logran conciliar y se genera un equilibrio. La historia de Capitán Fantástico sigue a un padre de familia que cría a sus seis hijos en un bosque bucólico, alejado de las grandes urbes. Les enseña a subsistir con la naturaleza como aliada: desde cazar hasta realizar una rutina de ejercicio diaria. Sin descuidar el aspecto intelectual, ya que los niños y adolescentes del grupo también tienen su momento del día para estudiar y debatir acerca de lo que leen, para así formar una opinión propia. Debido a que sucede una tragedia con la madre del clan, el resto de la familia tendrá que salir de su luminoso universo para estrellarse con el mundo real. Y es aquí cuando surgirá una de las cuestiones principales del film: ¿Es posible criar a tus hijos alejados de las reglas de la civilización? Cuando el factor emocional se desborda y el relacional se hace necesario, la utopía se desmorona. Los sentimientos no se pueden manipular y los chicos no pueden vivir eternamente aislados, en alguna ocasión deberán conocer a otras personas. Si bien por momentos el film peca de apelar a la lágrima fácil, a una sensiblería un tanto gratuita, este aspecto queda relegado gracias a la convincente actuación de Viggo Mortensen, un idealista que hace lo que cree mejor para sus hijos, y ante una puesta en escena atractiva, de colores vivos, acompañada de una cámara dinámica que se mimetiza con los movimientos que trazan cada uno de los personajes. Capitán Fantástico es una historia que también gana por mostrar los hechos desde otra perspectiva, por sus ideas bien desarrolladas y por involucrar de manera activa al espectador, incitándolo a través de planteos límites al debate y a la reflexión.
Un actor bastante desconocido con algunos títulos resonantes (El aviador, American Psycho) para una carrera notablemente escasa, Matt Ross abandonó la actuación en 2008 para dedicarse a escribir y dirigir cine, y Capitán Fantástico es su segundo largometraje. Cuesta creer lo exiguo de su filmografía a la hora de ahondar en un film que, si bien no destella, es un entretenimiento redondo, de mensaje sólido y perfecto timing para el público norteamericano. Hay que aclarar de entrada que Capitán Fantástico tiene mucho más sentido (y es casi un mensaje) para la América proto Trump, con un Viggo Mortensen que hace su rol más loable desde Una historia violenta, y el –o al menos el que uno imagina– más cercano a su persona desde El señor de los anillos. Con todo –o tan sólo por– esto, el film de Ross es un estreno destacable en los Estados Unidos y en cualquier otra parte del mundo. Ben Cash (Mortensen) lleva adelante una aventura quijotesca. Comanda (y la palabra no es metafórica) a sus cinco hijos por una vida al margen de la sociedad. Como siguiendo los preceptos anarquistas de Thoreau, Ben enseña a sus hijos a cazar para sobrevivir, a entrenar el cuerpo, la mente y el espíritu a espaldas del Estado, pero recibe su primer cachetazo tras enterarse de que su esposa Leslie, internada en una clínica por un trastorno bipolar, se acaba de suicidar. Para un alma dogmática como la de Ben, es casi una tragedia de igual magnitud que su suegro, Jack (Frank Langella), traicione el deseo de cremación de su hija budista y haya arreglado exequias al estilo cristiano, advirtiéndole, de paso, que se mantenga al margen. Y hacia ahí van, del bosque a Nuevo México para impedir la profanación, Ben y su familia contracultural, a bordo de un motorhome lleno de simbolismo hippie, con tonos de comedia oscurecida por la nube de Little Miss Sunshine y su familia disfuncional. En el camino, los Cash simulan un paro cardíaco para robar un supermercado y almuerzan su botín celebrando el Día Noam Chomsky; el enorme (en todo sentido) Langella hace otro rol a medida, como un De Niro sin fórceps en El padre de la novia, y Mortensen es tan creíble que moldea a los mini actores hasta parecer el verdadero padre de la prole. Viggo se mueve a sus anchas, tanto que sale tomando mate en tres escenas –una lo muestra como Dios lo trajo al mundo, en la puerta de la motorhome, como araucano rubio que espanta a un matrimonio WASP de la tercera edad, de esos que uno imagina torciendo el voto latino en Florida–. El resto es protocolo indie: un tema de los Guns en versión unplugged para despedir a Leslie, Viggo soplando una gaita en el bosque para encarar a Jack, y hasta cabe pensar que Ross vio al galán cuervo con mate y termo leyendo el guión antes de pensar que era un buen añadido para subrayar su salvajismo. Pero es la convicción del actor, su transmisión de un humanismo anti Hollywood para Hollywood, lo que convierte a Capitán Fantástico en un film que amerita ser visto.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Ganas de irme a vivir al bosque Las mejores películas son sin dudas aquellas que nunca terminan. Porque quedan rebotando dentro nuestro, movilizando esas emociones que teníamos ocultas, latentes. Como si nos hablaran directamente a nosotros, nos dejan inquietos, reflexivos. Capitán Fantástico es definitivamente una de estas películas. critica-capitan-fantastico-1 Dirigida por Matt Ross (28 Hotel Rooms), cuenta la historia de Ben (Viggo Mortensen) que vive en los bosques del norte de Estados Unidos junto con sus seis hijos, a quienes educa de una forma poco tradicional (o demasiado tradicional, según como lo miren). Se pasan los días cultivando y cazando su propia comida y entrenándose duramente para sobrevivir a las inclemencias de la naturaleza. Pero no sólo eso, sino que también se educan, leyendo acerca de literatura, política y asignaturas un poco más complejas, como la física cuántica. La “rústica” vida de esta familia se verá trastocada cuando Leslie, madre de los niños, se suicida y deben volver a la “civilización” para asistir al funeral. En las propias palabras de Matt Ross, la película habla de “cómo ser un buen padre” y hace referencia a su propia vida sin ser autobiográfica. Y si bien está en lo correcto, Capitán Fantástico dice mucho más. Es una clara crítica a la “mal educada y sobre medicada” sociedad occidental, “gobernada por las corporaciones sin alma” donde “el más poderoso controla la vida del menos poderoso”*. Verdades que todos conocemos pero tendemos a negar porque desestabilizarían nuestras cómodas y civilizadas vidas. CF1_6738.jpg Al mejor estilo “Little Miss Sunshine” y con actuaciones estelares por parte de Viggo Mortensen y todos los chicos (George McKay, Samantha Isler, Annalise Basso, Nicholas Hamilton, Shree Crooks, Charlie Shotwell), Capitán Fantástico invita a hacer toda clase de reflexiones: acerca del modo en que vivimos, la desconexión que tenemos con la naturaleza, cómo nuestros sistemas educativos nos enseñan a ser loros que repiten y si realmente nos comeríamos el pollo si tuviéramos que retorcerle el cogote con nuestras propias manos. Sí, definitivamente no es una película que les pasará desapercibida. Probablemente les hará considerar la propia realidad y cuánta libertad hemos resignado por un poco de supuesta “civilización”. Una verdadera joya. *Nota de la autora: todas las frases entre comillas fueron extraídas de la película, con excepción de “sin alma” que fue agregado por mí, por parecerme apropiado en este contexto. Por Mariana Van der Groef
Esta es una película más interesante por sus fallas que por sus aciertos. Cuenta la historia de un matrimonio que ha criado a sus hijos lejos del mundo “real”, en plena naturaleza, y que se enfrenta al suicidio de la madre (por una enfermedad mental, aclaremos). Lo que implica que papá y seis chicos -todos, puntualmente, genios idiosincráticos y originales- deben viajar, contra la indicación de los padres de la mujer, a las exequias: ella quería ser cremada; sus padres quieren enterrarla. El viaje es la excusa para el choque entre estos originales post-hippies y el mundo moderno; por cierto que, al final, se establece algo así como un equilibrio entre el idiosincrático anarquismo que promulga papá Viggo Mortensen y el mundo artificialmente conservador de abuelo Frank Langella. La gran falla consiste en que todo suena falso: tanto la genialidad de los chicos como el envaramiento de los “conservadores”; tanto los momentos de comedia como los de drama parecen dispuestos de modo mecánico, para lograr un efecto tierno y no para discutir un problema (que es la premisa original). Un proyecto imposible que se atasca en su propio plan, y eso es lo “interesante”.
Un padre contra todo el mundo “Capitán fantástico” enseña que ninguna enseñanza es del todo correcta, que hasta los más sabios deben dudar, y que la familia muchas veces es el mundo pero se debe aprender a mostrar nuevos horizontes a los infantes en crianza. Una gran actuación, que quedará como las mejores de su carrera seguramente, del casi argentino Viggo Mortensen. La educación y crianza de una persona está supeditada a las creencias y conocimientos del padre, así como la libertad que les otorgue para seguir su vida tienen más que ver con su tipo de libertad que con cualquier consejo que se les dé a los hijos. En pocas palabras, los chicos aprende más del ejemplo que de las palabras. Desde esa cosmovisión padre/ hijo, “Capitán fantástico” enseña que ninguna enseñanza es del todo correcta, que hasta los más sabios deben dudar, y que la familia muchas veces es el mundo pero se debe aprender a mostrar nuevos horizontes a los infantes en crianza. Ben (Viggo Mortensen) vive junto a sus hijos en el medio del bosque, se alimenta de todo lo que da la tierra, conocen de agricultura, caza y ecología como herramientas prácticas, y los chicos reciben una educación muy avanzada para su edad, impartida por el padre, con el fin de que sepan todo del mundo -En vez de festejar Navidad, celebran el aniversario del activista por los derechos humanos Noam Chomsky-. Viven aislados del mundo pero no son ermitaños, más que temerle a la sociedad, se protegen de todo la malo que les pueda ofrecer. “Nuestros nombres son originales, nuestros padres los inventaron porque todos somos únicos”, le dice Bo (George McKay), el más grande de los cinco hermanos, a una chica que le gusta, y uno no puede evitar pensar en todas aquellas veces que criticamos los nombres “raros” que alguna persona le pone a su hijo. Desde el espectro familiar, en el filme se hace una denuncia general, a la sociedad, y particularmente a los elementos que la componen y que la esculpen de forma nosciva, siempre de frente, de manera entretenida pero sin caer en los gags que pasan de largo tras una pequeña risa ni en el golpe bajo. Todo tiene sentimiento y a la vez sapiencia en el largometraje. Todo cambiará cuando llegue la noticia de la muerte de Leslie, esposa de Ben y madre de los niños. Con la misión de evitar el ritual tradicional católico, y ofrecerle una despedida budista (fiesta y cremación), la familia emprende un viaje en el que seguirán aprendiendo a través de las dificultades. En ese punto, será una especie de “road movie”, que culminará al llegar a donde está su madre y se encuentren con más problemas con la familia de Ben y luego los padres de Leslie que no quieren seguir su última voluntad. A pesar de llamarse “Capitán fantástico”, y Ben parecer un superhéroe de la lógica natural, el acierto del filme es el cuestionamiento que hace el protagonista sobre todo lo que daba como cierto y seguro para sus hijos y de allí, parte hacia el significado de todo lo vivido y enseñado. Una gran producción de su director Matt Ross, y una mejor actuación, que quedará como las mejores de su carrera seguramente, del casi argentino Viggo Mortensen.
Los niños de Chomsky Relato familiar y fábula moral, además de homenaje a Noam Chomsky, seguramente el teórico de izquierda más importante de Estados Unidos —con sus frases, su figura y hasta su cumpleaños—. Todo esto es “Capitán fantástico”, un filme nacido en las fauces de la mismísima industria y diseñado para entretener al gran público. El lado de fábula irreverente significa criar a tus hijos al margen de la sociedad de consumo, sin relación alguna con otros humanos, reemplazar la educación oficial con la enseñanza del mismo padre impartiendo clases cuasi-militares de cultura e historia, matemática y filosofía, idiomas y política, supervivencia física e intelectual, etcétera etcétera. Sí, un padre tan cercano al solitario e inconformista Henry David Thoreau que escribió “Walden” o al Zaratustra nietzscheano como a un tirano excéntrico con pinta de hippie viejo. Así la cuestión, la historia de Ben Cash —el padre de espíritu libre y arrogante— y sus seis hijos, de su traslado obligado y traumático de ese rincón en el mundo, un verdadero paraíso natural, a la urbe, se debate entre el mensaje moral y el entretenimiento, a veces a través de escenas traídas de los pelos... pero, es cierto también hay que tener en cuenta de que se trata sólo de una fábula.
PAPA Y LOS DOGMAS En la senda del cine indie freak que masificó Little Miss Sunshine, Matt Ross nos pone en Capitán fantástico ante otro grupo familiar corrido de la sociedad y lo considerado normal, integrado en este caso por un padre, sus seis hijos y una madre que acaba de suicidarse. Pero aquí ese frikismo en verdad está relacionado con un dogmatismo impartido por el padre, en el que se suceden debates sobre el marxismo, el leninismo o el trotskismo, e insultos varios de un grupo de púberes contra el sistema, las instituciones y las corporaciones: está claro, para el estilo de vida norteamericano lo que hace Ben con sus niños es absolutamente freak y un poco escandaloso. Y si la película tiene un acierto, es el de hacer de ese carácter revolucionario del grupo algo divertido y alejado de la solemnidad, aunque a veces incurra en una postura canchera, algo que suele ser habitual en este tipo de producciones. El protagonista vive con sus hijos en medio de la naturaleza, les enseña a cazar, los instruye por fuera del ámbito educativo formal y celebra el día de Noam Chomsky. Como en muchas de estas películas norteamericanas, la clave no está tanto en el recorrido de los personajes sino más bien en la forma en que al final llegan a algún tipo de consenso, en el caso de lo que lo haya. Y Capitán fantástico es de ese tipo de películas: porque ante el suicidio de la madre, el padre y sus hijos deberán abandonar la seguridad de su refugio apartado de la sociedad y enfrentarse tanto a los riesgos de la vida moderna y material, como a los abuelos y su posición intransigente -especialmente el nono de Frank Langella- respecto de la educación que el patriarca imparte a sus niños. El film se vuelve por momentos una road movie, que es el género más cómodo que le queda al cine norteamericano para trabajar conflictos de manera episódica y con un fuerte carácter simbólico. Sin embargo hay un par de elementos de los que Ross se vale para que ese acomodamiento final de los personajes no suene forzado o que se vea como una rendición exagerada: en primera instancia la película tiene un tono de cuento de hadas que la hace un poco inverosímil y, por eso, disfrutable, situación que explicita en cierto momento musical en el que los personajes consiguen la epifanía grupal; y en segunda tenemos a Viggo Mortensen, ese actor que aporta además de talento una alta dosis de insania y rugosidad, y que aleja a la película de la pura pose: en su presencia física, que parece entregarse totalmente a lo que se está contando, hay algo honesto y vivencial, y que encaja perfectamente con la ruralidad y la hosquedad que el personaje requiere. En definitiva y más allá de toda la cháchara relacionada con las bajadas de línea ideológicas, Capitán fantástico es una película con un plan mucho más cotidiano de lo que se observa en primer plano: porque es, como tantos relatos Americanos, una película sobre un padre y sobre cómo sus métodos de enseñanza pueden afectar a sus hijos. La resolución estará dada, entonces, en cómo se recuperan lazos y se administran las libertades. Más allá de aquellas canchereadas señaladas y de un tramo final que emblandece bastante las acciones, no deja de ser satisfactorio que los personajes sean respetados y terminen triunfando dentro de su propia lógica, y que el director Ross incurra en algunos riesgos más que evidentes al plantear una premisa que parece demasiado envarada a simple vista.
“Nuestros hijos serán filósofos y reyes”. Eso esperaban estos dos padres de seis hijos para su familia, y no encontraron mejor forma de hacerlo que irse a vivir al bosque, educarlos en su casa con libros de diferentes pensadores y alejados del capitalismo que domina la sociedad. No obstante, cuando la madre recae y termina suicidándose, ellos se ven obligados a volver a ese mundo exterior, un lugar que Ben, el padre, conoce pero de la que los hijos sólo han leído. Pero la salida a este mundo no sólo es dura para los niños, que se encuentran con lo desconocido, sino para el propio Ben, quien es inmediatamente juzgado por su modo anormal de criar a los niños, incluso prohibido de ir al funeral de su mujer. Ben está convencido de que está haciendo lo mejor para esos chicos, observa el mundo exterior y sabe que allí las cosas no se hacen bien, no obstante sólo es tratado de loco. De a poco, este choque de realidades va desatando diferentes conflictos que atentan contra esa familia armada con tanto ahínco. Los niños saben más que sus primos sobre la historia del país, pero no tienen idea de cómo relacionarse con la gente de afuera. En “Capitán Fantástico” nunca hay malas intenciones de parte de sus personajes. Ni las de ese padre anti-sistema, ni la de los tíos que los reciben o los abuelos que se ofrecen para criarlos pero no aceptan que su hija sea cremada más allá de que quede registrado que ése era su último deseo. No obstante, ningún extremo es bueno y Ben es ante todo testarudo y excesivo en sus ideales. Además de un Viggo Mortensen maravilloso en el papel de este hombre que más allá de lo duro y cerrado uno no puede evitar querer, el elenco que interpreta a los niños aporta cada uno su pequeño destello: George MacKay, como el hermano mayor, Samantha Isler, Annalise Basso, Nicholas Hamilton y los simpáticos Shree Crooks y Charlie Shotwell. A la larga, una película que plantea diferentes posturas pero no apoya en su totalidad ninguna de ella. Porque nada es solamente blanco o negro. Lo interesante, lo mejor, pasa en el medio, en esas diferentes tonadas de grises. Ben entiende al final que hizo todo lo que pudo, y que ahora resta a ellos dejarlos ser. Divertida, atractiva visualmente y quizás un poco más edulcorada que lo que uno esperaría, “Capitán Fantástico” es una propuesta novedosa y agradable, algo surreal por momentos.
Muchas veces cuesta adaptar al cine historias que por sí solas han logrado trascender generaciones desde su propuesta en un soporte particular. El caso de “Capitán Fantástico” (USA, 2016) de Matt Ross, es bien diferente, porque si bien parece ser la trasposición de alguna novela de los años sesenta, es una historia original creada por el realizador para esta oportunidad. En la narración de la vida de un padre junto a sus hijos, aislados del consumo y del bombardeo mediático que a diario sufren miles de personas, Ross construye una fábula sobre la vida en sociedad y el aislamiento como posibilidad de vida. Pero en esa fábula hay muchas ausencias, y también licencias que terminan afectando al planteo global que hace. Si el padre y los jóvenes deben viajar por el país para encontrar su destino, pero también para ir tomando algunas lecciones que los conviertan y transformen. Una suerte de anarquía y rebelión comienza a apoderarse del relato a medida que algunos sucesos comienzan a afectar a cada uno de los protagonistas, desde el amor a la trágica noticia del fallecimiento de un ser muy cercano. En el avance además el enfrentamiento con aquellos que ven con malos ojos la forma de criar que posee el padre, basada en la experimentación más que en el preconcepto o prejuicio, terminan por desarrollar la base de “Capitán Fantástico”. Filmada con un artie touch, que busca embellecer la tristeza y vacío en la que se encuentran los protagonistas, Ross termina por desdibujar ese arranque tan prometedor, y si bien los actores, encabezados por Viggo Mortensen, logran plasmar el espíritu de la propuesta, por momentos el verosímil se desvanece, y todo comienza a desmoronarse como un castillo de naipes. El espíritu libre no termina por consolidarse, y en la propia negación de estar ligada a ataduras y convencionalismos desde la dirección, atentan con una propuesta que funcionaría en otra época de manera diferente, tal vez apoyándose en su espíritu nostálgico y en una imaginería relacionada a la literatura de un momento particular. No es Jack Kerouac Ross, y tampoco Chomsky, por lo que sus ideas, identificadas desde un primer momento, comienzan a derrumbarse en el mismo momento que la travesía de los protagonistas del bosque a la ciudad comienza. Si en el intento de construir un relato libre de prejuicios sobre la familia, las convenciones, las fiestas, los deseos, la amistad, la música, la literatura, Ross quería en la figura de la familia nómade y de espíritu rebelde llevar a buen puerto algunos conceptos sobre la actualidad, se termina por desdibujar a la hora de no poder superar algunas carencias. Así y todo “Capitán Fantástico” es un viaje que a muchos “jóvenes” de los sesenta y setenta los hará rememorar de una época que pudo haber sido y que terminó siendo otra cosa completamente diferente.
La ética libertaria y el espíritu de Thoreau A Henry David Thoreau se lo conoce por dos obras. En “La desobediencia civil” (texto de cabecera de Mohandas Karamchand Ghandi, el Mahatma) trabajó sobre la idea de que el gobierno no debe tener más poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle, en la línea del liberalismo libertario, la de la “propiedad de uno mismo” y el “derecho a ser dejado solo” (“right to be let alone”, en “El derecho a la privacidad”, de Louis Brandeis y Samuel Warren). En otro orden de cosas, escribió “Walden”, una obra que relata su experiencia de dos años viviendo en un bosque cerca de Walden Pond, Massachusetts. Desde entonces, una y otra cosa se mezclan en el imaginario estadounidense, y los salvajes bosques de América del Norte se suelen presentar tentadores para quienes buscan desertar de una sociedad más o menos alienante o expulsiva (Sean Penn dirigió “Into the Wild” sobre la vida de Christopher McCandless, el viajero que quiso abandonar la sociedad y murió en la naturaleza): “Para los fugitivos. Para los que parten. Un conjunto de lugares donde sustraerse al imperio de una civilización que camina hacia el precipicio” (Tiqqun, “Llamamiento”). Hija de las doctrinas de John Locke y el puritanismo calvinista, la “cultura americana” es a la vez la madre de las libertades individuales y su opuesto: “Para que degenerase había que trasladar el acento de sus valores espirituales a los materiales”, lo que llevaría al “individualismo amoral, predispuesto a la subversión, al egoísmo, al retorno a estados inferiores de la evolución de la especie; otra reside en esa interpretación de la vida que intenta despersonalizar al hombre en un colectivismo atomizador” (Juan Domingo Perón, “La comunidad organizada”). O sea: la “cultura americana” es la madre de Donald Trump y el Tea Party, como también de Noam Chomsky y Naomi Klein (que es canadiense, ya sabemos). Viaje iniciático Toda la parrafada pretendidamente sesuda que nos antecede viene a poner la clave de lectura del segundo largometraje como director (y el primero con figuras actorales de peso) de Matt Ross, conocido por la serie “Big Love”; quien logra tejer unos cruces interesantes en los registros, entre la sátira, la crítica abierta a las sociedades modernas y a sus desertores, cierto clima entre el cine de Wes Anderson y el de Jason Reitman y el drama familiar más o menos clásico. Ben Cash es un padre de familia un tanto peculiar. Junto a su esposa Leslie, educada en la universidad como él, decidieron formar una familia cada vez más alejada de la sociedad: empezaron en una granja y terminaron en una casa en medio del bosque, en el Estado de Washington. Allí educaron a seis hijos: Bodevan (“Bo”, el mayor), Kielyr y Vespyr (dos adolescentes coloradas que parecen mellizas), Rellian (un preadolescente con carácter) y los pequeños Zaja y Nai (niña y niño, rubiecitos y simpáticos). Todos con nombres inventados para ser únicos, criados entre la supervivencia en la naturaleza y lo mejor de la civilización: la música de Bach, la literatura de Nabokov y Dostoyevski, la física teórica, la teoría política y varios idiomas. Todos emergentes de un mundo que desconocen más allá de los libros. La cosa es que Leslie ya no vive allí. Conforme pasan algunos minutos, nos iremos enterando de que volvió a la “civilización” para tratar un trastorno bipolar que la iba dominando, poniéndose al cuidado de sus padres, Jack y Abigail, conservadores y pudientes. Finalmente, Ben se entera de que Leslie se suicidó, y que sus padres la sepultarán, contradiciendo su última voluntad. Un poco por impedirlo, y un poco por la presión de los chicos por despedirse de su madre, el patriarca termina organizando una excursión en la que la pibada conocerá a la familia de su tía Harper (la hermana de Ben) y a sus conflictivos abuelos maternos (que odian a su padre). Pero también se convertirá en un viaje iniciático a la inversa, como el que hacen algunos amish: en la ciudad conocerán el consumismo, la obesidad endémica, la cultura de masas, pero también la tentación de pertenecer a algún sitio: la voluntad del mayor es estudiar en una universidad, y la del otro varón de ser más “comunes”. ¿Sirve el conocimiento abstracto sobre un mundo en el que no vivimos? ¿Podemos generar los anticuerpos (metafóricos) si estamos afuera de ese mundo? ¿Debemos privarnos de los elementos evolucionados del mismo? Esos dilemas atravesará la familia Cash, en un periplo que combina emoción, tensión y humor de diferentes tenores. Personalidades Más allá del ritmo tranquilo, con su progresión, clímax y resolución (argumental y filosófica), aplicado por Ross, el que hace funcionar la máquina es Viggo Mortensen. El hincha de San Lorenzo tiene esa voz rara y esa facilidad para transmitir en el silencio que usó en sus colaboraciones con David Cronenberg, pero es también capaz de reírse y cantar. Y mete su aporte “argento” también: Ben Cash, entre sus costumbres extrasistémicas, toma mate. Como oponente, de estampa temible y carnadura humana, dueño de gran economía de recursos, aparece el veterano Frank Langella en la piel de Jack. Pero el principal contrapeso está en los chicos: George MacKay (un Bodevan en plena revolución hormonal), Samantha Isler y Annalise Basso (las intensas Kielyr y Vespyr), Nicholas Hamilton (el temperamental Rellian), Shree Crooks (la adorable Zaja) y Charlie Shotwell (Nai, el de las preguntas). Kathryn Hahn le aporta a su Harper todo el amor de hermana y la mejor onda de ama de casa americana, mientras que Steve Zahn le pone el cuerpo a Dave, su bonachón marido; Elijah Stevenson y Teddy Van Ee completan la familia como Justin y Jackson, los pelmazos hijos de la pareja. Completan el reparto Trin Miller (Leslie en recuerdos y sueños), Ann Dowd (Abigail), la promisoria Erin Moriarty, con alguna andadura en la serie “Jessica Jones” (aquí como Claire, un interés de Bo) y Missi Pyle (Ellen, madre de la chica). Como dijimos, el final tiene su lección, en la que no ahondaremos. Quizás podamos decir que si bien “no es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma” (Jiddu Krishnamurti), el espacio de libertad viaja con nosotros, y el cambio sólo se pueda aplicar sobre un mundo que hagamos propio.
Desproblematizado el problema. Desde el tráiler podemos pensar que esta película trata sobre un tema serio y controversial. Sucede que muestra la historia de una familia que ha decido vivir fuera de la sociedad y del sistema, y que ha instalado su casa en medio del bosque. Subsisten gracias a las artesanías que venden, se alimentan de la naturaleza y, por supuesto, sus 6 hijos no van a la escuela. El problema empieza cuando, luego de morir la madre, la familia debe volver a la ciudad para asistir al funeral. Entonces, Ben (Viggo Mortensen), el padre, debe enfrentarse a la contraposición de sus suegros que consideran que los niños deben volver al sistema educativo. Así se esperaría el desarrollo de una problemática social y política importante e interesante. Además, en este caso, los niños del bosque saben mucho más sobre historia, arte y política que sus propios primos mayores que viven en la ciudad. Estar dentro del sistema o no. Estar dentro del sistema de educación norteamericano o no. Podrían ser disyuntivas atractivas. Pero, poco a poco, en Capitán Fantástico esta pregunta se va haciendo más banal. La película parece tomarse el problema más en joda. Se interesa por ser una comedia sin meterse en esas complejas problemáticas. Parece tampoco tomarse en serio el humor para hablar de política. Por otro lado nos enteramos muy al pasar que esta familia en realidad es millonaria y dueña de todo el bosque. Entonces ya no parece decisivo buscar respuestas a esa controversia educativa y social. La características de los chicos salvajes, dejan de tener una referencia en la realidad y se convierten en personajes meramente fantásticos. Es más importante el absurdo de los conocimientos elevados que tienen los chicos educados en el bosque. Es más simpático ver a Viggo Mortensen tomando mate que pensar en esa disyuntiva que nos pudo atraer al principio. El decrecimiento del verosímil aquí significa reducción de los argumentos en un principio planteados. Si uno se toma este problema en serio puede estar equivocando el rumbo, se chocará siempre con un chiste, y quedará amargado. En todo caso, podría servir para una discusión post película donde no valdrá la pena tomarla como referencia. En cambio, si uno se toma más relajadamente el problema político que se plantea al principio, y no le pide tanto, va a disfrutar más de Capitán Fantástico, la proyección será más amable, y podrá disfrutar de ver a Viggo Mortensen tomándose un mate.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Capitán psicópata Captain Fantastic es una propuesta atípica y extravagante, que explora la sociedad moderna y ahonda en las consecuencias de sus imperfecciones. Con un guión muy bien ideado y eximias actuaciones, es una película original, reflexiva y emocionalmente impactante. Con ciertas reminiscencias de Into the Wild, esta nueva entrega desarrolla una trama de mensaje dual: por un lado, describe los vicios de nuestra sociedad y por otro, expone las consecuencias de obsesionarse al respecto. Es una introspección más que interesante dentro la vida social actual, en la que el desafío es encontrar un balance que permita la convivencia y evite ambos males: la enfermedad de las masas y el aislamiento. La cinematografía, en este caso, pareciera ser una excusa. Captain Fantastic es el tipo de película que acarrea un mensaje contundente; una ficción construida como vehículo de una reflexión profunda y sentida. Para ver, pensar y discutir. Vale la pena.
Posiblemente ésta sea una muy buena oportunidad de acercarse a un texto fílmico en la mayor de las virginidades cognitivas. Dicho esto, se puede exponer que ver esta producción es en sí mismo, apartándose de sus formalidades lingüísticas, una experiencia poco común. Para que esto suceda deje de leer en este instante y vaya al cine. Pero tengo una tarea, así que continúo escribiendo, y usted. haga lo que crea conveniente. El filme se plantea desde una clara dicotomía entre la vida que llevamos inmersos en la sociedad de consumo, consumiéndonos, y la posibilidad de otra variable, supuestamente más cercana a la libertad de elección, comida y pensamiento. Abre con una escena atemporal, imágenes de un acto a primera vista salvaje, desde la estética, y la representación corporal del personaje que lleva adelante la acción. Un joven, Bo (George MacKay), está cazando un ciervo con sus propias manos y un elemento cortante, rodeado de otros humanos, que luego sabremos son una familia. El acto de cazar termina con una ceremonia ritual casi tribal, de paso a otro estrato. Para luego establecer la realidad de lo que acabamos de ver, esta introducción nos mete de lleno en la idea directriz de toda la obra. Ben (Viggo Mortensen) es el padre de seis hijos. Junto con su esposa han decidido educarlos por fuera de las pautas sociales, viven en medio de un bosque al norte de los Estados Unidos, más en estado de libertad que de salvajismo. El problema inicial es que Leslie (Trin Miller), madre y esposa, está internada en un psiquiátrico con diagnostico de psicosis maniaco depresiva, su ausencia parece haber desestabilizado en parte la armonía familiar construida, hasta que la noticia posible desde el diagnostico, nunca deseada, llega, ella se ha quitado la vida. Es entonces que todo el clan debe partir hacia el encuentro del cuerpo de la mujer para cumplir su deseo de ser incinerada tal ritual vikingo. En ese raid los niños se enfrentaran, algunos por primera vez, con un mundo desconocido, beligerante, contrapuesto, y ese choque cultural, hará que varios de los miembros del grupo replanteen sus convicciones. Desde Bo, el mayor, hasta el púber Rellian (Nicholas Hamilton), el más inquisidor de todos los hijos. En la vereda de enfrente Harper (Kathryn Hahn), la hermana de Ben, y sobre todo Jack (Frank Langella), el abuelo materno de los chicos. Éste ultimo culpa a su yerno de todo lo sucedido, y lo enfrenta con el fin de pedir la custodia de los chicos. En cuanto a estructura el filme termina siendo una especie de road movie, lineal, progresiva, con algunos intersticios visuales, que muestran a la pareja en momentos más felices, todos en los recuerdos de Ben. Lo más importante en tanto dar cuenta del avance en su desarrollo narrativo, está puesto en el conflicto entre Jack y Ben, en un duelo de personajes y actuaciones como para sacarse el sombrero. Otro recurso que utiliza el director es ir cambiando sutilmente de puntos de vista, los más interesantes son los de los hermanitos, hasta la presentación de la anteúltima vastaga de la familia, Zaja (Shree Croocks), toda una Mafalda en cuerpo y alma. En ese enfrentamiento cultural, el guión aprovecha para poner en tela de juicio la educación en el gran país del norte y el “american way of life” en general. Apoyándose en un buen guión en tanto formalismo de escritura, un muy buen diseño sonoro, una gran dirección de arte y mejor fotografía, logra un producto respetable. Pero simultáneamente demuestra una debilidad ideológica, por falta de sustentación narrativa en la construcción del personaje central, es quien “educa” a sus hijos, desde matemática cuántica, filosofía, historia, ciencias naturales, arte, desarrollo físico con entrenamiento militar incluido, supervivencia en aislamiento, lo que sea. “No se olviden del entrenamiento” les dice Ben a sus hijos cuando están por llegar al antro de perdición que es la mansión de los abuelos. En ese punto surge lo más débil del planteo, el “quien me creo que soy”, apto para educar sobre todo esto, o es sólo un entrenamiento con superficialidad extrema en los conceptos, salvo Mafalda, claro. La historia cierra con mucha condescendencia que no tiene durante todo el transcurso, pero no deja de plantear muchos interrogantes, todavía sin respuestas certeras.
Dentro de la sección panorama y dos semanas antes de que se estrene en nuestro país, en el 31º Festival de Cine de Mar del Plata se proyectó “Captain Fantastic”, película dirigida por Matt Ross y protagonizada por Viggo Mortensen. El film se centra en Ben y sus seis hijos, quienes llevan viviendo diez años en los remotos bosques ubicados al noroeste del Pacífico. Por circunstancias de la vida, deberán abandonar esa vida salvaje y fuera del sistema, para volver a la civilización. “Captain Fantastic” aborda la adaptación a la vida moderna de una familia que se encuentra aislada, con sus ventajas y desventajas, mostrando otra manera de vivir mucho más conectada con la naturaleza. El guión inteligente es uno de los puntos a destacar, proporcionándonos las palabras justas en el momento indicado y el cual nos señala que no hay nada librado al azar. Hay que recalcar también la gran labor de todo el elenco, desde Viggo Mortensen hasta los más pequeños (Shreee Crooks o Charlie Shotwell) que tuvieron que aprenderse de memoria textos cuyas palabras seguramente no saben qué significan. Incluso el guión es el que va generando los distintos climas. El drama y la comedia se van entremezclando poco a poco, brindándole una gran experiencia al espectador, que se va a reír y emocionar constantemente. Si bien es una película fuerte y emotiva, que critica la forma de vida moderna, en ningún momento usa o abusa de los golpes bajos, sino todo lo contrario, tratan de utilizar las situaciones más duras y difíciles para el ser humano, para contar una historia sobre la adaptación, sobre el enfrentarse a las problemáticas y sobre el seguir adelante pase lo que pase. “Captain Fantastic” es una propuesta muy inteligente y audaz por parte de Matt Ross que nos presenta una crítica a la modernidad y a la forma de vida actual, de una manera amena, divertida y emotiva al mismo tiempo. Con grandes actuaciones por parte del elenco y un guión perfecto, el film se destaca como una de las mejores películas del festival. Puntaje: 4,5/5
Matt Ross, actor de la serie “Silicon Valley” y de las películas “Psicópata Americano” (2000) y “El Aviador” (2004), dirige y escribe su segundo largometraje que le significó el premio por Mejor Dirección en la sección Un Certain Regard en el último Festival de Cannes. “Capitán Fantástico” parece a simple vista una película dramática del montón, que busca cosechar premios en festivales y a raíz de eso conseguir mayor repercusión en los circuitos comerciales. Sin embargo, la película de Matt Ross es mucho más que eso. Podríamos decir que estamos ante un film que logra quedar remanente en nuestra conciencia; ni bien salimos de la sala queda suspendida en nuestro pensamiento, intentando sacar conclusiones sobre la película que se eleva por sobre el promedio de este tipo de propuestas. Viggo Mortensen lidera un elenco excepcional con varios actores jóvenes a los que habría que prestar atención a partir de ahora, y algunas caras conocidas en roles secundarios como Frank Langella (“Dracula”, 1979), Steve Zahn (“Dallas Buyers Club”, 2013), Kathryn Hahn (“Bad Moms”, 2016). Ben (Mortensen) lleva varios años viviendo en un ámbito poco convencional junto a su familia. Su hogar queda en el medio del bosque donde se valen por sí mismos para sobrevivir. Su esposa Leslie es internada por un trastorno bipolar y Ben y los chicos continúan con la vida a la intemperie. Que vivan en un lugar inhóspito no quiere decir que sus hijos estén descuidados, de hecho los chicos aprenden a cazar, dar primeros auxilios, hablar distintos idiomas, física cuántica, etc. Cuando Leslie se suicida, Ben y sus hijos deciden ir a hacer respetar el testamento escrito por ella, el cual estaba por ser ignorado por la familia de la mujer. Nos encontramos ante un road movie, donde los personajes emprenderán el “viaje existencial”, que les dejará algunas vivencias y lecciones importantes para el resto de sus vidas. Es uno de esos viajes de autodescubrimiento, superación y aprendizaje. En la misma línea de comedia dramática que otras películas como por ejemplo “Little Miss Sunshine” (2006). “Capitán Fantástico” busca enganchar al espectador con vehemencia y honestidad. Lo más destacable de esta obra, y lo que nos deja pensando luego de su visionado, tiene que ver con el hecho de que los chicos se desarrollan en el marco de una educación y crianza alejada de las comodidades y lineamientos de la vida moderna. Sus pensamientos no condicen con las concepciones capitalistas de la sociedad norteamericana actual, y es algo que muchas veces se cuestiona. Además, es remarcable que una vez que se nos presenta este estilo de vida alternativo y sus beneficios, el mismo director nos demuestra que tampoco es un modelo infalible y tiene sus cosas cuestionables también. El relato nos deja en medio de la coyuntura cuando la familia se encuentra ante el desafío de enfrentar al mundo “real” y al orden social que evitaron durante años. “Capitán Fantástico” es una montaña rusa de emociones que trae aparejada varias cuestiones psicológicas, filosóficas y existenciales más allá de ser una comedia dramática simpática y disfrutable. Matt Ross logra disfrazar con pericia una crítica a los modelos económico-sociales predominantes en la actualidad.
El orden familiar La familia es un tipo de organización social esencialmente conservador. Por las características propias de su constitución íntima, es además un territorio reacio a su interrogación crítica. La familia es territorio sagrado. El orden familiar ejerce sobre sus integrantes un poder insondable y busca, como cualquier ejercicio de poder, perdurar a través del tiempo, lo que implica la inmediata impugnación de cualquier posibilidad de cambio que amenace con su influencia. Será precisamente la manera en que actúa en una familia su inclinación conservadora el fundamento dramático de Capitán Fantástico, el segundo largometraje de Matt Ross. Ahora bien, no será cualquier familia. Será, paradójicamente, una cuya forma elegida para vivir rechaza de forma extrema y contundente aquella impuesta por el orden capitalista. Ben Cash (Viggo Mortensen) y su mujer han establecido en un bosque un campamento perfecto, un paraíso terrenal sujeto a sus propios ideales políticos. Esto es: lo suficientemente alejados de la civilización. Un territorio autónomo y autosuficiente. Pero eso sí: administrado si bien con amor bajo una férrea organización, regulada a partir de una secuencia invariable de rígidas normas de comportamiento. Ben les enseñará a sus hijos a sobrevivir en la naturaleza mediante un intenso entrenamiento físico. También les enseñará a desarrollar su propio pensamiento, a fortalecer su espíritu crítico. Durante las noches, rodeados de estrellas, alrededor de un fogón, cada uno de los integrantes de la familia, desde el mayor al más pequeño, leerá y debatirá –críticamente- sus lecturas. La película exacerbará el funcionamiento alternativo de la familia -no festejarán la navidad, celebrarán el cumpleaños de Noam Chomsky, considerado como el más grande defensor de los derechos humanos-, para señalar por contraste un proceder común al tipo de vinculación familiar que a fin de cuentas rechaza. Una triste noticia provocará, sin embargo, una alternación inesperada en la familia. Un doloroso acontecimiento que terminará por evidenciar el carácter conservador del funcionamiento familiar. Ben lo expresará con absoluta convicción ni bien comunique a sus hijos la mala nueva: “Nada cambiará. Vamos a seguir viviendo de la misma manera. Somos una familia”. La pertenencia a una familia supone fundamentalmente la pertenencia a una forma de vida inalterable. No obstante, a partir de la crisis suscitada por la tragedia comenzarán a emerger en el seno de la familia ciertas grietas hasta el momento silenciadas. La voz del desacuerdo. Si bien el film de Ross por momentos fuerza tal vez demasiado la cuerda del estereotipo, casi hasta convertir a sus personajes en caricaturas –en ese sentido, Las maravillas, la notable última película de Alice Rohrwacher, trabajará el mismo tema con mayor rigor y audacia-, la película logrará sostener su propuesta y terminará por contar una historia sensible y emocionante. Capitán fantástico consigue en definitiva revelarnos la lógica interna que determina el orden de una familia. Cómo un padre, sin renunciar a su forma de ver el mundo –o mejor dicho, por intentar consustanciarse con ella- enfrentará la disyuntiva de revisar ese orden o preservarlo a cualquier costo.