La actriz, escritora y ahora realizadora Romina Paula nos presenta un relato de corte autoreferencial donde se instala como protagonista a la vez que directora. La trama describe un momento preciso en la vida de su protagonista que ya es madre y está bordeando los 40 años. El filme se inicia cuando vuelve por un tiempo (indefinido) a la casa materna, distanciándose de su pareja y padre de su hijo. La narrativa discurre en esa pausa reflexiva en la que urde pensamientos íntimos tras una revisión de sí misma en la que busca resignificarse. El juego del relato se apoya en algunos pilares clave, uno de ellos es la inserción de imágenes fotográficas de corte familiar en formato de diapositiva donde la voz en off de Romina describe momentos de su pasado y repiensa cada una de esas certezas que la habían sostenido en la vida hasta el día de hoy. Por otro lado, y rompiendo el esquema de la cuarta pared, algunos de sus personajes parados frente a una proyección de fondo son la imagen que sostiene otras de sus derivas íntimas que la voz en off nuevamente pone en palabras para el espectador. El resto del filme discurre con la cotidianeidad de Romina en casa de su madre, el vínculo con ella y con su hijo, con sus viejas amigas, con un alumno casual a quien da clases de alemán y alguna que otra situación azarosa como una fiesta, una noche en la plaza o un encuentro con una joven. De sus interrogantes cabe destacar que el más preciso y sólido es acerca de la maternidad y me voy a tomar unas líneas para describir como lo construye. Parte de la fotografía en la que ve a su madre junto a ella como sosteniéndola en el día de festejo de su cumpleaños en plena infancia, esa imagen dice Romina parece dar pista de una certeza acerca de la maternidad, de un algo que es sin preguntas que lo habiliten o lo constituyan, pero esa certeza sin aristas no parece posible, no al menos para la protagonista que se pregunta acerca de la naturaleza de ese “demasiado amor” que parece ser el lazo materno filial. Un borde que agrega como pensamiento lateral a esa observación es el de pensar esa misma imagen fotográfica como una contingencia, tan solo como ese acto que se ve y no mucho más, o sea que esa imagen deja de garantizar por fuera de sí, en el fuera de campo que todos construimos sobre una imagen y más aún una personal, de que nos narra con carácter de verdad, algo acerca de la vida. El costado menos arriesgado es tal vez el que nos deja anclados a una única perspectiva de la vida como escena a analizar, y aunque el pensamiento es rizomático, la línea de conclusiones tiende a marcar una ruta a veces previsible. Hay algo de lo femenino que es atractivo como identidad narrativa, pero a su vez hay ciertos lugares comunes en los que las reflexiones caen, donde se pierde lo más universal de este retrato íntimo. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Una vez me dijeron la frase “No hay cine sin filosofía”, con la cual estoy completamente de acuerdo. Hay películas en las que esta premisa se nota más o menos, pero el cine, como cualquier arte, nunca escapa a la filosofía. Sea por su capacidad de explorar y preguntar, como por lo que plantea en su narrativa. La ópera prima de Romina Paula, “De nuevo Otra Vez”, es uno de los mejores ejemplos para sustentar dicha frase. El film, sumamente autobiográfico, recorre la vida de una mujer en plena “crisis de los 40” que viaja con su hijo a ver a su madre en Buenos Aires donde va de a poco poniéndole palabras a su proceso interno. Más allá de la historia, es muy interesante su forma de contar. Con un estilo completamente propio donde se corta el relato rompiendo la cuarta pared con preguntas y reflexiones. Comienza planteando una serie de inquietudes que van de principio a fin y nunca llegan a ser contestadas en su totalidad, sino por otros interrogantes que las profundizan. Llegando al final, una protagonista plantea una cuestión que resume de cierta forma a la película: “Hay preguntas cuya mejor respuesta es otra pregunta”. Y eso es lo que nos está proponiendo la directora. Que como espectadores atravecemos la crisis de la protagonista y hacerla propia sintiendo su proceso como nuestro. La mirada de la autora es notable. Está completamente claro que ella está con nosotros viviendo la historia y la sentimos abrirse a nosotros para mostrarnos su interioridad. Es evidente que no está planteada como un largometraje para el público masivo, sino que su destino estará en festivales y circuitos donde se busquen filmes interpeladores y que luego de la proyección la cabeza funcione generando inquietudes durante una serie de días. Estas están muy marcadas por la actual ola feminista, o bien llamada “La revolución de las hijas”. En conclusión, “De Nuevo Otra Vez” es un largometraje que, a diferencia de la tendencia actual, no viene a contarnos una realidad, sino a preguntarnos sobre ella. Logra su objetivo de plantear las preguntas que tiene con el efecto de dejarlas insertadas en la cabeza de quien la mire.
Sobre madres, hijas y entenados La actriz, escritora y dramaturga argentina Romina Paula debuta en el largometraje con una historia acorde para los tiempos que corren y en concordancia con la agenda feminista. El derrotero de una mujer que tras haber sido madre sufre una crisis existencial que le genera millones de preguntas. Romina se fue con su novio a vivir a las sierras donde tuvieron un hijo que ya va por los tres años, Ramón. En medio de una crisis personal, Romina regresa a Buenos Aires a pasar un tiempo con su madre buscando reencontrarse con aquella mujer que alguna vez fue, pero sin saber muy bien hacia dónde ir. Romina Paula dirige, escribe y protagoniza De nuevo otra vez (2019), una inteligente ópera prima que tuvo su estreno en el pasado Festival de Rotterdam, en donde reflexiona sobre la maternidad y algunas cuestiones relacionadas a la mujer y lo femenino, para abrir un abanico de preguntas que a lo largo de la historia intentarán encontrar una respuesta que no siempre será la deseada. La maternidad como núcleo central pero también la relación madre-hija (y viceversa), la mujer a través del tiempo y las épocas, la heterosexualidad como norma social, la crisis de los 40, la trasformación del amor en la pareja y las elecciones que llevan a las personas a ser quienes son terminan siendo las células que se desprenden de un relato cinematográfico que apuesta por algunos dispositivos narrativos como la utilización de collages de fotografías, monólogos en tono teatral, una voz en off para sacar del interior pensamientos y un centenar de referencias autobiográficas y bibliográficas (resulta ineludible no relacionar de nuevo otra vez con su novela Acá todavía editada por Entropía en 2016). Sin apelar a una puesta en escena grandilocuente ni caer en cierta pretenciosidad estilística Romina Paula, que demuestra una vez más ser una gran narradora de historias simples que le escapan a las convencionalidades, logra con De nuevo otra vez una película cíclica con tantas preguntas como las respuestas que de ella muchas veces no se desprenden.
Romina Paula como autora, directora y protagonista, con una historia autorreferencial que se atreve a meterse con un vínculo muchas veces tabú, su rol de madre, esa catarata de amor hacia su hijo, pero al mismo tiempo de tratar de manejar ese vínculo absorbente, que ocupa toda su vida, el cuestionamiento se extiende hacia el rol de su pareja, y a como encauzar su vida mientras visita a su madre solidaria. Entre recuerdos, conclusiones, explicaciones de voz en off, fotografías y acciones concretas, esta mujer intenta restablecer lo que tenía en el pasado, jugar a la conquista, retomar su vida de soltera, recuperar a sus amigos, coquetear con chicas y chicos y enfrentarse a una realidad que la excede. Pero con la seguridad de saber que no es lo que quiere para el resto de su vida. Curiosa, interesante, arriesgada
La maternidad es una hija de su madre, y es el tópico elegido por la actriz, dramaturga y ahora directora Romina Paula para conducir su opera prima, De nuevo otra vez. Una cruza entre no ficción y dramatización personal, el mismo es un docudrama que pellizca la susodicha maternidad de la protagonista y apunta a un realismo absoluto pero se pierde entre líneas al no percibirse totalmente honesta y real, aún cuando se vea así.
Escrita, dirigida y protagonizada por Romina Paula, De nuevo otra vez es una sólida ópera prima que consigue reflejar su universo personal. Romina regresa a la casa de su madre junto a su pequeño hijo durante un tiempo indefinido. Eso que no se define, que no se puede saber, sobrevolará todo el relato. No saber cuánto tiempo va a quedarse, no saber qué va a pasar después, si va a volver, qué pasará con su marido, si puede considerarse separada o es una especie de descanso, de vacaciones. Tampoco sabe en esta etapa nueva de transición, de «mientras tanto», esa especie de limbo en el que se encuentra, qué puede hacer y qué no, qué quiere hacer, salir con aquel chico o besar a aquella chica. La actriz, dramaturga y novelista Romina Paula interpreta a un personaje que se llama como ella, con un hijo que se llama como el suyo y con una madre que le habla en alemán como su propia madre. Tal cual se percibe en mucho de lo que escribe, lo autobiográfico inspira a Paula y acá es difícil desde afuera saber cuáles son los límites entre la ficción y la realidad. Al mismo tiempo, ¿importa? En esta especie de crisis de mediana edad femenina (una crisis de identidad, una crisis de maternidad, una crisis de pareja), la multifacética Paula aprovecha para desplegar el abanico de temas que le interesan y viene desarrollando en su obra en mayor o menor medida. Lo femenino y lo masculino, la maternidad, el viaje, el lenguaje, el deseo. Todo esto en medio de un retrato intimista y cotidiano, con largas escenas junto a su madre, a su hijo, dando clases de alemán, o saliendo con una amiga, postales que no hacen más que retratar el complejo universo femenino. De nuevo otra vez tiene mucho de literario y también algo de teatral. En ese sentido hay mucho de la Romina Paula que escribe, ya sea obras de teatro o novelas. Y ese estilo personal que caracteriza a lo que escribe logra trasladarse ahora al plano audiovisual. Hay muchos textos largos de contenido intelectual y literario pero sobre todo reflexivo. Monólogos que muchas veces se suceden sobre imágenes de diapositivas (como aquella que se ve desde su bello e intrigante póster) o con personajes rompiendo la cuarta pared (como un discurso sobre el feminismo que brinda un personaje secundario pero vital), pero también pueden formar parte de un largo audio enviado por whatsapp que funciona como catarsis. Preguntas que generan más preguntas y pocas respuestas. De todas las capas que Paula va desmenuzando en el relato, quizás la más valiosa tenga que ver con el tema de la maternidad, la cual deconstruye a través de la relación que tiene con su hijo y también con su madre. La maternidad como algo que no es innato para la mujer, que se construye, y donde no todo es bello ni pautado. Un tema que ya había comenzado a explorar en su última novela, Acá todavía, y por lo que esta película parecería ser el ideal siguiente paso. De nuevo otra vez es una sólida ópera prima que además refleja el universo de una artista que ha logrado encontrar un estilo personal, intimista y reflexivo en todo lo que hace. Un film sobre la incertidumbre y todo lo que puede pasar cuando nada pasa. Mucho de autobiográfico, mucho de reflexivo y de ensayístico, un abordaje individualista y al mismo tiempo actual sobre el rol de madre, que ya no aceptamos con ideas preconcebidas sino con todos sus miedos y contradicciones.
Tras filmar con cineastas como Matías Piñeiro, Mariano Llinás, Hugo Santiago y Santiago Mitre, y de desarrollar una amplia trayectoria en las distintas facetas de la creación teatral, Romina Paula debuta en la dirección con una película que combina elementos del documental autobiográfico y del ensayo familiar (con viejas diapositivas incluidas) con aspectos puros de la construcción ficcional. En principio es la propia Romina Paula quien aparece en cámara junto a su hijo Ramón, de cuatro años, y a su madre. Ella ha regresado a Buenos Aires tras vivir en Córdoba en medio de una crisis con su marido (Esteban Bigliardi) que podría o no ser definitiva. El film se asienta en la relación que se establece entre la abuela, la madre y el pequeño, y en cuestiones como el protagonismo del idioma alemán, pero también en las charlas de Romina con sus amigas (como Mariana Chaud), el coqueteo tanto con hombres (por allí aparece Pablo Sigal) como mujeres, y esa sensación contradictoria de frustración que significa volver al hogar materno cuando se está cerca de los 40 años y de liberación al poder dejar a su hijo al cuidado ajeno por unas horas y recuperar la vida nocturna, las fantasías, la aventura. El resultado es un relato no exento de riesgo, pero al mismo tiempo sostenido por la sensibilidad y la convicción de Paula a ambos lados de la cámara. Moderna y experimental sin ser ostentosa, visceral sin caer en el egotrip, De nuevo otra vez acepta sus limitaciones (no hay grandes alardes en el terreno formal) para concentrarse en lo que mejor le sienta: el registro más puro, cristalino y honesto posible.
Si en sus tres novelas -¿Vos me querés a mí?, Agosto y Acá todavía- Romina Paula entremezclaba la ficción y la literatura del yo, en su debut como cineasta ahonda el procedimiento. De nuevo otra vez utiliza elementos de ficción, pero es cine del yo en tanto y en cuanto Paula es la protagonista y dos de los coprotagonistas son su madre y su hijo, los tres haciendo de sí mismos, y lo que se analiza, en primera persona, son experiencias autobiográficas: la maternidad y la crisis de los 40. La situación planteada es el regreso de una mujer, con su hijo de tres años, a la casa de su madre. Ella, que vive con el padre del niño en las sierras de Córdoba, duda entre tomarse esta estadía en Buenos Aires como unas vacaciones o como el primer paso de una separación definitiva y el principio de una nueva vida. Es un momento de zozobra: desde que fue madre, su imagen de sí misma se fue desdibujando hasta entrar en crisis. A partir de ese resquebrajamiento, todos sus deseos tambalean. Las situaciones que atraviesa Romina (los personajes tienen el nombre de sus intérpretes) muestran su búsqueda por reencontrarse con quien alguna vez fue y ya no volverá a ser: alguien casi sin obligaciones y con pocas preocupaciones más que pasarla bien con sus amigos. Pero el tanto el nacimiento de Ramón como el paso del tiempo (la adultez) cambiaron todo para siempre. Esas escenas costumbristas alternan pasajes de intrascendencia con algunos diálogos ricos. O monólogos, como ese mensaje de audio en el que Romina describe crudamente la desesperación que le produce la existencia de un ser que depende de ella: la idealización de la maternidad se hace añicos en un minuto. Entre las escenas hay intercalados monólogos de los personajes, y también se proyectan diapositivas de la familia de Paula mientras la voz en off de la directora repasa la historia de sus raíces. Estos textos -sobre la maternidad, el miedo y el deseo, la crisis de los 40- son los que contienen la carga ensayística de la película. Y que en definitiva la emparentan mucho más con la literatura que con el cine, como si De nuevo otra vez se tratara de la cuarta novela de Romina Paula, pero en un soporte audiovisual.
Reflexión con mucho de autobiográfico sobre lo que implica la maternidad. Escritora, actriz y dramaturga, aquí Romina Paula se prueba en el cine con buen pie. Reflexión con mucho de autobiográfico sobre lo que implica la maternidad. De nuevo muestra, además, las posibilidades de construcción de una ficción como prisma para comunicar algunas ideas e incluso algunas verdades a puro juego con la imagen. Paula entiende los problemas fundamentales del cine, y eso no es poco.
Derivas e incertezas. Las incertezas no sólo por la maternidad sino por esa crisis que muchos vaticinan a los cuarenta es la que atraviesa el derrotero de la dramaturga y escritora, ahora debutante en la dirección cinematográfica, Romina Paula. Es ella y su circunstancia la que motoriza esta película de enorme autorreferencialidad, que apela a veces a momentos de dramatización con actores amigos como Esteban Bigliardi por ejemplo en el rol de su pareja distanciada, pero también de su propia madre, con quien no sólo convive en su nueva etapa de hija con un niño, el dulce Ramón, acompañante de su enigmático misterio. Las diapositivas son el soporte dramático donde Romina Paula abre el abanico al pasado, extrae desde la imagen fija el recuerdo comentado y este recuerdo comentado no únicamente es la expresión de la subjetividad sino una subtrama que le agrega una capa narrativa a otra de mayor peso. Sin embargo, desde lo discursivo el efecto disociativo se organiza y articula a partir de intervenciones de personajes, portadores de una voz distinta, donde las reflexiones danzan al compás de las preguntas que la propia directora confronta en su quehacer cotidiano. Hablar la lengua materna y mezclarla con el español no es un aspecto menor porque la sonoridad de un lenguaje que para muchos espectadores puede resultar extraño, ajeno, distante, aproxima la idea de deriva constante por la que atraviesa Romina Paula. Tampoco dar clases de alemán a un alumno que quiere probar suerte en su futuro viaje a Alemania, otro efecto de fuga que se introduce desde un espacio metafórico en un personaje, el de la propia directora en su película y su estado de fuga de la tranquilidad de las sierras a la familiaridad del barrio de Béccar. De nuevo otra vez se atreve a romper mitos y silencios, se anima a tomar el cine por las orejas, dando tirones pero también valiéndose de su fuerza como vehículo de transmisión de ideas donde las palabras a veces quedan cortas. La mixtura de lo literario con lo visual, en el tono intimista y documental, hace de esta ópera prima un prometedor camino para que Romina Paula y sus procesos vayan por una segunda película que seguramente no será para nada igual a esta.
Un cine hecho de voces bajas La protagonista, interpretada por la misma directora, se pregunta por el sentido de la maternidad y cree estar padeciendo “un puerperio tardío”. De nuevo otra vez, premiada en la última edición del Festival de Rotterdam, es la ópera prima de Romina Paula, que es actriz, dramaturga, directora de teatro, escritora y de ahora en más, cabe esperar, directora de cine. Como el de otra multiartista, Lola Arias, que lo hizo el año pasado con Teatro de guerra, el debut de Paula (ése es su apellido real) trae al cine argentino una voz nueva, fuerte y definida. Aunque no tan fuerte, en verdad, ya que a juzgar por De nuevo otra vez (título bello, que da a pensar en una hiperrepetición que no es tal) el de Paula es un cine hecho de voces bajas, emociones quedas y dudas y ambigüedades vitales. A diferencia del experimentalismo de Lola Arias en Teatro de guerra, al cine de Paula se lo ve, tal como su literatura, confiado en una narrativa límpida y sencilla, cruzada de preguntas existenciales (con perdón por esta palabra, que suena tan grande), surgidas de la propia experiencia. Como para que eso último quede claro, la protagonista, interpretada por la propia realizadora, se llama Romina. Llegando a los 40 años (edad que la realizadora acaba de alcanzar), Romina, que da clases de alemán, se pregunta si será cierta la crisis que se le atribuye a esa edad. Por de pronto se tomó un recreo de la relación con su marido (Esteban Bigliardi, que aparece recién en la última escena), dejándolo en las sierras de Córdoba, donde viven, y se vino por un tiempo a casa de su mamá alemana (Mónica Rank, notable actriz “espontánea”) con su hijo de tres años, Ramón (Ramón Cohen). Espoleada tal vez por el reencuentro con la madre, Romina repasa la historia de su familia de origen alemán, desde el momento en que pusieron pie en Argentina. Lo hace en unos soliloquios en off ilustrados con diapositivas de la familia de la realizadora, que hacen pensar a De nuevo otra vez como una posible biografía solapada. Esos fragmentos representan, por otra parte, el único quiebre representativo del relato, posible deuda para con la inclusión de materiales heterogéneos que Manuel Puig, objeto de admiración de la autora, hacía en sus novelas. Con deseos de recuperar tal vez cierto aventurerismo sexual dejado atrás, Romina intentará “tirársele” a un alumno bastante menor (Pablo Sigal, excelente), con una mezcla muy simpática de cortedad y torpeza. Y aceptará con gusto el beso que le da la hermana de una amiga (Denise Groesman). Si la película no es experimental, su protagonista lo es, dados sus deseos de experimentar. Romina se pregunta por el sentido de la maternidad, la absorbente relación madre-hijo, cree estar padeciendo “un puerperio tardío”. Se toma un tiempo que desde hace rato no se tomaba. Sin embargo, por muy agitadas que estén las aguas internas, una corriente de aceptación de lo real atraviesa a todos los personajes. Mientras se plantea sus dudas maternas Romina se sigue cargo de Ramón, sin vivir eso como un peso. La oma está chocha de la vida con el chico. Y el novio de Romina trata de entender de a dos la relación entre ambos. Hay algo así como una racionalidad de los sentimientos en De nuevo otra vez. Esto es la idea de que los sentimientos, por más confusos y turbulentos que sean, se pueden analizar y comprender. Se deben comprender, daría la sensación, como en un contrato personal y convivencial. El tono de la película es amable, fluido y llano, en concordancia con el modo en que los personajes tratan sus incógnitas (hay por allí una amiga de Romi, interpretada por Mariana Chaud, que funciona como una segunda cabeza para ella). La puesta en escena, lo mismo, con predominio de planos medios y americanos, que son los de la intimidad compartida en cine. Los mencionados apartes en primera persona funcionan más como complementos que como quiebres estéticos. Tal vez el que más se parezca a esto último, en tanto representa una ruptura con el modo de representación predominante, es uno en el que el personaje de Denise Groesman desarrolla un breve monólogo sobre lo que llama “la revolución de las hijas”, concepto puesto a rodar por la periodista del suplemento Las 12 Luciana Peker, quien tituló así su último libro.
Potente debut de Romina Paula en la dirección cinematográfica con una reflexión sobre los recuerdos y la maternidad, proponiendo una mirada diferente al pasado, en donde el futuro se plantea como una posibilidad de resignificarlo todo.
Romina vuelve a la casa familiar, después de haber sido madre. Alejada de su novio, el padre de su hijo, se refugia en la casa de su madre Mónica. Allí comienza a repasar su vida y la de su madre, mientras tantos intentar encontrar respuestas a todas sus preguntas. Con un tono autobiográfico que incluye variedad de soportes para contar los diferentes momentos de la historia familiar, con lo autorreferencial como centro del relato, la película brilla más por sus intenciones que por sus resultados. Sus temas tienen más ambición que la forma en la que finalmente son analizados en esta mezcla de ficción, documental, cine moderno e introspección.
Una Mirada sobre la Maternidad. Crítica de “De Nuevo Otra Vez” de Romina Paula. Luego de ser madre, Romina decide volver a su casa junto a su madre, mientras se encuentra alejada de su novio. Allí intentará descubrir qué es lo que desea, mientras recuerda quién era antes de ser madre. Por Bruno Calabrese. La película arranca con un niño andando en triciclo. Firme en su propósito de avanzar, sin margen para detenerse pero mirando de reojo, buscando a su madre y a su abuela. Ambas aparecen en escena a rescate de ese niño que avanza raudamente, ignorando los peligros que puede provocar ir a semejante velocidad. Perfecta analogía de lo que veremos en la interesante ópera prima de Romina Paula (escritora de ¿Vos me querés a mi?”, “Agosto” y “Acá todavía”) donde reflexionará sobre la maternidad y cuestiones relacionadas a la mujer y a lo femenino. Romina vuelve a la casa de su madre en medio de una crisis con su pareja. Ambos se fueron a vivir a las sierras cordobesas a vivir una vida diferente, fuera de la vorágine de las grandes ciudades. Esa tranquilidad la lleva a pensar y repensar sobre los mandatos sociales, lo que genera una crisis propia de la edad. “De Nuevo Otra Vez” es un film donde la maternidad es el tema central, haciendo foco en la relación madre-hijo/a y como la misma fue cambiando a través de los tiempos. Las miserias de la maternidad se ponen de manifiesto y la necesidad de ocupar el lugar de la ley. ¿En que momento nos transformamos en algo que cuando somos jóvenes no queremos ser? ¿La maternidad nos catapulta a la ausencia de cinismo y nos lleva a la empatía a tiempo completo? son algunas de las preguntas que se hace la directora y que tratará de respondernos a través de la película, aunque muchas veces la respuesta no será la deseada. La heterosexualidad como norma social, la crisis de los 40, la trasformación del amor en la pareja y las elecciones que llevan a las personas a ser quienes son salen a la luz en esta búsqueda introspectiva. La trama se ve interrumpida por una serie de viejas diapositivas familiares que hacen las veces de separadores y sobre las cuales Romina reflexiona en off acerca del nuevo rol que debe cumplir y que la lleva a preguntarse sobre el lugar de la autoridad, el erotismo y los vínculos familiares, entre otras cosas. Con una puesta en escena sencilla y sin pretensiones estilísticas “De Nuevo Otra vez” es una historia simple que le escapa a las convencionalidades, pero que funciona como disparador a un sinfín de preguntas que nos interpelan y nos invitará a reflexionar. Puntaje: 75/100.
“De nuevo otra vez”, de Romina Paula Por Gustavo Castagna Suerte de documental autobiográfico, ficción familiar tendiente al ensayo e historia donde se construye y decontruye a un personaje determinado, la película de Romina Paula (opera prima), con trabajos en el cine y el teatro, se parece o no tanto a varias películas locales donde convergen la autoría en primera instancia, la historia personal repleta de vivencias, frustraciones y preguntas y la descripción de un mundo donde se habla de qué ocurre estar cerca de los cuarenta, ser madre y plantear una especie de balance sin respuestas claras. La narración fluye e intercambia con placer viejas diapositivas junto a la actualidad del personaje (interpretado por la misma directora), su relación con su hijo Ramón, las conversaciones en alemán con su madre y un estadio de pareja que refiere a un distanciamiento. Al albergarse en la casa de su progenitora, resurgirán en la vida encuentros con viejas amigas, se establecerá un puente entre la adolescencia que quedó atrás y la chance efímera de recapturarla por un rato y un nuevo trabajo como profesora particular de alemán y, acaso, desde ese lugar, pretender reformular su vida con uno de sus alumnos. Cerca del final de De nuevo otra vez, charlando con una amiga con la coquetea en más de una ocasión (besos incluidos entre mate y mate), la protagonista cita verbalmenteSeñora de nadie, aludiendo a aquella película e María Luisa Bemberg de inicios de los 80 con Luisina Brando como el personaje central. Desde ese lugar, el debut como realizadora de Romina Paula (actriz en films de Matías Piñeyero, Llinás, Mitre, por ejemplo) propone su particular visión de un estado de las cosas que puede transmitir similares dosis de felicidad, irritación, alegría, fastidio y hasta cierto rechazo sin contemplaciones. Las cartas se sueltan en los primeros minutos y cada espectador resolverá qué hacer con ellas. DE NUEVO OTRA VEZ De nuevo otra vez. Argentina, 2019. Dirección y guión: Romina Paula. Producción: Diego Dubcovsky. Fotografía: Eduardo Crespo. Música: Germán Cohen. Montaje: Eliane D. Katz. Sonido: Mercedes Tennina. Dirección de arte: Paula Repetto. Con Elenco: Romina Paula, Mónica Rank, Denise Groesman, Ramón Cohen, Esteban Bigliardi, Pablo Sigal, Mariana Chaud. Duración: 84 minutos.
Una temática que viene frecuentando el cine argentino es la del mundo femenino donde los hombres no cuentan porque no están, por su escasa presencia y aporte, o bien desechados por violentos. Desde el extremismo propuesto por Albertina Carri en Las hijas del fuego (2018), hasta el vínculo circunstancial que surge en Vergel (Kris Niklison – 2017) producto del destino, las mujeres dominan la escena y salen adelante sin la necesidad del sexo opuesto. En la ópera prima de Romina Paula, De nuevo otra vez, los hombres son casi prescindibles. La pareja de la protagonista es una remota voz en el teléfono, un fantasma, en tanto que el alumno que compone Pablo Sigal, no quiere asumir ningún tipo de responsabilidades o compromisos fuertes en cuanto al amor, debido a un próximo viaje a Europa. Romina retorna al seno familiar con su pequeño hijo Ramón en un impasse en su relación con Javier (Esteban Bigliardi). Allí encuentra a su madre que la recibe con los brazos abiertos, dichosa de poder disfrutar el día a día con su nieto y hablarle en alemán. En ese nuevo entorno, Romina comienza a dar clases de idiomas, se conecta con sus amigas de soltera e intenta nuevas búsquedas. El film transcurre en una meseta, si bien hay conflictos como la separación temporal, todo sucede en un clima cálido sin picos emocionales, en un ambiente calmo como en el reciente estreno Doubles Vies de Olivier Assayas (2018). Son las nuevas formas de lidiar con conflictos amorosos, nadie se rasga las vestiduras, los usos y costumbres han cambiado. El film también se inserta en las diferencias generacionales para centrarse en ese grupo que ronda entre los treinta y cuarenta años, para compararlo con el de sus padres y sus abuelos. Romina hurguetea en el baúl de los recuerdos con viejas fotos familiares y allí surgen esas diferencias. Sus abuelos y sus padres venían a un mundo simbólico que estaba previamente constituido, donde los hijos eran determinados por aquellos deseos e ideales de los padres. La educación, la religión y hasta en algunos casos el casamiento eran previamente definidos. Era casi imposible o mal visto desviarse de ese rumbo, renegar la religión impuesta o cambiar la orientación sexual, no figuraba en los cánones de la sociedad de antaño. En De nuevo y otra vez, la protagonista explora su sexualidad sin tapujos, habla con un extraño (Sigal) de su separación con total confianza, no se siente afligida o presionada por la educación de su hijo. Los mandatos ya no existen, han quedado atrás. Romina, la intérprete, tiene resonancias con el personaje referencial de Fauna, pieza de teatro homónima de la directora. “Fauna leía mucho Rilke” dice María Luisa en la obra teatral, y en el film Romina recuerda al poeta leyendo uno de sus versos, mientras la cámara recorre con lentitud los rostros de unas invitadas (elenco amateur) logrando atractivos primeros planos. Párrafo aparte para la actuación de Mónica Rank (madre de Paula en la vida real), la abuela siempre dispuesta, que según el personaje que compone Mariana Chaud “es la abuela que todos quisieran tener”. Pese a no ser una actriz profesional, su actuación derrocha frescura y espontaneidad, incluso resuelve muy bien aquellas escenas en que se terminan los diálogos y la cámara mantiene el plano donde solo los gestos y la mirada continúan la acción. El director Campusano acostumbra a componer sus elencos con actores no profesionales. Los altibajos son notorios como en su última realización Hombres de piel dura (2019), en la cual la actuación de dos sacerdotes movía a la risa por su esquematismo, y casi tiran por la borda el drama sobre la pedofilia en el conurbano. Nada de eso sucede con Mónica Rank, la naturalidad expuesta en cada una de sus intervenciones está a la altura del elenco profesional. Paula, prestigiosa actriz, directora teatral y escritora, debuta detrás de la cámara con un novedoso ensayo sobre la maternidad, su resignificación, en un presente donde los valores, las expectativas y las prioridades determinan las nuevas conductas. Valoración: Muy buena
Hay un enrarecimiento particular en la experiencia de ser familia o padres/madres en esta época que se debe quizás, aunque todavía no lo tengamos demasiado claro, al hecho de ser una generación que creció con un fuerte desengaño de lo familiar, tantas veces con progenitores separadxs, u observando cómo seguían juntos pero solo para horadarse lentamente hasta que ya no quedó más tiempo. Para las chicas, en ese sentido, la maternidad era el horror, aquello de lo que había que escapar porque nos convertiría, sin remedio, en mujeres. Por eso si hablamos de mandatos el tema es más complejo, ¿cuántas tuvimos que saltar por encima de un prejuicio demasiado intenso para acceder al deseo de maternar? La protagonista de De nuevo otra vez, primera película de la escritora, dramaturga y actriz Romina Paula parece representar un poco esta experiencia, que es generacional. Y por eso la película en la que despliega una exploración de lo familiar y la maternidad, en pasado y presente, tiene la particularidad de contrastar aquello que sí era, sin lugar a dudas, una familia –y que también conforma el prototipo de familia que circula socialmente– con ese otro conjunto de vínculos más flexibles y tentativos, más inciertos, y que probablemente no tiene nombre. Un ejemplo: en un momento le preguntan a Romina, protagonista y directora a la vez, si su hijo tiene papá. “Sí, tiene un papá, es mi novio”, contesta, y con razón, porque seguramente lo que ella tiene no es un marido. De hecho esta protagonista, una mujer que está cerca de los cuarenta años, llega a la casa de su madre en Buenos Aires en una visita, junto a su hijo de tres años, que tiene también algo de fuga: las cosas no andan bien con este novio (Esteban Bigliardi), y alejarse parece una buena idea. En Buenos Aires Romina conversa ampliamente con la madre, en una lengua a medias entre el alemán y el español en la que fue criada, piensa en empezar a trabajar y ensaya, con una actitud casi performática, algunas cosas que quedaron atrás junto con la juventud. Una de las dimensiones de De nuevo otra vez es este presente en el que la posibilidad de una separación y de un nuevo comienzo se vive más con curiosidad que como tragedia; la otra es la mirada sobre el pasado y el futuro, que se vale de una batería de ideas visuales potentes, sintéticas y con cierta carga lúdica, como cuando la protagonista se disfraza de la señora que imagina que pronto será, o cuando los personajes de la película posan frente a las proyecciones de las fotos de la infancia. Romina Paula mira el archivo familiar –diapositivas de los setenta/ochenta, la memoria de una generación entera– con dos impulsos distintos: uno, el de contar la historia familiar, una de inmigrantes y desarraigos. Otro, para mirar a esas personas en tanto familia, gente común, fotografiada alrededor de la mesa o al lado de un auto, en imágenes y poses que se replican en tantas otras fotos para construir en el conjunto, precisamente “lo familiar”. Lo que la voz que comenta las fotos recuerda de la infancia es nada menos que el rechazo, y una promesa que imagino muchos nos hicimos: juro que yo no voy a ser así. Jamás. Se trataba sin dudas de una promesa noble, porque había todo por cuestionar en esos modelos familiares, pero las décadas pasaron y muchxs de nosotrxs nos encontramos criando niñxs con otras personas y casi sin saber cómo habíamos llegado a eso que se parecía peligrosamente a una familia. ¿Se puede estar en pareja y criar un hijx juntxs sin resultar absorbidxs por los patrones que adquirimos en la infancia? ¿Hay margen todavía para convertirse en otra cosa? ¿Y qué papel juega el afecto en todo esto? Éstas son algunas de las cuestiones que se plantea De nuevo otra vez desde coordenadas inmejorables: con consciencia de estar dialogando con un movimiento que es de muchas pero la firme intención de encontrar una manera propia de decir, sin épica, sin heroísmo, con un aire de ligereza aprendido de las mejores películas de Matías Piñeiro y Alejo Moguillansky, y la sabiduría de complementar las preguntas con aquellos fragmentos valiosos de vida que solo las imágenes registran.
Romina Paula compara la maternidad primero con el Santo Grial, luego con una carrera de postas. Correcciones como ésta enriquecen el ensayo que la actriz, escritora, ahora también directora de cine desarrolló en tanto ficción, con la participación medular de su madre y de su hijo en la vida real. El film se titula De nuevo otra vez: así, sin comas, acaso para reforzar la idea del relevo vertiginoso y sin pausa que describe tanto la prueba de atletismo como el circuito generacional del legado materno. Paula dice y se desdice en esta suerte de reflexión en voz alta sobre las distintas dimensiones de la maternidad: la condición primigenia de hija; la conversión en madre; el impacto del ejercicio de este rol en el plano individual y en la pareja; la impronta familiar (en especial de la rama materna); la transmisión de una lengua históricamente materna (en este caso, el alemán). La realizadora comparte el uso de la primera persona del singular con dos personajes femeninos y uno masculino. De esta manera evita la saturación que a veces provocan los ensayos cinematográficos exclusivamente autorreferenciales, y aborda el fenómeno colectivo y generacional que en el film aparece mencionado como “la revolución de las hijas”. El título sin coma adelanta el discurrir de la conciencia que Paula emula a partir de un texto suculento y a la vez ágil. La contraparte visual descansa sobre fotos del álbum familiar y sobre la recreación de un presente insasible que Paula filma con mamá Mónica y el pequeño Ramón, y con el elenco que integran Mariana Chaud, Denise Groesman, Esteban Bigliardi y Pablo Sigal. La contundencia discursiva del guión puede desanimar al público que prefiere las películas eminentemente visuales. Experimentarán una abatimiento mayor los espectadores indiferentes al cine que, de una u otra manera, con mayor o menor éxito, visibiliza los últimos cambios en la relación histórica entre feminidad, feminismo y maternidad.
Señora de nadie “Ahora que no tengo deseo o, mejor dicho; que mi deseo anda suelto”. Romina se redefine sobre la marcha. Se corrige, piensa, mientras su voz en off acompaña una sucesión de viejas fotografías familiares. Además de poner en escena su archivo familiar, en De nuevo otra vez Romina Paula le da su nombre e interpreta a la protagonista. También, hace que tanto su hijo como su mamá hagan de sí mismos en una ficción atravesada por lo autobiógráfico y el género documental. Romina es una mujer de casi cuarenta años que huye junto a su hijo de la vida que armó con su pareja en Córdoba. Regresa a Buenos Aires, se reencuentra con su mamá, sale de nuevo con sus amigas, mientras intenta encontrar la respuesta a la pregunta que le hacen todos: “¿Te separaste?”. Romina Paula es escritora, actriz y también dirigió teatro. En De nuevo otra vez es guionista, intérprete y hace su debut como directora, mediante una historia en la que aparece como madre, hija, esposa, pero también como mujer, a secas, sin que su relación con otra persona la defina; una mujer que se está replanteando sus deseos y ambiciones. Esa multiplicidad de roles, esa consciencia escindida de la autora, se refleja en las diferentes texturas que adquiere la película. Los momentos de vida cotidiana en casa de su mamá acompañada por su hijo son registrados de manera documental, los monólogos frente a cámara tienen impulso de performance teatral y el relato en off sobre las fotos son textos literarios recitados. Al igual que Mariano Llinás, Romina Paula hace de su voz, y de los textos que escribe para su película, un recurso cinematográfico y a través de su tono y el ritmo de sus palabras le otorga un nuevo espesor a las imágenes. Romina es una mujer errante, una extraña en todos lados: en la casa de su mamá, en una fiesta con sus amigos, sola en la noche esperando un colectivo, intentado besar a un chico mientras carga a su hijo en brazos. Sin embargo, esa sensación de estar fuera de lugar y la incertidumbre que atraviesa no le generan necesariamente tristeza y más bien las transita como una exploradora de sus nuevas emociones. La gente que está a su alrededor tampoco tiene las cosas muy claras ni parece buscar definiciones. Una de sus amigas tiene un novio ausente, el chico que le gusta dice que se va del país porque no quiere estar atado a nadie, y cuando la chica que le gusta tiene que definir su estado civil dice que está “picoteando”. La primera película de Romina Paula es, por un lado, el testimonio de una generación que fue joven durante el siglo pasado y que ahora intenta probar, y bajar de la teoría a la práctica, un nuevo paradigma de relaciones afectivas. “¿Hace falta que todo se rompa para separarse?”, se pregunta Romina: “¿Esto va ser así para siempre?”. Por otro lado, también como signo de esta época, la película se interesa en poner en escena al feminismo. Esto se presenta en uno de los monólogos, cuando la hermana menor de una amiga de Romina hace referencia a la “revolución de las hijas”, título de uno de los libros de la periodista especializada en temas de género Luciana Peker. Pero también aparece de manera simbólica en la escena en la que Romina, su mamá y su abuela preparan un almuerzo en el patio. Romina juega al fútbol con su hijo mientras su mamá prende el fuego. Tres generaciones de mujeres hacen “cosas de varones” en un asado que termina con la lectura de un texto feminista en la sobremesa. Cuando Romina repasa las fotos de su familia es como si escarbara en los rastros del pasado para entenderlo. Relata las decisiones de sus antepasados para ver cómo ella se inserta en ese árbol genealógico. Sus abuelos aceptaron su destino y cuando emigraron se quedaron en el país que los aceptó. En un momento, cuando Romina mira en su celular fotos de una noche anterior junto a sus amigos y la chica que le gusta, las imágenes del pasado parecen dejar de interesarle. La pregunta de De nuevo otra vez es si ella, al igual que sus antepasados, también quiere aceptar su destino, quedarse con lo que le tocó. Por eso la secuencia en la que posa delante de imágenes proyectadas alternando la compañía de su novio, su hijo, su mamá y sus potenciales amantes es su manera de imaginarse en otras vidas posibles. Posa como probándose esas otras vidas. Pensando cuál le gusta más, cuál le queda mejor.
MADRE NO HAY UNA SOLA En la película De nuevo otra vez de Romina Paula hay muchas ideas, entre ellas la maternidad, y no precisamente como “un santo grial”, tal como expresa la voz de su protagonista. Y en ese camino de desnudar parte de la intimidad frente a la cámara, el primer paso es una ruptura, la de la propia identidad, en tanto mujer, pareja y madre. En el momento en que se produce el quiebre, comienza la búsqueda y se inicia el itinerario para recuperar, entender y reparar aquello que se pierde en apariencia. La alternancia es el principio que rige la construcción expresiva. Por un lado, la historia de una mujer de cuarenta años que acude a la casa de su madre por un tiempo con su pequeño hijo Ramón. Ha tomado distancia de su marido Javi y la casa de la abuela es un buen punto para tomar la otra distancia, la que supone una mirada hacia el propio cuerpo y a la misma existencia como si fueran esos otros a deconstruir. Sentada en el baño, la joven escucha los audios que le ha mandado a su amiga en relación a cómo se siente en relación a ser madre. Es un acto más en este proceso de exploración personal, una forma de apartarse del camino de la vida (“porque de lo que se trata es de correr”) para mirar desde un costado. Suspender y ver qué pasa. Simultáneamente, la operatoria incluye la historia familiar, la descendencia alemana y la llegada al país. Una sucesión de fotos darán cuenta del pasado y una disposición de decorados con personajes allegados hablando a cámara forjarán escenarios posibles fundados en deseos. Si algo parece claro es que del mismo modo en que no puede haber una identidad de madre concebida en términos patriarcales, tampoco habrá una historia narrada con parámetros industriales. En De nuevo otra vez, hay un descentramiento productivo y una lógica que no admite la representación de la maternidad desde los discursos tradicionales y conservadores. Incluso pone en cuestión la mirada que se funda en la propia anatomía femenina. Decía Simone de Beauvior que “No se nace mujer, se llega a serlo”. En este sentido, la película apuesta a la autoficción como un modo posible y eficaz para desarmar mandatos. Frente al mito, aquí hay una madre que se hace, se cuestiona, que desea (más allá de su pareja y del sexo de su pareja), que no se muestra segura, que puede convivir a la distancia sin que ello implique una tortura ni sea la excusa para otra de las histerias endilgadas a la mujer, que prueba, que se interroga y que no elige cerrar con certezas. El tramo final (que en la lógica establecida por el montaje podría estar ubicado al principio) da cuenta de que el tiempo de la película es gerundial, un presente continuo, donde el sujeto se construye a medida que aparece, en la naturalidad de los espacios cotidianos con Angela y Ramón, con un alumno, con sus amigas, y revisa verbalmente esos actos que lleva a cabo y los que la atraviesan. Todo lo anterior supone un desafío que consiste en ver los modos de configurar y organizar estéticamente las ideas. Al respecto, puede que algunos procedimientos se destaquen más que otros, o que ya hayan sido transitados en una importante cantidad de docudramas familiares. No obstante, en el resultado final, sí se advierte una honestidad brutal por parte de la directora, actriz y madre, un rol triplicado que no debe ser fácil de llevar a cabo y aquí fluye sin inconvenientes. Tampoco existe un regodeo en el narcisismo puesto que las preguntas apuntan al propio ejercicio de representación: ¿para que se retrata una familia?, ¿para qué se registra uno en el cine? Estos son algunos interrogantes que involucran el plano artístico. Los otros son los que seguirán planteando “la revolución de las hijas”.
Una película distinta en la abundante cartelera cinematográfica nacional e internacional. Es la primera de la autora, actriz y directora Romina Paula, que ya escribió varias novelas como "Agosto", "Vos me querés a mí" o "Acá todavía". "De nuevo otra vez" se enrola en una corriente autobiográfica, confesional, que incluye elementos de ficción, en que la directora se llama Romina y actúa con su hijo de cuatro años y su madre. La película plantea todas las dudas que como mujer de casi cuarenta años enfrenta ante una serie de situaciones que trata de analizar y asumir. Fundamentalmente, la maternidad la hizo encontrarse con una realidad conflictiva que asume, ama y rechaza por momentos, ante todos los cambios que despiertan en ella y que la hacen no reconocerse en relación a lo que fue hasta ese momento. Su presente la encuentra venida de una provincia en la que vivía con su pareja y su hijo, llegada a Buenos Aires y alojada en casa de su madre. Problemas como su cambio de estado, el planteo entre asumir una separación o simplemente un alejamiento temporario de la persona amada, la hacen dudar de todo. Esto incluye el nuevo acercamiento a amigas de la infancia, un reinicio sobre la consideración de un país como Alemania, de donde su familia llegó hace muchos años manteniendo una cultura germana y un idioma que todavía la acerca a su madre (no alemana), y la posibilidad de iniciar nuevas relaciones (alumno de alemán, amiga de la amiga). CON FRESCURA Con espontaneidad, escenas cortas, toques musicales atractivos, monólogos sobre las dudas respecto de la maternidad y pequeños diálogos con gente joven, el filme de Romina Paula abunda en frescura, constante autorreferencismo y planteos existenciales. Pocas veces se accede a un paneo de gente de más de 35 años, clase media media y alta que, como la autora, se revela en estado de duda y se pregunta sobre la realidad como si fueran adolescentes. Una visión curiosa que permite iniciar un viaje hacia representantes de la crisis de los 40 (como los de "Nadando por un sueño", ahora en cartel), portadores de una cultura mixta y que con una canción alemana de la infancia como fondo evocan un niño que se fue de la casa y ahora es llamado de nuevo a ella.
DE NUEVO OTRA VEZ (02) por Marcela Gamberini - Críticas 17 Jun, 2019 04:30 | Sin comentarios Una segunda lectura, una intuición sobre el secreto de la ópera prima de Romina Paula Compartir en Tumblr UN PRESENTE DE TEXTURAS La protagonista de De Nuevo otra vez vuelve a la casa de su madre mientras espera resolver el tema de su pareja. Vuelve, esta vez, con dos compañías: su pequeño hijo y su reciente maternidad, que a veces no suele ser lo mismo. Volver, es para esta mujer, reencontrarse con aquel espacio de la infancia y de la adolescencia que se representa en la ciudad. Sus amigas de aquel momento y también de este conjugan el pasado y el presente que es, de algún modo, uno de los temas de la película. Aquello que sucedió y esto que sucede y también lo que va a suceder conforman un instante, ese en el que se mistura la vida misma, en el que la madre la hace retrotraerse a esas reuniones en las que ella salía con amigas, instante en el que cuando regresa de bailar ve a su madre en la cama con su hijo y se acuesta con ellos a la vez que la madre se levanta. Pasaje clave en el que los roles se identifican, se diferencian y a la vez se asemejan. De nuevo otra vez es una película de madres e hijos, también de tiempos detenidos y de transcursos, de infancias y adolescencias y sobre todo de la inestabilidad del deseo. Romina Paula logra sostener el ritmo, la cadencia y las obsesiones que recorren su obra literaria. Sus novelas respiran el mismo aire, siempre límpido y a la vez enrarecido por su narrativa. La soledad, el paso del tiempo, las relaciones afectivas, la mirada sobre los otros y de los otros, la incidencia de la naturaleza y el paisaje, todos los temas que atraviesan su narrativa están presentes en su primera película como directora. Ella es también la protagonista, y así se inscribe en la llamada “literatura del yo”, una corriente tan antigua como también novedosa. ¿No vivimos en la época en que la intimidad se expone, en las redes, en conversaciones públicas, en los medios? La privacidad se escamotea por los bordes de la vida pública, y el arte, a veces, se hace cargo de ese escamoteo. En fuera de campo aparece el “yo”, tamizado por la subjetividad, hundido en las obsesiones, perdido en multitudes donde cada uno necesita sobrevivir, destacando su singularidad y a la vez su pluralidad. No es nuevo el fenómeno, porque desde el gran Gustav Flaubert el acto de contar se asimila a “contarse”, “narrarse”, “escribirse”. Se trata de una estrategia que se arraiga en la posibilidad de ahondarse en uno mismo para acercarse al conocimiento de lo que nos pasa, y así entender el tiempo y el espacio en el que convivimos. El “yo” es aquí una construcción ficcional, centro de la escena de una subjetividad que respira, o la plena asunción de que ser en el mundo es es construirse como relato viviente. Romina Paula entiende este procedimiento a la perfección, y su cine tiene hondas raíces literarias, no solo por la recurrencia a sus propias novelas, sino en la confección de un relato ficcional que despliega más estrategias literarias que cinematográficas, y sin sin trastabillar en su paso de la literatura al cine, pues la escritora ahora devenida en cineasta se la ve cómoda, ágil, honesta. El De nuevo otra vez del título es “de nuevo otra vez yo misma”, “de nuevo otra vez la misma situación”, “de nuevo otra vez todas las situaciones”, “de nuevo otra vez en los mismos espacios”. El tiempo, aleatorio y circular, vuelve en contextos diferentes y en situaciones similares; en espacios distintos y a la vez parecidos. De nuevo otra vez ese movimiento inexacto del deseo, ese deseo que se vuelve inasible y fluye sin que cierta policía de los cuerpos impida su lento andar. El deseo que Paula pone en escena, que se escucha en la lengua, que se oye en los cuerpos, que persiste en el tiempo, que espera en una parada de colectivos desierta, que comparte un momento con su hijo y su madre; no es más que una especie de motor que hace avanzar el relato y obviamente la propia experiencia. Es siempre la persistencia del yo. ¿Es que podríamos narrar otra cosa?, ¿Podríamos contar algo más que no sea una mirada propia? ¿Algo más que no sea la propia experiencia que no deja de ser diferente y a la ve parecida a la de los otros? Rescatar la singularidad es complejo y arduo. Y acá aparece uno de los grandes temas de la película, que de algún modo se relaciona con el tema de la diferencia y la identidad: la lengua y sobre todo la apropiación de la lengua. La madre de la protagonista habla en alemán, le habla a su nieto en esa lengua extranjera y el niño, casi mágicamente, le responde correctamente, pero en español. Este vaivén de lenguas entraña uno de los modos de la tradición, en este caso la tradición personal. En la película aparecen fotos de la infancia de la protagonista, fotos familiares que cuentan la historia de esa familia de inmigrantes y de emigrados, en alemán a veces, en castellano otras. Romina y su hijo emigran de la lengua materna, sin olvidarla, así como sus antepasados emigraron de Alemania sin olvidarla. La lengua también es la representación de ese modelo familiar que ya, de a poco, va variando, va reflexionando sobre sí mismo. La lengua sostiene a la madre tanto como sostiene a la hija –también madre- y a su hijo. Pero este sostén es diferente, de aquellas certezas se pasa a estas dudas, de aquellos modelos férreos se traspasa a la posibilidad de interpelarlos. En este cruce, en este intersticio, es donde piensa y filma Romina Paula, e indudablemente su idea sobre el mundo (el tiempo, el espacio, los afectos, los roles) es indudablemente un mundo de texturas, de roces, de matices, de cruces. Ahí donde lo ficcional se vuelve documental, ahí donde los personajes son las mismas personas que representan, ahí donde esos monólogos aparecen de pronto, para sorprender al espectador y sacarlo del registro documentalista, ahí donde la lengua varía entre el alemán y el castellano, ahí donde las certezas de algunas generaciones se vuelven dudas en la siguiente; en ese ahí que es en sí el intersticio, ahí está pensada y filmada De nuevo otra vez. Marcela Gamberini / Copyleft 2019 También sobre el film de Paula: Crítica (leer aquí) Entrevista. (leer aquí) *** Críticas 2019 Dolor y gloria (leer aquí) De nuevo otra vez (RK) (leer aquí) Elegía de Naniwa (leer aquí) Somos una familia (leer aquí) El árbol de peras silvestres (leer aquí) Doubles vies (leer aquí) Noticias de la Antigüedad Ideológica – Marx/Eisenstein/El Capital (leer aquí) Entre la razón y la locura (leer aquí)
IDENTIDADES POSIBLES E IMPOSIBLES Un profesor de filosofía de la universidad de Asunción del Paraguay emprende un viaje al interior del país para averiguar más sobre Nueva Germania, un pueblo que fue fundado por la hermana del filósofo Friedrich Nietzsche. Un suelo lejano muestra en primera persona al docente, quien por una serie de charlas que tiene que dar pasará por este pueblo creado por antisemitas que querían traer su idea de raza aria y pura, pero fallaron por ser gente que no conocía el trabajo en el campo y no lograron hacer prosperar los cultivos. A través de las cartas que Nietzche se escribía con su hermana, conocemos mucho de la fundación y el pensamiento que se tenía, y lo que trataban de imponer en ese lugar; la constante desaprobación que tenía el filósofo a las ideas que promovía su cuñado Bernard Forster (el otro fundador, junto a Elisabeth Nietzsche, del pueblo); y cómo terminaron sus días en el lugar. Todo esto acompañado de diálogos con los lugareños que cuentan lo que es vivir en Nueva Germania hoy (su actividad principal es la cosecha de yerba mate) y los preparativos de la fiesta de la ciudad que todavía mantiene tradiciones alemanas. Una de las virtudes que podríamos encontrar en esta especie de documental/road movie es el trabajo que el director Gabriel Muro realiza con la voz en off para llevarnos al pasado y poder apreciar cómo se fue constituyendo esa experiencia fallida de imposición de un pensamiento y un modo de vida en un territorio hostil, especialmente cuando el pequeño grupo de extranjeros se fusionó con los lugareños. Desde ese posicionamiento, el film aborda con acierto la noción siempre esquiva de identidad, incluso aprovechando para indagar en las características actuales de la sociedad paraguaya, con su tendencia a callar su propia cultura y valorar lo extranjero. Con su construcción dialéctica, Un suelo lejano hasta logra interpelar experiencias y contradicciones de otros países de la región, aportando atractivas reflexiones.
Muchas preguntas que concluyen en otras La ópera prima de la también actriz y guionista, traduce una historia personal en forma de pesquisas reflexivas mientras indaga en el cine. En algún momento -decisivo, conforme al derrotero de la película- se dice que "la muerte organiza". Se lo pronuncia en función de un camino guiado por imágenes quietas y en movimiento, a veces copartícipes. Por un lado, fotografías; por el otro y a la vez, el cine. Las imágenes detenidas permiten los recuerdos, las derivas de las palabras; sea porque se las mira con detenimiento, también porque las mismas imágenes son proyectadas sobre los cuerpos de quienes cuentan. Cuerpos impregnados de imágenes, de recuerdos, de cavilaciones. En esos momentos, no importa precisar si se trata de un confesionario o de alguna licencia dramática -categorías, todas, sin relieve-, sino mejor de una alteración misma en el tempo narrador, en la relación causa-efecto habitual, en el bendito raccord. LEER MÁS Impugnan una boleta por llevar la imagen de un feto | Es del partido antiderechos que postula al condenado ginecólogo Rodríguez Lastra LEER MÁS Otras voces, otros ámbitos Pero de nuevo a la frase: "la muerte organiza". Si la muerte es la situación que detiene y por eso permite pensar y ordenar lo que ha sido; el montaje -de misma manera- es la situación dilemática y esencial al cine. En otras palabras, si el cine es capaz -y lo es- de capturar las imágenes vivas, que suceden todas y a la vez, el montaje es la toma de decisión, no sólo respecto de cuál imagen entre todas, sino también de la manera a través de la cual organizarlas y lograr ese artefacto de nombre final que es la película. El montaje, entonces, como la muerte: organiza. Así, el cine da forma, y de manera meditada, a lo vivido. Esa frase, esa "muerte que organiza", ofrece el lugar idóneo desde el cual pensar De nuevo otra vez, porque la elección de la realizadora, guionista y actriz, Romina Paula, se orienta hacia sí misma, hacia ella, a la vida propia, en la necesidad del cine como medio que permita el registro y también, se presume, su meditación. El film está atravesado por una dualidad asumida. Es registro documental y artificio volcado al juego fílmico en sí. En la piel de sí misma o de alguien que tiene un mismo nombre, Romina llega con su hijo a Buenos Aires, a la casa de su madre. La estancia se prolongará. Parece una visita, pero también algo más. La relación con Javier (Esteban Bigliardi) no está en su mejor momento, y este descanso -con él lejos, en las sierras de Córdoba- oficia de manera más o menos balsámica. En verdad, no se trata de cura alguna, sino de volver sobre los pasos ya dados, un imposible asumido, que se atisba respecto de lo que ha sucedido hace tan poco tiempo, ahora inalcanzable. Allí está la prueba misma de la maternidad, experiencia que altera, para siempre. Ahora bien, como si se tratara de intentar el recupero de algo de ese pasado reciente, Romina será impulsada por la propia madre a salir, a despejarse un poco, porque total ella puede cuidar del pequeño Ramón. Así, Paula se (re)encuentra consigo o con el tiempo, con la capacidad de decidir sobre él -lo que es decir, sobre ella-, o con una ilusión de algo que se le parece. No es casual, por ello mismo, que sea un cumpleaños el motivo de la salida nocturna, como un túnel temporal que remeda algo del ayer pero en la constancia tácita de que entre el baile y los tragos, la asunción de este dilema se percibe. Entre otras cuestiones, hay algo que anuda todavía más el desencuentro de Romina, o que funciona de manera cuanto menos sintomática: entre el alemán materno y el castellano, convive su decir, también el de Ramón. Y es extraordinario cómo la cámara captura estos momentos en su plenitud, porque el niño no actúa, sino que hace y dice y comprende sin injerencia declamatoria o dramática: responde en castellano cuando se le habla en alemán. El niño es el mejor actor posible, y esto es algo que su madre, la directora, evidentemente sabe y acciona: sea como resorte vivo para la película, pero también como registro mismo sobre esa niñez que pronto dejará de ser. El cine permite este doble juego. O mejor: el cine es la puesta en juego de este dilema, porque captura el momento para revivirlo en el después. Catalina Bartolome Romina Paula se orienta a la vida propia De tal manera, De nuevo otra vez está en todo momento atravesada por una dualidad asumida. Es registro documental de una vida personal y familiar -con imágenes de archivo que se incorporan y analizan y despiertan preguntas- y artificio destinado al juego fílmico en sí, con una historia que encuentra su razón de ser en el relato que se articula, que despierta situaciones que el guión prevé. En este sentido, habrá que pensar el (des)vínculo de Romina con Mariana (Mariana Chaud), esa amiga profunda a la que se ve de vez en cuando, con quien tanto se comparte, pero en quien asoma cierto reclamo o desazón cuando es su propia hermana la que avanza sobre Romina y logra una respuesta de afecto. Son estos matices los que agregan todavía más, porque dicen de modo sesgado y articulan de manera compleja. LEER MÁS Cartelera De tal modo habrá que pensar las resoluciones: ausentes, siempre quedan abiertas o sugeridas, sin conclusión necesaria en la imagen. Así, De nuevo otra vez permite que prevalezcan los puntos suspensivos, hacia un reencuentro de pareja que no persigue fidelidad institucional alguna -la institución, de hecho, es algo cuestionado en extenso, desde la construcción y constitución familiar misma, el interrogarse sobre el rol materno, y el desmantelamiento de la heteronorma-, sino antes bien la renovación misma de la pregunta que guía a la película. Una pregunta que es femenina y se interroga consigo misma, que reconoce como supuestos lo que parecían verdades, mientras renueva su mirada porque es esto, justamente (y de cine se trata), lo que importa. Al hacerlo, Romina Paula seguramente vuelca cuestiones personales -¿quién no?-, pero no pretende respuestas. Lo que acontece es el ensayo de un sentir que se toca con la angustia, a la manera de una brújula sin norte pero no por ello desorientada. En todo caso, es una desorientación pretendida, que pone en vaivén certezas preconcebidas. Y lo hace desde la organización misma y racional que el montaje, operación estética e intelectual, permite. En síntesis, el nombre mismo de la película cobra un nuevo significado, circular, cíclico. Una armonía que permite, a la vez, estructura al relato, para que éste lleve a que las preguntas iniciales concluyan, como se debe, en otras.
Desde la temblorosa voz de la protagonista/directora/escritora Romina Paula en off, esta película, ópera prima, se pregunta si la melancolía no será acaso patrimonio de la juventud. Un lujo de los que tienen tiempo por delante. La que pregunta es una madre primeriza que también es hija. Ocupa el doble rol en un momento de quiebre, marcado por la maternidad flamante y la crisis (de pareja, de proyecto de vida) que la acompaña. De visita en casa de una madre que habla alemán, grabando y escuchando sus audios, aprovechando la oportunidad para hablar con amigas, mientras el pequeño Ramón da vueltas por la casa, la vereda, la plaza, seguido de cerca por madre y abuela. Con una trayectoria importante en teatro y con novelas publicadas, Paula es una creadora sensible e inteligente. Lo demuestra aquí, en este breve y sutil retrato de mujer en transformación. Y en las muchas buenas ideas que brotan de su texto, plagado de reflexiones profundas, en un lenguaje por momentos sobre intelectualizado, que, sin embargo, juega con gracia con lo que se ve. Imágenes que cruzan fotos de archivo, diapositivas, ficción y realidad de una historia familiar. Otra valiosa película argentina de una creadora interesante que ojalá pueda tener una oportunidad de encontrar a su público en este estreno.