El debut como directora de la también guionista Constanza Novick, El futuro que viene, explora el universo femenino a través de la amistad entre dos amigas según pasan los años y los vaivenes de la vida. La frescura y cierta irreverencia en la puesta compensan un guion por momentos estático. ¿Quién entiende a las mujeres, quién sabe de los secretos que se esconden en el corazón de una mujer? Probablemente nadie mejor que otra mujer, su mejor amiga, más si es una amiga de toda la vida. A la vez, esa mejor amiga puede ser la más dura de las rivales; sino pregúntenle a Flor y Romina, las protagonistas de "El futuro que viene", promisoria ópera prima de la más conocida como guionista Constanza Novick ("El camino", "¿Sabés nadar?"). Historia narrada durante tres etapas, como si fuesen los actos de una obra teatral, todo comienza en la pubertad o temprana adolescencia. Flor y Romina son compañeras de colegio y mejores amigas. La vida de ámbas, de clase media capitalina, es diferente. Romina es hija de una peluquera que vive su vida libre y coqueta, sale por las noches, le enseña a su hija a arreglarse, y es casi todo lo que una niña quiere ser cuando sea grande. Flor atraviesa un momento complicado con el matrimonio de sus padres en mal estado, y una madre más “convencional”, o según la lente, aburrida. Desde se momento podemos ver que Flor vive su vida a través de la vida de Romina, una constante que se repetirá en las diferentes etapas. Duerme más en casa de Romina que en la suya, y hasta Romina relega el enamoramiento con un compañero del colegio, porque a Flor le gusta más. Elipsis mediante, Flor (Pilar Gamboa) regresa de México escapándose de su novio dramaturgo que cree que la engaña con otra actriz. Aterriza en casa de Romina (Dolores Fonzi), casa y con un bebé. Si bien la situación económica de Romina ya no parece ser la que era, y hasta podríamos decir que los roles se invirtieron, no será tan así, Flor sigue siendo el espíritu libre que Romina debe cuidar, aunque las grietas se empiecen a notar. El último acto nos llevará a una actualidad en la que ambas tienen hijas en la misma edad de ellas cuando comienza la historia, y otra vez, Romina parece estar ahora viviendo la historia de su madre, pero Flor aparece con reproches. Si pensamos en películas con amistades femeninas no podemos eludir el ícono y modelo a seguir de "Eternamente amigas", clásico de Garry Marshall con Bett Midler y Barbara Hershey. Las similitudes entre ambas películas no son escasas, a grandes rasgos, Pilar Gamboa podría ser Bette Midler y Dolores Fonzi Barbara Hershey. Sin embargo, lo que varía definitivamente en el film de Novick es el tono de las situaciones. Allí donde Eternamente amigas caía en el melodrama, en la lágrima y en The wind beneath my wings, "El futuro que viene" opta por un tono de comedia, dramática, pero fundamentalmente comedia. Determinadas escenas y diálogos pueden hasta resultar algo descolocantes por su humor algo burlón, paródico, y absurdo, pero en definitiva descomprimen la situación expresada. La puesta en escena opta por el detalle de época para diferenciar bien las diferentes etapas sin especificar un año puntual. Podemos intuir que son los fines de los años ochenta, los inicios del nuevo siglo, y la actualidad. Las referencias son varias y hasta divertidas, como un diálogo evocativo a "Clave de Sol". Pilar Gamboa y Dolores Fonzi tienen mucha química de amigas reales en pantalla, si miran y pareciera que comparten secretos. Los destaques son parejos, si bien el ritmo del relato lo lleva Romina/Fonzi, es Flor/Gamboa el personaje estridente, verborrágico, y por lo tanto el más atractivo en cuanto a desarrollo; repetimos, no así en ductilidad, siendo que ambas se lucen por igual. Por supuesto, los personajes masculinos, como el marido que compone Esteban Bigliardi quedan relegados, no por falta de talento (que sobra en este actor), sino porque estamos frente a un film femenino. El ritmo del relato no siempre es parejo, y hasta a veces pareciera que la historia queda algo chica. Se entiende en una propuesta que apunta más a las emociones, y estados de ánimo entre los dos personajes, que a grandes sucesos relevantes. El tono simpático y relajado serán lo que hará que el film nunca decaiga ni aburra. "El futuro que viene" es una película simple y a la vez querible, que intenta mostrar un universo en el que otras mujeres puedan verse reflejadas, sin golpes bajos ni grandes momentos de bajada de línea moral. En definitiva, cada chica es como es, y lleva su feminidad como puede.
Yo soy tu amiga fiel Constanza Novick, más conocida por su trabajo como guionista de TV en producciones como El Sodero de mi Vida o Son Amores, debuta en el cine con esta ópera prima que apuesta a la fuerte dupla protagónica conformada por Pilar Gamboa y Dolores Fonzi para ofrecernos un relato moderno y descontracturado sobre la amistad entre dos chicas de barrio. Romina y Florencia son amigas desde que tienen memoria. Son compañeras de escuela, viven a pocos metros de distancia y aprovechan cada momento para estar juntas, para compartir las actividades que las apasionan y para ir descubriendo, también juntas, de qué se trata la vida. La relación con sus padres, con sus obligaciones a pesar de su corta edad, con los chicos y con la ardua tarea de crecer son los elementos que cruzan las charlas y las vivencias de estas jóvenes a lo largo de toda esta historia que no se conforma con abordar esas temáticas solo en esa primera etapa de la vida, sino que sigue a sus protagonistas a lo largo de una relación que atraviesa varias décadas. De esta forma, la directora y autora del guion, Constanza Novick, toma la buena decisión de abordar el relato no mediante el recurso del flashback con el fin de explicar algunas cosas del “presente adulto” de las protagonistas a partir de ciertos sucesos vividos en su niñez o adolescencia sino que plantea un relato lineal en términos cronológicos pero que está marcado por grandes elipsis, es decir grandes saltos temporales entre todos esos momentos que unen a Romina y Florencia. Esa particular forma de ofrecernos los hechos funciona muy bien a partir de que cada uno de esos saltos vienen marcados por algún elemento particular que deja bien en claro que ha pasado un tiempo considerable entre lo que acabamos de ver y lo que acaba de empezar. Pero todo eso que hay en el medio y que no vimos no queda en un limbo inaccesible sino que se va explicando sobre la marcha, de forma agradablemente dinámica mientras recorremos ese nuevo escenario que reúne a estas amigas. Vale decir también que resulta muy destacable en términos de construcción narrativa el hecho de no necesitar recursos extra (como el blanco y negro, el viraje hacia el sepia del pasado o el más burdo sobreimpreso en pantalla que nos informa cuánto tiempo pasó entre escena y escena) para que igual quede claro el paso del tiempo y de cuánto fue ese lapso para así conseguir fluidez de relato e interés en el espectador que, mientras ve lo que pasa, va también asociando con lo último que vio. Respecto a la historia propiamente dicha, estamos frente a uno de esos casos en los que resulta muy difícil saber dónde poner el principal elogio sin preguntarles a los protagonistas. Porque lo que tenemos es la relación entre dos amigas que experimenta las idas y venidas propias de la vida misma a lo largo de un período de tiempo establecido que puede ser el que propone la película o que bien pudo haberse extendido o acotado con natural facilidad. Así, podemos pensar que las directrices expuestas en el guion pudieron haber sido lo suficientemente laxas como para permitirles a las protagonistas, Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, total libertad creativa para componer a dos personajes que permanentemente aparecen como muy naturales y realistas sin importar el contexto donde las encontremos. O puede ser el caso contrario, donde el guion y la dirección de actores aporten hasta el más mínimo detalle en pos de esa naturalidad, de esa familiaridad que transmite la película. Sea como fuere, lo que queda claro es el gran trabajo que realizan las protagonistas y la química que tienen dado que la historia gira a su alrededor prácticamente en todo momento. Las cosas que las diferencian, lo que las hace confrontar, la forma que tiene cada una de lidiar con esto y de trabajar para cambiar, con las miles de consecuencias que esos cambios suponen para cada una, es lo que hace a la historia, a esta linda mirada sobre la amistad relatada con gran carga de sensibilidad y de empatía hacia un espectador que indefectiblemente ha pasado por los mismos lugares que Romina y Florencia.
Las amigas Presentada en el Festival de Toronto, El futuro que viene (2017) es una agradable sorpresa sobre la amistad femenina. Una amistad mostrada desde las similitudes y las diferencias a través del paso del tiempo. Brillan Pilar Gamboa y Dolores Fonzi como las amigas en cuestión. Constanza Novick es la directora y guionista de esta pequeña gran película y además, pareja de Lisandro Alonso (productor ejecutivo del film). Sin embargo, El futuro que viene se encuentra en las antípodas del cine del director de Jauja (2014), apostando desde el primer minuto a generar la empatía con el espectador. Para hacerlo elige el vínculo personal –y hasta cierto punto universal- que mantienen desde la infancia Romina (Dolores Fonzi), una mujer estructurada, metódica y contenida, con Florencia (Pilar Gamboa) su mejor amiga pasional, irracional e impulsiva. Su amistad se fortalece con el paso del tiempo (el film está estructurado en tres grandes momentos) en donde el amor y las broncas entre ellas se tensiona con la misma vehemencia que se distinguen en sus caracteres. La película comienza en el período estudiantil donde florece el primer amor y con él, el primer desencuentro de las amigas. Todo sucede en una nostálgica década del ochenta con una reconstrucción estilizada que busca la añoranza del espectador. La historia salta en el tiempo hasta el segundo acto: cuando Florencia (Pilar Gamboa) cae en la casa de Romina (Dolores Fonzi), ahora una joven e inexperta madre. Se quieren y reencuentran en sus recuerdos pero transitan distintos momentos de la vida: mientras una vive su profesión de escritora con despecho adolescente, la otra está repleta de inseguridades y responsabilidades familiares. Tarde o temprano se vuelven a separar. En el tercer y último acto, con un nuevo salto de tiempo mediante, ambas cuarentonas con hijas adolescentes se reencuentran. La historia se reitera. El futuro que viene es interesante por varias cuestiones: en primer lugar la actuación estupenda de su dupla protagónica que genera duelos actorales imperdibles en cada escena. En segundo lugar, el tiempo y la circularidad de los hechos. En esta construcción de pares y opuestos el universo representado es puramente femenino, los hombres se presentan como meros satélites de las mujeres en pantalla, en quiénes está el foco del relato. Adquieren así importancia las madres y las hijas, con quiénes el relato traza paralelos evidentes. La repetición y los opuestos son constantes y se reiteran episodio a episodio. Pero lo atractivo de la película no está solo en su estructura narrativa ni en su propuesta temática, incluso no depende de ellas para poder disfrutar e identificarse con una historia que se cuenta desde las emociones. Desde la coreografía ochentosa hasta las telenovela que recitan de memoria, el film reproduce esos emotivos momentos con precisión y frescura, logrando trasmitir sentimientos y hacer un homenaje a la amistad sumamente disfrutable.
El futuro que viene, de Constanza Novick Por Mariana Zabaleta A las chicas nos gusta el melodrama. Su tonalidad exagerada nos entusiasma ante la exasperación ajena. Constanza Novick maneja el género, una puesta que destaca en una estética entrañable de la televisión (Son amores, El sodero de mi vida) se “acomoda” a la pantalla grande con buen resultado. Infancia en los 80s, Romina (Dolores Fonzi) y Florencia (Pilar Gamboa) no recuerdan el momento en que se conocieron, eso no importa. Una amistad que comienza en el juego, el living del departamento fue nuestro boliche-gimnasio-peluquería y todo lo que quisimos por siempre. Compartir todo, el afecto y el desencuentro, hasta el chico que “nos” gusta. Una educación sentimental forjada desde la tierna alteridad difícilmente se quiebra. El futuro que viene invita a presenciar una secuencia, cada viñeta muestra un momento de encuentro y tensión en la amistad de Romina y Florencia. Bajo el signo del phármakon la tonalidad de la relación pasa de la cura al veneno. Se embriagan de recuerdos tiradas en la cama, se pelean y se dicen lo peor, se distancian porque saben que el reencuentro es inminente. Existe la amistad como dualidad contrapuesta y complementaria. Romina, en su carácter apolíneo, proyecta la construcción de una casa para su flamante familia. Florencia intempestiva, dionisiaca, pone tensión y distracción a los planes de Romina. Esta trama, con notas de drama, discurre en una comedia llevadera. Por momentos melancólica y distraída, las actuaciones de Fonzi y Gamboa ponen electricidad a la escena. La relación madre-hija se solapa tímidamente, allí también esta una amiga, más bien una referente. Diferencia y repetición, amiga-madre es un lugar desde donde se ejerce la alteridad, y con el tiempo se descubre (en su ausencia o no) una repetición. Estas instancias están retratadas con elegante simpleza. Romina y Florencia de golpe se encuentran madres, sus hijas se conocen y algo parece surgir nuevamente. Esa extraña y entrañable química que pone en relieve lo mejor de nuestra idiosincrasia. EL FUTURO QUE VIENE El futuro que viene. Argentina, 2017. Guión y dirección: Constanza Novick. Intérpretes: Dolores Fonzi, Pilar Gamboa, Esteban Bigliardi, Jose Manuel Yazpik, Valeria Lois, Flor Dyszel, Charo Dolz Doval, Victoria Parrado, Federico León, Violeta Narvay y Sofía Podlischevsky. Fotografía: Julián Apezteguia. Edición: Rosario Suárez y Gonzalo Del Val. Dirección de arte: Luciana Quartaruolo. Sonido: Catriel Vildosola. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 85 minutos.
Una película sobre la amistad, de esas que si sos mujer y creciste en los ’80, te vas a sentir identificada y la vas amar. Sí, es un poco una película para minitas, pero no por eso, si sos hombre la vas a pasar mal. Una muy buena opera prima de Constanza Novick, “El futuro que viene” es un film que cuenta la historia de dos amigas (Romina y Florencia) cuya amistad sigue a través de los años, con idas y vueltas, encuentros y desencuentros. Amistades eternas. Trabajan en la película Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, dos actrices con mayúsculas, una dupla que forjó una amistad verdadera durante los ensayos y esa fraternidad auténticamente lograda, traspasa la pantalla. El futuro que viene, es una película sencilla, sin mayores sobresaltos. Con momentos de humor, y también emotivos. Andá a verla con tu grupo de amigas. Si estás rondando los 40, esta peli es para vos. Imposible no sentirte identificada. El futuro que viene es un viaje al pasado y sin escalas hacia el futuro.
Entrañable, sólida y bella historia sobre la amistad y la maternidad, que, gracias a la frescura de las interpretaciones de Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, potencia su propuesta honesta y verosimilitud. El debut de la guionista Constanza Novick es una hermosa historia, que además decide enmarcar en el pasado los primeros minutos de narración para luego ir avanzando, lentamente, en una reflexión sobre los vínculos y los amigos.
Las complejas afinidades electivas. El debut en la dirección de Constanza Novick acompaña desde la pubertad la relación de amistad entre dos mujeres. Se ven entonces idas y venidas en el vínculo, atravesadas por los diferentes caminos por los que las llevó la vida. Es un tiempo de múltiples presencias en las salas para Dolores Fonzi y Pilar Gamboa. La protagonista de La patota viene de ser ni más ni menos que la hija del presidente que interpreta Ricardo Darín en La Cordillera, de Santiago Mitre. Con ese mismo actor había compartido cartel –y sangre, en este caso como la hermana– a principios de 2017 en la ominosa Nieve negra, y también las butacas de alguna función del último Festival de San Sebastián, a donde ella asistió en calidad de jurado de la Competencia Oficial y el actor, para recibir el premio Donostia a la trayectoria. Gamboa, por su parte, se puso al servicio de Camila Toker y Matías Lucchesi para La muerte de Marga Maier y El pampero, respectivamente, mientras se espera que en algún momento de los próximos meses (¿años?) llegue la segunda parte de La flor, el último y faraónico –la duración total se estima en diez horas– proyecto de Mariano Llinás. Son dos trayectorias que han recorrido caminos y búsquedas tan distintos como válidos durante los últimos años. De esos mismos contrastes se nutren Romina y Florencia, las amigas que Fonzi y Gamboa interpretan en El futuro que viene. Visto en el reciente Festival de Toronto, el debut en la dirección de largometrajes de la hasta ahora guionista Constanza Novick (¿Sabés nadar?, las series El sodero de mi vida, Son amores y Soy tu fan) retrata los vaivenes de la amistad que une a Romina y Florencia desde la más tierna pubertad, tal como se ve una secuencia inicial en la que ambas (Victoria Parrado y Charo Dolz Doval) ensayan una coreografía de un tema del grupo belga Conffetti’s en el comedor del departamento de la madre de una de ellas. Transcurren los últimos años de la década de los ’80 y las chicas comparten tiempo dentro y fuera del colegio, y un interés masculino. A las dos les gusta el mismo chico, pero sólo una de ellas concreta un beso: primera llaga de una relación que tendrá otra tantas a lo largo de la elipsis de quince años que lleva el relato hasta mediados de los 2000, cuando las chicas promedian los 30 y los caminos de la vida no hicieron más que alejarlas. Romina (Fonzi) devino en una madre desencantada con las responsabilidades de la crianza, tiene un trabajo estable en una dependencia pública y convive con su pareja (Esteban Bigliardi). A Florencia (Gamboa) le fue muy bien en el oficio de la escritura, con serias posibilidades de firmar contrato para una saga, y ahora está recién bajada de un avión después de volver de México con una frustración amorosa a cuestas. ¿Qué pueden tener en común esas chicas más allá del pasado? Ni ellas mismas parecen tenerlo muy en claro. Tampoco Novick, quien hace lo que hacer en estos casos dejando que las chicas se reconozcan progresivamente en lugar de apurarlas desde el guión. El último bloque narrativo transcurre en un presente que encuentra a Romina separada, atravesando el duelo por la reciente muerte de su madre y con la hija ya adolescente, y a Florencia en pareja y con una nena chiquita. Mantienen intacta una afinidad plena de contradicciones y matices que explota en la última secuencia. Pero Novick sigue sin encontrar explicaciones. Y mejor que así sea, pues esa búsqueda es el motor de un film pequeño y frágil, que no logra liberarse del lastre de su origen teatral, cuyos méritos descansan principalmente en la sutil química de sus actrices y en un naturalismo que no suena forzado.
Fan de todo lo que nos pasó El futuro que viene, ópera prima de Constanza Novick (Soy tu fan), es una película que parte de una propuesta simple, pero no por eso menos atractiva y emotiva. El film aborda el universo femenino a través de la relación entre dos amigas de la infancia: Romina (Dolores Fonzi) y Flor (Pilar Gamboa) y los vaivenes que ambas van atravesando con el pasar de su vidadesde la pubertad, los primeros amores, la maternidad, separaciones, nuevos amores, divorcios y duelos. Desde la más temprana edad, se percibe la compañía incondicional de ambas jóvenes, pero también cierta competencia que de alguna forma se inicia al relegar el primer amor para que la otra lo consiga, o imitar actitudes mientras forjan esta amitad que por momentos se torna en una relación simbiótica cuasi enfermiza. Sin embargo el film avanza y cada una sigue su camino para luego volver a encontrarse cuando Romina se convierte en madre. En ese nuevo momento, ambas están muy lejos de lo que aparentaban ser: la primera esta agotada en su nuevo rol de madre mientras sostiene un trabajo que no le fascina, su situación económica ha variado bastante y su pareja pareciera quedar fuera de todo lo que está ocurriendo; Flor, en cambio es una escritora con varios proyectos por concretar quien regresa a Buenos Aires luego de una ruptura amorosa. Estan desencontradas. El lazo que las unía aún existe, pero se percibe débil y cada vez más opuesto. Esto se repite en distintas situaciones a lo largo del film de Novick, ya que el gran mensaje es justamente ese: más allá de la oposición, las diferencias de carácteres y personalidades, una siempre estará allí para la otra, eternas, incondicionales, ya se como confidentes o como el peor espejo que cuestiona. De esta forma, El futuro que viene exhibe ese vínculo tan necesario pero difícil de sostener, como es la amistad entre mujeres. Si bien por momentos el film se torna reiterativo, su propuesta simple que apela a lo cómico más que al exceso de drama es lo que la diferencia de la enorme cantidad de films que ya abordaron esta temática. El otro gran plus lo aportan las dos protagonistas que se complementan a la perfección a la hora de encarnar esta relación que continuamente pasa del amor al odio, con Pilar Gamboa como quien aporta más matices a su desbordado personaje; y por otro lado, la excelente musicalización. Imperdible propuesta intimista sobre mujeres, retrada por mujeres pero apta para todo público.
Honestidad, inteligencia, complicidad Los vaivenes de una amistad duradera, las obligaciones que implica la maternidad y las frustraciones que puede provocar, las oportunidades perdidas, las rupturas amorosas con sus amargas y poco originales consecuencias, la inestabilidad emocional, los dilemas vocacionales... El futuro que viene aborda todos esos temas espinosos con honestidad e inteligencia, sin rendirse ante las soluciones prototípicas ni las redenciones ejemplificadoras. Guionista fogueada en la ficción televisiva (El sodero de mi vida, Son amores y, sobre todo, Soy tu fan, el ciclo donde se notó con más claridad su impronta personal), Constanza Novick trabaja en su ópera prima con un material que circula regularmente en ese ámbito, pero se permite desplegar una mirada más aguda y menos condescendiente que la determinada sin escape por la neurosis del rating. Pero la decisión de trabajar sobre vínculos reales, más que ideales, no obtura la aparición de la candidez, el humor y la ligereza en los pasajes donde la película se aliviana y tiende un puente hacia la complicidad del espectador. La escena del romance adolescente, bañada en la miel de una canción deliberadamente cursi de Los Parchís, y la desopilante coreografía del personaje que encarna el gran teatrista Federico León son dos buenos ejemplos de esa capacidad de la directora para lograr cambios de clima sin perder fluidez, equilibrio ni identidad.
El cine argentino contemporáneo contiene un conglomerado de pequeñas películas que manifiestan una más que inteligente importancia en la historia y su desarrollo, o que siempre intentan mostrar su valía en determinado aspecto creativo. El Futuro que viene, con guión y dirección de Constanza Novick y producción de Lisandro Alonso (Liverpool, Jauja), no es la excepción.
La ópera prima de Constanza Novick, también guionista del film y autora de las series El tiempo no para y Soy tu fan, focaliza en la relación de amistad que une a dos mujeres a través del paso del tiempo. Su debut ofrece una cálida mirada sobre el mundo afectivo y los cambios de una relación que se extiende por más de veinte años. Para llevar adelante su historia, cuenta con dos actrices que cumplen con las expectativas de la propuesta: Dolores Fonzi es Romina, la muchacha que trabaja desde hace años en la AFIP, y Pilar Gamboa, como Flor, la novelista exitosa casada con un artista mexicano, que luego de un paréntesis vuelve al país y se instala en la casa de Romina y de su marido -Esteban Bigliardi-, viéndose empujada a cuidar a la beba de ambos durante una noche. Con dos realidades diferentes, la película expone los conflictos en diferentes momentos de sus vidas y está estructurada en tres etapas: la pubertad en la década del 80, una segunda que las encuentra con algo más de 20 años, y la tercera, con 40 y madres de dos niñas que tienen la edad que ellas tenían cuando comienza el relato. Desde chicas compartieron horas de colegio, coreografías y una convivencia que las hizo inseparables y las llevó a conocerse profundamente. Con este esquema, la realizadora explora los conflictos propios de cada etapa: la música, la inocencia del primer amor, los esposos, los hijos, los amigos y la rutina. ¿Ellas son las mismas de siempre o cambiaron por las circunstancias que les tocó vivir?. Iguales y diferentes, separadas por extensos períodos de ausencias, Romina se separa y se va a vivir con su hija a lo de su madre ya fallecida, mientras que Flor sigue con un matrimonio que arrastraba problemas y que actualmente parece acomodarse. Desde el walkman hasta el celular, El futuro que viene alterna conquistas, pérdidas, reconciliaciones y pañales al ritmo de temas ochentosos que las vieron crecer. Y la historia parece repetirse.
Amigas una vida. Terminan los 80s y en esa década tan de moda para la ficción actual, Florencia (Pilar Gamboa) y Romina (Dolores Fonzi) comparten curso en la escuela, gustos y una amistad muy cercana que promete hacerlas inseparables aunque se interesen por el mismo chico. De caracteres y entornos diferentes, confían intensamente en la otra y se cuentan cada detalle de sus vidas incluso cuando, quince años más, tarde viven en países diferentes. Para entonces ya no son las niñas fanáticas de las telenovelas que solían ser pero hay algo de esas historias en su vida real, lidiando con las dificultades de la maternidad y una posible infidelidad. El reencuentro es en casa de Romina que, con una beba de pocos meses, refugia a su amiga cuando sin mediar palabra se sube a un avión y abandona a su pareja en México. La que se quedó lleva una vida gris de empleada administrativa, la que huyó cumplió el sueño de escribir y convive con un director teatral; no resultó todo como esperaban de chicas pero no se quejan mucho. Los años y la distancia no deshizo la amistad pero la volvió un poco más transparente y les dio otra perspectiva que delata que aquellas pequeñas diferencias lejos de desvanecerse se han potenciado. Madres y esposas: Dividida en tres épocas, cada una cuenta un momento específico de la vida de Florencia y Romina pero especialmente de la relación entre ambas a lo largo del tiempo, que se desarrolla sin mucha sorpresa ni sobresaltos. Primer acto, se presenta la profunda amistad entre las protagonistas. Segundo acto, se la cuestiona y desafía al borde de la ruptura. Tercer acto, producto de ese conflicto mutan a un tercer estado de amistad y madurez. Hasta el trailer lo anuncia, aunque si así no fuera no sería muy difícil anticiparlo ni es un problema importante porque la trama no busca generar suspenso sino empatía y la mayor sorpresa que puede dejar es el detalle de que, siendo una película completamente centrada en las charlas entre dos amigas, si pasa el test de Bechdel es casi de accidente. Aunque hace una correcta reconstrucción de época y desliza varios detalles sutiles de objetos o comportamientos que se repiten en las épocas (dándole algo de tridimencionalidad) desde lo visual hay poco que mencionar en El Futuro Que Viene porque se apoya más que nada en las actuaciones y una buena química entre las actrices que ayuda a nivelar un desarrollo de personajes algo chato, haciendo uso de diálogos no siempre verosímiles con un ritmo apresurado de tira televisiva que se quedan cortos en el intento de emocionar. Todo eso es perdonable en sí mismo. El problema es que se denota una desconexión entre los tres fragmentos que conspira para dificultar el conectar con los personajes y sus dilemas, sin terminar de emocionar con la fuerza que pretende o necesita. Es claro que la principal intención es retratar el “universo femenino”, algo que hace encadenando lugares comunes desde la tipografía elegida para los créditos iniciales hasta la mayoría de situaciones y diálogos presentados, dando como resultado algo que muestra potencial de poder ser más interesante y, sin embargo, se queda en lo genérico. Conclusión: Aunque muestra potencial El Futuro Que Viene se siente quebrada en tres, contando tres fragmentos de una historia que no termina de explotar ni por partes ni en conjunto.
La amistad femenina mostrada con profundidad, con los vaivenes intensos de complicidad y enojos, traiciones y lealtades, choque de emociones, pero siempre indisoluble. La directora y guionista imaginó la vida de estas dos mujeres en tres actos. Una infancia de la época de Los Parchís, de mucha tele, del enamoramiento del mismo chico, de sentir que no quieren separarse nunca, del descubrimiento del sexo. Una segunda etapa donde una de ellas es una escritora famosa, la que no pintaba para tal, esta separada mal y llega desde México a instalarse en la casa de la otra ya casada y con una nena. En la tercera las dos son madres, sus hijas son tan amigas como ellas lo fueron en la infancia, una pelea parece cortar la relación pero se sabe que no es así. Entre los personajes intensos de Pilar Gamboa y Dolores Fonzi pasan todos los temas, el amor, el sexo, la maternidad, las verdades ocultas, las revelaciones escupidas a destiempo. Una película inteligente, bien armada, escrita y dirigida por Constanza Novik que llega hasta el hueso en eso de mostrar la trama de pasado compartido y futuro con encuentros inevitables que sostienen estas dos amigas. Las actrices estupendas, una intensa, que dice lo primero que se le viene a la cabeza sin medir consecuencias, la otra mas calma, pero muy sincera. Bien elegidas, su entrega es total.
Tu amiga de la infancia es tu infancia El Futuro que Viene (2017) es la ópera prima de Constanza Novick, quien al momento de escribir el guión se encontraba en pleno embarazo. Este episodio la inspiró a construir la génesis de la historia de dos amigas entrañables de la infancia, interpretadas por Dolores Fonzi (Romina) y Pilar Gamboa (Florencia) cuyas vidas cambian por completo con el devenir de los años y la maternidad. Desde este arco, atraviesan un viaje emocional desde el primer amor hasta el primer divorcio. La puesta escénica está anclada a los años ´80 plagada de risas, llantos, bailes coreográficos al son de los sketches de la novela Clave de Sol mientras escriben en sus diarios íntimos sus pasiones, miedos y deseos futuros; oníricos. Entretanto, los minutos avanzan y deviene un giro de 180 grados: tras un impasse de diez años sin verse sus caminos se bifurcaron. Desde este arco, y gracias la eficaz labor artística y la fotografía, a cargo de Luciana Quartaruolo y Julián Apezteguia; respectivamente; el salto temporal resulta eficaz… ¿Podrán reencontrarse nuevamente en este nuevo espacio-tiempo? La premisa marca el pulso del amor cuyo subtexto revela que la esencia de este entrañable amor se sostiene desde encuentros y desencuentros que, al unísono, sitúan la figura del hombre como compañero que será parte de sus vidas sólo si es capaz de acompañar sus cambios. La premisa se nutre gracias al excelente trabajo de las actrices, que desde el primer minuto transmiten los climas intensos. A raíz de un desesperado llamado telefónico de Florencia que acaba de separarse de su pareja, busca refugio en la casa de Romina, como cuando eran niñas. Allí profundizan y debaten la infinitud de motivos en busca de entender el por qué del distanciamiento; centrando la narración en la psiquis y cómo su imaginario creó un universo ficcionado de la realidad, también como cuando eran niñas. En efecto, hay tres escenas puntuales que las define y complementa; recordando el leitmotiv de su infancia compartida y remarca que aquella pequeña interior sigue marcando el pulso de sus pasos. Por un lado, vemos cómo Romina, previo al llamado de Florencia se siente acorralada, en un paradigma de madre primeriza que no logra resolver y se siente frustrada, devastada y sin energía pese a que socialmente debía ser un momento pleno. Fonzi se luce en una escena donde reclama: “Se supone que cuando tenés a tu bebé no te vas a quejar mas y acá estoy; me quejo”, mientras lleva a su bebé recién nacido al hospital y lo vive como una odisea arriba de un taxi, desesperada, bajo una lluvia torrencial que pone en juego sus temores que su hijo se enferme por partida doble; aquí la artística ilustra a la perfección en un día gris como elemento de gran poder simbólico que denota el grado de dificultad y gasto que genera el traslado del niño. Por otro lado, la llegada de Florencia irrumpe este clima infernal: Romina la recibe sin consensuarlo con su marido y mientras se ponen al día, carcajadas mediante, ésta le cuenta que está a punto de separarse porque cumplió su sueño de ser actriz pero su pareja es un director famoso de novelas mexicano al que padece como una piedra en el zapato; la interpela por qué terminó con un crío y no siguió su pasión de escritora. Entretanto, Romina aprovecha la estadía de su amiga para tener una noche a solas con su marido, dejándola al cuidado de su hija. Frente a esta adversidad de realidades, Florencia repiensa su futuro cuando su marido le reclama que vuelva a su hogar y le asegura que se quiere quedar en Buenos Aires porque es el epicentro de las mejores comedias argentinas. Este híbrido de culturas no es irónico; por el contrario enfatiza la rivalidad latinoamericana como unión para desmitificar el estigma de los argentinos como arrogantes y los mexicanos mediocres. Cuenta de esto da una escena donde él le dice mientras ella lo critica: “Ya se te esta soltando lo argentino”; y ríen. El Futuro que Viene se aleja de la liviandad aparente y construye un relato, al estilo de El Bebé de Bridget Jones (Bridget Jones’ Baby, 2016), que desarrolla un juego de relaciones yin yang: amor/odio; distanciamiento/entendimiento; reflejando la psiquis humana en un discurso plagado de gags donde los lazos y la mirada melancólica, genuina, de la infancia trasciende cualquier obstáculo y perdura en el tiempo contra viento y marea.
Seguramente la mayoría de nosotros tuvo alguna de esas amistades en la infancia de las que parecen que van a durar para siempre. Así es la de Romina y Florencia en el año 1988, mientras arman coreografías, aprovechan los recreos para actuar hablando en castellano neutro, miran la novela y se disponen a estar juntas todo el tiempo que se pueda, incluso teniendo que rogarle a sus madres para poder quedarse una noche más en la casa de una o la otra. Hablamos de lo que hoy los jóvenes definirían como BBF (Best Friends Forever – Mejores Amigas para siempre).
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Amigas de siempre ante un futuro que siempre está llegando Constanza Novick debuta como realizadora. Su relato abarca unos veinte años en la vida de dos amigas del colegio que más allá de distancias, enojos y tironeos, siguen juntas. El film cuenta las idas y vueltas de un vínculo tenso, entrañable, difícil y sensible. La vida las juntó, las separó, las reunió. Film frágil, fresco, pero demasiado leve. La directora, de larga y valorable trayectoria como guionista de TV (“El sodero de mi vida”, “Son amores” y “Soy tu fan”), se apoya en una estructura casi teatral, con primeros planos, mucho interior y abundancia de diálogos. Hay sinceridad en la mirada pero a veces con eso no alcanza. Es una contribución más de un cine hecho por mujeres que sobre todo en estos días (“Zama”, “Alanis”, “Temporada de caza”) ha picado bien alto. Y este trabajo no desentona. El futuro que viene se suma con naturalidad a esos retratos minimalistas más preocupados en retratar impresiones y climas que en desarrollar historias. Dos chicas que en la adolescencia eran inseparables (hasta les gustaba el mismo chico) y después la vida les fue dando y quitando: amores, sueños, lágrimas, separaciones, hijas. El libro no profundiza ni aporta nada nuevo, pero es creíble y sensible. Y no cierra nada, es como la vida, que fluye sin salidas hasta ahí y nadie sabe cómo seguirá. Tiene como cualidad un buen trabajo actoral, sobre todo de Dolores Fonzi, cada vez más intensa, una muchacha hermosa, dueña de una mirada y una presencia que siempre transmite energía. Es un promisorio debut de una guionista que sigue pensando más en las palabras que en las imágenes.
La secuencia de títulos que abre El futuro que viene es sin dudas una de las escenas más hermosas del cine argentino en mucho tiempo. Dos nenas maquilladas y vestidas con ropa de la mamá de una de ellas realizan una coreografía en medio de un amplio living vacío al ritmo de Confetti’s. Corren los últimos años ochenta y Romina y Florencia atraviesan sus primeros años de secundario entre pasos de baile, cassettes y telenovelas. En su debut como directora, Constanza Novick sigue de cerca esta amistad a prueba de todo y elige contar la historia cronológicamente en tres etapas: primero la infancia ochentosa, luego la adolescencia –a comienzos de los 00’- y por último la adultez de las protagonistas en el presente. El relato exhibe un delicado equilibrio en la construcción de sus personajes, que al mantener una relación tan cercana, más familiar que amistosa, dejan constantemente expuestas sus facetas más desagradables, pero incluso cuando se muestran así siguen generando una enorme empatía. La trama avanza con un cierto aire de ligereza que sobrevuela cada escena, pero que la película viaje liviano no significa que carezca de complejidad. El futuro que viene no aborda únicamente la amistad femenina, sino que va un poco más allá y también se adentra en los vínculos de pareja y entre madres e hijas. Detrás de la aparente sencillez de la puesta se esconde una sutileza pocas veces tan lograda y seductora, al igual que las entrañables criaturas que habitan la pantalla: adolescentes y adultos que viven, aciertan y se equivocan, pelean, desaparecen sin avisar y se reencuentran, cervezas mediante, para confesarse de manera brutalmente honesta. “Si alguien me hubiese dicho de verdad cómo era, no la tenía”, le dice Romina a su amiga, refiriéndose a sus primeros meses de maternidad. Ese diálogo captura la esencia de una película que impone en todo momento su verdad, por más incómoda que sea. Una película especial, entre otras cosas, porque nunca termina de volcarse a la comedia, ni al drama, ni al coming of age: es todo eso junto. Un reencuentro jocoso entre amigas puede tornarse tenso e incómodo para luego volver a dejarnos una sensación plena porque, como ocurre en la vida real, el futuro que viene es incierto, pero algo es seguro: nuestros cuerpos y vínculos con otros podrán deteriorarse, pero el cine estará ahí siempre, como esa amiga incondicional en la película de Constanza Novick.
En su debut como directora Constanza Novick presenta El futuro que viene, un retrato crudo y sincero sobre la amistad entre mujeres, con una dupla actoral inmejorable de Dolores Fonzi y Pilar Gamboa. Junto al nuevo arquetipo femenino, Novick propone un análisis muy profundo y distinto de las relaciones entre mujeres; la esencia misma de la película se constituye en la amistad entre Romina y Florencia y cómo a pesar de las adversidades se mantiene a través del tiempo. El vínculo de ambas se desarrolla en tres etapas. Primero 1988, Confetti’s de fondo, la nostalgia de la época se refleja no sólo en la ambientación y en la estética sino también en la coreografía de las dos preadolescentes. Las amigas comparten el mismo colegio, los mismos gustos y actividades. Hasta incluso memorizan los diálogos de su novela favorita. Todo construido bajo un lenguaje privado que sólo ellas comprenden. Cada una va desarrollando su personalidad al mismo tiempo que transitan los típicos momentos de la pubertad como el primer amor y los conflictos familiares. Luego avanza hasta el 2004 cuando las amigas se reencuentran. Florencia (Pilar Gamboa) llega de México y se refugia en la casa de Romina (Dolores Fonzi), ahora casada y con una hija. A pesar de los años su relación se mantiene intacta, su lenguaje corporal es el mismo y sus diálogos tienen la misma sinceridad que antes. Pero ambas se encuentran en distintos momentos: una establecida y con las inseguridades de una madre primeriza y la otra como una exitosa escritora que vive con la misma impulsividad que en su adolescencia. Estas diferencias ayudan a que su relación comience a tensionarse y ciertos temas pendientes se verbalicen con una intensa despedida. La última etapa, en la actualidad, ya maduras y con hijas adolescentes, vuelven a juntarse y una vez más se comprueba que el vínculo que las une es más fuerte que cualquier situación que enfrenten. Lo excelente de la película no reside en contar grandes hazañas, sino en hacer foco en escenas normales que no tienen ningún interés especial y que Novick transforma en conversaciones brillantes. Precisamente la intimidad entre los personajes se manifiesta en el hecho de compartir un código privado. La existencia de un lenguaje íntimo y común entre personas que se quieren. Pertenece a su tejido verbal y es tan particular como intransferible. Y pone de manifiesto una complicidad que se concreta en el modo en que hablan de su cotidianeidad, de sus trabajos, de su situación vital y de sus proyectos. Su amistad se podría calificar como fiel pero no constante, aludiendo a la existencia de sus posibles diferencias emocionales, pero con una profunda sintonía que no cabe minimizar porque sustenta su relación y emerge incluso cuando las circunstancias son más adversas. La amistad, como lo que no se cuida, acaba muriendo y eso es una lección que deja el film. El sentimiento más certero quizá sea agridulce, porque con el paso del tiempo también se aprenden cosas buenas, el valor de la autenticidad, de la identidad, de la lucha por lo que nos apasiona, de la seguridad que llega con la madurez. El futuro que viene regala dos protagonistas con las que el espectador se puede identificar. Ambas son el punto de encuentro. Las excelentes actuaciones de Fonzi y Gamboa ayudan a construir la veracidad de este vínculo. Para que una ficción logre alzarse como voz colectiva no hace falta un amplio abanico de personajes o tramas, sino un enfoque con personalidad, próximo al espíritu con el que el público enfrenta sus problemas. Como por ejemplo, el comienzo de la maternidad, contado en diálogos contundentes, que visualiza con mucha humanidad lo complejo que es para una mujer esta etapa de su vida, confusa, frustrante, pero también satisfactoria. A lo largo de la historia se observan mujeres que sufren, que se apoyan, que se preocupan, que se desquician. Todo esto construido bajo un universo femenino que evade completamente los estereotipos y que también escapa de los mitos fabricados alrededor del género.
Verosímil retrato de la amistad de dos mujeres muy diferentes - Publicidad - El aluvión de estrenos argentinos, superando ya las 150 películas en lo que va del año, tiene el grave inconveniente de que las nuevas producciones que se presentan desplazan a las anteriores por falta de espacio para su permanencia en cartelera. En la semana 41° del año sobre 14 estrenos la mitad son nacionales y si uno no se apura puede perder la oportunidad de ver propuestas interesantes. Es el caso de “El futuro que viene” de la debutante y además guionista Constanza Novick, que reúne a Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, actrices con mucha química en el rol de dos amigas cuyas vidas han seguido derroteros muy diversos. Romina (Fonzi) lleva una vida rutinaria con su marido (Esteban Bigliardi), tiene un trabajo rutinario en la AFIP y además ha sido recientemente madre de una nena. Florencia (Gamboa) es todo lo contrario, su vida es muy movida y acaba de llegar a la Argentina pidiendo “asilo” (pocos días en la casa de su amiga). Su pareja reside en México y dirige una obra de teatro que resulta, en palabras de la recién llegada, una “pinche mamada” por lo mediocre. La trama transcurre en diversos periodos de la vida, a lo largo de 30 años. Se las ve de muy niñas en una escena al inicio, cuando bailan juntas en la casa de una de ellas y también de adolescentes compitiendo por un mismo muchacho. El diferente carácter de ambas lo señala un episodio con un taxista que trae a Romina a la casa. Allí la espera Florencia, que aprovecha para tomar el mismo vehículo. Cuando han pasado más de 24 horas y la amiga no da señal alguna, Romina afirma tener “un mal presentimiento, una intuición muy fea”. Y cuando finalmente es contactada le recrimina no haberla contactado todo ese tiempo a lo que en respuesta recibe un insólito “Me enamoré y tiene un hijo” (el taxista). Hacia el final, que como es norma no develaremos, la situación de ambas amigas habrá evolucionado por caminos muy disimiles. El gran mérito de ese “remate” es que al igual que el resto de la trama resulta verosímil y nunca forzado. Exactamente lo opuesto de “Desearás al hombre de tu hermana”, otra producción nacional reciente donde los personajes centrales son también dos mujeres (y además hermanas), a las que se las ve en varias etapas de su vida. Pero en este caso no hay mérito alguno sino un exclusivo cálculo comercial en un producto despreciable y gratuito.
La historia de amistad de dos mujeres jóvenes a través del tiempo está contada aquí con una sensibilidad y un humor poco comunes, con diálogos ligeros (en el sentido de no sobrecargarse de peso “significativo” o sentencioso) y dos actrices que se complementan perfectamente. Los lugares comunes que aparecen aquí y allá molestan poco porque la autenticidad del juego hace de las situaciones algo único para el espectador.
SE DOBLA PERO NO SE ROMPE “Mañana la llamo” es lo último que se escucha en El futuro que viene. La frase, trivial, no podía ser más perfecta para concluir la ópera prima de Constanza Novick: porque la película protagonizada por Dolores Fonzi y Pilar Gamboa se construye en base a esos momentos triviales que comparten Romina y Florencia, una amistad de la infancia que la película registra en tres tiempos, y donde en todo momento se busca mirar detrás del grandes éxitos de una historia de vida compartida. Lejos de lo estridente, con enorme sensibilidad y calidez, El futuro que viene toma la amistad más como contenedor que como continente, porque lo que hace la guionista y directora es mirar ese vínculo mientras es atravesado, invadido, lacerado por el paso del tiempo y por las decisiones que van tomando con sus vidas Romina y Florencia. Así, El futuro que viene es una película sobre la amistad, sí, pero también y más aún una sobre la maternidad, la vocación, el trabajo, las tareas que emprendemos por necesidad pero sin placer, la construcción de una familia, y varios temas más. Y ahí permanece la amistad, que se dobla pero no se rompe. El futuro que viene arranca en los 80’s y llega hasta el presente. En la infancia, Romina y Florencia comparten colegio, tienen vínculos especiales con su madre y con la madre de la otra. Los hombres, en ese marco, son una ausencia o un fuera de campo. La madre de una parece más liberal, la madre de la otra un poco más conservadora. El tiempo, claro, encontrará a cada hija siguiendo un camino diferente, ya sea por oposición fortuita o buscada: la hija de madre liberal estará inmersa en un matrimonio infeliz, y con hijo; la hija de madre conservadora, será una suerte de tiro al aire imprevisible. Novick expone todo esto, juega a trabajar el destino de cada personaje como una suerte de causa y efecto, pero nunca lo remarca. Los personajes están ahí, son eso, sus vidas se han convertido en un espacio bastante frustrante, cada una a su manera. Lo bueno de la película, su genialidad intrínseca, es cómo hace esto sin subrayados, con una sutileza y una amabilidad poco habitual en nuestro cine, afecto al costumbrismo grosero o a la introspección afectada. El futuro que viene, incluso, no le hace asco a un humor que tiñe los pasajes más absurdos. Y siempre en el medio, Romina y Florencia, dos criaturas reales, tangibles, hermosas en sus contradicciones. El film de Novick es notable no sólo por su fluidez narrativa, sino por lo intrínseco, por cómo cuenta lo que cuenta y desde dónde decide contarlo. Esa es su mayor clarividencia y lo que la distingue: se centra en diálogos geniales, pero que no rebosan inteligencia a la manera de un guionista que quiere sobresalir. Son diálogos que exudan cotidianeidad, charlas de amigas y reencuentros que dejan adivinar la oscuridad subterránea pero siempre con la necesidad de ser amable en la superficie. Así una puede aseverar con un desgarro anestesiado que si sabía cómo era eso de tener un hijo, no lo tenía. Se dice eso, y la charla sigue. Novick no tematiza, construye una película que se alimenta de los grandes temas pero alejándose tanto de la bajada de línea como de la enseñanza de vida. Y es curioso, porque si hay algo que vemos pasar delante de nuestros ojos durante la película es eso, vida, la vida de dos minas que carecen de certezas, que pueden herirse, pero que son amigas. Ese es otro acierto del film: no pensarse desde lo seguro, sino mostrar su inseguridad a cada momento. Y para que todo salga perfecto como sale, El futuro que viene tiene dos ejecutantes increíbles: Dolores Fonzi, encontrando luz entre tanto personaje torturado, y Pilar Gamboa, jugando con diversión la imprevisibilidad de su criatura. Lo que hacen Fonzi y Gamboa en la pantalla es de una complicidad increíble y de una fascinación arrolladora para el espectador. A pesar del dolor que atraviesa a los personajes, de historias desdichadas que encuentran su consuelo en ese vínculo extraño llamado amistad (que no se parece a la familia ni a la pareja, pero es igual de intenso), El futuro que viene es una película feliz y luminosa. Porque la vida, al fin de cuentas, es como la amistad: se dobla, pero no se rompe.
Estructurada a modo de tríptico, la ópera prima de Constanza Novick inicia en los años ochenta correctamente recreados, donde Los Parchís son la banda sonora de una pubertad que se avecina entre el primer beso, la coincidencia en los gustos amorosos y una televisión que funciona como centro gravitatorio para las risas y las complicidades entre dos mejores amigas. El siguiente acto las reencuentra recién a sus veintipico. Una decisión bastante lúcida la de no inmiscuirse en la adolescencia plena, lo que le hubiese costado tal vez desviarse del foco de la película para poner más atención en la formación de las personalidades. Después de pelearse con su novio mexicano, Florencia (Pilar Gamboa) regresa al país convertida en una exitosa escritora a la espera de firmar contrato para una saga y aterriza en lo de Romina (Dolores Fonzi), a quien -muy a la inversa- los años la ubicaron detrás de una computadora en una oficina de la AFIP, le dieron un marido y la tormentosa inexperiencia de ser madre primeriza. Este paréntesis que se repetirá una vez más cuando la vida las encuentre pisando los cuarenta, a una casada, a la otra divorciada, pero las dos reviviendo la infancia como madre de sus hijas, es uno de los mayores logros de la directora, quien construye a base de tres instantes precisos la coraza de una amistad que sobrevive a cualquier calendario, discusión, lucha interna o diferencia. Con una trayectoria construida por completo en la pantalla chica -donde fue guionista de reconocidas telenovelas como El sodero de mi vida, Son amores y Soy tu Fan– la incursión en el cine de Novick, más que un reto o una exigencia, termina siendo solo otro vehículo más para narrar. En este caso, para hablar de un vínculo tan sagrado y universal como es la amistad. De hecho, la historia fue pensada en un principio para el teatro. Por eso, no es casualidad que gran parte de la película se mueva en espacios cerradísimos. Que el telón de la película se abra y cierre con las protagonistas bailando. Y que los diálogos (que van desde conversaciones sobre amoríos, el trabajo y la maternidad, hasta alguna frase televisiva de la infancia grabada en la memoria que vuelve siempre al presente como hilo conductor) se vayan dilatando para mostrar los matices y las diferentes intensidades que puede alcanzar la relación. No hay dudas de que la dupla elegida se complementa con una naturalidad que hace que no caiga jamás en el melodrama edulcorado de pañuelos y llanto gratuito como bien nos tienen acostumbrados varias tramas sobre la amistad femenina. Dolores Fonzi, quien viene de participar del thriller político La Cordillera, se acomoda al personaje impulsivo, despistado, por momentos irritante de Pilar Gamboa, como una compañera metódica y reflexiva; siendo capaz de sostenerle la mirada con los ojos a punto de saltar de las cuencas y así y todo guardarse la bronca y las palabras. El futuro que viene es la prueba certera de que la actuación cuando está bien hecha, cuando fluye, cuando los cuerpos hablan más y mejor que la lengua, excede cualquier formato. Pasarán los maridos, partirán las madres y por más intermitentes que sean los reencuentros, siempre quedarán las verdaderas amigas como testigos vivientes de la propia biografía. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Cálido tratamiento de una amistad incondicional en el tiempo El valor de la amistad trasciende fronteras y dificultades. Es un espacio de contención y sosiego, donde, en la mayoría de las ocasiones, ni la propia familia puede brindar esas condiciones de vida. Porque los amigos se eligen, como Flor (Pilar Gamboa) quien, pese a tener una hermana, eligió como a su “hermana de la vida” a Romina (Dolores Fonzi) desde que eran compañeras de colegio, y perdura hasta la actualidad. El proyecto ideado por Constanza Novick cuenta la relación que establecen ambas durante tres épocas distintas. Todo comienza en 1988, donde no sólo comparten el aula escolar, las clases extracurriculares y el gusto por el mismo chico, sino también el dormitorio en innumerables noches. Luego, el salto temporal nos transporta a los primeros años del nuevo siglo, cuando Romina está casada, tiene una beba y vive con su marido en una casita del conurbano bonaerense. Allí llega un día Flor, que vino de México, donde vive, y es una exitosa escritora, a buscar refugio por haberse peleado con su novio. En el reencuentro la relación es estupenda, pero los años y la realidad de cada una modelaron de distinta manera sus personalidades, y las rispideces las vuelven a alejar. Por último, el relato nos acerca a la actualidad donde Flor se instala en el país con su marido mexicano y tienen una hija. Nuevamente reanuda la relación con Romina y las hijas de ambas se hacen amigas, como un legado que se transmite de generación en generación. La directora tiene muy en claro lo que quiere contar y cómo contarlo. La precisión en el manejo de las escenas hace resaltar la química que logran las coprotagonistas. La calidez que contagian sus encuentros, los diálogos frescos y acordes a cada década transcurrida nos llevan sutilmente en el tiempo. La película narra una historia sencilla, cuyo objetivo principal es mostrarnos la amistad de dos chicas que perdura con el tiempo. La incondicionalidad es la mayor virtud de esta relación. Más allá de los contratiempos y la distancia, el vínculo se mantiene inalterable. Porque mantienen una relación que se puede doblar, pero jamás romper.
Crítica emitida por radio.
Esta ópera prima de la guionista y realizadora Constanza Novick. Todo gira en torno a la amistad de dos jóvenes que va desde su infancia hasta la adultez. Ambientada en 1988 cuando dos niñas bailan temas de los Parchís, se enamoran a través de las novelas y les gusta el mismo chico. Pasa el tiempo y se vuelven a encontrar. Romina (Dolores Fonzi) está casada con Julián tiene una beba de meses Ana, esto le ha traído ciertos problemas existenciales, se aburre en su trabajo en la AFIP y ya no se divierte. En cambio Flor (Pilar Gamboa), es escritora, su vida es un poco mas descontracturada está relacionada con el espectáculo, saliendo con Felipe y tienen un amor más libre. Viven momentos emocionantes. Hay un pequeño quiebre pero vuelven a reencontrarse ahora la hija de Romina ya adolescente, está separada y Flor tiene una hija y está en pareja pero gracias a su amiga, Romina forma pareja con Juan. Entre idas y venidas, reproches, múltiples diferencias, encuentros y desencuentros, la amistad perdura a través del tiempo. Una trama intimista, tierna, que se mete en el mundo femenino con majestuosas actuaciones de Fonzi y Gamboa y que se vería mucho mejor en teatro.
Crítica emitida en "Cartelera 1030" por Radio Del Plata (AM 1030) SÁBADOS de 20-21hs.
Me encanta la idea de que exista una película como El futuro que viene, la primera de Constanza Novick, escrita y dirigida por ella. Novick viene de trabajar en televisión, como guionista de Son amores (2002), El sodero de mi vida (2001) y Soy tu fan (2006) entre otras tiras. En este caso encara la amistad entre mujeres en tono de comedia dramática a través de la historia de Romina (Dolores Fonzi) y Flor (Pilar Gamboa), que se cuenta en tres momentos: primero son dos nenas, ya casi preadolescentes, que comparten el colegio privado y pasan juntas todo el tiempo que pueden mientras a su alrededor lxs adultxs estallan en conflictos (separaciones, divorcios) y el fin de la amistad exclusiva entre las dos se vislumbra en la cara del primer chico que les gusta. Entre vestuarios de los ochenta y cassettes de Parchís, la película parece tomar sus modelos de la comedia norteamericana independiente (o incluso de series como Togetherness, de los hermanos Duplass), y lo hace con gracia en un principio, si bien se la percibe extremadamente prolija y cuidadosa, como alguien que recién aprendiera a patinar sobre hielo. Hay un problema con eso, porque la comedia tiene que fluir y El futuro que viene por momentos se estanca, busca sus chistes con esfuerzo y parece depender, para ser divertida, más de la chispa de sus actores y actrices, que por suerte es mucha, que de escenas graciosas de por sí. Sobre todo en la segunda parte, cuando Flor y Romina son treintañeras en ese momento de la vida en el que ciertas cosas empiezan a definirse. Romina vive en una casita del conurbano con su marido (Esteban Bigliardi) y una beba de seis meses; hasta ahí llega Flor para buscar refugio después de una pelea de pareja. Se supone que toda la situación de huésped desconsiderado que viene a ocuparte el sillón y se apodera de la casa más puérpera irritada por la falta de sueño y absorbida por la maternidad es divertida, aunque nada de lo que hace Flor parece ser tan invasivo como para justificar el conflicto de “personalidades que chocan” con que la película pretende caracterizar la amistad entre las chicas. Lo más interesante de esta secuencia es lo que tiene que ver con la maternidad de Romina, porque una Dolores Fonzi sobrepasada y poco comprendida por lxs que la rodean dice las únicas líneas en toda la película que se salen de lo mil veces escuchado y visto (“Si alguien me hubiera dicho cómo iba a ser, no la tenía”, le dice a Flor mientras se toman una cerveza y el bebé duerme en el cochecito). Todo lo demás está bien hecho pero da la sensación de ser igual a otras mil películas. Previsiblemente, Flor y Romina discuten y se vuelven a encontrar después de varios años. La vida cambió, pero las amigas siguen siendo una gran pasión, la única para la otra. No se termina de ver dónde está todo esto en la película -más que, por supuesto, en la idílica y ochentosa infancia-. Es cierto que Flor y Romina compartieron alguna risa, celebraron algún chiste con el que se divertían como nenas, pero como adultas no se las ve del todo disponibles para la otra, más bien lo contrario. Por otra parte, lo que atraviesa toda la película es cierta sensación de que las escenas están allí para ilustrar una serie de temas: la amistad, la maternidad, la adultez, el amor después del divorcio. Una detrás de otra, prolijamente van hilando una historia, pero no brillan por sí mismas. Los que sí brillan son Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, lo mismo que Esteban Bigliardi y luego Federico León en el papel del nuevo novio de Romina, que dotan a la película de un encanto que la vuelve hasta querible. En cuanto al cine, hay algo en El futuro que viene que Ana Katz hizo mejor en Mi amiga del parque, algo de la comedia sin esfuerzo y cuyos chistes no dependan exclusivamente de cualquier situación que por haberla visto demasiadas veces genere una respuesta automática.
El jopo ochentoso, las chaquetas con hombreras y la musiquita con organito acompañan el baile pegadizo de dos niñas que bailan con felicidad. Así arranca, con esa energía que evoca la alegría de la amistad de la primera juventud, la película argentina El futuro que viene de la directora Constanza Novick. Romina (Dolores Fonzi) y Florencia (Pilar Gamboa) son amigas desde la niñez, y desde ese pasado de calzas y color fluo, la directora nos otorga este viaje nostálgico por la historia de amor entre estas mujeres. La intensidad de las hormonas femeninas copan la película, los encuentros y los desencuentros entre estas dos amigas le proporcionan a El futuro que viene una fuerza narrativa poderosa. La recreación de las épocas, especialmente la de los ochenta, resulta atractivas y atentamente analizada por Novick. Una de las protagonistas ve y discute sobre la pareja “Lucho-Karina” de la exitosa tira juvenil Clave de Sol, la voz de Pablo Rago resulta graciosa, especialmente para todos los treintañeros que consumíamos con pasión cada entrega de esta novela adolescente. Romina y Florencia, son de esa generación, mujeres románticas que viven sus desamores con absoluta pasión. La belleza de la gráfica de la película, ese abrazo fraternal entre dos mujeres, se percibe toda el metraje. Romina (Dolores Fonzi) es calma, malhumorada, melodramática y cede ante una Florencia (Pilar Gamboa) avasallante y mandada. La relación entre ambas es atravesada por el abanico de las vivencias amatorias: el primer amor, separaciones, nacimientos de hijos. La química entre dos amigas resulta creíble porque Fonzi y Gamboa se nota que se conocen y se entienden. Las frases hechas sobre la amistad suenan en estéreo como hermosos cliches (¡siempre a favor de esto!) en las cabezas felices de los espectadores. Otra decisión absolutamente acertada de la directora es centrar toda la atención en las “mujeres” de la película, los hombres -absolutamente terrenales, nada de galanazos y eso es genial- acompañan las decisiones de estas féminas poderosas. Porque El futuro que viene es una película linda, de esas películas en donde uno sale del cine con una sonrisa en la cara evocando el tesoro (divino) de la amistad y tarareando el tema popero “No te vayas” (POTRA y Rosario Ortega) corte principal del soundtrack de la película. Simple y emotiva hay que ir a ver la película de “las chicas”.
La ópera prima de Constanza Novick indaga el universo femenino a través de una amistad que atraviesa distintas etapas. Romina (Dolores Fonzi) y Flor (Pilar Gamboa) son amigas desde la escuela primaria. Pero la evolución de cada una, tanto en lo personal como en lo profesional, pone a prueba una relación genuina y fundamental en sus vidas. Con un título más que acertado, El futuro que viene (2017) describe el crecimiento de las protagonistas a través de un vínculo del que no pueden prescindir. Principalmente, porque una estuvo en la vida de la otra desde la niñez. Una etapa linda y compleja que atravesaron juntas, y marcó el presente que vuelve a reunirlas. Más de una vez. Novick se inmiscuye en una amistad con la que el público se identificará de inmediato. Y sabe cómo mostrar el micro mundo de dos niñas, y luego mujeres, que al compartir tantos momentos se conocen con sólo mirarse. A pesar de que cambiaron un poco. Fonzi y Gamboa logran traspasar la pantalla y hacer creíble la amistad, eje central de la película. El futuro que viene es un recorte temporal, que bien podría ser objeto de estudio de una investigación social. Porque aunque puede parecer una película lineal y simple, deja en evidencia cómo los hijos repiten actitudes de sus padres y son marcados por acciones que se suponen insignificantes.