Una abducción mundana. Muchos sentíamos una gran curiosidad en lo que respecta al debut anglosajón de Daniel Alfredson, el responsable detrás de los dos eslabones finales de la trilogía Millennium, La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina (Flickan som lekte med elden, 2009) y La reina en el palacio de las corrientes de aire (Luftslottet som sprängdes, 2009). En El Gran Secuestro de Mr. Heineken (Kidnapping Mr. Heineken, 2015) se aunaban la oportunidad de explotar la experiencia del sueco en el campo de los thrillers y la suya propia de adquirir un “renombre” en la industria estadounidense ayudado por un elenco de estrellas, lo que derivó en una faena bastante literal porque esos dos factores son precisamente los más relevantes de la película.
Ambición en tiempos de recesión. A principios de la década del ochenta, Holanda se encontraba, al igual que la mayoría de Europa, en una recesión económica con desempleo. A su vez, la crisis habitacional de Ámsterdam fue uno de los motivos de la radicalización de los métodos de los squatters (okupas), que al igual que en Londres y más tarde en España, identificaban edificios y/ o casas abandonadas o sin uso y las tomaban, cambiando la cerradura y solicitando que se les reconozca el título de propiedad. La organización de los anarcopunks y hippies okupas devino en leyes que protegían su actividad proponiendo como prioritario el uso de la propiedad improductiva. A pesar de esto, muchos de los complejos habitacionales ocupados han sido desalojados innumerables veces y reocupados una y otra vez en una historia que sigue su curso a medida que se leen estas palabras.
El gran secuestro de Mr. Heineken (Kidnapping Mr. Heineken), es la primera película hablada en inglés del sueco Daniel Alfredson (La Chica que Soñaba con un Fósforo y un Bidón de Gasolina, La Reina en el Palacio de las Corrientes), que narra el secuestro del magnate holandés de la cerveza, Alfred Heineken. Crónica de un secuestro Holanda, 1983. La recesión económica se hace sentir en la sociedad. Cinco jóvenes amigos, desesperados por su situación económica, llegan a la conclusión de que lo mejor que pueden hacer para ganar dinero es realizar un secuestro millonario. Por ese entonces, Alfred Heineken, magnate de la famosa cerveza (que además dejó sin trabajo al padre de uno de los muchachos), se convierte en el blanco perfecto. Ninguno tiene intenciones de hacerle daño a "Freddy" Heineken, la idea es secuestrarlo, cobrar el rescate y dejarlo en libertad. Deben hacerlo de manera profesional para no cometer errores ni levantar sospechas y así poder salirse con la suya. Puede fallar En El gran secuestro de Mr. Heineken el punto de vista reside en el grupo de amigos-secuestradores, que en un principio no tienen la más mínima experiencia en este tipo de delitos. El punto de vista termina limitando el vuelo de la historia, quedan cabos sueltos y hacia el final el relato pierde fuerza. Lo que no termina de funcionar del todo es la construcción de los personajes, no entendemos cuáles son sus motivaciones. No se termina de entender por qué no quieren tener, en palabras de ellos, "un trabajo normal" y ven como una mejor opción llevar a cabo un secuestro. Es interesante ver cómo se va complejizando la tarea de mantener a dos hombres secuestrados (Heineken es secuestrado junto a su chofer), y como se oscurece el panorama de los protagonistas. Las actuaciones son correctas, pero recomendamos que no pongan sus fichas en la interpretación de Anthony Hopkins, ya que se lo ve poco y solamente en situación de secuestrado. Visualmente es bastante prolija, las escenas de acción funcionan, pero da la sensación de que el guión se apoya demasiado en ellas. Conclusión El gran secuestro de Mr. Heineken entretiene, pero es una película que pasa sin pena ni gloria. No posee ningún rasgo que la haga sobresalir entre las películas de este género. Sus fallas residen principalmente en el guión, que construye de manera superficial a sus protagonistas, y una historia que se apoya demasiado en las secuencias de acción. Afortunadamente, no se extiende demasiado y logra mantener la tensión durante la primera mitad de la película.
El secuestro normativo La historia del "secuestro más famoso del siglo" ocurrido en 1983, podría ser un interesante relato pero es apenas una película correcta. Porque El gran secuestro de Mr. Heineken (Kidnapping Mr. Heineken, 2014) huele a clase B en todo su desarrollo, su efectismo desmesurado y su tono aleccionador con bajada de línea inclusive, desmerecen su potencial. El magnate de la cerveza Alfred Henry Heineken (Anthony Hopkins) es secuestrado, junto con su chofer, por una banda que exige 50 millones de dólares por su libertad. El planeo de la captura se describe minuciosamente, y junto con él, los vínculos de los integrantes de la banda delictiva entre los cuales están Jim Sturgess, Sam Worthington y Ryan Kwanten. La película la dirige el sueco Daniel Alfredson, realizador detrás de La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina- Millenium 2 y La Reina en el palacio de las corrientes de aire- Millenium 3, segunda y tercera parte de la exitosa trilogía de Stieg Larsson, pero sin el universo oscuro característico de las cintas que popularizaron a Noomi Rapace. El gran secuestro de Mr. Heineken sigue la línea del policial clásico con tintes de drama familiar. Durante la primera media hora, la trama se centra en el planeo del secuestro del mismo modo que cualquier film de robo de bancos con la estrategia del “golpe” como móvil de la acción. El siguiente acto se torna más interesante, la angustia del demorado pago del rescate y cómo afecta a la psicología de los protagonistas. En ese ínterin comienza la empatía con el espectador. Se formulan automáticamente preguntas como ¿Que hacer en un caso similar? ¿Cómo reaccionar demostrando firmeza pero sin ser un profesional en el tema? La película levanta vuelo con la identificación con alguno de los personajes: el fuerte, el líder, el sentimental, el rudo. Los leves pero importantes aportes de Hopkins convierten al personaje de Heineken en un ser frió y calculador, astuto para los negocios y filoso de discurso. Pero todo se desmorona cuando los indicios de moralina final se hacen más y más evidentes. Es claro, la película cuenta la historia de un secuestro desde el punto de vista de los secuestradores, y no elige peor camino que la clásica y esperada redención. No sea cosa que a alguien se le ocurra indagar en el oficio del secuestro. Eso si, tomar unas cuantas cervezas antes de ver la película sobrellevaría mejor la experiencia.
Thriller con poca espuma El debut angloparlante del sueco Daniel Alfredson es un ejercicio deliberadamente old-fashioned que se queda a mitad de camino de todas sus líneas de interés. Tal como ocurrió hace cuatro años con su hermano Tomas (Criatura de la noche, El topo), el realizador sueco Daniel Alfredson, conocido por sus trabajos en las dos últimas partes de la adaptación de la saga Millennium, pega el salto al cine angloparlante con un ejercicio deliberadamente old-fashioned. Esto dicho no sólo porque tanto El topo como El gran secuestro de Mr. Heineken se ambientan en un pasado reciente, sino porque ambos optan por filmar a la vieja usanza tomando como base dos modelos de películas inhabituales en la cartelera comercial local. El director de Criatura de la noche encaró su versión de la clásica novela de John Le Carré como un film de espías clásico de los años '70, apropiándose de la forma pero también del espíritu paranoide de aquellos años. Daniel intenta aquí una operación similar construyendo un thriller ochentoso que toma como base la historia real de un grupo de amigos que, hastiados de las negativas de un banco a concederles un crédito, perpetró el secuestro del heredero del emporio cervecero en 1983. El film podría dividirse en tres capítulos. Ya en el primero, centrado en los preparativos y las motivaciones personales detrás del golpe, se vislumbra cierta aceleración en la sucesión de hechos que marca una tendencia al atropello narrativo presente a lo largo de todo el relato. Así, entonces, el grupo pasa del amateurismo a la híper planificación en apenas un par de minutos. La media hora central muestra la concreción del golpe y atisba algunas características de un secuestrado que, lejos de apichonarse ante el grupo, le dispensa un trato oscilante entre la suficiencia y la ironía, subestimando su accionar. Que él tenga la cara de Anthony Hopkins no hace más remitir a un Hannibal Lecter diluido y, claro, con gustos gastronómicos un poco más convencionales. Pero Alfredson apenas insinúa la idea de la manipulación psicológica, prefiriendo pasar rápidamente al tercer y último acto, donde se muestran las fisuras grupales, la resolución del caso (cuya clave recién se devela con una leyenda antes de los créditos) y el desenlace de cada uno de los protagonistas. A diferencia de la galantería narrativa de El topo ilustrada en el progresivo despliegue informativo, da la sensación de que El gran secuestro de Mr. Heineken quiere contar demasiado en poco tiempo, sobrevolando varias potenciales líneas argumentales (la dinámica del grupo, la trama policial, la potente personalidad de la víctima) sin ir a fondo en ninguna, quedándose a mitad de mitad de camino de todo.
Un Hopkins encadenado y altanero Relato de suspenso sobre el secuestro de Freddy Heineken -Anthony Hopkins-, el director de la famosa fábrica de cerveza, en manos de un grupo de inexpertos delincuentes en Amsterdam de los años ochenta. "Se puede tener mucho dinero. Se pueden tener amigos. Pero las dos cosas juntas es imposible" asegura Freddy Heineken -papel a cargo del gran Anthony Hopkins- durante su cautiverio. Se trata de la remake belga del film que en el 2011 tuvo en ese papel a Rutger Hauer y que ahora comanda el realizador sueco Daniel Alfredson. La película juega con el suspenso y muestra cómo un grupo de amigos con problemas financieros decide realizar el acto criminal más famoso del siglo, por el que se pagaron nada menos que 50 millones de dólares. Más allá de las escenas de intriga que genera este tipo de producciones, el fuerte reside en las personalidades de los captores, cinco chicos con campera de cuero a quienes se les niega un crédito y deciden hacer dinero por su cuenta: Jim Sturgess -Cloud Atlas-, Sam Worthington -Avatar-, Ryan Kwanten, Mark van Eeuwen y Thomas Cocquerel, con objetivos y metas distintas. El juego de poderes que se establece dentro del quinteto -el padre de familia que quiere proteger a su mujer embarazada- y la inexperiencia que tienen en este tipo de actividades criminales es retratado por un director que privilegia las discusiones y las complicaciones que trae el caso antes que las escenas de acción. El papel de Hopkins, encadenado y a la espera de ser liberado al igual que su chofer, es breve pero sirve para que el actor juegue con una personalidad altanera, alejada del miedo, y con la que enfrenta a sus captores porque les conoce su lado débil. El film también planta dudas sobre una pareja de policías que sigue de cerca los pasos de los antagonistas de turno, y del operativo que montan para esconder a la víctima y presentar una carta de pedido de rescate, otro de los detalles que alimenta la intriga de la trama. La película muestra un caso policial que cobró notoriedad y el atractivo principal es trasladarlo a la pantalla con interés para el público, convirtiéndolo en un atrapante mecanismo en el que cada pieza o movimiento cobra una importancia fundamental. Los descuidos y los intereses personales se pagan caros.
Hopkins a la carta En 1983 el empresario Alfred Henry Heineken, dueño de la famosa cervecera que lleva su apellido, fue secuestrado junto a su chofer en Amsterdam y por su liberación se pagaron 10 millones de dólares -la suma fue considerada el rescate más oneroso hasta esa fecha, pero hay que decir que en la Argentina por Jorge y Juan Born se desembolsaron 60 millones-. Pero, más allá de las imprecisiones, lo curioso del caso es que el grupo que llevó a cabo el golpe estaba compuesto por un puñado de trabajadores que había intentado pedir un préstamo bancario para sostener un negocio y que luego de fracasar, decidió embarcarse en esa aventura. Ahora bien, la historia real tiene todos los componentes para que cualquier director la lleve al cine y el sueco Daniel Alfredson (responsable de la trilogía Millenium del escritor Stieg Larsson) se decidió por un policial clásico, centrado en la relación entre Cor Van Hout (Jim Sturgess) y Willem Holleeder (Sam Worthington), en desacuerdo en casi todo durante buena parte de hecho -sobre todo cuando el dinero tardaba en llegar- y que a medida que avanza el relato, cada vez más conscientes que la tarea les queda grande por la dimensión que tomó el caso y sobre todo por Mr. Heineken (Anthony Hopkins), el magnate que lejos de asustarse, se muestra condescendiente con el grupo, les hace notar su amateurismo, opera con astucia y hasta se da el lujo de sugerir menús sofisticados, como para dar cuenta de que está entero y dispuesto a hacer sentir su poder aun en cautiverio. Es cierto que Hopkins no hace demasiado para agregar algo más a lo que se espera de él en un papel a su medida, sin embargo, esa suficiencia le aporta aire a un relato que no logra encontrar el tono narrativo que exige el género. Si la historia se centra en las idas y vueltas de los captores, las dudas y el aprendizaje sobre la marcha de una tarea para la cual no están preparados, la resolución de estos problemas -conseguir armas, dinero en efectivo para sostener el operativo- tiene un desarrollo apresurado; si el carácter de los protagonistas y sus historias personales definen su accionar, los perfiles no terminan de dibujarse por completo y hay demasiados casilleros para rellenar por el espectador. Queda la relación entre el grupo y el señor de los negocios, y ahí sí, aunque el elenco hace lo suyo y bien, Hopkins juega en otra liga, despliega un arsenal de recursos y la película tiene otro vuelo que podría haber abarcado toda su extensión, pero por vacilaciones de la puesta, se pierde en el total.
Señalado por muchos como el más famoso secuestro del siglo XX, el caso que tuvo como víctima al magnate cervecero Fred Heineken en 1983 se reconstruye sin demasiado brillo ni imaginación, pero con bastante fidelidad a los hechos reales en esta producción rodada en Amsterdam por el sueco Daniel Alfredson, conocido por las adaptaciones de los capítulos 2 y 3 de la trilogía Millenium. No agregará demasiado a su currículum esta película que se dedica a retratar, paso a paso, el golpe para secuestrar a uno de los empresarios más poderosos de Europa y obtener un rescate millonario en dólares, encarado no por una banda con gran experiencia profesional, sino por un grupo de amigos en pésima situación financiera y cuyo rasgo más sorprendente es el atrevimiento con que se proponen una misión que está visiblemente por encima de sus fuerzas. La película sigue a los secuestradores desde el principio, es decir cuando vuelven a fracasar en su intento de conseguir un préstamo bancario y, en consecuencia, planean el gran golpe que resolverá de una vez por todas sus urgencias monetarias. Que el final ya sea conocido no es impedimento para el suspenso; sí lo es el andar irregular que Alfredson impone al relato -de pronto cansino, de pronto vertiginoso, además del relativo aprovechamiento que hace tanto de la relación entre los amigos-compinches como de la que se entabla con el empresario cautivo tras la concreción del demorado secuestro. Anthony Hopkins asume el papel de Heineken con su habitual autoridad, pero quizás aparece excesivamente sereno. La lineal historia no aburre, lo cual, habida cuenta de la superficialidad de la pintura de los personajes y de la tensión discontinua, no carece de mérito. Además, los exteriores de Amsterdam y sus alrededores añaden algún atractivo visual. Pero ya da una pista de los relativos aciertos de la película que el meollo de una historia como ésta, donde la acción y el suspenso son elementos necesarios, parezca querer concentrarse en una sentencia que Hopkins repite un par de veces: "En el mundo sólo existen dos modos de ser rico: teniendo mucho dinero o teniendo muchos amigos. Pero nunca los dos".
A ver si nos salvamos Tiene en su elenco el punto más fuerte, cuando las acciones comienzan a declinar. Los avatares de los estrenos hacen que El gran secuestro de Mr. Heineken coincida en la cartelera con otra película en la que el rapto extorsivo es, también, la excusa para hablar de otra cosa. Si El Clan se centra en cómo la relación entre Arquímedes Puccio y Alex, uno de sus hijos, se resquebraja a partir de miedos y falta de coraje, de desconfianzas y hasta de egoísmos, El gran... se ocupa en indagar, digamos, el vínculo, la ligazón de cinco amigos que no tienen ninguna experiencia en esto de secuestrar y cobrar un rescate. Basada, igual que El Clan, en un resonado caso real, el de Alfred Heineken, el magnate de la cerveza, que fue privado de su libertad por estos jóvenes que lo único que querían era enriquecerse a costa de otro, porque la recesión económica les pegaba duro, en la Amsterdam de 1983. Las coincidencias llegan hasta que transcurren, en un momento, en la misma época. Los secuestradores raptan a Heineken, pero también a su chofer. Y lo que parecía les había salido redondo, empieza a tener aristas que no imaginaban. El realizador sueco Daniel Alfredson, que había dirigido las dos últimas partes de las adaptaciones de la saga Millennium hechas en Europa, va entrelazando las escenas, y los momentos de tensión -los preparativos, el secuestro, el encierro, seguido de los primeros titubeos, las incertidumbres, las flaquezas cuando la cosa se complique-, hasta que la cosa se vaya acercando al desenlace. Ahí ya es otra historia. Alfredson confió el rol de Heineken a Anthony Hopkins, quien, como en El silencio de los inocentes, está menos de lo que uno cree en pantalla, pero logra que su presencia sea significativa. Tan bien se deben haber llevado, que Alfredson volvió a trabajar con él en Go with Me, bodriazo presentado hace menos de una semana en el Festival de Venecia, ya abiertamente dedicado al thriller de acción. El gran secuestro... apoya su mérito en lo que contábamos, más en las actuaciones. A Hopkins, viejo zorro, que con una miradita le alcanza para comprarnos, se agrega un elenco de jóvenes (Sam Worthington, de Avatar, Jim Sturgess, Ryan Kwanten) para que nos creamos lo que resulta increíble. Fue, en su momento, el secuestro que más dinero obligó a pagar. ¿Si resultó bien, o mal? Ahí el que debe pagar la entrada es usted, y averiguarlo. La va a pasar mejor que Hopkins.
Finalmente llega a la cartelera este retrasadísimo estreno que desde hace meses que se encuentra en todos los lugares de descarga ilegales y mantas de las ciudad, y es una lástima porque es una buena película. Lo que la hace realmente atractiva es que se trata de una historia real, una que seguramente la gran mayoría del público desconoce y que implica a una figura relevante e interesante si uno se pone a estudiar un poco su vida. Con una puesta en escena modesta, que muchos podrán catalogar como que faltó presupuesto, El gran secuestro de Mr. Heineken se luce por su reparto y como interaccionan entre ellos. A pesar de que lo que hacen los personajes está muy mal y es un delito (obviamente), llega un momento de la película en el cual querés que se salgan con la suya. Cuando algo así ocurre en el cine es gracias al carisma y química de los actores. Por ello es que Sam Worthington, Jim Sturgess y Ryan Kwanten hacen un buen laburo. Por su parte, Sir Anthony Hopkins le da legitimidad al igual que en todo lo que hace. Siempre está solido haga lo que haga. El director Daniel Alfreson, responsable de la trilogía Millenium, hizo un laburo “más limpio” en cuanto la puesta y fotografía y genera buenos climas que acompañan la historia. En definitiva, El gran secuestro de Mr. Heineken es un film para pasar el rato pero sin mucho que aportar en cuestiones de entretenimiento. Su gran valor es que se trata de una historia real.
EL GRAN SECUESTRO DE MR. HEINEKEN narra los hechos reales ocurridos en Holanda en 1983, cuando una banda de improvisados criminales secuestraron al magnate de la cerveza y su chofer, en un hecho policial que tuvo en vilo a toda Europa. Si bien se trata de una superproducción internacional, y cuenta con un elenco de renombre (con ANTHONY HOPKINS en el papel del secuestrado y SAM WORTHINGTON como uno de los secuetradores) el filme no puede dejar de lado la estética y puesta minimalista de un producto para la pantalla chica. Ni siquiera las secuencias que se pretenden de acción logran generar algún tipo de interés. Mucho menos los momentos de diálogos y planificación del rapto, todo relatado con cierto desinterés por el cineasta sueco DANIEL ALFREDSON. Ni cautivo, ni secuestradores resultan interesantes, actúan y se mueven porque el guión así lo exige, pero carecen de almas y es imposible empatizar con ninguno de ellos. Para esperar en DVD, bluRay, ondemand o tardes del cable.
Cerveza lavada No muy conocido en el resto del mundo –excepto, tal vez, el hecho en sí mismo y algún que otro detalle–, el secuestro en 1983 del multimillonario Freddy Heineken, nieto del fundador de la cervecería homónima, forma parte de la cultura popular holandesa. Todo el mundo lo recuerda y lo cita, y hasta es común hacer algún chiste al respecto cuando se abre una lata o porrón de la lager más famosa producida en los Países Bajos. Incluso uno de los secuestradores, Willem Holeeder, luego de pasar varios años en prisión por ese y otros actos criminales, fue el autor de una columna fija en una publicación semanal, transformándose en una polémica figura mediática. ¿Cómo no hacer entonces una película basada en esos acontecimientos? ¿Y por qué no dos? La primera de ellas, producida en Holanda, con actores holandeses y en idioma neerlandés se llamó De Heineken ontvoering, fue dirigida por Maarten Treurniet y estrenada en el año 2011 con escasa circulación internacional (aunque pudo apreciarse por estos pagos en las señales de la cadena HBO hace algunos meses). La segunda es la que puede verse a partir de hoy en las salas argentinas, de producción eminentemente británica –con aportes holandeses y belgas–, actores en su mayoría ingleses y hablada en el idioma de Shakespeare.El gran secuestro de Mr. Heineken, dirigida por Daniel Alfredson (el director sueco encargado de las dos últimas entregas de la saga Millennium), toma como base el libro de investigación periodística de Peter R. de Vries y reconvierte los datos duros contenidos en sus páginas en un film que es mitad estudio psicológico de los personajes, mitad película de suspenso y acción. De hecho, la escena del robo al banco –que el quinteto de gangsters lleva a cabo para financiar el secuestro– y posterior persecución en auto y luego en bote por las calles y canales de Amsterdam es de dudosa raigambre histórica. y parece sacada de una película de James Bond. Más aún: todos los personajes hablan un inglés bastante british y el film destaca enfáticamente en las primeras escenas que es la maldita crisis económica la que empuja a los muchachos al crimen, por lo que algún desprevenido podría pensar que se trata de otra película inglesa de criminales con un dejo de crítica social al paso.Encerrado durante casi tres semanas en una celda aislada acústicamente, el señor Heineken fue liberado luego del pago de unos 35 millones de florines (más de 15 millones de euros), no sin antes sufrir algún que otro tipo de tortura psicológica a manos de Holeeder, hijo de un empleado de la cervecería durante décadas. Ese detalle no aparece reflejado en El gran secuestro de Mr. Heineken pero es central en el desarrollo de De Heineken ontvoering, un film bastante más complejo, oscuro, amargo e irónico que la nueva versión. Mucho más preocupado por la desintegración de la amistad entre los buenos muchachos holandeses que por la relación entre víctimas y victimarios, el film de Alfredson entrega sus dosis de moderado suspenso y se permite jugar a ser un producto de género sin demasiadas ambiciones y resultados ajustadamente correctos. Y si bien Anthony Hopkins no está nada mal en la piel del magnate cervecero, no deja de ser cierto que el Rutger Hauer de la versión holandesa destila fragilidad y cinismo en partes iguales. No hay nada que hacerle, como cualquier aficionado a la birra sabe: será la cebada, el lúpulo o el agua con la que se fermenta, pero la Heineken holandesa es mejor que cualquiera de las franquicias internacionales de la marca.
El sabor del secuestro Advertencia: Esta crítica contiene algunos spoilers. Daniel Alfredson sale de Suecia, luego de filmar las dos últimas Millenium, y debuta con un film hablado en inglés, El Gran Secuestro de Mr. Heineken (Kidnapping Mr. Heineken), basado en la historia real de la abducción de Alfred Heineken. Un grupo de amigos recién salidos de prisión, cansados de tanta negativa de los bancos para otorgarles un crédito, deciden emprender la riesgosa misión de secuestrar al magnate de la cerveza. La onda es que los muchachos consiguen apropiarse del Sr. Heineken, pero las demoras en el pago del rescate comienzan a fraccionarlos. Finalmente, cuando el desembolso de la liberación se hace efectivo, todos parten hacia distintos rumbos, aunque terminan cayendo más temprano que tarde en el mismo destino: la cárcel. El secuestro de Heineken (interpretado por Anthony Hopkins) tiene grandes condimentos que lo hacen único. Primero, la suma pagada por el rescate fue una cifra tremendamente extraordinaria para la época: alrededor de 16 millones de Euros. Después, el hecho de que el secuestro lo hayan efectuado un grupo de amigos y familiares con poca experiencia en golpes de esta envergadura resulta, al menos, un dato llamativo. Y, por último, se destaca que las figuras de Cor Van Hout (Jim Sturgess) y Willem Holleeder (Sam Worthington), cuñados y capos de la banda, hayan sido los encargados de encabezar el crimen organizado en Holanda luego de su liberación. En 2011, se hizo otra película (De Heineken Ontvoering) sobre este suceso, en la que Rutger Hauer encarnaba a Alfred Heineken. Lamentablemente, el film de Daniel Alfredson no explota en absoluto los grosos atenuantes que sí estaban en la anterior, dando como resultado un bodoque cargado de vértigo y carente de empatía. No hay en El Gran Secuestro de Mr. Heineken una sola historia individual medianamente desarrollada. El Gran Secuestro de Mr. Heineken no presenta ningún valor cinematográfico que lo haga interesante. Alfredson no encuentra jamás el ritmo narrativo para su película. Todo el tiempo va corriendo de un lado para el otro sin bucear en las profundidades de sus personajes o de la rica trama que tenía. No hay en El Gran Secuestro de Mr. Heineken una sola historia individual medianamente desarrollada como para que el espectador sienta un mínimo de empatía tanto por la banda como por Heineken. Sí hay algunos intentos de profundizar ciertas cosas pero no llegan a ningún lado. En un momento determinado, se empieza a abordar con sutileza la manipulación psicológica del secuestrado hacia los perpetradores pero, cuando la idea empieza a tomar forma, Alfredson la deja de lado rápidamente para pasar a contar el desenlace del secuestro y el futuro de la banda. La trama policial brilla por su total ausencia. En ningún pasaje, a excepción del final, se aclara cómo carajo llegaron las fuerzas de seguridad a encontrar el escondite y a atrapar a la banda de malvivientes. No hay una evolución narrativa en ese aspecto. De repente, aparece la policía, se acabó la joda para los pibes y se efectúa la liberación. Esto termina ocasionando, más por tratarse de una historia real bastante conocida, que no exista la más mínima sensación de peligro, ya sea desde el lado del grupo de secuestradores o del propio Heineken. Y, si no hay peligro, no hay tensión, y sin tensión es imposible conseguir que la atención no se diluya. El Gran Secuestro de Mr. Heineken tenía un relativo buen cast (que bajo una dirección más acertada hubiese mejorado bastante), una historia atrapante y un interesante director para llevarla adelante. Lamentablemente, las impericias narrativas de Daniel Alfredson terminaron por pergeñar una película que flota en el olvido y que termina dejando sabor a poco sobre uno de los secuestros más importante de la historia.
El 12 de Noviembre de 1983, el caso Heineken sucumbió a Holanda y el mundo. En términos de contexto y motivaciones, la sociedad holandesa se encontraba uncida en una aguda crisis económica que entre otros tantos afectó a 4 jóvenes que encontrarían en el crimen una salida fácil a su situación financiera. O al menos eso es lo que la película del director sueco, Daniel Alfredson (hermano del más reconocido realizador Tomas Alfredson) intenta mostrarnos en su adaptación de los hechos. Los diarios de la época y la controversia sucedida con el estreno de la anterior versión cinematográfica del caso demuestran que esta versión no es más que eso. Otra versión ficcionalizada de lo acontecido que bastante lejos parece estar de los hechos. 4 años atrás, con el estreno de The Heineken Kidnapping (2011), Willem Hollendeer quien fue sentenciado a 11 años de prisión por el secuestro de barón de la cerveza holandés, llegó a la justicia con la intención de impedir el estreno de aquella película. Acusando que el film de Maarten Treurniet "lo representaba mal". Si en aquel entonces estel mafioso y extorsionador se sintió afectado por una mala interpretación, en este caso su silencio habla por sí solo. En la nueva adaptación del rapto del Sr. Heineken, los secuestradores ni siquiera son retratados como los viles mafiosos y estafadores que realmente eran. El gran secuestro de Mr. Heineken enfatiza en que se trata de un grupo de amigos inexpertos en el delito que deciden abducir al magnate número 1 de Holanda. Es bien sabido que para contar una buena historia, ya sea basada en un caso real o un guión original, no es imperativo remitirse a los hechos originales. Los ejemplos sobran. Con lo cual la falla no está ahí, sino más bien en la construcción de los personajes. La excusa de no querer pertenecer al grupo de "los normales" con trabajos dentro de los márgenes de la ley, por algún motivo no convence. El riesgo de realizar semejante hecho delictivo parece demasiado grande para estos novatos del secuestro. La superficialidad de los protagonistas parece intentar ser diluida por algunas innecesarias escenas de acción y persecuciones que de no estar allí no cambiarían tanto. Los rasgos más interesantes de la película se encuentran en el personaje de Heineken (Anthony Hopkins) y su relación con los secuestradores a quienes intenta manipular psicológicamente seduciéndolos con su poder y dinero. Pero una vez planteado ese conflicto de inmediato se salta al tercer acto que apresuradamente intenta concluir una historia que presenta más de lo que logra resolver. En sus 96 minutos de metraje, el film no logra seducir demasiado y parece más bien una de esas dramatizaciones que acompañan a los documentales televisivos para ilustrar este tipo de casos, pero con mayor presupuesto para las secuencias de acción.
Radiografía de un célebre secuestro Otra historia de secuestros en la cartelera porteña. Esta vez, la del empresario cervecero Alfred Heineken y su chofer Ab Doderer en noviembre de 1983 en pleno Amsterdam, un golpe curiosamente realizado por cinco amateurs que así obtuvieron una auténtica fortuna de 35 millones de florines (al cambio de entonces, 10 millones de dólares)... y algo más. El comienzo los pinta rápidamente. Cinco amigos dedicados a la construcción, venidos abajo por la recesión y las malas inversiones en caballos de carrera y en un edificio degradado por los okupas, al no obtener un crédito bancario por las buenas deciden cambiar de rubro y se llevan la plata por las malas. Muy prometedora, la persecución policial por calles y canales. Para alcanzar la plena estabilidad económica, deciden secuestrar al magnate. A partir de allí se enfrentan dos cerebros: el jefe del grupo, que encarna Jim Sturgess, y el hombre acostumbrado a mandar mucha gente y negociar con calma. Y como a este último lo interpreta Sir Anthony Hopkins, cada una de sus escenas tiene un sabor especial. Las otras escenas, aunque bien hechas, son un poquito más previsibles, al menos para quienes conocen el género. El director Daniel Alfredson ("Millenium" 2 y 3, y la serie consecuente) sigue en su mayor parte el modelo del viejo cine policial británico, como puede advertirse por la forma narrativa, los condimentos, el camino hacia la moraleja y hasta los intérpretes, que son ingleses aunque sus personajes sean todos holandeses. Una versión holandesa de este mismo hecho fue vista pocos meses atrás por cable: "De Heineken ontvoering", con Rutger Hauer y Gijs Naber bajo dirección de Maarten Treurniet, el mismo que en marzo trajo a Pantalla Pinamar "Las mujeres guerreras de Haarlem". La película que ahora vemos tiene una elección interesante: muestra solo el accionar de los secuestradores, lo que a cierta altura pinta mejor la paranoia y desconfianza mutua que empiezan a tener. En contra, le falta un toquecito de humor, algo que su modelo supo practicar de manera distinguida. Le falta también, en los créditos finales, un dato de color subtropical: Frans Meijer, uno de los cómplices, al ser arrestado como sospechoso fingió amnesia, habló de plata repartida entre los pobres, escapó y terminó en Paraguay, con palacete, autazo japonés, esposa y tres hijos. Lo extraditó Interpol, pero dicen que volvió con otro nombre. En Holanda no está, y la plata no aparece.
Recuerdo de un crimen El director sueco Daniel Alfredson se ha hecho conocido en los últimos años por haber sido el director de dos de las tres entregas de la saga Millennium en las cuales se da rienda suelta a la adaptación de las novelas policíacas creadas por Stieg Larsson en el 2005. Ahora vuelve a la carga con El gran secuestro de Mr. Heineken (Kidnapping Mr. Heineken), adaptación de una historia real sucedida en 1983 en la ciudad de Amsterdam, cuando un grupo de amigos liderados por el holandés Frans Meijer se encargó de raptar al mismísimo dueño de la reconocida firma cervecera Heineken. Esta es la por lo menos la segunda adaptación fílmica que hace mella de este relato criminal que tuvo en vilo a toda una población en su momento. Sin ir más lejos la película llega a las salas locales habiendo sido retrasada innumerables veces con una muy posible intención de utilizar la fuerza de cola que pueda darle el buen recibimiento de la película nacional El Clan, interpretada por Guillermo Francella, y con la cual guarda varios paralelismos más que obvios. Aun con toda la mística que puede conllevar el relato de la historia real, El gran secuestro de Mr. Heineken queda a medio camino de brindarnos una experiencia placentera, perdido entre mares de dudosas interpretaciones actorales y de ciertos desatinos desde la compaginación de la dirección. Tal vez lo más rescatable sea el mismísimo Anthony Hopkins (The Silence of the Lambs, Beowulf) que en su carácter de veterano actor culmina dando la mejor interpretación de toda la película sin necesidad de lucirse demasiado. El gran secuestro de Mr. Heineken llega a su estreno local de forma oportunista y sin dar mucho más a cambio que alguna interpretación dramática destacable y poco más de sí, lo cual la convierte en un film fácilmente olvidable.
Rehenes de sí mismos Nuestro comentario de la película protagonizada por Anthony Hopkins, Jim Sturgess, Sam Worthington y Mark van Eeuven. Un filme basado en una historia real. El secuestro de Alfred Heineken, el multimillonario dueño de la famosa fábrica de cerveza, fue uno de los acontecimientos más importantes de la historia criminal de Holanda en el siglo 20. Tan importante que esta es la segunda película sobre el tema, la anterior fue estrenada en 2011, con Rutger Hauer en el rol del empresario. Ahora, lo interpreta Anthony Hopkins, en clave de caballero inglés, que tal vez no sea lo más adecuado a la hora de recrear un espécimen de la alta burguesía continental. La historia se basa en el libro del periodista de investigación de Peter de Vries y es dirigida por Daniel Alfredson, el realizador sueco conocido por la miniserie Millenium. Alfredson es tremendamente eficaz para narrar las escenas de acción y para transmitir la tensión que se va generando entre los secuestradores. Un grupo de jóvenes emprendedores que ven derrumbarse su empresa y deciden pasar a la criminalidad. Tal vez haya una cuestión ideológica de fondo, cierta conciencia de clase que en los artistas europeos suele ser más una manifestación de buenos modales que una verdadero compromiso revolucionario, pero la obvia simpatía del director hacia los secuestradores hace que el drama adquiera muchos más matices de los que tendría en caso de que la frontera entre el bien y el mal estuviera trazada con una línea recta. Por suerte, tanto las condiciones materiales como la atmósfera familiar y psicológica que rodea a los secuestradores –en especial a los dos cabecillas Cor van Hout y Willem Holleeder (interpretados por Jim Sturgess y Sam Worthington)– son mostradas de manera lateral, en el curso del drama, y no subrayadas con trazos gruesos. Tampoco la relación entre Heineken y los criminales durante las tres semanas que duró su cautiverio parece interesarle demasiado a Alfredson. Sólo lo justo y necesario para mostrar el temple, la inteligencia y el espíritu manipulador del empresario. Lo que realmente le interesa es la mecánica del secuestro como acto criminal que transforma a un grupo de amigos en rehenes de sí mismos y de sus propias debilidades.
Otro clan y otro secuestro Otro clan y otro secuestro. Así viene la mano. Y los secuestradores, al final, también caen, uno a uno. El film parte del libro de investigación periodística de Peter R. de Vries. Y cuenta el secuestro, en Holanda, en 1983, de Freddy Heineken, el rey de la cerveza. Cayó en manos de una barra medio chapucera, que pudo cobrar el rescate después de una larga espera, una cifra cercana a los 18 millones de dólares. Pero cayeron inmediatamente, aunque la totalidad del dinero nunca se recuperó, algo bien conocido. El film pasa del costumbrismo sucio del comienzo a un thriller piadoso, sin malos evidentes la vista. No es ni quiere ser un documental sobre un suceso de alto impacto. Lo que busca es contar la historia desde los secuestradores. Ni la investigación ni la familia de Heineken ni la negociación por el rescate, importan. Sino ellos, esta bandita que en esos l9 días de espera, enfrentaron dudas, miedos, arrepentimientos y enfrentamientos personales. Es un punto de vista prometedor que la realización no aprovecha. Se necesita una mano firme para retratar gente bajo presión. No es el caso de Daniel Alfredson (realizador de las dos últimas entregas de la saga “Millennium”) que aporta deslucido oficio a una trama tan llena de desesperación y suspenso. De cualquier forma, la historia interesa porque esta operatoria delictiva aún sigue vigente. Interesa, pero no atrapa.
El gran secuestro de Mr Heineken es una película que merece una oportunidad si buscás pasar un rato ameno en el cine. En este caso el atractivo de la historia pasa por la línea de sus secuestradores, o sea, lo típico en este tipo de films: desarrollo de la idea, puesta en práctica, desavenencias entre el grupo de amigos, ...
El gran secuestro de Mr. Heineken” es un modesto thriller que intenta explicar el secuestro real del magnate de la cervecera holandesa (Hopkins) y su chofer. El relato se centra en las vidas de los cinco jóvenes delincuentes, los “paso a paso” de su temible juego de ajedrez en una bellísima Amsterdam, desde los preparativos del secuestro, luego el cautiverio, el cobro del millonario rescate hasta el desenlace. A favor: todo muy sencillo pero sin perder nunca el suspenso. Los puntos flojos de la película son los que están fuera del thriller y, encima, el relato hace bastante hincapié en los mismos: los vínculos afectivos y de amistad entre los delincuentes, el noviazgo de uno de ellos con la hermana de otro del quinteto y el frustrado intento de reflotar una microempresa. En estos puntos, el relato se vuelve endeble y, sobre todo, vacuo. Hopkins, con un par de tics simpáticos y gestos pareciera que le alcanza y sobra para darle encarnadura a su Heineken, quien es de suponer que además de millonario era bastante canchero. El resto del elenco está correcto, y hasta uno podría creer que son holandeses. Una película menor que, seguramente, si la hubieran hecho para televisión habría tenido mayor fortuna. Pero esto ya es harina de otro costal.
"Sobre amigos y dinero" El desembarco del director sueco Daniel Albertson al cine anglosajón, luego de haberse hecho cargo de las dos últimas entregas de la trilogía Millenium, viene acompañada de grandes nombres. El primero de ellos es Jim Strugess, quien interpreta a Cor van Hout, uno de los cinco amigos acorralados por la crisis de empleo y habitacional de una Holanda de los ochenta. Junto con su amigo y cuñado Willem (Sam Worthington), proponen al resto del grupo una solución a sus problemas: secuestrar a alguien y salirse con la suya puede ser la mejor manera de conseguir financiación para sus proyectos. Y el elegido no es otro que el dueño y fundador de la cervecería Heineken, el anciano Freddy Heineken, interpretado por Anthony Hopkins. Esta historia nos lleva al planeamiento y el desarrollo de un crimen que, aunque se trate de un acto desesperado, tiene poco de impulsivo. Con una preparación tan minuciosa que la opinión pública culpó enseguida a los gordos del crimen organizado, estos cinco desconocidos muestran como cualquiera puede convertirse en criminal si tiene la paciencia y las agallas. Aunque el guión es lineal y sin grandes tensiones, la estrella de esta historia son las interpretaciones. “El gran secuestro de Mr. Heineken” se convierte en thriller psicológico en cuanto se explora la creciente paranoia de los secuestradores, como así también el arco del secuestrado desde la aparente tranquilidad hasta la desesperación. En este sentido son Strugess y Hopkins son los destacados, este último brindando una interpretación digna de aplauso. En sus momentos de fría tranquilidad puede recordarnos a su entrañable Hannibal Lecter, pero enseguida comienza a despegarse de aquel y muestra un costado más humano y mucho más temeroso. Pero el secuestro es la parte fácil, el verdadero desafío será irse con el rescate sin ser atrapado. Este rescate acabó siendo el más alto pagado en la historia hasta aquel momento, y tenerlo en sus manos comienza a crear diferencias entre los amigos. Como bien lo dice Freddy Heineken, se puede tener mucho dinero o muchos amigos, pero no ambos. Bajo esta premisa, el guión explora los límites de la amistad cuando choca con el interés. Poco de acción pero mucha tensión psicológica, que nos dejará con más de una reflexión y quizá hasta un poco de paranoia. Un gran Anthony Hopkins que nos demuestra que aún está en la cresta de la ola de su talento actoral, y un elenco de jóvenes criminales que están a la altura del desafío aunque sin llegar a un nivel tan destacado. El guion es lineal, siguiendo a este grupo de criminales a todos lados, y puede resultar algo lento. Sin embargo, resulta correcto para la gran exploración psicológica que le da a este thriller grandes dosis de suspenso. Agustina Tajtelbaum
Cabos sueltos Detrás del secuestro de Alfred Heineken había mucho para contar: la historia de un tipo duro y despiadado que había construido de la nada un imperio de negocios pero que de repente se veía metido en una situación que no podía controlar y que lo colocaba en una situación de total fragilidad; la de un grupo de hombres que querían salir del pozo y para eso tomaban un atajo muy extremo; la de la eterna división de clases en la sociedad capitalista; la de los inicios de una etapa del bajo mundo europeo; la del enfrentamiento entre diversas facciones a ambos lados de la ley y el poder, siempre aferrándose al profesionalismo como salvavidas. Sí, había mucho para contar. Y El gran secuestro de Mr. Heineken amaga en su primera media hora con contar todo eso, con ir para adelante con toda la ambición posible. Esos minutos iniciales son vibrantes, llenos de vigor y los protagonistas son trazados a partir del aprendizaje. Sí, al principio, el film de Daniel Alfredson (quien venía de dirigir las dos últimas entregas de la saga sueca Millennium) es más que nada un relato de aprendizaje, de un grupo de hombres aprendiendo a ser criminales, a pensar y configurar un plan maestro para secuestrar a ese gran empresario que era Heineken, un individuo que parece más grande que la vida misma. Pero ellos están dispuestos a dar el gran salto y, a la vez, bajar de un hondazo a ese ricachón, depositarlo en el mundo de la prole. Pero luego del secuestro, y a medida que entra en juego la espera por el pago del rescate, el duelo de voluntades entre secuestrado y secuestradores, y las dudas que invaden a estos últimos, el film también empieza a dudar, a vacilar. Y mucho. El gran secuestro de Mr. Heineken de repente comienza a trastabillar, como si no supiera para dónde ir. Empieza a dejar todo a mitad de camino, a desparramar cabos sueltos, que no construyen, no agregan enigmas o elementos narrativos, sino que restan potencia a lo que se cuenta y empatía por los personajes. Pronto los personajes, con sus dilemas, virtudes y miserias, pierden consistencia -especialmente Heineken, desaprovechando de paso a Anthony Hopkins- y quedan lejos de la empatía con el espectador. El gran secuestro de Mr. Heineken se va disolviendo, desinflando, como si se le acabara el aire, y no deja de ser llamativo, porque había mucho oxígeno disponible: distintos abordajes, distintas líneas dramáticas, varios personajes con pasados y futuros de extrema complejidad. Y sin embargo, se termina arribando a un final trivial, sin real peso. Se podría comparar a esta película con El gran golpe: aquella cinta con Jason Statham también estaba basada en un hecho real, al que aprovechaba para construir un relato apasionante, que avanzaba con precisión y sin dudas, de la mano de personajes perfectamente trazados. En El gran secuestro de Mr. Heineken todo se queda en insinuaciones. La gran historia nunca termina de aparecer.
Lo más interesante se encuentra al principio y al final del filme, en tanto planteo como disparador de la historia que transcurre en la década de los ‘80. La situación social mundial imperante, de la que Europa no era ajena, deriva en que un grupo de amigos, que habiendo agotado todas las posibilidades de conseguir dinero para su empresa, idean el secuestro, con pedido de rescate, del magnate de la cerveza holandesa. Lo que hoy aparece como una fantasía demasiado riesgosa, por la cantidad de guardaespaldas que pueden pagarse aquellos que marcan con su propia existencia las grandes diferencias sociales, se hizo realidad a principios de los años ‘80 en Ámsterdam. La prolongada recesión tras la crisis del petróleo, el nacimiento de los radicalismos, empezando por el capitalista, y una idea romántica de la existencia que aquí carece de la coartada política, pero sí de injusticias varias. Basada en la novela del periodista Peter R. De Vries, esta lacónica, y sólo por momentos palpitante ficción del director Daniel Alfredson, el que fuera responsable de “La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina” y “La reina en el Palacio de las Corrientes de Aire” (2009 y 2010) respectivamente, más conocidas como “Millennium 2 y 3”, encara su primera producción fuera de Suecia y en idioma inglés, y si bien no defrauda da la sensación de haber quedado en deuda. La razón de esta impresión es que la historia daba para mucho más de lo que ofrece el producto terminado, a pesar que las escenas de acción están bien filmadas, que el montaje clásico es acorde a lo narrado, que el diseño de sonido es correcto, todo queda realmente sustentado por la eficiencia del actor británico Anthony Hopkins en el rol de Mr. Heineken, sin que haya logrado una actuación memorable, bien acompañado por el resto del cast. No obstante los aspectos apuntados no intenta innovar nada en tanto lenguaje, y ese parece ser el mayor pecado, ya que en el segundo tercio de la narración se debe abocar al desarrollo del conflicto, que resuelta tan moroso en su cadencia como repetitivo en los diálogos. El cierre de la historia hace hincapié en los desencuentros del grupo entre ellos y en su creencia de lo que es justo en un mundo capitalista que los termina aplastando. Se podría articular la frase de Carlos Marx como para delinear la idea que intenta sustentar la película: "La justicia en el capitalismo….una de las máscaras de lo siniestro."
Cerveza Robada El gran secuestro de Mr. Heineken es una película dirigida por Daniel Alfredson (director del segundo y tercer episodio de la trilogía Millenium) y protagonizada por Anthony Hopkins, Sam Worthington y Jim Sturgess. Está basada en la investigación del periodista Peter R. De Vries (“Kidnapping Mr. Heineken”) y relata los hechos acaecidos en la Holanda de 1983, cuando un grupo de delincuentes amateurs planeó y ejecutó el secuestró de uno de los magnates más poderosos de toda Europa: Freddy Heineken. Se trata de la segunda ficcionalización cinematográfica del caso, ya que en 2011 el holandés Maarten Treurniet también había decidido retratar los sucesos del entonces denominado “secuestro más famoso del siglo 20” (“De Heineken Ontvoering”). Mientras que la primera adaptación tenía un mayor vuelo ficcional, el film de Alfredson realiza un recorrido más fiel en términos históricos y se centra en el derrotero de los cuentapropistas Cor van Hout (Sturgess) y Willem Holleeder (Worthington) que -debido a la agobiante crisis económica de esos años- se convierten en improvisados criminales. Kidnapping_Mr_Heineken-1-SM En ese sentido, el cineasta sueco ejercita un clasicismo bastante lineal que divide a la obra en tres actos claramente diferenciados: el primero engloba la planificación y ejecución del secuestro; el segundo va desde el momento de la abducción hasta su liberación 3 semanas después; y el tercero aborda el desenlace de la historia luego del pago de la cuantiosa recompensa (alrededor de 16 millones de dólares). Al tratarse de hechos de público conocimiento el final no resulta tan importante en comparación con la mirada que se construye sobre los captores. En este aspecto, si bien el guión es correcto y las actuaciones sostienen el relato con solvencia, la falta de audacia evidenciada en la excesiva fidelidad para con los acontecimientos le terminan jugando un poco en contra. Por momentos, el film deviene superficial y no se decide a desarrollar en profundidad ninguna de las vetas argumentales que propone. Más allá del hincapié puesto en la profesionalidad criminalística de cinco tipos a priori honestos y en algunas tesis tiradas al aire sobre la amistad y la riqueza material, nos quedamos con ganas de ver más de la relación entre secuestradores y secuestrado, más sobre la personalidad de Freddy Heineken y más sobre los conflictos internos que atraviesan los inexpertos delincuentes. De esta forma, la película termina siendo una especie de crónica “documental” que no logra despegarse de la frialdad de los hechos duros. En tal carácter, dilapida gran parte de su potencial expresivo, aún siendo un producto entretenido por su fluidez y actuaciones.
El Gran Secuestro de Mr. Heineken: Una noticia dramática para su tiempo, una adaptación a la pantalla a la que le falta esta cualidad. Debo decir que tenía expectativas puestas en esta película ya que conozco al director, Daniel Alfredson, -más adelante sabrán por qué-, y por un casting que tiene como una de sus estrellas al siempre efectivo Anthony Hopkins. Si hay un dejo de decepción en mis palabras, el motivo es que no fue todo lo que debió ser. Creo que el filme se apresura en presentar a los personajes y no llega a desarrollarlos del todo. Desde el principio y sabiendo en los primeros segundos que es una historia verdadera y de qué se trata, es como que pierde gracia todo lo que sigue. Demasiada información. Este barquinazo entre los créditos que tienen un estilo ochentoso. con estética de misión imposible, y la muestra de la víctima enfrentada al victimario (¿quién es quién?), en pantalla dividida a la manera de un reportaje, da la sensación de que el ritmo continuará parejo y no es así, ya que desde allí un flashback nos presentará a la pandilla que luego de un fallido pedido de crédito intenta dar el golpe del siglo, secuestrando al excéntrico magnate de la cerveza de botella verde y estrella roja (para no decir la marca que está en el título). Las escenas en que aparece Hopkins son las mejores del filme ya que el tipo psicopatea a sus secuestradores y no tiene ni piedad con su chofer, también rehén, que realmente está asustado con su encierro y el juego de los novatos criminales. Como contaba anteriormente, conozco otra obra de Alfredson, "Varg" (El Lobo), creo que en la Argentina no se llegó a estrenar y fue premiado por el jurado que integré en el Festival Des Filmes Du Monde de Montréal, Canada, en 2008. La gran diferencia con "El Gran Secuestro..." es que en "Varg" , no había desviaciones de lo que se quería contar, era una ficción con líneas duras y puras, no se le podía reprochar nada en la continuidad del guión y con personajes que parecían de la vida real mostrando sus problemas culturales y un drama social. En este caso, podría haberla hecho más intensa y dramática, ya que el potencial estaba dado; por el contrario, cuando todo podría desbordarse emocionalmente o sacudirse en la acción, el público se da cuenta de que puede seguir la trama sin sobresaltos o con idas y venidas que no tienen razón de ser, o como cuando lee la crónica de un caso policial o se lo ve en un canal de noticias. Me quedo con una frase de Mr. Heineken que es que no se puede tener demasiado dinero y amigos al mismo tiempo. Todo es cuestión de confianza y de ambiciones. Si les intriga cómo terminó la cuestión tanto para el empresario como para sus secuestradores, vayan sabiendo que después es posible que cambien de marca de cerveza. A lo mejor es una estrategia de marketing, tal como se insinúa en un momento. Ah, entre el reparto hay un Avatar suelto, pero tal vez no lo reconozcan porque no estará azul, es Sam Worthington.
Cuestión de timming. En la distribución de las películas hay que estar siempre atentos al contexto para poder así potenciar, elevar o hundir (si no se tiene una buena referencia) una propuesta. "El gran secuestro de Mr. Heineken" (UK, Holanda, 2015), del realizador Daniel Alfredson (trilogía "Millenium"), llega a las salas luego de una espera interminable en la que, al no encontrar salas, potenció su salida ahora con los "secuestros" en cine y TV de moda por el clan Puccio. Si no es por esto que finalmente esta historia basada en un caso real, y que ya tuvo una versión cinematográfica en 2011, llega a los cines, no encuentro otra razón, ya que Alfredson, a pesar de haber logrado el reconocimiento mundial con la adaptación de la saga de Stieg Larsson y contar con un elenco encabezado por Anthony Hopkins (en su retorno a la pantalla) termina consolidando un producto menor que pierde varias veces el timón a lo largo de la narración y se etandariza. La historia de la película se enfoca en cómo un grupo de inexpertos, en medio de la crisis que durante los años ochenta golpeó a toda Europa, y en particular a Holanda, un plan tan siniestro como iluminador fue pergeñado para, posterior cobro del dinero del secuestro, cambiar el destino, negro por cierto, de los protagonistas. Así el trío, liderado por Willem (Sam Worthington) y secundado por Jan (Ryan Kwanten) y Sonja (Jemima West) deberán lidiar con su propia ignorancia para lograr que el plan de secuestrar al acaudalado magnate de la cerveza llegue a buen puerto. Y a pesar de lograr un acercamiento con el contexto de los hermanos Holleder (Worthington y West) y replicar la época con una estudiada y cuidada reconstrucción desde la producción, el filme va perdiendo fuerza a medida que el relato avanza. Si en otras películas enfocadas en secuestros, la tensión va superando la estaticidad del relato, acá Alfredson intenta, con música estridente, una edición vertiginosa por momentos, y con la propia dinámica de los malhechores, lograr un estado que nunca termina por cuajar entre el elenco y la narración. "El gran secuestro de Mr. Heineken" busca emular aquellos grandes filmes de suspenso inspirados en hechos reales, pero termina por quedarse en una mera enumeración cronológica sobre el caso que mantuvo en vilo a Holanda por los avatares de Heineken. Lo que sí hace Alfredson, y acá el punto es a favor para él, pero, principalmente para Hopkins, es el de evitar generar empatía con el famoso personaje, algo que divide el acercamiento del espectador con el personaje del secuestrado, ubicando la mirada sobre el mismo con cierto escepticismo y hasta generar las ganas de mantenerlo, junto a los secuestradores, en la prisión construida para el fin en un viejo galpón. El filme prefiere la identificación con los captores más que con la víctima. "El gran secuestro de Mr. Heineken" podría haber aprovechado mucho más la relación de Heineken con los victimarios, pero no, prefiere observar, de manera alejada, el desenlace de la historia enfatizando en cómo los vínculos de los secuestradores se comienzan a resentir con el correr de los días, y esto es lo que en síntesis termina por producir un producto básico, que habla de una cronología histórica y una fidelidad a los hechos que sólo resienten el despliegue narrativo del inicio y que no hace trascender a la película en ningún otro plano.
Criminales en la era de la inocencia Las películas “basadas en historias verdaderas” suelen tener cierto atractivo, y más todavía cuando se trata de casos policiales, como lo demostró Pablo Trapero con el éxito de “El clan”. Al parecido podría decirse sobre “El secuestro de Mr. Heineken”, que fue el caso más resonante de los ‘80 en Holanda: no por una truculencia similar a la de Arquímedes Puccio, sino por la relevancia de la víctima y el rescate pagado (35 millones de florines, que serían unos 16 millones de euros). Y también por lo inesperado, ya que a diferencia del mencionado secuestrador argentino (ex integrante del Batallón 601 de Inteligencia), el cervecero fue capturado por un grupo de jóvenes “normales” en Holanda, un país donde uno podría esperar que “no pase nada”: empezando por el propio Alfred Heineken, que salía por la puerta de su casa en Amsterdam, sin más compañía que la de su chofer. El costo de dinero Es 1982, la era del eje Reagan-Thatcher, y Holanda se encuentra golpeada por la recesión. Cuatro jóvenes (los cuñados Cor Van Hout y Willem Holleeder, junto a sus amigos Jan “Cat” Boellard y Frans “Spikes” Meijer) no pueden obtener un crédito, supuestamente para reflotar un emprendimiento, y encima tienen una propiedad tomada por okupas punks a los que no pueden desalojar. Quizás sea lo más llamativo para el público no europeo: que el intento de desalojarlos a las piñas termine con ellos presos y pagando los daños (“dice que seríamos unos héroes en Texas”). De a poco les va cayendo la ficha: la forma de hacer plata y cambiar sus vidas es con un secuestro extorsivo de un tipo muy rico que vive cerca, casi servido en bandeja. De paso, Holledeer odia a Alfred Heineken por haber despedido a su padre. Entonces se abocan al plan, sumando al juvenil Martin “Brakes” Erkamps a la banda. A partir de ahí, se nos contará el proceso de preparación del secuestro, su desarrollo logístico y la captura propiamente dicha. Mientras la primera parte es fuertemente empática con el grupete que prepara la “misión”, a partir de que caigan el empresario (un señor aparentemente vivaracho, que los manipula bastante) y su traumatizado chofer, veremos el desmoronamiento del grupo, que tendrá sus altos y sus bajos, su logro y su caída. Es probable que eso se apoye en el hecho de que el guión se basa en la novela que el periodista Peter R. de Vries escribió a partir de su investigación sobre el tema, que incluyó entrevistas con Van Hout y Holleeder. Retrato de época A veces, nos ponemos repetitivos en estas páginas, pero más de una vez hemos destacado la forma en que Darren Aronofsky metió en “El luchador” una estética despojada, de cámara en mano e iluminación “naturalista” que tomó de los hermanos Dardenne, que David O. Russell puso en “El ganador” y cintas posteriores, y que de ahí empezó a extenderse en el cine de Hollywood. Bueno: parece que esa estética funciona muy bien para las “historias reales”. Es interesante que esa estética vuelve ahora a Europa, ya que el director es el sueco Daniel Alfredson, que tiene cierta mano para volver entretenidas las películas de corte policial: recordemos que le puso bastante onda a la segunda y tercera parte de la trilogía “Millennium”, que no fueron tan felices en la adaptación de los libros. Aquí, no permite que el relato decaiga, aunque algunos críticos han apuntado cierta previsibilidad del relato (no sería raro tratándose de hechos históricos). Otro de los puntos fuertes de la cinta es la reconstrucción de época, empezando por las locaciones que trascendieron Amsterdam para sumar Bruselas y Amberes en Bélgica (algunos tramos se rodaron en Nueva Orleans). También la parte de vehículos, tecnología, y la “inocencia” de su tiempo. Recurriendo a una fuerte base en la cinematografía holandesa, el clima general es bien europeo, aunque los protagonistas sean anglosajones (pero hay varios holandeses en el elenco). Un detalle es que todos los textos (diarios, graffitis, carteles) están en neerlandés, evitando una tentación habitual en el cine internacional/hollywoodense. Cuarteto ampliado En el plano de las actuaciones, la cinta funciona gracias a las performances de Jim Sturgess (un Van Hout lleno de dudas y en tensión interior), Sam Worthington (Holleeder, el más duro, el que se rinde al lado oscuro) y Ryan Kwanten (Boellard, buenazo en su interpretación), los cerebros de la operación. Anthony Hopkins cierra el cuarteto central con un Freddy Heineken que no lo obliga a esforzarse demasiado; ya con su presencia, y con dos o tres gestos magnánimos, le basta para construirlo como imbatible. El holandés Mark van Eeuwen como Meijer le aporta cierta ambigüedad al personaje más oscuro del equipo, y una estampa que lo convierte en una especie de Michael Caine joven. Thomas Cocquerel pone lo suyo como Erkamps, y la bonita Jemima West tiene algunos minutos de metraje como Sonja Holleeder, la hermana de Willem y esposa embarazada de Cor. El final, como suele ocurrir en estos casos, nos cuenta con placas de texto el devenir de los distintos personajes. Alguno se dedicó definitivamente al crimen, y del otro lado otro creó una agencia de seguridad privada: para el país de los tulipanes la era de la inocencia había terminado.
El Clan a la holandesa La nueva película protagonizada por Anthony Hopkins relata la historia detrás del rescate más costoso jamás pagado por una persona. Justo cuando la película El Clan, basada en los secuestros que hicieron famosa a la familia Puccio, bate récords de taquilla, llega a las pantallas locales El Gran Secuestro de Mr. Heineken (Kidnapping Mr. Heineken), basada en la también real historia del rescate más caro jamás pagado por una persona en el mundo. El filme tiene lugar en Amsterdam, en 1983, cuando un grupo de cinco amigos busca la manera más fácil de hacer dinero y, tras robar un banco, opta por encarar el secuestro del magnate Freddy Heineken, propietario de la compañía cervecera que lleva su nombre. Willem Holleeder, Cor van Hout, Jan Boellard, Martin Erkamps y Frans Meijer orquestan un plan para capturar al millonario y a su chofer, y lo concretan pidiendo por él la impresionante cifra de 50 millones de dólares. "Hay dos maneras de ser rico: una es tener dinero y la otra es tener amigos. Pero ambas cosas no se pueden mezclar", le dice Heineken a uno de sus secuestradores durante su "estadía" en la guarida donde lo tuvieron oculto por varios días; y tiene razón ya que el cobro del dinero comienza a hacer estragos entre los amigos que dudan de que el plan se vaya a concretar satisfactoriamente. Si bien Anthony Hopkins es la figura convocante del filme (y por ende su espacio en el póster es notoriamente más destacado que el de los demás actores), sus apariciones se limitan a lo estrictamente necesario aunque, carisma de por medio, su presencia se nota en cada una de ellas. San Worthington y Jim Sturgess regresan a la gran pantalla en los papeles de dos de estos secuestradores que llevan a cabo sus acciones sin experiencia previa y luego pagan los costos con creces. El guión, basado en el libro escrito por Peter DeVries es claro y preciso pero la cámara que dirige Daniel Alfredson, responsable de los últimas entregas de la (hasta ahora) trilogía Millenium, no llega a abarcar todo lo que quiere decir (a pesar de las muy buenas secuencias de acción, incluida una persecución acuática) y en algunas ocasiones, el espectador se puede sentir algo incómodo, no por las imágenes sino por la sucesión de hechos que poco tienen que aportar al filme que se extiende por 147 innecesarios minutos. De todas maneras, la historia es lo suficientemente atractiva como para convertirse en interesante mientras que el nombre de Hopkins le deparará no pocos espectadores en su semana de estreno.
De grande tuvo poco... el menos en cine "Kidnapping Mr. Heineken" es una película menor que nos cuenta la historia de la banda que secuestró en la década del 80 al empresario Freddy Heineken. Digo menor porque el hecho acontecido no es de lo más trascendente, pero sobretodo porque la forma en que decidieron contar la historia es bastante desabrida y por demás minimalista, peca de básica y aburrida. Por ejemplo en "El Clan" de Pablo Trapero, el relato de los crímenes cometidos por la familia Puccio fue algo muy local, de Argentina, pero la forma en que el director decide contar ese relato es lo que le da carisma y diferenciación a la propuesta, es lo que le permite hacerse más universal y triunfar en mercados que van más allá del argentino. En esta película del director Daniel Alfredson (la saga sueca de Millennium) falta este trabajo. La ejecución de la trama es bastante básica y poco atractiva. Tenemos un grupo de actores dando vida de manera insulsa a la banda de secuestradores. El único que llega a destacarse un poco es Jim Sturgess ("Cloud Atlas", "One Day"). Los demás nos da lo mismo lo que les suceda al final del metraje. Por otro lado, creo que Anthony Hopkins está muy desaprovechado. Su Freddy Heineken aparece poco, dice poco y hace un poco de loco sobre el último. No se si la personalidad del verdadero Heineken era así, pero la verdad es que no fue un personaje que resultara atractivo. Además seamos sinceros, si al tipo lo secuestraron, los delincuentes cobraron el rescate y lo soltaron sin que nada realmente interesante u original sucediera entre medio, no es una gran historia que merezca mucho atención. Pareciera que el hecho de que haya sido el secuestro de un empresario famoso bastaba como móvil, pero la verdad es que a mi no me convenció ni me entretuvo demasiado. Algunas personas podrán encontrar entretenido el film pero no será la mayoría ya que no tiene demasiados matices o grandes momentos para ofrecer.