Garganta profunda Pocas cuestiones influyeron tanto en la política norteamericana y en el apaciguamiento de la rebeldía y las protestas contra la guerra de Vietnam y la creación de una nueva aquiescencia política como la renuncia a la presidencia en la década del setenta de uno de los políticos más corruptos y antirrepublicanos de la historia reciente de los Estados Unidos, el paradójicamente político republicano Richard Nixon, tras las denuncias de espionaje contra políticos opositores y miembros de la prensa conocidas como escándalo Watergate por el complejo edilicio en el que se reunía el comité del Partido Demócrata en Washington. El realizador norteamericano Peter Landesman (Parkland, 2013) utiliza el libro que Mark Felt, director adjunto del FBI (Federal Bureau of Investigation), y el escritor John D. O’Connor publicaron sobre las memorias del primero, titulado A G-Man’s Life, donde Felt confiesa haber revelado información del caso Watergate a los periodistas del periódico The Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, para analizar la investigación y las cuestiones más relevantes del proceso que los representantes de la Casa Blanca buscaban ocultar. El film recrea la investigación del caso Watergate por parte de Felt y sus colaboradores tras la muerte de su director durante cincuenta años, J. Edgar Hoover, las implicancias del mismo en las elecciones presidenciales, las obstrucciones de la administración de Richard Nixon desde la perspectiva del director adjunto del FBI y el rol del mismo en las filtraciones y en la renuncia del presidente. El Informante (Mark Felt, 2017) es así un film exhaustico y circunspecto en su construcción, lo que se refleja en su rígida y reservada fotografía a cargo de Adam Kimmel (Never Let me Go, 2010), que busca manifestar los valores del departamento de investigación federal norteamericano, representando su doble moral no solo a través de la narración sino de la imagen. La música incidental del compositor inglés Daniel Pemberton busca crear un ambiente de suspenso que absorba al espectador en el carácter significativo de los acontecimientos relatados en el film. En el argumento se detallan los pormenores de los dos casos significativos que pasaron por el FBI, y en particular por las manos de Felt, que permiten entrever la ideología del poder, las disputas palaciegas entre las instituciones por el control, las limitaciones y las responsabilidades asociadas al republicanismo y la democracia y sus peligros en un tiempo de cambios culturales radicales, liberación sexual de la mojigatería protestante y católica y cambios generaciones que auguraban un conflicto entre la herencia de los estallidos revolucionarios de fines de los sesenta y la reacción de una generación anquilosada en la moral monoteísta. Con un excelente uso de primeros planos El Informante coloca la maravillosa actuación de Liam Neeson, acompañado por un gran elenco del que se destaca Diane Lane, como la representación de los valores institucionales de su país. Felt emerge de esta forma como un político pasmado por la corrupción moral de su Nación y sus implicancias para el futuro del país, colocándolo como un estandarte del republicanismo y la independencia de los organismos gubernamentales en un tiempo de guerra interna y externa. Pero el film tampoco olvida los puntos oscuros de su dirección como la persecución ilegal del grupo revolucionario radicalizado The Weather Underground, que colocó bombas en edificios públicos en Estados Unidos durante la década del setenta evitando las pérdidas humanas en atentados que buscaban visibilizar su rechazo a la obsolescencia del sueño americano y a las políticas imperialistas y represivas de Estados Unidos. Landesman crea de esta manera un film equilibrado sobre las contradicciones de la democracia y las instituciones que nos interpela desde un costado muy cercano en tiempos de cercenamiento de libertades civiles y republicanas que dábamos por sentadas.
Watergate, Garganta profunda y el fin del sueño americano La Casa Blanca, un presidente poco transparente y un hombre decidido a destapar la olla del escándalo más grande de Washington. Es difícil que esta clase de elementos no nos entreguen una historia interesante, y mucho menos cuando se trata de una historia verídica. El Informante (Mark Felt: The Man Who Brought The White House Down, 2017) nos pone en los zapatos de Mark Felton, el No.2 del FBI, que decidió convertirse en el famoso informante conocido por la prensa como “Garganta profunda” para hacer públicos los secretos del caso Watergate, aquel que obligó al presidente Richard Nixon a renunciar a su cargo en 1974. Liam Neeson interpreta a Felt en el film dirigido por Peter Landesman, hombre curtido en el terreno de los secretos escondidos gracias a películas como Parkland (2013) y La Verdad Oculta (Concussion, 2015). Tras el fallecimiento del mítico director del FBI J. Edgar Hoover, su mano derecha Mark Felt siente la presión del Presidente Richard Nixon, quien pone en la silla del Buró de Investigación a un hombre de su riñón, alguien que juegue a favor del gobierno; una estrategia no recibida de buena manera por Felt y los suyos. En medio de un proceder que el propio agente considera indigno de su agencia, Felt decide ir en contra de aquello que más valora para intentar salvarlo, y es así como se convierte en el informante de dos importantes periodistas, ganándose el apodo de “Garganta profunda”. Los datos filtrados por Felt se vuelven piezas clave para develar el escándalo de Watergate, que involucraba al presidente de Estados Unidos y su administración, responsables de intentar ocultar casos flagrantes de abuso de poder. Basada en la autobiografía publicada por el verdadero Mark Felt en 2006, no extraña que el peso de la historia descanse sobre los hombros de su personaje principal, retratado como el único hombre del FBI dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para salvaguardar el honor de la institución. La interpretación de Liam Neeson es un claro reflejo del temple autobiográfico de Felt y entrega momentos de brillo, dentro de lo que podríamos llamar una “película de escritorios” al estilo de la ganadora del Oscar En Primera Plana (Spotlight, 2015), donde el grueso de la trama tiene lugar en reuniones dentro de oficinas, despachos y otros ambientes similares que se vuelven el telón de fondo para exposición de los personajes. Eso sí, el duro acento irlandés de Neeson se cuela de vez en cuando para rompernos el encanto. Diane Lane, Josh Lucas, Michael C. Hall y Tom Sizemore son algunos de los nombres Clase A que completan un reparto de lujo, haciendo su juego de buena manera dentro de un relato cuyo foco nunca abandona a Felt y entrega un thriller político bien ejecutado que se beneficia gracias al plus de “basada en hechos reales”.
El Informante cuenta una historia en base a hechos verídicos ocurridos en la década del ’70 en los Estados Unidos, el conflicto entre el poder de la Casa Blanca y el FBI. El foco esta puesto en el resonado y escandaloso caso Watergate (siendo presidente de los EEUU Richard Nixon). El espionaje con posterior intento de ocultamiento sobre información de las fuerzas políticas opositoras. El trabajo de Liam Neeson (interpretando a Mark Felt, número 2 en rango de jerarquía del FBI) es fantástico, para mi gusto uno de los mejores de su carrera, tan creíble por lo parco y seriedad que le imprime, con austeridad de gestos, logra que no quede margen de duda cuanta es su defensa del FBI por sobre cualquier otro poder de esa Nación. Una peli con más diálogo que acción bien dirigida, con planos cerrados y sonidos/música que acompañan la trama envolvente, donde veremos también como la prensa saca provecho de la necesidad de hablar de un personaje conocido como “garganta profunda”.
Garganta muy Profunda Originalmente bautizada como Mark Felt: the man who brought down the White House, esta biopic dirigida por Peter Landesman está basada en los libros del citado Mark Felt para contar la historia de una de las figuras más polémicas y misteriosas de la historia política moderna de los Estados Unidos. Misteriosa porque su verdadera identidad fue revelada por el propio Felt en 2005 (más de 30 años después de los sucesos relatados por la película) y polémica porque se trata, nada menos, de quien destapara la olla del escándalo luego denominado por los medios como el caso Watergate. En El Informante Liam Neeson interpreta a Mark Felt, más conocido como “Garganta Profunda”. Es por todos conocida la historia de corrupción y escuchas ilegales que tuvo como protagonista a la administración del presidente Nixon en 1972 que, gracias a la labor de los periodistas del Washington Post Bob Woodward y Carl Bernstein, se hizo pública con el posterior escándalo y renuncia del primer mandatario. Varias películas también se han referido a este hecho y han abordado la historia desde distintas ópticas como ocurre con el caso de Frost/Nixon que hace foco en la versión de Nixon por medio de una entrevista que otorgara varios años después de su renuncia o la más antigua Todos los Hombres del Presidente, que contó con las presencias de Dustin Hoffman y Robert Redford para dar vida a los mencionados reporteros del Washington Post quienes publicaron la historia inicialmente. Pero ¿quién era su misteriosa fuente? ¿quién fue verdaderamente Garganta Profunda? ¿cuál era su función? ¿por qué decidió hablar? ¿quién era el hombre detrás del topo? Con una muy buena actuación protagónica de Liam Neeson y un gran grupo de personajes secundarios, El Informante se encarga de dar las respuestas. Lo que tenemos es un relato cronológico que empieza acertando cuando en el comienzo se toma todo el tiempo necesario para contarnos sobre Mark Felt. Un hombre a todas luces común pero con un trabajo excepcional. En 1972 Felt era un veterano funcionario público que había dedicado los mejores años de su vida a servir al país. En forma simplificada se puede decir que era el segundo al mando del FBI. Y en un tono que podría tener algunas reminiscencias con la obra maestra de Sidney Lumet, Sérpico, la película propone un ejercicio de introspección en la vida de Felt para mostrar lo que significaba el trabajo para él, la honradez con la que lo ejercía, lo mucho que le molestaba que se usaran las herramientas del FBI en forma indebida y el anhelo, si bien nunca expresado a viva voz, de ser nombrado director del organismo de inteligencia más famoso del mundo. Para esto, el director Landesman sabe alternar entre las escenas donde Felt aparece rodeado de su círculo de colegas más allegados con aquellas donde se lo ve cerca de quienes representan todo lo que odia y que durante el gobierno de Nixon fueron ganando cada vez más terreno y las que lo encuentran en la intimidad, con su mujer por ejemplo, cuando sus verdaderos sentimientos salían a la luz. Un breve apartado en este sentido corresponde a la labor de Diane Lane que, en los zapatos de la señora Felt, vuelve a dar pruebas de su gran talento actoral. Y solo gracias a ese comienzo sólido es que el resto de la película puede lucirse. Porque una vez que dejamos en claro quién es Felt y dónde está parado (la coyuntura también responde a un momento de elecciones donde Nixon logra un segundo período en el salón oval que además está marcado por la muerte y necesidad de sucesión del más célebre de los directores del FBI, J. Edgar Hoover), lo que sigue es su recorrido de funcionario público modelo a uno de los traidores más odiados de la historia moderna estadounidense. Gracias a ese variopinto grupo de personajes secundarios que van desde los más responsables y serios representantes de la política a la calaña más despreciable de ese ya de por sí nauseabundo entorno es que la película consigue no sólo aportar la convincente versión de los hechos de Felt sino una identificación por parte del público con una figura por muchos años odiada por el hecho de exponer a una nación entera en su versión más miserable. Con un gran trabajo de recolección histórica, buena profundidad dramática y narrativa y un constante buen uso del contexto en favor de los distintos momentos de la historia, El Informante le hace justicia a un hecho de lo más trascendente del que todavía quedaba una campana por contar.
El caso Watergate ha pasado a la historia como uno de los escándalos más importantes de la historia política mundial, un trauma para la sociedad estadounidense. En Mark Felt: The Man Who Brought Down the White House, Liam Neeson interpreta al segundo hombre más importante del FBI, mejor conocido como “Garganta Profunda”, seudónimo por el que pasó a la historia por haber sido el responsable de la salida a la luz de los documentos incriminatorios para con el gobierno encabezado por Richard Nixon.
El informante: el hombre que derrotó a Nixon La historia del funcionario del FBI que fue el informante de los periodistas que descubrieron uno de los mayores escándalos de la historia de los Estados Unidos, Watergargate, que derrumbó al gobierno de Richard Nixon, promete ser fascinante. Sin embargo, el guionista y director Peter Landesman no logra que Mark Felt -tal es el nombre del informante del título- sea atractiva. Un film que cuenta los entretelones de Watergate desde la visión del hombre conocido como Garganta Profunda -cuya identidad se reveló en 2005- tiene el inevitable destino de funcionar como complemento de Todos los hombres del presidente, de Alan Pakula, protagonizada por Dustin Hoffman y Robert Redford. A pesar de que las dos películas trabajan con un material complejo para adaptar al cine, por basarse más que nada en el intercambio de información, hay un abismo de distancia en los resultados que consiguieron ambas. El excelente film de 1976 construye suspenso en la investigación periodística casi como si fuera un policial; mientras que El informante se centra en el dilema moral de Felt y los conflictos internos del FBI, expresados en diálogos que pueden resultar aburridos para quienes no estén especialmente interesados en el tema. La comparación tal vez no sea del todo justa y es necesario subrayar que la película tiene sus valores: su intento de profundizar en la psicología de Felt y, sobre todo, la enorme presencia de Liam Neeson y el impecable trabajo de su coprotagonista, Diane Lane.
Coinciden en cartelera dos films norteamericanos cuyos personajes principales son tan queribles como reprobables (y eso por causas opuestas), y cuyos largos títulos originales anuncian el drama que va a pasar. Uno, basado en libros de historia. Otro, en una fábula judía. Peter Landesman, el de la dolorosa "Parkland", sobre el caso Kennedy, cuenta en "El informante" el mayor episodio en la vida de Mark Felt, sucesor de J. E. Hoover justo cuando pasó lo de Watergate y Nixon quiso controlar al FBI, que es, y debe ser, un organismo independiente de cualquier gobierno. Buenísima, la escena inicial donde Felt y los alcahuetes de Nixon se sondean mutuamente en un tono de contenida amenaza. Muy indicada para interesados en aquella época, y en la historia de las instituciones, la obra es clara e informativa, aunque algo plana. Brilla Liam Neeson como un hombre de una sola pieza llevado a contrariar las reglas en beneficio de su país, junto a Diane Lane como la sufrida esposa. Por su parte Joseph Cedar, el de la incisiva "Pie de página", pinta en "Norman" la vida de un elegante buscavidas "con contactos", chispeante, bien informado y triunfador, o más bien medio cargoso, mitómano y fracasado. La suerte le sonríe cuando menos se espera, aunque también puede ser una "suerte para la desgracia". Comedia singular, llena de sentencias y moralejas, pintura de la comunidad judía neoyorkina con una intriga política, una punta dramática y una pizca de tristeza, luce además una de las mejores actuaciones de Richard Gere en plena madurez, y en un papel distinto de los habituales.
Garganta enrevesada Este thriller cuenta quién fue la fuente anónima que ayudó a destapar el escándalo Watergate. Todos sabemos quiénes fueron Bob Woodward y Carl Bernstein: los periodistas de The Washington Post que destaparon la olla del Watergate hasta tuvieron película propia, Todos los hombres del presidente. Faltaba conocer más de la tercera pata de la investigación, el informante apodado Garganta Profunda, que resultó ser William Mark Felt, número dos del FBI en el momento del escándalo. Aquí se retrata su actuación en el caso paralelamente a aspectos de su vida privada, pero en ninguno de los dos planos terminamos de comprender cabalmente quién fue Felt. Para interpretarlo, a Liam Neeson le calzaron un peluquín perturbador: es imposible mirarlo sin pensar en ese quincho (nota al pie: en la era de los efectos especiales, Hollywood aún no logró dar con tecnología capilar decente). El es uno más de los hombres que susurran, en los claroscuros de despachos oficiales, bares de mala muerte y playas de estacionamiento, a lo largo de toda la película. Aquí hay conspiraciones dentro de conspiraciones: en ese laberinto de nombres propios de funcionarios y de instituciones, es muy difícil no perder el hilo de lo que está pasando. Tal vez el público estadounidense esté familiarizado con la historia en general y algunos de esos personajes y organismos estatales en particular, pero desde estas latitudes todo ese mundo está en una nebulosa. Y, lejos de disiparla, la película también queda envuelta en una bruma de confusión. Peter Landsman intenta recrear la atmósfera del espionaje de escritorio de las novelas de John Le Carré, pero se queda en la mueca y termina aburriendo.
Un pétreo Liam Neeson es Mark Felt, el famoso Garganta Profunda del caso Watergate, el escándalo que derribó al presidente Nixon. En sus intrigas políticas y burocráticas, la película propone una nueva mirada a un asunto que importa, aunque con tanta seriedad e importancia anunciadas lo que obtiene son problemas para entretener y atrapar.
A diferencia de “Todos los hombres del presidente” aquí, el punto de vista elegido por el guionista y director Peter Landesman, basado en el libro del protagonista y John O`Donell, se basa en la personalidad, las razones y el juego interno de Mark Felt. El fue el apodado “Garganta profunda” (un nombre que lo molestaba porque aludía a la película pornográfica) que ayudó de manera fundamental a destapar el escándalo de Watergate., El fue el segundo del todopoderoso Hoover y cuando su jefe muere, estaba seguro de sucederlo y mantener al FBI con su mismo estilo, incluidos los archivos secretos. Pero el presidente Nixon no lo nombra, pone en su lugar a un hombre de dudosa moral para Felt y el destruye los archivos comprometedores antes de entregarlos al nuevo jefe. Cuando ve que la ingerencia del Poder ejecutivo en lo que sería el gran affaire de espionaje contra el partido demócrata, pretende comprometer a la agencia a la que entregó su vida, decide filtrar información. Por convicción o quizás hasta por venganza personal. Todo el film esta basado en su psicología y encuentra en Liam Neeson al actor perfecto, frío, contenido pero con gran entrega. Es lo mejor de la película, que por momentos se distrae en historias paralelas y carece de mucha acción. Hasta el fácil encontrar cierto paralelismo entre la gestión Nixon con el comportamiento del actual presidente de EEUU. Interesante, ascética.
La identidad de Garganta Profunda. El hombre que ayudó a resolver el caso Watergate era nada menos que el Nº2 del FBI y libró su propia guerra contra Nixon. Pocos espías (o contraespías) más famosos que el conocido como Garganta Profunda, el hombre que ayudó a resolver el caso Watergate. ¿Será el cine el que lo hizo famoso, fumando entre las sombras de aquel estacionamiento subterráneo en el que se encontraba secretamente con el reportero Robert Redford, en Todos los hombres del presidente? ¿O la realidad? En Estados Unidos seguramente habrá sido un poco de ambos, pero entre nosotros no hay dudas: fue el cine. Más famoso incluso que el actor que lo encarnaba, el especialista en secundarios Hal Holbrook, que nunca llegó a romper la barrera de los connaisseurs. Lo que pocos sabrían es que el hombre era nada menos que el Nº 2 del FBI, por la sencilla razón de que esto se supo hace unos pocos años. Hasta ese momento, Mark Felt (ese es su nombre, bastante menos exuberante que su apodo) logró permanecer en el lugar que siempre fue su hogar y su terreno: las sombras. Basada en un par de libros de memorias escritos por Felt, El informante cuenta su historia, desde poco antes de que estallara el escándalo hasta poco después. Para los fans de las intrigas políticas (el cronista se confiesa uno), esta película no necesariamente excepcional es un boccato di cardinale. Hay dos posibilidades: o Liam Neeson adelgazó hasta lo esquelético para el papel, o su salud no está en buena forma. Sea como fuera, lo magro le sienta a la perfección a este espía de escritorio, leal a sus jefes y su organización, eficaz y definitivamente oscuro. Una primera escena en el despacho de Nixon, con el presidente (el actor que hace de él se le parece tanto como Macri a Cristina) y sus asesores, sugiere que la posterior muerte de Edgar Hoover, dinástico mandamás del FBI durante casi medio siglo, podría haber sido un encargo de Tricky Dick. Hipótesis que los historiadores no manejan, pero es útil a la hora de colaborar con la intriga. Como segundo de Hoover desde hace décadas, Felt se prepara para asumir el cargo de director. Pero justamente el hecho de haber sido el segundo se lo impedirá: el presidente le pone en su lugar a un tipo que sabe tanto del tema como Felt de música soul. Pequeño ajustecito de cuentas, también, porque previamente Felt le negó a ese mismo lugarteniente los archivos secretos del muerto, que es lo que de veras le interesaba al Presi. This means war: de allí en más, es el director puesto por Nixon contra toda la plana mayor del FBI, encabezada por Felt. Cuando salte lo de Watergate, el tablero se dará vuelta y los funcionarios no se dedicarán precisamente a cubrirle la espalda al Presidente y sus espías. A diferencia del thriller político, que trabaja sobre la amenaza del crimen, y construye por lo tanto su drama en base a una creciente tensión, la intriga política lo hace, si se permite la aparente perogrullada, sobre la intriga misma: la infinita red de tramas, alianzas y traiciones en las sombras, que terminarán desanudándose de una u otra manera. Casi ni importa demasiado de qué manera, más allá del destino del héroe, que a uno le interesa por contrato, porque es el héroe. Porque de carisma más vale olvidarse en este caso: Felt es un burócrata, con su casita en las afueras y su mujercita, que está un poco loca (Diane Lane, que sigue tomando algún brebaje contra el paso del tiempo). Aunque es verdad que un burócrata común y corriente no arriesga su vida tirándose contra el Presidente de la Nación, así que éste es en tal caso un burócrata especial. Neeson está magnífico, por cierto. Por más que haya sido cierta, una subtrama vinculada con su hija no está bien insertada. Es graciosa la aparición de un par de actores familiares al género intriga política (el notable Bruce Greenwood, Tony Goldwyn), como si con este género también hubiera lugar a “especializaciones”, tanto como en su momento las hubo en el western, el terror o el policial.
Garganta Profunda. Durante 1972 se dio en Estados Unidos el escándalo político más importante de su historia, que llevó a la renuncia al recién reelecto Richard Nixon. En los meses previos a la elección, un grupo de hombres fueron descubiertos instalando equipos de vigilancia clandestina en la sede central del Partido Demócrata, opositor al gobierno. Pese a los intentos de encubrimiento y las presiones políticas para contener el tema, los implicados, ex agentes de inteligencia o del mismo FBI, manifestaron haber actuado bajo órdenes de gente muy cercana al presidente. Con treinta años de servicio, Mark Felt (Liam Neeson) era en ese entonces el segundo hombre del FBI y esperaba reemplazar a su fundador John E. Hoover, pero coincidiendo con las detenciones nombran a alguien de afuera para dirigir la institución. Además de desilusionarse, comienza a sospechar que los verdaderos motivos del nombramiento fueron el poner en el cargo a alguien obediente al gobierno que acepte participar del encubrimiento. Aunque oficialmente incapaz de investigar con libertad y difundir la información del caso, se convirtió en el informante conocido por la prensa como “Garganta Profunda” y fue el principal detonante de la crisis que se desencadenó en los meses posteriores. Denle un arma a Liam: Usualmente el biopic es un género a mitad de camino entre la ficción y el documental, que tiene que enfrentarse al desafío de tener que contar de forma interesante una historia atada a datos históricos. El informante Mark Felt mantuvo en secreto durante más de tres décadas su rol en la crisis política más grande de su país, y es ahora la principal fuente de la historia que cuenta la película, por lo que no sorprende que lo retrate como un hombre de estricto código moral dispuesto a cometer un crimen con tal de no ver cómo un gobierno corrupto se sale con la suya, por más que leyendo un poco entre líneas se insinúa otra historia menos honorable. Nixon es uno de esos extraños casos de presidentes reales o ficticios que el cine se permite no mostrar como un paladín de la democracia y la transparencia, pero necesitan ponerle enfrente a varios personajes que permitan contar sus abusos de poder sin perder la oportunidad de darle una carga patriótica. La historia que cuenta El informante es tan limitada que la única forma de hacerla parecer una película es estirándola con un ritmo muy lento y algunas líneas secundarias intrascendentes, haciendo parecer que cuentan algo más, sin profundizar en lo poco creíble que resultan buena parte de los personajes, incluyendo la remarcada rectitud de su protagonista. El informanteVisualmente la película es muy intrascendente, hasta el punto que la escena de créditos iniciales parece la introducción de House of Cards puesta en cámara lenta, recorriendo la ciudad con tanta parsimonia que aburre hasta antes de empezar a contar la historia. El amplio reparto que encarna a los numerosos personajes reales son también intrascendentes, tanto por guión como por interpretación, ante la continua presencia de Liam Neeson: teniendo en cuenta el guión que le dieron, alcanza un nivel mínimamente aceptable pero a la vez no parece tener muy claro cómo es que ese agente del FBI que interpresa no resuelve todo a los tiros como siempre. Conclusión: Con una trama que se arrastra para avanzar y actuaciones sin carisma, El Informante no atrae ni por su interés histórico.
Todo gira en torno a una etapa vivida de Mark Felt (1913-2008) y su desarrollo resulta muy interesante y atrapante porque se encuentra muy bien llevada por el director y guionista Peter Landesman (“La verdad oculta”) y producida por Ridley Scott quienes le va dando ciertos toques necesarios para que el espectador se quede pegado a la butaca. La historia muestra muy bien la investigación del caso Watergate, entre otras situaciones de la época, y como fueron sucediendo distintos hechos, además cuenta con una buena ambientación, complementa la fotografía a cargo de Adam Kimmel (“Capote”) y la música del compositor inglés Daniel Pemberton (“Operación U.N.C.L.E.”). La actuación de Neeson (“La lista de Schindler”) impecable, te trasmite cada momento y su caracterización es destacada, acompañado muy bien por Diane Lane (“Paris puede esperar”), y un gran elenco secundario: Josh Lucas (“Hulk”), Maika Monroe (“La Quinta Ola”), Julian Morris (serie TV “Pequeñas mentirosas”), Marton Csokas (“El señor de los anillos”), entre otros. El gran problema es que no logra mantener el ritmo.
"Mark Felt: The Man Who Brought Down the White House" (El informante): asuntos internos Liam Neeson interpreta al hombre que filtró los datos que desencadenaron el famoso Watergate en El Informante, de Peter Landesman, una película tan fría como ajena a los territorios fuera del país en que es producida. El caso Watergate sin dudas marcó la década del ’70 en los Estados Unidos, la filtración de documentos clasificados del gobierno de Nixon denunciando negociados y aprietes varios, hizo desesperar a esa gobernación y terminó llevándola a su declive. Como suele suceder con cada cosa que ocurre en Norteamérica, Watergate y sus consecuencias tuvieron implicancias alrededor del mundo entero. Sin embargo, esto no quita que sus pormenores no dejen de ser un asunto puertas adentro. "El informante", de Peter Landesman, habla sobre el caso Watergate, pero trata de hacerlo lateralmente, a través de una suerte de biopic (pero muy centrado en los años en que esos hechos ocurren) sobre Mark Felt, apodado Garganta profunda, el hombre que pasó toda la información necesaria a los periodistas que destaparon la olla. Mark Felt es interpretado por Liam Neeson, y si algo hay que rescatarle a "El informante", es la presencia del actor de "Búsqueda Implacable" ("Taken") como protagonista. Felt es un hombre traicionado, y con una vida privada que terminará influyendo en varias de sus actitudes. El hecho de que decida filtrar la información no será algo aleatorio. Landesman intentará explicar cuáles fueron esas razones, hurgando en varios aspectos de su vida. Hay que aclarar algo fundamental, El informante se basa en una biografía escrita por el propio Felt, y se sabe que la película cuenta con el visto bueno de sus herederos, por lo que ya podemos ir intuyendo hacia dónde irá la mano. Decir que" El informante" es una abierta carta de amor hacia el sistema político estadounidense es más que una obviedad. La película hace todo el esfuerzo para hacer ver que los hechos oscuros no quedan impunes y que todo sale a la luz. Si bien se intenta darle alguna zona ambigua al personaje, sobre todo en cuanto a sus razones familiares, al final de cuentas, quedará claro que Felt es un típico ciudadano de ese país con la frente en alto. Hay también un adecuado trabajo interpretativo en roles secundarios. Podemos contar a Diane Lane como la esposa de Felt, Tony Goldwind, Kate Walsh, Josh Lucas, MartonCsokas, y hasta Tom Sizemore. Pero el guion le otorga a todos un tratamiento tan esquemático, que sus logros actorales se ubican por encima de lo que la propuesta ofrece. Lo mismo sucede con el Felt de Neeson. Los diálogos son explicativos casi como si mirasen directo al espectador para remarcarle hechos y circunstancias, lo que termina restando muchísima naturalidad. El ritmo narrativo tampoco es el adecuado. Estas películas de fuertes entramados políticos necesitan de algo vibrante para mantenernos interesados. En "El informante", abunda la parsimonia y los datos arrojados al azar. Esto asegura un resultado bastante aburrido. Todos estos inconvenientes que presenta "El informante" se acrecientan al ser presentada puertas afuera. La mirada ajena y lejana que se le dará fuera de Estados Unidos a un film de una temática tan interna, colabora en nada en despertar un mayor interés y en comprender varios puntos que son meramente técnicos. Nos queda Neeson. El actor se sobrepone a varios de sus diálogos de manual, a un lineamiento de su personaje algo superficial. Si Felt tiene carnadura es pura y exclusivamente por su interpretación, cargada de miradas gestos e imposiciones. Liam Neeson, como los buenos vinos, con el tiempo solo mejora. Landesman, que ya tiene antecedentes en films de tono patriótico político como La verdad oculta y Parkland, no mejora mucho lo presentado en aquellos dos films bastante insatisfactorios. No parece conocer mucho de grises y matices, hay acciones justificadas, y otras que no, punto. "El informante" tiene la gracia de poseer un gran interprete protagónico y correctos actores secundarios. Pero los desperdicia en medio de un desarrollo sobre explicativo, fato de ritmo y vigor (lo que sobraba en la gran "Todos los hombres del presidente"), y de escaso interés para quienes desconocen los pormenores. Algo nos queda claro, el autoestima de la ciudadanía norteamericana sigue intacta y altísima.
¿HÉROE O TRAIDOR? Guionista y director (también periodista y cronista de guerra), Peter Landesman tiene una obsesión con la historia de su país, especialmente con episodios del pasado que quebraron de alguna manera la moral norteamericana y terminaron con la inocencia de un pueblo demasiado crédulo de la bondad de sus instituciones. En Parkland abordó el asesinato de JFK y ahora se mete con el caso Watergate a partir de un registro minucioso de las horas, los días y los meses en los cuales el segundo del FBI, Mark Felt, decidió pasarse al bando de los “buchones” y revelar a los periodistas del The Washington Post la maniobra con la que la administración de Richard Nixon espió a sus contrincantes del partido Demócrata. Felt fue aquel informante conocido como “Garganta Profunda” durante tres décadas, y quien deschavó su identidad hace unos años, poco antes de morir. El informante, entonces, es el registro de ese proceso en el cual el personaje toma conciencia y decide a revelar información confidencial a la prensa. Si algo interesante tiene el cine de Landesman a veces es que elude el exhibicionismo y la estridencia premiable de todo biopic, para centrarse de manera casi obsesiva en lo más intrínseco de la historia. Esto, claro, muchas veces en detrimento del que no tiene demasiada información sobre el hecho en sí: sus películas, construidas en base a una tensión leve y constante que rescinde de tiempos muertos, parecen pensadas exclusivamente para gente que conoce los temas o al menos tiene un grado de curiosidad apreciable, ya que elude la explicación de elementos indispensables. Claramente El informante no es una película que despertará pasiones, y ni tampoco es que lo esté buscando. Todo esto, que el film comparte con Parkland y no tanto con La verdad oculta (anterior film del director que sí tiene como lazo común con El informante el hecho del individuo que decide enfrentarse al sistema, aunque aquí desde las sombras), es una muestra de un cine algo demodé y más clásico en sus procederes. Lo mejor de El informante es precisamente eso, su rigor a la hora de abordar el tema, lejos del espectáculo y la declamación más hollywoodense. Como una suerte de sub Michael Mann, Landesman avanza aportándonos la información básica y obligándonos a seguir el recorrido de su personaje, y lo traza casi exclusivamente desde su vínculo con el trabajo. Liam Neeson, como Felt, compone a un tipo que adivinamos algo obsesivo, distante emocionalmente para sus seres queridos, que ha hecho de su cuerpo y su oficio casi un edificio: este Felt, cuando se siente traicionado por las instituciones que él mismo abrazó durante años, decide bombardear el sistema desde adentro. Y Neeson se luce, construyendo una suerte de enigma. Si bien está clara un poco la frustración del personaje, no son del todo descifrables sus motivaciones. Y eso es muy saludable en el contexto de una película que elude la obviedad del retrato histórico más convencional. Claro está que la operación estética de Landesman requiere un sacrificio para el propio relato. Porque lejos de las emociones que contagiaba un film con similares intenciones y características como En primera plana, aquí esa falta de giros dramáticos ostensibles impide un poco el acercamiento del espectador a la historia y la vuelve distante. O, en todo caso, un espectador informado en relación al tema no deja de ver una suerte de relato lineal que va puntuando cada uno de los episodios detrás de una trama bastante difundida. El gran error del film es, tal vez, no poder ir más allá del retrato de Felt y el vínculo con su trabajo, y cuando avanza en otras direcciones del personaje, como su vida personal y el vínculo con una hija que se fue del hogar, se vuelve demasiado críptico o siquiera logra hacer de eso algo que funcione con la trama principal o la complete. El interés en El informante se sostiene gracias a una tensión leve, de thriller a medio tiempo, y a una unidad sonora que construye un clima de pesadez y sombras constante, como en los relatos de espionaje a lo John le Carré; un cine de espionaje más en el campo administrativo que en el de la acción. El peso del personaje de Felt es tan fuerte, que en algún sentido la película hace física esa distancia y la incomodidad de un personaje al que no sabe mirar si como un héroe o como un traidor.
Edificios gubernamentales, fracs oscuros, música de thriller noble y palaciego: El informante tiene a las altas oficinas del FBI en Washington (EE.UU.) como escenario de las instancias cruciales en la vida de Mark Felt, mejor conocido como “Garganta Profunda”, el soplón que desató el escándalo Watergate y obligó a la dimisión del presidente Richard Nixon en 1974. No hay mayores detalles del entramado del caso en el filme de Peter Landesman, que se concentra en la figura canosa y desgarbada de Felt (Liam Neeson), agente del FBI que reconoció su rol recién en 2005, poco antes de morir. Su condición de informante desde dentro del sistema lo hace especial, y así la cinta se tensa con efectividad a medida que Felt emprende su cruzada solitaria contra el gran aparato para el que fue fiel. Si hay alguna razón menos loable que el altruismo institucional para justificar su traición, eso sólo se sugiere al comienzo: el súbito deceso del escandaloso cabecilla del FBI Edgar Hoover deja al número dos Felt como el candidato ideal para sucederlo, pero el designado es el domesticado Patrick Gray (Marton Csokas), puesto ahí para cubrir las espaldas de Nixon. Las consecuencias se hacen sentir en casa: la esposa de Felt (Diane Lane) se queja de 30 años invertidos en nada. Lejos de lamerse las heridas, Felt clava el puñal donde más duele, revelándole a la prensa los pormenores de los tejemanejes presidenciales. Su integridad y jerarquía (se dice de él que es “competente, confiable, leal”) lo salvan de la sospecha, pero aun así es apretado y arrinconado. Más allá de posibles vendettas, la motivación explicitada por Felt para su proeza de cabina telefónica es el típico discurso anticorrupción: en sus palabras, “la confusión es control” y la verdad la única solución social. Pero el accionar del funcionario es contradictorio, en tanto se autoadjudica su misión moral tras oficiar de mano derecha del mismísimo Hoover, lo que supone que el héroe no lo sea tanto después de todo (ambigüedad que se intuye en un posterior juicio a Felt por allanamientos ilegales). Esa turbiedad explica el cromatismo opaco y tono amargo del filme, ajeno a la épica fácil, aunque la incipiente ambivalencia no hecha raíces: El informante es demasiado lineal, predecible y unidimensional como para que un complejo y auténtico “Garganta Profunda” se filtre en pantalla.
El informante, de Peter Landesman Por Jorge Bernárdez Durante años fue un misterio la identidad del informante del caso Watergate, por muy buenos que fueran Bernstein y Woodward el Washington Post nunca hubiera podido llevar a los fiscales de la causa hasta la puerta misma del despacho del presidente Richard Nixon sin la ayuda de ese informante. En 2005 y a través de un reportaje en Vanity Fair se supo que el hombre había sido Mike Felt, un subdirector del FBI que creció en el bureau debajo del ala del mítico Edgar Hoover. Felt estaba en actividad al morir Hoover, muerte que se produjo cuando empezaba la campaña por la reelección de Nixon y vio como la administración republicana se lanzaba sobre el cargo vacante pisoteando trayectorias y dejándolo a él mismo fuera de carrera. En ese marco se produjo la intromisión de los hombres de Nixon en el comité demócrata de Washington. Las intrigas se volvieron infernales en esos días, mientras el presidente Nixon mandaba un nuevo jefe al FBI, la CIA trataba de tapar todo el asunto del espionaje y Mike Felt luchaba porque el FBI no perdiera su independencia cómo organismo del Estado. Los periodistas andaban un poco a ciegos por un lado siguiendo su instinto y recibiendo filtraciones. Todo ese clima de paranoia ha sido desarrollado en distintas películas así que volver a contar eso aunque sea dejando de lado a los héroes del asunto y contando las internas del buchón merecía un esfuerzo extra. Esfuerzo que nadie estaba demasiado dispuesto a hacer en este caso a juzgar por el resultado. Toda esta historia llega a El informante, una película decepcionante a pesar de la presencia de Ridley Scott en la producción y de la buena labor de Liam Neeson que es quien hace de Mike Felt. Quizás lo que pase es que cómo dice alguien en el film, nadie quiere al buchón aunque sea tu propio buchón. En ¿Quién mató a Liberty Valance?, del gran John Ford, un editor de periódicos puesto ante el dilema de contar una verdad decepcionante o imprimir la leyenda, dice que es mejor lo segundo y ante Watergate vale lo mismo. Vean Todos los hombres del presidente (con Robert Redford y Dustin Hoffman), guarden el recuerdo de la épica periodística y que el oscuro gris y patriotero Felt siga oculto detrás del inquietante y oscuro apodo de Deep Tjhroat. EL INFORMANTE Mark Felt: The Man Who Brought the White House Down. Estados Unidos, 2017. Director: Peter Landesman. Elenco: Liam Neeson, Diane Lane, Josh Lucas, Michael C. Hall, Marton Csokas, Tony Goldwyn, Tom Sizemore. Producción: Marc Butan, Gary Goetzman, Anthony Katagas, Tom Hanks, Steve Richards, Jay Roach, Ridley Scott. Guión: Peter Landesman. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 103 minutos.
"El informante", confundir es controlar Para los que esperen ver un filme de intriga política, "El informante" no es lo suficiente atractiva ni logra el suspenso necesario en una historia archi conocida: la de Mark Felt, apodado "Garganta profunda", funcionario del FBI e informante de los periodistas que revelaron el caso Watergate, uno de los escándalos de corrupción histórico en los Estados Unidos que concluyó en la renuncia del presidente Richard Nixon. En este caso, la trama está enfocada en la vida de Felt, en su perfil psicológico, moral y sobre todo en las luchas de poder y tráfico de datos confidenciales en las que el protagonista se ve atrapado, entre la Casa Blanca, la CIA y el mismo FBI. A diferencia de "Todos los hombres del presidente", la película de Alan Pakura de los años 70, "El informante" es un drama en el que seguimos paso a paso las decisiones de Felt, profundiza en su vida privada y en la búsqueda de su hija, desaparecida tiempo antes del escándalo político. Estas escenas de familia hacen que el film pierda la adrenalina y el suspenso de la intriga política. Un medido pero intachable Liam Neeson encarnando a Mark Felt (aunque un poco venido a menos y no tan contundente como en sus películas de acción), está acompañado por Diane Lane en el rol de esposa y estratega. Basada en el libro que el propio Felt escribió antes de morir en 2008, dirigida por Peter Landesman y con la producción de Ridley Scott, este filme de conspiraciones se enreda entre nombres de políticos, funcionarios y espías, en unos primeros cuarenta minutos que piden mucha atención para no perder el hilo de la historia.
Uno de los casos políticos y periodísticos por excelencia generaba una expectativa natural, sobre todo si te gusta la historia. Pero la decepción no era justamente algo con lo cual esperaba abandonar la sala. El Informante de Peter Landesman relata los acontecimientos que marcaron un antes y un después en la historia norteamericana; Mark Felt (Liam Neeson), o también llamado “Garganta profunda”, subdirector del FBI que con sus revelaciones anónimas ayudó a la investigación que obligó a Richard Nixon a renunciar a su presidencia. Quizás Hollywood nos acostumbró demasiado a que detrás de un espía o un doble agente existiera una historia llena de adrenalina, incluso si era una adrenalina política -vamos, que la política bien tiene sus montañas rusas dignas de un frenesí cinematográfico-. Pero con una historia tan potente como el caso Watergate, El Informante quedó lenta, atrás de lo esperado. Liam Neeson hizo lo que pudo con un papel que tenía un trasfondo familiar interesante pero que queda perdido en una trama que nunca llega a explotar. Desperdiciada actuación de Diane Lane que se presentaba con un rol lleno de presencia, traumas que explorar y emociones que causar en el protagonista que nunca llegaron a visualizarse. Todos los hombres del presidente (All the President’s Men) relataba los mismos acontecimientos pero desde la mirada de los periodistas Bob Woodward (Robert Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman), quienes fueron los que recibían la información de Garganta Profunda. Esta película de 1976 dirigida por Alan J. Pakula y ganadora del Oscar a Mejor Guión Adaptado había dejado un entramado que nos llenó de curiosidad sobre la identidad y la forma en la que del otro lado el informante en cuestión se atrevió a revelar el escándalo. Lamento decir que el ritmo no es el esperado y el guión no le hace justicia a lo que la historia promete. O quizás simplemente así fue cómo sucedió y es preferible quedarse con lo que los libros, diarios y revistas de la época cuentan sobre lo acontecido, porque esta vez la realidad le quedó chica a la ficción. Me quedo más con la primera opción.
“El hombre que hizo caer a la Casa Blanca”, esta seria la traducción literal del titulo original en idioma ingles, lo cual establecería una doble mirada sobre un texto que no lo tiene. “El informante” es solo eso, una biopic sobre Mark Felt (Liam Neeson), quien fuera en vida el subdirector casi eterno del F.B.I., el que tras la muerte de Edgar J. Hoover esperaba ocupar ese lugar, pero no, aparece en escena y ocupa el deseado y poderoso sillón Patrick Gray (Marton Csokas), extraído del riñón del equipo del presidente Richard Nixon. Todo esto se sabe en los primeros minutos, en los cuales se nos establece el supuesto poder autárquico que posee el FBI, en relación a las estructuras gubernamentales, en el gran país del norte Relegado y desplazado, a modo de venganza, se termina convirtiendo en “Garganta Profunda”, incitado principalmente por Audrey Felt (Diane Lane), su esposa, que ve como una gran injusticia todo lo que sucede en rededor de su marido. Felt termina siendo quien le va dando los datos a los periodistas Bob Woodwardy Carl Bernstein, del “Washington Post”, de lo que luego se conocería como el caso “Watergate”, suceso que termina con la renuncia del presidente Richard Nixon, siendo él mismo el encargado de investigar las filtraciones en el poder, que llegan a la prensa. De estructura netamente clásica, el filme se apoya sobre la espalda del protagonista, el actor irlandés que logra componer de manera increíble un personaje difícil, un hombre de una rigidez pasmosa que nunca podría hacer empatizar, y sin embargo lo logra, por meritos propios del actor, muy bien secundado por Diane Lane, como su esposa, y su antagonista a flor de piel, el personaje encarnado por el nombrado actor neocelandés. Siendo este uno de los grandes problemas del filme, no sólo desde la actuación, el texto mismo intenta pintar a este “lobo estepario” como si fuese una victima, o en el mejor de los casos un “cordero de Dios”. Todo esta puesto en función de las intenciones políticas de la cinta, corroboradas por el diseño de sonido, y la banda sonora incidental, que intenta producir un efecto de suspenso en el espectador, pero hay que estar muy distraído para que se produzca ese efecto, pues la supuesta propia intriga pierde legitimidad ante el curso de la ficción relatada, por lo cual nunca llega a establecer un clima apropiado a algo similar a un thriller político. La película es de una previsibilidad impuesta por ser una historia verídica, conocida, ya llevada al cine en el extraordinario filme de Alan J. Pakula “Todos los hombres del presidente” (1976), salvo que en éste caso desde el punto de vista de alguien involucrado en la luchas internas del poder. ¿Quien fue “Garganta Profunda”? Linda Lovelace, actriz porno que en 1972 protagonizo dicho filme, el cual se convirtió en un éxito inesperado de taquilla, siendo a su vez otra de las derrotas de la administración Nixon. Éste que nos convoca, no es un filme que aburra a pesar de la previsibilidad y el saber de la propia historia, el problema es que tampoco sabe generar autentico interés desde lo narrado.
Hacía mucho que no me dormía en el cine. Suena un poco fuerte, pero la realidad es que está película es para gente que le interesa la política estadounidense y que le interesa algo del famoso incidente de “Watergate” (el guionista se da el lujo de hacer un chiste con que es una “gate”, puerta, hacia algo peor de lo que parece) Es interesante la actuación de Neeson a lo largo del film, pero no hay mucho más para rescatar en esta película. Sus 103 minutos se me hicieron eternos. Comienza dentro de todo bien, interesando al espectador con lo que sucederá con el FBI luego de la muerte de Hoover pero luego cae estrepitosamente y no pasa logra mantener el suspenso correspondiente a este tipo de películas. Demasiados personajes secundarios que no aportan mucho, quizás en la historia real fue así, pero en el film estorban. Mi recomendación: Una película para le gente que le gusta la política y para verla en su casa un domingo previo algún debate.
El titulo original es Mark Felt: the man who brought down the Whitw House (El hombre que derribo la casa blanca) y es la historia de la persona que fue filtrando datos a la prensa y con esto por primera vez en la historia de los estados unidos un presidente tuvo que renunciar. El caso fue conocido como Watergate. Ya había una versión de Alan Pakula, Todos los hombres del presidente, que se basaba en este caso, pero en aquella oportunidad no se mencionaba por su nombre al informante, se lo llamaba ¨Garganta Profunda.¨ Hoy ya conocido el nombre,es Liam Neeson quien se encarga de darle su imagen al protagonista real de la historia. Asi nos encontraremos con el entorno del presidente, sus idas y vueltas y muchas sospechas sobre quien es el que filtra información a la prensa. Muy buen trabajo del actor, con los gestos justos, una historia de espías y conspiraciones, por momentos un poco reiterativa, que nos muestra cómo se manejaban alrededor de los altos mandos del gobierno. Una muy buena reconstrucción de la década de los 70, con producción de Tom Hanks y Ridley Scott, y musicalización de Daniel Pemberton. Un film que será muy bien recibido por los amantes de las películas de espías y secretos muy bien guardados en las altas esferas del poder político.
Si sos de los que se pierden con los nombres de los personajes o con las intrigas del FBI, es preferible que vayas a verla sabiendo bien la historia real. El hecho histórico es interesante en si, pero el modo en que está narrado no convence del todo: tiene momentos...