La Vergüenza Ajena El Mal Ajeno es una de esas películas que, sin previa investigación demasiado exhaustiva acerca del argumento, me llamaba la atención, lo suficiente como para augurar un buen puntaje. Sin embargo, a media hora de iniciada la película, tuve una epifanía, una gran verdad se reveló ante mis ojos: mis predicciones fallaban violentamente al tiempo que mis sentidos no daban crédito de lo que salía inescrupulosamente de la pantalla. La historia arranca con cierta cuota interesante de misterio e intriga; Eduardo Noriega (Diego) en la escena del estacionamiento; un disparo, un suicidio; nada queda muy claro y uno se ve, aunque solo lacónicamente, atrapado por una historia que termina desdibujándose por completo; más que desdibujarse, me atrevo a afirmar que esta historia se convierte en un mamarracho, derrapa por completo para concluir en una sucesión de escenas finales dignas del más paupérrimo film melodramático de Hallmark Channel. Supuestamente, a medida que avanza la historia, somos testigos de la “transformación” de Diego, que muta del harto conocido cliché barato de “médico insensible, frío, totalmente desapegado de sus pacientes” a “médico afectivo, conectado con sus sentimientos e involucrado con sus pacientes”, al punto de poder salvarlos, curarlos con sus manos (Sir Elton debería reclamar derechos de autor; “Healing Hands” hay solo un par y, sin lugar a dudas, son las tuyas y no las de Noriega, Elton). O sea, todo lo que toco lo convierto en sanito hasta que, de golpe, así de la nada, como todo en esta película, mis manitas no solo no salvan más vidas, sino que empiezan a matar a mis seres queridos. ¡Tremendo! No satisfechos con estar presenciando semejante aberración guionística, somos testigos de una última e interesantísima vuelta de tuerca: el de las manitas mágicas salva-vidas es capaz de transferirle el don a ciertas personas –así como él lo recibió de alguien en primer lugar– pero no a cualquier persona, sino a algunas cercanas a él, que convienen para el propósito de la historia, y que vienen a ser como él, una suerte de ángeles que salvan vidas y regalan bebes por ahí. De un patetismo pocas veces visto. Oskar santos intenta contar una historia sobre la conflictiva interna de los protagonistas, sobre sus incapacidades, sus limitaciones, sus desgracias, sus miedos, y agrega este elemento sobrenatural o fantástico, el don de Diego, clara influencia de Alejandro Amenábar –quien se define como “mentor” de este trabajo– y clara influencia de autores como Henry James y Edgar Allan Poe, ya vista en otros films dirigidos por Amenábar, en un intento por llevar adelante una historia que no termina provocando más que un sentido rechazo por parte del espectador. Justamente, lo que se produce en obras pertenecientes al género de lo sobrenatural es el fenómeno denominado “suspensión de la incredulidad”: el espectador es consciente de que lo que está viendo no pertenece al mundo de lo real; sin embargo, elige voluntariamente hacer caso omiso de ello y adentrarse en el mundo fantástico que se le presenta, sin cuestionar la verosimilitud de los acontecimientos sobrenaturales. Lo que ocurre con esta película es que, al ser la historia tan disparatada y ridícula, no suspendemos la incredulidad; por ende, lo que vemos nos choca y lo rechazamos. Lo rechazamos al punto de sentir que estamos frente a una parodia o una sátira; yo, por momentos, tenía la sensación de estar viendo una remake barata de Spider Man, con el gran lema de “un gran poder conlleva una gran responsabilidad, Peter”. ¡Por lo menos con Spider Man me entretuve un poco más! Otra cosa que no ayuda en absoluto a la historia es el hecho de que muchas escenas están totalmente sobreactuadas e hiperbólicas (Angie Cepeda, cuando llora sobre la tumba de su hermana; Carlos Leal, cuando le dice a Belén Rueda “y todo esto es por tu culpa”; varios momentos en los que Noriega llora, o intenta llorar; algunos momentos en los que Noriega intenta “reconstruir” su relación con su hija y demostrarle todo lo que no le demostró en sus 19 años de vida; entre otras tantísimas), con el único propósito de sobre explicar todo, de no dejar duda alguna acerca de qué le pasó a cada personaje y qué lo llevó a estar en la situación en la que está. Otras escenas resultan inverosímiles pero no por el “condimento fantástico”, sino por la torpeza de su inserción. Un ejemplo de ello es la muerte de la hermana de Angie Cepeda o, más que su muerte, la reacción de sus dos perpetradores ante ella. A esa altura de la película, yo ya estaba totalmente entregada y resignada a que, lo que restaba, no fuese más que una sucesión de sinsentidos y cursilerías de la peor calaña. Sumado a todo eso (o restado), la casi inexistente química que hay entre Noriega y Rueda es sorprendente, aunque más sorprendente e inverosímil resulta, en verdad, la inclusión de esa historia en la película que, como casi todo en ella, es totalmente constreñida y no aporta nada en absoluto. Pero bueno, quizá podamos desprender cierto mensaje de esta conmovedora e intrigante historia, algo así como “hay una luz cuando la oscuridad desaparece, tócame ahora y haz que vuelva a ver, arrópame ahora en tus tiernas manos que curan”, o quizá lo único rescatable de la película sea Eduardo Noriega a quien, por lo visto, los años le sientan maravillosamente bien. Aunque, ojala los años trajeran un poco más de sabiduría, o por lo menos una pizca de tino, a la hora de elegir roles, ¿no, Eduardo?
En esta ocasión nos llega desde España una película con una historia interesante, si bien decae por momentos, que entretiene y mantiene el suspenso, siempre y cuando te guste este estilo de historia, ya que sino no creo que...
Oskar Santos debuta con este largometraje dramático en el cual cuenta la historia de Diego, un medico clínico, que se reconoce frío y distante con sus pacientes, cuya característica principal es que todos padecen enfermedades dolorosas y terminales. Del mismo modo se maneja con su familia; no tiene conexión emocional ni con su esposa o con su hija adolescente. Un día llega a la guardia una paciente que ha ingerido una gran cantidad de pastillas y está embarazada... la pareja enfrenta al médico quien recibe un disparo que le cambiará la vida... Un drama de hospital con un elemento fantástico que no se sustenta por si mismo ya que los personajes giran alrededor de este don mal explicado que adquiere Diego. El espectador requiere de una trama que haga honor al sentido de la palabra; un tejido donde las historias sean fuertes para poder sostenerse en el tiempo, y así entrecruzar este “algo” tan extraordinario que esconde la realidad, y vende el eslogan. Aquí E. Noriega (Diego) da el gusto a quiénes dicen que solo se trata de una cara bonita; victima de un personaje que va perdiendo el rumbo a medida que avanza el film hasta convertirse en uno digno de telenovela: Al mejor estilo ER emergencias, el clínico va conectándose con su paciente más dolido y se va dando cuenta lo importante que es la familia. Supo lucirse en El Espinazo del Diablo bajo la excelente dirección de Guillermo del Toro, conjugando armoniosamente lo fantástico, el suspenso y el drama. Mientras el protagonista trata de entender el don que le fue otorgado, son cuatro las mujeres que lo van complementando: una es su casi ex mujer, super comprensiva hasta el hartazgo, interpretada por Cristina Plazas (conocida por su rol de Marina en la serie Los Hombres de Paco , Tv Española). La segunda mujer que aparece en su vida es la enigmática Sara, quien trata de dar una explicación coherente al fenómeno, sin éxitos, la encarna Angie Cepeda (Sammy y Yo), luego entra en escena casi a los empujones Isabel, a quien debemos entender, sin preguntarnos demasiado, por flashbacks pobres, quien la personifica es Belén Rueda ( El Orfanato) y por ultimo la joven actriz Cara Lago ( El Club de los Suicidas) es la adolescente rebelde Ainhoa. Daniel Sanchez Arévalo (AzulOscuroCasiNegro y Gordos) ganador del premio Goya en varias ocasiones, es el guionista de este film, el cual tiene como uno de sus productores a Amenabar, quien nos supo atrapar como director con cintas como Tesis (1996) , Abre los Ojos(1997) y Mar Adentro (2004, ganadora del Oscar) y quien piensa que esta es “una historia que estimula”.... “una película sobre el dolor” Ni una cosa ni la otra; la historia no llega al nudo cuando comienza a desarmarse, no alcanza para el drama y lo sobrenatural se le escapa de las manos.
Producida y presentada por Alejandro Amenábar, la ópera prima de Oskar Santos (director del making off de "Mar Adentro") ofrece un relato que combina melodrama, ciencia ficción, suspenso y algunos toques de humor. La historia de un médico que tras un enfrentamiento violento recibe un "poder sanador" que le permite ayudar a desconocidos pero que, a su vez, afecta a sus más cercanos. Un trabajo que por momentos recuerda al film de M. Night Shyamalan "Unbreakable", con una primera parte interesante en donde se introduce este elemento sobrenatural, que luego se enreda en su desarrollo y no encuentra una forma original de resolverlo. Con varios personajes secundarios (mal desarrollados) que sobran y actuaciones poco convincentes de Eduardo Noriega y Angie Cepeda, "El Mal Ajeno" intenta emular el cine de Amenábar pero no logra convencer en ninguno de los géneros que se propone.
Las manos que curan... y enferman Con el aval en la producción del hollywoodense Alejandro Amenábar (Agora, 2009), con guión del experimentado Daniel Sánchez Arévalo (Gordos, 2009) y bajo la dirección del novel Oskar Santos, El Mal Ajeno (2010) se enuncia como un drama hospitalario que vira al thriller sobrenatural. Anclado en un médico que, como titiritero inconciente, maneja la vida y la muerte de una serie de personajes que conforman su micromundo, se vuelve sugestivo ante lo imprevisible de lo que cuenta y cómo lo hace. El personaje central que llevará los hilos de El Mal Ajeno recae en Eduardo Noriega (Plata quemada, 2000), quien interpreta a Diego, un médico de la unidad de enfermos terminales de un hospital. Recién separado de su esposa (Belén Rueda), enfermera en el mismo nosocomio, y con una hija en plena rebeldía adolescente (notable trabajo de Clara Lago), pasa su tiempo dedicándose metódica y obsesivamente a su trabajo. Una de sus pacientes (Angie Cepeda), que sufre de esclerosis múltiple, tiene un intento de suicidio y entra en coma irreversible. La paciente está embarazada y la “supuesta” pareja de la víctima, en medio de una crisis nerviosa, le dispara un tiro en el pecho al médico para luego suicidarse delante de él. Para sorpresa de todos, a Diego no se le encuentra ningún disparo. Es a partir de ese momento cuando sus manos empiezan a tener un don especial, con un giro dramático que no conviene develar para mantener la intriga del film. El Mal Ajeno es una propuesta narrativamente interesante por la forma en que se construye el relato y cómo evita caer en lugares comunes. Uno de los puntos más atractivos es la posesión de un guión solvente que no deja cabos sueltos. A pesar de que ciertas escenas puedan parecer descolgadas o carentes de sentido se irán resignificando a medida que la historia avance, completando de esa forma un rompecabezas fílmico que puede parecer fragmentario. Como la trama se construye a partir de un hecho sobrenatural no se le puede pedir verosimilitud al relato pero si una coherencia que en ningún momento se pierde, y ese es uno de los elementos más fuertes de una historia que va creciendo en intensidad dramática. Uno de los elementos que el film remarca, de manera casi metódica, es el del egoísmo humano. Cada uno de los personajes involucrados girará sobre su propio eje priorizando lo que para lo mejor para él, es así como cada uno tomará una serie de decisiones que, pese a creer lo contrario, terminarán siendo actos egoístas y que pondrán en crisis una vez más el debate de sobre qué es lo correcto para unos y que para otros. Oskar Santos nos conduce por el laberinto de la vida y la muerte a través de un thriller sobrenatural que más allá de algunos puntos flojos (algunas sobreactuaciones y un dramatismo en algunas escenas excesivo) llama la atención por contar con una historia potente que narrada desde la coralidad no sólo entretiene sino que logra hacernos pensar sobre si lo que creemos lo mejor resulta serlo.
El film cruza el melodrama con una trama de suspenso y elementos sobrenaturales "No mires, haz tu trabajo, pero no mires." La recomendación se la hace el doctor Diego Sanz (Eduardo Noriega) a su joven aprendiz, que se niega a seguir los pasos de su mentor, un reconocido médico que nunca se involucra personalmente con sus pacientes. Tanta frialdad se explica, en principio, porque el profesional trabaja con enfermos terminales a los que, pastillas mediante, les alivia algo del dolor físico que sienten. De las dolencias emocionales el doctor no se ocupa. Ni siquiera de las propias. Rodeado de tanta tragedia, el hombre no se decide a terminar con un matrimonio que ya no funciona y no consigue establecer una buena relación con su hija adolescente, rebelde de manual que la bellísima Clara Lago interpreta con torpeza. Su actuación es, sin embargo, la única nota de color de un film frío, tanto en su tono dramático como visual. Con escenas que transcurren casi en su totalidad entre quirófanos, salas de espera y habitaciones de hospital, la fotografía de Josu Incháustegui acompaña y eleva la calidad de un relato que mezcla géneros y no se decide por ninguno. El director debutante Oskar Santos parece haber tomado algunas lecciones con su productor, Alejandro Amenábar, experto en crear suspenso que bordea el terror y los sobrenatural. En los pasajes donde la película transita esos géneros, el interés crece, sin embargo decae cuando se aleja de ellos para acercarse al melodrama familiar y romántico. Mientras el personaje de Eduardo Noriega -que lo interpreta con contención y emoción- intenta mantener su insensibilidad ante lo que lo rodea, el mundo conspira contra él. Luego de que una de sus pacientes intenta suicidarse, la vida del buen doctor comenzará a desmoronarse. La muerte seguirá rodeándolo, pero ya no se acomodará a las explicaciones de la medicina que siempre practicó. En ese contexto conocerá a Isabel, la mujer quebrada emocionalmente que Belén Rueda interpreta con su destreza, aunque el guión no le dé demasiado material para trabajar.
Como "Dr. House", pero a la española Producida por Alejandro Amenábar, escrita por el últimamente prestigioso Daniel Sánchez Arévalo (unos años atrás, su película Azuloscurocasinegro fue todo un suceso de estima en España) y exhibida en los festivales de Berlín y San Sebastián, El mal ajeno es una prueba viviente del estado de deterioro en que se sume, desde hace tiempo, cierto cine al que alguna vez se consideró “de calidad”. Suma de serie televisiva-hospitalaria con película “seria” –de esas que tratan, se supone, temas “importantes”–, sin perder un muy hispano aire de contrición, esta ópera prima del bilbaíno Oskar Santos acumula tremebundias dramáticas, disparates de guión y una tesis de baratija de autoayuda, de esas que dan vergüenza ajena de sólo contarlas. Así está la qualité por estos días. La cuestión es así. Con canas, barba y gesto circunspecto, Eduardo Noriega es Diego, médico especialista en dolor que se ha pasado la vida reprimiendo el suyo, tanto como cualquier otro sentimiento que lo afecte, del signo que sea. Autoconvencido de que poco o nada puede hacerse para atemperar el dolor ajeno, Diego trabaja en una clínica que, por la extraña gravedad de sus casos, da la impresión de ser la sucursal española de la del Dr. House. No sólo el trabajo viene complicado para el Dr. Diego: se está separando de su mujer –que, tanto como para sumar dolor, trabaja como enfermera en la misma clínica–, al padre médico le hace tacto rectal pero no le detecta un tremendo cáncer y el leve escozor de la hija adolescente es sólo el anticipo de una gonorrea que –como si los avances de la medicina en las últimas centurias no hubieran llegado hasta allí– podría resultar mortal. ¿Es él el culpable de tanto horror alrededor o es esa maldita clínica la que empeora enfermedades? A partir de determinado momento será más bien lo contrario, cuando el Dr. Diego descubra que, como en un libro de Víctor Sueiro, sus manos curan. ¿Curan desde siempre? No, sólo desde que el amante de una paciente, furioso por su mala onda, le alojó un balazo a la altura de la clavícula. ¿Qué tiene que ver la bala con el poder curativo? Muy simple: se trata de un don transmisible, que en este caso se comunicó mediante un abrazo post-balazo. Una nena –hermana menor de su amante– se lo pasó primero al hombre que la atropelló y mató en una ruta, antes de sostenerla en sus brazos, y ahora ese mismo hombre se lo transfirió al médico, luego de intentar asesinarlo. No se trata de matar al prójimo para recibir el don, sino de abrazarse más. Por ese motivo, el Dr. Diego, tradicionalmente renuente a toda forma de contacto, anda ahora repartiendo caricias por las camas. Es como Patch Adams, pero con el aire de gravedad de un Bergman hispano.
El Shyamalan español Producida por el todopoderoso Alejandro Amenábar, escrita por el pretencioso Daniel Sánchez Arévalo (Gordos, Azuloscurocasinegro) y dirigida por el debutante realizador vasco Oskar Santos, El mal ajeno arranca muy bien (describiendo el micromundo de un médico en crisis interpretado con solvencia por Eduardo Noriega), deviene luego en una suerte de capítulo de E.R. Emergencias o Chicago Hope y termina como un thriller sobrenatural / espiritual (el protagonista tiene poderes especiales para curar con sus manos, pero no a sus seres queridos) con una búsqueda trascendente, grandilocuente, subrayada y ampulosa que remite a lo peor del cine de M. Night Shyamalan. Es una pena porque Santos demuestra que sabe construir climas (dramáticos y visuales), qiue es un buen director de actores (aunque hay personajes como los de Belén Rueda o Angie Cepeda que son abandonados a su suerte) y que con un guión entre manos menos pretencioso y obvio puede ser un más que digno realizador. Por lo pronto, El mal ajeno es una buena carta de presentación suya, pero -lamentablemente- no una buena película.
Consecuencias del vivir No es precisamente una casualidad que Alejandro Amenábar oficie de productor en la correcta El Mal Ajeno (2010), una propuesta que comparte con Mar Adentro (2004) tanto la temática relacionada con los pacientes terminales como el tono expositivo entre apasionado y humanista. Más allá de las similitudes a nivel general, resulta conveniente aclarar que la mayor diferencia pasa por una pequeña vuelta de tuerca sobrenatural que recuerda a la serie televisiva La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) y convierte al film en un melodrama fantástico con un pulso bastante lúgubre, de marcadas resonancias mortuorias. La historia se centra en Diego (Eduardo Noriega), un médico especialista en paliar el sufrimiento de hombres y mujeres cuyas enfermedades prácticamente no presentan posibilidades de cura. Insensibilizado ante el dolor cotidiano luego de años de profesión y con un matrimonio que marcha cuesta abajo, la pareja de una de sus pacientes le dispara porque lo considera responsable del intento de suicidio de Sara (Angie Cepeda). Al despertar no sólo descubre que el difunto atacante en realidad estaba casado con Isabel (Belén Rueda), sino que ha regresado con un don de sanación portador de una doble faz… Retomando el antiquísimo leitmotiv “poder especial, bendición y/ o condena”, la película saca provecho del contexto del relato, el hospital donde trabaja Diego y su esposa enfermera Pilar (Cristina Plazas), al tiempo que desarrolla varias vertientes narrativas en forma simultánea, aunque lamentablemente no todas con el mismo éxito: por momentos el guión de Daniel Sánchez Arévalo peca de ambicioso y no llega a cumplir sus promesas. En términos concretos la trama arranca con fuerza y -si bien mantiene el interés- de a poco se va desinflando a raíz de algunos estereotipos, un par de escenas melosas y cierta vacilación. A pesar de ello, la opera prima de Oskar Santos ofrece una progresión verosímil y el realizador en particular demuestra gran inteligencia en lo que respecta a la dirección de actores. De hecho, la labor del elenco es lo más destacable del convite: todos los intérpretes colaboran con talento pero Noriega vuelve a llevarse las palmas en una suerte de soliloquio camuflado y para nada egoísta (está casi siempre en pantalla acompañado de excelentes colegas). Dejando de lado la ausencia de originalidad y el desgaste del subgénero, El Mal Ajeno es una obra prolija y movilizadora acerca de las consecuencias fortuitas del vivir…
Anexo de crítica: El debut del director español Oskar Santos presenta más aciertos que desaciertos en este thriller con ribetes sobrenaturales que pretende reflexionar sobre el dolor y el compromiso emocional con el otro. Si bien la mezcla llega de manera equilibrada, el ritmo del film es cambiante y a veces el cambio de registro resulta demasiado abrupto perdiendo cierta consistencia de un guión muy bien escrito y estructurado que se concentra básicamente en el protagonista Eduardo Noriega, un médico de 40 años que trabaja en la unidad de dolor de pacientes terminales y que azarosamente descubre que tiene el don de sanar por imposición de manos a sus pacientes aunque eso signifique ciertos sacrificios y resignaciones personales. La reflexión sobre cómo involucrarse con el dolor propio y el ajeno; cómo enfrentar la muerte a diario forman parte de los pilares conceptuales que se desarrollan a medias en este interesante film español...
Un médico (Eduardo Noriega) se enfrenta a la tribulación que le provoca el descubrir el extraño e invaluable poder que tiene en sus manos: el de curar, más allá de cualquier pacto hipocrático, más allá de cualquier conocimiento aprendido en la facultad. Lo sobrenatural como norma, y el dolor como precio a pagar. Este largometraje del debutante Oskar Santos tiene el mérito de contar con buenas herramientas narrativas un drama con ribetes fantásticos que deriva hacia el suspenso hecho y derecho, pero sin apelar a demasiados lugares comunes, más allá de los guiños de un género que, a la hora de interpelar al público masivo, suele perder contundencia y ponzoña. El mal ajeno es, además, un film de terror (light) con densidad dramática, que abreva en aguas de una tensión bien llevada por un guión estructurado en torno al ¿poder? ¿maldición? que lo paranormal deposita literalmente en las manos del protagonista. No es difícil imaginar la misma trama y con elementos similares en manos del Claude Chabrol de los últimos años, pero lo concreto es que tenemos aquí a un director debutante, que si bien no entrega grandes momentos o escenas que puedan llegar a colocarse entre lo más intenso y atractivo del cine europeo, sí logra ofrecer una dosis de intriga suficiente intensa como para enamorar por un rato. El trabajo de Eduardo Noriega, cuyo personaje carga con el noventa por ciento de la responsabilidad dramática de la historia, es correcto, al igual que sus compañeros de cast, que suman a una narración compacta y precisa. El resto es buena ambientación, música ad hoc y una espesa neblina de clima bien llevado. Vale la apuesta.
Golpe bajo a golpe bajo Melodrama telenovelesco con tintes sobrenaturales que tiene como protagonista a un médico especializado en el tratamiento del dolor en pacientes terminales. Diego (Eduardo Noriega) es el médico en cuestión, quien luego de una discusión con el marido de una paciente, y con arma de fuego mediante, adquiere un extraño don que le traerá más problemas que soluciones. En la primera escena se presentan interesantes personajes secundarios, cada uno de ellos con diferentes dolencias, pero que al transcurrir el relato se van desdibujando, con excepción de uno que acaba siendo una pieza clave en la historia al adquirir un protagonismo que a otros bien les habría venido. Aunque de buena factura técnica, especialmente en la fotografía, el filme flojea en su argumento, agravado por un relato propio de teledramón vespertino. Si a eso le sumamos las actuaciones, correctas en general, pero marcadamente televisivas, el resultado es poco satisfactorio, más allá de las evidentes buenas intenciones.
Manos curanderas La opera prima de Oskar Santos tiene a Eduardo Noriega como un médico que casi muere y obtiene un don sanador. El título bien podría caberle al resultado de la película. En su opera prima, el vasco Oskar Santos contó con la producción de su amigo Alejandro Amenábar, un cineasta que en buena parte de su filmografía expuso su afición por lo sobrenatural o al menos por las historias de gente al borde de la muerte. Los otros , con Nicole Kidman, y Mar adentro son manifestación de ello. Y así es que El mal ajeno , para el espectador no avisado, puede pasar por una realización de Amenábar, ya que tiene muchos tópicos en común con su cine, no sólo en su trama, también en la utilización rimbombante de la música: otra demostración de lo altisonante, ostentoso y grandilocuente que es, por momentos, el relato. Guionista de algunos capítulos de Hospital central , por lo que el hombre ya estuvo entre internaciones y salas de operaciones, Daniel Sánchez Arévalo bosqueja una historia con tintes sobrenaturales a partir de un médico que suele no relacionarse con sus pacientes, que sufren enfermedades terminales. Pero una noche, cuando enfilaba para su hogar –igualmente resquebrajado con una hija a la que no comprende y a punto él mismo de separarse- recibe, más que palabras de denostación, un balazo de muerte por parte del amante de una paciente. Estando allí mismo, lo llevan al quirófano y, como de la nada, despierta. A partir de allí toda la película será cuestión de creer o reventar. Porque Diego comenzará -primero sin entenderlo, luego tendrá su explicación traída de los pelos- a curar pacientes con sólo tocarlos. Pero tiene sus consecuencias. ¿Milagro? ¿Obra de la santidad? Nah. El mal ajeno se desarrolla en lo básico en el sanatorio, y los personajes más apegados al doctor son mujeres. Su ex, su hija, la paciente, la esposa de aquel hombre que le disparó. Santos elige para el último plano precisamente a parte de su elenco femenino, y si es cierto que la primera y la última imagen de una película son como la firma del realizador, pues ahí tienen su importancia. Lo que en cierto modo molesta del filme es su tono. Pareciera que Santos quiere enrostrarle al espectador el “mensaje”, ya sea con fuertes imágenes o con diálogos que son más frases remanidas que intentos de comunicación. Sí contó con un elenco de notables, encabezado por Eduardo Noriega, Angie Cepeda (la paciente), Cristina Plazas (la ex), Clara Lago (la hija) y Belén Rueda (la esposa del que intentó matarlo). Todos muy descarnados y con las emociones a flor de piel.
El Doctor que cura Este thriller sobrenatural apadrinado por Alejandro Amenábar, director de Los Otros y Ágora, cuenta la historia de Diego, un médico acostumbrado a manejar situaciones límites en un servicio de emergencia. Diego, que con el tiempo ha logrado inmunizarse ante el dolor ajeno, luego de sufrir una situación dramática con una de sus pacientes, llamada Sara (papel interpretado por Angie Cepeda) y su pareja, provocará que raros sucesos comiencen a sucederle. El relato protagonizado por Belén Rueda, la actriz recientemente vista en Los ojos de Julia y Eduardo Noriega (quien trabajara con Pablo Echarri en El Método) narran una extraña historia donde se entremezclan las situaciones normales, pero dramáticas de los hospitales con actos fantásticos de salvación. La cinta seduce por lo atractivo de su narración, se sostiene muy bien por las actuaciones de los actores partícipes, además de la originalidad del guión. El Mal Ajeno fue dirigida por el realizador Óskar Santos, quien logró acercar aun más el dolor de los pacientes a quienes la vean y en especial a todos aquellos que trabajan con el mal ajeno.
EL QUE SANA Y ENFERMA Cinta de origen español que invita al espectador a la reflexión, con actuaciones muy correctas y un uso de los tiempos muy bien llevado, pero que nunca logra expresar su interesante premisa con originalidad y de manera profunda y, principalmente, cuya emoción se ve siempre amenazada por una fantasía que, si bien queda claro desde el comienzo cuál es su planteo, se intenta hacer lo más creíble y realista posible, produciendo así que muchas preguntas y escenas queden sin una justificación coherente. La historia se centra en Diego, un hombre que decidió continuar con la línea laboral de la familia y estudiar medicina. Él sabe que para triunfar en un hospital no tiene que vincularse sentimentalmente con sus pacientes, por lo que trata de no hacerlo y de enseñárselo a sus principiantes compañeros. Un día, sus principios se van a ver jugados cuando la historia de una mujer, quien intentó suicidarse, lo toca y siente un vínculo extraño con ella. A partir de ese momento, y luego del encuentro y planteamiento con el novio de la muchacha, su vida va a comenzar a cambiar, va a adquirir un poder especial. La cinta en todo momento, por la manera en la que los actores encarnaron a los personajes, por los planos que muestran las expresiones de cada uno de los intérpretes, por la forma en la que se decidió mostrar lo que sucede sin recurrir a efectos especiales o a otras herramientas características de este tipo de películas y, principalmente, por tratar de mostrarle al espectador los sentimientos y emociones de cada uno de los roles, desarrolla un realismo que juega con la temática "fantástica" o de ciencia ficción que aquí se plantea, y, aunque esto está muy bien logrado desde lo visual, argumentalmente se impide la justificación y que muchas escenas logren profundizar su sentido y que se den las necesarias explicaciones. Aquí el protagonista tiene un poder sobrenatural que le aparece luego del encuentro con el novio de Sara, la mujer que quiso suicidarse y, aunque nunca se dice directamente lo que a él le pasa, es el público quien tiene que descubrirlo, el realismo y la verosimilitud que se intentó plasmar en toda la narración se destaca al comienzo, pero mientras los minutos van pasando se va diluyendo y se va entrando en terrenos innecesarios y que carecen de la emoción de la primera parte. Es así, como esta cinta, que tiene una historia muy interesante y una trama que va cambiando los tiempos cronológicos para contar sus hechos, desperdicia la temática que toca y no la hace lucir. Por ejemplo, cada vez que una persona está enferma a punto de morir se crea un paralelismo con un nacimiento o una curación que aporta mucho sentimiento, pero que rápidamente se olvida y se corta con un primer plano al rostro del protagonista o alguna escena del pasado. A su vez, se juega siempre con el límite, llamando a la lágrima más sencilla posible. Todas las escenas en las que el drama se prioriza, se muestra una situación en la que un familiar o allegado al protagonista se está muriendo o está sufriendo, cosa que le aporta una innecesaria cuota de saturación y de poco realismo que molesta, que se va acumulando y repitiendo varias veces mientras los minutos van pasando. Pese a estos problemas, la cinta está muy bien actuada. Eduardo Noriega le aporta a su personaje, Diego, esa cuota de credibilidad y emoción que su personaje siempre necesita, pese a que él protagoniza una persona que no tiene demasiados momentos de felicidad y siempre lo rodea el dolor, impidiéndole mostrar diferentes matices en su rol. Belén Rueda aparece poco, pero cuando lo hace acapara la atención de la pantalla, en especial cuando muestra con expresiones la identidad de su personaje y esa desesperación que la lleva a alcoholizarse. Angie Cepeda, está muy bien, principalmente en sus escenas junto a Noriega. Bien fotografiada, cruda visualmente, con una intención satisfactoria y bien lograda por hacer pensar y reflexionar al espectador, pero con un guión que no se luce, con una temática muy interesante que se queda a mitad de camino y con un abuso de recursos dramáticos para hacer llorar y emocionar al espectador que cansa y se va repitiendo durante todo el transcurso de la narración. Una cinta sobre la vida y sobre las decisiones que tomamos para salvar a quienes más queremos, cuya intención por parte del director, no se ve clara ni concisa. UNA ESCENA A DESTACAR: la primera mitad, muy bien lograda visual, argumental y actoralmente (lamentablemente cae estrepitosamente mientras se acerca al final). A su vez, hay un error que sucede en la escena en la que Diego se hace una tomografía, que es un detalle, pero que en cierta manera interfiere en la atención del espectador (metal).
Esta primera película de Oskar Santos tiene los típicos problemas de las óperas primas: el querer contar demasiadas cosas, a riesgo de que no se entienda nada, y el no acogerse a ningún género determinado optando por un entrecruce sobradamente pretencioso para un director que se inicia en los largometrajes. "El mal ajeno" narra la historia de Diego (Eduardo Noriega), un médico que por trabajar en la unidad de casos terminales se ha inmunizado al dolor de los demás. Su vida personal es igualmente gris, con un matrimonio que no termina de estar separado ni unido, y una hija con la que tiene muy poca comunicación. Un día, el novio de una de sus pacientes, desesperado ante su indiferencia le dispara, y a partir de ese momento Diego recibirá un extraño don. Hasta aquí la película promete, porque además de contar con un grupo importante de actores y actrices (donde destacan Belén Rueda y Angie Cepeda), cuenta con el aval de Alejandro Amenábar como productor. Pero basta con ver media hora de la historia para que nuestras expectativas empiecen a caer en picada una a una, y "El mal ajeno" se convierta en un claro ejemplo de lo que es el no sentido, y la falta de conciencia para distinguir entre final abierto y final inconcluso. Noriega absolutamente desaprovechado, se ve obligado a dar vida a un personaje envuelto en una historia oscura (y hasta algo siniestra), que en ningún momento sabemos a cuenta de qué se produce (es decir, no queda claro que hizo o no en su pasado para merecer ese curioso don/castigo). Los personajes entran y salen en escena, con sus historias cargadas de dramatismo, y a medida que se desarrollan sus conflictos uno va perdiendo no solamente el interés, sino la capacidad de entender cual es la relación de todas esas tramas secundarias con la principal (que en principio era la de Diego). Sin lugar a dudas, la temática central de este film es la muerte. Pero no se dejen engañar, aunque atrás del mismo esté Amenábar, la forma de abordar el tema por parte de Santos es muy diferente. Más ligado a un culebrón televiso, que pretende mostrarse profundo, que a una verdadera película tendiente a abrirnos a nuevas reflexiones y preguntas. Como escribía al comienzo, muy probablemente el resultado de esta historia hubiese sido diferente- sospecho que mejor- de elegir el director el camino del drama, del thriller o la ciencia ficción, y no de todo ello junto como decidió hacer. Por estos motivos, y por otros tantos que surgirán a los ojos de quienes vean esta producción, es que "El mal ajeno" es uno más de los estrenos españoles del año preferibles de olvidar.
Con un estilo que combina un drama naturalista “de hospital” con el thriller y lo sobrenatural, El mal ajeno propone una historia fuerte y atrayente, impecablemente filmada y actuada. Pero algunas notorias influencias y cierta reiteración melodramática la resienten. De la mano de Alejandro Amenábar, el director debutante Oskar Santos narra lo que le ocurre a un médico muy profesional en su manejo de situaciones límite, pero que se ha inmunizado ante el dolor de los demás y esto le trae consecuencias importantes en su entorno afectivo y familiar. Un violento encuentro termina con una vida y revive la suya, y le traerá a aparejado un don relacionado con la sanación, por el que luego deberá pagar un precio muy alto. El novel director se basó en un guión del experimentado Daniel Sánchez Arévalo, y le sirve para demostrar su mano diestra y a la vez una indisimulable semejanza narrativa y estilística con su padrino artístico Amenábar. La trama avanza con sustento, buenos diálogos, y unas cuantas sorpresas que la enriquecen. Pero asoma el nítido recuerdo de la excelente El protegido de M.Night Shyamalan, mientras que Eduardo Noriega no puede evitar mimetizarse con el George Clooney de ER, junto a situaciones melodramáticas que se acumulan en exceso, restando ductilidad al film. Aún así El mal ajeno es una pieza valiosa y atrayente, con alguna metáfora interesante. Excelentes labores de Noriega, Belén Rueda y la joven Clara Lago, dentro de un elenco muy ajustado.
Diego es un médico tan acostumbrado a manejar situaciones límite que se ha inmunizado ante el dolor de los demás. Tras un inquietante encuentro en el que le apuntan con una pistola, sólo recuerda el sonido de una detonación y la extraña sensación de haber recibido algo más que un disparo. La primera impresión que se tiene frente a El Mal Ajeno es que se trata de un episodio largo de Grey’s Anatomy o ER Emergencias. Más allá de la comparación obvia al tratarse de una película sobre un doctor la cual transcurre en su mayoría dentro de un hospital, es la historia la que se va vinculando con el argumento de las series. Hay pasantes a los que se les permite participar de operaciones para que aprendan, hay relaciones entre médicos y también otras que involucran los pacientes, hay poco tiempo para la familia, y conflictos que se desatan cuando los internados estallan, afectando a todos los que los envuelven. En ese contexto es en el que transcurre esta película, abriendo el juego con muchas líneas argumentales que no terminan de desarrollarse. Tras recibir un disparo por parte de la pareja de una paciente, Diego (Eduardo Noriega) notará que algo en él está cambiando y afecta a los que lo rodean. El, un hombre que ha tenido que volverse inmune al sufrimiento de los otros, luego de esa traumática experiencia encuentra que tiene el poder de sanar a los enfermos. Como una suerte de John Coffey de The Green Mile (Milagros inesperados) absorbe los males de los demás, pero en vez de expulsarlos termina pasándolos a sus familiares. Se busca establecer entonces un dilema moral, ya que se debate entre elegir si salva a millones o si mantiene a su familia con vida, planteo que pierde todo tipo de sentido hacia el final cuando resulta que existía una tercera opción con la que todos ganaban. Desde el comienzo son muchas las puntas que abre, familiares, laborales, sobrenaturales, tanto del protagonista como de muchos otros personajes. Esto no puede ser considerado como un problema siempre y cuando se logre mantenerlas en marcha, no obstante cuando Oskar Santos se decide a privilegiar uno de los aspectos deja al resto de lado en el olvido. Sucede que en el transcurso de la película el director se decide a armar y desarmar parejas las cuales quedan en la nada porque lo único que acaba importando es el don/maldición que Diego posee. Es por esto también que la película se vuelve densa y repetitiva; hasta que Angie Cepeda literalmente le plantee al protagonista que está en una encrucijada y se desate el conflicto, algo que sucede a la hora y cuarto de película, esta se resumía a Diego comprobando que tiene poderes curativos con distintos pacientes, cada uno con su historia de vida. Esta constante vuelta sobre lo mismo acaba restándole eficacia a un relato que se fundamenta en una improbable disyuntiva ética, a lo que hay que sumar la resolución tímida y simplista por la que se opta, con tanto miedo de elegir una de las ficticias alternativas que se debe inventar otra aún más fantasiosa para quedar satisfechos.
El dolor y la esperanza, en estado puro Hace unos meses escribía (creo que en el blog, http://espectadorweb.livejournal.com), una nota sobre Shyamalan, donde subrayaba que no me parecía leal que "vendieran" "Devil" (La reunión del diablo, aquí), como "su" película cuando sólo había dado la idea general y se había ocupado de la producción... Bueno, aquí, la hábil campaña publicitaria se apoya en invitarnos a ver "El mal ajeno" como si fuera de Alejandro Amenábar, cuando éste oficia el mismo rol que Shylaman en esa cinta. Aunque sí, se nota, sutilmente, que la dirección ha recibido su sana influencia y tenemos la suerte de conocer a un proyecto de gran cineasta, como es...Oskar Santos. Hombre que viene de la televisión y que sorprende conduciendo a un cast fuerte y prestigioso, por un camino sinuoso (el guión aborda lo sobrenatural con cuidado respeto) hasta coronarlo en el cierre con sorprendentes resultados. "El mal ajeno" es una muy buena película, cuyo valor supremo es ofrecer una mezcla de géneros medida y exacta (tiene drama, suspenso y aborda lo fantástico con buenas bases), que conforma un producto intenso, atractivo y destacable y que es el punto más alto de la carrera de Eduardo Noriega. Sí, Noriega, aquel actor que nos deslumbrara en "Abre tus ojos" (1997) y que lleva casi 40 films en su currículum, es quien le termina de dar el salto de calidad a "El mal ajeno". Con el correr del tiempo y su decisión de diversificar sus trabajos, la experiencia le da a este intérprete una profundidad exacta para encarar un proyecto de esta envergadura. Se necesitaba un actor en quien depositar la identificación plena del espectador para poder atravesar las diferentes etapas que la película propone, desde un inicio frío y casi policial, hasta el surgimiento de lo místico en su máxima expresión. Sólo él odía hacerlo... Partiendo del guión de Daniel Sánchez Arévalo, esta Opera Prima de Oskar Santos es lo que definimos como... sencillamente un peliculón. Diego (Noriega), es un médico cuarentón que trabaja en una Unidad de Cuidados Intensivos y Emergencias para enfermos terminales. Su trabajo es tremendamente desgastante, a tal punto que ha afectado su vida personal y el trato con los enfermos que atiende. A saber, ha desarrollado una distancia instrumental enorme para poder sobreponerse al dolor de quienes reciben su atención. Se ha endurecido y entiende que esa coraza que creó lo ayuda a afrontar su día con todas las herramientas para atravesarlo. Cierto día, una paciente de su grupo que tiene esclerósis múltiple, llega al hospital en estado desesperante. Está embarazada (contra las recomendaciones médicas), y llega luego de una severa intoxicación por pastillas. Su pareja la ha traído a la guardia y exige respuestas a Diego del estado general de la mujer, Sara (Angie Cepeda). La misma será internada con pronóstico desfavorable, elemento que se mostrará crucial en la historia de aquí en más: la pareja de la suicida, Armand (Carlos Leal) buscará a Diego para pedirle explicaciones y amenazarlo en caso de que su mujer no atraviese su problema...De la peor manera. De aquí en más, no podemos anticipar más (en "El mal ajeno", todo debe descubrirse a su debido tiempo, nunca antes) pero sí les decimos que el director sabe que contar y cómo hacerlo. En el ambiente donde Diego se mueve, vemos clara la intención que se dibuja como idea medular: qué pasaría si la medicina fuera sólo una manera de enfrentar la muerte? Y si hubiera otras, listas a ser usadas en esos casos? Qué características debe tener un sujeto que se propone curar a los demás? Y que se entiende por "curar" a los demás? Hasta donde el hombre influye sobre la materia... Estos interrogantes y muchos otros desfilan por la cinta con sentido y peso específico propios. Las miradas se cruzan en la sala: todos sabemos que nos proponen en este viaje y elegimos subirnos, sin titubear. "El mal ajeno" es un ejercicio de descubrimiento poderoso: nos esperan 107 minutos donde la trama no nos dará respiro y al llegar al climax, sabremos apreciar el camino recorrido para disfrutar de ese cierre singular y único. Una gran película. No hay que perdérsela. Opción número uno para este fin de semana. Agendarla.
Estrena este film español que transita ciertos estadios del dolor ajeno y propio no reconocidos hasta que los bordes de lo ajeno y lo propio se tocan peligrosamente. Ser médico de un hospital es al menos un acercamiento a la angustia. Ser médico de enfermos terminales que sólo pueden paliar su dolor sabiendo que el fin se acerca es un gran dilema. ¿Cómo ayudar sin involucrarse? ¿Se puede ayudar si no hay empatía? ¿O es mejor hacer la gran House y no tener casi contacto con el dolor del paciente? Narrada visualmente en un 95% dentro de un hospital, Eduardo Noriega, en el papel del Diego Sanz, se ha desconectado de todo para mantener la debida distancia con el dolor de sus agonizantes pacientes, también ha puesto distancia con su mujer, su hija adolescente a cargo de Clara Lago y su didactismo hacia los nuevos residentes es: no mires, no te involucres. En distintos sucesos como el intento de suicidio de una paciente, un disparo que no acertó donde debía y otros avatares que a veces rozan el fantástico, otras el terror y muchas más, las menos afortunadas el melodrama, Diego Sanz deberá tomar decisiones. Algunas escenas descarnadas como las que acontecen en un hospital y algunos descarnados sentimientos que afloran a pesar de su protagonista, se unen aquí para dar como resultado una película que promete sorpresas hacia el final. Producida por Alejandro Amenábar y dirigida por el debutante Óskar Santos, el film hace un mix de géneros pero logra salir airoso. Buena oportunidad para disfrutar un poco de cine español que no siempre arriba a estas costas.
Mal de muchos... Básicamente lo que me impactó inicialmente de "El mal ajeno" fue su reparto, pero por sobre todas las cosas que en su afiche aparecía su participación en la Sección Panorama del Festival de Berlín y más aún que la producción del filme estaba a cargo de Alejandro Amenábar (a mi gusto, uno de los directores más interesantes del cine español actual "Abre tus ojos" "Tesis" "Mar Adentro" "Los otros" y la reciente "Agora"). Pero otro punto impactante es el fuerte arranque que tiene la película: Diego (Eduardo Noriega, casi un actor fetiche en el cine de Amenábar) es un médico que trabaja con pacientes que atraviesan situaciones extremas, críticas, y por lo tanto, maneja en forma cotidiana este tipo de casos en su trabajo en el hospital. Es por eso que la historia de "El mal ajeno", abre con un registro profundamente dramático, con los relatos de los pacientes que se encuentran atravesando situaciones de mucho dolor, de muchas complicaciones, de mucha tensión. Y en esta presentación, básicamente Diego se muestra como un médico insensibilizado ante el dolor de sus pacientes, que ha sabido crear(se) una coraza que le permita tomar distancia y poder continuar ejerciendo su profesión sin involucrarse necesariamente y en forma continua con el profundo dolor que atraviesan los otros. Pero apenas avance la historia, aparece un accidente que cambia la vida de este médico por completo. Y es a partir de este mismo episodio que también comienza a virar el tono de la película: la historia comienza a abandonar el eje dramático inicial, para comenzar a contar lo que le pasa a este médico en su vida personal y profesional, con un registro más cercano a una historia de elementos sobrenaturales e inexplicables. El director Óskar Santos en su ópera prima, logra crear un producto sólido a nivel técnico pero no logra conducir con firmeza un guión que a partir de la segunda mitad de la película comienza a tomar un rumbo incierto, abandonando por completo, todo el interesante trabajo de presentación del personaje principal que había desarrollado desde el inicio de la película. El guión elige internarnos en una historia más inmersa en el terreno de los elementos fantásticos y lo hace con un nivel de complejidad tal que todo comienza a enredarse y a perder el rumbo, la historia comienza a manejar otros elementos completamente discímiles -quizás demasiados elementos y explicaciones forzadas- que hacen que el interés de la historia comience a naufragar. Precisamente en el momento en que irrumpe lo fantástico en la narración, no es novedad que todo el mundo la compare con las historias de M. Night Shyamalan o cualquier capítulo de una buena serie americana en donde el drama y lo sobrenatural se conjugan. Aquí en "El mal ajeno", en cambio, la pérdida del dramatismo que tan bien crecía en la primer mitad del film y la aparición de elementos fantásticos dentro de la trama, la hunden en una especie de híbrido inclasificalbe, no porque exista la necesidad de clasificar en un género a todas las películas, sino porque no le permite a un guionista talentoso como Daniel Sanchez Arevalo (de la excelente "Azuloscurocasinegro") cerrar las lineas de la historia para que formen un relato compacto y convincente, sino que por el contrario, dispersan el foco del espectador y abren narraciones menos creíbles, menos sólidas. El mar de indecisiones en el que comienza a devariar la trama, deja incluso librados a una suerte demasiado dispar a los secundarios de muy buenas actrices como Belén Rueda ("Mar Adentro" "El orfanato") y Angie Cepeda ("Sammy y yo" "El amor en los tiempos del cólera" "Pantaleón y las visitadoras") a quienes se les hace muy dificil tornar convincentes sus participaciones y delinear sus personajes. Tras un buen arranque, finalmente Santos termina entregándonos un producto fallido e indefinido que sorprendentemente, tiene una factura técnica de gran nivel y un rol protagónico de Noriega, de magnética presencia en la pantalla.
UN MUY BUEN DRAMA FANTASTICO DEL CINE ESPAÑOL Diego es un médico que tiene a su cargo el sector del dolor , lugar donde se encargan de los casos terminales y donde tratan de hacer lo más llevaderos posibles los últimos días de los enfermos. Esto hizo que Diego se volviera bastante insensible tanto en lo físico como en lo emocional. Sara, una de sus pacientes, embarazada de 7 meses, intenta suicidarse. Armand, su pareja, al no soportar la situación, primero intenta matar a Diego y luego se suicida pero de toda la situación Diego solo se acuerda del disparo. Acontecimientos posteriores le harán pensar que había recibido algo más que un disparo de parte de Armand, algo que lo pondrá en algunas disyuntivas éticas y emocionales que solucionar. Esta es la trama de “El mal ajeno”, un film producido por Alejandro Amenábar, que vuelve a mezclar el drama con lo fantástico con las dosis justas y con guiones claros, inteligentes, profundos y compactos. Desde un tiempo a esta parte el cine español de este tipo (que comenzara con Tesis y Abre tus ojos que tuvieron como director y autor a Amenábar) van consiguiendo films realmente interesantes basándose en todos los aspectos que un buen film debe tener : Buenas actuaciones, buen guión, y una excelente dirección. Aquí el nobel de Oskar Santos logra con este film, una película que el espectador no va a poder olvidar con una actuación de Eduardo Noriega mostrando una madurez profesional fantástica, acompañado por un muy buen trabajo de Cristina Plazas, Angie Cepeda y la estrella de este tipos de films como es Belén Rueda (de quien se estrenara hace poco en nuestro país el muy buen film “Los ojos de Julia”). “El mal ajeno” es un excelente film del cine dramático-fantástico español.