Dios existe y vive en Bruselas. Sentado en su computadora, diseñó el mundo y probó habitarlo con varias criaturas hasta que finalmente se decidió por los humanos porque resultaron más interesantes de manipular y torturar para su propia diversión. Ese es el Génesis según su pequeña hija Ea, para quien dios no es más que el sádico tirano que la mantiene encerrada en su hogar donde la maltrata tanto a ella como a su madre. Cansada de soportarlo e inspirada por la rebeldía del hermano mayor que huyó hace tiempo, Ea decide bajar al mundo de los humanos para reclutar a sus propios discípulos y escribir un Nuevo Nuevo Testamento que pueda convertir el mundo en algo mejor. Pero para poder tener éxito en su misión, antes necesita despabilar al mundo y quitarle poder a su padre, para lo que se infiltra en su oficina y le bloquea la computadora no sin antes enviar un mensaje de texto a cada humano con la fecha exacta de su muerte. Deus ex machina: El mundo se tambalea ante el filtrado de una información que repercute en cada persona de forma diferente mientras Ea explora la ciudad en busca de sus seis elegidos y su padre, furioso pero despojado de todo poder sin su computadora, se lanza de cabeza a una ciega cacería sin considerar que al entrar al mundo comenzarán a aplicársele las mismas reglas que estableció para torturar a los humanos. Uno por uno, la hija de dios irá encontrando a los nuevos discípulos, cada uno de ellos dañado a su modo e incapaz de alcanzar la vida que desea tener o incluso de atreverse a cuestionar la que tiene. Pero fueron elegidos por ella porque les basta par de palabras precisas o un sueño personalemente diseñado para ponerse en movimiento hacia el cambio necesario y Ea no espera de ellos mucho más que eso, porque el Nuevísimo Testamento no será sobre deidades sino sobre gente común que atreviéndose a pequeños cambios ponga a rodar una bola de nieve que arrastre a otros. Y si por momentos parece que la historia es poco clara o que no va a ningún lado tiene que ver justamente con esto, lo que importa realmente son los personajes y cada una de sus pequeñas vidas porque si el viejo libro enseña a aceptar las penurias como una preparación para el después, una de las grandes enseñanzas que Ea quiere incluir en su nueva versión es que el final es mucho menos importante que el camino. Algunos deberán replantearse sus estándares de belleza o su propia identidad, mientras otros de sus seguidores se verán empujados por los pequeños milagros de la niña a reconsiderar lo que significa amar o simplemente abandonar la seguridad de la rutina para dejarse llevar por un camino desconocido. Para muchos, la muerte es un fuerte recordatorio de que están vivos, pero también que necesitan hacer algo más con eso. Por mas que fueron siendo modificados, los evangelios ya tienen siglos de antigüedad, el mundo no es el mismo que cuando fueron escritos y la gente que lo habita cambió mucho en ese tiempo. Ea representa ese cambio, ese despertar a otra espiritualidad y otras formas menos canónicas de buscar la felicidad que admiten que no signifique lo mismo para todos ni que exista una receta infalible para alcanzarla. El guión es simple pero fluido y aunque algunas acciones pueden parecer poco justificadas en general se pasan por alto porque buscan apelar a lo emocional mas que a mostrar una relación de causas y efectos, apoyándose bastante en la imagen y una propuesta estética onírica pero contenida que ayuda a llenar los huecos de lo no dicho. Quizás justamente por ese foco en lo visual más que en el diálogo es que varios de los intérpretes no tienen realmente oportunidad de brillar, pero la joven protagonista logra generar empatía desde un principio, convenciendo con ternura que tiene una misión sincera que no se queda en una simple rebelión de pre adolescente caprichosa contra su padre, quien a su vez nos dá motivos para despreciarlo en varios de los momentos más cómicos de la película. Conclusión: Como suele suceder con el realismo mágico, El Nuevísimo Testamento es mucho mas profunda de lo que pueden anticipar algunas imágenes que a simple vista pueden dar a entender que se trata de una comedia absurda o liviana. Aunque tiene una buena carga de humor ácido, es utilizado de forma crítica para reflexionar sobre nuestro tiempo en la tierra y lo que hacemos con él.
A no equivocarse por el título de esta nota, no estamos hablando ni de Dalma ni de Gianinna, tampoco de Diego y menos de su personalidad o talento, simplemente hacemos referencia a la protagonista de la nueva fábula surrealista El nuevísimo Testamento (2015), del belga Jaco Van Dormael, de quien se conoce poco y nada en los circuitos comerciales. Si hay algo que caracteriza al realizador de El octavo día (1996), para quienes hayan tomado contacto con su obra, es por un lado sus planteos existenciales y por el otro su férrea apuesta al humanismo. Como decía al comienzo, la protagonista de la historia es una niña de 10 años, cuya singularidad -siempre en los términos del verosímil del relato- es que se trata nada menos que de la hija de dios. Y ese dios particularmente es un déspota, maltratador, que necesita imperiosamente de una PC en donde pergeña todo tipo de maldades en su rol todopoderoso, y que ha encontrado, luego de varios ensayos, el chivo expiatorio ideal en la humanidad para hacer de la existencia un teatro macabro de operaciones y la plataforma de entretenimiento ideal para sus ideas y leyes que van contra la naturaleza, pero más allá de eso que nos hace menos libres de lo que creemos ser. La premisa entonces busca a partir de la rebeldía adolescente de Ea (la hija de dios) una serie de acciones en la tierra para poner en jaque el reinado y como contrapartida amparada por su hermano Jesús, quien tampoco se lleva bien con el padre, la búsqueda de nuevos apóstoles para escribir un nuevo testamento, puntapié de esta odisea de la pequeña Ea, cuando toma el toro por las astas. En ese sentido, lo primero que debe decirse de este opus es que desde el guion co escrito -por primera vez- junto a Thomas Gunzig se desarrollan algunas ideas interesantes para la reflexión, que lejos de encontrar respuestas generan más preguntas. Eso no significa que todas ellas encuentren un cauce para explotar, ni que sean funcionales a lo que en definitiva prevalece en el núcleo narrativo de esta historia. El detonante del cambio provocado por Ea responde a la transgresión máxima en donde quita el vínculo de dependencia entre los hombres y dios al revelarle a cada ser la fecha de su muerte. A partir de allí, la especulación sobre el sentido de la fe; sobre el libre albedrío y, más importante aún, sobre la existencia o no de un paraíso, eclosiona y define para el relato un camino en el que prevalecen las historias de los personajes y la figura de dios queda relegada en un segundo plano. La correspondencia no es antojadiza, porque el hecho de que dios quede desplazado por los mini relatos de seis personajes como lo plantea El nuevísimo Testamento (2015) automáticamente se traduce en que ese dios en la tierra es un personaje más sin su halo todopoderoso. Idea vital para que la película transite desde lo periférico para retomar el centro en algún momento, pero también limitante en términos de progresión dramática. Lo que hermana a los apóstoles que Ea encuentra en su periplo terrenal siempre se entrelaza en historias de amor, rechazo, dolor, tristeza y la abulia propia de aquel que tiene marcado un destino y no busca los caminos para cambiarlo. Hay a veces por parte de Jaco Van Dormael (Mr. Nobody, 2009) un intento forzado de generar un mecanismo surrealista para que su historia no recaiga en esa tristeza que arrastra cada personaje. Pero no deja de ser forzado ese tono, y mucho más cuando se busca el humor desde el absurdo, para que quede desdibujado otro tipo de planteo de mayor profundidad. Pero es innegable que la apuesta y la constante necesidad de identificación con los personajes es la brújula para seguir el juego, suspender cualquier tipo de reflexión o abstracción desde las propias situaciones planteadas en cada derrotero de Ea, sus apóstoles cotidianos y sin revelar el final, un desenlace que confirma la idea primaria de fábula surrealista.
El director Jaco Van Dormael, el mismo de Mr. Nobody, presenta El Nuevísimo Testamento. “Dios existe. Vive en Bruselas. Es un imbécil. Maltrata a su esposa y a su hija. Mucho se ha contado de su hijo, pero casi nada de su hija. Su hija, soy yo. Este es mi padre. Él es Dios”. Dios existe y vive en Bruselas. Así de disparatada es la premisa de El Nuevísimo Testamento y así se desarrollará durante su duración. Pero Dios no es para nada como lo imaginamos, como se cree que es. Dios acá es odioso, maltrata a su familia y utiliza a la humanidad como si fuéramos un juego, disfrutando cada pequeña maldad. Es quien dicta las leyes que dicen que la fila de al lado siempre será la más rápida, o la de que si se nos cae una tostada al suelo caerá del lado de la mermelada. Está casado con una mujer que nunca dice nada y en su lugar se pone a tejer, con su hijo Jesús que ya los abandono, tiene una hija pequeña llamada Ea. Es ella la que un día, cansada de todo lo que este Dios provoca, decide ir a la Tierra y juntar la cantidad de gente necesaria como para escribir un nuevo testamento. En esta era moderna, para vengarse de su padre, Ea envía el tiempo exacto que le queda de vida a todas las personas a través de un mensaje de texto. Así algunos estarán muy tranquilos sabiendo que hagan lo que hagan saldrán vivos, y otros se angustian por encontrarse de repente con menos tiempo del que creían tener. En su camino, Ea acompañará a sus apóstoles sin juzgarlos ni castigarlos. Cada uno de ellos tiene una historia, un pasado y un tiempo futuro por enfrentar. Así, el director expone su versión sobre temas universales, como la maldad, el sufrimiento, la fe y el libre albedrío. La película es una comedia dramática surrealista; si bien por momentos es delirante y graciosa, también logra llegar a ser muy emotiva, lo que hace de El nuevisimo testamento algo incluso más extraño de lo que podríamos esperar. Original y bella.
Encrucijadas de lo divino El tiempo más que generoso que se suele tomar Jaco Van Dormael para planear cada opus una vez más arroja un saldo positivo: El nuevísimo testamento (Le Tout Nouveau Testament, 2015) está cerca en términos cualitativos de su obra máxima a la fecha, la también esplendorosa Sr. Nadie (Mr. Nobody, 2009). Desde lo que podríamos definir como un punto intermedio entre el surrealismo poético de Jean Cocteau y la imaginación agridulce de Terry Gilliam y los Monty Python en general, las películas de Jaco Van Dormael se fueron abriendo camino de a poco gracias a un espíritu dubitativo e inconformista de rasgos propios, capaz de redescubrir el mundo que nos rodea vía la inocencia con el objetivo de sugerir preguntas en torno a las elecciones que tomamos a diario y los recorridos de vida que nos imponen y/ o nos autoimponemos de manera cíclica. Su último experimento en este sentido, El nuevísimo testamento, se mete de lleno en las fábulas bíblicas para asirse de aquellos planteos cruzados sobre la identidad que ya estaban presentes en sus obras anteriores, un esquema de ribetes borgeanos que juega con el conocimiento acumulado y los laberintos. La historia, como casi siempre en todas las realizaciones del belga, es tan ambiciosa a nivel conceptual como sencilla en lo que respecta a los enclaves narrativos principales y la dirección que suele tomar la trama. Dios (Benoît Poelvoorde) es un padre de familia abusivo que controla la creación mediante una computadora y vive en un departamento de Bruselas junto a su esposa (Yolande Moreau), una mujer sometida y fanática del béisbol, y su pequeña hija Ea (Pili Groyne), quien no tolera los atropellos de su padre. Cuando un día la joven descubre de improviso el sadismo de Dios para con los humanos, decide informar a cada hombre y mujer su fecha de muerte y rápidamente se fuga con la ayuda de su hermano Jesucristo (David Murgia), hoy una estatuilla en la habitación de la nena, con vistas a captar sus propios apóstoles y tratar de comprender los axiomas centrales del ecosistema terrestre. Así las cosas, Ea huye por un portal a través del lavarropas del departamento, consigue un “escriba” al paso, el homeless Víctor (Marco Lorenzini), y comienza un peregrinaje en pos de elevar el número de discípulos con seis de su cosecha personal, lo que en esencia es un homenaje a su madre porque 18 son los jugadores totales del béisbol y 12 los del hockey (el deporte favorito de Dios, de allí el número de apóstoles de Jesús en lo que debemos leer como una imposición paterna). Desde ya que el progenitor de la chica parte tras ella y en el trajín termina padeciendo las reglas feroces que vienen subyugando a la humanidad, esas que él mismo escribió con la finalidad de divertirse a partir del sufrimiento ajeno. Sin llegar a la virulencia satírica de Luis Buñuel, Van Dormael aprovecha con perspicacia las analogías entre nuestro devenir opaco como mortales y las miserias y encrucijadas divinas. Una vez más la exuberancia visual/ existencial del director, hermanada con la de autores en la línea de Wes Anderson, Michel Gondry, Jean-Pierre Jeunet y Charlie Kaufman, dispara dardos sutiles contra distintos preconceptos de la sociedad occidental en cuanto a la familia, el trabajo y el amor, adoptando una perspectiva nostálgica cuyo eje es la niñez enfatizando en todo momento que la contingencia de conocer la fecha exacta de defunción motiva a los individuos a replantarse sus prioridades y valorar más -en última instancia- la aptitud piadosa por sobre la pulsión de muerte y el odio más macro. El poderío retórico entrañable del que hace gala el film se concentra precisamente en la correspondencia entre las criaturas y sus creadores, entre el egoísmo propio y el de nuestros semejantes y entre la promesa de un paraíso y la ignorancia en relación a las posibilidades que ofrece el presente. Respetando el derrotero trazado por La vida es una eterna ilusión (Toto le Héros, 1991), El octavo día (Le Huitième Jour, 1996) y Sr. Nadie, sin duda la obra maestra de Van Dormael, El nuevísimo testamento es una propuesta prodigiosa y extremadamente bella que logra la proeza de unificar la fantasía mitológica con la comedia negra, el lirismo y el drama de especulaciones superpuestas, un combo todo terreno que apabulla con su riqueza filosófica y hasta nos regala una estructura narrativa tan coherente como certera. En un período en el que lo metafísico rara vez se da la mano con lo social y lo valioso a nivel discursivo (ya que desde el mainstream se pretende dejar contentos a los palurdos que reclaman entretenimiento vacuo o en su defecto, bodrios lavados y apolíticos), el régimen del desconcierto que maneja el belga suprime con éxito lo etéreo y lo profano.
El belga Joaco Van Dormael (Toto el héroe) dirige esta comedia de humor negro, extravagante e inteligente, sobre un dios miserable y maltratador del que se venga su pequeña hija, otrogando a los humanos la información de su fecha, la conciencia de su muerte. Con eso, el mundo cambia, claro. Disparatada, con momentos brillantes, una especie de sátira moderna y lúdica sobre la religión y la fe, con mucho humor negro y momentos absolutamente desopilantes.
Tiene algunos momentos hilarantes, pero en realidad, bien mirado, es un capítulo de Los Simpson donde Homero es Dios y Lisa, su hija. Piense en eso y tendrá más o menos todo el tono de la película, que cuenta qué pasa en el mundo cuando la hija enojada de la divinidad (un idiota que vive en un edificio horrible de Bruselas) decide contarle a todo el mundo cuál es la fecha de muerte de cada uno. Una película nada ofensiva, dicho sea de paso, y quizás eso sea lo que le quita fuerza.
La hija de Dios, rebelada El belga Jaco van Dormael ha sido desde siempre un director audaz, pero con El nuevísimo testamento redobla la apuesta con una sátira religiosa que en la comparación deja a los Monty Python como humoristas conservadores. "Dios atiende en Bruselas", dice el eslogan del film y lo hace de la peor manera. Dios (Poelvoorde) es un tipo violento, irascible, despótico y maltratador hacia su sumisa esposa (Moreau) y su tímida hija Ea (Groyne). Harta de los abusos, la chica decide vengarse enviándole a todo el mundo la fecha de su muerte. Cuando la gente se entera en su celular si le quedan años, meses o días de vida se desata el caos y Dios empezará a sufrir las consecuencias en carne propia. Dividida en varios episodios siempre con múltiples referencias religiosas, la película se centrará en las historias de varios personajes (posibles apóstoles): un asesino serial, un maníaco sexual, un niño que está por morir y quiere cumplir el deseo de ser una nena, profesionales que deciden cambiar por completo el rumbo de sus existencias y apuestan por la aventura, una muchacha que ha perdido una mano en un accidente e y hasta una sufrida esposa (Deneuve) que cambia a su marido por... un gorila.No todos los segmentos son igual de contundentes, pero en este film sobre el libre albedrío hay múltiples búsquedas y no pocos hallazgos. Una apuesta irreverente y llena de ideas que, en estos tiempos de cine previsible y calculado, se agradece.
DIOS, SUS CONFLICTOS FAMILIARES Y SUS CONSECUENCIAS Imaginarse un Dios en chancletas, divirtiéndose acumulando males para los humanos, desde los serio a las leyes de Murphy, ya resulta sorprendente. Más aún cuando maltrata a su esposa, critica a su hijo que por no seguir sus consejos temina en la cruz y tiene a una hija preadolescente que decide trasformar su mundo. Por eso el subtitulo del film de Jaco Van Dormael es “Dios atiende en Bruselas” Para este delirio que co-escribió contó con un elenco de estrellas Catherine Deneuve, Benoit Poelvoorde, Yolande Moreau, muchos efectos especiales pero por sobre todo el tono zumbón, divertido, critico que le imprimió a su creación. Los humanos conocedores de la fecha de su muerte dejan de angustiarse y se preparan a su manera, se elegirán nuevos apóstoles y sin el gruñón superpoderoso se encaminan a una vida un poco más gratificante. Divertida, trasgresora, naif y socarrona, la película es un divertimento gracioso y pensante.
EL director belga Jaco van Dormael -"Toto el héroe", "El octavo día", "Mr. Nbody"- propone una singular, ingeniosa y mordaz película combinando la comedia, el drama, la fantasía y humor irreverente, para una historia cuyo disparador es que sucede cuando el hombre vuelve a tomar conciencia de su propia muerte, pero explotado de forma cómica y poética. Contada en clave de fábula fantástica, con ingenio, humor irreverente, gags más lúdicos que subversivos y sin excesivas pretensiones intelectuales, El nuevísimo testamento plantea que Dios existe y vive en Bruselas, en un pequeño piso con su esposa sumisa -Yolande Moreau- y su hija muy rebelde Ea -Pili Groyne-, bajo el aspecto de un irascible padre de familia -protagonizado por el gran cómico Benoît Poelvoorde-, desaliñado, malhumorado, odioso y patético, que bebe y maldice permanentemente a todo el mundo y se divierte creando leyes en su computadora para amargar la existencia a la humanidad. Pero un día, harta de sus injusticias y maltratos, Ea se rebela a su padre y con la complicidad de su hermano mayor Jesucristo -cuya presencia se reduce a una imagen sobre un ropero que solo habla con la niña- decide ofrecer una nueva oportunidad a la humanidad y de paso fastidiar a su padre. Para ello hackaeará la computadora que rige los destinos del mundo enviando un SMS a los celulares de todos los seres humanos revelando el tiempo que les queda de vida, e huirá a la ciudad en busca de redactar un nuevo Testamento con seis nuevos apóstoles, variopintos y marginales, que se sumaran a los 12 conocidos -para hacer feliz a su madre ya que el equipo ideal es el de béisbol con dieciocho jugadores-, y así corregir las mezquindades de su padre instaurando una nueva era bajo el signo de lo femenino e inclusivo. Tras la humanización irreverente de Dios y una versión condensada -e hilarante- del Génesis, el relato dará lugar al conflicto central y éxodo de Ea en un divertido y cínico replanteamiento de la trascendencia del tiempo, del sentido que cada quien puede darle a su paso por la vida, y de la honestidad con los propios deseos. Y cómo la falta de libertad para dibujar el propio futuro y lo absurdo de cómo vivimos la mayoría nuestra existencia, sale a la luz cuando somos realmente conscientes de lo que indefectiblemente nos aguarda, más tarde o más temprano. El relato se va enriqueciendo con las seis historias que a veces se tocan y entrecruzan y es capaz de utilizar la voz en off conjuntamente con bellas imágenes oníricas -recuérdese esas dos manos buscándose y encontrándose-, con cierto barroquismo visual, vestuario y decorados llevados al límite, para explotar la teatralidad que los actos más cotidianos de la vida nos proporcionan y mostrando en imágenes cualquier pensamiento que se pronuncie, o sueño que un protagonista tenga. Todo sumado a una gran selección musical -desde Handel, Rameau o Purcell hasta la canción "La mer", de Charles Trenet- que toma verdadero protagonismo y se convierte en uno de los elementos más entrañables y simbólicos de la película. El nuevísimo testamento guarda ciertos parecidos con Amélie, de Jean-Pierre Jeunet, en cuanto en su estética y realismo mágico, y a Micmacs y Delicatessen, también de Jean-Pierre Jeunet, respecto al humor corrosivo e inteligente. A pesar de poseer personajes estereotipados, el encanto y naturalidad de Pili Groyne -galardonada en Sitges-, interpretando esa niña que vive casi en el anonimato a causa de la fama de su hermano y que creara su propia historia y legado con su cómplice más tierno, un niño que anhela terminar sus días cambiando de sexo; la gran composición de Benoit Poelvoorde como el Dios malhumorado, violento y casi perverso; acompañado de la infalible Catherine Deneuve y la reconocida actriz francesa Yolande Moreau, se encargan de justificarlos con acierto. Jaco van Dormael aprovecha para reflexionar sobre la evolución, el futuro y las nuevas tecnologías -El hecho de que sólo los que dispongan de móvil y puedan recibir un SMS de Dios tendrán sus días contados-, sin tomárselo demasiado en serio y dándose el lujo de jugar con los roles de género, de burlarse de ciertos prejuicios y posturas religiosas, amén de evidenciar lo absurdo de algunas interpretaciones que se hacen del libro sagrado. A pesar de cierta cursilería sobre el tramo final, que no alcanza a empañar ningún aspecto del film, El nuevísimo testamento refresca la pantalla con un cine original, divertido, políticamente incorrecto y estimulante tanto visual como argumentalmente, que a manera de fabula nos recuerda que sólo seremos conscientes de saber qué queremos si lo somos, también, de que nuestra vida es finita.
Una idea genial, y lo que la sigue Dios vive en Bruselas y maltrata a su hija, que se venga enviando a todos los humanos su fecha de muerte. Cuando una película parte de una idea genial, todo lo que siga por lo general tiende a disipar el entusiasmo, porque las expectativas se acrecientan y las realizaciones (básicamente, la continuidad de la idea en el guión) no suelen mantener un nivel tan alto de sorpresa. Algo de esto sucede con El nuevísimo Testamento, del belga Jaco Van Dormael. Dios vive, tiene una casa en Bruselas, es un déspota que maltrata a su esposa sumisa y a su hija Ea (su otro hijo, de iniciales J.C., falleció…), y la pequeña decide vengarse. ¿Cómo? Ingresa a la computadora de su padre y le envía a todos los hombres y mujeres del mundo la fecha de su fallecimiento por mensaje de texto. Y en la Tierra se desata el caos, o algo parecido. Si usted supiera que le quedan 3 días de vida, ¿seguiría trabajando? Muchos cambian su forma de vida, y Ea, que escapó de la casa a través del lavarropas (hackeado por J.C.) va en búsqueda de sus propios apóstoles, que serán seis, y de lo más extraños. Lo dijimos más arriba, el desarrollo no está a la altura, pero permite entre tanta irreverencias algunas sonrisas (un personaje, sabiendo que no va a morir, se lanza de un avión sin paracaídas; una apóstol, -Catherine Deneuve- deja a su marido por un gorila; otros apóstoles son un niño por morir que desea ser una niña, un obseso sexual, y así). Que Dios salga del lavarropas y sea apaleado por medio mundo, desde homeless hasta por un cura, no deja de ser una rareza. Como las muchas que ofrece este filme, bastante distinto a todo lo que suele estrenarse comercialmente entre nosotros.
Se encuentra divida en varios episodios y hay varios personajes. Esta es una comedia original, creativa, ingeniosa, con un humor negro atractivo, tiene momentos en los que te hace reír a carcajadas por sus situaciones cómicas y surrealistas, hay mucho de sátira, su narración es ágil y tiene ritmo. Además contiene temas: filosóficos, para reflexionar, pensar y debatir. Contiene momentos emotivos. Buena dirección, fotografía y guión. Dirigida por el director belga Jaco van Dormael. Fue preseleccionada por Bélgica para competir por el Oscar a Película Extranjera 2016, pero no fue elegida por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Un dios salvaje El nuevísimo testamento de Jaco Van Dormael pone en escena a un dios demasiado real, cuya hija se rebela en búsqueda de nuevos apóstoles. El filme es de un realismo mágico tan literal que funciona como una refutación de lo imposible. La premisa es tan contundente como un mandato divino grabado en piedra: “Dios existe y vive en Bruselas” reza el eslogan-sinopsis de El nuevísimo testamento, otro exabrupto del belga Jaco Van Dormael (Las vidas posibles de Mr. Nobody, Toto, el héroe). Entre Terry Gilliam y Jean-Pierre Jeunet, el director acude el realismo mágico para narrar una fábula de fantasía religiosa de lo más literal: Dios (Benoit Poelvoorde) efectivamente vive en un departamento ceniciento en Bruselas, donde emula los desagradables modales domésticos de Al Bundy de Casados con hijos: además de cínico y descuidado, es violento con su mujer (Yolande Moreau) e hija pequeña, Ea (Pili Groyne), que se rebela y envía a la humanidad vía mensaje de texto las fechas en que cada persona morirá. Ea escapará a la calle a través del túnel oscuro de un lavarropas, dispuesta a reunir a seis nuevos apóstoles para escribir un testamento de última hora en un mundo repentinamente obsesionado con la cuenta regresiva hacia el fin: el reclutamiento sirve de excusa para narrar cuentos de hadas sórdidos, entre ellos los de un erotómano que ve mujeres desnudas hasta en los supermercados y encuentra su amor perdido en un doblaje de película pornográfica (Serge Larivière), una mujer aburrida que prueba con un prostituto juvenil hasta hacer de un gorila su compañero ideal (Catherine Deneuve) y un niño afectado por una enfermedad mortal que cumple el sueño de transformarse en nena (Romain Gelin). Los flamantes apóstoles se irán infiltrando en La última cena con ánimo de collage humano a lo Asado en Mendiolaza a la vez que Dios sale al mundo en búsqueda de su hija. Sumado a todo lo anterior, no importa que Ea pueda oír la música interior de cada individuo o que recolecte lágrimas que no puede llorar, que un pez volador se deslice a media altura o que una mujer manca vea a una mano bailar en su mesa: cada fenómeno inexplicable de la película hace que esta sea más normal, más evidente, más apacible. El nuevísimo testamento parece en ese sentido una refutación de lo imposible, una manera de convertir lo mágico o increíble en un truco digital de rutina, y también un ejemplo de que se puede ser irreverente con la religión sin despertar ninguna clase de irreverencia. La alternancia entre planos generales en zoom y primeros planos colaboran asimismo con una sensación de encierro, de rusticidad, de maqueta sombría, como si Dios nunca saliera de su habitación añeja y la película no alcanzara a respirar para desplegar en serio su universo humano. De todos modos vale la pena seguirle el rastro a Jaco Van Dormael, un espíritu inquieto que todavía está en fase de reunir a sus apóstoles para asestar el golpe definitivo.
Notable dosis imaginativa de un director que nos visita en ocasión del estreno de su cuarto largometraje La presencia del director Jaco Van Dormael, en ocasión del estreno de “El nuevísimo testamento” (“Le tout nouveau testament”) y la oportunidad para este cronista de presentarlo en ocasión de la avant-premiere del martes 6 de diciembre me permite señalar su calidad humana y profundo sentido del humor. Los primeros minutos del film poseen una dosis de imaginación abrumadora cuando Dios (Benoit Poelvoorde), que habita insólitamente en Bélgica y se revela un ser despreciable, empieza su labor de creador. Imagina al hombre como diversos animales: jirafa, gallina, tigre, avestruz hasta que finalmente decide crearlo a “su imagen”. Su esposa (Yolande Moreau) nunca protesta pero es capaz de hacer milagros. Pero es su hija Ea (notable Pili Groyne) de apenas diez años quien, consciente de que su padre es odioso y un cabrón (salaud en francés), decide vengarse. Y para ello concibe un plan consistente en hacerle perder credibilidad. Dios se comunica por internet y ella envía un mensaje a toda la humanidad haciéndole saber a cada ser humano el número exacto de días que le quedan de vida. El título del film alude a la idea que tiene Ea de aumentar el número de apóstoles de doce a dieciocho de manera de poder escribir un “nuevo Nuevo Testamento”. Escapa de su casa a través del lavarropas y de ahí en más será perseguida por Dios, mientras va incorporando cada uno de los seis apóstoles adicionales. Todos seres muy particulares entre los cuales habrá una mujer (Catherine Déneuve) que abandona a su marido por un gorila, un niño que quiere cambiar de sexo, un asesino, un obseso sexual, un linyera y una mujer que pierde un brazo. La notable creatividad de Van Dormael arranca desde su primer largometraje (“Toto le Héros”) que ganó la Cámara de Oro en el Festival de Cannes de 1991 y que en Argentina se conoció algunos años más tarde como “La vida es una eterna ilusión”. Su segundo film “El octavo día” también participó en Cannes y muchos lo recuerdan porque en él actuaba junto a Daniel Auteuil el entonces joven Pascal Duquenne, con síndrome Down pero con grandes cualidades actorales. Lo notable es que ha participado en los cuatro films del realizador belga, quien señala que es un gran actor. Se lo ve brevemente en la película ahora estrenada. A destacar también la maravillosa banda sonora que incluye nuevamente una obra de Charles Trenet (“La mer”) y en varias oportunidades “El carnaval de los animales” que más de una persona reconocerá como la música con que se abren las películas del Festival de Cannes.
Sólo la hija de Dios podrá salvarnos Lo primero que puede afirmarse de “El nuevísimo testamento” es su carácter de inclasificable. Rezuma humor, pero no es una comedia clásica. Bucea en las emociones humanas, pero no es un drama. Se mueve en el terreno de lo sobrenatural, y no por eso se ajusta al fantástico. Ecléctica, cambiante, sorprendente, divertida, capaz de saltar de lo perverso a lo naif sin escalas, provocadora, de a ratos en extremo bizarra, la película del belga Jaco Van Dormael representa un desafío. Hay infinidad de ideas flotando por allí, tantas que la película propone un ejercicio permanente de análisis, de abstracción y de apelación a la memoria. Las historias se van abriendo, una tras otra, en una coralidad no del todo pareja. No hay un continuo en “El nuevísimo testamento”, en especial cuando Van Dormael cambia humor por construcciones existencialistas express. Por eso su película es tan original como despareja y, sí, pretenciosa. Dios vive en un departamento de Bruselas, con su esposa -una diosa sumisa dedicada a servir a su marido- y su hija, una niña llamada Ea (Pili Groyne) que es capaz de caminar sobre el agua y multiplicar los sandwiches (aunque a veces no se replica el jamón). Con el hijo mayor, al que llaman J.C., ya sabemos lo que pasó. Es un Dios despótico, resentido, cruel, que se burla de su hijo crucificado y espía a su hija cuando se baña, para fajarla después a cintarazos porque no sigue sus órdenes. Lo interpreta con brillantez el comediante Benoît Poelvoorde (foto). No es un planteo cómodo para el cristianismo y Van Dormael se encarga de subrayarlo a cada rato. Dividida en capítulos (hay génesis -imperdible-, éxodo, evangelios, pero no apocalipsis), la narración va fluyendo al compás de algunos hallazgos visuales y de una bella selección musical. Porque Ea escucha las canciones que albergan los corazones, y suelen ser muy buenas. Alentada por J.C., Ea conseguirá escapar del infierno hogareño. Primero se vengará de su padre -el método es de lo mejor de la película- y luego buscará seis apóstoles para escribir un “nuevísimo testamento”. No se plasmará allí su historia, sino la de sus discípulos, una variopinta galería de personajes unidos por la búsqueda de la felicidad. Entre ellos sobresale Catherine Deneuve, quien a los 73 años desarrolla uno de los papeles más insólitos de su carrera. Digamos que hay sexo e involucra a un gorila. No, no es una película sencilla, pero definitivamente vale la pena la experiencia. Se puede amarla u odiarla. Están avisados.
¿El mundo lo puede decidir una sola persona? Quizá es una de las preguntas que decantan luego de ver El nuevisimo testamento, dios atiende en Bruselas. Propone a dios como un trabajador más, con la responsabilidad de todas las vidas humanas, pero a la par de cualquier otro mortal. Bien bajado a la tierra. Con miseria, mal humor y bastante maldad, dios, que más que dios parece el diablo, decreta el rumbo de la vida del resto de los seres humanos. Ea, su hija, interpretada por Pili Groyne, para vengarse de su odioso padre, decide enviar la fecha de defunción de cada persona a sus teléfonos celulares. “Ahora no tienen miedo y pueden decidir qué hacer con sus vidas” dice dios, interpretado por Benoît Poelvoorde. Este film va hacia ese lugar, el ser humano informado y sin temor decidiendo a conciencia y concretando sus deseos. El director, Jaco Van Dromael, avanza sobre temas profundos desde el humor y con demasiados efectos especiales que le quitan la simpatía natural de las escenas. Hace citas a otros filmes, libros y buena música a lo largo de todo el relato. Cuenta con una buena actuación de Poelvoorde, transmitiendo toda la irritación de ese personaje despreciable. Y la actuación de la pequeña Groyne, que contrapone todo su amor al personaje del odioso padre. Muy buena fotografía, tanto en interiores como exteriores, dirigida por Christophe Beaucarne. Una película agradable, donde la muerte es un hecho llevadero y al parecer inamovible, donde sobre lo que hay de decidir es sobre la vida.
UN DIOS COTIDIANO Y VULGAR En el Informe sobre ciegos su protagonista, Juan Pablo Castel, se preguntaba acerca de la existencia de Dios y como podía esta ser compatible con las calamidades del mundo. Una de las respuestas que ensayaba postulaba que “Dios existe y es un canalla”. Una respuesta que tal vez podría convencer al realizador Jaco Van Dorael, por lo menos de lo que surge viendo El nuevísimo testamento”. Pero lo canallesco que el director belga muestra en el Dios de su película no tiene que ver con la tiranía de un monarca despótico como denuncian los ángeles rebeldes de El paraíso perdido sino con la mezquindad banal de un Dios cotidiano y vulgar en el sentido más prosaico y hasta berreta. Este Dios, que vive en Bruselas pero jamás se le ocurrió pisar la calle, que vive y trabaja encerrado en una casa con una esposa a la que somete y una hija a la que maltrata psicológica y hasta físicamente, es una criatura egoísta y cruel, sin otro poder que la sartén por el mango que le otorga su acceso a decidir a través de una computadora el destino de los seres humanos. Criaturas estas a las que creó por mero aburrimiento y a los cuales se divierte en torturar con desgracias arbitrarias y leyes exasperantes que no son otras que las archiconocidas leyes de Murphy. Esta situación de oprobio se trastoca con la rebelión de Ea, la hija maltratada de Dios que poco antes de huir del hogar paterno le intervine la computadora y le envía a todos los humanos la fecha de su muerte y la cuenta regresiva del tiempo que les queda sobre la tierra, con el consiguiente descalabro global. El nuevísimo testamento es una película que funciona a partir de una premisa, una idea que se puede formular en forma de preguntas: ¿Qué pasaría si supiéramos la fecha de nuestra muerte? ¿Cambiarían en algo nuestras vidas? ¿Daríamos un vuelco o seguiríamos como hasta ahora? Son estas preguntas existenciales. Y claro, esto no es Bergman, pero ahí están los grandes temas: la existencia de Dios, la muerte, el sentido de la vida. Y hay que reconocerle a Van Dorael el coraje de meterse con temas a los cuales la mayoría de los realizadores actuales le huye como a la peste. En ese abordaje tiene la inteligencia de aligerar la pesadez de esos grandes temas con el permanente ida y vuelta con lo cotidiano y trivial. Y también en apoyarse en el humor, un humor absurdo, seco, a cara de perro y mala onda. Hay además un uso ingenioso de ciertos recursos que hacen a la incorporación de lo contemporáneo: El mensaje con la fecha de muerte llega por mensaje de texto, Dios maneja todo a través de una PC hogareña, y el fenómeno de filtración es bautizado mediáticamente como Deathleak, en obvia referencia a Julian Assange y sus wikileaks. Le tout nouveau testamentLo más interesante del film viene por el lado de la propuesta visual, que está siempre ofreciendo una puesta cuidada y no naturalista. Una imaginería y una estética que se nutre del grotesco y también del comic adulto europeo, y que está emparentada con el universo de directores como Jean-Pierre Jeunet o un Tery Gillian menos sacado. La premisa es efectiva en principio y hace que el relato avance con interés, pero también da muestras de agotamiento cerca del final. La idea da para cierto abordaje filosófico existencial pero también para coquetear con la lección de vida, mientras el tono se va ablandando y poniendo sensiblero y ñoño. El retrato de los personajes es, por otro lado, bastante simplista y maniqueo, claramente dividido entre los personajes inocentes y los deleznables. La salida que se desprende finalmente es la de reiniciar en tanto barajar y dar de nuevo, reescribir un nuevo testamento basado en el libre aalbedrío No hay nada de malo en ello, son visiones, pero es notoria la distancia entre la propuesta inicial, más escéptica y oscura, y la que termina imponiéndose como una mirada optimista y hasta naif. EL NUEVÍSIMO TESTAMENTO Le tout nouveau testament. Bélgica. 2015. Dirección: Jaco Van Dormael. Intérpretes: Pili Groyne, Benoît Poelvoorde, Yolande Moreau, Catherine Deneuve, Laura Verlinden, François Damiens, Serge Larivière. Guión: Jaco Van Dormael, Thomas Gunzig. Fotografía: Christophe Beaucarne. Edición: Hervé de Luze. Música: An Pierlé .Duración: 114 minutos.
Imaginen que un hombre cualquiera puede ser Dios. Incluso, más bien, es un tipo de la peor calaña. Vive en Bruselas y se entretiene en una inmensa habitación repleta de ficheros del suelo al techo, con una computadora que no tiene nada de sofisticado (en conjunto, el ambiente recuerda a esa genial recreación de la burocracia de Brazil, mitad burla, mitad ciencia ficción). Este Dios –inspirado más bien en los terribles demiurgos de los gnósticos– tiene hábitos escatológicos, mal carácter y le encanta mandar al cajón a las personas con sólo apretar Enter. Dios vive con una mujer sometida y una hija rebelde; de su famoso hijo hay una estatuilla en el cuarto de la chica. Un día la estatuilla toma vida y le dice a su hermana lo que debe hacer para castigar al padre. Entonces la chica entra a hurtadillas en la gran habitación de comandos y hackea la computadora. Lo que hace, para enfurecer a Dios, es liberar todos los ficheros que dicen día y hora de la muerte de todos los humanos y manda ese dato crucial por SMS.La gente toma al principio los mensajes con sorna, pero cuando los medios empiezan a dar cuenta de que la profecía se cumple, el mundo entra en pánico. El director belga Jaco Van Dormael (Mr. Nobody) tiene un par de ases verdaderamente graciosos; por ejemplo, un muchacho que vive en excesos de fiesta en fiesta, a sabiendas de que vivirá más de cien años, mientras otro juega a tirarse de balcones, estilo Jacksass, desafiando a una muerte que tardará en llegarle. Mientras tanto, la rebelde va armando un equipo de nuevos apóstoles, cerrando un número que complazca a su madre (fan del béisbol), para salvar al mundo. Hay algo liviano y de realismo mágico en la película de Van Dormael, pero su gracia y humanismo la redimen. No sólo El nuevísimo testamento es un film entretenido sino que promueve reflexiones sobre nuestra aturdida humanidad.
Entre la cantidad de veces que Dios fue llevado al cine, la primera de estas que asalta la memoria inmediatamente podría ser Bruce Almighty (2003). Aquí se enseñaban las responsabilidades del propio Dios y demostraba que ser él no era nada sencillo, y quizás esta resultaba ser la moraleja misma del film. Le Tout Nouveau Testament, el film de gran recorrido en festivales que Bélgica ha elegido para competir en los Oscar, parte de la misma premisa pero con un tenor y desarrollo diametralmente opuesto. Dios no es empleado de un mostrador. Pero desde su hogar atemporal trabaja con toda furia para que el mundo sea un lugar peor. Dios es cínico, inconformista, cruel. Vive con su esposa e hija. Pero esto es solo una excusa para que Jaco Van Dormael, el director del film, exponga el verdadero drama del relato: las condiciones de existencia de la propia vida, la espera fatal por la muerte inevitable. Porque el problema surge cuando Ea (Pili Groyne) se insubordina contra Dios, su propio padre, y revela a todas las personas que componen la humanidad la fecha y momento exacto de su muerte. Aquí es el momento en que el film cobra la espesura más profunda; Ea, en su recorrido por la Tierra conoce diferentes personas y diferentes maneras de afrontar la muerte. ¿Cómo se vive una vida de la cual se conoce el final? Ese es el verdadero drama. Los conflictos de ser Dios, la comedia, el chiste. La acidez y el histrionismo de las situaciones que se suceden y que tiñen la generalidad de la narración, son el aporte adecuado y necesario para que el mismo no sea una intercalación heterogénea e inorgánica entre tragedia y comedia; a la vez que evitan esos golpes bajos que pueden provocar las tristes vidas de las personas que Ea conocerá en la Tierra. Entre los vastos recursos utilizados hay uno que logra un carácter atemporal e intimista. Los seis discípulos de Ea se encargan de desligarse de la trama para interpelar a un espectador que de pronto se encuentra identificado con un sentimiento miserable que envuelve la vida de estos personajes. De esta manera queda más abiertamente manifestada la pregunta inicial y justifica las acciones de los personajes. Jugar con la figura de Dios en una forma más palpable da el pie para las situaciones más absurdas y exageradas que, no obstante, dejan intacto el grado de verosimilitud que nos mueve hacia dentro de la historia por momentos y nos distancia por otros. Es por esto que las acciones más cuestionadas por la ética resultan en un humor tan incómodo y disfrutable en simultáneo, sumado al patetismo característico de estos individuos. El film, igualmente, no se olvida de la trama que da lugar a toda esta interrogación, la que involucra a Dios y Ea, pero es evidente que esta pasa a segundo plano con una resolución simple y que contrasta levemente con la oscuridad que se venía tratando. Dios es casi un ser humano más, sino peor porque es todopoderoso. Saber el momento exacto en que la muerte toca la puerta, es lo que le da el poder. Una vida azarosa regida por el miedo es de pronto una puerta hacia el vivir de la forma más preferible posible, un renacimiento hacia la verdadera felicidad. Y en un estilo tan extraño y ambiguo como el de Le Tout Nouveau Testament queda claro que, cuando Dios pierde el poder, la segunda opción depende de cada uno.
DIOS ES MUJER El nuevísimo testamento es un film que propone una historia que podría tildarse de algo infantil pero que en realidad plantea un interesante ejercicio de reflexión sobre la vida humana, la necesidad de las creencias religiosas y la forma de vivir nuestra efímera existencia. La historia que se presenta es la de Ea, hija de Dios, hermana de “J.C”, quien cansada de los maltratos de su padre y de cómo este se burla y juega con el destino de todos los humanos, decide rebelarse contra él huyendo de su casa y revelando a todos los hombres el tiempo de vida que les queda. Interesante paradoja existencial. ¿Qué harías si supieras el tiempo que te queda por vivir? Múltiples son las respuestas que la película aborda, las cuales van surgiendo a medida que la acción dramática se centra en la búsqueda por parte de Ea de seis nuevos apóstoles, ya que como su hermano “J.C” se lo reveló, dieciocho es mejor que doce. En esta búsqueda, la pequeña niña transforma la vida de estos seres, quienes, al dar testimonio en el nuevísimo testamento, abordan de forma reflexiva el tiempo de vida que han vivido, el que han malgastado y el que aún les queda por vivir, ensalzando el deseo de concretar sus verdaderos anhelos. Este film belga es entretenido y bello desde lo visual, lo narrativo y desde el trabajo de los actores. Con una gran influencia del francés Jean-Pierre Jeunet en su famosísima Amelie (2001), la película presenta la historia mitad relatada por un narrador omnipresente, mitad visualizada materialmente en el devenir de los hechos. Además, la puesta en escena, los colores, los encuadres en sí mismos, el trabajo con la cámara y el hermoso personaje de Ea, nos remiten al periplo de la heroína Amelie, quien busca concretar su deseo en este mundo al que parece no pertenecer. Destacable es también la banda sonora, con canciones tan bellas como las tomas artísticas que abundan. Sin revelar nada más, se tendrá que ver la película a fin de poder adherir o no a los postulados implícitos que la misma propone mientras expone entre líneas una gran crítica a la intervención cotidiana de la tecnología en nuestras vidas, la idea del destino, la voluntad de poder (planteada desde lo niesztchiano) y hasta qué punto tenemos control sobre nuestras vidas, aunque de ser así no es sólo percibir ese empoderamiento sino reflexionar para qué lo usamos, ya que vivir no es sólo existir: se trata también de disfrutar el viaje.
Allá por 1995 un nuevo clásico del soft rock de la mano de Joan Osbourne nos preguntaba ¿Y si Dios fuese uno de nosotros? Figura imposible de definir, Dios ¿Cómo retratarlo? ¿Cómo recrearlo? Existen abordajes de todo tipo, sin ir más lejos un Dios terrenal pudo verse en la comedia de 2003 Todopoderoso. El Nuevísimo Testamento se hace el mismo planteo, también dentro de la comedia, pero desde una perspectiva muy diferente al film de Tom Shadyac con Jim Carrey. El belga Jaco Van Dormael no es un realizador con una carrera prolífica en sus más de veinticinco años de trayectoria. Pero se podría decir tranquilamente que cada uno de sus films es memorable y ampliamente celebrado. Con su nuevo opus, el realizador de Toto Le Heros y El Octavo Día, lo hace de nuevo; no estamos frente a un film que pase desapercibido. Sí, Dios (Benoît Poelvoorde) vive entre nosotros, maneja todo desde una computadora y lejos de parecer esa figura enorme, tiene una familia con la que vive en un departamento de Bruselas. La relación con la familia es algo compleja. Su mujer, de la que no sabemos su nombre (Yolande Moreau) se sumerje en la pasión por béisbol para eludir el trato al que es llevada por su marido. Tiene a su hijo Jesús (David Murgia), pero también tiene una hija Ea (Pili Groyne), problemática, rebelde, y el centro del problema. Desilusionada con la labor de su padre, Ea decide tomar cartas en el asunto, e informa a toda la población la fecha de su muerte; tras lo cual, emprende fuga. Dios deberá salir en busca de su hija, que está congregando a sus propios apóstoles. En el medio, será “el creador” quien se dé la cara contra el piso frente a lo que él mismo creo defectuoso por puro divertimento. Prolija desde lo técnico, con un desarrollo argumental que no se puede adelantar demasiado, pero termina siendo más sencillo de lo que parece por su premisa. Van Dormael arma su relato en base a un juego de capas sobre capas, llena de ironía y negrura, que puede dejar a algún espectador afuera. El conjunto de interpretaciones acepta el juego y se luce, y hasta allí podremos ver a Catherine Deneuve. Lógicamente, quien brilla es Poelvoorde, con una actuación compradora. Hay algo de lirismo y no siempre se captará todo lo que sucede sino se tiene una base previa; muchos gags juegan el hilo de la actualidad tamizada por la religión. Nada que haga que aun no comprendiéndose en su totalidad pueda disfrutarse, y si se adentra en un 100% al juego el placer cinematográfico estará asegurado. El director de Mr Nobody realiza una apuesta fuerte al combinar una temática arriesgada con un tratamiento más coloquial, y el resultado nos hace acordar por momentos a los celebrados Monty Python aun en un tono más relajado y cercano a la comedia europea/francesa. ¿Qué pasaría si Dios fuese uno más? ¿Un extraño en el bar? El Dios de Van Dormael sí que es imperfecto, y eso en parte nos hace sentir mejor a nosotros mismos.
En su último film, el realizador belga Jaco Van Dormael vuelve a trabajar con un tópico que lo atrapa desde sus anteriores realizaciones, la fe. En esta oportunidad ha imaginado un universo particular en el que una niña cansada de sus padres decide avanzar en destruir el orden establecido. No es un dato menor que el padre de esta niña es Dios, y que su particular mirada sobre la existencia del hombre ha sido tan transformada desde que decidió alejarse del hogar en “El nuevísimo testamento: Dios atiende en Bruselas” (2015). Con una mirada cínica sobre la trampa en la que la sociedad se ha transformado, un lugar en el que el respeto por el otro se ha perdido y las diferencias no existen como entidad indisoluble de los hombres, Ea, la protagonista, decide aceptar el desafío impartido por su hermano (Jesús) para sumar varios apóstoles y así terminar por configurar un nuevo orden. Desatendiendo a la prohibición de acercarse al cuarto en el que su padre mantiene un enorme archivo sobre los hombres y una vieja computadora funciona como centro de atención y dirección de enmiendas y leyes, la niña trastoca esos “mandamientos” para poder, convocar a un nuevo testamento que direccione todo. Pero la tarea no será fácil, primero deberá robar los archivos de los nuevos apóstoles, hombres y mujeres de carne y hueso, cada uno con sus particularidades, que además se presentan como seres inaccesibles. Antes de contactarlos decidirá revertir el poderío de Dios sobre la Tierra enviándoles a todos los seres humanos la próxima fecha de defunción de cada uno, para, así, delimitar su campo de acción con cada uno de ellos. Ante la finitud de sus existencias, muchos deciden aceptar la noticia de manera natural, por lo que Ea debe actuar rápido para que su mensaje de aceptación, amor, felicidad y, principalmente, de ser uno mismo, tenga efecto antes que Dios también se apersone en Bruselas y decida tomar parte en el asunto. Visualmente atrapante, pero con algunas lagunas en la narración, “El nuevísimo testamento: Dios atiende en Bruselas” marca un loable esfuerzo por parte del director para elucubrar una historia contemporánea en la que la religión es sólo la excusa para reflexionar acerca de la razón de ser del hombre y su comportamiento. Como un catálogo furibundo de fobias, manías, y, principalmente, de conductas y estereotipos, en la búsqueda de Ea de los nuevos apóstoles hay también una búsqueda iniciática que repercute en una experiencia épica para ella y todos aquellos a que contacta. Un asesino, una bella mujer con un defecto, otra abandonada a su suerte que decide emparentarse con un animal para ser tenida en cuenta, un niño al borde de la muerte que quiere sentir la vida de otra manera, son sólo algunos de los personajes con los que Van Dormael apunta a quemarropa al espectador para hacerlo tomar conciencia de la importancia de respetar y ser respetado en un mundo cada vez más vacío. Mención especial para Catherine Deneuve y su divertida interpretación, síntoma de una clase particular y su subversión.
Este film sabe sostenerse entre un cándido surrealismo y una metáfora capaz de aglutinar una portentosa imaginería y la re lectura de los mitos creadores.