Adiós a este grupo variopinto de personajes que supo combinar en dosis exacta el humor, la ironía, la acción y la aventura para conquistarnos en cada entrega. En esta oportunidad, el saber de su despedida, impulsa una ráfaga nostálgica a lo largo de todo el relato. Una verdadera fiesta que reposa su mirada en cada uno de los protagonistas, los empodera, y los deja librados al azar, para, quien sabe, volver en algún momento a la franquicia, o no.
Whatever happened to all this season’s Losers of the year? Every time I got to thinking Where’d they disappear? Y SI NOS QUEREMOS TANTO… La tercera -y, según parece, última- película de James Gunn para Marvel Studios comienza en una nota mucho más ominosa que el tono festivo y juvenil al cual nos acostumbraron las dos anteriores entregas de Guardianes de la Galaxia. La melodía taciturna de la versión acústica de Creep (aquel himno al misfit con el que Radiohead firmó una de las canciones fundamentales de los 90′), acompaña las imágenes y asistimos a la perturbadora imagen de una mugrienta jaula de laboratorio, llena de mapaches bebés asustados. Una mano gigantesca abre la jaula y se cierne sobre uno de los animalitos, que ha quedado rezagado y contempla esos dedos enormes que se acercan. La tecnología digital hace lo suyo y los ojos del pequeño mamífero se convierten en los de Rocket Raccoon, el mapache antropomorfo modificado genéticamente que forma parte de los Guardianes y -cada vez que alguien lo da por asumido- aclara que no es un mapache. Es una gran apertura, que funciona tanto en términos narrativos como de lectura sobre aquello que convirtió a la saga de Guardians en una de las joyas de la corona de Marvel Studios: la idea de que un grupo de inadaptados -cada uno, el último orejón de su tarro- podían también ser héroes. La franquicia también contaba con el arma poderosa del humor que, si bien ya era parte de las películas del sello, jamás había alcanzado esos niveles de disparate, lisergia y absurdo. Pero estamos hablando de una película cuya primera entrega está a punto de cumplir diez años y, en el medio, han sucedido muchas cosas: desde el muy público despido de James Gunn (en lo que acaso haya sido el paroxismo del furor cancelador en Hollywood), su paso por DC para dirigir The Suicide Squad y posterior recontratación, hasta una suerte de fin de ciclo en la narrativa de Marvel (con el doblete de Avengers: Infinity War y Endgame) y el gradual -pero inevitable- declive del interés del público en las películas de superhéroes en general y las de este sello en particular. El corolario es que Vol. 3 llega seis años después de la entrega anterior y opera como desconociendo que todo aquello que la hizo fresca alguna vez está, de a poco, desvaneciéndose. Si la película termina conservando cierto atractivo, es porque Gunn es realmente bueno creando gags (en esta ocasión, le regala al Drax de Dave Bautista algunos de los mejores) y porque aprovecha su despedida para empujar un poco los límites del tono, con algunas imágenes viscerales que bordean lo terrorífico y una extravagancia estética que remite a la ciencia ficción de la década del 60′, más cerca de Barbarella que de Star Wars. El relato -que es muy simple, pero el desparejo guion torna tumultuoso- pone a los Guardianes en busca de una cura para Rocket, herido en combate por el poderoso Adam Warlock (Will Poulter), un villano que se presenta temible pero devendrá comic relief junto a una Elizabeth Debicki criminalmente desaprovechada. El verdadero adversario resulta ser el Alto Evolucionador (Chukwudi Iwuji), un genetista megalómano carente de cualquier límite ético a la hora de conseguir su objetivo: construir una sociedad de individuos perfectos, funcional y ordenada. A lo largo de una serie de flashbacks (intercalados con el presente mediante unos ramalazos de blanco casi telenovelescos) se nos cuenta en paralelo el origen de Rocket, víctima de los crueles experimentos del Alto Evolucionador junto a otros animales indefensos. En términos simbólicos, la idea de oponer a los Guardianes -esa improbable familia de inadaptados-, a un megalómano obsesionado con la perfección, resulta muy apropiada para dar cierre a la trilogía. También, con algo de malicia y otro tanto de imprecisión (ya que, según parece, el guion estaba cerrado antes del despido) se puede leer como un dardo envenenado hacia esos ejecutivos que tan prestos estuvieron a soltarle la mano a uno de sus mejores empleados. Una última lectura puede hacerse en torno a la figura de Gunn, director que pudo consolidar cierta autoría dentro del think tank de la fábrica de películas más exitosa del mundo y que ahora se despide haciéndola gastar una fortuna, de la manera más estruendosa, estrambótica y desbordada posible. Sin embargo, y para pasar al territorio de lo concreto, cabe aclarar que quien se meta en la sala pensando encontrarse alguna transgresión de la fórmula, no la encontrará. Lo que continúa siendo llamativo es la manera en que, a pesar de tratarse de un cine que tiene su basamento en conflictos firmemente clásicos, se opera constantemente en torno a la dilución de los mismos. No estoy hablando de la omnipresencia del gag (que sí, a veces aparece como acto reflejo para alivianar cualquier esbozo de profundidad psicológica): se trata del sistemático planteo de expectativas que eventualmente se desbaratan, particularmente en torno a la muerte de varios personajes. La sensación que deja el final es más de pausa que de conclusión, en un cierre muy emotivo que maquilla que lo que estaba en juego era más bien poco, aunque las intenciones fueran buenas: Guardians of the Galaxy Volume 3 es una fábula antiespecista que consigue algo siempre difícil, lograr que un animal animado por computadora nos conmueva como si fuera real. Posiblemente, a lo largo de casi 10 años, Gunn se haya encariñado demasiado con estos personajes como para darles un final definitivo; probablemente sea el público quien esté dispuesto a hacerlo por él.
En 2017, cuando se estrenó Guardianes de la Galaxia Vol. 2 escribí: " Marvel en su máxima expresión en un ámbito en el cual la fórmula no opaca la obra." Esa película me había gustado bastante, tanto que le puse un máximo puntaje. Sin embargo, con el paso del tiempo perdió potencia y al día de hoy me resulta bastante inferior a la primera (esta si que se mantiene bien alto). En cambio, el Volumen 3 se acerca mucho más a la de 2014 en cuestión de impacto. Es un cierre genial y no pensé que me iba a emocionar tanto (hubo secuencias en las cuales lloré mucho). Y allí radica la grandeza de James Gunn, quien película a película crece mucho como realizador. Aquí lleva al extremo aquello que se propuso hace casi una década: que nos preocupemos por un mapache digital. Y eso es solo un aspecto, ya que su narración, creación de climas y puesta de cámara es lo mejor que ha tenido Marvel por lejos. Más aún teniendo en cuenta que el estudio no ha podido generar algo realmente bueno post Avengers Endgame (2019). Este film sirve como punto final para la trilogía y es un capítulo que no afecta en nada a lo que pasa en el MCU. El elenco vuelve a estar genial más allá de Rocket y su otro compañero digital (Groot). Chris Pratt esta vez con un peso más dramático al igual que Zoe Saldaña. En cambio, Drax (Dave Bautista) y Mantis (Pom Klementieff) siguen con su humor muy bien insertado. Otra cosa para destacar es la violencia más gráfica que vemos y que es la primera película de Marvel en donde utilizan el insulto "Fuck". Esto acompaña el dramatismo ya mencionado y termina por dar un tono diferente. O sea, tiene la fórmula Marvel, pero usada de manera muy inteligente. Guardianes de la Galaxia Vol 3 es un peliculón que vuelve a subir la vara en un género que viene castigado.
La entrega final de los Guardianes de la Galaxia ofrece el espectáculo más decente que brindó la franquicia Marvel desde Avengers: Endgame al mismo tiempo que concluye la historia gestada por el director James Gunn de un modo satisfactorio. Sin llegar a ser una producción emblemática al menos se percibe un poco de corazón y cariño por los personajes y por sobre todas las cosas un poquito de contenido comiquero; un elemento que brilló por su ausencia en las ofertas de este estudio en los últimos años. Esta entrega en particular no es otra cosa que una emotiva carta de amor al Rockett Raccoon de Bill Mantlo, un personaje marginal de nicho por el que el director expresa su clara predilección. Durante el desarrollo del espectáculo queda la impresión que las entregas previas fueron una excusa de Gunn para narrar su interpretación personal del origen del mapache Una premisa que toma el riesgo de abordar un contenido más turbio con el fin de darle un descanso a la tontería que prima desde hace un largo tiempo en esta saga. Una sorpresa si tenemos en cuenta el contenido del segundo film de los Guardianes donde el foco de atención se concentró en las situaciones humorísticas. En aquel episodio los chistes no daban descanso y arruinaban momentos como el funeral de Yondu (Michael Rooker) que podían haber tenido otro tono. En la nueva película Gunn corrige estas cuestiones y entrega una obra más equilibrada que retoma el espíritu de la primera entrega. Si bien el humor está presente porque es parte del estilo narrativo del director en esta ocasión no es tan avasallante y cuando tiene que encarar situaciones dramáticas va al hueso y golpea sin anestesia. Dentro del origen de Rockett el cineasta se excede por momentos con algunas situaciones crueles relacionadas con el maltrato de animales que pueden resultar un poco perturbadoras en los más chicos acostumbrados a la comedia simplona de Marvel. No obstante, el resultado es un espectáculo que al menos despierta una mínima reacción emocional en el público, algo que desapareció en este género hace tiempo y ese es un mérito del film que no se puede ignorar. Hacia la mitad del conflicto la trama abraza la identidad comiquera con una misión de los protagonistas que evoca esa ciencia ficción retro que siempre estuvo presente en las aventuras de los personajes y marcó una diferencia con el resto de las propuestas de superhéroes. Es más, todo lo que intentaron hacer en el film de animación de Disney Strange World Gunn acá lo ejecuta de un modo acertado. Motivo por el cual, a diferencia del capítulo previo, esta entrega se siente más una propuesta de los Guardianes que seguramente seguirán apareciendo en el futuro en otras producciones. La despedida pasa más por la visión del director que concluye su paso por la franquicia. En lo referido a los aspectos técnicos también encontramos una obra donde se puede apreciar la dedicación que le pusieron al diseño de los mundos bizarros que se presentan y las secuencias de acción que ofrecen muy buenos momentos. La musicalización con temas de rock también está perfectamente implementada. Entre las nuevas adiciones Chuckwudi Iwuji en el rol del Alto Evolucionario compone un villano que se hace odiar y resulta efectivo en la trama. No se puede afirmar lo mismo de Will Poulter como Adam Warlock que es cualquier cosa y solo toma el nombre del personaje. No queda muy en claro lo que quieren hacer con este rol pero si la idea es que tenga una continuidad en futuras películas van a tener que repensarlo conceptualmente porque no termina de convencer. Gunn no presenta ningún interés en él y afortunadamente lo contiene con intervenciones limitadas. La mayor objeción para hacerle a este film es la duración donde le sobran con facilidad 30 minutos que extienden la resolución del conflicto de un modo innecesario. Más allá de esta cuestión el balance es positivo. Guardianes de la Galaxia 3 no revitaliza la saga de Marvel, que atraviesa hace rato su peor momento, pero dentro del desierto de desidia creativa en el que se estancó la franquicia al menos aporta un oasis ameno para disfrutar en una sala de cine.
James Gunn y una película auténticamente suya La tercera y por ahora última película en la serie, recorre un camino indulgente y extrañísimo para llegar a una conclusión bastante convencional. James Gunn firma una película auténticamente suya - morbosa, grotesca, ridícula, atonal, rozando el mal gusto y llena de volantazos emocionales - y así se despide tanto de los Guardianes como de Marvel. Por algún motivo Gunn ha decido cerrar su trilogía con una historia sobre el trágico origen de Rocket Raccoon (voz de Bradley Cooper), el mapache y mecánico del grupo. Esto es un poco como si la última trilogía de Star Wars hubiera cerrado con una película sobre los orígenes lacrimógenos de Chewbacca, si el pasado de Chewie incluyera jaulas, trauma, tortura y crueldad animal. Rocket es herido al comienzo de la historia y el resto de los Guardianes se embarca en una aventura de 48 horas para salvarle la vida. La película cuenta con muchos más Guardianes de los que la trama necesita. Quill (Chris Pratt), aún amargado por la muerte de Gamora (Zoe Saldaña), debe superar su luto (a la vez que lidia con una versión alternativa de Gamora). Los demás - Drax, Nebula, Mantis, Groot, Kraglin, Cosmo - hacen su gracia de siempre, cada vez rindiendo menos. A estos se les suma un tal Adam Warlock (Will Poulter), anticipado en alguna escena post-créditos ya olvidada. No queda claro quién es o cuáles son sus poderes. Su presencia es efímera y confusa. Guardianes de la Galaxia Vol. 3 (Guardians of the Galaxy Vol. 3, 2023) alterna desprolijamente entre las peripecias de los Guardianes - mezcla de sitcom, acción y ciencia ficción - y flashbacks periódicos al pasado de Rocket. Aquí descubrimos al villano, una especie de Dr. Moreau intergaláctico autoproclamado “Alto Evolucionador” (Chukwudi Iwuji) obsesionado con perfeccionar la vida inteligente. Ha desarrollado una ciencia tan absurda como la alquimia o la frenología, capaz de “acelerar” la evolución de cualquier organismo en seres antropomórficos, como si el ser humano fuera la cumbre natural de todo proceso evolutivo. La ciencia de esta ciencia ficción es lo de menos. El Alto Evolucionador es el primer villano verdaderamente detestable e irredimible que Marvel ha producido. Aún sin estar muy bien escrito - es arrogante y gritón, y se pone más arrogante y gritón con cada escena - es un alivio finalmente tener un villano que es puramente malvado y no posee el salvoconducto moral de ser influenciado por un Objeto Maligno, como el cetro de Loki, la espada de Gorr o el libro de Wanda. Las escenas de Rocket y sus amiguitos - animales que han sido modificados y mutilados sádicamente - son una seguidilla funesta de golpes bajos que nunca superan del todo la ridiculez de su concepto o ejecución, aunque es cuestionable si Gunn siquiera está interesado en hacerlo. Como autor habita un espacio liminal del kitsch, regodeándose en todo lo que es cursi y patético. Está enamorado de la imperfección tanto como su villano venera la perfección. Su película es desenfocada y demasiado larga. También es lo más interesante que estrena Marvel en años. Por compararlo con otro cineasta cooptado por Marvel Studios: si bien ambos se dedican a explorar y jugar con la ridiculez, James Gunn ama a sus personajes y se los toma absolutamente en serio, mientras que Taika Waititi no puede más que tratarlos de estúpidos.
¿Por qué este es el último baile de los Guardianes? Aunque desde el inicio las películas del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) fueron ampliamente criticadas por su «fabricación en serie», había algunos directores que eran capaces de dejar su marca. En el último tiempo estas críticas -sumadas a una serie de inversiones económicas fallidas- se profundizaron, y en este momento complicado del UCM parecería que James Gunn, uno de esos cineastas con «sello propio» dentro de la maquinaria, logró traer algo refrescante y con un halo de esperanza para los fanáticos con esta tercera entrega de sus Guardianes de la Galaxia. En el volumen 3, la entrañable banda se instala en Knowhere. Con un Peter Quill (Pratt) aún shockeado por la pérdida de Gamora y una ciudad en construcción, la película inicia con una larga secuencia musicalizada por Creep, el clásico de Radiohead, y rápidamente se centra en quién será el protagonista de esta historia: Rocket. La irrupción y el ataque de un poderoso intruso tendrá consecuencias que nos llevarán a conocer mucho más acerca del pasado y origen del mapache. Así, Quill deberá reunir al equipo en una peligrosa misión para salvar la vida del animal transgénico, una misión que, si no se completa con éxito, podría muy posiblemente conducir al final de los Guardianes. En medio de esto, Gunn le da rienda suelta a su particular locura y estilo; por momentos estamos en una space opera de acción aventuras, luego en un drama lacrimógeno, una cinta de terror y hasta un sketch de Los Tres Chiflados. El director mantiene su humor característico y dota a la película de una nutrida e impecable banda sonora, otra marca registrada de «Los Guardianes» y su walkman de clasicazos, con canciones de los Beastie Boys, Bruce Springsteen, The Replacements, Alice Cooper y Flaming Lips, entre otros. En el reparto, que además de Pratt incluye a Zoe Saldana como Gamora, Dave Bautista como Drax el Destructor, Karen Gillan como Nebula, Pom Klementieff como Mantis -Vin Diesel aporta su voz para Groot y nos da una sorpresita-, debemos destacar la labor de Bradley Cooper para dotar de voz a Rocket y conseguir que nos conmueva. Chukwudi Iwuji también hace un interesante e histriónico trabajo como el Alto Evolucionador y quizás el personaje incluido de la manera más forzada es el Adam Warlock de Will Poulter, ya que en varias oportunidades se siente que no termina de encajar. Aunque esta tercera entrega, que precede al Volumen 1 (2014) y al Volumen 2 (2017), se erige como una suerte de despedida, un «último baile», sabemos que no será de Star-lord porque tendrá su propia cinta. Sin embargo, no sería raro que volvamos a ver al grupo reunirse, ya sea en un Volumen 4 o apareciendo en otro eslabón del UCM. Importante: como es habitual, al final del film hay dos escenas post-créditos, no se las pierdan. Puntuación: 7/10 Por Federico Perez Vecchio
Guardianes de la Galaxia: Vol 3 es una despedida a lo grande, el producto más sólido y emocionalmente más complejo de la factoría de superhéroes creados del MCU, donde James Gunn demuestra tener muy claro lo que es hacer un entretenimiento integral.
El filme tiene en los primeros cuarenta minutos sus mejores momentos, en los que sitúa y presenta los personajes. El caso mas preponderante es el de Adam Warlock (Will Poulter), el único que tiene un desarrollo lateral y un giro que aunque previsible, funciona. Luego hasta los últimos treinta minutos se torna previsible y aburrido. La película establece rápidamente sus propias apuestas
Guardianes de la Galaxia vol. 3 mete un cierre emocionante y lleno de sorpresas que llegará a los cines el jueves 4 de mayo. Dirigida y escrita por James Gunn y producida por Kevin Feige. El elenco está compuesto por Chris Pratt, Zoe Saldana, Dave Bautista, Karen Gillan, Bradley Cooper, Vin Diesel, Pom Klementieff, Sean Gunn, Elizabeth Denicki, Will Poulter, Chukwudi Iwuji, Maria Bakalova y Sylvester Stallone. Los Guardianes se están adaptando a su nueva vida en Knowhere y Peter Quill se encuentra desolado debido a que Gamora no recuerda su vida con él ni con el grupo. Partes del pasado de Rocket se hacen presentes y todo el grupo hará lo imposible para protegerlo, lo que provoca que se enfrenten a un nuevo peligro en la galaxia, otra vez. Rocket Racoon El cierre de la trilogía se centra de lleno en el pasado de Rocket, lo que revela cómo fue creado y por quién. Fuera de que este Guardián nunca quiera hablar de su pasado, sus compañeros y amigos logran ir poco a poco dilucidando lo que le hicieron, mientras que al espectador le muestran el por qué. Esta tercera entrega está cargada de emociones, mucho más que las anteriores dos, porque el equipo se arriesga de lleno para poder ayudar a Rocket sin siquiera pensar en los peligros que van a correr. Sumado a ello, Gamora ya no es parte de los Guardianes, debido que no tiene los mismos recuerdos que la Gamora que fue sacrificada por Thanos. El pasado de Rocket es muy dramático y juega mucho con las emociones de todos, esto da con un personaje sumamente peligroso para todos, pero quizás no por lo poderoso, sino por lo que le hizo al mismo Rocket y que aun planea hacer. Dream Team Con los Guardianes de la Galaxia conformados ahora por Peter, Rocket, Groot, Drax, Nébula, Mantis, Cosmo y Kraglin se puede ver que no operan exactamente igual que cuando tenían a Gamora y eran menos, pero siguen siendo una familia y se cuidan los unos a los otros. Esto muestra cómo cada uno de ellos empieza a comprender al otro, ya que el camino que están transitando puede que llegue a su fin. El tercer volumen tiene una imagen magnífica, incluso mucho mejor que sus antecesoras. Teniendo en cuenta que es un cierre, es digno como tal, ya que la comedia no abunda tanto, pero está en momentos necesarios, al igual que el drama, pero la acción juega un papel importante y James Gunn nos vuelve a dar increíbles escenas de todo el equipo peleando y haciendo estragos. Por el lado de las amenazas, una de ellas es Adam Warlock al cual se lo puede ver en todo su esplendor, pero no funciona tanto como tal, sino más como un alivio dentro de toda la batalla y el drama, ya que es alguien que apenas está aprendiendo a comprender todo lo que lo rodea. Así que es muy probable que veamos más de él en el futuro. En resumen Un cierre emocionante y también bastante feliz para esta trilogía, que desde el 2014 continuó desarrollando a estos increíbles personajes y que terminó en el momento adecuado, ni muy tarde, ni muy temprano. Ya que aún quedan muchas historias por contar y continuar. La banda sonora, hecha con John Murphy sigue jugando un papel fundamental y esta vez se va inclinando más hacia los 2000. La cinta tiene muchos contrastes, es muy colorida en algunas escenas y en otras es mucho más oscura, ya que busca transmitir lo que siente cada personaje. Los mismo hace la música que suena luego de cada escena o durante ella. Guardianes de la Galaxia vol. 3 sorprende para bien y hasta da gusto ver como llega a su fin, a pesar de querer ver más aventuras. Vale la pena verla en el cine este próximo jueves, ya que es ideal para disfrutarla en una butaca. Con dos escenas post créditos, es muy probable, que sigamos viendo un poco más de los Guardianes, hasta quizás en solitario.
Salí de la sala, feliz. Hace unos meses le contaba a algunos colegas, que las últimas propuestas del MCU de la fase 4 y la discreta apertura de la quinta, habían mellado mi confianza en Marvel. En cierta manera, el duelo del final de la fase 3 duró más de la cuenta. Y en mi opinión, el estudio atravesaba una fase errática donde entre series y personajes que recien iniciaban, se hacía difícil anclar en las emociones dentro de este universo. «Guardianes de la galaxia, volumen 3», restaura el componente central de la conexión del público con el género: la dimensión transgresora dotada de humanidad. James Gunn se supera a sí mismo en su despedida de la franquicia y muestra porqué DC confió en él para organizar su propio sistema, el hombre sabe cómo conectar constelaciones de superhéroes y probablemente pueda poner al gran rival de Marvel a la altura de las circunstancias, en todo sentido. Pero volviendo a esta tercera entrega de «Guardians…», debemos decir que no sólo contiene todos los elementos que la hicieron única y particular en el MCU, sino que elige enfocar en el sentido de pertenencia del grupo («la familia», en términos de Vin Diesel) y profundizar en la línea «separatista» de esta banda de justicieros espaciales. Obvio, tomandose todas las libertades del mundo. Gunn no ha tenido límites para crear esta historia y él ha elegido homenajear el espíritu de camaradería que los llevó a todos al éxito. La trama inicia con un ataque al HQ de los guardianes, por parte de un misterioso Warlock (Will Poultier, quien se estrena como un personaje nuevo) que deja a Rocket (voz de Bradley Cooper) en estado grave, conmocionando al grupo por lo súbito y extraño de tamaño. Peter (Chris Pratt) deberá entonces salir de su duelo para buscar una solución que traiga de vuelta a su coequiper a la vida. Y decimos esto, porque se le ve muy afectado en su liderazgo, teniendo serias dificultades para elaborar el duelo por la muerte de su amada Gomora (Zoe Saldaña), a manos de Thanos en la batalla final en #Endgame. Pero para complicarla, uno de sus «dobles» en el multiverso, sigue a su alcance, pero sin recuerdos ni vinculación emocional con nuestro «Starlord», lo cual amplifica su dolor al evocarla. En ese cuadro, la banda descubre que para curar a Rocket, deberán encontrar desactivar un dispositivo que tiene en su cuerpo, implantado por el villano de turno (un largo tiempo atrás), el Evolucionador Alto (o algo así), jugado por Chukwudi Iwuji. Este muchacho tiene como obsesión manipular con implantes y multilaciones a toda criatura, con el propósito de crear una raza superior y Rocket ha sido uno de sus grandes aciertos. Así es que Peter y su banda (Dave Bautista -Draz-, Pom Klementieff -Mantis- y Karen Gillan -Nebula-) irán en busca de salvar la vida de su amigo, pagando todos los precios que haya que pagar. El viaje será, lisérgico, intenso, divertido pero por sobre todas las cosas, emotivo y fraterno. Nadie saldrá indemne de este viaje donde el final se respira a cada paso del camino. Dentro del diseño de arte hay grandes aciertos y mucho más en la cuidada banda de sonido, insignia de la casa. En lugar de instalarse solamente en los 70′, la soundtrack de esta peli explora otros artistas, siempre a tono con las secuencias que marcan a fuego la historia de estos guardianes. Considero esta tercera entrega un cierre brillante para una trilogía original, dislocada y poco alineada a la corrección. Su osadía y trasgresión se conservan intactos a lo largo de las más de dos horas de metraje. Gunn no se guarda nada en la despedida y su equipo tampoco ya que aquí hay una sinergia creativa que el espectador agradece. En el debe, quizás podría decirse que la historia es un poco más violenta que las anteriores pero esa veta también le abre la puerta a las emociones, de una forma poco vista en esta saga. En síntesis, no defrauda y muestra que hay esperanza de recuperar la magia que allá por la fase 3 del MCU parece haberse extraviado. Para pasarla bien, con todas las letras.
James Gunn alguna vez fue “cancelado”, despedido y luego reincorporado a la saga de Guardianes de la Galaxia (en el medio se pasó a DC Comics para rodar El Escuadrón Suicida) y, analizando ya en su conjunto esta trilogía iniciada con el Volumen 1 de 2014 y el Volumen 2 de 2017, no es aventurado ni exagerado afirmar que se trata de una de las apuestas más logradas y hasta si se quiere con mayor búsqueda “autoral” dentro del MCU, ya que desde los guiones escritos por el mismo Gunn y su clara predilección por la comedia encontró un auténtico sello propio. En ese sentido, esta despedida a lo grande -con algo de El Arca de Noé- le agrega un dejo existencialista y melancólico a su ya habitual impronta desprejuiciada, irreverente y felizmente lúdica. Y este regreso que es al mismo tiempo “el último baile” (literal) de Guardianes de la Galaxia llega también en momentos en que Marvel viene de varios (relativos) fracasos artísticos y económicos (siempre teniendo en cuenta las inversiones y expectativas, por supuesto) y en medio de la controvertida partida de la compañía de la argentina Victoria Alonso, quien todavía figura como productora ejecutiva de este tercer opus. Todo comienza con una larga secuencia en la que vemos la actualidad de los distintos Guardianes, mientras de fondo suena la versión acústica de Creep, el clásico de Radiohead, tema que dará inicio a un soundtrack casi sin interrupciones con canciones de Beastie Boys, Heart, The Flaming Lips, Bruce Springsteen, The The, Rainbow, Florence + The Machine, Faith No More, The Replacements, Spacehog, Earth, Wind & Fire y varios grupos y solistas más. Y esa actualidad no es precisamente la mejor, ya que, por ejemplo, el Peter Quill a.k.a Star-Lord de Chris Pratt apenas puede sostenerse en pie tras una nueva estancia -al parecer demasiado prolongada- en un bar. Pero a los pocos minutos aparece en escena el poderoso Adam Warlock de Will Poulter y ya comienzan las luchas terrestres y aéreas. Ese personaje, pero también el misterio detrás de la historia del mapache transgénico Rocket (la voz de Bradley Cooper), que encima queda malherido y pasa a ser el alma del relato, y el reencuentro entre Peter Quill y una Gamora (Zoe Saldaña) que sufre de una amnesia total que obliga a resetear por completo la relación, son algunas de las subtramas que Gunn maneja con soltura y fluidez, más allá de que los 150 minutos (con títulos y dos escenas post-créditos incluidos) se sienten demasiado exagerados. Todo concluye al fin, es cierto, y -como ocurrió con The Avengers- cada vez es más complicado reunir a tantas figuras para películas corales. Pero hay algo que va quedando claro: varios personajes, empezando por Star-Lord, tendrán en un futuro próximo su película stand-alone. El show debe seguir y la maquinaria comercial tiene que seguir recaudando.
Una atmósfera oscura y de duelo envuelve el tercer episodio de Guardianes de la galaxia. Aunque el final sugiere que de una u otra manera tendremos en el futuro nuevas aventuras surgidas de esta pequeña parte del universo de Marvel (MCU), el cierre de la trilogía tiene un aire de sombría despedida. James Gunn proyecta sobre la película el espíritu lóbrego y triste que tiene al mismo tiempo su propio adiós a Marvel. Gunn es el exclusivo artífice de toda la existencia de los Guardianes de la Galaxia, el excéntrico grupo de renegados que encontró en el espacio un feliz punto de encuentro, ideal para integrarse. De eso hablaban las dos primeras películas, y también de lo que significaba ese logro en términos de felicidad individual y colectiva. El debut de los Guardianes de la Galaxia es, junto a las dos primeras películas de Ant Man, la experiencia más alegre y dichosa de toda la larga historia del MCU. La segunda conservó parte de esa jubilosa energía, condicionada en parte por las ínfulas de Ego, el padre de Peter Quill (o Star-Lord), dueño de una megalomanía tan grande que hasta un planeta entero surgía de su propio ser. Pero allí todavía había tiempo para que los intrépidos Guardianes jugaran con el peligro sin dejar de bailar, empezando por el Quill de Chris Pratt, un comediante nato que contagiaba a los demás con la hermosa ligereza de su personaje. El movimiento del cuerpo y una playlist inacabable e indestructible hacían el resto. Ahora no encuentra tiempo ni para bromear. Tal vez la necesidad de escribir un testamento de su paso por Marvel antes de volcarse de lleno a la dirección creativa de su archirrival DC llevó a Gunn a ponerse mucho más adusto y renunciar aquí a toda pretensión lúdica. La alegría de las dos entregas anteriores se perdió por completo y cada baile suena aquí como un acto reflejo, casi forzado. Lo mismo pasa con el sabor amargo que tiene ahora cada chiste y cada ironía. El semblante de Quill y sus amigos es otro. De entrada tienen que salir de apuro a salvar la vida de Rocket, víctima de la descontrolada ofensiva de Warlock (Will Poulter), la nueva arma elegida por los Soberanos para castigar a los Guardianes por hechos que se remontan a la segunda película. Y más tarde les tocará enfrentar a una versión todavía más desaforada del padre de Quill y sus delirios de grandeza. Hablamos del Alto Evolucionador (Chukwudi Iwuji), un gran supervillano de Marvel, el científico loco que pasa de la historieta al cine para desplegar su aire de superhombre nietzscheano y planificar desde la destrucción el sueño del mundo perfecto. Gunn conecta la presencia de Warlock y todo ese delirante anhelo con el sentido último y profundo de este capítulo final, que debería llamarse “el origen de Rocket”. Casi toda la película se explica a partir del relato del camino que llevó al mapache parlanchín a convertirse en uno de nuestros héroes. Y en ese recorrido hay toda una historia de experimentos genéticos, mutilaciones, torturas y horrores poco habituales en el mundo de Marvel, porque sus víctimas principales son animales y niños. Por más que se contemple en el fondo con una mirada piadosa, este retrato de la crueldad humana es tan impactante que no deja el mínimo lugar para la despreocupada levedad que tenían las aventuras previas de los Guardianes. Como le pasó a Ant Man en su reciente regreso, aquí también se impone el peso de una aventura fantástica más recargada y grandilocuente que las anteriores. Hay demasiado ruido, bastante pesadez, algunos giros de la trama difíciles de sostener (como la “resurrección” de Gamora) y una extraña insistencia por mostrar cómo nuestros héroes resuelven sus diferencias a los gritos. Pero al mismo tiempo queda bien a la vista que Gunn es un incansable creador de mundos visuales llenos de ideas y hallazgos, algunos extraordinarios, y que el último tramo recupera buena parte del aliento, la diversión y la vital energía de las dos primeras aventuras, sencillamente porque cada uno de los personajes, inclusive los más pequeños, vuelve a encontrarle sentido a lo que hace. En esta búsqueda del lugar propio se encierra la paradoja de los Guardianes de la Galaxia. Quedó atrás la historia del feliz encuentro de un grupo de descastados que descubren, juntos, el sentido de pertenencia dentro de una nueva familia. A través de las películas anteriores sentíamos que todos compartían la misma luminosa manera de bailar. Ahora, en cambio, cada uno parece moverse a su propio ritmo. Otro destino los espera. También a su creador.
"Guardianes de la galaxia: Volumen 3": acción, efectos visuales y emotividad El grupo de descastados emprende una aventura en la que la camaradería y la lealtad se tornan los tópicos centrales. Marvel está yendo hacia un lugar que nadie, ni siquiera sus cabecillas, sabe cuál es. Hay razones empresariales para la falta de un norte, como la eyección de la productora argentina Victoria Alonso y los recortes presupuestarios en Disney. Y otras artísticas: dado que las series de Marvel fueron una de las principales armas para entrar a la guerra del streaming, no es descabellado pensar que el foco creativo se haya corrido hacia allí, desplazando a las películas a un segundo lugar. Por si fuera poco, desde Avengers: Endgame están a la búsqueda de una impronta y tono propios, además de un personaje que tenga aquello que tenía Iron Man: un carisma a prueba de todo y la espalda suficiente para bancarse un universo girando a su alrededor. El resultado de ese rio revuelto es una etapa bipolar en la que conviven películas imposibles (Eternals y Ant-Man and the Wasp: Quantumania), una discreta (Pantera Negra: Wakanda por siempre), otra correctita aunque sin fuerza (Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos) y, ahora, la muy buena Guardianes de la Galaxia Volumen 3, saga que nada casualmente nació en épocas más rumbeadas de la compañía. Tan raras están las cosas en Marvel que una de sus películas más humanas tiene como protagonista central a un mapache parlanchín, el mismo que en la primera escena, siendo bebé, es sacado de la jaulita por una mano que cambiaría su vida. Porque el bueno de Rocket no siempre fue como es ahora, cuando es parte de ese grupo de descastados integrado por un árbol, una chica con rasgos asiáticos y antenitas tipo caracol, un forzudo con caja torácica tamaño Fitito, una criatura azul y un humano que huyó de casa de chico y desde entonces vaguea por la galaxia. Grupo que aquí, como lo promociona Disney en sus materiales de prensa, tendrá su “último baile”. Un baile con espíritu de aventura cachivachera, y con la camaradería y la lealtad como tópicos centrales. Hay acción y la habitual batería de efectos visuales, pero también una bienvenida dosis de emotividad durante el viaje a los orígenes de Rocket. Todo comienza cuando es atacado por un desconocido que, de allí en adelante, boyará por la película sin saber muy bien qué hacer. Si hay algo que a estas alturas Marvel debería saber es que poner dos villanos en simultáneo no es una buena idea. Pero Guardianes… se las arregla para que su presencia fantasmal sea un detalle menor, pues el núcleo central está en las consecuencias que su aparición deja en Rocket. Con los días contados a raíz de sus heridas, sus compadres quieren curarlo, pero no tienen idea de dónde viene ni quién es, por lo que habrá que tirar del ovillo de la historia para retrotraerse hasta sus épocas de mapache común y corriente. Ahí entra en escena el villano principal, aquel que lo convirtió en quién es hoy y que todavía aspira a crear una nueva Tierra tomando lo mejor de ésta evolucionando especies de todo tipo. Y si no funciona, todo al incinerador. Que su maldad esté motivada por una idea de mejora y no de aniquilar a la humanidad porque está traumado, como suele ocurrir, le imprime un aura de perversión maquiavélica. Y allí irán los guardianes, rumbo a una nave espacial gigantesca donde funciona el cuartel del emprendimiento tecnológico del villano, cuyo nombre termina con la sílaba “Corp”, igual que el de todas las empresas malas. Con su relato concentrado en tiempo y espacio, Guardianes… tiene muy claro que ritmo narrativo no es sinónimo de acumulación de situaciones, así como también que para haya empatía las criaturas deben ser de materiales nobles y tener preocupaciones terrenales. Nada de salvar a la humanidad, ni de fines altruistas ni de gobiernos interesados. Los guardianes son, antes que superhéroes, personajes que convierten sus imperfecciones en fuerza y voluntad. El cariño entre ellos es el mismo que les dispensa su director, James Gunn, al que en 2018 le quitaron el control creativo de la saga después de que salieran a la luz unos tuits ofensivos escritos hace mil años. Luego de su regreso, ¿tendrá la brújula que Marvel necesita? Imposible saberlo, dado que en octubre del año pasado fue fichado por la competencia para hacerse cargo de DC Studios. La venganza, se sabe, es un plato que sirve frío.
Si hay un director que me genera curiosidad en todo lo que haga, es James Gunn. Y no solo por lo que hizo con esta franquicia de hasta entonces, desconocidos para la mayoría de las personas la mezcla de humor (gracias a dios no familiar) con momentos trágicos es marca personal; y si para colmo, esta es la última entrega de su proyecto en el MCU, el interés estaba servido. Veamos que salió de Guardianes de la galaxia Vol.3. Esta vez nos encontramos con unos Guardianes asentados en Knowhere, con Peter “deprimido” aun por la pérdida de Gamora. Pero todo se complica rápido cuando Adam Warlock aparece atacándolos y dejando mal herido a Rocket. Ahora nuestros héroes entraran en un contrarreloj para salvar a su amigo, mientras tienen que hacer frente al pasado del mismo, personificado en el Alto Evolucionador. Mucho se dijo sobre esta película (sin contar toda la polémica por la salida y el retorno de Gunn al MCU), en especial, por ese clima triste que transmitían los trailers, al mismo tiempo que veíamos cada vez más personajes espaciales de los cómics, presentados en este proyecto. Con respecto al primer punto, quédense tranquilos porque no voy a decir nada, y sobre el segundo, sino, la plantilla extraterrestre del MCU sigue creciendo. Pero por desgracia estos nuevos personajes no impresionan demasiado, al menos, en su primera aparición. Si lo hacen viejos conocidos de la casa, como Manthis o la propia Gamora, a quienes Gunn en su guión les dio más lugar a las actrices para que muestren su talento; destacando por sobre ellas, a Karen Gillan como Nebula. Aunque como suponían, el rey de la función va a ser Rocket. Lo que también hay que destacar es que por fin tenemos un buen cgi en una película de Marvel. Muy pocas veces se nota la pantalla verde, e incluso, a nivel dirección, tenemos tomas bastante interesantes, en especial, un plano secuencia en el tramo final; algo que no veíamos hace tiempo en estos proyectos, y que se echaba en falta. Pero para que no todo sean puras flores, vale decir que la trama, para variar, está llena de deus ex machinas. Aparte que por momentos, el villano no se siente intimidante; pese a que constantemente nos muestran que es un cabrón desalmado. Y sobre este punto, voy a dejar que ustedes lo juzguen cuando vean Guardianes de la galaxia Vol.3 en el cine. James Gunn cierra su trilogía con Guardianes de la galaxia Vol.3 y se despide del MCU en buena forma; dando una película entretenida y cerrando una saga interna con tres entregas bastante sólidas que funcionan bien tanto de forma independiente, como en conjunto. Ahora solo nos queda por esperar que su talento logre establecer un nuevo universo en DC.
Adiós, Marvel, adiós… Guardianes de la Galaxia Vol. 3 (2023) representa la película despedida para el realizador norteamericano James Gunn de la MCU (Marvel Cinematic Universe), que a su vez se encuentra en su Fase 5. Gunn ingresó a la MCU en el 2014 con el primer volumen de Guardianes de la Galaxia, un particular y vistoso ejercicio cinematográfico integrado por carismáticos personajes como Peter Quill/Star-Lord (Chris Pratt), Gamora (Zoe Saldaña), Groot (Vin Diesel), Drax (Dave Bautista) y Rocket (Bradley Cooper). Su director y también guionista supo imprimirle a la historia un muy personal sentido del humor, casi rozando la irreverencia y el absurdo. También incorporó a nivel estético unas vistosas escenas de lucha y acción que lograron que muchos espectadores se sientan fuertemente atraídos por este relato de fantasía, aventuras y amor intergaláctico. Luego del enorme éxito del film a nivel mundial, en 2017 llegaría masivamente a los cines una lógica y un tanto deslucida continuación, Guardianes de la Galaxia Vol. 2, nuevamente a cargo de James Gunn, donde se volvía a repetir el mismo concepto, narrativo y estético, y también el plantel de actores. Todo más o menos normal hasta que unos polémicos dichos en las redes (Twitter más específicamente) cancelan y desvinculan de un plumazo a Gunn de Marvel. Pero como el cine es un producto de fuerte índole económico, los responsables de los derechos de Marvel, hablamos claro está de la Disney, parece que se olvidan de los mensajes provocadores y vuelven a convocar al original director para que realice su última película para la saga, esta Guardianes de la Galaxia Vol. 3 que motivan estas líneas, una magnífica despedida para una historia donde volverá a destacar la amistad, el humor y una de las mejores banda de sonido que se pueda escuchar en una película de superhéroes. En esta tercera oportunidad los guardianes de la galaxia se instalan en Knowhere. Cada personaje trata de lidiar con un conflicto personal, principalmente el de Peter Quill/Star-Lord que se refugia en su espíritu melómano para soportar las penas amorosas. Pero un nuevo evento pondrá en vilo al grupo: tras recibir un brutal y sorpresivo ataque, la vida de Rocket, el mapache de la banda, corre grave peligro y los guardianes tendrán que organizar un rescate para poder evitar su muerte. A lo largo de la extensa trama (150 minutos), iremos conociendo acerca del triste pasado de Rocket; también de lo importante que fue para él encontrar a sus amigos y lograr formar con ellos una hermandad y un hogar donde refugiarse. Será justamente Rocket y su historia de vida y lucha por sobrevivir, ante todo, el motor del relato sobre el que se apoyará el filme. Los flashbacks que remiten a su pasado serán vitales para entender esta conclusión de la trilogía por parte de un realizador tan original como James Gunn. Sin ocultar un tono autorreferencial, tras los confusos eventos transcurridos en su relación con la MCU, algunos personajes también parecen prepararse y decir adiós. La referencia a la nostalgia y a las series de CF de los años 60’, con la fundacional Star Trek a la cabeza, serán demasiados notorios, pero a su vez un gran espectáculo visual. La música siempre ocupó un lugar muy destacado en las películas de Guardianes de la Galaxia y comenzar este Volumen 3 con la versión acústica de un clásico como Creed, de la banda inglesa Radiohead, es toda una declaración de principios. James Gunn es un digno director de cine de género, ese que está pensado desde la industria para entretener al espectador, pero también resulta ser un autor muy inteligente, un visionario mas allá de Marvel, que se empatiza directamente con sus personajes, ofreciéndonos un magnífico espectáculo, de niveles casi épicos. Esta es su despedida, su carta de amor a los Guardianes de la Galaxia.
James Gunn se despide de Marvel Studios (al menos momentáneamente) para desarrollar el papel de arquitecto en el Universo Cinematográfico de DC, no sin antes terminar la trilogía de «Guardianes de la Galaxia» en un extenso pero emotivo capítulo final. Ya hemos escrito bastante sobre el agotamiento del cine de superhéroes y cómo esto empieza a reflejarse en los resultados en taquilla con las últimas producciones que llegan a la pantalla grande. El espectador promedio también empieza a sentirse agobiado con la gran oferta anual que parece mantenerse a pesar de los resultados recientes. Es por ello que el CEO de Disney anunció que iba a reducir el número de series y largometrajes por año para tratar de mejorar la calidad de las producciones. Quizás el problema, además de la gran cantidad y el poco descanso entre un film y el otro, sea que no se les da la suficiente autonomía o libertad a los directores para impregnarle su sello o personalidad a las historias que se desarrollan. Pocos realizadores han podido hacerle frente a la maquinaria de Marvel a la hora de dirigir los proyectos. Probablemente el caso de mayor éxito sea el de James Gunn, que en 2014 se hizo cargo de la primera adaptación de «Guardianes de la Galaxia» para la compañía del ratón. Allí se notó que hubo una especie de autonomía para desarrollar la película y no estaba la presión de otros relatos, ya que estos personajes eran bastante desconocidos para el público mainstream. Así fue como Gunn pudo delinear la creación de una ópera espacial que se alejaba un tanto del género super heroico para acercarse más a las películas de aventuras y ciencia ficción al estilo de «Star Wars». Asimismo, incorporó su humor sardónico y por momentos bastante simple/funcional al mismo tiempo que construía una banda sonora ecléctica compuesta por varios hits de los ’60 y ’70, que le daba un agregado que la destacaba por sobre el resto. Distinto fue el caso de «Guardianes de la Galaxia Vol. 2» donde Gunn vuelve a replicar la fórmula exitosa de la primera parte y la vuelve más bombástica y absurda, dando un capítulo simpático, pero sin la frescura de la primera parte. Ahora le llega el turno a la conclusión de esta trilogía que suena a una despedida momentánea de los personajes (al menos como grupo) hasta que a Marvel se le ocurra designar a un digno reemplazante para crear otras historias con ellos. En esta oportunidad, Gunn decide tirar toda la carne al asador y nos brinda uno de los capítulos más emotivos de los Guardianes con momentos tan logrados como conmovedores. La película se sitúa tiempo después de los acontecimientos de «Avengers: Endgame» (2019) con esta banda de inadaptados instalada en Knowhere, llevando una vida tranquila, aunque con un Peter Quill (Chris Pratt) deprimido porque la versión alternativa de Gamora (Zoe Saldaña) no recuerda absolutamente nada de su relación pasada. Sus vidas no tardan en verse alteradas cuando el turbulento pasado de Rocket (Bradley Cooper) vienen a poner en jaque a la banda. Quill deberá poner su cabeza en orden si quiere salvar la vida de su mejor amigo y al mismo tiempo preservar la existencia de los Guardianes. Esta tercera parte decide enfocarse en Rocket, en lugar de Star Lord como las dos anteriores, y no solo vuelve a darle cierta frescura al asunto, sino que además profundiza en el trasfondo de dicho personaje del cual no teníamos demasiada información en el pasado. Los Guardianes deberán salvarle la vida a Rocket que está al borde la muerte y defender al mapache de Adam Warlock (Will Pouter) y el Alto Evolucionador (Chukwudi Iwuji) que parecen decididos a cerrar con algunas cuestiones irresueltas del pasado que iremos viendo a medida que se desarrolla el relato con flashbacks desperdigados por todo el metraje. Más allá del buen pulso de Gunn como director, su impecable timing para los gags cómicos y su destreza visual a la hora de mostrarnos las creativas secuencias de acción que posee la película, uno de los aciertos del director es apoyarse en sus personajes, sus motivaciones (parece algo básico, pero no siempre sucede en estas películas de superhéroes), y sus conflictos tanto internos como externos. Si bien Rocket y Peter tienen sus grandes momentos de lucimiento, también habrá tiempo para desarrollar las inquietudes de Drax (Dave Bautista), Mantis (Pom Klementieff) y Nebula (Karen Gillan). A su vez, si bien puede resultar algo forzada la inclusión del personaje de Adam Warlock, el villano de turno compuesto por Iwuji es un digno oponente para la ocasión y viene a revertir un poco la tendencia de antagonistas enclenques. Por otro lado, tanto el diseño de producción, como el vestuario y una buena implementación del CGI contribuyen a crear este universo alucinante de planetas y criaturas diversas sin que las cosas parezcan falsas o deslucidas como en los más recientes relatos que dio Marvel. La banda sonora (en esta oportunidad agrega algunos temas de los ’90 y ’00) sigue siendo un componente esencial para la experiencia que propone la película y vuelve a ocupar un lugar preponderante. «Guardianes de la galaxia Vol. 3» es un digno cierre para la trilogía pergeñada por James Gunn. Si bien sobre el final se anticipa que algunos personajes volverán en un futuro, es probable que este equipo no vuelva a aparecer con la misma formación. El futuro de Marvel es incierto (más si vemos la falta de norte en su última fase) pero la realidad es que, si encuentran la forma de darle la soltura necesaria a sus directores para que desarrollen las historias que quieren contar, probablemente se encuentren con relatos como este donde el llamado a la aventura parece legítimo y motivado gracias a un fuerte apoyo en sus personajes, sus conflictos y en la emotividad que se desprende de ellos. Estos personajes imperfectos no buscan una forma vacía de salvar al universo, sino que buscan salvarse a ellos mismos (a sus amistades) y en ese microcosmos es donde terminan sacando la nobleza para salvar a los demás.
EL CORAZÓN DE MARVEL “Hey (hey) what’s the matter with you, feel right? Don’t you feel right, baby? Hey (hey) all right, get it from the main vine, all right Come and get your love Come and get your love Come and get your love Come and get your love” (Come and get your love; Redbone) NdR: Este texto contiene algunos spoilers. Entre algoritmos y decisiones corporativas, el mainstream hollywoodense se ha convertido en una máquina sin alma, a la que la corrección política opera como límite a respetar (al cine de autor de los festivales le pasa lo mismo, pero para qué meterse en ese lío ahora mismo). Claro que siempre se trató de un cine de productores, pero no es lo mismo el cine de entretenimiento de los 80’s, con Spielberg poniendo la plata, que el cine actual administrado por una sarta de empresarios invisibles. En ese contexto, un director como James Gunn es una rareza. El tipo conoce los resortes del cine de alto presupuesto, pero también los rincones de la cultura pop con la que construye cada espacio de su película, especialmente aquellos a los que recurre para generar una imagen que reverbere en la memoria del espectador (su mezcla entre imágenes y música es perfecta). Además, y a diferencia del resto (tal vez Taika Waititi esté a su altura), Gunn tiene sentido del humor, incluso bastante retorcido para los cánones de Disney, por lo que nunca comete el crimen de tomarse demasiado en serio a sí mismo. Digamos, el trabajo de un comediógrafo. Por lo tanto, no es de extrañar que su trilogía de Guardianes de la galaxia sea el cuerpo de obra más sólido de toda la producción de Marvel Studios: Gunn sabe qué quiere contar y cómo debe hacerlo, incluso cómo sortear las obligaciones corporativas (¡puteadas en una película de Marvel!). Sus películas son personales, sofisticadas, y a la vez tribuneras, populares, cachivacheras. Y todo esto junto estalla por los aires en la última y fascinante, más allá de su valor real, Guardianes de la galaxia Vol. 3. El último plano de la película, el último-último antes de las escenas entre y post créditos, es un primer plano de Rocket Racoon gritando y bailando. Si la película se asume como el cierre de una historia, la adultez y el adiós de un grupo que empezó a construirse dos películas atrás, uno imaginaría que debería cerrar con un plano de Peter Quill, el líder de la pandilla. Pero no, Gunn sabe y comprende que el Volumen 3 debe terminar ahí, con una imagen que no sólo es pura alegría y felicidad, sino que es la alegría y la felicidad de un personaje que atravesó a lo largo de dos horas y media el viaje de su vida. Y que es un respiro necesario para el espectador, luego de una experiencia lo suficientemente angustiante y melancólica (tanto, que la primera escena, una de las mejores aperturas de la historia de Marvel, está acompañada por Creep de Radiohead). La coherencia de la película es tanta, que la utilización de un recurso como el flashback es fundamental para la aventura, que va y viene en el tiempo para contar el pasado de Rocket y su construcción final como líder del grupo. Por una vez los planes magnánimos del villano (la gran falencia de la mayoría de los films de Marvel) se corresponden tanto con la línea principal del relato como con la experiencia individual de los personajes: El Gran Evolucionador, el villano de esta entrega, tiene una historia con Rocket que será la que movilizará la trama. Y la película se construirá sobre ese exclusivo conflicto. El Volumen 3, por lo tanto, surge desde lo individual -Rocket al borde la muerte y el resto de los Guardianes luchando para salvarlo-, a lo general, con un villano que busca mejorar a la sociedad y que, cuando no lo logra, no tiene problemas en borrar todo de un plumazo. Es cierto que el guion fuerza un montón de situaciones y que en determinado momento el montaje paralelo entre diversos espacios se vuelve algo confuso, pero Gunn se tira en esta tercera entrega tan de cabeza al melodrama que incluso lo desparejo y desordenado es coherente con la exacerbación de las emociones que propone. Esa imperfección es el corazón de la película, que en el contexto de un cine adocenado y anestesiado, burocrático y mecánico, resulta vital y movilizador. Es, claro que sí, un film necesario que nos saca de la modorra en su extrema apuesta audiovisual. Si en el Volumen 2 el director caía en la trampa de la búsqueda constante del chiste a riesgo de no animarse a lo dramático y quedar excesivamente canchero (algo que le pasaba en El Escuadrón Suicida), aquí aprendió la lección y acepta que en determinadas situaciones no hay motivos para reírse. Y no hay nada de malo en entregarse a esa sensibilidad con la que la franquicia siempre amagaba. Gran película sobre la amistad, al límite de que los personajes ponen su propia vida en riesgo para salvar al amigo caído en desgracia (y no hay otra motivación), Guardianes de la galaxia Vol. 3 se luce en un terreno en el que ninguna película de Marvel lo había hecho anteriormente, que es en el de las emociones. Volumen 3 es un corazón que bombea sangre multicolor, chillona, rabiosamente rabiosa como el ataque de Rocket contra El Gran Evolucionador. Y Gunn es el corazón que le hace falta a las películas de Marvel, que hace rato dejaron de emocionar y fascinar. Aquí hay tantos momentos gloriosos como otros de esos medio vergonzosos, que sólo el director puede convertir en interesantes. Una película que apuesta, que acierta las más de las veces, con sorpresas, con invenciones felices y con un elenco que entendió como pocos el sentido de grupo. Por eso el final, en su despedida en medio tono, en su pudorosa sensiblería, emociona sin trampas. Porque la despedida -lo sabemos con la salida de Gunn- va más allá, es la derrota de un tipo de entretenimiento que le da lugar a los burócratas de siempre.
“Qué placer verte otra vez” dice la canción de Ciro, y si, es un placer volver a ver a nuestros guardianes de la galaxia, y también es un poco triste saber que es la última película de esta hermosa trilogía. Salí del cine con una sensación agridulce. No terminaba de darme cuenta si era porque tal vez esperaba un poco más del film o si era el saber que no volveremos a ver a este equipo junto en pantalla, y menos de la mano de James Gunn. De las tres partes de esta trilogía, la pongo en segundo lugar. La mejor siempre va a ser la primera, porque tiene un elemento sorpresa muy grande. Recuerdo ir al cine con pocas esperanzas, cómo desganado para ver algo de Marvel y me sorprendió mucho. Tal vez eso hace que esta tercera entrega me deje esa sensación agridulce. Las expectativas son lo peor que uno puede tener para con las películas (y en algunas otras ocasiones de la vida). Gunn no decepciona, hace un film superior a las últimas entregas de Marvel, aun no vi Ant-man, pero estoy al tanto de que no es una buena película. Tiene todos los elementos que hicieron funcionar las películas anteriores de los guardianes. Comedia en su justa medida, nunca de más ni de menos. Acción por doquier, muchísimas escenas de peleas que están muy bien filmadas, aunque por momentos me parecieron un poco caóticas, cómo que pasaba mucho en pantalla y uno no alcanzaba a disfrutar del todo. Tiene también su toque de drama, en este caso de la mano en su mayoría de Rocket y su triste historia de cómo fue creado, introduciendo a un villano que lo único que hace durante el film es ganarse el odio de toda la audiencia, y de los guardianes, por supuesto. Confieso que por momentos me pareció un poco lenta, le faltaba ritmo en algunas escenas (si, ya sé que más arriba dije que las escenas de acción eran un poco caóticas) y también le sobraron algunos minutos de los 150 que tiene. No hay mucho que sorprenda en el film, se pueden ver venir varias situaciones. Lo que no falla nunca en las películas de los guardianes es la banda sonora, siempre excelente, preciosa y acorde para acompañar cada momento que viven nuestros guardianes. Se puede observar una clara evolución en todos los que son parte de este grupo. Nebula me parece que es quien tiene un mayor crecimiento, desde Endgame que empezó a ser distinta, a ser parte de un equipo y está muy bien en su papel. El mensaje del maltrato animal está durante todo el film e incluso creo que peca el director de abusar de este mensaje. El soltar es otro mensaje claro, voy a desarrollar un poco más en la zona de spoiler. Las actuaciones están siempre bien en estas películas. Desde el divertidísimo Chris Pratt, pasando por Karen Gillan, Dave Baustita, Zoe Zaldana, Pom Klementieff como Mantis hace un gran papel también. Las incorporaciones de Will Poulter y Nathan Fillion son muy interesantes. Aunque debo confesar que el papel de Adam Warlock me pareció un poco insulso, cómo que le faltó un poco más de pantalla o de profundidad. Hay dos escenas post créditos, que la verdad no suman tanto. Un gran cierre de esta trilogía por parte de Gunn. Una hermosa carta de amor, una despedida de esa persona que siempre vas a querer, pero es momento de decir adiós…me puse romántico, pero esta película es eso, una despedida de varios actores y sobre todo de James Gunn que nos dice los espero en el universo de DC que voy a crear, saben que hago las cosas bien. Mi recomendación: Si viste las otras 2, anda al cine a ver esta. Si no viste las otras dos, míralas en Disney + y luego anda al cine a ver esta. Mi puntuación: 8/10 Zona de spoiler: Durante todo el film hablan de ser una familia, de estar unidos, en este caso para salvar a Rocket de que se muera, y al final hay algunos que se van por su lado. Me pareció perfecto, habla de la evolución de los personajes, a lo largo de las 3 películas, pero por sobre todo a lo largo de esta película. Star Lord se da cuenta de lo importante de la familia, de su familia que dejó en la tierra. Mantis quiere ser su propia voz. Gamora se hace la dura, la mala, pero cuando la vemos volver con los Devastadores, se deja derretir por el amor que estos le dan cuando la ven de nuevo, se empieza a asomar la Gamora de la cuál Quill se enamoró. No me gustó que Groot haya hablado en inglés, el chiste siempre fue que solo dice “I Am Groot”, puede ser algo tonto, pero no. El personaje de Warlock…no lo recuerdo muy bien cómo es en los cómics, pero siento que lo hicieron muy tonto, le faltó actitud, muy simplista todo en ese personaje. Me hizo acordar al Venom de la trilogía de Sam Reimi de Spider-Man, como metido a las apuradas. Si bien aparece al final de Guardianes 2, quizás no iba tanto en esta historia. La pucha que me creí que se moría Quill…cuánta maldad en Gunn, estaba empezando a derramar mis lágrimas.
Si hacemos la gran Scream y nos atenemos a las reglas del cine de género, el segundo capítulo de una trilogía debería ser el más oscuro. Pasa con Star Wars, con el Batman de Nolan, incluso hasta con Matrix. Pero acá James Gunn ha reservado lo peor – lo mas fuerte y deprimente – para la entrega final de Guardianes de la Galaxia. Ok, era necesario en algún momento un baño de realidad y dramatismo – sino estos tipos son siempre bufones que salvan el universo con una sonrisa en el rostro -. Pero acá, cuando vamos al drama, el tono bordea lo intolerable. El villano hace experimentos genéticos para crear la raza perfecta – uno de esos experimentos da a luz a Rocket, el mapache cohetero de nuestro adorable grupo de vándalos -, pero los productos fallidos son de una crueldad inusitada. Es como si Gunn estuviera canalizando una versión espacial de La Isla del Doctor Moreau (mezclado con gotas de nazismo), con conejos con artefactos mecánicos como bocas, hurones con brazos de metal y morsas con ruedas como patas traseras – es una visión fantasmagórica que me hace acordar a la intro de Nightwatch de Timur Bekmambetov -. Es chocante y deprimente. Uno podía anticipar que en algún momento la historia de origen de Rocket sería tocada y, por vistazos premonitorios – ver todos los artefactos y operaciones que tiene su cuerpo – iba a ser una historia triste… pero no anticipaba que sería tan torturante. Eso liquida las intenciones de volver a verla por parte de un buen porcentaje de la platea (entre los que me incluyo). Ni siquiera el final – en donde los cosas deben levantar puntería y Rocket debería obtener su revancha – es satisfactorio. Hay un inesperado toque gore y demasiada masacre, y aunque todo esto no sean mas que CGIs, no deja de ser brutal. La historia está bien pero tampoco es una maravilla. Los Guardianes se han hecho cargo de Knowhere – la cabeza de un ser celestial devenida planetoide – y están medio hartos de la tarea. Peter Quill sigue extrañando a Gamora, Nebula ya forma parte permanente del grupo – incluso tiene tecnología Stark que la potencia como guerrera – y Drax y Mantis tienen una química que se sacan chispas y es de lo mejor del filme – es increíble todo lo que creció Mantis como personaje -; por su parte Groot es una cosa enorme, musculosa, mas poderosa que su versión original. Entra en escena Adam Warlock, una especie de Superman dorado creado por la raza de los Soberanos – los que odian a los Guardianes -, quien destroza todo lo que puede e intenta raptar a Rocket. Las cosas salen muy mal, Warlock debe huir muy herido mientras que Rocket queda al borde de la muerte. Ahora los Guardianes deben rastrear los orígenes de Rocket para encontrar una cura para su anatomía única a irrepetible, lo que los lleva al encuentro del Alto Evolucionador – un ser todo poderoso que juega a ser Dios, modificando seres de todo tipo a piacere en busca de una raza perfecta y que es el responsable del origen del mapache, de Warlock e incluso de la raza de los Soberanos -. La historia de Rocket, contada en flashbacks mientras está en coma, es deprimente y repulsiva. Si usted no tiene tolerancia a la crueldad animal, éste no es un filme que pueda tragar. Todo el asunto destila un tufo a experimentos nazis, amoralidad y poderosa crueldad que incluso, por momentos, te hace apartar la vista de la pantalla. Por otra parte al tener a Rocket fuera de acción mas de la mitad del filme nos perdemos a uno de los mejores personajes de la saga. Quill se topa con Gamora Mark II – la versión que vive en este Universo, que es una devastadora aliada con Sylvester Stallone, Michael Rosenbaum cristalizado y otros palurdos que (según el comic) podrían ser la versión II de los Guardianes -, la cual no tiene ni la mas pálida idea de lo que le habla el flaco ni siquiera de su pasado romántico. El azar los pone juntos pero no los revuelve, así que las letanías de Quill por su amor perdido se hacen largas e interminables. Hay buena acción y buenos chistes pero el tono sombrío empaña las cosas. Como villano el Alto Evolucionador no es muy consistente – a veces es todopoderoso y cruel y otras veces es un histérico que está a los gritos exclamando su impotencia -. Como Adam Warlock Will Poulter se ve enorme y letal, pero después el relato lo “nerfea” – hace sus superpoderes menos superpoderosos, vaya la redundancia – y al final no le da un propósito demasiado válido, quedando en un cameo glorificado. Se supone que en los comics Adam Warlock es una especie de Jesús espacial – un ser de luz justiciero de particular inocencia – pero acá es como un Superman (o quizás un Shazam por su personalidad aniñada) de cuarta. Guardianes de la Galaxia Vol. 3 es mejor que Quantumania, pero el tono oscuro termina opacando sus méritos. Incluso la resolución se ve abrupta y sin demasiado sentido – de un momento a otro la mitad de esta gente decide probar otro camino y desbandar la pandilla -. Si la taquilla da buenos resultados seguramente habrá un Guardianes 4 pero con otra configuración diferente a la conocida y en manos de otro artesano. James Gunn se despide de Marvel y lo hace con una entrega muy respetable en sus propios términos. Lo que no estoy tan de acuerdo es con el tono, que me arruina mucho del entretenimiento que esperaba. Al menos los hermanos Russo obtuvieron un mejor balance entre el amargo drama, el entretenimiento y el heroismo en las dos últimas de los Vengadores; acá el shock es fuerte y el desenlace tiene sabor a poco como para compensar toda esa amargura previa.
La vuelta de James Gunn a Marvel (después de haber sido cancelado y despedido, y de haber dirigido El escuadrón suicida para DC) le hace tanto bien que tendría que seguir haciendo Guardianes de la Galaxia todas las veces que quisiera. En el Volumen 3 se encarga nuevamente del guion y la dirección y demuestra que puede darle a la saga un toque personal y una onda como ninguna otra película de superhéroes tiene, además de conjugar a la perfección el carisma de sus personajes con secuencias de acción que ponen en el centro de la escena al humor y a la música. La historia gira alrededor de Rocket, el personaje del mapache (cuya voz en inglés pertenece a Bradley Cooper), al que si le sacamos las dos últimas letras queda en un contundente Rock, porque siempre en las buenas películas importa más lo subrepticio (lo que está entre líneas) que la historia que vemos en pantalla. Si seguimos el subtexto podemos afirmar que Guardianes de la Galaxia – Volumen 3 es sobre salvar al Rock(et), y es también la despedida del grupo tal como lo conocemos, o quizás no, porque Marvel se las ingenia para seguir sorprendiendo con la vuelta de personajes que mueren o que prometen no regresar. Y todo parece ser que de Rocket va el asunto, ya que muestra su origen, cómo lo crearon y lo mantuvieron enjaulado en la compañía Orgocorp, una especie de gran laboratorio en el que se experimenta con animales para, supuestamente, perfeccionarlos con intervenciones y modificaciones genéticas que los dejan como Frankenstein en versión animal. Los Guardianes están reunidos en Knowhere, su cuartel general, hasta que una noche son atacados por Adam Warlock (Will Poulter), quien quiere llevar a Rocket a su creador (y villano de turno), el Alto Evolucionador (Chukwudi Iwuji). En la furiosa pelea, Rocket queda gravemente herido y Peter Quill (Chris Pratt) y el resto de Guardianes tratan de reanimarlo, pero no pueden porque el mapache tiene incrustado un interruptor de muerte, lo que hace que el grupo decida viajar al Orgoscopio, la sede de Orgocorp, para encontrar el código de anulación del interruptor y recuperar el archivo personal del amigo moribundo. De este modo, Guardianes de la Galaxia – Volumen 3 se convierte en una aventura para salvar a Rocket, que es también el Rock, y esta lectura se apoya en indicadores que la película esparce a lo largo de sus dos horas y media, partiendo de la base de que el título es “Volumen 3″, como un disco, además de la afición a la música tanto de Rocket (cuyo nombre está inspirado en la canción de Los Beatles, Rocky Raccoon) como de Peter Quill, quienes siempre andan escuchado clásicos del rock. Las palabras rock y Rocket están juntas en un filme con la impronta del director y su melomanía exquisita, que incluye canciones de Radiohead, Beastie Boys, Rainbow, The Replacements, Bruce Springsteen, The Florence + The Machine, entre otras. Y todo al compás de escenas de acción con una estética que se parece al interior de un organismo vivo, con paredes gelatinosas y personajes grotescos. James Gunn firma (y filma) una maravillosa carta de amor al rock, al que quiere mantener como es, con sus defectos y virtudes, sin tocarlo, porque el rock, al igual que Rocket, es un animal deforme, un híbrido, un injerto valiente y rebelde. Viva el rock, viva Rocket. Y ojalá Gunn siga al mando de la franquicia.
Si nos dejamos llevar por las emociones, esta película merecería más estrellitas. Pero es mejor que acreditemos que es imperfecta porque eso refuerza que los Guardianes están entre los personajes más humanos y bellos que dio la moda de superhéroes. Son mucho menos “súper” que héroes por azar, un grupo de descastados que se convierte en familia, de esas que se eligen. Si la primera película hablaba de descubrir la empatía y la segunda giraba alrededor de la paternidad, esta tiene como norte el “ser uno mismo”, amigarse con la propia historia y animarse a estar solo sin dejar de saber que los amigos siempre están. La trama tiene tres hilos: la reaparición de Gamora y su conflicto con su novio/no novio Star Lord; el intento desesperado por salvar la vida de Rocket, imbricada en la historia del villano (una especie de Dr. Moreau galáctico) y el auténtico núcleo emocional de la película, y la relación entre el deber y la aventura. Si de algún modo los Guardianes era un grupo de chicos jugando en el barrio o la plaza, esta última entrega trata de crecer, de dejar la infancia y mirar el mundo adulto. Con mucho humor y muchísimo color, detrás de este circo con animales y todo hay un cuento profundamente humano. Sería deseable ver la película (o la trilogía completa) más allá del sello Marvel o las modas.
Reseña emitida al aire en la radio.
Todavía recuperándose de la pérdida de Gamora, Peter debe reunir a su equipo para recuperar uno de los suyos. Una misión que, si no se completa, podría llevar al final de los Guardianes.
Otra película de Marvel inunda la cartelera. Una vez más, James Gunn se coloca detrás de cámara, indicado como el responsable directo de la apuesta de Kevin Feige y del curso cinematográfico que han tomado los personajes creados por este. Feige deposita en el director de “Escuadrón Suicida” la confianza suficiente como para otorgarle poder absoluto sobre la estética, la música y el sentido de la historia. Dos horas y media de duración vertebran una mixtura de aventura espacial, comedia de superhéroes y acción con toques de sci-fi añejo. Lo bizarro y lo imaginativo confluyen, nutriéndose de continuas referencias a las anteriores películas, aspecto que posibilita la comunicación dentro del microuniverso gestado por “Guardianes…”. En 2014 se estrena el primer volumen, rebosante de humor ácido y sarcástico, un cinismo que es ADN de base para Marvel, y que congenia con emotividad. Es el espíritu que impregna el relato por completo. Una década después, el cierre de una trilogía implica lo épico y colosal y ciertos preceptos a los que Gunn no está dispuesto a renunciar. Sin ser un spin off o una secuela, se dedica el film a narrarnos eventos anteriores, linkeando anteriores entregas. Misiones, enfrentamientos y combates, en pos de salvar a los de la propia especie, resultan la fórmula que termina cerrándose sobre sí misma. Más estereotipos y convenciones aguardan: el villano indispensable. Se plagan secuencias de espacios visualmente estimulantes, mezcla de CGI y de efectos prácticos en la búsqueda de atmósferas convincentes. Lo estéticamente reconocible subyace en sus criaturas, y la flamante secuela delinea características del cosmos que habita sin mayores riesgos, pero en seguro confort. Un estándar de lo que el fan espera. De inmediato al estreno del film, la despedida de Gunn del universo Marvel acaparó las noticias cinematográficas, una vez convertido en el próximo arquitecto del DC comics. El futuro de “La Liga de la Justicia” está en manos de uno de los directores más redituables dentro el cine comercial americano contemporáneo