Veamos cómo empieza Halloween Kills y ustedes me dicen qué opinan. Es Halloween -como siempre-, pero en 2018. Si vieron la anterior de la saga, que era un reboot, saben que ésta transcurre momentos después del final de aquélla. Si no la vieron, no importa, porque en Halloween Kills les cuentan todo, por si se perdieron la anterior Halloween, se habían levantado para ir al baño, o a comprar pochoclo o lo que fuera. Todo transcurre de noche, como avisa el subtítulo en castellano (La noche aún no termina). Podrían haberla hecho en tiempo real, como la serie 24, ¿la vieron? No es que quiera desviarme de Halloween Kills, pero qué buena era la serie con Kiefer Sutherland, ¿no? Aunque al final empezaba a reiterarse. Como la saga de Halloween. ¿Qué les estaba contando? Ah, sí. Es Halloween en Haddonfield, Illinois. Vemos un cuerpo empalado en una cerca, un policía gravemente herido en el cuello (lo interpreta Will Patton, como Hawkins, que estaba en la anterior). Laurie Strode (Jamie Lee Curtis, que cada día se parece más a Patti Smith) está con su hija y su nieta siendo trasladada a un hospital, después de -intentar- matar a Michael Myers de miles maneras. Se presume que encerrándolo en su casa y prendiéndole fuego, el tipo de la máscara blanca no sobrevivirá. Jaja. Una más, y no... Michael Myers, además de llamarse igual que el actor de El mundo según Wayne, debe tener antepasados en las tierras del norte de Escocia, como Highlander, porque es inmortal. Porque cuando llegan los bomberos a sofocar el incendio, toma un hacha y deja un tendal de cadáveres. Y no. No se quemó, ni se le quebró una uña. ¿Sigo? ¿Para qué? Sólo sepan, porque esto es solo el comienzo y no voy a spoilear nada, que muchos de los personajes que sobrevivieron hace 40 años, cuando John Carpenter dirigió la película original y compuso la musiquita, vuelven. Claro, con cuatro décadas encima, así que en muchos casos no son los mismos actores. El que vuelve es Nick Castle, que estaba debajo de la máscara allá por 1978. ¿Les tiro un dato para sorprender a sus amigos en el cine? Nació el día de la primavera, el 21 de septiembre de 1947, el mismo día, no solo la fecha, sino que también el mismo año que Stephen King. De nada. Otro que vuelve es David Gordon Green, que dirigió la anterior y, sí, que está completando la que estrenará en octubre del año que viene, proféticamente titulada Halloween Ends. Y dirigirá una nueva de El exorcista, y la serie basada en Hellraiser. No le queda tiempo para nada. Ni siquiera para sentarse a pensar un poco qué hacer, cómo homenajear y no desperdiciar el tiempo con una saga que ya parece que lo dio todo. Lo último. Aparece Anthony Michael Hall, el actor de El club de los cinco, Se busca novio y El joven Manos de tijera, en un rol coprotagónico (creo que actúa más que Jamie Lee Curtis). A ver si lo reconocen…
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Uno de los aciertos de Halloween (1978), de John Carpenter, es que no explica el origen del mal ni se detiene en reflexiones sobre por qué ese niño de 6 años llamado Michael Myers mata a su hermana con un cuchillo y luego se empecina en perseguir a la niñera Laurie Strode. Carpenter hizo un slasher austero, pragmático y efectivo. Se centró en la música, le puso una máscara blanca al villano, contrató a una joven Jamie Lee Curtis para el papel principal e hizo historia. En Halloween Kills, continuación de Halloween de 2018, ambas dirigidas por David Gordon Green, se intenta hacer todo lo que no se hizo en la original de 1978. En este sentido, probablemente sea la película más ambiciosa de la saga. Entre otras cosas, porque pretende unificar en una noche la historia de Michael Myers y la de la comunidad de Haddonfield, el barrio al que el enmascarado vuelve después de 40 años. La película empieza con un flashback que nos lleva a 1978 para mostrarnos lo que pasó esa noche en la que Loomis (en aquel entonces interpretado por Donald Pleasence y ahora por Tom Jones Jr.) casi mata a Myers, después de que este casi mata a Laurie. Con esta escena se introduce la primera modificación, ya que incorpora a dos policías, uno de los cuales es el joven Hawkins, quien en la de 2018 y en Halloween Kills interpreta Will Patton. Ahí descubrimos lo que hace Hawkins. Halloween Kills se ubica, al comienzo, en la noche de Halloween de 1978. Luego vuelve al momento del final de la película de 2018, con Laurie, su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) arriba del vehículo que las lleva al hospital, mientras Myers arde en la casa incendiada de Laurie, quien ve que los bomberos pasan a toda velocidad a apagar el fuego, lo que puede salvar a Myers. Paralelamente, aparece Tommy (Anthony Michael Hall), el niño al que cuidaba Laurie en el filme de 1978, quien, en un bar lleno de gente, cuenta lo que Myers significa para la población de Haddonfield. Mientras esto ocurre, Myers se levanta cuando los bomberos entran a la casa y descuartiza a todos en una escena que cumple con lo que tiene que tener un slasher: matanza sanguinaria. Pero ahora parece que Myers ya no quiere volver por Laurie, sino que quiere volver a casa, no se sabe para qué ni por qué, y en la explicación que da la película, a través de de Laurie y Hawkins, pierde consistencia y se torna enrevesada. Ese intento por explicar el mal (algo que Carpenter nunca hizo) es su principal problema. En vez de hacer un slasher con escenas de muertes que sean ingeniosas y efectivas, Gordon Green quiere ir más allá y darle una explicación a lo que es Michael Myers, sin decidirse si quiere que el personaje sea un concepto, algo sobrenatural o un psicópata difícil de matar. La parte en la que los vecinos de Haddonfield toman las armas la ubica en una postura un tanto fascista que tampoco queda del todo clara. Se entiende eso de que una comunidad tiene que vivir sin miedo para que dejen de matarla, pero la idea no logra plasmarse con claridad. Todo ese asunto de que Michael Myers es más que humano, y que por eso mismo es inmortal, es tan complejo que lo único que logra es arruinar la película. El peor error que puede cometer un slasher es tener pretensiones filosóficas.
Un desajuste evidente del promedio entre voluntarismo y resultado, que no existía en la primera exhumación de este clásico independiente del terror, se corporiza en esta segunda entrega, que concreta el binomio David Gordon Green/Danny McBride, coproductores y coguionistas nuevamente, compradores del duopolio de este inexplicable segundo reboot de la obra maestra de John Carpenter de 1978, estrenada en Argentina como Noche de brujas. Mencionemos sólo uno de los factores que alteran este producto, para no incurrir en la recolección de partes: los sobresaltos por debajo de la cintura como resultado de la impregnación del contexto presente reemplazan los viejos sustos reales que eran consecuencia de una planificación calibrada a escala visual milimétrica. Y con esto podemos largarnos a llorar de sobra; esta producción de tamaño medio surge del proceso industrial que eclipsa abstractas con ideas con eslóganes visuales. No es de extrañar. Por lo mismo, hay que decirlo de nuevo: no confiaría mucho en las alabanzas públicas a Halloween Kills del maestro John Carpenter porque estuvo involucrado en el proyecto a corta distancia de los hechos y el cheque que le espera ya fue cobrado. No obstante, se impone una ironía: mientras que el nombre John Carpenter asoma sus trece letras tres veces en los títulos de inicio –como uno de los músicos, como uno de los productores ejecutivos y como uno de los autores de la idea original–, su sello de realizador, o, como mínimo, alguna de sus gracias máximas como maestro del cine contemporáneo, como la de ejercer cristalinamente el dominio total de los recursos modestos de la orfebrería cinematográfica clasicista, un estilo alcanzado en la destilería de Howard Hawks, se priva de invadir esta película, una película comercial y, si bien respetuosa, arteramente mercantilista que no cree en la invocación del estilo visual primal de la saga Noche de brujas, el tipo de estilo basado en la pobreza económica de rodaje que suele germinar frutos creativos que perseveran, al contrario de lo efímera que resulta la cadena de existencia de una película entre las correntadas de la competencia feroz entre los lobos del streaming. Otro detalle que supone, no un desvío del purismo, sino un atajo convencional y burdo de la plástica sónica elegida por Gordon Green, son los exabruptos altisonantes de algunos pasajes de la partitura musical que compusieron los dos Carpenter, padre John e hijo Cody, y Daniel A. Davies, como si el Hans Zimmer de la trilogía Batman de Christopher Nolan hubiera visitado el estudio de grabación con sonrisa ganadora y dos consejos en el bolsillo. Esta resolución de lo musical que raya en el uso de la fanfarria contradice drásticamente el minimalismo carpenteriano de origen, cuyo leitmotiv melódico famoso sólo se repite en Halloween Kills como un estribillo del pasado para enganchar nuevo público y solamente en algunas ocasiones, para recordarnos que se supone que esto es algo fiel porque Carpenter le levantó el pulgar. No hay nada fiel en hacer de nuevo una película que no necesita ser rehecha salvo la fidelidad al lucro por el lucro con máscara de tradición de género cuando es traición de cine. Sinceramente no esperaba encontrar el tipo de película mala de terror repleta de personajes imbéciles que demoran eternidades en responder a los estímulos de la situación o que revisten una inédita discapacidad neurológica para la puntería con arma reglamentaria, causando la muerte innecesaria de muchos personajes más, como si la tetralogía Scream de Wes Craven sólo hubiera sido un mal sueño y no una buena y necesaria realidad que tildó un punto y aparte en la auto-historia del slasher. ¿Qué demonios pasó con los mismos nombres propios que llevaron adelante la empresa Halloween un poco más digna de 2018? ¿En qué recovecos de Halloween Kills se cocieron los detalles para que resurja por casi dos horas de metraje el viejo y siempre falible refrán: segundas partes nunca fueron buenas? Cuando alguien va al cine a ver una película como esta sabe con qué se va a encontrar. Es un eslabón en una cadena de rituales archiconocidos. Predomina la preexistencia, en la memoria del espectador, de una resaca pop en torno a la cosmogonía creada por Carpenter que permite desconfiar, por ejemplo, de un final cerrado tal como siempre hemos desconfiado desde que Michael Myers se levantó y se fue cuando todos creíamos que era carne de crematorio al fin. Todo es previsible, pero ese no es el problema. El western también es previsible y allí anida su esencia mítica. La variabilidad no existe en otro mundo tan codificado, el slasher, la casa cuna del apuñalamiento en el cine. Asistimos satisfechos, una vez más, al rito de este pequeño universo barrial que contiene la eternidad en un día en la vida de un psicópata que nunca quiere dar la cara, al revés de los matarifes más siniestros de los anales de los asesinos en serie, que sí quieren dar la cara porque buscan el camino tortuoso y granguiñolesco de la gloria eterna.
Una franquicia que no agota su capacidad de reinventarse. Mejor no intentemos racionalizar acerca de la supervivencia permanente del villano más temido. Milagroso escape mediante, un incendio brutal no cumplirá con su amenaza de acabar con la bestia diabólica. Hechizos del cine comercial. Aperitivo para “Halloween Ends”, refrito de próxima factura. Acorde a la fecha calendario en donde fija su estreno(¿trick-or-treat?), entrega cuerpos masacrados por doquier; todo sea por prolongar el legado del trauma que revive la mitología de Michael Myers. El retorno a la fatídica noche concebida por la madre original, autoría de John Carpenter, en 1978, fue el mecanismo de ignición para la producción estrenada en 2018, un sorprendente producto autoría de David Gordon Green. El autor (¿dónde ha quedado aquel cineasta independiente emergente para el nuevo cine americano?) se coloca nuevamente tras de cámaras, dando vida a la pesadilla ignorando múltiples secuelas desechables. En “Halloween Kills” abunda la violencia que no genera miedo, en tanta proporción como la nostalgia hacia aquellos personajes que convirtieron a este ejercicio del cine de terror en un clásico atemporal. Más de cuarenta años y doce películas compendian una historia profusa. Una franquicia que no se queda a morir. Un eterno reboot insuflado de sangre vieja. Solo hay algo que hace llamativamente bien: la maldad contrastada de la esencia humana (la histeria colectiva) con las motivaciones asesinas de un desequilibrado mental otorga cierto específico a una trama superficial de principio a fin. Puede la crítica norteamericana pronunciarse sobre las barbáricas masas enfurecidas que hicieran tambalear su régimen democrático en pleno brote pandémico. Serias fallas narrativas quitan todo tipo de propósito y complejidad a la más reciente producción. Atisbos quedan de la noche alborotada de fines de los años ’70. Poca dignidad traduce el impávido rostro de Jamie Lee Curtis. ¿Realmente era necesario un enésimo regreso? “Halloween Kills” da rienda suelta al apetito asesino de Meyers. El recuento de cadáveres que se apilan nos hace perder la cuenta. Un serial killer que bate su propio récord de matanzas estimula nuestra más inconfesable perversión. Existen formas creativas de asesinar que siempre atraerán al espectador. Tras los rastros de sangre, pervive la inutilidad de una secuela que atenta contra la leyenda en buena ley ganada. Artilugios para desvirtuar al mito.
Déjenlo arder Se podría decir que Halloween Kills (2021) por lo menos parece mucho más volcada a reproducir los engranajes tradicionales del slasher y no sufre de la evidente indecisión de su predecesora, Halloween (2018), obra que deambulaba algo mucho perdida entre la tragedia de traumas arrastrados en el tiempo, aquel thriller de venganza por encarcelamiento y el susodicho slasher de adolescentes atolondrados asesinados en secuencia, sin embargo lo cierto es que el film anterior era más atractivo a nivel general y estaba mejor construido porque en comparación Halloween Kills ya se asemeja a una secuela improvisada, tonta y burda a más no poder que no sólo cae en la redundancia y en la colección de secundarios innecesarios, pretensiones corales de por medio, sino que además no agrega nada nuevo a las décadas y décadas de franquicia, empezando por Halloween (1978), una película menor del acervo del eterno John Carpenter que copiaba los latiguillos de los giallos de Dario Argento y Mario Bava en línea con el homicida misterioso, las tomas subjetivas más o menos esporádicas y la incompetencia total de la policía, esa que le permitía a diversos exponentes de nuestra sociedad civil encarar sus investigaciones para en primera instancia identificar al loco, casi nunca una caricatura tan poco imaginativa del cuco como Michael Myers, y en segundo lugar arrestarlo o -llegado el caso- incluso matarlo, una eventualidad que solía ocurrir debido a que el querido psicópata en cuestión siempre ofrecía resistencia. Si el opus del 2018, dirigido y escrito por el mismo director de la presente, David Gordon Green, hizo todo lo posible para saltearse Halloween II (1981), aquella agradable película que en buena medida transcurría en un hospital y nos ofrecía el giro melodramático de que Myers era el hermano de su bella archienemiga Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), en esta oportunidad Halloween Kills confina a Strode -de nuevo- en un hospital, producto de la batalla del último acto del convite previo, y al mismo tiempo, como decíamos, llena al relato con una retahíla de burgueses aburridos con destino de víctimas siguiendo una y otra vez el mismo formato expositivo, léase escena de presentación de cinco minutos, primer indicio de acercamiento por parte de The Shape y carnicería fugaz reglamentaria. Green demuestra ser un incompetente absoluto para generar suspenso, miedo o un mínimo interés en el espectador para con lo que acontece en pantalla, y esto hasta pareciera reconocerlo sistemáticamente a lo largo del desarrollo porque atiborra a la propuesta con flashbacks incomprensibles, situaciones descabelladas que tiran por la borda la idea de humanizar a Myers y demasiadas referencias nostálgicas y huecas mediante cameos muy berretas de actores del pasado de la saga. Para colmo de males el cineasta pendula entre una fotografía apaciguada clasicista e instantes cuasi videocliperos posmodernos que parecen sacados de una publicidad boba que licúa el quid de la masacre, embelleciéndola a pura contradicción. Los problemas de Halloween Kills son varios y abarcan la noción de seguir utilizando de manera maniática a Curtis, una veterana con más de 60 años que empezó interpretando a una niñera púber y que ya no está para andar haciéndose la luchadora freak a toda pompa, precisamente por ello aquí su participación es mucho menor que su homóloga del opus anterior, luego viene la idea de continuar atando cabos con el pasado como si a alguien realmente le importase la correlación de personajes y situaciones en un slasher sustentado en las muertes coloridas y siempre cruentas, de allí que no funcione prácticamente nada en Halloween Kills porque todos los diálogos de pretendida profundidad dramática caen en el absurdo en un contexto de matanza non stop a instancias de una fuerza ya sobrenatural e imparable como el tremendo Michael, y en último lugar viene el doble anhelo de por un lado seguir aprovechando la dinámica de cofradía femenina de abuela/ Laurie, hija/ Karen (Judy Greer) y nieta/ Allyson (Andi Matichak), un planteo en esta ocasión totalmente desaprovechado, y por el otro lado apostar fuerte a una turba proclive al linchamiento y encabezada por Tommy Doyle (Anthony Michael Hall), uno de los sobrevivientes de la carnicería del film de 1978, lo que ahora genera la muerte de un inocente cual sospechoso facilista de la muchedumbre encolerizada y bien ciega, un sujeto al que llevan a arrojarse desde una ventana del hospital sin que medie un ápice de sutileza narrativa, humana o ética. Quizás lo mejor del trabajo de Green, un director de dramas y comedias del rubro indie que mucho no sabe de cine de género duro y se nota, es la música de Carpenter, su hijo Cody y Daniel Davies, nada menos que el vástago de Dave Davies de The Kinks, y el importante peso del gore y esto tiene que ver con el hecho de que una de las productoras involucradas es la de Jason Blum, un especialista en terror que no teme meterse a pleno en la masacre y por lo menos en ese apartado ser fiel a la franquicia, no obstante en Halloween Kills no hay ni un gramo de erotismo, otro componente fundamental del slasher desde siempre, ni tampoco de trasfondo cinematográfico artesanal debido a que la película que nos ocupa está imbuida de la impersonalidad y la velocidad maquillada de paciencia del mainstream que pretende apuntar a los adultos pero sin descuidar a los adolescentes, malinterpretándolo todo, segmentándolo desde la iconografía marketinera idiota y volcando a la película en su conjunto hacia el terreno de un híbrido que no deja satisfecho a nadie por su carácter convulsionado, remanido, torpe, lelo e inconducente, siempre caminando y caminando sin llegar a ningún lado a escala discursiva porque no hay ni un maldito personaje interesante, el metraje es por demás excesivo, el regreso del Doctor Samuel Loomis es irrespetuoso para con el inolvidable Donald Pleasence y las actuaciones resultan insólitamente flojas y derivativas. Lejos del dejo inconformista e irrespetuoso de las muy disfrutables entregas de Rob Zombie, Halloween: El Comienzo (Halloween, 2007) y Halloween II (2009), y ni siquiera llegando al mega trash del ciclo que va desde Halloween 4: El Regreso de Michael Myers (Halloween 4: The Return of Michael Myers, 1988) hasta Halloween: Resurrección (Halloween: Resurrection, 2002), Halloween Kills lo único que despierta es ganas de que dejen en paz a The Shape o lo maten de una buena vez, en sintonía con los gritos de “déjenlo arder” de Strode cuando ve a los bomberos yendo a apagar el incendio destinado a finiquitar la existencia de Myers, una que hasta los fans más acérrimos y descerebrados de la saga ya no pueden tomarse en serio porque se ha transformado en un significante vacío, otrora the boogeyman y ahora un maniquí que no asusta ni fascina ni sorprende a nadie…
Secuela inmediata de de Halloween (2018) y en la línea temporal que arranca con Halloween (1978) e ignora todas las otras secuelas. Halloween Kills (2021) tiene varias virtudes pero se deja arrastrar por sus defectos. Si su inmediata predecesora lograba combinar homenaje, reinicio y secuela, acá solo se ve el desgaste habitual de las continuaciones, con el agregado de ser claramente una transición hacia el desenlace que ocurrirá en Halloween Ends (2022). Después de que Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), su hija Karen y su nieta Allyson dejen encerrado y prendido fuego a Michael Myers, se dirigen al hospital para curar las heridas. El espectador obviamente lo sabe, pero ellas ignoran que no han logrado matarlo. El pueblo de Haddonfield, cuyo trauma sigue vivo, deberá enfrentarse una vez más a su monstruo y asesino. Sangre no falta, al contrario, eso siempre se valora. Como novedad, la película trae personajes del film de 1978 pero adultos o incluso ancianos. También nos regala un poco del Donald Pleasence, para armar un rompecabezas lleno de piezas que justifiquen una película del medio dentro de una trilogía final. Atrás ha quedado la película de John Carpenter, aunque estos nuevos títulos busquen rendirle homenaje y ser respetuosos con aquel clásico. En el film del 2018 todo era rendirse frente a la obra maestra que les dio origen a los personajes, acá se busca ir más allá, mezclando tonos, sumando situaciones imposibles de conectar y simplemente postergando el cierre. Por eso Jamie Lee Curtis está en el hospital, como en Halloween II, y es poco lo que hace. Su tarea consiste básicamente en reflexionar sobre Michael y tomar fuerzas para arrasar con su enemigo en la que promete ser una batalla épica. ¿Ven? Ya lograron mantenernos enganchados una vez más, incluso sin hacer una gran película.
En 2018, David Gordon Green («Pineapple Express», «Stronger»), habría logrado contra todo pronóstico darle un poco de aire fresco a la franquicia de «Halloween» con un soft reboot que se encargaba de ignorar las flojas secuelas del film original y continuaba la historia de aquel primer capítulo, 40 años después. El resultado fue una secuela bastante digna que, si bien no fue sumamente innovadora, sí pudo encontrarle la vuelta para rendirle tributo a la obra maestra de John Carpenter y comenzar lo que se veía como un sólido inicio de una trilogía que se anunció prácticamente de forma inmediata luego de ver el éxito del regreso de Michael Myers. Aquí se nota que Green quiso ir por un camino «diferente» (en ciertos aspectos) para separarse del terreno seguro que planteó la película de 2018, y ello lo llevó a tomar algunas osadas decisiones que hicieron que incurra en algunos errores del pasado que atentan contra la base que hizo fuerte a la historia original. La secuela arranca ni bien termina el relato anterior, cuando Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak), se dirigen en ambulancia al hospital, para tratar las heridas de Laurie luego de la violenta batalla que libraron contra el homicida de la máscara blanca. El trío había dejado a Michael Myers encerrado en el sótano mientras la casa se incendiaba creyendo que todo había terminado de una vez por todas. Sin embargo, los bomberos llegan al lugar para apagar el incendio y terminan accidentalmente liberando al implacable asesino. Mientras Laurie se recupera de sus heridas, los ciudadanos de Haddonfield se organizan y deciden ir cazar al temible monstruo. Si bien parece que decidieron alejarse un poco de los estándares de la franquicia e incluso de la película anterior, en esta oportunidad el film se toma un tiempo considerable a través de un flashback para moldear algunas motivaciones de personajes secundarios en el presente, lo cual hace que se le comience a quitar fluidez y dinamismo al relato. Por otro lado, aunque dichos personajes de la historia original terminan cobrando mayor relevancia y empatía del público, luego se termina cayendo en una esperable y poco original seguidilla de muertes rápidas que hacen pensar que dicho tiempo fue verdaderamente desperdiciado. A su vez, Laurie Strode que fue uno de los puntos altos del regreso de «Halloween», aquí es relegada a unos pocos minutos en pantalla en escenas algo intrascendentes a los fines dramáticos. Por otro lado, a pesar de que resulta atractiva la idea de sugerir que el pueblo de Haddonfield comienza a operar en masa con un hambre implacable de sangre y violencia generalizada haciéndonos creer que se invirtieron los roles del famoso juego del gato y el ratón, esto es demostrado de forma grosera y con una sobre explicación constante por medio de voz en off, que le quita peso o sutilidad narrativa. Es realmente llamativo que la dirección de Green, que fue una de las cosas destacables de la entrega anterior, incluso acá en esta secuela parece algo desprolija y derivativa con jumpscares esperables y una puesta en escena algo más común que en su predecesora. Asimismo, la idea de que Michael Myers es un asesino de carne y hueso planteada en el film de 1978 y en su continuación de 2018, nuevamente se ve amenazada por ciertas insinuaciones en esta secuela que plantean cierto estiramiento del verosímil como ha pasado en varias de las entregas pasadas que no funcionaron. Un verdadero desacierto que compromete lo logrado en el reboot y que, a pesar de algunos buenos momentos, hacen que esta película resulte olvidable.
EL SINUOSO CAMINO DE LO PARTICULAR A LO GENERAL Si Halloween era, además de una secuela del original de 1978, una relectura que se preguntaba cómo hacer un slasher en el presente, indagando en las repercusiones del pasado en las conductas actuales, Halloween kills lleva esa operación discursiva hasta el extremo. En cierto modo, hace algo parecido a Scream 2: riza el rizo, redobla la apuesta, expande su mundo y pasa de las consecuencias particulares a las generales, aunque sus resultados no son del todo redondos. Esta continuación arranca inmediatamente después de su predecesora, luego de que Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) dejaran a Michael Myers encerrado en el sótano de la casa en llamas de la primera. Sin embargo, Michael consigue liberarse de la trampa, escapar y retomar su habitual accionar homicida, justo cuando Laurie es incapaz de oponérsele, ya que está recuperándose de sus heridas en el hospital. En cambio, los que deciden defenderse y enfrentarse a Michael son los habitantes de Haddonfield, desde los más viejos hasta los más jóvenes. Es por eso que decidirán hacer justicia por mano propia y formar distintas patrullas ciudadanas, con desenlaces de todo tipo. Si la figura de Curtis, con toda su iconicidad a cuestas, era el puente que utilizaba el film del 2018 para entablar un diálogo estético con la materialidad del clásico de 1978, en Halloween kills ese intercambio se extiende a la estructura narrativa, con otros puntos de vista ejerciendo sus propias lecturas. No solo otras víctimas de Michael Myers, acechadas por esa sombra siniestra que les dejó un trauma imborrable, sino también el propio Myers, con todos los enigmas que lo rodean a cuestas: sus orígenes homicidas, las motivaciones que lo impulsan, su malignidad inagotable, incluso -y quizás principalmente- su resistencia casi mítica. De hecho, la puesta en escena del director y coguionista David Gordon Green se interroga de forma constante sobre la persistencia del mito del Mal -así, con mayúsculas- y su poder a nivel íntimo, pero, fundamentalmente, social. A medida que pasan los minutos, Halloween kills va dejando cada vez más explícita su condición de meta película, de parodia reflexiva sobre el subgénero que es el slasher y sobre la propia saga de Halloween. Ese ejercicio metalingüístico y discursivo que plantea el film, con toda su carga psicológica y sociológica -hasta podría decirse que psicosocial, por cómo aúna conceptos- es tan ambicioso como desparejo. Halloween kills despliega un abanico de personajes y subtramas que no llegan a consolidarse del todo, exhibe unos cuantos baches narrativos y cae en una solemnidad un tanto excesiva en función de plantear su tesis. Sí tiene a su favor un ritmo vigoroso, que casi nunca decae, además de un puñado de secuencias donde Green muestra su talento para crear tensión y exprimir al máximo la brutalidad innata que aflora en la figura de Myers, quizás uno de los mejores villanos que ha dado el cine de los últimos cincuenta años. Esas virtudes son suficientes para arribar a un cierre discutible, pero, al fin y al cabo, interesante en su perspectiva, que deja las puertas abiertas para la tercera y última entrega (que se llamará, oportunamente, Halloween ends), pero que también es una clausura en sí misma, una conclusión sobre el rol de ese propagador del miedo interno y de la histeria colectiva que es Myers. Ese papel no es solo hacia adentro de la trama, sino hacia afuera, en dirección a un conjunto de espectadores que, generación tras generación, han establecido un vínculo de retroalimentación con un entramado ficcional tan fascinante como inquietante. Halloween kills le habla explícitamente a ese público y plantea varias ideas atractivas para repensar y revigorizar la saga, aunque solo de a ratos las lleva a su concreción con la solidez adecuada.
Michael Myers versus el pueblo de Haddonfield La nueva continuación de David Gordon Green es una entretenida slasher convencional que ahorra explicaciones y multiplica asesinatos truculentos. Halloween Kills (2021) es de esas secuelas que entienden que ante la falta de nuevas ideas es mejor duplicar las originales. Más muertes, más personajes y más regresos al film original. Pensada en términos de fan service, el film producido por la Blumhouse, regresa a personajes de la película de Carpenter de 1978 y al revival con Jamie Lee Curtis estrenado en 2018. Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) está toda la película en el hospital con una herida en el estómago producto del enfrentamiento con Michael en la película anterior. Por ende el argumento tiene que buscar nuevos personajes que se hagan cargo de hacer avanzar la narración. Entre ellos aparecen su hija (Judy Greer) y nieta (Andi Matichak), que también estaban en el film anterior, personajes cincuentones que eran niños en el film original -Lindsey Wallace, Tommy Doyle y Leigh Brackett, entre otros- y toda una gama de extravagantes miembros de Haddonfield, el pueblo que organizan una horda al estilo Frankenstein (1932) para liquidar a la bestia. El mejor de todos es Tommy Doyle (Anthony Michael Hall) el chico rubio de El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985) que en la película de John Carpenter era uno de los niños bajo el cuidado de Laurie en su rol de niñera. Ahora está viejo, gordo y pelado y comanda el linchamiento a Myers para sanear al pueblo. En ese sentido la lectura de la película es “el monstruo es la encarnación del mal pero también representa el mal inherente a todo el pueblo”. Las dos caras de la misma moneda, con la toma del Capitolio como fenómeno social sobrevolando la escena del hospital. Michael Myers es definitivamente un personaje arquetipo que no contiene ningún rasgo humano (no se lo puede matar ni comprender) y funciona por aquello que representa. Y por sobre todas las cosas, ¡hay que matarlo como sea!. Pero salvo por esa lectura algo interesante y algo tirada de los pelos, Halloween Kills es un entretenido film de terror a la vieja escuela. Pone la imaginación en las muertes con desmembramientos gore (con divertidas dosis de humor negro) y mezcla personajes e información con la liviandad de un serial sin ningún otro sentido que el de elaborar un pasatiempo reconocible.
Estirar la agonía de una franquicia que se queda sin fuerza Michael Myers vuelve, de nuevo, a acechar Haddonfield en la segunda parte de las tres películas que presenta David Gordon Green. La franquicia de Halloween que comenzase allá por 1978 y que fuera dirigida por el gran John Carpenter sigue escribiendo capítulos y luego del reboot/remake/secuela que fue la Halloween de 2018 de David Gordon Green el futuro del asesino más célebre de hollywood parecía tener un futuro promisorio y así se ganó su propia secuela con Halloween Kills, el segundo capítulo de esta historia que culminará el año próximo con Halloween Ends (2022) dando cierre a la, por ahora, historia secuela oficial y avalada por el propio Carpenter. Pero ahora bien, ¿de qué va esta secuela? bueno, retomando en donde terminó la película anterior, con The Shape encerrado en una trampa casera diseñada por Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y que junto a su hija (Judy Greer) y nieta (Andi Matichak) creían haber terminado con él para siempre, Michael logra escaparse (cuando no) del infierno enjaulada en el que estaba. Una vez liberado, no es spoiler porque bueno… siempre pasa, Michael irá en búsqueda de las tres mujeres Strode para terminar de una vez y para siempre con lo que empezó allá por el ‘78. Al mismo tiempo, la gente de Haddonfield decidirá tomar cartas en el asunto para que este fenómeno deje de aterrorizar al pueblo y unirse para detenerlo. ¿Podrán? Luego del primer paso fuerte de la Halloween de 2018 las ilusiones de una secuela a la altura eran inconmensurables por la calidad técnica de su puesta en escena y por decisiones estrictamente argumentales que proponían un regreso a las bases de la cinta original y no tanto a la de las olvidables y numerosas continuaciones. Pero nuevamente Halloween se choca contra la pared de su propio legado y, una vez más, vuelve a caer en la trampa del envión principal (igual que sus fanáticos) y termina otorgando una película que hace agua por todos lados a nivel argumental y que sus puntos altos son demasiado puntuales y escasos dentro de una película de casi dos horas de duración. Comenzando con estos buenos elementos está bueno destacar el nivel de gore utilizado en las muertes, algo casi impropio para la franquicia pero aggiornado a los tiempos que corren, hay una muy buena utilización de efectos para visualizar de la mejor manera cada una de las muertes y eso es muy valorable. También, el director junto con los guionistas, apuestan a revivir parte del lore que tiene la franquicia trayendo personajes de la original y convirtiéndolos en elementos sustanciales de ésta, incluso cambiando algunas de las cosas que se conocían de aquella primera entrega y redefiniendo algunas cuestiones de la psicología de estos personajes tan queridos y entrañables para algunos. Esa búsqueda, en pos de elevar la obra propia, es válida y es riesgosa pero en este caso sale bastante mal porque parte de una premisa que los que pensaron la cinta parecieron obviar, no es interesante. Ahí está el mayor problema, el desarrollo de la cinta se da en un caos general de personajes a los que no queremos ni un poco, no nos interesan si mueren o viven, ni sus motivaciones. Al hacer foco allí, el espectador puede gozar más o menos de lo que ve, pero el interés es casi nulo y más aún cuando esos personajes abren la boca y tienen algunos diálogos que son tan insulsos y ridículos que el verosímil, bastante amplio, de la saga se rompe por completo y producen más risas que sustos o incomodidad. Imperdonable. Todo ese cúmulo de situaciones tiene su momento más concreto cuando promedia el segundo acto hasta el desenlace del tercero en donde todo lo construido se va por la borda en un conjunto de escenas y momentos que parecen extraídos de una película parodia. Las actuaciones van de la mano con toda esta situación y los únicos dos actores que logran destacarse poco y nada tienen que ver con la historia central. Scott MacArthur y Michael McDonald son los grandes ganadores de una película en donde todo el resto es bastante desastroso. Incluyendo a la propia Jamie Lee Curtis que sólo se ve una pizca de su talento en el género al final de la película en forma de promoción para una tercera, anticipando lo que será una especie de combate final contra Michael pero nada más. El resto es totalmente olvidable. Halloween Kills es una secuela totalmente corporativa y empresarial que nada tiene que ver con la película original y bastante poco con su entrega anterior. El futuro determinará qué es lo último que queda por contar de Michael Myers y Laurie Strode pero lo averiguaremos el año próximo cuando ésta lucha titánica llegue a su fin en Halloween Ends. Ojalá que muestren su mejor cara.
David Gordon Green vive una de las etapas más desafiantes de su carrera. Al estreno de Halloween Kills –segunda parte de una trilogía a su cargo que arrancó con Halloween en 2018 y terminará en 2022 con Halloween Ends–, se sumó la reciente confirmación de que se pondrá al frente de las tres películas (hasta ahora se sabía que dirigiría la primera) del regreso de El exorcista, el clásico más clásico del cine de terror. Aunque haya dicho que se tratará de una secuela, resulta imposible saber qué hará Gordon Green con una trilogía que tendrá los ojos escrutadores más atentos que nunca. Ojalá no repita la fórmula de Halloween, que vuelve a aplicar las mismas situaciones de siempre a un relato que, como nueve de cada diez segundas partes de una trilogía, es poco más que una transición hacia la parte final. La película recupera escenas de films anteriores de la franquicia para afirmarse en una tradición, haciéndose cargo de un linaje que ya supera las cuatro décadas. Todo arranca en los momentos posteriores a la entrega anterior, justo durante la celebración de fines de octubre en el pueblo de Haddonfield, cuando el hombre de la máscara vuelve a la luz (o a la oscuridad, porque casi toda la película transcurre durante una noche) para achuchar a quien se le ponga adelante. Su obsesión sigue siendo Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), quien en la película de 2018 intentaba, cuando no, matarlo, en este caso incendiando la casa con él adentro. Pero Michael Myers tiene más vidas que todos los gatos del mundo juntos y sobrevive, mientras que ella termina con su hija y su nieta rumbo al hospital. Puertas afuera, toda la comunidad intenta dar con el paradero del asesino, que -sin embargo- parece, además de inmortal, imposible de atrapar. Es así que va por las calles apilando cadáveres sin distinción de edad ni de género. La película, entonces, sostiene su módico interés en la posibilidad de que alguien pueda detenerlo –algo difícil, dado que, si ocurre, no habría trilogía– y en un body count que supera con holgura la docena. Un poco más (o menos) de lo mismo.
Haddonfield vuelve a ser la escena de homenajes y masacres. Esta secuela transcurre en 2018, el mismo en el que David Gordon Green reinició la franquicia con aires renovados. Pero todo lo que su debut en el universo heredado de John Carpenter tenía de prometedor, aquí se convierte en un relato retorcido sobre su propia solemnidad, construido en base a un gore pegajoso y explícito, a guiños abusivos al universo conocido, y una puesta plana y carente de tensión. Una y otra vez la película se interroga sobre el origen del mal tras la máscara de Michael Myers. Pero lo que Carpenter sembró en un pozo de ambigüedad que perduró como su legado, Green se encarga de aplastarlo en elucubraciones tontas de sus personajes, consignas de turbas furibundas y vengativas, y una serie de discursos con pretensión reflexiva que asfixian las imágenes de manera irremediable. Laurie (Jamie Lee Curtis) está ahí, otra vez confinada al hospital que fuera centro de la secuela de 1981, pero convertida en una voz distante que desvirtúa el espíritu de su acción. No hay final girl que pueda suplir su presencia. Aún con algunos momentos disfrutables –concentrados en la vieja casa de Myers, habitada por los divertidos Big & Little John-, Halloween Kills es una pobre continuación para un universo que no solo resistió más de cuarenta años con vitalidad, consagró el reinado de Carpenter en el terror, sino que estableció un imaginario que no merece ser desmembrado para convertirse en un mero guiño para el espectador.
Halloween Kills prueba que la nueva trilogía desarrollada por la productora Blumhouse la ataron con alambre sin una planificación previa. Es decir, no concibieron la trama general para ser narrada en tres capítulos, sino que hicieron el primer film y dejaron un final abierto por si les iba bien en la taquilla. Cuando cerraron los números le dieron luz verde a la segunda parte y a partir de ahí se desarrolló el argumento de la nueva entrega. La decepción de esta propuesta pasa por el hecho que la historia no avanza en absoluto y desaprovecha a Jamie Lee Curtis, quien se había destacado en la película anterior con su interpretación y esta vez quedó estancada en un rol más limitado. Durante gran parte de la trama Laurie Strode se la pasa internada en un hospital y no tiene mucho para aportar en el nuevo conflicto. En esta oportunidad el protagonismo recae en el rol de Tommy Doyle, interpretado por Anthony Michael Hall, quien reaparece como una especie de Luis Zamora de Haddonfield que organiza a los vecinos con autodeterminación y libertad (The Evil dies tonight!) para linchar al psicópata. La trama incluye una paupérrima crítica a la justicia por mano propia que el director David Gordon Green ejecuta de un modo burdo e inepto como tantos otros momentos de este film. En lugar de elaborar una buena historia que expandiera y desarrollara algunas de las ideas que se habían establecido en el episodio previo, los realizadores optaron por centrarse en el contenido de fan service que califica entre los más obscenos que hubo en los estrenos de este año. El resto es lo mismo de siempre con Myers vagando por las calles mientras masacra víctimas que se exponen ante el asesino de un modo estúpido. Quienes busquen escenas de gore quedarán satisfechos si bien en este aspecto el film termina siendo más light que las dos producciones que hizo Rob Zombie. En el acto final Green lleva el contenido de idiotez a un nuevo nivel al convertir a Michael en un John Wick de los asesinos seriales con el burdo fin de justificar la próxima continuación. La realidad es que estos personajes clásicos hoy brindan más satisfacciones en los fan films independientes estrenados en You Tube que en las propuestas que ofrecen los grandes estudios. Tal vez el fanático acérrimo de Halloween la disfruté más. En lo personal no me gustó el rumbo que le dieron a la trama y como exponente del subgénero slasher termina siendo olvidable.
Una sólida secuela con un Michael Myers desatado La saga de Michael Myers y Laurie Strode continúa en el sangriento nuevo capítulo de la serie de Halloween. La semana pasada se estrenó la secuela de lo que será la trilogía de Halloween realizada por David Gordon Green, titulado en español con el subtítulo «La noche aún no termina». En esta secuela, uno de los integrantes del trío guionista fue reemplazado, pero Gordon Green y Daniel McBride (Vice Principals) mantuvieron su participación; algo que fue muy notorio, ya que retoman muy bien aquellos elementos que quedaban sueltos en el final de la primera entrega de 2018. Al igual que en la primera entrega, Gordon Green hace uso de todos aquellos elementos de la cinta original que puedan despertar la simpatía de los fanáticos. No tanto por los «easter eggs» que sucedieron visualmente en la primera, sino por el uso -de nuevo- de la tipografía original, sumado a la re-incorporación de personajes importantes de la primera cinta. En esta ocasión, los niños que Laurie cuidó la noche de Halloween de 1978: Tommy Doyle y Lindsey Wallace, interpretados por Anthony Michael Hall (The Breakfast Club, Edward Scissorhands) y Kyle Richards (Halloween 1978). También añaden un vínculo más real entre Lonnie Elam -el bully de Tommy Doyle de la infancia- y la noche de Halloween de 1978, ya que en la primera entrega se hacía una referencia a este personaje por ser el padre de Cameron pero no aparecía en pantalla. A este personaje ahora lo interpreta Robert Longstreet (Midnight Mass). A estos tres personajes, se suma Marion Chambers, la enfermera que fue atacada por Michael en 1978 al escaparse del hospital, y está interpretada nuevamente por Nancy Stephens. Para varios de estos revivals, Gordon Green hace uso de fragmentos de la cinta original, algo que sin duda da gusto de ver. Los sucesos continúan en la noche de Halloween, luego de que Laurie, Karen y Allyson se alejaran dejando atrás la casa incendiada con Michael adentro. Sin embargo, claro está, esto no sería un problema para nuestro enmascarado inmortal. Luego de lograr salir con un poco de involuntaria ayuda, Michael emerge de las llamas más violento y sanguinario que antes. Ya no sólo va a matar, sino que va a ensañarse con varios de los cuerpos en una especie de actitud de «ahora sí me hicieron enojar» que resultan tan divertida como espeluznante. Aunque la familia Strode no será el principal actor de esta entrega, algo que vale avisar, sí, volveremos a ver los efectos del trauma muy bien abordados. Una vez más, la música a cargo de John Carpenter es una joya absoluta. Y tanto el aspecto visual, como las ambientaciones generales son excelentes. De hecho, se recicla y renueva la casa de los Myers incluyendo algunos elementos que parecieran querer dejar pistas para lo que será la tercera entrega, y que (con mucha suerte) resolverá algunos cuestionantes sobre el origen de nuestro villano de 61 años al que nada lo detiene. Un detalle interesante, es ver la evolución de la máscara con cada entrega. En esta ocasión, aparte de la vejez de la misma, se añadieron detalles que indiquen los efectos del fuego en esta. Para esta secuela, Gordon Green parece haberse desenfocado del trauma que podía dejar y traspasar de generación en generación el haber sido sobreviviente de una masacre en la familia protagonista, y ha decidido enfocarse en la esfera más grande este trauma. Mirando ahora el panorama completo, vemos la reacción no sólo de las Strode, sino de toda la ciudad de Haddonfield. Una cuestión interesante que el director pone sobre la mesa, es la pregunta de ¿qué pasa cuando el miedo se apodera de la masa?. Nos presentan un pueblo que ha sobrevivido las masacres de Michael, pero que despierta repentinamente con una sed de sangre que los coloca inesperadamente al mismo nivel que «el monstruo». Con diferentes culpables, en diferentes épocas, nos cuestiona si Michael ha llegado hasta ahí por su cuenta o ha sido llevado por un motivo u otro e involuntariamente se le ha permitido ser como es. Algo que quedará a debate y gusto de cada espectador. Pero, una vez más, esta secuela demuestra que más allá del festival de matanzas por el que solemos ir a ver un slasher, se pueden incluir temáticas oscuras y profundas, y abordarlas sin aburrir al espectador. Dejándole así, algo más para llevarse de la película que sólo tripas o cabezas cortadas. Personalmente, espero con muchas ganas la tercera y última parte, porque creo que habrá revelaciones muy interesantes sobre nuestro villano predilecto. Por el momento, es una secuela muy digna que mantiene el buen nivel que instauró la primera parte, y que demuestra la atención del director al detalle tanto para el fan como para quien recién se une a la saga.
La sangre y el gore están garantizados en Halloween Kills, no hay un segundo de aburrimiento. Pero no le suma anda nuevo a la franquicia en general, a esta saga en particular ni a los propios personajes. Los fans probablemente la disfruten, los crítico probablemente la resistan.
A partir de la obra maestra de John Carpenter, la “Halloween” original de 1978 –en su momento el film independiente más redituable de la historia del cine- surgieron decenas de secuelas, subproductos y hasta una remake dirigida por Rob Zombie. Algunas de esas películas eran bastante dignas y otras no tanto, pero cuando en 2018 el talentoso director y guionista David Gordon Green se hizo cargo de una trilogía, continuando la historia del enmascarado asesino Michael Myers, las cosas cambiaron para bien. La primera película de esa nueva trilogía mostraba a Jamie Lee Curtis llevando una existencia traumática y paranoica debido a haber sobrevivido a Myers, a quien terminaba liquidando en un incendio. O eso creía ella, porque en esta formidable segunda parte vienen los bomberos a apagar el incendio que debía terminar con el asesino al que su psiquiatra, Donald Pleasence, que aquí reaparece brevemente, describía como el mal personificado. La escena de Michael Myers asesinando a los bomberos que lo vienen a rescatar justifica esta formidable secuela que es, lejos, lo mejor de todas. Gordon Green es un director con la cualidad de hacer películas de todos los géneros, pasando por dramas tremendos como “Joe”, comedias cannábicas como “Pinneaple Express” y hasta una película política, “Experta en crisis”, en la que Sandra Bullock y Billy Bob Thornton son asesores al estilo Durán Barba en las elecciones de un país sudamericano. Está claro que se trata de un cineasta la que no le gusta repetirse, y por eso esta “Halloween Kills” es distinta de su film de hace tres años, puesto que ahora el terror es colectivo y social. Es que luego de tantas décadas de matanzas, cada que vez que Michael Myers se escapa del manicomio los habitantes del pueblo original ya están hartos y dispuestos a linchar a cualquiera al que confundan con él, algo bastante fácil dada la cantidad de gente enmascarada que deambula por ahí en la noche de brujas. “Halloween Kills” es un verdadero festin para fans del género pues no sólo contiene generosas dosis de gore sino sobresaltos a granel, y todo apoyado sobre un guión inteligente. Por supuesto se luce Jamie Lee Curtis y la nueva banda sonora compuesta por John Carpenter junto con su hijo Codie y su sobrino Daniel Davies.
En plan «piloto automático», el nuevo episodio de la saga creada por John Carpenter continúa donde terminó la anterior –con el pueblo entero persiguiendo y tratando de detener a Michael Myers– y deja todo servido para su supuesto cierre, en 2022. Asumamos que HALLOWEEN nunca acabará. No me refiero al festejo –eso ya se ha internacionalizado a un punto irreconocible para los que tenemos cierta edad y seguirá mientras siga existiendo la civilización occidental– sino a la saga de películas que inició John Carpenter en 1978. Estuvieron las secuelas originales, otras secuelas que llevaron el asunto hacia otros territorios, luego otras nuevas que armaron un línea temporal paralela y, para agrandar la familia, la versión de 2018 –llamada HALLOWEEN por tercera vez, para agregar confusión– funciona como secuela directa de la original, haciendo caso omiso de todo lo que sucedió antes. Es decir, hay nueve películas que según esta lógica habría que tirar a la basura. O no. Ya saben. Esta idea del «multiverso» hoy permite justificar cualquier error y dejarlo allí, comatoso, en un limbo eterno en el que convive con alguna mala versión de LOS CUATRO FANTASTICOS o algún error en la saga X-MEN del que nadie se quiere hacer cargo, entre otros cientos de films que jamás deberían haber existido. Lo principal pasa por el hecho que la HALLOWEEN de 2018 tuvo dos o tres grandes diferencias con las anteriores. Es la primera película desde HALLOWEEN III de 1982 que tiene a John Carpenter como productor ejecutivo y «advisor» –aparentemente convencido por las ideas del nuevo equipo armado por la productora Blumhouse–, cuenta con un director de talento, prestigio y que ha probado saber manejarse en muchos géneros diferentes como David Gordon Green y marcó el regreso –también, desde esa película de 1982– de la protagonista original, Jamie Lee Curtis. Pero lo más importante pasa por el dinero: la película fue un gran éxito de taquilla, casi a la altura de la original si uno ajusta por inflación. Y al dinero nadie se le niega. Ergo: habemos una nueva trilogía de la que HALLOWEEN KILLS es su segunda parte. Todo lo que se puede contar de la trama es que tiene la estructura de «película de persecución» y que funciona a medias, tentativamente. Arranca apenas termina la anterior, con Laurie Strode (Curtis), su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) habiendo sobrevivido al fuego que, suponen, dejó liquidado a Michael Myers (el asesino de la máscara por si alguno llega a la saga recién ahora). Pero es claro que nada de eso ha pasado. El tipo sale del medio del fuego como si nada –bah, un poco con la máscara tostada–, liquida a una docena de policías que lo confunden con un sobreviviente y vuelve a estar suelto en otra noche de Halloween. A la par, hay un flashback que permite ver que el policía Frank Hawkins (Will Patton en la actualidad), pudiendo haber matado a Michael allá por 1978, decidió capturarlo, encerrarlo y hoy sobrevive con las consecuencias de esa decisión. En tanto, Tommy Doyle (uno de los sobrevivientes del film original ahora interpretado por irreconocible Anthony Michael Hall) está dispuesto a hacer lo necesario para evitar que el hombre vuelva a atacar, iniciando algo así como una turba en el pueblo de Haddonfield para liquidarlo como sea. Y Laurie, herida en el film anterior, se pasa gran parte del film en un hospital, seguramente la decisión más cuestionable de todo la película: tener a Jamie Lee Curtis y no hacer casi nada con ella. Usando la misma estética del film anterior, que homenajea el tipo de planos, cortes, fotografía y estilo de la original (la música del propio Carpenter ayuda y mucho a crear el clima adecuado para una nueva saga que tiene mucho de retro), HALLOWEEN KILLS pondrá a un grupo en la caza de Michael y a otro, digamos, siguiendo a un sospechoso equivocado (tengamos en cuenta que no solo su cara es conocida por pocos, sino que en esta «línea de tiempo» es un criminal que atacó hace 40 años, estuvo encerrado el resto del tiempo y no es tan célebre). Y eso es más o menos lo que pasa aquí. Esta estructura doble (o triple, si sumamos a Laurie y Frank en el hospital) sirve para poner en juego uno de los ejes que Gordon Green, su coguionista Danny McBride y la compañía «prometen» en torno al film: una suerte de crítica a la justicia por mano propia, una idea de que el terror existe en tanto las comunidades vivan con un permanente estado de temor y que no se irá nunca si esa cultura de mirar al de al lado con desconfianza no desaparece. Es un concepto que se desaprovecha y contradice un poco a lo largo de la trama –ya verán cómo y porqué–, pero es una idea interesante, aunque un tanto «cerebral», que habilita otra posible conclusión. POTENCIALES SPOILERS EN ESTE PARRAFO De algún modo, esa conclusión ligada a que «el monstruo existe ya que es una manifestación de nuestra cultura del miedo» permite entender a Michael Myers menos como una persona todopoderosa que soporta cualquier tipo de violento ataque hacia él (aquí le disparan varias veces, lo balean, le clavan cuchillos y nada) sino a una suerte de manifestación física e intercambiable de ese terror. La interpretación es menos psicologista que en los primeros films y está muy alejada de las cuestiones místicas que aparecieron en las secuelas. Trabaja la idea de Myers como una construcción, digamos, sociológica, más cercana al concepto del Mal que existía en TWIN PEAKS que en un personaje concreto. Así, Myers es alguien que sobrevivirá mientras sobreviva esa cultura. De hecho, cada vez que se le cae la máscara (bastante quemada en esta oportunidad), Gordon Green evita mostrar su cara, como si podría ser intercambiable o, literalmente, cualquiera. FIN DE SPOILERS Más allá de esos análisis –que huelen demasiado a cierta «actualización» propia de la corrección política–, HALLOWEEN KILLS funciona en plan «piloto automático», un segundo episodio armado para trasladar los acontecimientos de un lado a otro para lo que, se espera, sea un más contundente final. Sí, hay mucha sangre y una de las mayores cantidad de muertos por minuto en toda la saga, pero eso es secundario. Gordon Green y compañía hicieron un film relativamente sencillo en cuanto a estructura pero que no deja de ser funcional y de servir, tras un violento e inesperado final, como «primer plato» para el cierre de esta trilogía en 2022. Bah, de esta etapa de la seguramente interminable saga.
Halloween Kills retoma los hechos acontecidos en Halloween (2018) con Laurie (Jamie Lee Curtis) escapando malherida de su hogar en llamas, tras dejar encerrado en el mismo al aterrador Michael Myers. David Gordon Green realizó un gran trabajo en la dirección de la anterior entrega, logrando una de las mejores adaptaciones y marcando un gran regreso de la franquicia, pero en esta ocasión tras un comienzo prometedor la película no logra estar al nivel de su predecesora. Jamie Lee Curtis se ve totalmente desaprovechada y pasa a ser una espectadora dentro de su propia historia, afectando también el papel de Myers y la química generada entre los mismos. La inclusión de mayor violencia gráfica se ve afectada por la falta de sorpresa, en esta ocasión Myers aparece exactamente en todas las ocasiones en las que el espectador pueda esperarlo. Los flashbacks de la entrega original de 1978 son uno de los puntos más fuertes y se ven respaldados por una excelente banda sonora y un gran trabajo del director de fotografía Michael Simmonds. Halloween Kills es un producto lejano al creado por John Carpenter, pero siendo una película de transición cumple su cometido, dejando en claro que está dirigida a los fanáticos de la saga y no busca atraer nuevos. Con la última entrega de la trilogía anunciada para Octubre de 2022 (Halloween Ends), Green tiene una nueva y última oportunidad de retomar un sendero que el mismo construyó.
Toda la subtrama referida a la violencia latente en la sociedad fue abordada en su momento por Rob Zombie y muy pocos se lo reconocieron. Esta vez lo forzaron tanto que bordea la ridiculez. Y encima falta una entrega más.
Empecemos por aclarar que no creo que las críticas tan negativas que Halloween Kills recibió estén tan justificadas. Que es una película que no funciona como un todo cohesivo es evidente. Que se parece más a un slasher muy violento y bastante efectivo que a una película de la saga Halloween también es cierto. Y también que es despareja y cuestionable ideológicamente. Todo esto es así. Pero no es lo único que hay. La primera mitad es una sangrienta y feroz muestra de todo lo maligno y perverso que Michael es. Y acá está multiplicado a la enésima potencia. Matar, de todas las formas habidas y por haber a un grupo numeroso de policías ingenuos es una fiesta para todos los que amamos el gore más extremo. Y esto es solamente el comienzo. Hasta se podría decir que hay una pizca de humor negro, socarrón, en un espectáculo tan desmesurado. Después, van a venir muchos otros más. De hecho, no recuerdo ahora otra película de terror que tenga tantas muertes sin parar. Digamos que esta primera mitad se podría llamar “El show de Michael Meyers”. Es casi una película en sí misma. Halloween Kills comienza exactamente con el final de la entrega previa, cuando Laurie, su madre y su hija creen haber matado a Michael incendiándolo en su casa-bunker. Claro que se salva: esta vez gracias a los bomberos que van a apagar el fuego sin sospechar siquiera con qué se van a encontrar. Mejor no hubieran ido. Los problemas comienzan en la segunda parte. Por empezar, cuando los lugareños se enteran de que Michael está en Haddonfield una vez más, y no para saludarlos. Frustrados y desilusionados porque la ley no ha podido matarlo nunca, entonces se organizan para hacer justicia por mano propia. Cueste lo que cueste. Incluso la muerte de inocentes. Es aquí donde el discurso del film es ambiguo – en el mejor de los casos. Porque en ciertas instancias pareciera que respalda la justicia por mano propia y, por ende, también la decisión de los lugareños – que conforman esas turbas que mataron a Frankenstein, al único sobreviviente de Night of the Living Dead y, peor aún, a las que existen hoy en día en la vida real, fuera del cine de terror, que linchan y matan en tantos países. Porque esta vez David Gordon Green parece no preocuparse en que el guión tome una postura clara, a favor o en contra, y que al menos la fundamente. Así sería más honesto. Tal como está, es cuando menos, irresponsable. Que Jamie Lee Curtis parezca haber envejecido cien años desde la película anterior es medio risible, pero tampoco es para rasgarse las vestiduras. Ahora, otra cosa es que su personaje tenga un protagonismo tan acotado. Y que en vez de desesperada, parezca que está loca de remate. La sub trama pseudo amorosa con el sheriff es puro relleno y corta el registro de la película – para mal. De orgánica no tiene nada. Son los últimos quince minutos del final cuando Halloween Kills gana impulso otra vez y hasta se vuelve a permitir un toque de humor negro. Me hizo acordar a las primeras Friday the 13th, en las que lo trash, lo grosero y el mal gusto las hacia tan entrañables. Solo que esta vez el presupuesto es mucho más alto. Me gustó mucho volver a ver eso en Halloween Kills. Y también creo luego de la matanza de los policías, las escenas siguientes en la reunión en el bar-pub se sienten ominosas, con cierto suspenso, bien interpretadas. Dicho de otro modo, el recuento del legado de Michael está narrado con una loable economía narrativa y el tono justo. Con expectativas moderadas, Halloween Kills es moderadamente disfrutable y entretenida. También es formalmente destacable, con la fotografía y el diseño de sonido en primer lugar. Diría que es para verla a la medianoche en la comodidad del sofá, con una cerveza de por medio. No es un mal plan.