Felices juntos Las aventuras de estos simpáticos pingüinos con “pies felices” continúan en esta secuela para entretener a los más chicos y seguir demostrando que el ritmo y la alegría pingüina están a flor de piel. Entre el góspel y el rap, las escenas de música y baile logran una magia especial. Se suma a esto una calidad visual impecable, indudablemente mejorada con el 3D, que atrae tanto a chicos como a grandes. Esta vez es el pequeño Erik (Ava Acres), hijo de Mumble (Elijah Wood) y Gloria (Pink), quien apenado y avergonzado por su incapacidad para bailar como lo hacen sus pares decide abandonar al grupo junto a sus dos primos. Su padre es quien sale a buscarlo, pero al regresar a sus tierras con los niños encuentra a los pingüinos emperadores atrapados por un iceberg gigante. Mumble deberá buscar ayuda para que puedan sobrevivir y salir de allí, si bien la tarea no se perfila como posible frente a semejante desastre natural. Hay una historia paralela a la de los pingüinos: la de dos camarones, o krills, Will (Brad Pitt) y Bill (Matt Damon), que deciden apartarse de su grupo por las dudas existenciales de Will, a quien ya no lo conforma su mundo y desea “avanzar en la cadena alimenticia”. Esta inclusión diversifica un poco la película con algo de humor y le agrega otra posibilidad visual al 3D, si bien estos personajes nunca se integran a la historia principal y aparece más como un relleno para darle color (literalmente) al film. Como si de un documental se tratase, la idea de grupo como un todo funcional para que la supervivencia sea posible es una característica del film que vale la pena mencionar, ya que más de una vez los problemas se resuelven de ese modo. En este film la danza funciona en este sentido: como un momento de comunión casi ritual. Estas escenas logran cautivar por su calidad musical y coreográfica y hacen honor al nombre de la película. Como era esperable, la banda sonora en general está excelentemente cuidada y es lo que hace distinguir al film de otras animaciones actuales. En cuanto a la historia, Happy Feet 2: El pingüino (Happy Feet two, 2011) apuesta a realzar los valores familiares, los de la amistad, y también colocar al amor como el gran motor. Se puede pensar que en una historia infantil como esta, en donde la subsistencia es el objetivo principal de los animales, es interesante transmitir a los niños que tanto la solidaridad como el cuidado del medio ambiente pueden hacer un gran cambio. Pero muchas el intento por dejar mensajes está demasiado presentes y aburre. Esta elección determina que el entretenimiento como fin en sí mismo ceda en pos de mantener el espíritu didáctico, lo cual no siempre resulta una ganancia interesante en un film infantil.
La segunda parte de Happy Feet, secuela de la ganadora del Oscar a Mejor Película de Animación en el 2007 llegó a nuestras carteleras con la intención de destacarse entre los films animados infantiles como en su momento lo logró su predecesora y por lo menos entre las que ha visto este servidor, lo consigue y con creces convirtiéndose en una de las mejores propuestas del año dentro de ese rubro. Happy Feet 2 básicamente nos va a contar los problemas paternos que tiene Mumble con su pequeño hijo y como debe superarlos para alcanzar una mejor relación con Erik. Cuando la población de su helada tierra se ve en peligro por el encierro provocado por un inoportuno iceberg, Mumble deberá conseguir ayuda para poder salvar a los pingüinos encerrados. Conseguir este objetivo hará que también su hijo vuelva a creer en él. Realmente Happy Feet 2 tiene todo lo que un film de animación infantil necesita, personajes adorables, versiones de canciones clásicas a la altura de su leyenda, coreografías espectaculares, ternura, diversión, humor, amistad, honestidad, emoción, fidelidad y todos los ingredientes que se requieren para entretener y agrandar la sencillez de su historia. La única mancha que tiene el film es la excesiva solemnidad del comienzo, donde los diálogos se encuentran totalmente cargados de palabras superadoras, emotivas y llenas de enseñanzas que terminan provocando cierto aburrimiento, aunque luego con el pasar de los minutos las ideas se van acomodando sin que el buen resultado del film se vea trastocado. Por último quería destacar la gran secuencia final con la excelente versión de Under Pressure de Queen, a cargo de Mumble, Gloria y todas las especies encargadas de salvar a los pingüinos encerrados. Los niños están para buenas. Happy Feet 2 representa una opción más que entretenida para poder disfrutar junto a ellos en este fin de año que se avecina con interesantes propuestas infantiles.
Los chicos más grandes, los adolescentes y los adultos son los que posiblemente disfruten más de la película, pues son los que van a apreciar en sobremanera la técnica y las canciones de este filme, aunque el argumento no sea del todo atrapante para este sector del público. Y los más pequeñines creo que sólo se van a entretener viendo a los krills, los...
Happy Feet, la película original del 2006 ganadora del Oscar fue una gran producción de George Miller (Mad Max) que se destacó principalmente por la historia que narraba y la manera que combinó el humor con grandes escenas musicales. Lamentablemente la secuela es un film que parece hecho para cumplir un compromiso comercial, más que para volver a contar un buen cuento con estos personajes. La continuación perdió el humor que tenía la primera entrega y presenta un conflicto mucho más dramático donde los pingüinos están constantemente en peligro. El guión de la primera entrega brindaba una gran aventura donde el protagonista atravesaba un proceso de búsqueda personal en la que trataba de resolver las dificultades que tenía para relacionarse con el resto de los animales. En la nueva película la trama es una gran ensalada que mezcla varias historias de las cuales ninguna llega a ser interesante. Tenemos la relación de Mumble, el héroe del primer film, con su hijo que no llega a conectarse, la aparición de un misterioso pingüino gurú que es adorado como un salvador, el peligro que enfrenta la colonia de pingüinos emperador debido al calentamiento global y una pareja de krills que directamente parecen salidos de otra película. Estos bichos al menos, hay que reconocerlo, son los únicos que brindan un poco de humor dentro de esta producción que perdió el brillo que tuvo la primera entrega. La narración de Miller también es bastante despelotada porque va y viene todo el tiempo con distintos personajes y hasta la mitad de la película la verdad que no queda muy claro en claro cuál es el verdadero conflicto del film. Tal vez la diferencia más grande que sobresale con la película del 2007 es la pobrísima banda de sonido que reúne una horrible colección de canciones pop y hip hop. Salvo por la escena de “Under Pressure” los musicales son bastante pobres y carecen de la emoción y entusiasmo que tuvieron en el film previo. Tampoco ayudan las canciones dobladas que suenan bastante feas en la versión en castellano. Lo mejor de esta producción pasa claramente por la animación, donde hicieron un gran trabajo a la hora de darle vida al mundo marino con mucho realismo. En los aspectos técnicos Happy Feet 2 es donde presenta sus méritos más importantes. Queda la sensación que el director no estuvo tan comprometido con esta película como lo hizo en la primera entrega y desarrolló esta secuela simplemente para cumplir un contrato con el estudio Warner. Una decepción.
Cuidemos el planeta Luego de la exitosa primera parte de Happy Feet que fuera ganadora del Oscar a Mejor película animada del 2006, llega su secuela. El filme muestra a Mumble y Gloria, quienes disfrutan el canto y el baile al lado del resto de todos los demás pingüinos emperador, a excepción de uno: su hijo Erik quien no sabe bailar. Sin embargo, éste es el menor de los problemas para las aves, pues una serie de deshielos harán que la comunidad quede aprisionada dentro de su territorio, por lo que Mumble deberá buscar ayuda de pueblos vecinos para evitar que su familia y amigos mueran de hambre. Técnicamente, el filme ostenta una excelente animación, que incluso supera al filme original, ya que (como se verá en El Gato con Botas) los movimientos de los pingüinos y el resto de los animales son sumamente naturales. También son de destacar los escenarios y las secuencias que se desarrollan bajo el agua. Con una base argumental similar a la primera producción, la historia resulta simple y el detalle de cuidado ecológico pasa bastante de largo (el problema del deshielo), no creando una conciencia fuerte (al menos en los niños). Los personajes de la anterior, en esta secuela, van quedando de lado y surgen otros como Sven, una misteriosa ave predicadora con un oscuro pasado, la cual podría ser la única esperanza de los pingüinos. Por su parte, el pequeño Erik cautivará al público por su ternura y sus sueños, y con un final que seguramente será recordado por un singular momento: el musical que protagoniza. Con música y coreografías divertidas la película está preparada para cautivar a un público pequeño y entretener a quienes los acompañen, logrando así su cometido.
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El film tiene tantos hallazgos como carencias; lo mejor son las escenas coreografiadas de danza y música El australiano George Miller se hizo famoso entre fines de los años 70 y mediados de los 80 con la violenta saga de Mad Max . Sin embargo, su estilo revulsivo cambió por completo cuando incursionó en Hollywood con un melodrama como Un milagro para Lorenzo o con un film familiar como Babe, el chanchito en la ciudad . En los últimos cinco años se dedicó por completo a la animación infantil con las dos entregas de la saga Happy Feet . Favoritos del cine desde hace ya bastante tiempo (aparecieron en documentales, en películas de ficción y, claro, en muchas producciones animadas), los pingüinos vuelven a ser los protagonistas casi exclusivos de esta secuela: el antihéroe perfecto es el pequeño Erik, hijo de Mumble y objeto de todas las burlas por su torpeza y por ser el "distinto", ya que, a diferencia de los otros integrantes de la comunidad, no sabe cantar ni bailar. El humillado Erik se escapa con sus dos primos y volverá para salvar, con la ayuda de pingüinos de otra raza (ellos son Emperadores), a sus pares de la muerte tras un derrumbe que los deja atrapados. El film tiene tantos hallazgos como carencias. Lo mejor son las escenas coreografiadas de danza y música (que van desde el rap hasta el gospel) y, claro, la calidad de la animación digital, que incluye un buen uso del 3D en términos narrativos. Entre lo negativo está la apelación bastante constante a los estereotipos (como el latino un poco bruto, gracioso y de gran apetito sexual), una subtrama de dos krills (pequeños camarones perdidos bajo el hielo) que intentan emular a la ardillita de La E ra de Hielo y que jamás se integra al resto del relato, y un tono aleccionador (políticamente correcto pero demasiado obvio) sobre los desastres naturales que provoca el calentamiento global o lo malo que es discriminar para reivindicar luego la solidaridad y la amistad. El espíritu didáctico tiene sentido en el cine cuando está sostenido por una historia atractiva. Si no, entorpece el desarrollo de una narración que primero debe entretener y, en un segundo plano, dejar a los más chicos un mensaje positivo. Aquí, parece, la prioridad no siempre ha sido ésa.
La naturaleza siempre encuentra un camino… George Miller, el director australiano de la apocalíptica saga de Mad Max, que bien supo jugar con la satirización en Las Brujas de Eastwick y volcarse a un film sobre una enfermedad terminal de un menor de edad con Un Milagro para Lorenzo, llegó a un punto de su carrera donde se avocó hacia un público infantil en sus realizaciones, sin dejar de lado sus vigorosas protestas sobre el descuido del medio ambiente, el maltrato hacia animales logrando la negrísima continuación de Babe, el Chancito Valiente, ubicada en una escala muy superior a ésta original...
Paternidad bajo cero Definitivamente una película como Happy Feet 2 (2011), que cuenta con un antecedente tan valioso, puede generar reacciones encontradas y hasta en cierto punto complementarias: si bien conserva algo del encanto, entereza y densidad temática de la original, resulta indudable que estamos ante una propuesta inferior que sin embargo se ubica muy por encima del promedio de calidad de la animación hollywoodense, un terreno paupérrimo en el que sólo se vive de las anomalías aisladas. Aquí el extraordinario George Miller regresa a la silla de director y evita la simple repetición de fórmulas de las secuelas contemporáneas. La historia en esta ocasión se inclina hacia la lucha por la supervivencia de los pingüinos emperadores y el delicado balance existente entre todos los seres que habitan un ecosistema en constante peligro: cuando un gigantesco témpano encierre a su comunidad, Mumble deberá hallar una rápida solución al dilema de alimentar y socorrer a los suyos. Hoy la tarea no será nada fácil ya que además está al cuidado de su pequeño hijo Erik, quien no puede cantar como su mamá ni bailar como su papá y para colmo tiene de ídolo a Sven, un carismático “pingüino volador” que se ha convertido en el caudillo de los vecinos adelias. Una vez más el apartado visual deja sin aliento y está decididamente al servicio de una trama que explora aquella “paternidad bajo cero” pero sin alcanzar la profundidad de antaño, centrándose en cambio en el componente dramático y la desesperación de las aves: se podría afirmar que las metáforas sociales, étnicas y religiosas están implícitas aunque no en primer plano. Otra novedad pasa por la incorporación del maravilloso dúo cómico de Bill y Will, dos diminutos crustáceos que forman parte del krill antártico (mientras que el primero posee un temperamento calmo y racional, el segundo es rebelde e inconformista). Quizás el mayor problema del film lo encontremos en los olvidables números musicales ya que salvo el último, concebido alrededor de Under Pressure de Queen y David Bowie, el resto está sustentado en coreografías y canciones con poco peso específico que no agregan demasiado al desarrollo narrativo. Unicamente un realizador con el talento de Miller puede entregar una continuación tan digna y bienintencionada como la presente aunque tampoco hace milagros: el ecologismo radical y una estupenda utilización del 3D no compensan lo innecesario de todo el convite, frente al cual se engrandece la bella Happy Feet (2006)…
Mucha coreografía para tan pocas ideas La segunda parte de Happy Feet da la sensación de que más que reunirse durante unos meses para elaborar un guión, los cuatro guionistas intervinientes (uno de ellos el propio director y productor de la película) decidieron, por cuestiones de comodidad, enviar sus ideas por mail, seleccionándose dos o tres del listado de cada uno y armándose lo que no hay más remedio que llamar “guión”. Que es en verdad un rejunte de distintas líneas narrativas, todas ellas embrionarias y con dificultades para hacer sinergia. El resultado es la película más floja en la carrera del australiano George Miller, realizador no sólo de la serie Mad Max –una de las más influyentes de las últimas décadas–, sino de las opulentas Un milagro para Lorenzo y Babe 2. Y, ciertamente, de la primera Happy Feet, que estaba mucho mejor que ésta. El tablero se dio vuelta: en la anterior, Mumble era el “distinto”, que a diferencia del resto de la comunidad era incapaz de cantar una sola nota. Pero bailaba como un Fred Astaire de frac. Ahora pasó el tiempo y en la colonia de pingüinos emperador, de Mumble para abajo todos se bailan todo (con predilección por el soul). Salvo... su hijo Erik, a quien el baile no le tira. Incómodo entre los suyos, Erik desaparece un día con un par de amigos, viviendo algunas peripecias dispersas (con un elefante marino que no los quiere dejar pasar, con los miembros de la colonia del gurú soul Lovelace, con un pingüino sueco y volador llamado Sven). Cuando vuelvan a la colonia, a esa altura ya junto a Mumble, encontrarán que, producto de un movimiento de placas, los emperadores quedaron aislados. Hora de que Erik demuestre lo que vale. Por allí hay también un par de krills que, hartos de ser el último eslabón de la cadena alimenticia, quieren dar un salto evolutivo. Y un pingüino latino llamado Ramón, que se babea por una congénere, cuyo bamboleo recuerda a la Mulatona de Clemente. Nuevo exponente de la utilización del 3D “porque sí”, la falta de cohesión de las distintas historias, y de interés intrínseco de situaciones y personajes, hace que a diferencia de las olas de alrededor, Happy Feet 2 no tenga un efecto de arrastre sobre el espectador, por mucho que se le quiera imponer una dinámica de vértigo. Tampoco se lucen demasiado los comic reliefs, estratégicamente plantados pero poco eficaces: los dos krills son parlanchines, pero no muy graciosos; Ramón, un puro estereotipo. El resto son muchos bailes y canciones, con los pingüinos (y pingüinas) haciendo unas coreos dignas de Broadway, debiendo soportarse alguna melosidad de repertorio en el rubro cantado.
Pingüinos animados y pajarraco transversal Estrenada su primera parte hace cinco años, el público original de «Happy Feet» ahora ve películas para adolescentes o está en el límite del target. Ese largo «gap» entre ambos films hace de la secuela una producción completamente nueva, y no sólo en cuanto al interés que se podría tener en los avatares de sus algo olvidados personajes sino, sobre todo, en la avasallante y por momentos abrumadora tecnología puesta en su realización. A diferencia de «Shrek», «La era del hielo», «Toy Story» u otros tantos largometrajes de animación serializados, «Happy Feet» no tiene protagonistas fuertes e identificables por los chicos, que ni siquiera recuerdan bien sus nombres apenas dejan la sala. Inclusive, hasta dudan acerca de quién es el verdadero héroe de la historia: si el padre Mumble, el hijo Eric, o el extraño Sven (una especie de pajarraco transversal, entre pingüino y gallina), que se convierte en el héroe por un día de la comunidad gracias a su extraño don de volar. Si en el pequeño film inicial el nudo de la historia se limitaba al de los dotes de bailarín de Mumble, esta continuación, que comienza con el rechazo de tal disciplina por parte del heredero Eric, termina derivando en una aventura fantástica, tecnológicamente intensa, y saturada por todo tipo de mensajes ecologistas, éticos, solidarios, etc. En una palabra, la biblia básica del guionista contemporáneo de animación, tan distinta de los viejos deslices de incorrección de la Warner o Disney. Hay un fuerte elemento épico en este nuevo «Happy Feet», que es lo que más disfrutarán los chicos: batallas contra depredadores, movimientos de glaciares ominosos, elefantes marinos de moral ambigua que terminarán colaborando, en esos lances, por el lado del bien, etc., y el mínimo toque sentimental indispensable (la eventual separación de la madre por culpa de un movimiento de hielos) como para que la fórmula termine de cerrar. La versión doblada, como es forzoso, priva al espectador de las voces de esa pléyade de estrellas que dio las suyas a los distintos personajes, incluyendo a Brad Pitt y Matt Damon como Will y Bill, dos pequeños camarones (o, más correctamente, dos krilles), que representan los infaltables secundarios de soporte de la escuela Timón y Pumba, aunque sin esa gracia, claro.
Bailando por un sueño Continúan las aventuras de los pingüinos. Como su padre antes que él, Erik no se lleva nada bien con las costumbres de su grupo, los pingüinos emperadores, empecinados animalitos que no tienen mejor idea que cantar y bailar temas pop como si la televisión del Polo Sur pasara American Idol 24 horas al día. Entre coros, zapateos y lo que parece ser la gran producción de un musical de Broadway On Ice, el pequeño Erik se siente fuera de lugar. El padre, que pasó por una situación parecida en su juventud (la dramática historia de Mumble que cuenta la primera película), entiende lo que le sucede, pero quiere hacerlo partícipe de la fiesta popular. Erik empieza a bailar, pero pronto queda claro que no es lo suyo. Sintiéndose humillado –los pingüinos son más severos que el jurado de Bailando por un sueño -, el pingüinito se escapa con destino incierto. Happy Feet 2 , la trabajosa y menor secuela del filme de George Miller, seguirá los pasos de Erik, que lo llevan a otra comunidad pingüina, acaso más mística que la suya, liderada por un animalito mutante que... ¡puede volar! Y Erik se convence de que él también puede. Y que si lo desea mucho, puede hacer lo que quiera en la vida. Pero su padre llegará hasta allá para hacerlo volver a casa. Y en el viaje de vuelta, y al regresar al hogar, quedará claro que las habilidades de ambos deberán combinarse para salir de un problema ecológico que amenaza con terminar con la vida de los suyos. Película con mensaje ecológico, un humor bastante simple y con una cantidad de referencias al mundo real que bordean el abuso, Happy Feet 2 mejora en sus momentos más intensos, que prueban que el director George Miller no olvidó del todo esa oscuridad que caracterizaban a filmes suyos como Mad Max , y hasta los momentos más densos de Babe . Pero también se nota que después del fracaso de la secuela de aquel filme -dura, pero extraordinaria-, se ve que no quiere repetir la experiencia y se cuida. Esos momentos “fuertes” –en especial los ligados a un bruto y brutal elefante marino-, sumados a la historia paralela de dos krills perdidos en los océanos intentando “nadar contra la corriente” y filosofando en el camino, aportan alguna gracia y tensión que despierta a la película en sus momentos más chatos. Que los tiene. Y son varios. Si uno tolera los enésimos chistes de Ramón, el pingüino latino mujeriego y muy chévere , y la necesidad de transformar toda situación dramática en el título de una pegadiza canción ( We Are the Champions, Under Pressure , y así), Happy Feet 2 – 3D puede ser una experiencia entretenida. Y no mucho más que eso. Salvada por el jurado en la gala de eliminación, digamos...
Son los señores de la Antártida Técnicamente el filme es impecable, tiene diseños encantadores, ideales para los más chicos y con el 3D como valor adicional. Nuevamente estamos en un mundo de pingüinos. En la bella Antártida, donde Mumble, el "profesor de baile" de la primera de la serie, formó su hogar. Ahora es Erik, su algodonoso hijo, el que motiva la atención de la historia, al que el baile no le satisface, menos el tap y a pesar de ser un tímido, le gusta la aventura. Así aprovecha un descuido de la familia y se escapa con sus primos tras el Don Juan de Ramón, un pingüino latino, enamoradizo y fanfarrón. El bueno de Erik admira a quien dirige la comunidad pingüina, Sven, un pingüino muy parecido a un tucán, un poco petisón y con colores muy alejados de la identidad pingüina. Además dotado de la facultad de volar. A esta maravilla de elevarse aspira el pequeño Erik, que desafía a su primer gran obstáculo, el elefante marino y aprende la lección de humildad de su padre. También están los krills como integrantes de la comunidad antártica, uno de los cuales se declara tan aventurero como Erik y tiene también sus aventuras oceánicas. DESPLIEGUE VISUAL El filme es no tan rico temáticamente como el primero de la serie, pero sí con gran despliegue visual. Solamente la espectacularidad del verdadero musical, rico en distintos ritmos rapeados y con mucho soul, de la primera escena y la última, lo destacan por la riqueza vocal, musical y "coreográfica" de sus "patitas felices", capaces de rapear sobre grandes bloques de hielo. La película advierte sobre el calentamiento global ante los constantes peligros de deshielos que perjudican a la comunidad pingüina y al mundo, revaloriza las distintas especies y da su clásico mensaje de solidaridad, concreción de los buenos sueños, necesidad del sentimiento de grupo y entorno familiar. Técnicamente "Happy Feet 2..." es impecable, tiene diseños encantadores, ideales para los más chicos y con el 3D como valor adicional. Hermosas canciones, números musicales divertidos, homenaje a viejas y eternas canciones como "Somos los campeones" y hasta una breve y dramática incursión en la opera por Erik, lo que habla de la cada vez mayor popularización de este género, así como la presencia latinoamericana, ya una constante en los animados actuales, no tan heroicos ni protagónicos, pero sí divertidos y seductores como es el caso de Ramón, doblado nada menos que por Robin Williams. Los doblajes realizados por los actores Brad Pitt y Mark Damon siguen asombrando en el singular mundo hollywoodense, donde las grandes figuras internacionales acceden a ocultar su imagen, pero si otorgar carácter a nuevos personajes en un nuevo oficio altamente remunerado y sin mayores necesidades en cuanto a tiempo y desplazamiento.
Coreografía sobre el glaciar Tenía que hacer algo el talentoso director australiano George Miller para que Happy feet 2 no se pareciera a La era del hielo , ni a La marcha de los pingüinos , ni tampoco a Happy feet 1 . Y lo que hizo está muy bien. Multiplicó la calidad visual del producto, explorando nuevos colores y texturas. Enchufó los parlantes para pasar mucha música bailable en el Polo. Y mandó (valga la paradoja) unas cuantas paladas de carbón en la historia, para hacerla marchar como un calma pero segura locomotora. En esto último, no sólo acertó con el argumento sino los personajes principales, los pingüinos emperadores Mumble y su hijo Erik, y además con los secundarios: en particular, los amigos de Erik; Ramón, el veterano enamoradizo; Sven, el pingüino volador de la colonia vecina; una foca gravosa, y dos divertidos krills llamados Bill y Will (decir “krill Bill” es un obvio homenaje a Quentin Tarantino y su Kill Bill ). Erik es un pingüino muy pequeño en una colonia de hermanos emperadores. Todos allí bailan al ritmo del tap, y su padre quiere enseñarle a ser uno más. Pero Erik se siente distinto, y eso lo avergüenza. El quiere volar. Por eso escapa hacia otro rincón de los glaciares donde puede ser aceptado justo a tiempo para regresar junto a nuevos amigos, y luchar contra un fenómeno natural que amenaza la supervivencia de todos en la región. Miller (el mismo de Babe, el chanchito valiente ) y su equipo, orientaron las antenas hacia los gustos contemporáneos de la juventud y entendieron el mensaje. Por eso en la película predominan las coreografías, tan de moda en la televisión, los duelos musicales y vocales entre grupos de adolescentes o escolares, al estilo de series como High School Musical , Hannah Montana , Glee , y otros similares. Y ritmos tan variados como el rap, el pop, el rock -con el clásico de Queen, Under pressure , en el repertorio-, pero también con canciones de ópera o del musical tradicional de Broadway. Pero también hay un buen espacio para el suspenso y el vértigo, con varias escenas donde las tensiones sociales, o las acechanzas de la cruel naturaleza, son narradas de un modo bastante atrayente. Si muchas veces es imposible imaginar cómo pueden gastarse cientos de millones de dólares en una película dibujada por computadora, aquí es más probable descubrirlo, gracias a la exuberancia y al detalle mezclados en un verdadero entretenimiento de animación tecnológica.
Poca base Dirigida por George Miller, al igual que la primera parte, Happy Feet 2: el pingüino retoma la vida de Mumble, el pingüino que baila tap, que tiene problemas porque su pequeño hijo, Erik, le tiene fobia a las coreografías. Reacio a bailar, el “niño” se escapa junto a dos amigos y llegan a “otro barrio”, donde conocen al extraño dios del lugar, un raro pingüino que puede volar, Sven. Mumble va a buscarlos para traerlos nuevamente a su hogar pero, de pronto, la situación empeora cuando el mundo se ve sacudido por fuerzas poderosas, dejando a los Emperadores atrapados sin salida. Allí, el pingüino bailarín reunirá a todas las naciones de pingüinos y de criaturas fabulosas de todo tipo (desde los diminutos krills a los gigantes lobos marinos) para rescatar a los suyos. Desde el comienzo, la trama plantea una historia simple, de trazos normales y lógicos, que sólo las buenas canciones y los divertidos bailes logran que no se desarme rápidamente. Se suma la aparición de dos nuevos personajes, dos krill que sirven a la narración de la misma forma que lo hace Scratt para La era de hielo, breves instantes divertidos como para salir de la trama principal y luego retomarla. En este caso, la apuesta salió bien porque ambos animalitos son uno de los puntos más altos de la película. Sin embargo, cierta reincidencia en lo que se quiere contar hace que la historia nunca termine de avanzar y quede en una mera anécdota simple. A pesar de la falla narrativa, el film se destaca ampliamente en su labor visual, ciertos paisajes, la textura de los animales (sobre todo los krill) y de la nieve, la variedad de planos utilizados, el aspecto visual en general resulta brillante y si se es posible, merece la pena ser visto en 3D: en este caso, la tecnología tridimensional fue aprovechada en beneficio de la historia y no como sólo una manera de impresionar al espectador. Aquí las formas le agregan un plus a lo que se busca narrar. En todo su desarrollo, Happy Feet 2: el pingüino mantiene el tono ecologista que contiene el parte final de su predecesora, con un mensaje claro y directo sobre su posición ante la situación actual del planeta. No obstante, más allá de la “mentalidad verde” que presenta, contiene una subtrama oscura y macabra, en la cual la Tierra se viene “abajo” y los animales hacen de todo por sobrevivir mientras el humano mira sin hacer nada. Este fondo narrativo le aporta melancolía y desesperación, produciendo un tono sombrío donde el canto y el baile nunca logran de terminar de alegrar el panorama. Happy Feet 2 podría haber sido una fantástica película si se hubiese armado una consistente trama que tuviera peso en sí misma, como lo tuvo la primera parte. Todo lo que la rodea resulta digno de destacar por su buena factura, pero su base endeble hace que esta buena oportunidad de mostrarle a niños y a grandes la difícil situación del planeta quede en sólo una película más.
Esta vez dejan al espectador helado Las nuevas aventuras de este simpático pingüino bailarín resultan decepcionantes, sin un discurso claro, donde la característica del personaje es una perseverancia que no alcanza para transmitir entretenimiento ni emoción. Esta secuela de Happy Feet, dirigida también por George Miller, se centra en la historia de Erik, el hijo de Mumble, protagonista de la primera parte. Las frustraciones del pequeño lo llevan a buscar nuevos horizontes y donde se encontrará a sí mismo a la vez que reconocerá el valor de su padre. El resultado es decepcionante, más, viniendo de la mano de George Miller. Este director, nacido en Australia, tiene la particularidad de ser uno de los pocos realizadores de cine del mundo cuya profesión original era ser médico. Con una doble vocación sorprendente, luego de dedicarse a la medicina, Miller entraría en la historia grande del cine mundial al crear y dirigir la saga de Mad Max, los films que lanzaron a la fama a Mel Gibson y se convirtieron en un referente del cine contemporáneo. También son de Miller Las brujas de Eastwick y la muy emocionante Un milagro para Lorenzo, donde aplicó sus conocimientos médicos. Con Babe 2: un chanchito en la ciudad demostró una maestría inesperada para los films infantiles, aunque muchos la calificaron de demasiado oscura y siniestra. Como sea, fue otra gran película del director. ¿Qué queda aquí de ese cineasta? Poco y nada, hay que decir. Si bien hay escenas de cierto dramatismo en las cuales se ve el oficio del director, la mayor parte del tiempo estamos frente a uno de esos productos neutros, mediocres, que no logran armar nunca un discurso claro. Tan confuso como su discurso es su banda de sonido. Qué no logra un collage interesante sino un pastiche intragable difícil de soportar. De hecho, el momento del descubrimiento del talento del pingüino protagonista es uno de los momentos de mayor vergüenza ajena que se hayan registrado en los últimos años. Ni la reivindicación de la música como una forma de paliar la angustia existencial ni el mensaje de trabajar en conjunto para alcanzar los objetivos alcanzan para volver valiosa esta película. Eso sí, como en todos los personajes de George Miller, la perseverancia es una característica sobresaliente. Lamentablemente esto sólo no permite ni la emoción ni el entretenimiento. Tampoco los personajes secundarios que intentan ser graciosos lo consiguen. Por los antecedentes del director, lo más generoso es correr un manto de piedad sobre esta película fallida y pasar de largo.
Más grandilocuente que la primera entrega, Happy Feet 2: El Pingüino incorpora varios personajes nuevos que ayudan a generar interés en la historia. Un ejemplo de ello son Will y Bill, los krill con ansias de grandeza que ocupan el lugar que la ardilla Scrat tiene en la saga de Ice Age. En este caso, el guión tomó problemáticas (efectos del cambio climático en el hábitat de los animales de la Antártida) y modas actuales (desde canciones híper poperas hasta la cualidad de Sven como orador motivacional cercano a los pastores de las iglesias que pueblan la trasnoche televisiva) para crear moralejas con respecto a la familia y la superación personal. Presentada doblada al español en versión tradicional y 3D, algunas de las canciones conservan el idioma original para poder disfrutar de los trabajos de Pink y Elijah Wod, entre otras voces en inglés. Dato importante: antes de la película se proyecta un corto de Tweety en versión animación digital y en clave musical. Imperdible.
George Miller es un genio. Quizás no lo sepa, o su nombre así nomás no le diga nada, aunque seguramente vio alguna de las tres Mad Max, “Las Brujas de Eastwick”, “Un milagro para Lorenzo”, la increíble “Babe 2” o “Happy Feet”, todos films al mismo tiempo fantásticos, irónicos, agridulces y épicos. Todos extraños cuentos de hadas cuyo fondo es siempre humanista. Miller usa la fantasía para especular sobre el mundo, y aunque hay siempre violencias y tristezas, no falta la alegría del espectáculo. Esa combinatoria es la que hace de la filmografía de este australiano extraño una especie de joya a descubrir desde otro lado. Esta segunda “Happy Feet”, que utiliza la música con la misma maestría de la primera, tiene el lastre de un mensaje ecológico demasiado evidente, algo que en la primera –si bien explícito– quedaba un poco más relegado por la comedia alrededor del pingüino que no cantaba pero sí bailaba. Pero como Miller es inteligente, sabe que el espectáculo y su forma son todo en este caso. Así, el uso del 3D nos sumerge directamente tanto en el ambiente de los personajes como en sus emociones de un modo transparente e inmediato. Aquí hay un nuevo conflicto entre padres e hijos (la historia gira alrededor del retoño de Mumble, que no quiere bailar ni le interesa) mientras el mundo se torna cada vez más caótico. En ese núcleo temático es que la película encuentra su mejor forma e invita a pensar el propio universo en el que vivimos. Por supuesto que la animación es perfecta, lo que nos lleva a no pensar en ella y a conmovernos con los personajes. De eso se trata el cine.
Este secuela de Happy Feet sacó algo tremendo que tuvo la primera, una parte dramática trastornada que angustiaba a los chicos y que a muchos adultos les hizo preguntarse que corno estaba pasando. En aquella había una escena dentro de un acuario, donde al pingüino por poco le ponian un chaleco de fuerza. Acá se dieron cuenta que tenían que buscar a los chicos por sobre todas las cosas y entretenerlos. En el camino hicieron un guión muy raro, donde cuesta encontrar cual es el núcleo de la historia, pero al menos entretienen con los personajes, las canciones y los bailes. Es notable como el efecto "era de hielo" hizo de metieran a esos dos personajes totalmente descolgados de los Krill... al igual que la ardilla no aporta nada a la historia de la mencionada. Pero al igual que Scratt, acá estos dos Krill le dan frescura a la historia. Es una mini película dentro de la otra. Graciosos sus planteos filosóficos, que serán para entretener a los adultos. Muy bueno que muchas canciones se mantuvieran con el audio original, porque escuchar a Pink en estas canciones suma mucho. Hay que recordar que la voz de Gloria en la primera había sido de la fallecida Brittany Murphy, y este reemplazo es maravilloso. Muy buen uso del 3D en función del entretenimiento, el cual arranca antes de la peli con un dinámico y muy 3D corto de Silvestre y Tweety. Para disfrutar en familia.
Anexo de crítica: Algo de Buscando a Nemo y otro tanto de Hormiguitaz con una banda de sonido ecléctica que mezcla soul con temas consagrados de Queen cimentan los pilares en los que se construye esta segunda aventura de los pingüinos emperadores en una nueva lucha por la supervivencia ante los cataclismos ecológicos con el consabido mensaje detrás que vuelve a enfatizar la importancia de la solidaridad entre especies. Con eso alcanza para un guión con muy pocas ideas pero vistosamente plasmado en pantalla por el virtuosismo del realizador George Miller.- Pablo E. Arahuete (6 puntos)
Deseo y decepción. George Miller es un director interesantísimo. Se nos dirá que Mad Max, claro que sí, pero es de aquellos pocos que una vez llegados a Hollywood (es australiano) continuaron haciendo un cine personal, repleto de ideas y que, cuando se acercó al cine infantil, continuó buceando en el relato, indagando en temáticas adultas con un punto de vista infantil y con una oscuridad a la que no muchos se animarían. Y su oscuridad no es una estética (te lo tenía que decir Tim Burton), sino un modo de contar y de ver: Babe 2, tan cuestionada en su momento, es una de las películas más tristes y excepcionales que recuerde. Los personajes de Miller son habitualmente descastados, seres al costado del sistema, perdedores, discriminados, outisders totales. Happy Feet, su anterior película, había sido una absoluta rareza: las mismas ideas de siempre, pero con banda sonora empaquetada para vender y un discurso que contrariaba la mirada pesimista sobre el humano y la naturaleza. Había una alegoría ecologista, pero falsamente esperanzadora: el cuento, la anécdota, demostraba que los humanos sólo conviviríamos y respetaríamos a los animales cuando descubriéramos sus posibilidades de fenómenos de circo. Ese final arriba y falaz era otra demostración del humor algo retorcido de don Miller. Por todo esto es que Happy Feet 2: el pingüino es una enorme decepción. No sólo porque la película es evidentemente fallida, sino porque además no hay ni rasgo de la sorna, la mirada, el punto de vista del director. No hay en el film una doble lectura: todo es plano, llano, liso, amable, desabrido como si no se supiera para qué está hecha ni hubiera nada por agregar. La historia es la de siempre, la de la aceptación de lo que uno es y la del freak redescubierto como normal para el entorno. Happy Feet 2 tiene errores imperdonables para un film que llevó cinco años en redondearse y que tiene al mismo director tras las cámaras: el guión no sabe cuál es el eje narrativo, y no sabemos si el film es la historia del hijo (Erik) que tiene que aceptar a su padre (Mumble), o la del padre que tiene que aprender a aceptar a su hijo tal como es. Esa indefinición hace que la película se torne confusa, dispersa, irrelevante. Lo peor que uno puede pensar de una segunda parte (conflictos que se repiten, personajes simpáticos que pierden toda carnadura y se quedan en el mero chiste, agregados que no suman y sólo sirven para estirar y engordar) sucede en esta película: aquí, por ejemplo, los números musicales resultan innecesarios y poco justificados dentro de la trama. Por lo que apreciamos a Miller, me corrijo: esta película es una lamentable desilusión.
De vez en cuando surge alguna producción en Hollywood que contradice esa frase hecha para definir las secuelas: segundas partes nunca fueron buenas. Tal es el caso de Happy feet 2: el pingüino. El primer acierto se encuentra en la elección del personaje protagónico. Ya no se trata de la historia de Mumble sino la de su hijo Erik, quien sufre algo parecido a lo que le sucedió a su padre: se siente distinto a los demás, como si estuviera en el lugar equivocado, es decir “no encaja”. Difícil no sentirse así cuando en la secuencia inicial donde el pingüinaje canta, baila, y “percusiona” con los pies en forma extraordinaria, en tanto el cachorrito apenas si mueve los pies tímidamente. Algo similar le sucede a Ramón, pero fundamentado en el hecho que las chicas no le “dan bola”. Como consecuencia éste decide irse con su acento puertorriqueño a otro lado, seguido por Erik acompañado por un par de colegas que, en realidad, quieren que vuelva. La historia comienza su desarrollo cuando llegan a otra zona, donde se encuentran con una especie distinta de pingüinos liderada por Sven, una variedad de ave del mismo color (blanco y negro) admirada porque puede volar. Sven lleva adelante su grupo bajo una consigna que repercute, especialmente en Erik: “si te concentras, si crees, entonces sucederá” Los guionistas George Miller, Gary Eck, Warren Coleman y Paul Livingston disfrazan el conflicto real (un chico que se siente excluido) con una gran masa de hielo que se desprende por el calentamiento global, encalla en la costa de la familia de Erik, y deja a todos los animales atrapados entre paredes gigantes de hielo. Mumble va en busca de su hijo, y será la oportunidad para afianzar la relación, además de intentar el salvataje. En realidad los viajes y desafíos que cada personaje va realizando en pos de solucionar este problema van concatenando los temas y mensajes que aborda “Happy Feet 2: El pingüino”: lazos familiares, la amistad, la confianza en uno mismo y, por supuesto, las consecuencias de romper la cadena alimenticia, la preservación de las especies y el ya mencionado calentamiento global. Estos conceptos sobre la ecología son apoyados por una subtrama que, si bien no le agrega nada a la historia, sirve como excusa para poder explicarlos. Se trata de un cardúmen de camarones que se va desplazando bajo las aguas antárticas. Entre los miles que conforman el grupo están Bill y Will. El primero está aburrido de pertenecer a una sociedad con el mismo destino (ser alimento para ballenas) y decide abandonar la masa para observar el entorno desde otro prisma. Su idea va más allá de ver el mundo. El camarón decide hacerse carnívoro junto a su compañero, que lo sigue más por amistad que por convencimiento del discurso. La dinámica de la compaginación tiene las pausas justas para que los chicos puedan procesar todo, en tanto la música no abusa de coreografías aburridas. Es más, en este sentido le recomiendo ir a la disquería para conseguir las superlativas versiones de dos temas de Queen, especialmente “Under Preassure”. Se destaca la alta performance en la calidad del doblaje, encabezado por René García como Nestor, con el gran Humberto Vélez aportando su voz a Ramón, y los brillantes aportes de José Antonio Macías y Carlo Vázquez como los dos camarones Happy Feet 2: El pingüino” se supera a sí misma, e incluso los pasajes que llaman a la reflexión han sido resueltos de manera clara y concisa. Una de las buenas opciones para una salida al cine con los chicos.
Anoche mi hija me decía "Papá, por qué no vimos Happy Feet 2 en Mar del Plata?" Habíamos estado afuera, la dejé para el final (saben que vemos estrenos principalmente jueves y viernes) y nos fuimos en escapada a la Costa sin verla, con la promesa de ir allí al cine.. Miré a mi bella niña con infinita ternura, sin estar seguro de decirle la verdad. Algo en mi inconciente me decía que tenía que postergar ver la secuela de esta cinta, porque el recuerdo que tenía de la primera era demasiado lindo y profundo para ser arruinado. Pero anoche, tanto me insistió que tuve que acceder. Y mañana prometí llevarla a ver "Operación regalo". No me envidien. Amor de padre en estado puro. Bien, "Happy Feet" originalmente había recibido un Oscar (2007) por su animación. Aquel film tenía atributos técnicos sobresalientes, una banda de sonido alucinante y un argumento, potable pero amistoso. Sus directores, un equipo dirigido por George Miller, habían hecho un gran laburo que fue reconocido por la Academia. Parece que Miller decidió que podía arreglárselas solo (ya está grande el hombre), y se lanzó a la aventura de hacer la previsible secuela pedida por la industria. El resultado es...de alguna manera decepcionante. No porque la película sea mala, de hecho, su factura es muy superior a la media en su género (animación). Sigue teniendo mucho ritmo y es...entretenida, en cierta manera. La historia, sin embargo, ha perdido fuerza. Tenemos a Mumble ya casado, con lo cual, había que centrar la atención en su hijo. Saben el dicho... de tal palo, tal astilla...Nada novedoso parece. Nos instalan a ver algo muy relacionado con lo conocido. Y lo cierto es que a pesar de la inclusión de una historia paralela menor, (Will y Bill, los krills que le ponen bastante naranja a la pantalla) no hubo mucha imaginación a la hora de pensar el conflicto central. Ya sabemos que Erik (el hijo de Mumble) será un inadaptado social, entonces nada nos sorprende mucho. Mientras nos acomodamos en la sala cae, además, un pinguino extraño llamado Sven, cuya nota de color es que... vuela. Pero eso no es todo, se la pasa diciendo frases grandilocuentes y su estilo es más bien...a contramano de la platea menuda. Entretanto, el calentamiento global hace de las suyas y amenaza el hábitat de nuestros simpáticos amigos. No nos queda muy claro que es lo que más importa, si el tema de la paternidad del protagonista de la primera (uno debería hacerse cargo del rol, no desdibujarse en la cuestión, más en este tipo de films infantiles), los problemas de integración de su hijo o la tragedia que se le viene encima al ártico con esto del aumento de la temperatura. Importa? Al adulto supongo que si. Los chicos la pasan medianamente bien. Hay cuadros musicales bien coreografiados, algunos gags efectivos y como ya dije, una cuidada realización. En 3D la película impresiona por su nivel de detalle. Las voces en inglés se lamentan (hay un cast muy rico que nunca escucharemos en este doblaje) pero ya estamos acostumbrados a escuchar español neutro y sin gracia. Cuidado! No está mal...Sin embargo, no puedo recomendarla sin advertir que "Happy Feet 2" está por debajo de lo esperado, teniendo en cuenta los pergaminos de su equipo de producción. Para el público corriente, quizás esto no represente mucho problema, pero cuando uno compara, se da cuenta que esta segunda parte es un producto sensiblemente menor al anterior. De hecho, en Estados Unidos ya camino a ser un fracaso de ventas. Para la familia, sí, pero apenas una cinta pasatista. Decepción de este cronista que intuía que algo así podría pasar...
Antártida Simpaticona Happy Feet 2 es la última animación de los estudios Warner Bros, que debo decir, a pesar de que los pingüinos me caen gordos (no me maten... me pasa desde chiquito) y el film no está teniendo mucho éxito mundial, a mi me gustó. No es una cosa de locos, ni te va a cambiar la vida, pero si sos de los que disfrutan de las películas animadas o tenés hijos, sobrinos o hermanitos para llevar la vas a pasar bien. La calidad de la animación es buenísima y muy colorida, pintando la pantalla de azules y blancos que transportan al público a un ambiente helado lleno de animales interesantes y divertidos, anaranjados, grises, marrones, amarillos y verdes muy bien utilizados, por lo que en el aspecto técnico se merece un aplauso. La historia es quizás lo más flojito... El calentamiento global va avanzando y pone en peligro el hábitat no sólo de los pingüinos, sino de todos los animales que conviven en la Antártida. En uno de los desprendimientos de hielo toda la colonia de pingüinos emperadores (raza de Happy Feet) queda atrapada entre gigantes glaciares a la merced de los predadores y sin alimento, por lo que Mumble (Elijah Wood) y su hijo Erik deberán ingeniárselas para sacarlos de ahí utilizando la ayuda de sus amigos y de sus no tan amigos. Casi toda la historia principal gira en torno a esta situación, que no es la más original, ni la más copada, pero si es entretenida y hace pasar un buen rato, sobre todo a los más pequeños que aman a estos animales. La pequeña historia paralela de 2 personajes ínfimos del océano llamados Will y Bill, cuyas voces fueron prestadas por Brad Pitt y Matt Damon, es lejos una de la cuestiones más interesantes y divertidas de la película. Junto a ellos, se destacan los personajes de Ramón y Lovelace, cuyas voces corresponden al gran Robin Williams. Algo que no me gusta y lo digo siempre, es que la opción de ver el film en su idioma original es prácticamente nula, al menos en las salas de la ciudad de Córdoba, por lo que no podremos disfrutar del histrionismo y talento de los actores anteriormente nombrados. Para concluir, creo que más allá de algunas carencias en la trama que pueda tener Happy Feet 2, es un producto bueno y de calidad, que entretiene y transporta a un mundo de hielo animado que deja buenos mensajes y maravilla la vista. No es lo mejor que van a ver en animación en el cine, pero lejos está de ser una propuesta pobre como se la estuvo catalogando en la web.
Canciones, valores y diversión Los Pingüinos Mumble y Gloria ya han tenido a su primer hijo : Eric. Un pequeño que, tal como su padre en la primera parte, se siente distinto, aunque no lo sea. Es por ello que en un momento dado se escapara con dos amigos a una colonia de otro tipo de pingüinos. Pero cuando Mumble lo encuentra y lo convence de volver con los suyos, y luego de una travesía con algunos a obstáculos, se encontrarán que un gran iceberg ha dejado a la colonia de pingüinos emperadores totalmente aislada y sin comida. Allí comenzará la odisea de tratar de salvar a una comunidad, no importa el tipo de pingüino o de ser vivo sea. Está es la premisa de esta nueva y divertida segunda parte de Happy Feet. Un film que, tal como la primera, divierte a grandes y chicos con todo un bagaje de situaciones y de canciones que hacen que los valores y el mensaje que quiere transmitir penetre en los chicos y se los recuerde a los mayores. Todo con mucha diversión, y con momentos más emotivos y emocionantes que la primera. Igualmente, al igual que la que inicia la saga, la música tiene un papel importantísimo por los temas donde vuelven a resaltar los de Queen como “Under Preasure”, como por el momento en el que están inmersos y, en la versión subtitulada, por el nivel de interpretaciones, pero, por sobretodo, por que son una parte fundamental del film. “Happy Feet 2” un film con excelente música, con valores y mensajes esenciales para el hombre y que van a disfrutar grandes y chicos. Más no se puede pedir.
Vi, sin grandes esperanzas por comentarios de otra gente, Happy Feet 2. Me pareció muy buena, como casi toda la filmografía de Miller: entre otras las Mad Max (qué grandes la 1 y la 2), Las brujas de Eastwick, la gloriosa Babe: chanchito en la ciudad, la primera Happy Feet. Este año, en un país distinto a este, vi también una versión acortada de Happy Feet (la uno), unos 15’ en 4D, o sea con efectos como agua, viento frío, butacas con movimiento. Happy Feet 2 (en cartel ahora) es una película de aventuras en el agua, la nieve y el hielo –todo digital—que tiene una extraña capacidad táctil (y sin verla en 3D). Por más fantásticos y artificiales que sean los mundos que filma el australiano Miller, en su cine hay un fuerte aire de realidad, de impresión rústica. De sensación de vértigo. Happy Feet 2 es una aventura grupal, una aventura de bichos en la naturaleza. No tiene protagonistas claros pero sí tiene claro su sentido de la aventura, tan natural como el agua y tan artificial y rítmico como el gran baile con Under Pressure.
DISPAREN SOBRE EL PINGÜINO Una hora y media extrañando a Pixar George Miller es un caso muy extraño dentro del universo cinematográfico. De origen australiano y miembro del jurado de Cannes en dos oportunidades, este director fue reconocido internacionalmente por su éxito de culto Mad Max (1978), una película futurista con Mel Gibson como protagonista y situada en una mundo distópico no muy lejano del presente. A ese éxito le siguió el de su secuela, Mad Max II, el guerrero de la carretera, y el consecuente inicio de Miller en la producción de diversas mini series y películas. Estas películas le valieron una posición dentro de la denominada "nueva ola" del cine australiano, junto con el mencionado Mel Gibson, Judy Davis y el director Peter Weir, entre otros. Luego de unos años presentó como productor el film Babe, el chanchito valiente (1995), el cual arrasó con la taquilla a nivel mundial y le valió el reconocimiento del cine de industria, y pasado un tiempo dirigiría y produciría aquel otro tanque que se llamó Happy Feet (2006), recaudando casi 400 millones de dólares alrededor del globo. Y aquí es en donde viene a lugar la pregunta: ¿cómo no caer en la tentación de realizar una secuela a ese gran éxito que significó aquel film protagonizado por pingüinos en la Antártida? Pero el problema no está en la intención sino en el cómo, y es ahí en donde esta película se desbarranca como pocas de su tipo. Completamente insostenible a lo largo de sus 100 minutos, carece totalmente de un argumento sólido, siendo su guión una sucesión de situaciones que existen con la única intención de mostrarnos de qué modo son superadas por los protagonistas del film. No hay un desarrollo dramático, la tensión se construye de a retazos de cinco minutos y lo único que persiste con nosotros al salir de la sala de cine es que lo que acabamos de ver es más una excusa que una película. El pequeño Erik es el simpático protagonista de esta película que depende demasiado del éxito de la primera entrega. Erik es un pequeño pingüino (hijo de Mumble, el protagonista del primer film) que, a diferencia de su padre, se siente imposibilitado de bailar. Esto hace que un día se tope con Sven, un "pingüino" que sabe volar, y entienda que si uno de veras quiere algo, sólo basta con estar convencido de ello y obtendrá su cometido. Así, vemos cómo la historia base de la primera película aquí se repite, una suerte de "eterno retorno" en clave plumífera que no es capaz de movernos un pelo: al igual que Mumble, quien no pudiendo cantar demostró que en vez de eso podía bailar, el pequeño Erik demostrará (o al menos lo intentará) que el amor es la base de todas las cosas, y que el trabajo en equipo y la conciencia del otro puede más que las personalidades individuales, y que más que bailar lo que importa es moverse, y nunca dejar de hacerlo. Pavada de enseñanza. Vale aclarar algo, y es que técnicamente el film está muy bien. El 3D no aporta nada novedoso, pero la animación es impecable y demuestra que esta producción a cargo del estudio Warner Bros. no tiene nada que envidiarle a cualquier producción de los grandes estudios de animación. Eso sí, en cuanto a la trama, no le vendría nada mal empaparse de lo que tan bien han sabido imprimir en la pantalla un estudio como Pixar o, en menor medida, Dreamworks. Y esto no les es ajeno a los realizadores de esta película: en particular la presencia de dos krilles que no tienen nada que ver con la trama principal recuerdan notablemente a la ardilla de La Era del Hielo, con sus secuencias de humor aisladas del resto de la película. Y lo más notable es que esa pareja es lo más rescatable del film, con razonamientos sobre cómo superar el hecho de ser un insignificante krill y de qué significa ser la base de la cadena alimentaria. Eso y un chiste realizado por el personaje de Ramón (el pingüino "latino"; la diversidad cultural prejuiciosa nunca puede faltar) es lo único bueno de este film que demuestra que no basta con tener un buen nivel técnico y personajes simpáticos para ser una buena película animada. La animación en 3D es lo más rescatable de esta película chata y desprolija. Un párrafo aparte para los números musicales, abundantes en esta producción, que es el punto en donde se diferencia notablemente de su predecesora: totalmente de más. Rozan lo insoportable. Con reversiones de Under Pressure de Queen y de varios otros temas en versión doblada y en original (cuando el pájaro Sven comienza a bailar lo que en nuestro país se conoce como el "Marica tu" es uno de los peores momentos de este bodrio, y eso no es poco decir), lo único que logran estos pasajes es hundir más a esta película que no tiene razón de ser más que la de ganar dinero internacionalmente. Que no se me malinterprete: soy consciente de que el éxito comercial es la piedra basal de toda la producción cinematográfica de gran escala (esto es más que obvio), pero cuando no se encuentra en un film ningún mérito rescatable más que el de su factura técnica, entonces ahí hay un problema. Porque hablamos de un producto que es todo forma pero nada de contenido (la clásica frase: "pero la ambientación está muy bien hecha"), un producto que sirve para un trailer y para que la gente pague una entrada. Se nota en demasía que George Miller no estuvo del todo abocado aquí como en la primera entrega, o al menos eso nos deja pensando una película así de desprolija, desdibujada y completamente carente de interés y de amor propio como lo es Happy Feet 2.