Detrás de escena Incomprendida es un drama sobre una generación que debió crecer en una sociedad que abrazaba confusamente un hedonismo postmoderno en el que se mezclaban el glamour de la entronización de la fama, los coqueteos con los rituales orientales y una visión del comunismo intelectualizada sin la necesidad acuciante de organización que implica esta ideología social. En esta sociedad a mitad de camino entre un estado de bienestar moribundo y un neoliberalismo rapaz, solo la incomprensión era una posibilidad ante tanta corrupción y violencia.
Comprendiendo la soledad Son los años ochenta. Una niña de nueve años llamada Aria (cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia), cuyos padres son artistas de distintas ramas y están separados, deambula entre ambas casas, buscando cariño y atención. En la escuela sus únicos triunfos son académicos. El padre, con un perfil simil-Johnny-Depp, es un actor que busca prestigio en el cine de autor; la madre, con una muy buena interpretación de (Charlotte Gainsbourg), es una concertista que sólo quiere estudiar piano en paz y tiene variados amantes, uno más desconcertante que el otro. Completan la familia las hijas que cada uno tuvo con otras parejas, que parecieran conectar con sus padres mucho mejor que Aria; la acompañan también en su vida su mejor amiga Angelica y su gato negro, Dac. Incomprendida podría leerse dentro de la “comedia triste” (no tanto una comedia dramática que siempre quiere ser más realista): un tratamiento cómico, casi grotesco, de temas no-tan-cómicos, y con un dejo de amargura detrás de las risas que puedan generar ciertas situaciones. Esto incluye la exageración de algunos rasgos y características de los personajes, que potencian el absurdo y el ridículo, pero que tiene que ver con la forma en que Aria percibe al mundo. El punto de vista del personaje también está aprovechado en ciertas situaciones de malentendidos construidos a partir de estas diferencias: Aria hace algo que perjudica a la madre pero sin conciencia de las consecuencias, la madre se enoja, y aunque nosotros entendamos por qué, también sabemos por qué Aria no. Todas las escenas de juego o exploración de Aria ya sea con Angélica o con sus compañeros del colegio son excelentes (sobre todo la del juego con las Barbies y la fiesta con los globos) y dan cuenta de una gran comprensión o quizás de un recuerdo muy claro de esta etapa de la vida. Para esto es clave la interpretación de Giulia Salerno, la cual se destaca incluso sobre Charlotte Gainsbourg que también hace un buen trabajo al interpretar a una madre casi-bipolar. Sobre el final, la película empieza a repetirse un poco y el rumbo y ritmo que se había marcado al inicio se va desdibujando, lo cual puede dar una leve sensación de agotamiento de ciertos recursos. Sin embargo, dado que Aria es la que va perdiendo cada vez más su camino y teniendo un futuro más incierto con el correr de la acción, pareciera ser que esta es la forma que encuentra el film de dar cuenta de esta evolución en el personaje, por lo que sigue habiendo una cierta organicidad. Si Aria busca comprensión dentro de la trama; en Incomprendida, Asia Argento logra conectarnos no sólo con esa niña sino con experiencias de nuestra propia infancia, a través de una historia llena de soledad, ternura y humor. Por Laura García Lombardi
Nadie me quiere En su tercer largometraje como directora tras Scarlet Diva y El corazón es engañoso sobre todas las cosas, Asia Argento -que aseguró que el film no es autobiográfico y que tuvo como principal referencia a la casi homónima Incompreso (1967), de Luigi Comencini- se sumerge en la caótica vida de Aria (notable trabajo de Giulia Salerno), una niña de 9 años que en 1984 debe lidiar con la violenta separación de sus padres (un actor egocéntrico interpretado por Gabriel Garko y una pianista más interesada en sus conquistas amorosas que en la maternidad encarnada por Charlotte Gainsbourg). Para peor, la chica sufre que sus hermanas y hermanastras sean las preferidas de sus padres y que en la escuela sea objeto de no pocas bromas pesadas (el bullying no es un fenómeno sólo actual). Su único refugio será, por lo tanto, un gato negro (y su creatividad). Aun con algunas dosis de crueldad excesivas y cierta tendencia a la sobreactuación (a Asia parece gustarle la ampulosidad del cine italiano de los años ’80), el resultado de esta tragicomedia es notable. Entre el retrato de familia disfuncional, la crítica al machismo, las observaciones lúcidas sobre la dinámica escolar y el despertar sexual, Incomprendida -algo así como Los 400 golpes del nuevo siglo- ratifica a Argento, siempre con propuestas desatadas y fuera de toda norma, como una directora de enorme potencia y talento. Un torrente, un torbellino cinematográfico
Retirada de la actuación, regresa Asia Argento como realizadora en Incomprendida. El cine de Asia Argento tiene poco más que el apellido, en comparación con el de su padre, considerado uno de los maestros del cine de terror italiano, Dario. Si bien en la poca información que tenemos de su vida privada (que siempre intentó mantener entre cuatro paredes) se pueden percibir cosas extrañas, como el hecho de que siempre salga desnuda en las películas que dirige su padre, o que haya tenido una hermana anoréxica que falleció tras un suicidio, es en sus propias películas donde mejor se la puede conocer. Mientras en su ópera prima Scarlet Diva interpretaba a una actriz italiana que quería hacer su propia película pero se encontraba continuamente con rechazos y humillaciones (porque “ser actriz en Italia es como ser una puta”), en The heart is deceitful above all things trasladaba a la pantalla grande el polémico libro de J. T. Leroy, la historia (en un principio supuestamente verídica) de un niño continuamente maltratado y abusado. Incomprendida es una conjunción de ambas, pero sin duda un producto mejor logrado y más prolijo a nivel técnico y a nivel guión. Aria es una niña de 9 años, que tiene dos hermanas y a unos padres famosos que se separan no mucho después de empezar la película. Asia ya no quiere ser actriz (aunque aquí tiene un cameo apenas perceptible) y es quizás por eso que el papel de la madre recae en alguien más, en este caso, Charlotte Gainsbourg, con un look muy sesentoso que sólo confirma que es la hija de Jane Birkin. Cuando se da la separación, cada hermana se queda con un padre y ella queda en el medio, vagando de un lado para el otro. Ni siquiera su mejor amiga, aquella a quien consideraba su alma gemela, le es incondicional. Sólo encuentra este tipo de cariño en un gato que decide quedarse y con quien comenzará a trasladarse junto a sus valijas cada vez que la echan de uno de sus supuestos hogares. El relato toma por momentos un tono tierno, pero nunca deja de lado cierta amargura. Y es que ese tono que la hace un poco más agradable radica en el hecho de que Incomprendida siempre tome el punto de vista de su protagonista, un punto de vista infantil e inocente. Un retrato sobre la familia, sobre la niñez y el paso previo a la inocencia perdida, una película bella y dura, por momentos muy italiana, pero más accesible que sus trabajos anteriores e incluso menos pretensioso, más honesta. Sin dudas, Incomprendida tiene mucho de autobiográfico y deja en evidencia que el mundo para su realizadora es un lugar oscuro y perro, especialmente para los niños y las mujeres. Y como dice su protagonista, quizás con esta película no quiere hacerse la víctima, sino que la conozcamos un poco mejor para que entonces seamos un poco más amables con ella.
Sola, solita, sola La nueva película de Asia Argento (directora de Scarlet diva y El Corazón es engañoso, por sobre todas las cosas) la muestra como una directora consumada, con un estilo definido. Como en su film anterior, la infancia vuelve a estar en foco. Verborrágica, cruda, extrema. Así es el universo de Incomprendida (Incompresa, 2014), película que retrata la dura vida de Aria (formidable trabajo de Giulia Salerno), una niña de nueve años hija de una pianista desaforada (Charlotte Gainsbourg) y un actor/galán (Gabriel Garko) que vive más pendiente de sus contratos y supersticiones que de su familia. Sus padres no atestiguan ni un dejo de afecto mutuo, y eso quedará bien claro apenas comienza el relato; separados y en muy malos términos. Asia tiene hermanas y hermanastras, pero la convivencia es una suerte de “anti-Mujercitas”, merced a los maltratos cotidianos y la escasa atención que le brindan. Aunque en menor escala de crueldad que la de El Corazón es engañoso, por sobre todas las cosas, Incomprendida no hace concesiones con las situaciones que gráfica. Hay bullying, adulterio no disimulado frente a niños, alcohol, etc. Lo que propone Argento es un cóctel de violencia física y psicológica, un in crescendo que a muchos espectadores les resultará contundente y conmovedor, mientras que otros verán tan sólo pornografía emocional. La película transcurre en los ’80, y aunque generacionalmente encaja con la época de la infancia de Argento, ella ha asegurado que no es una autobiografía (recordemos que su padre es el mítico realizador Darío Argento). No obstante, la relación con la época no es accesorio, pues “naturaliza” cierto maltrato cotidiano en el seno familiar, en un tiempo en el que el bullying no generaba los bienvenidos debates de hoy en día. La nobleza de la película consiste en que más allá de las escenas más crueles, hay un acercamiento al universo de la niñez y pre-adolescencia que no margina momentos cruciales como los de “la mejor amiga”, “el primer amor”, o la compañía de la mascota; aquí, un gato callejero que señala todo ese amor que el mundo entero parece negarle a la entrañable Aria.
Asia Argento es la directora de un film vertiginoso y tierno, intenso y gracioso. La historia de una preadolescente que se debate entre una madre pasional, abandónica y que cambia de amantes rápidamente y un padre actor y egocéntrico, pero además, medias hermanas, bullying en el colegio, desamor de un compañerito. Demasiado para ella.
Crónica de una niña sola Incomprendida es una película plenamente generacional, en la que la palpable e inconfundible fachada de la década de los ochenta juega como contrapunto para el trillado tópico del drama familiar. Asia Argento (The Heart Is Deceitful Above All Things, 2004) no se propone innovar en cuanto al planteo, sino que opta por acentuar su mirada en la inocencia de la visión infantil y lo que esto conlleva; no comprender y no ser comprendido. Aria (Giulia Salerno), una niña de nueve años de edad e hija de dos reconocidos artistas (Charlotte Gainsbourg y Gabriel Garko), es constantemente ignorada y maltratada por sus padres, quienes, tras el devenir de su divorcio, prefieren consentir a sus hijas de matrimonios previos.
Casos y cosas de la infancia El film de Asia Argento muestra a una sobreviviente de la falta de atención, de la desidia y del maltrato de quienes deberían guiarla en el camino hacia la adolescencia. Afortunadamente, la directora jamás carga las tintas o intenta encaramarse en la denuncia. Con Incomprendida, su primera película en diez largos años, Asia Argento confirma con creces tres cosas: su innegable talento como realizadora, el interés renovado por los casos y cosas de la infancia y una incapacidad para amoldarse a formatos preestablecidos que va mucho más allá de la simple rebeldía. Como el joven Jeremiah en El corazón es engañoso por sobre todas las cosas, Aria es una sobreviviente de la falta de atención, de la desidia y del maltrato de quienes deberían guiarla en el camino de la infancia a la adolescencia. A pesar de eso, y como en aquella otra película, Argento jamás carga las tintas o intenta encaramarse en el cómodo reducto de la denuncia, intentando comprender (eso que el título anticipa como imposible) a propios y ajenos, a la protagonista pero también a sus hermanas y a sus padres: una pianista profesional (Charlotte Gainsburg suma así al italiano a su lista de idiomas en pantalla) y una estrella del cine y la tevé (Gabriel Garko).A Aria –personaje que comparte el nombre legal de nacimiento de Asia– la abandonan varias veces a lo largo de su pequeño gran derrotero. La abandonan y la ignoran, incluso la echan varias veces de sus dos hogares, el de la madre y el nuevo departamento del padre, ambos recientemente separados. Un gato negro que Aria encuentra en la calle le sirve de consuelo, al menos durante un tiempo; lo mismo ese grupo de jóvenes con los cuales pasa una noche a la intemperie, probando por primera vez una cerveza y un porro. Por supuesto que está la inseparable amiga del colegio, aunque como tantas amistades de la infancia (y no tanto) siempre se corre el riesgo de que su intensidad merme o incluso desaparezca por completo ante cualquier inestabilidad o vaivén emocional.Por momentos, Asia Argento parece registrar situaciones con alguna clase de ideal de realismo cinematográfico en la mente, sensación que rápidamente se desvanece ante un ralenti tan irónico como inesperado, una explosión de colores primarios que parecen sacados de una película de su padre Dario o la aparición de la fantasía más desorbitada, como el minifilm de Barbie y Kent que irrumpe a partir de un juego de las chicas. Como ocurría en El corazón es engañoso..., aunque con un novedoso sentido del humor que hace que muchas situaciones duras atraviesen la garganta de manera menos dolorosa, Incomprendida puede leerse como un relato infantil e incluso un cuento de hadas sin hadas, teñido por los colores chillones de esos años ’80 que son el telón de fondo de la historia. Aria (gran actuación de la jovencísima Giulia Salerno) enfrenta con angustia y lágrimas, pero una entereza notable, toda clase de olvidos e incomprensiones y, en ese sentido, se encuentra mucho más cerca del Antoine Doinel de Tru- ffaut que del Andrew de Incompreso, el film de Luigi Comencini con el cual dialoga indirectamente a partir de la referencia a su título.La infancia para Argento es un campo minado, lleno de situaciones incomprensibles, para el cual nadie parece estar preparado. Pero también es una reserva de pureza o, al menos, de candor, que la hermanastra mayor de Aria –algo así como La Reina Rosa– parece haber perdido definitivamente, encaramada en una torre de egocentrismo conquistada luego de años de práctica junto a la madrastra y, sobre todo, a Papá. Aria escribe y escribe bien (como Asia en su infancia, otro elemento no tanto autobiográfico en un sentido estricto como autorreferencial), y gana un premio escolar por ello. Y en ese momento es una chica normal, inteligente, linda y llena de vida. Porque si los padres de la protagonista distan del imaginario de familia “normal” al cual, dicen, se suele aspirar en mayor o menor medida (de hecho, exceden cualquier clase de categoría, incluso la de disfuncional), Incomprendida parece afirmar que la infancia de Aria es, más allá de la intensidad de las situaciones, bastante común. Es decir: mágica, trágica, feliz, triste, llena de sorpresas, anhelos y frustraciones.
Crecer En Un Mundo Caotico En 1984, Aria, la protagonista de este duro relato sobre los difíciles años de la preadolescencia, tiene nueve años, vive con sus padres, una pareja de artistas -él, actor famoso; ella, pianista de éxito internacional- y sus hermanastras, frutos de las parejas anteriores del matrimonio. El ambiente es de constantes y encendidas disputas, tanto entre los adultos (se avecina una separación) como entre los más chicos. En vano, Aria intenta encontrar su lugar en esa caótica atmósfera cotidiana, tan opulenta como desordenada. Asia Argento, que también nació en 1975, ha negado que el film se base en su propia biografía y ha dicho que no es una obra que se pretenda terapéutica, pero son demasiadas las coincidencias y demasiado también el compromiso emotivo que parece haber volcado a la hora de pintar la soledad y los sufrimientos que la chica experimenta en esa etapa tan tortuosa de su crecimiento. Es cierto que en la realidad su padre no es el galán famoso, narcisista y supersticioso que aquí encarna Gabriel Garko, sino el mismísimo Dario Argento, y su madre, una actriz (Daria Nicolodi), pero sin duda varios de los episodios que se enhebran para describir la atormentada infancia de Aria (admirablemente interpretada por Giulia Salerno) no están muy lejos de los que vivió la directora y hay incluso algunos, como el problema con las drogas y la policía que en su época la prensa hizo públicos en 1985. Más allá de cierta tendencia a la exageración, sobre todo en el dibujo de los personajes adultos -muchas veces próximos a la caricatura-, hay en el film abundantes momentos que exudan verdad (los que remiten a la escuela, al despertar sexual, a las discordantes relaciones entre chicos) y una perceptible carga de sincera emoción. Argento muestra muy buen ojo para internarse en el mundo de los más jóvenes, entender sus intereses, sus necesidades, sus intenciones, sus íntimos malestares y sus desconciertos e ilusiones. Muchos de los mejores momentos de la película tienen que ver con esa singular sensibilidad para penetrar en el universo infantil sin perder naturalidad ni tropezar con los habituales artificios. En ese sentido, es decisivo el aporte de Giulia Salerno, descollante en medio de un nutrido grupo de pequeños actores con compromisos más circunstanciales. Incomprendida, es cierto, no logra disimular el carácter episódico que deviene de la estructura del guión, pero alcanza momentos de conmovedora verdad e insinúa, tras mucha oscuridad y algún desborde de crueldad, la promesa de una nueva vida en la toma de conciencia final de la protagonista.ß Fernando López En 1984, Aria, la protagonista de este duro relato sobre los difíciles años de la preadolescencia, tiene 9 años, vive con sus padres, una pareja de artistas -él, actor famoso: ella, pianista de éxito internacional- y sus hermanastras, frutos de las parejas anteriores del matrimonio. El ambiente es de constantes y encendidas disputas, tanto entre los adultos (se avecina una separación) como entre los más chicos, de los que recibe similar mal trato. En vano Aria intenta encontrar su lugar en esa caótica atmósfera cotidiana, tan opulenta como desordenada. Asia Argento, que también nació en 1975, ha negado que el film se base en su propia biografía y también ha dicho que no es una obra que se pretenda terapéutica, pero son demasiadas las coincidencias y demasiado también el compromiso emotivo que parece haber volcado a la hora de pintar la soledad y los sufrimientos que la chica experimenta en esa etapa tan tortuosa de su crecimiento. Es cierto que en la realidad su padre no es el galán famoso, narcisista y supersticioso que aquí encarna Gabriel Garko sino el mismísimo Dario Argento, y su madre, una actriz (Daria Nicolodi), pero sin duda varios de los episodios que se enhebran para describir la atormentada infancia de Aria (admirablemente interpretada por Giulia Salerno) no están muy lejos de los que vivió la directora y hay incluso algunos, como el problema con las drogas y la policía que en su época la prensa hizo públicos en 1985. Más allá de cierta tendencia a la exageración, sobre todo en el dibujo de los personajes adultos -muchas veces próximos a la caricatura-, hay en el film abundantes momentos que exudan verdad (los que remiten a la escuela, al despertar sexual, a las discordantes relaciones entre los chicos) y una perceptible carga de sincera emoción. Argento muestra muy buen ojo para internarse en el mundo de los más jóvenes, entender sus intereses, sus necesidades, sus intenciones, sus íntimos malestares y sus desconciertos e ilusiones. Muchos de los mejores momentos de la película tienen que ver con esa singular sensibilidad para penetrar en el universo infantil sin perder naturalidad ni tropezar con los habituales artificios. En ese sentido es decisivo el aporte de Giulia Salerno, descollante en medio de un nutrido grupo de pequeños actores con compromisos más circunstanciales. Incomprendida, es cierto, no logra disimular el carácter episódico que deviene de la estructura del guión, pero alcanza momentos de conmovedora verdad e insinúa, tras mucha oscuridad y algún desborde de crueldad, la promesa de una nueva vida en la toma de conciencia final de la protagonista.
Memoria de la infancia cruel Asia Argento logra una película personal y a la vez universal, con un tema que le resulta muy cercano. Aria es la tercera hija de una familia italiana. Tiene 9 años, padre actor y madre pianista (Gabriel Garko y Charlotte Gainsbourg), que acaban de divorciarse. Dos narcisistas. Incomprendida, también es la tercera película de Asia Argento como directora. El drama de Aria, corresponde a un mundo que Argento conoce a la perfección, el de la infancia con padres famosos (es hija del director Darío Argento y la actriz Daria Nicolodi), el de las dificultades de los vínculos familiares, pero no por ello su película deja de ser universal. Al contrario. Y es también muy personal, ese es su logro. El término incomprendida es generoso con los padres de Aria, que no hacen ningún esfuerzo honesto por acercarse a ella. Más bien es ella, abierta como la mayoría de los niños, quien deambula su días entre la casa de uno y otra, un trayecto breve por las callecitas italianas que se convierte en su refugio, pasaje entre rechazo y rechazo, entre el padre y la madre. Padres e hijas. Exagera el drama Argento en algunas escenas, pero es adrede y radica en la libertad que la directora se toma para abordar un tema complejo, con toques de humor y tragedia en dosis similares e indivisibles. La formación del carácter, la enseñanza de vida, ¿en manos de quién está? Si a Aria no le va bien con sus padres, tampoco le irá bien con sus hermanas ni compañeros de la escuela ni potenciales novios. No encaja. Le queda un gato, que encima es negro. Mufa en familia de actores, como el espejo roto, o la pluma encerrada. La superstición, la superficie, por encima de la realidad. Ficción a la enésima, cuando Aria necesita y destila honestidad. La historia se desarrolla en los ‘80. Podría ser o no la de Argento. Evidentemente es la historia de una infancia difícil, como muchas, signada por el egocentrismo de los padres, devenido en indiferencia y ridiculez. Temas que Argento refleja en los distintos choques emocionales que sufre Aria y en las armas que elige para enfrentarlos, distintas a las de sus hermanas obedientes, anuladas por el mundo exterior de sus padres. Timidez valiente, niñez adulta, confusión de roles, aprendizaje de un mundo incomprensible desde la candidez infantil y una hipocresía que puede resultar familiar.
Incomprendida (Incompresa) es el tercer largometraje de la actriz y directora Asia Argento (Scarlet Diva, The heart is deceitful above all things), que narra las vivencias de una niña de ocho años en un contexto muy particular. Incomprendida Italia, mediados de los 80. Aria (Giulia Salerno) es una niña de ocho años, hija de un actor de cine (Gabriel Garko) y una música (Charlotte Gainsburg), quienes a su vez tienen otras dos hijas. Aria es vista como una carga por sus padres, quienes sólo piensan en sacársela de encima cuando les causa algún tipo de molestia; es el chivo expiatorio de la familia, y su hermana y hermanastra tampoco ayudan a mejorar la situación. Pero no todo es cuesta abajo en la vida de Aria: se destaca en la escuela por su talento para la escritura y encuentra refugio en su mejor amiga y en Dac, un gato negro que encuentra en la calle que lleva consigo en sus reiteradas mudanzas de casa. La llegada de la pubertad, el despertar sexual se hacen presentes en la convulsionada vida de Aria. Los 400 golpes al borde de un ataque de nervios Se destaca el uso de la música en la película, interpretada en su mayor parte por The Penelopes, acompañando el gran contraste de emociones que atraviesa Aria. Giulia Salerno hace un trabajo excelente interpretando a la pequeña heroína punk que es Aria, sin desmerecer al resto del elenco, que entrega buenas actuaciones. Incomprendida parece una hermosa combinación del Almodóvar de los 80 con Los 400 golpes de Truffaut. Colores saturados, las emociones a flor de piel y un registro muy acertado de cómo influyen en una niña de ocho años el contexto bohemio de sus padres artistas y su falta de cariño, como también la llegada de la pubertad, los ritos de iniciación y demás. Una niña que sufre la falta de comprensión y amor pero que a su vez no teme enfrentar las calles por su cuenta. Quizá hacia el final pierda un poco de potencia, pero es destacable las libertades que se toma Asia Argento para narrar. Conclusión Incomprendida es un melodrama en colores saturados con espíritu punk, con una pequeña protagonista que se pasea por los límites del quiebre emocional. Se lleva el mundo por delante, pero no deja de ser una niña buscando el amor de sus padres. Se nota un gran cariño de la directora por sus personajes, y mantiene un buen ritmo durante casi toda la película. La incomprendida del título pide a gritos que la vean (y la quieran).
Sólo para fans del estilo Asia Argento El papá de Aria es un actor famoso y fachero (o quizá famoso por lo fachero y lo ridículamente supersticioso). La mamá es una concertista seguramente también famosa (entre los muchos fulanos con los que tiene sucesivos amoríos). Las hermanastras de Aria son una gorda vaga hija favorita del papá, y una flaca hija favorita de la mamá. Y a ella que la parta un rayo. Encima, las chicas de la escuela le tienen bronca porque sabe escribir bien, y el chico que le gusta la desdeña. Lo único que falta es que se le escape el gato pulguiento que tiene de mascota. Esa es la historia. Otra vez, Asia Argento describe los padeceres de criaturas sufrientes en familias de anormales. Y otra vez le faltan cinco para el euro. La protagonista es buena (Giulia Salerno, 12 años al momento del rodaje, aunque su Aria tenga 9), la mayoría del elenco es bueno, la intención es buena, y también la decisión de alternar momentos lindos y feos en la vida de la niña, y el mensaje del epílogo también. Pero el conjunto se hace largo, reiterativo, con escenas antojadizas o discontinuadas, y una banda musical que no termina nunca. Incluso aparecen The Penelopes como tales, aunque se supone que la acción transcurre en 1984. Gustará, sin dudas, a los amantes de dicha música, a los seguidores de Asia Argento con sus cuentos parcialmente autobiográficos y su gusto por la caricatura, a quienes piensen que las únicas personas cordiales que una niña puede encontrar de noche por la calle son los drogones, y a la gente que se apiada de los niños ricos que tienen tristeza. Para esa gente, una clave: la película que la nena está viendo por televisión en la secuencia final es "El incomprendido", tocante melodrama de Luigi Comencini, 1967, sobre novela de Florence Montgomery, luego adaptada por Jerry Schatzberg con el chiquito de "ET". Esa vale la pena.
Rome, 1984. Aria (Giulia Salerno) is a nine-year-old girl in need of love. Her selfish and childish parents are caught in a furious divorce, yet they pay close attention to their careers — she’s an accomplished pianist and he’s a famous actor — as well as to their many extramarital affairs. But not a single minute is devoted to Aria. Better said, they do care for her, but only intermittently, when they feel like it or when something awful happens. Also, her sisters are always indulged, which makes Aria feel even more lonesome. Yet she longs to love and to be loved. At school, Aria is a brilliant student, but is misunderstood and often regarded as an oddball. She only has two beings to rely on: her best friend Angelica and her cat Dac. But that’s not nearly enough when she faces being continuously thrown out of both her parents’ homes. How long can she be the black sheep of two families, and eventually be abandoned by all? Featured at the prestigious Un Certain Regard section at Cannes, Misunderstood, the new remarkable film by Asia Argento, is not an autobiographical account of her childhood, as many journalists have said. In fact, Asia Argento herself said that if she had wanted to make a film about her father (famous giallo/ horror director Dario Argento) and her mother, she would have made a documentary instead. Even if the lead character’s name — Aria — matches Argento’s legal name, and even considering the parallels between the actress/filmmaker having been raised in a dysfunctional family of artists, the fiction film is the only thing that counts. And Misunderstood (Incompresa) is a painful film to watch. Though appropriately bittersweet, the bitter scenes are sometimes lacerating. This is a film almost exclusively about the growing pains of a childhood with little love, seen from Aria’s point of view. As a matter of fact, it’s not important whether her life is actually exactly the way it’s portrayed — the cartoonish parents are a bit over the top, for instance — because the point here is that this is how she feels and how much she suffers from so much neglect. So Argento expertly resorts to extremes to emphasize the experiences as lived by the broken-hearted Aria. And, of course, Misunderstood deals with universal yearnings. Many of us have felt the pain of being cast aside, to live in somebody else’s shadow. And it is Aria’s persistence to be loved that resonates more deeply. Wanting to fit can be a terrible burden — and Giulia Salerno’s performance brings forth these feelings with uncanny simplicity and authenticity. Rather than playing a part, it seems she sometimes becomes the part. Nonetheless, Aria’s life does have moments of bliss, and not just a few ones. Some of them are shared with her best friends, whereas others are created and enjoyed by her alone. And even being a cat, Dac is a most faithful companion. Also, the recognition she gets at school for academic excellence is no small thing. Argento is not keen on depicting the life of a victim or a martyr, so Aria’s parents aren’t demonized either, but depicted as egocentric, immature individuals who can’t and won’t take care of anything or anyone but themselves. So this realistic switching back and forth between dark zones and luminous ones is one of the reasons why Misunderstood outshines films with similar themes. Another reason: you get to live it all, not just watch it.
Una triste, agitada y solitaria niñez Asia Argento podría haber vivido de su prestigioso apellido o a través de su rol de actriz estilo "cool" en películas de su papá, el gran Dario (maestro del "giallo", terror italiano), y hasta desfilar en pasarelas importantes mostrando su impresionante tatuaje desde el ombligo hacia abajo de un Cristo femenino y vaginal. Pero no, todo lo contrario, ya que sus tres films como directora, con subas y bajas, regodeos formales y una pátina de postura "fashion”"frente a determinados temas, la exhibe como un nombre a seguir, como si se tratara de una personalidad de culto ya lejos de influencias provenientes vía paterna. Así, el narcisismo a flor de piel de Scarlet Diva (2000) modificaba en la siguiente El corazón es engañoso por sobre todas las cosas (2004), primera intromisión en la temática de familias disfuncionales transmitida de manera feroz y sin contemplaciones. Una década después, casamiento, maternidad y varios cortos en el extenso intervalo, Asia vuelve a dirigir y construye una historia con una nena de 9 años como protagonista, padres con hijos de otras parejas y ubicación temporal en 1984, es decir, en una Italia hedonista que se planteaba hacia dónde se dirigían aquellos aires de posmodernidad decadente. Pero Incomprendida profundiza en la pequeña Aria (impresionante labor de Giulia Salerno), sus padres (Gainsbourg, Garko), los acosos que padece en el colegio, las relaciones con los compañeros y el silencio o histeria de sus progenitores, él un triunfador como actor en el mundo del cine y ella una pianista entre clásica y punk de acuerdo a sus nuevas parejas. En algún punto, Asia apela a un hiperrealismo desaforado en determinadas situaciones de insoportable tensión y en una eufórica marcación actoral representada por inesperadas (re)acciones del padre, la maestra o las amistades de la conflictiva Aria. A esos desbordes emocionales, que funcionan a la perfección y convierten a la trama en una comedia a la italiana de tintes oscuros, la realizadora emplea algunos recursos visuales que no tardan en plasmar ideas auténticamente cinematográficas. El inverosímil recurso de la voz off se fusiona con las decisiones que toma la niña, en tanto, algunas escenas oscilan entre un surrealismo naturalista (por ejemplo, el supuesto suicidio cerca del desenlace) y la utilización de una música (creada por la propia Asia junto a otros compositores) donde resuenan ecos de hip-hop, es decir, a puro anacronismo según los tiempos en que sucede la historia. Asia Argento cumple 40 años en septiembre y en más de una ocasión negó que Incomprendida refiera a su vida. ¿Habrá que creerle?
Mi ángel de la guarda es un gato negro Se puede decir mil veces, un montón de veces; todas las que sea necesario. Las películas de Asia Argento se parecen a muy pocas cosas, o se parecen a cosas que hemos visto cada tanto, no siempre bien; imágenes que miramos pero que a su vez nos miran, incluso torvamente, malencaradas, amenazantes, y a la vez inesperadamente bellas y estimulantes; imágenes desde lo profundo de un cine sin compromisos ni legitimación plena: duro, sentimental, chillón, un poco cruel, un poco sin concesiones. Imágenes destinadas a tocarnos un nervio que acaso desconocíamos –una “fibra íntima”, podríamos decir, pero de verdad, decidida a impugnar de plano los lugares comunes de la emoción–, capaces de entramparnos en un abrazo de oso o empujarnos fuera de la sala, fuera de la pantalla, del otro lado del trago fuerte, mucho más allá del espanto y la risa. En suma, se trata nada menos que de la emoción: luz, color, movimiento, sonido, música; o sea el cine. Asia Argento es el cine, como lo son o lo han sido otros; no tantos, después de todo. Incompresa lo dice todo en el título, casi no hace falta decir más. La niña incomprendida de marras podría pertenecer a la estirpe de las criaturas del cine que no encajan, las que son legión en una parte especialmente apremiante de eso que con alevosía y devoción llamamos “cine moderno”: niñas desarrapadas y tristes, lúcidas sin atenuantes; perplejas e inermes, pero inconsolablemente indestructibles; chicas que quisieran morirse pero que también quieren vivir, despertar dentro de un cuento de hadas y saber que pueden esperar un hogar, un pase de magia luminoso, acaso una alegría repentina e insensata, un gesto de cariño capaz de ser juzgado irrefutable. En cierto modo, Argento hace una película de eso que casi parece una especialidad francesa –son muchos los nombres que se pueden mencionar, con las prevenciones del caso, desde La fille de l’eau de Renoir, hasta Mouchette y de ahí en adelante – agregándole un talante italiano que todo el tiempo parecería bordear el espasmo y la parodia. La chica protagonista se llama Aria, tiene unos nueve años, es bella como ella sola y en la primera escena está perdida en la mesa familiar. La madre está sirviendo la comida y tira sin querer las albóndigas en la falda de su marido quemándole las manos. El hombre, un actor en decadencia, ex estrella, supersticioso e histérico, la llama aparte y la golpea concienzudamente fuera de la vista. La madre, después, le pega a Aria: un solo cachetazo a cuenta de una nimiedad, una contestación a medias o algo, que le parte el labio. Más tarde va hasta su cama, abraza a la niña con todo el amor del mundo y le da un beso de buenas noches. Algo del cine de Argento se encuentra en esa sucesión de escenas, ese remolino en el que fluyen emociones encontradas, en apariencia inexplicables. El tono grotesco de algunas secuencias se solidariza con los fragmentos inesperados de canciones, los cambios repentinos de registro en las actuaciones y los actos inmotivados de la mayoría de los personajes, sobre todo de los adultos. Aria aguanta todo; al otro día marcha a la escuela tan campante con el labio hinchado. Cada tanto, su voz en off revela una inteligencia dolorida que se resigna estoicamente a la desdicha y un alma de poeta en potencia, capaz de tomar nota del desquicio que la rodea pero impotente para torcerlo a su favor. El padre descubre una infidelidad y se va de la casa. La hija más grande, una adolescente, se va con él y en varias escenas se sugiere con una ligereza sorprendente una predilección incestuosa del padre por la hija a la que llena de regalos y atenciones. La pequeña Aria queda en el medio, castigada, olvidada y subestimada en partes iguales. En una oportunidad la madre la echa de la casa y debe marchar junto a su padre; luego es el padre el que la echa y debe pasar la noche afuera, con un grupo de punks competentes, fumando porro y durmiendo a la intemperie. Argento registra todo con un espíritu impasible, cerca de la sensibilidad del pop, en el que se puede salir bailando de la situación más desfavorable, como si supiera que su criatura es demasiado fuerte para sucumbir y estuviera convencida de que puede soportar mucho más que eso. La niña se consigue un gato negro que lograr hacer entrar en la casa para espanto del padre idólatra que se agarra las partes bajas y se aleja rápidamente. Cuando lo abraza y el ronroneo llena toda la pantalla, la voz en off susurra satisfecha, sin la menor nota lastimera, palabras de una chica de nueve años: “Una de mis hermanas lo tiene a papá, mi otra hermana la tiene a mamá, y yo te tengo a vos”. Incompresa exhibe la perversidad de un cuento infantil animado súbitamente por un grito de dientes apretados propio de la filosofía punk: no importa nada, aguantemos, rompamos todo. Podemos llorar, porque somos chicos, no tenemos tanta fuerza y estamos solos, pero eso no puede durar mucho tiempo porque hay que seguir y en algún lado nos esperan las canciones, la vida y acaso la muerte. Sobre todo –y es el quid de las películas de Argento– nos espera algo que no sabemos bien qué es.
El desafecto Asia Argento, hija del legendario Darío Argento, bucea en su nuevo opus, Incomprendida, el tortuoso mundo de su protagonista Aria (Giulia Salerno): una niña que busca desenfrenadamente un lugar en el seno familiar, pero que recibe el desafecto y el rechazo en cada intentona por ganarse el corazón de una madre concertista y libertina, en la piel de la actriz Charlotte Gainsbourg (Anticristo 2009), y de su padre (Gabriel Garko), un actor mediocre obsesionado con las supersticiones religiosas y otros conflictos que no vale la pena aclarar aquí. En la primera secuencia, la directora, que con esta película confirma un talento innegable para dirigir actores, desarrolla una típica escena de familia disfuncional, con un plus de exageración que forma parte del tono por el que el film atravesará a partir del derrotero de la pequeña Aria; de sus paseos en el desamparo urbano (la escena de amor con una prostituta es impagable) y sus refugios callejeros, donde toma contacto con un gato negro para paliar su soledad. Un mundo infantil alterado por el destrato adulto, la infancia que se quiebra en cada rechazo tanto por parte de la madre -a la que acompañan amantes ocasionales en estados que oscilan el desenfreno y el descontrol- y un padre que entabla un vínculo pseudo incestuoso con una de sus hijas preferidas, la consentida, que no tiene ganas de perder su lugar con la presencia de Aria. El bullying escolar se adosa al infierno personal de la protagonista así como los desplantes de su única amiga con quien, en un principio, ensaya esa mímesis necesaria cuando no se tiene muy consumada la identidad en una etapa de la niñez donde la necesidad de los modelos es imperiosa. Asia Argento además con Incomprendida logra poner en práctica un estilo muy personal y hasta a veces anárquico en términos formales, donde en un momento domina el clima del vértigo de la música y las drogas (perfecto para la ambientación ochentosa del film) desde la mirada de una niña desamparada y en otros escarba la intimidad más absoluta con los silencios que demuelen. Es la expresión del rostro de Aria, sus ojos que trasmiten tristeza y el paso que arrastra el peso del no ser querido, algo que define el universo de este contundente film, que no apela a golpes bajos en ninguno de sus planos pero que tampoco esquiva el bulto del drama con mayúsculas.
Qué he hecho yo para merecer esto Luego de dirigir la pesadillesca Scarlet Diva (2000) y The Heart Is Deceitful Above All Things (2004), Asia Argento llega con Incompresa, una película semi-autbiográfica con referencias a la cultura pop, y que fue estrenada en el Festival de Cannes en la sección Un Certain Regard el año pasado. Nuevamente nos encontramos con la directora describiendo a la niñez como una guerra: la pequeña Aria (Giulia Salerno) vive sus días sufriendo a sus padres egocéntricos. Su padre (Gabriel Garko) es un actor de fama en busca de un papel en una película de autor, un tanto paranoico y mucho más supersticioso. La madre (Charlotte Gainsbourg) es intérprete de música clásica y egoísta con una plena vida sexual. La pareja decide separarse y es allí donde comienza a fluir la película, donde todos sus pensamientos adolescentes salen a la luz: romances escolares, diarios íntimos, música post-punk… todo se sumerge en un melodrama con personajes al borde del quiebre emocional. Más personal que autobiográfico (de esta forma lo definió la propia directora), el film mantiene un ritmo y ligereza gracias al entretenimiento y picardía infantil que se encuentra presente de forma contínua: dosis de humor y de ternura hacen que la empatía con el personaje de Aria se coloque por encima de las escenas más dramáticas. Un plus es la dirección de fotografía de Nicola Pecorini y la banda sonora, compuesta por grandes éxitos de la época y composiciones originales de la propia directora, acompañados al piano por su bisabuelo, Alfredo Casella. Incompresa está formada por muy buenas actuaciones de todo el elenco, donde los niños realzan sus papeles con la misma intensidad que los adultos. Los conflictos familiares desatan sentimientos asfixiantes y ponen en riesgo la moral y las buenas costumbres, en un contexto donde la violencia se vive a flor de piel y la inocencia adolescente no queda al margen de ella.
Cuando los niños miran e interpelan La directora italiana impacta con un un film con reconocibles guiños autobiográficos. Cuenta la historia de la pequeña Aria que pendula su existencia en un clima de inminente separación. El desconcierto y el dolor la acompañan en su ininterrumpida soledad. En 1984, también en Roma, lugar y año en el que transcurre este film, su realizadora, Asia Argento contaba con nueve años de edad. Hija de uno de los máximos exponentes del cine policial y de terror italianos, Dario Argento y de la actriz Daria Nicolodi, Asia Argento nos ofrece en este, su último largometraje, un retrato que podría llegarse a pensarse como una aproximación a su propia autobiografía. Y es que al igual que ella, la joven protagonista de este film, Giulia Salerno, que asume el rol de la tan incomprendida Aria, nos recibe en ese tan ajeno mundo a sus necesidades, a la edad de nueve años. Y es que la pequeña Aria pendula su existencia en un clima de inminente separación, ubicándose en el medio de sus otras dos hermanas; cada una de ellas, hija de sus respectivos padres en una relación anterior. En esa atmósfera de disputas, en el que su padre ya no es reconocido como ese actor que alguna vez fue, reaccionando violentamente y una madre concertista que escapa en la noche para reunirse con un nuevo amante, ante su propia mirada, el desconcierto y el dolor la acompañan en su ininterrumpida soledad. Es la mirada de la niña la que su realizadora nos hace llegar para que la acompañemos en su itinerario. El afiche nos la muestra, junto a su querido gato, en ese deambular con un bolso en la mano. Y es esa mirada la que nos va a acompañar tras esos rechazos y olvidos. Será esa mirada la que irá captando la extrañeza de ese mundo que la rodea sin reparar en su frágil presencia; excepto en el espacio de otras orillas. Desde el título, "Incomprendida" rinde tributo a un film de casi igual homonimia de aquellos años sesenta. En 1967, uno de los más relevantes directores que volcó su mirada atenta y sensible hacia el mundo de la niñez, Luigi Comencini, estrenaba en el festival de Cannes, "El Incomprendido" ("Incompreso Vita col figlio"). Ahora, en el afiche original de este nuevo film, las letras del título están planteadas en un mismo color; todas las letras, menos una, la última, la que establece la cuestión del género, la que define la oposición masculino femenino, según las reglas gramaticales. En el film que hoy comentamos, es la última letra, la a, la que se diferencia desde otro color. Desde este señalamiento, podemos entonces tender un puente hacia aquel film tan valorado y consagrado con el David de Donatello a la mejor dirección. En el mismo, a partir de un guión escrito a cinco manos, basado a su vez en la novela "Misunderstood" de Florence Montgomery, se nos narra un conflicto familiar que se centra en la figura de un cónsul inglés en Italia, padre de dos hijos, quienes comienzan a experimentar un vacío ante la muerte de la madre. Sólo uno de ellos, el menor, merece la atención por parte de los mayores; mientras que el otro, es empujado a la soledad, lo que lo llevará a una situación límite. En un film posterior de 1980, el mismo Comencini estrena "Voltati, Eugenio" y en él, un hijo de padres de la generación del 68, (distantes del menor, atentos sólo a su grupo de amigos), sólo cuenta con un único confidente, su perro. Estos dos films, al igual que el tan valorado por Asia Argento, "Los cuatrocientos golpes" de nuestro admirado Francois Truffaut, parecen estar en el proyecto de esta muy valorable obra, que, afortunadamente, ha conocido sala de estreno en nuestro país, tras su presentación en la última muestra del Bafici. La mirada de la pequeña Aria nos va acercando a esa escenificación de la vida familiar a través de su desconcierto, de su sentimiento de que allí no es tenida en cuenta, no es escuchada. Su figura rebota en ese espacio en el que sus palabras parecen perderse en el vacío. Y será su voz en "off" la que irá pautando ese sentimiento de extrañeza, de no saber a qué espacio pertenece. En su salir a la calle, junto a su gato, el orillar otros ámbitos, (luego de haberse cortado el cabello a la manera de su mejor amiga, la perfila como esa joven cenicienta empujada a la calle, por sus dos quisquillosas y engreídas hermanastras. Y junto a ella, y en ella, no sólo su gato sino su potente y colorida imaginación, esa llave maestra que desde su condición de niña incomprendida, le permite escapar del maltrato y la indiferencia. Este nuevo film de Asia Argento, actriz y directora asociada a historias de crueldad y desbordes, (algunas de ellas muy bizarras), se puede considerar desde sus propias palabras como "un álbum de recuerdos". En conferencia de prensa en Cannes, la actriz comentaba, que no sólo el cine de Truffaut y el de Comencini habían inspirado su obra; igualmente, algunas obras de Ingmar Bergman, en lo que hace a su estructura dramática, en lo que caracteriza al universo personal de un niño, tal como el joven protagonista de este film sublime que es "Fanny y Alexander", de rasgos autobiográficos, de principios de los 80. En él, como recordaremos, ese niño que debe escapar del castigo de su padre y de la mirada lejana de la madre, se refugia en un rincón de su habitación, junto a su pequeño teatro de figuras móviles. En el periplo que la pequeña Aria inicia, Asia Argento nos lleva a recordar aquel film de Paolo Virzi "Caterina va a Roma" ("Caterina va in cittá"), del 2003, en lo que respecta a ese cruce entre la pequeña y lo que le va sucediendo en ese moverse puertas afueras. Ahora, "Incomprendida", desde un tono que se mueve entre la ironía y la tristeza, tenemos frente a nosotros el gesto de un reclamo, esa mirada que nos alcanza e interroga y que nos lleva a evocar a aquel último plano del ya clásico, y siempre admirado, film de Francois Truffaut, "Los cuatrocientos golpes".
AGOBIO CIRCULAR En castigo por haber roto un espejo de forma accidental –los famosos siete años de mala suerte escapan a la intencionalidad –, Aria se pierde la salida al circo con su hermanastra mayor y padre. En la soledad de una casa que no le pertenece y que tampoco se hace habitable, la pequeña de nueve años se acerca al fuego y escribe en un cuaderno sus sentimientos más íntimos. Pero, acaso por el vacío o por encarnar dicho dolor en palabras, Aria arroja los papeles a las llamas. El escenario, entonces, está preparado para el acto que desde hace un tiempo se vuelve predecible; sin embargo, todo es en vano y la historia, como un espiral invertido, se vuelve más cerrada y también más cruel. En un ambiente rodeado por el arte y los egocentrismos “convive” la familia Bernadotte hasta la inminente separación. Su padre Guido (Gabriel Garko), un reconocido actor y sumamente supersticioso, se marcha con Lucrezia (Carolina Poccioni), hija mayor de otro matrimonio mientras que la madre (Charlotte Gainsbourg), una reconocida pianista, se preocupa un tanto más de sus nuevas aventuras amorosas que por sus dos hijas, Donatina (Anna Lou Castoldi, hija de la directora Asia Argento), de otro padre aunque claramente su preferida, y Aria (Giulia Salerno) única hija del matrimonio. Ya en ese contexto hostil y violento, Incomprendida pone de manifiesto que Aria es el único vestigio de una unión que ya es olvido y ese puesto – ¿o karma? – se refuerza de forma constante en toda la película: Aria no pertenece a ningún lugar, más bien, se vuelve un estorbo y sólo recibe cariño en situaciones ocasionales. Estos rechazos la hacen vivir en la calle, vagar, sentirse más querida por extraños, rebelarse e, incluso, crecer de golpe y tomar medidas extremas. La directora italiana Asia Argento elige mirar desde Aria, desde su diario íntimo repleto de dibujos, deseos, figuritas y sentimientos. De hecho, esa elección le permite jugar con cierta ambigüedad del título: por un lado, desde el punto de vista de una niña que se siente despreciada por su familia, por sus compañeros de clase, por el chico que le gusta y, al final, incluso por su mejor amiga; por otro, desde la ingenuidad propia de la infancia. Si bien se ponen en juego estos componentes a través de, por ejemplo, la expresión de la protagonista en ciertos primeros planos, de las posturas de los cuerpos o de las propias acciones, la película se transforma en un círculo cada vez más cerrado que se repite cada vez de manera más fría y brutal. En consecuencia, con el transcurrir del metraje, los vagabundeos se vuelven más solitarios, los motivos mediante los cuales es echada por los padres se tornan más paradójicos. El bullying que le propinan los compañeros se hace más agresivo, incluso, traspasa los límites escolares y, como elemento máximo o irónico, la niña obtiene el reconocimiento de la escuela por un ensayo sobre su propio desamparo y la única compañía, su gato negro. La reiteración de estas acciones, que la directora expone en un increscendo de rudeza, producen la sensación de asfixia. Si al inicio el padre le grita a Aria porque tira la sal en la mesa, al final de la película Guido le espeta que jamás la volverá a ver; o la madre que, a pesar de prometerlo, no se presenta al premio de su hija o le organiza una fiesta para su cumpleaños llena de alcohol y drogas y termina echándola. Lo mismo ocurre con sus compañeros de curso, quienes no sólo se ríen de ella en clase, sino también se burlan de Aria en su propia fiesta y destruyen la casa, a pesar de sus súplicas para que se detengan. El agobio traspasa incluso el final, un desenlace que repite la lógica del anterior fallido y que se presenta como la única vía de liberación un tanto predecible. Entonces, a pesar del quiebre y de la intención de generar una bisagra, Incomprendida se cierra con más fuerza sobre sí misma y se devora los pocos resquicios que la refrescan. “Hay muchas maneras de llorar – explica Aria –. La mía es la más desdeñosa”. En este caso, poco importa su modo puesto que la necesidad de emancipación se torna cada vez más apremiante. Aria, a pesar de su corta edad e inexperiencia, parece comprenderlo. La catarsis se manifiesta en su condición extrema y sólo entonces, el sofoco puede comenzar a disiparse; allí entre las figuritas y los anhelos del diario. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Lo que habitualmente ocurre en las películas es que aquellas con niños o animales resultan ser las mejor acogidas por el espectador por la empatía y la ternura que se genera. Con "Incomprendida", que fuese presentada en la tradicional sección del Festival de Cannes "Un Certain Regard" de 2014, pasa absolutamente lo contrario. La protagonista del filme de la directora Asia Argento, vive en un mundo, al cual quiere entrar pero todo se lo impide y eso genera cierta incomodidad al ver la ruptura, la distancia y el desamor en alguien que debería ser feliz. Lo primero que se puede cruzar por la cabeza si se conoce la vida de la realizadora, se podría pensar que algunos hechos relatados en el filme son propios de su infancia. En principio, el nombre de la niña incomprendida, Aria: ¿una casualidad? Pues, en realidad, Asia es un nombre artísitico, el que querían ponerle los padres a la directora pero el Registro Civil no lo aceptó. No es el hecho más saliente: Aria convive con sus padres, artistas los dos y Asia se crió en una familia de artistas. De hecho, su padre es el famoso director de películas de terror, Darío Argento. Asia se fue de su casa a los 14 años, Aria, también por las obvias razones del título. Estos datos son anecdóticos ya que Asia Argento se nota muy conforme con lo que vivió y lo que le enseñaron en su familia: es la realizadora italiana más joven de la historia y filmó la primera película digital en su país natal. En 1993, trabajó por primera vez con su padre como actriz en la película "Trauma" y no se siente mal con las cosas que él le hacía representar ya que Darío Argento le decía que no era algo real, que era justamente una representación. Volviendo a la trama de esta intensa obra, veremos el retrato de una familia disfuncional: los padres de Aria, han tenido parejas anteriores y la niña tiene dos hermanas, una por parte materna y otra por parte paterna. Como la pareja se lleva mal, su refugio son dos consentidas adolescentes y Aria, en el medio, mendigando lo poco que pueda entre crisis conyugales, psicológicas, de bullying en el colegio y ya nada más le puede quedar. Ella admira a su padre, el artista, que por momentos está lucido pero luego, comienza nuevamente a los gritos e insultos contra su mujer actual. Este papel lo interpreta Charlotte Gainsbourg, a quien hemos visto recientemente en pantalla en "3 Corazones". Aquí aparece como una mujer que cambia de pareja como de vestido, no le importa que sean hombres grandes, o jóvenes, conservadores o de izquierda. Todo le viene bien, y si está sola, toca el piano a cualquier hora. Desde este manicomio, Aria, que tiene una compinche en el colegio, disfruta robando cartas de amor, o metiéndose con cosas de grandes como fumar o beber cerveza. Estos actos también la alejarán de esta amiga que vive en un hogar tradicional italiano. El asunto es que cuanto más se siente sola peores cosas hará para atraer la atención de cualquiera que quiera ser su amigo o que la traten un poco como a sus hermanas. En un momento encuentra a Dac, un gato negro, y ahí se desata una gran discusión con su padre que es totalmente supersticioso y empieza a buscar un camino para ella y el felino. La estética nos retrotraerá a los años 80 y veremos fotos de bandas de esa época como los Duran Duran. El gato de una de las hermanas de Aria se llama Simon Le Bon, ¿les suena? Lo que voy a destacar es la admirable actuación de Giulia Salerno que hace que mucha de esta locura se vuelva tan real que sea una triste biografía. En cierto modo, uno espera que muchos de estos recuerdos y episodios que nos cuenta Aria sean parte de una frondosa imaginación, una forma de escape, que le hace escribir los mejores ensayos para su clase y de todas las escuelas de la nación. "Qué va a ser de tí lejos de casa, nena qué va a ser de tí,", decía la canción del Nano Serrat y es la pregunta que puede quedar pendiente al salir de la sala.
¿Sería demasiado loco o ambicioso querer ubicar a Asia Argento al lado de Xavier Dolan? ¿Para poder entender a ambos como exponentes de un cine que busca impactar a fuerza de imágenes? ¿Y de esta manera armar un panorama actual sobre el cine que intenta explorar emociones y sensaciones a través de la pantalla y las imágenes? ¿Es muy descabellado plantear un paralelo entre “Mommy” (Canadá, 2014) e “Incomprendida” (Italia, 2014)? ¿Si ambas películas se enfocan en un personaje particular y a partir de allí narran las desventuras familiares del resto, esto es viable? Basta de hipótesis, “Incomprendida” es un filme libre y desprejuiciado que habla de la niñez como lugar de conocimiento, pero también de la posibilidad de crecimiento desde la fuerza interior de cada persona. Todo lo que Asia Argento quiere mostrar sobre Aria (Giulia Salerno), una niña que intenta encontrar su lugar en el mundo luego de la separación de sus padres (Charlotte Gainsbourg y Gabriel Garko), y desde antes también, tiene que ver con lo lúdico del juego y la inexperiencia de la niñez como lugar pretérito. Desde los títulos, con un recorrido por un diario íntimo y la impactante melodía de una caja musical, la elección de la porosidad y granulado de la imagen, que a través de filtros y ralenties para enfatizar los deseos y anhelos de la joven, se genera una empatía directa e inmediata con la historia y su protagonista. A Aria le gusta la música, los chicles, los colores, también le gusta Adriano (Andrea Pittorino) y tiene una sola amiga (Alice Pea), a quien le confía todos sus secretos y con quien mantiene una relación casi simbiótica, llegando a odiar a la misma gente. Hija de una estrella del cine, la crianza que le ha dado su madre no escapa de un mero capricho que termina transformando a los hijos en objeto de lucha. Si su mundo infantil hace que sueñe y que intente progresar y avanzar, a través de diversas “travesuras” acceder al conocimiento necesario como para poder encarar las rutinas que diariamente comparte, el desmoronamiento de los cimientos familiares la hace retroceder y generar inseguridad en su persona. Por eso a Aria todo se le hace difícil, más cuando comienza a deambular como una pelota de ping pong de un lado a otro entre la casa materna y la paterna. En ninguna encuentra su lugar y quizás en la espontaneidad del cariño que puede recibir durante una noche por parte de una prostituta o un proxeneta es en donde Argento nos habla de una problemática que excede al envoltorio que ella armó para la presentación. Los hijos como botín de guerra, el bullying como manera de vida, el pecado como lugar en donde la rebeldía busca una oportunidad, expresados con crudeza y naturalidad y el imaginario popular que produce el rechazo de los intentos de Aria por conseguir amor. Que su “mejor amigo” sea un gato negro es el justo ejemplo de necesidad de amor de una niña, que se ve envuelta en un espiral de violencia familiar, de desidia filial, de una madre que prefiere irse de viaje y un padre cocainómano que sólo quiere más exposición mediática, y que ante los embates de la vida decide seguir viviendo tal como lo sueña, escapando de mandatos y sólo tratando de ser de una vez por todas comprendida y amada.
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La infancia diseñada La simpatía de la joven actriz Giulia Salerno se destaca auténticamente en un universo demasiado colorinche, expresión de un diseño obsesivo que intensifica los colores como si estos exteriorizaran la histeria de la madre (adoptiva) y el narcicismo del padre. La vida doméstica es aquí un infierno multicolor, y en la apuesta que realiza la actriz y directora Asia Argento en Incomprendida el color es tan programático como los encuadres enrarecidos. De lo que se trata es de comunicar la violencia de la realidad circundante en la recepción sensible de una niña de nueve años llamada Aria. La historia transcurre en 1984. Roma es la ciudad elegida, aunque lo que sucede fuera del mundo familiar queda en fuera de campo, excepto los escándalos faranduleros que involucran al padre, un actor famoso, y a la madre, una música reconocida. Ya en la escena inicial, la asfixia emocional se percibe como una situación cotidiana y la tensión vincular es la regla que determina los intercambios familiares. La posición familiar de Aria remite ligeramente a la Cenicienta, pero la pobreza está erradicada del mundo de la niña. Aunque quizás no del todo: una vez que los padres se separen, Aria llegará a dormir algún día en la calle. El desamparo es su destino. Incomprendida insistirá en mantener la altura de la cámara en total consonancia con la mirada de la niña, con algunos planos generales en picado que interrumpen ese registro y que se despegan del punto de vista propuesto. Desde sus ojos y su percepción surge literalmente el relato, una cercanía voluntaria que Argento privilegia siempre y lo confronta con un sinfín de situaciones crueles. Todos, excepto el gato Cad (su ángel de la guarda imaginario y real), le fallarán a Aria, incluso su gran amiga de la escuela, que paulatinamente la irá abandonando. La crueldad, sin duda, existe en el mundo de los adultos, pero aquí parece una imposición caprichosa que empujará al personaje a una decisión radical, que Argento no acompañará hasta las últimas consecuencias. El límite que los padres desconocen será retomado por la realizadora, como si fuera un hada madrina. Se ha insistido en varias ocasiones en que este filme es nuestro 400 golpes de hoy. De aquella película solamente recoge el desamparo, ya que el registro responde más a un universo de diseño que a cierta forma de aproximación natural a la infancia. En verdad, Incomprendida es una suerte de tibio remedo de Mouchette para pudientes. La opulencia del diseño es incompatible con el dolor de saberse solo y detectar a su vez que el mundo expele a los sensibles.
Los peores mejores años Se nos dice que “Incomprendida” es un filme “semiautobiográfico” de Asia Argento. Bueno, si a la actriz, directora y pin up alternativa (en Santa Fe fue uno de los emblemas de la revista Pares y Profanos, por ejemplo) le pasó la mitad de las cosas que a la protagonista de la cinta, podemos comprender algo de sus agitadas andanzas y admirar un poco su cordura. Familia disfuncional Aquí se nos cuenta la historia de Aria Bernadotte (Aria fue el nombre con el que anotaron a Asia), hija de Yvonne, una pianista alocada, y Guido, un actor supersticioso e irracional. Tiene dos medias hermanas, una por cada lado: Lucrezia por el paterno y Donatina por el materno. Cuando la violenta pareja termina (violentamente), Aria se convierte en una oveja negra, quizás porque sus padres ven en ella el testimonio de aquella convivencia tóxica. Así, le toca pasar esos años duros (en los que la crueldad de los niños empieza a mutar en la excitación adolescente), viviendo entre las casas de sus progenitores, sin ser “la preferida” en ninguna, de donde la van echando alternativamente a causa de sus “desacoples” con los respectivos estilos de vida: el hedonismo irresponsable de la madre, el egoísmo narcisista del padre. La escena en que Aria es cuidada y arrullada por travestis, drogadictos y punks es digna de un cuento de hadas oscuro. Porque encima estamos en los ‘80, en medio del vértigo de las drogas, la música “moderna” de entonces y esos vestuarios estrambóticos que convierten a Aria y su mejor amiga Angelica (la “normal” de las dos, según ella misma) en una versión menos inocente de Blossom y Six. Después de todo, se trata en el fondo de una historia de coming-of-age, que siempre lucen mejor en plan retro. Expresionismo Algún espectador puede sentir cierto malestar: de hecho, no falta quien se levanta de la butaca. La cuestión pasa tal vez por una estructura narrativa episódica y, fundamentalmente, por un tono expresionista que va del guión al registro actoral. Si creíamos que los italianos son expresivos, acá eso alcanza otro nivel: la violencia, los gritos y golpes, las palabras que lastiman, son el ecosistema en el que Aria se mueve como un pez impávido en una pecera extraña, un entorno desfasado. Pero cuando entendemos que estamos ante el relato de una niña, con toda su carga de subjetividad, empezamos a comprender el sesgo y la estructura. Y en el fondo, quizás haya algo de eso que da el recuerdo, esa “estilización” de situaciones y momentos (también están enfatizados los de felicidad, que los hay): ahí quizás se escape algo de la Asia niña. La música es otro paisaje, otro entorno vivo, que se articula entre el score gestado entre la directora y Brian Molko de Placebo y las canciones de aquellos años: de la crudeza punk a los teclados de la new wave. Al límite Algo dijimos de las actuaciones, por lo que es todo un desafío sacarles matices a esos personajes. Nada funcionaría sin la pequeña Giulia Salerno: ella vuelve creíble el dolor de Aria y nos hace empatizar con ella. Del otro lado del cartel, Charlotte Gainsbourg vuelve a meterse en otro de sus personajes excesivos y reventados: deliciosamente detestable. Y Gabriel Garko sostiene el verosímil de su Guido: esperemos que la relación de la realizadora y su padre, el también director Dario Argento, haya sido un poco mejor que la aquí plasmada. Alice Pea como Angelica y Carolina Poccioni en la piel de Lucrezia (la villana perfecta) hacen lo propio para redondear este cuento, al igual que la novedad en el cast: Anna Lou Castoldi, la hija mayor de Argento, como Donatina. Con estos elementos, Argento nos lleva a su universo particular, y a un tiempo especial: una era de pureza, en la que los excesos y los tatuajes estaban en la piel de los otros, cuando el ángel de la guarda podía ser un gatito y no algo tatuado en lugares impropios (el lector puede googlear fotos de Asia), cuando un trauma podía ser la demora de los pechos en crecer (al menos en eso, la morocha pudo quedarse tranquila). En definitiva: los peores mejores años de la vida.