Vecino sospechoso Con el sello Hammer como productor (creador de numerosos éxitos del terror gótico en la década del 50) llega este relato de suspenso impulsado por la obsesión y la locura. Invasión al a privacidad (The Resident) está protagonizada por Hilary Swank, la ganadora del Oscar por Los muchachos no lloran y Million Dollar Baby, quien también oficia como productora. Ella encarna a una médica recién separada (su ex le fue infiel) que busca departamento en Brooklyn y consigue uno con un precio más que razonable. El único problema es que por las noches no está sola: alguien se desliza por la oscuridad de su departamento. Con esta premisa, el realizador finlandés Antti Jokinen (viene del videoclip) construye un relato simple, sin demasiadas sorpresas y que entretiene más en sus minutos finales. Por la trama desfilan personajes sospechosos como el propietario del lugar (Jeffrey Dean Morgan, visto como El comediante en Watchmen); su ex pareja y un vecino anciano, encarnado por el legendario Christopher Lee. El film, que presenta similitudes con La gente detrás de las paredes, Sliver y El inquilino, pone en funcionamiento el juego del cazador y su presa que desencadena en violencia. Sobresalen la música de John Ottman y la fotografía, rica en matices, de Guillermo Navarro.
Si esta película se hubiera estrenado varias décadas atrás hubiera sido un peliculón, pero en la actualidad queda sólo como una del montón. Comienza con una buena atmósfera y promete ser un buen film, pero a medida que va transcurriendo la proyección, se va desdibujando y comienza a hacerse...
El título local con el que se estrena esta producción de la mítica Hammer Films juega sin tapujos con cómo se conoció por estas tierras ese divertido pastiche porno soft que era Sliver (1993). De esa “Invasión a la privacidad”, gracias a la presencia de la hermosa Sharon-Bajos instintos-Stone, y a que el tiempo ha ayudado a olvidar al Baldwin utilizado en esa ocasión para los menesteres pertinentes, guardo un recuerdo que hace palidecer la actual película homónima (al menos por estas tierras; a quien corresponda: ¡gracias por la originalidad!). En este caso, nuevamente tenemos la historia de una mujer (Juliet Devereau, doctora interpretada por Hillary Swank), que tras romper con su novio se va a vivir a un amplio departamento antiguo, de alquiler sospechosamente barato, cuyo locatario (Max/Jeffrey Dean Morgan) aparece en principio como atento y encantador. El cómo esa relación va derivando en la escalada de voyeurismo y violencia, de encierro y persecución (hablar de El Inquilino, la de Polanski o la de Schlesinger, sería un exceso de ponderación hacia esta película) carece de clima y de progresión dramática. Por si a algún distraído (distraído al borde de sufrir una enfermedad cognitiva, deberíamos decir) se le escapa por dónde viene la trama desde el minuto cero de la narración, no daremos mayores detalles; lo que molesta (aun previendo el devenir de la historia) es la perezosa previsibilidad, el flashback explicativo para subnormales, la estética clipera que se quedó anclada en los 90 (ya sabemos: bañeras, velitas, copas de vino tinto) y ¡lo que es peor! la ausencia total de algún momento (¡uno!) que pueda causar algo parecido al terror (o al menos, miedo, o susto). Por último, sólo queda agregar que, olvidándose de que la Hammer no sólo fue la génesis del lanzamiento al estrellato de dos figuras como Peter Cushing y Cristopher Lee (aquí haciendo un papelito como abuelo de Max), sino que supo no hacer asco al erotismo (cruzando por ejemplo las historias de vampiros con el lesbianismo), las escenas de sexo son pacatas, eluden mostrar piel y terminan recordando alguna publicidad de perfume.
La inquilina que dio el mal paso... Tras un reciente divorcio la doctora Juliet Devereau (Hilary Swank) logra cerrar una oferta increíblemente conveniente por un hermoso departamento en Brooklyn. El lugar es sumamente cómodo y espacioso y mucho mejor que todas las otras propuestas a las cuales había podido acceder. Pareciera que tras ese momento duro del divorcio, las cosas comenzaran a encaminarse para Juliet. No pasará mucho tiempo cuando a la incomodidad normal de comenzar a vivir en un lugar nuevo, se le sumen ciertos ruidos y situaciones que le hacen pensar que no está sola en la casa, que es evidente que está siendo observada u acosada. Mientras su ex marido trata por todos los medios de volver a recuperarla, el dueño del departamento que alquila, Max (Jeffrey Dean Morgan quien ya habia compartido cartel con Swank en "P.S. I love you" y fue el protagonista de "Watchmen" y "Marido por accidente" junto a Uma Thurman) comienza a entrablar una relación amorosa con ella. Durante la primer parte en la presentación de los personajes, el guión comienza a crear climas de muy buen suspenso. La trama se completa cuando a partir de un cierto detalle, se "rebobina" la historia para ir aportando datos a las situaciones ya vistas por el espectador que aportarán mayor cantidad de datos y cerrarán aún más el rompecabezas sobre la historia de los personajes principales. Ya sobre la segunda mitad el tema de la mujer acosada en el departamento en donde vive sola, comienza a sufrir una acumulación de lugares comunes y situaciones ya vistas en otras películas que van perjudicando la calidad y la tensión del relato en general. Si bien hay una muy buena factura técnica y la trama reparte algunos golpes de suspenso bien dosificados, "Invasión a la Privacidad" -traducción demasiado libre y poco feliz, de un título original mucho más acertado como el de "The Resident/El residente"- no aporta demasiado a un cine de género demasiado visitado sin que en este caso se puedan profundizar en aspectos nuevos o sorpresivos, sino por el contrario, todo se va tornando demasiado previsible. El plato fuerte de la película es otra muy buena composición de Hilary Swank (dos veces ganadora del Oscar por "Los muchachos no lloran" y "Millon dollar Baby") quien transmite realmente desesperación y tensión en los momentos precisos. Hay una escena en particular donde la protagonista descubre el secreto de lo que está sucediendo y comienza a llorar contenidamente frente a su computadora que es una excelente muestra del talento de Swank para componer cualquier papel. En este caso la acompañan Dean Morgan en un personaje bastante más oscuro de los que generalmente les toca en suerte componer, mostrando una faceta distinta y Vincent Price en un papel de reparto que suma puntos a favor de la película. Sobre el final, "Invasión a la privacidad" que venia manejando un tono de suspenso con dosis de voyeurismo, perversión sexual y enfermiza que roza algunos momentos en un tono Hitchcockiano no logra encontrar una resolución a la altura del planteo inicial del film. Un cierre imperdonablemente previsible y poco original, naufrangando en las aguas de lo más convencional que tenían a mano, hace que una trama que ayudada con las actuaciones de muy buen nivel, hubiese podido alcanzar puntos más interesantes, deje como resultado una simple película para pasar el rato y verla en casa desde la comodidad del sillón del living.
El enemigo en casa La obsesión de una persona hacia otra es un tema recurrente en el cine. La relación víctima-victimario que se forma suele disparar momentos de tensión dramática que funcionan muy bien. Por ejemplo, aquellos en los cuales el obsesivo (y, por lo general, loco) persigue o espía a su víctima. Este tópico es el cimiento principal, por no decir el único, que sostiene a Invasión a la privacidad (The resident, 2011). Su argumento es débil y las escenas resultan así bastante previsibles. Juliet (Hilary Swank) es una médica que vive y trabaja en la ciudad de Nueva York. Tras descubrir que su novio la engaña decide mudarse, y para ello sale en búsqueda de un nuevo hogar. Llega a un edificio habitado por un joven y apuesto propietario, Max (Jeffrey Dean Morgan); y su abuelo, un hombre misterioso que parece guardar algún secreto con su nieto. Las noches de Juliet no se mantienen silenciosas: alguien perturba la tranquilidad que parecía reinar en el lugar y la espía desde la oscuridad. Un ex novio celoso, un extraño hombre mayor, y un amigable propietario se convierten así en tres posibles sospechosos. Pero la intriga no tardará en resolverse y luego que esto sucede toda la historia se convierte en monótona. De hecho hay líneas argumentales que no se terminan de completar y un manejo bastante básico del suspenso. La noche en este film tiene dos connotaciones bastante obvias. Por un lado, es el momento de mayor intimidad de Juliet, donde se desnuda y se relaja de sus largos días de hospital. Pero cinematográficamente representa el misterio, lo oculto, el temor y la ansiedad ante lo que no es visible. Con estas premisas se intenta crear el clima general del film. Y, por otro lado, con pistas confusas sobre la identidad del espía, se produce el suspenso y la intriga necesarios para atrapar al espectador. Pero, como si de una receta se tratase, el director Antti Jokinen, abusa de algunos recursos que, si bien funcionan, en su repetición pierden fuerza. Avanzada la historia más de veinte minutos un efecto de rebobinado retoma el comienzo de la historia, y avanza hasta el mismo momento pero desde el punto de vista del verdadero espía. Este recurso nos descubre tanto la identidad como la personalidad obsesiva del personaje y sus verdaderas intenciones con la víctima. A partir de aquí el director nos otorga un nuevo saber y nos concede la perspectiva del victimario. Pero al revelar tan rápido la incógnita principal, se queda sin argumento para después y, un recurso que podría haber funcionado para darle más fuerza y originalidad a la historia queda desaprovechado. Todos los personajes de Invasión a la privacidad resultan arquetípicos en un film que, por momentos, parece buscar algo más. Por lo tanto, si lo que el espectador espera es ver un thriller más del montón, no saldrá decepcionado. Su visión es adecuada para aquellos días que no se busque ni ambición narrativa ni novedad alguna.
Actriz sin rumbo Cuesta entender cómo actrices que juegan hace años en primera (Hilary Swank es una de las pocas en el mundo que ganaron dos premios Oscar, por Los muchachos no lloran y Million Dollar Baby) terminan trabajando en subproductos como esta opera prima de Antti Jokinen (cotizado director de videoclips que bien podría regresar a las oficinas de MTV). Thriller psicológico hiperestilizado y ambientado en Nueva York, Invasión a la privacidad narra las tortuosas experiencias de una médica que se ha divorciado y encuentra un viejo departamento insólitamente grande e insólitamente barato en Brooklyn. Por supuesto, ni el dueño ni el lugar serán precisamente acogedores. Jokinen citó como fuentes de inspiración a El inquilino, de Roman Polanski; y a Atracción fatal, de Adrian Lyne, pero el resultado -en la comparación- no lo favorece en absoluto. Previsible, obvio (berreta y grasa son adjetivos que también le calzan a la perfección), se trata de un largometraje que ni siquiera llegaría a la categoría de telefilm de la semana y que desmerece por completo a una estrella como Swank. A levantar la puntería, Hilary.
Terrores nocturnos En esencia tenemos ante nosotros otro film fallido que en el mercado estadounidense salió como un “directo a DVD” y que en términos prácticos promete más de lo que cumple: de hecho, Invasión a la Privacidad (The Resident, 2011) es un caso bastante singular porque viene de los escombros de la alguna vez maravillosa factoría Hammer y como si fuera poco cuenta con la “producción ejecutiva” de la estrella de turno, nada menos que Hilary Swank. Buscando desesperadamente la típica armazón del thriller voyerista, la película cae en todos los estereotipos del subgénero sin jamás superar el nivel mínimo de suspenso y erotismo. Si bien los primeros minutos plantean correctamente el contexto, pronto el desarrollo deriva en el mismo derrotero de siempre: la joven doctora Juliet Devereau (Swank) se muda a un espacioso loft en Brooklyn después de pelearse con su novio Jack (Lee Pace), ingratos cuernos de por medio. Así la señorita entabla una suerte de amistad con el propietario, el afable Max (Jeffrey Dean Morgan), que se transforma en un “revolcón y hasta luego” debido a que no puede quitarse de la mente a su anterior pareja. Aquí es cuando la trama vira hacia la obsesión de Max y el cambio de rumbo se siente forzado y por demás gratuito. Lo curioso es que el guión omite explicar las compulsiones involucradas y casi de inmediato se pierde en un hilarante catálogo de tomas de Swank bañándose: si la idea era montar un exploitation softcore con inquietudes a la Psicosis (Psycho, 1960), el resultado es negativo ya que el tono de los desnudos es inocuo. También se podría considerar al producto como un vehículo de lucimiento para la actriz orientado a reafirmar su feminidad, recordemos que la norteamericana se hizo conocida con Los Muchachos No Lloran (Boys Don´t Cry, 1999) y popular con Million Dollar Baby (2004), dos papeles muy masculinos. A decir verdad el que sorprende es Morgan, un intérprete que -en un exceso de sinceridad- ni siquiera se molesta en modificar sus facciones en el trayecto que va desde el “hombre común” al “acosador sexual”. Estos terrores nocturnos materializados no pasan de una mixtura de Durmiendo con el Enemigo (Sleeping with the Enemy, 1991) y Mujer Soltera Busca (Single White Female, 1992): pese a que la fotografía de Guillermo Navarro y la participación de Christopher Lee son admirables, el convite naufraga por la inoperancia del realizador Antti Jokinen y su incapacidad para exprimir una puesta en escena auspiciosa.
Los propietarios las prefieren dormidas Juliet (Hilary Swank) es médica y está en busca de departamento para mudarse. Luego de no mucho andar se encuentra con una oportunidad única. Espacioso depto de categoría con vista al Hudson y sus puentes por menos de cuatrocientos dólares al mes. Y encima a Juliet el propietario le resulta guapo y atractivo. Como lo barato resulta caro, el departamentito guarda algunos secretos y su dueño también. Las noches de juliet no son tan encantadoras y apacibles como ella piensa, alguien la vigila y algo más. El legendario sello Hammer presenta una producción que claramente no esta a la altura de su historia, ni siquiera contando con el no menos legendario Christopher Lee en el elenco. Más cerca del tedio que del suspenso, con un guión previsible, poco original y una resolución que echa mano a recursos a esta altura poco menos que pueriles y remanidos, "Invasión a la Privacidad" marca un menos diez en la carrera de Swank y un cero como película.
¿Será paranoia? Una mujer se siente vigilada en su nuevo departamento. Una joven doctora necesita mudarse y encuentra un enorme loft con vista a un precio regalado en Brooklyn. No lo piensa dos veces, porque si lo hace, no entra. Quien se lo alquila parece un hombre sensible. Algo corto de palabras, pero buena persona. En el edificio -que necesita arreglos- también vive su padre -a quien no le vendrían mal algunas reparaciones-, que, interpretado por Christopher Lee, otorga una cuota extra de suspenso para aquellos espectadores que rememoran su pasado rn el cine de terror. Para los más jóvenes será sólo un viejito que pone caras extrañas, si no lo recuerdan de El Señor de los anillos . Y no es casualidad que la productora de la película sea la Hammer, que ha vuelto a la carga luego de aquellos viejos y buenos filmes de horror. Pero Invasión... no es que motive el salto en la butaca. Juliet irá advirtiendo que no está sola en su departamento cuando cree que sí lo está. Alguien, algunos o algo la observa(n). ¿O está algo paranoica? Como viene de cortar una relación... Hilary Swank pone cara de ¿qué está pasando acá? cuando a la noche, con la ventana convenientemente abierta, cree sentirse vigilada. La intriga no demorará en develarse, pero éste es el tipo de filme en el que el espectador sabe más que la protagonista, por lo que la confusión de Juliet seguirá in crescendo. Cada tanto, el finlandés Antti Jokinen, en su debut en el largometraje, pero tras varios videos musicales para Beyoncé y otros artistas, va tirando puntas que animan a pensar en un vuelco en la historia. Pero no. Lo cual no desanima, sino que hace pensar que alguien estuvo elucubrando bastante para que el espectador trabaje desde la platea. Swank, también productora, luce su cuerpito cada vez que se acuesta a dormir o se recuesta en la bañadera. Y Jeffrey Dean Morgan, es idéntico a Javier Bardem, como el casero, tiene el papel más complejo. Pero el que saca como siempre las papas del horno es Christopher Lee. A sus jóvenes 89 años sigue dando lecciones de actuación.
Vecino invasor Invasión a la Privacidad se estrena con varios meses de atraso para contarnos la historia de Juliet, una joven doctora que luego de que su marido le sea infiel decide divorciarse y mudarse a un departamento ubicado en Brooklyn. Su nuevo hogar simboliza las triple B, bueno, bonito y barato, y la cereza del postre para conseguir una pronta recuperación es aportada por un amistoso vecino que no parece ser lo que realmente muestra. Sin dudas el título y el argumento nos recuerda a Sliver: Invasión a la Privacidad, y lamentablemente la comparación no va a dejar bien parada a esta última, siendo que Sliver con todas sus limitaciones tiene para rescatar la sensualidad y los para nada despreciables desnudos de Sharon Stone, algo que en The Resident (así es su nombre original) ni siquiera se puede rescatar. En su debut como director el filandés Antti Jokinen narra torpemente un thriller que carece de rumbo, ideas y tensión. Incluso hay un inentendible abuso en la utilización de ciertos recursos, como el flashback implementado en la primera mitad del film que viene a subrayarnos lo que ya había dejado en claro el film al comienzo.No pedimos desde este rincón expresivo un thriller innovador que remueva los cimientos del cine, pero si al menos uno que no se torne terriblemente previsible, repetitivo, edulcorado y ausente de suspenso alguno. Dentro del trío conformado por Hilary Swank, Jeffrey Dean Morgan y Christopher Lee, es el actor que encarnó a Saruman quien presenta una actuación oscura y llena de incertidumbre, logrando causar con su sola mirada un aura de maldad atrapante. Lamentablemente para Invasión a la Privacidad, y más allá del indudable talento de ambos, la pareja protagónica integrada por los mencionados Swank y Dean "Javier Bardem con barba tupida" Morgan pasa por el film totalmente inadvertida y no posee una sola escena, ni siquiera sobre los minutos finales, que pueda rescatarse por sobre la mediocridad reinante de la obra. Invasión a la Privacidad representa un thriller totalmente carente de innovación, drama y suspenso, que lamentablemente ni siquiera llega a ser un entretenimiento edulcorado.
Film con psicópata lejos de la Hammer Para ser el elegido para la resurrección de los estudios Hammer Films, este thriller curiosamente no sólo carece de ambiente gótico, sino que ni siquiera transcurre en Inglaterra. Tampoco hay vampiros ni otros personajes clásicos del género fantástico, pero en cierto modo está emparentado con algunos films con retorcidos psicópatas de mediados de la década del 60, que le dieron a la Hammer un toque contemporáneo. Y, además, también está Christopher Lee, aunque lamentablemente poco aprovechado en un papel secundario que no aporta mucho. El psicópata protagónico es Jeffrey Dean Morgan, que le alquila un departamento en Brooklyn a una cirujana recién separada. La pobre Hilary Swank ha sido advertida de que el edificio va a sufrir varios arreglos y que va a tener que soportar ruidos ncturnos, pero lo que no sabe es que el lugar está lleno de pasadizos dispuestos para que el aparentemente amable propietario se le pueda meter en el departamento. De ahí a dormir con alguien debajo de la cama, o escondido en un ropero, hay un solo paso. Y ni hablar de lo que puede pasar si el depravado utiliza somníferos para divertirse como quiera con su inquilina sin que ella se dé cuenta, salvo por la sensación de no haber descansado muy bien la noche anterior. El director finlandés Antti Jokinen empieza la historia con un tono casi demasiado reposado para un thriller, pero hacia la mitad, la película explota con situaciones realmente tensas y perturbadoras. Las actuaciones son sólidas, lástima algunos descuidos del guión y un desenlace minimalista, bastante menos elaborado y sorprendente que los de las antiguas películas de psicópatas de la Hammer.
Hilary Swank está en una etapa de cambio como en la que se encuentra Adrien Brody, tomando cierta distancia de los papeles dramáticos que la llevaron a la fama y pasando a géneros en los que no pisa del todo firme. Pareciera estar buscando desesperadamente demostrar que es una mujer, tomando roles más femeninos y apartándose de los papeles varoniles que ya le reportaron dos premios de la Academia. En esta oportunidad se vuelca al “suspenso” en la ópera prima del finlandés Antti Jokinen. Y hablar de suspenso en este caso le queda grande a una película incapaz de manejar lo que genera. Hay unos buenos 30 minutos iniciales en los que se plantea el conflicto, sostenido por la actriz acompañada del carismático Jeffrey Dean Morgan y de un Christopher Lee que colabora en construir una atmósfera sombría. Súbitamente el director muestra sus cartas antes de la mitad del juego. Durante unos largos minutos sobreexplica la vuelta de tuerca, reviviendo cada una de las escenas desde la mirada del malo. A partir de ese punto el final no tiene propósito, y el film encuentra su lugar como un thriller predecible y repetitivo.
Un inquilino observado A Juliet Devereau le asombra esto de poder encontrar un amplio departamento en Brooklyn, a bajo precio y con condiciones de alquiler muy favorables. Ella es médica, ejerce su profesión no siempre en las mejores condiciones y necesita, ahora que se separó, un buen lugar para rehacer su vida. Varios ambientes, múltiples ventanas y bastante cerca de su trabajo. Juliet se dispone a disfrutar del hallazgo. Hasta en algún momento pudo pensar que el locador, robusto, bastante bien parecido y quién sabe, de buen corazón (vive con el abuelo), hasta podría convertirse en una pareja futura. Pero hay algunas molestias, pequeñas al principio, extrañas luego, imposibles después. Juliet no entiende qué pasa, y decide recurrir a tecnología de seguridad. Lo que descubre, la sume en el horror. Claro que no es lo mismo ver esta película si el espectador tiene dieciocho años o más de cuarenta, que si es cinéfilo o no. Lo que pasa es que hay películas con temáticas parecidas, que uno no puede olvidar, como "Sliver" de Phillip Noyce con la bella Sharon Stone, "El inquilino", que creó un genio como Roman Polanski, o "El inquilino" con Michael Keaton, dirigida por John Schlesinger. RARO EDIFICIO Carly Norris ("Sliver") también acababa de divorciarse y buscaba un departamento como Juliet, cuando cayó en el departamento equivocado, algo así como el edificio Dakota de "El bebé de Rosemary"; al pobre Trekjovsky ("El inquilino" de Polanski) le fallaba el cerebro, estrujado por tanto mal pasado y el matrimonio que recibe a Keaton, jamás pensó en tener un vecino tan rayado. Tan buenas películas, no pueden compararse a ésta que tiene un muy buen comienzo, con atmósfera apropiada y un interés en ascenso hasta alcanzar los curenta minutos aproximadamente, ahí ya comienzan los lugares comunes, las reiteraciones, los raccontos exagerados y donde comienzan a pincharse el locador y hasta ese particular abuelito, que tiene una aparición muy breve. Hilary Swank ("Los muchachos también lloran") es una excelente actriz y Jeffrey Dean Morgan no desentona, mientras que el abuelito es Christopher Lee, marca de fábrica del género, próximo a cumplir cien años, viviendo muy bien del terror, de merecida supervivencia cinematográfica con sus recordadas "La caída de la casa Usher" o "La muerte de la máscara roja".
VideoComentario (ver link).
Con deudas a Psycho y hasta a Sliver (¡!) o La mano que mece la cuna, clima de thriller con toques de terror y hasta alguna dosis de gore, se desarrolla este film menor sobre una mujer que alquila el departamento equivocado al hombre equivocado en el momento menos conveniente. Juliet (Hilary Swank) acaba de separarse de su novio y busca alquilar un buen departamento en New York, lo cual consigue a cambio de un costo irrisorio para los precios que maneja la big apple. Así y todo, y sumado a que la señorita escucha cosas raras por la noche, se cruza con un vecino de perfil oscuro (Christopher Lee) y algo no termina de cerrarle, igualmente decide continuar en el lugar. Al fin y al cabo, es una película de terror clásico. Esta nueva producción de la Hammes Films (sí, la misma de los indestructibles títulos de los años 50s, 60s y 70s) está claramente dirigida al target (inter)nacional y popular pero a caballo de algo muy lejano a cualquiera de los clásicos B con Peter Cushing y compañía. Porque The Resident no sólo toma prestadas numerosas señas y escenas ya vistas en films similares y que venimos viendo desde la fundación misma del cine de suspenso (víctima-engañada-por-alguien-que-no-es-lo-que-parece, como tópico principal y que ayuda a contextualizar el plagio masivo), sino que además apela a un sinfín de obviedades propias de los productos de consumo rápido y olvido instantáneo. Como una sopa en sobre, pero de costo multimillonario. A favor de este film de Antti Jokinen se puede decir que cuenta con Hilary Swank, quien puede sacar aceite de las piedras si la cuestión depende de su labor actoral, al mismo tiempo que es un buen plus (y un guiño cinéfilo) la participación del enorme Christopher Lee. El resto, golpes de efecto y no mucho más.
Mujer soltera busca? Cuando entré a la sala para ver “The resident”, estaba convencido de que iba a ver una buena película. En general, me gusta Hilary Swank y valoro mucho sus trabajos, es una actriz premiada por la Academia y tiene el prestigio suficiente elegir qué roles tomar. Es por eso que salí un poco desconcertado de la proyección, creo que “Invasión a la privacidad” es de los peores productos en los que esta actriz participó. Si, ya sé, hizo comedias mediocres (no son su fuerte) pero en general el suspenso y el drama le sientan bien, así es que habrá que analizar que salió mal. Detrás de las cámaras encontramos a un director relativamente novel, un finés llamado Antti Jokinen, quien junto a Robert Orr escribieron el guión de esta cinta. Este caballero nórdico viene de los videos musicales (trabajó para Nightwish, si mal no recuerdo), y también fue el responsable de la segunda unidad en la nueva versión de "The exorcist" (aquella que dirigió Renny Harlin en 2004). Pocos antecedentes buenos para dirigir a una actriz clase A. En su favor, digamos que por lo menos su casting tuvo un acierto: la elección del coprotagonista de la historia, Jeffrey Dean Morgan ("Watchmen", "The Losers" y la serie "Greg's anatomy") ya que los escasos momentos de tensión se lo debemos a su interpretación. Un poco rudimentaria, pero convincente al fin. Volviendo a Swank, es raro verla en esta cinta haciendo de mujer sexy. No da el “psique du rol” , por muchos camisones cortos y baños de espuma que se de en cámara. No es que sea una poco atractiva (es un toque fibrosa no?), pero se la ve forzada y en un registro que no la favorece. Pero vayamos a la historia. Juliet (Swank) es una médica que acaba de separarse después de muchos años de convivencia con su pareja, Jack (el insipido Lee Pace). Recién llegada a la Gran Manzana, busca lugar donde alojarse ahora que está sola y con un presupuesto menor para afrontar sus gastos. Es solitaria y nueva en el hospital donde trabaja, pero rápidamente da con un apartamento muy económico en Brooklyn, con una maravillosa vista al puente, por módicos 380 dólares al mes. A mi me encantaría conocer a su agente inmobiliario! Dirige el lugar, el extraño Max (Morgan), un hombre de unos cuarenta y pico, bien parecido y laborioso que administra varios edificios de la zona. Enseguida pega onda con Juliet y comienzan a verse, aunque ella está bastante confundida con su separación y no está convencida de involucrarse afectivamente con otro hombre que no sea Jack. La acción transcurrirá mayoritariamente en el edificio donde vive Juliet, dado que Jack desarrolla un afecto especial por ella que parece no tener límites en el ámbito en el que ámbos se mueven… Mientras la cinta transcurría recordaba “Sliver”, aquella película de Sharon Stone de los 90 que justamente se tituló aquí como esta “The resident”. Comparten algo, sin dudas, torres o edificios con secretos y gente que los administra que tiene aficciones muy particulares. También me vino a la memoria "Pacific Heights", porque es muy similar el tratamiento... El arranque de la película promete y la intriga está bien planteada en los primeros minutos, pero cuando el director decide poner una serie de flashbacks rápidos para explicar la historia, nos miramos desconcertados: no llegamos a la mitad de la historia y tira por la borda todo lo bueno en un giro poco feliz. Dilapida el suspenso creado hasta ese momento y rifa el destino de la cinta. Nos dice que pasa y devela el misterio (!!!) así que lo que sigue, se vuelve previsible, por muy bien filmado que esté y pierde interés hasta desdibujarse en un largo y aburrido final. No hay mucho más por decir, Hilary se da el gusto de hacer tomas en poca ropa y fotografiarse su bella dentadura y… Listo. Esto ha sido todo. “The resident” necesitaba, a gritos, varias vueltas de guión más. Tirón de orejas para los productores y para la propia Swank quien tiene que leer mejor antes de aceptar este tipo de papeles en otra oportunidad...
Hilary Swank protagoniza este film que respeta las reglas del género de terror clásico Juliet Devereau necesita un departamento urgente. Se acaba de separar al descubrir que su pareja le fue infiel y se la ve deprimida mientras hace sus ejercicios matinales, camino a su trabajo y cuando le toca operar a un paciente a corazón abierto. Juliet es médica de emergencias y está acostumbrada a dormir donde y como puede, y por eso el departamento bellísimo pero ruidoso que encuentra a precio de oferta en Brooklyn le viene como anillo al dedo. Tampoco está mal que el dueño del edificio sea el lacónico, amable y muy buen mozo Max. Claro que nada en el lugar es lo que parece. Lo que le parece a la protagonista interpretada por Hilary Swank, porque el espectador sabrá desde el comienzo que en el edificio, con esas puertas de ascensores y esos ventanales que se cierran como guillotinas aparentemente por sí solas, algo muy raro sucede. Especialmente con Max y su abuelo August, papel en el que aparece Christopher Lee. La presencia del veterano actor no sólo funciona para agregar al clima ominoso del film que crea la dirección de fotografía de Guillermo Navarro -habitual colaborador de Guillermo del Toro-, sino que es también marca de fábrica, certificado de autenticidad. Es que esta producción dirigida por el finlandés Antti J. Jokinen es de la compañía Hammer Films, histórica usina de películas de terror de los años cincuenta que muchas veces protagonizó el mencionado Lee. Con un estricto respeto por las reglas del género de horror más convencional, pero al mismo tiempo efectivo, Invasión a la privacidad no esconde su trama y por ende tampoco sorprende y, sin embargo, su planteo entretiene. En tiempos en que las películas de terror derivan en festivales del sadismo y la tortura, este acercamiento más sencillo a los costados oscuros del comportamiento humano casi resulta un alivio para los espectadores que gustan de los buenos sustos cinematográficos pero prefieren no salir del cine con el estómago revuelto. Junto a la talentosa Swank aparece Jeffrey Dean Morgan ( Watchmen ), un actor que resuelve con soltura las escenas en las que su Max se muestra entre tímido y galante mientras esconde, como ese edificio, mucho más de lo que muestra.
Juliette es una médica que llega a Nueva York para comenzar una nueva vida con su novio. Pero él la engaña y ella intenta recomponerse afectivamente en soledad. Alquila una casa al lado del puente de Brooklyn y se enamora del propietario. Pero el muchacho lindo termina siendo un perverso, la espía por las noches, la droga para abusar de ella, y así. Lo peor de esta película es que nada es creíble. Ni Hilary Swank, que queda atrapada en un filme pequeño para semejante actriz; ni Jeffrey D. Morgan, que nunca conmueve. También es muy pobre lo de Christopher Lee, que era mejor cuando se jugaba con el terror. El director no supo qué hacer con la película, jamás encontró el rumbo y se despachó con una historia previsible a lo largo de un thriller con temática remanida. Para dejar pasar.
DURMIENDO CON EL ENEMIGO Los grandes actores y actrices en muchas oportunidades eligen interpretar personajes que se alejan totalmente del dramatismo y la seriedad que los llevó a la fama. En esta oportunidad, Hilary Swank, quien ganó dos veces el premio Oscar a la Mejor Actriz por sus papeles en "Million Dollar Baby" y "Boys Don´t Cry", interpreta un rol que está presente durante el 90% de la duración, pero que carece del desarrollo y la profundidad como para realzar su actuación y crear un relato entretenido, diferente e inteligente. Un personaje menor para una gran actriz. Juliet es una doctora que está buscando un lugar dónde vivir. Es así como encuentra un departamento muy barato, amplio y confortable. A su vez, Max, el hombre que se lo alquiló, parece estar interesado en ella, lo que le da una posibilidad para poder olvidar a su ex y comenzar una nueva vida. Inmersa en la soledad, pronto va a descubrir que la compañía de dicho hombre es algo invasiva y que por las noches se escabulle en su dormitorio para poder estar con ella. Lo que comienza como una inmediata atracción mutua, rápidamente se convierte en un peligroso juego de obsesiones. El primer tramo narrativo que la película hace está bien logrado, se crean algunas escenas de suspenso correctamente expuestas y se puede apreciar un desarrollo de las personalidades de los roles bien presentadas. Pero, inmediatamente después de algunos minutos de proyección, los problemas comienzan a aparecer, y lo que parecía estar bien encaminado comienza a entrar en terrenos ya vistos en muchas oportunidades y en caracterizaciones que no le aportan inteligencia, novedad o una simple chispa de originalidad a la historia. La participación de Christopher Lee, pese a que está muy bien, no le aporta nada a la cinta, no hay una justificación más profunda o interesante que explicar la causa superficial de las actitudes del nieto de su personaje. El guión lo presenta como una pieza importante del futuro rompecabezas, haciendo un silencio para que su áspera voz cobre intensidad y creando un maravilloso suspenso a su alrededor. Lamentablemente, luego de esa toma su rol no tiene importancia ni se lo utiliza en la creación de climas. Un gran actor, totalmente desperdiciado. Por otro lado, la historia desarrolla algunas incoherencias argumentales que juegan con el realismo de la propuesta e impiden que situaciones más lógicas digan presente. La intervención de la amiga de la protagonista; la aparición de un hombre que le instala cámaras de seguridad en la habitación de la mujer y ninguna en el lugar donde todas las noches ella escucha ruidos misteriosos; las exageradas reacciones finales de los personajes, la escena en la que se arroja por las escaleras a una persona y ese juego innecesario con el estiramiento de la supervivencia, son algunas de las cuestiones que hacen de esta película una cinta correctamente planteada, pero totalmente fácil y poco novedosa. Las actuaciones, pese a que no hay caracterizaciones que desarrollen matices muy complicados, están correctas. Hilary Swank le aporta realismo a la primera mitad del desarrollo de su personaje, al igual que Jeffrey Dean Morgan. Llegando al final ellos sufren de la extrema exageración de lo que sucede, en especial el hombre, quien eleva a un lugar ridículo las ambiciones de su papel. Correctamente fotografiada, con escenas de suspenso que le aportan un poco de tensión al relato, con actores desaprovechados y con un guión que no sorprende ni expresa con lucidez los sentimientos y emociones de los personajes, "The Resident" es una regular película, previsible e incorrectamente dirigida. UNA ESCENA A DESTACAR: primeros minutos.
Hammer sigue apostando al terror, pero esta vez el resultado no les fue favorable. Juliet (Hilary Swank) es una doctora que recientemente se divorció y está buscando un lugar para vivir en la zona de Brooklin. Encontrar un departamento en esa parte de Nueva York puede ser una misión imposible, ya que los precios son altos, o las zonas son inhabitables. Pero, de golpe, consigue un enorme lugar cerca del puente, con una excelente vista y a solo 380 dólares por mes. El dueño del lugar, Max (Jeffrey Dean Morgan) parece ser el hombre más encantador del mundo, Juliet siente que de repente las cosas comienzan a salirle bien. Pero hay algo que Juliet no sabe, y es que Max está obsesionado con ella desde hace un buen tiempo, y que él prácticamente diseñó su destino para que ella vaya a vivir a su departamento, en donde puede espiarla a gusto durante todo el día gracias a un sistema de pasadizos secretos. Con el tiempo, esta obsesión irá creciendo, sobre todo por las señales que Juliet parece darle todo el tiempo. El amor enfermizo de Max llegará a puntos que podrán en peligro la vida de Juliet y de todos los que los rodean. Invasión a la privacidad (The Resident, 2011) es una película producida por la Hammer, esa empresa de cine inglesa que en los ’60 y ’70 dió algunas de las mejores obras sobre Drácula, por ejemplo. En este caso se quiso hacer una película sobre la obsesión y los peligros de que una mujer viva sola, pero llevados al extremo, y honestamente no funcionó. Es que, primero, esto ya fue visto en cientos de películas. El inquilino, por decir una, o hasta la mismísima Psicósis, de Hitchcock. El trabajo del director, Antti Jokinen, no es bueno, ya que los baches argumentales de la película y la forma de contar “lo que pasó antes” corta por completo el clíma que, al principio, sabe mantener. Un parrafo aparte merece la triste aparición del gran Christopher Lee como abuelo de Max. Siete palabras, como mucho, en toda la película. Si tienen un actor de esa categoría (y tan hermanado con Hammer, además) es para explotarlo. Sino, pongan a cualquier viejo con voz profunda y ya es suficiente. Y algo así pasa con todos. Hilary Swank es una excelente actriz, y Jefferey Dean Morgan no se queda atrás, pero (si bien cada uno se puso en el rol más clásico de gato y ratón, sin innovar, pero con motivo) en este caso se ven desdibujados, casi hasta lo paródico. En definitiva, Invasión a la privacidad no es más que una sucesión de lugares comunes que se van poniendo más morbosos a cada minuto, pero que en general no aporta más que unos cuantos bostezos, ningún susto y la sensación de que acaba de pasar la hora y media más larga de tu vida.
Antes de hablar de esta producción me tomé un té, puse un sahumerio, música hindú, y medité durante varias decenas de minutos. La idea era poder evitar insultos, improperios y calificativos fuertes. Apuesto que Antti J. Jokinen, el director de “Invasión a la privacidad”, ha cometido la torpeza de abordar su primera película sin leer el guión. O mejor dicho, lo debe haber ido leyendo a medida que la filmaba, o algo así. Es más, estoy casi seguro de que no la vio una vez terminada. De otra manera resulta incomprensible como se puede hacer esto y dejarlo así como está, sin alegar demencia temporal. Esto explica por qué en Estados Unidos apenas si se estrenó en algunas salas y luego fue directo a DVD. Tiene unos 20 minutos iniciales que coquetean bastante con la intriga, hasta podría decirse que se logra una atmósfera interesante. Juliet Deverau (Hilary Swank) es residente en un hospital. Se acaba de pelear con el novio y está buscando departamento para poder dejar atrás esa circunstancia y sacarse los cuernos. La narración nos va introduciendo en el personaje como alguien que practica deportes, maneja situaciones complicadas y tiene un alto grado de autosuficiencia. Un buen día encuentra el lugar que le gusta, de esos soñados y con dueño directo. En el viejo edificio (que nunca se muestra bien) encuentra a Max (Jeffrey Dean Morgan), el propietario, un hombre amable y cortes dispuesto a terminar de arreglar su edificio para que ella se mude cuanto antes. El día de la mudanza Christopher Lee (como August) subió al set de filmación para poner su cara de pocos amigos a Juliet. Esto lo repetirá tres veces más durante el desarrollo de la trama, ya sea frente a ella o espiándola con la puerta entornada. El motivo de la presencia de éste personaje es un secreto que los guionistas guardarán bajo llave y se lo llevarán a la tumba, porque en la historia jamás tiene sentido alguno; salvo para tener miradas cómplices con Max, y una conversación con él en la cual el ex–Drácula lo califica de “débil” y “celoso”. Juliet hace días que no está con su ex-novio y le van entrando ganas sexuales. ¿Y quién sino el dueño para satisfacerlas? Además, vive en el mismo edificio, con lo cual no hay que gastar ni en telo ni en taxi. Juliet se le insinúa, lo avanza, y el beso queda ahí sin consumarse pues Max recula un poco, porque el guión necesita mostrar la situación una vez más. Cumplido el minuto número 31, el realizador Antti J. Jokinen pone pausa (literalmente) en su película, y como si fuera un homenaje al retroceso cuadro por cuadro de las viejas videocassetteras, rebobina todo para mostrarle al espectador lo mismo, pero un poco más rápido y desde la perspectiva de Max, quien había seguido a Juliet durante todo este tiempo (algo que, por otro lado, ya sabíamos). Quedará una hora más de proyección para mostrar una suerte de thriller psicológico, en el que la obsesión y el fetichismo de Max explotan y se desarrolla el famoso juego del gato y el ratón, que en este caso no es un eufemismo. Son Tom y Jerry. Sobre todo cuando se persiguen detrás de las paredes. Hay tanto espacio ahí como para subarrendarlo a otros inquilinos. Lástima, hubiera sido un negoción. Respecto de las supuestas referencias “hitchcockianas” de “Invasión a la privacidad”, uno no sabe si el realizador quiso homenajearlo y le salió mal o si quiso directamente burlarse del maestro. Parece mentira que todavía queden directores en Hollywood dispuestos a dotar a sus villanos del síndrome de Terminator. ¿Vio esa gente que no se muere nunca, le den con lo que le den? ¿Para qué escribir más? En todo caso puede que sea mi enojo por haber visto algo tan malo. Como dijo un colega en esta misma página: ¡Queda advertido!
La histórica productora dedicada al cine de terror Hammer Films vuelve al ruedo con esta historia protagonizada por Hilary Swank (también productora ejecutiva de la cinta), Jeffrey Dean Morgan y una breve participación de Christopher Lee, cuya presencia ya no es lo tenebrosa que solía ser años atrás. La endeble y remanida trama hubiera tenido visos más creíbles de haber contado con una actriz un tanto más joven que interpretara el papel de víctima acosada por su locador. Asimismo hay elipsis temporales inexplicables, notorios problemas de edición y una previsibilidad maravillosa. Los 87 minutos de duración parecen estirarse más allá de lo tolerable: con una buena liposucción y algunos tijeretazos certeros “Invasión a la privacidad” podría haber sido un correcto mediometraje. Para psicópatas con problemas familiares que se dedican a espiar a mujeres desprevenidas alcanza y sobra con Norman Bates.
Siempre algo puede salir muy mal Las premisas no pueden ser mejores. Mujer sola, recientemente separada y en casa nueva, indecisa y temerosa, más una presencia ominosa que, parece, la acecha desde las sombras. El propietario puede que sea una buena posibilidad para su anhelo de compañía. Pero su abuelo, eso sí, es el emblema mismo del susto: el gran Christopher Lee. Todo ello con el corolario que es, a su vez, sello de inicio así como lustre para el terror británico: Hammer Films. Otra vez al ruedo y para dar sustos de los buenos. Algún elemento más para atender, y que no es cualquiera. Hilary Swank corre, se desnuda, se baña y hace "cosas" íntimas. Su cuerpo aparece y desaparece desde gestos esquivos, pero con una sensualidad que coincide -desde aquellos tiempos inmemoriales- con el gesto abrupto y sexual de tantos y tantos escotes mordidos por los colmillos del Drácula de Lee. Muy bien. Pero la realidad se impone. Un flashback extenso, estúpidamente explicativo, pondrá rápidamente las piezas en su lugar, no vaya a ser que el espectador pueda no "entender" lo que se expone y se dice. Por las dudas, se atan todos los cabos sueltos de manera redundante, para situar cada pieza en su lugar y saber quién es el bueno, el malo, y todo eso. Christopher Lee, en tanto, no ha quedado más que como decorado de torta barata. Es cierto que las películas Hammer tampoco tenían -salvo excepciones- presupuestos elevados. Pero lo que primaba era la astucia, la manera inteligente de renovar a los personajes y de redimensionarlos, aquí el hallazgo, desde la fase mítica. Allí entonces Frankenstein y Drácula -Peter Cushing y Lee-, estandartes que sumarán filas con Hombres Lobos y Momias, amén del padrinazgo que supone el insigne Doctor Quatermass. Pero no serán más que recuerdos cinéfilos lo que evoque el sello Hammer. Invasión a la intimidad, luego del flashback mencionado, cae en una pendiente cada vez peor, que nada tiene que ver con el espíritu hammeriano ni con el cine de más o menos buen terror. El personaje de la Swank será preso de una paranoia que, no bien sepa por dónde entenderla, habrá de desperdigar el interés todo del film. Es en este sentido que la película termina cuando no ha pasado ni media hora. Tan mala es. Pero lo peor es que continúa, mientras se mata y revive al monstruo de turno tantas veces como sea necesario. Ante tal pobre exposición cinematográfica, bien haría Christopher Lee en calzarse las lentes de contacto sanguíneas y, cegado como se sabe quedaba, dar unos cuantas mordidas para alejar a tanto cine de pacotilla. Todo sea en recuerdo e idolatría de los maestros que supo tener aquel sello, emblematizados en los nombres de -elije el cronista- Freddie Francis y el incomparable Terence Fisher. Reverencias.
Chico conoce chica. Invasión a la privacidad señala el nuevo desembarco de la mítica productora Hammer. Se trata de un nombre que no dice mucho estos días, pero alcanza para engalanar la película con una especie de halo de prestigio que pueda ser asociado de modo remoto con una cierta calidad y distinción. Tal vez porque la actriz Hilary Swank es la productora, su figura aparece en pantalla todo el tiempo. De hecho, hay un puñado de planos en los que se la puede ver delante de un monitor observándose a sí misma atravesar una y otra vez la puerta del palier de su departamento de soltera. Ocurre que en la trama la chica sospecha que hay alguien metiéndose subrepticiamente en su casa y tiene la idea de hacerse instalar una cámara para grabar los movimientos del elusivo visitante. La escena podría dedicarse con exclusividad a dejar al descubierto al intruso, sin embargo no se nos ahorran planos de ella mirando la pantalla para verse entrar y salir de la casa varias veces. Como en aquella película de hace unos cuantos años llamada Sliver (Sharon Stone era el espléndido objeto del deseo de un mirón impenitente que controlaba todo el edificio como un señor feudal), en Invasión a la privacidad se trata de mirar: no tanto de ser observado sino de observar también al otro, como si nuestro modo de estar en el mundo se definiera por el modo en el que colocamos visualmente a nuestro semejante en un espacio definido y asumiéramos, a la vez, el espacio que el otro nos otorga como propio. Pequeña guerra privada en la que el territorio que se disputa es parte de una configuración mental, Invasión a la privacidad presenta a los contendientes como dos figuras solitarias, perdidas en la vida y en el mundo de los afectos: en uno de los primeros planos se ve a la protagonista sentada sola en la cama de un hotelucho, rodeada de esa fosforescencia nocturna cuya apática belleza suele indicar en el cine el carácter esencialmente cruel e inhóspito de la ciudad. La película resulta en su factura un modesto combo que acumula planos en scorzo y comentarios musicales para remarcar cada momento de tensión dramática como cualquier ejemplar de la industria; la presencia de Christopher Lee en el elenco, por otro lado, funciona como escuálida reverencia a la casa Hammer. Pero como productora Hilary Swank quizá haya hecho algo más que dejarse filmar a sí misma en cada bendito plano, siempre luciendo ese cuerpo flaco, acaso trabajado desde Million Dolar Baby, y dispuesta exhibir con soltura su nada desdeñable repertorio de muecas y sonrisas esculpidas con un picahielo, al que suma esa voz tensa como la de un muchacho en problemas. La película se encarga de sugerir que el perseguidor está loco pero que ella tampoco está muy cuerda, hundida en la soledad más absoluta y trabajando en un hospital hasta el agotamiento o trotando con un rictus de furia contenida en la cara. Cuando reaparece en su vida el ex novio, el director parece dar un volantazo para concentrarse en la frustración del vecino deseante rechazado, que se desahoga golpeándose contra las paredes o ingresando sigiloso en el departamento de la chica para masturbarse metido en la bañera vacía; cuando la mujer parece encaminar su vida, el hombre se animaliza, se transforma en un monstruo: debe matar a su padre anciano para liberarse de su timidez y de su aprensión pero no es suficiente. Invasión a la privacidad toma el tópico que dice que no hay que confiar del todo en los extraños para pulverizarlo y erigir en su lugar una fábula de bestias solas, que padecen el drama secreto de no poder establecer comunicación con el otro.
Enemigo en Casa The Resident es un thriller de esos del montón, que se podría decir que está de la media para abajo, previsible y con poco suspenso verdadero. Hilary Swank (ganadora de 2 Oscars, uno por "Million Dolar Baby" y el otro por "Los Chicos No Lloran") pifia una vez más con la elección de un film, en una carrera que ha tenido muchos más éxitos que fracasos, pero que de vez en cuando se tropieza con algunas piedras en el camino, algunas más grandes como "Prueba de Fe" y "El Núcleo", y otras de mediano tamaño como es el caso de esta película. Dirige en esta ocasión, el finlandés Antti Jokinen, conocido director de videos musicales para bandas como Nightwish, pero que en el campo de los largometrajes está debutando (y no de la mejor manera). Nos trae una historia simple, una mujer sola, separada, se muda a un departamento para comenzar otra vez, respirar nuevos aires. Conoce a Max (Jeffrey Dean Morgan), un soltero fachero que le alquila un piso espectacular a un precio ridículamente barato... o eso es lo que ella creía, ya que con el pasar de los días se dará cuenta que su nuevo vecino y pretendiente, tiene algunos problemitas de voyeurismo y psicosis que la harán arrepentirse de haberlo alquilado. Y lamentablemente... eso es todo. No hay giros extraños, no hay una trama creativa o una historia con picante y no hay verdadero suspenso. El reconocido actor Christopher Lee (Saruman en "El Señor de los Anillos", Conde Dooku en la última trilogía de Star Wars) tiene un pequeño papel que parece le va a levantar el suspenso a la cinta, pero se lo desaprovecha y sólo se lo hace hablar en 2 escenas muy cortas. (Nota al margen: Lo vi muy viejito en este film... con sus 89 años en sus trabajos anteriores no se le notaban tanto.) Algo positivo puede ser la forma de retratar al obsesivo Max, con algunas escenas donde realmente se puede apreciar la pateticidad del personaje y hacer que uno se sienta un poquito incómodo con lo pirado que está. También está el tema del voyeurismo y la fijación enfermiza con una persona, comportamientos que resultan, por momentos, interesantes de ver en el cine y creo que Jeffrey Dean Morgan lo encarnó bastante bien. Pero como expliqué anteriormente, el problema principal es la trama, que a medida que va avanzando la película, se pone cada vez más chata y aburrida. En conclusión, creo habrá gente que se entretenga con "Invasión a la Privacidad", pero no será la mayoría. La lentitud en ciertos momentos, más los escenarios por demás oscuros y la pobre creatividad tienen la culpa de que este film pasa sin pena, y definitivamente sin gloria.
Departamento con secretos El guión de esta película está lleno de momentos obvios. La protagonista (Hilary Swank, muy lejos de los trabajos -más allá de los premios Oscar- que le dieron trascendencia internacional) encuentra el departamento de sus sueños, al alcance de sus posibilidades económicas, pero inmediatamente el espectador advierte que la pasará muy mal en ese lugar. La tensión dramática no está depositada en la intriga por saber quién es el villano (la incógnita se despeja rápidamente) sino en el progreso del acoso al que es sometido el personaje que interpreta Swank. En el medio hay una trama que revela el intento de esta médica por reconstruir su pareja, siempre en presencia del siniestro acosador. El problema es que el director finlandés Antti Jokinen (debutante en el cine norteamericano) no logra crear la atmósfera asfixiante que exige este tipo de tramas. No lo ayuda un guión lleno de obviedades, que permite que el público afecto a este tipo de filmes adivine casi todos los vericuetos de la trama. Hay un par de recursos narrativos interesantes, sobre todo en los primeros minutos de la proyección, que prometen una película con elementos novedosos. Pero la esperanza dura poco; la acción se ciñe a las rutinas del género, presenta un par de escenas de voyeurismo y desemboca en el inevitable juego del gato y el ratón en el que se producirá el anunciado desenlace, todo esto sin mayores sobresaltos. La presencia de Hilary Swank (es también productora del filme) puede ser un "gancho" para la boletería; la filmografía de la actriz presenta muy buenos trabajos ("Los muchachos no lloran", en 1999, o "Million dollar baby", en 2004), pero es evidente que en esta oportunidad no estuvo a la altura de sus antecedentes. Tampoco hay aportes significativos en el resto del elenco, que muestra trabajos tan rutinarios como el libreto. Y el gran Christopher Lee apenas puede ofrecer su imponente imagen, ya que el personaje que le tocó en suerte ni siquiera está suficientemente definido.