Los pantanos de la memoria. Hay un puñado de verdades inclaudicables en el terror contemporáneo que suelen pasar inadvertidas para la gran mayoría de los “no devotos” al género, esos turistas que lo consumen de manera esporádica y se quejan de lo poco -o nada- que conocen. Más allá de los lugares comunes centrados en denunciar a productores que siempre apuestan a seguro y a distribuidoras que sólo compran lo peor de lo que tiene para ofrecer el mercado norteamericano, lo cierto es que la preeminencia de los falsos documentales a nivel más o menos mainstream (en realidad hasta los márgenes independientes se sumaron al esquema), está dejando paso a una grata heterogeneidad, acorde con la amplitud histórica del horror. Uno como espectador no debería perder nunca -por lo menos no del todo- la capacidad de sorpresa ni la curiosidad cinéfila, por más que a veces las ironías de la industria pongan de relieve cierta estructura en espiral en lo que respecta al bastión artístico para las masas: así como la moda del mockumentary reemplazó a su homóloga de los fantasmas asesinos de antaño, hoy tenemos una película que escapa al callejón sin salida formal de la cámara en mano y los grititos neuróticos con una vuelta de tuerca retro, la cual a su vez retoma sutilmente a aquellos espíritus que claman venganza. La eficiente Jessabelle (2014) aporta una mínima renovación volcando sus ojos hacia el pasado reciente y sus truculencias varias. Mientras que el film en su primera mitad combina leitmotivs del J-Horror y el suspenso de entorno cerrado, en la segunda parte inesperadamente se acerca al thriller de misterio, con una investigación que deja de lado en buena medida a la señorita de cabellos largos de turno. Aquí la protagonista a la que hace referencia el título, interpretada por la genial Sarah Snook, regresa a su hogar en una pantanosa Louisiana luego de un accidente automovilístico que le costó la vida a su prometido y a su hijo no nato. Desde ya que de a poco se topará con un espectro un tanto violento, unos videos enigmáticos de su madre fallecida y la reticencia de su padre, a quien no le gusta que le recuerden tiempos remotos. Sin dudas la presencia de Snook y su compañero Mark Webber, en el rol de un amigo de la infancia de Jessabelle, suma mucho a la propuesta porque ambos entregan esa necesaria cuota de profesionalidad al momento del desarrollo de personajes, que bien podrían caer en el estereotipo: los dos además vienen de trabajos interesantes dentro del género, hablamos de Predestinación (Predestination, 2014) y 13 Pecados (13 Sins, 2014) respectivamente. El editor reconvertido en realizador Kevin Greutert, cuyos primeros opus fueron los dos eslabones finales de la saga de El Juego del Miedo (Saw), maneja con destreza la angustia y el dolor que despiertan los recodos menos felices de la memoria colectiva de los sureños…
Maldito VHS Habría que ver en qué momento los VHS dejaron de ser un soporte analógico y pasaron a condensar todas las maldiciones en las películas de terror. Desde Ringu (1998) hasta Las crónicas del miedo (VHS, 2012), -pasando por el film aquí criticado- que el uso del formato de video hogareño esconde más fantasmas que cumpleaños y casamientos de antaño. En los primeros minutos de Jessabelle (2014) la protagonista embarazada parte, luego de mudarse, feliz junto a su novio a su nuevo destino. Algo inesperado ocurre y el destino –otra vez- cambia para Jessie (Sarah Snook). Retorno al pasado, reconstituir su relación con su madre fallecida y padre ausente mediante pistas que le dejaron en cintas de videocasete. Volver a empezar. Eso si, no tenía en cuenta que entre los secretos familiares hay un espíritu maligno dando vueltas y es, justo en esa casa donde se presenta. En Jessabelle el factor sorpresa está presente siempre, uno de los méritos de la película que, si bien no es extraordinaria –mucho menos genial-, alcanza para mantener la atención del espectador y brindarle algún que otro sobresalto en la butaca. A saber: la película comienza como un drama familiar, gira inesperadamente hacia el terror psicológico con serial killer incluido, pasa por la ya famosa casa embrujada, para coquetear con conjuros, y terminar con rituales extraños de sectas religiosas. Las vueltas de tuerca sorprenden y sobre todo por estar bien enlazadas sus ideas. Nunca es ni demasiado forzado ni demasiado ridículo aquello que pasa. Es evidente que el director, Kevin Greutert (El juego del miedo 6, El juego del miedo 7) sabe cómo manejar la tensión de la trama. En esta mezcla de registros de terror, Greutert arma un relato guiado por la lógica policial, donde las pistas de los malditos VHS van escatimando la vital información para resolver el conflicto. En tiempos tecnológicos donde la alta definición se impone y los soportes son cada vez más pequeños, quizás la reliquia supuesta por el “videocasete” acompañado por la baja calidad de imagen y sonido, genera el ansiado temor. O tal vez sea la vieja costumbre de un cine de terror clase B de explotación con único destino al mercado del video, la horma sobre la que el terror contemporáneo se recuesta a la hora de realizar sus productos. Como El conjuro (The conjuring, 2010), Jessabelle tiene la capacidad de capitalizar absolutamente todos los elementos de la cultura contemporánea que promueven el miedo, desde subgéneros hasta el soporte de realización. Los recicla y saca un producto acorde a las exigencias del mercado actual. Y en digital.
Terror sin sobresaltos en VHS Un película que juega con una joven en silla de ruedas, asaltada por pesadillas y atrapada en una vieja casona. El terror es fallido y resulta tan viejo como el VHS. Luego de sufrir un accidente de auto en el que muere su novio, la joven Jessie -Sarah Snook, la actriz de Sleeping Beauty- queda en silla de ruedas y se instala en la casa de su madre para transitar una recuperaciòn que le llevará algunos meses. Con el escenario de fondo de los pantanos de Louisiana y la compañía de un joven y de una enfermera, la protagonista descubrirá un misterio que gira en torno a su nacimiento y una presencia sobrenatural que se mece junto a su cama. Kevin Greutert, el realizador de las últimas dos entregas de la saga de El juego del miedo, quiere inquietar al espectador con las escasas armas que le ofrece el guión de Robert Ben Garant, y una historia relacionada con el pasado de la familia, desarrollada entre tapes grabados en VHS, cartas de tarot y secretos que encierran los afroamericanos del sur estadounidense. En ese sentido, la película tiene algunos puntos de contacto con La llave maestra, pero se pierde en su intento por construír una atmósfera pesadillesca con sobresaltos poco felices que alteran la vida del personaje central desde el comienzo. No hay nada nuevo bajo las pantanosas aguas que rodean la casa y el producto falla como exponente del género. El tema del encierro, una joven imposibilitada para moverse, las apariencias engañosas y un ser sobrenatural que se acerca sobre su víctima ya lo vimos en La llamada y en otras producciones orientales de terror. Esos eran elementos suficientes como para armar un film entretenido y perturbador. Sin embargo, el resultado está lejos de generar expectativas para los seguidores de este tipo de películas. Fantasmas vengativos, vudú y un desenlace que se adivina a los pocos minutos, mientras la luz del televisor parpadea y el terror no aparece.
Tras un brutal choque de autos, una mujer retorna al lugar donde pasó su infancia; hasta que extraños sucesos empiezan a ocurrir. El pasado siempre vuelve Jessabelle sufre un terrible accidente de autos que la deja momentáneamente en silla de ruedas. Sin más familiares cercanos que su distanciado padre, debe volver a la casa de su infancia en Louisiana para hacer la rehabilitación. Así es como de a poco empezará a ver cosas raras y saldrán a la luz cosas turbias de su infancia. Y… ¿Donde esta el terror? (¿Y la historia?) Se me complica bastante escribir la opinión de esta película, porque hay varios temas para tocar y ninguno de ellos son positivos. Pero donde más hace agua el film es en su historia, un aspecto importante en este género que es el terror. Sabemos que de algo medio cliché se puede sacar un producto entretenido, o incluso bueno (¿o acaso El Conjuro no era una especie de menjunje de tramas básicas de terror?), pero el tema es que los guionistas tienen que tener en claro lo que quieren contar, cosa que acá no se entiende demasiado. A grandes rasgos el film recuerda un poco a La Llave Maestra, esa zafable película protagonizada Kate Hudson donde una rubia algo tontula se adentraba (o la adentraban) en el mundo del vudú, hasta que…. bueno, mírenla si no lo hicieron. Y algo de eso pasa acá, porque nuestra Jassabelle empieza a relacionarse muy de costado con el tema de las religiones provenientes de Haití, a la vez que siente una presencia en el caserón donde tiene que hacer rehabilitación, todo acompañado por unos extraños videos que le dejó su madre antes de morir, cuando Jassabelle era solo un bebe. El tema es que durante gran parte de la película no sabemos si estamos ante un film de terror centrado en la magia negra, en los espíritus, en un asesino cercano a la protagonista (más de una vez se amaga con esto usando al padre de la chica), y no queda en claro hasta el propio final de la peli; final donde la bella Jessabelle empezará a sacar conclusiones en voz alta explicando paso a paso que fue lo que en realidad pasó, para que usted espectador despistado, entienda todo perfecto. O al menos eso pensaron los guionistas a la hora de escribir el final. A esto hay que sumarle que el elenco no ayuda demasiado. La hermosa colorada Sarah Snook (co-protagonista de Predestination) le intenta poner onda a un personaje que tiene que pasarse sentado el grueso de la película, pero que por alguna extraña razón, también pasa gran parte de ella con la boca entreabierta… En una película tan floja como esta, el director Kevin Greutert es el que mejor sale parado. Y no es porque haga mucho merito o aporte algo bueno al film, pero con su dirección genérica se saca de encima el proyecto sin más, dejando en evidencia el pobre guión y el elenco tan limitado con el que contaba. Conclusión Jessabelle es una muestra clara de porque el terror no está atravesando su mejor momento. Un director del montón (que en su haber solo tiene dos films de la saga El Juego del Miedo), un elenco mediocre y una historia que no tiene ni pies ni cabeza, dan como resultado una película olvidable;, que busca sorprender con un final que explica todo para parecer original, o con el quemado recurso de subir el volumen en determinadas escenas para jugar con el efecto del sobresalto. Nada nuevo bajo el horizonte, mientras seguimos esperamos algo potable en este 2015.
Al encontrarme con Jessabelle, mis ánimos venían bien predispuestos. Su director es Kevin Greutert, notable editor de la saga Saw y director de una de sus mejores secuelas, Saw VI, así como también de la deplorable Saw: The Final Chapter, que dirigió bajo contrato de hierro para que no escapase hacia la competencia y filmara Paranormal Activity 2. En retrospectiva, el salto hubiese ayudado a ambas sagas... Otro aliciente era la presencia de Sarah Snook, que brilla en Predestination, aunque su estreno comercial es posterior al thriller sobrenatural que nos compete. El ambiente y los temas que toca la película eran lo suficientemente atractivos para llamar la atención, dígase un escenario exhuberante y misterioso como los pantanos de Louisiana, el agregado del vudú y una agradable falta de sustos de cartón en pos de una atmósfera angustiante y opresiva. Lamentablemente, una vez que el misterio se deja entrever, el peso de la trama aplasta todo lo que con gran ahínco se había construído desde el comienzo. Jesabelle no pierde tiempo en presentar a su personaje principal y su conflicto. Ahorra todos y cada uno de los noventa minutos de duración y poco a poco el guión de Robert Ben Garant va dejando un camino de migas para que la protagonista reúna y así descifre el misterio que encierra su hogar. Postrada en silla de ruedas, Jessie irá encastrando las piezas del rompecabezas en forma de videos caseros en VHS que le dejó su madre, muerta poco después de su nacimiento por un cáncer fulminante. Su padre, un alcohólico funcional, le prohibe terminantemente que los vea, motivo de peso para que la joven haga todo lo contrario. Gracias a una gran edición y una soberbia fotografía que acentúa la lugubridad de la casa de noche y el brillo del sol durante el día, Greutert maneja los hilos de la historia con buen pulso y sin grandes aspavientos, sugiriendo más que mostrando, todo lo contrario a las explícitas secuelas de Saw. Es un gran paso para el director, pero desafortunadamente los caminos ya recorridos del horror no permiten que la película se disfrute mucho más cuando el gran giro del guión se haya revelado al espectador. Su tramo final hace recordar mucho al desenlace de The Skeleton Key, otra de terror con vudú con Kate Hudson al frente, sobre todo por la copia carbón que significa el final. Tal detalle decepciona muchísimo porque no se esforzaron en buscar algo más innovador, como si quisieran terminar la película y ya, y eso es algo que los espectadores y acérrimos del género no pasarán por alto. No importa que la australiana Snook ilumine la pantalla con su sonrisa y sus ojos que transmiten toda emoción, lo que importa es mantener un nivel constante, y durante una gran porción de su duración, Jessabelle lo logra. Es una pena mayor que suelte el timón en su acto final y el resultado sea un film más de terror del montón. Hermosamente rodado, pero nada nuevo bajo el sol.
Kevin Greutert’s Jessabelle tells the story of a luminous 26-year-old woman, in love and pregnant, who suffers a horrifying car accident in which her unborn child and boyfriend die whereas she becomes momentarily wheelchair-bound. Alone and flat-broke, Jessabelle (Sarah Snook) returns to her childhood home in Louisiana, to live with her father (David Andrews), whom she hasn’t seen in years. He is an emotionally detached drunkard with whom the sweet natured Jessabelle fails to connect, yet she cares deeply for him. After all, the man had a tough life: his wife was diagnosed with cancer while pregnant with Jessabelle, and died in agony right after giving birth. In the lonely nights in her old Victorian home, Jessabelle discovers a box with her name that has VHS tapes from 1987 where her long-deceased mother (Joelle Carter) gives her some creepy Tarot readings and warns her about an unwanted dangerous female presence in the house. Worse even: she predicts her death too. Editor of five Saw films and director of part 6 and part 7, Kevin Greutert is certainly not dealing with torture porn here, but with good old classical tension and suspense in the vein of the supernatural. He doesn’t rely on brutal shocks, but on eerie atmosphere. But he doesn’t get it quite right on any level. To be honest, Saw 6 and Saw 7 excel more on their own right than Jessabelle in its category. Granted, it doesn’t take much to pull off a decent Saw movie, but still. On the one hand, the characters are meant to have some dramatic weight and genuine relevance, but as it’s the case with so many recent horror movies (take Poltergeist or Ouija), the characters in Jessabelle are nothing but lazily revived clichés. We are asked to care for Jessabelle and her suffering and despite the somewhat convincing performance by Aussie Sarah Snook, she amounts to little more than being a generic scream queen chased and attacked by one tireless ghost. Plus the scary parts are not that scary at all. After all, a deafening sound design doesn’t necessarily provoke fear. And a menacing ambiance means more than a nervous camera among shadows and silhouettes. On the other hand, Jessabelle’s story relies almost solely on a common narrative gimmick: as more and more occurrences and episodes take place almost throughout the entire movie, you think you are getting to see the whole picture, that is, little by little. But just at the very, very end, essential facts are hastily and conveniently tossed into play, and now you realize you were a fool because you were reading the story wrong from the start. For Jessabelle wants to leave you speechless. But if you’ve seen your fair number of horror movies, it just won’t do the trick. In fact, if the story of Jessabelle, the girl, had been properly fleshed out with meaty characters and an overall truly ominous atmosphere, and the effect of the last-minute-turn-of-the-screw had been downplayed, then the film would have stood a chance at being both frightening and ghostly. As is, it’s just more of the same. Production notes: Jessabelle (US, 2014). Directed by Kevin Greutert. Written by Robert Ben Garant. With Sarah Snook, Mark Webber, David Andrews, Joelle Carter. Cinematography: Michael Fimognari. Editing: Kevin Greutert. Running time: 90 min
Lo pasado pesado Pobre Jess. No pega una. A punto de convivir con su pareja, con la que tendrá un hijo, sufre un accidente que la deja postrada y sola, y debe volver vencida a la casita de los viejos, en donde la espera más de una sorpresa desagradable relacionada con el pasado no resuelto, y que por supuesto no conviene adelantar. Lo que sigue es un modesto misterio que se sostiene hasta el final. Las actuaciones son convincentes, sobre todo la de Sarah Snook, que ya había llamado la atención con su notable papel en la también retorcida Predestinación (2014). Esos son los puntos a favor, a los que hay que sumar la saludable intención de apelar a la narración y dejar de lado las escenas de alto impacto y el gore gratuito, sobre todo teniendo en cuenta que el director, Kevin Greutert, venía de hacer las dos últimas entregas de El Juego del Miedo. Pero Greutert, como Jess, debe lidiar con un pasado que lo condiciona demasiado. La lucha es cruel y es mucha, y la acumulación de lugares comunes, la escasez de sustos y cierto desprecio por los personajes propio del género desdibujan las buenas intenciones y resienten por completo la experiencia. Una pena, pero es probable que Snook, a diferencia de la pobre Jess, tenga mejores oportunidades en el futuro.
La búsqueda del Santo Grial cinéfilo, es decir una película de terror por la que valga pena pagar una entrada de cine, sigue sin novedades esta semana. Jessabelle es la típica producción clase B que el canal Space suele emitir los viernes a la noche y por esos milagros de la vida llega a los cines en Argentina. En realidad esta propuesta creo que está más cerca del thriller con elementos sobrenaturales que un film de terror clásico. No hay mucho para asustarse en esta historia, salvo por la mediocridad de sus realizadores. Otra vez nos encontramos con un cuento de espíritus malditos construida con escenas que vimos reiteradas veces en las últimas películas del género que llegaron a los cines. Los mismos momentos de sobresalto de siempre con una protagonista que no despierta el mínimo interés y un director que parece haber filmado esta historia en piloto automático. En este caso no ayudó tampoco a que la propuesta argumental sea demasiado parecida a La llave maestra, una película que sin ser una gran obra del género al menos tenía dos buenas actrices como Kate Hudson y Gena Rowlands. Kevin Greutert, quien dirigió las últimas dos entregas de El juego del miedo, acá presenta un trabajo desganado con una narración aburrida que no despierta ningún atractivo por el conflicto que presenta. Jessabelle dura 90 minutos y parece una película mucho más larga debido a esta cuestión. No hay ninguna novedad en este estreno. Otro aporte a la larga lista de decepciones que viene brindando en el último tiempo el agonizante género de terror.
El terror nuestro de cada semana. Aquí, es una mamá muerta que a través de un video invade la vida de su hija para ayudarla, aunque con ayudas así… Un secreto de familia, fantasmas, posesiones, transmutaciones. En fin, sustitos en una trama obvia. Floja.
El tape fantasma. Dentro de una actualidad cinematográfica donde el género de terror ha explotado sin medida su vertiente “cámara en mano/ cinta perdida”, el director Kevin Greutert -responsable de las últimas dos entregas de El Juego del Miedo– toma los elementos más superficiales de este subgenero para introducirnos en algo distinto. Jessabelle (2014) es un film que va mutando conforme avanza su trama: del found footage al terror espectral, del misterio al thriller sobrenatural. La que se cuenta es la historia de Jessie Laurent, una joven que se ve obligada a volver a la casa de su padre luego de un traumático accidente a raíz del cual pierde a su pareja y a su hijo no nato, además de dejarla postrada en una silla de ruedas. La residencia ubicada en los pantanos de Louisiana la espera llena de recuerdos de su madre difunta, quién perdiera la batalla contra el cáncer al poco tiempo de dar a luz a Jessie. La trama se pone en movimiento cuando Jessie descubre una serie de cintas que su madre grabó durante sus meses de embarazo, a través de las cuales se irán develando cuestiones claves del relato que se relacionan con un destino trágico e inevitable que atañe a nuestra protagonista. Sarah Snook completa una labor aceptable en el rol de Jessie: todo el peso del film recae en ella y el saldo es positivo. La inclusión de cuestiones relacionadas con el ritual vudú y el folclore haitiano del sur de Estados Unidos es bien recibida, algo que probablemente no veíamos en el género desde que Wes Craven nos intrudujo a La Serpiente y el Arcoiris (1988) y desde que Candyman (1992) ingresaba al panteón de villanos épicos. Sin dudas el mayor acierto de Greutert, al momento de lograr que su film no caiga en la misma bolsa que el resto de esta clase, es justamente el no-encasillamiento en los confines del found footage. Conforme avanza la trama, otros elementos dan matices variados a la historia: lo que inicia con unas cintas misteriosas deja lugar a elementos fantasmales que devienen en un thriller sobrenatural y psicológico, lo que nos lleva a un tercer acto en el que la resolución resulta impredecible. Se puede decir que este cambio constante de registro es al mismo tiempo lo mejor y lo peor del film. Indudablemente es lo mejor ya que no se encierra en los repetidos clichés del género y se permite un poco más de flexibilidad al momento de contar una historia que no se destaca justamente por su originalidad. Pero esto también puede ser su peor enemigo ya que por momentos la yuxtaposición de subgéneros desorienta un poco, pensando particularmente en la cantidad de elementos y giros dramáticos que la historia acumula en sus 90 minutos de duración.
Con una vasta experiencia en el género, Kevin Greutert (“Saw”) asume el compromiso de dirigir su primera película independiente de una saga en “Jessabelle” (USA, 2014), un filme que si bien toma del estilo algunos puntos básicos para construir su trama principal, es en la evocación de atmósferas, climas y hasta un dejo nostálgico que la atraviesa, en donde encuentra su razón de ser y su disfrute. Jessie (Sarah Snook) o Jessabelle, como quieran llamarla, es una mujer a punto de dar un gran paso en su vida. Convencida por su pareja, se irá a vivir con este al hogar en donde entre ambos criarán al hijo que está por venir. Pero gracias al guión de Robert Ben Garant (“Una noche en el museo”, “Reno 911!”, “Taxi”, etc.) el disparador de la trama será un cambio en esa perfección aparente, razón por la cual Jessie deberá ir a vivir con su padre (David Andrews) a la vieja casa familiar. Hay que comentar que Jessie hace años que no veía a su padre, quien la dejó al cuidado de una tía luego del fallecimiento de su madre a pocos momentos de haber nacido la joven y sin mucha más información Volver luego de dos meses al mundo. Relacionarse con su padre nuevamente. Conocer detalles de su infancia y de su identidad. Todo va conformando un inmenso rompecabezas en el que ninguna pieza irá quedando librada al azar. Pero Jessie es curiosa, y a partir de unos viejos VHS en los que su madre se presenta hacia ella, le va narrando detalles de su gestación y crecimiento, irá conociendo una verdad que desconocía, y que habla sobre su destino, que ya estaba marcado y que nada en su vida fue porque ella torció el camino. “Jessabelle” va hilando la historia de la joven con paso lento y desperdigando múltiples indicios, que si llegan a ser desatendidos por el espectador, por los básicos golpes de efecto que Greutert dispara en algunos momentos claves del filme para cumplir con las leyes del género, impedirán la conformación total del universo previo a Jessie, eso oculto que nunca supo, y que ni querrá saber en este caso, sobre su madre y su extraño vínculo con hechizos y magia vudú. Porque justamente lo interesante de la propuesta, que seguramente puede ser tildada de repetir fórmulas y utilizar clásicos recursos que generen factor sorpresa durante toda su duración, es su capacidad para ir de a poco introduciendo una historia con características épicas y que bucea en las miserias de un pueblo y una pareja, que a partir del nacimiento de una niña intentó expiar sus culpas relacionadas al racismo que imperaba en la época. La nostalgia como constructora de género (VHS, cajas musicales, reconstrucción de época, imágenes mediatizadas, etc.) y la apelación a una cosmogenia derivada de rituales vudú, le impregnan una originalidad a la propuesta que termina potenciando lo que expone y generando tensión allí donde menos lo pensaba. “Jessabelle” es la historia de una mujer que podría haber tenido una vida feliz, pero que en su necesidad por descubrir más detalles de su identidad termina generándose una carrera hacia su propia muerte sin posibilidad de escape.
Para los que no conocen la saga “Saw”, Kevin Greutert, el director de “Jessabelle” fue editor de casi la mayor parte de aquella serie y hasta ascendió para dirigir las dos últimas entregas (sexta y séptima). Su cine está sustentado en un hábil manejo de los cambios de climas y golpes de efecto y esta realización, es una clara muestra de ese estilo. No, no crean que aquí habrá un costado sádico y visceral. Al contrario, Greutert logra fusionar ideas ya vistas en varios films del género con bastante criterio. No es este un producto tan convencional como parece. En pocas palabras, si lo tuyo es el terror, aquí hay un material interesante para abordar. La historia de “Jessabelle” es la de una mujer que arranca la cinta en un estado de gracia y felicidad increíble, pero que por un poderoso hecho del destino (un accidente) ve hecha trizas su existencia y proyecto de vida. Termina en la vieja casa sureña familiar, donde encontrará un misterioso VHS en el que su madre, le transmitirá un mensaje cruel y despiadado para alertarla de que una entidad está junto a ella para hacerle mal. Jessabelle ( Sarah Snook, en una interesante composición) entonces comenzará a percibir que algo en su vieja casona no anda bien y buscará pistas que le permitan decifrar qué sucede en realidad. El guión de Robert Ben Garant elige variar la trayectoria de lo esperable, incorporando elementos del J-Horror (obvio que “The Grudge”) y vira violentamente hacia el thriller de intriga, con una facilidad pasmosa. El espectador mira al principio con cierto escepticismo la construcción del clímax, pero no hay que ir con miedo, esas sinuosas curvas llegan a destino, aunque no sea de una manera muy lúcida, sí es directa y potente. El cine de este género no se caracteriza por ofrecer innovaciones que marquen nuevos caminos con facilidad. Tiende a repetirse y agotar fórmulas (el “found footage” está terminado y siguen rodándose películas todos los días con ese recurso), quizás por eso disfruté tanto de “Jessabelle”. Cuando no esperás mucho, el impacto de un buen producto, hecho con un ensamble ajustado, se agradece. Renueva cartelera el terror y es una buena elección esta propuesta.
Voodoo Lounge El caso de la película Jessabelle, de Kevin Greutert, parece venir a confirmar la vigencia en la Argentina del cine de terror, género del que casi puede decirse que se estrena un nuevo título por semana. Un ritual que en algún momento a comienzos de los años ’80 cumplía la televisión. Por entonces el recordado ciclo Viaje a lo inesperado proponía una cita semanal con el miedo, con los inolvidables Narciso Ibáñez Menta y Nathan Pinzón como anfitriones. El programa fue vital en la formación de cierto rincón (cierto nicho parece una palabra más adecuada para el caso) de la cinefilia actual y en gran medida es responsable del amor incondicional que el espectador argentino parece tener por este tipo de películas. No es gratuita la mención a Viaje a lo inesperado antes de hablar de Jessabelle, en tanto ésta y casi todas las películas del género que se estrenan habitualmente en los cines argentinos, comparten un perfil cinematográfico que coincide con aquellas que el programa televisivo ponía al aire los sábados, a las 22, por Canal 13. Cine con conciencia de clase; de clase B. Y a mucha honra.De hecho Jessabelle tiene como fondo uno de los temas fetiches de las películas de terror que la televisión nacional tenía por aquellos años: el vudú y su exótico catálogo de monstruos y ceremonias. Un tópico que hacía rato había desaparecido de las producciones de este tipo, ahora empecinadas en contar historias paranormales pseudo reales filmadas con cámaras hogareñas o de fantasmas gritones con todo el pelo en la cara. Como la idea de volver a asustarse con ritos vudúes puede resultar un plan atractivo para los nostálgicos ochentosos, es necesario ponerlos sobre aviso: no esperen encontrar en Jessabelle ni los clásicos zombies haitianos de ojos blancos ni muñequitos de trapo atravesados por alfileres. Acá la cosa pasa menos por ese tipo de atractivas fantasías y más por recursos de lo más prosaicos, como animales degollados, velas rojas y altares al costado del camino. Nada que el culto al Gauchito Gil no haya vuelto una cosa cotidiana.Del mismo modo, la película vuelve a insistir con las fórmulas, redondeando apenas una nueva película de fantasmas parecida a cualquiera de las otras que llegan todos los jueves. Y aunque es posible contar durante el relato algunas escenas de alto impacto, también es cierto que esa cuenta no va más allá de dos o tres. En la superficie narrativa vuelven a quedar algunos miedos simbólicamente obvios, como aquellos de orden racial, en este caso con un espíritu negro que vuelve para reclamar lo que un blanco ha tomado como propio. En ese sentido dan más miedo las noticias de los excesos policiales contra la población negra que, como las películas de terror, también llegan una vez por semana desde los Estados Unidos. Aunque tampoco hace falta irse tan lejos para asustarse con eso.
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Terror a la ligera Kevin Greutert (Saw 3D, Saw VI) no es un director con una extensa carrera, y entre sus pocas producciones es posible que Jessabelle sea la peor. Las desprolijidades e incongruencias que saltan a la vista en Jessabelle son parte de un todo incompleto, del cual su director y su guionista Robert Ben Garant (Let's Go to Prison, Balls of Fury) son los mayores culpables. Además de detalles técnicos como errores varios de continuidad e inclusive de fotografía, el guion es el primero en errar el camino en la película, con una historia que denota ligereza argumental que no llega a generar interés durante toda su duración y termina derrapando en el absurdo hacía el final. Tal vez lo más interesante del film sea el protagónico de Sarah Snook (Predestination, Not Suitable for Children) pero no por su nivel dramatúrgico, si no por su llamativo parecido con Melissa Joan Hart, la recordada bruja adolescente Sabrina. Lamentablemente su pobre trabajo en Jessabelle, si está a la altura del resto del film, y no logra convencer con su papel en ningún momento. Películas de terror buenas no sobran estos días, aun así de vez en cuando alguna cinta llega para sorprendernos, claro que este no es el caso de Jessabelle, la cual se suma ya a una extensa lista de pobres producciones que pasaron por nuestras pantallas sin pena ni gloria.
Resucitarán tus muertos y en VHS La historia de Jessie o Jessabelle podría sintetizarse en 20 palabras y la mera descripción se parecería a la de tantos films de terror de los últimos años. Un accidente fatal, un personaje en silla de ruedas, la casa familiar en Louisiana, los espíritus que dan vueltas por allí, algunos toquecitos de rituales vudúes, un lago que nunca falta y que en el fondo esconde enigmas y un televisor y una videocasetera modelo 80 que funcionará muy bien como detonante dramático del relato. Sí, Jessabelle retoma la tendencia inaugurada hace 20 años por el horror japonés con los VHS como revelación de un pasado que altera, ya de por sí, las inestabilidades emocionales y las carencias físicas de un personaje central atribulado por la mala suerte que, de a poco y a puro asombro, comienza a descubrir su verdadero origen. En realidad el producto concebido por Kevin Greutert (responsable de dos films de la saga El juego del miedo) atiborra situaciones fuertes desde muy temprano, quitándole cualquier atisbo de suspenso a una trama poco original. La maltrecha Jessabelle, caracterizada por el buen trabajo de Sarah Snook (actriz de cine y de series de televisión como Spirited) coloca en la balanza a favor algunos momentos de interés de la cinta, en especial, cuando se encuentra sola en esa casa poblada por espíritus y decide, contra todos los pronósticos, visualizar esos VHS que remiten a su pasado, sus padres y a su mismo nacimiento. Allí la construcción del espacio cinematográfico remite a algunos clásicos de los años 80, por ejemplo, El intermediario del diablo de Peter Medak, donde cada objeto de la casa adquiría una funcionalidad protagónica. Pero la rémora dura poco, ya que la trama acumula sin culpas racontos de manual a través de planos de breve duración. Ya lejos, por lo tanto, quedan esos pocos instantes en que Jessabelle se alejaba de las recetas ya establecidas desde El proyecto de la bruja Blair, permitiéndose una pequeña dosis de suspenso y bienvenidas ideas visuales que contrastan con una historia contada a las apuradas y teñida de golpes de efecto de baja calidad.
Terror con estética de telefilm No es la originalidad lo que distingue a esta película con inocultable look de telefilm. Luego de un accidente automovilístico producido en el inicio de la historia, la joven y atribulada protagonista (la australiana Sarah Snook, de muy buen trabajo) sufre terribles consecuencias: queda en silla de ruedas, pierde a su novio y al hijo que estaba gestando. Desesperada, decide acudir a su padre, al que no ve hace años. Pero el regreso a su casa de la infancia no será buena idea. Aterradoras amenazas se harán cada vez más palpables. Fantasmas, mensajes de ultratumba grabados en viejas cintas de VHS, tarot y ritos vudú son parte de un menú sobrecargado que también incluye una pesada serie de flashbacks que intenta explicar lo que de todos modos resuena obvio, redundante, carente de imaginación, apegado a la fórmula.
Otra de terror que no asusta... "Jessabelle" propone, desde su trailer, hacértela pasar mal pero no lo consigue. En los primeros cinco minutos de la peli, pasa tooodo, sí sí, es casi como una novela mexicana, todo. Después el ritmo se calma y la casa maldita pasa a ser la protagonista. Escenas más que obvias y si sos seguidor del género, los momentos son visualmente poco creíbles para una peli de "terror". Lo único que rescato y que quizás aplaudo, es el final (si la vas a ver vas a entender porque lo digo). Las actuaciones están bien, aunque sobreactuadas por momentos, pero el guión es muy predecible y eso hace que todo se pinche mientras transcurren los minutos: se sabe que van a ir en busca de una cosa, y esa cosa los lleva a la otra... los guionistas no arriesgaron nada y eso se nota. "Jessabelle" es una hoja de calcar a todo lo que ya vimos. Peli que no asusta ni a un nene, pero que seguro tendrá su público solo por ser considerada "de terror".
Terror tan confuso no provoca sustos Los detalles relacionados con el folklore y los ritos populares de Louisiana son lo más interesante de este film de terror que nunca termina de despegar del todo. Sarah Snook interpreta a una muchacha que, luego de sufrir un gravísimo accidente de auto, debe retomar contacto con su familia a la que no ve desde hace años ya que no tiene dónde desarrollar su rehabilitación. Su madre murió poco después de su nacimiento y, como la crió una tía, casi no ha tenido contacto con su padre en toda su vida. El padre se hace cargo de ella y la lleva en su silla de ruedas al antiguo caserón de la familia, donde encuentra una serie de videos que la madre le dejó como mensaje para que vea en su cumpleaños numero 18, dado que ella sabía que estaba muy enferma y quería que su hija la conociera, aunque sea por ese medio. Sólo que, por un lado, los mensajes son bastante extraños, llenos de detalles esotéricos, y por otro el padre le prohíbe verlos, al punto de que le prende fuego a los tapes y llega a tirar su silla de ruedas al lago para que ella no pueda deambular por la casa buscándolos. La historia es muy rebuscada y tiene que ver con un espíritu que intenta poseer a la muchacha, intriga en la que se mezcla un crimen del pasado sin resolver. Hay algunos momentos debidamente horripilantes y climas ominosos, pero no mucho más, y sin duda faltan ingredientes necesarios para que funcione bien un film de terror.
El paisaje perfecto para el terror En ese gran país de los relatos que es Estados Unidos, Louisiana ocupa un lugar privilegiado. Es la tierra del profundo sur donde los mitos haitianos y africanos siguen vivos en la imaginación popular, mezclados con dosis apreciables de cristianismo y otras yerbas religiosas. Una región multirracial, multilingüística y multicultural que es el equivalente norteamericano de los territorios explorados y explotados por el realismo mágico. El ritual del vudú y los zombis son quizá los elementos más conocidos de esa mitología que pasaron a la ficción. Lo mejor de Jessabelle -si dejamos de lado a su protagonista, la actriz australiana Sarah Snook– es precisamente emplear como condimento básico de su ensalada paranormal ese folklore maldito. Jessabelle es una chica que debe volver a su pueblo natal después de un terrible accidente. Está postrada en silla de ruedas y la única persona que tiene en el mundo es a su padre, un tipo hosco que vive en medio de los pantanos en una enorme casona deteriorada. El paisaje perfecto para el terror. Y el terror no se hace esperar. Desde el momento en que Jessabelle ocupa el dormitorio de su madre difunta, empieza a tener extraños sueños y visiones. Una presencia la asedia en la casa y, en vez de aclararse, todo se complica más cuando encuentra una serie de VHS grabados por su madre antes de morir. Podría decirse que en la aglomeración y aglutinación de elementos, la película de Kevin Greutert (responsable de las dos últimas entregas de El juego del miedo) replica el sincretismo cultural y religioso de la región donde se desarrolla la historia. Entonces, sería válida la fórmula de que Jessabelle es a las películas de terror lo que Louisiana a las supersticiones. A la vez, hay un contenido dramático, una sórdida historia familiar que va emergiendo gradualmente en la trama y que podría haber sido mucho más sutil, si el director y el guionista no hubieran cedido a la compulsión de explicarlo todo. Esto, sin decir nada de la otra compulsión: la de mostrar varios primeros planos innecesarios del escote de la protagonista. También en términos de terror puro, Jessabelle no termina de consolidarse como un gran producto. La abundancia de clichés –muchos de ellos sustraídos, sin demasiada reelaboración, del cine de horror oriental– tienden a suavizar su energía siniestra y a aplanar un relato bastante más complejo del que suele ofrecer el género.
Una joven se encuentra atrapada por un pasado espantoso. Se encuentra dirigida por Kevin Greutert “El juego del miedo 6”, “El juego del miedo 7”, entre otras. Una joven llamada Jessabelle (la australiana Sarah Snook, “These Final Hours”) intenta reponerse de un terrible accidente automovilístico, donde ha perdido su embarazo, su pareja y ha quedado temporalmente en silla de ruedas, un panorama para nada alentador. Regresa a su casa de la infancia en Louisiana, allí quien la recibe es un pasado tumultuoso, un padre alcohólico que perdió a su esposa al poco tiempo de haber dado a luz a Jessabelle y no lo ha podido superar. Es notable como la mala suerte golpeó a esta familia. Una vez en la casa , Jessabelle se encuentra con oscuros recuerdos de su pasado, debajo de su cama una caja que contiene varias cintas de video VHS, cartas de tarot y secretos, ella ve a su madre embarazada, lo que esta muestra y habla sobre el futuro resulta espeluznante, aterradores fantasmas y todo logra intranquilizar a Jessabelle. Tiene momentos dramáticos, los primeros minutos resultan intrigantes, con un poco de thriller psicológico, algún que otro efecto especial, con cierto suspenso, a través de su fotografía, ambientación, situaciones fuertes y su desarrollo. El problema está cuando intenta generarle miedo al espectador, va desperdiciando situaciones de terror, recurre a momentos muy trillados, se han visto en ciento de películas de este género (“La llamada” y tantas otras), no genera ningún sobresalto o sustito, es lenta y las actuaciones se notan sobreactuadas. Resulta bastante predecible, algo superficial. Al fin y al cabo resulta un film flojo.
El cine del género de terror ataca de nuevo, y por millonésima vez no se les cae una idea original, pero a fuerza de verdad hay que otorgarle el beneficio de un principio premonitorio. El problema es que luego rápidamente deja de sostenerse, digamos no aguanta ni diez minutos, el tiempo en que comienzan a aparecer los fantasmas, o mejor expresado, las imágenes fantasmales. Digamos que le creo todo, que compro el verosímil y permito me siga contando; le creo que tras el accidente en el que viajaba con su pareja, partes del cráneo del pobre desgraciado estaban incrustados en la garganta de ella, mientras ella quedo vivita y casi coleando. Le creo a ese padre que hace exactamente 26 años abandono a esa hija, tras la muerte de su esposa, muy poco tiempo después del parto, vaya a hacerse cargo de una hemipléjica temporaria, que no podrá caminar vaya uno a saber por cuanto tiempo; digamos que le creo que en el año 2014, o sea 26 años después de su nacimiento, la habitación de quien fuera su madre está intacta y pulcra. Digamos que le creo que en Louisiana se haya instalado una subcultura haitiana sobre vudú y otras yerbas de manera tal que todos la conocieran, hasta los blancos anglosajones. También le creo que luego de 26 años ella encuentre cassettes vhs grabados por su madre, sabiendo que le queda poco tiempo de vida. El padre se opone a que Jessy los vea, y digamos que en el país de la compra compulsiva y el tirar lo que está en desuso, el padre conserve una videocasetera casi impecable, que funciona a la perfección. Que la aparición de un ex novio, ahora casado con otra y todavía enamorado de ella, es oportuna; que la trama pase, antes de instalarse en el género de terror, por una construcción melodramática, para luego convertirse en algo del orden de lo detectivesco, sin olvidarse del componente romántico, ya instalado Todo eso se lo puedo creer, hasta el punto que ella se de cuenta qué es lo que desean los fantasmas. Lo que no le puedo creer, que rompe con todos los parámetros de una realidad que va construyendo, es que semejante mujer, Jessy, se meta en la bañera con la ropa puesta. ¡Too Much! Resumiendo, “Jessabelle” representa exactamente esa ya tradicional impresión /desengaño de las producciones de terror que empiezan bien, presentando a un personaje de lo más interesante, extremadamente sensual, bien interpretado, pero que poco a poco se va diluyendo tanto el texto como la performance, que queda fagocitada por el mal desarrollo del relato, que no deja de ser progresivo pero termina siendo vacuo. De la misma manera que se va perdiendo la capacidad que mostró en los primeros minutos de atrapar la atención del espectador con armas leales, para convertirse en un filme que nada entrega, salvo que se viene la segunda, y no es que sea un genio en el análisis cinematográfico, la película cierra anunciándolo.
Horrorosa Una joven pareja se rompe junto a sus sueños cuando un camión choca el vehículo en el que viajan. Él muere, y ella queda imposibilitada de caminar, por lo que queda al cuidado de su padre, a quien hacía años que no veía, desde la muerte de su madre. Trasladada ya a la casa de este hombre que le resulta tan ajeno, la joven ocupa el cuarto que fuera de su madre y allí es donde encuentra unos VHS desde los que su difunta progenitora la saluda, y la inquieta. A partir de entonces comienzan a suceder cosas ligadas con lo sobrenatural, inexplicables, trágicas. Soporífera es esta propuesta nada original, poco inspirada, de pésimo guión y llevada sin talento por un director que todavía no aprendió a contar una historia. Solo la dirección de arte, muy clase B, aporta algo decente a este bodrio que no debería ocupar un precioso espacio en nuestra cartelera.
Empantanados El sur de Estados Unidos es uno de los lugares ideales para el terror. El vudú, los rituales, la casa en medio del pantano. Un mundo donde la civilización es atravesada por el misticismo. Películas como Envenenados (Venom, 2005) o La Llave Maestra (The Skeleton Key, 2006) recorrieron ese camino de tinieblas y maldiciones. Jessabelle (Jessabelle en el titulo original también) se da una vuelta por el terror sureño, con varios defectos y algunas virtudes. Jessabelle (Sarah Snook) es una joven que sufre un accidente junto a su pareja. Sin dinero, y con el espíritu (y las vértebras) quebradas, debe regresar al hogar que la vio crecer. Una vuelta que resulta más traumática que la habitual. Uno pensaría que el tema del alcohólico padre ausente y los siniestros videos esotéricos que grabó su madre antes de morir son suficientes. Pero no, siempre se puede estar peor: hay una entidad que empieza a acosarla de manera regular y constante. Primero en la noche, después, hasta en el baño. ¡Y Jessabelle encima está en silla de ruedas! Hay material para una buena película de terror. Un misterio que se va develando, un fantasma femenino salido entre una combinación de La Llamada (The Ring) y Posesión Infernal (Evil Dead del 2013, no la maravillosa original), la desesperante limitación de nuestra protagonista, y una locación envidiable, los pantanos del sur de Estados Unidos. El problema de Jessabelle es que se queda a mitad de camino al utilizar los recursos con los que cuenta. La dirección de Kevin Greutert no tiene matices visuales, y aunque logra algunos momentos de terror genuino (principalmente en el interior de la casa), desperdicia una historia que debería ser agobiante y traumática. Porque desde el comienzo de la película, la muerte es una constante. Si a eso sumamos espectros, un pasado escabroso, y más muertes, es extraño como no transmite mayor angustia y pánico. Mucho tiene que ver con una protagonista que pareciera no sufrir todo el horror que florece a su paso, y también, porque la película mezcla vertientes del terror (vudú, fantasmas) sin combinarlas de manera efectiva. El problema que tiene Jessabelle es que no consigue explotar los recursos con los que cuenta. El misterio del relato (siempre hay alguna vuelta oculta) logra mantener nuestro interés, el problema se vincula a la forma en que es construido. Se insertan personajes, fantasmas, y pistas, de forma burda. Tanto por la aparición de un ex novio de la protagonista (sino como seguía la historia), la utilización de unos videos de la madre de Jessabelle (se van observando en función de la necesidad del director de dosificar el misterio), como por su resolución con proliferación de fantasmas. El sur estadounidense es absolutamente cinematográfico y tiene ingredientes ideales para una buena película de terror: inhóspitos pantanos, casas señoriales (efigies de un pasado cruel y remoto), la impresión de que una maldición vudú aguarda debajo de cada espejo de agua fangosa. Jessabelle entrega una certeza, hay que saber utilizarlos.
Jessabelle -de Kevin Greutert (Saw VI y VII), con Sarah Snook (Predestination), Mark Webber (Scott Pilgrim) y Joelle Carter (High Fidelity)- se estrenó en EE.UU. hace más de 6 meses, pero a nosotros recién nos llega a la pantalla grande hoy. Hay veces que este delay nos garantiza que vamos a enfrentarnos a un bodrio, pero no es el caso. Aunque sume muchas críticas negativas te juro que no es el caso. La película tiene una cortísima escena inicial de felicidad: Jessabelle (Snook) está recientemente embarazada y cargando sus pertenencias en el auto del novio, para mudarse con él. Pero la fatalidad les roba el futuro: un camión choca al vehículo en el que viajan, matando a su novio, a su futuro hijo y dejándola paralítica. Completamente sola, Jessabelle tiene que recurrir a su padre, quien la había abandonado de chica. El viejo la lleva a vivir a su propia casa en Lousiana, donde había convivido con la madre de Jessie hasta que falleciera de cáncer, pocos meses después de nacida ella. Ya instalada, la muchacha comienza a encontrar mensajes de su madre en cintas de VHS desperdigadas por toda la casa, mensajes que le traen malos presagios, y comienza entonces el tole tole del terror: puertas que se cierran solas, espejos que se rompen y espíritus vengativos que se materializan. En general, en el cine de terror, parece estar todo dicho. La gran mayoría de los filmes recurre a los mismos recursos para generar miedo o suspenso, y suelen ponerlos en el mismo orden y en idénticas dosis. Lo interesante en esta oportunidad es que, a pesar de caer por momentos en estos pequeños lugares comunes, el film sabe dosificar la información. Por supuesto que siempre estará el cinéfilo fan del terror que se conoce todas las fórmulas del género y ata los cabos antes de tiempo, arruinándose el final. Jessabelle te engancha desde el principio y va construyendo climas interesantes de menor a mayor, sumando datos y pistas que sirven para resolver la trama con gran coherencia, porque -por lo general-, siempre que los protagonistas se enfrentan a un espíritu vengativo lo primero que tienen que hacer es averiguar quién es y qué quiere. Y es en el transcurso de este descubrimiento en el que la misma Jessie va descubriendo quién es ella. VEREDICTO: 6.0 - #NIUNAMENOS (?) Jessabelle no es mala, pero juega en el límite de cuánto conocés del género y cuánto no, y es precisamente en esa delgada línea donde puede parecerte una porquería o pueden sorprenderte sus vueltas de tuerca.
Fantasmas en la casa no me dejan ir… Jessabelle es de esos films que no aportan nada nuevo al género terror/thriller y encima tiene un exceso de duración, clichés y cuotas de absurdo que, de alguna forma, se vuelve algo delicioso para no ser tomado en serio. Con poca originalidad, lentitud y mucho enredo en su desenlace final se presenta la historia de una protagonista colorada como Sarah Snook -Las últimas horas y Predestinación- que tras sufrir un accidente automovilístico que la deja en silla de ruedas se traslada a la casa de su padre en Louisana. Como por arte de magia descubre unos videos de su madre fallecida -cuando Jessabelle era tan sólo una bebé- donde su progenitora trata de alertarla de una presencia extraña en aquel hogar. Temáticas como el vudú ya abandonaron sus etapas de gloria, con películas de mulatos poseídos como Yo caminé con un fantasma, y las fantásticas y siempre recomendadas Los creyentes, donde el impecable Charlie Sheen trata de clarificar un asesinato, y La serpiente y el arcoíris, sumergida en la profunda Haití, cuna de creencias nativas de posesión de almas y seres en trance. Los títulos mencionados eran dignas piezas que revolvían estómagos por su veracidad. En Jessabelle, los fantasmas y el tibio culto son figurativos y sólo adornan el clima de aquella zona sureña de Estados Unidos de pantanales, folk y vida campestre, en un claro paralelismo con otro producto mejor logrado como lo fue La llave maestra, donde Kate Hudson como enfermera se encuentra ante una religión afroamericana con mayor presencia y fuerza que busca la posesión de su cuerpo a través de la creencia. Su director Kevin Greutert, responsable de las dos últimas y pésimas entregas de El juego del miedo, apuesta por un terror con desbordado e industrial dramatismo, que los verdaderos amantes del horror prefieren evitar. Una historia trillada hasta el hartazgo, de tímida tensión amorosa entre la protagonista y el personaje de Mark Webber -muy destacado en la siniestra remake de 13 pecados-, que no suma riqueza a la historia. Sólo para pasar el rato sin demasiadas pretensiones en un triste domingo de invierno.
Los videoclubes de los ‘80 y los extintos cassettes VHS son sinónimo para mí de películas de terror. Ví también en ese soporte las Indiana Jones, las Terminator y las Volver al futuro, pero cuando tenía 9, 10, 11 años y los sábados a la mañana iba con mis viejos al videoclub Estilo de Mendoza y Ávalos, me dirigía a la sección de terror y me quedaba un rato largo ensuciándome los dedos con las cajitas de cartón repletas de zombies, vampiros, asesinos seriales y -voy a confesarlo- chicas con poca ropa. Fui fan del terror y creo que es lo que más extraño de mi infancia. Con el tiempo, el género fue cayendo en la autoconsciencia y la parodia a la vez que yo fui cayendo en la cinefilia. La combinación de ambas cosas nos fue distanciando. Hoy el terror sigue dando dividendos, las distribuidoras locales estrenan pequeñas peliculitas del montón que sin actores conocidos ni directores de renombre pueden vender bastantes entradas entre los adolescentes comepochoclos. Pero más allá de algún que otro ejemplo ilustre, se nota que a Hollywood le cuesta cada vez más asustarnos. El caso de Jessabelle es uno de tantos. Su director, Kevin Greutert, viene de la serie de películas de torture porn El juego del miedo pero acá intenta dar un paso adelante y en un punto lo logra. Jessabelle busca más la construcción de una atmósfera, los sobresaltos diseñados con prolijidad e inteligencia, y una historia bastante más elaborada que aquella elemental de las de El juego del miedo. Algo de gótico sureño -la película transcurre en Louisiana-, espíritus, tarot, una protagonista indefensa en una silla de ruedas y el encierro en una casa tenebrosa. No es un mal comienzo. Jessie (la desconocida australiana Sarah Snook, que se calza al hombro la película y lo hace muy bien) vuelve a la casa de su infancia postrada en una silla de ruedas después de un accidente en el que murió su novio. Ahí ocupa la habitación de su madre muerta. A escondidas de su padre (David Andrews, el suegro de John Connor en Terminator 3: La rebelión de las máquinas, una gran película), encuentra unos VHS con imágenes de su madre muerta y empezará a ser acechada por una presencia desconocida. La cosa funciona si uno no busca demasiada originalidad. Todo es bastante básico pero correcto. Los trabajos de Snook y del DF Michael Fimognari -especialista en el género y responsable de las imágenes de Oculus, una película mejor que esta- logran transmitir no pocos escalofríos y sobresaltos. La idea de la mujer joven y vulnerable, confinada a una silla de ruedas, en una casa de la que no puede salir, si no es el colmo de la creatividad al menos resulta una premisa con potencial para las escenas de miedo. Y hay bastantes. Pero después la trama decide ponerse más vueltera, empiezan a revelarse secretos y entra en escena novio de la adolescencia de Jessie, Preston (Mark Webber, el cantante de la banda de Scott Pilgrim). Ahí la película se pierde en unas vueltas de tuerca innecesarias -en el mejor de los casos- e inverosímiles -en el peor-, mientras abandona o se olvida de la atmósfera gótica. Jessabelle es una película de terror más de las tantas que se estrenan en Argentina: baratas y relativamente efectivas en la taquilla. Está para bajar. No es una tan mala opción para un sábado a la noche en casa.
Kevin Greutert dirige Jessabelle, una película de terror sobrenatural que se alimenta de otros productos y entrega demasiadas sorpresas. “Según la Biblia, Jezabel fue la encarnación misma del mal. El arquetipo de la mujer liviana y ambiciosa que, movida por sus propios intereses, causa la perdición de todo aquel que cae en sus redes”, relata María Pilar Queralt del Hierro en su libro “Mujeres de vida apasionada”. Hay algo de este fragmento que cito ya más entrada la película pero no conviene ahondar mucho más en eso para no perder sorpresa. Aunque, hay que decirlo, el film no se destaca demasiado por su originalidad y recuerda todo el tiempo a otras producciones, siendo más que un homenaje, un pastiche de varias películas. No aporta nada nuevo y sólo entrega unos buenos climas, lo cual la convierte en una más de las tantas películas de terror que llegan y además con retraso (dato no menor). En este caso, la película dirigida por Kevin Greutert (director de dos de la extensa saga de El Juego del miedoy editor de cinco de ellas), Jessabelle (Sarah Snook) es una joven a la que en los primeros segundos de película le cambia la vida por completo. En un accidente automovilístico pierde a su pareja, un embarazo y su posibilidad de caminar, lo que la lleva a vivir con su padre en una casa bastante abandonada, casi en ruinas y donde abundan, aunque muchos escondidos, los recuerdos de su difunta madre. La película no tarda en encontrar los climas adecuados para un film de terror más preocupado por el terror en sí que por impresionar a través del gore, por ejemplo, o asustar a través de golpes de efecto (aunque tiene algunos de todos modos). Jessabelle encuentra de casualidad bajo la cama unas cintas y al reproducirlas de repente se encuentra con su madre hablándole a través de la pantalla de televisión. Lo que al principio comienza como algo lindo y necesario quizás para el momento que está viviendo, de a poco comienza a tornarse más oscuro y extraño cuando comienza a hablar de su futuro (es decir, ahora su presente) y éste suena aterrador. El rechazo casi completo de su padre y la aparición de un muchacho que fue parte de su juventud colaboran para que la vida de Jessabellese torne, digamos, interesante. Sarah Snook está muy bien como esta Jessabelle que no puede evitar cuestionarse quién es y de dónde viene, aunque junto a su coprotagonista Mark Webber se pierde entre la falta de química y las escenas románticas berretas que les toca actuar. Lo sobrenatural comienza a apoderarse del relato y el final deja un poco fuera de foco al resto del film, se siente más bien forzado.