De Bielorrusia con frenesí La saga que comenzó con John Wick (2014), faena dirigida por Chad Stahelski y escrita por Derek Kolstad, rankea en punta como uno de los últimos bastiones reales del mainstream contemporáneo en lo que respecta a entretenimiento no sólo de calidad sino puro y duro, sin concesiones patéticas o sonsera alguna de corrección política, tibieza formal, jugada burda de marketing, manotazo de ahogado a escala narrativa o pavada del rubro que sea orientada a dejar contentos a todos los segmentos de un público masivo y muy heterogéneo, algo que lamentablemente sucede con la enorme mayoría de los productos de la industria cultural actual ya que al pretender abarcar tanto aprietan muy poco cual obra sin coherencia ni vigor ni astucia, engendros que apuntan a todos los espectadores y por ello caen hundidos bajo el peso de su propia impersonalidad o sustrato anodino y extremadamente inofensivo, hueco. Si bien el enfoque minimalista exacerbado de Kolstad resulta fundamental, un profesional que sinceramente no hizo mucho más por fuera de la franquicia que nos ocupa, la similar e inferior Nadie (Nobody, 2021), de Ilya Naishuller, y un par de colaboraciones olvidables con Dolph Lundgren, léase Asesinos en la Mira (One in the Chamber, 2012), de William Kaufman, y Entrega Explosiva (The Package, 2012), opus de Jesse V. Johnson, los que se terminan llevando las palmas son siempre Keanu Reeves como el sicario indestructible titular, actor que con los años ha sabido madurar con gracia y acomodarse muy bien a sus posibilidades interpretativas sin pretender inflar su pedigrí ni derrapar en los típicos delirios egocéntricos de la fama, y el mismísimo Stahelski en lo que respecta a la puesta en escena de las estupendas secuencias de acción, una y otra vez garantizando que la vertiginosidad de vieja escuela -edición sosegada de por medio, sin tantos cortes- sea la estrella del film. La llegada de la tercera secuela, la genial John Wick 4 (John Wick: Chapter 4, 2023), ahora por primera vez sin Kolstad y con un guión de Shay Hatten y Michael Finch, nos deja todo servido para afirmar que la presente y el eslabón anterior, John Wick 3: Parabellum (John Wick: Chapter 3- Parabellum, 2019), pueden no llegar al nivel de los dos primeros e insuperables eslabones de la saga, hablamos del film del 2014 y John Wick 2 (John Wick: Chapter 2, 2017), no obstante esta última dupla sigue siendo prodigiosa si la comparamos con prácticamente cualquier otra cosa que tenga para ofrecer el mainstream del Siglo XXI, atiborrado de unos CGIs que Stahelski y su director de fotografía, el danés veterano Dan Laustsen, ese mismo de los dos capítulos previos y colaborador asiduo de Guillermo del Toro como lo demuestran La Cumbre Escarlata (Crimson Peak, 2015), La Forma del Agua (The Shape of Water, 2017) y El Callejón de las Almas Perdidas (Nightmare Alley, 2021), dedican exclusivamente a tomas difíciles y/ o situaciones esplendorosamente surrealistas y siempre vinculadas al frenesí brutal e hiper masculino de todas las secuencias de acción. La historia, nuevamente, es microscópica y arranca con la ejecución en el vasto desierto de Marruecos por parte de Wick del único regente que se ubica por encima de The High Table (George Georgiou), preámbulo a su traslado al Hotel Continental de Osaka, en Japón, en busca del amparo del manager y amigo Shimazu Koji (Hiroyuki Sanada), quien termina asesinado por un sicario ciego nipón, Caine (Donnie Yen), que está siendo extorsionado por el villano de turno, el Marqués Vincent de Gramont (Bill Skarsgård), emisario de The High Table con la misión de resolver definitivamente el “problemilla” de legitimidad/ autoridad desencadenado por el protagonista dentro de este sindicato criminal de alcance planetario. Kolstad puede haber desaparecido aunque la distribuidora Lionsgate y las tres compañías productoras, Summit Entertainment, Thunder Road Pictures y 87Eleven Productions, mantienen todos los pivotes cruciales en su exacto lugar y por ello regresan el rey delictivo marginal del infatigable Laurence Fishburne, ese manager de la sucursal neoyorquina del Continental en la piel de Ian McShane, un Winston Scott que es despojado de sus dominios por no saber frenar a Wick, e incluso aquel conserje imperturbable que supo componer el recientemente fallecido Lance Reddick, el elegante Charon, amén de novedades varias como un par de colegas sicarios que hacen las veces de criaturas ambiguas, ese Caine a lo Zatoichi y un cazarrecompensas negro que nunca se aparta de su perro, bautizado Señor Nadie (Shamier Anderson). Al igual que el cine popular de antaño y todo el cine de género valioso en general, la frutilla de la torta de John Wick 4 se resume en los antagonistas, aquí siguiendo la línea sutilmente caricaturesca de la tercera parte ya que al refinamiento cruel y ultra ególatra del personaje del perfecto Skarsgård se suman la rigurosidad de su “mano derecha” de ascendencia latina, Chidi (el chileno Marko Zaror), y el carácter decididamente grotesco de un jerarca de alto orden con base en Berlín, el gigantón con dientes de oro Killa (Scott Adkins), al cual John debe liquidar para ser aceptado de nuevo en el clan mafioso bielorruso y así poder retar a un duelo al franchute aristocrático, idea de un Scott deseoso de venganza porque el testaferro de The High Table mató a Charon y destruyó su preciado hotel. Si bien el querido Clancy Brown no cuenta con el perfil de luminarias previas que han participado con pequeños roles en la franquicia, como Anjelica Huston o Franco Nero, aquí el susodicho se luce como el Heraldo, un burócrata lacónico que supervisa al marqués. Stahelski, un gran experto en stunts que se desempeñó bajo las órdenes de Alex Proyas, John Carpenter, Sam Raimi, Jean-Pierre Jeunet, Barry Sonnenfeld, Joel Schumacher, Lee Tamahori, Stephen Sommers, Doug Liman, Joss Whedon, Zack Snyder, Sylvester Stallone, Joseph Kosinski, Robert Rodríguez, James Mangold y las hoy por hoy hermanas Lana y Lilly Wachowski, posee la inteligencia suficiente para no abusar del sentimentalismo o el melodrama baladí a lo largo de las casi tres horas de metraje y para entregarnos escenas frenéticas sublimes como aquellas refriegas en Osaka, Berlín y París, en este último caso luciéndose con tomas secuencias cenitales bien opresivas, una batalla campal alrededor del Arco del Triunfo y un ascenso bastante sarcástico hacia la Basílica del Sagrado Corazón, sede del duelo del desenlace. John Wick 4, en este sentido, está un poco más volcada hacia la arquitectura dramática y referencial del spaghetti western y del chanbara u odiseas de samuráis, sobre todo por la dialéctica de los cazarrecompensas leonianos y la importancia que tienen las katanas en los enfrentamientos, sin embargo siguen estando en primer plano las alusiones explícitas a Jean-Pierre Melville, el cine de aventuras, James Bond/ 007, el wuxia o acervo chino de artes marciales, el neo film noir de los 60 y 70, los cómics para adultos, Sam Peckinpah, el cine de yakuzas de Kinji Fukasaku, la súper acción ochentosa, el anime, Nicolas Winding Refn, las fábulas posmodernas, el slasher, el poliziottesco, John McTiernan, la Matanza Heroica de John Woo y Ringo Lam, las obras de espionaje de la Guerra Fría, la comedia negra, el cine gore, Luc Besson, los “first-person shooters” del enclave de los videojuegos y desde ya las recordadas coreografías de Yuen Woo-ping para The Matrix (1999), joya de las Wachowski en la que Stahelski ofició de doble de Reeves…
“John Wick” es probablemente la saga de acción más memorable y querida de la última década. Y su última entrega no se queda atrás.
John Wick 4 llega tres años después de la anterior entrega de la serie de películas protagonizadas por Keanu Reeves y dirigidas por Chad Stahelski. No es necesario repasar los títulos previos para conectar con este nuevo capítulo, basta con recordar que clase de películas son. La venganza inicial que sacaba del retiro a Wick iniciaba una cadena de eventos que alcanzaba un nivel global y que en la tercera entrega tomaba un sutil respiro para adentrarse en el largometraje que se estrena en el año 2023. Sería seguir perdiendo el tiempo no decir ya mismo que se trata de una obra maestra, posiblemente una de las mejores películas de acción de todos los tiempos. No sólo su calidad es asombrosa y el entretenimiento que brinda es inolvidable, también tiene la osadía de plantear su juego sin especulación y sin renunciar a su plan estético y narrativo. Verdadero cine con mayúsculas. La escena inicial nos recuerda quién es John Wick. Una persecución a caballo por el medio del desierto con el protagonista vestido con su impecable traje negro nos marca que acá no hay concesiones para buscar un verosímil fuera de la serie. Podría estar nadando en el mar o en el espacio, Wick tendría su traje negro. Cuando se logra ese vestuario como marca identificatoria a la que no se renuncia es porque se ha alcanzado el nivel de mito cinematográfico. Aclarado ese punto la película comienza su narración, tomándose el tiempo para presentar a más personajes y conflictos. John Wick 4 tiene una ambición parecida a sus antecesoras pero va más allá. Como una especie de Sergio Leone del cine de acción moderno, Chad Stahelski arma las escenas de forma sofisticada, deteniéndose en detalles que hacen la diferencia, buscando el clima adecuado para cada momento. En esta ocasión los demás personajes tienen más tiempo en pantalla y hay buenas escenas sin la presencia de John Wick, aunque todo el tiempo se esté aludiendo a él. Bill Skarsgård interpreta a Marquis, un villano que tiene lo que necesita un villano, personalidad y provocar en el espectador un odio sin límites. Ian McShane interpretando a Winston es una pieza imprescindible a la que se le da gran peso en esta entrega y Lance Reddick en el rol de Charon, en la que ahora sabemos era su despedida del cine. Cada uno de los secundarios tiene su momento, lo que nos permite extrañar un par de minutos a Keanu Reeves para que luego vuelva en todos los mejores momentos de la película. Hay dos cosas que definen los largometrajes de John Wick y en John Wick 4 se destacan particularmente. Lo estético es fundamental. Cada escena posee un esteticismo marcado que no afecta jamás al ritmo narrativo, pero que hace que cada plano sea bello, que tenga un criterio visual que lo vuelva inolvidable. En el cine clásico las películas estaban llenas de planos cuidados al milímetro, pero con los años, saliendo de los estudios, el concepto del cine cambió y todo se transformó en un mundo más real y menos bello. En John Wick 4 vive ese espíritu más antiguo, aunque todas y cada una de las escenas se vean modernas. Las luces, los encuadres, un juego visual que nos va regalando un sinfín de escenas memorables. El director juega al máximo con las posibilidades narrativas contemporáneas, no se asusta de los recursos actuales, pero siempre se encarga de armar momentos de narración ordenada, clara y veloz. Estético y narrativo por partes iguales. El otro elemento fundamental de John Wick 4 es que todo transcurre en un mundo paralelo al real. Si bien los personajes viven en el mundo real, las locaciones son famosas ciudades y los lugares por donde pasan son conocidos, la historia corre por un carril paralelo a la gente. Todos los personajes son asesinos, forman parte de una organización criminal o tienen un asunto pendiente que los convierte o los convirtió en criminales en algún momento. Las personas no se ven amenazadas por este grande juego mundial de asesinos, de organizaciones secretas y códigos antiguos bajo los cuales viven los personajes de la película En escenas donde hay gente, como la espectacular secuencia del club nocturno en Berlín, las cientos de personas que están ahí ignoran primero la pelea, luego la observan con estupor y finalmente se van del lugar pero no en pánico. No viven las peleas mortales entre asesinos como una amenaza para ellos. Los únicos no criminales que existen y podrían correr peligro son los familiares de los asesinos. Pero incluso ellos no tienen líneas de diálogo ni mucho menos. Es como si no supieran de ese otro mundo. Las escenas de acción, que son muchas, que son extensas, que son asombrosas, todas llevan el concepto de coreografía al borde del musical. Cómo si John Wick fuera un Gene Kelly del cine de acción, tiene las mejores escenas para él, acompañado por un grupo de personajes que en cada número se mueven al ritmo de las armas elegidas y la locación que acompaña el clima de la escena. La mencionada belleza acompaña con luces y colores cada momento generando formas que pasan del duelo de a dos al enfrentamiento grupal, incluso con tomas cenitales que son una mezcla entre Martin Scorsese y Busby Berkeley. No hay forma de resumir todo lo que entrega John Wick 4 a nivel visual. Sin proponérselo deja en ridículo a casi todo el cine de acción contemporáneo, con la única excepción de los films de Misión: Imposible, con los que comparte un amor por el cine que hoy por hoy es difícil de encontrar. Otro personaje clave es Caine, un asesino ciego, viejo amigo de Wick que ahora deberá enfrentarlo por razones de fuerza mayor. Quien lo interpreta es nada menos que la leyenda del cine de artes marciales Donnie Yen. Hay tantas referencias cruzadas en ese personaje que ya en sí mismo contiene un mundo. Su destino también es clave en este mundo de asesinos que se matan entre ellos y pelean con unos códigos que parecen de otro mundo y otra época. John Wick 4 es un neo noir y un film de acción e incluso tiene algo de wuxia, como sutilmente se desliza en la trama. Pero también es un largometraje de aventuras, una historia de capa y espada e incluso un western. Las referencias a Sergio Leone no son gratuitas, como tampoco lo es la presencia del cine de acción asiático y el mencionado Scorsese. En las escenas finales el calvario y la redención de John Wick se mezclan hasta convertirlo en un personaje como Eddie Bartlett (James Cagney) de Héroes olvidados (The Roaring Twenties, 1939), pero con un destino más ambiguo. No sé si alguien habría pensado, casi una década atrás, en que John Wick sería el nombre de una saga de películas exitosas con destino de clásico. Mucho menos que quedarían dentro de ese pequeño grupo de largometrajes que luchan a brazo partido por defender el gran cine. Asombrosamente no sólo todo eso finalmente está pasando, sino que la cuarta entrega ya figura entre lo mejor del cine mundial contemporáneo. Si es el director, si es el guión, si es Keanu Reeves o el resto del elenco. En cualquier caso lo que finalmente queda en claro es que John Wick 4 consigue sorprender y maravillar y a pesar de su notable seriedad, también se guarda un poco de sentido del humor para varias escenas. Todo lo que uno esperaba de esta cuarta parte es poco en comparación al espectáculo sin precedentes que finalmente se desarrolla frente a nuestros ojos. John Wick 4 es otro nivel.
No creo que estén preparados para este nuevo capítulo de la saga protagonizada por Keanu Reeves, quien, impávido, se presta al juego de la acción y la re acción, en una nueva aventura, cosmopolita, de peleas y muerte.
El cuarto episodio de John Wick le aporta una conclusión satisfactoria a una saga que llegó a trascender entre los mejores exponentes recientes del género. A esta altura el arco argumental del personaje no se podía estirar más y en ese sentido Keanu Reeves y el director Chad Stahelski tomaron la decisión correcta. Desde su irrupción en el 2014 esta franquicia estableció su propia identidad en materia de secuencias de acción que actualmente es adoptada tanto en producciones de Hollywood como en propuestas del cine clase B. Hoy podemos reconocer un “estilo John Wick” en la narración de escenas de peleas y tiroteos que es el gran legado que deja la obra de de Stahelski,. Al menos hasta que aparezca una propuesta nueva que genere una tendencia parecida, algo que suele ser habitual en este tipo de cine. Hace unos años tuvimos la era Jason Bourne y hoy es el momento del ciclo Wick con numerosos directores que siguen la escuelita de realización de este cineasta. La despedida del asesino a sueldo resulta un espectáculo entretenido que no está exento de algunas debilidades que se prestan a su objeción. Vamos primero con los aspectos positivos. En términos estéticos esta es la obra más ambiciosa que ofreció Stahelski hasta la fecha, donde sobresale la opulencia visual de los decorados, los vestuarios y la fotografía. El incremento del presupuesto es notable y el director lo aprovechó con inteligencia para brindar un producto que tiene la factura técnica de una superproducción Hollywoodense. La puesta en escena es fantástica y el cineasta se da el lujo de disponer de varias locaciones internacionales que tienen la intención de aportarle una escala más épica al relato. En materia de acción nos encontramos ante una película que va de menor a mayor durante el desarrollo del conflicto. El 90 por ciento del contenido se centra en el auto homenaje con secuencias recicladas de todas las entregas previas. Si bien las peleas y tiroteos cuentan con una gran realización y despliegue físico de Reeves después de la hora y media se sienten redundantes porque ya vimos momentos similares en el pasado. Lo mejor de cuarto episodio llega en los 45 minutos finales, cuando el conflicto se traslada a París donde Stahelski pone toda la carne al asador para sorprender con las secuencias más inspiradas. En este punto es donde la saga Wick se despide por la puerta grande. Cuando la acción se traslada a Francia acomódate en la butaca y preparate a disfrutar la colaboración entre Reeves y el director en su mejor expresión. Dentro de las nuevas adiciones del reparto Bill Skarsgard deja una buena impresión en el rol de antagonista mientras que Scott Adkins aporta el contenido comiquero con un villano que evoca a los viejos rivales exagerados de Dick Tracy. Se nota que se divirtió en el rodaje y cuando le toca entrar en acción no decepciona en una gran secuencia de pelea con Keanu. No se puede decir lo mismo de Donnie Yen, quien irrumpe fuerte en la historia con una especie de Zatoichi moderno y después se desinfla considerablemente. Su rol evoca esa clase de anti-héroe muy propia del cine asiático, como la clase de personajes que encarnó Yasuaki Kurata en la saga Sister Street Fighter. Creo que le faltó una secuencia más de pelea que lo aprovechara como artista marcial y en ese sentido es un poco decepcionante que el enfrentamiento final con Wick se desarrolle en un duelo con armas de fuego. Una secuencia que resulta simpática por el homenajea al spaguetti western pero de Yen se esperaba otra cosa. En cuanto a las objeciones que se le pueden hacer al trabajo de Stahelski hay dos que me parecen válidas. En primer lugar, la duración de casi tres horas que no tiene razón de ser. Sobre todo al tratarse de una propuesta donde su atractivo nunca pasó por los argumentos elaborados sino por la presentación estilizada de la acción. Stahelski estira el conflicto sin necesidad en la búsqueda de construir un relato épico que nunca se termina de consolidar. La primera secuencia de acción recién cae a los 30 minutos de iniciado el film y para el momento en que llega lo mejor con las escenas de Paris el espectáculo se vuelve extenuante. Hay varios momentos de reciclaje con peleas que se alargan demasiado y conversaciones que no aportan nada a la trama central. Por otra parte, este episodio en particular exagera la capacidad de supervivencia de Wick a un nivel ridículo donde el personaje termina convertido en un integrante de los Looney Tunes. Un detalle que se había cuidado un poco más en los episodios previos y acá derrapan con momentos muy Hobbs y Shaw que generan un poco de ruido. Pese a todo, la película no dejar de ser una muy buena conclusión para una saga que nos brindó excelente momentos en los últimos años. Recuerden que después de los créditos finales hay una escena adicional que funciona como epílogo del film.
La gran sorpresa que fue John Wick cuando se estrenó en 2015 aún hace eco y no solo por sus secuelas sino por el impacto en la historia del cine de acción y en la cultura popular. Este estreno, el más grandilocuente de la saga, es el testamento de ello. Nos encontramos ante la mejor película del nombrado género desde los clásicos ochentosos tales como Duro de matar (1988) o Arma mortal (1987). Ahora bien, cabe aclarar que esos films, se apoyaban más en su guión que en las secuencias de peleas y explosiones, cosa que aquí es a la inversa, pero con un mundo más enriquecido. Un universo verdaderamente apasionante y sin límites. Obvio que no está descubriendo nada y que las semillas plantadas por producciones tales como The Raid (2011) o incluso Taken (2008), entre otras, fueron tenidas muy en cuenta para la creación del personaje. Y en John Wick 4, el director Chad Stahelski brinda adrenalina pura de principio a fin. No te da respiro y te hace aplaudir y gritar en el cine. Cada vez que sucede algo así (una rareza) hay que frenar un poco y reflexionar. ¿Son las tremendas coreografías de todos esos planos secuencia? ¿Es el carisma abrumador de Keanu Reeves en el que posiblemente se convierta en el papel de su vida? ¿Es la aceptación sin chistar de todos los sinsentidos y exageraciones que como público no solo perdonamos, sino que abrazamos? Pues es todo eso y más. En un mundo tan violento como el que habitamos, encontrar disfrute viendo aniquilaciones es algo raro... Pero es una realidad en el sentido de un género cinematográfico que nos hace delirar con este tipo de ficciones y que esta saga llevó la experiencia a otro nivel. La historia vuelve a ser la misma por cuarta vez (obvio que con más elementos). John Wick buscando venganza y al mismo tiempo lidiando con medio mundo que lo quiere asesinar. Así nos metemos aún más en la mitología de esa sociedad secreta de sicarios, los hoteles, la organización y -ahora- los grandes patriarcas: La Mesa. Así es como conocemos al personaje del genial Bill Skarsgärd Pero el que se roba todos los aplausos es la leyenda del cine oriental Donnie Yen, quien no es desconocido para Hollywood y aquí vuelve a descocerla. No puedo seguir ahondando. Fueron casi tres horas increíbles y me quedé con ganas de más. Tengan en cuenta que hay escena post créditos y que se viene la serie del Hotel Continental. ¡Aguante John Wick!
Para los seguidores de la saga, que son multitud, esta cuarta entrega es más grande, más audaz, más larga, tiene más malos y casi se reduce a la acción pura. Detalles que puede verse como halagos o criticas según el ojo de quien lo lea. Para los seguidores un plato fuerte, para los que recién llegan, deberán informarse un poco de la leyenda que construye y sus ingredientes. Básicamente John Wick es un asesino a sueldo, que quiere zafar y no puede de una organización delictiva y poderosa y que hace su trabajo de manera casi infalible, un condenado a triunfar. Pero además está el protagonista perfecto que es Keanu Reeves con su propia construcción legendaria, su personalidad, elegancia y esa carga de rufián melancólico que despanzurra enemigos pero tiene dimensión trágica. La película tiene a favor muchas cosas: escenas coreografiadas de acción absolutamente increíbles, que incluyen todo tipo de armas, autos a máxima velocidad, mezcla de autos con lucha callejera, laberintos con cientos de perseguidores. Y aprovecha maravillosamente los escenarios de Berlín y Paris. Algunas escenas son asombrosas como una pelea en un club nocturno gigantesco donde la acción transcurre entre bailarines que apenas notan los enfrentamientos. O una desarrollada en el Arco de Triunfo con movimientos y cantidad de asesinos. Claro que el l{imite de la exageración está ahí, a tal punto que provoca risas una larga escena en las escaleras de la Sacre Coeur, donde Revees es lanzado hacia abajo tantas veces que produce el efecto contrario de la tensión. Los actores que lo acompañan son imprescindibles: Horoyuki Sananda, Lawrence Fishburne, Bill Skarsgard ( un villano a la altura), Ian McShane, Lance Reddick ( falleció recientemente) La película es larga y no da respiro, casi no tiene humor aunque causa sensación una perra letal que se roba cámaras. Pero se deja para el final una escena que vale la pena, con emoción y sorpresa.
John Wick 4: como los vinos, se pone mejor Keanu Reeves modo asesino total Muchxs dicen que las segundas partes nunca son mejores que las primeras, el rumor se concreta casi completamente en una tercera… ¿pero las cuartas partes? John Wick 4 viene a mostrar cómo manteniendo el equipo sin alterar, se puede seguir innovando y mejorando en un universo a puro tiro y cosha golda. ¿De qué va? John Wick (Keanu Reeves) descubre un camino para derrotar a La Mesa. Pero antes de poder ganar su libertad, Wick deberá enfrentarse a un nuevo enemigo con poderosas alianzas en todo el mundo; y contra las fuerzas que convierten a viejos amigos en enemigos. El mundo del entretenimiento actual ama las sagas, cuantas más películas se puedan realizar con la posibilidad de tener a un público cautivo y de esa manera tener un piso de recaudación asegurado es el sueño húmedo de todos los productores ejecutivos en occidente. Esto termina perjudicando a las obras, porque se repiten y evitan desviarse del camino para poder seguir existiendo. ¿Pero qué pasaría si quienes realizan la película realmente amaran lo que hacen? Bueno, así se siente esta nueva parte del mundo del asesino amante de los cánidos. Keanu Reeves está angelado, no le entra una bala como si llevara el mejor kevlar. El mundo del entretenimiento está rendido a sus pies y él sigue entregando todo de sí. Con 58 (CINCUENTA Y OCHO) años sigue trabajando lo físico con rigor y mejorando los stunts película a película. El director Chad Stahelski (que viene del mundo de los dobles de riesgo y luego de la primera John Wick se posicionó como director) lo acompaña con soltura, creciendo cinematográficamente película a película y rodeándolo de un grupo de acompañantes que suben la vara. Como los casos de Donnie Yen (leyenda oriental), Bill Skarsgård (ex payaso asesino), Laurence Fishburne, Hiroyuki Sanada, Shamier Anderson, Rina Sawayama, Scott Adkins, Ian McShane, Marko Zaror, Natalia Tena y el recientemente fallecido Lance Reddick. Todos y cada uno de los personajes tienen su momento y se destacan. La cuarta parte es la resurrección, luego que al final de la película anterior John fue ¿traicionado? por el dueño del Continental New York y rescatado por el dueño de las sombras de la gran ciudad… y el Baba Yaga se transforma en Fénix y va por todo. ¿Qué esperar? Innovación en el arte de la acción con diferentes elementos, armamento, situaciones, ambientes y climas. En el camino de venganza y redención se recorren países y estéticas diferentes que realzan las escenas de acción que ya de por sí son increíbles. ¿Tenes ganas de ver una secuencia de más de cinco minutos en el Arco del Triunfo con John manejando un auto sin puertas siendo atacado por más de 20 personas? Bueno… tome buen hombre. El carisma de Keanu es innegable, pero el acompañamiento… lo de Donnie Yen es maravilloso. Su personaje es complejo, carismático y humano. Es la contraparte perfecta del protagonista, y desarrolla la tragedia al máximo al ser amigos. Pero el que mueve los hilos es el recién ingresado Bill Skarsgård que le impone un halo de capricho de alta alcurnia a su control absoluto sobre las decisiones de la High Table y su búsqueda por volver al orden. Algunos elementos se sienten un poco de sobra: como el del Buscador Shamier Anderson que parece estar para solucionar los problemas cuando es necesario y de tener un perro para nunca olvidar lo importante de estos cuatropatas en el universo de asesinos. Sacarlo de la ecuación o haber traído nuevamente a Halle Berry hubiese sido lo mismo a nivel resultados. John Wick 4 consigue dos hitos: consolidarse aún más a pesar de tener un bagaje de películas detrás (similar a lo que sucedió con Rápidos y Furiosos en su momento) pero además conseguir la imposible alquimia de mantenerte casi tres horas al borde de la tensión constante con la historia de un hombre buscando su libertad a través de piña-patada-y-armas. Porque cada elemento está cuidado: la fotografía es barroca pero precisa, imita a los lugares que atraviesa pero le da una vuelta en colores que sorprende y la imprime tridimensionalidad al espacio; las escenas de pelea son espectaculares, manejando varias técnicas y armamentos pero sin cortar demasiado dejando ver el trabajo de los artistas… y algunos chistes físicos al estilo de Buster Keaton que redondean un producto de esos que no se ven tanto: un tanque con corazón y buen hacer audiovisual.
Esta cinta es una de las mejores películas de acción de la historia. Y hoy en día encuentro similitudes con la muy conocida Misión Imposible de Tom Cruise, y de hecho, Lo que ocurrió con Top Gun Maverick el año pasado es algo muy parecido a lo que John Wick podria generar en la gente. Y es el hecho de ir al cine, un topico que se ha hablado mucho en este último tiempo debido a todas las aplicaciones de streaming que tenemos hoy en dia. Y si, John Wick 4 es para verla en el cine y disfrutarla al maximo.
La primera de las muchas lecciones que nos deja el extraordinario regreso de John Wick está dirigida a Marvel y a DC. Las dos fabricantes más grandes de acción, adrenalina y espectacularidad visual de la industria del entretenimiento están en una manifiesta crisis creativa desde que vienen obligando a sus personajes centrales a moverse en las caprichosas aguas de los “multiversos” y resignarse a ser parte de un volcán de efectos visuales que aplasta y achata todo lo que pretende ser humano. A Wick, en cambio, le duele todo en todas partes al mismo tiempo sin necesidad de ser arrastrado a un escenario artificioso de realidades paralelas cada vez más incomprensibles. Es cierto que no es un personaje que vayamos a encontrar a la vuelta de la esquina. No hay, si miramos las cosas desde una perspectiva naturalista, razón alguna para encontrarnos en el mundo que habitamos con 200 asesinos persiguiendo sin cuartel a un hombre cuya cabeza tiene un precio multimillonario. Pero esta nueva aventura de Wick, la mayor de todas (en escala, en duración, en compromiso, en despliegue, en inventiva, en ingenio), transcurre en lugares fáciles de reconocer y sobre todo resulta comprensible, precisa, casi transparente en su desarrollo. Es una idea sabiamente combinada entre el movimiento, la acción, la densidad corporal y el equilibrio lo que la hace completamente inteligible a lo largo de casi tres horas que pasan volando. Wick sabe que para recuperar la libertad necesita todo el tiempo, en cada segundo, tomar distancia de quienes lo quieren muerto. Y como Ethan Hunt (el personaje de Tom Cruise en Misión: imposible) no puede dejar de escapar mientras se convierte en el mismo movimiento en perseguidor de sus adversarios. Hunt y Wick son los grandes héroes de este tiempo del cine y de este mundo. Pueden enfrentarse a enemigos inverosímiles (en este caso a la temible sociedad secreta conocida como la Mesa Alta) y sobrevivir en apariencia a cualquier tipo de amenaza. Pero la mayor victoria de esta película es haber alcanzado una nueva cumbre en la evolución del cine de acción y aventuras. En su momento esa instancia parecía cercana para ciertos héroes como Iron Man y Capitán América, antiguos exponentes de un universo que luce hoy bastante extraviado. Le debemos esta brillante síntesis a la inspirada mente de Chad Stahelski, que consigue aquí una fusión insuperable entre el thriller clásico, el legado del cine de acción asiático con artes marciales, el western contemporáneo y la ciencia ficción representada desde la estética del videojuego. Todo al servicio de una sucesión de escenas de violencia coreografiadas con una belleza deslumbrante, como si se aplicaran a este universo todos los conceptos esenciales de la danza. El hilo argumental es lo de menos, aunque todo lo que ocurre se entiende con absoluta precisión. Wick (a quien el lacónico Reeves le aporta toda la expresividad corporal imaginable) se prepara para la batalla bajo la custodia de Bowery King (Laurence Fishburne), que en la primera escena anuncia el comienzo de una travesía por el infierno con las mismas palabras de Dante en la Divina Comedia. Enfrente está el Marqués (Bill Skargard, quintaesencia de nuestra idea de villano cinematográfico), el representante de la Mesa Alta decidido por todos los medios a terminar con Wick. Tras provocarlo con la inmolación del Hotel Continental (breve y póstuma aparición de Lance Reddick) recurre a asesinos consumados para cumplir con su propósito. Y allí aparecen otros dos grandes personajes que engrandecen todavía más el relato: el ciego y experto en artes marciales Caine, viejo amigo de Wick (un colosal Donnie Yen) y el Rastreador (Shamier Anderson), cazador de recompensas y dueño de un perro digno de esta aventura. Con la ayuda de unos y otros (a quienes se suma el siempre clave Winston de Ian McShane), Stahelski va levantando de a poco un monumental edificio en el que se tallan algunas escenas de acción nunca vistas, narradas en planos extensos y con efectos digitales casi invisibles. Por eso los golpes duelen tanto. No parecen artificios visuales o sonoros. Una nueva historia empieza a escribirse a partir de ellas. El viaje comienza en Osaka, sigue en Berlín y culmina en París con una increíble batalla alrededor del Arco de Triunfo y otra no menos prodigiosa en las escalinatas que llevan a la basílica del Sacre Coeur. John Wick volvió para hacer del cine de acción una de las más bellas artes, devolvernos la confianza en la fantasía bien entendida y ahuyentar de paso la conjura de los multiversos.
El cuarto capítulo de la saga dirigida por Chad Stahelski y protagonizada por Keanu Reeves es una fiesta del cine de acción: casi tres horas que se suceden sin altibajos y nos muestran al personaje en su punto más álgido. Hace varios años, Keanu Reeves nos hablaba desde la pantalla del cine en uno de los trailers de próximos estrenos: «La gente me preguntaba si estaba de vuelta, y no sabía qué responderles. Pero ahora sí, creo que estoy de vuelta.» Y volvió con todo con John Wick. Cuando el cine de acción parecía ya algo anticuado e incapaz de crear grandes sorpresas (con pocas excepciones como Mad Max: Fury Road o la más sobria Dragged Across Croncrete), Chad Stahelski se reunió junto a Keanu Reeves y dio vida a un personaje elegante e implacable y a toda una mitología a su alrededor, mitología que fue creciendo a lo largo de las películas que se sucedieron. Si bien después de aquella primera entrega con momentos icónicos se tornó algo reiterativa entre la segunda y la tercera, esta cuarta tira toda la carne al asador y es tan excesiva como su duración. La historia es simple, siempre es simple: John Wick busca su libertad. Asesina al único hombre que se ubica por encima de The High Table (la sociedad que lo convirtió en el talentoso asesino que es). Él sólo desea poder salirse y llevar una vida más normal para dedicarse a rememorar tranquilo los buenos momentos con su mujer. Pero mientras es el blanco de toda esta sociedad de asesinos a sueldo y su cabeza cada vez alcanza valores más y más altos, busca refugio en quienes han sido alguna vez leales a él pero, como si tuviese un GPS, siempre es encontrado. Todo esto le permite al director y a sus guionistas desplegar diferentes secuencias de acción, cada una más elaborada y grandilocuente que la anterior, a lo largo de todo el mundo. Marruecos, Japón, Berlín, Rusia, Francia. Secuencias extensas y cautivantes. En medio de una galería rica de personajes, el villano principal recae en Bill Skarsgård como un Marqués odioso emisario de The High Table dispuesto a terminar de una vez con este asunto. Para eso fuerza a un par de personajes a aliarse a él y John Wick se encuentra en constante situación de alerta. Donnie Yen como un sicario japonés que también busca a través de este trabajo salirse y poder disfrutar de las cosas simples de la vida, en su caso su hija, es uno de los personajes más interesantes de la película. Es que a diferencia de las entregas anteriores, aquí todos los personajes están construidos con una mayor dimensión y resultan tan queribles como odiados, no se descuida a ninguno. Los momentos de acción son deslumbrantes pero las escenas del trato cotidiano entre ellos tampoco tienen desperdicio. Chad Stahelski supo trasladar su habilidad como doble de riesgo a escenas de acción cuidadosamente coreografiadas que no necesitaban apelar a muchos e intermitentes cortes, algo habitual en el cine de acción actual. Acá hay un montaje más consciente, las secuencias ya no tienen ese tono más realista y crudo y todo se sucede de manera más estilizada con luces de colores y música. Sin dudas estamos ante un director que encontró y afianzó su estilo. Con estas películas uno acepta las reglas implícitas, como que los personajes se pueden mover por todos lados pero nunca generan atención fuera del pequeño mundo al que pertenecen (o sea, entre personas normales). Keanu Reeves siempre impecable en su traje negro, capaz de ser golpeado y levantarse con el mismo ímpetu, con su puntería precisa y su manera de pocas palabras. John Wick 4 es la mejor de la saga porque conjuga todo a la perfección: un guion simple pero efectivo (esta vez de Shay Hatten y Michael Finch), que le brinda lugar a cada uno de sus personajes, todos interpretados con confianza, una dirección impresionante tanto en planos estáticos como las increíbles secuencias de acción, una fotografía elegante y estilizada, un buen uso de la música, tanto de manera diegética como extradiegética. Se toma en serio pero también se permite algo de humor y calidez. En fin, el ¿cierre? que la saga se merecía, una película que merece ser vista en pantalla grande (tendrá un tiempo en IMAX y vale mucho la pena). La presencia siempre de algún animal canino termina de resaltar el corazón detrás de tanta parafernalia de acción: quizás John Wick siempre trata de la lealtad.
Cabello grasoso cayéndole a los costados del rostro, cuando no está mojado, por agua o sangre. Reflejos rápidos, voz ronca y humor apenas contenido. Así es John Wick, así lo fue siempre, y más aún en esta John Wick 4 en la que la acción -y la venganza- es mayor que nunca. Bien dicen que, en el cine, hay elementos que se ven mejor que en la vida real. Y no hablamos de efectos. Son las gotas de agua, los vidrios rotos, las luces azuladas o rojas. No son por sí ingredientes fundamentales, pero a la acción de John Wick 4, con un Keanu Reeves desatado, le sientan mucho mejor. La estilización de la acción, o habría que decir de los combates cuerpo a cuerpo, los tiroteos a distancia (o a medio metro), las persecuciones en automóvil o moto que el ex doble de acción convertido en director Chad Stahelski, realizador de las cuatro John Wick, ha logrado adquiere en esta ¿culminación? -la quinta estaría en preproducción- unos toques épicos. Certero, letal, incansable Para quienes no conozcan a John Wick, el personaje de Keanu Reeves es un asesino, pero no del montón. No solamente es certero y letal, sino que es incansable. En este cuarto episodio de la saga lo hacen golpear, maltratar, disparar y más a cientos de personajes. Y no exageramos. La recordada escena de La novia (Uma Thurman) en Kill Bill es un poroto al lado de todo lo que pasa en John Wick 4. La trama probablemente en esta película sea lo de menos, ya que se asemeja más y más a un videojuego. Violento, claro, ya lo dijo Reeves a Clarín: ésta es la película de acción más compleja que le haya tocado protagonizar. Y por varios motivos, no solamente porque es la más larga de la saga (169 minutos, casi tres horas), que no se resienten para nada, en ningún momento, porque es como subirse a una montaña rusa interminable. Sin descansos. La cabeza de Wick desde hace tiempo tiene precio. Más cuando comete un asesinato, y La Mesa, esa hermandad de asesinos de la que formó parte y de la que quiere quedar libre, lo quiere eliminar de una vez y para siempre. Quien tiene ahora el poder supremo de La Mesa es el Marqués de Gramont (Bill Skarsgård), un francés de buenos modales -bueno, hasta ahí-, un caballero que hará todo lo que sea necesario para triunfar. También, un niño rico caprichoso. El actor sueco que es Pennywise en la saga de It, aquí sin maquillaje, es tan tenebroso como el personaje imaginado por Stephen King. Wick -su nombre puede entenderse como la abreviatura de "malvado"- pasó de ser un antihéroe a un superhéroe. No tiene superpoderes, no es tampoco Neo, pero esquiva las balas como el protagonista de Matrix. Alguna da en su cuerpo. No importa. Pero Reeves no está solo. Además de Skarsgard hay todo un elenco que lo respalda, estén de un lado o del otro de la grieta, sean asesinos buenos o malos. La lista la encabeza Donnie Yen, como un amigo asesino ciego (como su personaje en Rogue One), al que debe enfrentarse. Vuelven Ian McShane, el recientemente fallecido Lance Reddick y más. Como hay mucha producción, y se nota, no importa lo inverosímil porque John Wick 4 no pretenderá ser candidata al Oscar al mejor guion original. Hay trajes a prueba de balas, se filmó mucho de noche, hay varias secuencias de planos largos, extensos (presten atención al plano secuencia cenital), escenas rodadas en Nueva York, Berlín, algún desierto y más que nada París y sus alrededores. No faltan el Museo del Louvre, Versalles, la torre Eiffel, el Trocadero, Moulin Rouge, la Opera Garnier. Y hay dos momentos cúlmines: la persecución cerca del Arco de Triunfo y otra en Montmartre, en los famosos los 222 escalones de la escalera que conduce a la basílica de Sacré-Coeur. Corazón no es lo que le falta a John Wick 4. Y no le sobra nada.
El legendario asesino a sueldo John Wick (Keanu Reeves) vuelve para el capítulo final, (final?) de una saga súper exitosa bajo la dirección de Chad Stahelski. Violencia extrema y acción sin freno es lo que esperan los amantes de Wick y es exactamente eso lo que van a recibir durante casi tres horas. Los personajes son casi los mismos más algunos nuevos. Su gran antagonista esta vez es el tan arrogante como cobarde Marqués de Gramont, una incorporación que cumple con gran eficacia Bill Skarsgard. Tras una pronta recuperación, y ayudado por Bowery King (Laurence Fishburne), John Wick está listo para volver a recuperar su vida, y a cazar a los que quieren su cabeza, que cada vez son más porque su nombre va aumentando de precio al igual que aumentan sus enemigos. Su intención es finalmente recuperar su libertad que está en la lista negra de la Alta Mesa. El detestable Marqués , en lugar de enfrentarlo, va mandando una cantidad innumerable de asesinos para aniquilarlo, por lo que veremos a un cazador, el Sr. Don Nadie (Shamier Anderson) y su perro, a su ex-compañero Caine, que puede luchar de forma implacable aún sin ver (realmente Donnie Yen se luce de manera espectacular) y a Killa (Scott Adkins). Cerca de John, hay varios personajes en los que confía, Winston (Ian McShane) junto al tristemente desaparecido recientemente, Lance Reddick como Charon, fiel acompañante de Winston. Se suman el Gerente del Hotel de Osaka, Shimazu (Hiroyuki Sanada) y su hija Akira (Rina Sawayama). La película recorre con tonos generalmente sombríos París, Japón, Berlín y el desierto, todos escenarios espectaculares, desde la disco, hasta las secuencias en el Arco del Triunfo o la del duelo y la famosa "escalera" (inolvidable momento), donde el gran héroe se enfrenta con furia a un montón de enemigos a los que derriba, cual muñecos. Reeves, habla poco, lo que quiere expresar lo hace con el cuerpo, es excelente en este tipo de roles, y se consolida como un gran, sino el mejor, actor de acción del momento. Para destacar, además, son las peleas, coreografiadas de manera impecable y precisa, tan impresionantes como las persecuciones a pura adrenalina. Frenética, dinámica y fabulosa.
En la cuarta película de la saga, tal como reza la sinopsis John Wick (Keanu Reeves) descubre un camino para derrotar al sindicato de asesinos conocido como La Mesa, (¿Se imagina ese sindicato acá en Argentina?). Pero antes de poder ganar su libertad, John Wick deberá enfrentarse a un nuevo enemigo con poderosas alianzas en todo el mundo; y contra las fuerzas que convierten a viejos amigos en enemigos. Dicen que el actor Keanu Reeves en una persona maravillosa, bondadoso como pocos, altruista, pero eso no lo convierte en un buen actor, tampoco tan malo. Hubo filmes en los que su impronta daba perfecta, “Punto Limite” (1991), “Máxima Velocidad”, “Reacción en Cadena” (1996), aunque estas últimas dos películas estaban sostenidas por sus co- protagonistas Sandra Bullock y Rachel Weisz respectivamente.
John Wick 4 es un final perfecto para el personaje, no tiene direcciones narrativas sorprendentes, ni vueltas de tuercas inesperadas, pero mantiene la vista fija en un objetivo: lograr un cierre conmovedor y catártico que lleva este espectáculo gigantesco y grandilocuente hasta sus humildes comienzos arraigados en el amor.
Una saga en constante movimiento. La cuarta parte del personaje John Wick sigue demostrando algo que es inevitable: por un lado que el mejor cine de acción, ese donde el impacto y la velocidad de las imágenes convive con la eliminación sistemática de adversarios (sicarios), aún sigue más vivo que nunca en producciones de este calibre; por el otro que el actor de origen libanés y 58 eternos años de edad, Keanu Reeves, siempre será un gran estrella dentro del género, ya sea por su magnética presencia física, como por su carismática interpretación de John Wick, un asesino a sueldo retirado que se enfrenta a un poderoso imperio criminal que busca liquidarlo de forma radical y definitiva. En John Wick 4, dirigida por el realizador Chad Stahelski, nuestro protagonista (Reeves) comienza a recorrer diferentes lugares del mundo en busca de más venganza y oponentes. Berlín, París, New York y Japón serán algunos de los destinos donde John Wick tendrá terribles enfrentamientos con pistolas, armas blancas y otros frente a integrantes de una enorme organización criminal que ya le puso precio y recompensa por su cabeza. Totalmente solitario desde la tercera parte de la saga, buscará un aliado en la figura del entrenador físico Bowery King (Laurence Fishburne, también su mesías y coequiper en la saga de ciberpunk Matrix). Bowery lo ayudará a estar mucho más en forma para enfrentar en Marruecos a El Anciano, un personaje despreciable y líder místico de la banda delictiva. Hombre de pocas palabras pero con mucha actitud en sus acciones, John Wick se volverá un antihéroe implacable que soportará golpe tras golpe. La presencia de Keanu Reeves, un actor casi inexpresivo en sus gestos y manera de hablar, de formas moderadas y justas, que sin embargo con su cuerpo logra darle una entidad tan fuerte a John Wick que sería impensado en otro intérprete. A esta altura, todos o la mayoría de los espectadores lo identificamos con el personaje y agradecemos que aún dé lo mejor de sí en pos de un tipo de cine de entretenimiento que no da respiro, ya sea por lo vertiginoso de sus secuencias de peleas, como por la variedad de locaciones y escenarios. Las dos horas y cuarenta y nueve minutos de duración de la película no se hacen pesadas para nada, su largo camino es de adrenalina pura y acción trepidante. Para quienes disfrutamos del cine de acción puro y duro, John Wick 4 es un viaje de disfrute absoluto. La tercera parte de la saga, John Wick 3: Parabellum (Chad Stahelski, 2019) mostraba un concepto casi sistemático de pelea tras pelea, encima con un argumento muy básico, que daba como resultado una saga que se veía casi agotada y sin mucho más para ofrecer. Valieron la pena los más de tres años de espera ya que esta nueva John Wick 4 se siente fortalecida, renacida y más entretenida que nunca. Es lo más similar a la transposición de un anime japonés a la gran pantalla y con un guerrero a la altura de las circunstancias. La aparición de Donnie Yen -un reconocido actor, artista marcial y coreógrafo chino-, engalana la acción con su magnífico arte. Seguramente los cinéfilos lo recordarán por sus roles en Héroe (2002), de Zhang Yimou, o Rogue One: una historia de Star Wars (2016). John Wick 4 es una gran continuación y secuela de la saga que merece ser vista por su calidad y esplendor.
"John Wick 4": una estética que remite al mundo del cómic. Vista en retrospectiva, la trayectoria que comenzó con John Wick, la original, estrenada en 2015 con el título de Sin control, resulta al menos sorprendente. No solo por la forma en la que una película que parecía ser una del montón, dentro de un género siempre prolífico como es el de la acción, acabó por cimentar una de las sagas más exitosas del siglo XXI (y una de las más entretenidas). También por la eficacia con la que maneja sus recursos, que a simple vista pueden parecer pocos y muy básicos, pero que en realidad contienen a la esencia misma de lo cinematográfico: la pasión por el movimiento. Y John Wick 4 llega a los cines para confirmar todo eso que los tres episodios previos ya habían sembrado y cosechado. Un “todo” que no solo incluye los aciertos, sino también algunas debilidades estructurales que, hay que reconocerlo, nunca consiguen que la nave pierda su rumbo, muchos menos hacer que naufrague. Dichas debilidades tienen que ver con la simpleza argumental que sostiene a las cuatro partes, en las que lo que pasa no es demasiado, aunque en pantalla la acción transcurre sin pausa. John Wick (Keanu Reeves) es un sicario que abandonó el oficio por amor, pero que poco después de casarse quedó viudo. En Sin control un grupo de ladronzuelos de poca monta se mete en su casa para robarle el auto y ante su pasividad le terminan matando al perro, regalo de la difunta, solo por diversión. Eso volverá a encender el instinto asesino de Wick, quien se pasará esa y las dos películas siguientes matando a todo el que se cruce, por lo general colegas, pertenecientes a los distintos clanes que integran una organización que nuclea a todos los criminales del mundo. El objetivo es derrotar a ese sindicato al que una vez perteneció, para volver a ganarse el derecho a dejar de matar. El cuarto capítulo de la historia encuentra a John Wick una vez más tratando de llegar a los que pusieron precio a su cabeza, para terminar con el asunto de una vez por todas. La película vuelve a estar llena de escenas cuyos motores son, por un lado, el simple body count, es decir, el conteo de muertos por minuto que el protagonista es capaz de dejar a su paso. Por el otro, las formas ingeniosas, violentamente divertidas, con las que Wick realiza su trabajo. Es cierto que a pesar de eso los primeros 100 minutos se hacen largos, pero los últimos 40 vuelven a ser un festival de cine. Una oda al movimiento donde la violencia es el combustible del relato, necesario para poner en escena algunas secuencias con características de prodigio. Los planos secuencia cenitales dentro de una casona abandonada o las escenas realizadas en las interminables escaleras que llevan a la iglesia del Sagrado Corazón de París resultan tan estimulantes y entretenidas, como cautivantes y cinematográficamente complejas. Con una estética que remite al mundo del cómic, John Wick 4 cierra con dignidad una saga que volvió a mostrar que es posible narrar con gracia desde el puro movimiento.
Llega a nuestros cines la cuarta entrega de la saga que revivió la carrera de Keanu Reeves, estamos hablando obviamente de John Wick, y si bien la saga se venia sintiendo un poco desgastada, veamos porque esta iteración es el golpe de efecto que se estaba pidiendo. La historia es muy simple, y sigue a John Wick en su viaje de venganza contra La Mesa. Pero todo se complica cuando los mandamases le dan poder pleno a El Marques, un despiadado y maquiavélico hombre que planea no solo matar a John, sino con todo lo que él representa. ¿Alguien esperaba una trama compleja? Seamos honestos, una saga que se cimentó en el hecho de buscar venganza por la muerte de una mascota, y que se enroscó en si misma tocando temas como la mafia, la devolución de favores o deudas de los mismos, no podía llegar a una cuarta parte donde se revolucionara la saga misma, y mucho menos al género de acción. Pero así y todas John Wick 4 se las ingenia para ser condenadamente divertida. A muchos les puede asustar las casi tres horas que dura (me incluyo), pero una vez en el cine, y no solo ante las constantes escenas de acción marca de la casa, sino gracias a los nuevos personajes, cada cual más carismático que el otro, hacen que la cuarta parte se posicione como una de las mejores entregas desde la original. A destacar el tridente que conforman Scott Adkins–Bill Skarsgard y en especial Donnie Yen, a quien me hubiera gustado ver desde antes en la saga, pero que con su aparición en la cuatro, se come la película, opacando incluso al propio Keanu Reeves. Y no solo me refiero a sus escenas de acción, sino que, como personaje en sí, es muy divertido. En cuanto a las secuencias de acción, si, tienen las fantasmadas que veníamos viendo, en especial, en la anterior película. Lo bueno es que ahora se dan en unas locaciones por demás vistosas, haciendo que John Wick 4 sea la que quizás, tenga el mejor diseño de producción de toda la franquicia. Atentos a un plano secuencia en el tramo final de la película. Eso sí, vale aclarar que estamos siendo un poco condescendientes con la película. Aparte de su exagerada duración, o las secuencias de acción que no están exentas de cosas ilógicas, también hay que decir que el lore de la franquicia ya casi no da para más; así que podemos decir que si siguen forzando la soga, se va a terminar cortando. En conclusión, John Wick 4 es una película recomendable, tanto si son fans de la saga, o seguidores del genero de acción. Si buscan algo más que tiroteos y personajes carismáticos, no van a encontrar otra cosa.
¡VIVA JOHN WICK! John Wick es la del asesino a sueldo jubilado y viudo al que le matan el perro, vuelve a trabajar, se la cobra robando un auto, ponen precio a su cabeza, lo excomulgan y eventualmente vuelve al sistema laboral. Es interesante analizar el encanto de esta saga. Chad Stahelski codirigió la primera John Wick y luego se mandó en solitario. Hay una correspondencia con esta decisión y es que las cuatro películas tienen estructuras similares a salvedad de que en esta cuarta la espectacularidad y lo denominado como body count llega a niveles inimaginables. ¿Cómo medir este exceso? Chad no es un autor, sí un director que encontró una fórmula exitosa y la repitió hasta esta, su ultima entrega de la saga. Luego vendrán series y spin offs sobre The Continental, el hotel/club neoyorquino de aniquiladores a cargo de Winston (Ian McShane), edificio que acá es destruído por exigencia de El marqués (Bill Skarsgård), el villano de turno que quiere restituir el orden del clan de asesinos sin John Wick, ni su leyenda. John Wick torna cinematográfico al videojuego y permite asentar referencias al cine de yakuzas, el hampa y asesinos a sueldo provenientes de ejemplos como Hard Boiled, The Killer de John Woo o Tokyo Drifter y Branded to Kill de Seijun Suzuki, por nombrar solo algunas. No olvidar la imparable The Villainess de Byung-gil Jung. John Wick funciona también como un videojuego de niveles y escenarios, y es por ello que nos encontramos con distintas decisiones estéticas a lo largo de este y los films previos, primando una calidez de color cambiante todo el tiempo. Como en The Villainess, se cuenta con innumerables muertes de adversarios que caen como moscas y dejan un halo de sangre, sin caer en el gore. John Wick también es característica por los nightclubs, lugares donde prima la mezcla de la acción con música electrónica y los dancers que ni se inmutan por lo que sucede a su alrededor, así estén presentes varios matándose a puños, cayendo por escaleras o en altura hacia un vacío. El involucramiento es nulo, es la fiesta dentro de la fiesta. Keanu Reeves dejó atrás el pasado de personaje cool de los 90s para convertirse en un héroe/antihéroe de acción como los de la saga de Jason Bourne, Misión: Imposible o James Bond a la que tanto le deben también estas franquicias, entre varias, el concepto de autohomenajearse, que la acción transcurra en distintos países y el tender al ridídulo autconsciente. Pero el negocio hoy cambió. Tras un éxito como ha sido efectivamente la primera JW, la mentalidad de franquicia/saga aflora y no siempre los contenidos están a una altura que permita crear interés en ellos. John Wick 4 es una más de John Wick, no es la mejor ni la peor, es lo mismo. No será el rey pero al menos por ahora, que viva como sea.
Se estrenó la nueva John Wick, cuarta y última entrega del rey de la acción a borbotones y de la balacera frenética, del maestro del ritmo trepidante y del disparo certero, siempre vestido con impecable traje negro antibalas y portando una pistola con cargador inagotable, capaz de enfrentar a un ejército de asesinos a sueldo (como él) para sumarse a esa vasta tradición de películas con héroes duros de matar. Keanu Reeves ya está grande para bancarse el esfuerzo físico que le demanda el personaje. Ya nos dio suficientes dosis de adrenalina y está bien que decida dar las últimas corridas y aprovechar las pocas balas que le quedan en un capítulo desesperanzador y emotivo, que hará llorar a más de un amante de la franquicia y del género (la película está dedicada a la memoria del recientemente fallecido Lance Reddick, quien tiene un breve papel). Chad Stahelski vuelve a dirigir esta cuarta entrega (dirigió toda la saga), basada en los personajes de Derek Kolstad, y la apuesta sigue siendo sumar escenas de acción que no den respiro, porque de lo que se trata es de perfeccionarlas y de sorprender con nuevas coreografías ingeniosas. Stahelski logra un espectáculo desbordante y no es para menos, ya que cuenta con un presupuesto abultado y con técnicos que ponen todo su profesionalismo al servicio de la secuencia perfecta. John Wick 4 tiene el doble de acción y no sólo porque dura más que las anteriores (tiene casi tres horas), sino también porque el tiempo dedicado a cada set piece se extiende en un apabullante (y agotador) frenesí de golpes, disparos y sablazos. Cualquiera que vaya a ver John Wick 4 saldrá fascinado con las secuencias de peleas al mejor estilo del cine de acción hongkonés. Las coreografías son tan espectaculares y están tan bien hechas que el director las muestra con lujo de detalles (hay un plano secuencia con una cámara cenital para celebrar). La película ofrece más de lo mismo pero multiplicado hasta empalagar, como si quisiera saturar la pantalla con malabarismos imposibles y personajes delineados con un trazo grueso que la favorece (como el ciego luchador Caine, interpretado por Donnie Yen, El Marqués compuesto por Bill Skarsgård y el Tracker de Shamier Anderson con su perro peleador), además de contar con sus ya características sesiones de peleas cuerpo a cuerpo en las que Wick dispara a centímetros de la cara enemiga con una pistola que revienta cabezas, marca registrada de un personaje que se inspira en los maestros orientales del género, como Johnnie To, Ringo Lam y John Woo. Sin embargo, la película nos dice que no hay salida en la vida y que no queda otra que luchar hasta morir, como el personaje principal, al que le es difícil salirse de las exigencias mafiosas de La Mesa. John Wick 4 se trata de la vida en un mundo difícil, de ahí que se citen las palabras del bandido Ned Kelly cuando, con la soga al cuello, dijo: “Así es la vida”. Wick quiere la libertad, pero no puede conseguirla porque un asesino como él tiene que seguir haciendo lo mismo de siempre. La película refuerza su filosofía con una escalera que el protagonista tiene que subir una y otra vez, cada vez con menos fuerzas. Es decir, la vida para John Wick 4 consiste en matar hasta el final porque “así es la vida”. Pero la gran pregunta es: ¿así es la vida?
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En 2014 se estrena la primera entrega y tres años después su secuela. El capítulo tres llega a la gran pantalla en 2019. “John Wick” no temió a lo excesivo, a lo reiterativo y a lo burdo a la hora de erigirse como un referente comercial y rendidor del cine de acción contemporáneo. No necesita refundar el género con tal de mantenerse fiel a unos preceptos conceptuales y estéticos en los que confía ciegamente. Reflejo de las modas que imperan, entre sagas, secuelas y reboots a rabiar, a pesar de las limitaciones que la describen, y maquillando ciertas flaquezas evidentes, “Wick” hace de lo cool su pan de cada día. Mérito nada desechable para un film que, sin tener una major detrás para su promoción, prolonga su permanencia en el tiempo y su proyecta a futuro como un micro universo con entidad propia. Con casi un año de retraso llega a las salas un abordaje ciertamente violento y profano. La cuarta entrega de Wick no otorga respiro alguno, atiborrándose de escenas coreografiadas y una leve excusa argumental ligada a su predecesora. Derek Golstat firma el cuarto guion de la serie, concibiendo una entrega que bordea las tres horas de metraje. La narrativa se desprende lo más posible del canon genérico: un nimio argumento no escatimará recurrir a armas más o menos convincentes a la hora de validar su primer mandamiento espectacularidad y violencia bruta ¡Qué manera de matar gente! ¡Qué nivel de abstracción total y absoluto! Un mundo fantástico abarrotado por asesinos. Desaparece la teatralidad en detrimento de un bucle de escenas de acción, y el irrompible superhéroe exhibe sedienta búsqueda de venganza. En versión extendida llega la violencia excesiva, compensando desequilibrios… Dirigida por el otrora doble de acción Chad Sathelski, con producción del también efectista David Leitch (“Tren Bala”), esta franquicia sobrecargada de luchas cuerpo a cuerpo, expande la barbarie en ampulosas persecuciones y estruendosos tiroteos. Nos abruma de acción y coreografías, porque la abundancia es virtud según sus cuestionables preceptos. La propia absurda condición, dispuesta a entretener a cualquier precio, valida el enésimo cliché, presentándonos una maratón de situaciones irreverentes que nos programan de antemano a no contradecir lo expuesto en pantalla, al punto de sobornar todo verosímil habido y por haber. El lenguaje cinematográfico utilizado se presta a la artificialidad: picados, contrapicados, tomas cenitales; el espíritu gamer en su cenit toma control. Hay mil formas de matar, bajo un haz de luces de neón saturadas. “Wick 4” firma una portentosa estética de la violencia. Como aspecto positivo, una variopinta banda sonora sirve de acompañamiento a tan imaginativa puesta en escena. Los asesinatos saben bien dónde desenvolverse; abundan trenes, pistas de baile, museos y salas de espejos. Al otro lado, un hombre debe prepararse lo suficiente para enfrentar a la muerte. Porque siempre hay algo por lo cual morir y alrededor vagan fantasmas, en busca de su propio cementerio, tal y como el argumento nos alecciona. Cada quien es dueño de su pequeña por porción de paraíso, y Sathelski lo sabe. El sicario vestido de negro se reconoce mortal y elige su epitafio. ¿Hacia dónde ir ahora? Inexplicable resulta que el director lo haga estrellar contra el asfalto con insistencia, aunque milagrosamente no sufra rasguño alguno. Wick es el colmo de la falta de sentido. Mal que nos pese, el carácter del renacido Keanu Reeves mucho tiene que ver con el fabuloso éxito de la saga. El veterano héroe de acción otorga inseparable impronta a un personaje que le ha otorgado segunda vida a su menguante carrera en Hollywood. Ian McShane, Bill Skarsgård y Laurence Fishburne (¿es posible no pensar en Orfeo y su nostálgica reunión con Reeves casi dos décadas después de “Matrix”) secundan al bueno de Reeves, estoico en la piel de un legendario asesino retirado y doliente esposo, al encuentro de nuevos pleitos. Así y todo, rueda exageradamente por las escaleras. Pero sobrevive. A lo largo de una interminable noche piden su cabeza; se anuncia un duelo al sol en la ciudad de la luz. Las balas silbaban cerca, pero el héroe muere de la forma más románticamente insulsa. ¿Qué me cuentan de las hazañas de un perro indestructible? La película acumula cuerpos desparramadas, masacrados. No es precisamente una obra de arte lo que ocurre a los pies del Arco de Triunfo. Escenas después, “Wick” corre peligrosamente los límites vídeo juego filmado. No menos irrisorio resulta que cierta corriente crítica levantara comparaciones entre este film y el cine de Martin Scorsese o Walter Hiil. El clasicismo narrativo se ríe a carcajadas, porque “Wick” está en pañales cinematográficos y empalaga de artificiosa. Antes de levantarse de sus asientos, presten especial atención a la desechable escena pos-créditos para convencernos de que la cuarta entrega se debe a una nula capacidad de decisión y criterio. Mejor, aguardemos nueva vida gestándose en el spin off “Ballerina”, protagonizado por Ana de Armas y en la serie de Amazon “The Continental”, con fechas de estreno para el corriente calendario 2023.
EL COYOTE-CORRECAMINOS Con la cuarta entrega de su saga, John Wick consolida las características que lo hicieron un personaje muy destacable dentro del cine de acción de las últimas décadas. Hay una humanidad innegable en sus virtudes y defectos, en su recorrido ético y moral, que se expresa mayormente a través de la fisicidad. A la vez, su corporalidad lo enlaza con la animación y en particular con dos personajes que siempre han funcionado como opuestos: por un lado, el Correcaminos, esa criatura que siempre está escapando, por suerte o astucia, de la muerte en el último segundo; por otro, el Coyote, que siempre persigue un objetivo que nunca logra y cuyo físico es castigado de forma constante. El argumento de John Wick 4 funciona en buena medida como el de Bourne: el ultimátum, aquella estupenda tercera parte de la franquicia protagonizada por Matt Damon: una serie de secuencias de acción, cada vez más potentes -casi películas en sí mismas-, unidas por una estructura narrativa bastante elemental, pero sumamente efectiva y concebida alrededor de un mundo expansivo y con reglas propias. Acá la excusa es que John Wick descubre una forma para derrotar a la Alta Mesa (ese ente oculto que rige la existencia de asesinos a sueldo como él) y, de paso, obtener su libertad. Aunque claro, para eso deberá emprender un nuevo camino repleto de obstáculos, con toda clase de adversarios tratando de aniquilarlo -incluso un ex amigo (Donnie Yen) forzado a cazarlo para proteger a su hija- y un poderoso sujeto (Bill Skarsgård) manejando los hilos de esa persecución sin cuartel. El mundo que habita John Wick, queda cada vez más claro, es crecientemente disparatado, casi inverosímil, pero se las arregla para convivir con la realidad cotidiana con un nivel de convicción en la puesta en escena que hace que aceptemos eso como espectadores sin hacer el más mínimo cuestionamiento. Vemos al protagonista en una persecución a caballo en el medio del desierto vestido de traje, una reunión con mesa de por medio a la vista de cualquiera a metros de la Torre Eiffel o un tiroteo en el medio del tránsito alrededor del Arco del Triunfo sin que aparezca la policía (por mencionar apenas algunos ejemplos), y no tenemos ningún problema con eso. Simplemente nos divertimos, disfrutamos, estamos al borde de la butaca esquivando los tiros, esperando con ansia lo que viene. Y esto sucede porque el director Chad Stahelski redobla la apuesta a cada minuto, tratando de encontrar nuevos límites para lo que pueden dar los personajes: no solo Keanu Reeves, sino también Yen (que la rompe), Marko Zaror, Shamier Anderson, Scott Adkins y varios más. Las ideas visuales se acumulan a montones en John Wick 4, con un nivel de ambición estética pocas veces vista en un tanque de acción. Pero esa vocación por acumular funciona sin cansar a lo largo de casi tres horas -excepto quizás la primera media hora, donde al film le cuesta acomodar su planteo narrativo- porque ese mundo disparatado y excesivo se sostiene también sobre personajes cautivantes. Personajes que se expresan a las piñas y tiros, pero que cargan con pasados a los que podemos intuir lateralmente, que se prestan con fluidez a la comedia, pero también al drama, sin caer jamás en la incoherencia. John Wick 4 es una gran comedia de acción, pero también un relato amargo y hasta trágico, sobre un tipo que no puede dejar de ser lo que es, incluso cuando quiere negar un destino que parece inevitable. Y que se cruza con gente que es como él, definida por una profesión y una suma de códigos casi medievales a los que nunca pueden escapar. Explosiva y vibrante, con imágenes y escenas inolvidables, John Wick 4 es una de las grandes películas de acción de los últimos años y ya uno de los mejores films de este 2023 que recién comienza.
«Top Gun: Maverick» (2022) fue considerada por muchos la película que «salvó» al cine. ¿A qué se debe esta afirmación tan categórica y esperanzadora por un lado y derrotista por el otro? Probablemente a la crisis creativa imperante en el cine hollywoodense/mainstream actual que pone sus ojos en pocas producciones anuales de gran presupuesto, principalmente estos films de superhéroes que vienen copando la taquilla hace más de 10 años. Mucho hemos dicho al respecto sobre la problemática en la escasa oferta y en el abuso de estas producciones, al igual que de las miles de precuelas, reboots, remakes y otras fórmulas basadas en producciones existentes. Asimismo, la pandemia puso en jaque al cine tanto como lugar físico al que las personas asisten a ver películas, por los enormes costos que requiere una sala y también a la industria para recuperar el dinero invertido en los films que producen anualmente. El streaming fue un refugio de la gente durante ese periodo y parece ser un ámbito que llegó para quedarse por más que ver una película en tu casa nunca vaya a ser lo mismo que verla proyectada en la oscuridad de una sala con pantalla grande. La película de Tom Cruise justamente volvió a reivindicar el cine clásico y la experiencia cinematográfica, mediante un relato bien narrado y cierto espíritu artesanal en la construcción de las escenas de acción. Si bien estamos ante una secuela de una película de 1986, se notaba el esfuerzo puesto en lo que se nos presentaba en lugar de la cada vez más común treta marketinera para cortar entradas. Actualmente el cine de acción se basa principalmente en escenas grandilocuentes, un trabajo de montaje exacerbado y fragmentario que presta más a la confusión que al lucimiento de las coreografías en las escenas de pelea o persecución y guiones esquemáticos que son una mera excusa para explotar el espectáculo vacío, cargado de explosiones y CGI mal implementado. «John Wick 4», otra secuela de un producto establecido, parece continuar no solo con el legado de la saga sino con el camino marcado por «Top Gun: Maverick» en esta patriada de «salvar» al cine. Obviamente, sigo poniendo entre comillas el asunto porque siguen faltando producciones de presupuesto medio y la visibilización de otro tipo de cinematografías (tanto en el ámbito hollywoodense, como en el marco internacional y en el nacional). No obstante, lo que construye la nueva propuesta de Chad Stahelski es otro paso en la resurrección del cine de entretenimiento masivo. «John Wick» (2014) era un pulcro y entretenido relato sobre un asesino retirado (el estoico Keanu Reeves) que volvía a su vida antigua para vengarse de los mafiosos que mataron a su perro. Dirigían Stahelski y David Leitch, dos personas provenientes del mundo de los dobles de riesgo y las coreografías que construyeron una carrera sólida pudiendo trasladar su visión y su conocimiento técnico a la perspectiva más panorámica del director. «John Wick: Capitulo 2» (2017) y «John Wick 3: Parabellum» (2019) ya dirigidas por Stahelski en solitario subían la apuesta y decidían profundizar en una mitología sugerida en la primera entrega, pero realmente abordada en las secuelas, revelando detalles a cuentagotas sobre el Hotel Continental, la sociedad de asesinos a sueldo, los códigos que manejaban y varias capas que le agregan cierta distinción a la película. Al mismo tiempo, en lo que respecta al conflicto del protagonista, este se va simplificando de relato a relato, pero sin caer en la obviedad del resto de las películas de acción genéricas actuales y buscando siempre un ángulo para revitalizar el género o darle un valor agregado que no tienen las demás producciones. Esta cuarta entrega, nos presenta a un John Wick un tanto agotado, que busca algún tipo de solución para dejar de ser perseguido por «The High Table». Tras matar a un regente sin demasiadas respuestas ante su peligrosa situación, Wick buscará la ayuda de viejos colegas y en el medio conocerá a nuevos adversarios, entre ellos El Marqués (Bill Skarsgård), una de las autoridades más importantes dentro del sindicato criminal. Stahelski vuelve a redoblar la apuesta haciendo que la trama sea lo más elemental (en el buen sentido) posible para el lucimiento de su maravilloso elenco, la puesta en escena, un impecable diseño de producción, así como también las habituales y cada vez más complejas y vistosas coreografías que nos tiene preparados, así como también la forma en que son filmadas. Parecen obvias varias cuestiones que señalo, pero el background de Stahelski como coordinador de dobles de riesgo favorece la artesanalidad de su puesta de cámara y la forma en que esta se mueve en set poniendo la técnica al servicio de la narración y buscando que la originalidad no pase por un montaje desmedido. La duración de los planos es más larga y estos también son más abiertos para poder tener un claro entendimiento del espacio escénico y de las posiciones de los personajes, por eso no es de extrañar que Stahelski tome como inspiración a películas de acción de John Woo, al spaghetti western de Sergio Leone y de Akira Kurosawa así como también de los musicales clásicos, que el propio Chad dijo que suele utilizar en lo que respecta a la acción en sí (no es de extrañar y lo de los tamaños de plano y la escasa fragmentación funciona de la misma manera en dicho género). «John Wick 4» además de yuxtaponer influencias logrando algo tan único y distintivo, le rinde pleitesía a «The Warriors» (1979) de Walter Hill, especialmente en los últimos 45 minutos donde se dan las mejores secuencias de acción de los últimos años. Todo esto tampoco hubiese sido posible sin Dan Laustsen («La Forma del Agua», «La Cumbre Escarlata») en la dirección de fotografía que viene colaborando con Stahelski desde la segunda entrega y que le imprime una impronta visual apabullante con una paleta de colores inspirada en el animé y el manga por momentos, y con posiciones de cámara originales que embellecen la película. En esa última hora el relato trasciende y se convierte en algo más, algo que puede encontrarse a mitad de camino entre todas las influencias mencionadas y también en los videojuegos con un punto de vista entre autoconsciente y testigo. Punto aparte merecen Hiroyuki Sanada como el amigo que busca ocultar a John Wick de sus perseguidores, Shamier Anderson como el rastreador que le sigue los pasos a nuestro héroe y el sublime sicario ciego, Caine, interpretado por el maravilloso Donnie Yen. Esta película es el testimonio incuestionable de que todavía se puede hacer contenido de entretenimiento de calidad sin caer en los lugares comunes del género ni en la comodidad de las secuelas que repiten las mismas fórmulas que sus antecesoras. «John Wick 4» es un festín de sangre, balas y combates de artes marciales de alto vuelo. Un ballet de violencia brutal sumamente efectivo que agiganta la leyenda del personaje interpretado por Reeves y nuevamente muestran a Stahelski como uno de los directores que mejor abordan la acción. ¿Salvó al cine? Probablemente no, pero sí nos dio una experiencia maravillosa.
Quién hubiera adivinado que la historia de un tipo al que le matan el perro y busca venganza podía llevar a una saga de películas a cual más exitosa. Quién hubiera pensado que la historia del vindicador canino terminaría en un épico film de casi tres horas en el que es imposible aburrirse. Bueno, nadie: es de esos pequeños grandes milagros que a veces pasan con el cine, sobre todo con el cine popular. John Wick es quizás el personaje mejor sincronizado con el mundo actual: violencia estilizada, toda clase de artes marciales, patadas y piñas, guiños al pasado tradicional del cine de aventuras, una historia que bien podría haber firmado Alejandro Dumas, secuencias de acción realizadas con la mejor tecnología y, sí, una mitología propia (la cofradía de asesinos, el hotel donde curan sus heridas, las reglas de un mundo por debajo del mundo). Si esta película es mejor que las anteriores no es porque haya alguna novedad en este universo, sino porque amplía lo conocido y lo vuelve más amplio. Pero lo que importa es el puro movimiento: de eso se trata a esta altura John Wick, de un cine completamente abstracto realizado -paradoja de paradojas- a partir de secuencias hiperkinéticas y barrocas. Es quizás lo que hoy se le pide al cine, y funciona: por ese largo rato, nada más importa que el destino de ese Keanu barbado capaz de cualquier hazaña, de los puros cuerpos en movimiento.
¿Qué le pasó a John Wick?. Déjenme contestarles: un cambio de guionista; eso es lo que pasó. El capítulo 4 de la saga – formidable, iconoclasta, desbordante de adrenalina – de pronto perdió encanto. No todo pero al menos la mitad. Quizás tenga que ver con la duración excesiva o que, a esta altura del partido, las coreografías de acción se ven repetitivas. Suponiendo que éste sea el final de la serie, no termina siendo satisfactorio. No es un desastre a lo Matrix 3, cumple con lo prometido y tiene un par de momentos brillantes, pero me termina por cerrar. Cuando se prenden las luces, uno se queda con la sensación de vacío: “¿esto fue lo mejor que se les pudo ocurrir?”. En los filmes anteriores John Wick era una imbatible máquina de matar y los combates tenían lógica (disparatada pero lógica al fin). Acá la saga parece codearse con la locura de Rápido y Furioso en donde las armas tienen munición infinita, las leyes de la física no se aplican y la gente puede hacer cosas brutales – como ser atropellado un montón de veces sin salir cojeando o siquiera romperse una costilla, o caerse de un par de edificios y marcharse campante como si nada le hubiera pasado – y seguir andando como si nada. O la bobada de los trajes a prueba de balas, que ahora todos los tienen y que parecen hechos de Vibranium – aunque no entre en el cuerpo, las balas dejan moretones o te astillan un hueso!; ni siquiera podés recibir una ráfaga en el paintball sin quedar en un grito de dolor y eso que estás súper blindado y es un juego inofensivo! – Al menos hasta John Wick 3 Baba Yaga mataba, se quedaba sin balas, saqueaba munición o armas de entre los cadáveres que dejaba y seguía adelante, sufriendo palizas pero avanzando sin parar. Pero acá no pasa eso. Keanu Reeves sigue funcionando de manera impecable, y es notable la cantidad de esfuerzo físico que le pone a la cosa – la mitad del tiempo está tirando tipos del doble de su tamaño por encima de su hombro; éste debió de ser un rodaje mucho más extenuante que los anteriores -, pero la cosa empieza a aburrir. Son demasiados monos, demasiados tiroteos y demasiados escenarios ya antes vistos. Para colmo el libreto comete un error fatal y es ponerle aliados, como si al imparable Wick no le quedara nafta en el tanque para llegar a la meta. Disminuir la imbatibilidad (y formidable fama) del héroe es dispararse en sus propios pies. Hay un moreno cazarrecompensas que va tras él y de pronto se vuelve su protector, sólo porque le salvó al perrito (ni siquiera hay alguna sorpresa como podría ser que fuera el hijo del personaje de Laurence Fishburne). Wick acude por ayuda al Hotel Continental de Osaka con la versión japonesa de Winston y, como es obvio, la Mesa decide tomar por asalto el hotel reciclando el final del Capítulo 3. Las performances está ok, pero la mitad de los personajes son deus ex machina ambulantes, gente amiga de Wick que en los capítulos previos no existían y cuya única razón de ser pareciera ser sembrar semillas para futuros spinoffs. Ok, el combate es bueno – pistolas y katanas – pero las razones del mismo no son muy claras salvo por el capricho del libretista – que no es Derek Kolstad de las tres primeras entregas sino el co-guionista de Parabellum -. Winston repite frases, parece mas egoista y menos leal que antes, Fishburne sigue siendo un payaso y las cosas se ven repetidas. Al menos el libreto condimenta lo rutinario con algunas sorpresas – decisiones imprevistas, un shock, un villano que parece salido de Batman, Bill Skarsgard que rebalsa de maldad y el super carismático Donnie Yen… ¿haciendo otra vez de asesino ciego?; eso tiene cierta lógica en un mundo feudal (a lo Zatoichi) pero en una balacera atronadora la falta de la vista (y mas para un duelo!) es absurda, a menos que seas Daredevil -. Yen es otro aliado salido de la nada que aparece cuando Keanu está cansado o a punto de volarle la cabeza. Para colmo si el tipo no fuera ciego… ¿sería mas letal que John Wick?. ¿WTF?. Considerando toda la masacre y toda la mitología el filme debería haber terminado con una conclusión lógica. (alerta spoilers) John Wick como jefe de la Gran Mesa, el asesino maestro liderando la organización de asesinos. Lo del duelo es estúpido y, para colmo, Skarsgard se hace el malo pero no termina matando una mosca así que ¿qué es? ¿un glorificado burócrata?. El final no es asombroso, incluso suena abrupto y decepcionante aunque los fans elaboren teorías conspirativas de todo tipo. (fin spoilers). Al menos no aburre. La fotografía es espectacular, las peleas son buenas y la última hora es brillante con tomas novedosas y una brutal cacería en la rotonda del Arco de Triunfo en París. Ok, es el capítulo final y las apuestas deben ser altas pero ya bordeamos lo ridículo si después de matar 200 monos en una escalera interminable aparecen 200 monos mas y te faltan dos minutos para llegar a una cita. John Wick 4 es correcta, disfrutable, prolija, por momentos espectacular y por (demasiados) momentos repetitiva. Es un buen final de camino para el asesino mas letal del mundo pero, argumentalmente, debería haber sido mucho mejor y mas innovadora. Chad Stahelski anda joya como director pero es el libreto el que falla en encontrarle una vuelta fresca. Por el momento el cierre supera lo ok, aunque a veces se sienta demasiado largo y agotador.