Una sombra ya pronto serás Hubo un tiempo ya bastante lejano en el que Rob Reiner hacía buenas películas en general, y buenas comedias en particular. Basta recordar a This is Spinal Tap, Cuenta conmigo o Cuando Harry conoció a Sally. Pero el hombre ha envejecido (ya anda por los 67 años) y, con eso, también su pulso cinematográfico. El último exponente de su caída es Juntos… pero no tanto, poco lograda traducción local de And So it Goes. Juntos... pero no tanto tiene a Michael Douglas como un agente inmobiliario rico, ermitaño y solitario en la superficie, pero que en el fondo es divino. Más o menos lo mismo que el protagonista de Lluvia negra y Atracción fatal viene haciendo desde hace una década. Su vecina es una sesentona (Diane Keaton) que canta en bares y llora a mares cada vez que recuerda a su marido muerto. Los dos se llevan mal, pero, claro está, terminarán enamorados. Pero, para esto, primero habrá que soportar un par de vueltas de guión previsibles y sólo viables en la concepción hollywoodense de la vida (que aparezca una nieta así, de la nada) y una serie de chistes y diálogos anacrónicos, que confunden inocencia y tono naîf con lisa y llana tontería. Conviene, entonces, rever alguno de las películas de Reiner de sus gloriosos años '80 porque Juntos… pero no tanto aporta poco y nada a su trayectoria.
Juntos pero no tanto no es mala, pero es una producción completamente olvidable. Algo que es peor todavía cuando se trata de un trabajo de Rob Reiner. Esto es Spinal Tap, Cuenta conmigo, Misery, Código de honor, Cuando Harry conoció a Sally, La princesa prometida. Reiner es un realizador que brindó auténticos clásicos populares y sin embargo desde hace más de una década su carrera se estancó en Hollywood en un pozo del que no logra salir. Ya sea que no encuentre el proyecto indicado o que los grandes estudios ya no le confían producciones importantes, la realidad es que hace muchos años que el director no brinda una película que se pueda ubicar entre los grandes trabajos de su carrera. En este caso ofrece una comedia romántica completamente predecible y trillada que logra ser entretenida por el hecho que tiene a Michael Douglas y Diane Keaton como protagonistas. Desde el momento en que sus personajes se conocen en la trama ya sabés como va a terminar el film, pero sus interpretaciones logran hacer llevadera la visión de esta propuesta. En ese sentido, esta película es muy parecida A todo lo que necesitas es amor, con Pierce Brosnan (actualmente en cartel) que presentaba una opción similar dentro de este género. De hecho, ambas películas están dirigidas a un público de más de 50 años. Rob Reiner, quien también tiene una participación como actor, Michael Douglas y Diane Keaton hacen su trabajo con mucho profesionalismo y aunque el resultado final no deriva para nada en una mala película, tampoco es una producción que vaya a ser recordada en sus filmografías.
Para palmearle la cabeza al espectador ¿Hasta cuándo le durará a Rob Reiner el rótulo de buen hacedor de comedias? Es cierto que hace treinta años dirigió This is Spinal Tap, hace veinticinco la icónica Cuando Harry conoció a Sally y, a fines del siglo pasado, la menos mediática pero igualmente sólida comedia dramática Nuestro amor, pero desde entonces sus películas circulan –cuando lo hacen, ya que muchas de ellas no han llegado a la cartelera nacional ni al mercado hogareño– sonámbulas, sin alma, aquejadas por una pérdida total de la capacidad para aprehender el zeitgeist de los vínculos emocionales. Es que Reiner parece haber perdido todo: capacidad para el timing, para la sorpresa, para la provocación, para la tomadura de pelo (¿qué otra cosa era Spinal Tap?) y por sobre todo para la creencia humanista en los contornos de un personaje. La consecuencia fue el empantanamiento en una sucesión de películas mediocres (Alex and Emma, Dicen por ahí) más preocupadas por palmearle la cabeza al público con un brío de esperanza meliflua que por robarle cualquier atisbo de una sonrisa. Allí está la crepuscular Antes de partir, anterior estreno comercial en la Argentina de su filmografía. En esa línea se inscribe Juntos... pero no tanto. Quizá el peor título local en años, es además el punto más bajo de su espiral descendente, aunque debe reconocérsele la instauración de un nuevo subgénero dentro de las comedias geriátricas, como puede ser el de las comedias geriátricas románticas. Protagonizada por un Michael Douglas haciendo por enésima vez de viejoricocascarrabias y por una Diane Keaton cada día más alejada de aquella actriz que supo inspirar los mejores trabajos de Woody Allen, Juntos... tiene en el primero a un agente inmobiliario detestable, pero que en el fondo es pura manteca. ¿Por qué? Porque es viudo, todavía llora a su mujer y está cerrado al amor o algo así. Lo mismo que su vecina, una cantante que lagrimea a moco tendido cada vez que recuerda a su marido fallecido. Los dos inicialmente se odian, pero una de esas vueltas de guión propias de Hollywood (la aparición de una nieta de nueve años, cosa que les pasa a nueve de cada diez espectadores) hará que descubran que son tal para cual, que se amen, vivan felices y coman perdices. Lo que habrá en el medio es un crowd pleaser erigido sobre los cimientos de una fábula esperanzadora acerca del amor en la tercera edad y las posibilidades de cambio, exhibiendo así la peor faceta del cine, aquella que lo entiende como un mero transmisor de conceptos antes que como la articulación de una cosmovisión, ideología y forma. Poblada por una sucesión de chistes apolillados, Juntos... yerra feo al confundir inocencia con tontería. Nobleza obliga, debe agradecérsele la ausencia de chistes sobre Viagra.
El guionista de esta película, Mark Andrus, es el de Mejor imposible, otra película con un señor en proceso de ablande. En esa película de 1997, el caso era Melvin Udall (Jack Nicholson), un obsesivo-compulsivo. Aquí es Oren Little (Michael Douglas), egoísta y excesivamente gruñón agente inmobiliario. Juntos pero no tanto es una Mejor imposible -no deja de ser curioso que los títulos de estreno locales de ambas películas lleven puntos suspensivos- con menos filo y menos brillo, y con muchas menos chances de perdurar tanto como la película de James L. Brooks en la memoria cinematográfica. Dirige Rob Reiner, es decir el mismo de This Is Spinal Tap, Cuenta conmigo, Cuando Harry conoció a Sally y Misery (también tiene otros títulos no tan memorables, sobre todo últimamente). Reiner también actúa en Juntos pero no tanto en un papel secundario, como pianista con peluquín. Su gran personaje de la temporada, sin embargo, no es éste, sino el desaforado padre del aún más desaforado DiCaprio en El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese. Establecidas las comparaciones poco favorables, hay que apuntar que Juntos es una comedia romántica protagonizada por un señor de 69 años y una señora de 68 (Diane Keaton, que interpreta a una cantante viuda) que se plantea como de alta intensidad. En este contexto, significa que a: se revelarán muchos hechos del pasado de estos personajes con un alto componente emotivo; b: en el presente les pasarán cosas -la aparición de una niña, un parto- también con alto componente emotivo; c: la velocidad a la que se presentarán a y b más los numerosos chistes -verbales, algo de slapstick- será muy alta. Juntos pero no tanto es una comedia romántica con protagonistas de casi setenta años planteada rítmicamente como para competirle a la película más vertiginosa que se encuentre en cartelera. En un menú cinematográfico que es mayormente un mix de títulos argentinos y películas con muchos efectos especiales, Juntos hasta puede destacarse a pesar de -o gracias a- todos sus convencionalismos. Los defectos ya apuntados y una música excesiva que comenta y subraya demasiado tienen como contrapeso un director que -si bien claramente ya no es el de antes- puede narrar con eficacia en medio de tanta velocidad emocional y cómica. Además, hay muchos diálogos perfectamente escritos y bien dichos, bien interactuados por los dos protagonistas, y aún mejor por Douglas y la veterana Frances Sternhagen, que crean una relación de amistad laboral digna de la mejor tradición de la comedia screwball de los años 30 y 40 del siglo pasado..
Acerca del dolor de ya no ser El film de Reiner es una sensible comedia romántica que tiene un elenco talentoso pero desaprovechado. El creador de grandes títulos como Cuenta conmigo o Cuando Harry conoció a Sally no logra encantar con la historia. El público adulto ve cada día más restringido su acceso a películas comerciales dedicadas a su edad. O se adaptan a la inmensa mayoría de las salas con productos para niños y adolescentes o esperan a que de tanto en tanto surja una comedia para ellos. Claro que el cine adolescente también puede gustarles, pero siempre queda la sensación de que son invitados, no protagonistas. Juntos… pero no tanto es una comedia romántica un tanto sensiblera protagonizada por dos estrellas mayores del cine: Michael Douglas y Diane Keaton. Ella, estrella desde los '70 junto a Woody Allen, entre otros, y él, un verdadero número 1 cuando era uno de los nombres dominantes desde los '80 y hasta principios de los '90. Lujo extra es el director de la película, Rob Reiner, creador de grandes títulos como Cuestión de honor y Misery pero también de dos grandes clásicos de los '80: Cuenta conmigo y Cuando Harry conoció a Sally… Los talentos están, no hay duda, pero la película no es lo mejor que han hecho, ni por asomo. Michael Douglas, experto en personajes poco simpáticos, interpreta a un agente de bienes raíces cínico, hosco y despiadado. Este misántropo, claro, lo es de forma graciosa porque la película es una comedia. Comedia en la cual, todos los espectadores esperan una única cosa: que cambie. Y para eso aparece el personaje de Keaton, pero no sólo ella. Porque también al pobre Michael le surge una nieta y él, que parece odiar a todo el mundo, deberá lidiar con eso y, tal vez, ablandar su corazón con la ayuda de su vecina Keaton. Realmente merece un manto de piedad este título, porque en nada beneficia a los participantes que profundicemos en el análisis. ¿Comparar la emoción de Cuenta conmigo con esta película? ¿Buscar similitudes y diferencias con el timing memorable de Cuando Harry conoció a Sally…? Frente a ese ejercicio Juntos… pero no tanto deja de ser una película mediocre y pasa a ser una película mala. Con un poco de tolerancia se la puede calificar de mediocre, pero no más. Quienes no conozcan a los responsables de este film, saldrán decepcionados por un film que no tiene encanto, pero quienes los conocen, saldrán, además, algo tristes por el dolor de lo que ya no son esos que antes nos maravillaban en el cine.
Harry y Sally ya son abuelos Oren Little (Michael Douglas) es un agente inmobiliario a punto de jubilarse, vive en un complejo del cual es dueño, y detesta convivir con sus vecinos, tanto como sus vecinos lo detestan a él. Oren pone mucha voluntad en ser grosero y desagradable con todo el mundo, y siempre tiene algún comentario irritante para molestar a los demás. Como suele pasar en estas comedias románticas, todo cambia de golpe en la vida de Oren cuando su hijo aparece luego de varios años de ausencia para pedirle que cuide a su hija durante unos meses, una nieta cuya existencia Oren desconocía, y así sin más la pequeña queda en la puerta de su casa. Mientras Oren no termina de reaccionar, su adorable vecina Leah (Diane Keaton) sale a hacerse cargo de la situación y de la confundida niña. El abuelazgo forzoso, y otros varios episodios, van cambiando la realidad y lentamente la personalidad de osco abuelo, al mismo tiempo que este comienza una relación con Leah. Por su puesto que la historia es una comedia romántica de fórmula, de esas que siempre funcionan, pero son sus dos extraordinarios protagonistas quienes logran que se destaque de otras propuestas similares. La película tiene muchísimo humor, y por suerte una gran cuota de acidez y cinismo aportada por Michael Douglas; pero lamentablemente también tiene varios momentos semi-dramáticos y dulzones, que por suerte pasan lo suficientemente rápido como para volver al humor. Siguiendo en la misma linea de "Cuando Harry conocio a Sally", Rob Reiner trae nuevamente una historia de personajes totalmente opuestos que finalmente construyen una interesante relación, donde a pesar de los momentos romanticones, abundan diálogos que vale la pena disfrutar, especialmente los de Douglas con Frances Sternhagen, quien interpreta a una cínica secretaria que no teme decir lo que piensa.
En JUNTOS PERO NO TANTO Rob Reiner, recordado director de clásicos modernos como CUANDO HARRY CONOCIÓ A SALLY y MISERY dirige a dos pesos pesados de la actuación americana: MICHAEL DOUGLAS y DIANE KEATON. El primero como un exitoso vendedor de bienes raíces racista y antipático y Keaton como su vecina, una mujer sensible y de buen corazón. Tras la llegada de una nieta desconocida del hombre, nacerá una relación entre ambos que terminará en un improbable romance. Sin muchas sorpresas, la mayor fortaleza del filme se da en la pericia y chispa de los intérpretes y el sarcasmo de algunas líneas de diálogo de un guión convencional, casi de fórmula.
Calentando corazones De Rob Reiner. Michael Douglas y Diane Keaton, dos viudos y vecinos con humor y romance. Si en los ‘80 y ‘90 Meg Ryan era la reina de la comedia romántica, Rob Reiner se había ganado el título en cuanto al director del género en cuanto realizó Cuando Harry conoció a Sally. Veinticinco años más tarde, Juntos... pero no tanto es, también, una comedia romántica, pero con personajes de la tercera edad. Como si Harry y Sally estuvieran al borde de la jubilación. Es que Michael Douglas y Diane Keaton interpretan a dos viudos y vecinos, que se llevan horrible. Dos almas heridas que no pudieron superar la muerte de sus parejas, pero uno imagina que el final los encontrará mejor. Unidos y dominados. El protagonista claramente es Oren Little, que como agente inmobiliario espera vender una propiedad (la casa que compartió con su esposa) para mudarse a una casita en Vermont. Cascarrabias -al estilo del personaje de Jack Nicholson en Mejor... imposible-, de su boca salen espinas y ninguna rosa. Las películas de Reiner suelen tener muy buenos diálogos, con mejores respuestas, y Douglas se mueve muy, pero muy suelto con sus, claro, remates. La necesaria complicación llega cuando el hijo de Oren, que debe cumplir una pequeña condena en prisión -por algo que no cometió, obvio- le deja en la puerta del condominio donde vive a Sarah, la nieta por cumplir 10 años que no conocía. A partir de ahí, Oren y Leah (Keaton) tendrán algo en común, hacer lo mejor posible para que Sarah no extrañe a su padre, y comenzarán a encariñarse. Reiner -que se quedó con el papel del pianista con peluquín enamorado de Leah, que es cantante aficionada en bares- mantiene con el correr de los años el timing apropiado. Los chistes sexuales ya son como de salón, pero eso es tan cierto como que por fin a Douglas le pusieron como contrafigura a una mujer de su edad, no haciendo de galán jovencito. Está... viejo. Y si el actor por cierto se luce gracias a sus diálogos, Diane Keaton está encantadora con su look a lo Annie Hall, sombreros y pantalones incluidos. Igual, los personajes secundarios funcionan como deben hacerlo en el género: tienen su momento de lucidez, apoyan a los protagonistas y desaparecen en el momento justo. Como el hijo drogadicto de Oren -que es hijo, y nada más-, o la compañera de inmobiliaria, interpretada por la siempre exquisita Frances Sternhagen. En síntesis, en tiempos en que la comedia de Hollywood busca ser efectista antes que efectiva, y es grosera o banal, Juntos... pero no tanto es el tipo de película que veíamos hace años, y como hijos compartíamos con los padres.
"Juntos... pero no tanto" es de esas películas de domingo, en las que ya sabes tooodo lo que va a pasar pero te quedas viéndolas. Partamos de que nos topamos con Michael Douglas y Diane Keaton, dos actores gigantes que ya los hemos visto en infinidad de películas... ok, ellos están genial. Creo que el problema, a mi parecer, está en la trama, en donde uno ya sabe como va a terminar, cuales serán los momentos románticos o sentimentales, y que pasará con el personaje de Douglas. Una comedia para pasar el rato con pochoclos de por medio y paciencia... se van a sentir videntes (al adivinar todo lo que va a suceder), pero relax, es para disfrutar sin pensar mas allá de la pantalla.
“Juntos… pero no tanto”: Viejos son los trapos El tiempo pasa, los años corren, la experiencia se acumula, los errores quedan atrás y el futuro está en las manos de cada persona. Cada día comienza y, quién sabe, quizás puedas encontrar al amor de tu vida a la vuelta de la esquina o puedas cambiar al mundo con una simple acción. Pero sin embargo, hay alguna gente que sabe que no le queda mucho camino por delante para descubrir nuevas cosas o vivir nuevas experiencias, pero aun así, dan todo de sí para intentar llevar una vida divertida y no deprimirse. Oren Little, un hombre anciano, abuelo, respondedor, tacaño, odiador de perros, ex líder en ventas inmobiliarias, con mucha plata y algo de facha, interpretado por Michael Douglas, intenta vender la casa millonaria en la que vivía con su familia para poder jubilarse e irse feliz y relajado a pescar a un lugar mejor del que ya está. Su esposa falleció, a su único hijo no lo ve hace muchos años y el único contacto que tiene con gente no es más que aquel que implica a los empleados de su trabajo o sus amables vecinos. La pequeña pero hermosa vecindad en la que habita está conformada por una pareja lujuriosa con dos hijos gemelos rubios insoportables, un hombre negro con la mujer embarazada y una viuda que todos quisieran tener en la puerta de al lado: Diane Keaton. A pesar de los años y las visitas al quirófano, la de “Annie Hall” todavía se ve muy elegante y con muchas ganas de seguir trabajando. Sin embargo, toda esta monotonía en la vida del señor Little da un giro inesperado cuando aparece su drogadicto y desastroso hijo, quien le da una hermosa noticia: “Tengo una hija de 9 años, voy a ir preso por un año y no tengo donde dejarla”. Tomando la negativa firmemente desde el comienzo, no le queda más alternativa que hacerse cargo de la pequeña, interpretada por Sterling Jerins (“Guerra Mundial Z” y “El conjuro”). En realidad, finalmente es su vecina Leah (Keaton) la que se responsabiliza y la lleva a dormir a su casa, y luego, son los tres los que irán compartiendo diferentes experiencias juntos y aprendiendo así uno del otro. Incluso los dos abuelos demuestran que con una copita de vino todavía tienen fuerzas para ir juntos a la cama, ¡qué osados! Un dato que no debe ser omitido, es que el film está dirigido por Rob Reiner, el mismo de “Cuando Harry conoció a Sally”, “Antes de partir” y “Misery”. Con su vasta experiencia, parece que pudo encontrar para esta ocasión un buen producto para venderle a un target determinado ya que, definitivamente, es una historia divertida para personas que superan los 60. A pesar de eso, debido al tono del mensaje y la estética, probablemente hubiese quedado mejor encuadrada en los años ’80 o ’90. Por otro lado, vale felicitar a Frances Sternhagem, quien interpreta a la asistente de Oren. Con sus 84 años, todavía tiene el atrevimiento de cubrir el papel de una viejita buena que insulta y hace chistes descarados. La abuela que todos quisiéramos tener, una grosa. En resumen, la película vende una vida “perfecta” llena de prejuicios contra la clase baja. A pesar de ello, al fin y al cabo es eso lo que tenía que ser, y por eso, cumple su cometido: venderle entradas a gente mayor que le gusta comprar un baldecito de pochoclos para reírse con una vida a la que siempre aspiraron pero nunca pudieron tener. Si el relato se hubiese centrado en contraponer dos realidades sumamente distintas dentro de una misma familia, simbolizando a dos polos opuestos de la sociedad, seguramente se podría haber convertido en un dramón o en una buena pieza de arte. Pero no sucedió, y está bien.
Douglas y Keaton jerarquizan módica comedia romántica La chispa no puede durar para toda la vida, y esto no tiene nada que ver con el romance que los veteranos Michael Douglas y Diane Keaton van a encontrar sin mayores problemas en esta comedia romántica de la tercera edad, sino más bien con el talento de Rob Reiner. Es que el director que hizo reír a carcajadas al público con comedias como "Cuando Harry conoció a Sally" o "This is Spinal Tap", y que incluso supo aterrorizarlo con una brillante adaptación de Stephen King como "Misery", hace rato que no se juega demasiado en ninguno de sus proyectos y parece limitarse a darle al espectador más o menos lo que espera de películas como ésta, que parecen escritas y filmadas en piloto automático. De todos modos, hay que reconocer que el piloto automático de Reiner es bastante mejor que mucho de lo que se filma actualmente, sobre todo si cuenta con dos protagonistas del nivel de Douglas y Keaton. Aquí ambos son viudos y vecinos, no muy simpáticos uno con el otro en un principio, aunque como el espectador sospecha, las cosas se endulzarán con el paso de cada escena. El detonante para que este hombre de negocios interesado sólo en sus asuntos y esta viuda decidida a convertirse en cantante de jazz puedan intimar es la aparición del hijo drogadicto de Douglas con una nieta que su abuelo no conocía, pero que le deja a su cuidado de buenas a primeras. La nena, interpretada por Sterling Jerins (la hija de Brad Pitt en "Guerra mundial Z") no sólo provoca el previsible acercamiento romántico entre la pareja estelar, sino que además aporta algunas buenas situaciones cómicas que no por poco originales dejan de resultar divertidas. Por lo demás, la fotografía es muy buena, igual que la música, y tal vez la única sorpresa en la película sea el cameo del cantante de los Four Seasons, Frankie Valli.
Si esta crítica llevara un título sería “El amor en la tercera edad según Rob Reiner”. Dado a que este maestro de las películas románticas ha retratado a la perfección maravillosas historias románticas en diferentes períodos etarios de sus personajes. Claros ejemplos son Cuando Harry conoció a Sally (1989) que abarcaría el amor a los veintipico y treintipico, The story of us (1999) con la crisis matrimonial de la mediana edad, y Flipped (2010), la historia del primer enamoramiento. Aquí el director se encarga de presentar una situación sobre el último amor que se puede tener en la vida, y bajo esa óptica es un gran film en tono comedia romántica con toques dramáticos. Si bien no aporta nada nuevo en cuestión originalidad, siempre es lindo ver historias pequeñas bien realizadas y actuadas. Michael Douglas y Diane Keaton tienen mucha química aún en los clichés del género y logran llevar a espectador hacia un lugar de cariño con sus personajes. “Previsible y de fácil resolución” es lo que seguramente muchos van a objetar así como también que dentro de la filmografía de Reiner este estreno queda muy abajo (cosa cierta), pero también hay que recordar que a veces lo simple es lo más lindo, y Juntos… pero no tanto es una bocanada de aire fresco entre tanto efecto especial, animaciones intranscendentes y cine nacional pedorro. La gran alternativa para los que no quieren ninguna de esas tres opciones. Gran director, linda historia y un bien momento en la sala de cine. Yo compro.
La vida de un detestable agente inmobiliario (Michael Douglas) de repente da un vuelco inesperado cuando su hijo, de quien estaba distanciado, se presenta con una nieta cuya existencia desconocía. Sin la menor idea de cómo cuidarla, se la deja a su vecina (Diane Keaton) y trata de seguir con su vida. Sin embargo, éste hombre, gracias a ésta mujer, aprenderá a abrir su corazón –a su familia, a su nieta y a la vida misma. Brillante comedia dirigida por Rob Reiner, el mismo de "Cuenta Conmigo", "Cuando Harry conoció a Sally" y "Antes de Partir". Douglas interpreta a un cascarrabias y ácido persobaje que será redimido por la paciencia de Keaton. Divertida, emocionante y subyugante producción. Recomendadisíma!
Buena... pero no tanto. Ante una película como Juntos... pero no tanto, uno se podría preguntar qué quedó de aquel gran director llamado Rob Reiner, responsable de clásicos de los ochenta como This is Spinal Tap y Cuando Harry Conoció a Sally, entre otros. La respuesta sería que no demasiado: su nuevo film es demasiado regular, demasiado poco audaz, demasiado simple como para que el grueso de los espectadores lo retenga en su memoria por mucho tiempo. Sin embargo, también podríamos hacer comparaciones menos odiosas y cotejar esta comedia romántica con los exponentes del género que se suelen estrenar en nuestro país. Lejos, muy lejos del tenor cómico soez que mantiene el paradigma humorístico hollywoodense de estos días, Juntos... es un filme que no apunta necesariamente a generar carcajadas sino que se preocupa más por conmover un poco, agradar otro poco y dejar finalmente a todos contentos, como corresponde. En una cartelera actual atiborrada de propuestas pochocleras o directamente para niños, el filme de Reiner toma una relevancia especial. La historia tiene como protagonista a Oren Little (Michael Douglas), un ser humano despreciable, egoísta y malhumorado que se ha dedicado toda su vida a vender casas y pretende vender la última, la propia, una espectacular mansión valuada en más de ocho millones de dólares, para retirarse a Vermont. Mientras espera concretar su venta, vive en un humilde condominio junto a un grupo de simpáticos vecinos a los que detesta, entre los cuales se encuentra Leah (Diane Keaton). Pero todo cambiará cuando Oren se vea obligado a hacerse cargo de una nieta de diez años, de la cual no sabía su existencia, ante el pedido desesperado de un hijo que deberá pasar un tiempo en prisión. Pese a que todos conocemos la estructura dramática de este tipo de películas -desde la sinopsis se deja ver que Oren irá ablandando su corazón a medida que avanza la relación con su nieta-, el guión de Mark Andrus (que también escribió Mejor... Imposible, una película con varias coincidencias con esta) es inteligente en la manera de desarrollar a su protagonista: Oren es un cínico empedernido, un egoísta extremo, pero el cambio no se produce de cualquier manera, sino que hay momentos límite que lo llevan a quebrar su coraza sentimental. Por otra parte, los momentos humorísticos están fuertemente apoyados en los diálogos, particularmente los de Oren con su vieja amiga Claire (una lúcida Frances Sternhagen), que aciertan en picardía y acidez. Lamentablemente, Reiner incluye algún momento de slapstick comedy bastante fallido, en el que volvemos a pensar qué quedó de aquel gran director de comedias de los ochenta. En el apartado actoral, Keaton parece repetir el papel que le ha tocado en los últimos años y parece natural, mientras Douglas, que también reincide en un rol que le es familiar, se ve exagerado, a flor de piel, siempre al borde de la sobreactuación. El propio Reiner tiene un pequeño personaje secundario y Sterling Jerins se ve muy dulce como la tierna nieta aparecida de repente. Juntos... no es un gran film, pero puede ser una oportunidad en una cartelera post vacaciones de invierno que tiene pocas propuestas para el público adulto. Será cuestión de seguir esperando, con más fe que otra cosa, que Reiner vuelva a dirigir un clásico del cine. Mientras tanto, tendremos que conformarnos con películas simples, pasatistas y con humor de salón, como esta.
Una nueva oportunidad Juntos... pero no tanto intenta sumarse a la fila de comedias románticas protagonizadas por adultos mayores, pero el guion la convierte en un filme menor. Sólo la interpretación de Diane Keaton se destaca. Un desperdicio, tantos buenos actores y tan buen director. Michael Douglas y Diane Keaton no necesitan presentación. Rob Reiner no es un director popular pero está en el ADN del cine norteamericano por filmes como Cuando Harry conoció a Sally y dos de las mejores adaptaciones a la pantalla grande de novelas de Stephen King, como Cuenta conmigo y Misery. En los últimos años, creció una tendencia en Hollywood de contar historias de adultos mayores con grandes actores que dan con el perfil de la edad, como en Antes de partir, filme en el que Jack Nicholson y Morgan Freeman son dos enfermos terminales que se escapan juntos para llevar a cabo todo lo que sueñan. Lástima entonces que Juntos… pero no tanto no esté a ese nivel. Es una comedia que no entretiene, ni provoca demasiadas sonrisas, ni acaricia con su romanticismo como promete en sus avances. Los personajes, Oren y Leah, son vecinos. Ya transitaron una buena parte de sus vidas pero todavía están en forma para nuevas aventuras. Él es corredor inmobiliario y la pérdida de su esposa agrió aún más su carácter. Ella es una delicada cantante también es viuda, pero transita ese estado con una mezcla de resignación y congoja interminable. Un día aparece en el horizonte el hijo de Oren, que se había ido de la casa en una etapa dura de su adicción a la heroína. Ahora, reaparece para contar que debe purgar condena en la cárcel, y que necesita que su padre asuma su rol de abuelo y cuide a una nieta que ni sabía que había nacido y que tiene 10 años. El relato es un poco traído de los pelos, como puede notarse. Oren rechaza la llegada de la niña, pero Leah lo ayuda a revisar esa decisión. En ese ir y venir, la relación entre ambos comienza a humanizarse y los sentimientos reaparecen en la vida de estos vecinos que de a poco comienzan a mirarse con ojos renovados. Visto desde afuera y a los lejos, parece haber un notorio problema de guion: la historia no es prolija, no presenta bien a los personajes y deja fuera muchos datos necesarios, mientras que incluye otros inútiles; no encuentra la veta de la gracia; tiene diálogos que escapan a la comprensión del espectador argentino por incluir bromas localistas. Eso por mencionar algunas debilidades. Sin embargo, tienen sus puntos fuertes: la interpretación de Diane Keaton, como actriz y cantante; un par de buenas baladas sazonadas con jazz; la fotografía de espacios abiertos y la libertad de las cámaras para pasearse por los rostros de Keaton y Douglas buscando con comodidad los detalles de sus actuaciones. Con todo, está visto que ya no alcanza sólo con dos adultos mayores (talentosos actores, por cierto) para entrar contar una buena historia que se sume a las películas sobre la larga y plácida madurez del siglo 21.
AMORES OTOÑALES Hace un par de semana, al comentar “Todo lo que necesitas es amor”, decíamos que en medio de una cartelera atiborrada de efectos especiales y mensajes apocalípticos, estas comedias costumbristas, leves y previsibles, proponen al menos una tregua. Y aquí el esquema general es parecido: bellas locaciones, viudos que no superan el pasado, gente grande que ignora que busca otra oportunidad. Todo transcurre sin mayores sorpresas. El (Douglas) es un agente inmobiliario cascarrabias y solitario; ella (Keaton), su vecina, es también viuda, lloriquea a cada rato y canturrea en un boliche para gente mayor. Y la llegada de una nieta producirá en ese abuelo gruñón los esperados cambios que toda comedia romántica necesita. Linda música, nenita simpática, perro juguetón, hijo descarriado que se endereza y algunos “avisos” muy subrayados: en una misma tarde, el protestón ayuda en un parto y vende su viaja casona, como para jugar con la idea del recomienzo y el adiós. El guionista es Mark Andrus, el de “Mejor…imposible” (especialista en veteranos insoportables) y el director es Rob Reiner, el de la magnífica “Cuando Harry conoció a SallY”. Es cierto, este filme no está a la altura de aquellos, pero al menos aporta una mirada simple sobre gente que no payasea ni hace el ridículo, que dice cosas interesantes y sólo quiere probar si el amor es posible.
Una demostración de que hay actores que comprenden el cine. Que saben, por ejemplo, dónde está puesta la cámara y cómo hacer para que capte el gesto justo para causar una emoción, una sonrisa; en suma, la pura empatía imprescindible para que creamos en los personajes y los acompañemos con gusto. Michael Douglas y Diane Keaton están, en este sentido, en el dominio absoluto de sus personajes. Aquí trata ese momento en que un señor voluntariamente gruñón, vendedor inmobiliario, se prepara para gacer sus últimas ventas y retirarse. Pero se cruza con una nieta inesperada y una vecina con el rostro y los modales de la Keaton. El material es el que suele terminar en tortas mal edulcoradas, y dado que Rob Reiner (que alguna vez hizo “Cuando Harry conoció a Sally”, “Cuenta conmigo”, “Misery” y “Cuestión de Honor”) viene en baja, podríamos desconfiar. Pero aunque el film es imperfecto y a veces cae en el lugar común perezoso, los intérpretes construyen personajes en los que podemos creer, les sacan punta y ventaja a los momentos donde manda el humor y no caen nunca en el mohín edulcorado. Los personajes secundarios, de paso, están diseñados con precisión y son funcionales a la trama. Y lo que falta en creatividad cinematográfica abunda en clasicismo sin chiches y una manera directa de comunicar las emociones de los personajes sin subestimar al espectador. Una prueba, pues, de lo que Hollywood sabe hacer mejor sin necesidad de pretender una obra maestra.
Mala... pero no tanto Al ver el poster de Juntos... Pero no tanto (And so it goes, 2014) uno puede inferir que tipo de película verá: una comedia romántica con Michael Douglas haciendo de galán y una Diane Keaton derrochando simpatía. Si hilamos más fino y prestamos atención a que el director es Rob Reiner (Cuando Harry conoció a Sally) podemos imaginar algún que otro chiste relacionado con lo sexual. Bueno, si usted pensó algo de lo mencionado no le erró, la película es exactamente lo que propone la gráfica. Douglas es Oren Little, un agente inmobiliario anciano y gruñón con cuanto ser humano tenga cerca. Un ermitaño aborrecible con sus vecinos y clientes. Un día su hijo le pide un favor: que cuide a su nieta de nueve años por seis meses. Primero se niega pero luego jugará a ser abuelo con su vecina Leah (Keaton) quien le devuelve la sensibilidad humana que el tipo había olvidado tener. A partir de ahora uno puede pensar si este ultra transitado y previsible relato es un poco más de lo que promete, o en su defecto, un poco menos: y la respuesta se inclina por la segunda posibilidad. La historia tiene escenas que no aportan, pasajes de la comedia disparatada al drama profundo torpemente, transiciones extrañas como si no se supiera como culminar una secuencia, y cierto humor escatológico relacionado al sexo, casi fuera de lugar siendo que los protagonistas no son necesariamente adolescentes. Pero algo salva a la película de la debacle y es la pareja protagónica: Douglas y Keaton tienen presencia, frescura y resuelven con simpatía secuencias que interpretadas por otros darían vergüenza ajena. El actor de Wall Street (1987) aporta la cuota de humor como un viejo cascarrabias, que se queja de todo y todos, con comentarios graciosos que funcionan en varias oportunidades. La coprotagonista femenina ya demostró ser ideal para la comedia romántica dándole sensibilidad y carisma a las historias que co estelariza. El director Rob Reiner renovó en los años ochenta la comedia romántica con la película protagonizada por Billy Crystal y Meg Ryan, pero pasaron ya muchos años desde aquel entonces. Hoy en día no renueva nada, y sigue reiterando su vieja fórmula. Así y todo se las ingenia para hacer un producto ameno y sin pretensiones. Ahora seamos realistas: quien vea Juntos... Pero no tanto no espera ver otra cosa que una comedia pasatista con Michael Douglas y Diane Keaton. Ese potencial espectador, para el cual la película fue realizada, saldrá satisfecho.
La impunidad de la vejez Tenemos presente nuevamente un film que tiene como protagonistas a adultos mayores, en este caso los reconocidos Michael Douglas y Diane Keaton. Desde hace unos años se viene incursionando en comedias románticas, como esta, que experimenta un tipo de amor distinto al de los jóvenes. Quizás esa visión “resongona” del amor es el tinte perfecto que da éxito a estos films. Los protagonistas son mayores y no buscan ese “amor para toda la vida”, ya lo han tenido o no les importa porque han dejado lejos a los sueños de la juventud. Ese desinterés los hace genuinos y los muestra con todos los defectos a flor de piel. Tienen la impunidad de la vejez y, junto con eso, una gracia propia de la experiencia y la acumulada decepción por la vida. Juntos… pero no tanto es una graciosa comedia que explota el lado más agrio de Douglas y el más sensible de Keaton. Oren es un veterano vendedor de una inmobiliaria. Al parecer, en algún momento fue muy bueno en su trabajo, pero con el tiempo ha perdido su falta de flexibilidad y con ella su amabilidad con los posibles compradores. Leah es su vecina y una cantante-actriz frustrada. Pasa sus noches cantando en un bar de “mala muerte” recordando a su fallecido esposo. Oren también comparte la pena de haber perdido al ser más querido de su vidas. Su esposa falleció de cáncer. Las pérdidas han hecho de estos dos personajes seres desbordados, el uno por el mal humor y el otro por la pena y el llanto. Entre estos dos personajes aparece, por fuerza mayor, una luz de juventud. Al hijo de Oren lo llevan preso y él se debe hacer cargo de su nieta de 10 años que conocía. La madre de la niña, por verse sumida en la drogadicción, no puede cuidar de ella, así que Oren no encuentra otra posibilidad que hacerse cargo de la chica. La pequeña realiza un vuelco en la vida de él y por proximidad en la vida de Leah, quien termina, por negligencia de Oren, haciéndose cargo también de la niña. El aspecto más potente de Juntos… pero no tanto es la comicidad de estos dos actores, sobre todo Michael Douglas, que lleva adelante la postura de un viejo cascarrabias y mal llevado. El chicaneo, casi sin intención, pero constante, es lo que hace más funcional el humor en la película. Sin embargo, aparece también desarrollado el cuidado de los abuelos, con permisos y privilegios que los padres no darían a sus hijos. Entonces Juntos… pero no tanto es una película que apela al humor y reflexiona sobre la vejez, presentándola como una etapa de los hombres en la que ya no buscan los sueños de juventud y se enfrentan a nuevos y originales deseos.
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El director Rob Reiner, es el responsable de “Cuando Harry conoció a Sally” (1989), conocido desde entonces como un hacedor de comedias románticas. Han pasado 25 años de aquella genial comedia, hoy ya calificada en el orden de un clásico del género. Nunca más obtuvo éxito en este tipo de filmes, ni “Mi querido Presidente” (1995), ni “Antes de partir” (2007), esta ultima tomada como comedia dramática. En cambio sí cuenta en su haber con logros de otra naturaleza, en dramas como “Cuenta Conmigo” (1986), o thrillers como “Misery” (1990). “Solos…pero no tanto”, su última incursión, entra dentro de la variable puesta de moda con los romances otoñales en tono de comedia, donde los protagonistas entrados ya en una edad más cerca del balance que de la producción, vuelven a tener acceso a “Esa cosita loca llamada amor” (Gracias Freddy Mercury). A la sazón se puede decir que es un director que conoce su oficio, sabe contar, domina los tiempos narrativos para cada situación, entonces ¿Qué es lo que falla? En principi, y a primera vista, el guión: Ya no aparece la rubrica de Nora Ephron, sino el autor Mark Andrus, el mismo de “Mejor imposible” (1997), dirigida por James L: Brooks, y la referencia es valida en tanto y en cuanto ambos textos tienen demasiado en común. Ya no es un escritor famoso, obsesivo y huraño, sino un corredor de inmobiliaria rico e intratable. Ya no esta la joven mesera con una vida complicada, sino una mujer mayor, ex actriz, ahora cantante, en el difícil trance de sostenerse en la misma vida que supo tener. La historia gira alrededor de Oren Little (Michael Douglas), un agente inmobiliario, viudo reciente, que sabe como actuar para que todos lo odien, cuando en realidad el objetivo es que nadie se acerque demasiado. Por lo que es intencionalmente irónico, sarcástico, desaprensivo, un misántropo de libro, a todos trata por igual, salvo una pequeña diferencia que establece con Leah (Diane Keeton), vecina a la cual demuestra un poco de amabilidad Lo único que él desea es vender una última casa, su casa de toda la vida, para retirarse a vivir lo más alejado posible de la gente, para que lo dejen en paz. Pero la vida de Oren da un giro inesperado, pues así tiene que ser según el catalogo del buen cine de formula industrial hollywoodense, cuando su hijo, de quien estaba distanciado, se presenta súbitamente y le pide que cuide temporalmente de Sarah (Sterling Jerins), su nieta de 9 años, de cuya existencia nada sabia. Contra su voluntad y forzado por la situación, su hijo ha sido hallado culpable de un delito financiero e irá a la cárcel para cumplir una leve condena, Oren accede cuidar de la niña. Prontamente encuentra en su vecina Leah a la persona perfecta para acoplarle la niña. Esta situación hará que la relación entre ambos adultos mayores sea más asidua y permitirá que Leah acceda a la intimidad de las razones de ser de su vecino y arrendador. Del mismo modo, supuestamente de a poco, y por que nada es lo que parece, Oren empezará a exponer su corazón a su familia, a Leah,, a Sarah, a su hijo, y a encontrarle una segunda oportunidad a la vida misma. ¿Ya se dio cuenta como sigue y termina? Dije supuestamente de a poco pues si bien los tiempos en cuanto a estructura están respetados, no así los tiempos de desarrollo y recorrido del personaje, debido a que los cambios son muy abruptos, no están plenamente justificados, y para colmo son la previsibilidad hecha relato. Los rubros técnicos son correctos, la dirección de arte, incluida la la música acompañando siempre el clima que se despliega en la imagen; el guión que da la sensación de poco esfuerzo, salvo algunos diálogos chispeantes. Lo mejor se encuentra en las protagonistas femeninas. Nadie va a descubrir nada de Diane Keaton, perfecta y creíble en su personaje; una sorpresa la pequeña Sterling Jerins, con ya seis títulos en su haber de actriz; y Michael Douglas, quien muestra oficio para jugar la comedia. Pero no mucho más que eso. Una producción que tiene futuro de olvido irremediable
Juntos… pero no tanto es una propuesta ideal para espectadores de 40 y pico para arriba. Si desde el primer minuto no adivinás el desenlace y los cambios que van a tener los protagonistas en sus vidas, es que ésta es tu primer comedia romántica, pero, a pesar de todo, el viaje es bastante grato, sobre todo cuando estás buscando un pasatiempo ligero y ...
Lugares comunes, clichés, formulas probadas, excepto en “North” (USA, 1994) Rob Reiner es un especialista en aprovechar esto y en “Juntos pero no tanto” (USA, 2014), apuesta a lo seguro sin tener que arriesgarse más que en su propia exposición a la cámara en un personaje secundario. En la historia de un cascarrabias sin corazón (Michael Douglas) y que ha cerrado sus sentimientos luego del fallecimiento de su mujer tras una larga enfermedad hay mucho de la última comedia americana blanca. Oren (Douglas) vive en un pequeño complejo de apartamentos en los que intenta alejarse del ajetreo laboral, en el que mostrar casas y mentir son sus principales tareas. Para contrarrestar este panorama Reiner nos presentara a Leah (Diane Keaton) su dulce y buena vecina, con quien mantiene una relación de amor/odio inquebrantable. Ambos personajes son presentados en ámbitos diferentes. Oren es la persona que aún trabaja y que se esfuerza por alcanzar un último objetivo (vender una vivienda en 8.6 millones de dólares), mientras que Leah (Keaton) es mostrada como un ser más sumiso y dedicada a tareas hogareñas y en parte a recuperar su actividad como cantante en un pequeño bar de mala muerte. Mientras uno es ermitaño y solitario, el otro es amigable y perserverante, aún la vida les vaya poniendo obstáculos y colocándolos en lugares que a su edad aún no se imaginaban estar, como que un día el hijo de Oren se presenta con una nieta, que él desconocía, y, con la que deberá relacionarse a regañadientes. Pero como bien dice el refrán los opuestos se atraen y en la mutua colaboración un acercamiento inesperado hará que esa relación otrora casi sin dialogo, solo monosílabos y un buenos días/buenas noches, gire hacia un entendimiento que a pesar de haberse iniciado con una mala noche pueda transformar a este grinch irascible en el ser más comprometido y amistoso del vecindario. Keaton aprovecha el lugar que Reiner le otorga y pese a que el protagonismo es de Douglas (en esta película físicamente igual a su padre) potencia a la Leah, la cantante de viejos clásicos, con una maestria similar a la que interpreto en “Alguien tiene que ceder” (USA, 2003) y explorando la línea argumental que acerca a “Juntos pero no Tanto” a clásicos que exploran el amor en la tercera edad (“La fuerza del cariño”, “Romance Otoñal”, “Elsa y Fred”) y que tanto gustan al público. Obviamente que Oren luego será transformado por su nuevo entorno y principalmente por Leah y allí comenzará otra película, en la que los sentimientos iniciales se cambian y se transforman corriendo el metraje. Sencilla en la puesta y con una intención clara de trazar personajes con características de tómelo o déjelo, a “Juntos pero…” le sobran minutos y le faltan más punchlines, pero cumple en lo que propone, generando empatía en los seguidores de Keaton y Douglas y en los amantes de las comedias románticas.
Rob Reiner fue uno de los representantes del cambio en la comedia romántica junto a sus colegas Nora Ephron y se quiere Garry Marshal allá por fines de los 80 y los ’90, personajes carismáticos que significaban al ciudadano/a estadounidense tipo que se sacaban chispa en los diálogos mientras pasaban del odio/indiferencia al amor. De ese hombre que manejaba con maestría el diálogo rápido y el humor ácido (que también demostró en joyas como Spinal Tap o la subvalorada North) ya quedan sólo las sombras. Quizás el último film de él que recuerde aquella etapa sea Nuestro amor de 1999. Pero aun así, con las sombras de lo que fue, le alcanza para demostrar una mano firme en la dirección de comedias americanas que muchos de los nuevos representantes no parecen tener. Comedia para mayores, esa es la clave de Juntos… pero no tanto. Para un público que no busca un humor contestatario, rebelde, escatológico, o vulgar, que pretende ver gente mayor actuando como lo que son aunque llenos de vitalidad, por qué no, ver una como las de antes. El protagonista es Oren (Michael Douglas en el papel que lo vemos hacer siempre y lo aceptamos), un agente de bienes raíces que está esperando una gran venta para jubilarse. Parco, ácido, malhumorado, curtido por la vida (es viudo) y por el trabajo que lo obliga a mentir, y así y todo, seductor, sino no sería Michael Douglas. Al hombre le cae una nieta del cielo (Sterling Jerings) cuando su hijo con el que está distanciado, se la presenta y la deja a su cuidado. Pero él no quiere saber nada de cuidar a un niño, y es ahí cuando interviene Leah (Diane Keaton en el mismo plan de viejita canchera conservadora que viene haciendo desde que se alejó de Woody Allen) su vecina con la que se lleva mal pero que le vendrá como anillo al dedo para que se encargue de la nena. Oren es mañoso y odioso, Leah es amable y canta en bares para escapar de la rutina (¿esto no lo vimos en Last Vegas? En fin), pero cuando empiecen a ceder (sí, Alguien tiene que ceder) nacerá lo que el público espera. Juntos… pero no tanto no escapa ni quiere a todos los lugares comunes, no busca trascender, ni menos ser original. Es producto amable, entretenido si se aceptan sus reglas, y que por lo tanto, se puede adelantar todo lo que sucederá desde el minuto uno. ¿Qué tiene situaciones traídas de los pelos? ¿Qué los actores sólo hacen lo que ya saben hacer y en menor medida que otras veces? Es cierto, así como también que con oficio se tapa algún bache y que con química se disimul alguna incongruencia. Reiner logra un film entretenido, como si el también estuviese en la misma etapa que sus protagonistas (de hecho en edad lo está), y ya no va a hacer Cuenta conmigo o Esto es Spinal Tap, es un director relajado, que trabaja con el manual, y parece lograr diversión en el set de filmación, pero con eso, con producto conscientemente menor, le alcanza para ser algo más logrado que mucha comedia impostádamente moderna.
El trillado humor de Rob Reiner Rob Reiner es una de las maravillas más grandes salidas de Hollywood. Trajo al mundo filmes entrañables como el clásico de culto The Princess Bride, la macabra y brillante Misery –basada en la exitosa novela de Stephen King-, la eterna oda a la amistad infantil que es Stand by Me, el orgasmo tan falso como histórico de Meg Ryan en Cuando Harry Conoció a Sally, y más recientemente la coming of age Flipped. Es por eso que el hecho de que su nuevo trabajo, Juntos... pero no Tanto (And so it goes, en inglés), sea un chasco, resulta ser tan anticlimático como insultante. La trama es la siguiente: Oren Little (Michael Douglas) es un agente inmobiliario que no le cae bien a nadie, y no por falta de motivos. Maleducado, repugnante y egocéntrico, el único objetivo en la vida de Oren es vender, vender y vender hasta jubilarse y pasar el resto de sus días en paz. Pero de golpe –y no tan sorprendentemente, si estamos acostumbrados a ver comedias románticas trilladas- su vida da un vuelco cuando el hijo del que estaba distanciado le deja a su nieta a su cargo. Y, como no tiene la menor idea de cómo cuidar a una chica de 9 años, se la encarga a su vecina, Leah (Diane Keaton), quien le enseña al cínico Oren a "abrir su corazón". ¿Por qué Reiner cayó tan bajo? Siempre logró crear historias tan interesantes como románticas, alejándose siempre de lo cursi y de los lugares comunes del género. Creó un estilo que muchos copiaron. Pero en este relato de amor pasada la mediana edad, Reiner parece haberse olvidado de todo lo logrado y aprendido en su filmografía pasada, y recluta a los ganadores del Oscar, los grandes Keaton y Douglas, para que encarnen la misma mediocridad. Con un título que evoca a la célebre frase del eterno Kurt Vonnegut, y un romance más que predecible, Juntos...pero no Tanto es un intento fallido catastrófico de uno de los directores más aclamados de Hollywood de los últimos tiempos. Que en paz descanse su talento, hasta nuevo aviso.
Dos viudos que se enamoran "And so it goes" o "Juntos... pero no tanto" es otra de esas comedias de fórmula sin nada nuevo que aportar más que la interacción de dos grandes actores. Michael Douglas ("The Game") y Diane Keaton ("Annie Hall") son dos septuagenarios muy talentosos, que nos han regalado algunos personajes increíbles como Gordon Gekko, Nicholas Van Orten, Annie Hall y Kay Adams, pero en los últimos años se ve que anda escaseando un poco el laburo porque han aceptado trabajos muy mediocres, como por ejemplo, esta comedia. La historia del film nos presenta a Oren Little (Douglas), un despreciable hombre dedicado a las bienes raíces que circunstancialmente se muda a uno de los edificios que administra hasta poder vender su antigua casa valuada en una cifra millonaria. En este edificio, se ve forzado a convivir con distintas personas que van desde una joven pareja a la espera de su hijo, otra familia con niños ruidosos e inquietos y hasta una cantante viuda de personalidad un tanto bohemia (Keaton). Por supuesto que esto le genera tedio ya que es un hombre solitario y gruñón que desea vivir como un ermitaño, sin que nadie lo "moleste" o genere algún sentido de responsabilidad. Para sumar a su molestia, reaparece un hijo suyo rehabilitado de las drogas que debe pasar un tiempo en prisión y le encaja a su pequeña hija para que la cuide mientras cumpla con su condena. ¿Ya pueden adivinar el resto no? Un típica historia de superación personal sacada de manual viejo de comedia romántica, en la que nuestro protagonista malhumorado descubre que puede amar la vida nuevamente y enamorarse de una buena mujer a la espera del hombre que la haga sanar también. El final, ya lo sabemos todos. En general presenta gags desgastados, sin mucha gracia, con la excepción de algunos pocos verdaderamente divertidos. La profundidad de la trama es también bastante liviana y sin mucha trascendencia. La única parte que parece un tanto más profunda es la complicada relación que mantiene con su hijo, que queda relegada un segundísimo plano para dar lugar a su transformación hacia el amor y el positivismo. Una nueva película romántica light, con poco para ofrecer y bastante olor a naftalina. Sólo para los incondicionales de estas dos figuras de la gran pantalla.
Publicada en la edición digital #264 de la revista.
Otra vuelta en el juego del amor y de la vida Continúa en la cartelera de cine bahiense otra comedia sobre la familia y las segundas oportunidades. Diane Keaton y Michael Douglas, al frente de un elenco Oren y Leah ya transitaron una buena parte de sus vidas pero todavía están en forma y, por qué no, en carrera. El es vendedor inmobiliario y la pérdida de su esposa agrió aún más su carácter. Ella es una delicada cantante también viuda, pero transita ese estado con una mezcla de resignación y congoja interminable. Él abandonó una casona lujosa en un barrio mucho más lujoso aún, para irse a vivir con sus muebles apilados en el departamento de una vecindad sencilla y cálida. Oren es el "sapo de otro pozo", por su mal carácter y peor comportamiento para con sus vecinos. Leah vive pared por medio, y entre rencillas cotidianas están cuando viene a tocar la puerta el hijo del hombre, de apuro y pretendiendo hacer cargo al abuelo de una niña de 10 años, demasiado parecida a él, pero que Oren se niega a aceptar y pone en manos de Leah como si fuera un cachorro sin hogar. Mientras Leah ayude a Oren a aceptar la situación y abrir su corazón a los afectos, él le ayudará a ella a salir de la crisis de vocación en que la dejó el fallecimiento de su marido y acompañante musical. Juntos, además, descubrirán que existen otras vidas posibles para transitar, juntos y separados. Dentro de la serie de películas dedicadas al romance y las segundas oportunidades en tiempos maduros, Juntos pero no tanto no es de las más logradas. Tiene un elenco efectivo, que sabe construir las situaciones reideras que propone el guión; goza de la clásica-cálida fotografía de soleados barrios californianos; música que acompaña bien. Pero nada parece cerrar cuando la química entre los protagonistas no es plena. Aunque talentosos y probados, Keaton y Douglas no llegan al nivel de mutua seducción que, por caso, atravesó la pantalla cuando ella y Jack Nicholson batieron duelo de amor y humor en Alguien tiene que ceder (2003). Siquiera tienen la conexión que Douglas y Frances Sternhagen generan en los roles de antiguos amigos y compañeros de oficina en la trama de Juntos..... Pero cumplen porque saben cómo hacerlo, a las órdenes de un director que ha tenido resultados inolvidables en Cuando Harry conoció a Sally (1989), Sintonía de amor, Nuestro amor (1999) y Antes de partir (2007), donde Nicholson y Morgan Freeman interpretaban a dos hombres maduros, muy distintos entre sí, que decidían cumplir sus últimos deseos, por citar algunos.