Una vida por una rosa. ¿Quiénes mejores que los franceses para abrir las esclusas del melodrama y dejar que la pose afectada y sentimentaloide inunde las comarcas del corazón? A pesar del automatismo que suele caracterizar al cine galo en lo que respecta a estos menesteres, resulta indudable que cuando se lo proponen consiguen productos más eficaces que los que ofrecen los emisarios hollywoodenses. Consideremos por ejemplo el film que nos compete, La Bella y la Bestia (La Belle et la Bête, 2014), una reformulación autóctona y respetuosa del clásico cuento de hadas que supera a Maléfica (Maleficent, 2014) y La Cenicienta (Cinderella, 2015), traslaciones algo marchitas y carentes de la energía discursiva del relato primigenio. Precisamente el rasgo distintivo del último opus de Christophe Gans, y de todo su cine en general, es una serenidad narrativa que ambiciona profundizar el desarrollo de personajes y explotar al extremo la dimensión trágica de los acontecimientos. Aquí, al igual que en las también correctas Pacto de Lobos (Le Pacte des Loups, 2001) y Terror en Silent Hill (Silent Hill, 2006), sobresalen una fotografía preciosista y un diseño de producción muy imaginativo, en consonancia con un entorno de raigambre fantástica que viabiliza la irrupción de la fastuosidad de las quimeras, ítem que en la industria norteamericana se reduce al campo de las escenas de acción y los avatares superfluos, netamente decorativos. El guión de Sandra Vo-Anh y el propio Gans reproduce la historia de antaño, cuya versión más popular sigue siendo la de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont de 1756: un mercader marítimo en quiebra (André Dussollier) se pierde en el bosque de turno y llega al castillo de La Bestia (Vincent Cassel). Allí roba una flor para su hija favorita Bella (Léa Seydoux), lo que desencadena la ira del licántropo y la sentencia de “una vida por una rosa”, de este modo el hombre se ve obligado a volver al emplazamiento mágico luego de regresar a su hogar para despedirse de su familia. Por supuesto que la señorita se siente culpable y decide tomar el lugar de su padre, por ello marcha segura al encuentro con su contraparte amorosa. Las modificaciones principales que introduce el realizador son escuetas y obedecen a una lógica orientada a crear una epopeya mainstream apta para todo público, en una jugada que sale abiertamente a disputarle terreno al acervo estadounidense. Hoy las hermanas malvadas no lo son tanto ya que el componente pérfido está vinculado a la fauna masculina, en especial a un hermano tapado en deudas que arrastra al clan en su conjunto hacia las fauces de una banda comandada por el despiadado Perducas (Eduardo Noriega). Esta suerte de tercerización del “agente del dolor” corre en paralelo a la ausencia de gore durante las muertes, circunstancia que nunca se percibe como desfasada dentro del andamiaje general. Si bien el pulso sensible se acopla de manera muy sutil con los detalles oníricos (los sueños de Bella sobre el background de La Bestia) y el diseño de personajes (son encantadoras las pequeñas criaturas de ojos prominentes del palacio), hay que aclarar que en algunas secuencias el convite se extiende más de lo debido y/ o abusa de los CGI. Más allá de las estupendas actuaciones de Cassel, Seydoux y Noriega, estamos ante un retrato esquemático aunque certero de la conquista, la dialéctica romántica y los fantasmas de las parejas pasadas, en una reflexión que también incluye a los sinsabores del devenir familiar y la codicia asesina del ser humano para con la naturaleza y todo su extraordinario esplendor…
Cuentos de hadas sin encanto En estos últimos años los cuentos de hadas han tenido un renacer cinematográfico. El éxito de La Cenicienta, recientemente estrenada lo confirma. Disney, a la cabeza de este renacer, ya anunció con bombos y platillos una versión con actores de La bella y la bestia, el famoso cuento de hadas que fue llevado a la pantalla por el estudio, cambiando la historia del género de animación para siempre. Aquel clásico fue el primer film de animación en competir a mejor película en los Oscars y luego se transformó en un exitoso musical que dio la vuelta al mundo. Lo que se estrena ahora no es de Disney, ni siquiera está hecha en Estados Unidos. Pero esta producción francesa no es un caso aislado en la historia de dicho país. De hecho, la más prestigiosa y recordada versión de La bella y la bestia la dirigió en Francia Jean Cocteau en 1946. Aquel inolvidable film, muy influyente en el cine posterior, tenía una poesía y un encanto poco habituales. Sin embargo, esta nueva versión no elige un camino claro. No es un film personal como el de Cocteau y tampoco es un film divertido y emocionante como el de Disney. Con un comienzo muy poco amable con los espectadores más pequeños –no por elementos chocantes o fuertes, sino por su pausada narración- la película tarda mucho tiempo en hacer camino. Estéticamente tampoco está todo bien definido. Sin decidirse por ser un film adulto como los mejores films de Tim Burton, ni un film con destino de clásico infantil, La bella y la bestia se estanca en ese espacio y no logran generar empatía en el espectador. Curiosamente, el film empieza peor de lo que termina, porque esa falta de energía inicial poco a poco queda de lado y el relato se vuelve un poco más entretenido e interesante. Contra todo los lugares comunes bien pensantes, una vez más el cine norteamericano ha demostrado ser más complejo, sutil y divertido que el europeo. Los efectos visuales, los guiños más berretas hacia producciones más masivas, un retrato poco feliz de los villanos, todo deshace cualquier buena intención original. El éxito de esta película dependerá de la cantidad de espectadores que crean que están yendo a ver una película hecha en Estados Unidos y no una fallida producción europea. El lujo de tener a Vincent Cassel como la bestia o a André Dussolier como el padre de la bella, son dos motivos que tal vez atraigan a los amantes de un cine francés más logrado, no parece mucho en este contexto.
La historia de La Bella y la Bestia fue adaptada numerosas veces en el cine y la televisión con muy buenas producciones que trabajaron con distintos enfoques la clásica novela de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. No recuerdo haber visto un film malo que se haya basado en este relato. En la actualidad las versiones más populares son el musical de Disney de 1991 y la serie de televisión de los años ´80 que protagonizaron Linda Hamilton y Ron Perlman. El espectador más cinéfilo y fanático del género de fantasía seguramente elegirá la obra maestra de Jean Cocteau, de 1946, que sobresalió por el extraordinario diseño de producción y los efectos de maquillaje de la Bestia que tuvieran una enorme influencia en centenares de producciones que vinieron después. Esta nueva producción francesa que llega a los cines fue dirigida por Christophe Gans, responsable de Necromicon, Silent Hill y ese entretenido y subestimado film de artes marciales y aventuras que fue Pacto de Lobos. La película de Gans adapta con bastante fidelidad la novela original de Leprice de Beaumont al mismo tiempo que expande el origen de los personajes principales, algo que no se había explorado con tanto detalle en ninguno de los filmes anteriores. Si bien el conflicto central no fue alterado, estos cambios que aportaron en la trama el director y la guionista Sandra Vo-Anh contribuyeron a recrear esta historia desde una óptica diferente. Christophe Gans es un cineasta que suele enfocarse mucho en los aspectos visuales de sus filmes, donde por lo general encontramos las mayores virtudes de sus películas. La Bella y la Bestia es claramente su producción más ambiciosa y ofrece secuencias extraordinarias. Toda la ambientación de cuentos de hadas que le dio a la película es excelente y ya desde las primeras escenas, la narración de Gans te envuelve en ese universo de fantasía en el que transcurre la trama. Hay momentos imponentes, como la escena en que Bella se adentra en los terrenos donde vive la misteriosa Bestia, que sobresalen por el impecable trabajo en el diseño de producción y la fotografía. El realizador francés puso muchísimo empeño en capturar los elementos mágicos de esta historia a través de los decorados, los vestuarios y la música que contribuyen a transportar al espectador a ese mundo tan especial y fascinante donde se desarrolla el conflicto. A nivel visual esta producción es un ejemplo brillante de como deberían verse las propuestas basadas en cuentos de hadas. Un punto débil de la película de Gans es el casting de la pareja protagónica, conformada por Vicent Cassel y Léa Seydoux, una de la nuevas chicas Bond que próximamente aparecerá en Spectre. Aunque los artistas presentan interpretaciones muy correctas, la química entre ellos brilló por su ausencia y esto generó que la historia de amor entre los personajes principales no tenga el peso que uno hubiera esperado. En esta cuestión pesó también el hecho que esta versión se concentra en la historia de la Bella y el protagonista masculino tuvo un rol más secundario. Por otra parte, desde los aspectos técnicos hay algunos efectos digitales que se ven artificiales y arruinan la atmósfera que había creado el director con las ambientaciones reales porque generan distracción. Es curioso que una superproducción importante como esta no pudiera ofrecer efectos de CGI más decentes. Afortunadamente este problema sólo se percibe en algunos momentos puntuales que tampoco arruinan la visión general de la película. Antes que esas aberraciones que fueron Maléfica (o Gatúbela con hadas) y la Blancanieves de Tarsen Singh con Julia Roberts, esta producción es mucho más decente. Con todas sus imperfecciones La Bella y la Bestia logra brindar una excelente propuesta de fantasía y merece su recomendación.
¿Sueñan las bestias con doncellas mágicas? ¿Hay alguna forma correcta de volver a contar una historia que ya se ha narrado incontables veces desde hace siglos? ¿Hay manera de rescatar en este milenio el atractivo por un relato harto conocido? La nueva adaptación cinematográfica de La bella y la bestia (La Belle et La Bête, 2014) del francés Christophe Gans (Terror en Silent Hill [2006]) asume la responsabilidad de buscar una respuesta a esta incertidumbre. Basada en una de las dos versiones tradicionales más conocidas del cuento -obra de la francesa Jeann-Marie Leprince de Beaumont, de 1756- la historia gira en torno a Bella, la más joven de las tres hijas de un hombre que se ve obligado a cederla a una misteriosa bestia para poder cumplir una promesa. Bella se ve forzada a vivir recluida en el castillo de la Bestia, un ser con un pasado oscuro que busca obtener el amor de su nueva huesped... algo que bien podría ser considerado el primer caso registrado de Síndrome de Estocolmo, incluso varios cientos de años antes de ser conocido con dicho nombre. Tras una primera mitad algo lenta en cuanto a desarrollo dramático, la cuestión toma envión en la segunda parte. La historia central va cediendo terreno ante secuencias que permiten conocer el origen de la Bestia y el por qué de su horrible maldición, envueltas en un estilo onírico que se disfruta mucho desde lo visual, con un tratamiento de la imágen que se convierte en uno de los mayores atractivos de la cinta en cuanto a diseño de arte. Aún sin ánimos de espoilear una historia que vió la luz por primera vez hace exactos 260 años, sólo diremos que el origen de la Bestia se distancia un poco del concepto original de Beaumont. Pero esta presentado de una forma tan interesante que se vuelve uno de los puntos altos del film. El único punto flojo tal vez puedan ser los efectos hechos por computadora de la Bestia y algunas de las criaturas fantásticas que componen la fábula. Por suerte la interpretación que Vincent Cassel (Irreversible [2202], El Cisne Negro [2010]) logra del monstruo clásico nos hace olvidar un poco esta mancha. Léa Seydoux (La vida de Adele [2013], El gran hotel Budapest [2014]) también se luce en el papel de Bella y hace muy buen uso de esa sensualidad sutil que posee, con la cual transmite mucho sin necesidad de hacer un abuso de histrionismo. Uno de los mayores atractivos es el hecho de encontrarnos frente una versión del cuento clásico que no es oscura y sombría, pero tampoco se para en la misma vereda que las adaptaciones edulcoradas de cuentos clásicos de -por ejemplo- la factoría Disney. En esta ocasión Christophe Gans logra un buen equilibrio entre una historia que puede atraer a un público adulto y al mismo tiempo generar en los más chicos un alto nivel de curiosidad, atrapándolos con historia atractiva desde lo visual que al mismo tiempo narra un suceso no del todo infantil.
El director Christophe Gans asegura que su película puede verse como una metáfora de la crisis económica europea. La historia de una familia arruinada que gracias a un personaje mítico ve la oportunidad de rehacerse. Pero la fuerza tradicional de la historia es potente y los actores, en especial Jean Pierre Cassel, Eduardo Noriega y la linda Lea Seydox, con una reconstruccion barroca, buenos efectos y belleza visual.
Una versión que sólo agrega efectos especiales Con un presupuesto importante para los parámetros del cine no hollywoodense y un trío protagónico de alto impacto en el mercado europeo (el film es una coproducción francoalemana), la inmortal historia del príncipe hechizado y la hermosa joven que se transforma en su cautiva vuelve, una vez más, a las pantallas de cine. No es la primera vez que La Bella y la Bestia, el cuento de hadas de origen anónimo que ha tenido varias versiones literarias (las más famosas fueron firmadas por Gabrielle-Suzanne de Villeneuve en 1740 y por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, algunos años más tarde) es trasladado al medio cinematográfico de manera más o menos literal. Dejando de lado las decenas de relatos que en forma escrita o audiovisual han tomado como referencia algunos de sus temas centrales –de las novelas Nuestra Señora de París o El fantasma de la ópera a King Kong, por nombrar apenas tres ejemplos–, para los cinéfilos la adaptación definitiva sigue siendo la de Jean Cocteau de 1946, mientras que para el público en general ese podio lo ocupa ostensiblemente la versión animada de Disney de 1991.Ni Cocteau ni Disney, afortunadamente sin canciones y con apenas un baile minimalista, para recrear a esta nueva pareja despareja el realizador Christophe Gans (director de la hoy algo olvidada Pacto de lobos) y su coguionista Sandra VoAnh volvieron a las fuentes de la versión de Beaumont, aunque tomándose varias libertades a la hora de eliminar o añadir vericuetos de la trama y algunos personajes secundarios. El inoxidable Vincent Cassel como el príncipe transformado en monstruo leonino, la bella (valga la redundancia) Léa Seydoux como Belle y el veterano de infinitas batallas André Dussollier como su padre –a quienes se suma el español Eduardo Noriega como Perducas, villano creado para la ocasión– hacen lo que pueden con el exceso de guardarropía y la ostentación digital de habitaciones, escenarios naturales y seres enormes y pequeños que pululan en el castillo de la Bestia. En otras palabras, intentan no ser absorbidos por el superávit de bits que los rodean y que amenazan con anular cualquier atisbo de emoción genuina que pueda surgir aquí o allá.No se trata de ser purista ni mucho menos, pero el agregado de batallas entre humanos y gigantes de piedra o los perritos bizarros que acechan cariñosamente a la Bella parecen surgir no tanto de una necesidad creativa como de un brainstorming de accionistas preocupados por la aceptación del público infanto-juvenil contemporáneo. Sin ser horripilante (aunque ello puede depender en parte de la tolerancia al diseño de arte rococó y los colores chillones), La Bella y la Bestia versión 2014 está aquejada por una literalidad que elimina de raíz todas las capas metafóricas de la historia original. Incluso el subtexto ecológico injertado a presión está ahí, a la vista de todos, para que nadie pueda malinterpretarlo o pasarlo por alto. La trama avanza, es cierto, a velocidad crucero, y se agradece. Pero el automatismo en la sucesión de aconteceres y diálogos y la impresión de que las emociones han sido encapsuladas para un consumo veloz y pasajero no ayudan, precisamente, a elevar el relato por encima de un diseño visual que primero acapara y luego empalaga la vista. 4-LA BELLA Y LA BESTIA (La belle et la bête; Francia/Alemania, 2014)Dirección: Christophe Gans.Guión: Sandra VoAnh y Christophe Gans.Fotografía: Christophe Beaucarne.Montaje: Sébastien Prangère.Música: Pierre Adenot.Duración: 112 minutos.Intérpretes: Vincent Cassel, Léa Seydoux, André Dussollier, Eduardo Noriega, Myriam Charleins, Audrey Lamy.
Publicada en edición impresa.
En un reino muy muy lejos de Disney Francia tiene una nueva versión de "La Bella y la Bestia", que respeta bastante la estructura de la historia original. Es así que en esta versión Bella (Léa Seydoux) tiene dos hermanas, tres hermanos, y un padre que la adora. Luego de que su padre pierde toda su fortuna a causa de un naufragio, la familia debe mudarse al campo, donde la única que parece sentirse a gusto con el lugar es Bella. Una noche, al volver de un viaje, su padre se pierde en una tormenta y encuentra refugio en una extraña mansión, donde al recordar el pedido de su hija, roba una rosa para llevarle como regalo, lo que rebela la ira de la Bestia quien lo condena a morir en su castillo, dándole solo la oportunidad de despedirse esa noche de su familia. Sintiéndose culpable, Bella toma el lugar de su padre y llega así al castillo de la bestia. Sola en el castillo, con unas encantadoras criaturas de ojos enormes que la espían, Bella descubre de a poco quien es la bestia, y quien era antes de convertirse en ese ser horroroso; es entonces cuando vemos en flashbacks la historia de un príncipe arrogante y poderoso (Vincet Cassel) que luego es condenado a transformarse en una bestia solitaria, a quien nadie podría amar. Esta versión nos da más razones para comprender la personalidad tortuosa de la bestia, más allá de la magia que lo ha convertido en un ser monstruoso, así como también le da más razones a la protagonista para enamorarse de él. Lo primero que impresiona en este filme es la belleza de sus imágenes, la estética barroca, combinada con efectos digitales, donde hasta el más pequeño de los detalles está cargado de expresividad, donde el castillo no solo es extravagante sino que parece estar flotando en una atmósfera onírica. En esta versión no hay teteras ni tacitas que bailen y canten, sino que hay personajes ambiciosos, capaces de hacer cualquier cosa por robar los tesoros de la bestia, un protagonista que está pagando por su soberbia, y una mujer con bastante determinación. Si bien está claro que la historia apunta a humanizar a los personajes, más que a lo fantástico del cuento, el guión parece haber sufrido algunas concesiones para hacerlo más accesible al público infantil, lo que hace que la historia pierda un poco el eje, y se acerque más a la acción o a las escenas fantásticas llenas de efectos especiales, aun así hay escenas cargadas de mucha sensualidad, algo casi inevitable con protagonistas como Vincent Cassel y Léa Seydoux. Lejos de Disney, con hermosas imágenes, y un final feliz, esta nueva versión del clásico no es demasiado arriesgada, pero le encuentra una vuelta interesante a la historia, donde las decisiones de sus protagonistas son más fuertes que la magia que los rodea.
Crítica emitida por radio.
"La Bella y la Bestia" plantea llevarnos nuevamente al mundo del cuento que tanto conocemos, pero a mi parecer, fracasa en el intento. Completamente ambiciosa desde el trailer, que es lo primero que vemos antes de entrar a la sala de cine hasta la resolución de la historia. Su director, Christophe Gans dijo "aunque voy a ser fiel a la narración, voy a crear un universo nuevo jamás experimentado antes"... ok, todavía estoy esperando ese universo "jamás experimentado", - no seamos taaan malos - lo intenta, y el intento es lo más valioso del film. El elenco funciona visualmente... actoralmente lo que más me alejó fue la frialdad con la que los personajes se mueven en el trayecto de la peli... el título "frozen" les vendría muy bien. El arte, la fotografía y hasta la música son espectaculares, pero lo más importante, que es mantener la atención del espectador... bueno, eso mismo es lo que falla continuamente. Una versión más, sin alma, de esta hermosa historia de amor.
LA BELLA Y LA BESTIA recrea la clásica historia de amor entre la hija de un mercader arruinado, y el que alguna vez fuera un príncipe, convertido por un hechizo en un terrorífico ser que habita en un castillo solitario. Versión francesa de este cuento de hadas, con pretensiones de "cine arte", resulta aburrida, lenta y poco accesible para el público infantil. LEA SEYDOUX, la nueva "chica BOND" es una BELLA anodina, sin gracia, hermosa pero fría como un témpano, no logra transmitir la calidez del personaje. Y al siempre correcto VINCENT CASSEL en el papel de BESTIA se lo oye desganado detrás de ese "monstruo digital" en que han convertido a este clásico personaje. Excesos de pantallas verdes para recrear paisajes y criaturas secundarias, técnicas que de ninguna manera pueden borrar la estética de telefilme barato que inunda todos el metraje.
Espectáculo imponente que relega lo romántico Se va a sorprender quien crea que ésta es sólo una nueva ilustración del clásico encuentro entre una joven llena de encantos y virtudes y un ser espantoso pero rico, poderoso y de alma noble. Acá pasan muchas más cosas, más aventuras, y hay relaciones mucho más engorrosas de lo que el público espera. Y eso puede fascinar, porque la novedad, la ambientación, el vestuario y los efectos especiales son impresionantes, pero también cansa un poco y diluye su intensidad romántica. Ocurre que todas las versiones cinematográficas vistas hasta ahora, incluyendo las de Jean Cocteau, Jurah Herz y la dupla Gary Trousdale & Kirk Wise, del sello Disney, que son las mejores, se apoyan en un hermoso cuento de Jeanne-Marie Barbot de Le Prince. Pero la que ahora vemos se basa en un cuento anterior, mucho más largo, de Gabrielle-Suzanne de Villeneuve, quien, además de contar lo que ya sabemos, se expande en historias rarísimas sobre el origen de la Bella, el origen de la Bestia, las razones de su encantamiento, los ciervos blancos que arrastran carrozas doradas, los hijos resentidos que andan en malas compañías, la guerra entre los reyes y las hadas perversas, etcétera. Le Prince leyó a Villeneuve, podó toda esa monserga, y salió ganando. Pero ahora Christophe Gans, autor de un estremecedor "Pacto de lobos", y su coguionista Sandra Vo-Anh, resucitaron la versión larga, seguramente con la idea de explorar caminos poco transitados, fantásticos y oscuros. Y a eso le agregaron perlas y variaciones propias, incluso palmeras y plantas trepadoras. Así aparecen unas peleas en bodegones y en el palacio y alrededores, una fuga sobre el lago helado, sueños abundantes medio tortuosos, estatuas que cobran vida, una ninfa convertida en mujer y luego en cierva, unos bichos ridículos que al final mejoran, porque se vuelven perros Beagle, y otras cuantas sorpresas. Todo eso, contado por una madre a sus criaturas antes de dormir. Thierry Flamand (César al mejor diseño de producción por este trabajo), el vestuarista Pierre-Yves Gayraud, los enormes equipos de arte, decorados y efectos mecánicos y digitales resultan acá los héroes de la empresa. Ellos arman un espectáculo notable, imponente, en partes gigantesco -innecesariamente gigantesco. Pero bajo ese espectáculo, la historia de amor ha quedado relegada. Vincent Cassel y Léa Seydoux recitan sus partes sin mayor vibración, la máscara de él no da miedo y el escote de ella no nos permite concentrarnos (pero no nos quejamos).
Of all the film versions of Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont’s classic fairy tale of Beauty and the Beast, the one made by French surrealist master Jean Cocteau in 1946 is unlikely to ever be out shadowed. Utterly poetic and absorbingly beautiful, Cocteau’s film is both very personal and faithful to the spirit of the fairy tale. It’s more of an adults’ version than one for children, and yet it’s magical from beginning to end. The other famous and dazzling version, as we all know, is the 1991 animated musical romantic fantasy by Walt Disney Pictures, which premiered at the New York Film Festival and was instantly embraced by viewers and critics alike. It was the second Disney film produced using Computer Animation Production System, which provided a wider range of colours and soft shades, and allowed for the simulation of multiplane effects that gave the illusion of depth. In their own senses, both Cocteau’s and Disney’s versions are true accomplishments that even went beyond the expectations they’d aroused at the time. Too bad the same cannot be said of the new production Beauty and the Beast, directed by Christophe Gans and starring the beautiful Lea Seydoux and Vincent Cassel as the odd couple falling in love. Not that it’s a total mess, because it really isn’t. But it’s wrongly conceived from the very start in some key aspects, so no wonder it has such a hard time taking off and, in the end, it never quite delivers. For the most part, this cinematic version is also faithful to its source: it’s the story of an unlikely romance that blossoms after the youngest and prettiest daughter of a merchant who’s down and out on his luck offers herself to the strange beast to whom her father was indebted. As we all know, the Beast is nothing but a handsome prince who will become a man again only if he can get a woman to love him. The first thing you can say about Gans’s version (whose credits as a director include the passable Brotherhood of the Wolf and Silent Hill) is actually a good thing: the mise-en-scene and visual design of his new film are indeed eye-catching. Lots of attention has been paid to minute details as well as to the big picture, and so a world of its own unveils a few minutes into the story. The same goes for the technically impeccable cinematography, which changes colours, shades and textures according to the changes in the story. As for the atmosphere and visuals, nothing to complain about. However, bear in mind that this is the exact kind of work that Hollywood producers and directors do all the time and in the exact same way — there’s little personality to be found here. And then there are the problems, which are far more important, starting with the awkward mix of aesthetics traits typical of fairy tales with multiple and often unnecessary CGI effects. It’s hard to maintain your suspension of disbelief when you feel you are watching two different films at once. Then there’s a problem with the target audience, and not a minor one either: there are times when the plot is narrated in a somewhat complicated manner for young children (past and present switching back and forth, and not via conventional flashbacks, plus a subplot that goes nowhere), but the film itself is too childlike for older kids or young teens, let alone adults. So who’s to watch it? Furthermore, there’s something else that you’d never expect from fairy tales in general, and most particularly from this one: little passion, little sentiment, little romance. Not only because the script doesn’t provide the actors with many chances to act them out, but because when they do it seems they are just going through the motions. And that’s when you realize that this version of Beauty and the Beast is drowning in its own visual splendour. So no wonder it is a slow moving film that soon turns into a tedious one that will eventually become quite forgettable. Production notes La belle et la bête / Beauty and the Beast (France/Germany, 2014). Directed by Christophe Gans. With: Lea Seydoux, Vincent Cassel, Eduardo Noriega. Cinematography: Christophe Beaucarne. Running time: 115 minutes.
Fábula demasiado oscura Los cuentos de hadas, con sus propuestas de corte fantástico, han servido para múltiples (re)creaciones. Ya sea en producciones animadas como, sobre todo ahora, en películas con intérpretes de carne y hueso, han seducido a espectadores de diferentes edades y durante varias generaciones. Si bien el cine estadounidense en general (y Disney en particular) se ha "apoderado" con mayor frecuencia de esos relatos, también han sido abordados en otras latitudes. Esta nueva versión de La bella y la bestia de origen francés (y con aportes alemanes) es un ejemplo de esa tendencia cada vez más global. Christophe Gans (realizador de Pacto de lobos y Silent Hill) fue el encargado de la transposición y del rodaje para una película que se parece demasiado a varias de sus "hermanas" norteamericanas, ya que a partir de un generoso presupuesto (más de 30 millones de euros) tiene un ambicioso y espectacular despliegue de decorados y efectos visuales, pero que en términos dramáticos hace agua por todos lados. Precisamente en el agua arranca la historia, ya que el naufragio de sus tres barcos lleva a la ruina a un mercader, cuya numerosa familia cae en la miseria y el desprecio social. La más joven de sus hijas, Bella (Léa Seydoux, vista en La vida de Adéle), terminará luego como una suerte de rehén de la Bestia (Vincent Cassel) en el marco de un acuerdo para salvar la vida de su padre. El proceso entre que ella ingresa al palacio de ese hombre convertido en monstruo por una maldición y ambos se terminan enamorando es tan torpe como brusco e inverosímil. Hay otras subtramas (como la de un malvado encarnado por el español Eduardo Noriega) que poco aportan y, más allá de los esfuerzos, la belleza y el carisma de Seydoux, esta tragedia romántica resulta demasiado tortuosa y oscura para los más pequeños y demasiado endeble para un público adulto más exigente. A mitad de camino.
"La bella y la bestia": un cuento infantil, que no podrán ver los niños Hace unos pocos días se conoció que Disney lanzará la película con actores reales de Winnie the Pooh y también de Dumbo, que se suman a otros clásicos que ya se hicieron como "Alicia en el País de las Maravillas", "Maléfica" y "La Cenicienta". También tiene en carpeta "La Bella y la bestia", con Emma Watson en el papel de Bella y Dan Stevens como la Bestia. Este film vería la luz recién en 2017, pero antes nos llega esta versión francesa de este clásico titulada, obviamente, "La Bella y la Bestia". Vale recordar que, como casi la mayoría de los cuentos de hadas tradicionales, es bastante complicado conocer su origen. Existen muchas versiones y diferentes autores a los cuales se les atribuye su autoría. Lo cierto es que la primera versión publicada fue la de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en 1740, aunque la más conocida es la revisión -muy abreviada- de la obra original de Villeneuve, publicada en 1756 por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Tras el naufragio de su barco, un comerciante (André Dussollier) queda en la quiebra y se ve obligado a mudarse de la ciudad al campo junto a sus seis hijos. Entre ellos se encuentra Bella (Léa Seydoux), la más joven de sus hijas, alegre y llena de bondad. Pero los problemas del comerciante aumentan cuando descubre un mágico reino y se roba una rosa para ella. Bestia (Vincent Cassel) es el que reina sobre el lugar y lo condena a muerte, pero le da tiempo para despedirse de su familia. Cuando Bella se entera que por su culpa su padre enfrenta ese destino, decide sacrificarse e ir ella en su lugar. Allí no encontrará la muerte, sino una extraña nueva vida en donde de a poco, todas las noches mientras cena, comenzará a conocer al extraño y aterrador dueño del castillo y comenzará una historia de amor. Esta película, estrenada en Francia el 12 de febrero de 2014, se convirtió en un éxito de taquilla y hasta recibió tres nominaciones en los Premios César. Tiene varios puntos a favor, como ser el elenco: el gran André Dussollier con su inagotable cuota de talento actoral; Eduardo Noriega, que personifica al villano Perducas; el siempre magnético Vincent Cassel (sí, hay escenas en las que no aparece todo peludo y con dientes filosos); y la ascendente Léa Seydoux, ya convertida en una chica Bond en el próximo film del espía inglés titulado "Spectre". Otro punto positivo es el trabajo de Christophe Gans, visualmente perfecto. Hizo films como "Pacto de Lobos" o "Terror en Silent Hill" en donde ya demostraba su enorme capacidad para meternos en mundos de fantasía. Aplausos también para el vestuario y decorados, que tiene mucho trabajo encima. El problema que tiene el filme es que nunca llegamos a creernos la conexión emocional entre los dos protagonistas, y eso es crucial en la historia. El desenlace es inimaginable en la progresión de la historia que Gans elige contarnos. Y tal vez también el personaje de Noriega, que toma protagonismo al final como para darle algo de tensión al largometraje. Detalles que, tranquilamente, pueden molestar mucho o dejarse pasar… Según el gusto del consumidor. Un cuento de hadas para chicos que ni siquiera van a poder ver por la calificación que ostenta (tiene un par de cosas violentas que la justifican). No se preocupen, pueden recurrir a su niño interior e ir a verla, ¿no?
Digna versión acorde con los recursos tecnológicos actuales Una nueva versión de “La bella y la bestia” automáticamente remite a compararla con otras anteriores. Siendo esta una producción francesa es probable que muchos potenciales espectadores, sobre todo los más veteranos y/o cinéfilos, inmediatamente piensen en la que sigue siendo hasta ahora la más lograda recreación cinematográfica de la versión literaria de mediados del siglo XVIII (en verdad son dos). Nos referimos obviamente a la película dirigida por Jean Cocteau en 1946 y con Jean Marais en el rol de la Bestia y Josette Day como la Bella. Son pocos los puntos comunes entre ambas “La Belle et la Bete”. Aquella era en blanco y negro y en ésta no sólo los colores sino los efectos generados por computación la alejan visualmente de su antecesora. También hay bastante diferencia en la historia, más diversificada aquí y con más personajes. Quizás lo que más se asemeje en ambas versiones sea el diseño de la “bestia” ya que ambas guardan un cercano parecido. El director Christophe Gans nació en Antibes, muy cerca de Cannes y seguramente de chico escuchó hablar del Festival más importante del mundo. Quizás esa cercanía geográfica lo haya motivado a incursionar en el cine desde joven. En Argentina sólo se estrenó su segundo largometraje “Pacto de lobos”, casualmente ambientado en la misma época en que fue concebida la obra literaria antes citada y donde también había una “bestia”. En un rol secundario aparecía Vicente Cassel, quien en éste, el cuarto largometraje de Gans, tiene uno de los dos roles centrales. El otro es asumido por la, nunca mejor la redundancia, bella Léa Seydoux (“La vida de Adèle”). De todos modos “Silent Hill”, el hasta ahora mejor film de Gans, nunca fue estrenado en los cines en Argentina. La película comienza de manera bastante espectacular con el padre de la joven (André Dussollier), en momentos en que pierde toda su fortuna al naufragar sus barcos de carga y verse obligado a emigrar junto a sus hijos a una casa alejada de las grandes urbes. Bella es la más pequeña de seis hermanos, contrastando con las otras dos mujeres y en particular con Maxime (Nicolas Gob), uno de los varones que se revela un jugador empedernido y de discutible moral. De cómo Bella llegará a tener que vivir en el castillo de la Bestia se ocupa la primera parte del film y dónde una rosa roja que toma su padre de la propiedad de la bestia será la causa central. La trama, bastante diferente de otras versiones anteriores más fidedignas, introducirá diversos personajes entre los cuales se destaca el vengativo Perducas que compone Eduardo Noriega. Pese a las diferencias señaladas la historia de amor entre los dos personajes mayores estará presente aunque quizás pueda lamentarse que se pierda un poco al incorporar tantas subtramas. Los efectos especiales lucen en la nueva “La bella y la bestia”, que en poco se parece a la animada de Disney. Vale la aclaración de que a diferencia de aquélla esta no es recomendable para niños muy pequeños. Los adultos probablemente apreciarán sus cualidades estéticas y la música. Sin llegar a la altura de la de Cocteau ésta es una versión digna y de alto presupuesto que no tiene en nada que envidiar a las producciones norteamericanas, con el plus de estar hablada en la lengua en que fue escrita hace dos siglos y medio.
Cuando la compasión se impone al amor Manteniéndose fiel a la historia original, esta nueva adaptación del clásico cuento de hadas sobresale por su exuberancia en el apartado visual, pero sin llegar a ser lo siniestra y gótica que pudiera esperarse de este director, y perdiendo lo mas importante que tuvieron sus antecesoras, el apasionado y bello romance que se produce entre sus dos protagonistas. Siguiendo la moda actual de adaptaciones y reinventos de cuentos clásicos de hadas e infantiles llego el turno de La bella y la Bestia, cuyas dos versiones mas destacadas fueron la de Jean Cocteau -1946-, con ecos surrealistas, y el clásico musical animado de Disney de 1991, quizá el que siga permaneciendo en la memoria de la mayoría. Esta nueva versión del director Christophe Gans, quien hasta ahora había llevado su carrera por la senda del terror con títulos como Silent hill -2006-, Crying Freeman -1995- o El pacto de los lobos -2001-, lejos está de virar hacia lo siniestro y gótico. Sin embargo apuesta fuertemente al apartado visual con una potente fotografía, donde prepondera lo barroco, fastuosos escenarios -el palacio de la Bestia y sus estancias- o vestuarios, planos cuasi pictóricos y escenas de animación -los gigantes de piedra-. Respetando la esencia de la historia original, que Gans decide relatar con un ingenioso juego de espejos entre pasado y presente como eficaz recurso expresivo, esta adaptación acentúa la faceta mitológica de la historia, trayéndonos una versión más elaborada de los orígenes de la maldición de la Bestia pero sin profundizar en lo más relevante del cuento original, la relación de amor paulatino que van construyendo La Bella y la Bestia. Tal vez la falta de escenas con ambos personajes compartiendo pantalla y el ritmo acelerado que Gans imprime al relato despoja a la historia de sus dilemas esenciales. La inexistente progresión dramática en la relación de la Bella con la Bestia no permite una conexión emocional con los personajes y el amor que se supone nace entre el dúo protagonista no consigue transmitirlo al espectador, haciendo poco creíble y hasta ridículo su final feliz. Un Vincent Cassel limitado, tras una Bestia cuyo rostro hecho por animación debe aguantar las consabidas comparaciones con la de Disney, solo consigue insuflarle un poco de vida a su personaje cuando se despoja de los efectos especiales.Mientras que Léa Seydoux -La vida de Adèle- se pasea por los jardines de la bestia luciendo un generoso escote, sin emociones ni sentimientos, seguida de cerca por los "Tadums", unas pequeñas criaturitas supuestamente entrañables -mitad gremlin mitad perro- que desentonan visualmente con el resto de la propuesta estética y practicante no participan de la historia, sirviendo solo como un guiño a los más pequeños. Tampoco aportan mucho a la trama el caricaturesco personaje de villano a cargo de Eduardo Noriega ni el resto de los personajes, entre los que logra destacarse André Dussollier como padre de la Bella. Esta versión de La Bella y la Bestia pareciera no tener claro a qué público se quiere dirigir, ya que para los niños es demasiada oscura y sin la gracia de Tim Burton, para adolecentes seguidores de Crepúsculo es poco romántica y para adultos no consigue borrar el éxito de Disney. Gans deja de lado la historia de amor y apuesta a un relato con ritmo y visualmente impactante que entretiene pero del cual solo recodaremos bellísimos planos cual cuadro colgado en la pared.
Un cuentito más oscuro Una versión también con licencias del célebre cuento de hadas, pero más oscuro, lo que no quiere decir mejor. La Bella y la Bestia era -es- un clásico mucho antes de que Disney hiciera su exitosa película de animación en 1991. Ya se sabe que la empresa del ratoncito adapta a su antojo los relatos, agregando o suprimiendo subtramas, personajes o lo que fuera. La versión con actores que se estrena hoy, dirigida por Christophe Gans (Pacto de lobos, la terrorífica Silent Hill) es una coproducción francogermana y también se toma sus licencias, pero sigue más de cerca la versión de Jeanine-Marie Leprince de Beaumont que el dibujito ganador de dos Oscars. Aquí Bella no es hija única, sino que tiene dos hermanas mayores, y papá no es un inventor, sino un mercader rico que se convierte en pobre. Y Bella es la menor de 6 hermanos. Y el asunto de la rosa es un encargo que la bella Bella le pide a su padre, ya que es lo único que no logra crecer en la campiña, donde se mudaron dejando las riquezas de la ciudad. Porque Bella es pobre. No es pobre esta superproducción (30 millones de euros), con un elenco importante, y la que no se escatiman esfuerzos en la escenografía, los efectos visuales y, también hay que decirlo, cierto morbo y violencia. Léa Seydoux (Emma en La vida de Adèle, estará en la próxima de Bond) en poco cumple 30 años, así que de joven virginal ya no da. En verdad, a su personaje le pone mucho amor y romanticismo, pero le falta la cuota de carisma imprescindible. Vincent Cassel (Irreversible) es el Príncipe/Bestia, y es otra elección curiosa de casting, porque el ex de Monica Bellucci no suele mostrarse en este tipo de películas ni ser todo candor. André Dussollier es el padre, siempre afiebrado, y el cantábrico Eduardo Noriega, el bandido, en estao más oscura versión del cuento de hadas.
La nueva versión del clásico La Bella y la Bestia pone el énfasis en la literalidad y la digitalización de la imaginación. Vuelve un clásico. De seis hermanos (tres varoncitos y tres mujeres) Bella, la más bella y despierta de todos, deberá salvar a su padre. Él ha tomado una rosa de un bosque encantado, fue maldecido y deberá entregar su libertad a un príncipe que alguna vez amó profundamente a una mujer y le dio fatalmente su muerte. Esa desgracia será explicada con lujo de detalles. El príncipe se ha convertido en una fiera, al menos su semblante. Es una bestia que piensa y habla, y se esconde en sus dominios. La maldición del monarca solamente se disipará si una mujer se enamora de él. Este es un cuento para niños, y como tal la verosimilitud no es un objetivo, aunque detrás del disparate de esos relatos ilógicos, como ha enseñado Bruno Bettelheim, subyace una lógica inconsciente y la estructuración de un conjunto de fantasías que son constitutivas del psiquismo. Pero esta versión de La bella y la bestia no es estrictamente para niños, aun cuando en su arranque veamos a dos criaturas modélicamente caucásicas alucinadas por la lectura del cuento en la voz de su madre. ¿En dónde reside el problema de este mamotreto digitalizado? En su literalidad. Desde que la digitalización del cine ha liberado la imaginación, un cineasta puede materializar cualquier cosa que se le ocurra. En La bella y la bestia se ven seres fantásticos y paisajes propios de un universo alternativo que presume ingenio y busca el asombro. Al cuento original se le inyecta una virtualidad que transforma el espacio literario y la sugerencia en una pornografía del detalle. En este filme, ni siquiera la luz del sol recuerda al astro omnipresente que ha sido siempre decisivo para los fotógrafos del cine. Atolondrada voluntad de impactar a golpe de bits, la invención de estos mundos está en consonancia con los rostros de nuestro tiempo, hinchados y lozanos como esas flores de plástico que desconocen la descomposición. Resulta forzoso pensar entonces en la versión de Disney de la década de 1990, todavía dibujada a mano, y compararla con este filme de Christophe Gans, pero si se trata de cómo llevar al cine literatura de esta naturaleza, la versión de Jean Cocteau del mismo libro, o Le Monde Vivant, de Eugène Green, son las obras imprescindibles por conocer. De esta versión anabólica cercana al videojuego solamente se salva la dignidad del dúctil Vincent Cassel (interpreta a Bestia), la hermosa Léa Seadyoux (Bella) y el grandioso André Dussollier (el padre), los únicos que dan batalla frente a la prepotencia del mero artificio digital.
Una visión del cuento clásico descollante a nivel visual, pero no tanto a nivel narrativo. La historia de La Bella y la Bestia ha sido adaptada una incontable cantidad de veces en distintos formatos, siendo la más patente la versión animada de Disney estrenada en 1991 y hasta hay quienes nos acordamos de la serie de televisión de los 80, protagonizada por Linda Hamilton y Ron Perlman. Pero el objeto de esta reseña es una adaptación hecha en el propio país de origen del cuento base (la segunda de hecho, Jean Cocteau hizo una en 1946). Estamos hablando de una película que tiene un nivel visual que no tiene absolutamente nada, pero nada que envidiarle a Hollywood. Ahora sí, el guion, ese es otro cantar. Bestialmente Densa Esta iteración de La Bella y la Bestia cuenta la historia de un mercader venido a menos (Andre Dussollier), que regresando de un negocio frustrado, termina en unos jardines que pertenecen a una descomunal bestia antropomorfa (Vincent Cassel). Cuando el mercader se roba una rosa, la Bestia lo amenaza de muerte. Su hija más joven, Bella (Lea Seydoux), se ofrece a tomar el lugar de su padre para pagar esa deuda. Al hacerlo, lenta pero seguramente, descubrirá la historia detrás de la bestia y la terrible maldición que la aqueja. El guion de La Bella y la Bestia es terriblemente denso. Tiene una introducción demasiado larga para su bien, y tiene un segundo acto que prácticamente es una meseta salvo por el ocasional flashback que retrata los orígenes de la bestia; a mi entender el único punto alto narrativo de la película. Hay un tercer acto que desarrolla algo de acción, pero no logra brillar o destacar precisamente por las falencias de los dos actos anteriores. La relación entre los personajes es prácticamente nula, al igual que el desarrollo de su único villano y por lo tanto, la resolución de la historia se siente completamente forzada. Uno entiende las motivaciones de los personajes, pero lamentablemente uno no se termina involucrando y menos que menos preocupando si consiguen sus objetivos o aprenden sus lecciones. Bellas imágenes… solo eso A pesar de las muchas reservas que tengo sobre el ritmo y el desarrollo de su guion no puedo negar que el aspecto estético de La Bella y la Bestia es impecable, verdaderamente impecable. Una fotografía que sabe crear un ambiente, pero por sobre todas las cosas una dirección de arte de increíble detalle; al mismo nivel de (e incluso superando) la producción cinematográfica más cara de Hollywood. La caracterización de la Bestia es un trabajo de maquillaje sin fisuras. El trabajo actoral es decente. Es decir, Lea Seydoux, Vincent Cassel, Andre Dussollier y Eduardo Noriega entregan más profesionalismo que emoción. Si no consiguen esto último es, infortunadamente, porque el problema no es de ellos sino del guion con el que tuvieron que trabajar. Conclusión La Bella y la Bestia es una película más para adolescentes y adultos que para niños pequeños. Aun a pesar de su descollante aspecto visual y sus correctas actuaciones, su desarrollo narrativo deja mucho que desear.
Con la guita no alcanza Hay muchas versiones cinematográficas del clásico La bella y la bestia, pero la que yo tengo más presente o que me quedó grabada en la memoria fue la de Disney de 1991. Hace demasiado tiempo que no la veo -y quizás no haya envejecido de la mejor manera- pero la recuerdo como un musical animado oscuro y luminoso a la vez, de un ritmo trepidante, que sintetizaba numerosos acontecimientos con gran agilidad y con una banda sonora magnífica, la cual teníamos en un cassette y escuchamos incontables veces con mi hermana. No deja de ser una pena que esta nueva versión no vaya a permanecer mucho tiempo en mi retina. En buena medida, eso sucede porque se le nota demasiado su pertenencia a ese sector del cine francés al que podríamos agrupar bajo el título “nosotros también podemos ser como Hollywood” y que suele pensar que la diferencia con el cine estadounidense se zanja simplemente con dinero -o con la apariencia de dinero- y sin talento, lo que lleva a que sean obras donde impera el regodeo en los rubros técnicos. Esta vertiente no es exclusiva del cine francés: en la Argentina, por ejemplo, tuvimos recientemente a Metegol, film que asume que por tener un presupuesto de muchos millones de dólares y una animación de primer nivel está a la altura de Pixar, ignorando que las virtudes formales, narrativas e incluso éticas son las más importantes en la carrera de ese estudio. En La bella y la bestia hay una excesiva preocupación por el despliegue visual -que termina siendo casi barroco- y escasa por la historia, que nunca termina de hallar el tono adecuado. Y es que en verdad el director Christophe Gans -el mismo de las mediocres Pacto de lobos y Silent Hill- nunca encuentra el público al cual dirigirse: tanta es su indecisión, que lo que queda es una cinta incapaz de dirigirse al público infantil o adulto, y que tampoco accede a un punto medio donde poder interpelar a una audiencia más amplia. En el medio de un pesado relato, con personajes unidimensionales y que abusa de la voz en off, aparecen, a cuentagotas, algunas ideas interesantes sobre lo que implica narrar un cuento y fascinar a través de las ficciones, pero todo se queda en amagues, aplastados por la dirección de arte, el vestuario y los efectos visuales. En consecuencia, La bella y la bestia termina siendo una película con mucho dinero pero poca vida, que confirma que Gans conoce mucho del arte de despilfarrar guita, pero poco del cinematográfico.
Amor brujo La historia de La Bella y la Bestia, escrita a mediados del siglo XVIII por Barbot de Villeneuve, cuenta con dos versiones notables: la realizada por Jean Cocteau, una perla cinematográfica de 1946, y la popular pero no menos valiosa versión animada de los estudios Disney, estrenada en 1991. Esta versión francesa, con Léa Seudoux (La vida de Adele) como Bella, y con Vincent Cassel, alternando con una versión digital, como la Bestia, busca acentuar todo el trabajo desde la producción, ya sea en lo narrativo, estirando la historia con personajes y situaciones ausentes en el cuento original, como (principalmente) en lo visual. El resultado es doblemente problemático. Por un lado, los decorados que Cocteau presentó como un top ten del surrealismo y Disney como un caleidoscopio de colores, aquí son cosméticos como un spot publicitario. Por el otro, el agregado narrativo, como los tres hermanos varones de Bella y una deuda familiar que generará un conflicto paralelo a la historia, sólo sirven para estirar la duración del film y acentuar su monotonía a grados exasperantes. Para una historia en donde lo esencial es mágico e invisible a los ojos, esta versión redunda en lo superficial y lo obvio.
Solo importa el interior de una persona y solo el amor puede salvarlo. Muchos cuentos últimamente son llevados al cine con personajes de carne y hueso. Ya sucedió con: "Alicia en el país de las maravillas", "Maléfica", "La cenicienta", entre otros, además muy pronto llega “Pinocho”, “Mulan” y otra versión de "La Bella y la Bestia" para marzo de 2017 por Disney con Emma Watson (Harry Potter), Dan Stevens (Downton Abbey) y Emma Thompson (Hermosas Criaturas), entre otros. Ahora llega esta versión franco-alemana basada en el cuento de hadas tradicional escrito por Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve; el guión por Christophe Gans (“Silent Hill”, “El pacto de los lobos”) y Sandra Vo-Anh y dirigida por el francés Christophe Gans, y protagonizada por Léa Seydoux (trabajo en "La vida de Adèle" y será una de la nuevas chicas Bond), como Bella y Vincent Cassel (“EL cisne negro”) como la Bestia. Comienza con la voz en off de una mujer a quien no se le ve el rostro, solo parte de su cuerpo (esto se revela al final) y que relata una historia apasionante a través de las páginas amarillentas de un libro. Vamos conociendo la familia de Belle que vive con dos hermanas mayores: Clotilde (Sara Giraudeau) y Anne (Audrey Lamy), tres hermanos jóvenes y su padre viudo, tierno y comerciante (André Dussollier), que pierde su fortuna y a partir de esto se va con los demás a vivir al campo. Surgen una serie de conflictos y un día este padre se endeuda con una misteriosa bestia (Vincent Cassel) dueño de un enorme reino cercano y mágico. Este mercader es condenado a muerte por la misteriosa “Bestia” por haber robado una flor del lugar. Ante tal situación Belle se siente responsable y decide sacrificarse en lugar de su padre. Se escapa y va al castillo de la Bestia, aunque allí la espera la muerte no le importa. Una vez allí se van mezclando momentos de magia, alegrías, tristezas, rarezas, unas criaturas extrañas y una serie de sueños que le revelan los misterios de lugar. La historia contiene algunas sub-tramas que incluyen: un bandido con una cicatriz en la cara bien marcada (Eduardo Noriega) que interactúa con otros delincuentes y una vidente Astrid (Myriam Charleins).En otra de las sub-tramas observamos una princesa (actriz alemana Yvonne Catterfeld), un príncipe, un ciervo y una ballesta que ofrecen momentos místicos. Contiene toques góticos, un enorme castillo, grandes salas, enredaderas, llena de rosas muy pintorescas, flores que florecen en el interior, cambios climáticos, muerte, momentos escalofriantes, una fotografía impresionante que muestra de forma impactante la vista desde la torre del campanario. Por otro lado se encuentra llena de efectos especiales, impecable el diseño de producción, la iluminación, vestuario, la estética, música y la bestia. Aventuras, romance, intensa, contiene buenos mensajes y es para reflexionar. Tal vez uno de los grandes problemas es la debilidad del guión.
A pesar de lo que uno podría imaginar, hubo sólo dos adaptaciones cinematográficas célebres del clásico cuento de hadas de La bella y la bestia: la extraordinaria (e influyente) película de Jean Cocteau de 1946, y la que seguramente vieron todos los que están leyendo esto, la de Disney de 1991. Por eso esta nueva versión, francesa como la más conocida de las versiones del cuento -la de Marie Leprince de Beaumont-, me interesó desde el principio y más porque los protagonistas son un golazo: la hermosa y talentosa Léa Seydoux -de La vida de Adèle y próxima chica Bond- y el genio de Vincent Cassel, con esa cara tan particular de bestia bella. El director es Christophe Gans, que venía de hacer una película de terror muy vistosa pero bastante tonta como Silent Hill y acá continúa en esa línea de barroquismo visual sin demasiado sustento. Esta versión de La bella y la bestia es verdaderamente cautivante al principio, desde el ya clásico “Había una vez…” y el libro que se abre -recurso nada original pero que a mí siempre me engancha-, pasando por los escenarios, el vestuario y la belleza de Seydoux, que a pesar de un leve exceso de CGI funcionan muy bien. Los actores no se pueden destacar demasiado por sus trabajos pero todos tienen un carisma y una presencia que suman bastante: no sólo Cassel y Seydoux, sino también el veterano André Dussollier (el padre de Belle) y el español Eduardo Noriega, con una cicatriz que le cruza la cara, que hace de un villano inventado para la película. Al final, todos terminan siendo un elemento más en la decoración. Entonces llega pronto el momento de estar inmerso en ese mundo y dejar de maravillarse con los espejitos de colores. Y La bella y la bestia entonces demuestra toda su vulnerabilidad: un ritmo cansino que ni siquiera nos recompensa con una complejidad siquiera moderada la terminan transformando a la película en una especie de palacio hermoso pero abandonado, como el de la Bestia, digno para ser instagrameado pero en el que nadie estaría dispuesto a vivir.
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El clásico cuento de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont que ha tenido numerosas versiones tanto cinematográficas como televisivas parece vestirse de negro y tomar una densidad hasta el día de hoy nunca vista. La apuesta realizada por su director Christophe Gans es tan osada que en si misma merece el elogio. La historia que ya conocemos de la bella doncella que enamora de su carcelero ( algo así como una encarnación del sindrome de Estocolmo versión fantástica) se reinventa mostrando a una bella algo caprichosa y a una bestia que no lo es tanto. Léa Seydoux encarna a Bella la hija de ese mercader caído en desgracia que por llevarle una flor de recuerdo de su viaje se ve condenado a morir o a entregarla a una demandante bestia. Allí se encamina la joven, decidida a intercambiar la vida por la de su progenitor.En ese palacio la espera la bestia para vestirla con las mejores galas y brindarle los más opulentos banquetes. Sin embargo el amor no nace inmediatamente entre los protagonistas y esto si es un rasgo interesante de esta apuesta. La fotografía preciosista y el diseño de vestuario son admirables (más aun sabiendo que no estamos en presencia de un producto de Hollywood) y las escenas que transcurren dentro del castillo son de una fuerza visual impactante como gran parte de la obra del director. flowersstairs la-belle-et-la-bete-lea-seydoux A traves de un correcto uso del recurso del flashback podremos conocer la historia de la bestia y ese será también un elemento distintivo en el enfoque que Gans le da a la historia de amor. Vincent Cassel será el encargado de interpretar a la bestia aún antes de serlo y sumergirnos así en una trama tal vez hasta más interesante que la de su romance con la joven Bella. Dueña de una impronta propia y una fuerte identidad visual esta nueva versión del clásico nos regala algo así como un revisionismo mágico donde el artificio digital es puesto al servicio del relato para brindarnos una historia fantástica que poco tiene que ver con los cuentos para ir a dormir.Sin lugar a dudas es un film que debe disfrutarse en el cine, una experiencia sensorial y narrativa distinta que viene a renovar los aires de tantas reversiones fallidas de cuentos clásicos.
Un clásico con exceso de maquillaje La base del relato es la misma del cuento tradicional: un padre de familia viudo que por una mala jugada del destino cae en bancarrota; al intentar recuperarse, sufre otro duro revés que lo empuja más hondo en la desgracia; en esa situación límite, se topa con un ser malvado y despiadado que le exige su vida u otra vida significativa a cambio de algo que supuestamente el hombre le sustrajo indebidamente; la hija bella y buena que, para salvar a su padre y al resto de la familia, decide entregarse al malvado, quien la colma de halagos tanto como de torturas en un encierro claustrofóbico y asfixiante, y el amor que nace donde menos se lo espera y que todo lo puede, incluso ablandar al monstruo y volverlo a la forma humana... Todo el mundo, o casi, conoce la historia de La Bella y La Bestia, un cuento de origen anónimo que integra el repertorio del imaginario colectivo de todos los tiempos. En esta ocasión, el realizador francés Christophe Gans (“Pacto de lobos”) ofrece una versión, de producción franco-alemana, coescrita con Sandra Vo-Anh, respetando los nudos centrales que presenta la trama de conflictos del original y añadiendo algunos vericuetos y personajes, que intentan sumar intriga y complejidad al argumento. Los actores que tienen a su cargo los papeles principales son bien conocidos por la platea cinéfila: el veterano actor francés André Dussollier asume el rol del padre; la hermosa Léa Seydoux, es Bella, y el duro Vincent Cassel, es La Bestia. A ellos se suma el actor español Eduardo Noriega, que interpreta al villano Perduca, un personaje inventado por los guionistas de la película. Bella tiene dos hermanas, que cumplen el rol clásico de ser las envidiosas, haraganas y egoístas de la familia, que sólo piensan en pescar algún marido rico y seguir holgazaneando y criticando a los demás. Pero Gans y VoAnh incluyen además otros tres hermanos varones, de los cuales, uno, es la oveja negra de la familia y el que pone en aprietos al padre en su peor momento, por sus oscuros vínculos con el tal Perduca. La cuestión es que el mercader, dueño de una flota de barcos, pierde todo a raíz de una fuerte tormenta en alta mar. Cuando trata de recuperarse, un problema de papeles lo deja otra vez en la miseria. Y encima, cuando va en busca de su hijo, se topa con la banda de Perduca que lo toma de rehén para reclamar una deuda del muchacho. Toda esa subtrama no está en el original, pero en la película, se desarrolla en forma paralela al relato principal, que muestra las vicisitudes de Bella en el castillo de La Bestia, donde se entera (mediante sueños reveladores) que el monstruo es un príncipe encantado por un castigo del Dios del Bosque a raíz de una acción del joven que lo ofendió profundamente. A todo ello, hay que agregar que en el presente imaginario, el cuento es narrado por una madre a sus hijitos, un niño y una niña, como es tradicional, durante la noche, antes de dormir. Así, con un gran despliegue visual con mucho retoque digital, todas las historias se van engarzando una con otra en un escenario donde conviven bosques animados, colores estridentes, gigantes de piedra y ambientes inspirados en la estética rococó, hasta confluir en una sola, cuyo desenlace final se reserva una última vuelta de tuerca, que termina borrando por completo los límites entre fantasía y realidad. Para rodar esta película, la producción contó con un abultado presupuesto y al parecer se lo gastó todo en vestuario, efectos especiales y escenografías rimbombantes, pero se quedó corta con el guión y la dirección actoral, mostrando a unos personajes que no consiguen transmitir emociones, apareciendo siempre muy acartonados y como forzados en papeles y escenas poco convincentes desde el punto de vista dramático.
Christophe Gans es un personaje de esos que rara vez triunfa en la industria. Galo y con una reputación interesante, es conocido por su pasión por el cine oriental, de samurais y amante del terror y los videojuegos. Hizo un par de films que podrían haber sido mejores (la adaptación de "Silent Hill" para Hollywood y antes, la intensa pero despareja "Le pacte des loups" -2001-que se volvió la película francesa que más recaudó desde 1980 en USA) y ahora le llegó el turno de animarse a un clásico, con todas las letras. Es cierto que la versión original de "La bella y la bestia" es francesa. Si bien hay varias versiones similares, en 1756 fue publicada la más popular por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (aunque la de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve es más antigua aún) y es la que sirve de base a este relato. Tiene cierta cercanía con la popular de Disney, pero no hay que creer que van en la misma dirección. Tenemos un mercader, que tiene hijos e hijas y es viudo. Tiene dinero, pero una flota suya se pierde en alta mar y termina en la ruina. Su familia no está acostumbrada a pasar apremios económicos y eso condiciona al hombre. Cierta noche, escapando de gente a la que uno de sus hijos le debe dinero (aquí hay un buen rol de Eduardo Noriega como villano), terminará misteriosamente en un castillo extraño. Allí, conocerá a la Bestia (Vincent Cassel), quien lo ayudará a recuperarse y le dará riquezas para que vuelva a su hogar. Sin embargo, el anciano hombre de negocios cometerá un error infantil que sellará su suerte: le será permitido irse pero deberá volver para que la criatura decida que hacer con él. Claro, hay aquí una doncella de por medio. Hablamos de Bella (Lea Seydoux, de lo mejor de la nueva generación francesa), la hija del mercader, una sensible y joven mujer, quien decide suplantar a su padre y sacrificarse a conocer al dueño de tanta riqueza. En el devenir de su estadía en el castillo embrujado, descubrirá que la Bestia oculta secretos que podrían cambiar dramáticamente el curso de los eventos. El candor de la historia pura, se encuentra bien recreado. Hay una exquisita dirección de arte que acompaña y enmarca la trama, potenciando el costado mágico y sensual de la pareja. Si, es cierto, se percibe cierta frialdad en los breves encuentros que comparten, pero Seydoux luce encantadora y logra sostener el interés del público en todo momento. Su magnetismo le da un plus a sus intervenciones. Casell aporta temperamento y complementa a su compañera con oficio. "La bella y la bestia" ofrece un entretenimiento intenso, colorido y casi barroco en su concepción. Buena ambientación, gran vestuario, banda de sonido a la altura, sólidas interpretaciones y una trama bastante más adulta de lo esperado en el título. Quizás en el cierre, algunos excesos de CGI (alguna secuencia se vuelve indefendible) desluzcan un poco el resultado final, pero sin dudas no defraudará a quienes busquen una nueva y potente versión de este clásico.
¡Buuuu, una versión con personas de la película de Disney que tiene una tetera y un candelabro que tienen vida propia! ¡Buuu, que embole, mejor voy a ver videos de rusos borrachos en Youtube! ¿Qué bardeás? ¿Por qué prejuzgas así, qué tipo de limitación tenés? Nada que ver, posta. Casháte y leé, hacéme el favor. Esto es así: Disney se acaparó de todo el imaginario de leyendas y cuentos populares que acumuló la sociedad occidental en los últimos miles de años y los transformó en tonteras machistas para niños. Pero por suerte todavía hay gente que sabe cómo darle una vuelta de tuerca a la historia original y hacer una película que se sitúa en la orilla opuesta de lo que hegemónicamente impuso el estudio del viejito congelado. La primer versión publicada de la historia corresponde a la francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve en 1740, y esta película comparte origen geográfico, con lo cual podemos suponer que quienes participaron del film, franceses también, tienen otra implicación con la historia original, y que no son una fábrica de chorizos hollywoodense a quienes les dieron un cuentito europeo para que destrocen. La historia comienza contando la decadencia de El Mercader (André Dussolier, de Amelie, Micmacs) quien pierde toda su fortuna, lo que repele a los pretendientes de sus tres hijas, aunque Belle (Lea Seydoux, de The Grand Budapest Hotel, La vie d'Adèle) sigue recibiendo algunos candidatos, a quienes rechaza con cortesía. Un día, uno de los barcos del padre llega al puerto, y las dos hijas mayores, cual hermanastras de Cenicienta, le piden que les traiga joyas cuando regrese, pero Belle le pide solamente una rosa. En el trayecto, el caballo del Mercader se accidenta en medio de una tormenta de nieve, y es La Bestia (Vincent Cassel, el de Black Swan e Irreversible) quien lo rescata, le cura al caballo y le da comida. Pero, antes de irse, el Mercader recuerda la promesa que le hizo a Belle... y se afana una rosa, sin saber que las rosas son lo más preciado que tiene la Bestia, que por supuesto se siente traicionado por el robo y lo condena a regresar a palacio para matarlo. El Mercader le confía a Belle lo sucedido, ella se siente culpable porque la que le había pedido la rosa era ella, y lo encierra para ir al palacio a recibir el castigo en su lugar (¡Bien piba! ¡Esas son las mujeres que el cine necesita!) Las secuencias de Belle en el castillo, enamorándose, descubriendo por un lado a la Bestia y por otro lado la historia que lo llevó a ser quién es, recuperan, con mucho menos elementos surrealistas, el clima onírico de la versión de Jean Cocteau de 1946. Belle obtiene un corto permiso para retornar a su casa a acompañar a su padre, que agoniza de enfermedad y del dolor por haberla perdido. Pero su entorno queda tan deslumbrado por el vestido y las joyas que tiene, que no dudan en hacer una breve expedición al castillo de la Bestia con intención de desmantelarlo. Se desata una batalla épica entre gigantes de piedra y los intrusos, en medio de la cual la Bestia queda herido de muerte con una flecha de oro, la misma flecha con la que le había dado caza siendo aún humano a una ninfa convertida en ciervo, lo que ocasionó la furia del dios del bosque y su consiguiente maldición, de convertirlo en bestia hasta que alguna mujer lo ame. Y es Belle la que le confiesa su amor a poco de creerlo muerto, rompiendo así el hechizo, porque supo ver más allá del salvajismo de Bestia, vio su dolor, su sufrimiento, y pudo redimirlo. Hay que dejar bien en claro que no estamos ante una película para niños. Estamos ante un drama adulto enmarcado en un cuento popular. Bestia no había matado a cualquier ninfa: esa ninfa era, sin que él lo supiera, la mujer que amaba. Todo el período que transcurre transformado en un monstruo, oculto, en el más absoluto salvajismo, hasta que Belle lo libera del hechizo, es su duelo. Su ambición por cazar a la hermosa cierva, a pesar de haberle prometido a su amada no hacerlo, lo llevó a la perdición. Fue castigado por partida doble, y es que su pecado era doble: mentirle a la mujer que amaba al dejarse enceguecer por la codicia de tener un trofeo, un animal hermoso para colgar de su living. La superficialidad fue lo que cavó su fosa. Y es la misma superficialidad la que Belle tiene que dejar de lado para enamorarse de él y liberarlo. Si ella se guiaba por su aspecto solamente, si tomaba la misma postura que él había tenido siendo hombre, no había película. En su enamoramiento, Belle se hace responsable por los pecados cometidos por la Bestia, los asume como propios y los enmienda, y es sólo a través de ese amor que ambos pueden llegar al merecido final feliz, porque, por supuesto, terminan juntos, viviendo junto al Padre de ella y con dos hermosos hijos. VEREDICTO: 7.0 - ¡DALE CAMPEÓN! Son casi dos horas realmente atrapantes. El ritmo puede parecerte lento, pero si te zambullís en el universo espacial, recargado sin saturar, tenés con qué entretenerte. No es una historia boba de amor, es una auténtica lección de vida, sobre todo en el mundo superficial al que estamos acostumbrados.
La versión francesa hace agua a pesar de su esfuerzo Versión cinematográfica francesa del clásico de Beaumont que ya desde su trailer promocional pintaba rara, una especie de relato oscuro con aura burtoniano y presupuesto discreto para una película de este tipo. En primer lugar debo decir que la narración de esta versión libre del director Christophe Gans ("Pacto de lobos", "Silent Hill") me resultó bastante plana, con poca emoción y espíritu de entretenimiento juvenil. Entiendo que se la quiso hacer oscura para despegarse de la versión Disney, y eso está bueno, pero el tema es que se olvidaron del entretenimiento. Podría haber sido oscura pero más entretenida y vistosa, como por ejemplo se hizo con la versión libre de Rupert Sanders en "Blancanieves y el cazador". Todo es tan lúgubre pero carente de vida que termina aburriendo. Todo se presenta con poco carisma. Lèa Seydoux como Belle está bastante insulsa, Vincent Cassel como Bestia safa, los seres mágicos parecen puestos de adorno y no aportan demasiado, los villanos son débiles y muy accesorios a la trama principal. Hay algunos elementos interesantes pero que fueron pasados muy por encima, como la situación que lleva al príncipe a convertirse en bestia. La historia a lo Vlad de Bram Stoker's Dracula, marcada por una tragedia, me pareció de lo mejor del film, pero lamentablemente se le dedicó poco detalle a esto. Por otro lado, el ritmo me resultó bastante lento y con algunos saltos temporales torpes. Muchos de los diálogos resultan densos y con mucha carga teatral, algo que no está mal... para teatro. Parecen haberse olvidado del espectador para cumplir con los caprichos visuales Gans, que más allá de estar muy bien logrados, también terminan siendo empalagantes y kitsch. Una nueva versión de "La bella y la bestia" que pasará por cartelera sin pena ni gloria, que quiso emular el mundo de Burton pero que no entendió la magia y el entretenimiento que este mundo debía traer consigo. No recomendable.