La esencia del amor es una película de buena calidad que te permite pasar un muy buen momento especialmente si sos aficionado a las historias de vida que llegan al corazón. Este film no tiene golpes bajos ni busca la lágrima constante pues aquí lo principal no es la enfermedad en sí, sino que lo es el amor, la pérdida de los seres queridos, las relaciones familiares y el tener ....
La Esencia del Amor trata la historia de Arthur (Terence Stamp) que tiene todos los clichés de los ancianos malhumorados, y de su amorosa mujer Marion (Vanessa Redgrave) que está participando en un coro de ancianos, el cual Arthur odia, porque piensa que es desfavorable para la mala salud de su mujer, lo cual es todo lo contrario. Una Canción Para Marion El subtítulo anterior es una fiel traducción del nombre original de la película ya que se llama Song For Marion, y me pareció bien empezar así ya que de eso se trata, de una canción para Marion. Para ponerlos un poco en sintonía, tenemos al personaje de Arthur interpretado por un excelente Terence Stamp, el cual es un tipo amargado, y a su esposa Marion que posee un tipo de cáncer el cual se le está agravando cada día a día. Pero eso no le impide participar en un coro de ancianos en el cual realizan muchas canciones un tanto diferentes a un coro normal. Para Arthur el coro es lo peor que le pudo pasar a la vida de Marion, sobre todo Elizabeth (Gemma Arterton), la joven directora del coro, responsable de que los ancianos canten canciones como Lets Talk About Sex, Ace of Spades entre otras. Las cuales son muy graciosas ya que están siendo cantadas por gente adulta, que nunca en nuestras vidas podríamos llegar a escuchar esas palabras salir de sus bocas. Esta pelicula es una comedia dramática ya que combina ambas cosas, puesto que por un lado tenemos la comedia por parte del coro de ancianos la cual es fantástica, y por otro el drama de una pobre anciana, la cual sufre de un cáncer muy grave, y como Arthur tiene que lidiar con su mujer, hijo y nieta ante estas circunstancias. Quiero destacar la participación de Christopher Eccleston, el cual tiene el papel del hijo de Arthur y Marion, ya que tiene muy buena química tanto con Terence como con Vanessa. Tal es el punto que de verdad parecen madre, padre e hijo, lo cual le da una sensación que no estamos viendo actores si no que estamos viendo una familia pasando por un doloroso y sufrido momento. amor 02 Cántate Una Las actuaciones de verdad son excelentes, lo que hace Terence Stamp con su papel es impecable ya que vemos a un hombre que tiene que cambiar ante una situación extrema porque si no, sabe que no le quedara nadie a su alrededor, traicionando todos sus pensamientos para que eso no suceda. Vanessa Redgrave realiza una actuación muy querible, se nota que esta mujer es amada por todos y que es una muy buena madre, esposa y amiga. Demuestra en cierto punto como se debe enfrentar a una enfermedad tan difícil como el cáncer, con humor, alegría y rodearse de los que más te quieren. Luego Gemma Arterton realiza el papel una mina que quiere salir adelante y que hace lo que le gusta por el simple hecho de poder tener como devolución una simple sonrisa. Christopher Eccleston hace un buen trabajo la verdad como dije antes no parecen actores, pareciera que pusieron una cámara en la vida de unas personas en Inglaterra e hicieron una peli. Tengo que destacar el trabajo de todos los actores que conformaron el coro ya que por más de que si cantan ellos o realizan una especie de playback, hacen una gran performance en el canto y en la actuación son muy graciosos y se llevan todas las risas. Por parte de la dirección puedo decir que Paul Andrew Wiliams hace un buen trabajo, pero quiero destacar que con alguna toma y sumando las expresiones de los actores, nos quieren decir algo que por lo que pasa luego es totalmente erróneo. Pero obviando eso Williams hace un buen trabajo, sobre todo como capta las emociones de cada uno de los personajes. song-for-marion02 Conclusión La Esencia del Amor es una buena película que trata de un tema bastante complicado, pero le hace frente demostrando una buena manera de enfrentarlo y además que cosas puede hacer una persona por el amor a alguien, hasta el hecho de cambiar completamente y hacer algo nunca antes pensado. Combina de buena manera el drama con la comedia haciendo llevadera la historia de una familia que atraviesa un mal momento. - See more at: http://altapeli.com/review-la-esencia-del-amor/#sthash.LOwzCOaW.dpuf
Permitirse la sensibilidad, esa es la propuesta de esta película sencilla, que llega a la emoción de la mano de dos grandes actores, Terence Stamp y Vanessa Redgrave. Una reflexión sobre el dolor y la posibilidad de sobrevivirlo, sin golpes bajos, mostrando a estos adultos mayores dispuestos a no darse por vencidos y a un hombre que aprende tarde a liberar sus emociones para ser mejor.
Una canción para ella Esta no será la primera vez que una historia sobre la importancia de la música en la vida llegue a los cines. La esencia del amor (Song for Marion, 2012) es una de esas películas que puede parecerse a otras, pero que logra el objetivo de compenetrar al espectador con el plus de un elenco formidable. La trama se centra exclusivamente en la personalidad de Arthur (Terence Stamp), un jubilado gruñón a quien le cuesta disfrutar de las pequeñas cosas de la vida hace ya mucho tiempo, y quien se emperra en hacerle entender a su mujer, enferma de cáncer, que no hay nada más tonto que cantar en un coro (y más a su edad). Sobre esa premisa, el film dirigido por Paul Andrew Williams es lacrimógeno y lleno de golpes bajos pero su punto fuerte radica en su sensibilidad y respeto hacia la etapa de la vejez. Tal es así que en ocasiones recuerda a la película de Michael Haneke, Amour (2012). A pesar de esto, La esencia del amor no es sólo una cinta sobre y para la tercera edad. La música juega un papel muy importante, casi principal. En una época en la que los tiempos nos corren, las horas pasan rápido y rara vez puede uno sentarse a disfrutar de alguna melodía, el cineasta inglés viene a rescatar el arte musical. ¿Y el amor?. Como indica su nombre, la película relata las manías de una pareja de compañeros de casi toda la vida y el difícil momento cuando uno de ellos abandona este mundo. La excelente actriz Vanessa Redgrave, muy bien caracterizada para su papel, siempre sorprende con su talento y combina a la perfección con el personaje malhumorado de Terence Stamp. La perseverancia, la lucha y la soledad son los sentimientos que más se encontrarán en esta obra solemne. A pesar de sus muchos elementos positivos, hay que reconocer que la película de Williams, a pesar de su mensaje esperanzador, es de esos dramas duros. Además de la enfermedad, la muerte y el después, el espectador tendrá que pelear contra emociones encontradas todo el tiempo. Con un desenlace algo previsible, el film brilla por su esencia.
Papelnonos Marion y Arthur son un matrimonio mayor. Ella está enferma y asiste todas los días a un centro de jubilados a tomar clases de canto en compañía de amigos de su misma edad. Él, en sus tardes libres aprovecha para jugar al dominó con sus amigos en el bar. Arthur, es una persona poco tolerable y amigable, excepto con el amor de su vida. Con actores, como Terence Stamp y Vanessa Redgrave, se podría a ver logrado un film como Lejos de Ella, pero acá el guión desaprovecha esa oportunidad. El coro de adultos se prepara para una competencia, Marion ensaya la canción True colors y con muy pocas energías se la dedica, frente a un amplio público, a su esposo. Cuando la salud de Marion empeora, la relación entre Arthur y su hijo sigue el mismo curso. Cuando ella muere, Arthur tratará de mejorar la relación con su primogénito y se insertará como nuevo miembro en el coro. El argumento de La Esencia de la Vida (Song for Marion) no es más que lo detallado anteriormente. La película no toma ningún giro inesperado, no sucede nada que no se haya contado anteriormente. Es un film estrictamente prolijo, lleno de cliché y sin lugar para situaciones inesperadas. Lo meritorio es la calidad actoral de la pareja protagónica compuesta por Stamp (nada menos que General Zod en Superman 2) y Redgrave (Blow-Up). Podría decirse que Gemma Arterton agrega una cuota de simpatía pero sus modales tan ingleses no le permiten moverse con soltura.
La esencia de amor es el curioso nuevo trabajo del director Paul Andrew Williams, un cineasta independiente inglés que se viene destacando en el último tiempo. Escribo el término "curioso" ya que por la manera en que se venía construyendo su filmográfia nunca hubiera esperado que presentara una historia de este tipo. Williams surgió en el circuito independiente con películas sobre temáticas duras y violentas como el thriller policial, London to Brighton, que se relacionaba con la prostitución infantil, y los filmes de terror Cherry Three Lane y The Children, una historia de niños asesinos de la que fue guionista. Por esa razón cuando vi en los créditos de este film el nombre de Williams me sorprendí porque jamás hubiera esperado que brindara una película sensible de esta clase con canciones de Celine Dion! Parecería que el director se cansó de la violencia y en este caso desarrolló una producción completamente distinta a todo lo que hizo en el pasado, que se centra en el amor y las segundas oportunidades en las relaciones humanas a través de un conflicto bastante sentimental y emotivo. La mayor cualidad de la película se encuentra en el reparto reunido y su actuaciones, muy especialmente la de Terence Stamp, quien es la gran figura de esta producción. La verdad que la historia que escribió el director Williams es un poco predecible e inclusive la vimos en otros filmes recientes como Rigoletto en apuros, la ópera prima de Dustin Hoffman que compartía una temática similar. Sin embargo fue el trabajo de los actores quienes lograron que esta cuestión pase a un segundo plano y uno se enganche por completo con las situaciones que viven los personajes. No hay demasiadas objeciones para hacerle a este film porque está muy bien realizado y los trabajos de Vanessa Redgrave y Stamp son fabulosos. Más allá de algún "momento de programa de tv de Julián Weich" donde el sentimentalismo parece un poco forzado como si la trama estuviera empecinada en hacer llorar a los espectadores por cualquier medio, en términos generales, La esencia del amor es una buena película que logra fusionar bastante bien el humor con el drama y merece su visión.
Nunca es demasiado tarde... El director de London to Brighton y The Cottage concibió un auténtico crowd-pleaser, una de esas películas “encantadoras” tan demagógicas como previsibles, otra comedia “geriátrica” que toca -no siempre de forma afinada- ciertas fibras sensibles y emotivas que la vinculan con films como Rigoletto en apuros, Tocando el viento, Chicas de calendario, ¿Y si vivimos todos juntos? o El exótico Hotel Marigold, por nombrar sólo algunas. Hasta el espectador más desatento o poco intuitivo podrá adivinar desde el primer fotograma que el viejo gruñón, aparentemente insensible y bastante despótico, que interpreta el gran Terence Stamp terminará involucrándose de lleno, a fondo, en aquello que al principio desprecia: el coro que dirige la bellísima Gemma Arterton y en el que participa su esposa (Vanessa Redgrave), que padece un cáncer irreversible ya en fase terminal. Y que también terminará reconciliándose con su hijo (Christopher Eccleston), al que jamás le ha dado una palabra de aliento. Porque estamos ante una suerte de cuento de hadas contemporáneo, un film sobre la redención, las segundas (o terceras) oportunidades, sobre viejitos que cantan rock y bailan rap (aunque eso les cueste que al rato venga a buscarlos una ambulancia), un antídoto contra el cinismo de estos tiempos. Confieso que es un subgénero que en general no me gusta demasiado, al que suelo encontrar algo rancio, arcaico, forzado y facilista en la aplicación constante de las mismas fórmulas. Pero sé, al mismo tiempo, que hay un segmento de público no menor que suele elegir, disfrutar y celebrar con los demás cuando llega a la cartelera comercial una propuesta así. Está en cada uno, entonces, elegir si acompañan o no a Stamp en ese viaje íntimo desde el Infierno al Paraíso.
Que nunca se acabe la música Si se mezclara la densidad dramática de Amour, de Michael Haneke, con la frescura y dinamismo de Rigoletto en apuros, de Dustin Hoffman, se obtendría como resultado conceptual La esencia del amor. En las tres propuestas, el denominador común es la música como terapia para sanar y su efecto positivo para transitar la vejez desde un costado de creatividad y no limitado o coartado por el paso del tiempo o los achaques de la ancianidad. Sin embargo, para el caso singular de este film inglés del director Paul Andrew Williams, protagonizado por Vanessa Redgrave y Terence Stamp y coprotagonizado por Gemma Arterton junto a Christopher Eccleston los resortes del melodrama se tensan a niveles tolerables para el espectador, siempre sazonados con grageas de comedia en falso y todo eso se sostiene simplemente por contar con la excelencia del reparto encabezado por esta pareja de la tercera edad que puede dar cátedra de actuación. Para salirse del cliché de la composición del personaje, dado que el guión se encarga de construir relaciones más que personas individuales, el aporte de matices de Terence Stamp, y el carisma de Vanessa Redgrave elevan el nivel de la historia, que transita por todos los estadios de un relato que se inserta en los últimos momentos de un largo proceso de deterioro y enfermedad de una enferma de cáncer que encuentra en el coro de la mutual de jubilados la contención y el refugio para su transición hacia el desenlace. Arthur, su esposo, carece de la sensibilidad para comprender que debe dejarla elegir cómo desea pasar sus últimos días y será la música o mejor dicho cantar desde el corazón y con el alma lo que termine por conectarlos para siempre. Una de las ideas que prevalece a lo largo del metraje es la clausura de la técnica o la perfección en la interpretación de los ancianos coreutas siempre que lo que se cante obedezca a la manifestación de los sentimientos y al des acartonamiento en función a la desinhibición como ocurre con el personaje de Arthur y su paulatina transformación de parco y gruñón a hombre sensible. El otro pilar desarrollado desde el guión responde a las conflictivas relaciones entre padres e hijos con un Christopher Eccleston correcto en el rol de hijo no reconocido y distante sin descontar la simpatía de la joven Gemma Arterton, una directora de coro con una energía que contagia a cualquiera. La virtud de esta película es saber transitar por los caminos del drama duro sin caer en golpes bajos o chantajes emocionales obtenidos desde manipulaciones poco nobles. Aquí se sacuden las vibraciones de los cuerpos, de las voces y de esas palabras que cantadas llegan a lo más profundo y que forman parte de una música que debería no acabarse nunca.
Dos buenos actores no hacen un buen film Dos buenos actores no son suficientes para hacer una buena película. Sí pueden, como en el caso de Vanessa Redgrave y Terence Stamp y esta endeble historia sentimental sobre una pareja de la tercera edad, disimular un poco las flaquezas y las convenciones de un guión al que se le nota demasiado la voluntad de complacer a la platea, preferentemente la más madura. Lejos de responder al pretencioso título que recibió en la versión local, el cuento se interna en la vida de Arthur y Marion, que pese a sus diferencias y gracias a un cariño que se percibe sincero han sabido mantener una convivencia prolongada y armoniosa. El es retraído, lacónico, poco sociable, algo gruñón e incapaz de exteriorizar sus sentimientos aunque vive pendiente de las necesidades de su mujer, enferma terminal. Ella, a pesar de que su salud se deteriora día a día, es alegre y luminosa, una enamorada de la vida, lo que se manifiesta en el entusiasmo con que participa del coro de jubilados de la comunidad, al que su joven directora está poniendo al día en materia de repertorio popular. En vano esta animosa muchacha procura contagiar el mismo fervor en el hombre y atenuar su callada tristeza, a la que no debe ser ajena cierto conflicto que nubla su relación con el único hijo de la pareja. Marion, más allá de su debilitada energía, se ha convertido en el alma del grupo de veteranos cantantes, que están a punto de participar de un certamen local. Ocasional solista, es, claro, querida por todos, lo que da para imaginar el destino que le espera. No es lo único previsible en un film donde no falta, para aligerar el tono, los chistes sobre gente mayor y los momentos musicales. También abundan los lugares comunes en la misma medida en que escasea el rigor en la elaboración de personajes y la imaginación en la puesta en escena. A Vanessa Redgrave y en especial a Terence Stamp (cuyo personaje exhibe más desarrollo en términos dramáticos) les cabe el mérito de hacer que sus criaturas alcancen relativa vibración humana en medio de tanta convención y que de a ratos hasta resulten algo conmovedores.
Un producto pensado como golpe bajo emocional En 1952, Akira Kurosawa dirigió el drama Ikiru (Vivir), inaugurando la versión moderna de un género cinematográfico que podría definirse como “film de enfermedad terminal”. Durante las siguientes seis décadas, las películas que tocan frontal o tangencialmente el tema se apilaron en una Torre de Babel donde las buenas, las malas y las feas hablan entre sí en cientos de idiomas diferentes. Con su pudoroso y nada afectado tono, el largometraje del japonés sigue siendo una suerte de patrón a partir del cual es posible medir otros acercamientos a situaciones cinematográficas similares. Si lo usamos, por ejemplo, para medir La esencia del amor, el film del británico Paul Andrew Williams mide bien bajo en la escala Ikiru. Sólo dos factores le sirven de salvavidas e impiden su hundimiento total: las actuaciones centrales de Terence Stamp y Vanessa Redgrave, que con habitual profesionalismo le imprimen algo de humanidad a un producto pensado exclusivamente desde el golpe de efecto emocional, como una extensa publicidad cuyos artículos de venta fueran, alternativamente, el llanto y la sonrisa. Cuando no ambas cosas al mismo tiempo. A Marion le queda poco tiempo de vida y ha decidido dedicarle su último aliento al canto. A su marido Arthur el coro del pueblo le resulta insufrible –como tantas otras cosas–, pero lo soporta a regañadientes. Es un viejo cascarrabias y las frustraciones de toda una vida se reflejan en el rostro y en su carácter. Apenas si habla con su hijo en medio de una situación tan delicada. ¿Podrá el trabajo en equipo del coro unir a esa familia que parece a punto de extinguirse? La respuesta es: por cierto que sí. Y con creces. En el fondo, La esencia del amor es una cruza entre el film de enfermedad terminal y la comedia de ancianos metidos en un concurso amateur (de la clase que fuere), cuyo último exponente estrenado en nuestro país es la belga Las chicas de la banda. Con un giro de timón a mitad de camino, luego de un hecho de radical importancia, el guión de Williams no pierde ocasión para dispararle munición gruesa al espectador, ya sea por vía del humor (el gastadísimo truco de los viejitos cantando “temas modernos”) o el impacto dramático (las escenas de reconciliación con la vida y con otros seres humanos van acumulándose hasta el límite de lo permitido). Afortunadamente, entre tanto chantaje y aleccionamiento emocional, hay algo de verdad en algunas miradas silenciosas de Stamp y Redgrave. Mucho más que en la serie de acontecimientos y diálogos hilvanados por la historia. Esa también es la magia del cine.
Escaso respeto a los mayores Las segundas oportunidades y la felicidad que produce el arte para quienes recorrieron un largo camino son las dos ideas base sobre las que se sostiene la película protagonizada por Vanessa Redgrave y Terece Stamp, temas que en los últimos años recorrieron con mayor o menor suerte varias producciones centradas en la vejez, como la reciente Rigoletto en apuros o El exótico Hotel Marigold. En el film de Paul Andrew Williams, director de Un oscuro secreto, Marion (Redgrave) es una enferma de cáncer que con mucho esfuerzo ensaya en un coro de jubilados del centro comunitario local. La felicidad que encuentra en esa actividad se contrapone a la amargura de su esposo Arthur (Stamp, lejos de sus mejores trabajos pero entero y digno en una película que no lo merece), peleado con el mundo, que ridiculiza la rutina de los ancianos y además, mantiene una tensa relación con su hijo James (Christopher Eccleston). Y como centro de la tensión entre los que quiere cada uno de los ancianos está Elizabeth (Gemma Arterton), la directora del coro, una joven llena de buenas intenciones y con problemas para relacionarse con personas de su edad. Y ahí va el relato, previsible y lleno de golpes bajos a cumplir con el deseo de Marion, que ya no está pero proyecta su amor sobre los que quedan, principalmente Arthur, que claro, transita la necesaria y sanadora reconversión, primero con la memoria de su esposa, luego con los que lo rodean, además de llegar a un empate con un pasado que se adivina agrio, más el bonus del crecimiento de Elizabeth, que le permite seguir con su vida. Pero más allá de las agachadas emocionales y la emoción fabricada, lo imperdonable de La esencia de la vida es que supuestamente se asienta en el respeto por los mayores y sin embargo, son demasiadas las situaciones –principalmente, cuando el coro se prepara y, luego, en una competencia musical–, que se somete a los personajes a situaciones tontas y poco dignas. Son viejos, no idiotas.
Un coro poco convencional Arthur (Terence Stamp) y Marion (Vanessa Redgrave) son un matrimonio de ancianos, que han estado juntos toda la vida. Marion es encantadora y se esfuerza por tener una actitud positiva ante la vida, pesar de estar muy enferma; su esposo es muy dulce con ella y le provee todos los cuidados que su enfermedad requiere, pero es un tipo de mal carácter, intolerante, y mantiene una muy mala relación con su hijo James (Christopher Eccleston). Marion concurre todas las tardes al coro de un centro de jubilados, actividad que adora, y donde sus compañeros la consideran una pieza fundamental. El coro al que Marion pertenece no es nada convencional, los viejitos cantan canciones de rap o heavy metal, y en esas escenas radica la mayor parte del humor de la película, no por reirse de los ancianos, sino por el humor con que ellos mismos toman los achaques de su edad, o el modo en que la sociedad los ve. Siempre guiados por Elizabeth (Gemma Arterton), la adorable directora de coro, quien y los incentiva a ir siempre un paso mas allá. Elizabeth es el personaje más encantador de la película, una profesora de música que trabaja ad honorem, solo por ver las sonrisas con las que la reciben. Cuando la enfermedad de Marion se complica, Arthur debe enfrentar la vida solo, tratar de recuperar la relación con su hijo, y ese coro al que detestaba termina jugando un papel muy importante en su recuperación, al igual que Elizabeth, con quien entabla una hermosa amistad. La película es una verdadera comedia dramática, con un tema central tan trágico como una enfermedad terminal, y con personajes que a pesar de todo creen que una actitud positiva y el amor hacia los demás pueden cambiar las cosas. Por momentos cae en algunos lugares comunes, es un tanto melosa, y el final es esperable. Pero las actuaciones son buenas que esos detalles no molestan demasiado. La relación entre los personajes de Terence Stamp y Christopher Eccleston esta construida de modo sublime. Con excelentes actores el director construye un gran drama, pero al salir del cine, extrañamente, estamos contentos.
El amor desafía al tiempo en bello film El inglés Paul Andrew Williams ha dirigido un par de películas de terror bastante solicitadas sobre hijos asesinos y cabañas macabras, y también "London to Brighton", drama medio fuerte sobre una chica metida en problemas superiores a su edad. Ahora, mostrando la amplitud de su registro, aparece con una historia sentimental de gusto popular. La misma luce buenos intérpretes, música llevadera, temas serios tratados con relativo optimismo y un ambiente tan creíble como sus personajes, que se van haciendo entrañables. Newcastle, distrito poco turístico de la isla. Un matrimonio ya entrado en años. Él es seco, medio agrio. Ella es de buen carácter, animosa, pero no como para tocar las castañuelas. Tiene cáncer. Su distracción es el coro de viejos al que pertenece, conducido por una joven también animosa. Causa gracia ver a los muchachos de la tercera entonando alegremente "Let's Talk About Sex" y temas similares. Ahí los viejitos se divierten, se integran, y solo cabe esperar que la Parca sepa apreciarlos y no haga sonar a nadie de mal modo. Y que el hombre acompañe a su mujer. Ella es su compañera, es el puente para entenderse con el hijo, ella significa mucho para él. Así es la historia, que tiene partes risueñas y de las otras, y que expresa controladamente las emociones, mientras en la sala el público aprovecha la oscuridad para dejar que los ojos se le humedezcan sin la menor verguenza. Sobre todo, cuando se aprecia el amor de la pareja en los difíciles tiempos de la vejez. Y se agradece que esto no sea "Amour", sino "tan solo una simple historia sentimental". Simple, sencilla, sentida, honesta, respetuosa, tocante. Terence Stamp, perfecto en la minuciosa caracterización de viejo amargo pero protector. Vanessa Redgrave, tan suave y luminosa como siempre. La chica Gemma Arterton, Christopher Eccleston (con una expresión parecida a la de Stamp) y demás miembros del elenco, jugando al clisé con todo esmero y buenos resultados. Algo despareja la trama, es cierto, con una ocasional salida de tono y algún remate innecesario, pero esos son defectos menores. En cambio, la escena en que ella le canta "True colors" es muy agradable, y, sin exagerar demasiado, esa parte del "Goodnight my angel, now it's time of dream" es impagable. Vale la pena.
Colores verdaderos Una mujer enferma se suma a un coro de jubilados, pero su marido no lo aprueba. Las películas sobre el amor maduro, bien maduro, en la tercera edad, no son algo nuevo, aunque tampoco se estrenan todos los días. Pero últimamente, y al margen del drama de Amour, de Michael Haneke, ganadora de un Oscar y la Palma en Cannes, y probablemente a partir del inesperado éxito de El exótico Hotel Marigold (Judi Dench, Maggie Smith) y Rigoletto en apuros, de Dustin Hoffman (de nuevo con Maggie Smith, y Billy Connolly) los productores le echaron una mirada al asunto y casi lo transforman en una moda. La que se estrena hoy, La esencia del amor, tiene a una pareja que se profesa afecto hasta la adoración, pero su historia está signada por la enfermedad de Marion (Vanessa Redgrave). Arthur (Terence Stamp) es un huraño y controlador que no ve con buenos ojos que su mujer, en el estado en que se encuentra, salga de la casa a participar en un coro de jubilados que, alentados por una profesora joven y que anda mal de amores (Gemma Aterton, más acostumbrada a las aventuras de El Príncipe de Persia), quiere llegar a las finales de un concurso nacional. Como Glee, pero sub ‘80. El poder de la voz no está en la técnica que se tiene, si no en el camino hasta llegar allí, es la cuasi metáfora que se esboza, entre muchas otras, en esta realización, se diría, medida. Al director Paul Andrew Williams (de la muy buena London to Brighton) le cuesta no caer en el sentimentalismo en una trama que parece abrir paso a cada rato a la irrupción de uno nuevo. Y cuenta con el aval de dos actores cuyo nivel amortigua, aminora el riesgo. En efecto, Redgrave desde siempre y ella sola es capaz de sacar agua de las piedras, y si bien sus diálogos son calibrados, moderados en cuanto a la expresión del dolor, ilumina la pantalla con un personaje que hace creíble y querible. Mucho más en escena está Stamp, quien había renunciado a compartir el elenco con Redgrave en Camelot porque no quería cantar, y, paradójicamente, cuarenta años más tarde el cine los reunió. Sutil, pero con emoción, Stamp se va ganando de a poquito al espectador con ese personaje arisco por fuera, pero lleno de ternura por dentro. Y si Aterton no da un paso más allá de lo que le pide el guión, Christopher Eccleston (Tumba al ras de la tierra), como el hijo del matrimonio que se distancia, sí. Un párrafo aparte merece la interpretación que de Colores verdaderos, de Cindy Lauper, hace Marion/Redgrave, dedicándosela a Arthur/Stamp. Si eso no es una demostración de amor…
"Caricias cantadas" Si alguien me decía que el director de esta película era el mismo de la cinta de terror “The Cottage” (2008) y del poco conocido, pero interesante, thriller “Cherry Tree Line” (2010) seguramente no hubiera entrado a ver “La esencia del amor” tan tranquilo y relajado como lo hice hace un par de semanas. De todos modos la experiencia sirve, y lo que uno debe transmitir en primer lugar al hablar de esta producción inglesa es que como película ofrece todo lo que uno busca a la hora de pagar una entrada para pasar un buen momento dentro del cine. Es decir; Una buena historia, grandes actuaciones, un guión que entretenga y emocione y una dirección que sepa mezclar todos los elementos anteriores para redondear un producto que te deje una sonrisa de oreja a oreja al salir de la sala. La versatilidad de Paul Andrew Williams como realizador sorprende gratamente gracias a un film como “La esencia del amor” en donde el humor y el drama se combinan de forma perfecta, convirtiendo un relato simple de la vida de dos ancianos en una invitación a la reflexión sobre algunos de los aspectos más interesantes de la vida adulta. Creo que también es necesario decir que esta película apunta a un público más adulto que el habitual, ese que a veces se queja de la falta de ofertas interesantes que puedan divertir y movilizar sensaciones y sentimientos sin la necesidad de demasiado despliegue audiovisual. Ojo: “La esencia del amor” es un film redondito, de esos que se pueden disfrutar un domingo al mediodía con un público todas las edades, pero creo que la ventaja a la hora de pasarla muy bien con esta producción la llevan aquellos espectadores que, con un poco más de años, tuvieron que atravesar situaciones familiares y personales que no son agradables pero si motivadoras de grandes cambios. La historia del matrimonio entre Arthur (excelente Terrence Stamp) y Marion (destacadísima Vanessa Redgrave) logra un grado increíble de complicidad con el público y pese a que a medida que avanza el relato el drama va tomando más protagonismo, “La esencia del amor” no pierde nunca en el camino su espíritu alegre y melancólico gracias al personaje de Elizabeth (la hermosa Gemma Arterton) y a un par de secundarios increíbles. El amor, aunque suene paradójico, termina convirtiéndose en el verdadero motor e impulso de esta película, la cual se esfuerza notablemente por reflejar a través de su historia que no existen fronteras, distancias ni tiempos para poder disfrutar de la vida, reconstruirnos frente a sus adversidades y alcanzar la felicidad plena gracias a valores tan nobles y esenciales como la amistad y la familia. Poder reírse sin culpa sobre la cotidianeidad que atraviesa la vida de las personas de la tercera edad, emocionarse con algunas de las dolorosas circunstancias que también marcan a estas personas y alegrarse por el impulso que motiva a esos espíritus llenos de experiencia a seguir dando batalla en pequeñas aventuras es algo que afortunadamente nos conmueve y nos llena de alegría. “La esencia del amor” no será perfecta, pero las sensaciones que a uno como espectador le dejan esta clase de películas se asemejan bastante a esa palabra. Un verdadero mimo al alma, de esos que en el cine a veces faltan.
Es cierto que este pequeño drama ingles, con aires de telefilme, es un tanto edulcorado y apela por momentos a golpes bajos que buscan la lágrima fácil. Pero también hay que decir que está bien narrado, correctamente fotografiado y sobre todo que nos permite disfrutar de una verdadera master class de actuación por parte de un memorable TERENCE STAMP, que se vale de gestos, miradas y pocas palabras, para construir un personaje tan creíble como querible. Y atención, porque el actor no está solo en la pantalla, la enorme Vanessa Redgrave y la carismática Gemma Arterton lo acompañan en saga, protagonizando secuencias de enorme sensibilidad.
"La Esencia del Amor" es una peli para los amantes de esas historias que se van encaminando en el llanto asegurado (hay mucha gente que busca descargar emociones en el cine). Una especie de "glee para adultos", con un elenco increíble, como lo es Eccleston, Stamp, Redgrave, y gracias a dios que están, porque sus interpretaciones salvan la película de caer en un pozo del que nunca hubieran salido. ¿Sentimentalismo? Y sí, si ves el trailer ya te vas a dar cuenta de que hablo, "La Escencia..." es una peli que se deja ver, que se disfruta y sobre todo por el humor que utilizan para momentos complicados que de alguna forma hay que vivirlos. Quizás la historia ya la viste en varias pelis, pero vale la pena darle una oportunidad.
La Esencia del Amor cuenta la historia de Arthur (Terence Stamp) y Marion (Vanessa Redgrave), un matrimonio inglés de la tercera edad. Arthur es quejoso, serio y poco demostrativo. Pero ama a su esposa, una mujer alegre y cariñosa. Pese a lo opuestos que son, o quizás por eso mismo, Marion y Arthur se aman. Ella encuentra en él la seguridad, “mi roca”, lo llama. Él encuentra en ella el calor que tanto necesita. Marion sufre de un cáncer que la tiene en sillas de ruedas. Arthur la baña, la asiste, la cuida. Incluso la lleva hasta la puerta del club de canto para ancianos del que Marion tanto disfruta, a pesar de que para él es tan solo un conjunto de viejos a los que les gusta hacer el ridículo. Cuando llega la noticia de que a Marion le quedan pocos meses de vida, Arthur decide acompañar en sus últimos sueños a su esposa aunque eso signifique tragarse su orgullo y formar parte de un ridículo y encantador coro de ancianos amantes del rock and roll. La Esencia del Amor está dentro de ese conjunto de comedias dramáticas que tratan de manera tierna y humorística los últimos años de sus personajes principales. Estas películas suelen funcionar por combinación extrema: un amor adolescente entre dos viejos en nuestra Elsa y Fred, ancianos con una vitalidad sobrenatural en Cocoon, una familia ensamblada en la francesa ¿Y si vivimos todos juntos? Es lo mismo que sostenía la Up de Pixar: a cualquier edad es posible iniciar un camino hacia la aventura, es decir, a la transformación, al abandono de la adolescencia espiritual. Películas como estas suelen ser despreciadas por los cultores del cine “serio” y amadas por el público mayor -y no tanto- que puede identificarse con la historia de sus personajes. Es en la sinceridad de sus pretensiones donde estas películas se destacan. Tenemos un cuento clásico, bien armado, mejor actuado, con momentos de risas y otros de lágrimas. ¿Compran? ¿O acaso prefieren algo similar pero más “culturoso”? Pinchemos un poco. ¿Por qué será que el retrato en extremo realista de un matrimonio anciano donde ella tiene cáncer y él la cuida con profundo amor es bueno por su tono crudo, ascético y sombrío? ¿Desde cuándo el cine es el arte de la realidad? ¿Desde cuándo el tono grave eleva una historia? ¿Será acaso que las lágrimas de culebrón valen menos que las del drama burgués? Es cierto, el cine es más que su historia, es también su puesta en escena. Recomendamos entonces prestar atención al uso del color amarillo, la centralización del plano para ciertos momentos claves, y la recurrente utilización del sol como elemento simbólico. No hay que juzgar un libro por su tapa, dice la canción. La Esencia del Amor tiene aciertos narrativos y compositivos pero prefiere asegurarse que pasemos un momento de pura emotividad. Semejante bocanada de vida en un mundo tan inteligente, ¿no es para agradecer?
Nuevo exponente de un sub género al que podríamos llamar “Personas mayores buscando su vitalidad”, La esencia del amor tiene como mayor atractivo y acierto lograr una justa mezcla entre la comedia y lo sentimental, eludiendo con paso firme el golpe bajo; algo que muchos de sus pares no pudieron lograr. El director Paul Andrew Williams tiene una carrera corta detrás de cámaras y en la escritura de guiones, pero así es de corta como ecléctica. Su título más conocido internacionalmente es la muy simpática comedia de terror The Cottage, con Andy Serkys en medio de una trama sobre un granjero asesino, una carnicería más cerca del cine de Edgar Wright y Tobe Hopper que a cualquier semejanza a historia cálida. Por eso, La esencia del amor resulta toda una sorpresa, grata sorpresa. Este año tuvimos la posibilidad de ver la holandesa Las chicas de la banda y el debut cinematográfico de Dustin Hoffman con Rigoletto en apuros, ambas exponiendo la misma idea de trasfondo, la música como elemento para continuar vivo. La esencia del amor (horrible localismo para el original Song for Marion) vuelve sobre lo mismo para contarnos la historia de Marion (Vanesa Redgrave) y Arthur (Terence Stamp), un matrimonio jubilado, de regreso de todo, que intenta llevar una vida apacible en conjunto peleándole a una enfermedad de ella que la está consumiendo lentamente. Marion encuentra su refugio en el grupo coral de un centro de jubilados, y ahí, cantando bajo las órdenes de Elizabeth (Gemma Arterton), encuentra las fuerzas para seguir dando batalla. Pero Arthur se autoconvence de lo contrario, peleado con la vida misma, cree que el esfuerzo que Marion hace para ir al coro es contraproducente para su salud, y se opone con toda la rabia. Llega la oportunidad de un concurso de coros, los muchachos se anotan, Marion se esfuerza más que nunca, y Arthur empieza una suerte de catarsis consigo, con su matrimonio, y con los demás. Hay otra historia paralela entre Arthur y su hijo James (Christopher Eccleston) peleados por hechos del pasado. La esencia del amor es ante todo una comedia dramática tradicional, son pocas las novedades que podemos encontrar en ella. Pero no las necesita en su búsqueda, la idea ya desde el guión del propio Williams es ser un film ameno, pensado quizás para un público similar al de sus protagonistas, y que antepone su mensaje de vida a toda búsqueda estética o artística. Con el típico gusto inglés, hay apuntes agridulces y algo de ironía, interpretaciones sobresalientes del trío Redgrave-Stamp-Arterton, y Eccleston que lucha con un rol algo forzado y con poca participación pero de sólida labor personal. Podemos escuchar entonar desde True Colors de Cindy Lauper a Let’s Talk About Sex de Salt N’Peppa, y ese sin dudas será un atractivo extra para esta comedia que no pretende sobresalir sino crear un clima agradable en el espectador y dar las mismas fuerzas de vida que el coro deja en nuestra aguerrida protagonista.
En “Song for Marion” o como acá le han puesto “La esencia del amor”(UK, 2012), el director Paul Adrews Williams (que viene de dirigir algunas películas clase B de terror) logra una compleja fusión entre la comedia y el drama. Y lo de comedia dramática, que siempre etiqueta cintas que los distribuidores no saben cómo ubicar en su catálogo, le va perfecto. Marion (Vanessa Redgrave) es, una mujer que aún enferma mantiene vivas las esperanzas cuando canta en el coro de un centro de jubilados dirigido por la joven Elizabeth (Gemma Arterton, de “Principe de Persia”, “Hansel y Gretel” y “Quantum of Solace”, entre otras). En cada encuentro, pese al esfuerzo que le implica estar parada, cantar y relacionarse, ella vuelve a vivir, y eso lo saben no solo el grupo de ancianos que la acompañan en la pasión por el canto, sino su ermitaño, antisocial y furioso marido Arthur (Terence Stamp), alguien que el director en la primera escena lo presenta fumando al lado de un cartel de prohibición, y que pese a algunos roces, acompaña a Marion cada semana al lugar. Marion y Arthur tienen un hijo (James, interpretado por Chistopher Eccleston), al que mucho no ven por una decisión del padre, quien vive reprochándole cosas y exigiéndole más de lo que puede dar. Entre estos cuatro personajes, a los que se sumará Jennifer (Orla Hill), la hija de James, y nieta de Marion y Arthur, se irá construyendo un filme con una intensidad dramática in crescendo. Una recaída de Marion y la noticia de la inevitabilidad de su muerte, harán que los esfuerzos por acompañarla en sus últimos días se hagan cada vez más fuertes, pero también los reproches entre padre e hijo y las reflexiones acerca de si la felicidad de la mujer en algún momento fue plena. Elizabeth anota al coro en una competencia internacional de canto, y ahí empieza otra historia, porque si bien por un lado tenemos la enfermedad terminal de Marion, por el otro comenzará una historia de superación y esfuerzo, de personas mayores que ven en un simple concurso de canto la posibilidad de sentirse plenos y completos. La película podría definirse como la mezcla de “Amour” y “Pitch Perfect”, dos filmes que este año, y cada uno en lo suyo, lograron tanto adeptos como detractores. Por un lado la dureza y cruda realidad de una familia con una persona enferma, con todo el desgaste y egoísmo que eso implica. Por otro lado la alegría de la tarea en conjunto terminada, de la fuerza de la pasión puesta en el canto. Es en este segundo matiz del filme en el que Williams hace más fácil la transición de algunas preguntas que se plantean durante su visionado ¿Cómo se acepta que un ser querido se está yendo de nuestras vidas? Ó ¿Cómo lograr recuperar la individualidad y esencia de la persona enferma que se está muriendo? El grupo canta canciones “modernas” y “osadas” como Let’s talk about sex de Salt N Pepa (que curiosamente también entonan a capella en Pitch Perfect) o Crazy de Gnarls Barkley, o canciones de Motorhead, y eso también es un punto a favor de Song of Marion, ya que desestructura los registros de las participaciones del grupo en el torneo o en sus ensayos. Sobre la dirección, el mayor trabajo está puesto en las actuaciones, ya que los planos, encuadres y recursos son básicos, tan simples como la misma historia que se cuenta, una historia de amor entre personas mayores y la germinación de la amistad entre seres opuestos entre sí. Redgrave y Stamp logran componer con sobriedad y oficio sus personajes, pero también lo hacen los intérpretes más jóvenes como Eccleston y Arterton, que dotan a “La esencia del amor” la calidad esperada para este tipo de comedias agridulces inglesas. Para reír y llorar con libertad.
VIEJOS AMORES Otro filme sobre la vejez, la música y los acuerdos amorosos al final del camino. Marion (otro gran trabajo de Vanessa Redgrave) tiene cáncer y tiene pocos meses de vida. Su esposo es Arthur (Terence Stamp), gruñón, parco, seco. Ella, pese a su debilidad quiere ir a las clases de coro. Y él se niega. Bueno, lo que resta es imaginable. La música será para ella la compañía suprema en esas horas finales. Y el hombre, tarde, recibirá la lección menos esperada. Está lleno de lugares comunes, pero al menos se agradece su sobriedad, la interpretación de la Redgrave del tema “Colores verdaderos” y un buen nivel actoral. Un filme que nos dice que en el amor siempre se está aprendiendo y que nunca es tarde para rehacer la partitura matrimonial y animarse a seguir cantando.
Si no es una moda estamos frente a una increíble coincidencia, dada la cantidad de películas que hemos visto en los últimos dos años abordando, de una u otra manera, el tema de la vejez. De 2012 a esta parte pasaron por la cartelera porteña: Por un lado “Amour” (2012) con un tinte extremadamente dramático, y por el otro “El exótico Hotel Marigold” (2012), “¿Y si vivimos todos juntos?” (2011), “Rigoletto en apuros” (2012), y “La sublevación” a nivel local. En el medio, entre estos dos grupos, estaría “La esencia del amor”. Arthur (Terence Stamp) es un hombre hosco, adusto, casi solitario si no fuera porque todavía convive con su esposa quien diagnostican con una enfermedad terminal. Marion (Vanessa Redgrave) es lo contrario a su esposo, llena de vida, de buen humor y con ganas de seguir adelante con el coro local en el que participa para poder competir en un evento nacional. Claro, necesita ayuda para poder ir a ensayar y aquí es donde dos formas casi opuestas de lidiar con las vicisitudes se juntan a pesar de ambos. Eso sí. Esto puede distanciarlos pero nunca separarlos. Arthur y Marion se aman. Cuando “La esencia del amor” empiece a sonar melodramática, el espectador deberá recordar que esta es la historia de él. De cómo Arthur debe cambiar la forma de encarar el resto de su vida si quiere reconciliarse con el mundo. La realización le suma a este desafío dos subtramas leves para rodear el tema principal: la tambaleante relación que Arthur tiene con su hijo y su nieta, y el desarrollo del evento del coro geriátrico que sirve en más de una oportunidad para descomprimir la tensión dramática frente a la enfermedad, aunque en realidad luego tendrá otra preponderancia en la vida del protagonista. Esta subtrama no es el evento en sí, sino una mirada a la vida de Elizabeth (Gemma Atherton) una maestra de música en sus veintipico de años que coordina a los ancianos porque los quiere, porque ama lo que hace pero sobretodo porque tiene dificultades para relacionarse con gente de su generación. Allí, en el coro, encuentra personas “que la escucha y le importa lo que hace” Para llevar adelante un guión que transita más o menos por un andarivel predecible, como sucede con las referencias anteriores, es necesario un elenco que resalte con su talento los desniveles de algunos diálogos. Vanessa Reagrave y Terence Stamp (que curiosamente no trabajaron juntos hace como cuarenta años porque el se negaba a cantar) le dan el tinte ideal a sus personajes. Ella con un registro muy natural, y él manteniendo esa rigidez que alguna vez lo llevó a interpretar algún que otro villano. La dirección de Paul Andrew Williams no escatima en lágrima fácil, pero hay en ello una segunda intención que es la de aportarle al protagonista las razones para ratificar su personalidad que a su vez sirve para darle el lugar a modificarla para reconciliarse con la vida. “La esencia del amor” no pretende ser más profunda de lo que es y en eso reside su mayor virtud, además del talento de un elenco que lleva todo a buen puerto.
Como un lugar común Subgénero de moda: comedia dramática con viejos envueltos en situaciones entre ridículas y extraordinarias, que de tan simpáticas podrían ser denunciadas por extorsión. De Chicas del calendario a Rigoletto en apuros de Elsa y Fred a El exótico Hotel Marigold, la variedad en el cine mundial es llamativa: daría la impresión que, estando la cartelera tomada por fantasías y superhéroes y todo tipo de propuestas para adolescentes o espíritus juveniles, se trata de uno de los pocos espacios que deja el circuito comercial de estrenos en el planeta entero para que los adultos vean algún tipo de entretenimiento reconocible y con los actores que ellos veían cuando eran los espectadores que mandaban en el mercado. La esencia del amor se suma a la lista y hace más o menos lo mismo que todas estas películas: ser por momentos agradable, otro tanto en extremo manipuladora, pero siempre profesional y solvente. Aquí los protagonistas son un matrimonio con problemas de comunicación (Terence Stamp, Vanessa Redgrave) y el hecho significativo es que ella forma parte de un coro para jubilados que está por presentarse en un torneo de canto. Como es de esperar, además tenemos un mal que nos hará sufrir por el destino de los protagonistas: ella sufre una enfermedad terminal. Como decíamos, La esencia del amor pone sobre la pantalla estos y otros lugares comunes del subgénero: están los viejitos piolas, están las situaciones picarescas (aquí hacen cantar rock o hip-hop zafado a los abuelos), está el ogro que merece reconfortarse con la vida y el que es todo esperanza y cree en la humanidad. Si la película del británico Paul Andrew Williams no se desbarranca hacia el terreno de lo irritante es porque logra mantenerse en un tono medido, y porque además el guión desorienta al espectador al colocar a la mitad de sus 93 minutos el giro que uno imaginaba sobre el final. Esto, que por una parte es positivo porque pone a la película en un lugar diferente al que suponíamos antes de verla (La esencia del amor termina siendo la película sobre cómo el protagonista vence sus miedos y demonios interiores, antes que sobre el los-viejos-también-lo-hacen), también tiene su contraparte negativa porque hace que la estructura de ensayos-objetivo que parece truncarse-éxito final se replique y el lugar común -tolerable cuando no se abusa de él- haga demasiado previsible el conjunto. Claro que Redgrave y Stamp están fenomenales en sus papeles, pero eso -la solidez de los viejos intérpretes- es también un lugar común de este tipo de propuestas. Ah, la música es exquisita y las versión de Stamp de How do you speak to an angel es notable y son de esos momentos -más allá del chantaje emocional- que le sube unos puntitos a cualquier película.
Estafa sentimental Si hay algo que no se le puede negar a La esencia del amor, la película del británico Paul Andrew Williams, es que no escatima en recursos para quebrar hasta al más duro. Nada parece demasiado para lograr el cometido de ahogar en lagrimas al espectador. Es cierto que tener como punto de partida la historia de una viejita que trata de disfrutar sus últimos días de vida cantando en un coro de jubilados, ya sienta las bases para que el uso de carilinas sea, por lo menos, alto. Pero Williams no se anda con chiquitas y se juega el todo por el todo en cuanto a golpes bajos y sacarina, y sale victorioso: La escencia del amor 1- nuestra dignidad como espectadores 0. Pero esa batalla perdida contra la tristeza impuesta a la fuerza no es solo merito del director inglés y sus vueltas de guión. Sería bastante injusto no mencionar que el principal motivo por el que es tan difícil permanecer con el lagrimal seco es la imposibilidad de no caer ante el encanto que produce Vanessa Redgrave (la Marion del título original, Song for Marion). Ella, junto con Terence Stamp, se escapan del control absoluto del sube y baja sentimental que propone la película y permiten que se cuele alguna emoción real: porque hay que tener el corazón de piedra para no creerle todo a Marion cuando le canta con un hilo de voz True Colors al cascarrabias de su marido. Después de Marion no hay nada. Bah, en realidad hay algún que otro drama de relleno tirado de los pelos (¿o qué es si no esa relación tormentosa entre padre e hijo sin ninguna causa aparente?) y la pacatería en la cara anodina de Gemma Arterton. También quedan los tristes y calculados pasos de comedia pensados para señoras en busca de un “humor sano” ( al mejor estilo: “¡pongamos viejitos a bailar el robot!”) y la sensación de que retrocedimos treinta años.
Una historia tierna, emotiva y con grandes actuaciones. La historia gira en torno a una pareja de la tercera edad que lleva varios años juntos, donde el amor perdura y ambos son muy compañeros. Marion (se destaca a lo largo de la historia Vanessa Redgrave, “Julia”) ha encontrado como pasar su tiempo libre y disfrutar de pequeños momentos que le da la vida, ella padece una enfermedad que la llevará a la muerte y Arthur (Excelente Terence Stamp, "The Limey") es un ser intratable, antipático, esquivo y se opone a que su esposa participe en un coro de jubilados, la acompaña pero muestra constantemente su hostilidad. Además más tarde notamos que no tiene una muy buena relación con su hijo James (Christopher Eccleston) algo pasó entre ellos. La salud de Marion se va deteriorando con el transcurso de los días, pero se la ve jovial, alegre, optimista, con ganas de vivir junto a sus amigos y a su esposo, a través de esta participación junto a otros ancianos le otorgan un sentido a su corta vida y todos se ven alentados por una joven profesora de canto Elizabeth (Gemma Aterton, “Hansel & Gretel: Cazadores de brujas”; “007 Quantum of Solace”) esta encuentra un poco de paz junto a este estupendo grupo ya que ella en el amor no se encuentra correspondida y su meta es llevar a los ancianos a un concurso, después de ahí en más todo es previsible. Lo que se valora en este tipo de historia es el amor en personas de la tercera edad, donde habla del compañerismo, la tolerancia, siempre está presente el cariño y con toques y climas que llegan hasta las lágrimas, para ello cuenta con muy buenas actuaciones (aunque esto a veces no sea suficiente debido a un guión flojo ), ya lo vimos en “Rigoletto en apuros” (2012) de Dustin Hoffman con Maggie Smith, Michael Gambon, Billy Connolly, Pauline Collins; “El exótico Hotel Marigold” (2011) de John Madden con Judi Dench, Bill Nighy, Maggie Smith, Tom Wilkinson; o salvando las diferencias con “Amour” (2012), de Michael Haneke, ganadora de un Oscar y la Palma en Cannes. Y tal vez parezca increíble porque este film es del director británico Paul Andrew Williams “Londres a Brighton” (2006) ganador de varios premios, y otras cintas como la de terror “The Cottage” (2008) o el thriller “Cherry Tree Line” (2010), entre otras. El guión en todo momento busca emocionar y llegar a la platea, toca el corazón de aquellos que han vivido alguna situación similar con algún familiar o conocidos o a los mas maduritos, la banda sonora es fantástica ("True Colours”, "You Are The Sunshine Of My Life", entre otras), buena fotografía, contiene mucho humor relacionado con la edad, te lleva a la reflexión, muestra las relaciones entre padres e hijos y una historia que moviliza, su título aquí suena más comercial “La esencia del amor”, su traducción sería “Una canción para Marion”.
Cantar hasta Morir En su debut tras las cámaras con Quartet (estrenada aquí como Rigoletto en apuros), Dustin Hoffman mostró las posibilidades creativas de un elenco septuagenario asilado en un geriátrico. La esencia del amor, del británico Paul Andrew Williams, es más o menos todo lo que uno ya vio sobre el tema y no desea volver a preguntar. Más o menos, porque los protagónicos de Vanessa Redgrave, como la enferma terminal Marion, y (especialmente) Terence Stamp, como su malhumorado marido, Arthur, son un salvavidas para el autor; una maravilla interpretativa que debió merecer un tratamiento natural, similar al de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva en Amour. Marion canta con entusiasmo en el coro del geriátrico municipal; a Arthur, el hobbie de su mujer no le cae en gracia, como tampoco el hijo de ambos, James (Christopher Eccleston), ni los viejitos del coro. Previsiblemente el hombre, desagradable hasta el tuétano, comienza a ablandarse cuando su mujer empeora y se suma a la troupe coral, hasta descorchar su talento en un improbable concurso. Con trabajo visual acorde a su medianía, Williams (de auspicioso debut en London to Brighton) hizo la clase de insípido drama inglés que es patrimonio de Hallmark Channel.
Cantando para crecer "Song for Marion" es otra peli que lamentablemente fue directo a DVD, al menos en la ciudad de Córdoba, Argentina. Digo lamentablemente porque es un film de esos que de vez en cuando caen bien, que calientan el corazón y que recargan de pilas positivas al espectador. ¿No abusa de elementos lacrimógenos para engatuzar al espectador? Por momentos sí, pero se los perdonamos por ser totalmente auto consciente de ello, por ponerle humor británico del bueno y por el mensaje que quiere transmitir al público sentado en la sala. En varias ocasiones me habrán leído despotricando sobre el uso de golpes bajos en algunos films para lograr empatía con el espectador, y este trabajo del director Paul Andrew Williams ("London to Brighton", "The Cottage") por momentos los utiliza (de ahí la nota no tan alta), pero lo hace de forma muy medida y con un propósito loable, demostrar que la vida es muy valiosa y por eso hay que vivirla a pleno, en este caso, a través del poder sanador de la música (otro buen propósito). Ya se, es un poco trillado, pero también efectivo, sobre todo si se mezcla con buenas dosis de humor y se mechan bien los momentos divertidos con los emocionales. Como es común en este tipo de películas, la calidad de las interpretaciones y la relevancia de sus artistas es un factor fundamental para no caer en la misma bolsa que otros trabajos lacrimógenos. Sin dudas las actuaciones de dos genios como Vanessa Redgrave ("A month by the lake", "Mission Imposible") y Terence Stamp ("Billy Budd", "Superman II") le subieron algunos puntos a la producción, sobre todo por sus capacidades de conectar con el público y transmitir sus sentimientos en pantalla, lo de plenitud y los de tristeza. Por su parte Gemma Arterton ("Byzantium", "Furia de Titanes") hace un buen trabajo como profesora de canto, pero lo verdaderos pilares de la historia son la pareja protagonista, Vanessa y Terence. Cuando se cantan el uno al otro en algunas partes del film... es realmente para disfrutar y dejar a las emociones correr libres por el cuerpo. Una peli para entretenerse sin prejuicios, que te hará pasar un buen rato y que te dejará una sensación positiva de la vida, al menos en el corto plazo. No es original, ni super inteligente, pero sabe lo que quiere lograr y lo hace.
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