La condición femenina. Está claro que en términos cinematográficos la figura de Wolfgang Amadeus Mozart no permite dubitaciones ya que aún hoy continúa profundamente ligada a la extraordinaria Amadeus (1984), una de las tantas obras maestras de Milos Forman. Para todos aquellos que nos autodefinimos como melómanos, la película posee una importancia sin igual que trasciende por mucho la frontera de la música clásica para adquirir resonancias universales y prontamente transformarse en un pantallazo exquisito por los mil vericuetos del desarrollo laboral/ artístico de turno, el que por supuesto incluye el contexto social del momento, la dinámica de las relaciones afectivas y esa enorme lujuria por la creación. Adelantándose unos años a una estructura narrativa bastante popular en la actualidad, La Hermana de Mozart (Nannerl, la Soeur de Mozart, 2010) aborda de manera tangencial al renombrado compositor, del mismo modo que Mi Semana con Marilyn (My Week with Marilyn, 2011) analizó a Marilyn Monroe, Hitchcock (2012) al maestro del suspenso y El Sueño de Walt Disney (Saving Mr. Banks, 2013) al responsable del imperio homónimo. Mientras que las susodichas nunca se decidían entre el retrato del apellido famoso y el del personaje lateral elegido, convirtiéndose a fin de cuentas en híbridos más o menos eficaces pero algo ciclotímicos, aquí la propuesta se juega de lleno por la señorita del título. La historia sigue a la adolescente Nannerl Mozart (Marie Féret), la hermana mayor de Wolfgang (David Moreau), en el periplo francés de la gira junto a su familia por las cortes europeas. Bajo el control de su padre Leopold (Marc Barbé), ambos hermanos daban espectáculos basados en el talento del niño prodigio y el acompañamiento de la joven, que tocaba el clavicémbalo porque tenía el violín vedado según los prejuicios del período para con las mujeres. El clan eventualmente termina en la Abadía de Fontevraud, en donde Nannerl se hace amiga de Luisa María (Lisa Féret), una de las hijas del rey Luis XV, quien a su vez le abrirá el camino para conocer en Versalles al Delfín de Francia (Clovis Fouin). Si bien el realizador René Féret no aporta ninguna idea novedosa al terreno de las biopics y hasta en gran medida toma prestado aquel humanismo entre verborrágico y dilatado de François Truffaut, en La Hermana de Mozart consigue buenas actuaciones de sus hijas Marie y Lisa, escudriña con elegancia la condición femenina y evita caer en la misandria de cotillón (en el relato los hombres son lo suficientemente complejos). Con una primera mitad centrada en la promesa de cambio y un tramo final vinculado al intento concreto y sus efectos, el film ofrece un recorrido correcto aunque leve por la sombra de Amadeus, el deseo de componer de Nannerl y una sociedad muy castradora simbolizada en Leopold…
Armonía y contrapunto. La música como concatenación de sonidos armónicos ha desatado las pasiones más diversas, al igual que otras disciplinas artísticas. El arte, al ser un lugar de creación y de experimentación con materiales, conduce al ser humano hacia espacios desconocidos, que transforman la realidad e introducen nuevos significados y formas de percepción del mundo. La Hermana de Mozart es una reconstrucción histórica sobre la familia del famoso compositor, que hace hincapié en la gira que realiza el clan durante la niñez de Wolfang Amadeus para presentar al niño prodigio en sociedad. El director, actor y guionista René Féret se sumergió históricamente en la sociedad francesa aristocrática del siglo XVIII para llevar a Nannerl Mozart y a Wolfang por las cortes europeas de la mano de su padre Leopold, músico de la corte del príncipe arzobispo de Salzburgo. Debido a la gira, el talento de Nannerl es rápidamente reconocido y entabla amistad con el recientemente enviudado Luis Fernando de Borbón, Delfín de Luis XV y heredero al trono de Francia. Mientras que la afinidad melómana ayuda al Delfín a salir de la depresión por la muerte de su esposa e hija, Nannerl abandona a su familia en medio de la gira para volver a París y componer algunas sonatas y minuetos para el heredero al trono. La corte francesa y la vida de la familia es reconstruida en toda su severidad poniendo énfasis en la rigidez de las relaciones protocolares de la época y sus costumbres. La película logra exitosamente crear una atmosfera dieciochesca en ambientes de estilo rococó, alrededor de una Francia cuya influencia en la política europea se desmoronaba alrededor de ministros que gobernaban caóticamente ante la ausencia de un Rey que practicaba el libertinaje y la concupiscencia a la vista de todos los franceses. De esta manera, La Hermana de Mozart vuelve la mirada hacia una época y una sociedad donde la mujer no podía aspirar a ocupar un lugar en el mundo de la música, quedando relegado su talento al ostracismo, siempre a la sombra de algún hombre. Con una gran escenografía, un excelente vestuario y un gran maquillaje, la película de René Féret apuntala buenas actuaciones y consigue retratar la idiosincrasia del siglo de las luces en una Francia que se aproximaba a su gran revolución. Cuando los grandes relatos aparecen a la orilla, las historias marginales ocupan su lugar y personajes que parecían relegados a un segundo plano cobran una grandilocuencia discreta pero firme. A través de la indagación histórica, vemos el mundo oculto detrás del talento y nos perdemos en la pasión de las cenizas de las armonías perdidas.
Tocar de oído Inspirada en hechos reales y fundida en un manto de ficción, la historia de La hermana de Mozart (Nannerl, la soeur de Mozart, 2010) nos cuenta la vida tras bambalinas de una icónica familia rodante, y el lugar de una artista mujer en el siglo XVIII. Al inicio del film conocemos a la familia Mozart, varada con su carruaje en un camino desolado. Está Leopold (Marc Barbé), el padre de familia, su esposa Anna-María (Delphine Chuillot) y sus dos hijos Wolfgang (David Moreau) de once años y Nannerl (Marie Féret), una jovencita de casi 15 años. La suerte lleva a este grupo y a su chofer a encontrar una abadía donde tendrán refugio temporario y donde además conocerán a unas curiosas huéspedes: nada más ni nada menos que las hijas menores de Luis XV de Francia. En su estadía, descubrimos que esta familia itinerante se dirige a Versalles a tocar frente a la corte real, puesto que Nannerl y su hermano menor son músicos prodigiosos y mantienen a su famila con sus dones. Sin embargo, se instaura desde el principio del film que el papel de Nannerl en el dúo es secundario: al ser mujer no puede tocar el violín (“es un instrumento de hombres”), y tampoco ha sido instruida para componer. Es claro que el niño estrella es Wolfgang, y todos en la familia así lo conciben. De esta forma, el futuro de Nannerl parece haber sido decidido por ella, no solo por sus padres sino también por el contexto sociocultural de la época. Y sí, Nannerl está frustrada, pero no pelea, no grita, simplemente se queja de tanto en tanto, en algunos momentos más honestos en los que la vemos interactuar con su amiga la princesa Luisa (Lisa Féret). Una vez en Versalles, Nannerl conoce al hermano de Luisa, el Delfín viudo (Clovis Fouin), con quien genera un vínculo todavía más estrecho, y quien la incita a componer para él. Bajo las vestimentas de un hombre – un toque muy shakesperiano – Nannerl se descubre libre de componer, tocar el violín y pasearse con el príncipe sin las presiones de su familia y el mundo. Lamentablemente para ella, sin embargo, esto no durará mucho. Su género marcará su destino, y será uno trágico. La película es un asunto familiar delante y detrás de cámara: René Féret trabaja con sus dos hijas como actrices, con su esposa como editora y su hijo como asistente de dirección. De hecho, el viaje como subsistencia, la intimidad forzada y la falta de paredes de esta familia rodante son las ideas más ricas de la película: la dinámica pegadiza y los espacios compartidos a la fuerza generan un clima íntimo y pequeño, enriquecido aun más por planos pintorescos (en el sentido más literal de la palabra, pues cada composición parece un cuadro neoclásico) que encierran a los protagonistas a medida que se desplazan por el real Palacio de Versalles. Lamentablemente, el relato agota estas ideas muy rápido y, como resultado, obtenemos una película que carece de pasión. Intuimos el sufrimiento de Nannerl, la ambición de Leopold, la fragilidad de Anna-María, pero las emociones nunca tocan la superficie de la pantalla. Y no es porque es un film de época, o porque se trate de un excelso trabajo de sutileza. En algunos casos esta frialdad surge de la abismal diferencia de talento entre algunos actores (Por ejemplo, los diálogos acartonados de la pequeña Lisa Féret dejan mucho que desear), pero en su mayoría, entendemos que esta es una elección de dirección poco afortunada. La película se mueve entonces con un ritmo monótono, con alguna que otra veta de furia en momentos arbitrarios que descolocan al espectador. Es una lástima, porque - aunque no alcanzan - los mejores momentos del film son los que muestran el lado más humano de Nannerl y su familia. Son instantes cálidos, íntimos, desde las charlas apretujadas en camas compartidas hasta la liviandad de conocer un bidet en familia por primera vez. Como dice Manhola Dargis, “Nannerl podría ser una genio, o una mártir, o una feminista, o una hija abandonada, o una mujer desesperada”, pero el director nunca hace hincapié en ninguna en particular, no se mete de lleno en la pasión por la música, por la familia, o por el amor. La Nannerl de Féret “toca de oído” todo en su vida, y aunque trata, no se anima a saltar.
Una bella fantasía mozartiana sobre efectos del sexismo Paris, 1763. Ante la corte, el pequeño Thomas acaba de ofrecer un hermoso concierto. Cuando se retira junto a sus padres, advierte que está entrando otro niño con otros padres que vienen a exhibirlo, y se detiene sorprendido y perplejo. Es una época de niños prodigio, y el que acaba de entrar no solo toca, sino que también hace algunas demostraciones de habilidad medio circense, y hasta compone pequeñas partituras. Se llama Wolfgang y ya sabemos cómo siguió la historia. Pero, ¿cómo sería si la hermana mayor de Wolfgang hubiera tenido sus mismas oportunidades? Esa es una de las escenas y planteos más interesantes de "La hermana de Mozart". Hay muchas novelas sobre Maria Anna Mozart, alias Nannerl, y muchas películas sobre él, pero ésta es la única donde los vemos juntos en la infancia. Ella era la mayor, tocaba el clave, el violín, cantaba y también componía. El iba aprendiendo, y la admiraba. Pero la mentalidad de la época imponía ciertas restricciones. Una niña podía lucirse en público, una señorita ya debía restringirse al hogar, y convertirse en señora de alguien. Hermosa y triste, para nosotros, la charla con la madre, cuando nos enteramos de que "ya es señorita". Y que nadie le había avisado nada. Todo acá está mostrado con calma, con resignación en ciertos rostros, con suave belleza y apacible sugestión. René Feret ha hecho varias películas de época, muy bien ambientadas, pero pocas en ese tono. Realmente parece estar respirando el Siglo XVIII. La fotografía del chileno Benjamin Echazarreta con una iluminación atenta a las fuentes de luz de aquel entonces, la ambientación en Versailles y lugares similares, el vestuario, la música de Marie-Jeanne Serero a la manera en que, según parece, habría compuesto Nannerl, y los rostros de esas criaturas, que parecen copiados de los retratos de museo, son todos elementos atractivos, que realzan los méritos de la obra. A ello contribuye también una historia medianamente ficticia: el encuentro de la joven con dos hijos del rey Luis XV: la pequeña Louise, alias Chiffe, alejada en la abadía de Fontevreaud, y su hermano mayor, el Delfin, formal y torturado, al que nuestra protagonista debe acceder vestida de hombre. También ellos fueron víctimas del destino, y de la mentalidad de la época. Féret los propone como una especie de espejo invertido, cuya imagen tardamos en deducir. La película entera, nos hace deducir mucho más que una simple denuncia de género, como podría suponerse.
Si en Amadeus, la celebrada película de Milos Forman de 1984, Mozart aparecía como un genio categórico y expansivo, en esta película del francés Rene Féret es apenas un niñito irritante y egocéntrico, una especie de figura secundaria ensombrecida por su hermana Maria Anna, más conocida como Nannerl, una artista de talento indiscutible que, dicen los estudiosos, sufrió las consecuencias de la firme decisión de su padre, Leopold, de relegarla por el solo hecho de ser mujer; una tara de la época. Nannerl era compositora y una apasionada por el violín, pero ese instrumento era en aquellos tiempos patrimonio de los varones, así que debió dedicarse al clavecín y al canto. En los últimos años se editaron unos cuantos libros destinados a reivindicarla -como The Other Mozart, de Sharon Chmielarz, e In Mozart's Shadow: His Sister's Story, de Carolyn Meyer-, pero es esta película, basada en los reveladores datos aparecidos en algunas cartas que Leopold Mozart remitió a Lorenz Hagenauer, un benefactor que financió el viaje que realizó con su familia por Europa entre 1762 y 1766 para exhibir el talento de sus hijos ante las cortes del siglo XVIII, la que probablemente propague con más eficacia la historia de una niña prodigio eclipsada por su, a la postre, famosísimo hermano. Exponente clásico del cine de qualité, el film de Féret coloca a Nannerl en el centro de una intriga amorosa palaciega destinada a reforzar la idea de la exclusión y remarca también sus intermitentes esfuerzos por independizarse, alterando algunos datos históricos conocidos para acentuar el injusto destino de una víctima de los caprichos del poder paternal y monárquico. Es, sin embargo, en la relación que Nannerl entabla con una de las hijas bastardas de Luis XV en un convento al que arriba donde Féret consigue un acercamiento a su personaje central más conmovedor, encarnado por una de las hijas del director, Marie, indiscutiblemente fotogénica, pero algo fría en su interpretación, incluso cuando es alentada y seducida por el delfín de Francia, que la anima a escribir su propia música. Féret declaró haber pensado en otras recordadas mujeres sacrificadas de la historia francesa Adele H, Camille Claudel como modelos a seguir. Pero su obsesiva prolijidad y su extremo academicismo impiden que se encienda el fuego que hubiese beneficiado a una película cuya corrección formal e ideológica por momentos abruma.
Una vida a la sombra del genio Hace tres décadas fue la sombra de Salieri acosando al genio en la oscarizada Amadeus de Milos Forman y ahora le toca el turno a la hermana mayor de Mozart en un ejemplo acabado de "film de calidad", tan apolillado y discretamente correcto en cada uno de los pasajes de la cansina cinta dirigida por el veterano René Féret, de quien hace más de veinte años se conociera la extraña El misterio de Alexina. Ocurre que La hermana de Mozart, filmada hace un lustro, describe a una figura oculta que acompañó los primeros años del experto clavicordista y compositor: Maria Anna Walburga Ignatia, más conocida como Nannerl, aconsejada y luego olvidada por su padre, omitida por la época debido a su condición de mujer y despreciada por un entorno frente a su prodigioso hermano. La historia sostiene que buena parte del talento de Mozart se debió al rigor laboral que le impuso su padre y al acompañamiento de una familia que recorrió salones y cortes para ofrecer su irrepetible música. A eso se dedica Féret, a registrar a un clan familiar donde Nannerl ocupa un segundo o tercer lugar, a la sombra de su hermano, descubriendo su primer amor y observando cómo los años de la adolescencia pasan en vano mientras los aplausos y vítores le corresponden al genio. Féret, en ese sentido, confía en exceso en un personaje de trastienda al que no supo entregarle un mínimo interés, anteponiendo una meticulosa reconstrucción de época en detrimento de un crescendo dramático que presenta escasas novedades. Entre pasillos, carruajes, paseos por el París de Luis XIV y un tratamiento de la imagen que recuerda al vetusto cine francés de posguerra, aquel que solo se caracterizaba por la importancia del tema, las casi dos horas de La hermana de Mozart trasmiten una sensación de letanía argumental que nunca avanza más allá de sus impecables rubros técnicos. Queda el precoz Wolfgang Amadeus sorprendiendo a propios y extraños, un padre posesivo que sólo desea el éxito de su hijo menor y una hermana de quince años que merecía una película más interesante y de mayor riesgo, por más que se tratara de un personaje derrotado por las imposiciones familiares.
Una hermana en las sombras Nanneri (Marie Féret) fue la hermana mayor del celebre Wolfgang Amadeus Mozart. Su padre era un estricto músico que instruyó a sus hijos desde pequeños, y los llevó en interminables giras por cortes y palacios mostrando las habilidades musicales de los pequeños, que en general dejaban boquiabiertos a los espectadores. Pero en esa época ciertas cosas no eran para mujeres, por lo que Nanneri debía limitarse a tocar el piano y cantar con su aguda y dulce voz. No se le permitía tocar el violín en público, y las lecciones de composición musical eran solo para su hermano. Por esto, la joven debió recurrir a su astucia y esfuerzo para aprender a escribir música, y convertirse en compositora. Si bien a simple vista es una película de época, que describe con veracidad cual era el lugar de las mujeres en la sociedad francesa del siglo XVIII, se trata al mismo tiempo de una historia familiar, intimista, cuyo núcleo es la relación de un padre con sus hijos. La película refleja la adolescencia de Nanneri, cuando vive una etapa de conocimiento tanto interno como externo, cuando llega a ser consciente de su capacidad, y de cuales son sus verdaderos deseos y al mismo tiempo los conciertos donde su padre la presenta la llevan hasta la corte de Francia donde conoce a gente que aprecia su talento, lo que la convence aun más de lo que quiere. Nanneri experimenta entonces su despertar como intérprete y como mujer, pero los desencantos amorosos, sumados a las presiones sociales y sobre todo a las exigencias de su padre, la obligan a renunciar a lo que quiere. La hermosa y detallada reconstrucción de época, la estética rococó, refleja la recargada y opresiva atmósfera en la que se vivía, el riguroso protocolo, y las presiones con que debía lidiar una mujer. Muchos datos históricos están ajustados -por ejemplo las composiciones de Nanneri, en realidad jamas se han conocido- dándole más valor a la mirada femenina sobre la historia, que a la veracidad de los hechos, lo que hace que por momentos la historia se torne un tanto redundante, y caiga en algunos lugares comunes, cuando en realidad no hace falta aclarar demasiado que en ese tiempo se estaba bastante lejos de la igualdad de géneros. Pero aun así la película muestra sin interpretaciones exageradas y con gran sensibilidad, la historia de una mujer que vivió a la sombra de su hermano y que nunca consiguió el reconocimiento que merecía, o al menos el que esperaba.
Familia de gira Cuando los Mozart salen de gira por Europa, papá Leopold (Marc Barbe) se jacta de haber concebido con su esposa Anna-María (Delphine Chuillot) dos niños prodigio, que se presentan ante las cortes o los palacios como fenómenos musicales cuando toda la atención se dirige al pequeño Wolfgang (David Moreau) de once años y en un segundo plano, siempre en calidad de acompañante, a su hermana Nannerl (Marie Féret), que con sus 15 años es portadora de una voz encantadora y talento natural para ejecutar con pasión tanto el violín como el clavicémbalo. Pero el contexto en el que ha nacido la pre adolescente la condena al ostracismo -a nivel pedagógico- y por su condición femenina tiene prohibido desde el mandato paterno tocar el violín, estudiar y por supuesto componer. No es un dato anecdótico tener presente que el director del film, René Féret, introdujo en el reparto a sus dos hijas Marie y Lisa con papeles importantes, así como contó con su esposa e hijo en los rubros de edición y la asistencia de dirección, respectivamente. Por este motivo, los desniveles actorales en La hermana de Mozart (2010) se notan en varias intervenciones de las hijas del realizador aunque es justo reconocer en Marie Féret mayores condiciones dramáticas para el papel protagónico en relación a Lisa, a quien le ha tocado el personaje de la princesa Luisa, hija del rey Luis XV y hermana del Delfín de Francia (Clovis Fouin). Una de las subtramas de esta radiografía de época que bucea tangencialmente la figura de Wolfgang Amadeus Mozart en la etapa de su infancia obedece a la relación entre Nannerl y Luisa y cómo a partir de ese encuentro azaroso en una abadía llega a la vida de la protagonista el Delfín, un tímido y poco talentoso joven a quien secretamente Nannerl le compone para que se luzca sin siquiera levantar sospechas en su entorno porque se viste de hombre cada vez que se encuentra con el que podría ser futuro rey de Francia. A esa subtrama se le adosa la tortuosa abnegación y los avatares lógicos de vivir a la sombra de Wolfgang, el preferido de todos, así como padecer la condición de plebeyo a pesar de tomar contacto con el mundo de los lujos palaciegos durante las diferentes performances. Debe reconocerse en el director René Féret un compromiso con su protagonista para que cobre el verdadero peso ante un nombre que con sólo aparecer eclipsa a cualquiera, tanto como la buena elección de la música que complementa la historia que no puede superar el planteo del comienzo y se queda en lo anecdótico con demasiada facilidad. No obstante, La hermana de Mozart es una propuesta cinematográfica atractiva por su buena reconstrucción de época y una puesta en escena cuidada, con encuadres que a veces rozan el preciosismo pero nunca desentonan en el cuadro integral.
EL NOMBRE DE LA OTRA PARTE: NANNERL “Imaginate si ambas hubiéramos sido varones- reflexiona Luisa-. Tú reinarías sobre tus creaciones y yo sobre los hombres”. Pero esa sentencia provocadora para la época, donde la mujer se limitaba a obedecer y olvidarse de sí misma, queda reducida a un simple anhelo, a un mero pacto silenciado entre dos amigas que deben renunciar a sus deseos por las imposiciones familiares, aunque actúen de forma diferente en cada caso: Luisa jamás dejará de ser una hija bastarda del rey de Francia y Nannerl, apodo de María Anna Mozart, quedará a la sombra de su hermano, a pesar de su talento. Durante uno de los viajes de la familia Mozart por Europa se funde el eje del carruaje. Por fortuna, a pocos kilómetros hay una abadía que los alberga. Pero en este convento no habitan sólo monjas, sino que, además, cobija a tres de las hijas bastardas del rey Luis XV. Pronto, las tres jóvenes se harán amigas de Nannerl, aunque será Luisa, con quien trabará una verdadera amistad. Con el correr de los días, la familia seguirá su travesía rumbo a la presentación formal en el palacio de Versalles, donde Nannerl y Wolfgang demostrarán su virtuosismo para el canto y con los instrumentos. El lazo que une a ambas jóvenes se torna cada vez más fuerte no sólo por la confianza que se establece entre ellas, sino también por la potencia de sus miradas, por esa cercanía que irradian a pesar de sus diferencias sociales. De esta forma, los momentos que estén juntas en la abadía serán los únicos donde serán completamente libres por el simple hecho de compartir sus deseos. La analogía entre Nannerl y Luisa se desarrolla durante toda la película y está articulada sobre tres ejes: la relación paradójica con sus padres, el desplazamiento frente a sus hermanos y el amor frustrado. En el primer caso, Luisa le confiesa a Nannerl que fue el cardenal quien ordenó que ella y sus hermanas fueran a vivir al convento, mientras que los hijos que disfrutan de los placeres reales son los “legítimos”, Delfín y las mellizas. Luisa no conoce a sus hermanos ni a sus padres pero tiene un gran cariño por ellos, a pesar de que en la abadía recalcan la preocupación de sus progenitores por su bienestar. Nannerl, por el contrario, mantiene una estrecha relación con su madre Anna María y hermano. Con su padre Leopold, en cambio, el vínculo es de admiración/sumisión. Acepta las decisiones de su padre como no enseñarle a componer, este sólo en secreto admite el talento de su hija. Una de las escenas más duras es aquella donde Nannerl le muestra a Wolfgang su cuaderno de música, en el cual, sólo hay composiciones de él. En el segundo caso, en ambas jóvenes su condición femenina las aleja de realizar cualquier actividad. Luisa queda confinada en el convento mientras que Nannerl, a pesar de sus intentos de ser independiente, termina resignándose a ser la sombra de su hermano. Esto se comfirma cuando en uno de los viajes, Leopold comunica a la familia que hará que Wolfgang componga su primera ópera buffa, como signo de genialidad. En el tercer caso, Luisa resigna su amor por Hugues le Tourneur, al enterarse que es su medio hermano. Por tal motivo, la joven se inclinará por los hábitos. Nannerl demuestra cierto interés por el Delfín, incluso parece correspondido. Ambos se conocen cuando Nannerl, disfrazada de hombre, le entrega a le Tourneur una carta de Luisa. Ante la demostración musical de la joven, el Delfín decide que le envíe composiciones. La relación se afianza y Nannerl decide revelarle su identidad. Sin embargo debido a el inesperado casamiento del Delfín, éste opta por cortar toda posible relación entre ambos. Otro elemento central del filme tiene que ver con el retrato detallado de la relación familiar. El director busca captar los estados anímicos que recorren a los cuatro integrantes a lo largo de la travesía, a partir de actitudes íntimas o de la ironía. En las escenas de música, ya sea en las presentaciones en vivo como en los ensayos puertas adentro, el director recurre a la imitación de la última parte, como si fuese un segundo plano y en un volumen más bajo. Se trata de un dato curioso pues la imitación musical es característica del siglo XVI, no del XVIII. Entonces, los personajes terminan sus interpretaciones y aún pueden percibirse los últimos movimientos musicales. El filme exhibe un carácter muy íntimo, justamente, por el tratamiento de sus ejes y por el detenimiento de la acciones. De esta forma, no sólo manifiesta el lugar relegado de la mujer en esa época y la resignación por las imposiciones familiares, sino también intenta descomponer esa mirada y reconstruirla a partir de ciertos contrastes para destacar otros elementos presentes en ese universo Mozart, universo que, pese a sus múltiples versiones, sólo era conocido por una parte de la historia. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
VideoComentario (ver link).
A la sombra del genio La vida de Mozart en el cine es incómoda. En Amadeus debió lidiar con los celos de Salieri y en esta producción realizada en Francia, en locaciones donde transcurrió la historia, los celos provienen nada menos que de su hermana Maria Anna, apodada Nannerl. La mirada es menos complaciente hacia el niño prodigio de Salzburgo (la película se concentra en su infancia) y quizá por esa crudeza, la película sale airosa. Aquí los Mozart, Wolfgang, Nannerl y sus padres, se presentan como una familia de saltimbanquis que va de reino en reino, con papá Leopold al comando como un vil manipulador, tratando de vender a sus hijos como geniales marionetas para la corte. Hay algo gracioso en las presentaciones de Leopold, en cómo resta años a Wolfgang y su hermana mayor para generar más impacto, pero desde la mitad del film se afirma la percepción de que el padre es sólo víctima del patriarcalismo de época. Diestra intérprete y compositora, Nannerl debe abandonar el violín por ser considerado un instrumento para hombres y sufre porque su padre, ciego con su hermano, no reconoce ni sus escritos ni su temprana colaboración con el pequeño genio. Eventualmente, Nannerl tendrá el reconocimiento del hijo mayor de Luis XV, pero así y todo no le será fácil. Faltaban 200 años para el feminismo.
POR CULPA DE SER MUJER Nannerl es una muchacha frustrada: inspiración tenía de sobra, pero su condición de mujer le impido desarrollarse. Con padre exigente, hermanito genial y madre obediente, su futuro estuvo siempre consagrado a la sumisión y la soledad y su hermanita. El film describe esa familia que anda de un lado al otro, arrastrado por un padre que ofrece sus hijos como un número casi de circo. Cuidado, pero convencional, el film pinta un mundo de alfombras, peinetones, palacios y conventos que acaba siendo un detallista muestrario decorativo, pero que está lejos de aportar una mirada nueva al nudo central de la historia: su condición de mujer acabó condenando a esta quinceañera llena de talento y soledad, que dedicó sus días a glorificar y custodiar la insuperable obra de su genial hermano Wolfgang.
Feminismo desapasionado La hermana de Mozart es un estreno rarísimo y que sólo podría suceder en un mes como diciembre, donde la concurrencia a los cines en Argentina baja notablemente. Raro porque es una película sin nombres resonantes o reconocibles para el gran público y que narrativa o formalmente carece de cualquier elemento de interés para que funcione, y además porque su fecha de estreno está totalmente desfasada, siendo su producción de 2010. El retraso en los estrenos se justifica en aquellas películas de autores que necesariamente deben ser recuperados en cine o películas verdaderamente importantes. En este caso, el film de René Feret parece llegar solamente por una necesidad de mercado de ocupar un espacio en la cartelera con la producción francesa de ocasión. Y tocó La hermana de Mozart. Si bien hay que reconocer que en los papeles la película tenía su interés (conocer la vida familiar de un Mozart aún niño, ese espacio oscuro que rodea siempre a los genios y que aquí se devela con cierta rigurosidad), pero es la débil dirección de Féret y la dudosa selección de su propia hija, Marie Féret, como protagonista, lo que termina por mellar los mínimos atractivos de una película totalmente fallida. La actriz no encuentra nunca el tono y su presencia monocorde, para una actuación que debe conducir el relato, es un tiro mortal para las aspiraciones del film. En lo estructural, La hermana de Mozart no le escapa a los estándares del cine francés de alta producción e intenciones historicistas, con su cuidada dirección de arte y sus perfectos vestuarios y peinados, que muchas veces encalla en los puertos del qualité haciendo agua completamente. Y si bien este es el caso, no deja de llamar la atención su renuncia al melodrama, que es el tono que habitualmente ilustra esas historias, para avanzar por los caminos del drama intimista. El asunto es que forma y fondo colisionan sin lograr una cohesión en el relato, por lo que queda un film demasiado convencional (sus giros dramáticos evidencian la presencia de un guión) para su experimentación narrativa, y demasiado desangelado para la apariencia de drama intenso que parece recrear. Claro que La hermana de Mozart es inobjetable argumentativamente, en la exhibición de un universo de palacios y familias de clases medias con aspiraciones mayores que relegan a la mujer a un espacio de servidumbre. Sus ambiciones feministas se entienden y comprenden, pero es precisamente la construcción de un personaje tan inane como el de Nannerl Mozart lo que termina por hacer inocuo el mensaje de la película: no hay lucha, no hay complejidad, sólo aceptación silenciosa sin que esa actitud ejemplifique o simbolice algo, aunque sea una frustración. Ese quietismo, que es también el de la puesta en escena con una cámara que sostiene planos largos sin segundas lecturas, es lo que termina por condenar a esta producción al tedio y al olvido inmediato. La falta de pasión, en un film que quiere potenciar el rol de la mujer, es algo imperdonable y sumamente cuestionable.
Llega a la pantalla grande el estreno de una película del 2010, basada en una historia real de mediados del Siglo XVIII. La Hermana de Mozart (Nannerl, la Soeur de Mozart), trata justamente de eso, de ser la otra, la marginal, la sin apellido. Marie Anna o Nannerl -como solían llamarla- era la hija mayor del matrimonio Mozart. Recién cuando su hermano Wolfgangus, de 4 años, mostró una habilidad sorprendente con el violín, fue el momento en el que su padre les dio a ambos clases de música. El talento de Nannerl era tan sorprendente como el de su hermano, pero ella no tendría, en la sociedad de la época, un lugar tan privilegiado como el del pequeño Mozart. René Féret, director y padre de la protagonista, plantea la historia en el momento en que la familia se encuentra de viaje desde Viena hacia París y luego Londres. A lo largo de esos días en carreta, la familia llegará hasta una Abadía donde Nannerl conocerá a una de las tantas hijas bastardas del Rey de Francia. Durante esos días en el convento, se creará una amistad que permitirá ingresar en los verdaderos sentimientos de las muchachas y luego perdurará por correspondencia. Nanerl Mozart, un talento oculto en la historia musical. Nada es fácil para la hermana de Mozart. Impedida por su padre para tocar el violín, al no ser considerado un instrumento para ser ejecutado por una mujer, lo cual la limitaba a sentarse detrás del clavicornio. Imposibilitada por su condición y por su progenitor a tomar clases de composición. Obligada a vestirse como hombre ante la presencia del hijo de Luis XV o para tomar lecciones en el Bellas Artes. La única opción de Nannerl era seguir los pasos de su madre: casarse, acompañar a su esposo y tener hijos. Reprimir todo tipo de talento, deseo o creación. La Hermana de Mozart, cuenta con un amplio despliegue de vestuario y locaciones pero no resulta creíble la interpretación de Marie Féret en el papel de la protagonista.
La historia grande del arte moderno en el siglo XVIII trae pocos recuerdos de mujeres talentosas, porque aquella era una época donde sólo los hombres, tenían permitido brillar. René Féret elige para su nuevo opus rescatar a una figura prácticamente desconocida para el gran público, una mujer cercana al increíble Wolfgang Amadeus Mozart, nada menos que Nannerl, su hermana. Aquí tenemos una reconstrucción de época cuidada, una atmósfera tangible y pintoresca, y un relato donde el gran Mozart, es apenas un secundario. El centro de la escena se lo lleva Marie Féret (hija del director), quien juega el papel de Anna-Marie Mozart con una sencillez abrumadora. Nacidos en el seno de una familia donde la música era esencial (Leopard Mozart, su padre, estaba al servicio del príncipe arzobispo de Salzburgo y componía), desde los primeros acordes sabemos de qué va la historia: dos hermanos con talento, en una situación especial. Uno, está destinado al éxito. No sólo por su genio, sino por su género. La hermana de Mozart, en cambio, verá cómo sus sueños de volverse una gran artista se truncan a medida que la magia de Wolfgang aumenta, hecho que está prolijamente documentado en la realización. Ella responde a este proceso esperando igualmente, aunque sin éxito, el ser reconocida. Y Nannerl, entendiendo el cuadro de situación y joven como es, comienza a explorar su costado más salvaje, acercándose al joven Delfín para iniciar una relación amorosa extraña que complica, enriquece y desorienta a su medio, que espera una existencia más previsible. No vamos a contar como la joven artista logra canalizar su energía para llevar a la superficie su talento, lo que si hay que decir es que esta descripción, es lenta y pausada y transcurre de manera armoniosa pero con pocas emociones. Contrariamente a lo que pensamos, el film se estructura en base a contradicciones fuertes, pero expuestas de manera disfrazada y que se bloquean y relacionan sutilmente. La música, vehículo del alma de estos personajes, está y juega su papel en forma. Marie-Jeanne Serero y los aportes de Gabriel Yared hacen una gran banda de sonido que tiene todos los elementos necesarios para hacer creíble esta reconstrucción (no hay registro de las obras originales de Nannerl para aseverar su condición). Es cierto que está presente el conflicto de lucha de género (desarrollado con corrección) y hay un marco que permite observar ese anhelo de libertad y búsqueda de desarrollo personal de una mujer en una sociedad que no permite eso. Sin embargo, la cinta no descolla, sino elige un lugar para observar curioso, donde la fibra en los personajes (a excepción de Ferét, quien captura toda la atención en pantalla) nunca termina por hacerse palpable, hecho que resta posibilidades a la trama. Más allá de eso, debemos decir que "La hermana de Mozart" es una realización cuidada y prolija que no conmueve, pero aporta una mirada original a un personaje que a quien la historia quizás, no le hizo justicia.
Historia y algo de ficción se mezclan en esta película enfocada en la desconocida figura que acompañó al músico durante su vida, la de su hermana mayor. Película que data del 2010 y dirigida por René Féret, La hermana de Mozart plasma a la familia del músico en algunos de sus recorridos llevando la música del pequeño dotado. Pero mientras los ojos del padre y del público se posan sobre este niño egocéntrico y caprichoso, su hermana mayor quiere tocar el violín o componer canciones y no se lo permiten. Porque no está bien que una mujer haga esas cosas. “Imagínate si ambas hubiéramos sido varones. Seríamos nuestros hermanos. Tú reinarías sobre tus creaciones y yo sobre los hombres”, le dice una de las hijas del rey con la que ella hace buenas migas al quedarse en la abadía donde las tienen escondidas en una reflexión casi final, pero que está presente desde el momento en que su padre le dice que deje de tocar el violín. Vestuario y escenografía se destacan en este drama de época, pero quien realmente se luce es su protagonista, Marie Féret. Un personaje que observa pero no siempre calla, que siente la música y quiere hacerla suya pero a quien le cierran las puertas. 14 años le edad le alcanzan a Nannerl para saber que no es como las demás chicas, y preguntarse qué hombre quisiera casarse con ella. El personaje del reconocido músico está relegado a un plano más que secundario, aunque la leyenda final enfatiza en la relación de hermanos que ambos siempre tuvieron, pero éste no termina de reflejar.
Se encuentra bien ambientada, su música emociona, se mantiene la elegancia y la dirección de arte, las actuaciones son correctas. Muestra una vez más a la mujer que no podía ofrecer su arte, era tarea solo para hombres: Para ello si lo deseaban debían vestirse de hombres (similar otro film “Shakespeare in Love”), resulta ser solida pero un poco convencional.
La historia de Maria Anna Walburga Ignatia Mozart, llamada también Nannerl o Marianne (1751-1829) tiene su merecido lugar en el cine pues, aparentemente ya lo tiene en la música, pese a haber perdido notoriedad a "manos" de su hermano Wolfgang Amadeus. Se podría decir que, bien desmenuzada, la temática de “La hermana de Mozart” es la discriminación de género a partir de un buen trabajo de guión que llega a buen puerto por la buena construcción del personaje de Leopold Mozart, el padre de los niños prodigio, que recorría algunas cortes de Europa, en el siglo XVIII, mostrando el talento de sus hijos. La explotación, el nivel de exigencia, la proyección de sus propias frustraciones, la rigidez de la educación, una relación estricta que forzaba el surgimiento del talento en desmedro de la calidad de vida, es lo que el guionista y realizador Renè Fèret pone en evidencia. Una gran ironía, teniendo en cuenta que para esta película también utilizó a sus hijos como parte del elenco. Lo cierto es que a medida que vamos entendiendo algunos códigos de la época vemos también que no sólo la predilección del padre por Amadeus funcionaba como una forma de cercenar a su hija mayor, sino también la manipulación de instrumentos como el violín, vedado a las mujeres en esa época, Un mundo hecho por hombres y padecido por las mujeres, parece ser la intención del texto cinematográfico. Realmente funciona. La reconstrucción de época es realmente notoria, al igual que la composición de los set, la decoración y la utilería. Los diálogos, más cercanos a la dramaturgia en teatro que al guión cinematográfico, aportan tanto por la forma como por el contenido, y si bien por momentos suenan algo ampulosos, el elenco se encarga de darle tintes orgánicos a las palabras. Como otros estrenos de este año, “La hermana de Mozart” llega a casi cinco años de su estreno comercial, pero bien vale la pena darse una vuelta por el cine.
"Biografía y drama" Este drama histórico llega a nuestras salas directo desde Francia, una muestra impecable de típico cine europeo. Cuenta la historia de Maria Anna Mozart, apodada Nannerl, la hermana mayor del compositor clásico. La narración nos lleva por la infancia de ambos hermanos, de 11 y 15 años, arrastrados por sus padres alrededor de toda Europa para que todas las cortes vean a sus prodigios. Sin embargo, no todo es gloria, y este viaje que nunca termina acaba desgastando a todos los miembros de la familia. La historia se organiza en forma de episodios donde se muestra la parte por el todo. Con sólo un momento podemos inferir cómo es la vida diaria de estas personas. Aunque Nannerl es un prodigio por sí misma, Wolfang la supera y sus padres ponen todas sus energías en él. Ella crece a la sombra de su hermano con cierta culpa, ya que de hecho tienen una relación muy cercana. Vemos además con claridad los prejuicios de la Francia victoriana a los que ella debe enfrentarse. Para empezar es mujer, y algunos instrumentos les están prohibidos. Por otro lado, no es de la nobleza. Estos asuntos obstaculizan que ella pudiera emprender una vida profesional por sí misma. Marie Féret interpreta a Nennerl, una actriz que logra transmitir con éxito las frustraciones que el personaje acumula sobre sus hombros y hace que empaticemos con ella. La química en pantalla con Marc Barbé, que interpreta a su padre Léopold es envidiable. Cada desprecio para con su hija viene desde lo más profundo, y nos hace odiarlo. Pero es un personaje contradictorio, ya que aunque muy equivocado, ama a sus hijos e intenta hacer lo mejor para ellos (especialmente para Wolfang, claro). Esto se profundiza por la soledad del viaje. Los niños no logran hacer ni un amigo ya que nunca se establecen. Pero las cosas cambian cuando Nannerl conoce a Louise, la princesa de Francia e hija de Luis XV, la primera amiga de su vida. Tiene la tragedia escrita cuando se enamora de su hermano Louis Ferdinand, el Delfín de Francia; en ese momento príncipe. Y aquí es que las cosas comienzan a complicarse para los espectadores. Si uno no la tiene muy clara en historia, entender los porqués va a ser una tarea muy pero muy complicada. Así que sugiero que vean la película con el árbol genealógico de la casa de Borbón en la mano. Más allá de eso, él la corresponde y es una preciosa historia de amor prohibido mientras puedan. No podemos dejar de hacer mención a la banda sonora. Toda la música es preciosa y acompaña perfectamente las emociones de los personajes. Tanto como cuando los vemos tocar o componer, como cuando la música sólo está en el ambiente, es perfecta. Por otro lado, la fotografía es un gran acierto. La película es visualmente hermosa, y cada detalle está cuidado desde los trajes y maquillajes hasta los carruajes y los muebles en las habitaciones. Históricamente exacto, incluso más de lo que estamos acostumbrados en las películas de época; al punto que observamos detalles que no son muy conocidos. La historia es bella pero cruda, organizada en episodios que nos cuentan mucho más de lo que aparece en la escena y logra una gran empatía. Un deleite a la vista y aún más a los oídos, pero el error radica en la falta de explicación del contexto histórico de los hechos. Sin saber mucho de historia es fácil perdernos y no logramos apreciar en su totalidad los giros de la trama. Sin embargo para ser justos, la trama principal se entiende de todos modos; pero nos costará encontrar los motivos detrás de las decisiones. Cine europeo en su máximo exponente, especial para los amantes de la música clásica. Agustina Tajtelbaum
La película de René Ferét cuenta la historia de Nannerl, la desconocida hermana de Wolfang Amadeus Mozart, quien también se dedicó a la música pero no tuvo las mismas posibilidades que su hermano menor. ¿Cuántas compositoras de música clásica conocemos? La lista de nombres más reconocidos está compuesta por hombres, pero esta situación lejos de ser natural es la consecuencia, en el terreno particular de la música, de siglos y siglos de opresión de la mujer. La historia de la hermana de Mozart está desarrollada en al menos cinco libros durante los últimos diez años y la reciente película de Ferét amplía la difusión. La película está ambientada en la gira por Europa que emprende la familia Mozart en 1762 para dar conciertos interpretados por el padre y sus dos hijos presentados como prodigios. Las cartas que el padre Leopold Mozart escribió a Lorenz Hagenauer, el financista de este viaje, sirvieron como argumento para el guión. Estos documentos aportaron parte de la historia, y otros elementos y personajes, como la relación con las hijas de Luis XV, son parte de una elaboración imaginaria basada en un estudio de la época. Se trata de una producción histórica, sin los gastos de las superproducciones del género, pero con buena ambientación y clima de época. En los primeros minutos de la película, Nannerl comienza a tocar el violín y esto desata una discusión familiar. "Padre: Nannerl, te prohíbo tocar el violín Nannerl: Cuando yo tenía su edad (refiriéndose a su hermano) me destacaba con el violín, ¿por qué me lo prohibió de repente? Madre: Sabes bien que ese no es un instrumento para niñas, tu padre te lo repite sin cesar..." El tono de este diálogo se repite en otras situaciones. Mientras el padre da clases de composición a Wolfang, prohíbe a Nannerl presenciarlas. "Nannerl: Papá, ¿Me permitirías asistir a las clases de composición que impartes a Wolfang? Padre: Mi pobre niña, se deben conocer los secretos de la armonía y del contrapunto, resulta incomprensible a mucha gente, sobre todo a las mujeres..." Las ideas familiares eran la expresión de las ideas de la época en donde las mujeres tenían prohibido asistir a las Academias de Música. Su lugar en la sociedad estaba destinado al trabajo doméstico y el cuidado de su familia. La película refleja esta problemática a través de distintos personajes. La situación de opresión de la mujer y la discriminación ante la producción artística es un tema abordado en diversas obras, una de ellas es Un cuarto propio (1929) de Virginia Woolf, un ensayo que relata muchos aspectos similares a la historia de Nannerl. En este texto la autora hace el ejercicio de imaginar ¿Qué hubiera pasado si Shakespeare hubiera tenido una hermana?. La respuesta, al igual que en la película, relata que a esta hermana imaginaria-Judith- nadie le hubiera permitido escribir, estudiar o realizar cualquier actividad creativa como la desarrollada por su hermano. "Entretanto, su dotadísima hermana, supongamos, se quedó en casa. Tenía el mismo espíritu de aventura, la misma imaginación, la misma ansia de ver el mundo que él. Pero no la mandaron a la escuela. No tuvo oportunidad de aprender la gramática ni la lógica...". En fin , al igual que la hermana de Mozart, hoy nadie la conocería. Además de la opresión de género, el texto remarca la opresión de clase como un elemento central que impide el desarrollo artístico. "El poeta pobre no tiene hoy día, ni ha tenido durante los últimos doscientos años, la menor oportunidad... Y las mujeres siempre han sido pobres, no sólo durante doscientos años, sino desde el principio de los tiempos...Las mujeres no han tenido, pues, la menor oportunidad de escribir poesía..." Woolf plantea la necesidad de la emancipación económica de las mujeres y la importancia de tener "un cuarto propio", un espacio fuera del impuesto lugar familiar, en donde poder desarrollar su propia creatividad. Ni la real hermana de Mozart, ni la imaginaria hermana de Shakespeare pudieron desarrollar su producción artística. El patriarcado se ha sucedido a lo largo de distintos sistemas de explotación en la historia, obstaculizando la producción artística de las mujeres y las clases explotadas. Una lectura de la película Nannerl, la hermana de Mozart de René Ferét puede también dejarnos el interrogante: ¿Cuántos artistas anónimos han quedado en el camino? ¿Cuántos hombres y mujeres hoy siguen excluidos de la posibilidad de producir arte?
La hermana de Mozart cuenta la historia de Maria Anna, opacada por el genio de Wolfgang y obligada a vivir en segundo plano. La familia Mozart sale de viaje por distintos pueblos y ciudades para ofrecer su gran número: Wolfgang, el niño con capacidad prodigiosa en el manejo del violín, el fenómeno que años después será conocido como el maestro del Clasicismo. Maria Anna, su hermana mayor y a la que llaman cariñosamente Nannerl, también tiene talento: compone unas partituras descomunales. Pero el siglo en el que vive no le permite ser. El padre se niega a darle clases como lo hace con el joven Mozart, la sociedad es prominentemente masculina y las mujeres están relegadas al papel de amas de casa o a convertirse en monjas, símbolo por antonomasia del celibato social. La coerción que ejerce la época sobre el género femenino, con el sistema monárquico como instrumento principal, opaca y deja en la sombra a Nannerl, quien a su vez es la sombra de su hermano menor, muy a pesar de Leopold, el padre. La independencia y el triunfo personal son casi imposibles para cualquier mujer. A Nannerl no le queda otra que ayudar a su hermano a componer en el piano, a anotar las notas que se le ocurren cada mañana. A la joven y talentosa muchacha le ganan la resignación, el silencio y la paciencia. El genio de la familia es su hermano, un niño inquieto y juguetón, pero serio y educado a la vez. Lo que hace el director René Féret en La hermana de Mozart es colocar un eslabón más en esa especie de subgénero al que nos tiene acostumbrados el cine francés: el qualité de época, películas con sensatez y sentimientos y buenas intenciones pero que inevitablemente caen en el tedio soporífero. Pero hay algo en la cámara de Féret que llama la atención y permite seguir el hilo de una historia aburrida desde el vamos, donde los personajes hablan como si estuvieran susurrando algo grave y el violín de Wolfgang se hace oír entre la aristocracia, mientras Luis de Francia conoce a su hermana y le propone escribir su propia música. El filme no aporta demasiado, hace todo un despliegue escénico y de vestuario para decir poco. Quizás su gran problema estribe en la falta de profundidad en el tema. Su director no se juega por una postura al respeto y al tratar de ser objetivo naufraga entre candelabros y palacios y pelucas a tono con el momento histórico. La película es prosaica, de encuadre correcto y sin ningún giro o vuelta tuerca o ingrediente desestabilizador que ponga en tensión la historia, y su linealidad narrativa nos lleva lentamente hasta un final, que cumple pero no satisface del todo, que es necesario pero no suficiente.