Se trata de un film basado en un texto infantil del mismo nombre realizado por el estudio de animación autor de Happy Feet , aquí se vuelve a tomar como personajes principales a un grupo de plumíferos: serian lechuzas y búhos que realizaran el camino del héroe para rescatar a su especie. Soren es un pichón de lechuza al cual le interesan mucho los relatos gloriosos sobre "Los Guardianes de Ga´hoole": guerreros alados que luchan contra Los Puros y parecen invencibles. Kludd es su maquiavélico hermano que no cree en los relatos que el padre cuenta antes de ir a cazar. Es al caer del árbol del bosque Tyto, cuando ambos son raptados por aliados de Los Puros y son llevados a trabajar como esclavos para alimentar y defender una fuerza oscura … Allí Soren conoce a Glyfie, una lechuza enana, quien escapará junto a él para salvar al reino de los buhos, en el camino conocen a dos plumíferos más: una lechuza cavadora y un lechuzon musical. Juntos irán en busca de sus héroes aprendiendo a volar. Película pensada exclusivamente para ser disfrutada en 3D, efecto sin el cual pierde sentido ya que muchas escenas parecen ser un wallpaper eterno y el espectador al no contar con este efecto capta más rápidamente las deficiencias del guión: la historia es bastante predecible y los diálogos parecen no haber sido una de las prioridades, cometiendo una vez más el típico error: subestimar y no equilibrar el excelente trabajo de animación con un guión que este a la altura. El punto culmine es el típico videoclip del protagonista en su transformación rompiendo con la armonía hasta ese entonces: cortesía de David Hirschfelder que descoloca totalmente. Pese a todo se destaca el tono, lo más maduro que se les permitió a los realizadores, con el que se trata la muerte: Los combates no son entre lechuzas, sino rapaces nocturnos, armados con garras metalicas, cuando un casco guerrero rueda en escena, sabemos que ese personaje no volverá. En la apertura como un buen aperitivo para el adulto un corto que apela a la nostalgia: El Coyote y el Correcaminos
Vuelo directo al gran espectáculo Del visionario realizador Zack Snyder (300), llega esta producción animada en tres dimensiones impulsada por el sello Warner, que coloca en primer plano no sólo el prodigio de la técnica, sino un universo oscuro donde se enfrentan las fuerzas del Bien y del Mal. El film no es recomendable para chicos de corta edad por las situaciones de acción que presenta y por el despiadado universo lúgubre en el que reinan la traición y la ambición desmedida de poder. Y no es casual, tratándose de un cineasta cuya concepción estética deslumbra por los contrastes (luces y sombras, agua y fuego); la dualidad de sus personajes y la traición entre hermanos que pone en marcha el relato. Soren es un joven búho que siempre sintió fascinación por los relatos de su padre sobre los Guardianes de Ga´Hoole, una bandada de guerreros que libraron una batalla para salvar a los búhos de los malvados Raza Pura. El héroe quiere unirse a ellos, pero antes deberá aprender a volar y enfrentar varios obstáculos cuando es tomado prisionero al caer de la copa de un árbol. Su hermano Kludd, otro engendro del mal, junto a Pico de Hierro, el villano del fillm, no le facilitarán la tarea. La leyenda de los guardianes es vertiginosa de principio a fin; rica en detalles (los movimientos de las plumas animados con gran verosimilitud) y tiene permanentes perscecuciones, luchas y razas superiores que ejercen poder y dominación (acá una suerte de hipnosis) a las más chicas e inexpertas. Un vuelo directo y sin escalas que tiene como destino el gran espectáculo visual.
Animación 3D, personajes 1D De vez en cuando es bueno sincerarse: a la salida de la función privada de la película acordamos entre varios colegas críticos que si existe tarea ciclópea en el mundo del cine animado, esa es hacer que buhos, lechuzas y aves nocturnas sean material entretenido para una película con un público premeditadamente sub-11. Desde el vamos hay que darle un enorme crédito a Snyder: bailaba con la más fea. Y, si bien no salió un espectáculo deslumbrante, podemos decir que, tras el visionado de la película, el hombre salió airoso. Ahora, claro está, uno debiera preguntarse cuánto hay de efectividad en el relato en si y cuanto hay de recurso miítico multiplicado por cada centímetro de celuloide. Bueno, la hipótesis es que La leyenda de los guardianes -cuando logra correrse de su parábola solemne del enfrentamiento al estilo Segunda Guerra Mundial, con Nazis concentracionarios defensores de la raza aria confrontados con Aliados demócratas “del Oeste”- encuentra sus mayores logros al apoyarse en dos cosas: su imaginario visual, que por momentos deslumbra y utiliza con inteligencia el 3D (por ejemplo en las escenas de tormenta, en las peleas, en las persecuciones y en los vuelos rasantes sobre el mar embravecido) y su arquetipicidad (si se me disculpa el bárbaro neológismo) en términos narrativos, es decir, su apego a las formas más depuradas del relato clásico. Ahí se plantea la paradoja: es que por el camino visual Snyder sigue demostrando su talento y su voluntad de generar un cine físico, material, palpable. El otro aspecto, el arquetípico, sin embargo, muestra que aquello que es pan hoy, es hambre mañana. Y esto último se debe a un tópico clave: Snyder cuenta con arquetipos, con patrones míticos en los cuales reflejarse (desde El Señor de los Anillos a Star Wars, como para empezar…), pero que al mismo tiempo no puede explotar en profundidad ¿Por qué? Porque un arquetipo no es vacío, sino que es también un personaje. Y hete aquí el histórico inconveniente del formalista Snyder: sus personajes carecen de humanidad (ok, animalidad), de tridimensionalidad, de manera que una película como La leyenda de los guardianes pierde ahí donde debía dar el salto: hacer que lo universal sea tan único y especial que nos permite volver a identificarnos como espectadores. Mientras que en una película como 300 la hipertrofia de los personajes funcionaba como un comentario irónico sobre el arquetipo heroico, aquí el asunto es distinto, por lo tanto, merece un tratamiento diferente. El resultado, en definitiva, parece compensar la ausencia de calidez (que aquí trasunta en solemnidad con desafortunadas interrupciones de comic-relief) y de volumen dramático apelando al despliegue visual y la memoria emotiva del espectador, que encontrará en el film los ecos de otros casos anteriores. Snyder comienza a encontrar una pared cada vez más alta y una señal de alarma: volver a confiar en los personajes o abandonarlos del todo.
La leyenda de los guardianes es de visión obligatoria en una sala digital o en el Imax. Es una película muy rica visualmente, y la animación que lograron es lo mejor que se ha visto hasta el momento. Hay planos con el cielo detrás, que seguramente son fotografías reales, o lo que lograron hace que parezca. El 3D está bien, con varios planos que juegan con la salida de objetos y otros con bastante profundidad Eso es lo mejor de toda la película definitivamente. ¿La historia? Es un poco jodida realmente. Pero Hollywood viene haciendo cosas así últimamente. El año pasado nos perdimos Donde viven los monstruos, porque la distribuidora no sabía si estrenarla en castellano (y que los chicos se asusten) o en inglés (y que las familias no la fueran a ver). La diferencia con Los guardianes, es que al tener 3D, fundamentalmente es digital y se eliminan esa duda existencial que tienen muchas veces las distribuidoras. Ahora la pueden estrenar de las dos maneras, y es el público el que decide. ¿Y que se van a encontrar? Una película que parece infantil por muchas cosas, pero que tiene momentos que son para adultos o para hacerla clara, situaciones difíciles para los chicos menores de 8 años. A mi la historia realmente me gustó, porque si bien es la eterna lucha entre el bien y el mal, la belleza de la imagen me logró mantener atento en toda la historia. No es mas cruel que una Bambi o una Dumbo, o que la historia de los pobres maderos de San Juan a los cuales les cortarán el pescuezo... Verla en inglés seguramente suma mucho, porque tiene unos actores con grandes voces que cuadran perfectamente con los personajes que interpretan El doblaje en castellano está muy bien y los chicos entenderán todo. Definitivamente es una propuesta arriesgada, pero a mi me gustó como cinéfilo, por todo lo que lograron y no por algo en particular simplemente. Es para ver.
La leyenda de los guardianes es una propuesta complicada. Para los más chicos es un film oscuro y violento y los que se pueden enganchar más con la trama, no referimos a niños de a partir 8 años, ya vieron esta clase de historias un millón de veces. Los mayores logros de este debut en la animación del director Zack Znyder (Watchmen) tiene que ver con los aspectos visuales que son maravillosos. La animación en general es algo deslumbrante y hay escenas impecables, como las secuencias de acción o los vuelos de las lechuzas, que se ven increíbles en el sistema 3D. La historia no es para nada infantil y sorprende por la violencia que tiene el relato, que no es algo común de encontrar en las producciones animadas de Occidente. Si es más cotidiano en la animación japonesa, pero inclusive en las propuestas familiares como las que producen los estudios Ghibli (Ponyo) nunca tenés momento violentos como en este estreno. No es broma. Las lechuzas se dan con todo en las batallas y en la secuencia final de acción no queda duda que el director de 300 estuvo a cargo de la dirección. El conflicto entre el personaje principal y su hermano es terriblemente triste y dramático. Por eso está bueno dejar en claro que no es una propuesta infantil. El film flaquea con el guión que por momentos se hace aburrido. No porque sea mala la historia, sino porque este tipo de aventuras del bien contra el mal ya las vimos un millón veces contadas de la misma manera. Lo que cambian son los personajes. La película está basada en la saga literaria de Kathryn Lasky, que me da la sensación no respetaron demasiado, ya que de otro modo, no entiendo como con una historia así la autora consiguió publicar 16 novelas exitosas. Está bien que si Twiligh es best seller todo es posible, pero los libros de la saga de Lasky tuvieron muy buenas reseñas, de hecho, mejor que la de los vampiros. Supongo que la versión literaria de estas lechuzas debe ser más apasionante. La película está bien en términos generales y no es fácil contar una gran historia de aventuras con estos animales que no son precisamente muy carismáticos. Para quienes disfrutan el cine de animación es una alternativa para tener en cuenta.
Entra por los ojos Filme de animación, del director de “300”. De Avatar a esta parte, cualquier película animada en 3D que además contenga paisajes paradisíacos y escenas de vuelo corre el riesgo, sino la desventaja, de tener que ofrecer más, y mejor. Ningún inconveniente en ese sentido para Ga’Hoole , del mismo estudio que hizo Happy Feet . Y de Zack Snyder, el director de 300 y Watchmen , podía esperarse algo tan decididamente belicoso, combativo y aguerrido, y su concepción de Ga’Hoole tiene momentos de genuina y cautivante expresión cinematográfica –las escenas en las que los protagonistas vuelan en plena tormenta-, pero también superficialidad y sencillez en la historia que relata. Soren es un búho que disfruta los relatos míticos que su padre le cuenta sobre los Guardianes, que batallaron y protegieron el mundo. Basado en el primero de tres libros de una serie de quince de la autora Kathryn Lasky, Soren y su celoso hermano Kludd son capturados y secuestrados por los Puros, que desean esclavizarlos junto a otros búhos para recuperar el trono. Soren se cruzará con otras aves, escapará –no así su hermano, que es “tomado” por el lado oscuro- y llegará hasta Ga’Hoole, el árbol donde los Guardianes viven, se enteran del maléfico ardid de Nyra y su esposo e irán al rescate de los pichoncitos de búho secuestrados. Cualquier semejanza con los nazis y los Aliados no es pura coincidencia. Y tampoco con Hamlet o, si se quiere, El Rey León animado de Disney, ya que así como Scar y Mufasa se enfrentaban, en Ga’Hoole la disputa entre los hermanos bien pronto pasa a ocupar el primer plano de la película en 3D. A los chicos menores de 7 años algunos enfrentamientos los van a asustar, y quizás el hecho de que Kludd sea tan pérfido con Soran y hasta con la pequeña Gylfie, su hermanita menor, hará que los ojos de los más pequeños salten más allá de los anteojos tridimensionales. A la manera de lo que hizo Robert Zemeckis, que del cine con actores saltó a la animación (la diferencia es que el director de Forrest Gump se abrazó al motion capture ), Snyder se prueba con protagonistas no humanos, pero a los que, por una cuestión de simplificación, les falta sangre. Y no es que no haya enfrentamientos de vida o muerte en los combates en pleno vuelo. No es el entramado, pero ya es evidente que a Snyder le cuesta instituir singularidad a sus personajes. Ocurría en 300 , pasaba en Watchmen y sucede en Ga’Hoole . Sean humanos o búhos, los personajes son superhéroes, lleven espadas o plumas. El despliegue visual es, por cierto, el gran punto a favor que tiene la experiencia de disfrutar Ga’Hoole . Snyder dirige como pocos las escenas de luchas cuerpo a cuerpo y de batallas, por lo que el espectáculo está asegurado. Con todo, el mensaje del filme es claramente eficaz y provechoso, y tan generoso como altruista. La máxima o consejo sería confíá en vos, apoyate en quienes te aman y saldrás adelante. Los ejes de los Guardianes son fortalecer al débil, curar al herido y derrotar al mal, para luego, sí, disfrutar de un vuelo en plena tormenta. Y eso sí que no está nada mal.
Condena al nazismo en 3D El trabajo de Zack Snyder se luce más por la animación que por el relato El director Zack Snyder ( 300 , Watchmen: Los vigilantes ) parece obsesionado -siempre desde su estética cercana al cómic y a partir de materiales originales de otros autores- por las alegorías sobre el fascismo. En Ga´Hoole: La leyenda de los guardianes se "apropia" de las novelas de Kathryn Lasky para ofrecer un film de aventuras animadas que, más allá de estar protagonizado por lechuzas, cuestiona de forma bastante directa el racismo, el fanatismo y el extremismo propios de la ideología nazi. Con múltiples hallazgos en términos visuales (se exhibe en versión para salas digitales 3D e IMAX), el film consigue cautivar por momentos con los elegantes vuelos de los búhos o las coreográficas secuencias de batallas entre los sabios guardianes del título y los "puros", raza de crueles guerreros que se dedica a esclavizar o, en el mejor de los casos, a adoctrinar a los animales más débiles. El film tiene como principal eje el derrotero de dos hermanos que acaban de salir del nido familiar y aprenden a volar. Tras ser secuestrados por los "puros", el primero, Kludd, se convertirá en un eficaz soldado al servicio de los "puros", mientras que Soren logrará escapar e integrará el bando de los queribles guardianes. El enfrentamiento, por lo tanto, queda planteado desde el principio. El problema del film -más allá de su articulación de una mitología bastante obvia derivada de, por ejemplo, El señor de los anillos - es que no encuentra personajes capaces de conectar con el público (o los públicos): resulta demasiado elemental para los adultos y demasiado cruel y solemne para los más chicos (a pesar de que hay un cuidado por no mostrar sangre, es desaconsejable para menores de 10 años). Así, los pasajes en los que se intenta "aflojar" la tensión con escenas muy editadas que incluyen múltiples observaciones de color con fondo musical o que proponen situaciones cómicas resultan decididamente forzados, a contramano de un relato que Snyder pretende manejar por otros rumbos y con otros climas mucho más descarnados y sórdidos. Lo mejor del film, por lo tanto, tiene que ver con los hallazgos visuales de la animación tridimensional. Más allá de algunos regodeos innecesarios (tomas en cámara lenta que permiten mostrar, por ejemplo, el choque de las gotas de lluvia contra las plumas de las lechuzas), las imágenes alcanzan una belleza, una plasticidad, una textura y una profundidad que el cine pocas veces ha logrado. Es allí donde reside el principal mérito y casi el único valor de una historia que extraña en su construcción y en su dimensión dramática la misma categoría que sí alcanzó en su acabado formal.
La epopeya de los búhos Un poco más oscura que algunas de las últimas películas para chicos con leyenda y profecía, Ga''Hoole, la leyenda de los guardianes promete más de lo que termina entregando. Un joven búho, Soren, emprenderá una serie de aventuras cuando caiga accidentalmente del nido de su familia junto con su hermano. Secuestrado, rescatado y asociado a especies muy diferentes de búhos, Soren emprenderá la búsqueda de Ga''Hoole, un árbol que queda en una isla al otro lado del mar, donde viven los legendarios guardianes, quienes pueden ayudarle a salvar el mundo de los búhos. Se trata, por supuesto, de un viaje iniciático. La idea, obviamente, ya la hemos visto en otros contextos. Pero ahora hay plumas. Los búhos humanizados permiten que los diseñadores se despachen con una gran cantidad de personajes caracterizados por la distribución de sus plumas: hay búhos chiquitos con ojos grandes, búhos muy blancos, otros con plumas desalineadas, etc. El gran fuerte de esta película, por lejos, es su diseño de imagen. Se lo ve desde el principio: hay nubes, paisajes amplios y detallados, plumas en las que se percibe cada pequeña parte, movimientos de alas. El espectador puede quedar encantado en los primeros minutos con la profusión de detalles: los ojos, los troncos, las plantas, las gotas de lluvia. Por supuesto, todo esto se luce aún más con la tecnología 3D, que da relieve a la imagen. Pero finalmente pasa (como pasó en las anteriores películas del director, 300 y Watchmen) que tanto despliegue tecnológico/visual acaba por sonar a hueco. Hay muchísimo trabajo, muchas escenas en cámara lenta para que el espectador pueda apreciar cada mínimo pixel, pero los personajes se desdibujan. Son tantas las cosas que tienen que pasar en esta epopeya de búhos, tanta búsqueda, descubrimiento, gran viaje, batalla, que los episodios se suceden demasiado rápido, no llegamos a sentir realmente nada. Un ejemplo mínimo: se supone que para llegar a Ga''Hoole, hogar de los guardianes, nuestros protagonistas deben emprender un gran viaje. Se lo dice por lo menos cuatro veces. El espectador espera una gran odisea. Pero en pantalla la odisea se resuelve en menos de cinco minutos: llegan a la orilla del mar, salen a volar, hay una tormenta y de pronto ya llegaron. Sin el tiempo para el desarrollo de la extensión o el peligro de ese viaje, no podemos sentir el peligro y, sin eso, no llegamos a identificarnos con los personajes. Hay muchos obstáculos por superar, pero se superan demasiado rápido. Con todo, la historia es entretenida, si bien un poco "de fórmula"; los personajes no dejan de ser simpáticos (aunque los chistes no funcionen) y uno puede disfrutar de la película.
Las lechuzas no son unos animales que han tenido sus minutos de fama constantes en el séptimo arte y aquí, gracias a un bellísimo trabajo de animación, las mismas desarrollan una constancia, un carisma y una estética que sobresale en cada segundo de proyección. Lamentablemente esta película se queda a mitad de camino, es una cinta que posee un despliegue visual impresionante, pero una historia repetitiva, poco original, vacía y sin la profundidad necesaria como para que se convierta en un relato novedoso y diferente.
El aprendizaje en una aventura clásica aggiornada En tiempos de pirateo generalizado y descargas masivas de Internet son escasas las películas que aún pueden llevar mucha gente a las salas. Unas que todavía lo hacen son las infantiles, porque el cine sigue siendo una buena salida familiar. Otras, las de gran espectáculo, formato reacio a reducciones. Finalmente, las tridimensionales, porque hasta ahora no había televisores 3D (habrá que ver qué pasa de ahora en más). El ideal del productor masivo sería, por lo tanto, una película de gran espectáculo para niños, en 3D. Esa película es La leyenda de los guardianes, que al estar basada no en una novela sino en las tres primeras de una saga, le suma un plus a la ecuación soñada. Si a ésta, que acaba de estrenarse en Estados Unidos, le va bien, quedan doce novelas más para sacarle el jugo. Será plata ganada en buena ley: basada en una serie escrita por una tal Kathryn Lasky, la película aggiorna la aventura clásica, de un modo que Las crónicas de Narnia no han sabido hacer hasta ahora. Y Harry Potter, sólo cuando cae en buenas manos. “Las viejas historias nos permiten aprender de ellas”, sermonea el papá de Soren en la primera escena. Cine de aventuras metalingüístico, La leyenda de los guardianes es una vieja historia que reivindica las viejas historias. El héroe, llamado Soren, está más cerca de La isla del tesoro o Peter Pan que de su tocayo Kierkegaard: con búhos o lechuzas por protagonistas, toda posible angustia existencial se sublima lanzándose en picada. Tal vez por una malalechosa asociación con las brujas, aquí las lechuzas –bichos pacíficos y preciosos, en la realidad– son malas y los búhos son buenos. Soren es un búho, como su hermano Kludd y su hermanita Eglantine. Raptados por unos lechuzones, a miles de kilómetros de papá y mamá, los tres se dividirán para siempre entre las buenas y malas causas. ¿Negro y blanco? Ya se dijo que La leyenda de los guardianes remite a la aventura clásica para niños, y ese no es un género que abunde en grises. Con animación digital a cargo de Animal Logic –firma que tuvo a cargo la de Happy Feet–, la idea de una épica protagonizada por aves da por resultado búhos y lechuzas trompeándose con las alas, tirándose patadas voladoras con las patitas de atrás y entrelazándose en tomas dignas de 100 % lucha. La relación que la película establece con los mitos es indecisa. Soren se sorprende cuando el héroe de su infancia le hace saber que si hizo la guerra, fue contra voluntad. Un par de escenas más adelante, sin embargo, el muchacho (perdón, pero todo es tan antropomórfico...) se convence de que los mitificados relatos de guerra que el papá le contaba eran tan ciertos como documentales del mundo animal. Igualmente contradictoria es la oposición entre el héroe mítico, veterano curtido que no cree en romantizaciones, y un segundo padre sustituto de Soren, cuya visión mistificadora la película remacha con música celta. Guerreras de raza blanca, manchadas de rojo alusivo, las lechuzas son lisa y llanamente nazis. Se consideran “puras”, hacen culto de la fuerza, tienen a los débiles por raza inferior y un discurso de su líder, en acto masivo, parece salido de El triunfo de la voluntad. Brusco viraje del realizador Zack Snyder, cuya 300 glorificaba la fuerza brutísima. En términos visuales, Snyder invoca cielos color durazno y borrascosas noches nevadas a las que el 3D da relieve, reservando para algunas batallas el típico “efecto Matrix”, de ralentis, congelados y accelerandis. Más allá de contradicciones e inconclusiones, La leyenda de los guardianes funciona porque cree en lo que narra, poniendo la técnica al servicio del relato y el relato al servicio de la aventura. Aventura clásica, de esas que involucran aprendizaje, lealtad y héroes de ojos bien abiertos. Y no sólo porque sean búhos.
Plumas van, plumas vienen La película del realizador de 300 (2007), Zack Snyder, tiene una factura técnica irreprochable, sobre todo en su versión 3-D. Esa excelencia se achata frente a un guión que linda con el reduccionismo político, pero al mismo tiempo ofrece una revisión de la imagen del héroe en los relatos clásicos. En el nido familiar, los búhos Soren y Kludd son cobijados por la narración oral (luego se verá que las aves también escriben). Su padre les habla de un pasado heroico, en donde la calidez del hogar veía su curso interrumpido a causa de una guerra. Se trata de un tiempo que deviene presente cuando la invasión de “los Puros” bifurca espacial e ideológicamente a los hermanos. A uno le corresponderá la envestidura del héroe, aquel que defienda a la comunidad de los pájaros del autoritarismo. A otro lo seducirá el poder, siempre impiadoso. En La leyenda de los guardianes hay ecos de Caín y Abel, pero también de La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), de las novelas de John Fenimore Cooper, de Corazón valiente (Braveheart, 1995), y la lista sigue. La película se multiplica en vueltas de tuerca, personajes secundarios que esconden secretos, conspiraciones y acción por doquier. El resultado es agridulce. Por un lado, esta elección de profundizar en la dialéctica entre héroe, comunidad y guerra produce secuencias de acción –valga la redundancia- de alto vuelo, en donde el efecto tridimensional se luce y mucho. Pero este relato “bulímico” deja abierta puertas sin cerrar y no logra una un desarrollo mínimo en varias sub-tramas. Si hay algo que agradecerle a esta nueva fábula cinematográfica es la crudeza de las imágenes, a tono con el tremendo drama que la recorre. La alegoría con el nazismo es en exceso didáctica, pero Snyder elije un tono sórdido que no desentona. Algo que queda claro cuando la película muestra en forma gráfica la regurgitación de un ratón recién cazado, o la muerte en primerísimo primer plano. Resulta menos explicable, en cambio, la solemnidad de la banda sonora interrumpida en una secuencia cómica musicalizada con un tema pop que pareciera contradecir la estética de la película. Es complicado asignarle una edad promedio a la que esté destinada el film, pero este hecho (teniendo en cuenta el párrafo anterior) le da una madurez al relato que potencia su mirada sobre la construcción del héroe. En ese sentido, están todos los condimentos puestos para que La leyenda de los guardianes sea una gran película: hay pasión, deslealtades, un pasado mítico y todas las flaquezas que el sabio búho Soren podrá sortear, casi sin necesidad de acorralar a los personajes con secuencias musicales poco inspiradas o chistes a tono con el mundo televisivo. ¿Por qué la película no consigue ser más que un pasatiempo? A diferencia de lo que ocurría con la exquisita Pollitos en fuga (Chicken Run, 2000) aquí la iconografía nazi y la imagen del Mal como potencia política quedan en lo ilustrativo, resintiendo el resultado final. Pensando en 300, la curva va en ascenso. Le damos una chance más a Snyder para que nos de la obra que –intuímos- nos puede dar.
Zack Snyder es uno de los directores más talentosos, imaginativos y valientes dando vueltas por Hollywood. Basta con recordar sus trabajos anteriores. El amanecer de los muertos (remake de aquella obra maestra de George A. Romero, a la que logra igualar en calidad, 300 (basada en el comic de Frank Miller) y Watchmen: Los vigilantes, genial adaptación cinematográfica de la excelente novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons. Ga’ Hoole, la leyenda de los guardianes también tiene tu fuente original en otro formato, como lo son las novelas de Kathryn Lasky. Pero la novedad es que, a diferencia de las tres películas mencionadas, su nueva obra es de animación digital y está orientada al público más infantil... pero no tanto. Las batallas cuerpo a cuerpo entre los búhos y lechuzas —violentas, pero sin sangre— no la hacen apta para niños de seis años, pero sí para los de diez en adelante. El guión, que junta varios de los libros en una hora y media de película, funciona bien, y los elementos de tragedia griega (Soren debe enfrentarse a Claude, su propio hermano, vinculado a los nada amigables Puros) siempre aportan complejidad a una trama. Se nota que, pese al target al que apunta, es un film de Snyder: hay peleas en cámara lenta, un ritmo frenético pero no cansador, y personajes que deben luchar y sobrevivir en un contexto apocalíptico. La película fue pensada para ser vista en 3D, y se nota. Las secuencias de vuelo de las aves, las batallas y otros momentos espectaculares quedan realzadas gracias al formato de tercera dimensión. Como sucede en Avatar, la historia es buena pero no llega al nivel del aspecto visual, pero igual puede disfrutarse. Ga’ Hoole demuestra que Zack Snyder tiene con qué hacer una de animación para un público más joven. De todas maneras, sus fanáticos esperamos con ansias el estreno de Sucker Punch (que en Argentina llevará el nombre de Mundo surreal), a la que el director define como Alicia en el país de las maravillas, pero con ametralladoras. ¿Falta mucho para marzo de 2011?
La Leyenda de los Guardianes (Legend of the Guardians: The Owls of Ga'Hoole, 2010) no es más que 300 (2006) pero en versión ATP, con búhos y políticamente correcta (o algo así…). A pesar del preciosismo visual y los millones de dólares invertidos, la torpeza narrativa de Zack Snyder impide que la trama vaya más allá del prototípico “viaje iniciático” y toda esa galería de clichés vetustos. Otra decepción del director y van…
Rozar el prodigio Alguien en la web escribió que de esta película le parecía loable la interpretación que un norteamericano ha hecho de la mitología indígena. Secretos de una cultura que la mayoría de los espectadores comunes de Ga’Hoole, la leyenda de los guardianes desconocemos, pero que –cabe decirlo– respiran por los poros de este largometrajes que alcanza algunos pasajes de prodigio visual, ayudada por una historia de esas que con pocas explicaciones mueven sentimientos y emociones. La leyenda de los guardianes... es la adaptación de las tres primeras novelas de una serie de quince, escritas por una estadounidense llamada Kathryn Lasky. “Ga’ Hoole” es el nombre de una isla donde vive una comunidad de pacíficos búhos. Cuando dos de sus crías son raptadas y reclutadas en un ejército de siniestras lechuzas, comienza una especie de acontecimiento épico en el que cobra vida una antigua mitología de reyes y guerreros de armadura que luchan a favor o en contra del Apocalipsis. Otro americano del norte, Zack Snyder, es el director responsable de Ga’ Hoole , un filme de esos que marcan diferencia con el resto de lo que se viene viendo. No se trata de una sorpresa. Este cineasta es el mismo que hizo olas con el largometraje 300 , contando con estilo de comic un pedazo de la historia bélica de Grecia y Persia, de lo cual habrá continuidad pues ya se encuentra trabajando en Jerjes, donde vuelve a trillar un campo muy similar. Pero Ga’ Hoole es más que imágenes. Cada uno de los personajes tiene vida propia, proveniente de un mundo interior que los guionistas trasladaron desde los libros a la pantalla. La banda sonora es deliciosa, los sonidos de las aves, pasando por los de los bosques, o los temas musicales que en la versión original son cantados en sánscrito, que le cabe justo a ese mundo absolutamente fantasioso, pero no imposible.
VideoComentario (ver link).
El vuelo del guardián. La eterna batalla de malos y buenos tiene una nueva vuelta de tuerca en "La leyenda de los guardianes". Los búhos son los protagonistas de esta historia, en la que Soren es un pichón que mientras aprende a volar, deja que tome alas su imaginación. Nada mejor que los cuentos de papá, en donde los héroes eran una bandada de guerreros que vencían a los Raza Pura. De pronto, esos sueños comienzan a convertirse en realidad, pero, claro, la realidad no siempre es tan divertida como en los cuentos. Allí talla el trabajo del director, quien supo darle condimentos a esta trama, para que se cruzen el amor de hermanos con la deslealtad, sumado a la búsqueda de la justicia como común denominador. La película va de menor a mayor y se disfruta más en 3 D, porque emplea la ventaja digital para la belleza estética, como la escena en la que Soren vuela bajo la lluvia.
Lógica animal. Ga’hoole: la leyenda de los guardianes logra algo increíble: frases comunes como “dejar el nido” o “aprender a volar” tienen un valor literal y no metafórico. Es que la poética de la película se relaciona con lo literal, con un cierto respeto por la materia de la historia: los búhos de Zack Znyder, aunque imbuidos de personalidad, conflictos y ambiciones, nunca dejan de ser del todo búhos para convertirse en alegorías aburridas. ¿Cómo hacer para que una película de animación con protagonistas animales no se vuelva una metáfora simplona de la vida humana? Znyder tuvo que haber visto Happy Feet, otra película donde el cuidado puesto en los cuerpos de los animales operaba como una declaración de principios: “esta es una película estrictamente sobre pingüinos bailarines”, podría haber comentado el director George Miller. Así, Ga’hoole (que, como Happy Feet, también está animada digitalmente por Animal Logic) parece estar diciendo: “esta es una película estrictamente sobre búhos guerreros”, y cualquier reemplazo de sentido aplicado por el espectador corre por cuenta exclusivamente suya. Sí, en la película hay “puros” que esclavizan a otras especies, quieren conquistar el mundo y hasta les colocan números a sus prisioneros. Pero hacer una sutitución del tipo búhos guerreros por crítica al nazismo implica una violencia argumental que también es una violencia aplicada sobre los cuerpos de la película: ver una denuncia nazi en Ga’hoole porque hay algunos elementos que parecieran referir al tema es no ver todo lo demás. Mejor: hacer ese reemplazo es, literal y definitivamente, no ver nada: los movimientos precisos de los animales, las texturas infinitamente ricas de sus pieles, las gotas de lluvia golpeando sus caras, sus plumas sacudiéndose en el aire. Solamente a fuerza de no ver ese espectáculo increíble, de cerrar los ojos a lo que pasa en la pantalla (una pantalla, de eso se trata el cine) es que se puede llevar a cabo el trueque de búhos por nazismo, historia por Historia, relato de género por moraleja de corte escolar. Más allá de varios problemas (personajes con poco espesor narrativo, autoconciencia nada feliz, banda de sonido floja o comic-reliefs forzados) Znyder demuestra una vez más que es uno de los directores de la industria hollywoodense más atentos a las relaciones que se pueden entablar entre el cine y los cuerpos de la actualidad. Ya lo había hecho con 300, película que la crítica desechó rápidamente por tratarse de una supuesta celebración de la política belicista de Estados Unidos (cuando en realidad, como señaló Slavoj Zizek, lo que ocurre en 300 es justamente lo contrario). Ga’hoole probablemente sea una de las películas de animación que exhibe más respeto por el cuerpo de los animales; eso se percibe a poco de empezada, cuando frente a nuestros ojos (y oídos) pasa algo increíble: se escuchan cosas como “dejar el nido” y “aprender a volar”, y esas frases no están refiriendo a algo que no sea lo dicho, que no esté ubicado en la superficie misma del sentido, de las palabras. Es que Ga’hoole es una película de superficies, de plumajes, texturas y movimientos, y leer algún significado metafórico en una frase como “aprender a volar” es equivalente a buscar el nazismo (y creer encontrarlo) entre un montón de búhos con armaduras y garras de metal
Zack Snyder (“300”, 2007 – “Watchmen”, 2009) dirigió esta realización con guión de John Orloff y Emil Stern, basado en las tres primeras historias de la serie escrita por Kathryn Lasky. Una obra cinematográfica de animación, técnicamente precisa, con buen sonido y excelente música incidental. Los personajes tienen atractivas imágenes, incluso los “malos”, y los ambientes que los rodean están dibujados hasta en su más mínimo detalle. El sistema de proyección 3D, para el cual está hecha esta obra, resalta ya no tanto por lo novedoso sino por la ambientación que se busca, a la espectacularidad de las escenas. El espectador disfruta de tanto despliegue técnico que se visualiza por tan sólo tener los anteojos que se proveen a la entrada del cine. Se cuenta, en la obra que comentamos, la primera parte de la vida de Soren, un joven búho a quien su padre le narra historias sobre los Guardianes de Ga´holle que viven en el Gran Arbol. Pero Soren sufre las consecuencias de los celos, por creerlo el preferido de su padre, que siente su hermano Kludd y lo tiene a mal traer aunque la vida de toda la familia es placentera. La tranquila vida en el nido se verá alterada cuando Soren y Kludd son secuestrados por una banda de lechuzas autodenominados Puros, cuya misión es entrenar un ejército para conquistar el mundo. Aquí comienzan las peripecias del búho protagonista para lograr fugarse de su cautiverio y salvar a todo el planeta del posible dominio de los malvados que lo han esclavizado. La narración cinematográfica tiene ritmo y es entretenida, aunque un poco obvia. Si bien al leer las fantasías épicas de la escritora puede vislumbrarse una intención a favor del amor y la amistad, nunca queda bien claro ese mensaje, el que tampoco se logró hacer percibir al trasladar las historias a la animación cinematográfica. Se ve en pantalla las intenciones de un grupo de élite militar de querer formar un cuadro de fanáticos, a quienes ha realizado un particular lavado de cerebro, para poder cumplir sus maléficos fines. Aquí puede encontrarse una crítica a lo que realizaba el nazismo en ese sentido, y esto es muy evidente al mostrarse a las aves líderes asentadas en un estandarte cuyo mástil es muy parecido al que usaban los nazis. Pero también, sobre la segunda mitad de la trama principal, se presenta la idea de que los “guardianes de la paz del mundo” están facultados para hacer todo lo que les parezca, sin consultar a nadie para proteger de lo que ellos consideren un peligro al resto de los seres vivos, aunque éstos no le hayan pedido ninguna ayuda. Eso puede hacer fluctuar en el espectador una vaga idea de que por el bien común puede destruirse y aniquilar lo que se considere una amenaza, y aquí el mensaje corre el riesgo de una peligrosa ambigüedad.
Imprimí la leyenda “Cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprimí la leyenda” es una de las frases más memorables de la historia del cine, y pertenece a Un tiro en la noche, el notable western de John Ford en el que John Wayne y Jimmy Stewart se debatían por el verdadero valor del heroísmo. Claro, en principio parece demasiado exagerado traer a colación aquella obra maestra para hablar de la nueva película del director de 300 y Watchmen, pero lo hago porque el espíritu de aquella frase aparece flotando en el corazón de La leyenda de los guardianes. Desde que el cine de aventuras se hizo moneda corriente en Hollywood, la mayor parte de las películas pertenecientes a ese género cuenta con una base común por donde comenzar a contar una historia, y es la famosa idea del mito del héroe. Inspiradas en la figura arquetípica del héroe, cuya genealogía que arranca con la épica griega es imposible de trazar en el espacio de este texto, son innumerables las películas de género fantástico que se apropiaron de la idea de un protagonista común y corriente que debe luchar contra varios obstáculos para llegar no sólo a cumplir su objetivo concreto (rescatar a la princesa, salvar al mundo, etc.) sino también a encontrar su destino y adquirir él mismo un carácter mitológico. Desde Star Wars hasta la propia Avatar (y con escala en Harry Potter), esta idea sigue vigente y seguirá prevaleciendo porque, como dijo el escritor Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, dichos héroes “constituyen una especie de memoria biológica común a todos los seres humanos”. O sea, el espectador logra identificarse completamente con este arquetipo porque lo ve como una suerte de espejo perfecto de lo que uno podría llegar a ser si alcanzara a desarrollar su potencial al máximo. En La leyenda de los guardianes, el héroe es un búho llamado Soren. Durante su infancia, Soren creció con los cuentos de su padre sobre unos guerreros llamados Gahoole que libraron una batalla contra una raza opuesta denominada Puros, lechuzas siniestras que pretendían crear una raza única y superior en todo el reino de Saint Aggles, donde transcurre la acción. Ya adolescente, Soren es raptado junto a su hermano Kludd por una banda de Puros que quiere reclutarlo y así librar una nueva batalla para eliminar a todo aquel que no comparta su ideología. Soren logrará escapar y emprenderá un viaje en busca de aquellos guerreros que una vez fueron parte de sus fantasías, una aventura que al mismo tiempo le permite medir su propio valor como héroe. Como ven, la historia no se aleja de la formula campbelliana del héroe ante la adversidad. Sin embargo, el atractivo que le agrega la película pasa por dos puntos. Por un lado, el claro trasfondo histórico y sus paralelos con la realidad. No es difícil ver la figura de los nazis en los villanos del film, ni alusiones a la Segunda Guerra Mundial en las batallas aéreas que transcurren a lo largo del relato. Por eso, el carácter mítico propio del género se va adentrando en un terreno mucho más gris y sombrío al verse emparentado con hechos y símbolos de nuestra propia historia. Esta dualidad se expresa más claramente cuando, en la segunda mitad, Soren se topa con el que había sido su máximo héroe en aquellas leyendas que escuchaba de chico, ahora convertido en un veterano de guerra lleno de heridas y cicatrices de batallas. Allí se dará cuenta, por boca de ese mismo personaje, de que en la guerra no hay ni héroes ni villanos, y que no hay causas mayores por las que ir a pelear una batalla más que el cumplimiento del deber. De esta manera, el mito y la realidad van mutando y son trastocados a lo largo del film. Tratándose de una película de Zack Snyder, sin lugar a dudas lo más destacable de la película pasa por sus aspectos visuales. La animación de los búhos, con sus rostros expresivos y sus plumas atravesadas por el viento y el agua, son de una belleza impactante, como así también los escenarios y la fotografía en donde se destacan los colores fuertes como el rojo anaranjado (color que también era predominante en 300). Y si bien Snyder abusa demasiado de los efectos de ralenti y acelerado (toda una costumbre en su cine), al menos acá se lo ve menos forzado que en sus trabajos anteriores. La técnica del 3D sin dudas es la mejor utilizada desde Avatar, ya que Snyder prestó atención más que nada a distinguir las figuras de los fondos y a hacer uso de la profundidad de campo con mucha justeza. Esto es lo que pasa cuando un director sabe de antemano que su película va a ser en 3D y trabaja los planos en función de esa técnica (a diferencia de las “conversiones” en postproducción que se vieron en Fuga de titanes y El último maestro del aire). Pero dejando los tecnicismos de lado, La leyenda de los guardianes se destaca más que nada por entregarnos una aventura entretenida y eficiente que nos muestra que en estos tiempos todavía estamos necesitados de escuchar historias de héroes valientes, junto con los mitos de los que forman parte. Por eso dan ganas de que en el futuro, cuando se tenga que elegir nuevamente entre leyenda y verdad, se siga imprimiendo la leyenda.
Leyendas y viñetas Lo de un film de animación en la carrera de Zack Snyder parecía prácticamente inevitable, sino una consecuencia de su visión del cine. Entre la carga épica de enfrentamientos crudos e historias heroicas, hay lugar para un cine donde las figuras resaltan en encuadres que por momentos transcurren como viñetas. Esto puede apreciarse en esa obsesión por el ralenti y el detalle en las escenas de acción, particularmente cuando, al igual que en un cómic, elige un plano detalle que expresivamente funciona como una parte del todo: un ojo o una pluma le alcanzan para complementar el vértigo de una secuencia. Entonces aquí esta, esa construcción del artificio visual que fueron tanto 300 como Watchmen tienen en Ga´Hoole La leyenda de los guardianes un espacio donde aquello que se denunciaba como “inhumano” (recuerden las críticas al uso de CGI) por algunos retrógrados es explotado (y naturalizado) por la propia técnica animada. El resultado es un film donde no falta la acción pero que se queda a medio camino en un guión irregular donde, sin embargo, no se puede dejar de pensar en un clímax con acción suficiente para dejar sin aire al espectador. Pero búhos, ¿Por qué búhos?, en principio hay que aclarar que se trata de la adaptación de una exitosa saga de 12 libros de Kathryn Lasky. No sabemos porque búhos, pero sin dudas el hecho de que Snyder tome la posta para animar bichos tan poco carismáticos merece su crédito. En este film aparecen condensadas las primeras tres partes de la saga, y eso por momentos se nota debido al por momentos precario desarrollo psicológico de los personajes y el exceso de diálogos que saturan de información el relato. No deja de sorprender que en un film tan basado en las imágenes haya líneas que tiendan a sobre explicar lo que de alguna manera ya vimos o intuimos. En todo caso, no logra opacar la acción, que fluye con las imágenes entre vuelos vertiginosos donde se aprovecha la profundidad del 3D y la habilidad de Snyder para filmar acción. Como se planteó, quizá el problema más grande sea el guión. El desarrollo de personajes es casi inexistente, salvando la excepción de Soren, el joven búho protagonista. Entre el resto de los personajes hay una superficialidad que favorece la narración en algunos casos y en otros la vulnera. Es notable el caso del personaje de Kludd, que sufre una transformación radical en la segunda parte, convirtiéndose en un antagonista vacuo luego de un penoso desarrollo en la introducción de la película. La dinámica entre hermanos aparece como la miniatura de un Caín y Abel, que pierde fuerza porque la narración no se focaliza en la relación fraternal de Kludd y Soren, sino en una alegoría sobre el nazismo que por momentos aparece caricaturizada al punto de acercarse más a un maniqueísmo de malos contra buenos que a, precisamente, una alegoría. De hecho, para disfrutar mejor la película es mejor olvidarse de la carga alegórica o el subtexto y centrarse en la construcción del héroe, porque es allí donde la película gana una carga emotiva que se complementa perfectamente con la acción. La historia es un cliché pero está bien explotado. Veamos: Soren vive con su familia pero luego de un desafortunado incidente con su hermano se ve arrastrado a luchar por su vida, en las garras de los “puros”. Apenas logrando huir, y sin Kludd, emprende un viaje que también es un viaje de autoconocimiento, donde descubre que la figura mítica que admiraba por sus batallas resulta estar cansado y amargado, obligándolo a pisar la realidad y repensar las leyendas que le contaba su padre. Entre comic reliefs y luchas cada vez más violentas, Soren conforma un grupo que junto a los “guardianes” se encargará de mantener la paz a toda costa, tras un enfrentamiento final con Kludd y el líder tirano de los “puros”. Casi un cuento, como verán, que en su sencillez encuentra momentos emotivos como la increíble secuencia final de batalla. Puede ser una película superficial, con estereotipos ya explorados varias veces y con una búsqueda “solemne” que atenta contra el propio contenido del relato, pero a la hora de mostrar el potencial visual del 3D y cautivar con batallas épicas continúa siendo un director interesante que empuja al espectador a interesarse por los personajes. En un relato con búhos animados en el medio de una batalla, eso no deja de ser un cumplido.
Los guardianes de Ga’Hoole es una serie de novelas literarias de Kathryn Lasky que los estudios Warner han decidido llevar a la gran pantalla de la mano de Zack Znyder, aquel de Watchmen o 300, y de los mismos productores de Happy feet, la historia del pingüino bailarín cuyos rasgos uno puede asociar fácilmente al protagonista de esta historia. Historia bastante más oscura de lo que cualquier niño pueda estar acostumbrado para el género, quedando honestamente recomendada quizá para los mayores de 10 años. Ga’Hoole tiene tintes épicos donde se enfrentan una vez más las fuerzas del bien y del mal con algunas semejanzas con Films de esta línea como El señor de los anillos- salvando distancias sí, no se me enojen- donde se nos cuenta la historia de un joven búho, Soren, que cada noche escucha fascinado las historias que su padre le relata a él y sus hermanos sobre la leyenda de los guardianes, búhos guerreros que otrora han luchado con valentía en guerras pasadas. Soren sueña con alguna vez convertirse en uno de esos guardianes hasta que finalmente el destino lo pone en el camino necesario para pelear con ellos contra “los puros”, un grupo de búhos oscuros liderados por un malvado rey que intenta apoderarse de todos los reinos. Que Znyder es un entendido extraordinario para brindar lujos visuales es innegable, Ga’Hoole derrocha excelentes escenas de luchas con los infaltables movimientos ralentizados, escenas violentas muchas de ellas para un género más bien siempre encarado para el público infantil y con escenarios muy bien logrados al igual que el puntilloso detalle de los rasgos de los personajes. Es un film que se nota pensado para el 3D logrando muy buenas profundidades de campo y una inmersión en la acción por parte del espectador como aquella que lograra Cameron con su Avatar. Pero Ga’Hoole queda en meros artificios visuales dejando en segundo plano un guión por momentos manido y aburrido donde la moraleja es bien conocida haciendo del film algo previsible. Los personajes no llegan a enganchar del todo y la espectacularidad estética no hace más que disfrazar una historia mil veces contada y poco entretenida.La leyenda de los guardianes es una película para ver ciertamente en cine, para disfrutar de un regodeo visual y para ir acompañado de los más grandecitos de la familia.
Es difícil esta vez para mí sugerir a quién le puede gustar más, pues creo que los adolescentes y adultos, si bien van a disfrutar de las luchas, van a encontrar un poco naif la temática, y los más pequeños, que...
Héroes alados Ga’Hoole plantea la eterna lucha entre el bien y el mal, y el camino del héroe. Todo desarrollado en las figuras de unas aves (búhos y lechuzas) antropomorfizadas. La animación en 3D exhibe sus avances indiscutibles, sorprenden los vuelos. Zack Snyder es el director de 300, una película con estética de cómic basada en un hecho histórico (la batalla de las Termópilas) con centro en la ideología heroica típicamente hollywoodense y una violencia notoria como recurso visual. Y de Watchmen, un comic sobre superhéroes algo descreídos y perseguidos que ya es de culto y que sobrevivió a la traslación cinematográfica. Ga’Hoole: la leyenda de los guardianes está basada en una serie de novelas (las 3 primeras de una saga de 15) que plantea la eterna lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad y el camino del héroe todo desarrollado en las figuras de unas aves (búhos y lechuzas) antropomorfizadas que temen, sufren, tienen celos y envidias, odian, buscan revancha y pelean por la libertad del mundo. Semejante cruce de historia y director como mínimo causaba intriga. Y el resultado es un híbrido bastante extraño. La animación en 3D exhibe sus avances indiscutibles en los aspectos técnicos, uno se sorprende con los vuelos rasantes, con las plumas casi reales en sus movimientos alados, con la expresión conseguida en cada personaje pero indudablemente resulta imprescindible sentir empatía por estos protagonistas para poder entrar en el juego que el filme plantea. Desde Los pájaros de Hitchcock estos animales han quedado teñidos para mí de un sentimiento esquivo y no me merecen ningún aprecio. Por lo que se me complica seriamente cumplir con los requerimientos mínimos de atención o poder compadecerme por los que sufren y animar el triunfo de los buenos frente al poderío de los Puros, en una alegoría, además, un tanto gruesa de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial con los nazis procurando una raza superior y dominante. Actualización de los mitos folklóricos y de la historia bíblica del enfrentamiento entre hermanos, con ecos de tragedia shakespereana y ribetes de filosofía new age, y el típico grupo de amigos freaks que superan juntos sus faltas e incapacidades, la trama sostiene el suspenso matizándolo con ráfagas de humor a cargo de los consabidos comic reliefs y no se luce claramente por originalidad alguna. Salvo por la oscuridad y la violencia de sus escenas que hacen que a uno se le complique decidir a qué público se dirige. Muertes, traiciones, peleas, crímenes se suceden dentro del cuadro y se exponen sin ninguna sutileza y menos oportunidad que oportunismo. En búsqueda de una nueva saga que ocupe el cetro que Harry Potter está dejando vacante con su final, se siguen trasladando best sellers a la pantalla grande, productos que no pueden evitar mostrar su finalidad comercial.
Para llenar el ojo Esta película plantea, en una contienda épica entre lechuzas –armadas con garras metálicas y vistosos yelmos- una lucha entre el bien y el mal que es además una evidente parábola del enfrentamiento de los aliados contra el nazismo: por un lado están los “puros” una raza despiadada liderada por un déspota que utiliza y adoctrina a sus subordinados como carne de explotación y de cañón, y por otro, los guardianes “del oeste” fraternos, tolerantes y de buen corazón. Todo esto habría sido un bonito planteo propagandístico en tiempos de la Segunda Guerra, pero hoy suena a facilismo, a anacronismo obsoleto, y hasta llega a rechinar en alguno de sus planteos, como el tratamiento de la guerra como un infierno necesario, la exaltación heroica de los veteranos de contiendas pasadas y la solemnidad de los enfrentamientos. El guión es bastante flojo: la película está basada en las tres primeras entregas de la saga literaria Guardianes de Ga’hoole, pero los que han podido comparar ambas obras apuntan que se perdió mucha profundidad y cierta densidad psicológica en los personajes. Y seguramente sea cierto: dos secundarios son los típicos creados en las animaciones infantiles para buscar una simpatía forzada. Medio locos, hiperactivos, torpes y verborrágicos, una mezcla del burro de Shrek con el rey lemur de Madagascar. Uno sólo de estos ejemplares podría ser tolerable y hasta ameno, pero aquí los dos juntos aturden y demuestran que hay muy poca imaginación volcada en el trazado de sus perfiles. El resto de los personajes no escapa a los estereotipos, los malos son malísimos, hay un par de traiciones que se ven venir desde que sus ejecutores son presentados y no hay escena de transición que no rememore a otras de películas recientes. Lo que está muy pero muy bien son los aspectos técnicos, hay un esmerado detallismo en las texturas, las superficies, los movimientos, los plumajes de las lechuzas y los pelajes de otros animales, e incluso hay un par de vuelos en plena tormenta que son particularmente vívidos y vistosos. Pero aquí surge también otro defecto: varias lechuzas son muy parecidas entre sí, y en varias situaciones es difícil diferenciarlas cuando tienen lugar las numerosas y rápidas escenas de acción -¿será por eso que hay tantas cámaras lentas?-. El director Zack Snyder (300, Watchmen) es un entusiasta de las épicas heroicas, de los ralentis aparatosos y los fuegos de artificio, pero suele fallar a la hora de darle sangre y humanidad a sus personajes. Y así muchos saldrán de las salas encandilados por esta animación fulgurante, pero sin nada que llevarse a sus casas.
Me parece haber visto una linda lechuza Soren crece escuchando las historias de su padre, fascinado por el mundo de los Guardianes de Ga´Hoole, una bandada de guerreros que libraron una batalla para salvar a los búhos de los malvados Raza Pura. Ante la mirada completamente descreída de su hermano, sueña con ser uno de esos héroes mientras su hermana menor lo acompaña en sus juegos y aventuras. Una noche, Soren y su hermano caen en un bosque y son capturados por los villanos y allí comienza la epopeya. Ga'Hoole presenta por un lado una riqueza visual imponente desde las primeras imágenes: es quizás uno de los films de animación que haya utilizado más equisitamente los avances técnicos y sobre todo exprime al máximo el uso del 3D, dándole a las escenas un nivel de credibilidad impactante. El plumaje de las aves, los gestos, los distintos fenómenos meteorológicos, los diferentes escenarios en los que se mueven los personajes, son estéticamente perfectos y brindan al relato una fuerza y una contundencia admirable. Sin embargo, cualquier película de animación que llega subtitulada, presupone una intención de captar al público infantil. Y es allí donde Ga'Hoole más allá de su belleza carece de atractivo. Una trama intensa y complicada donde se manejan temas como la traición familiar, el poder del bien y del mal, el viaje iniciático y el despegue del hogar, la búsqueda de la identidad, la lucha de poderes la hace emparentarse demasiado peligrosamente con los elementos de la tragedia griega y de algunos clásicos shakespearinanos (que habían dado tema a otros films de animación como "El Rey León") que no se articula fácilmente para el publico menudo a menos que exista un excelente trabajo de guión. Además de los temas en sí mismos, el director no escatima ni violencia ni crudeza en su forma de abordarlos y es por eso que muchas de las escenas pueden asustar a los más pequeños. Otros puntos en contra del guión es la falta de humor y de personajes que "alivianen" la dureza de la historia y la complejidad con la que plantea estos temas, los termina resolviendo demasiado precariamente. Los nombres de los personajes y algunas escenas en la oscuridad, tornan algo confusos determinados momentos de la historia. Las guerreras de raza blanca, manchadas de rojo sangre alusivo, que creen ser una raza superior pura y discriminante, han hecho que muchos críticos hayan visto un rasgo liso y llanamente nazi, inclusive en la manera de mostrar a su ejército y en la forma en que someten a sus capturados. Obvio que eso se escapará de los ojos de los niños, pero es una buena interpretación cuando se empieza a leer entre líneas de esta impecable puesta visual. Queda, de todos modos, la enseñanza pura de los Guardianes: fortalecer al débil, curar al herido y derrotar al mal, para disfrutar de un vuelo libre, aún en plena tormenta. Y si para el final, los más pequeños de la familia han soportado estoicamente las violentas batallas, podrán llevarse este último legado donde una vez más el bien termina sobreponiéndose a tanta maldad.