Al ver Las Vegas, la película que abrió el BAFICI, es difícil no imaginarse las palabras del guión y el sonido de un teclado. Las discusiones entre los personajes son como partidos de tenis. Van y vuelven los argumentos, las peleas, las recriminaciones. Pero lo que parece gracioso en la página no siempre funciona en frente de la cámara. La comicidad en el cine se construye a partir de la química entre los actores, la conversación muda de gestos y movimientos corporales, el ritmo del montaje, la cadencia de las voces. Y los diálogos punzantes de Juan Villegas, director y guionista, se suceden mecánicamente. Todo está demasiado armado y preparado para que salten chispas y explote el conflicto. Laura (Pilar Gamboa) y su hijo Pablo (Valentín Oliva) pasan las fiestas en un departamento de Villa Gesell. Casualmente, en el mismo edificio, un piso más abajo, el ex de Laura y padre de Pablo, Martín (Santiago Gobernori), está veraneando con su flamante -y joven- novia Candela (Valeria Santa). Son obvios los ingredientes de este cóctel de incomodidad, celos, deseo y amargura. Y los personajes hacen poco para maquillar la situación. Pablo es hermético e inexpresivo, Laura es demandante con su hijo y celosa frente a Candela, Martín deja que todo fluya y nunca se hace cargo de nada, y Candela es una incógnita, porque el guión no desarrolla su personaje. Eso sí, sabemos que es colombiana porque Laura se lo remarca una y otra vez (nunca queda claro si Villegas entiende que la xenofobia de Laura no es simpática). Así planteado el juego, los pelotazos verbales se lanzan sin tregua. Una chicana engendra otra; un reproche enciende otro. Eventualmente, tras tanta lucha, despunta la ternura. El resultado es un humor ocasionalmente forzado. Los personajes parecen estar obligados a decir lo que dicen. Y, sin embargo, esta afectación no deja de ser coherente, porque los protagonistas son tan caprichosos como la película. De alguna manera, si los diálogos nos suenan a veces artificiales, es porque el gran tema de Las Vegas es la dificultad de decir lo que uno realmente quiere decir bajo el aluvión de palabras inútiles que se desata en el intento.
Las Vegas es el nuevo largometraje de Juan Villegas, un director con una amplia carrera dentro del cine tanto como crítico en medios especializados así como también detrás de cámara con sus películas Sábado (2001), Los suicidas (2005) y el documental Victoria (2015). Esta es su primera incursión en la comedia. En el mundo de Las Vegas conviven muchas películas. Están las de desencuentros amorosos, las de re matrimonio, las coming of age y hasta las de guía turística. En esta, en apariencia, simple historia Laura (Pilar Gamboa) viaja con su hijo (Valentín Oliva) a Villa Gesell de vacaciones. En el lugar donde se hospedan se encuentra su ex pareja (Santiago Gobernori) con su nueva mujer (Valeria Santa) y una chica llamada Cecilia (Camila Fabbri) unos pocos años mayor que Pablo y con quien tiene más afinidad por ser de la misma generación. Justamente uno de los temas que más trabaja Villegas es el generacional, que une a esos padres con su hijo y que los separa. Como si la música fuera lo que soporta el paso del tiempo y saltara de generación en generación. Es la importancia de la música lo que puede llegar a unificar a la gente pareciera decir Villegas. Por ejemplo en uno de los primeros intercambios entre Pablo y Cecilia, este le da un cd de Joy Division, o el primer acercamiento de la ex pareja se da con una canción de fondo. O incluso esa charla entre padre e hijo sobre la banda norteamericana The Pixies. Que la película sea de humor no significa que esta sea excesiva. Por el contrario, viene en cuentagotas apoyándose sobre todo en el talento actoral de Pilar Gamboa quien termina siendo la verdadera revelación. Aunque también, es muy interesante el personaje de Pablo quien, vestido siempre de negro, opera como un espectador pasivo y la vez alguien fuera de su tiempo y contexto que ve como el drama se desenvuelve naturalmente a su lado. El resto de los actores acompaña convincentemente pero Gamboa es la estrella. Las pocas fallas de Las Vegas vienen del lado de algunas situaciones (por suerte, muy pocas) que no fluyen del todo bien y del lado de algunos diálogos que son dichos de manera teatral, y que se repiten una y otra vez. Pero esto no quita que Las Vegas sea una recomendable película y una puerta para los que quieran acercarse al cine de este director argentino.
Las vacaciones son un pequeño periodo de tiempo alejados de todo, que si bien pueden estar destinadas al placer también pueden ser una prueba a los vínculos humanos (sobre todo los de la familia). Los que existen, los que se creían rotos y los que están por existir. Las Vegas toma esto como punta de flecha de su propuesta cómica. Familia para Armar Laura, de 36 años, y su hijo Pablo, de 18, van de vacaciones a Villa Gesell. El chico no está lo que se dice interesado en pasar tiempo con su madre, por lo que elige invertirlo en escuchar música e intentar un romance con la guardavidas local. No obstante, la verdadera complicación se le presentará a Laura cuando al departamento debajo del suyo llegue su ex marido, Martin, con su pareja actual. A nivel estructural Las Vegas acierta en todos los puntos de giro que uno podría esperar, mientras el desarrollo de personajes no podría estar más a la altura del desafío. Sin embargo, a pesar de que la materia prima para los enredos amorosos está a la orden del día, es inevitable notar que el timing cómico al que seguramente apuntaban se encuentra un poco a destiempo, contribuyendo a que genere leves risitas cuando deberían ser carcajadas. Esta falta de timing es lo que se interpone en lo que debería haber sido un impacto cómico más sonoro. En materia actoral destaca Pilar Gamboa, que le entrega un jovial histrionismo a su personaje: su interpretación es la principal razón por la cual seguimos el recorrido de la narración hasta el final. Bordea con mucha capacidad la caminata en la cuerda floja de su personaje; entre ser una mamá “con onda” y un adulto responsable. El costado técnico es bastante sobrio en cuanto a fotografía y montaje. No tiene otros miramientos que estar ahí al servicio de la labor interpretativa. Conclusión Como propuesta cómica, Las Vegas, en su flojeza de aciertos, consigue un resultado muy desigual. Afortunadamente tiene un apartado interpretativo sólido que le permite llegar a suficiente buen puerto.
Laura (Pilar Gamboa) y su hijo de 18 años Pablo (Valentín “Wos”Oliva) van a pasar unos días de descanso a Villa Gesell para recibir el año nuevo. Ambos se hospedan en el edificio “Las Vegas” pero se sorprenden cuando también llega al edificio Martín (Santiago Gobernori), ex marido de Laura y padre de Pablo, acompañado por Candela (Valeria Santa) su nueva novia, 14 años menor que él. El grupo conocerá a otra residente del edificio, la guardavidas Cecilia (Camila Fabbri), por quien Pablo se sentirá atraído. Elegida como la película de apertura para esta edición del festival, se trata de una comedia romántica de enredos desarrollada en Villa Gesell que no solo sirve como locación sino que los personajes tienen una conexión con la ciudad balnearia bonaerense. Pilar Gamboa pasa en cuestión de segundos de la risa al llanto y ataques de ira, su personaje es querible e insoportable por igual. Wos, campeón argentino de Freestyle, hace su debut actoral en esta película y compone un sólido personaje de un adolescente fan de la música que descubre el amor en el mismo lugar que marcó la historia de sus padres. Las Vegas tienen algunos clichés y situaciones predecibles pero que no logran opacarla y termina siendo una película divertida.
Amores de pretemporada El nuevo largometraje de Juan Villegas, responsable de Sábado (2001) y Los Suicidas (2005), es un film íntimo sobre el reencuentro accidental de una familia en el complejo de viviendas que poseen en la ciudad balnearia de Villa Gesell, en la costa de la Provincia de Buenos Aires, en los días previos a los festejos de año nuevo a fines de diciembre, período que marca el comienzo de la temporada de verano en las playas argentinas. La trama de la película se desarrolla alrededor de los problemas de unos padres de treinta y pico de años divorciados y su hijo adolescente, al que tuvieron apenas cumplieron la mayoría de edad. Pablo (Valentín Oliva) acompaña a su joven madre, Laura (Pilar Gamboa), a su departamento en Villa Gesell a poco de cumplir los dieciocho años y terminar el colegio secundario. Allí el chico conoce a Cecilia (Camila Fabbri), una guardavidas de veintidós años con la que comienza una relación amorosa, pero también se encuentra con su padre, Martín (Santiago Gobernori), y su joven novia colombiana de veintitrés años, Candela (Valeria Santa). Los cinco emprenden una relación conflictiva, no exenta de agresiones verbales y hasta físicas en una convivencia en la que dos generaciones intentan dialogar con un lenguaje exiguo, por momentos cálido, pero también pasional y hasta violento. La impaciencia agresiva y autoritaria del porteño, la recurrente rebeldía adolescente en contra de los padres, la falta de responsabilidad y el retraso madurativo de los adultos de treinta y pico y la apatía juvenil son algunas de las cuestiones que aborda Las Vegas (2018), un film que construye a sus personajes sin demasiada profundidad pero sí con gracia, creando en su relato un clima de cómica ternura, confianza y un cariño distante tamizado por la diferencia generacional, los conflictos entre padres e hijos y las peleas conyugales. Las Vegas genera así una mirada sobre la deriva de unos personajes atribulados por el derrotero de su vida a través de una excelente fotografía de Inés Duacastella, del relato de leyendas e historias sobre la fundación de la popular ciudad costera y de una buena banda sonora que incluye un tema cantado por Pilar Gamboa, quien ofrece una gran actuación, interpretando a una madre que oscila entre un control innecesario y una relación de hermana y amiga en lugar de madre para con su hijo. La película trabaja la extensión de la juventud y de la adolescencia y las consecuencias de ser padre joven en una sociedad que imprime en la juventud la premisa de la diversión sin responsabilidades, cuestión aquí rota a medias por la maternidad. Juan Villegas crea una semblanza introspectiva sobre la tensión de las nuevas relaciones entre padres e hijos, los cambios generacionales y los lazos que se forman en estas condiciones en un mundo donde la incomunicación es la premisa fundamental de todo trato social.
El costumbrismo y la comedia normalmente van de la mano en la cultura popular argentina. En su nueva película, Juan Villegas (Sábado, Los Suicidas) hace del cine independiente un lugar para depositar los motivos costumbristas a los que las telenovelas locales nos educaron. En este caso, alrededor de una historia que se construye en el entrelazamiento de nuevas y viejas relaciones sentimentales.
Las Vegas, la nueva película de Juan Villegas (Sábado, Los Suicidas, Ocio) que tuvo su preestreno como función de apertura en el BAFICI, es una fresca e insólita comedia de enredos que se sitúa hacia fines de año en Villa Gesell. Hacia allí por un lado se dirigen Laura (la excelentísima Pilar Gamboa) junto a su hijo Pablo (Valentín Oliva, más conocido como Wos, el rapero freestyle), en lo que resulta un viaje, bastate desafortunado por cierto, en micro; y por otro Martín (Santiago Gobernori), padre de Pablo junto a su nueva y jovencísima novia. Villa Gesell es muy especial para Laura y Martín, ya que allí fue donde se inició su amor y donde Pablo fue gestado. Ahora, al regresar estando divorciados, ambos adultos deben afrontar que su hijo ya tiene 18 años y que necesitan, cada uno por su lado, reencontrarse con éste a la vez que saldan sus deudas pendientes y asumen sus falencias como padres. Las Vegas trata de asumir el paso del tiempo, de las crisis de pareja y de los primeros amores, partiendo de la premisa del amor de verano. En este sentido, tal vez la mayor revelación del film, la aporte el debut cinematográfico de Oliva, quien en este caso halla en la joven guardavidas Cecilia (Camila Fabbri, a quien supimos ver en Dos Disparos), una compañía en su camino hacia la exploración y despertar sexual. En su nuevo film, Juan Villegas logra general un clima propicio para el humor vertiginoso, con buen ritmo y ameno, que continuamente coquetea con la melancolía, a la vez que los personajes se asumen como -aparentemente- intercambiables, o descartables, mientras exhiben las glorias de tiempos pasados, y las miserias actuales. Mención especial para la Piel de Lava, Pilar Gamboa, quien entre risas, insultos y llantos encarna a una Laura desbordada y sigue confirmando su gran habilidad para la comedia, en este caso dentro de una pequeña y vivaz trama, que resulta interesante por su realismo y también por lo placentero del resultado. Por Marianela Santillán
Vacaciones en familia Luminosa y explosiva, así es Las Vegas (2018), la nueva película de Juan Villegas (Adán Buenosayres. La película) que explora los días de reencuentro entre una pareja de divorciados, su nueva cónyuge, su hijo, y otros personajes, en el marco de un edificio emblemático (que da lugar al nombre del film) pensado para vacacionar frente al mar. Dicen que hacer reír es mucho más difícil que hacer llorar en cine y Villegas apuesta a todo con un guion que transita el humor a partir del gag a un nivel de “tiroteo” con el que el espectador empatiza y deconstruye a cada uno de los personajes de este film coral. Las Vegas comienza con un cuadro de situación particular. Una mujer (Pilar Gamboa) le grita al chofer de un micro de larga distancia para saber el tiempo de demora que habrá entre que un nuevo ómnibus les permita abordar para alcanzar el destino final (Villa Gesell) que tenían. Laura (Gamboa), exige que con exactitud le pueda definir el lapso temporal, el chofer continua con sus cosas, se suma su hijo Pablo (Valentín Oliva), y en lo que comienza como una anécdota a contar luego del descanso a los amigos, termina por convertirse en el inicio de un viaje que transformará a cada uno de los protagonistas. El director pinta de cuerpo entero a sus personajes, los moldea a pocos minutos de iniciado el viaje a partir de los detalles que los configuran (vestimenta, aspecto físico, accesorios, gustos), pero, principalmente, desde lo verbal. La palabra definirá no sólo las acciones, sino que contextualizará y contrastará a cada uno de los integrantes de la propuesta. Laura, en oposición a Pablo, habla, grita, discute, mucho. Pablo se refugia en la música y en los cientos de CD’s que lo acompañaran durante su breve estadía en la costa. En un paso de comedia único, se toparán con Martín (Santiago Gobernori) y Candela (Valeria Santa), el exmarido de Laura y su actual pareja. Y a partir de allí, el humor cederá sin presión el espacio para el romance, o mejor dicho el reromance, el despertar sexual y la definición de situaciones. El guion privilegia el gag y el humor físico, descubriendo vínculos, pero también las costumbres e idiosincrasia de la vida frente al mar durante los períodos de descanso, y en la recurrencia de algunos punchlines, además se configura el contrato de lectura de esta película, amena, que cuenta con una banda incidental envolvente que unifica las acciones. Las Vegas es una película que cuida sus encuadres y tomas, destacando una vez más el clasicismo con el que Villegas se acerca al cine, pero que además, en esta oportunidad privilegia los diálogos y el chiste visual para desarmar los conflictos. Hay una escena en un boliche que es digna de una sitcom. Todos deciden ir a bailar para terminar la noche. A los cuatro personajes se suma la guardavidas (Camila Fabbri) que Pablo pretende conquistar. Bailan al ritmo de un tema y Laura queda sin pareja y genera su baile sola antes de retirarse. Hay un capítulo de The Nanny en el que la protagonista, Fran Drescher, hace lo mismo. Ambas asumen su soledad sin tener que renunciar a su propio entretenimiento. Y eso resume al film, una propuesta que intenta aportar al cine un entretenimiento inteligente, alejado de estereotipos y utilizando recursos que pocas veces funcionan en nuestra pantalla. Pilar Gamboa deslumbra con otra interpretación sostenida y constante que se completa en la interacción con cada uno de los personajes de esta agradable y divertida comedia.
Las Vegas, de Juan Villegas Por Hugo F. Sanchez Hace 17 años, cuando el Nuevo Cine Argentino era una pujante realidad, Juan Villegas debutó con Sábado, una comedia angustiosa en donde un grupo de personajes que bordeaban los 30 deambulaban por una desolada Buenos Aires casi sin rumbo con una visión del futuro que se definía entre la soledad y la desesperanza. Después llegaron Los suicidas, Ocio (co-dirigida con Alejandro Lingenti), Victoria y el mediometraje Adán Buenosayres: la película, un camino que lo llevó hasta Las Vegas, donde retoma el género pero de lleno, dispuesto a abordar la nostalgia pero con los elementos de la comedia pura, como los malos entendidos, seguro que la incomodidad de los protagonistas se traduce en humor en la pantalla, aunque sin perder de vista que el tema que lo ocupa son los vínculos, el peso de la historia sí, pero que en definitiva no es para tanto y que ser feliz es una posibilidad razonable. Hay varios elementos para que Las Vegas sea disfrutable de principio a fin, empezando por el elenco encabezado por la extraordinaria Pilar Gamboa –La flor, El incendio, El Pampero-, capaz de hacer querible a Laura, esa madre neurótica, insegura y culposa que se va de vacaciones a Villa Gesell junto a su hijo Pablo (el rapero Valentín Oliva), al mismo edificio en donde conoció a Martín (Santiago Gobernori), el padre de Pablo. La tensión entre esa madre y su hijo -que da sus primeros pasos en el amor con una guardavidas- es innegable desde el vamos con un comienzo tan accidentado como desopilante en la ciudad costera, el prólogo de todos los desaciertos en los que incursionará Laura, disparados principalmente por el encuentro con su ex, que llega para la misma fecha al lugar acompañado por una novia colombiana y bastante más joven. Todo el elenco es eficaz en una historia que se asienta en uno de los tópicos del cine nacional de las últimas dos décadas, es decir, una historia con algún nivel de resolución en la costa argentina, pero el relato se corre y ubica a los protagonistas en verano, lejos de las balnearios invernales de otras películas, con lo que se supone que hace la clase media argentina en las vacaciones, metiéndose en departamentos minúsculos, luchando con otras personas por miserables centímetros de playa, compartiendo espacios con jóvenes y luciendo algún look que volverá al placard cuando terminen los días de ocio. Villegas suma situaciones, demuestra una vez más un oído atento para los diálogos, va seguro sobre esa familia desflecada, amorosa y la mayoría de las veces ridícula, pero que definitivamente merece otra oportunidad, al igual que los otros, los que no pertenecen al núcleo duro como la chica colombiana, como la guardavidas. Si en el comienzo de siglo Villegas había decidido que el final de Sábado necesariamente debía ser devastador y elegía el desayuno de una pareja para mostrar que ya no tenían nada que decirse y a la que solo le restaba definir el momento del fin de la relación, en Las Vegas repite casi la misma escena pero desde otro lugar, luminoso y optimista, el cierre coherente para una película divertida y a la vez conmovedora. LAS VEGAS Las Vegas. Argentina, 2018. Dirección y guión: Juan Villegas. Intérpretes: Pilar Gamboa, Santiago Gobernori, Valentín Oliva, Valeria Santa, Camila Fabbri. Producción: Felicitas Raffo, Andrés Longares, Juan Villegas, Celina Murga. Producción Ejecutiva: Pamela Livia Delgado. Distribución: Cepa Audiovisual. Distribuidora: Cinetren. Duración: 75 minutos.
Las Vegas es una comedia de enredos y (re)encuentros azarosos ambientada en Villa Gesell durante un fin de año. Hacia ese balneario viajan, cada uno por su lado, Laura (Pilar Gamboa) y Martín (Santiago Gobernori), quienes están separados, pero que cuando eran adolescentes se conocieron y engendraron allí a su hijo Pablo (Oliva). Laura y Pablo, con todas las rispideces propias de una madre de 36 años y un muchacho de 18, se instalan en uno de los departamentos del edificio que da título a la película y, al poco tiempo, descubren que Martín está también en el lugar acompañado por Candela (Valeria Santa), su muy joven novia colombiana. El quinteto protagónico se completa con Cecilia (Camila Fabbri), una atractiva guardavida algo más grande que Pablo, que se convertirá en su objeto del deseo. Todo servido para una exploración -hilarante en un principio, emotiva después y nostálgica siempre- sobre las crisis de parejas, las diferencias (y algunas coincidencias) generacionales, las relaciones entre padres e hijos y el despertar sexual. El film arranca con explosiones de humor absurdo (sobre todo cuando madre e hijo quedan varados cerca de Villa Gesell por desperfectos mecánicos en el micro que los lleva) que recuerdan al cine de Martín Rejtman y al Paul Thomas Anderson de Embriagado de amor. Sin embargo, poco a poco la película va frenando ese vértigo inicial para concentrarse en las relaciones entre los distintos personajes. Sin dejar nunca de lado el humor, pero también evitando el golpe bajo sensiblero, Villegas posa su cámara para explorar los traumas, las miserias personales y las cuentas pendientes entre padre e hijo y madre e hijo, mientras elabora las posibilidades propias de la comedia romántica de “rematrimonio”. Para destacar, entre muchos otros hallazgos, la ductilidad de un elenco en el que “conviven” con fluidez la faceta más histriónica de Gamboa con la contención (mezcla de timidez, vergüenza y culpa) de los personajes masculinos de Gobernori y un convincente Oliva, revelación actoral de la película. La dinámica propia de un balneario, la época de fin de año, las referencias musicales (Joy Division, Pixies), el ritmo y la dicción de los diálogos... Todo tiene su razón de ser en esta pequeña, melancólica y querible película donde el espíritu lúdico, su narración diáfana y cristalina, y la mirada humanista (y optimista) arrasa con cualquier signo de ironía canchera o cinismo. Un bienvenido regreso al clasicismo.
La playa es un escenario ideal para desarrollar historias relacionadas con el ocio, las pasiones y los reencuentros y, como es sabido, cuando se interrumpe la rutina se encienden los “cambios” en sus formas más explosivas. Las Vegas, la quinta película de Juan Villegas que inauguró la vigésima edición del Bafici, presenta una historia ambientada en Villa Gesell durante el comienzo del verano que instala la idea de que todo es posible en materia de vínculos familiares alterados. Laura (Pilar Gamboa, vista recientemente en Recreo) y su hijo adolescente Pablo (Valentín Oliva, apodado Wos, el freestyler de 19 años que se convirtió en el campeón argentino de rap improvisado y que salta a la pantalla grande) llegan a la ciudad balnearia luego de un traspié con el micro que los traslada y se instalan en un destartalado edificio de la ciudad costera para disfrutar unos días de descanso. Después de sortear varios obstáculos para llegar a destino, ambos descubren que Martín (Santiago Gobernori), el ex de Laura y padre de Pablo, también se hospeda allí junto a su joven novia colombiana. El director de Sábado espía esa ruidosa convivencia, exponiendo el choque generacional con momentos de humor que luego se van encaminando hacia terrenos donde gana la emoción... La película funciona como una nostálgica radiografía de la familia separada (Pablo es el hijo engendrado dieciocho años atrás en ese mismo lugar) que se fue desdibujando como las huellas que se dejan en la arena. La realidad es otra, los personajes cambiaron (¿hasta qué punto?) y el aprendizaje que afrontan los personajes no es tarea sencilla. El filme es una comedia sencilla que no olvida del género que transita a partir de las situaciones que presenta, entre música, paseos por la playa, un desayuno prometedor y la aparición de una guardavidas (Camila Fabbri) que se transforma en el centro de atención de Pablo. Pilar Gamboa le imprime a Laura un carácter chillón como una suerte de escudo protector ante el sufrimiento que atraviesa en este relato sobre el paso del tiempo (¿todo lo cura?) y sostiene con comodidad la mayoría de las escenas.
La casualidad suele ser un componente importante en la comedia. Y es efectivamente el disparador de Las Vegas, quinto largometraje de Juan Villegas, aunque el director ha tenido en este caso la sagacidad de dejar en el terreno del enigma si ese encuentro entre sus dos protagonistas fue realmente fortuito o provocado. Tan enérgica como neurótica, Laura (Pilar Gamboa) llega a Villa Gesell con su hijo Pablo (Valentín Oliva, más conocido como Wos, campeón argentino de freestyle), un reservado adolescente de 18 años que debe esforzarse para lidiar con las exigencias constantes de su mamá, y se encuentra muy pronto con Martín (Santiago Gobernori), su expareja, que recala en ese clásico balneario de la costa atlántica argentina con una novia colombiana mucho más joven que él y, curiosamente -o no tanto-, se aloja en el mismo edificio que ellos. La mesa queda servida para una serie de enredos entre divertidos y patéticos que son la columna vertebral de una historia atravesada por el humor agudo y sin estridencias que del que Villegas ya había hecho gala en su ópera prima, Sábado (2001). En paralelo con la línea argumental principal, se desarrolla un incipiente romance entre Pablo y una flamante guardavidas (Camila Fabbri), cuya frescura inaugural podría pensarse como un reflejo tardío de los inicios de una relación quebrada que amaga todo el tiempo con renacer. La película arranca a toda velocidad, aprovechando el timing, la versatilidad y la notable eficacia de Gamboa como comediante, y luego empieza a desacelerarse para ir incorporando otros matices: la lenta recomposición de la relación padre-hijo, las referencias literarias (por ahí aparece un ejemplar de Aeropuertos, un muy buen libro del chileno Alberto Fuguet) y musicales (Joy Division, Pixies) como puente entre generaciones distintas, la pintura precisa de un paisaje monocorde y anodino que parece detenido en el tiempo (Gesell, con sus edificios desprovistos de glamour). Villegas va desarrollando esa trama con rigor y solvencia. Lo que narra Las Vegas es la reconstrucción de un vínculo que parecía definitivamente agotado. Y lo hace con gracia, sencillez y una ternura que sus protagonistas recuperan en esas vacaciones veraniegas que empiezan agitadas y concluyen, ya más por decisión propia que por los incontrolables avatares del destino, en completa armonía.
Este film de Juan Villegas, responsable del guión y la dirección de este disfrutable film, tan corto que apenas termina uno quiere más. Es que el autor que situó la acción en un lugar emblemático en su vida, Villa Gessell y en un edificio que le da titulo donde pasó sus vacaciones desde la infancia, no le tiene miedo a la comedia franca, física y verbal, pero tampoco al romanticismo y a una mirada luminosa de la vida, con inteligencia y talento. En esta historia de una pareja divorciada que se encuentra casualmente en el mismo lugar, en el mismo edificio. Una pareja que desde adolescentes tuvieron un hijo. Por un lado esta la madre de 36 años con su hijo de 18 en una relación difícil, extraña, con una realidad que a ella la da orgullo pero también un poco de vergüenza cuando se encuentra con ex compañeras de colegio que recién crían niños pequeños. Una mujer de carácter explosivo que tiene en Pilar Gamboa a una interprete dúctil, intensa, adorable y deplorable. Esta dupla descubre que en mismo edificio aparece el papá del chico con una novia joven. Mientras que una guardavida un poco mayor que el hijo en cuestión inicia una atracción mutua. Con estos enredos el humor surge fresco, realmente fluido pero también sirve para que el director explore las relaciones humanas, la nostalgia de tiempos idos, la oscuridad y la esperanza para esos seres que no encuentran un rumbo fácil pero están definitivamente encaminados. Un entretenimiento disfrutable desde el principio al fin.
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Amores como el nuestro… Las Vegas, de Juan Villegas, fue la película de apertura del último BAFICI y este jueves llega a salas comerciales. Con un muy buen manejo del humor y personajes muy particulares, se convierte en una propuesta entretenida y pintoresca. Laura (Pilar Gamboa) parte junto a su hijo Pablo (Valentín Oliva) a pasar fin de año en su departamento de Villa Gesell. Tras un viaje complicado por su torpeza y sus arrebatos de ansiedad que rozan la irracionalidad, descubre que el padre de Pablo, Martín (Santiago Gobernori) también decidió recibir el año allá, con su novia colombiana Candela (Valeria Santa). A través de los días que comparten de modo forzado, porque se alojan en el mismo edificio, terminan descubriendo cosas sobre sí mismos y sobre los vínculos que los relacionan. El relato se propone pequeño, ligado más a los estados de ánimo y a la conciencia de los personajes que a una causalidad de sus acciones. Los personajes van simplemente a la costa a “pasar unos días” y eso es lo que hacen. Pasean por la playa, por el museo local, salen a bailar. Laura y Martín lidian con heridas abiertas del pasado y con su propia inmadurez: por momentos son más infantiles que Pablo. El énfasis está puesto en su tránsito de una especie de crisis de la mediana edad, y si no fuera por las dosis de humor que impregna Villegas, la película perdería su principal virtud. El personaje de Gamboa es explosivo. En la secuencia inicial, que muestra cómo el micro en el que viajan se queda varado al costado de la ruta, la cámara no le hace planos cercanos. Esto, sumado a que se viste como una teen, nos hace dudar de cuál es su vínculo con Pablo. ¿Es su novia? ¿Es una amiga? ¿Es una hermana mayor? Su comportamiento es errático, inmaduro, incierto, pero no logra ser insoportable porque destila ternura. Algo está claro: es un excelente personaje. No es una persona que quisieras tener en tu entorno. El personaje de Goberoni, en cambio, es revelado de modo más lento, paulatino. Pequeños indicios, pequeños gestos construyen la certeza que el espectador inicialmente sospecha: es el único que podría lidiar con Laura. Oliva, en cambio, se maneja en un registro más sereno que sus padres, estableciéndose como el punto de equilibrio entre ambos. Mencionábamos antes que el uso del humor es lo que diferencia a Las Vegas de las muchas películas nacionales que se le podrían parecer en materia temática. Los diálogos, que juegan con el absurdo y lo impredecible, se saben retomar a si mismos pasado el rato, generando una dinámica interna muy interesante. Explorando la crisis de la mediana edad y retratando con humor los vínculos familiares, Las Vegas se convierte en una película sobre reencuentros y redescubrimientos anclada más que nada en las actuaciones del trío protagónico.
Regresa Juan Villegas (responsable de dos grandes pelis que recomiendo, "Los suicidas" y "Ocio") a salas porteñas, esta vez con el prestigio de haber sido el responsable de la peli que abrió #BAFICI20 este año: "Las Vegas". Arriesgo, esta debe ser su cinta más mainstream de su producción y por ende, más accesible a quienes no conocen su obra. Esta es una una rom com colorida, simpática y de puro corte independiente cuyo principal foco de atención es, sin dudas, la magnética Pilar Gamboa. "Las Vegas" es el nombre del complejo cerca de la playa, donde se cruzan dos parejas que hace tiempo se separaron. Su historia es la de esas parejas que están bien separadas y algo fortuito (o no), los conecta con el pasado y... a partir de esa conexión, lo fijo se vuelve móvil y nadie puede garantizar que todo siga en el mismo lugar. Laura (Gamboa) visita la clásica ciudad balnearia de vacaciones con su hijo Pablo (Valentín Oliva). Luego de una accidentada llegada, se toparán con la sorpresa de que en el mismo lugar, se encuentra vacacionando el papá del chico, Martín (Santiago Gobernori), con su actual pareja, una joven colombiana más joven que él. Laura y Martín, es cierto, se separaron hace mucho tiempo, y no tienen mucha comunicación en la actualidad. Como dato de color, cuenta la leyenda que en Villa Gesell engendraron a su hijo. La trama entonces se va adentrando de a poco en esto de replantearse algunas cosas, centrales en la vida de uno, en perspectiva. Villegas intuitivamente transfiere eso a sus personajes y pone a vos a cuestiones que quienes tienen entre 30 y 40, conocen bien: la pareja, lo complejo de ser padres jóvenes, el desamor, el cuidado mutuo. De más está decir que el principio es intenso, con Gamboa comandando las acciones, en su tono histriónico más destacado, para mostrar su desagrado con la situación y todas las rispideces que le surgen al ver a su ex jugando al seductor con alguien más chico. Luego de algunas escaramuzas verbales, los cinco (más la guardavidas del lugar, que también aparecerá como interés para romántico para Pablo) formarán un ensamble de voces que coqueteará con la rom com tradicional, pero jugándola muy a la argentina. Villegas recorre y construye su relato con mucha dedicación en cuanto a recuperar la historia previa de los padres de Pablo. Deja que fluya la atracción y complementa la acción con el renacimiento del rol de auténtico papá de Martín y su acercamiento a la madre de su hijo, ya desde una perspectiva distinta. "Villegas" captura esa esencia de film divertido al principio, luego expresa mucho de lo que hoy en día viven las parejas separadas con hijos y todo el marco de reproches, marchas y contramarchas que se dan en el proceso de dejarse y volverse a encontrar a la luz de otra edad, y claramente, otros intereses. Destacado rol de Pablo en Oliva (un aplauso para Wos) pero me quedo con el trabajo de Gamboa, una auténtica todoterreno que descolla en una película simple, tierna y sentimental sobre cómo algunas parejas, vuelven a cruzarse en escenarios no soñados, pero reales y prometedores.
Juan Villega, recordado por sus anteriores films como “Sábado”, “Los Suicidas” y “Adán Buenos Ayres”, llega a las salas comerciales con su película más reciente, oficiando como director y guionista, luego de haberla presentado en la apertura del BAFICI, obteniendo una repercusión muy positiva por parte del público y la crítica. Laura y Martín son una pareja de padres separados de un poco más de 35 años. Tienen un hijo adolescente: Pablo. Su encuentro en Villa Gesell, lugar en el que compartieron historias en común, es una oportunidad para ambos para realizarse en su rol de padres y tal vez para el reencuentro. “Las Vegas”, película que inauguró la edición 20 del Festival BAFICI, es una comedia de enredos con pinceladas de drama, situado en la actualidad. Pilar Gamboa ofrece una divertida actuación, construyendo muy bien la personalidad de Laura. Esto se debe a que el director Juan Villegas focaliza principalmente la acción en visualizar los vínculos, las cuestiones pendientes entre padre e hijo o madre e hijo. Asimismo, se plantea el despertar sexual de Pablo, con la destacada interpretación de Valentín Oliva. En cuanto a los aspectos técnicos, la fotografía de Inés Duacastella nos muestra la localidad veraniega de Villa Gesell de una manera muy acertada, mientras que la música que escuchamos durante el film es rap en vivo, con canciones de Joy Division o Los Pixies, generando un clima propicio para el relato. En síntesis, la época en la que se sitúa “Las Vegas” (fin de año), las particularidades de Villa Gesell, la música de rap, el clima generado en las actuaciones, más sutil en el caso de Martín (Santiago Gobernori) y Pablo (Oliva ) y más efusivo con Laura (Gamboa), es ideal para crear una historia a medida, donde estos elementos conviven perfectamente. Todo está muy bien pensado, e incluso el título de la cinta nos recuerda a una joya del cine “El ciudadano”.
Luego de un breve paso por el mundo del documental, Juan Villegas vuelve a la ficción con Las Vegas, una pequeña película playera que despliega lo más característico del cine nacional: sencillez, personajes, naturalismo y un maravilloso guión que vuelve a la historia confortable y entrañable. Un camino de 75 minutos en donde se exponen las situaciones más exageradas y a la vez más comunes del ser humano.
La fórmula de la que resulta Las Vegas incluye comedia, romance, melancolía pero ante todo, humor. El lugar: Villa Gesell. La época: fin de año. Sin querer queriendo confluyen en la ciudad balnearia, y en el mismo edificio, una joven madre (Pilar Gamboa, genial como siempre), su hijo de 18 años (Valentín Oliva, el freestyler conocido como Wos), el ex de ella (Santiago Gobernori) junto a su nueva novia colombiana (Valeria Santa) y una guardavidas veinteañera (Camila Fabbri). Villegas, que ya presentó en el BAFICI Sábado, Los suicidas, Victoria y Adán Buenosayres, pone el foco en los conflictos generacionales y aunque algunos pasajes pequen de acartonados, el producto final es sólido. Quienes no hayan podido conseguir entradas tendrán revancha a partir del 17 de mayo, cuando tenga su estreno comercial.
La comedia argentina tiene una larga tradición, pero en los últimos años se volcó hacia vertientes demasiado inclinadas al costumbrismo y a cierto gesto televisivo exasperado y subrayado (que ha dado grandes resultados en la taquilla, por cierto): de ese lugar procura rescatar ese noble y feliz género (que no necesita que lo rescaten: es inmortal) Juan Villegas en su regreso a la ficción con “Las Vegas”, que muestra su habitual solvencia y sencillez abocada a su película más suelta. Con un ojo en la comedia clásica hollywoodense, su economía narrativa, la humanidad de sus personajes, su melancolía y su esperanza, y el otro en la desfachatez de la Nueva Comedia Americana, Villegas teje una historia de dos padres separados de 35 años que no se deciden a ser adultos: a la deriva, la casualidad (o el destino) los ataca cuando se encuentran un verano, por casualidad, en Villa Gessel. Ella es una brillante Pilar Gamboa, con un timing cómico ajustadísimo y una enorme capacidad para dar corazón a su personaje y evitar que su criatura volátil se vuelta caricatura. Él es Santiago Gobernori, el típico vagoneta con sueños de grandeza. Ella fue con el hijo de ambos (Valentín Oliva, más conocido como WOS, campeón de freestyle nacional y gran revelación); él con su nueva novia, una joven estudiante latina que revela que ya aflora en el esa crisis de la mediana edad. De ese casual encuentro, puntapié para toda buena comedia, emana el descontrol posterior, narrado con enredos clásicos, burbujeantes diálogos y también con humor físico, que Villegas aborda sin miedo; pero, sobre todo, la cinta es narrada con gracia, sencillez y una ternura que crece a medida que los personajes se revelan (a sí mismos y al espectador) a la deriva, mientras coquetean la idea de revivir un viejo amor y de retomar el control del destino que les hizo una jugada que puede ser catastrófica o brillante.
Reencuentro incómodo e intimidad sincera En medio de unas vacaciones a Villa Gesell, una mujer se encuentra en el mismo edificio que su ex pareja (y padre de su hijo adolescente) junto a su novia. Con esos elementos, el film aborda los vínculos filiales y sentimentales con tersura y simpleza. Las películas con epicentro en ciudades balnearias de la costa bonaerense conforman un subgénero en sí mismo dentro del amplio espectro del cine argentino independiente. La gran cantidad, sin embargo, no implica necesariamente diversidad: en casi todas ellas la acción transcurre fuera de temporada, y encuentra al personaje central llegando a la arena en busca de paz y tranquilidad, como si quisiera reencontrarse consigo mismo o buscara un refugio ante las adversidades que lo esperan en la ciudad. Adversidades que, no obstante, más temprano que tarde lo encuentran, aun cuando haga todo para ocultarse de ellas. Regreso a la ficción de Juan Villegas después de incursionar durante casi una década en el cine documental, Las Vegas subvierte ese andamio con situaciones propias de la comedia romántica, otro subgénero hecho y derecho, con sus códigos bien afirmados en el inconsciente colectivo a lo largo de décadas de historia, aunque poco transitado por fuera del ala industrial nacional. El mar, metáfora habitual de renacimientos, expiaciones y purgas, es el fuera de campo infinito de un film que aborda los vínculos filiales y sentimentales con tersura y simpleza. Apertura de la última edición del Bafici, el último trabajo del director de Sábado (2001) y Los suicidas (2005) muestra muy rápido que no se trata de la típica película costera poblada de hombres y mujeres abúlicos. Lejos de la soledad ventosa del invierno, aquí todo transcurre en plena temporada veraniega, con los últimos soles del año entregando sus rayos a los primeros turistas que se afincan en los edificios cuadrados de la costanera de Villa Gesell. Hasta uno de ellos, cuyo nombre le sirve de título al film, llega Laura con su hijo Tomás después de un viaje en el que todo lo que podía salir mal, salió peor: demoras, cambios de vehículo y hasta un incidente con la policía a raíz de un piedrazo coronan un arribo a puro conflicto. En esa secuencia quedan claras tres cosas: que Laura es arremolinada, compulsiva de la precisión temporal (“¿Pero cuánto es un rato?”, pregunta al chofer del micro roto ante el anuncio de un refuerzo inminente) y dice lo que piensa sin pensar lo que dice; que con su hijo tiene una relación tirante; y que estará a cargo de llevar adelante el relato, sirviendo además como su termómetro emocional. Fuerza, temperamento y personalidad fuerte: características distintivas de las heroínas de la comedia de rematrimonio. Inmortalizadas durante la época del cine clásico, estas películas muestran el reencuentro de una pareja que supo quererse y ahora no se lleva precisamente bien. Reencuentros disparados, a su vez, por situaciones azarosas y en principio indeseadas. En esa línea, en Las Vegas Laura (Pilar Gamboa, la actriz del momento) y Tomás (el freestyler Valentín Oliva, conocido como Wos) se cruzan con Santiago (Santiago Gobernori), el ex de ella y el papá de él, que justo anda de vacaciones con su joven novia colombiana en el departamento familiar ubicado justo debajo del de Laura. Ninguno está muy contento de ver al otro ni hace demasiado esfuerzo por ocultarlo. Sobre todo Tomás, que trata a papá de psicópata y le pide que se vaya al otro día. Algo que claramente no ocurre, porque de hacerlo no habría película. O no sería esta. Villegas enhebra situaciones en las que los comentarios venenosos y los evidentes celos están a la orden del día. Diálogos afiladísimos y dichos con la precisión quirúrgica que pide toda comedia. Entre los pliegues de ese chicaneo nace el tallo de una melancolía que Laura y Santiago florean con recuerdos y complicidad. Sucede que en ese departamento, entre juegos y tiempo compartido, se hicieron amigos de chicos, y que en ese departamento, de adolescentes, concibieron a su hijo. Allí iniciarán unas vacaciones tan breves como trascendentales para lo que vendrá. Incluso para Tomás, que empieza a mirar con mucho cariño a la guardavida (Camila Fabbri) y a llevarse bastante bien con un padre que al final no era tan psicópata como él creía. Amable y bonachona, Las Vegas elimina cualquier atisbo de villanía en sus nobles, sutilmente quebrados personajes, y apuesta a un naturalismo que, a medida que se aquieta la efervescencia de la incomodidad, abraza la intimidad sincera, esa que sólo se alcanza durante un buen desayuno con seres queridos.
ESCENAS FRENTE AL MAR El nuevo film de Juan Villegas es lo que se conoce como una “comedia de rematrimonio”, es decir, una historia de una ex pareja que se vuelve a juntar. Pero Las Vegas es mucho más que eso. Se trata de una comedia argentina tan clásica en su narración como osada en algunas de sus decisiones narrativas, tal como elipsar bruscamente situaciones que otro director se hubiera tentado de filmar. Esta decisión pone de relieve la necesidad de Villegas de narrar sólo lo indispensable, y si bien le juega a favor en el ritmo narrativo, también hace que la trama avance con suma brusquedad, dejando fuera escenas que hubiera sido interesante ver. De este modo, ciertos conflictos claves y obstáculos que debieran evitar una resolución sencilla (como el rencor que el hijo parece tener en un comienzo hacia un padre poco presente, o la joven novia de su padre, con la que supuestamente éste va a contraer matrimonio) se terminan resolviendo con demasiada facilidad. Así y todo, son defectos que no terminan afectando el buen resultado de la película, en buena parte por la efectividad de su humor y por la propia sabiduría del director de no juzgar a ningún personaje. Por otro lado, Las Vegas confirma a Pilar Gamboa como una de las mejores actrices del cine argentino, que interpreta con dignidad y gracia un personaje que actuado de otro modo podría haber sido no sólo poco querible sino insoportable. Hacia el desenlace, no sólo asistimos a la reconstrucción de la pareja protagónica (dupla conformada por Gamboa y Santiago Gobernori, que despliega una notable química), sino a la historia de una familia que se rearma. El plano final, dueño de una luminosidad calma y agradable, nos recuerda que el cine argentino puede entregar comedias felices, que puede sin problemas tomar influencias de directores tan disímiles como Hawks, Bogdanovich y Rohmer, y ensamblarlos en una película que se siente absolutamente local.
En ese lugar que eligieron para el descanso muchos recuerdos salen a flote en cada rincón, obviamente ellos allí tuvieron historia, pero ya no son los mismos, Laura, tiene una actitud muy temperamental, vive sola con su hijo y Martín está saliendo con una joven colombiana de 26 años, Candela (Valeria Santa). Otro de los personas es la guardavidas Cecilia (Camila Fabbri, “Sinfonía para Ana”, “Dos disparos”) es unos años más grande que Pablo y ellos pueden llegar a enamorarse. En esta comedia romántica de enredos, a través del humor, nos habla de la crisis de parejas, están las diferencias generacionales, la inmadurez, los deseos, la relación entre padre e hijos (interesantes diálogos de ambos lados), la nostalgia, el despertar sexual y contiene momentos emotivos. La sostiene todo el dinamismo que le da Pilar Gamboa, no tiene golpes bajos, es amena, logra buenos climas, una buena fotografía y banda sonora, además el tema principal lo canta la protagonista Pilar Gamboa. El director Juan Villegas (“Los suicidas”) en algún punto rinde homenaje a Villa Gesell y a ciertas películas argentinas que transcurrieron en la Costa Argentina.
Se estrena la película que abrió el reciente BAFICI, Las Vegas. Dirigida y escrita por Juan Villegas, nos encontramos ante una comedia que gira en torno a una familia disfuncional que se reencuentra en Villa Gesell en las vísperas de Año Nuevo. Laura y Pablo son madre e hijo y están arribando a Villa Gesell para pasar unos días en la playa. Sin embargo, desde el principio las cosas salen mal en este viaje: el micro se queda varado poco antes de llegar y un ataque de furia que involucra una piedra termina con Laura en la comisaría. Pero bueno, eso podría ser algo anecdótico. La idea ahora sí es, especialmente para Laura, disfrutar un poco de Gesell, el sol y el mar y la arena. No obstante el muchacho, que acaba de cumplir 18 años, prefiere encerrarse a escuchar música antes que ir a la playa con su madre histriónica y explosiva. O pasar tiempo con una chica, unos años mayor, que también se encuentra parando en el mismo complejo de edificios, porque trabaja de guardavidas. Como si las revoluciones hormonales no fuesen suficientes para generar un verano particular en Pablo, cae otra pareja al complejo. Ni más ni menos que su padre, y por lo tanto ex esposo de Laura. Con su nueva novia, una colombiana mucho más joven. Las Vegas (que es el nombre del complejo en el que están parando todos) se sucede en unos pocos días que serán fundamentales para esta familia. Con la ex pareja que se reencuentra y entonces todo comienza aflorar: reproches, celos, resentimientos, quejas, atracción. Porque Laura y Martín fueron una pareja joven cuyo amor nació en ese mismo lugar que hoy los encuentra divorciados, intentando cada uno seguir su vida. Donde hubo fuego cenizas quedan pero el asado, dicen, a ellos se les quemó. ¿Se puede recuperar? Y después está lo que sucede entre la posible pareja nueva, los jóvenes: su coqueteo, su entendimiento, muchas veces interrumpido por lo que pasa con los más adultos, que acá parecen más adolescentes. La película de Juan Villegas apunta al humor y a la comedia de enredos. Así algunas situaciones se ven un poco forzadas o por momentos los personajes se tornan algo irritantes. También se percibe cierta liviandad para trazar problemáticas que sin dudas no son tan livianas.
Infeliz año nuevo Lejos del murmullo y la frenética danza de los tragamonedas, lejos de esas luces artificiales para matar el tiempo y no salir del microclima de la codicia, Las Vegas no tiene nada que ver con aquella meca del juego tan frecuentada por el cine. Pero sí puede utilizarse -si se permite esta licencia- aquella frase retórica “lo que pasó en Las Vegas se quedó en Las Vegas“. Algo de eso rescata la parte melancólica del nuevo opus de Juan Villegas (Sábado), a pesar de su manifiesto estilo de comedia, que busca en cada gag, ya sea verbal o físico, entregar al cine argentino un digno ejemplo de película con letras mayúsculas. Las Vegas del título se remonta a un edificio de la ciudad de Villa Gesell, es decir, podría haberse llamado Helsinki y el resultado hubiese sido el mismo desde el punto de vista conceptual. Aquello que no resulta indiferente es Villa Gesell como escenario elegido por el realizador de Los suicidas para contar básicamente una historia de afectos y vínculos, desarrollar una suerte de coming of age entrecruzado de algunos personajes, es decir, el de Pablo (Valentín Oliva), hijo adolescente de Laura (Pilar Gamboa) y su ex pareja Martín (Santiago Gobernori), quienes azarosamente coinciden en ese lugar de veraneo elegido para recibir un nuevo año. Y el de Martín y Laura como una pareja que desde muy jóvenes perdieron esa sensación de libertad adolescente o tardía adolescencia que ahora en un reencuentro en el mismo lugar donde se conocieron por primera vez casi dieciocho años atrás emerge con la misma energía que la chispa de ese amor abandonado por diferentes circunstancias. Lo primero que debe decirse de la película de Juan Villegas es que no le sobra ni le falta un plano. Tampoco una coma o frase forzada en un guión muy meticuloso a la hora de construir diálogos por capas. A cada línea de texto, Villegas le superpone frases que sentencian o resumen emociones y todo se dice en un tono similar como a la pasada. A eso debe sumarse el ritmo de los diálogos, nada envidiable al de una sitcom para los casos del gag como el que da comienzo a la historia y que tiene a Pilar Gamboa y Facundo Oliva en el ojo de la tormenta para transmitir al espectador la ambiguedad de la relación entre ambos, por momentos discuten como hermanos o pareja cuando en realidad ella es la madre y su hijo la trata de un modo peculiar. El film no puede empezar mejor que con una situación jugada al humor que solía aparecer en las películas de Martín Rejtman para definir con palabras cuánto equivale en términos de tiempo el lapso de un “ratito” de demora para abordar un nuevo micro y así llegar al destino vacacional. Es en Laura y su desborde emocional, en su carácter impulsivo y confrontativo donde crece la idea de vínculo como madre joven y ex de un hombre que aún ama y para ello nada mejor que enfrentarla con la nueva novia de Martín, Candela (Valeria Santa), colombiana y más joven que ella, rival directa que auspicia las mejores técnicas de indirectas verbales en la batalla de egos por la atención del dubitativo Martín, quien aprovecha para reconciliarse con un hijo en pleno despertar sexual al cual dejó de lado por las propias torpezas de esa paternidad accidentada. Sin embargo, la impulsividad de Laura se equilibra para no llegar al estereotipo del caso psiquiátrico o la bipolar del grupo cuando la tristeza o nostalgia se apoderan de su estado general. Ese es otro baluarte de Las Vegas, la sensibilidad con la que se retrata lo cotidiano, los vínculos familiares y las rupturas de esos vínculos por necesidades de crecimiento personal y de auto preservación. Como dice el dicho: lo que pasó o pasa en Las Vegas solamente quedará en esta más que interesante película de Juan Villegas, con otra deslumbrante interpretación de Pilar Gamboa junto a un sólido reparto que completa un cuadro de comedia y drama, a la altura del gran cine.
Sin dudas, esta comedia romántica es lo mejor que dirigió el muy preciso Juan Villegas (Sábado, Los suicidas): se nota que está haciendo lo que más le gusta. Es la historia de una mujer joven con hijo adolescente que, por azar, se cruza en vacaciones con el padre del joven. Y es la historia de ese hijo cruzando el umbral de la adolescencia hacia la madurez, y del momento en que decide amar a sus padres y no ser ellos. Pero todo esto se cuenta con humor, en varias secuencias (extraordinarias como la del asado o la visita al museo) y el rumbo lo marca, sin que desmerezca el resto de los intérpretes, Pilar Gamboa. Gamboa es una mujer totalmente apasionada que trata de mantener esa pasión en control, un poco lo que pasa con los filmes de Villegas (y con el propio director): hay un volcán bajo los pies del que solo sentimos leves temblores aunque todo pueda estallar por el aire. Director y actriz encuentran la manera de generar la sonrisa, y a veces la risa franca, con esa combinación. Las Vegas es, de paso, una de las películas más tiernas que dio el reciente cine argentino, y también una revisión exitosa de muchos de sus clichés.
Esta comedia que apuesta por el clásico tema del “rematrimonio” se centra en el encuentro casual en Villa Gesell de una pareja separada hace mucho tiempo. Ella, acompañada por el hijo adolescente de ámbos. Y él, con una novia nueva, más joven y extranjera. Pilar Gamboa y Santiago Gobernori protagonizan este divertido filme del director de “Sábado”. Si bien LAS VEGAS puede parecer una película no demasiado “riesgosa” en los términos convencionales, de algún modo lo es. El filme de Villegas trata de ubicarse en una zona que no tiene demasiados antecedentes en la Argentina –o al menos no que hayan funcionado tan bien– que es el de hacer una comedia que esté a mitad de camino entre el costumbrismo televisivo de los formatos convencionales de las películas más comerciales de ese género y de la comedia indie, las que suelen apreciar más los cinéfilos que el público masivo y que el propio Villegas supo hacer años atrás en SABADO. LAS VEGAS se juega por un tono ligero pero con apuestas cómicas decididas, al punto de tener varios gags físicos además de los esperables juegos verbales. La película transcurre a lo largo de un par de días en Villa Gesell, en el edificio que le da su título, una de esas construcciones cuadradas y estéticamente poco agraciadas que existen de a centenares en la costa argentina. Una madre, Laura (Pilar Gamboa) y su hijo adolescente con el que parece tener una relación algo tirante, Pablo (el freestyler conocido como Wos) se van allí a pasar unos días y de entrada todo parece que va a salir mal: se les queda el micro, tienen problemas con la policía y, a consecuencia del temperamento de Laura, se meten en una serie de complicaciones por minuto. Pero lo peor es cuando descubren que Martín (Santiago Gobernori), el ex marido de Laura y padre de Pablo esá vacacionando en el mismo edificio y con una joven novia colombiana. Al chico no le gusta nada la idea pero Laura termina enredándose en un peculiar juego de seducción y distancia que será central a la trama. Pablo, en tanto, da sus primeros pasos en el complicado juego de la atracción romántica con la guardavidas de la playa lindante. LAS VEGAS es, literalmente, una comedia de enredos y es muy claro ver en ella el tipo de cine que la inspiró: los clásicos de la comedia hollywoodense de los ’30 y los ’40 (y la revisión Bogdanovich de aquellas), con Gamboa jugando un rol similar al de una Katharine Hepburn o similares graciosas divas capaces de combinar una lengua filosa y habilidad para el slapstick. El subgénero específico al que pertenece el filme es uno que fue bautizado por el filósofo Stanley Cavell como “comedia de rematrimonio”. Y Villegas sigue sus pasos con fidelidad y acertando en la mayoría de las decisiones. Es cierto que para un resultado aún más redondo –y siendo fiel a esos clásicos– a la película podría faltarle algún enredo más –es de esas películas cortas que deberían ser más largas–, pero Villegas prefiere ser económico, una economía que también incluye una puesta en escena con muchos planos largos en los que el elenco logra hacer que sus personajes fluyan y brillen. Y si de brillar se trata, la que se lleva puesta la película es Gamboa, que vuelve a demostrar que es una de las mejores –sino la mejor– comediante argentina en muchos, muchos años.
A veces las vacaciones reflejan ese oscuro objeto del deseo. Y "Las Vegas" sirve como ejemplo. Juan Villegas tomó como disparador un lugar amado de Villa Gesell, donde él concurría en su adolescencia, y desde allí construyó una comedia íntima, divertida y con situaciones de inmediata identificación. Las Vegas es el nombre del complejo habitacional donde irán a parar Laura (una impecable Pilar Gamboa) junto a su hijo Pablo, de 18 años. El problema es que en el piso de abajo están alojados Martín (logrado rol de Santiago Gobernori), ex de Laura y padre de Pablo, y su nueva novia Candela, una joven y seductora colombiana. Lo mejor de la película es el vínculo de amor y tensión entre madre-hijo primero, y entre madre-hijo-ex marido después. Villegas utiliza mucho el humor desde el juego de palabras con situaciones simples y cotidianas y logra alto efecto. Villegas, que brilló con "Sábado" y "Los suicidas", maneja a la perfección las emociones encontradas que se generan en esos tiempos muertos que genera el ocio en vacaciones. Y lo hará desde discusiones ingeniosas de los protagonistas, que siempre le escaparán al lugar común. Otro punto a favor es que la película sólo dura 75 minutos.
Inauguró con risas el último Bafici. Y pasará algo similar ahora, con su estreno comercial. La nueva película de Juan Villegas (Sábado, Los Suicidas) es una comedia bastante absurda en torno del cruce, el encuentro en un mismo edificio de Villa Gesell de una madre y su hijo adolescente, por un lado, y el padre con su nueva novia, por el otro. Laura (Pilar Gamboa) y Martín (Santiago Gobernori), fueron padres muy jóvenes de Pablo (el joven revelación Agustín Oliva, mejor conocido como Wos, campeón de freestyle), situación a la que se refiere más de una vez. Son días previos a fin de año, no parece haber mucha gente en el balneario, pero ahí está también la amiga guardavida de Pablo, acaso incipiente amor. Una convivencia, estallada cada tanto por la torpeza y la neurosis de Laura, que Villegas observa siempre con humor y afecto por su quinteto de personajes, logrando que atraviesen asuntos tan serios como los de sus vínculos sin caer en obviedades ni cursilerías. Las Vegas es una comedia tan divertida como melancólica. Tan querible y felizmente poco pretenciosa como sus personajes.
Crítica emitida en radio.
Para toda la vida Las Vegas es una comedia romántica clásica pero inusual para el cine argentino. Pilar Gamboa brilla como una comediante única. Laura (Pilar Gamboa) y Pablo (Valentín Oliva) son madre e hijo, aunque no los separan tantos años. Ella lo tuvo muy joven, por eso ahora él tiene 18 y ella no llega todavía a los 40. Viajan juntos a pasar las fiestas a Villa Gesell. Ella le insistió para que la acompañe, porque no quería estar sola. Él aceptó sin demasiado entusiasmo. La relación entre ellos parece ser la típica entre una madre y su hijo adolescente. Pero en Gesell, en uno de esos edificios típicos de la costa argentina (de esos que tienen nombre: este se llama Las Vegas, de ahí el título de la película), se encuentran con Martín (Santiago Gobernori), nada menos que el padre de Pablo. Martín y Laura se separaron hace un tiempo y hace rato que él no tiene mucho diálogo con su hijo. Para colmo, está con una novia más joven (la colombiana Valeria Santa), cosa que a Laura no le hace mucha gracia, aunque lo intente disimular. Juan Villegas sorprende con una comedia bastante clásica que sigue al pie de la letra la fórmula de las “comedias de rematrimonio”, esas comedias románticas de los años 40 en las que una pareja se separa y de alguna manera se vuelve a enamorar, al mejor estilo La adorable revoltosa o La costilla de Adán. Acá se trata de una pareja que se conformó en la adolescencia y se consolidó por culpa de un embarazo apresurado y que, en aquel lugar de la costa en el que pasaron tantos veranos en su infancia y juventud, se redescubren. El argumento es perfecto, y el desarrollo demuestra un estudio exhaustivo de los recursos narrativos. En pocos minutos y sin flashbacks entendemos en profundidad la relación que tuvieron Laura y Martín, sospechamos los motivos de la separación y sabemos, también, por qué tienen que volver a estar juntos. Y todo simplemente observándolos hablar, entre ellos o con otros personajes. Las Vegas es una comedia. Romántica, sí, pero una comedia que no teme ser delirante y disparatada, también como las comedias screwball de los 40 (screwball y rematrimonio solían venir juntos). No es muy común ver esto en el cine argentino y mucho menos viniendo de un realizador independiente. La única película que podría entrar en esa categoría es Permitidos, de Ariel Winograd. Y como en Permitidos, en Las Vegas brilla la protagonista femenina. Pilar Gamboa lleva adelante la película con un talento incomparable para el humor desbocado, y su Laura es un personaje complejo a quien dota de un neviosismo delicioso y también de una sensualidad importante. La pareja que forma con Santiago Gobernori es encantadora, un poco chambona, pero entre ellos y los diálogos y situaciones que imaginó Villegas logran transmitirnos esa idea eterna, probablemente falsa, de que existe aquello que llamamos amor para toda la vida.
Las Vegas es la película más luminosa de Juan Villegas; abiertamente remite a una tradición extranjera del cine clásico, pero lo suficientemente universal para hallar el tono propio. Las comedias de enredos matrimoniales brillaron en las décadas de 1930 y 1940 en Hollywood, y siempre giraban en torno a lo mismo: por alguna razón, un hombre y una mujer que se amaban no habían podido permanecer juntos; algo no había funcionado. Por motivos diversos, los amantes encontraban una segunda oportunidad. Es eso lo que puede llegar a suceder con la pareja de Las Vegas.
Quinto largometraje de Juan Villegas (*). Laura (Pilar Gamboa) y Martin (Santiago Gobernori) rondan los 35 años. Cuando eran adolescentes tuvieron un hijo, Pablo (Valentín Oliva), quien en la actualidad tiene 18 años Por esas cosas de la vida, coinciden en Villa Gesell, en el mismo edificio, Las Vegas – que da origen al título de la obra - para pasar unos días de vacaciones de fin de año junto al mar. Este viaje será la oportunidad para que Martin y Laura se reencuentren, de reconocerse como padres de Pablo y, porque no, reencontrar el amor. Este trío de personajes se completara con Candela (Valeria Santa), la novia colombiana de Martin, mucho más joven que él, y una guardavidas, Cecilia (Camila Fabbri), que tendrá amoríos de verano con Pablo. Con estos cinco personajes la mesa está servida para una serie de enredos, a veces divertidos, a veces patéticos, que logran convertirse en una comedia de humor agudo, bien guionado y mejor representado por este excelente grupo de actores, todos cumpliendo a la perfección sus roles, sobresaliendo los progenitores interpretados por Pilar Gamboa, quien logra darle carnadura a su papel de madre neurótica, con una vitalidad especial, lo mismo que Santiago Gobernori, que cumple a cabalidad como la expareja de Laura, e intentando asumir su rol de padre. La película arranca a gran velocidad aprovechando las dotes histriónicas de Pilar Gamboa, y luego va tomando otra velocidad con miradas sensibles y nostálgicas, para incluir las historias laterales y la reconstrucción de un vínculo que parecía definitivamente agotado. Una comedia, pequeña, pero grande en sus resultados para pasar unos momentos agradables y entretenidos. (*) Largometrajes de Juan Villegas: “Sábado” (2001), “Los suicidas” (2005), “Ocio” (2010), “Vistoria” (2015),”Las Vegas” (2018.
A dos décadas del cortometraje 2 en 1 auto y a diecisiete años del largo Sábado, el realizador Juan Villegas vuelve a la ficción con este relato costero filmado en Villa Gesell. Pilar Gamboa interpreta a la madre de un adolescente que, a poco de llegar al típico edificio que le presta su nombre al título del film, se encuentra con su ex esposo (Santiago Gobernori) y su nueva novia. Los choques con los inquilinos del piso de abajo habilitan un retrato multigeneracional en el que, no tan previsiblemente, vuelven a surgir emociones que parecían olvidadas. Entre el registro naturalista y la súbita aparición del gag recurrente (el personaje de Gamboa parece destinado a romper cosas en momentos inesperados), Villegas juega con las piezas de la comedia romántica sin caer en lugares comunes, encontrando emoción en el aparentemente simple descubrimiento de que el paso del tiempo cambia algunas cosas. Y a otras las reviste de nuevos significados. Paternidades, maternidades, deseos nuevos y antiguos son las materias primas del film. Las Vegas marca el debut de Valentín Oliva –más conocido como Wos, campeón de la Batalla de los Gallos 2017– como el hijo de la pareja protagónica, un rol para nada secundario.