Cuando los ángeles se pelean Un año cargado de films apocalípticos. Legión de Ángeles no es la excepción, Dios totalmente cansado de los desórdenes e ingratitudes humanas decide ponerle fin a este mundo. Pero esta vez no con inundaciones, ni fuegos caídos del cielo o congelamiento terrenal, sino enviando a una legión de ángeles en los cuerpos de los humanos con el fin de exterminar todo. Y en especial, a un bebé que está por venir, hijo de Charlie (Adrianne Palicki) la camarera de un bar rutero en medio de la nada. Esta original visión del director y guionista Scott Stewart mezcla suspenso, acción y algo de terror. Además cuenta con algunos efectos visuales bien logrados y quizás rememora a George Romero en los momentos de las invasiones de los humanos mutados y, cuando por medio de la TV y la radio, se enteran lo que sucede a su alrededor. Paul Bettany (Código Da Vinci) interpreta al Arcángel Miguel que viene a la tierra en contra de la voluntad de Dios y con el único fin de mantener con vida al recién nacido. Y dispuesto a pelear y morir si es necesario por ello. La película por momentos decae y se vuelve inconsistente, si bien logra captar la atención del espectador, tiene situaciones previsibles y deja muchos cabos sueltos. No muestra nada nuevo, quizás sólo la historia, que no es para nada celestial.
Mucho ruido y pocas plumas La trama de Legión de Ángeles (Legion, 2010) es una cruza entre la escatología cristiana de Dogma (1999) y el Apocalipsis claustrofóbico de La niebla (The Mist, 2007). La películase arma de la mitología caricaturesca de la primera para contar la “seria” historia de la segunda. La suma de sus partes es inferior en el producto final. El arcángel Michael (Paul Bettany) desciende a tierra para proteger el nacimiento de un bebé en un diner de mala muerte en medio del desierto operado por Dennis Quaid e hijo. Atrincherados en el local junto a otros especimenes estereotipados de etnias y clases varias, defienden a la embarazada en cuestión mientras hordas de ángeles espásticos (suerte de zombis demoníacos) sitian el lugar. Los personajes le cuentan su vida al que tienen al lado mientras esperan el próximo ataque. Esto recae en más de una subtrama blanda y fofa. Otra película de zombis más feliz, Tierra de Zombies (Zombieland, 2009), lograba interesarse por sus protagonistas y era rica en química forjando relaciones creíbles y atípicas. Los zombis pasaban a un segundo plano. Aquí, la conversación es propaganda expositiva, simplemente intervalos entre escenas de acción. Dios ha decidido liquidar al nuevo bebé mesiánico mandando un ejército de ancianitas, heladeros y niñitos poseídos por ángeles (en la práctica son tan viciosos como demonios). ¿No tiene Dios alguna forma menos elaborada y más inmediata, digamos una inundación, para matar a un neonato? ¿No hay algo inexacto en el que cinco o seis civiles, rednecks sureños, se carguen centenares de ángeles como si fuera un video juego? ¿Y por qué todos los Apocalipsis son culpa de, suceden en y son resueltos por Estados Unidos? La producción tiene gusto a independiente, y de a momentos las escenas más ostentosas y elaboradas rayan el artificio del papel maché y los malos efectos de computadora. El Cielo, en particular, parece un callejón art deco hecho de cajas. La dirección artística fluctúa entre lo vergonzoso y lo meramente bien logrado. Esto se convierte en una experiencia frustrante, ya que la película nunca desborda crudeza como para terminar de condenarla, pero tampoco excede expectativas. La mayor atención ha ido al maquillaje y a los efectos; el resto parece descuidado, y más por negligencia que por costo. Todo esto es una desgracia para el director primerizo Scott Stewart, que a pesar de esto logra sonsacar actuaciones moderadas de los actores principales, y un montaje que sabe disfrazar la pobreza de las escenas de acción. Pero tal vez el pecado capital de esta película –ya que estamos en tema– sea su vanidad. Hay dentro del film un potencial que apunta hacia una calidad superior, pero su religioso apego a los esquemas genéricos, diálogo superficial y contradictorio guión, terminan por poseerla.
Que película loca! Me asombra que en una industria estructurada como Hollywood donde aniquilaron La Brújula Dorada en su adaptación para no herir las susceptibilidades de la Iglesia le dieran luz verde a esta historia. El concepto de Legión de Ángeles es el siguiente. Dios se hinchó las pelotas de los humanos y manda una legión de ángeles, personajes que históricamente siempre estuvieron relacionados con la paz y el amor para que acaben con el mundo de una vez por todas. Todos los seres vivos sin excepción. Sin embargo, al arcángel Miguel, interpretado por Paul Bettany, le parece un poco zarpada esta actitud de Dios y llega a la Tierra para organizar un piquete con otros humanos y evitar que se concrete el plan divino. Se trata de un film muy bizarro por la trama que plantea, donde el Diablo y las fuerzas malignas acá no tiene nada que ver. Los que matan gente son ángeles y fueron enviados por el Gran Jefe. La película está bien pero podría haber sido mucho mejor en manos de otro director. Legión de ángeles representa la ópera prima de Scott Stewart, un reconocido especialista en efectos especiales que trabajó en producciones importantes como Blade Runner, Harry Potter, Superman Regresa, Sin City, Iron Man y Jurassic Park 2 entre otro títulos. El 90 por ciento del film se desarrolla como una típica propuesta apocalíptica de zombies con la particularidad, que acá los muertos vivos son en realidad ángeles. Si quitáramos todo el conflicto central entre Miguel y Dios es una más de zombies. Como suele ocurrir con muchos artistas que se lanzan como realizadores y viene del palo de los efectos especiales o trabajaron mucho tiempo como directores de segunda unidad elaborando secuencias de acción, la película de Stewart flaquea en los momentos dramáticos donde trabaja las relaciones entre los personajes. Todos los tiroteos están muy bien logrados pero cada vez que la historia frena la acción el film se estanca. Paul Bettany es lo mejor de este estreno y ejemplifica a la perfección lo que escribí la semana pasada sobre los pseudos héroes de acción como Jake Gyllenhaal en el Príncipe de Persia. Sin matarse en el gimnasio ni mostrar un físico torneado, Bettany en estos personajes le patea el culo a cualquiera. Sin bien es un gran actor con mucho más talento y recursos que Jake, el tipo interpreta de manera convincente estos roles como si toda la vida hubiera hecho películas de acción. A Legión de ángeles le podés pegar desde un montón de lados, ya sea por el guión tonto o algunos efectos digitales que se ven artificiales, pero Bettany está excelente y es el mejor del reparto. En realidad todos los actores los actores en general están muy bien, pero Paul sobresale más por su personaje. Parece que pegó buena onda con el director Stewart ya que hace poco terminaron de filmar Priest, una adaptación del cómic de Min-woo Hyung que acá conoceremos en marzo del año que viene y se encuentra en post producción. Es la historia de un cura rebelde que se enfrenta con vampiros. En fin, Legión es un estreno que probablemente van a disfrutar más quienes se enganchen con el cine clase B que los espectadores que busquen ver un gran film pochoclero.
En un remoto café en el medio de la nada, se decidirá el destino de la humanidad. Una legión de ángeles enviada por el mismísimo Dios, intentará matar a un no nato, para así dar comienzo al Apocalipsis. La única esperanza que le queda a la humanidad es un ángel rebelde que decide actuar contrario a las órdenes que le fueron impuestas. ¿Se ha vuelto Dennis Quaid sinónimo de mal cine? La película que me tocó ver esta semana, no es otra que Legión de Ángeles. Similar en estructura a películas como Feast o Festín Diabólico, Del Crepúsculo Al Amanecer y por último me gustaría también mencionar un film menor, tal vez, mucho menos ambicioso que éste que me toco analizar esta semana pero que a mi entender lo supera con creces y es ni más ni menos que Tales From The Crypt : Demon Knight o algo así como Cuentos De La Cripta presenta a : El Caballero Del Demonio. Tras ya más de 24 horas de haber visto la película sigo preguntándome qué fue lo que más me indignó de su trama. Siendo una persona sin credo creo que la pseudo blasfemia de cafetín que se nos presenta pondría furioso hasta al más ateo. Pero no, en realidad no es esto lo que creo que me hace pensar que estamos frente a una película débil en más de un sentido, molesta su falta de desarrollo sintiendo que en su premisa era la de ver una buena película de acción con toques de terror. Las actuaciones son pésimas, los personajes son estereotipos gastados y los diálogos somnolientos. Tenemos al padre que vive en el medio de la nada y es dueño de una cafetería, el hijo de éste que arregla autos mientras intenta ayudar a la chica embarazada que trabaja con él en el bar y no es correspondido en su amor. A partir de éstos sucesos un día Dios pierde su fé en la humanidad y envía a su ejército de ángeles a poseer a diestra y siniestra a todos los mortales para matar al no nato que lleva la chica para así dar comienzo al Apocalipsis o fin de la humanidad. El general a cargo de ésta tarea decide revelarse porque no comparte el desamor de Dios por nosotros y decide convertirse en mortal para defender al niño y así salvarnos. La falta de un desarrollo en la trama es evidente a medida que la película se sucede. ¿Pero cual es su mayor falla? La película no genera suspenso, siquiera tampoco asusta. Sus escenas de acción son escasas y ya vistas hasta el hartazgo, salvo una del principio donde una ancianita es poseída. Hay una clara decisión de estilo en recrear en ángel misericordioso, muy similar al soldado que es enviado en Terminator para salvar a Sarah Connor de las garras del T-800, que sigue alimentado mi teoría que poco en esta película es original y fresco, e inclusive aún peor, como producto no logra entretener.
Los ángeles de cara larga De todas las propuestas apocalípticas que Hollywood (ojo, con mayúsculas bien puestas) nos viene trayendo en la bienaventurada compañía de la ciencia ficción, Legion aparece como un circo de payasos endiablados y serios, dispuestos a hacer a uno caer en la trama de un microcosmos distorsionado por la llegada de un ángel de la guarda rebelde, una nueva versión de El-Nacido-Que-Nos-Salvará, Dennis Quaid fumando y actuando bien, y una claustrofobia excelentemente llevada durante un metraje que no se avergüenza de su decencia vilipendiada por un flojo desenlace. Para empezar, Scott Stewart es el autor material de este crimen divertido. Un tipo que desde hacía diez años no se ponía detrás de las cámaras para dirigir, pero sí arrasaba el mercado con su compañía de efectos visuales en films como -atentos, agárrense de lo que tengan cerca-: Blade Runner, Mars Attacks!, The lost world: Jurassic Park, Sin City, Harry Potter and the Goblet of Fire, Superman Returns, Pirates of the Caribbean 2 y 3, y Iron Man. ¿Qué consiguió esta vez este buenazo amante del CGI? Una mirada muy original sobre el Apocalípsis, con guiños más que palpables sobre La Biblia, un desempeño cinematográfico inusual en estos proyectos (la fotografía es asombrosa) y una dimensión paralela pero superior a todo el cataclismo emmerichiano y existencialista tan burdo y patético al que estamos acostumbrados. Este film que fue muy promocionado en Estados Unidos pero terminó siendo un fiasco en la taquilla, pasa al olvido por culpa de una mala resolución de los hechos y un par de detallecitos técnicos un tanto risibles. Pero en una mirada abierta, poco pretensiosa para con el género y consciente del contenido, la deja bien parada por su primera hora de metraje, destacando la introducción y la presentación inicial del reparto -digamos- coral, analizando psicológicamente a cada uno para que a la hora en que las papas empiezan a arder (o los ángeles endemoniados y los perros del Cielo empiezan a obrar) no nos comamos el estereotipo casi inexistente ni nos desentendamos de la propuesta. Es que la manera en que está tratado este compendio de miradas retorcidas sobre las decisiones y los "sentimientos" de Dios la hacen diferente, y eso ya es mucho decir para un film que si se lo trata de pochoclero o catalizador de un sábado lluvioso puede terminar en un "que flor de estupidez" ante la mirada gruesa del cinéfilo malhumorado. Es así, amigos, para querer a Legion hay que armarse de paciencia y entenderlo por lo que es: un diamante en bruto que quizás nunca se llegue a pulir del todo, pero que será recordado como una propuesta minimalista y demasiado categórica sobre su propia esencia e hipótesis. Aspectos técnicos irreprochables consumados en un matrimonio que nunca funcionará con un guión revoltoso y mal desarrollado, aunque ciertas líneas sacadas de contexto pueden darle una buena lección a otros que intentaron o intentarán incursionar en este género.
En resumen, no es que sea tan mala, su mayor problema radica en que no hay nada nuevo para vear y que cuando uno se acerca al cine pensando que va a ver una de terror con ángeles, se imagina que verá algo único, y se encuentra nada más ni nada menos que...
Rudos y angelicales Por algún motivo Dios se cansó de los mortales y decidió exterminarlos. Para ello instruyó a sus arcángeles para que lleven a cabo la misión. Pero uno de ellos, Michael (Paul Bettany), decide rebelarse, ayudar a los humanos, cortar sus alas, y así también su relación con el todo poderoso. Es 23 de diciembre, Charlie (Adrianne Palicki) está a un mes de dar a luz; y está claro que ese bebé es el objetivo a eliminar por los zombies que llegan hasta el bar de mala muerte en el que atiende como mesera. En ese bar está Jeep (Lucas Black), un joven extraño que carga con la paternidad de la criatura aunque no sea quien la engendró, y su padre (Dennis Quaid), un fracasado gruñón que de golpe debe enfrentarse a los tiros contra ex humanos dominados por la ira del señor. "Legión de Ángeles" es un filme de género que rinde tributo sin pudor alguno a George Romero y sus muertos vivos, toma algo de "Terminator 2" y consigue recrear cierta atmósfera de clase B a pesar de su buen nivel de producción. Las actuaciones son sólidas, especialmente Bettany, Quaid y Palicki, apoyados por un buen elenco secundario. Scott Stewart debuta en la dirección con este filme que presenta una historia no muy original, utiliza elementos teológicos discutibles para narrarla y en ese sentido presenta una vuelta de tuerca en la elección de personajes responsables del caos; en este caso un ángel decidido a decidir por Dios y hasta capaz de atreverse a hacerle ver que estaba equivocado. Casi nada. Una peli más del sub-género apocalíptico que con bastante acción y una moderada dosis de humor logra entretener durante poco más de hora y media.
Cuando los ángeles se pelean a brazo partido En el film de Scott Stewart hay un mensaje esperanzador Antes de los títulos, una voz en off asegura que la decisión de desatar el Apocalipsis tiene una explicación sencilla: "Quizá Dios se ha cansado de tanta mierda". La cosa se pone complicada en Paradise Falls. En una parada de ruta en el medio del desierto coinciden hombres y mujeres bastante diferentes entre sí, aunque todos están al filo de ser derrotados por la vida. La joven camarera del lugar, a punto de convertirse en madre soltera, encierra en su vientre una mínima esperanza de evitar el fin de los tiempos. Lo que de inmediato ocurrirá en ese lugar será aterrador: aparecerá de la nada una anciana que come carne cruda, camina por las paredes cual alimaña y destroza carótidas; un heladero que muta a arácnido, un sinfín de automóviles conducidos por ¿zombis? que tienen como meta destruir al niño por nacer. También un ángel con una misión, que se resiste a la oscuridad resuelta por su Jefe celestial. Lo que sigue es casi un aquelarre con cuestionamientos de cada uno de estos desconocidos, confesiones que permiten ver a auténticos humanos reconociendo sus errores y aceptando que es posible ser mejores. Legión... es la historia de este grupo conducido por un ángel tozudo, y bien munido de ametralladoras, dispuesto a demostrar que hay esperanzas. "Los perros de la guerra han sido desatados", le dice poco antes el arcángel Gabriel al soldado Michael, quien, en secreto, guarda la esperanza de redimir a la especie humana de los pecados cometidos. Pero, ¿podrá lograrlo? "Tú le diste lo que pedían, y yo lo que necesitaban", le retrucará Miguel a Gabriel, en la batalla de ángeles final. La idea de Legión... es muy fuerte. Dentro de los cánones de un cine híbrido es acertada y quizá marque un hito dentro del rubro fantástico sui generis , en el que se mezclan entretenimiento con fe crepuscular. Esto impone cambiar el juicio de "acertada" por el de "sorprendente", más allá de sus metas obviamente religiosas. Buenos encuadres, efectos que no necesitan demasiada grandilocuencia sino un buen manejo de la iluminación, ritmo sostenido e interpretaciones convincentes dentro de los cánones del género y un final en el que Dios desafía a estos luchadores, completan una historia que, por suerte, da mucho más de lo que prometía.
Los grupos de resistencia son un tema que abordaron con maestría directores como Howard Hawks (Río Bravo, The Thing) o John Carpenter (Assault on Precinct 13, The Thing, Ghosts of Mars).Ellos usaron la amenaza externa a un grupo minúsculo como metáfora de subsistencia, unión de grupos y camaradería entre las personas. Algo de esto intentó realizar el director Scott Stewart en su opera prima, Legión de Angeles aunque el resultado de dicho intento fue ampliamente desagradable y fallido. Dios se cansa de los humanos y envía una horda de Ángeles a exterminarlos, pero San Miguel se revela y se convierte en el ultimo bastión de defensa de la raza humana, ayudando y protegiendo a una madre por tener un bebe como excusa que su hijo los guiara a la salvación de la raza. Junto a ellos permanece un grupo de personas en una vieja estación de servicio en el medio del desierto que intentaran mantenerse vivos ante el ataque de los Ángeles usurpadores de cuerpos humanos. Entre ellos abundan largas y tediosas charlas sobre dios y la relación entre el hombre y la fe, se abren conflictos que tratan la relación entre padres e hijos y se forma una mini guerrilla cruda y a los tiros que intenta detener el avance de la amenaza a toda costa. El primer ataque se produce ante la aparición de una simpática viejita que vemos entrar al bar de la estación con un amplio plano cenital. Si tomamos que el plano cenital se lo ha denominado como “la subjetiva de dios” podemos entender que la señora ha sido enviada por dios, y actúa según el designio de dios atacando a todos los presentes; así de obvia se convierte la película, donde somos avisados antes de cada acción de lo que va a suceder y el concepto del suspense desaparece por completo de la diegesis. Burda, previsible, aburrida, llena de mensajes avanza la historia hasta desencadenar en una especie de Western de Ángeles en el medio de un desierto polvoriento donde Dios que aparecía como malo y vengativo se redime y resucita vía San Miguel como bueno comprensivo dándole una segunda oportunidad a la humanidad y para colmo finalizar con una “enseñanza” moral dando clases sobre lo que uno quiere contra lo que uno necesita.
Criaturas no tan celestiales Vienen del Más Allá... con propósitos violentos. Puede una película tener una primera mitad muy interesante y luego irse cuesta abajo sin retorno? ¿Y cómo se la juzga? ¿Por sus muy buenos primeros 50 minutos o por sus muy flojos últimos 45? De hecho, es algo bastante normal y habitual en el cine estadounidense, especialmente en los últimos años: crear una trama interesante y potencialmente atrapante, y luego tirarla a la basura y reemplazarla por interminables y confusas secuencias de acción regadas de efectos especiales. Digamos que Legión de ángeles empieza con el modelo de clásicos como Asalto al Precinto 13 , de John Carpenter (o la anterior Río Bravo , de Howard Hawks), y la mezcla con una suerte de Terminator místico/religioso. Y bien en plan Clase B. El asunto arranca cuando un ángel (Paul Bettany) cae del cielo, roba unas armas y mata a unas personas. De ahí pasamos a un restaurante en medio del desierto de Mojave y a las vidas de los que están allí: el dueño (Dennis Quaid), su hijo, una familia que ha parado allí a comer, un hombre divorciado que acaba de detenerse en el lugar, el cocinero y la chica que atiende, que está embarazada. De a poco las historias se conectarán. Aparecerá una anciana escapada de El exorcista llevando tensión al grupo. Luego serán invadidos por una plaga de moscas. Y enseguida, nuestro ángel caído aparecerá allí con sus armas. ¿Qué busca? ¿Viene a atacarlos o a defenderlos? ¿Y qué es esa horda de personas que vienen llegando con cara de pocos amigos? Esa primera mitad, de tensión creciente, de encierro y amenaza, es lo mejor de la película. Pero luego empiezan las explicaciones (que no conviene adelantar aquí, pero que apuntan por el lado de “la ira de Dios”, tema que hizo que muchos grupos cristianos boicotearan el filme), los diálogos pomposos y, finalmente, los combates a mansalva, con cuerpos despedazados y una inercia narrativa que lleva al filme, sin muchas variantes, a previsible destino. La sensación final, claro, no es demasiado agradable. Uno siente que se echó a perder una de esas películas potencialmente nobles que a veces se cuelan en el mainstream hollywoodense, obligada a ceder a la grandilocuencia digital que hoy se les exige a todos estos productos. Una lástima.
Con sus peculiaridades teológicas, Legión de ángeles entra dentro de un grupo de títulos apocalípticos que últimamente predominan, como El libro de los secretos, Número 9, la vampírica Daybreakers, y la aún no estrenada La carretera, sin olvidarse de otras películas recientes como El fin de los tiempos y La niebla y, yendo un poco más atrás, la primer Terminator. Este formato ha ganado numerosos adeptos, pero también lo han hecho films que abordan temas bíblicos con toques fantásticos, y esta ópera prima del especialista en efectos visuales Scott Stewart combina ambos subgéneros con buenas ideas, pero arribando finalmente a un producto fallido. La trama imagina a un Dios violento y harto de la raza humana, que envía hordas poseídas que arrasan la Tierra, comandados por ángeles salvajes, armados y de obediencia debida. Pero un ángel rebelde se aparta del grupo y pretende desafiarlos, fundamentalmente protegiendo a una chica embarazada en el bar perdido de una ruta desértica, donde se recluyen los últimos humanos. El guión, repleto de asuntos que no cierran, excedido en solemnidad y en diálogos que pretenden ser profundos y no lo son, abunda en desaciertos, pero sin embargo la realización es vibrante y alcanza momentos de gran atractivo visual y expresivo. Está claro que Stewart, a través de un final sugerente, se ha propuesto instalar una saga propia con Legión de ángeles, pero deberá mejorar muchos aspectos de aquí en adelante.
Apocalipsis gastado La película parecía empezar bien: una estación de servicio perdida en el medio del desierto, una serie de personajes que se cruzan, bastante polvo. En ese contexto aparece de pronto un ángel sin alas (Paul Bettany), descarga armas y les dice que se vino el apocalipsis (cosa que ellos no sabían porque estaban incomunicados) y que van a tener que aguantar en la estación el ataque de los poseídos. Hay que esperar a que nazca el bebé de la moza que trabaja ahí, que va a ser la última esperanza de la humanidad. Hasta ahí uno podía imaginar ciertos aires de John Carpenter (Asalto al presinto 13) mezclados con esa nueva corriente de temática católica con efectos digitales que el cine actual descubrió, por ejemplo, con Constantine. Tenía su encanto: ya llegó el fin del mundo y nos quedamos atrapados en un local polvoriento. Pero muy rápido nos damos cuenta de que aunque la idea podía servir, lo que se hizo con ella es bien poco. Había indicios desde el principio: los diálogos explícitos que describían perfectamente la situación en menos de diez minutos y en los cuales se menciona la palabra "fe" por lo menos cinco veces, posiblemente más. Las actuaciones acartonadas (préstese especial atención a la cara de Dennis Quaid). Los "rasgos característicos", que se distribuyen a razón de uno por personaje para que entendamos bien fácil "cómo son", los chistes que aligeran la atmósfera. Ya cuando aparece la vieja, la cosa empieza a desbarrancar. Lo que molesta de Legión de ángeles no es que recurra a los lugares comunes propios del género (eso sí: no falta ni uno), es el hecho de que ni siquiera se molesta en armar una película alrededor de ellos. Ejemplo mínimo: la primera noche que nuestros personajes tienen que pasar atrincherados y con metralletas hasta los dientes. Hay una escena de muchas balas (no se ve tanto, pero hay varios planos de cartuchos vacíos que caen al piso, así el espectador "entiende" que están tirando muchas balas). Después, sin motivo aparente, los posesos se cansan y se van. Listo, pasó la escena de acción de rigor. Ahora llega el momento de las "conversaciones": uno a uno, la película va mostrando diálogos de personajes en los que, por ordenado turno, cada cual expresa sus problemas, sus traumas del pasado y revela su "interioridad" a la vez que nos demuestra que tiene que cambiar. Pasa la noche, pasa el día siguiente. No se muestra realmente nada. Y así, los "momentos necesarios" se van sucediendo sin orden o necesidad. Después viene la escena con el nene poseído, que no podía faltar. El momento en el que el protagonista descubre su misión. Incluso un flashback bastante horrendo en el cual vemos al ángel explicar el conflicto con otra conversación ridículamente explícita y con ambientación cuasi fascista. No falta nada, excepto un verdadero desarrollo de los personajes o de la situación, o algo que termine de involucrar al espectador. Pasan cosas en la pantalla, pero no nos importan demasiado. Y ni siquiera hay tanta acción. Se habla hasta el cansancio de la fe, la esperanza, palabras con resonancias teológicas, de Dios que no sabe lo que quiere. Todo es muy importante. Pero es claro que esta película no tiene verdadera fe en sus personajes, sus criaturas. No podemos entrar en el mundo de Legión de ángeles porque no hay oxígeno en él, nadie que respire. A diferencia del buen cine de género, que puede asumir los lugares comunes y trascenderlos, apropiárselos, esta película sigue una receta fácil (o por lo menos obvia) para una producción bien hecha. Y la torta resulta un tanto insípida. No hay una idea por la que se juegue (más allá de "los hombres son malos"), no termina de darle humanidad (lo cual requeriría el tiempo verdadero para un desarrollo) a su apuesta, no se juega por lo abstracto, se queda a medio camino, sin entretener ni comprometer a nadie.
Casi ángeles. La historia de Evangelion se parecía en parte a la de Legión de ángeles: el animé escrito y dirigido por Hideaki Anno contaba cómo, en un futuro no muy distante, unas criaturas -llamadas “ángeles” por los hombres- eran enviadas una tras otra para destruir lo que quedaba de la humanidad. Esa amenaza, ciega e imparable, permanecía sin ser explicada a lo largo de toda la serie. Después de ver ese final increíblemente abierto, los fans se irritaron y reclamaron otro más explícito, así que Anno decidió iluminar un poco las zonas grises de la trama en las dos películas que siguieron a los capítulos para televisión. Solamente que las nuevas explicaciones no eran tales, porque las respuestas que ofrecía el director eran todavía más confusas y oscuras que los interrogantes originales. Vi Evangelion (la serie y las películas) dos veces, y cada vez que la recuerdo se me hace presente ese misterio insondable, el mismo que Anno se negó a elucidar con explicaciones tranquilizadoras. ¿Qué eran los ángeles? ¿De dónde venían? ¿Por qué querían destruir a la humanidad? Cuando pienso en estas preguntas me dan muchas ganas de ver Evangelion de nuevo: sé que no voy a encontrar las respuestas a esas preguntas, pero al menos puedo disfrutar tranquilamente de ese territorio narrativo incierto y ambiguo, perderme en el misterio trazado por Anno sin miedo a ser arrancado de allí por alguna explicación cómoda y esclarecedora. Tengo la certeza de que Evangelion no va a traicionarme como lo hizo Legión de ángeles. Esa traición se funda en el comienzo de la película, que promete muchísimo más de lo que el director Scott Stewart está dispuesto a cumplir. Michael, un ángel (este sí, ángel con todas las letras) cae del cielo en un callejón: la lluvia, la oscuridad y la podredumbre general remiten de manera sofisticada tanto al film noir como al cómic. Su misión se va revelando de a chispazos conforme avanza la historia: sabemos que está en la Tierra desobedeciendo órdenes superiores y que su objetivo es encontrar y proteger a una mujer embarazada cuyo hijo está llamado a convertirse en el salvador de la humanidad. Cuando Michael encuentra a Charlie en una estación de servicio perdida en el desierto, la amenaza no tarda en hacerse visible: miles de humanos poseídos por ángeles siguen el mandato divino de hallar a Charlie y matarla. Lo desmedido de la invasión y las palabras de Michael acerca de un “exterminio” hacen que la película cobre el extraño aire de una catástrofe de carácter sobrenatural. Ángeles monstruosos y sanguinarios se enfrentan al grupo de parias capitaneados por Michael que resisten atrincherados en la cafetería. Hasta acá, Legión de ángeles es rica en nervio, fuerza, buenos diálogos y personajes sólidos que, incluso a pesar de alguna caracterización demasiado estereotipada, podrían sostener de manera digna toda una película. La debacle empieza justo después. Cuando la primer oleada de ángeles asesinos termina y el guión decide tomarse un descanso de tanto disparo, griterío y masacre (lástima, porque todo eso no estaba nada mal) los personajes tienen la bendita idea de ponerse a compartir tragedias íntimas y traumas infantiles, y es ahí donde Legión… se quiebra definitivamente y cede a la tentación del discurseo grandilocuente. También es cuando el secreto que se adueñaba de la película es develado de manera burda por diálogos cada vez más explicativos y torpes que tiran por tierra todo el clima de intriga que Stewart supo construir hasta el momento. Allí Legión… deja ver sus verdaderas cartas por primera vez, y la desilusión es enorme. La película se vuelve acartonada y ridícula (véanlo sino a Kevin Durand haciendo a un histriónico ángel Gabriel apretujado en un payasesco traje con alitas) y se dedica a explicitar todo aquello de la trama que pudiera no quedar claro y a pulir las aristas de su discurso inicial sobre la religión (en el que un Dios guerrero y cruel está furioso con el hombre y ordena a sus ejércitos divinos un genocidio planetario) y las bondades ocultas de la humanidad. El cambio respecto al comienzo es impensado, y el volantazo que pega la película resulta intragable: Legión de ángeles vira del buen cine al mainstream más chato y correcto posible. La traición está consumada.
Aquellos que conozcan la serie televisiva Supernatural se sentirán defraudados al tomar contacto con este insípido largometraje que retoma la idea del enfrentamiento entre los arcángeles en las postrimerías del Apocalipsis. Cualquier episodio de la serie antes citada es infinitamente superior y mucho más complejo a nivel narrativo que esta lamentable copia...
Tenemos ante nosotros una mezcla insatisfactoria entre la estética de un video juego apocalíptico, el thriller alegórico de entorno cerrado y el terror basado en posesiones. En sí la película comienza bastante bien pero de a poco va cayendo en un torbellino de escenas predecibles y diálogos huecos, de esos que terminan molestando de tanta nimiedad. De todas formas desde ya que estas sonseras bíblicas a punta de gatillo resultan mucho más disfrutables que casi cualquier exponente de la catarata de mamarrachos argentinos y europeos que suelen pasar sin pena ni gloria por la cartelera porteña…
El pecado de la avaricia ¿Vieron cuando una película pinta para ser un producto más que estimable pero se pone en pretenciosa, quiere ser más de lo que es y termina siendo un plomo? Bueno, eso es lo que pasa con Legión de ángeles. El filme de Scott Stewart -quien ya tenía una larga trayectoria previa en el área de efectos especiales- arranca con la voz en off de una chica, con el tono justo de desolación y resignación, sobre una profecía acerca de que Dios un día se va a cansar de la humanidad y nos va hacer pelota a todos. Sigue con la caída del Arcángel Michael, quien, bien en humano, sale a los tiros de un local en la ciudad y toma la ruta, mientras comienza a desatarse el Apocalipsis. Y termina de focalizar en un grupo de personas comunes y corrientes en una gasolinera perdida en el medio del desierto, entre las que está una joven embarazada con el bebé que, según Michael, es la última esperanza para el Hombre. Todos enfrentarán un sitio perpetrado por una multitud de personas poseídas, paradójicamente, por ángeles que intentarán evitar a toda costa que la criatura nazca. Hasta ahí el relato avanza a buen ritmo, la utilización de los efectos especiales es consistente con lo que se narra y el director le exprime a los actores lo que corresponde: a los mejores, como Paul Bettany, Dennis Quaid y Charles S. Dutton, que son pura presencia, les asigna pocos pero pertinentes diálogos, valiéndose más que nada de sus miradas y tonos; a los que son más inexpresivos, como Tyrese Gibson y Lucas Black, los limita a poner sus cuerpos. En consecuencia, durante su primera mitad, Legión de ángeles es un más que interesante filme clase B, donde importan más las acciones que los discursos, los cuerpos antes que las palabras. Pero luego los realizadores creen que no basta con brindarle al público una buena peli de acción, como supo hacer John Carpenter con Asalto al precinto 13. No, porque claro, eso muy banal ¿no? Entonces la trama se llena de conversaciones bastante tontas sobre la religión, la fe, los lazos familiares, el amor, etcétera. Se derraman muchas lágrimas sin sentido y todo termina siendo muy aburrido y previsible. Lo llamativo es que esto sucede a causa de la ambición de “trascender”. Como si entretener durante hora y media no fuera importante o trascendente en verdad. Como si el género de acción fuera una expresión del cine menor, alejado de lo “artístico”. ¿Qué es arte? Arte a veces puede ser gente disparando por doquier, haciendo volar todo por el aire. El director Stewart no piensa así, cree que hay que decir “algo más”. Aunque claro, ni siquiera sabe muy bien qué es ese “algo más”. Pucha, se nota que no aprendió nada cuando laburó en Duro de matar 4.0 o en Piratas del Caribe: el cofre de la muerte.
Pobres pero honrados Jueves en el Abasto, día de estrenos gratis (y me apuro a decirlo porque no quiero que se piense que gasté cincuenta pesos en estas películas; gasté casi cinco horas, eso sí, pero tiempo es lo que todavía tengo para perder de vez en cuando, eso que se llama juventud o masoquismo, como ustedes prefieran). Sex and the city 2 en el contexto Buenos Aires 2010 es una infamia, no hay otro modo de decirlo. Indignación por asistir a la destrucción de lo que alguna vez fue una serie más o menos interesante –con mucha ropa, sí, pero si hay algo que reconocerle al cine y la televisión norteamericanas es la velocidad para poner en discusión ciertos temas “actuales”, con bastante ligereza, es verdad, pero con la astucia de aggiornarse con una rapidez de bólido para seguir vendiendo y de paso sumar consumidores a paladas porque ahora hay un producto con el que se sienten “representados”, y sin embargo, sin embargo, de vez en cuando salen cosas provocadoras de ese menjunje cuya base está en la básica pregunta “¿Cómo podemos hacer plata?”- y sobre todo mucho aburrimiento porque la verdad, en esta no película no pasa nada. Igual eso lo dijo todo el mundo, pasemos a otro tema, no sin un par de consideraciones previas: Carrie es ahora un triste testimonio de la inutilidad de prologar el cuento de hadas más allá del “Y vivieron felices para siempre”, porque acá se la muestra casada hace dos años con ese poster que es el señor Big y que resulta que puertas adentro no quiere otra cosa que tirarse en su sofá –toda una institución, el “couch”- para leer el diario o mirar tele en la cama. Ella, tristísima, insatisfecha hasta la hinchapelotez, se desespera porque ahora que son ellos dos solos deberán trabajar hasta la muerte para mantener la “chispa”, como una especie de laboriosa felicidad póstuma. El problema central en esta cosa televisionada de dos horas y media –aunque ya no tenemos catorce- es que ella le da un beso a otro chico, imagínense eso. A Miranda y a Charlotte no les pasa nada, aunque se trate de usarlas para poner en escena pobremente ciertos problemillas que ni con calzador entran en un zapato feminista: tener hijos es difícil, ser mujer y trabajar en un estudio jurídico también, pero con ponerle un poco de onda ya estamos salvadas. Samantha es una caricatura cincuentona que da lugar a chistes de un grado de burdez (¿existirá “burdez”?) más dignos de la Moria Casán de los ochentas, como cuando aparece un musculoso bronceado canchero andando en jeep por el medio del desierto y ella se refiere al galán en cuestión como “Lawrence of my labia” o algo así, que se traduce en el subtitulado como “Lawrence de mi conchabia”. Enough is enough. Todo en el escenario de la inmunda Abu Dhabi, una Las Vegas sin onda a la que viajan para desfilar trapitos estampados en el medio del desierto y para descubrir que ser mujer es tan maravilloso en el oriente como en occidente porque gracias a la globalización, las chicas árabes llevan la colección primavera completa de vaya a saber qué diseñadores cachivachosos y cambalacheros de Niu Iork abajo de sus velos negros. Auch. Por todo esto no me extrañó nada que Legión de ángeles, la segunda película del jueves, empezara con la voz en off de una niñita que recordaba cómo la madre le había anticipado el fin del mundo –que tiene sus antecedentes como todos saben en el diluvio universal, cuando dios se pudrió y decidió que “Hay que matarlos a todos”- en el que dios volvería a destruir a la asquerosa humanidad que tuvo el desatino de crear porque “He´s tired of all this bullshit”. De más está decir que después de No sex and no city yo estaba más que dispuesta a contemplar un buen apocalipsis, por lo cual me puse a la tarea de gozar como loca todo el delirio pseudoreligioso y pasarla re bien. Legión de ángeles podía haber sido una buena película, y si no vean esto: todos los personajes que interesan están reunidos en uno de esos dinners tan norteamericanos y que tanto bien le han hecho al cine, en medio del desierto. Está la chica embarazada en cuya panza a punto de ebullición se está gestando el Mesías –no se sabe muy bien en qué consiste la condición mesiánica de este nenito que debe guiar a la humanidad por la senda que mejor convenga basándose en el desciframiento de unos tatuajes en el cuerpo de un ángel, sí, bueno, pero por favor sigan leyendo. Está el chico enamorado secretamente de la Virgen María, y que más tarde sabremos que es el verdadero redentor porque es tan bueno pero tan bueno que se arruina la vida por ayudar al padre y sigue como un perrito a la chica que no lo quiere y que espera un infante de otro hombre –y ahí tienen el concepto supremo de bondad, más claridad échenle agua, o préndanlo fuego, como más les antoje. También está Dennis Quaid, que es el dueño del dinner y un personaje bastante zoquetón, más un negro que cae en la volteada y que debe andar en algo raro porque lleva un arma pero que también va a redimirse, más una pareja insoportable con hija adolescente de pollera cortita que resolverá la relación con su mamá después de que al papá le coma el cuello un zombie y se desangre hasta la muerte. A ese lugar llega, en la mejor secuencia de la película, la que promete todo, una adorable ancianita de pullover rosado que viene manejando un auto re canchero, entra al local, pide un bife bien crudo, mientras las moscas recorren el churrasco sangriento le pregunta a la moza por el bebé, y con su dulce vocecita tira la mejor frase de toda la película, “Your fucking baby´s gonna burn”, después de lo cual procede a convertirse en una mezcla de zombie con vampiro con perro, trepa por las paredes y pretende matarlos a todos, si no fuera porque justito justito llega el ángel Miguel en su figura humana –Paul Bettany en versión Terminator- con una camioneta llena de ametralladoras para proteger al niño. Porque el tema es así: dios es un forro, y como está podrido de la humanidad esta vez se decide por mandar a matar al Mesías, misión que le encarga al ángel Michael. Pero Michael, que tiene fe en la humanidad y que la amó desde un primer momento, elige desobedecer y en cambio viene a proteger al bebito. Todo estaría bien si no fuera porque el ángel Gabriel, que es igual de forro que dios y además un chupamedias cumplidor acrítico, se viene al humo para matar a Michael, al futuro Jesús y a todos los que pueda, y porque además hay un ejército de zombies –ángeles que han poseído a los humanos- que desde todos los puntos del planeta o los Estados Unidos marchan por el desierto hasta rodear el dinner en cuestión y deben combatirse ametrallando desde la terraza de lo lindo. Hasta ese punto el mamarracho es una fiesta; después, como dijo Santiago, todo se pone serio y sigue la sucesión de peleas, reconciliaciones, redenciones y discursos salvamenteros que se reducen a la idea fundamental que atraviesa tantas pero tantas películas: “There´s still hope”, “¿You think there´s still hope?”, “Oh my God, there´s no hope”, etc. hope etc. Un merecido poroto para las alitas de los ángeles que son blindadas y dan lugar a peleas a cuál más insólita como cuando Gabriel convertido en una especie de Kohinoor se envuelve en las propias alas y gira a toda velocidad para repeler una balacera, ¡piung piung piung piung! Mucho más divertida –a veces involuntariamente- que Sex and the city 2, un poco osada en su versión de un dios con pocas pulgas y lugarcomunesca en sus ideas sobre bondad boba y fe en la humanidad porque “mientras quede un solo tonto que se deje pisotear”, Legión de ángeles también se lleva las palmas por una de las escenas más berretas (y no en el buen sentido) de la historia del cine: la conversación entre Miguel y Gabriel, en pleno cielo, en una especie de edificio acartonado donde se supone debe vivir dios y con un poster digital entre dorado y celeste como fondo. Torpísima sofisticación circular, Legión termina con la misma frase en off con que empezó, y la María-2010 salvada y ya parida ahora devenida guerrillera de la salvación mundial que empieza con una pequeña y juvenil familia en un auto lleno de ametralladoras y con pañuelo-Rambo como vincha vuelve sobre la idea de que si a dios se le antojó destruirnos a todos sería porque estaba cansado de toda esta mierda (“tired of all this bullshit”, como dije), palabras que se revierten sobre esa tarde en el cine y tanto más porque al salir de la sala tuve que cruzar un hall donde detrás de afiches de los personajes de Prince of Persia con esa cara de enojados que todos tienen ahora se ocultaban unas esculturas de palacios y no sé qué minaretes hechas con arena de las que la gente tomaba fotos con sus celulares. Si dios existe y es así de pocas pulgas y quisiera destruirlo todo una vez más, sólo cabe esperar que empiece por el shopping. Y si quieren ver películas les recomiendo el Malba, algún Arteplex o el ciclo de noir de la Lugones.
El ángel exterminador La propuesta inicial pinta interesante, alguna idea más o menos original y algunas que no lo son tanto pero que están bien sustraídas y dispuestas. Dios, harto una vez más de esta humanidad desobediente y descontrolada, da comienzo al largamente anunciado Apocalipsis, y con furia vengadora envía a sus legiones de ángeles, que ya nada tienen de protectores o de la guarda, a acabar de una vez por todas con la especie. Esos se servirán, además, de humanos poseídos, con poderes sobrenaturales e instintos asesinos. Pero uno de su ángeles principales, Michael (presumiblemente el Arcángel Miguel, jefe de los ejércitos celestiales) se apiada de la humanidad, que está falladita sí, pero tiene sus cosas buenas, y rechazando la obediencia debida decide cambiar de bando y proteger a un niño por nacer cuyo destino, si vive, será el de redimir a la humanidad, y cuya cuna, como corresponde a un buen mesías, está bien complicada, siendo hijo de una joven madre soltera con un trabajo miserable como camarera en una estación de servicio-bar perdida en medio del desierto. Los ángeles obedientes, cuyo líder es Gabriel (otro de los principales arcángeles), ansioso por obedecer y complacer al padre todopoderoso, trataran de frustrar el nacimiento y ese destino salvador, sitiando la estación de servicio donde la joven a punto de parir y un puñado de sobrevivientes deberán resistir. La parte no tan original toma algo prestado de Terminator (hasta la caída de Michael en la ciudad parece tomada del inicio del film de Cameron), algún elemento de western, algo de film de zombies, y un tono que parece sacado de algún comic sucio y violento de la línea Vertigo (Preacher, por ejemplo). Toda esa mezcolanza funciona bastante bien la primera parte del film. Cerca de la mitad, ya bien planteado el escenario, Michael le anuncia a los sobrevivientes asediados que a partir de ahí tendrán que aguantar hasta el inminente nacimiento del niño. Pero, claro, también hay que ver si la película es a su vez capaz de aguantar el interés. Y lo cierto es que… no llega. Ahí nomás todo se aplasta y llegan las sentencias pomposas de Michael sobre su fe en la humanidad, las confesiones de vocación conmovedora y los intentos forzados de redención de esos personajes que son todos un desastre en sus vidas pero que algo bueno en el fondo tienen. El rumbo, que venía bastante bien encaminado, se pierde al punto de que uno, por más buena voluntad que le ponga, ya no se puede tomarse el relato en serio. Aún cuando se acepte que un ángel, criatura de origen divino, tenga los métodos y los modales de Rambo o el ya mencionado Terminator y resuelva cualquier asunto sin apelar a otro poder que su habilidad con los fierros, es bastante absurdo y trivial que el enfrentamiento con el arcángel Gabriel se resuelva punta de metralleta como contra cualquier monstruo cualunque haciendo que cualquier pretensión épica se vaya al demonio. Acá jugábamos con fuerzas sobrenaturales y que el Apocalipsis se resuelva metiendo bala es un poco decepcionante. Así no hay mística que aguante…
En épocas donde Hollywood inunda las pantallas del mundo con relatos apocalípticos o postapocalípticos (los últimos se destacan cuanto menos explican las causas del fin del mundo y más se adentran en la descripción del terreno salvaje que sobrevivió al Apocalipsis), otra película del estilo llega a nuestras pantallas para obtener el título del film apocalíptico más intrascendente de los últimos tiempos: Legion. La película dirigida por el especialista en efectos especiales Scott Stewart, debutante en la dirección, nos acerca una versión del fin del mundo que mezcla iconografía cristiana con zombies, sin que esa mezcla decante o esté basada en un planteo paródico. Todo lo contrario, Legion suma sin sentido a medida que avanza la trama, y ese sin sentido contrasta con la carga de solemnidad que le han querido dar al asunto. Al parecer, quienes han estrado detrás de esta producción desconocen los mejores ejemplos de films apocalípticos, o los han ignorado de cuajo, como así también parecería que desconocen los films de George Romero, el máximo exponente del cine de zombies. La primera pregunta que cabe hacerse es a quién se le ha ocurrido mezclar la iconografía religiosa del fin del mundo con los “no muertos”. Es verdad que el cine de zombies suele poner en escena una humanidad en crisis absoluta, pero de ahí a que algo bueno pueda salir de la mezcla de este componente terrorífico con un fin del mundo representado por ángeles vengativos y un ángel rebelde que se apiada de los supervivientes, hay un larguísimo trecho. Paul Bettany hace lo que puede, enfrentándose a un planteo dramático que opaca por completo su talento interpretativo, mientras que Dennis Quaid es de los pocos que asumen el espíritu clase b del film (Quaid ya se siente un abonado de este tipo de producciones). Es una lástima que Stewart no asuma en la puesta en escena el desprejuicio propio del cine clase b, y crea que está ante algo serio. Como podemos imaginar, los efectos especiales y las escenas de terror son los elementos más destactados de esta película, que argumentalmente carece de una base que justifique cinematográficamente el híbrido entre el fantástico religioso y el terror, y al apelar a un relato excesivamente solemne e insufriblemente pretencioso, desmerece las pocas virtudes de un producto ya de por sí débil y, sólo por momentos, entretenido.
Resulta que Dios se hincha las bolas de los hombres y decide destruir a la humanidad. Para ello, envía a sus ángeles en plan exterminio total, pero Miguel, uno de ellos, se rebela contra el Barba y decide ayudar a los humanos a resistir. En una estación de servicio en una ruta perdida se desarrolla una batalla desigual, en la mejor escena de la peli, entre una viejita endemoniada y los sorprendidos comensales. La peli es absurda y los FX muy truchos. Una mezcla de “Terminator” con “El exorcista” que no se banca ni diez minutos, salvo por la susodicha escena. Olvídala.
Un ángel es una figura divina cuya misión es ser mensajero de Dios, sirviendo a sus creyentes de sus juicios; un ser de gran pureza, protectores del ser humano. Este film, en cierta manera, dice todo lo contrario, son criaturas que obedecen las órdenes del Señor y deben exterminar la raza humana. Una vuelta de tuerca interesante pero mal efectuada.
Guía para destrozar 2.000 años de historia Meterse con temas religiosos, y el apocalipsis es algo que Hollywood hace cada vez con más costumbres y menos cuidado. Pasó en su momento con la olvidable El Día Final, e incluso con una película de bajo presupuesto llamada Gabriel, que contaba la llegada del arcángel a la tierra. En “Legión de ángeles” hay una mezcla de géneros (como si uno no bastase) para contar una historia con poca lógica, menos calidad y que podría incluso hasta ofender a cierto público más conservador. En la historia, Dios ha perdido la fe en la humanidad y envía a un ejército para “exterminar” a la raza. Michael es un soldado de ese grupo divino que se rebela y llega a la tierra para intentar salvar a los hombres. Ni más, ni menos. Desde el punto de vista técnico, el film no convence en ningún sentido. Si bien es cierto que sus intenciones de ofrecer un mundo pre-apocalíptico (por definirlo de alguna manera) no son malas; la poca sintonía que se tiene con la historia y las obviedades del guión hace que el espectador termine desorientado y sin simpatizar con los personajes o los sucesos. Los saltos entre el día y la noche se dan de manera espontánea, abrupta. Así entre peleas con pseudo-zombies que están “poseídos” vaya uno a saber por qué entidad (¿Dios?) los humanos sobrevivientes se defienden en un bar en pleno desierto. El sol abrazador en ese paisaje desolado se reemplaza a través del cerrar de una puerta por una madrugada fría, y por supuesto, peligrosa. Y aquí es donde los golpes de efecto aparecen para dominar el metraje. La decisión del director Scott Stewart por usar humanos endemoniados le sirve para trasladar la cinta al terror más directo; ambientación y sonidos incluidos, confundiendo lo esencial en una película: coherencia en la historia. El reparto, como es de preverse, tampoco alcanza niveles de calidad. Paul Bettany (¿se acuerdan del sacerdote albino en El código Da Vinci?) es el ángel que, tras revelarse presenta una personalidad más cercana a la de Schwarzenegger en Terminator que a la de un guardián del Señor. Dennis Quaid, que todavía no se recupera del fiasco que fue G.I Joe, da lugar a una de sus peores interpretaciones, y eso que conocemos el escazo talento artístico del actor. Hacer hincapié en el punto de vista ideológico, no es para nada recomendable; pensar en un film que presenta a Dios como el ente que quiere exterminar a los humanos, es por lo menos, irrisorio. Legión de ángeles podría haber sido un buen film. Algunas ideas y diálogos –muy pocos en realidad- muestran cierto ingenio. Pero la precipitación en convertirse en un título más grande de lo que en realidad es, provoca absolutamente lo contrario. Escenas de acción paupérrimas, incoherencia narrativa e historia poco creíble (aún tratándose de ciencia ficción) hacen que este film se enmarañe con el correr de los minutos y el interés, simplemente, se esfuma. La intención, insistimos, no es mala… pero la película se toma demasiado en serio a sí misma, lo cual la hace muy poco recomendable.